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ALTERINI

El mandato gratuito obliga solamente al mandatario (art. 1869, Cód. Civ.), pero el
mandante también puede quedar obligado si el mandatario sufre pérdidas
"procedentes de sus gestiones" (art. 1953, Cód. Civ.).

En el Código Civil son unilaterales los contratos de donación (art.


1789); mandato (art. 1869); fianza (art. 1986); renta vitalicia (art. 2080); depósito (art.
2182); mutuo (art. 2240); comodato (art. 2255). Si se acepta la categoría del acto
colectivo (Cap. I, núm. 20), la sociedad también enrola como contrato unilateral.

Son contratos aleatorios por naturaleza: los de juego, apuesta, suerte


(arts. 2052 a 2054, Cód. Civ.), lotería o rifa (art. 2069, Cód. Civ.), la renta vitalicia (art.
2070, Cód. Civ.), el mandato de cobro a riesgo del mandatario (art. 1914, Cód. Civ.), la
comisión de cobro a riesgo del comisionista (art. 256, Cód. Com.).

b) Contratos de colaboración. Por ejemplo, el mandato, la concesión, en los cuales una


de las partes (el mandatario, el concedente) realiza una actividad en concurso con la
actividad de la contraparte: el mandante debe dar instrucciones, el concedente debe
proveer bienes y directivas
(ver infra, núm. 25).

Representación:
Contenido. La representación, esto es, la actuación en interés de otro, es propia de la
vida negocial. Nos ocuparemos de ella, así como de los negocios no representativos.
Dentro de los negocios representativos daremos la noción del contrato de mandato
con representación; y veremos el contrato por cuenta de quien corresponda, y el
autocontrato. También delinearemos las figuras de los factores dependientes y
empleados de comercio.

regula al mandato, que "es el contrato por el cual una parte se obliga a realizar uno o
más actos jurídicos por cuenta de otra" (art. 1889), y "puede ser convenido
verbalmente" (art. 1893). En el mandato con poder de representación, el mandatario
actúa "en nombre y por cuenta del mandante" (art. 1890); en el mandato oculto o
comisión "el mandatario actúa en nombre propio y por cuenta del mandante" (art.
1891). En este último caso "el mandante no queda obligado directamente respecto del
tercero, ni éste respecto de aquél", sin perjuicio de su acción subrógateria contra el
tercero (art. 1891).

A) NEGOCIOS REPRESENTATIVOS
§ 1. El mandato
5. Mandato con representación. El artículo 1869 del Código Civil define: "El mandato,
como contrato, tiene lugar cuando una parte da a otra el poder, que ésta acepta, para
representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto jurídico, o
una serie de actos de esta naturaleza". Cuando realiza actos representativos en
nombre del mandante, dentro de los límites de sus poderes (art. 1931, Cód. Civ.), el
mandatario obliga personalmente al mandante (art. 1946, Cód. Civ.), y "no queda
personalmente obligado para con los terceros con quienes contrató" (art. 1930, Cód.
Civ.).
El mandato comercial obliga a la administración de uno o más negocios de comercio,
obrando el mandatario "en nombre de la persona que se lo ha encomendado" (arts.
221 a 223, Cód. Com.). Pero la idea básica del Código Civil sobre el mandato resulta de
la nota al artículo 1869: "todo mandato supone una orden para obrar". De allí que el
mandato puede ser representativo (cuando el mandatario actúa en nombre del
mandante) o no representativo (cuando el mandatario actúa en nombre propio): "El
mandatario puede, en el ejercicio de su cargo, contratar en su propio nombre o en el
del mandante" (art. 1929, Cód. Civ.). La actuación del mandatario en el propio nombre,
y no en el del representado, lo obliga personalmente, y técnicamente no corresponde
al contrato de mandato, sino a otro distinto: la comisión (ver núm. sig.).

6. Caso del mandato sin representación. La comisión. La comisión o consignación es el


contrato por el cual un persona "desempeña por otros negocios individualmente
determinados" obrando "a nombre propio o bajo la razón social que representa" (art^-
222, Cód. Com.), "conforme a las órdenes e instrucciones del comitente" (art.
2§B,^Cód. Com.).
En la relación externa, "el comisionista queda personalmente obligado hacia las
personas con quienes contratare, sin que éstas tengan acción contra el comitente, ni
éste contra aquéllas" (art. 233, Cód. Com.).
En la relación interna entre el comisionista y el comitente existen, en general, los
mismos "derechos y obligaciones que entre el mandante y mandatario" (art. 232, Cód.
Com.).
Como el comisionista actúa en nombre propio no realiza un negocio representativo.
Por lo tanto adquiere para él los derechos que tienen causa en el contrato; por
ejemplo, si compra, y el vendedor le entrega la cosa, se convierte en dueño de ella.
Consiguientemente, cuando debe transmitir al comitente lo que recibió a nombre
propio (art. 1929, Cód. Civ.), es necesario un nuevo acto traslativo (en el ejemplo dado,
para trasmitir al comitente la cosa cuyo dominio adquirió a su propio nombre, el
comisionista tiene que hacerlo por el modo que corresponda a esa trasmisión; ver
Capítulo XXV, número 14-c).

7. Factores. El factor, denominado vulgarmente gerente, es "la persona a quien un


comerciante encarga la administración de sus negocios, o la de un establecimiento particular"
(art. 132, Ira. parte, Cód. Com.); sólo tiene el carácter legal de factor "el gerente de un
establecimiento comercial o fabril, o por cuenta ajena, autorizado para administrarlo, dirigirlo
y contratar sobre las cosas concernientes a él, con más o menos facultades, según haya tenido
por conveniente el propietario" (art. 146, Ira. parte, Cód. Com.).

La relación entre el factor y el principal es de mandato, en los términos del artículo 132 del
Código de Comercio.

La cesación del mandato es inoponible al tercero que contrata con el mandatario, si éste la
ignora sin culpa (art. 1967, Cód. Civ.), etcétera.
BORDA

Comparación del contrato de obra con el mandato:

c) Con el mandato.— Cuando el mandato es gratuito, la distinción entre ambas figuras es


nítida, puesto que el contrato de obra siempre es oneroso; pero en la práctica, la mayor parte
de las veces el mandato es también oneroso y, más aún, la ley presume esa onerosidad si
consiste en atribuciones o funciones conferidas por la ley al mandatario o en trabajos de su
profesión o modo de vivir (art. 1871 ). Es en esta zona en la que ambos contratos suelen
confundirse. La distinción ha de establecerse sobre la base de los siguientes criterios:
1) En el mandato hay representación, que en cambio falta en el contrato de obra. Se ha hecho
notar que este criterio no es infalible, puesto que a veces hay mandato sin representación,
como ocurre en el mandato oculto; pero salvo este caso de excepción (ver
nota 4), el mandatario actúa siempre a nombre del mandante; es éste un elemento
característico del contrato que falta en la empresa y en el cual, por lo tanto, se puede
ordinariamente fundar la distinción.
2) El mandato tiene por objeto la realización de actos jurídicos por cuenta del mandante (art.
1869 ), en tanto que el empresario realiza actos materiales u obras, sean materiales o
intelectuales, pero no actos jurídicos (ver nota 5).
La discusión sobre el punto se ha planteado sobre todo en torno a la naturaleza jurídica de los
trabajos del arquitecto o ingeniero, tema que hemos tratado en otro lugar (nº 1048).

La dilucidación de la cuestión tiene una gran importancia práctica: 1) El mandatario obliga


directamente al mandante por los actos que realiza a su nombre (art. 1946 ), quedando él
eximido de toda responsabilidad; por el contrario, el empresario no obliga con sus actos al
dueño de la obra, salvo la acción directa que tienen contra él los obreros y los proveedores de
materiales (art. 1645 ). 2) El mandante puede revocar en cualquier momento el mandato sin
incurrir por ello en ninguna responsabilidad (art. 1970 ), en tanto que el dueño de la obra que
desiste debe pagar al empresario todas las utilidades que éste esperaba obtener de ella (art.
1638 ). 3) El mandato concluye por fallecimiento del mandante o del mandatario (art. 1963 ),
en tanto que el contrato de obra se resuelve por fallecimiento del empresario pero no del
dueño (art. 1640 ). 4) El empresario asume los riesgos de su empresa, en tanto que el
mandatario debe ser indemnizado de todas las pérdidas que sufra con motivo de su gestión,
siempre que no le fueren imputables (art. 1953).

Administración prevista en un contrato:


IRREVOCABILIDAD DEL MANDATO DE ADMINISTRACIÓN.— Cuando el mandato para
administrar ha sido otorgado por una cláusula del contrato, no puede ser revocado sin causa
legítima (art. 1681 ); mientras no se haya producido la causa legítima de remoción, el
administrador puede seguir administrando a pesar de la voluntad contraria de todos los
restantes socios (art. 1681 ). La solución es lógica. Si la designación forma parte del acuerdo de
voluntades, sólo por el consentimiento unánime de los socios —incluido el administrador—
puede pasarse por alto dicha estipulación.

a) Justas causas de remoción.— Habrá causa legítima para revocar el mandato, si el socio
administrador, por un motivo grave, dejase de merecer la confianza de sus coasociados, o si le
sobreviniese algún impedimento para administrar bien los negocios de la sociedad (art. 1682 ).
Se trata de una norma flexible, que deja librado al prudente arbitrio judicial la apreciación de la
gravedad de los motivos alegados para pedir la remoción.
REVOCACIÓN DEL MANDATO.— Cuando el poder para administrar no ha sido conferido en el
contrato sino en una convención posterior, puede ser revocado en cualquier momento por la
mayoría de los socios, haya o no justa causa (art. 1688 ). La situación en este caso es muy
diferente: desde que la persona del administrador no forma parte de las estipulaciones
contractuales, se entiende que su designación ha sido un problema de simple conveniencia y
no una condición de la existencia de la sociedad. Es justo, pues, que dicho administrador
pueda ser removido si existe mayoría en este sentido. La mayoría se cuenta por personas y no
por capitales.

MANDATO (BORDA)

Art_1869dice que el mandato, como contrato, tiene lugar cuando una parte da a otra el poder,
que ésta acepta, para representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto
jurídico, o una serie de actos de esta naturaleza. De acuerdo con esta definición, los elementos
esenciales del mandato son los siguientes:
a) En primer lugar, es necesario que haya representación del mandante por el mandatario.
La idea de que el mandato implica necesariamente representación, ha sido vivamente atacada
por la doctrina moderna, que ha puesto en claro la distición entre ambos conceptos.
Puede haber representación sin mandato (representantes legales de los incapaces, curador a
los bienes, administrador judicial de una herencia, de un fondo de comercio, etc.) y un
mandato sin representación (mandato oculto); porque el mandato es simplemente un encargo
de realizar ciertos actos jurídicos por cuenta del mandante y aunque normalmente esta
actuación está acompañada de representación, puede ocurrir que no sea así (ver nota 2).
Aunque todo esto es exacto, quizás haya alguna exageración en la insistencia con que hoy se
destaca la diferencia entre representación y mandato. El mandato es casi siempre
representativo y aun en los casos en que no lo es, la gestión que realiza el mandatario debe ser
de una índole tal que pueda ser objeto de representación (ver nota 3). Lo que pone de relieve
que la idea de la representación está siempre presente en el mandato, sea ostensible u oculto.
Por lo demás, desde el momento en que el tercero toma conocimiento de que quien contrató
con él ejercía ocultamente el mandato de otra persona, puede dirigirse contra ésta
demandándole el cumplimiento del contrato, con lo que se admite que también en este caso
hay representación, bien que ésta no pueda hacerse valer contra el tercero que ignoraba la
existencia del mandato (ver nota 4) (véase nº 1754).
Hay que notar, además, que el mandato y la representación no convencional están regidos por
una serie de principios comunes, surgidos no sólo de la idea de la representación (casi siempre
presente en el mandato), sino también de que en ambos media una gestión de negocios
ajenos; el gestor siempre está obligado a manejar fiel y escrupulosamente el patrimonio que le
ha sido confiado, su conducta ha de ser diligente, debe rendir cuentas (ver nota 5). El régimen
del mandato, por tanto, ha de ser aplicado supletoriamente a la representación no
convencional y a la gestión de negocios propiamente dicha (arts. 1870).

b) En segundo lugar, es menester que el mandato tenga por objeto la realización de un acto
jurídico o de una serie de actos de esa naturaleza. No era éste el concepto del mandato en el
derecho romano, en el cual podía tener por objeto la realización de actos materiales; algunas
legislaciones siguen hoy el criterio románico y admiten que el mandato puede dirigirse a la
realización de servicios o actos materiales no propiamente jurídicos (Cód. Civ. francés, art.
1984; español, art. 1709; suizo, art. 1684; alemán, art. 622 (ver nota 6); paraguayo, art. 880;
venezolano, art. 1684). Es, nos parece, una solución desacertada, que introduce confusión en
el concepto de mandato y que sigue una tradición romanística después de haber desaparecido
los presupuestos en que aquélla se fundaba. En el derecho romano el carácter esencial del
mandato era su gratuidad. El cumplimiento de sus obligaciones por el mandatario era un deber
fundado en la amistad (amicitia), por lo que la ley negaba recompensa a quien ejecutaba un
servicio para un amigo (ver nota 7). Todo servicio gratuito —fuera la realización de un acto
jurídico o la prestación de un servicio material— era mandato; el servicio oneroso era, en
cambio, el objeto de la locación de servicios.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS.— En el derecho romano el mandato era un contrato en virtud


del cual una persona se comprometía a realizar gratuitamente una cosa en favor de otra. El
carácter esencial del contrato, ya lo hemos dicho, era su gratuidad; desde el momento en que
había un salario estipulado, dejaba de ser mandato. El mandatario sólo tenía derecho a que se
le reembolsaran los gastos que se habían realizado.
En el derecho romano primitivo no se conocía la idea de la representación. La persona que
actuaba para otra adquiría para sí los derechos y luego los transfería al mandante. Este
procedimiento no sólo era largo y complicado, pues exigía dos operaciones sucesivas, sino que
suponía el peligro de que la persona que actuaba en beneficio de la otra cayera en insolvencia
en el intervalo que corría entre la celebración de los dos actos, con lo cual el mandante
quedaba privado de sus derechos. Se ideó entonces el expediente de las acciones útiles. La
segunda operación se consideraba subentendida en el acto y sin necesidad de que aquélla se
llevara a cabo efectivamente, el interesado tenía las acciones útiles fundadas en la equidad,
que le permitían obtener de la contraparte el cumplimiento de sus obligaciones.
De ahí a la idea de representación no hay sino un paso (ver nota 10).
1110/1626

1626.— El origen de la palabra mandato está discutido. Para algunos manum dare significa dar
poder, confiar algo, dar un encargo (ver nota 11); para otros, estas palabras aludían al apretón
de manos que antiguamente el mandatario daba al mandante en testimonio de la fidelidad
que prometía (ver nota 12); para otros, finalmente, el mandatum fue así llamado por la
reminiscencia de un antiguo rito manual, ya que se consideraba que el mandante quedaba en
parte sometido a la manus del mandatario (ver nota 13).
1110/1627

1627. CARACTERES. El contrato de mandato tiene los siguientes caracteres:


a) Es un contrato que no lleva un fin en sí mismo, sino que se celebra como medio para la
realización de otro acto o contrato.
b) Puede ser oneroso o gratuito (véase nº siguiente). En este último caso, el contrato será
unilateral porque de él surgirán obligaciones sólo para el mandatario. Es verdad que luego de
realizado por el mandatario el acto que fue objeto del contrato, también surgirán obligaciones
para el mandante, tanto respecto del tercero como del mandatario; pero en este caso las
obligaciones nacen de la realización del acto objeto del mandato y no del contrato de mandato
mismo.
c) Normalmente es consensual; a veces empero, debe ser otorgado en escritura pública

1628. ONEROSIDAD Y GRATUIDAD.— Hemos dicho en el número anterior que el mandato


puede ser oneroso o gratuito. Así lo dispone el art. 1871
1 - Art_1871. No era ésa la regla del derecho romano en que el mandato era siempre
esencialmente gratuito porque las obligaciones que asumía el mandatario aparecían impuestas
por un deber de amistad y no daban acción para reclamar remuneración alguna.
Esta manera de concebir al mandato ha desaparecido casi totalmente del derecho moderno.
La mantiene el Código alemán (art. 662), por cuyo motivo este contrato desempeña un
modesto papel en aquel país; en los restantes se admite como en el nuestro la remuneración
del mandatario.
Con todo, nuestro Código presume la gratuidad del mandato siempre que no se hubiere
convenido otra cosa (art. 1871

1 - Art_1871). Es una solución errónea, porque en la realidad de la vida y de las costumbres


modernas el mandato es generalmente oneroso; el principio, en caso de silencio del contrato,
debería ser la onerosidad (ver nota 14). Ello explica que la jurisprudencia admita con gran
liberalidad la prueba del carácter oneroso del contrato; así, se ha declarado que basta para ello
la presunción derivada de la amplitud de las tareas encomendadas y el valor de los bienes
administrados (ver nota 15).
En algunos casos el propio Código presume la onerosidad; tal ocurre si el mandato consiste en
atribuciones o funciones conferidas por la ley al mandatario (hipótesis en que no hay
propiamente mandato sino representación legal: actos realizados a nombre de los incapaces
por sus padres, tutores o curadores, síndicos de concursos o quiebras, etc.) o cuando consiste
en trabajos propios de la profesión lucrativa del mandatario o de su modo de vivir
(art. 1871

1 - Art_1871); tal es el caso de los procuradores, comisionistas, etcétera.


1110/1629

1629. DISTINCIÓN CON OTROS CONTRATOS O ACTOS JURÍDICOS; REMISIÓN.—


Hemos tratado en otro lugar la distinción del mandato con el contrato de trabajo (nº 983) y la
locación de obra (nº 1064), así como el problema de la naturaleza jurídica de las profesiones
liberales (nº 1028).
Muy estrecha es la relación entre el mandato y la gestión de negocios. En ambas situaciones
jurídicas hay una persona que realiza una gestión de negocios ajenos, sólo que en un caso hay
encargo y en el otro no. Esta semejanza radical explica que al gestor se le apliquen las reglas
relativas al mandatario (art. 2288
1 - Art_2288); pero la identidad de soluciones legales no es total. Más adelante tratamos con
prolijidad las diferencias entre ambas instituciones (nº 1823)

REPRESENTACIONES A LAS QUE SE APLICAN LAS REGLAS DEL


MANDATO.— Según lo dispone el art. 1870
1 - Art_1870las reglas del mandato son aplicables:
a) A las representaciones necesarias, y a las representaciones de los que por su oficio público
deben representar determinadas clases de personas, o determinadas clases de bienes, en todo
lo que no se oponga a las leyes especiales sobre ellas (inc. 1º).
Esta norma comprende varios supuestos:
1) Representaciones necesarias: tales son los representantes legales de los menores e
incapaces.
2) Representaciones de los que por su oficio público deben representar a ciertas personas: tal
como los Asesores de Menores, el
Consejo Nacional de Protección del Menor.
3) Representaciones de determinados bienes: tal como el curador de los bienes del ausente,
síndicos de concursos o quiebras, etcétera.
b) A las representaciones de las corporaciones y de los establecimientos de utilidad pública
(inc. 2º). Remitimos sobre el punto al Tratado de Derecho Civil, Parte General, t. I, núms.
697 y siguientes.
c) A las representaciones por administraciones o liquidaciones de sociedades, en los casos en
que así se determine en este Código y en el Código de Comercio (inc. 3º).
d) A las representaciones por personas dependientes, como los hijos de familia en relación a
sus padres, el sirviente en relación a su patrón, el aprendiz en relación al maestro, el militar en
relación a su superior, las cuales serán juzgadas por las disposiciones de este Título, cuando no
supusiesen necesariamente un contrato entre el representante y el representado (inc. 4º).
e) A las representaciones por gestores oficiosos (inc. 5º). Es la gestión de negocios ajenos, de la
cual nos ocuparemos más adelante (núms. 1802 y sigs.).
f) A las procuraciones judiciales en todo lo que no se opongan a las disposiciones del
Código de Procedimientos (inc. 6º).
g) A las representaciones por albaceas testamentarios o dativos (inc. 7º).
De más está decir que la aplicación de las reglas del mandato en todos estos casos debe
entenderse en lo que no se opongan a las normas particulares de cada institución.

EL CONSENTIMIENTO

MOMENTO EN QUE SE FORMA EL CONTRATO; EL ACTO DE


APODERAMIENTO Y LA ACEPTACIÓN COMO ACTOS UNILATERALES.— En lo que atañe al
mandato, no existen problemas peculiares sobre el consentimiento. Pero hay que advertir que
en este caso, no hay por lo general una única declaración de voluntad común como
normalmente ocurre en los contratos, sino que hay dos actos unilaterales, que generalmente
no coinciden en el tiempo: el primero, el acto de apoderamiento, por el cual una persona
otorga a otra el poder de obrar en nombre de ella; el segundo, la aceptación (ver nota 1). Se
trata de una oferta de contrato aceptada por la otra parte. De ahí que el Código haya regulado
por separado las formas del otorgamiento y la aceptación del poder.

OTORGAMIENTO DEL MANDATO; FORMA.— En principio, el otorgamiento del mandato no


requiere formalidades; puede ser expreso o tácito, escrito o verbal (art. 1873
1 - Art_1873). No hay tampoco inconveniente en que se otorgue un mandato en blanco, es
decir, bajo la forma de un documento suscrito en blanco por el mandante, quedando ambas
partes en la situación de quienes otorgan y reciben un documento firmado en tales
condiciones: obligación del mandatario de llenarlo de acuerdo con las instrucciones recibidas,
limitaciones al derecho del mandante de impugnar el contenido que no se ajuste a sus
instrucciones de conformidad con las reglas de los arts. 1017
1 - Art_1017y siguientes, etcétera (ver nota 1). (véase Tratado de Derecho Civil, Parte
General, t. II, núms. 949 y sigs.).
El mandato escrito no requiere doble ejemplar porque el acto de apoderamiento es unilateral
(ver nota 2).

1633. MANDATO TÁCITO.— Según lo hemos dicho, el otorgamiento del mandato puede ser
inclusive tácito. Éste resultará no sólo de hechos positivos que demuestren inequívocamente
la voluntad de otorgarlo (ver nota 3), sino también de la inacción o silencio del mandante y de
que no impida, pudiendo hacerlo, los actos que sabe que otro está haciendo en su nombre
(art. 1874
1 - Art_1874).
Se ha declarado que importa mandato tácito el hecho de que el vendedor de mercaderías
admitiera comúnmente que los pagos de las mercaderías se hicieran al corredor (ver nota
4); el silencio guardado ante la actividad de una persona que administraba con conocimiento
del administrado los bienes de ése (ver nota 5); el silencio guardado ante las diligencias hechas
por un martillero para vender la propiedad, no obstante tener conocimiento de dichas
gestiones (ver nota 6); el permitir, a quien vendió un lote, utilizar las oficinas dedicadas a la
venta, en las que tenía acceso a los armarios y a la documentación, y usaba papeles, sellos y
membretes (ver nota 7); si el escribano interviniente en la constitución de una hipoteca
acostumbraba recibir el pago de los intereses con consentimiento del acreedor, debe
reputarse que tenía de éste mandato tácito para percibir el capital (ver nota 8). La aceptación y
pago por el concubino de las deudas contraídas por la concubina para el consumo del hogar,
importan un mandato tácito a favor de esta que lo obliga por las compras posteriores
realizadas por ella (ver nota 9).

CASOS EN QUE SE EXIGE ESCRITURA PÚBLICA.— Por excepción, la ley exige que ciertos
mandatos sean otorgados en escritura pública; tales son los poderes generales o especiales
que deban presentarse en juicio (ver nota 10) y los poderes para administrar bienes o que
tengan por objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública

FORMA DE LA ACEPTACIÓN.— La aceptación del mandato puede ser escrita o verbal, expresa o
tácita.
La aceptación tácita resultará de cualquier acto hecho por el mandatario en ejecución del
mandato (art. 1876
1 - Art_1876); se la presume también si el mandante entregó su poder al mandatario y éste lo
recibe sin protesta alguna (art. 1877
1 - Art_1877); se trata de una presunción legal que admite prueba en contrario (ver nota

PRUEBA DEL MANDATO.— El problema debe ser analizado con relación a las partes y respecto
de terceros.
Entre mandante y mandatario la prueba del contrato se encuentra regida por la regla general
del art. 1193, excepto en lo que se refiere a los actos ya cumplidos, que pueden ser
acreditados por cualquier género de prueba (art. 1191)
1 - Art_1191) (ver nota 15). Los terceros, que han contratado con el mandatario, pueden
valerse de cualquier medio de prueba para acreditar la existencia del acto (ver nota 16).
Pero como la mejor prueba para ellos de que el mandatario ha obrado dentro de los límites de
sus atribuciones es el poder mismo, la ley se la facilita con disposiciones que estudiamos en el
nº 1742.

CAPACIDAD

CAPACIDAD PARA OTORGAR MANDATO.— Si el mandato tiene por objeto actos de


administración, basta con que el mandante tenga capacidad para administrar sus bienes (art.
1894
1 - Art_1894); si tiene por objeto actos de disposición, se requiere capacidad para disponer de
ellos (art. 1895
1 - Art_1895). Son reglas elementales, que no requieren explicación.

CAPACIDAD PARA SER MANDATARIO.— El punto ha sido tratado en dos disposiciones


contradictorias: el art. 1896
1 - Art_1896según el cual para ser mandatario se requiere tener capacidad para contratar y el
art. 1897
1 - Art_1897que dispone que el mandato puede ser válidamente otorgado a persona incapaz
de obligarse. No cabe duda, empero, que es esta última norma la que expresa el sistema
vigente, puesto que tanto en el art. 1897
1 - Art_1897como en el 1898
1 - Art_1898se establecen las consecuencias de un mandato ejercido por una persona incapaz.
Esta regla según la cual los incapaces pueden ser mandatarios tiene una larga tradición jurídica
y se explica porque como el mandatario obra en representación del mandante, el acto se
reputa ejecutado por éste, que tiene la capacidad requerida por la ley; y desde el punto de
vista práctico, es claro que el mandante, que obra con plena capacidad legal y aptitud mental
para dirigir sus negocios, se cuidará de elegir un mandatario que pueda cumplir
satisfactoriamente la gestión que le encomienda.
OBJETO

PRINCIPIO GENERAL.— Según el art. 1889


1 - Art_1889pueden ser objeto del mandato todos los actos lícitos susceptibles de producir
alguna adquisición, modificación o extinción de derechos. Según hemos dicho en otro lugar,
nuestro derecho positivo requiere que el objeto del mandato sea un acto jurídico propiamente
dicho; los servicios o trabajos ajenos a ese concepto pueden ser objeto de un contrato de
trabajo pero no de un mandato. Sobre esta interesante cuestión remitimos al número 1624,
b).

MANDATO DE OBJETO IMPOSIBLE, ILÍCITO O INMORAL.— Establece el art.


1891
1 - Art_1891que el mandato de acto ilícito, imposible o inmoral, no da acción alguna al
mandante contra el mandatario, ni a éste contra el mandante, salvo si el mandatario no
supiere o no tuviere razón de saber que el mandato era ilícito. Es una aplicación de la regla del
art. 953
1 - Art_953y del principio de que nadie puede invocar su propia torpeza para accionar en
justicia. Cuando la ley habla de que el mandatario ignorase la ilicitud del acto, debe entenderse
que se refiere a la imposibilidad o inmoralidad y no a la ilicitud propiamente dicha, pues la ley
se reputa conocida y su ignorancia no permite fundar una acción en derecho (art. 923
1 - Art_923); pero si el mandatario fuera incapaz, pensamos que inclusive podrá alegar
ignorancia de la ilicitud.
En cuanto al tercero que contrató con el mandatario, el acto es igualmente nulo por aplicación
del art. 953

EN INTERÉS DE QUIÉN PUEDE OTORGARSE MANDATO.—


1 - Art_1892, el mandato puede tener por objeto uno o más negocios de interés exclusivo del
mandante o del interés común del mandante y mandatario, o del interés común del mandante
y de terceros, o del interés exclusivo de un tercero; pero no puede otorgarse en el interés
exclusivo del mandatario. Veamos la distintas hipótesis:
a) Interés exclusivo del mandante. Es la hipótesis típica y más frecuente de mandato y no
requiere explicación alguna.
b) Interés común del mandante y del mandatario. Tal es el supuesto del mandato ejercido por
un socio en interés de todos los asociados, entre los cuales se encuentra el mismo mandatario;
o el poder otorgado para comprar un inmueble que se adquiere en condominio entre
apoderado y poderdante, etcétera.
c) Interés común del mandante y de terceros. Lo habrá, por ejemplo, si una persona da
mandato para vender un bien para luego pagar a los acreedores o colocar el capital en una
sociedad.
d) Interés exclusivo de un tercero. Ejemplo: una persona otorga mandato para escriturar en
favor del comprador cuando éste ha pagado ya la totalidad del precio con antelación (ver
nota 1).
e) Interés exclusivo del mandatario. En esta hipótesis no habrá mandato, sino un mero consejo
que no produce obligación alguna, a menos que haya sido dado de mala fe, en cuyo caso el
culpable debe satisfacer los daños y perjuicios (art. 1893
PODERES GENERALES Y ESPECIALES.— El poder puede ser general o especial.
El primero se refiere a todos los negocios del mandante y el especial a ciertos negocios en
particular (art. 1879
1 - Art_1879).
La distinción tiene importancia porque el mandato general no atribuye otro poder que el de
realizar actos de administración (art. 1880
1 - Art_1880); no importa que el mandante declare que no se reserva ningún poder o que el
mandato contenga la cláusula de general y libre administración (art. 1880
1 - Art_1880) o la de libre administración y disposición (ver nota 1); en cualquier caso el poder
general sólo atribuye facultades para realizar actos de administración. Con esto se quiere
evitar un acto de imprevisión por parte del mandante y un abuso de confianza por el
mandatario. El principio es que el mandato debe interpretarse con criterio restrictivo (ver nota
2) y que cuando se trata de actos de disposición, el mandatario sólo puede efectuar aquellos
que han sido expresamente previstos en el poder. Pero si el poder confiere autorización para
enajenar muebles o inmuebles, no es necesario que se determinen los bienes que deben
enajenarse (ver nota 3).
Se ha declarado que el mandato general habilita para estar en juicio en las causas relativas a la
administración (ver nota 4), tales como el cobro de los alquileres (ver nota 5), o de los sueldos
adeudados al mandante (ver nota 6) y la demanda por rendición de cuentas (ver nota 7); para
ejercitar la facultad de recuperar una cosa vendida con pacto de retroventa (ver nota 8); para
demandar por desconocimiento de filiación (ver nota 9). En un caso se declaró que también
era acto de administración comprendido en el poder general dar en locación un bien inmueble,
siempre que no importe una grave depreciación de la propiedad (ver nota 10); volvemos sobre
este tema en el número 1659.

ALCANCE DEL MANDATO ESPECIAL.— El mandato especial debe ser interpretado


restrictivamente; se limita a los actos para los cuales ha sido dado y no puede extenderse a
otros análogos aunque éstos pudieran considerarse como consecuencia natural de los que el
mandante ha encargado hacer.

PLURALIDAD DE MANDATARIOS

CASO DE QUE SE DESIGNEN VARIOS MANDATARIOS.— Cuando en el mismo instrumento se


hubieren designado varios mandatarios, se entenderá que el nombramiento fue hecho para
ser aceptado por uno solo de ellos (art. 1899
1 - Art_1899). En consecuencia, la aceptación de uno impide la ulterior aceptación yejercicio
del mandato por los restantes (ver nota 1). ¿Qué ocurre si luego de aceptado el mandato por
uno de ellos, lo renuncia o fallece? A nuestro entender cualquiera de los otros mandatarios
puede aceptar y ejercer el mandato, pues precisamente la inteligencia que la ley brinda de la
voluntad del mandante es que él ha querido que uno de los mandatarios, cualquiera sea,
ejercite el mandato; y si uno de ellos no quiere o no puede hacerlo por un motivo
sobreviniente a su aceptación, es natural que lo desempeñe cualquiera de los otros.

La regla general: 1 - Art_1899es meramente interpretativa de la voluntad del mandante. Por


consiguiente, si de los términos del poder se desprendiera claramente que la designación fue
hecha para que los mandatarios actúen conjunta o indistintamente, la aceptación de uno no
impide la de los restantes. El propio Código alude a las situaciones siguientes:

a) Mandato conjunto.— Si el mandato ha sido otorgado para que los mandatarios lo


desempeñen conjuntamente, se entenderá que ninguno de ellos puede actuar
separadamente. El art. 1900
1 - Art_1900dice que en tal caso el mandato no podrá ser aceptado separadamente, lo que no
quiere decir que los mandatarios deban aceptarlo en un acto único, sino que deben
desempeñarlo conjuntamente, sin lo cual el acto carecería de valor respecto del mandante
(ver nota 3).
b) Mandato separado e indistinto— El mandante puede disponer que el mandato sea
desempeñado separadamente por cualquiera de los mandatarios o que la gestión se divida
entre ellos o autorizarlos para que ellos la dividan entre sí (art. 1899

1 - Art_1899, inc. 2º).


1679. c) Mandato sucesivo.— Igualmente puede disponer el mandante que el poder sea
ejercido por los mandatarios en el orden de su numeración. En tal caso, el nombrado en
segundo término no podrá desempeñar el mandato sino a falta del primero y así
sucesivamente (art. 1901
1 - Art_1901, 1ª parte). La falta tendrá lugar cuando cualquiera de los nombrados no pudiese o
no quisiese aceptar el mandato o cuando habiéndolo aceptado, no pudiese desempeñarlo (art.
1901
1 - Art_1901, 2ª parte).
Se entenderá que fueron nombrados para funcionar uno a falta de otro cuando el mandante
hubiera hecho el nombramiento en orden numérico o llamando primero al uno y en segundo
lugar al otro (art. 1902
1 - Art_1902). Si hubiera orden numérico, deberá respetarse ese orden; de lo contrario, podrá
aceptarse cualquiera de los restantes mandatarios (ver nota 4).

1680. RESPONSABILIDAD DE LOS MANDATARIOS CONJUNTOS.— Los mandatarios conjuntos


son responsables ante el mandante en forma simplemente mancomunada; no hay solidaridad
entre ellos a menos que lo contrario se hubiera convenido entre las partes.

A.— EJECUCIÓN DEL MANDATO


1110/1687
1687. CÓMO DEBE CUMPLIRSE EL MANDATO.— La obligación esencial impuesta al mandatario
es la de cumplir los actos que le fueron encargados. Debe ejecutarlos exactamente, en lugar y
tiempo propios, y circunscribirse a los límites del encargo, no haciendo más ni menos (art.
1905
1 - Art_1905). Esto no excluye el deber de cumplir todos aquellos actos que aunque no
previstos expresamente en el mandato, sean esenciales para el cumplimiento de los actos
previstos (ver nota 1). En caso de duda sobre los límites del mandato, la naturaleza del negocio
indicará la extensión de los poderes (art. 1905
1 - Art_1905, 2do. apartado); sin olvidar, empero, que las atribuciones del mandatario deben
interpretarse restrictivamente (véase nº 1668).
Está obligado a cumplir con diligencia y a preservar el interés del mandante lo mejor que sepa
y pueda (ver nota 2). Debe obrar con discreción, particularmente cuando la índole de la
gestión ponga en contacto al mandatario con aspectos de la vida privada del mandante (por
ej., un pleito de divorcio, la correspondencia personal, etc.) (ver nota 3). Debe ajustarse no
sólo a los límites aparentes del mandato originario, sino también a las instrucciones reservadas
y a las posteriores que las modifiquen (ver nota 4); pero si las posteriores instrucciones
importan una agravación inequitativa de las obligaciones originariamente asumidas por el
mandatario, éste puede rechazarlas y abstenerse de ejecutar el mandato hasta que aquéllas
sean modificadas (ver nota 5).

El mandatario que cumple el mandato, no obstante el manifiesto daño que de él resultará al


mandante, responde ante éste por los perjuicios sufridos; pero no hay que olvidar que el
mandante lo comisionó para tal objeto; por consiguiente, sólo puede surgir tal responsabilidad
si la consecuencia dañosa fuera fácilmente previsible por poco que se hubiera puesto en el
negocio una elemental atención (ver nota 6). Y no será responsable el mandatario si no
obstante haber advertido al mandante del daño, éste insiste en sus instrucciones de ejecutar el
mandato.
MANDATO ILÍCITO.— En principio, el mandato ilícito o contrario a la moral y a las buenas
costumbres no brinda acción entre las partes, pues nadie puede invocar su propia torpeza. De
este principio se siguen las siguientes consecuencias:
a) El mandante no tiene acción de rendición de cuentas (ver nota 11), ni podrá reclamar las
ganancias obtenidas del mandato ilícito (art. 1912
1 - Art_1912); pero podrá obtener la restitución de las cosas de su propiedad que se hubiere
entregado al mandatario, porque esta acción se fundará en su derecho de propiedad y no en el
mandato; el dinero que hubiere entregado como adelanto de gastos o por otro concepto no es
reivindicable ni da lugar a una acción de restitución (ver nota 12), que tendría una causa torpe,
pues habría que invocar el mandato ilícito. Pero si siendo lícito el mandato resultaran
ganancias ilícitas, podrá el mandante exigir que se le entreguen (art. 1912
1 - Art_1912), solución discutible desde el punto de vista moral con la cual el legislador ha
querido descorazonar al autor del hecho ilícito, pero que alienta al mandante a quedarse con
una ganancia ilícita.
b) El mandatario carece de toda acción para que se le pague la retribución pactada o se le
reintegren los gastos y anticipos que hubiere efectuado (ver nota 13).
c) Si el mandatario aun después de aceptado el mandato, se negare a cumplirlo, no podrá el
mandante responsabilizarlo por daños ni reclamarle la restitución de lo que le hubiere pagado
en concepto de adelanto.

RESPONSABILIDAD DEL MANDATARIO

PRINCIPIO GENERAL.— El mandatario es responsable de todo daño derivado al mandante por


la inejecución total o parcial del mandato (art. 1904
1 - Art_1904), salvo que ella se debiera a caso fortuito o fuerza mayor. Es también responsable
de todo daño sobrevenido a las cosas que recibió del mandante como consecuencia del
contrato y que se hubiera ocasionado por su culpa o dolo. Se trata de meras aplicaciones de
los principios generales sobre la responsabilidad.
Pero estas reglas sufren una excepción en el supuesto del dinero que el mandatario tiene en su
poder por cuenta del mandante; si perece por caso fortuito o fuerza mayor, perece para el
mandatario a menos que esté contenido en sacos o cajas destruidos en el accidente (art. 1915

1 - Art_1915). La disposición se explica porque el dinero es una cosa eminentemente fungible


de tal modo que por lo común no puede ser individualizado; pero si fuera posible
individualizarlo por haberse entregado en bolsas o cajas cerradas, entonces recobran su vigor
los principios generales según los cuales el mandatario no responde de las pérdidas
ocasionadas por fuerza mayor.

El mandatario responde de su negligencia, cualquiera que ella sea, y particularmente de la


omisión de la debida vigilancia respecto de personas o de cosas.

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