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Vení México, ¿De dónde Vení?

Soria
Vení México, ¿De dónde Vení?

Volveré la vista, sólo para recordarte y entender de dónde has venido, de dónde

tú rabia, de dónde tú orgullo, ese grande que dices tener; te buscaré, en tus

mitos, tus leyendas, hasta en tus caprichos como patria. Si es sensato me volveré

tu enemigo, peleare contigo, hasta que me hagas sentir mexicano, antes que

humano, o me dejare ganar, por que más vale tener orgullo por ti, que no ser

nada y no tener identidad.

México, ¿Vení del sol?, como aquel mito ya tan olvidado o de ese infierno labrado

en plata. Vení acaso de más historias que vivencias, basta decir que no eres más

que suspiro de guerrero, llanto de madre, sueño de niño.

A caso vení de el anhelo de sentirte ciudad, de grandes rascacielos cuando eres

un pueblo lleno de leyendas presurosas, e inquietudes de pasado; “Se ha dicho

mucho de ti de lo poco que se sabe, y no se ha dicho nada, de lo que se te

conoce”.

No basta decir que fuiste y eres el sueño de bárbaros, que éstas herido casi al

borde de la muerte; pero esa frente amplia, grieta como el campo, curtida como

piel de campesino, te hace ser, orgullo y esperanza, para aquel hijo pródigo que

regresa día a día, a tus brazos. Sé que la crueldad avasalladora, de un pueblo

cegado por ambiciones, ha sido la causa de tu destino, de tu futuro incierto, de tu

historia llena injusticias.

Porque duele la apropiación de tu norte, por que duele a la yaqui, a la huachichil,

a la seri, a la pima, esclavitud vivida en carne propia, tierra caliente, valle de la

muerte, meseta mexicana, en el sur se sufre hasta la muerte, y se olvida, se


condena a la maya, entre la selva densa y húmeda, más allá de Guatemala.

Vení México, de aquel pasado de águila posada en nopal, de pirámide, de pulque,

de sol, de luna, de magia, de guerra, de infamia, o de ese modernismo o pacto

revolucionario de ideas, de intelectuales, de obreros. Se dice que los hombres del

pasado son más poderosos que los hombres; quien soy yo para negar, el legado

dejado por todo hombre, nos dice que podemos ayudarnos de ellos, a pie de

trinchera, a pie de pluma y papel.

Revolución Rusa estrella de oriente; después agitación Americana, Madero, Díaz,

disputas de poder, “sufragio efectivo no reelección”, eso se murmuraba,

revolución, caudillos de norte a sur. Bendita tierra para el que la trabaja,

esclavitud, “tierra y libertada”, Justo Sierra, Universidad.

¡Si México!, acaso vení de esa esperanza misericordiosa, de ese tiempo

suspendido, entre independencia y revolución, en esa corta pubertad entre dejar

el nido como águila o seguir siendo pichón sin plumas, ¿valentía o rebeldía?; ser

valiente, es tener un valor universal, “la valentía significa afrontar, las injusticias,

las consecuencias de nuestros actos, los productos de nuestros errores”, esos que

se vuelven miedos, los seres humanos solemos dejarnos llevar por la comodidad,

desgraciadamente por esos fantasmas, que sólo te dejan sin esperanza. “Quien es

cobarde tiene un futuro cierto: la mediocridad”. Y ser rebelde, es ser difícil de

gobernar, difícil de dominar; sería sensato decir que todo joven vive sin miedos,

más que el miedo a no tener libertad, como una reivindicación de sus libertades,

“se dice que es un etapa en la adolescencia, se caracteriza por una actitud

violenta y opuesta a los límites establecidos”, por eso sé es rebelde cuando es


joven. Vivir entre esa valentía que ha forjado patrias, pueblos, y familias. La

cobardía nunca ha hecho algo que valga la pena. La valentía a veces falla, en lo

inmediato, pero siempre a la larga genera un resultado positivo y esa rebeldía nos

ha ayudado a cumplir nuestras metas, a tener esa actitud ingobernable, y difícil

de dominar y ponernos como joven, si ese es el camino.

Vení México de donde vení, de un poema precolombino, “con fuerte sentido

religioso de comunicación colectiva entre los hombres y sus divinidades”, o de una

conquista llena misiones en nombre de dios y la corona.

Vení México, de la música, el arte, el baile, que inspiran tus paisajes, o venir de

ese deseo de mexicano, ese deseo por cantar tu historia, tus mitos, tus heridas

silenciosas, tu cielito lindo, tu llorona, tu Adelita. Basta con ver un mural de

Rivera, Orozco, Siqueiros, para verte patria, pueblo y ciudad; mientras Posadas

se burla y Frida lo sufre.

Porque no podemos negar que el mexicanos busca la felicidad y que la felicidad

busca al mexicano, no hay peor mexicano que aquel que no se baila y se festeja:

ya sea su muerte, ya sea su vida, ya sea su pobreza, ya sea su riqueza; no hay

mexicano que no tenga fetiches religiosos o que no tenga un tabú más grande

que su conciencia, “siempre esconderemos o dejaremos nuestros errores, lo que

no está en nuestras manos, a Dios o al Diablo”, en fin mexicano a pie de nopal;

pero el mexicano no es como lo pintan.

Vení México de donde vení, de una tumba, de un sacrificio, de un clamor de fiesta

y libertad. Tu pueblo se festeja cada vez que se puede, es más, se crean mártires

y héroes para festejarse. Pero qué pasa con esos héroes que no salen en libros,
acaso no se les recuerda, ni se les festeja, o los llevas tú, incrustados como

espinas en tu alma.

Porque se sabe bien que eres joya entre norte y sur, tienes todo y te falta... todo;

pobreza y riqueza en no más de una cuadra, basta con pasear un momento por

tus ciudades y pueblos de Tijuana a Chiapas y ver que se te ha olvidado y

abandonado.

Vení México, de una geografía fracturada, de belleza extrema, y peligros, eres

ciénaga, laguna, selva, llanura, desierto, bosque o eres tan sólo luna de octubre,

cielo rojo o sólo un rojo amanecer.

Basta con escuchar un grito de sociedad enfurecida, para conocerte; basta sangre

derramada, para justificarte; y basta una lágrima de hambre, para recordarte.

Recordarte que estás vivo, y que lates reprochosamente como corazón de viejo,

pidiendo ¡Ayuda!, más no limosna, porque sólo eres un niño que se le acusa como

hombre, pero huérfano y solo entre demonios.

De donde vení, de ese tabú que crea la mentalidad mexicana; México es

enigmático como cualquier cultura de oriente, extrañamente lo somos desde

antes de Cortez, se puede ver en medida: en los grandes desarrollos comunes,

las grandes plazas, grandes centros ceremoniales, grandes mercados, grandes

observatorios, grandes avenidas y una planeación perfecta de las comunidades,

contrastante con las pequeñas plazuelas europeas, los pequeños mercados y la

mala planeación de los colonizadores, que sufrimos aún hasta nuestros días; a

caso vení de este tesoro de conocimientos, de esa lectura de astros y esa obra

monumental de arquitectura.
Porque México no se puede contar sin España, pero España se cuenta sin México,

hay que tener esto claro, tenemos el miedo de los españoles, como ese respeto a

la muerte, porque le tiene miedo por eso la respetan; pero nosotros tenemos ese

afín por ella, que se duerma y despierte con nosotros, bailamos con ella, le

jugamos un albur, la insultamos, no hacemos los valientes, pero no le perdemos

ese respeto que nos queda de español.

Vení México, de dónde Vení, de una derecha o de una izquierda, de un ciego o de

un mudo, de un “sueño americano” que tu no sueñas, pero lo vives, o de ese

olvido de pachuco, de ése que le importa y no voltea, de ése que llora y se olvida,

de ése que sufre y se abandona, de ése que se enriquece y no paga; vení acaso

de esa frustración de sentirte nadie, de no creer en ti.

Ahora que bienes a mi encuentro, y te descubres presuroso y tierno, como mujer

perdiendo su flor por amor, sé de dónde has venido, de un pasado que no se

quiere recordar, porque todavía sangra, porque todavía se vive, porque aún

vivimos en ése México de calles empedradas, “más y más sueltas, dejando el

camino y su lugar”, en ése México, pueblo antes que ciudad o esa ciudad con

alma de pueblo.

Ya se dice “Que pueblo chico infierno grande”, o basta creer que estamos en el

mejor de los “agüeros”, creyendo ingenuamente, pero con las garras de jaguar

bien afiladas, apuntando al cuello. Revienta confesar, que tu vida lastimera, me

duele en mi alma, porque soy poro de esa piel curtida por tu candidez y

suspicacia; ahora quiero gritar, sentir que existes, si se pudiese dar clarines a

todos, para entonar fuerte, y que los ecos sonoros resuenen, con las voces de
¡Unión! ¡Libertad!. Si ese clarín con su bélico acento, nos convocase a lidiar con

valor, dime cuantos crees que asistirían a tu encuentro, quien dejaría que te

derrumbes con hórrido estruendo, dime quien, por que se dice que no se espera

nada de los hijos.

Porque te vi en mi niñez, porque no fui pobre, pero no fui rico, más bien humilde,

sí, humilde ante tu historia, ante tus ruinas, que aun existen diciendo: De mil

héroes la patria aquí fue. No basta con decir que eres mundo de mil pueblos o si

te mereces las guirnaldas de ése olivo que no es tuyo, mas te lo apropias, o

“mereces tener a tus pies aquellos magueyes que daban bebida a dioses”, menos

que si nos merecemos ésos recuerdos de gloria, que es tuya y tal vez nuestra o

fue nuestra.

México sé de donde vení, y no buscare pensar a dónde vas, sino recordad qué

eres y en donde estamos, que sí, te mereces más que la gloria y los cielos, te

mereces ese lugar en nuestra identidad junto al sombreo, el sarape y el grito.

Porque ya lo dijo Chava Flores, estas cosas hermosas:

...ya no están más en mi tierra,

ya no están más aquí

hoy mi México es bello,

como nunca lo fue,

pero cuando era niño,

tenía mi México,
un no sé que...

Hoy, me sentí mexicano, antes que humano, basta afinar la vista y ver que

seguimos en ése México, de héroes, esos que se encuentran en toda esquina, en

todo barrio, en todo pueblo, en todos lados se ve México, basta dejarlo pasar

enfrente, para dar se cuenta que vive entre nosotros.

Sí vení, de done vení México, ir a donde quisieses ir, eres libre cundo quieras serlo

y eres dolor cuando quieras serlo.

Vení México, ¿a caso Vení?

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