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UNIVERSIDAD NACIONAL
AUTÓNOMA DE MÉXICO
PANORAMA INTERNACIONAL
SOBRE JUSTICIA PENAL
P OLÍTICA CRIMINAL, DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA
Culturas y Sistemas Jurídicos Comparados
Séptimas Jornadas sobre Justicia Penal
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie D OCTRINA JURÍDICA , Núm. 394
Coordinador editorial: Raúl Márquez Romero
Edición y formación en computadora: Leslie Cuevas Garibay
PANORAMA INTERNACIONAL
SOBRE JUSTICIA PENAL
Política criminal, derecho penal
y criminología
Culturas y Sistemas Jurídicos Comparados
Séptimas Jornadas sobre Justicia Penal
P OLÍTICA CRIMINAL
VII
VIII CONTENIDO
C RIMINOLOGÍA Y VICTIMOLOGÍA
DERECHOS HUMANOS
Relatorías 609
Autores 663
Panorama internacional sobre justicia penal. Pro-
ceso penal y justicia penal internacional. Culturas
y Sistemas Jurídicos Comparados . Séptimas Jorna-
das sobre Justicia Penal, editado por el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, se terminó
de imprimir el 31 de octubre de 2007 en Impresión
y Comunicación Gráfica S.A. de C.V., Manuel
Ávila Camacho 689, col. Sta. Ma. Atzahuacán, de-
legación iztapalapa, 09500, México, D. F. En esta
edición se empleó papel cultural 70 x 95 de 50 ki-
los para los interiores y cartulina couché de 162 ki-
los para los forros; consta de 1000 ejemplares.
POLÍTICA CRIMINAL Y ESTADO DE DERECHO
EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS
I. P ROLEGÓMENO
3
4 LUIS ARROYO ZAPATERO
nal del derecho penal: los delitos contra la vida, contra los bienes perso-
nales. Frente a eso se ha levantado algo que a algunos asombra, asusta y
a otros nos parece que los bienes jurídicos personales y colectivos re-
quieren hoy ese moderno derecho. Y que tenemos que ser capaces de es-
tudiarlo y modularlo.
Otro ámbito que ha experimentado un incremento más que cuantitati-
vo es el de los delitos imprudentes. Desde que hay automóviles hay acci-
dentes, pero nunca han tenido el peso, ni alcanzado la velocidad ni una
fuerza de choque y daño resultante como hoy en día. El problema ha da-
do lugar a un experimento político criminal que merece ser atendido.
Frente a la incriminación del mero conducir arriesgado infringiendo los
reglamentos, se ha introducido el llamado carné “por puntos”, de tal ma-
nera que la reiteración en infracciones graves puede concluir con la pér-
dida de la licencia, a lo que sigue la criminalización del que conduce con
la licencia retirada. Pues bien, aun cuando desde hace decenios se ha
creado la categoría de delitos contra la seguridad del tráfico, o en el trán-
sito, todavía no resulta generalmente comprendido que dicha seguridad
es un bien jurídico material y formalmente diferente del de la vida y la
integridad corporal. Lo mismo acontece en relación con no pocos delitos
“modernos” relativos al manejo de riesgos, desde los delitos contra la se-
guridad en el trabajo, a los relativos al medio ambiente. Esta criminali-
dad, realmente moderna, requiere un derecho penal también moderno,
así como la aceptación de nuevos bienes jurídicos, salvo que se renuncie
la tutela de bienes jurídicos fundamentales.
Todo lo que se llama derecho penal moderno no es más que la adapta-
ción del derecho penal a las modernas condiciones de vida social del
tiempo contemporáneo que requieren nuevas formas y nuevos instru-
mentos de protección de esas nuevas necesidades sociales. El derecho
penal moderno, el derecho penal económico, el derecho penal del riesgo
no son un capricho de los Estados que persiguen medidas meramente
simbólicas. Creo que es producto de una sólida necesidad que los pena-
listas debemos asumir y construir críticamente.
ral, por lo menos ante los delitos sexuales y los delitos violentos en ge-
neral. 12 Y el gran reto de los países, desde el punto de vista de una polí-
tica criminal humanista, como proclama la Societé Internationale de Dé-
fense Sociale, que tengo el honor de presidir, está precisamente, más que
en el Código Penal, en el régimen penitenciario, en el desarrollo o persis-
tencia de los beneficios penitenciarios y en el establecimiento de condi-
ciones en la privación de libertad que al menos no hagan imposible la re-
socialización.
En el ámbito de las penas se han producido, en este más de medio si-
glo, notables avances, auque a veces los retrocesos aislados nos nublen
la vista. El más relevante es el retroceso de la pena capital que acaba de
ser abolida en México. En Europa el instrumento más determinante ha
sido la non nata Constitución Europea, y, de modo efectivo, frente a Po-
lonia, que en la nueva legislatura se ha pretendido reinstaurar, y frente a
Turquía que demanda su ingreso en la Unión, sin derogarla. Creo que la
pena capital está de retirada, y ello es un gran avance moral de las socie-
dades.
Creo que la batalla en contra de la pena de muerte está ganada, y los
que la mantienen lo hacen de modo vergonzoso. No me quiero ensañar
con China, pero incluso ahí tampoco están orgullosos de la pena de
muerte. A pesar de contar con honda tradición, un solo instituto de cien-
cias jurídicas, de los muchos que hay, tiene más de quince publicaciones
sobre la pena capital y no todas son a favor. He dicho que se ha produci-
do una nueva representación de la criminalidad y dentro de ésta, con
consecuencias para las penas, cuenta la irrupción en escena de la víctima,
que comienza asentándose con un reproche a los liberales diciéndoles:
¡desde 1789 os habéis olvidado de las víctimas! A partir de ahí se ha de-
sarrollado un argumento en el que las víctimas determinan hasta quién
habla en el funeral de una víctima: si el presidente del gobierno o la ma-
dre de la última víctima producida y, bien, todos conocen el desarrollo
de la victimología. 13
Creo que tenemos que ser conscientes de que, ante todo, el derecho penal
liberal no ha olvidado a las víctimas. Es este derecho, precisamente, la supe-
ración de la venganza privada que estaba administrada por el rey en nombre
de las víctimas y con olvido por completo del delincuente. Esto no fue ca-
sual, sino que fue una gran conquista intelectual y política de la humanidad.
No hay más que ver los países y culturas en los que la víctima tiene un pa-
pel hegemónico. Pero el problema radica en que sí ha habido aspectos rela-
tivos a la víctima que las legislaciones han olvidado. Y no ha sido sino hasta
tiempo reciente cuando se ha instrumentado, en algunos países, la indemni-
zación de las víctimas de los delitos violentos o de determinadas víctimas,
como, por ejemplo, las víctimas del terrorismo.
Cómo es posible que nadie haya pensado hacer bien el sistema de pe-
nas para aquel que después de quince años de cumplimiento de una pena
privativa de libertad por haber cosido a puñaladas a una muchacha en un
pueblito, no se haya previsto razonablemente que se le debe prohibir la
vuelta a ese lugar para evitar que el asesino de la niña se pasee delante de
los familiares. Permítanme una anécdota nacional: en una ciudad del País
Vasco, un asesino de ETA, tras cumplir su condena, abrió una tienda de
electrodomésticos debajo de la casa en donde habitaba la viuda de la víc-
tima. El asesinado veinte años antes le había salvado la vida al asesino,
ya que jugándose la propia vida, le quitó, al entonces niño, un camión de
enfrente. Hoy sí está prevista la pena accesoria de prohibición de regreso
al espacio de comisión del delito o la de acercamiento a la víctima de
otros delitos de violencia y amenazas.
Hay que ajustar a la protección de las víctimas todo el derecho penal,
pero las víctimas no se pueden apoderar del derecho penal. No es que es-
ta compulsión social y política sea un capricho antiliberal del momento,
sino que es fruto de algo que cualquier experto en teoría de la comunica-
ción audiovisual nos explicaría bien: la televisión —sobre todo cuando
ha perdido los pudores— coloca en la mesa familiar del almuerzo o de la
cena a las víctimas desgarradas en sus carnes por el efecto de una bom-
ba. Lo que naturalmente genera constantes impulsos a favor de las vícti-
mas, y eso vale más que una campaña bien orquestada por un grupo de
profesores de derecho penal. No es fácil controlar a los medios —y me-
POLÍTICA CRIMINAL Y ESTADO DE DERECHO 15
nos a las que trocean a las víctimas de ese modo—, pero esa presenta-
ción en vivo y en directo del horror ha generado una tensión social de re-
chazo de la criminalidad, de solidaridad ciega con las víctimas, una
exigencia al Estado de tutela total, y, a su vez, una ausencia total de rece-
lo frente al Estado.
Esos efectos de los medios y modos de comunicación modernos son
elementos de la realidad que los penalistas debemos tener en cuenta para
hacer frente a los reclamos de la inocuización, para hacer frente a políti-
cas criminales de telediario, de derecho penal puramente simbólico y,
también, para evitar el recurso atolondrado a recursos taumatúrgicos mo-
dernos. Así, por ejemplo, en el espacio político francés se han “descu-
bierto” las nuevas tecnologías, y se ha pretendido disponer el uso de pul-
seras de control telemático para que sean sometidos a ellas miles de
personas condenadas. Cuando los pocos especialistas en el asunto saben
que esos medios de control solamente se pueden aplicar con éxito sobre
aquéllos que están dispuestos a no soltar la pulsera al menor descuido. 14
Todo lo expuesto forma parte de nuestro mundo moderno. El Estado tie-
ne que garantizar a la sociedad, sacudida por el impacto de los medios, que
hace algo. Lo que hay que procurar es que haga las menores barbaridades
posibles, y los penalistas debemos de comunicar a la sociedad que el Estado
lo hace con los costos sociales menos elevados. Pero en todo caso, lo que no
nos podemos permitir los penalistas es que haya en las normas penales es-
pacios en los que la víctima no esté protegida, debiendo estarlo.
14 Para un informe con referencias, véase Levi, René, “Le placement sur sourveillan-
ce: Bilan de la phase de expérimentation”, Question pénales , junio de 2003, en www. ces-
dip.org/publication/questions pénales .
16 LUIS ARROYO ZAPATERO
Lo primero es que se puede afirmar que hoy existe claramente una opi-
nión pública mundial; que existe cierta sensación de ciudadanía de mun-
do; que esa idea de las cosas del mundo estaba limitada, hasta hace muy
poco tiempo, a los dirigentes de los países, que eran prácticamente los
únicos que tenían información, y a una serie de pervertidos intelectuales
que leían periódicos de otros países y en otras lenguas.
Así lo hemos podido percibir desde varios casos penales por excelen-
cia, como el genocidio en Yugoslavia, el caso Pinochet y, especialmente,
el caso de la guerra de Irak o, mejor, el caso de las tres consecuencias bá-
sicas que aquí interesan de la guerra de Irak: concepto de guerra de agre-
sión, Guantánamo, cárceles secretas y tortura. Hay una opinión pública
mundial fundada en los medios de comunicación tradicionales, que ha-
cen, incluso, páginas completas en ambos lados del océano, el mismo día
y en el mismo momento; las televisiones que emiten en directo desde
cualquier punto del mundo y hacia cualquier lugar, y por la forma de co-
municación de Internet. Esto es lo que ha hecho posible la generación de
una opinión pública mundial, y está perfectamente calibrada en la oposi-
ción a la guerra de Irak II.
Eso es un hecho de la realidad y es un dato al que los penalistas aman-
tes del progreso tenemos que prestar atención por las cosas que se irán
diciendo y con las que intentaré concluir. A la opinión pública mundial
pertenece la idea de que se ha acabado la impunidad para los dictadores.
Lo proclamó con claridad y con alcance, que sin duda superaría la visión
de sus jueces, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la sen-
tencia del caso Barrios Altos vs. Perú, en 2001. 15 Esto no sé si es bueno o
malo para los países que están saliendo, en este momento, de las dictadu-
ras, o deban de salir, pero, desde luego, para los que estén pensando en
adentrarse en una, tienen bien claro que está garantizado que no hay im-
punidad. Y en eso, el caso Pinochet, aunque parezca que no termina nun-
ca, es el elemento que consagra socialmente esa idea, sobre todo en el
mundo iberoamericano. Pero lo tenemos también en todo el asunto de
Yugoslavia, y aunque los serbios sigan sin entregar a uno o a otro, todo el
mundo sabe que, al menos, por los hechos del presente no hay impunidad.
Pertenece, pues, a la idea de la opinión pública contemporánea, por lo
tanto, además de esa exclusión general de la impunidad, la invalidez de
las leyes de “punto final”, las autoamnistías, incluso asuntos tan comple-
jos como internos, como puede ser el caso alemán de los soldados que
disparaban a los que huían de sus gobernantes saltando el muro. Ni esos
pueden estar seguros —mucho menos los que los mandan— de tener
garantizada la impunidad.
Es difícil medir cum granus salis , pero creo que el factor de más fuer-
za en el establecimiento de la no impunidad lo ha desarrollado en el
tiempo contemporáneo la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
con lo que se ha ganado con creces su futuro. En definitiva, estamos en
la gran oportunidad de la consolidación de la conciencia de la antijurici-
dad respecto de los crímenes más graves.
EL CRIMEN DE ESTADO COMO OBJETO
DE LA CRIMINOLOGÍA *
Raúl Z AFFARONI
Los hechos del 11 de setiembre de 2001 son quizá uno de los más fuertes
ejemplos de indiferencia moral. Ese día el mundo occidental se afligió co-
lectivamente por la pérdida de 3 045 personas en los ataques al World
Trade Center de Nueva York y al Pentágono en Washington. No obstante,
no hay duda de que pocas de esas lágrimas fueron vertidas por las vícti-
mas de la “economía global”, que murieron ese mismo día: 24 000 perso-
nas que murieron de hambre; 6 020 niños que murieron de diarrea o 2 700
niños que murieron de sarampión. 1
2 Cohen, Stanley, “Human Rights and Crimes of the State: the Culture of Denial”,
Australian and New Zealand Journal of Criminology , 1993, p. 97; reproducido en Mac-
Laughlin et al. (eds.), Criminological Perspectives. Essential Readings, Londres, 2005,
p.542.
3 Cohen,Stanley, StatesofDenial.KnowingaboutAtrocitiesandSuffering ,Oxford,
Polity Press, 2001.
4 Para una vision de conjunto véase Ternon, Yves, L’État criminel. Les Génocides
au XXe. Siecle, París, Seuil, 1995.
5 Dadrian, Vahakn N., The History ofthe Armenian Genocide. Ethnic Conflictfrom
the Balkans to Anatolia to the Caucasus , Oxford, Berghahn Books, 1995.
EL CRIMEN DE ESTADO 21
6 Sobre ello, en su momento, Taylor, Ian et al., The New Criminology. For a Social
Theory of Deviance, Londres, 1973; Inciardi, James A. (ed.), Radical Criminology. The
Coming Crises , Londres, 1980; Traverso, G. B. y Verde, A., Criminologia crítica. Delin-
quenza e controllo sociale nel modo di produzione capitalistico , Padova, 198 1; B aratta,
Alessandro, Criminologia critica e critica del diritto penale , Bologna, 1982; Pavarini,
Massimo, Introduzione a la criminologia, Firenze, 1980; para una valoración retrospecti-
va de conjunto, véase Larrauri, Elena, La herencia de la criminología crítica , México,
1992.
7 No prentendemos tampoco negar su vigencia, demostrada con sus últimos aportes
y su propia autocrítica: Carrington, Kerry y Hogg, Russell (eds.), Critical Criminology.
Issues, Debates, Challenges , Willan Publishing, Devon, 2002.
8 Puede verse el nuevo planteamiento de Morrison, Wayne, Criminology, Civiliza-
tion and the New World Order, Oxon, 2006.
22 RAÚL ZAFFARONI
9 En este sentido corresponde ampliar los intentos de Cohen, Stanley, op. cit., nota 2.
EL CRIMEN DE ESTADO 23
siempre mucho más allá que los infractores juveniles de Sykes y Matza,
pues sostuvieron que su misión, lejos de negar estos valores, era la de re-
forzarlos y reafirmarlos. Con demasiada frecuencia estos criminales pre-
tenden estar predestinados a superar las crisis de valores que denuncian,
a reafirmar los valores nacionales, a defender la moralpública y lafami-
lia, a sanear las costumbres, etcétera. El criminal de Estado casi siempre
se presenta como un moralista y como un verdadero líder moral.
Los criminales de Estado ni siquiera suelen rechazar frontalmente los
principios que imponen límites racionales al ejercicio del poder del Esta-
do, sino que más bien lamentan que no puedan ser respetados en las cir-
cunstancias en que ellos operan desde el poder y en ocasiones pretenden
ser los restauradores de las circunstancias que permitirán volver a respe-
tarlos o bien de otras que los realicen más plenamente. Ni siquiera en es-
te aspecto puede decirse que rechacen los valores dominantes. Aunque
destruyen las repúblicas suelen hacerlo en nombre de su fortalecimiento
o restauración.
La selectividad victimizante —que responde a la aceptación de pautas
dominantes— se manifiesta más claramente en los criminales de Estado,
pues nunca su ataque se dirige contra los de su propio grupo, salvo cuan-
do los consideran traidores o se plantean pugnas de poder hegemónico o
purgas como las nazistas o stalinistas de los años treinta.
Esta selectividad del criminal de Estado es mayor o menor según la
naturaleza del conflicto en que se produce el hecho. Si se trata de un
contexto de guerra colonial o de violencia interétnica, es obvio que la se-
lectividad recaerá exclusivamente contra los colonizados y nunca contra
los del propio grupo colonizador, salvo cuando éstos denuncien o persi-
gan sus crímenes (traidores). Fue el caso de la fijación de la OAS contra
Jean-Paul Sartre. En lugar, si el conflicto es interno, los grupos se defi-
nen políticamente. El círculo victimizado está mucho más demarcado en
los crímenes de Estado que en los que tomaron en cuenta los autores de
la teoría.
La hipótesis sostenida por Sykes y Matza, en el sentido de que los in-
fractores no rechazan masivamente los valores dominantes, sino que am-
plían ilegalmente las causas de justificación y de inculpabilidad o las ex-
cusas absolutorias, resulta más claramente verificable porque las técnicas
de neutralización son más evidentes en los crímenes de Estado que en los
comunes. Si alguien puso en duda, en su momento, la tesis de estos auto-
EL CRIMEN DE ESTADO 27
18 Ricciardi von Platen, V. Alice, Il nazismo e l’eutanasia dei malati di mente , Firen-
ze, 1993.
19 Vassalli,V. Giuliano, Formula di Radbruch e diritto penale. Note sulla punizione
dei “delitti di Stato ” nella Germania postnazista e nella Germania postcomunista , Mi-
lán, 2001; Vigo, Rodolfo Luis, La injusticia extrema no es derecho (de Radbruch a
Alexy) , Buenos Aires, 2004.
EL CRIMEN DE ESTADO 29
21 Gobineau, Arthur de, Essai sur l’inegalité des races humanines , París, 1967;
Chamberlain, Houston Stewart, Die Grundlagen des Neunzehnten Jahrhunderts , Munich,
193 8; Rosenberg, Alfred, Der Mythus des 20. Jahrhunderts , Munich, 1943.
EL CRIMEN DE ESTADO 31
5 Rehman,J., IslamicStatepractices,InternationalLawandtheThreatfromTerro-
rism. A Critique of the ‘Clash of Civilizations’ in the New World Order , Oxford, 2005,
pp. 8 y ss., y 226 y ss.
6 Cfr. Asúa Batarrita, A., “Concepto jurídico de terrorismo y elementos subjetivos
de finalidad: fines políticos últimos y fines de terror instrumental”, en Basaldua, Echano
(coord.), Estudiosjurídicos en memoria de Jose María Lidón , Bilbao, 2002, pp. 41 y ss.;
id., “El discurso del enemigo y su infiltración en el derecho penal. Delitos de terrorismo,
‘finalidades terroristas’, y conductas periféricas”, en Cancio, M. et al., El derecho penal
del enemigo , Buenos Aires, Euroseditores, 2006 (en prensa).
7 La constatación del pensamiento bipolar del amigo-enemigo es inherente a la his-
toria del poder, y, por ende, a la historia del poder punitivo; yo añadiría también a las
manifestaciones de lucha por el poder basadas en la lógica bélica como ocurre en el te-
rrorismo. Cfr. Zaffaroni, C. R., El enemigo en el derecho penal, cit., nota 1, pp. 43 y ss.
También, sobre ese sustrato común del fenómeno terrorista y del poder absoluto que ani-
40 ADELA ASÚA BATARRITA
nes menos espectaculares que, sin embargo, se nutren del mismo patrón
de pensamiento. El sistema penal acaba por asumir perspectivas preven-
tivas-policiales, mudando criterios de interpretación que parecían asenta-
dos en los últimos años.
También es perceptible el deslizamiento apuntado en algunas resolu-
ciones judiciales de los últimos años, en particular en la adopción de me-
didas cautelares por colaboración o por pertenencia a un grupo terrorista,
con base en datos que hasta ahora venían considerándose insuficientes
para confirmar la relevancia penal de la conducta. La presión de las que-
rellas presentadas por asociaciones de víctimas del terrorismo o por el
propio Ministerio Público ha contribuido a reforzar la interpretación más
amplia de los requisitos típicos de las figuras delictivas. Algunos de es-
tos casos han sido resueltos, finalmente, a través de sentencias en las que
se absuelve a un buen número de procesados, cuya acusación estaba fun-
dada en suposiciones apoyadas en las coincidencias ideológicas con un
grupo terrorista. Es el caso de recientes sentencias sobre integración en
grupos terroristas de raíz fundamentalista islámica; en otros casos se tra-
ta de imputaciones de colaboración con el terrorismo de raíz fundamen-
talista nacionalista de ETA.
Como es sabido, los tribunales españoles cuentan con una dilatada ex-
periencia en materia de terrorismo, debido, sobre todo, a la larga pervi-
vencia de ETA, mucho más allá de lo que parecía previsible en aquellos
años de la transición de la dictadura a la democracia, en 1975, tras la
muerte de Franco Surgida en la última fase de la dictadura, ETA gozó,
.
da en el corazón del Estado moderno, Ferrajoli, L., “La violencia y la política”, trad.
Andrés P., en Pérez Mariño, V. (comp.), Justicia y delito , Madrid, 1981, pp. 68 y ss.
TERRORISMO Y CONDUCTAS PERIFÉRICAS 41
contra las personas, o llevaren a cabo cualesquiera delitos de incendios, estragos, daños de
los tipificados en los artículos 263 a 266, 323 o 560, o tenencia, fabricación, depósito, tráfico
y o suministro de armas o municiones, o sustancias o aparatos explosivos o inflamables, in-
cendiarios o asfixiantes o de sus componentes, serán castigados con la pena que corresponda
al hecho cometido, en su mitad superior”.
10 Una completa exposición de la historia de la normativa antiterrorista, anterior al
Código Penal de 1995, puede verse en Lamarca Pérez, C., Tratamientojurídico del terro-
rismo, Madrid, 1985; sobre las leyes antiterroristas de los años ochenta, cfr. Terradillos,
J., Terrorismo y derecho, passim . También, García Sanpedro, J., Terrorismo: aspectos
criminológicos y legales , Madrid, 1993 .
11 A finales de los años noventa dos hechos especialmente crueles provocan una po-
tente reacción ciudadana contra ETA: el secuestro, durante dos años, del funcionario de
prisiones Ortega Lara, liberado finalmente por la policía, y el secuestro durante dos días,
que terminó en asesinato de Miguel Angel Blanco, joven concejal de un pueblo industrial
del País Vasco —Ermua— en julio de 1997. La imponente reacción popular en el País
Vasco y en toda España marcan el inicio de una nueva etapa de declive de ETA, aunque
todavía volverá con virulencia poco después. La tregua indefinida que declara un año
después fue breve —catorce meses, hasta finales de 1999— y tramposa. Durante ese
tiempo ETA se rearmó y reapareció con su sanguinaria cohorte de amenazas, extorsión y
asesinatos. Pero ya no volverá a recuperar su fuerza. Por un lado, la unión de las fuerzas
políticas contra el terrorismo a nivel estatal, y, por otro, la cooperación internacional a
nivel policial abocan a importantes resultados en detenciones de miembros del grupo te-
rrorista. Las operaciones policiales en suelo francés, de registro de casas de dirigentes
etarras permitió la confiscación de documentaciones e informaciones que resultarán cru-
ciales para investigaciones posteriores.
En paralelo a la tregua de 1998, los partidos vascos de inspiración nacionalista
(simplificando: los que propugnan el derecho a la independencia), acordaron el Pacto de
Lizzarra para formar un frente nacionalista en todos los niveles de gobierno —autonómi-
co, territorial, municipal— con expreso compromiso de no pactar con reprresentantes po-
líticos de otras formaciones vascas que no comulguen con el nacionalismo, las formacio-
nes denominadas “constitucionalistas”; un Pacto explícitamente apoyado por ETA, e
implicítamente cocinado con su “anuencia”. Al romperse la tregua por ETA se descom-
puso el Pacto de Lizarra.
12 Cfr. Gonzalez Cussac, J., “El derecho penal ante el terrorismo”, en Gomez-Colo-
mer, J. L. y Gonzalez Cussac, J. L, Terrorismo y profeso penal acusatorio , Valencia,
2006, pp. 114 y ss., sobre las nueve reformas en materia de terrorismo introducidas du-
TERRORISMO Y CONDUCTAS PERIFÉRICAS 43
rante los últimos años del gobierno del Partido Popular en el periodo de 1998-2003, la
mayoría de ellas en el marco del “Pacto Antiterrorista” acordado con el Partido Socialista.
13 LO 7/2000 del 22 de diciembre modifica el artículo 578, que queda redactado en
los siguientes términos: “el enaltecimiento o la justificación por cualquier medio de ex-
presión pública o difusión de los delitos comprendidos en los artículos 571 a 577 de este
Código o de quienes hayan participado en su ejecución, o la realización de actos que en-
trañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o
de sus familiares se castigará con la pena de prisión de uno a dos años. El juez también
podrá acordar en la sentencia, durante el periodo de tiempo que él mismo señale, alguna
o algunas de las prohibiciones previstas en el artículo 57 de este Código”.
14 La reforma de la LO 7/2000 afecta al delito de “terrorismo urbano” que ya estaba
contemplado en el artículo 577, figura que ahora se amplia parar incluir actos vandálicos
o desórdenes menos graves. Cfr. supra núm. 7, el texto del actual artículo 577.
15 LO 7/2003 del 30 de junio, cuyo título es ya expresivo: De medidas de reforma
para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas . Un título que revela la resistencia
del legislador a las reglas del “concurso real de delitos” y a las instituciones paliativas de
la prisión, como el régimen abierto o la libertad condicional en la última fase de la con-
dena. El endurecimiento del cumplimiento de la pena para los “delitos de terrorismo”
agrupados bajos ese epígrafe en el Código Penal , por dicción legal, se extendería a estas
conductas de menor entidad, pese a la falta de correspondencia con los presupuestos en
los que se funda tal endurecimiento; La deriva hacia la centralidad de la “peligrosidad
ideológica”, como la denomina Landa Gorostiza, J. M., “Delitos de terrorismo y refor-
mas penitenciarias (1996-2004): un golpe de timón y correcciones de rumbo ¿Hacia dón-
de?”, en Cancio, M. (ed.), Derecho penal del enemigo (en prensa), se hace patente. Sobre
la extralimitación punitiva iniciada en la LO 7/2000, cfr. Cancio, Melia, “Derecho penal
del enemigo y terrorismo”, cit., pp. 23 y ss.; Bernal del Castillo, J., “Observaciones en
torno a la LO 7/2000, de modificación del Código Penal en materia de terrorismo”, La
Ley, 19 de junio de 2001, pp. 1 y ss.; Faraldo Cabana, P., “Un derecho penal de enemi-
gos para los integrantes de organizaciones criminales. La Ley Orgánica 7/2003, del 30 de
junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas”, en
Faraldo (dir.) y Brandariz/Puente (coords.), Nuevos retos del derecho penal en la era de
la globalización , Valencia, Tirant lo Blanch, 2004, pp. 3 10 y ss.
16 Carácter simbólico de la reforma porque se adopta como respuesta a la insatisfac-
ción por la salida en libertad, tras veinte años en prisión de quienes fueron condenados
por asesinatos terroristas a cientos de años de privación del libertad. La reducción del
44 ADELA ASÚA BATARRITA
26 Sentencia del 27 de marzo de 2003 del Tribunal Supremo (Sala Especial conforme
al artículo 61 de la Ley Orgánica del Poder Judicial), que aplicando la Ley de Partidos
Políticos aprobada, decretó la disolución de Batasuna por su convivencia y apoyo a la ac-
tividad terrorista.
27 Terradillos, Terrorismo y derecho , Madrid, 1988, p. 89; Lamarca, Tratamientoju-
rídico del terrorismo , Madrid, 1985, p. 254.
28 STS (Sala Especial) núm. 2/1997 del 29 de noviembre. El grupo terrorista presen-
taba en el vídeo su denominada “alternativa democrática”, donde reiteraba sus objetivos
políticos, a cuya aceptación condicionaba su retirada de la vía delictiva. Aunque el vídeo
no llegó a difundirse, los 23 miembros directivos de la “Mesa nacional” de Herri Batasu-
na fueron condenados conforme al antiguo artículo 174 bis a) por delito de colaboración
en grado de consumación, a penas de 7 años de prisión y multa. Cfr. sobre el desdibuja-
miento de los contornos del tipo de colaboración terrorista para acoger supuestos que pa-
recen situarse en el campo de la apología o propaganda, Asúa Batarrita, A., “Apología
del terrorismo y colaboración con banda armada: delimitación de los respectivos ámbitos
típicos”, La Ley, 4 de junio de 1998, pp. 1 y ss.; Jiménez Villarejo, J., “Dos breves apun-
52 ADELA ASÚA BATARRITA
tes acerca de la STC <caso mesa de HB>”, Actualidad Jurídica Aranzadi , núm. 496,
1999, pp. 5 y ss.
29 STC núm. 136/1999 del 20 de julio. Cfr. comentarios a dichas sentencias, en Bil-
bao Ubillos, J. M., “La excarcelación tenía un precio: el Tribunal enmienda la plana al le -
gislador (Comentario de la STC 136/1999 en el caso de la Mesa nacional de HB)”, Revis-
ta Española de Derecho Constitucional, núm. 58, enero-abril de 2000, pp. 277 y ss.
Álvarez García, J., “Principio de proporcionalidad. Comentario a la Sentencia del Tribu-
nal Constitucional de 20 de julio de 1999”, La Ley, 26 de octubre de 1999, pp. 1 y ss.
30 Cfr. Asúa Batarrita, A., “El discurso del enemigo y su infiltración en el derecho
penal. Delitos de terrorismo, «finalidades terroristas», y conductas periféricas”, en Can-
cio, M. (ed.), Derecho penal del enemigo , cit., nota 15.
TERRORISMO Y CONDUCTAS PERIFÉRICAS 53
31 LO 6/2002.
32 Sentencia del 27 marzo de 2003 del Tribunal Supremo (Sala Especial conforme al
artículo 61 de la Ley Orgánica del Poder Judicial).
33 Medida cautelar dictada para un periodo de tres años renovable hasta cinco años,
conforme al artículo 129 del Código Penal; ha sido renovada en enero de 2005 para otros
54 ADELA ASÚA BATARRITA
37 Otro de los procesos abiertos que responden al mismo esquema de acusación por
“conexiones” con ETA, es el conocido como sumario Egunkaria (diario publicado en
lengua vasca), en el que se encuentran procesadas ocho personas, entre directivos y algu-
nos empleados del rotativo del periódico, el cual fue clausurado de manera cautelar al
iniciarse las diligencias en febrero de 2003 (Sumario 44/2004).
38 Una buena descripción de estos “movimientos” de violencia urbana —kale borro-
ka— de “acompañamietno al terrorismo, puede verse en Van Den Broek, H., “Borroka,
The legitimation of Street Violence in the Political Discourse of Radical Basque Nationa-
lists”, Terrrorism and Political Violence , vol. 16, núm. 4, invierno de 2004, pp. 714 y ss.
TERRORISMO Y CONDUCTAS PERIFÉRICAS 57
nal puede ayudar en algo, pero el avance en ese repudio social a la vio-
lencia requiere trabajar en otros frentes. Como dice textualmente la sen-
tencia, debe distinguirse:
41 El artículo 515 del Código Penal Español establece que: “son asociaciones ilícitas:
1. Las que tengan por objeto cometer algún delito, o después de constituidas promuevan
su comisión, así como las que tengan por objeto cometer o promover la comisión de fal-
tas de forma organizada , coordinada y reiterada. 2. Las bandas armadas, organizaciones
o grupos terroristas...”. Las penas correspondientes se establecen en el artículo 517, sien-
do notoriamente más elevadas las previstas para las asociaciones terroristas.
TERRORISMO Y CONDUCTAS PERIFÉRICAS 59
la. Hamed, nacido en Ceuta, quien fue detenido en una escuela coránica
en Afganistán y trasladado a Guantánamo donde permaneció dos años.
La Audiencia Nacional le condenó por pertenencia a grupo terrorista a
seis años de prisión, pero el Tribunal Supremo le absolvió por falta de
toda consistencia probatoria, por “la predeterminación del fallo”, al in-
cluirse como hechos probados conceptos jurídicos que adelantan indebi-
damente la calificación jurídica. Así, se subraya que en la sentencia recu-
rrida se utilizan “palabras tales como Yihad, muyahidines , “talibán”, con
un contenido inequívocamente delictivo que, a la sazón, no lo tenían, y
enlazado con ello la falta de una adecuada motivación que pudiera justi-
ficar el fallo condenatorio”. Asimismo, se rechaza la declaración de los
agentes policiales españoles, funcionarios de la Unidad Central de Infor-
mación Exterior —UCIE— que se desplazaron a la base militar de Guan-
tánamo y se entrevistaron con el recurrente que allí estaba privado de li-
bertad, sin previa información de derechos, sin asistencia letrada y sin
autorización ni mandato de la autoridad judicial española competente.
Igualmente, se declara la vulneración del derecho a no declarar y a guar-
dar silencio. Se destaca que el procesado con la misma claridad que ma-
nifestó intentar ingresar en el ejército talibán como voluntario, negó toda
relación con Al Qaeda, que no tuvo ningún entrenamiento militar y que
la motivación de ir a Afganistán fue la de profundizar en la doctrina mu-
sulmana, si bien desde una perspectiva que podría calificarse de integris-
ta, que no es necesariamente equivalente a estar de acuerdo con el terro-
rismo. Por ello, concluye la sentencia diciendo que:
69
70 MOISÉS MORENO HERNÁNDEZ
1 Sin embargo, no debe pasarse por alto el informe que dio a conocer la ONU sobre
el sentimiento que se percibe en el ámbito latinoamericano, en el sentido de que existe un
gran desencanto por los llamados “gobiernos democráticos”, ya que no han logrado re-
solver los problemas de pobreza, de desigualdad social, de falta de fuentes de trabajo, et-
cétera; por lo que si sistemas autoritarios o totalitarios garantizan atender y resolver esos
problemas los consideran preferibles.
2 Ciertamente, son muchas las cosas buenas que se le atribuyen al Estado de dere-
cho; de ahí que no sea extraño que se pugne por la vigencia del Estado de derecho para
que tales aspiraciones de los hombres sean satisfechas. Pero, si dejamos los discursos a
un lado y nos trasladamos al plano de la realidad, es incuestionable que dichas aspiracio-
72 MOISÉS MORENO HERNÁNDEZ
nes se encuentran aún muy distantes de ser satisfechas, y de ahí las reacciones a que se
refiere la nota anterior.
3 El Estado, entonces, surge para atender al hombre y no para servirse de él.
ESTADO DE DERECHO Y POLÍTICA CRIMINAL 73
6 Que señala que el Estado, como expresión de la voluntad popular, debe estar legi-
timado en el ejercicio de su poder; por ello, legitimidad y legalidad se entrecruzan y
complementan.
7 Según el cual, el derecho es igual para todos, es decir, debe aplicarse a todos sin
discriminación por razón de raza, religión, sexo, preferencia política o condición social;
en virtud de este principio todos deben tener acceso a la justicia.
ESTADO DE DERECHO Y POLÍTICA CRIMINAL 75
valecer, aun cuando en los tiempos actuales por doquier se viven fenó-
menos de guerra, y los países del mundo se encuentran inmersos en los
procesos de globalización y de internacionalización, que repercuten en la
internacionalización del delito, de la política criminal y del derecho penal.
b) Si, como se ha dicho, el Estado mexicano es un Estado democrático
de derecho, como se deriva de la Constitución, entonces su política cri-
minal y su sistema de justicia penal, que puedan ofrecer mayor seguridad
pública y jurídica, y una justicia de mayor calidad, no deben ser otros
que los que se acomoden a las exigencias del Estado democrático de de-
recho. Deben, por tanto, estar animados por la ideología que se encuentra
plasmada en la ley fundamental, que parte de la concepción del hombre
como persona y reconoce sus derechos fundamentales. Pero, además, la
política criminal del Estado mexicano debe ser coherente en todos sus
aspectos y niveles, es decir, todos ellos deben estar orientados por crite-
rios uniformes, y de ahí que la política criminal debe ser contemplada de
manera integral. Además, dentro de esa integralidad, la política criminal
mexicana debe darle preferencia a la prevención general, particularmen-
te a la prevención de carácter no penal; por lo que, en ella debe prevale-
cer la idea de que el derecho penal sólo es el último recurso para las fun-
ciones que competen al Estado.
En la medida en que se haga un mayor uso de la prevención general, a
través del fortalecimiento de los programas sociales, es previsible que el
derecho penal y todo el sistema de justicia penal estén menos sobrecar-
gados y, por ende, en mejores condiciones de cumplir la función que se
les atribuye. Así, mientras el Estado mexicano pueda contar con mayores
alternativas político-criminales, diferentes a las penales, la seguridad pú-
blica y los diversos bienes jurídicos que se vinculan a ella tendrán mejo-
res perspectivas de ser efectivamente protegidos y, por tanto, los cons-
tantes y fuertes reclamos sociales por mayor seguridad pública, por menor
12 De entre los que destacan los actos terroristas ocurridos con la agresión del 11 de
septiembre de 2001 en Nueva York y Washington, que trajeron como consecuencia la
muerte multitudinaria de personas, y que determinó la generación de una serie de medi-
das político-criminales para enfrentar el terrorismo internacional, sobresaliendo la orden
emitida por el presidente de los Estados Unidos como respuesta a esa lamentable agre-
sión. Asimismo, los actos terroristas de 2004 en España, y los de 2005 en Inglaterra
(7/7), cuyas causas son más o menos conocidas, pero aún impredecibles sus consecuencias.
13 Como las que se vinculan al funcionalismo o eficientismo y a los principios euro-
peos tradicionales; las que apoyan un derecho penal liberal y democrático o un derecho
ESTADO DE DERECHO Y POLÍTICA CRIMINAL 83
penal autoritario , así como las que se muevan en los extremos del reduccionismo o del
expansionismo penal como opciones político-criminales, entre otras.
14 En la exposición que hizo en este Congreso el día anterior a la mía.
84 MOISÉS MORENO HERNÁNDEZ
nes a los problemas comunes, 15 y de ahí que ahora se hable, por ejemplo,
de globalización en la lucha contra la delincuencia organizada, o de
coalición mundial contra el terrorismo , entre otras. 16 Sin embargo, lo
único que hasta ahora se ha logrado con este proceso es un desmedido
endurecimiento de las medidas penales y una expansión del derecho pe-
nal, apartándose de las exigencias del Estado de derecho, sin que con
ello se haya podido contener el fenómeno delictivo y se haya garantizado
mejor la seguridad ciudadana o de las naciones.
Desde esta perspectiva, así como los Estados contemporáneos surgie-
ron como respuesta a necesidades específicas que han permitido su con-
solidación y que hoy ya no satisfacen las demandas impuestas por la glo-
balización, 17 lo propio se observa ante la internacionalización del delito
con relación a la política criminal y a los sistemas de justicia penal na-
cionales que han sido diseñados para un determinado tipo de delincuen-
cia, que es la tradicional o común.
Como es sabido, ante la internacionalización o transnacionalización
del delito, los países miembros de la comunidad de naciones han suscrito
importantes documentos para la lucha contra la delincuencia, aprove-
chando la experiencia de las relaciones bilaterales, y, siguiendo las mis-
mas características del fenómeno de la globalización, cada día son más
las naciones involucradas en estas tareas. Se ha partido, para ello, de la
base de que la legislación nacional está diseñada para investigar y juzgar,
en principio, cierto tipo de delincuencia, que es la tradicional o conven-
cional, conformada por los delitos cometidos en su territorio y contra in-
tereses específicos de la sociedad nacional, mas no para asimilar críme-
nes cometidos fuera de sus fronteras y que afectan no sólo a otras naciones,
18 Véase sobre esto, Moreno Hernández, Moisés, “Política criminal frente a la delin-
cuencia organizada en México”, en García Ramírez, Sergio y Vargas Casillas, Leticia
(coords.), Las reformas penales de los últimos años en México (1995-2000) , México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, pp. 147 y ss.
19 Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y
Sustancias Psicotrópicas, aprobada por la Conferencia en su sexta sesión plenaria cele-
brada en Viena (Austria) el 19 de diciembre de 1988.
20 Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transna-
cional, Palermo, 2000.
86 MOISÉS MORENO HERNÁNDEZ
21 Véase sobre esto, Moreno Hernández, Moisés, Política criminal y reforma pe-
nal. Algunas bases para su democratización en México , México, Ed. Ius Poena-
le-CEPOLCRIM, 1999, pp. 27 y ss., y la bibliografía ahí citada.
22 En la segunda mitad del siglo pasado, en virtud del desarrollo de las ciencias na-
turales, todo se cuestiona desde esta perspectiva y todo se somete a demostración —a
partir de los métodos de las ciencias naturales— para efectos de determinar su funciona-
lidad. Véase sobre esto a Langle, Emilio, La teoría de la política criminal , Madrid, Reus,
1927, pp. 169 y ss., quien señala: “contra los rigores del viejo régimen de castigos, la es-
cuela humanitaria del siglo XVIII opuso un espíritu de caridad y filantropía que dulcificó
la represión. Contra el clásico derecho penal de abstracciones y dogmas que en vano lu-
cha aún por mantener sus fueros, la escuela moderna de la política criminal opone sus es-
tudios meramente científicos...”.
23 Como consecuencia de ello, se planteó la necesidad de un sistema penal más fun-
cional, que cuente con medios eficaces para luchar contra el crimen, como sucedió en la
segunda mitad del siglo XIX.
88 MOISÉS MORENO HERNÁNDEZ
24 La realidad muestra que el derecho penal no ha resultado funcional para los fines
que tradicionalmente se piensa puede cumplir, ya que los bienes jurídicos —para cuya
protección él ha sido llamado— no están debidamente protegidos, como tampoco en su
aplicación se han observado debidamente los derechos humanos ; además, se destaca que
la delincuencia se incrementa cada vez más, tanto cuantitativa como cualitativamente, no
obstante que el (ejercicio del) poder penal se ha endurecido y extralimitado.
25 En esta idea se funda.
26 Cfr. García Ramírez, Sergio, “Normas penales para la «guerra contra el terroris-
mo»”, Criminalia, año LXVIII, núm. 1, México, enero-abril de 2002, pp. 3 y ss.
ESTADO DE DERECHO Y POLÍTICA CRIMINAL 89
I. INTRODUCCIÓN
91
92 GERARDO LAVEAGA RENDÓN
II. AMBIGÜEDAD
Nadie espera que las leyes prevean una consecuencia para todos los
casos. Cierta ambigüedad es conveniente —más aún: necesaria , y para
—
III. P ROFUSIÓN
IV. C OMPLEJIDAD
V. INEQUIDAD
VI. O SCURIDAD
1 Serrano, Validez y vigencia , Madrid, Trotta, 1999. Podrá apoyar en este intento
por distinguir los diferentes tipos de juicio que se enderezan al analizarse las normas jurí-
dicas, desde su clarísima obra. Él se empeña saludablemente en diferenciar entre juicio
de vigencia y juicio de validez, a los que a su vez distingue del juicio de justicia. Su defi-
nición de juicio de vigencia : “es aquel que va referido a la mera constatación de la
existencia de una norma en el interior de un sistema jurídico. Es un juicio de hecho o téc-
nico, pues se limita a constatar que la norma cumple los requisitos formales de compe-
97
98 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
hoy hacerse alrededor del derecho, ante la presencia del Estado constitu-
cional.
Al retomar la forzada animadversión entre iuspositivistas y iusnatura-
listas, finalmente se llega a la conclusión en el sentido de que ambas
posturas tienen mucho que aportar, sin excluir una a la otra, pues se trata,
simplemente, de perspectivas diversas para asumir la polémica, que se
montaría, no en los orígenes del sistema jurídico, pues el actual iusnatu-
tencia, procedimiento, espacio, tiempo, materia y destinatario, y como tal juicio de hecho
es susceptible de verdad y falsedad”. Del juicio de validez nos dice: “es aquel en virtud
del cual se declara (si es positivo) que una determinada norma (cuya vigencia formal se
ha comprobado como verdadera) se adecua además en su contenido a las determinacio-
nes existentes en niveles superiores del ordenamiento, con independencia de que estas
determinaciones sean reglas o principios, valorativas o neutras, justas o injustas, eficaces
o ineficaces. El juicio de justicia es similar o análogo en forma y estructura al de validez,
pues ambos son valorativos en oposición clara a los estrictamente técnicos como en el
caso de la vigencia; una norma es valida se nos dijo, si se ajusta —derivándose: principio
de jerarquía normativa— a una norma superior en sus contenidos y es justa a su vez, bajo
ese procedimiento derivativo, si es capaz de ajustarse a una norma moral, esto es, extra-
jurídica y que vemos en la composición axiológica y sociológica, comunitaria. Por otra
parte, ambos juicios son análogos, pues se trata de estimativas complejas, difusas o de
grado, según nos enseña Serrano, y esto en oposición también a los juicios de vigencia
que resultan simples o binarios. Pero a esas analogías entre juicios de validez y de justi-
cia, nuestro autor opone algunas diferencias:
1 . El juicio de validez es opinable, variable y flexible; se ponderan los valores. La
validez no se demuestra, se argumenta y contiene una dinámica de control interno, de ra-
cionalidad sistémica que lajusticia no tiene, o no en el mismo grado. El sistema jurídico
que controla a la validez es mucho más cerrado que el sistema moral que informa a la
justicia;
2. La validez o no de una norma se determina desde la norma superior y por ende,
estamos dentro del mismo sistema jurídico; la justicia se determina por factores extraños
a ese sistema jurídico: eljuicio dejusticia expresa un punto de vista externo al derecho;
La tradicional teoría europea del derecho sostenía que el punto de vista externo era
ex parte populi, mientras que el interno era ex parte principis. Este axioma no se modifi-
ca por la distinción garantista entre validez sustancial y justicia. El juicio de justicia en
cuanto juicio externo al sistema sigue siendo un juicio de aquéllos que están fuera, es de-
cir, del pueblo. “El soporte de estos juicios (de validez) es jurídico, es decir no hay esca-
pada o salto lógico a un plano de normatividad exterior justa. Lo que ocurre es que el
plano axiológico y el normativo están relacionados. La arbitrariedad del juicio de vali-
dez, a diferencia del juicio de justicia, está delimitada y contenida por su propia forma-
lidad”.
Ergo, el juicio sobre lo justo o injusto de una norma no sólo es más abierto y libre,
sino de honda raigambre material. El juicio de justicia a diferencia del de validez que
siempre es jurídico, puede montarse en factores sociales, políticos o morales.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 99
... [L]a política criminal puede ser entendida como la política que el Esta-
do adopta frente al problema de la delincuencia y tiene como objetivo pri-
mordial la lucha contra el delito para lograr la vida ordenada en comuni-
dad. 3
De acuerdo con lo anterior, la política criminal constituye una manifes-
tación del poder que tiene el Estado para enfrentar el fenómeno de la de-
lincuencia. Puede, a su vez, ser analizada desde diversas estrategias... co-
2 Wintgens, Luc J., Legisprudencia como una nueva teoría de la legislación , Ali-
cante, DOXA, 2003.
3 Moreno, Moisés, La política criminal legislativa . Orientaciones de la política cri-
minal legislativa , México, ELD-CEPOLCRIM-INACIPE, 2005, p. 132.
100 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
4 Ibidem , p. 133.
5 Ibidem , p. 134.
6 Ibidem , p. 135.
7 Roxin, Claus, “El legislador no lo puede todo”, Iter Criminis, México, 2005, p. 322.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 101
8 Ibidem , p. 321.
102 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
9 Liszt, Franz von, Tratado de derecho penal, trad. de la 18a. ed. alemana por
Quintiliano Saldaña, Madrid, Reus, 1926.
10 Jhering, Rudolf von, Elfin del derecho , Buenos Aires, Losada, 1946, y La lucha
por el derecho, México, Cajica, 1957.
11 Tratado de derecho penal alemán , Hamburgo, 1802.
12 Moreno, Moisés, op. cit., nota 3, p. 137.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 103
13 “El hecho histórico y cultural que se puede demostrar es que no hay un concepto
unívoco de Estado de derecho, aunque sí existen elementos que, en ciertas circunstancias,
presentan expresiones homogéneas. Como técnica de dominación, el Estado de derecho
deviene en un conjunto de reglas que vertebran el argumento jurídico de cada Estado. La
invocación del Estado de derecho es tan familiar en las autocracias como en las democra-
cias, sea porque proporciona argumentos para el ejercicio de la coacción y porque ofrece
elementos para la defensa de las libertades. Desde el horizonte cultural e histórico, el
Estado de derecho es un concepto anfibológico que ha probado su funcionalidad para
apoyar estructuras constitucionales diametralmente opuestas”. Valadés, Diego, Proble-
mas constitucionales del Estado de derecho , México, UNAM, Instituto de Investigacio-
nes Jurídicas, 2002.
14 Véase Bobbio, Norberto, Derecha e izquierda , Madrid, Taurus, 2001.
15 Véase Águila, Rafael del, “¿De nuevo el fin de las ideologías?”, en Antón, Joan
(coord.) y Vallbé, Joan Josep, Las ideas políticas en el siglo XX, aportación a las ideas
políticas en el siglo XXI, Barcelona, Ariel, 2002.
16 “Pero, dado que la ley penal limita al particular en su libertad de acción, no está
permitido prohibir más de lo necesario para conseguir la coexistencia pacífica y libre. El
que con ello tenga que respetarse la dignidad humana y la igualdad de todos los seres hu-
manos también constituye un resultado del pensamiento ilustrado, según el cual la digni-
dad humana y la igualdad son condiciones esenciales de la libertad individual”.
Sin embargo, la tarea penal de asegurar la pacífica coexistencia en la sociedad está
vinculada a un presupuesto limitador: solamente puede conminarse con pena cuando es
imposible conseguir este resultado a través de otras medidas menos incisivas. Allí donde
104 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
puede garantizarse la seguridad y la paz jurídica mediante tribunales civiles, una prohibi-
ción de derecho público o también con medidas preventivas extrajurídicas, no existe ne-
cesidad del Derecho penal” (Roxin, Claus, op. cit. , nota 7, p. 323).
17 Artículo 20.3 de la Ley Fundamental alemana: la producción legislativa está ata-
da al orden constitucional, el Poder Ejecutivo y la jurisprudencia están atados al dere-
cho (reglas no legislativas) y a las leyes.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 105
res no está permitido querer imponer, con ayuda del derecho penal, deter-
minadas premisas mundanas, ideológicas, filosóficas o religiosas. Es
conocido que aún hoy en día existen muchos Estados que proceden de ma-
nera diferente. 19
19Ibidem , p. 324.
20Garzón Valdés, Ernesto, “La polis sin politeia . Ernst Bloch y el problema del de-
recho natural”, Derecho, ética y política, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1993.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 107
La “idea de fin en derecho penal”, bajo la que Liszt había colocado su fa-
moso programa de Marburgo, es la meta de la política criminal; mientras
que el derecho penal, como “magna carta del delincuente”, según expresa
confesión de Liszt, protege no a la comunidad, sino al individuo que “se
rebela contra ella”, garantizándole el derecho “de ser castigado sólo bajo
los presupuestos legales y únicamente dentro de los límites legales”. 22
Según éste (modelo ilustrado del contrato estatal), los ciudadanos traspa-
san potestades penales al Estado, pero limitadas solamente a lo que sea in-
dispensable para preservar una coexistencia pacífica y libre. Puesto que la
punición es la más grave de todas estas intervenciones estatales, solamente
puede amenazarse con ella cuando no estén a disposición otros medios
más leves que permitan alcanzar el estado de cosas deseado. 23
21 Roxin, Claus, Política criminal y sistema del derecho penal, 2a. ed., Argentina,
Hammurabi-Depalma, 2000, p. 52.
22 Ibidem , p. 33.
23 Roxin, Claus, op. cit., nota 7, p. 323.
108 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
24 Jakobs, Günther, La ciencia del derecho penal ante las exigencias del presente ,
trad. de Teresa Manso Porto, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2000.
25 Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón , Madrid, Trotta, 2001. Nulla lex (poenalis) sine
necessitate.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 109
V. E L RADICALISMO FUNCIONALISTA
El hecho de que Jakobs y sus seguidores no distingan entre esos dos nive-
les de su discurso o análisis y de que más bien pretendan fundar el segun-
do en el primero, les conduce a verdaderas aporías y a más de una incon-
secuencia. En el trasfondo quedará la pregunta de cuánto podría aportar a
la teoría del derecho penal una asunción más profunda y rigurosa de los
planteamientos de Luhmann. 31
32 Ibidem , p. 236.
33 Ibidem , p. 255.
34 Luhmann, Niklas, Sistema jurídico y dogmática jurídica , Madrid, CEC, 1983.
112 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
Cuando se dice, por ejemplo, que hay que castigar al que lesiona a otra
persona, corresponde averiguar que significa lesionar ¿lo es también, por
ejemplo, alcanzar un cuchillo muy afilado a una persona de la que se sabe
por experiencia que es poco juiciosa, o proporcionar sustancias sicotrópi-
cas a alguien que es drogodependiente pero todavía responsable, o la ini-
ciación de obras de gran magnitud en las que el riesgo de lesiones (literal-
mente) salta a la vista en el hecho de que se haya instalado en ella un
puesto de primeros auxilios? Se trata, por lo tanto, no de trazar la frontera
entre el comportamiento con significado de lesión en función de la simpa-
tía por el riesgo o del temor hacia el mismo por parte del autor individual,
sino de estandarizar dicha frontera. Y esta estandarización es necesaria,
como se ha dicho, porque nadie se puede regir por un trazado individual
de fronteras correspondiente a otro, debido a la anonimidad de éste últi-
mo, es decir, porque sin estandarización se perdería orientación. 38
37 Idem .
38 Ibidem,p. 18.
114 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
enorme validez científica, pues al decidir construirlo sólo desde ese con-
texto descriptivo evita toda tentación de caer en la emisión de juicios de
valor. Su escepticismo en torno a cuestiones axiológicas o sociológicas
en sus aportaciones no lo llevan a su negación, sino tan sólo a su aleja-
miento en su propuesta de purificación. En realidad puede estudiarse a
Kelsen sin traer forzosamente su conocido relativismo axiológico , para
atender sólo sus conceptos sobre la estática y la dinámica jurídicas. En la
primera visualiza normas jurídicas objetivas continentes de derechos
subjetivos, para mezclar ambas dimensiones del derecho; en la segunda
habla de reglas procesales que indican los modos correctos para emitir
normas jurídicas desde otras normas jurídicas, a fin de brindarle al dere-
cho esa puridad que se busca.
Con esa postura, el iuspositivismo se yergue sólido en el siglo XX al
estimarse que lo relevante en la normativa jurídica es el modo de produc-
ción normativa, sin acudir a sus contenidos, dado que ello llevaría a jui-
cios de valor ajenos a esta puridad. Con Kelsen se comprende que una
norma superior permite la emisión de una norma de menor jerarquía, pa-
ra edificar la ya famosa piramide legal. Esa sustentación de norma por
norma va escalando la pirámide y llega un momento en el que se topa
con el vértice superior. La creación de una norma suprema no interesa a
la teoría pura, pues seguramente se funda en razones culturales implican-
tes de valores sociológicos, ajenos al conocimiento jurídico, y, entonces,
Kelsen llama a ese vértice: norma hipotética superior. Es el austriaco en-
tonces, como lo desenmascara Ross, 39 un verdadero iusnaturalista encu-
bierto, pues resulta imposible concebir una Constitución histórica que
nunca existió y todo debe, finalmente, de provenir de un primer momen-
to de inmanencia, esto es, de iusnaturalismo .
Pero el positivismo jurídico no creyó en ello, y si hemos de hacer caso
a Bobbio, 40 esta corriente ideológica puede mirarse desde un triple mira-
dor: como forma de acercamiento al estudio del derecho sólo a través de
la norma positiva; como construcción de una teoría del derecho bajo el
concepto de sistema coactivo, y en tanto teoría de la justicia, que llana-
mente se percibe desde una norma expedida según reglas de creación
normativa, que genera una norma vigorosa y válida y por ello justa.
ción, sino libertad. Desde el punto de vista del Estado como legislador, los derechos no
podían concebirse como una limitación al mismo, sino sólo como una autolimitación y
como una concesión. Los derechos existían en la medida en que el legislador los hubiese
no ya reconocido, sino creado, y el derecho subjetivo del individuo respecto a la autori-
dad pública consistía exclusivamente en la capacidad de invocar normas jurídicas en su
propio interés”. Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil, Madrid, Trotta, 1999, p. 48.
48 Welzel, Hans, op. cit., nota 27.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 123
51 El axioma kantiano dice: “actuar el deber no es suficiente, hay que realizarlo por
sí mismo, sin mezcla de otras intenciones, como serían la felicidad, el placer o el interés;
todo esto haría a la persona mezquina y egoísta. Pero actuar el deber por puro respeto al
deber, eso es lo único que tiene valor moral. El fundamento de moralidad es, pues, el
puro respeto al deber”. Gutiérrez Sáenz, Raúl, Historia de las doctrinasfilosóficas , Mé-
xico, Esfinge, 1995, p. 149. Vale la pena recordar que en la cultura germana, en relación
con el deber, lingüísticamente distinguen entre sollen, como deber impuesto y müssen, en
tanto deber autoimpuesto. A la norma jurídica se le admite desde esta última acepción.
52 Garzón Valdés, Ernesto, Seguridadjurídica y equidad, México, DEP, 1992, p. 301.
53 Welzel, Hans, op. cit., nota 27, p. 30.
54 Ibidem , p. 36.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 125
55 Ibidem .
56 Roxin, Claus, Teoría del tipo penal, Buenos Aires, Depalma, 1979, p. 13 8.
126 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
57 Tipo y antijuridicidad.
58 Jakobs, Günther, op. cit., nota 24, p. 14.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 127
59 Ibidem , p. 19.
60 Debe ahora decirse que el funcionalismo radical admitido en estos autores que se
revisan (Jakobs y Lesch), llega a desconocer ese principio de su régimen constitucional
que se analiza, pues insisten en mirar el ordenamiento punitivo como respuesta a la nece-
saria recuperación de la identidad normativa perdida con la comisión delictiva. Como pa-
ra Jakobs en su funcionalismo destaca la reestabilización del orden, en rigor desplaza la
noción de bien jurídico y su protección, y quiere aludir a él como unidades funcionales
valiosas para así introducir un factor novedoso que no se corresponde a la noción de or-
den jurídico protector.
Si bien argumenta que la finalidad del derecho en su bilateralidad va en procura de
impedir y no sólo omitir como la moral unilateral pide, en el caso de la norma jurídi-
co-penal no va inscrito ese propósito de impedir la lesión de bienes jurídicos , porque en-
tonces el derecho penal, siendo como es un impuntual, siempre llegaría tarde; en realidad
esa norma protege la vigencia efectiva de la norma en una posición de garantía del orden
externo, para montar todo en las posibilidades de la seguridad pública, que en todo caso
se complementan con la protección jurídica de derechos fundamentales.
Para lograr cimentar su posición reestabilizadora, Jakobs se lanza contra la con-
cepción de bien jurídico pues si se eligen sólo algunos bienes como más valiosos que
otros, eso, argumenta, es antidemocrático.
128 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
Pero el delito ante el que la pena reacciona es “la coacción como fuerza,
ejercida por el sujeto libre, la cual... lesiona el derecho en cuanto dere-
cho”. La única “existencia positiva” de esa lesión “es como voluntadpar-
ticular del delincuente”. La lesión de esta voluntad particular en cuanto
voluntad particular existente es, por tanto, la eliminación del delito, que de
otro modo sería vigente , y es el restablecimiento del derecho. La pena es,
en otras palabras, una “negación de la negación”. 62
67 En esto, debe citarse a Häberle: “entre cada uno de los bienes de carácter constitu-
cionales subsisten relaciones de recíproco condicionamiento. Que los derechos funda-
mentales sean bienes jurídicos necesarios para la «existencia de la comunidad» tutelada
por la Grundgesetz, resulta de la reflexión sobre la interacción que hay entre el individuo
y la comunidad. Viceversa, los derechos fundamentales están condicionados por la exis-
tencia de la comunidad... Pero se puede demostrar, por otro lado, que los mismos y tam-
bién otros derechos fundamentales del individuo se hallan en una relación de recíproco
condicionamiento con los derechos fundamentales de sus conciudadanos. Cuando se im-
pide a un ciudadano el ejercicio de un derecho fundamental, la comunidad entera resulta
afectada. Relaciones de condicionamiento subsisten, por otra parte, entre los diversos de-
rechos fundamentales de cada titular de esos derechos, entre los derechos fundamentales
y el derecho penal, entre los derechos fundamentales y el Estado social (y este último es,
por lo demás, una consecuencia del concepto de derecho fundamental), así como entre
los derechos fundamentales y otros bienes constitucionales, por ejemplo las relaciones de
supremacía especial, o bien la administración de justicia por parte del Estado. Todos es-
tos bienes jurídicos son el presupuesto de la «coordinación en función unificante» («ein-
heitsbildende Zusammenordnung», Hesse) que la Constitución propone alcanzar.
Es fácilmente demostrable que los diversos derechos fundamentales, incluso en re-
lación a cada uno de los titulares, se condicionan recíprocamente. Al objeto del pleno de-
sarrollo de la personalidad, debe ofrecerse al individuo la oportunidad de hacerse de una
propiedad. La acumulación de propiedad contribuye a incrementar la seguridad, la que a
su vez reforzara el sentido de libertad. A los fines del pleno desarrollo de la persona, el
individuo necesita de la libertad de elegir profesión y, para la seguridad de su existencia,
debe serle garantizada la posibilidad de concluir contratos y acuerdos semejantes. En el
momento en que falten la libertad de elegir profesión, la libertad contractual y el derecho
a la propiedad, el individuo estará amenazado en su ser espiritual. La libertad de concien-
cia constituye el fundamento de los otros derechos fundamentales, incluso si en la vida
cotidiana no emerge de manera constante y actual”. Häberle, Peter, La libertadfunda-
mental en el Estado constitucional, Granada, Comares, 2003. pp. 40 y ss.
134 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
69 Atienza, Manuel y Ruiz Manero, Juan, “Seis acotaciones preliminares para una
teoría de la validez jurídica”, DOXA , Alicante, 2003, p. 719.
70 Dentro de la teoría de sistemas se advierte al derecho como una “universal inclu-
sión” que pretende tenerse por una construcción de diferencias desde la conciencia de lo
real impuesta, alimentada por ideología; de esa manera el derecho es ciego hacia fuera
ateniéndose a su sentido autopoiético, con lo que en la “universal exclusión” se hace vi-
vir a los distintos grupos no comprendidos en ese sistema cerrado, entre ellos los delin-
cuentes.
136 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
71 Aquí vale la pena recordar que en la teoría del derecho purificada y más clásica,
se distinguía claramente entre el silogismo de la endorma, bien conocido en la ecuación:
si A es, debe ser B; si B no es, debe ser C. Con ella se trataron los temas del acto jurídico
y la teoría de las nulidades, pues en determinadas materias jurídicas, v. gr., derecho civil,
se dan esas reglas constitutivas, que bien pueden mandar o prohibir, como “nadie puede
contraer matrimonio antes de los 14 años”. Al darse el supuesto jurídico (A), bajo esa
prohibición y llegarse a B, mediante C, es posible anular el acto jurídico ilícito. También
se planteó, precisamente pensando en normas jurídico-penales, la norma secundaria o pe-
rinorma, que no atendió reglas constitutivas, sino mejor, un ideal constitutivo de orden
kantiano, que se erigía en tanto imperativo categórico social, que todo mundo asumía: A
no debe ser. Al no existir ninguna regla de mandato que dijera “no matarás”, ese princi-
pio sociocultural, se debía desarrollar con un silogismo que dice: Si A es —a pesar de ese
imperativo social— debe ser B. Con esto, el derecho penal funciona a través de ideas re-
gulativas , según ya se vio con Ferrajoli supra, para no “buscar” la mera constatación (on-
ticidad formal) de un fáctico (regla constitutiva), sino “usar el entendimiento” bajo ese
aspecto perinormativo y construir el derecho penal correctamente.
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 137
72 Raz, Joseph, La autoridad del derecho. Ensayos sobre derecho y moral, trad. de
Rolando Tamayo y Salmorán, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
1982.
73 Ródenas, Ángeles, Razonamiento judicial y reglas , México, BEFDP-Fontamara,
2000.
140 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
Luego entonces, ante las reglas de tráfico vehicular, por ejemplo, pue-
de tomarse como una “experiencia recalcitrante” el que una ambulancia
en ejercicio de su función decida no respetar una señal roja que le ordena
detenerse. Esto, en tanto que la formulación normativa en este caso bajo
signos evidentes, implica una prevalencia respecto de la razón de primer
orden —detenerse— y tal implica inmediatamente, ante la reserva de
ley, imponerse la excepción en su límite de alcance, anulándose la natu-
raleza de ser una razón protegida para la acción, pues se ha argumentado
en torno a otra razón subyacente a la misma. En cuanto a los “errores de
segundo grado”, nos explica:
La otra situación en la que los jueces podrían dejar de lado una regla apli-
cable se produce cuando aprecian un error de segundo grado. Estos erro-
res ya no se deben a experiencias recalcitrantes relacionadas con el signi-
ficado de la formulación normativa, sino que los produce el propio juicio
de prevalencia entre razones de primer orden que la regla expresa. En es-
tos casos lo que se cuestiona es el propio carácter de razón protegida para
la acción de la regla.
76 El referido autor (Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 25) expone, como el mismo indi-
ca, siguiendo una tradición escolástica, sus axiomas (debe aclararse que el concepto de
derecho penal, no se inscribe en su aislada connotación de derecho sustantivo ; se encie-
rra en el concepto todo el tramo de sustantividad, adjetividad y ejecutividad):
A1 Nulla poena sine crimine.
A2 Nullum crimen sine lege.
A3 Nulla lex (poenalis) sine necessitate.
A4 Nulla necessitas sine iniuria.
A5 Nulla iniuria sine actione.
A6 Nulla actio sine culpa.
A7 Nulla culpa sine iudicio.
A8 Nullum iudicium sine accusatione.
A9 Nulla accusatio sine probatione.
A1 0 Nulla probatio sine defensione.
77 Ferrajoli, Luigi, op. cit., nota 25, p. 464.
144 RENÉ GONZÁLEZ DE LA VEGA
giosa inabordable por el derecho penal. Pero en estos días ese lenguaje
positivado que impone una conciencia de lo real , 78 en tanto discurso des-
de el poder, debe modificar sus significados desde el significante: pena.
Muchos reductos quedan en el vocablo de sus épocas de inquisición
religiosa que recuerdan el agobio, la mortificación, la expiación, el sufri-
miento como correlato al pecado cometido y esas reliquias a querer o no
han trascendido hasta estos días.
La pena no es sino una consecuencia de derecho que se aplica tras la
concreción del supuesto jurídico y a través del desahogo de distintos de-
rechos subjetivos y deberes jurídicos que emergen a los protagonistas del
drama penal, inmediatamente después de imputarse la posibilidad de
aplicación de aquélla.
El principio ferrajoliano debe cambiar en nomenclatura y contenido a
otro mirado como simplemente consecuencialista, para evitar cargas dis-
cursivas distintas a las deseadas en estos menesteres.
La consecuencia jurídica en derecho penal se denomina “pena”, pero
debe realizarse un esfuerzo importante a fin de desembarazar al concepto
de toda noción retributiva, pues ¿a quién se recompensa y por qué?
Si en algún renglón del derecho se visualiza mejor el ideal comprensi-
vo que tiende a pretensiones de corrección en ponderación necesaria a
ese Estado “autocontrolado” por una “máxima restricción” montada en po-
lítica criminal o en búsquedas de negación de la negación del sistema, es
en éste de la aplicación de una consecuencia punitiva.
No puede estacionarse el anhelo en una más o menos caprichosa nece-
sidad o no de pena, pues ello únicamente exacerba el sentido autoritario
del Estado-organización por estimar su denominado ius puniendi como
un derecho penal subjetivo, que puede ejercerse o no a criterio del poder.
Menos aun a esas prevenciones generales positivas que atribuyen a un
sujeto infiel o desafecto al orden jurídico “su derecho” a ser castigado,
en resolución que desmarca a la sociedad de la expectativa normativa y
cognitiva, y reacciona por meras reglas enteramente objetivas.
tendencia a derivar el deber ser, del ser, por sus infranqueables fronteras,
pero sí se acerca a la representación general kantiana de la secuencia fe-
noménica, que se funda, en estos casos, en una percepción objetiva , que
no atiende meros intuicionismos o “sensaciones” políticas o de otra na-
turaleza.
La ley penal continente de una figura delictiva exigirá pues, por sepa-
rado: juicios de vigencia que se atienen a factores técnico-jurídicos y que
se resuelven desde el poder, por atenerse el acto creativo legal a los pro-
cesos normados correspondientes, lo que aporta ese ingrediente de obje-
tividad tan importante en el orden jurídico positivo y juicios de validez
que exigen correspondencias precisas entre la norma jurídica y el orden
constitucional, y por último, juicios de justicia que tienen que ver con el
contexto axiológico y sociológico que entorna su ámbito de aplicación.
De esa manera, si la norma punitiva no se conforma con una teleolo-
gía estrictamente restrictiva ante dañosidades de la juridicidad, incumpli-
miento de deberes, desestabilizaciones del orden, fracturas a la conviven-
cia pacífica, desvaloraciones objetivas, y se atuviera a ideales morales
más elevados como su función protectora de derechos fundamentales ,
tal la ubicaría en la necesidad de buscar contextos normativos para cono-
cer de sus razones justificatorias.
La llamada razón perentoria para la acción vería en la norma penal
no sólo una reacción automática ante la realización del supuesto jurídico ,
y tal acción reconocería su falta de absolutidad por aquellas experiencias
recalcitrantes ante errores de primer grado y los de segundo grado que
ya explicaba Ródenas; esto es, el legislador no está en condiciones de
constituirse en un dirigente normativo de comportamientos humanos ba-
jo reglas funcionalistas del orden jurídico objetivo, sino que para generar
normas jurídicas obedecibles por todos, es precisa la regla de abstracción
y generalidad, normativas, con lo que se aspiraría a acciones prudencia-
les de los sujetos, pero bañadas de adhesión moral a la norma jurídica.
Por eso mismo la norma jurídico-penal deja de ser un instrumento del
poder, generada o constituida soberanamente por el legislador ordinario
que ha permitido castigar por decisionismo ante una visión inclusiva y
exclusiva del universo humano, para tornar en regla de un sistema abier-
to que establece retroalimentaciones desde lo extrasistémico como ideo-
logía, filosofía y praxis política, que se establece como norma que desa-
ACTO CREATIVO DE LEYES PENALES 151
I. P REMISAS
157
158 GONZÁLEZ VIDAURRI / SÁNCHEZ SANDOVAL
crecionales a las policías y a los ejércitos, de manera que los delitos por
ellos cometidos quedaban justificados en el derecho interno.
Como la “tortura” todavía no había podido ser erradicada como prác-
tica sistemática de los aparatos represivos de los Estados, aun existiendo
tratados y pactos internacionales que la prohibían, se quisieron matizar
esas “facultades discrecionales” con la Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura, que fue adoptada en el seno de la Orga-
nización de los Estados Americanos, en Cartagena, Colombia el 9 de di-
ciembre de 1985, y publicada en el Diario Oficial de la Federación en
México, el 11 de septiembre de 1987.
En dicha Convención, los países americanos se obligan a prevenir y
sancionar la tortura y los tratamientos crueles, inhumanos o degradantes,
en el ámbito de su jurisdicción, y a definir como delitos los actos de tor-
tura y los intentos de cometer esos actos, de acuerdo a lo establecido en
la Convención (artículo 7o.).
Los Estados parte se obligan a establecer su jurisdicción sobre los de-
litos de que trata la convención, cuando el “presunto delincuente o la
víctima” tengan su nacionalidad, o el presunto delincuente, aun siendo
extranjero, se halle en el ámbito de su jurisdicción y no proceda a extra-
ditarlo (artículo 12).
En caso de que no existiera “tratado de extradición” entre los países
firmantes, éstos podrán considerar a la Convención como la base jurídica
para realizar la extradición, tratándose de los delitos en ella contenidos.
Si un país no concediera la extradición, deberá someter el caso a las
autoridades competentes y a sus leyes, como si el delito hubiera sido co-
metido en su jurisdicción, comunicando la decisión final al país requi-
rente (artículo 14).
Con esta Convención y con el “fin noble” de perseguir la tortura, los
países americanos que la ratificaron, como México, perdieron su sobera-
nía jurídica, quedando sometidos a la voluntad extranjera, cuando se tra-
te de reprimir el delito de tortura. Esto no sería tan grave si esa Conven-
ción no hubiera servido como caballo de Troya, para imponernos
después la Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito
de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, adoptada en Viena, Aus-
tria el 20 de diciembre de 1988, ratificada por México y promulgada a
través del Diario Oficial de la Federación el 5 de septiembre de 1990.
EL CONTROL SOCIAL POSMODERNO EN MÉXICO 159
Artículo 1o. La presente ley tiene por objeto establecer reglas para la in-
vestigación, persecución, procesamiento, sanción y ejecución de las penas,
por los delitos cometidos por algún miembro de la delincuencia organiza-
da. Sus disposiciones son de orden público y de aplicación en todo el te-
rritorio nacional.
Artículo 29. Cuando existan indicios suficientes que hagan presumir fun-
dadamente que una persona es miembro de la delincuencia organizada, el
Ministerio Público de la Federación podrá disponer, previa autorización
judicial, el aseguramiento de los bienes de dicha persona, así como de aqué-
llos respecto de los cuales ésta se conduzca como dueño, quedando a car-
166 GONZÁLEZ VIDAURRI / SÁNCHEZ SANDOVAL
Artículo 43. Los sentenciados por los delitos a que se refiere la presente
Ley no tendrán derecho a los beneficios de la libertad preparatoria o de la
condena condicional, salvo que se trate de quienes colaboren con la auto-
ridad en la investigación y persecución de otros miembros de la delincuen-
cia organizada.
Artículo 44. La misma regla se aplicará en relación al tratamiento preli-
beracional y la remisión parcial de la pena a que se refiere la ley que esta-
blece las normas sobre ejecución de penas y medidas de seguridad.
Hilda M ARCHIORI
I. PANORAMA GENERAL
... las personas que individual o colectivamente hayan sufrido daños, inclu-
sive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera
o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales como consecuen-
cia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los
Estados miembros, incluida la que prescribe el abuso de poder. 1
— Conocer el delito.
— Conocer al delincuente.
— Conocer la comunidad, región donde se cometió el delito.
— Aplicar las medidas penales, correccionales y preventivas.
— Evitar nuevos delitos.
2. Facilitar la información
3. Pericias criminalísticas
4. Testimonios-interrogatorios
Si bien es cierto que este aspecto tiene relación con la infraestructura ar-
quitectónica en que se desenvuelve la administración de justicia, también
son notorias las amenazas permanentes que sufre la víctima por parte del
imputado del delito, de su familia y del abogado defensor mientras se en-
cuentran en la misma sala de espera. Es conveniente que tanto la víctima
como el imputado o sus testigos puedan estar en salas separadas.
Tiene por objeto principal atenuar las graves consecuencias que deja el
delito en la víctima y en su familia. En un concepto amplio, se entiende por
asistencia victimológica la aplicación de todas las medidas tendientes al co-
nocimiento, comprensión y ayuda para la recuperación de la víctima.
La asistencia victimológica requiere, en sus pautas básicas, la compren-
sión, la consideración prioritariamente de la vivencia de temor-pánico que
sufre la víctima, el miedo a la repetición del delito —hecho traumatizan-
te—, la sensación y vivencia de encontrarse aún inmerso en la situación
agresiva, lo que provoca una desorganización, despersonalización y des-
realización; pánico, por la persistencia de estar reviviendo una situación de
peligro, por el desamparo individual y familiar, y una percepción de inse-
guridad y desprotección, de sentirse vulnerable y expuesta ante el delin-
cuente.
La asistencia implica respeto, credibilidad, ayuda , protección a la vícti-
ma, respeto a sus derechos, derecho a la salud, a recibir un trato digno, a re-
cibir justicia y reparación material y moral debido al daño causado por el
delito.
180 HILDA MARCHIORI
V. B IBLIOGRAFÍA
Víctor M. R ODRÍGUEZ
Roberto C UÉLLAR
I. INTRODUCCIÓN
De esa definición, muy pocos elementos podrían dar claridad para defi-
nir un concepto sociológico de maras que responda a su realidad. Por un la-
do, equipara “mara”a “pandilla”; por otro, las enmarca a un plano muy ge-
neral para referirse a la agrupación de personas que actúan para alterar el
orden público o atentar contra el decoro y las buenas costumbres y, final-
mente, supone la realización de una serie de actividades que resultan poco
claras, como reunirse habitualmente, utilizar medios de identificación o
marcarse el cuerpo con cicatrices o tatuajes.
A partir de esa definición, no es posible, obtener muchos insumos para
hacer una construcción conceptual de las maras. Por el contrario, esa defi-
nición es proclive a la utilización de muchos conceptos jurídicos indeter-
minados que obstaculizan, incluso, la aplicación de esa ley, como se anali-
zará más adelante.
Igualmente, se debe evitar caer en la equiparación de “maras” con “pan-
dillas”, que son de naturaleza y magnitud totalmente diferente.
Por todo lo anterior, el concepto “mara”requiere de una definición tras-
cendental que se extienda a varios contextos, pero que puede ofrecer infor-
mación sobre su importancia en un escenario determinado. Estudios de ca-
sos ofrecen “una historia de origen” para ese término que destaca su
comparación con las grandes organizaciones de una colonia de hormigas
llamadas “marabuntas” que marchan por el territorio arrasando con todo a
3 Artículo 1o. Ley Antimaras. D. L. núm. 158, del 9 de octubre de 2003, publicado
en el Diario Oficial núm. 188, t. 361, del 10 de octubre de 2003. No se encuentra en vi-
gor. Las cursivas son nuestras.
190 VÍCTOR M. RODRÍGUEZ / ROBERTO CUÉLLAR
que ha pasado a ser parte del lenguaje popular, para referirse a aquellos
grupos de jóvenes y adultos organizados jerárquicamente en función de un
claro liderazgo, vinculados generalmente con actos violentos y/o delicti-
vos dentro de un territorio determinado.
1. El caso de El Salvador
con vigencia de noventa días (del 1o. de abril al 29 dejunio de 2004), deno-
minada Ley para el Combate de las Actividades Delincuenciales de Gru-
pos o Asociaciones Ilícitas Especiales, la cual fue aprobada sin discusión
legislativa amplia.
Esta segunda ley fue igualmente criticada como su antecesora, debido a
que consistía en una versión editada de la primera, y mantenía algunos de
los aspectos violatorios más importantes de la primera como la “habilita-
ción de menores”, mediante la cual se podría, previo peritaje, determinar si
un menor podía ser juzgado como adulto.
No obstante, al no tener vigencia, son leyes que sí tuvieron efectos jurídi-
cos a pesar de su temporalidad, y generaron acciones y prácticas policiales y
de investigación, asumidas como parte del Plan Policial “Mano Dura”.
De manera paralela, como producto de la reforma legal generada por las
mesas de trabajo convocadas como consecuencia del problema de las pan-
dillas, por el actual gobierno del presidente Elías Saca durante julio de
2004, se introdujo una reforma relativa al tema de las agrupaciones ilíci-
tas , el cual en la actualidad es la figura jurídica utilizada por la Policía Na-
cional para dar captura en flagrancia a miembros de pandillas.
La versión previa del delito de asociaciones ilícitas contemplaba expre-
samente las palabraspandillas y maras. Tal como se detalló anteriormente,
ella fue el producto de la reforma legislativa posterior al rechazo inicial de
la Ley Antimaras. A pesar de que en la versión actual fueron retiradas las
expresiones explícitas hacia las maras, sí hay una consideración tácita en el
2. El caso de Honduras
Artículo 332. Se sancionará con uno a tres años de reclusión a los funda-
dores, presidentes o directores de las asociaciones ilícitas y con multa de
cien a quinientos lempiras a los asociados. Se reputan asociaciones ilícitas
las que por su objeto y circunstancias sean contrarias a la ley, a la moral
pública, y las que tengan por fin cometer algún delito.
Sin embargo, cabría suponer que estos artículos fueron objeto de dero-
gación tácita al reformarse el artículo 332 del Código Penal, en virtud de la
redacción tan específica del texto de la reforma. De hecho, los jueces de
la niñez están aplicando, a los adolescentes integrantes de pandillas, el tex-
to del artículo 332 reformado del Código Penal, y no la Ley de Policía y
Convivencia Social.
Además de estas normas, el Congreso Nacional emitió el 2 de octubre de
200 1, el decreto 141-200 1, mediante el cual estableció la Ley para la Pre-
vención, Rehabilitación y Reinserción Social de Personas vinculadas a
Maras y Pandillas, la cual fue emitida después de una amplia consulta na-
cional dirigida por una Comisión Técnica Interinstitucional creada a ins-
tancias de la Comisión Legislativa del Congreso Nacional de la República,
que elaboró, en 200 1, un estudio con propuestas de solución a la problemá-
tica de las pandillas y maras.
9 Al convertir en asociaciones ilícitas a las maras y pandillas, el texto del nuevo ar-
tículo 332 del Código Penal ya reformado, redefine los alcances de este articulado y el de
las posibles medidas socioeducativas que se pueden imponer a los adolescentes por la co-
misión de esta infracción penal.
EL FENÓNEMO DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA 197
3. El caso de Guatemala
especial a las maras o lo que hacen quienes pertenecen a ella. En ese sentido,
las maras no están prohibidas, y las faltas y delitos que cometan sus integran-
tes son tratados legalmente con la legislación y tipificación penal ordinaria
existente, aplicable a cualquier ciudadano y, en el caso de los menores de
edad se utiliza el régimen especial para esas situaciones, la Ley de Protec-
ción Integral de la Niñez y la Adolescencia (LEYPINA), que en su artículo
133 establece que los adolescentes, comprendidos entre los 13 años y antes
que cumplan los 18, si hubiesen estado en conflicto con la ley penal, son su-
jetos de responsabilidad penal. Las personas menores de 13 años son inim-
putables. Según el artículo 138, los actos que cometan no serán considera-
dos como actos en conflicto con la ley penal. Es claro que una persona que
pertenezca a las maras y esté comprendida en las edades que señala la
LEYPINA, y que cometa actos reñidos con la ley penal, será sujeto de res-
ponsabilidad penal en las condiciones que esta Ley lo establece.
Las personas menores de trece años que hayan cometido actos conflicti-
vos penalmente no pueden ser privados de libertad, así lo establece el artícu-
lo 104 de la LEYPINA. Sin embargo, los adolescentes mayores de 13 años y
menores de 18 años sí pueden ser privados de libertad, de acuerdo con el ar-
tículo 182 de la misma Ley. Esta privación de libertad es provisional, y tiene
carácter excepcional para quienes están entre los 13 y 15 años de edad.
Los niños y adolescentes tienen garantías procesales, establecidas en el
artículo 116 de la LEYPINA. El inciso a especifica que serán escuchados y
que sus opiniones serán tomadas en consideración en todo el proceso y en la
resolución del tribunal. Los adolescentes en conflicto con la ley penal, según
los artículos 155, 156 y 161 de la LEYPINA, tienen el derecho a: a) ser re-
presentados y escuchados en función de su defensa; b) proponer pruebas e
interponer recursos, y c) que se les de a conocer el motivo de la sanción que
se les aplicará.
Las personas menores de edad imputables de delito (de 13 a 18 años) tie-
nen derecho a la asistencia gratuita de su defensa penal y a todos los recur-
sos que correspondan y se consideren de su beneficio. Además, pueden
plantear, dentro de límites del procedimiento, los recursos que consideren
necesarios a través de su defensor.
De cualquier manera —propuesta de proyectos de ley como en Guate-
mala, de leyes provisionales como en El Salvador, o de reforma específica
al Código Penal como en Honduras—, sus versiones se enfocan concreta-
mente en la “pertenencia”o asociación a las “maras” como delito. Aunque
en algunos casos, como en El Salvador, se incluyen actividades delictuosas
EL FENÓNEMO DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA 199
En todos los países involucrados existe un régimen penal general para los
delitos cometidos por personas mayores de edad. En relación con las perso-
nas menores de edad (menores de 18 años conforme a la legislación nacional
y la Convención de los Derechos del Niño), hay un tratamiento especial para
garantizar los derechos humanos de los niños y adolescentes, así como un
procedimiento tutelar distinto del penal general. Este régimen es incuestio-
nable, y responde a la doctrina de la protección integral del menor que hace
EL FENÓNEMO DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA 203
13 Para efectos de este estudio, “acción afirmativa” es la obligación que tienen los
Estados de generar legislación especial y políticas públicas a favor de personas pertene-
cientes a grupos en situación especial; en razón de discriminación por razón de edad, se-
xo, etnia o de cualquier otra naturaleza.
EL FENÓNEMO DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA 205
a . Principio de legalidad
El principio de legalidad parte del supuesto necesario de que los tipos pe-
nales deben ser claros y precisos, y deben estar definidos por medio de una
ley formal que sea previa y escrita, eliminando así cualquier forma de inde-
terminación o abstracción.
Las leyes antimaras, en cambio, hacen una continua remisión a “concep-
tos jurídicos indeterminados” —para empezar el mismo concepto de ma-
ra—, que a su vez se apoyan u orientan en otros conceptos jurídicos indeter-
minados para aplicar un tipo penal, lo cual provoca confusión e inseguridad
jurídica. Muchas de las conductas descritas califican en lo que el derecho pe-
nal llama “tipos penales en blanco”, los cuales, por su falta de claridad no
pueden ser punibles. De ahí la necesidad de que las normas posean un conte-
nido claro y, en la medida de lo posible, cerrado, taxativo o preciso.
La imprecisión en la definición de “pertenencia a mara”vulnera el prin-
cipio de seguridad jurídica y de legalidad, porque no se basa en hechos
concretos, sino en cualidades personales, en formas de asociación de secto-
res de la población, lo que genera alto grado de incerteza para la aplicación
de la ley.
EL FENÓNEMO DE LAS MARAS EN CENTROAMÉRICA 207
b. Principio de culpabilidad
d. Principio de inocencia
como miembro de una mara, y que unidos todos o algunos de ellos confor-
man los elementos o criterios para su comprensión.
Los criterios de valoración de prueba, para determinar quién es un mare-
ro, son débiles y ponen en evidente indefensión al imputado. El simple he-
cho de que una persona lleve un tatuaje, marcas o cicatrices, aun cuando
nunca haya cometido delito alguno, lo incriminaría automáticamente se-
gún las leyes antimaras. Estos criterios no son de carácter criminológico,
no ponen en riesgo bienesjurídicos y nojustifican ser conductas a tipificar
como delito. Violan, igualmente, el principio de libertad o libre disposi-
ción del cuerpo y la libertad de expresión.
sea menor infractor o no. Esa normativa existe pero no ha sido adecuada
del todo en el sistema jurídico por sus requerimientos de una atención es-
pecial y una inversión adecuada. El segundo argumento resulta de una per-
cepción de la administración de justicia que no está basada en las leyes en
sí, sino en la aplicación de las leyes y la capacidad de varias instituciones
públicas para la demostración de culpabilidad.
Una revisión de los códigos que tratan los aspectos penales y juveniles
en los tres países, destaca la existencia de tres ejes fundamentales. Primero,
existe un enfoque en el desarrollo integral de jóvenes y la necesidad de que
el Estado apoye tal desarrollo con servicios esenciales. En el Código de la
Niñez de Honduras, el artículo 2o. establece que:
V. C ONCLUSIONES
I. INTRODUCCIÓN
217
218 GUSTAVO GARCÍA FONG
cí, por el barrio moriré”, “el enemigo es la ley”, “¡amor del Rey!”; con las
ropas de colores diferenciados y exclusivos; con los tatuajes como símbo-
los de identidad: tres puntos en el antebrazo o entre los dedos pulgar e ín-
dice que significan “dinero, drogas y mujeres”, las cruces en el pecho o
las lágrimas en los ojos que indican el número de muertos, y esa clásica
leyenda en el cuello, en el pecho o en la espalda: “Perdóname madre mía
por mi vida loca”. Y sus nombres: la Vida Loca, la Blood for Blood (san-
gre por sangre), la Denfo du Barrio (morir por el barrio), la MM (Mexican
Mafia), la Mara 13, la 18, los Panochos, la 21, los Salvatrucha... son sólo
algunos cuantos de los nuevos símbolos de una vieja realidad ... 3
Las poblaciones de los países que cuentan con la presencia de estos co-
lectivos, incluyendo, por supuesto, a Guatemala, han mostrado gran preo-
cupación por el incremento en el número de integrantes de las pandillas, así
como por las acciones que estos grupos ejecutan, todas ellas, al margen de
la ley, entre las que pueden mencionarse: robos, hurtos, lesiones, amena-
zas, extorsiones, traducidas en el cobro de “impuestos” a comerciantes y
conductores de autobuses de transporte colectivo, asesinatos de personas
—por lo general integrantes de una pandilla contraria, de individuos que
abandonan la propia, o de personas que se niegan a pagarles el mal llamado
“impuesto”—, asesinatos y violaciones de mujeres, etcétera.
De esa cuenta, en Guatemala pueden identificarse ciertas áreas que se
encuentran bajo el control de estos grupos (por ejemplo, algunas localida-
des de los municipios de Mixco, Villa Nueva, Villa Canales y San Juan Sa-
catepéquez, en el departamento de Guatemala, partes de algunas zonas de
la ciudad de Guatemala, tales como la 5, 6, 7, 12, 17, 18 y 21 —de un total
de 25 zonas—) y, a diario los medios de comunicación (radiados, televisa-
dos y escritos) refieren noticias de pandilleros capturados, personas muer-
tas con indicios de pertenecer o haber pertenecido a las “maras”, registrán-
dose en el país, entre 14 y 16 muertes diarias, en las que en un alto
porcentaje se ven involucrados estos contingentes dejóvenes. La situación
ha llegado a tal punto que bien podría calificarse con la expresión utilizada
por algunos autores como la “normalización de lo anormal”.
Así las cosas, gran parte de la ciudadanía se expresa diariamente solici-
tando a los gobiernos “mano dura” o, simple y llanamente, el exterminio de
los pandilleros por el hostigamiento social que ocasionan. Sin embargo, tal
criterio es interpretado por los entendidos en la materia 5 como una medida
simplista, que pretende dar una respuesta coyuntural y no de fondo a la
problemática.
Es así como algunos países de la región como El Salvador y Honduras
(y en Guatemala, el llamado plan Escoba) han puesto en vigencia leyes ani-
• Los tres poderes del Estado, cada cual con su propia función, pero en
alto grado de coordinación. El Poder Legislativo, dando respuesta a la
cuestión con la promulgación de legislación adecuada y actualizada; el
Poder Judicial, ejecutando procesos ágiles y eficientes, y aplicando la
legislación, y el Poder Ejecutivo, de quien dependen las fuerzas de se-
guridad, en su papel de garantizar el orden público (en un contexto de
derechos humanos).
• Adicionalmente, pueden identificarse otras instituciones clave, como
aquellas que trabajan por la protección y promoción del desarrollo hu-
mano y los valores de la población (Ministerios de Estado, tales como
educación, salud, trabajo, e Instituciones de Desarrollo Social). Asi-
mismo, debe reconocerse la importancia de las entidades que trabajan
directamente en el ámbito de los derechos humanos (procuradurías o
defensorías del pueblo) y de la sociedad civil (ONGs, grupos organiza-
dos, sector privado, pueblos indígenas, cooperación internacional).
...en su sentido más amplio involucra mucho más que la ausencia de con-
flictos. Este incorpora el tema de los derechos humanos, el buen gobierno,
acceso a la educación y la salud, además de asegurar que cada individuo
tenga las oportunidades y la capacidad de elección necesaria para el cum-
plimiento de todo su potencial. Cada paso en esa dirección es también un
paso hacia la reducción de la pobreza, el crecimiento económico y la pre-
vención de conflictos. La libertad de la necesidad y del temor, y la libertad
de las futuras generaciones de heredar un medio ambiente saludable, son
las dimensiones que en forma interrelacionada componen la seguridad hu-
mana y, por tanto, la seguridad nacional.
— Educación no formal.
— Educación formal.
— Atención psicológica.
— Programas de salud y deporte.
9 Para más información véase el reportaje realizado por Juan Luis Font, reproducido
en Diario el Periódico de Guatemala, consultado el 25.25.06, en http://www.elperiodi
co.com.gt/look/article.tpl?IdLanguage=13&IdPublication=1&NrIssue=122&NrSection=1
&NrArticle=4784 .
Véase también la nota de la Revista “Domingo”, publicada por el diario Prensa
Libre de Guatemala, el 13 de noviembre de 2005.
LAS PANDILLAS JUVENILES EN GUATEMALA 229
La idea inicial fue acercarse a colegios católicos para que les permitie-
ran confeccionar los uniformes de sus estudiantes, y que las muchachas
trabajaran por las mañanas y estudiaran por las tardes.
Aquí es necesario detenerse para hacer una reflexión: no puede hacerse
la misma lectura de los derechos de la infancia que se realiza en los países
del primer mundo, que en los países en vías de desarrollo. Puesto que los
muchachos no pueden estudiar por diversas razones: económicas, de fraca-
so escolar o problemas familiares, y si tampoco pueden trabajar, la opción
de integrarse a las pandillas la tienen muy cercana. En ese orden de ideas,
la empresa privada puede tener una importante función. Lo que habrá que
evitar, no es que los muchachos trabajen antes de los 18 años, sino que rea-
licen tareas adecuadas a su edad, libres de toda explotación. Cuando a los
jóvenes de 14 y 15 años que trabajan no se les paga adecuadamente y no
tienen derechos laborales. La solución no es suprimir el trabajo infantil,
sino crear un trabajo formativo, educativo y lo mejor remunerado posible.
A continuación, el Proyecto creció gracias a la ayuda de una empresa
privada llamada Koramsa (una fábrica dedicada a la elaboración de pren-
das de vestir, conocidas en la región como “maquilas”; ésta es la más gran-
de a nivel centroamericano). Ahora, en vez de que los jóvenes hicieran los
uniformes por su propia cuenta, se les enseña a hacerlos, a confeccionar ro-
pa, lo cual apoya la formación de los muchachos y los ayuda económica-
mente. Los jóvenes pueden estudiar y autosostenerse.
Es así como en el Colegio del padre Maqueira hay un total de 145 alum-
nos, que siguen una disciplina muy fuerte: se levantan a las cinco de la maña-
na, a las seis están en la parada del autobús. Trabajan hasta las trece horas, y
a las catorce ingresan al colegio. Salen a las dieciocho y, a esa hora, algunos
asisten a la academia de mecanografía, para volver a sus casas a las diecinue-
ve horas con treinta minutos. Es de destacar que más del 70% de los estu-
diantes, luego de dos años, continúan en el Proyecto. Los niveles de deser-
ción son mínimos, lo cual es una muestra que los muchachos se han
acostumbrado y de que “aguantan” el ritmo. Respecto al nivel académico, se
dice que es un poco más alto que en otros establecimientos educativos, gra-
cias a la buena labor de los profesores. Se imparten todos los grados de pri-
maria a secundaria, y cuenta con el reconocimiento del Ministerio de Educa-
ción de Guatemala, a través del IGER (Instituto Guatemalteco de Escuelas
Radiofónicas).
230 GUSTAVO GARCÍA FONG
I. INTRODUCCIÓN
Se podrían identificar tres frentes desde los que atacó el sistema penal:
La teoría del “nada funciona” tuvo una enorme influencia y fue acep-
tada, en mucho acríticamente y sin investigación de base, por una buena
cantidad de criminólogos, y desde luego por políticos de línea dura, que
consideraron indebidos todos los beneficios a los delincuentes, propug-
nando por más castigo y mayor “incapacitación” y “contención”, a base
de prisión.
Sin embargo, algunos investigadores se dedicaron a revisar la hipóte-
sis de que nada funciona; así Ted Palmer revisa el trabajo original (Mar-
tinson Revisited, 1975), encontrando que había programas que sí habían
funcionado, y que eran más de los considerados en un primer momento.
Franklin E. Zimring y Gordon J. Hawkins publicaron en 1973 su clá-
sica obra “Deterrence” (publicada en español como “La utilidad del cas-
tigo”, 1975), haciendo un estudio sobre la disuasión, el que ahora actua-
lizan con su trabajo sobre los efectos del encarcelamiento (Incapacitation,
1995), confirmando lo negativo de éste, y la falta de estudios, selección y
tratamiento de los reclusos.
234 LUIS RODRÍGUEZ MANZANERA
V. L OS FRACASOS
VI. L OS ÉXITOS
Ante este panorama, parecería que no hay nada que hacer, y que los
pesimistas del “nada funciona” tienen razón, sin embargo, hemos tenido
prácticas exitosas, y hay muchos ejemplos ya estudiados y comprobados
en otros países que nos permiten ser optimistas.
Pondríamos como ejemplo algunas modalidades propuestas en las
que, lo más curioso, todos parecen estar de acuerdo, así, la implantación
EL QUEHACER CRIMINOLÓGICO, ¿DEVALUADO? 237
VII. E L QUEHACER
VIII. L A MISIÓN
I. INTRODUCCIÓN
243
244 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
3 CIDH, Caso Velásquez Rodríguez, Sentencia del 29 de julio de 1988, Serie C, núm.
4, párrafo 166.
4 Cfr. CIDH, Caso Durand y Ugarte, Sentencia del 16 de agosto de 2000, Serie C,
núm. 68, párrafo 137.
246 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
chos en ella consagrados. Este deber general del Estado parte implica que
las medidas de derecho interno han de ser efectivas (principio del effet
utile). Esto significa que el Estado ha de adoptar todas las medidas para
que lo establecido en la Convención sea efectivamente cumplido en su or-
denamiento jurídico interno, tal como lo requiere el artículo 2o. de la Con-
vención. Dichas medidas sólo son efectivas cuando el Estado adapta su
actuación a la normativa de protección de la Convención. 5
III. L A IMPUNIDAD
5 CIDH, Caso “La Última Tentación de Cristo” (Olmedo Bustos y otros) , Sentencia
del 5 de febrero de 2001, Serie C, núm. 73, párrafo 87.
6 Trindade, Antonio Cançado, “La interacción entre el derecho internacional y el
derecho interno en la protección de los derechos humanos”, Eljuez y la defensa de la de-
mocracia: un enfoque a partir de los derechos humanos, San José, Instituto Interameri-
cano de Derechos Humanos, 1993, p. 254.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 247
7 Cfr. CIDH, Caso Myrna Mack Chang, Sentencia del 25 de noviembre de 2003,
Serie C, núm. 101, párrafo 272; CIDH, Caso Maritza Urrutia , Sentencia del 27 de no-
viembre de 2003, Serie C, núm. 103, párrafo 126; CIDH, Caso Bulacio , Sentencia del 18
de septiembre de 2003, Serie C, núm. 100, párrafo 120; CIDH, Caso Juan Humberto
Sánchez, Sentencia del 7 de junio de 2003, Serie C, núm. 99, párrafos 143 y 185.
8 Conjunto de Principios para la Protección y la Promoción de los Derechos Huma-
nos mediante la Lucha contra la Impunidad, E/CN.4/Sub.2/1977/20/ Rev.1., Definicio-
nes. A.
9 Los conceptos de impunidad normativa e impunidad estructural los he tomado de
la clasificación dada por el profesor Kai Ambos. Véase Ambos, Kai, La impunidad y el
derecho penal internacional, Buenos Aires, Ad-Hoc, 1999.
10 García Ramírez, Sergio, La jurisdicción internacional. Derechos humanos y la
justiciapenal, México, Porrúa, 2003.
248 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
11 CIDH, Caso Castillo Páez, Sentencia del 3 de noviembre de1997, Serie C, núm. 34.
12 CIDH, Caso Castillo Páez. Reparaciones (artículo 63.1 Convención Americana
sobre Derechos Humanos), Sentencia del 27 de noviembre de 1998, Serie C, núm. 43,
párrafos 105 y 106.
13 Idem.
14 CIDH, Caso Barrios Altos , Sentencia del 14 de marzo de 2001, Serie C, núm. 75.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 249
adopten leyes que tengan este efecto, como lo son las leyes de autoamnis-
tía, incurren en una violación de los artículos 8o. y 25 en concordancia
con los artículos 1.1 y 2o. de la Convención. Las leyes de autoamnistía
conducen a la indefensión de las víctimas y a la perpetuación de la impu-
nidad, por lo que son manifiestamente incompatibles con la letra y el espí-
ritu de la Convención Americana. Este tipo de leyes impide la identifica-
ción de los individuos responsables de violaciones a derechos humanos,
ya que se obstaculiza la investigación y el acceso a la justicia e impide a
las víctimas y a sus familiares conocer la verdad y recibir la reparación co-
rrespondiente [, y]
[...señaló que,] como consecuencia de la manifiesta incompatibilidad
entre las leyes de autoamnistía y la Convención Americana sobre Dere-
chos Humanos, las mencionadas leyes carecen de efectos jurídicos y no
pueden seguir representando un obstáculo para la investigación de los he-
chos que constituyen este caso ni para la identificación y el castigo de los
responsables, ni puedan tener igual o similar impacto respecto de otros ca-
sos de violación de los derechos consagrados en la Convención America-
na acontecidos en el Perú. 15
15 Cfr. CIDH, Caso Barrios Altos , Sentencia del 14 de marzo de 2001, Serie C, núm.
75, párrafos 41-44.
16 Veáse voto del juez Sergio García Ramírez, en CIDH, Caso Barrios Altos , Senten-
cia del 14 de marzo de 2001, Serie C, núm. 75, párrafo 7.
17 Véase voto del juez Antônio Augusto Cançado Trindade, en CIDH, Caso Barrios
Altos, Sentencia del 14 de marzo de 2001, Serie C, núm. 75.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 251
aplicable para el caso en concreto, sino también para todos los casos en los
cuales se habían aplicado las leyes de autoamnistía, “ya que la promulga-
ción de una ley manifiestamente contraria a las obligaciones asumidas por
un Estado parte en la Convención constituye per se una violación de ésta, y
genera responsabilidad internacional del Estado”. 18 Al respecto, el juez
García Ramírez en su voto concurrente indicó que:
Hay que tener presente, en relación a las leyes de autoamnistía, que su le-
galidad en el plano del derecho interno, al conllevar a la impunidad y la
injusticia, encuéntrase en flagrante incompatibilidad con la normativa de
protección del derecho internacional de los derechos humanos, acarreando
violaciones de jure de los derechos de la persona humana. El corpusjuris
del derecho internacional de los derechos humanos pone de relieve que no
todo lo que es legal en el ordenamiento jurídico interno lo es en el ordena-
miento jurídico internacional, y aún más cuando están en juego valores su-
periores (como la verdad y la justicia). En realidad, lo que se pasó a deno-
minar leyes de amnistía, y particularmente la modalidad perversa de las
llamadas leyes de autoamnistía, aunque se consideren leyes bajo un deter-
minado ordenamiento jurídico interno, no lo son en el ámbito del derecho
internacional de los derechos humanos.
20 Véase Voto del juez Antonio Augusto Cançado Trindade, en CIDH, Caso Barrios
Altos, Sentencia del 14 de marzo de 2001, Serie C, núm. 75, párrafos 6 y 11 .
21 Véase Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, 14 de junio de 2005, Re-
curso de Hecho en la causa Simón, Julio Héctor y Otros/ Privación Ilegítima de Libertad.
22 CIDH, Caso “La Última Tentación de Cristo” Olmedo Bustos y otros, Sentencia
del 5 de febrero de 2001, Serie C, núm. 73.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 253
... que desde ese entonces hasta el presente, el derecho argentino ha sufrido
modificaciones fundamentales que imponen la revisión de lo resuelto en
esa ocasión. Así, la progresiva evolución del derecho internacional de los
derechos humanos... ya no autoriza al Estado a tomar ponderaciones de
esas características, cuya consecuencia sea la renuncia a la persecución
penal de delitos de lesa humanidad, en pos de una convivencia social pací-
fica en el olvido de hechos de esa naturaleza.
...El Estado argentino ha asumido frente al derecho internacional y en
especial, frente al orden jurídico interamericano, una serie de deberes, de
jerarquía constitucional, que se han ido consolidando y precisando en
cuanto a sus alcances y contenido en una evolución claramente limitativa
de las potestades de derecho interno de condonar u omitir la persecución de
hechos que conlleven crímenes de lesa humanidad.
Continuó diciendo que “tal como ha sido reconocido por esta Corte en
diferentes oportunidades, la jurisprudencia de la Corte Interamericana...,
constituye una imprescindible pauta de interpretación de los deberes y
obligaciones derivados de la Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos” y en consecuencia “las... dudas con respecto al alcance concreto
del deber del Estado argentino con relación a las leyes de punto final y obe-
diencia debida han quedando esclarecidas a partir de la decisión de la Corte
Interamericana en el Caso Barrios Altos...”, ya que “la traslación de (sus)
conclusiones al caso argentino resulta imperativa...,,. 25
Continuó señalando la sentencia aludida que a partir de lo decidido por
la CIDH,
...se advierte que no sería suficiente con la supresión simbólica de las le-
yes de esta naturaleza. Así, la Corte Interamericana no se limitó a declarar
la incompatibilidad de las leyes con la Convención, sino que resolvió que
las leyes peruanas carecían de efectos y le impuso al Estado peruano la
obligación de hacer a un lado la cosa juzgada. Visto el caso argentino des-
de esta perspectiva, se concluye que la mera derogación de las leyes en
cuestión, si ella no viene acompañada de la imposibilidad de invocar la ul-
traactividad de la ley penal más benigna, no alcanzaría a satisfacer el es-
tándar fijado por la Corte Interamericana. 26
25 Idem.
26 Idem.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 255
...desde ese punto de vista, a fin de dar cumplimiento a los tratados inter-
nacionales en materia de derechos humanos, la supresión de las leyes de
punto final y de obediencia debida resulta impostergable y ha de producir-
se de tal forma que no pueda derivarse de aquéllas obstáculo normativo al-
guno para la persecución de hechos como los que constituyen la presente
causa. Esto significa que quienes resultaron beneficiarios de tales leyes no
pueden invocar ni la prohibición de retroactividad de la ley penal más gra-
ve ni la cosa juzgada. Pues... tales principios no pueden convertirse en el
impedimento para la anulación de las leyes mencionadas ni para la prose-
cución de las causas que fenecieron en razón de ellas, ni la de toda otra
que hubiera debido iniciarse y no lo haya sido nunca. En otras palabras, la
sujeción del Estado argentino a la jurisdicción interamericana impide que
el principio de irretroactividad de la ley penal sea invocado para cumplir
los deberes asumidos en materia de persecución de violaciones graves de
derechos humanos. 27
causa núm. 259, donde señaló que en el marco de evolución del derecho in-
ternacional de los derechos humanos y de la jurisprudencia de la Corte
Interamericana “la aplicación de las disposiciones de derecho interno so-
bre prescripción [para este caso] constituye una violación del deber del
Estado de perseguir y sancionar, y consecuentemente, compromete su res-
ponsabilidad internacional” ya que “el Estado argentino ha asumido frente
al orden jurídico interamericano no sólo un deber de respeto a los derechos
humanos, sino también un deber de garantía”. De este modo, la Corte Su-
prema Argentina concluyó que “corresponde declarar que el hecho que
diera lugar a la condena de Arancibia Clavel por el delito de asociación ilí-
cita, reviste la calidad de crimen contra la humanidad y, por lo tanto, resul-
ta imprescriptible”. 29
La sentencia en comento, además, indicó:
2. Impunidad estructural
31 Véase Tribunal Constitucional del Perú, Sentencia del 18 de marzo de 2004, Expe-
diente 2488-2000-HC/TC.
32 Ambos, Kai, op. cit. , nota 9.
258 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
dicial como una alternativa viable, capaz de solucionar los conflictos que
son llevados a su conocimiento. Por su parte, los factores endógenos son
aquéllos que se encuentran en el ámbito judicial propiamente y se mani-
fiestan principalmente a través de la existencia de una legislación especial
para juzgar determinados delitos como ocurre en el caso de la jurisdicción
militar, de la insuficiencia en la actividad investigativa por parte de las au-
toridades pertinentes, de la falta de cooperación de las autoridades admi-
nistrativas y de la sobrecarga de lajusticia penal. A continuación analizaré
únicamente éste último factor de impunidad.
A. Factores endógenos
34 CIDH, Caso Castillo Petruzzi y otros , Sentencia del 30 de mayo de 1999, Serie C,
núm. 52, párrafo 128.
35 CIDH, Caso Durand y Ugarte, Sentencia del 16 de agosto de 2000, Serie C, núm.
68, párrafos 116 y 117.
260 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
El juez encargado del conocimiento de una causa debe ser competente, in-
dependiente e imparcial de acuerdo con el artículo 8.1 de la Convención
Americana. En el caso en estudio, las propias fuerzas armadas inmersas en
el combate contra los grupos insurgentes son las encargadas del juzga-
miento de las personas vinculadas a dichos grupos. Este extremo mina
considerablemente la imparcialidad que debe tener el juzgador. Por otra
parte, de conformidad con la Ley Orgánica de la Justicia Militar, el nom-
bramiento de los miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar, má-
ximo órgano dentro de la justicia castrense, es realizado por el Ministro
del sector pertinente. Los miembros del Consejo Supremo Militar son
quienes, a su vez, determinan los futuros ascensos, incentivos profesiona-
les y asignación de funciones de sus inferiores. Esta constatación pone en
duda la independencia de los jueces militares.
Este Tribunal ha señalado que las garantías a que tiene derecho toda
persona sometida a proceso, además de ser indispensables, deben ser judi-
ciales, “lo cual implica la intervención de un órgano judicial independien-
te e imparcial, apto para determinar la legalidad de las actuaciones que se
cumplan dentro del estado de excepción.
En relación con el presente caso, la Corte entiende que los tribunales mi-
litares que han juzgado a las supuestas víctimas por los delitos de traición a
la patria no satisfacen los requerimientos inherentes a las garantías de inde-
pendencia e imparcialidad establecidas por el artículo 8.1 de la Convención
Americana, como elementos esenciales del debido proceso legal. 39
44 CIDH, Caso Myrna Mack Chang, Sentencia del 25 de noviembre de 2003, Serie
C, núm. 101, párrafos 20, 208, 209, 210 y 211.
45 CIDH, Caso Paniagua Morales y otros , supra nota 62, párrafo 173. En igual senti-
do cfr. Caso Trujillo Oroza. Reparaciones (artículo 63.1 Convención Americana sobre
Derechos Humanos), Sentencia del 27 de febrero de 2002. Serie C, núm. 92, párrafo 101;
Caso Cantoral Benavides. Reparaciones (artículo 63.1 Convención Americana sobre De-
rechos Humanos), Sentencia del 3 de diciembre de 2001, Serie C, núm. 88, párrafo 69;
Caso Cesti Hurtado. Reparaciones (artículo 63.1 Convención Americana sobre Derechos
Humanos), Sentencia del 31 de mayo de 2001, Serie C, núm. 78, párrafo 63, y Caso de
los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros). Reparaciones (artículo 63.1 Con-
vención Americana sobre Derechos Humanos), Sentencia del 26 de mayo de 2001, Serie
C, núm. 77, párrafo 100.
266 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
51 Véase Tribunal Constitucional del Perú, Sentencia del 18 de marzo de 2004. Expe-
diente 2488-2000-HC/TC.
52 Idem.
53 CIDH, Caso del Caracazo . Reparaciones (artículo 63.1 Convención Americana
sobre Derechos Humanos), Sentencia del 29 de agosto de 2002, Serie C, núm. 95, párra-
fo 44 (peritaje de la psicóloga Magdalena López de Ibáñez).
54 Sentencia de la Corte Constitucional de Colombia C-004 de 2003, párrafo 9.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 269
... los Estados que aún mantienen la pena de muerte deben aplicar, sin ex-
cepción, el más riguroso control sobre el respeto a las garantías judiciales
en estos casos... Si el debido proceso legal, con su conjunto de derechos y
garantías, debe ser respetado en cualesquiera circunstancias, su observan-
cia es aún más importante cuando se halle en juego el supremo bien que
63 CIDH, Caso Fermín Ramírez vs. Guatemala, Sentencia del 20 de junio de 2005,
Serie C, núm. 126.
274 PABLO SAAVEDRA ALESSANDRI
64 Idem.
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 275
69 Idem .
EL IUS PUNIENDI EN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE 277
Con respecto al artículo 201 del Decreto Legislativo núm. 81/96, que se
aplicó en la condena al señor Raxcacó Reyes, indicó que éste “tipifica una
sola conducta: sustracción o aprehensión de una persona, acompañada de
cierto propósito. La acción de dar muerte no se halla abarcada por este tipo
penal, que protege la libertad individual, no la vida, y prevé la imposición
de pena de muerte al secuestrador.” 73
Sobre el particular concluyó que
...si bien el nomen iuris del plagio o secuestro permaneció inalterado desde
el momento en que Guatemala ratificó la Convención, los supuestos de he-
cho contenidos en los correspondientes tipos penales cambiaron sustancial-
mente, hasta hacer posible la aplicación de la pena de muerte por acciones
no sancionadas con ésta en el pasado. Aceptar una interpretación contraria
permitiría que un delito pudiera ser sustituido o alterado con la inclusión de
nuevos supuestos de hecho, no obstante la prohibición expresa de extender
la pena capital, contenida en el artículo 4.2 de la Convención. 74
... una de las formas que puede asumir la privación arbitraria de la vida, en
los términos de la prohibición del artículo 4.1 de la Convención, es la que
se configura cuando, en los países en que aún existe la pena de muerte, és-
ta se utiliza para castigar delitos que no presentan las características de
máxima gravedad, como ocurre en Trinidad y Tobago, en virtud de lo dis-
puesto por la Ley de Delitos contra la Persona, es decir, cuando la aplica-
ción de esa pena no se ciñe a las previsiones del artículo 4.2 de la Con-
vención Americana. 79
ciales y adecuados con pleno respeto de las garantías del debido proceso
establecidas en el artículo 8o. de la Convención Americana. Es decir, no se
trata solamente de interponer formalmente una petición, sino de tramitarla
de conformidad con el procedimiento que la torne efectiva. Al respecto,
señaló:
VI. C ONCLUSIÓN
I. INTRODUCCIÓN
1 Silva Sánchez, Jesús María, La expansión del derecho penal. Aspectos de la políti-
ca criminal en las sociedades postindustriales , Madrid, Civitas, 2001.
2 Díez Ripollés, José Luis, “De la sociedad del riesgo a la seguridad ciudadana: un
debate desenfocado”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología , núm. 07-0 1,
2005, p. 7, consultable en http://criminet.ugr.es/recpc .
283
284 RAÚL PLASCENCIA VILLANUEVA
3 El primer reflejo de esta necesidad que permitió a los Estados adoptar medidas in-
ternacionales fue la aprobación del Estatuto de Roma para casos particulares de genoci-
dio o de lesa humanidad. Para conocer la situación actual de este organismo internacio-
nal de derecho penal consúltese “El Estatuto de Roma”, en Moreno Hernández, Moisés
(coord.), Memoria de la Conferencia Internacional: El Estatuto de la Corte Penal Inter-
nacional y sus Implicaciones en el Derecho Nacional de los Países Latinoamericanos ,
México, CEPOLCRIM, 2004.
4 Recasens Brunet, Amadeu, “Algunas reflexiones sobre la seguridad: respuestas
complejas para sociedades complejas”, Revista Catalana de Seguridad Pública , núm. 8,
Barcelona, junio de 2001, pp. 11-16.
SISTEMA PENAL Y DERECHOS HUMANOS 285
13 Véase el ejemplo del derecho penal español en Faraldo Cabana, Patricia, “Un dere-
cho penal de enemigos para los integrantes de organizaciones criminales. La Ley Orgánica
7/2003, de 30 de junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de
las penas”, Nuevos retos del derecho penal en la era de la globalización , Valencia, Tirant
lo Blanch, 2004, pp. 299 y ss.
14 Señala Gracia Martín, Luis, Prolegómenos para la lucha por la modernización y
expansión del derecho penal y para la crítica del discurso de resistencia. A la vez, una
hipótesis de trabajo sobre el concepto de derecho penal moderno en el materialismo his-
tórico del orden del discurso de criminalidad, Valencia, Tirant lo Blanch, 2003, pp. 123
y ss. “Para hacer frente a los enemigos se recurre en las sociedades modernas a regula-
ciones con unas características determinadas tales que permitirían identificarlas como tí-
picas de un derecho penal del enemigo... Así, la circunstancia específica de pertenencia
a una organización es tomada en cuenta para establecer agravaciones, a veces considera-
bles, de las penas correspondientes a los hechos delictivos concretos que realicen los in-
dividuos en el ejercicio de su actividad habitual o profesional al servicio de la organiza-
ción. Pero tal vez sean las regulaciones que toman como base los datos específicos de
abandono permanente del derecho y amenaza permanente a los principios básicos de la
sociedad (falta de seguridad cognitiva), las que representen de modo más genuino al de-
recho penal del enemigo”.
SISTEMA PENAL Y DERECHOS HUMANOS 289
19 Sobre el particular consúltese, entre otros, Cancio Meliá, Manuel, “¿Derecho pe-
nal del enemigo?”, Derecho penal del enemigo , Madrid, Civitas, 2003, pp. 69 y ss.
20 Los datos son tomados de Portilla Contreras, Guillermo, op. cit. , nota 15, p. 34.
21 Más en detalle, Faraldo Cabana, Patricia, op. cit., nota 13, pp. 300 y ss., quien
analiza qué medios se han dispuesto para lograr una mayor eficacia contra la delincuen-
cia organizada, particularmente en el caso del terrorismo, al ser considerados de gran pe-
ligrosidad.
292 RAÚL PLASCENCIA VILLANUEVA
Sin embargo, hoy día se insiste en la reforma penal como una aparente
solución a los problemas derivados de una delincuencia fuera de control.
35 Silva Sánchez, Jesús María, op. cit. , nota 1, pp. 164 y ss.
36 Para mayores detalles de estos datos histórico-filosóficos, consúltese Jakobs,
Günther, “Derecho penal del ciudadano y derecho penal del enemigo”, Derecho penal
del enemigo, Madrid, Civitas, 2003, pp. 25-32; Gracia Martín, Luis, op. cit. , nota 33, pp.
11-18. “Este derecho penal del enemigo parece tener el aval de una sólida tradición filo-
sófica en la modernidad, la cual es invocada como garantía antecedente de los fundamen-
tos legitimadores actuales del derecho penal del enemigo. Si bien no va a ser posible aquí
desarrollar ningún debate acerca de si es cierto que de los precedentes históricos iusfilo-
sóficos y de filosofía política invocados se pueden derivar las ideas legitimadoras que
quieren extraer los defensores del derecho penal del enemigo, me parece sumamente útil
e ilustrativo exponer aquí un esbozo de dichos precedentes, y por cierto, de alguno más
de los que son invocados en el discurso del derecho penal del enemigo”, pp. 11 y 12; del
mismo autor, El horizonte delfinalismo y el derecho penal del enemigo , Valencia, Tirant
lo Blanch, 2005; donde desarrolla, con lujo de detalle, los orígenes y fundamentos del
derecho penal del enemigo.
296 RAÚL PLASCENCIA VILLANUEVA
40 Recasens Brunet, Amadeu, op. cit. , nota 4, p. 14. “Por lo que respecta a la comple-
jidad, entendida como el tejido de acontecimientos, acciones, interacciones, retroaccio-
nes, determinaciones y azares que constituyen nuestro mundo fenoménico, afecta tanto a
la policía, en cuanto a su ubicación y su relación con el entorno, como al investigador,
que debe sustituir el viejo paradigma de disyunción, reducción y dimensión única por un
paradigma de distinción y conjunción a fin de distinguir sin desarticular, asociar sin iden-
tificar o reducir.
El concepto de complejidad así entendido está muy vinculado a planteamientos
sistémicos, en la medida que exige que nunca se aíslen o reduzcan el todo y las partes
que constituyen un sistema determinado. Esto obliga, al menos, a tener presentes estos
planteamientos teóricos y metodológicos, sin que por ello se tenga que asumir forzosa-
mente el referente sistémico de manera integral”.
298 RAÚL PLASCENCIA VILLANUEVA
V. R EFLEXIÓN FINAL
I. INTRODUCCIÓN
ricana de Derechos Humanos, Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, sentencia del
31 de enero de 2001, párrafo 69, y Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso
Ivcher Bronstein vs. Perú, sentencia del 6 de febrero de 200 1, párrafo 108.
2 Cfr. Medina Quiroga, Cecilia, La Convención Americana: teoría yjurisprudencia ,
San José, Universidad de Chile-Centro de Derechos Humanos-Facultad de Derecho Uni-
versidad de Chile, 2003, p. 267; Renucci, Jean-François, Introduction to the European
Convention on Human Rights , Estrasburgo, Council of Europe Publishing, 2005, p. 71.
3 No es propósito de este trabajo analizar este punto.
GARANTÍAS JUDICIALES PENALES EN LA CARTA AFRICANA 303
6 La Comisión Africana es el órgano establecido por la CADHP que entre sus fun-
ciones se encuentra la supervisión del cumplimiento de los derechos reconocidos en di-
cho instrumento internacional (artículo 45, párrafo segundo).
Por otra parte, la posibilidad de la presentación de la petición individual supone
que ya han sido satisfechos todos aquellos requisitos establecidos por la propia Carta
Africana para ese efecto (artículo 56).
7 El protocolo de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos para el
establecimiento de una Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos entró en
vigor el 25 de enero de 2004; sin embargo, por resolución de la asamblea de jefes de
Estado y de gobierno de la Unión Africana, esta Corte será fusionada con la Corte Afri-
cana de Justicia, convirtiéndose en una sala de ésta, aunque conservando su actual juris-
dicción; cfr. Decision on the Merger of the African Court on Human and Peoples’ Rights
and the Court of Justice of the African Union , Assembly/AU/6(V), adoptada durante el
5o. periodo ordinario de sesiones celebrado en Sirte, Libia, el 4 y 5 de julio de 2005. No
obstante, sus primeros jueces ya han sido nombrados desde enero de 2006; cfr. Decision
on the Election of Judges of the African Court on Human and Peoples’ Rights , Doc.
EX.CL/241 (VIII), adoptada por la Asamblea de Jefes de Estado y de Gobierno de la
Unión Africana durante su 6o. periodo ordinario de sesiones celebrado en Khartoum, Su-
dán, del 23 al 24 de enero de 2006.
GARANTÍAS JUDICIALES PENALES EN LA CARTA AFRICANA 305
8 Cfr. Comunicación 71/92 Ren contre Africaine pour la Defense de Droits de l’Hom-
me v. Zambia, la cual se encuentra en el Décimo Informe Anual de Actividades de la Co-
misión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos 1996-1997, anexo X, párrafo
30; Comunicación 159/96 Union Interafricaine des Droits de l’Homme, Féderation
International des Ligues des Droits de l’Homme, Rencontre Africaine des Droits de
l’Homme, Organisation Nationale des Droits de l’Homme au Sénégal and Association
Malienne des Droits de l’Homme v Angola , que se encuentra en el Décimo Primer Infor-
me Anual de Actividades de la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pue-
blos 1997-1998, anexo II, párrafos 19 y 20.
9 Cfr. Ankumah, Evelyn, The African Commission on Human and Peoples’Rights.
Practice and Procedures , La Haya, Martinus Nijhoff Publishers, 1996, p. 125.
10 Cfr. Comunicación 129/94 Civil Liberties Organisation vs. Nigeria , que se en-
cuentra en el Noveno Informe Anual de Actividades de la Comisión Africana de Dere-
chos Humanos y de los Pueblos 1995-1996, anexo VIII, párrafo 14.
11 Cfr. Heyns, Christof, “Civil and Political Rights in the African Charter”, en Evans,
Malcolm y Murray, Rachel (comps.), The African Charter on Human and Peoples’
Rights. The System in Practice, 1986-2000 , Cambridge, Cambridge University Press, 2002,
p. 158.
12 Véase el artículo 14.3.d. del PIDCP; el artículo 6.3.c. de la CEDH, y el artículo
8.2.d. de la CADH.
306 YURIA SAAVEDRA ÁLVAREZ
IV. B IBLIOGRAFÍA
Decisiones y resoluciones
I. A MODO DE INTRODUCCIÓN
Sin duda, de todas las profesiones liberales que entran en conflicto con el
derecho penal, la profesión médica ocupa el primer lugar. No podía ser
de otro modo, porque de todas ellas es la que más directamente incide en
los dos bienes jurídicos más importantes de los que es titular el ser huma-
no: la vida y la salud e integridad física.
Al mismo tiempo, la profesión médica es también una de las actividades
más necesarias para alcanzar buenas condiciones de bienestar y salud, que
garanticen la propia supervivencia y la reproducción de la especie humana.
Es más, se podría decir que junto al derecho, la medicina es la actividad hu-
mana que más necesaria y útil se ha mostrado a lo largo de los siglos, desde
que hay noticias de la existencia humana hasta nuestros días. Y ello tiene
* El presente trabajo fue redactado originariamente en alemán para la tercera edición
del libro de Roxin/Schroth, Medizinstrafrecht. Ello explica que las referencias al derecho
penal alemán en el tratamiento de estos problemas sean frecuentes, e igualmente que las
citas bibliográficas de algunas obras traducidas al español se refieran a la edición original
en alemán. Posteriormente en versión española fue presentado como Ponencia en el Con-
greso Internacional de Derecho Penal, llevado a cabo en Ciudad de México del 19 al 23
de junio de 2006. Esta versión, con algunas modificaciones respecto a la originaria ale-
mana, la dedico a mi querida discípula, María del Mar Díaz Pita, quien con paciencia y
resignación soportó, durante años, penosos tratamientos médicos, que no pudieron evitar
su prematura muerte.
313
314 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
1 Véase, por ejemplo Bockelmann, Strafrecht des Arztes , 1968, pp. 50 y ss. Sobre la
problemática general del consentimiento en la Teoría general del delito y su situación
sistemática en la misma, véase Roxin, Claus y Strafrecht AT, Band I Grundlagen. Der
Aufbau der Verbrechenslehre, 4a. ed., Munich, 2006, § 13.
316 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
por razones evidentes se ocupa con mayor interés de los problemas relacio-
nados con sus efectos, sus límites y presupuestos, y no de la solución de
cuestiones sistemáticas de la Teoría general del delito. 2 Sólo la doctrina, si-
guiendo el modelo de la dogmáticajuridicopenal alemana, se ha ocupado
de la situación sistemática del consentimiento en la Teoría del delito, lle-
gando mayoritariamente a la conclusión de que se trata de una causa de jus-
tificación, ya que hay muchos casos en los que el legislador exige, además
del consentimiento, determinados presupuestos para que el indicio de anti-
juricidad que supone la realización del tipo de un delito de lesiones, quede
desvirtuado por la presencia de una causa de justificación que exige la pre-
sencia de esos otros presupuestos, además del consentimiento propiamente
dicho. 3 Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con el transplante de órganos no
vitales de personas vivas, y en muchos otros relacionados con el tratamien-
to médico, en los que además del consentimiento del paciente se exigen
otros presupuestos para que el médico pueda quedar exento de responsabi-
lidad criminal. 4
Pero, independientemente de esta ubicación sistemática del consenti-
miento en los delitos contra la salud y la integridad corporal, se debe acep-
tar, desde el principio, que una intervención médica que mejora la salud o
mantiene la integridad corporal y se realiza por el médico conforme a la lex
artis, dificilmente puede considerarse que cumpla los elementos del tipo
de un delito de lesiones, que sólo puede justificarse por el consentimiento
2 Véase también Roxin, Claus, op. cit., nota 1, pp. 541 y ss., quien relativiza las di-
ferencias que se derivan de este planteamiento sistemático dualista, y ante la difícil prac-
ticabilidad de la teoría que distingue entre el consentimiento como causa de exclusión de
la tipicidad y el consentimiento como causa de justificación, considera a éste siempre co-
mo una causa de exclusión de la tipicidad (551/553).
3 Véase, por ejemplo, Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal, parte general ,
6a. ed., pp. 344 y ss.; Luzón Peña, Curso de derecho penal, Parte general, Madrid, 1996,
t. I., pp. 560 y 567; Mir Puig, Derecho penal, Parte general, 7a. ed., (edición argentina),
2004, pp. 503 y ss.; Quintero Olivares, Manual de derecho penal, Parte general, 2a. ed.,
Barcelona, 2000, pp. 472 y ss.; Cerezo Mir, Curso de derecho penal, 3a. ed., Madrid, 2003.
De otra opinión, Bagacilupo Zapater, Principios de derecho penal, Parte general , 5a. ed.,
Madrid, 1998, p. 206; Cuello Contreras, El derecho penal español, Parte general, Madrid,
2002, pp. 725 y ss.; Zugaldía Espinar, Derecho penal, Parte general, 2a. ed., Valencia,
2004, p. 464, quienes consideran que el consentimiento es siempre una causa de exclusión
de la tipicidad, alegando el autor últimamente citado en apoyo de su tesis los artículos 143
y 155 del Código Penal Español que otorga al consentimiento un efecto meramente ate-
nuante en los delitos contra la vida (auxilio ejecutivo al suicidio) y en las lesiones.
4 Véase infra Excurso.
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 317
del paciente. Ello supondría una incorrecta interpretación tanto del tipo ob-
jetivo, como del subjetivo del delito de lesiones, ya que en este caso no se
daría el “menoscabo de la integridad física o de la salud física o mental”
que requiere el tipo objetivo, ni tampoco el dolo o, en su caso, la impruden-
cia que requiere el tipo subjetivo del delito de lesiones. Y si se niega la
existencia de la tipicidad de un delito de lesiones cuando la intervención o
tratamiento médico tiene éxito, es decir, mejora la salud, entonces la cues-
tión de si el paciente ha consentido o no en el mismo se plantea más bien
como un problema de protección penal a su derecho a la autodeterminación
o autonomía, y, por tanto, como un posible delito contra su libertad, pero
nunca como un delito contra su salud, es decir, como un delito de lesiones.
Esta interpretación se corresponde con lo que dispone el artículo 2o. de la
Ley sobre el Derecho a la Autodeterminación del Paciente del 14 de no-
viembre de 2002, que exige el consentimiento del paciente en toda inter-
vención médica. También el artículo 8,1 de esta Ley exige el consenti-
miento voluntario del paciente, y que previamente éste haya sido
informado por el médico conforme a lo dispuesto en el artículo 4o. Esto su-
pone, por tanto, que el tratamiento médico que tiene éxito, es decir, que
mejora la salud o cura la enfermedad del paciente, pero que ha sido realiza-
do sin su consentimiento, todo lo demás puede ser castigado como un deli-
to contra su libertad, bien por la vía del tipo genérico del delito de coaccio-
nes, o más dificilmente por el de detenciones ilegales, pero nunca como un
delito de lesiones. Es evidente que con este punto de vista puede darse al-
guna laguna de punibilidad, que, para evitar incurrir en analogía, sólo con
la creación de un tipo penal específico de “tratamiento médico arbitrario”
podría solventarse. 5
5 De esta opinión también Gómez Rivero, Derecho penal médico , Valencia, 2003,
pp. 49 y ss.; Barreiro, Jorge, La imprudencia punible en la actividad médico-quirúrgica ,
Madrid, 1990, pp. 80 y ss.; Casabona, Romeo, El médico y el derecho penal , Madrid,
1981, t. I., pp. 357 y ss.; Cortés Bechiarelli, “Ejercicio de las profesiones sanitarias y de-
litos imprudentes”, Cuadernos de derecho judicial, Madrid, XVI, 2005, pp. 24 y ss. Se
debe tener en cuenta que el internamiento forzoso de un enfermo mental, que es peligro-
so para sí mismo o para los demás, en casos graves se puede justificar por el estado de
necesidad, pero para ello en el derecho español es necesario que se cumplan también
ciertos requisitos como avisar inmediatamente al juez competente, que cuando lo consi-
dere necesario abrirá un procedimiento de incapacitación, para prolongar el internamien-
to (artículos 211 y ss. Código Civil). En el caso de tratamiento médico de menores e in-
capaces son, en principio, los padres y tutores del menor o del incapaz los que deben dar
su autorización. En relación con ello surge el problema de los menores hijos de testigos
318 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
de Jehová, cuyos padres niegan la autorización para que se le pueda realizar una transfu-
sión sanguínea. El Tribunal Supremo Español en sentencia del 27 de junio de 1997, en
un caso en el que murió el menor, condenó a los padres por homicidio doloso en comi-
sión por omisión, pero el Tribunal Constitutional en sentencia del 18 de julio de 2002
anuló la sentencia del Supremo basándose para ello en que los padres tenía el derecho de
pedirle a su hijo de trece años que se comportara de acuerdo con las reglas de su religión;
el hijo además estaba de acuerdo en ello. En todo caso, el Tribunal Constitucional consi-
deró que no quedaba probado que la transfusión de sangre hubiese salvado la vida del
menor. Sobre ello véase Casabona, Romeo, “¿Limites de la posición de garante de los
padres respecto al hijo menor?”, Revista de derecho penal y criminología , 1998, pp. 3 8 y
ss.; Bajo Fernández, “La nueva Ley de autonomía de paciente”, Homenaje a Bacigalupo ,
Madrid, 2004, pp. 91 y ss.
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 319
6 De esta opinión Muñoz Conde, Francisco, Derecho penal, Parte especial , 15a.
ed., Valencia, 2004, S. 129; García Álvarez, La puesta en peligro de la vida y/o la inte-
gridadfÍsica asumida voluntariamente por su titular , Valencia, 1999, p. 48 1; Gómez Ri-
vero, idem, pp. 281 y ss. De acuerdo García Arán, en Córdoba Roda y García Arán, Co-
320 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
mos términos al artículo 156 del Código Penal de 1995. Pero ahora el ar-
tículo 155 concede al consentimiento del lesionado sólo el efecto de
atenuar la pena del respectivo delito de lesiones en uno o dos grados. Así
pues, con una interpretación literal de lo que disponen los artículos 155 y
156 se puede llegar a la absurda conclusión de que el consentimiento sólo
puede justificar el transplante de órganos, las esterilizaciones y la cirugía
de cambio de sexo, mientras que el resto de las intervenciones médicas
consentidas seguirían siendo punibles si bien con una pena atenuada. Para
evitar esta absurda conclusión, hay que volver a repetir que no sólo las ope-
raciones mencionadas expresamente en el artículo 156, sino también cual-
quier otra, tenga o no una finalidad terapéutica, quedan también cubiertas
en su legitimidad por el consentimiento del paciente, tanto si se lo conside-
ra como una causa de exclusión de la tipicidad, como si se trata de una cau-
sa de justificación. Lo único que hay que exigir, en todos los casos, es, ade-
más del consentimiento, que la intervención se realice conforme a la lex
artis . 11 En mi opinión, la atenuación que prevé el artículo 15 5 debe aplicar-
se unicamente en los casos en los que la lesión como tal se realiza dolosa-
mente (por ejemplo, en un duelo), y siempre que el consentimiento del le-
sionado no sea el ejercicio del derecho al libre desarrollo de su personalidad.
Naturalemente, no se puede decidir a priori, ni de una manera abstracta
desvinculada del caso concreto, cuando ello es así o no, pero algunos indi-
cios para valorar la situación, en el caso concreto, se ofrecen ya en el pro-
pio artículo 156, el cual niega eficacia al consentimiento en los casos de
transplante de órganos, esterlizaciones y cirugía transexual, cuando “se ha-
ya obtenido viciadamente, o mediante precio o recompensa”. Precisamen-
te por ello, y para ver hasta qué punto la eficacia excluyente de responsabi-
lidad penal del consentimiento del paciente puede verse limitada por
determinadas consideraciones que están más allá del consentimiento mis-
segundo apartado, queda redactado así: “sin embargo, no será punible la esterilización de
persona incapacitada que adolezca de grave deficiencia psíquica cuando aquélla tomándose
como criterio rector el del mayor interés del incapaz, haya sido autorizada por el juez, bien
en el mismo procedimiento de incapacitación, bien en un expediente de jurisdicción volunta-
ria, tramitado con posterioridad al mismo, a petición del representante legal del incapaz, oído
el dictamen de dos especialistas, el Ministerio Fiscal y previa exploración del incapaz”. En
realidad, no se trata aquí de un problema de consentimiento, ya que el incapaz por defini-
ción no puede consentir con eficacia jurídica, sino de un caso especial de lo que Winfried
Hassemer llama “justificación por el procedimiento”. Véase Hassemer y Larrauri, Justifi-
cación material yjustificación procedimental en el derecho penal, Madrid, 1997.
11 Véase Muñoz Conde, Francisco, op. cit., nota 6, p. 130.
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 323
A. Presupuestos
El artículo 9o. del Real Decreto del 4 de enero de 2000 regula los presu-
puestos para la extracción de órganos de personas vivas con finalidad de
transplante. El donante debe ser mayor de edad y estar sano física y men-
talmente. La extracción debe ser compatible con la supervivencia del do-
nante, y no debe producir una perturbación relevante de la funcionalidad
de su organismo. Su situación vital y su estado de salud no deben ponerse
en peligro más allá del que representa el propio riesgo de la operación de
extracción. Además, el donante debe ser informado con detalle de las con-
secuencias de su decisión; su consentimiento debe ser voluntario, expreso
y no motivado por algún tipo de recompensa, y registrado ante el juez com-
petente del Registro Civil por el propio donante, por el médico que haya
explorado su salud corporal y psíquica, y por el médico que deba realizar la
operación extractora. En todo momento el donante puede desistir de su
propósito.
Se prohíbe expresamente el consentimiento de disminuidos psíquicos y
de menores, o, en su caso, el de sus padres, tutores o guardadores legales.
Por tanto, el transplante entre mellizos o gemelos, médicamente los más in-
dicados, queda prohibido en la medida en que el donante sea menor o
disminuido psíquico.
12 Sobre el problema en general del transplante de órganos en el derecho español,
véase Muñoz Conde, Francisco, Strafrechtliche Probleme der Organtransplantation in
Spanien, en Menschengerechtes Strafrecht, Fetschriftfür Albin Eser , 2005, pp. 1123 y ss.
Originariamente presentado como ponencia en el Congreso sobre “Protección penal de la
vida humana” celebrado en Seul (Corea) en septiembre del 2001, y publicado allí junto
con las demás ponencias del Congreso, en alemán y coreano.
324 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
Pero a diferencia de lo que sucede con la ley alemana, que exige para el
transplante de órganos de una persona viva a otra, que “el transplante sea
entre parientes en primer y segundo grado, cónyuges, prometidos o perso-
nas ligadas por una reconocida vinculación personal especial con el donan-
te” (§ 8, 1. 2). En cambio, la ley española no exige ninguna vinculación es-
pecial entre el donante y el receptor; por tanto, en el derecho español no se
da el problema que ha provocado una viva polémica en Alemania, del lla-
mado transplante cross-over , es decir, el transplante entre parejas que pre-
viamente no tienen ninguna relación.
Schreiber 13 expone el problema del siguiente modo:
Se trata de casos en los que el marido quiere donar uno de sus riñones a su
esposa, pero tiene con ella una incompatibilidad sanguínea. En esta situa-
ción encuentra otro matrimonio que tiene el mismo problema, pero que no
tiene esa incompatibilidad sanguínea que él tiene con su mujer y que por
tanto puede donar un riñón que ella necesita, a cambio de que él haga lo
mismo respecto a la otra mujer. La cuestión que se plantea aquí es si, en si-
tuaciones de este tipo, se da aquí la especial vinculación personal entre do-
nante y receptor [que exige la ley alemana].
amenaza con pena la infracción de esta prohibición legal. Para evitar el in-
cumplimiento de este precepto penal, Schroth propone una “reducción te-
leológica” de la prohibición contenida en el §8, 1, 2, entendiendo que
también en estos casos
... una donación por parte de un extraño puede ser voluntaria e incluso al-
truista, mientras que la que se da en el ámbito familiar que exige la ley
puede deberse a presiones de todo tipo y, por tanto, no ser voluntaria. La
cuestión, por tanto, de si la donación es o no volun taria, no tiene nada
17 Véase también Schroth, Roxin y Schroth, Medizinstrafrecht, 2a. ed., pp. 257 y ss.,
quien, por varias razones, critica la constitucionalidad de este precepto. El Tribunal
Constitucional Alemán Federal en su decisión del 11 de agosto de 1999 (publicada en
NJW 1999, 3399) declaró, sin embargo, que estos preceptos eran conformes con la Cons-
titución. Sobre esta problemática, véase también Koch, “Aktuelle Rechtsfragen der Le-
bend-Organspende”, en Kirste, op. cit., nota 13, pp. 54 y ss; König, Strafbarer Organ-
handel, 1997; id. , “Das strafbewehrte Verbot des Organhandels”, en Roxin y Schroth,
pp. 265 y ss.
18 JZ 1997, S. 1153.
326 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
19 Doctrina dominante, véase solo Muñoz Conde, Francisco, op. cit., nota 6.
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 329
otros presupuestos. 30 Sólo en los casos en los de que no exista ningún lími-
te legal expresamente establecido a la capacidad de disposición del afec-
tado por la intervención, es cuando se puede dar a éste un derecho a dis-
poner libremente de su cuerpo, incluso, aunque su decisión no sea
objetivamente razonable, como puede suceder muchas veces en operaciones
puramente cosméticas para aumentar el tamaño de los pechos, reducir o au-
mentar el volumen de las caderas, la longitud y forma de la nariz, las orejas,
hacer desaparecer arrugas de la cara, etcétera, que pueden parecer objetiva-
mente arbitrarias, pero que no lo son tanto cuando la persona que quiere este
tipo de operaciones se siente incómoda y desgraciada con determinados de-
fectos corporales, o profesionalmente necesita tener una apariencia física
determinada (caso, por ejemplo, de las estrellas de cine, modelos de alta
costura, etcétera). Plantear en estos casos si el consentimiento es o no
“contrario a la moral” supone tanto como introducir valoraciones morales
que están más allá de lo que el derecho puede razonablemente regular o li-
mitar como libre desarrollo de la personalidad. Por supuesto, hay casos en
los que se pueden plantear dudas respecto a que la decisión sea realmente
consecuencia de un libre desarrollo de la personalidad, sobre todo cuando
la operación es de gran gravedad y sus consecuencias irreversibles, como
sucede con la esterilización o la castración y el cambio de sexo solicitado
por una persona que acaba de cumplir la mayoría de edad. Parece obvio
que en estos casos habrá que comprobar, con especial cuidado, la capaci-
dad de conocimiento del solicitante, aunque no negar, por principio, que en
Valencia, 2004, t. I, p. 247; en contra García Álvarez, quien correctamente diferencia en-
tre autopuesta en peligro y suicidio.
35 Véase Roxin, AT, 83 1.
36 Véase la exposición de la discusión doctrinal alemana al respecto, en Roxin, op.
cit., p. 832.
37 Roxin, op. cit.
340 FRANCISCO MUÑOZ CONDE
38 Idem .
39 Autos del Tribunal Supremo del 14 de marzo de 1979 y del 22 de diciembre de
1983, sobre ellos Bajo Fernández, “Agresión médica y consentimiento del paciente”,
Cuadernos depolítica criminal, 1985, pp. 127 y ss; Barreiro, Jorge, op. cit. , nota 5, p. 96.
Véase también lo dicho respecto al caso, cuando el sujeto sea menor de edad, en nota 5,
y bibliografía y jurisprudencia allí citadas. Sobre el consentimiento presunto, véase De la
Mata Barranco, “El consentimiento presunto ante comportamientos realizados en interés
propio”, Homenaje a Roxin, Barcelona, 1997. Para Cerezo Mir, op. cit. , nota 3, el con-
sentimiento presunto es siempre un problema de estado de necesidad.
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 341
42 Así Kerner, en Kaiser et al., Strafvollzug, ein Einführung in die Grundlagen, 2a.
ed., 1977, p. 275.
43 Véase Jakobs, Günther, “La ciencia penal ante los retos del futuro”, trad. de Tere-
sa Manso, en Eser et al. , La ciencia del derecho penal ante el cambio de milenio , (ver-
sión española coordinada por Francisco Muñoz Conde). Sobre la posición de Jakobs res-
pecto al por él llamado “derecho penal del enemigo”, véase, entre otros, mi trabajo, De
nuevo sobre el derecho penal del enemigo , Buenos Aires, 2005 (una versión más reduci-
da se encuentra publicada también en Revista Penal, 2005).
EL CONSENTIMIENTO DEL PACIENTE Y EL TRATAMIENTO MÉDICO 343
42 Así Kerner, en Kaiser et al., Strafvollzug, ein Einführung in die Grundlagen, 2a.
ed., 1977, p. 275.
43 Véase Jakobs, Günther, “La ciencia penal ante los retos del futuro”, trad. de Tere-
sa Manso, en Eser et al. , La ciencia del derecho penal ante el cambio de milenio , (ver-
sión española coordinada por Francisco Muñoz Conde). Sobre la posición de Jakobs res-
pecto al por él llamado “derecho penal del enemigo”, véase, entre otros, mi trabajo, De
nuevo sobre el derecho penal del enemigo , Buenos Aires, 2005 (una versión más reduci-
da se encuentra publicada también en Revista Penal, 2005).
LA DESCONSTRUCCIÓN 1 DEL SISTEMA JURÍDICO-PENAL
Y SUS IMPLICACIONES. EL DERECHO COMO FENÓMENO
DE TEMPORALIDAD
I. A MANERA DE INTRODUCCIÓN
moderno, Bogotá, Temis, 2005, pp. 270 y ss. El tema plantea la distinción entre razón
teórica o epistémica que se encarga del conocimiento acerca del mundo, y, por ello, de la
aceptación o rechazo de las creencias, y la razón práctica que presta atención al mundo
de las acciones e interrelaciones entre los seres humanos. De aquí proviene el problema de
la racionalidad. Cfr. Infra núm. 3.
3 Markesinis, Basil, Il metodo della comparazione, Milán, Giuffré, 2004; Rivera Lla-
no, Abelardo, op. cit. , nota 2, pp. 606 y ss.; Donini, Máximo, El cambio defunción del mé-
todo comparado, en la política criminal en Europa , Barcelona, Atelier, 2004, pp. 47 y ss.
4 En efecto, David Bhom, considerado como el mejor colaborador de Einstein, des-
cribió el universo desde la teoría cuántica en estos términos: “es la totalidad no divisible
en movimiento fluyente”. Véase, Bhom, David, La totalidady el orden implicado, Bar-
celona, Kairos, 1982.
5 Kaufmann, Arthur, Filosofía del derecho, trad. de Ana María Montoya Villar Bor-
da, Colombia, Universidad Externado de Colombia, 1999, pp. 167 y ss., Cabe señalar
que frente a la lógica clásica formal, lineal, se pregona hoy la lógica intuicionista, de n
valores, de la relevancia, supervaloracionista, difusa o cuántica, conocida como Fuzzi o
difuminada que conlleva la sustitución de la tradicional visión bivalente, basada en el bi-
nomio irreductible “verdadero/falso” de cuño aristotélico. Aquélla impone una visión po-
livalente, como cuando se dice que un sujeto es en cierta medida alto o relativamente alto
o, inversamente, al mismo tiempo en cierta medida bajo o relativamente bajo.
LA DESCOSTRUCCIÓN DEL SISTEMA JURÍDICO-PENAL 347
6 Burthardt, Björn et al. , La ciencia del derecho penal ante el nuevo milenio, Valen-
cia, Tirant lo blanch, 2004, pp. 21 y ss.
7 Maturana, Humberto, ¿La realidad es objetiva o construida?, Barcelona, Anthro-
pos,1995.
348 ABELARDO RIVERA LLANO
12 El término paradigma puede entenderse como lo que los miembros de una comu-
nidad científica comparten en el campo de lo psicológico y lo social, lo cual influye en el
ámbito del pensamiento colectivo.
13 Rivera Llano, Abelardo, op. cit. , nota 2, pp. 258 y ss. Hay que tener en cuenta que
el pensamiento problemático parte del racionalismo crítico, para quien el conocimiento
no comienza con percepciones u observaciones o con la recopilación acrítica de datos o
hechos, sino con problemas, pero tampoco hay problemas sin conocimientos. Es la pos-
tura de Popper, quien, además sostiene que si una solución no resulta accesible a la críti-
ca objetiva, es preciso excluirla por no científica.
350 ABELARDO RIVERA LLANO
17 Lumia, Giuseppe, Il diritto tra le due culture , 2a. ed., Milán, Giuffrè, 1971.
18 La comprensión como actividad vital: Bauman, Zygmunt, Martín Heidegger, en la
hermenéutica y las ciencias sociales, Buenos Aires, Nueva Visión, 2004, pp. 143 y ss.
19 Conviene tener en cuenta que la complejidad de la vida moderna es casi infinita,
pues las condiciones y los problemas de la vida están sometidas a un cambio constante.
De otra parte, hay que tener en cuenta, en el marco de la ciencia, que los sistemas com-
plejos vienen a ser instrumentos de conocimiento y transformación del mundo a través de
las llamadas propiedades emergentes, que han comenzado a ser estudiadas con una familia
nueva de herramientas y de conceptos originados en la interacción interdisciplinaria de va-
rios campos de la ciencia, desde la física, la biología, la química, la economía, la sociolo-
gía, el derecho, etcétera. Por consiguiente, los sistemas complejos no se reproducen, sim-
plemente cambian.
LA DESCOSTRUCCIÓN DEL SISTEMA JURÍDICO-PENAL 353
buirse a las llamadas ciencias “objetivas”, es decir, las ciencias que miden,
pues ya lo advertía Edmond Husserl: “la ciencia de los hechos puros y sim-
ples dan lugar a hombres que sólo ven puros y simples hechos”, y puntuali-
za: “¿qué tiene que decir la ciencia sobre la razón y la sin razón, sobre no-
sotros los hombres, en cuanto sujetos de libertad? Las ciencias de la
naturaleza nada pueden decir, ya que, por método, versan únicamente so-
bre los cuerpos y excluyen la subjetividad”. 34
Es bien sabido que el método deductivo, propio de la dogmática, es de-
cir, su límite estructural parte, como es obvio, de principios racionales, y
concluye en una construcción rígida e inmutable hasta en las aplicaciones
más detalladas, es decir, en una inflexibilidad contraria a toda evolución,
como en la concepción weberiana, para la cual el conocimiento científico
es una actividad constructiva que pretende la objetividad y, en última ins-
tancia, no es un conocimiento de “hechos” (en el sentido positivista de
datos de experiencia o fenómenos), sino de relaciones entre problemas.
Con Kelsen, huelga recordar, se edificó un formalismo cuya pretensión
fue construir un derecho racional que no debiera nada a la experiencia de
los hombres y de la vida, para recluirse en un mundo de abstracciones in-
temporales, dentro de un perfeccionismo teórico, modelo éste propicio pa-
ra los intelectuales que, como señala Eduardo Novoa Monreal, ejercen en
el vacío, deleitándose en las formas, olvidando (recordando la admonición
de Binding) que el error más funesto es el de considerar que lo positivo se
agota en el derecho escrito.
No puede desconocerse que en el estado actual de la dinámica científica
existe una estrecha interacción (comunicación) entre teoría, tecnología y
método, el cual evoluciona solidariamente con el contenido, permitiéndole
al método desconstructivista su cometido desestabilizador de estructuras
consideradas inamovibles y petrificadas, con las consiguientes secuelas
frente a la validez y legitimidad de una estructura cultural como la jurídi-
co-penal.
En clara sincronía con este orden ideativo, el profesor Carlo Enrico Pa-
liero, 35 partiendo del sistema funcionalista, se interroga sobre el proceso de
autocomprensión del derecho penal frente a los desafíos de los tiempos que
corren, y establece la necesaria correlación (conexión temporal) que debe
darse y se da entre los subsistemas como el cultural, de donde proviene
nuestra disciplina de control directo, y el social, sede del pensamiento pro-
blemático de las expectativas sociales y de la necesidad, más sentida hoy
que nunca, de la seguridad colectiva frente a las nuevas formas de crimina-
lidad organizada y las provenientes de la sociedad de riesgo. Agrega que la
disciplina penal sólo se puede confrontar con modelos de acción social,
identificando las fuentes de daño, y puntualiza: “...(la ciencia penal) ha co-
menzado un abandono parcial y progresivo en su metodología del <dogma
tipológico>, de cuño binario, para proceder a la reelaboración, en parte, de
sus propias estructuras a partir de la lógica Fuzzi, 36 que viene a ofrecer una
mayor capacidad para solucionar los problemas sociales”.
Por su parte, Hassemer enfatiza cómo la autocomprensión de la ciencia
penal es por definición una “conciencia limitada, en particular por su inca-
pacidad natural para abarcar en su objeto todos los modelos comportamen-
tales (y todos los conflictos) distintos a aquéllos que ella misma ha tipifica-
do y ha formalizado”. 37
Para hacerle frente a los intraspasables y necesarios límites estructurales
y funcionales del sistema penal dogmático, el aludido autor introduce una
innovadora concepción desestabilizadora del concepto beliniano del tipo
penal, para ser entendido hermenéuticamente como una realidad social,
por lo tanto, como unidad compleja, mas no como un mandato lingüístico
incondicional, rescatando las dos funciones superiores del lenguaje, vale
decir, la representativa y la argumentativa, que cobra un rol significativo
especialmente frente a la interpretación, creando significados a través del
establecimiento de relaciones entre las palabras. Luego, el lenguaje y la in-
terpretación construyen mundos. Se avala así la tesis de que las cosas (los
hechos) son lo que son de verdad y efectivamente, sólo en la interpreta-
ción, pues ésta sugiere la construcción social 38 de una realidad interperso-
nal a través del lenguaje. Ya decía Gadamer, que “el ser que puede ser
comprendido, es lenguaje”.
36 Ibidem, p. 108.
37 Ibidem, pp. 21 y ss.
38 Bauman, Zygmunt, La hermenéutica y las ciencias sociales , Buenos Aires, Nueva
Visión, 2002, pp. 7 y ss.
LA DESCOSTRUCCIÓN DEL SISTEMA JURÍDICO-PENAL 359
39 Señala, en efecto, que el lenguaje está constreñido por su valor pragmático. Es de-
cir, debe ser tal que nos permita desenvolvernos en el mundo. Luego, el lenguaje está en
relación con el significado, que consiste en el uso que las palabras expresan simbólica-
mente.
40 Se habla hoy de cometer delitos con palabras. Véase al respecto, Polaino Navarre-
te, Miguel y Polaina, Orts, Cometer delitos con palabras: teoría de los actos del habla y
funcionalismo jurídico-penal , Madrid, Dykinson, 2005. Téngase en cuenta, además, el
concepto o verbo como signo. Santo Tomás retoma de Aristóteles la tesis de que los con-
ceptos son signos, un lenguaje mental; ya que “cada cosa es nombrada por nosotros se-
gún que la conocemos”. Es decir, nuestro primer contacto con las cosas es por el conoci-
miento, y luego es por el lenguaje. Por eso, la primera representación de la cosa es la
hecha por el pensamiento, y la segunda es por el lenguaje que precisamente representa al
pensamiento. El pensamiento representa la cosa en cuanto tal, y el lenguaje representa a
la cosa en cuanto conocida. En otros términos, el concepto representa la cosa y la palabra
representa el concepto.
41 Rivera Llano, Abelardo, op. cit., nota 2, pp. 33 y ss., y 78 y ss.
42 Troncarelli, Barbara, Complessitá e diritto (Oltre la ragione Sistemica) , Milán,
Giuffré, 2002.
43 Nino, Carlos Santiago, Los límites de la responsabilidadpenal. Una teoría liberal
del delito, Buenos Aires, Astrea, 1980, pp. 324 y ss.
360 ABELARDO RIVERA LLANO
En una sexta variable del problema podríamos intentar mostrar las im-
plicaciones de este proceso desconstructivista a que hemos venido ha-
ciendo específica alusión dentro del objetivo central de la ponencia, que
no es otro que mostrar un derecho penal en transformación, que tiene co-
mo ejes centrales —hemos visto— la política criminal; la tutela penal de
la sociedad con las implicaciones que ello tiene frente a los bienes jurídi-
cos supraindividuales o colectivos, por ende, frente al bienjurídico como
criterio teórico y político-criminal, 48 y donde no pueden estar ausentes
las posturas sociológicas y constitucionales del problema, sumado, todo
ello, a la mera concepción de la omisión, desarrollo de un postulado éti-
co-moral traducido políticamente como solidaridad, en orden a responder
a las señaladas expectativas sociales, a la función promocional del dere-
cho penal; a la protección y control de fuentes de peligro, y al pensamien-
to de la injerencia. 49
El Código Penal Colombiano, a manera de ejemplo, en clara coherencia
con planteamientos político-criminales, asume el injusto, en la acepción de
injusto personal, en estricta sujeción al mandato constitucional que, en su
artículo 1 o., parte del respeto a la dignidad de la persona humana y, por es-
ta vía, asume la estrategia de los derechos humanos como teoríajurídica de
la justicia, y que llevó al legislador a mantener en el Código, el principio
de culpabilidad, traducido en norma instrumental al igual que la tipicidad
y la antijuridicidad, que bien pueden equipararse con las pretensiones de
validez de la norma penal, equivalentes a las pretensiones de relevancia,
de ilicitud, de reproche y de necesidad de pena. 50
Y, no podía ser de otra manera, dado que el injusto se refiere más a fun-
ciones humanas que a funciones objetivas del derecho y, en consecuencia,
sólo puede ser analizado como obra de una persona, lo que es ya funda-
mental para su conformación, pues no se puede fijar lo prohibido como
abstracción de la pretensión del individuo que realiza el comportamiento.
Por lo tanto, la pertenencia del dolo, como en el finalismo, al tipo penal
del injusto se vincula con la filosofía del derecho penal con claras repercu-
siones político-criminales.
V. IMPLICACIONES Y CONCLUSIONES
51 Rivera Llano, Abelardo, op. cit., nota 2, pp. 743 y ss.; Gerin, Guido, Rifflessioni
sulla crisi delle istituzioni. L’incertezza del diritto , Milán, Giuffrè, 1979.
366 ABELARDO RIVERA LLANO
trinas normativas o las institucionales. Sea de todo ello lo que fuera, siem-
pre la función esencial del derecho nos recuerda su base filosófica, que ha
consistido en la garantía de un ordenado desarrollo de la vida social.
Como un tercer segmento de análisis, complementario del anterior, la
pretención de la ponencia, en su sentido último, es traer a colación la fun-
ción histórica que siempre ha cumplido la llamada Teoría de los ídolos, ex-
puesta por Francis Bacon, resumida por el filósofo Giovanni Reale 52 en los
siguientes elocuentes términos:
Los ídolos y las nociones falsas que han invadido el intelecto humano,
echando profundas raíces, no sólo bloquean la mente humana de un modo
que dificulta el acceso a la verdad, sino que, aunque tal acceso pudiese
producirse, continuarían perjudicándonos incluso durante el proceso de
instauración de las ciencias, si los hombres, teniéndolas en cuenta, no se
decidiesen a combatirlas con todo el denuedo posible.
...la primera función de la teoría de los ídolos consiste en hacer que los
hombres tomen conciencia de aquellas nociones falsas que entorpecen su
mente y que les impiden el camino hacia la verdad.
57 Ibidem, 169.
58 En su obra, La complejidad. Exploraciones de nuevos campos de la ciencia , sos-
tiene que el universo físico no tiene ya como símbolo el movimiento regular y periódico
de los planetas, movimiento que está a la base de la mecánica cuántica. En cambio, en un
universo de inestabilidad y fluctuaciones, que están al origen de la increíble variedad y
riqueza de formas y estructuras que vemos en el mundo en torno a nosotros. Por tanto,
tenemos necesidad de nuevos conceptos y nuevos instrumentos para describir una natura-
leza en la cual la evolución y el pluralismo han llegado a ser las palabras fundamentales.
Cfr. Rivera Llano, Abelardo, op. cit., nota 2, pp. 296 y ss.
LA DESCOSTRUCCIÓN DEL SISTEMA JURÍDICO-PENAL 369
Wolfgang S CHÖNE
371
372 WOLFGANG SCHÖNE
consecuencias del “crimen”, osea del hecho punible; tanto las penas, en
sentido estricto, como las medidas que son la respuesta de la política cri-
minal al peligro de una futura conducta dañina. Y cuando termina la dis-
posición con un “se hallen expresa y estrictamente descritos ( v.g., los
presupuestos) en una ley vigente con anterioridad a la acción u omisión
que motive la sanción”, se ponen de manifiesto los dos triángulos que
determinan la estructura de todo el Código, respecto al “qué” y al “con
qué” se sanciona: el triángulo “conducta, acción, omisión” y el triángulo
“sanción, pena, medida”.
Ese nullum crimen sine lege que en su momento significaba el resulta-
do de un filosofar acerca de la naturaleza del derecho penal, mientras
tanto, se ha convertido en una de las garantías más importantes del Esta-
do de derecho que revista, se podría decir, el carácter de un derecho hu-
mano. Por lo tanto, no estoy hablando del derecho penal mexicano, ni
del alemán, ni del paraguayo, sino de una condición necesaria del dere-
cho penal en todo el mundo.
Cuando hablamos de derecho penal, ese principio, que en algunos paí-
ses se ha convertido en exigencia constitucional, debería existir como
número uno en cualquier constitución. Sin embargo, al mismo tiempo de
haber tenido un éxito científico importante — Feuerbach nunca se hubie-
ra imaginado que su observación iba a convertirse en algo tan fundamen-
tal—, este principio ha entrado en una crisis enorme. ¿De dónde viene la
crisis? Cito a Julio Maier: “observemos que las legislaciones hoy, en
cuanto a hechos punibles de peligro, a hechos punibles culposos, a las
posibilidades de obviar las exigencias del in dubio pro reo van cambian-
do los modelos de la legislación para facilitar la condena”. Esa es la crisis
que nosotros vivimos y tiene una razón. Sobre la cual quiero expresarme.
Estamos ante el siguiente problema: el legislador ¿qué puede? ¿Está
en condiciones para hacer lo pretendido? ¿Tiene en su poder cumplir con
la exigencia? Y si no tiene esa capacidad ¿cuál es la consecuencia para
nuestros órdenes jurídicos?
Desde mi punto de vista, y basado en mi experiencia como asesor le-
gislativo, el legislador no es capaz de describir las conductas y las san-
ciones hasta la última postura detrás de la coma, tal como lo pensaba y
exigía Montesquieu al decir: “el juez no es otra cosa que la boca de la
ley”. Según este ilustre autor, la ley debe decirlo todo, no hay margen
para la interpretación. Pero, en realidad, es imposible para el legislador
DOGMÁTICA PENAL 373
pretar el texto legal a la luz de las exigencias de la teoría del delito, que
no es más una mera “teoría” cuando existen presupuestos fijos como:
violación de una norma de conducta sin el amparo de un permiso por
parte de una persona capaz de motivarse según la norma, siempre y
cuando hay necesidad y merecimiento de la pena. Esos son los puntos
que deben darse siempre, y por ser necesarios son los faros para la nave-
gación.
Entonces empezamos siempre con la interpretación del texto pregun-
tando por una conducta, una acción u omisión, contraria a la norma, pre-
guntando por “la tipicidad, se suele decir. La tipicidad se compone de
elementos objetivos y subjetivos, gracias a Welzel.
Es digno recordar que dos mil años atrás, Adriano ya se había dado
cuenta de que el mundo es finalista: en maleficús voluntas spectatur . El
mundo penal ha sido y será finalista; no hay alternativa. En este sentido
pertenecen al tipo objetivo, si se me permite decirlo con una sonrisa, ele-
mentos fuera del “coco” y al tipo subjetivo elementos que están dentro
del “coco” del autor, vale decir, su conocimiento y su voluntad de reali-
zar los elementos pertenecientes al mundo externo. Esto es aceptado, ge-
neralmente, en caso de un hecho punible doloso. Y no presenta, al menos
en un principio, dificultades legislativas. Para describir el tipo penal bas-
ta mencionar el resultado, su producción y la voluntad de producirlo. Y
no causa mayor problema aplicarlo siguiendo el “guión” de: objeto, re-
sultado, causalidad, eventualmente modalidad y características del autor,
más el famoso saber y querer realizar precisamente estos elementos.
Pero, si se encuentra un texto legal que dice “el que culposamente
causara la muerte” ¿se reduce la llamada tipicidad a un mero nexo causal
entre resultado y autor?“ ¿Desaparece la voluntad? ¿Cuáles son los pre-
supuestos de la punibilidad? Y, sobre todo, ¿cuál es la información que
nos da el legislador?
La respuesta es corta: “demasiado poca”. La conducta violadora de una
norma de conducta no se describe o se describe solo rudimentariamente.
Y qué significa esto a la luz del principio de legalidad.
He bautizado esta parte de mi intervención como “de la culpa a la ac-
ción culposa” y llamo la atención a un desarrollo legislativo en el Para-
guay, empezando con un cambio de la terminología. Dice, por ejemplo,
el artículo 107 CP Paraguay: “El que mediante acción culposa causare la
muerte de otro, será castigado con...”. Generalmente se suele formular el
378 WOLFGANG SCHÖNE
I. R AZÓN DE LA INVESTIGACIÓN
385
386 OLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL
Los seres humanos, ante el mundo que los circunda, tienen dos posibi-
lidades: intervenir en él, a través de sus actividades, o bien, abstenerse de
intervenir, mediante sus inactividades, dejando que los hechos se pro-
duzcan regidos por las leyes de la causalidad.
Las actividades humanas producen cambios de estado en un objeto
material, cambios que, desde el punto de vista de sus consecuencias so-
ciales, pueden ser benéficos, perjudiciales o neutros. Las inactividades,
como tales, no son cambios de estado en un objeto material; por tanto,
no pueden producir beneficios ni perjuicios. No obstante, es necesario
precisar que existen cambios de estado que se vinculan con una específi-
ca inactividad de un concreto ser humano, pero no porque éste, a través
de su inactividad, lo haya producido, sino porque, pudiendo evitarlo, con
su inactividad no lo evitó. En este sentido, las inactividades que no evi-
tan un determinado cambio pueden ser benéficas, perjudiciales o neutras.
Únicamente son relevantes para el derecho penal las actividades o
inactividades que ocasionan perjuicio a los seres humanos.
Respecto de estas mismas actividades o inactividades, el autor tiene o
no tiene la posibilidad de ejercer control sobre las mismas y sobre su
causalidad. En el primer caso las actividades o inactividades son realiza-
das en forma intencional o por descuido y por ello pueden quedar com-
prendidas en el ámbito punitivo. En el segundo caso las actividades o
inactividades ocurren de manera fortuita, por lo cual no deben incluirse
en el ámbito punitivo.
De estas acciones y omisiones perjudiciales realizadas en forma inten-
cional o por descuido, únicamente pueden tener relevancia legislativa las
que rebasan la esfera de lo individual y trascienden al ámbito social, es
388 OLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL
Tanto la lesión del bien jurídico como la puesta en peligro del mismo
son conceptos autónomos que nada tiene que ver con la violación del de-
ber jurídico penal (antijuridicidad). Son el puente de enlace entre el he-
cho y la violación del deber jurídico penal.
Algunos iuspenalistas sostienen que la lesión o la puesta en peligro,
da contenido a la “antijuridicidad material”, afirmación sin sustento que
introduce confusiones en el campo de la consumación y de la tentativa y
en la misma antijuridicidad.
La lesión del bien jurídico es elemento indispensable en el tipo de
consumación, y la puesta en peligro es elemento que da sustento al tipo
de tentativa.
394 OLGA ISLAS DE GONZÁLEZ MARISCAL
I. INTRODUCCIÓN
El problema del error sobre los presupuestos objetivos que sirven de ba-
se a una causa de justificación constituye uno de los puntos que mayores
discusiones genera en la teoría jurídica del delito. Básicamente la cues-
tión se centra en determinar si en tales supuestos existe un error de tipo
que excluye el dolo del autor o, por el contrario, estamos en presencia de
un caso más de error de prohibición, cuyos efectos deben limitarse al
ámbito de la culpabilidad.
Uno de los ejemplos más gráficos del tema que nos ocupa es el viejo
caso resuelto por el Tribunal Supremo Español: 1
A las nueve, aproximadamente, de la noche del 28 de enero último se
dirigía Manuel a su casa, y al llegar un poco más allá de la Plaza de To-
ros, frente a las casas números 81 y 83, en cuyo punto no había alumbra-
do público, oyó la voz de un hombre que a una distancia de unos ocho
pasos le decía: “boca abajo, y entrega el dinero”, al oír lo cual Manuel le
disparó inmediatamente dos tiros con una pistola. Acto seguido distin-
guió la voz de su amigo Miguel, que era el que le había hecho la intimi-
1 STS, 17 de marzo de 1885, citado por Rodríguez Mourullo, G., Legítima defensa
real y putativa , Madrid, Civitas, 1976, p. 13; transcrito también en Donna, Edgardo
Alberto, Casos yfallos de derecho penal, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2000, p. 385.
399
400 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
dación disimulando la voz, que le decía: “¡Hay, Manuel, que me has ma-
tado!”, y acudiendo en auxilio de Miguel, sostuvo su cuerpo, que se
desplomaba diciéndole: “¡Miguel, Miguel, habla, por Dios, que me vas a
perder!”; comprendiendo entonces que había sido objeto de una broma.
Obviamente, para entrar en la discusión acerca de si este caso consti-
tuye un supuesto de error de tipo o de error de prohibición es preciso
aclarar primero que se adopta una concepción “dualista” sobre lo injusto,
donde este no se fundamenta exclusivamente en el desvalor de acción,
sino también en el de resultado. 2
Por el contrario, una teoría subjetiva de lo injusto lleva necesariamen-
te a aceptar que los casos de error inevitable sobre los elementos objeti-
vos de justificación deben ser resueltos como supuestos de justificación
real.
2 Véase Cerezo Mir, José, Curso de derecho penal español. Parte general, 6a. ed.,
Madrid, Tecnos, 1998, t. II, pp. 154 y ss.
3 Zielinski, Diethart, Disvalor de acción y disvalor de resultado en el concepto de
ilícito , trad. de Marcelo Sancinetti, Buenos Aires, Hammurabi, 1990, p. 274. Desde su
punto de vista, “si el disvalor de acción ya fundamentado no es suprimido ni por circuns-
tancias objetivas de justificación ni por propósitos subjetivos, entonces, sólo puede ser
compensado por un valor positivo comparable en la cualidad de valor, por un valor de ac-
ción” (idem). Es decir, “así como para el disvalor de acción y para el ilícito no importan
las circunstancias objetivas , reales, sino únicamente la situación de acción representada
por el autor y la meta de acción perseguida por él, así también, para el valor de acción y
para la exclusión del ilícito, tampoco importan las circunstancias objetivas, reales, sino
las representadas por el autor”. Ibidem , p. 313.
En igual sentido, Sancinetti expresa que “si la tentativa acabada es el prototipo del
hecho punible —todo el ilícito posible—, también la tentativa de preservar el valor pre-
ponderante en la situación de conflicto de valores (para decirlo así: tentativa dejustifica-
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 401
ción), tiene que determinar la exclusión del ilícito. Si el resultado disvalioso no puede
agregar nada al contenido del ilícito, a la operatividad de la norma prohibitiva o imperati-
va, así también el resultado valioso del salvamento efectivamente concretado será inca-
paz de influir en absoluto en el contenido de la justificación, en la operatividad del pre-
cepto permisivo. Esto significa, básicamente, que una teoría del ilícito circunscripta al
disvalor de acción tiene que dar una respuesta favorable al autor —ya en el ámbito del
ilícito— si él obra guiado por una voluntad de protección de un bien jurídico preponde-
rante; el valor de acción representado por el autor tiene que ser tan decisivo para la j usti-
ficación, como el disvalor lo es en el ámbito de la realización del tipo” Sancinetti, Mar-
celo, Teoría del delito y disvalor de acción , Buenos Aires, Hammurabi, 199 1, p. 53 1.
Desde una posición subjetivista, considera que, en los casos de error inevitable so-
bre los presupuestos objetivos de justificación, la conducta debe quedar justificada. Cue-
llo Contreras, Joaquín, El derecho penal español. Parte general, Madrid, Dykinson,
2002, pp. 785 y ss., y 1107.
También entienden que cuando el error es inevitable, deben aplicarse las reglas de
la justificación. Garibaldi, Gustavo E. y Pitlevnik, Leonardo G., Error y delito , Buenos
Aires, Hammurabi, 1995, p. 140.
4 El artículo 20 del Código Civil establece que “la ignorancia de las leyes no sirve
de excusa, si la excepción no está expresamente autorizada por ley”.
402 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
teoría jurídica del delito. A los fines penales importaba únicamente que
el autor haya conocido aquellas circunstancias descritas por la ley como
acción u omisión punible, pero de ningún modo correspondía exigir la
conciencia de antijuridicidad de la conducta. 5
Obviamente esta posición resulta insostenible porque conduce a resul-
tados sumamente injustos. Si un sujeto destruye o se apodera de una co-
sa, desconociendo por un “error jurídico” que aquélla es ajena, debería
de todas formas ser castigado como autor doloso de daño o hurto, solu-
ción inadmisible, dado que al fin y al cabo el autor no conoció uno de los
elementos exigidos por el tipo objetivo.
Para evitar estos inconvenientes, dentro del error de derecho se co-
menzó a distinguir entre “error de derecho penal” y “error de derecho ex-
trapenal”, considerándose que éste último podía llegar a excluir la res-
ponsabilidad por su semejanza con el error sobre los hechos. 6
9 Núñez, Ricardo, op. cit., nota 7, p. 114; Soler, Sebastián, op. cit., nota 7, p. 76;
Fontán Balestra, Tratado de derecho penal, Parte General , 2a. ed., Buenos Aires, Abele-
do-Perrot, 1977, t. II, p. 328; Oderigo, Mario, op. cit., nota 7, p. 36, con claros ejemplos
de la jurisprudencia: “incurre en error de hecho el que da muerte a otro en la creencia j us-
tificada de que era víctima, a altas horas de la noche, en una habitación oscura, de una
agresión ilegítima” (C.C.C., Fallos , I, 500; J.A., 22, 1193); “no es punible quien, derriba-
do el sujeto al suelo por su agresor, hiere a una persona que se le aproxima, en la creen-
cia de que se trata de un compañero de aquel” (J.A., 67, 664; L.L., 15, 993).
10 Esta última clase de error (error sobre la existencia o límites de una causa dejusti-
ficación) no debe confundirse con el error sobre los requisitos de hecho o presupuestos
fácticos de una causa de justificación que es el que aquí nos interesa.
11 Siguiendo la teoría del dolo, por ejemplo, Antón Oneca, José, Derecho penal parte
general, Madrid, 1949, p. 206, y Jiménez de Asúa, Tratado de derecho penal, 2a. ed.,
Buenos Aires, Losada, 1963, t. 2, p. 470; Rodríguez Devesa, José María y Serrano Gó-
mez, Alfonso, Derecho penal español. Parte general , 18a. ed., Madrid, Dykinson, 1995,
p.461.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 405
dolo, consideró que debía establecerse una excepción para los casos
de “ceguera jurídica” o “enemistad hacia el derecho”. 19
3. Teoría de la culpabilidad
23 Véase Welzel, Hans, op. cit., nota 8, p. 191; Cerezo Mir, Jose, op. cit., nota 15,
p. 120.
24 Fontán Balestra expresa que “en la ley argentina, el error de derecho no tiene otra
puerta de entrada que la falta de conciencia de la criminalidad del acto requerida por el
artículo 34, 1o. como contenido del dolo”. Agrega el autor que “tal solución sólo es posi-
ble con la ‘teoría del dolo’; de suerte que de tener que optar por una teoría que ‘abra ca-
minos’ en el Código Argentino, debe optarse por la del dolo”, Fontán Palestra, op. cit.,
nota 9, p. 322.
25 Welzel, Hans, op. cit., nota 8, pp. 194 y ss., y nota 16, p. 173.
26 BGHSt 2, 194. Esta sentencia marcó un punto de inflexión en la jurisprudencia. Se
encuentra transcripta en Eser, Albin y Burkhardt, Björn, Derecho penal, trad. de Silvina
Basigalupo y Manuel Cancio Meliá, Madrid, Colex, 1995, pp. 285 y ss.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 409
Ahora bien, respecto al caso que aquí nos interesa, dentro de la teoría
de la culpabilidad existen dos variantes:
Está claro que en dicha hipótesis el autor obra dolosamente, pues tiene
el conocimiento y la voluntad de la realización de los elementos objeti-
vos del tipo. No se trata de un problema de ausencia del dolo, sino de
conciencia de lo ilícito. El autor obra sabiendo que está realizando los
elementos objetivos del tipo, aunque cree, por un error sobre los hechos,
que en el caso concreto se encuentra autorizado por una causa de justifi-
cación. 33
En consecuencia, el error sobre los presupuestos objetivos de justifi-
cación debe resolverse conforme a las reglas del error de prohibición. Si
es inevitable elimina completamente el juicio de culpabilidad y, por lo
tanto, la pena; pero si es evitable, únicamente puede generar una atenua-
ción de la sanción. A diferencia de la posición que veremos posterior-
32 Welzel, Hans, op. cit., nota 8, p. 199, y nota 16, p. 181, con el siguiente ejemplo:
“quien lesiona corporalmente a otro, porque se imagina agredido por él (legítima defensa
putativa) o porque cree admisible herirlo con el fin de detenerlo (error sobre los límites
del derecho de detención), o porque piensa que se puede corregir corporalmente al que
injuria (suposición errónea de una causa de justificación no reconocida jurídicamente),
comete en todos estos casos una lesión corporal dolosa en la creencia de estar autorizado
para ello”.
33 En el ejemplo del Tribunal Supremo Español, “Manuel” al realizar la acción en-
tendía perfectamente que estaba matando, o al menos, lesionando a otra persona, aunque
lo haya hecho en la creencia de que su conducta estaba justificada.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 411
mente, aunque no se haya previsto para esa conducta un tipo penal cul-
poso, está claro que el hecho no queda impune.
34 Como señala Roxin, “lo que pretende es jurídicamente intachable no sólo según su
opinión subjetiva —no decisiva—, sino también según el juicio objetivo del legislador”.
Roxin, Claus, op. cit., nota 18, p. 584; en el mismo sentido, Jakobs, Günter, Derecho pe-
nal parte general, trad. de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano González de
Murillo, Madrid, Marcial Pons, 1995, p. 447.
35 Jescheck, Hans-Heinrich y Weigend, Thomas, Tratado de derecho penalparte ge-
neral, 5a. ed., trad. de Miguel Olmedo Cardenete, Granada, Comares, 2002, p. 498. Para
criticar la teoría estricta de la culpabilidad, los autores aluden a los siguientes ejemplos:
el soldado que dispara sobre un compañero al confundirlo imprudentemente con un ene-
migo, sería castigado por homicidio; el viandante que golpea en un ojo al ladrón a pesar
de que habría podido darse cuenta de que un funcionario de policía le prestaba ayuda,
tendría que ser castigado por una lesión corporal grave.
412 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
Para llegar a la aplicación del régimen del error de tipo se utilizan diver-
sos caminos.
Para esta posición, la tipicidad no debe ser entendida como mero indi-
cio de antijuridicidad, sino que en el tipo penal debe completarse todo el
juicio de antijuridicidad de la conducta. De ahí que —se afirma— co-
rresponde distinguir un “tipo positivo”, integrado por el conjunto de ele-
mentos que fundamentan positivamente lo injusto (descripción de la ac-
ción contraria al bien jurídico), y un “tipo negativo”, configurado por la
ausencia de causas de justificación.
En consecuencia, como señala Luzón Peña:
. ..si las causas de justificación son elementos negativos del tipo (global o
completo) porque, al igual que los elementos positivos, son presupuestos
—ahora negativos— de la prohibición, la creencia errónea de que concu-
rren los presupuestos objetivos, sean elementos descriptivos o normativos,
de una causa de justificación es un error de tipo con todas sus conse-
cuencias. 36
Desde este punto de vista, se ha sostenido que el error sobre los requi-
sitos de justificación es “un error sobre elementos de la infracción”
—previsto en el anterior artículo 6 bis, inciso a , I del Código Penal
Español o en el actual artículo 14.1— que puede denominarse como
“error de tipo”, 37 pues con esta expresión se abarca “tanto el error sobre
el tipo positivo (o tipo en sentido estricto) como el error sobre el tipo ne-
gativo (que comprende la ausencia de los presupuestos de la justifica-
ción)”. Por otra parte, “en esta clase de error no se desconoce directa-
36 Véase Luzón Peña, Diego Manuel, Curso de derecho penal, Madrid, Universidad,
1996, pp. 464 y ss. También Gimbernat Ordeig, Enrique, Introducción a la parte general
del derecho penal español, p. 34 y, aunque con otra terminología, Mir Puig, Santiago,
Derecho penal, 4a. ed., Barcelona, 1996, p. 558. En Argentina se ha volcado a favor de
la teoría de los elementos negativos del tipo, véase Spolansky, Norberto, Error, dolo y
condiciones negativas del tipo penal, en L.L., t. 150, p. 256.
37 Jubert, Ujala Joshi, op. cit., nota 6, p. 717.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 413
38 Ibidem , p. 718.
39 En contra de la teoría de los elementos negativos del tipo, fundamentalmente Wel-
zel, Hans, op. cit., nota 8, pp. 96 y 200; Hirsch, Hans, Die Lehre von den negativen Tat-
bestandsmerkmalen , L. Bonn, Röhrscheid, 1960 (traducción en preparación por Dirk
Styma, Rubinzal-Culzoni), y Cerezo Mir, José, op. cit., nota 8, pp. 85 y ss.
40 Stratenwerth pone el siguiente ejemplo: “la aptitud de un autor notablemente te-
meroso que, al regresar por la noche a su casa, se defiende con su pistola del asalto a un
transeúnte inofensivo, coincide más con el comportamiento del que efectúa un disparo
imprudente que con el de un delincuente violento que hace uso de su arma de fuego sin
mayores reflexiones. Es decir, la mayor cercanía de estos supuestos se da con relación al
error de tipo y no al de prohibición”. Stratenwerth, Günter, Derecho penal. Parte gene-
ral, 2a. ed., trad. de Nancy Gladys Romero, Madrid, Edersa, t. I, p. 161). Este punto de
vista ha tenido muchos adherentes en la doctrina: véase con amplias referencias, Roxin,
Claus, op. cit., nota 18, p. 580.
41 Señala Roxin: “actúa dolosamente quien se decide por una conducta que está
prohibida por el ordenamiento jurídico (aún cuando no conozca esa prohibición). A
quien, sin embargo, se guía por representaciones que también en un enjuiciamiento obje-
tivo se dirigen a algo jurídicamente permitido, y produce un resultado indeseado por falta
de atención y cuidado, le es aplicable el reproche de la imprudencia. Así sucede en el
error sobre los presupuestos objetivos o materiales de una causa de justificación, que en
consecuencia hay que equiparar a un error de tipo”. Ibidem, p. 584.
42 Como señala Stratenwerth, “la suposición errónea de una situación justificante ex-
cluye la aplicación de la pena correspondiente al delito doloso. Entra aquí en considera-
ción, de acuerdo con el § 16 I, 2, solamente la sanción correspondiente a la comisión cul-
414 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
Para muchos autores, en los casos de error sobre los presupuestos ob-
jetivos de justificación, el sujeto obra dolosamente, por lo que no es co-
rrecto considerar que existe error de tipo, como hace la tesis de los ele-
mentos negativos, ni tampoco resulta satisfactorio afirmar la existencia
de un error de tipo “por analogía”. 43 En los supuestos analizados, el autor
conoce plenamente los elementos objetivos del tipo penal, no resultando
por ello acertado sostener que deba excluirse el dolo.
No obstante, tampoco coinciden con los defensores de la teoría estric-
ta de la culpabilidad, en el sentido de que el caso deba resolverse de
acuerdo a las reglas del error de prohibición. Al igual que la opinión ge-
neralizada dentro de la teoría restringida de la culpabilidad, consideran
que esa solución conduce a resultados sumamente injustos.
Desde este punto de vista, sostiene Dreher que es falso considerar que
este supuesto deba ser necesariamente error de tipo o error de prohibi-
ción. Más bien estamos ante un error “propio”, como ocurre con el error
sobre una causa de inculpabilidad, de modo que no resulta adecuado re-
ducirlo al error de tipo o de prohibición. 44 Es decir, se trata de un supues-
to especial de error, que no excluye el dolo, pero que al no estar regulado
legalmente debe resolverse aplicando las consecuencias jurídicas del
error de tipo. 45
posa del delito, en la medida en que el error reconozca su causa en la imprudencia del
autor y la comisión culposa sea punible”, Stratenweth, Günter, op. cit., nota 40, p. 161.
43 Desde este punto de vista, sostiene Dreher que la afirmación de que los casos de
justificación putativa (error sobre los presupuestos de justificación) constituyen un error
de tipo sólo es posible ciñéndose a la doctrina de los elementos negativos del tipo.
Dreher, Eduard, Der Irrtum über Rechtfertigungsgründe, en Heinitz-Fs. 1972, p. 223.
44 Idem , quien expresa que estamos ante un supuesto de error “conceptualmente in-
dependiente”.
45 Véase por todos, Jescheck, Hans- Heinrich y Weigend, Thomas, op. cit., nota 35,
p. 499; Maurach, Reinhart y Zipf, Heinz, op. cit., nota 8, p. 660. También adopta una te-
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 415
Dicho de otra forma, en los casos de error sobre los presupuestos ob-
jetivos de justificación, el autor obra dolosamente, pero, únicamente a
los efectos de la pena, se deben aplicar las disposiciones sobre el error de
tipo. Lo que se aplica no es el régimen del error de tipo, sino sólo sus
“consecuencias” o “resultados”. El autor se exime de sanción, excepto
que el error sea evitable, en cuyo caso recibe la pena correspondiente a la
actuación por imprudencia, pues aquí se le reprocha la equivocada supo-
sición de la situación que daría lugar a una causa de justificación. 46
Al reconocerse que subiste una actuación dolosa por parte del autor,
se acepta tanto la tentativa como la participación, pues para esto basta
con el dolo de realización del tipo. 47
El fundamento de este tratamiento privilegiado pretende explicarse
afirmando que en los casos de error sobre presupuestos objetivos existe
una doble reducción de injusto y de culpabilidad. 48 Por un lado —se sos-
tiene—, es menor el desvalor de la acción, producto de la conciencia de
justificación que tiene el autor. Pero, además, existiría una disminución
de la culpabilidad, pues la motivación del sujeto no revela una actitud in-
terna contraria al derecho. 49
sis similar Jakobs, Günter, op. cit., nota 33, p. 452, quien afirma que “los marcos penales
para el delito doloso han de reducirse, en caso de que exista la conminación penal de la
imprudencia, al marco del delito imprudente”, aclarando que “no se trata de la remisión a
la consecuencia jurídica del hecho imprudente, sino de la concreción del marco penal do-
loso”.
46 Dreher, Eduard, op. cit., nota 43, p. 225, quien señala que la imprudencia no es
aquí simulada, sino que adquiere una nueva dimensión.
47 Ibidem , p. 224.
48 Eser y Burkhardt sostienen que “el argumento de mayor peso a favor de la aplica-
ción del § 16 I al error sobre el supuesto de hecho de permisión es que la concurrencia
del elemento subjetivo de justificación compensa el incremento de desvalor de acción
que distingue al hecho doloso del imprudente; sin embargo, no entra en consideración
aplicar de manera directa el § 16 I, incluso aceptando la teoría de los elementos negati-
vos del tipo, ya que el legislador expresamente sólo pretendía regular a través del § 16 I
el error sobre las circunstancias del hecho y no el error sobre el supuesto de hecho de
permisión. Por consiguiente, sólo queda la posibilidad de una aplicación analógica”.
Eser, Albin y Burkhardt, Björn, op. cit., nota 26, p. 327
49 Jescheck, Hans-Heinrich y Weinged, Thomas, op. cit., nota 35, p. 498. Desde su
punto de vista, “cuando el autor acepta equivocadamente los presupuestos de una causa
de justificación reconocida por el derecho, está ausente la apostasía de los valores de la
comunidad jurídica característica de los delitos dolosos. El castigo sobre la base del tipo
doloso no resulta justificado porque, como consecuencia del error, el dolo no se muestra
416 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
Es decir,
...sería sencillamente inconsecuente permitir a alguien la realización de
una determinada conducta (típica) cuando se presenta cierta situación y
calificar al mismo tiempo como decisión a favor de una conducta inco-
rrecta —o, por así decirlo, como un estilo injusto de decisión o como un
como portador del desvalor de la actitud interna propia de los hechos dolosos”. Ibidem,
p. 499. Además, si bien existe una diferencia material frente al error de tipo, “el reproche
dirigido al autor solo se refiere a su falta de atención con las circunstancias del hecho, as-
pecto éste que se corresponde en cuanto a su contenido de culpabilidad con el reproche
de una conducta imprudente”. Ibidem , p. 500.
50 Sostiene Grünwald que “todos los sostenedores de la teoría de la culpabilidad limi-
tada están de acuerdo en que la punición por delito doloso presupone el dolo de tipo y la
ausencia de la suposición de circunstancias justificantes = dolo de la situación de hecho
del ilícito”. Es decir, “la suposición de circunstancias justificantes no afecta el dolo de ti-
po, pero hace caer el dolo de la situación de hecho del ilícito”. Grünwald, Gerald, “Acer-
ca de las variantes de la teoría de la culpabilidad limitada”, trad. de Patricia S. Ziffer, El
error en el derecho penal , op. cit., p. 174). Críticamente respecto de esta posición, tene-
mos a Eser, Albin y Burkhardt, Björn, op. cit., nota 26, p. 328.
51 Frisch, Wolfgang, op. cit., nota 5, p. 64.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 417
En estos casos, “en virtud de los datos que tiene en cuenta para tomar
su decisión, el sujeto se decide —al igual que el autor cuya representa-
ción coincide con la realidad— con arreglo a las pautas establecidas por
el derecho”. 53
Siguiendo este criterio se sostiene que en los casos de error de tipo
permisivo no existe un auténtico injusto doloso, de modo que, únicamen-
te puede admitirse la presencia de un injusto imprudente cuando el error
haya sido evitable. 54
52 Ibidem , p. 65.
53 Ibidem , p. 66.
54 Sostiene Frisch que “supone una contradicción interna declarar simultáneamente
la existencia de una conducta subjetivamente fiel al derecho y la realización de un injusto
doloso”. Ibidem, p. 67. En cambio, aclara, el error sobre el carácter prohibido de la con-
ducta, la suposición errónea de normas permisivas o la errónea suposición de causas de
exclusión de la culpabilidad, no afectan a lo injusto pues, “quien así actúa se decide, en
el sentido específico tomado en cuenta en los delitos dolosos, según modelos de conducta
que difieren de las pautas de decisión que el ordenamiento jurídico quiere preservar me-
diante la punición de las normas dolosas de comportamiento. Dichos errores solo po-
drían, eventualmente, afectar la culpabilidad”. Ibidem, p. 69.
418 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
55 Véase Cerezo Mir, José, op. cit., nota 2, t. II, p. 86 y T. III, p. 124. En palabras de
Welzel, “el dolo del tipo —que está presente en el caso concreto— da o debió dar el im-
pulso de comprobar la suposición de que concurría una situación justificante. Si se acepta
la tesis de la teoría de la culpabilidad de que el dolo de tipo incita a reflexionar sobre la
juridicidad y antijuridicidad del hecho, respecto de aquel que no tiene duda alguna sobre
la prohibición penal, sino que cree, a causa de la existencia de una situación justificante,
poder realizar el tipo de prohibición, con mayor razón tiene que regir la exigencia de
comprobar los presupuestos objetivos de su suposición”. Welzel, Hans, op. cit., nota 8, p.
199. Defendiendo este punto de vista claramente Gössel, en Maurach, Reinhart y Zipf,
Heinz, op. cit., nota 8, p. 126.
56 Bacigalupo expresa que “el hecho de quien obra en la creencia de que concurren
ciertas circunstancias, que de darse justificarían su acto, también pertenece a los hechos
en los que el autor produce un resultado querido. En efecto, el que se cree atacado quiere
repeler la agresión y mata o lesiona, es decir, quiere el resultado que provoca”.
Bacigalupo, Enrique, Tipo y error, 3a. ed., Buenos Aires, Hammurabi, 2002, p.
889. Asu criterio, “en los casos de eximentes putativas, lo que realmente se da es un
error sobre los límites de la necesidad , osea sobre la antijuridicidad” pues, “lo que se
percibe en el hecho del que supone una circunstancia, que de concurrir justificaría la le-
sión, es una discordancia entre lo que el autor cree necesario (por ejemplo, la defensa) y
lo que objetivamente es necesario (por ejemplo, porque se trata de una broma”, op. cit.,
p. 90. También Zaffaroni, Alagia y Slokar expresan que “el esfuerzo por quitar el error
vencible que radica en la falsa suposición de una situación objetiva de justificación del
ámbito del error de prohibición, para resolverlo conforme a las reglas del error vencible
de tipo, al igual que la teoría unitaria del error, choca con el inconveniente de que no
puede llegar la voluntad dirigida a la producción del resultado”. Zaffaroni, Eugenio et al.,
Derecho penal. Parte general, Buenos Aires, Ediar, 2000, p. 700.
57 Paeffgen, Han Ullrich, “Observaciones acerca del error de tipo permisivo”, trad.
de Fernando J. Córdoba, El error en el derecho penal , op. cit., nota 6, p. 194. Con razón,
sostiene el autor que “ésta es una diferencia cualitativamente relevante. El derecho pue-
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 419
de, desde luego, pasarla por alto. Pero cuando no lo ordena expresamente, entonces debe-
ría tenerse en cuenta en los modelos de solución diferencias cualitativas de esta clase”.
58 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 2, p. 97.
59 Sobre estas dos categorías de error véase Maurach, Reinhart y Zipf, Heinz, op . cit.,
nota 8, p. 655, quienes señalan: “Para el tratamiento jurídico-penal se debe partir de la
básica experiencia general, en el sentido de que debemos distinguir entre una percepción
defectuosa y una valoración errónea (de hechos correctamente percibidos). La percep-
ción defectuosa de hechos proporciona una impresión incorrecta de los objetos de nuestro
entorno de la que también en la vida cotidiana distinguimos con claridad las conclusiones
y valoraciones falsas”.
60 El dolo también exige el conocimiento, y, en su caso, la adecuada comprensión de
los llamados elementos normativos del tipo, aún cuando para ello el autor deba efectuar
alguna valoración jurídica.
420 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
61 Con absoluta claridad Welzel señalaba: “La diferencia decisiva entre las dos clases
de error no afecta al contraste: hecho-concepto jurídico, sino a la distinción: tipo-antijuri-
dicidad... Error de hecho y error de derecho, por un lado y error sobre el tipo y error de
prohibición, por el otro, son, por consiguiente, dos parejas de conceptos completamente
diferentes. Hay errores de derecho que son errores sobre el tipo, como el carácter ajeno
de la cosa; hay errores de hecho que son errores de prohibición: el error sobre los presu-
puestos objetivos de una causa de justificación”. Welzel, Hans, op. cit., nota 16, p. 179.
62 Hirsch, Hans, op. cit., nota 39, § 30.
63 Véase Maurach, Reinhart y Zipf, Heinz, op. cit., nota 8, p. 127.
64 En este punto tienen razón los partidarios de la teoría restringida de la culpabili-
dad, véase, entre otros, Roxin,Claus, op. cit., nota 18, p. 585; Jakobs, Günter, op. cit., no-
ta 33, p. 448 y Luzón Peña, op. cit., nota 36, p. 476.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 421
71 Con respecto a los supuestos de error sobre las circunstancias objetivas previstas
en las indicaciones del aborto, siguiendo la teoría estricta de la culpabilidad, Casabona,
Romeo, “Los delitos contra la vida y la integridad personal y los relativos a la manipula-
ción genética”, Estudios de derecho penal, op. cit., nota 5, p. 186. Laurenzo Copello, en
cambio, considera que no se trata propiamente de un caso de error de prohibición, sino de
error sobre una situación de no punibilidad derivada de la falta de merecimiento de pena
de su conducta (responsabilidad por el hecho) pero, no obstante, debe resolverse aplican-
do analógicamente las reglas sobre el error de prohibición. Copello, Laurenzo, El aborto
no punible, Barcelona, Bosch, 1990, p. 330. Sobre este tema, véase Abraldes, Sandro y
Fuente, Javier Esteban de la, “El aborto no punible en el sistema de las indicaciones”,
Revista de Derecho Penal , núm. 1, Rubinzal-Culzoni, pp. 163 y ss.
72 Según Roxin, “no se puede demostrar la necesidad político criminal de castigar el
error de tipo permisivo también en los casos en que es impune la imprudencia típica”.
Roxin, Claus, op. cit., nota 18, p. 585.
73 Jescheck, Hans- Heinrich y Weingend, Thomas, op. cit., nota 35, p. 500.
74 Dreher, Eduard, op. cit., nota 43, p. 227. El autor propone la siguiente regulación
legal del error sobre los presupuestos de justificación: “Error sobre las causas de justifi-
cación: 1. Quien realiza un tipo dolosamente, pero supone erróneamente las circunstan-
cias por las cuales el hecho estaría justificado, no será penado por comisión dolosa. 2.
Sin embargo, será penado por comisión imprudente cuando se pudo evitar el error, inclu-
424 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
so también cuando el actuar imprudente no esté antes amenazado con pena. En tales ca-
sos la pena es atenuada según el §49.1, previsto para la actuación dolosa”.
75 De otra opinión Eser y Burkhardt, quienes consideran que con la teoría estricta de
la culpabilidad se producen “contradicciones valorativas: quien daña de modo conscien-
temente imprudente una cosa ajena, quedaría impune. Quien, en cambio, comete un deli-
to de daños porque supone —estando inmerso en un error evitable— que es preciso ac-
uar de ese modo para evitar un peligro actual para una vida humana, seguiría siendo
punible”. Eser, Albin y Burkhardt, Björn, op. cit., nota 26, p. 326.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 425
5. La situación delpartícipe
76 Como bien señala Gössel, “sólo parece sustentable la teoría estricta de la culpabili-
dad; aún cuando el autor pudiera suponer la existencia de una situación de hecho justifi-
cante, debido al elemento subjetivo de justificación presente, sólo puede afectarse la con-
ciencia de la ilicitud, no así el tipo subjetivo (el desvío hacia una culpa culposa ya no es
posible)”, véase Maurach, Reinhart y Zipf, Heinz, op. cit., nota 8, p. 210.
77 Indicando la ventaja de admitir la participación punible en el hecho, Jescheck,
Hans- Heinrich y Weinged, Thomas, op. cit., nota 35, p. 500; también Dreher, Eduard,
op. cit., nota 43, pp. 224 y 228.
426 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
6. Elproblema de la tentativa
78 Véase Paeffgen, Han Ullrich, op. cit., nota 62, p. 192, quien con razón afirma que
“según este punto de vista, al hecho principal le falta el ilícito de acción. Si así y todo es
posible la participación, este ilícito de acción proviene del acto de participación y, enton-
ces, tenemos una forma mixta de autoría mediata y participación no prevista en la ley”.
79 Véase Welzel, Hans, op. cit., nota 8, pp. 107 y 201.
80 Dreher, Eduard, op. cit., nota 43, p. 224.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 427
7. Argumentos legales
...si se aplica en estos casos el apartado 3o. del artículo 14, que regula, con
carácter general, el error de prohibición se llega a la misma solución que
se deduce del número 1 del artículo 2 1, en relación a las causas de justifi-
81 Respecto del Código Penal Alemán, Paeffgen considera que la teoría limitada de
la culpabilidad se aparta del texto legal. A su criterio, dicha concepción, “esforzada por
conseguir una diferenciación, elabora primero una laguna motivada por consideraciones
político criminales para cerrarla luego como mejor le parece. No obstante, en tanto haya
prevista en la ley una regulación para estas situaciones de hecho, cuya inconstitucionali-
dad no pueda ser demostrada, habrá que poner en práctica esta regulación con indepen-
dencia de la cuestión de si podrían imaginarse o no mejores soluciones”. Paeffgen, Han
Ullrich, op. cit., nota 62, p. 198.
82 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 2, p. 89, quien señala: “La apreciación de una res-
ponsabilidad por imprudencia, a tenor del artículo 142, cuando el error sobre la necesidad
racional del medio empleado fuera fácilmente vencible, sería contraria al espíritu o vo-
luntad de la ley, pues debería ir acompañada de la aplicación de la eximente incompleta.
La pena resultante sería ínfima, desproporcionada a la gravedad del delito”.
83 Como afirma Cerezo Mir, en caso de error vencible sobre los elementos inesencia-
les de las causas de justificación se aplicaría la atenuación de la pena prevista en el nú-
mero 1 del artículo 21, y en el artículo 68 para las eximentes incompletas; mientras que
en el error vencible sobre los elementos que fundamentan lo injusto de la conducta delic-
tiva no sería aplicable en ningún caso dicha atenuación. Casabona, Romeo, El error evi-
table de prohibición en el Proyecto de 1980 , p. 764, citado en Cerezo Mir, José, ibidem,
p.91.
428 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
cación del artículo 20, para los supuestos de error sobre los elementos ine-
senciales de la causa de justificación. En cambio, si se incluyeran en la re-
gulación del error sobre un elemento del tipo (en los dos primeros
apartados del artículo 14) los supuestos de error sobre los elementos
(esenciales o inesenciales) que sirven de base a las causas de justificación
se produciría una discordancia, una contradicción interna. 84
bilidad cuando el autor obre sin conciencia de ilicitud, es decir, creyendo que está ac-
tuando jurídicamente. Hirsch, Hans, op. cit., nota 39, § 3 1.
89 Zaffaroni, Eugenio et al., op. cit., nota 56, p. 698. A su criterio el mínimo legal
“siempre se ha de considerar indicativo, a efectos de acatar las leyes de mayor jerarquía
(constitucional e internacional) que prohíben la imposición de penas que excedan las
cuantía señalada por el grado de culpabilidad por el hecho”.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 431
90 Bacigalupo, Enrique, op. cit., nota 56, p. 101. También oportunamente ha seguido
esta posición Donna, Edgardo, op. cit., nota 5, p. 283.
91 En algunos sistemas como el alemán (§ 17), la atenuación de la pena para los su-
puestos de error evitable es facultativa. En cambio, en otros como el español se contem-
pla una reducción obligatoria de la pena (artículo 14.3). Esta última solución es definida
por Cerezo Mir, pues resulta “más acorde con el principio de culpabilidad”. Cerezo Mir,
José, op. cit., nota 2, p. 129.
432 JAVIER ESTEBAN DE LA FUENTE
V. C ONCLUSIÓN
92 Donna, Edgardo Alberto, op. cit., nota 5, p. 278, quien expresa que “desde esta
perspectiva, como también la carta magna ha incorporado el principio de libertad, basado
en la autonomía de la voluntad (artículo 19 CN), es obvio que sólo es posible castigar a
alguien si se le ha advertido previamente de tal posibilidad. De lo contrario, el sujeto es-
taría libre de actuar conforme a sus principios”.
93 Ibidem , p. 279.
PRESUPUESTOS OBJETIVOS DE JUSTIFICACIÓN 433
Sandro F. ABRALDES
1 Cerezo Mir, José, “El finalismo, hoy”, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Pe-
nales, vol. XLVI-1, Madrid, Ministerio de Justicia, 1993, p. 9; en igual sentido, Gracia
Martín, Luis, “El finalismo como método sintético real-normativo para la construcción
de la teoría del delito”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología , núm. 06 y
07, 2004, p. 07:1-07:22, http://criminet.ugr.es/recpc/06/recpc06-07.pdf, y Hirsch, Hans
Joachim, “La disputa sobre la teoría de la acción y de lo injusto, especialmente en su re-
flejo” en la Zeitschriftfür die Gesmate Strafrechtswissenschaft , trad. de Mariano Melen-
do Pardos y María Angeles Rueda, en Derecho penal. Obras completas, Buenos Aires,
Rubinzal-Culzoni, 1999, t. II, p. 92.
2 Zaffaroni, Eugenio Raúl, ¿Qué queda delfinalismo en Latinoamérica? , En torno
de la cuestión penal , Buenos Aires, B de F, 2005, p. 13 1.
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436 SANDRO F. ABRALDES
6 Estas estructuras que se encuentran en el campo del ser del derecho —y no del
deber ser jurídico— se hayan en todo el orden jurídico, y son objetivas o reales porque
una vez conocidas, existen independientemente de toda aceptación o rechazo posterior, y
son lógicas, porque su inobservancia trae aparejada contradicción interna y falta de uni-
dad en el orden jurídico; Moreno Hernández, Moisés, “Ontologismo o normativismo co-
mo base de la dogmática penal y de la política criminal”, Modernas tendencias en la
ciencia del derecho penal y en la criminología , Madrid, Universidad Nacional de Educa-
ción a Distancia, 2001, p. 603.
7 Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 1, p. 4.
8 Idem .
9 Ibidem, p. 5, cuyo análisis recomiendo especialmente al lector.
10 Ibidem, p. 7.
11 Moreno Hernández, Moisés, op. cit. , nota 6, p. 603.
12 Incluso se ha objetado la capacidad de rendimiento de la estructura lógico-real
mediante apelación a la naturaleza de la cosa, al señalar que “el propio Welzel se hizo
cargo de la limitada ambición de su iusnaturalismo existencial (por oposición al idealis-
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ta), advirtiendo que mayor consuelo puede buscarse en el convento” (Zaffaroni, Raúl, op.
cit., nota 2, p. 133).
Una sólida respuesta a esta afirmación puede hallarse en Gracia Martín, Luis, El
finalismo..., op. cit., nota 1, pp. 2 y 3, quien, con cita de Küpper, entre otras, explica que
“el derecho natural representa un orden del deber ser (mientras que), la naturaleza de las
cosas constituye un orden del ser”, para finalmente agregar, con cita de Cerezo Mir, que
“Welzel llevó a cabo entonces una crítica rigurosa de las concepciones iusnaturalistas”.
Sólidamente categórico a la hora de rechazar el vínculo entre el derecho natural y la rea-
lidad dada como objeto de regulación es Hirsch, Hans Joachim, op. cit., nota 5, párrafos
anotados bajos los números 18 y 19.
En oportunidad de rebatir la afirmación de Aristóteles según la cual lo natural tie-
ne que ser deducido de las cosas que se encuentran en su situación óptima, no de aquéllas
que están corrompidas, señala Welzel que “toda invocación de los natural y todo rechazo
de lo antinatural presupone una decisión valorativa originaria e indeducible”. Welzel,
Hans, Verdad y límites del derecho natural , trad. de Ernesto Garzón Valdés, en Estudios
de filosofía del derecho y derecho penal , Montevideo, Buenos Aires, B de F, 2004, p.
121.
Moreno Hernández, Moisés, op. cit., nota 6, p. 603; concuerda con que la estructu-
ra óntica del concepto de acción final de alguna manera limita a poder penal estatal.
13 Véase, por todos, Silva Sánchez, Jesús María, La expansión del derecho penal.
Aspectos de la política criminal en las sociedades post-industriales , 2a. ed. revisada y
ampliada, Madrid, Civitas, 2001.
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 439
19 Idem .
20 Cerezo Mir, José, Curso de derecho penal español. Parte general II. Teoría jurí-
dica del delito , 6a. ed., Madrid, Tecnos, 1988, t. II, p. 33.
21 Ibidem , p. 34.
22 Cerezo Mir, José, “Ontologismo y normativismo en el finalismo de los años cin-
cuenta”, Revista de Derecho Penal y Criminología , núm. 12, 2a. época, Madrid, UNED,
2003,p.51.
23 Hirsch, Hans Joaquim, op. cit., nota 1, p. 90.
24 Hirsch, Hans Joaquim, op. cit., nota 5, párrafo anotado bajo el número 13.
Cerezo Mir enseña que la tarea dogmática consiste en la inserción correcta de los
elementos fácticos que integran el objeto de la valoración en los diversos caracteres del
delito. Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 166. Aunque este autor comparte que el con-
tenido de voluntad de realización tiene que ser necesariamente objeto de la valoración ju-
rídica, es decir, que nopuede deja de ser valorado, pero no que deba serlo precisamente
en el juicio de la antijuridicidad.
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 441
25 Welzel, Hans, “La teoría de la acción finalista y el delito culposo”, Estudios defi-
losofía del derecho y derecho penal , trad. de Enrique Bacigalupo, Montevideo, Buenos
Aires, B de F, 2004, p. 113; pese a ello, prefirió mantener inalterada la antigua designa-
ción —finalidad—, por tratarse de un uso lingüístico consolidado.
Hirsch (Hirsch, Hans Joachim, op. cit., nota 1, p. 120) alude a que el término “fi-
nalidad” tomó en cierta mediada el carácter de palabra “irritante”, para concluir en que
“habría que separarse de este inexacto y emocionalmente lastrado concepto y reflexionar
sobre aquello del o que se trata: la voluntad de acción”.
Zaffaroni, Rúl, op. cit., nota 2, p. 135; relata también el cambio de denominación
—alude a la “acción biocibernéticamente anticipada— y sus pormenores.
26 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 160.
27 Idem .
28 Welzel, Hans, op. cit., nota 18, p. 111 .
29 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 167.
30 Rechazo, por tanto, la existencia de un deber subjetivo de cuidado como núcleo
de la tipicidad imprudente, acorde con lo cual se considera que la contrariedad al deber
442 SANDRO F. ABRALDES
debe orientarse al conocimiento y capacidades del autor y la norma de cuidado debe lle-
gar hasta el efectivo poder personal del autor, por lo que una acción será contraria al de-
ber cuando el individuo hubiera podido prever la peligrosidad de la conducta con rela-
ción a sus conocimientos y capacidades. Tuve ya oportunidad de expresarme fundadamente
al respecto, al explicar que de entre la multiplicidad de argumentos volcados en su favor,
tres de ellos lucen decisivos: el que atribuye a la doctrina subjetiva un desdibujamiento
del límite entre lo injusto y la culpabilidad; el concerniente a la imposibilidad de aplica-
ción de medidas de seguridad; por último, el relativo a la función de garantía del tipo pe-
nal (“Lineamientos dogmáticos generales sobre la tipicidad imprudente en la moderna
doctrina penal española”, Revista de Derecho Penal, El delito culposo–II, Buenos Aires,
Rubinzal-Culzoni, 2002, pp. 171 y 172).
Enseña Welzel que el cuidado objetivo es una modalidad de la realización de la
acción, y da a ésta su carácter de “apropiado” o “correcto”, que no debe ser confundido
con el cuidado “subjetivo”, “interior”, o mejor, con la “precaución atenta”, actitud pura-
mente espiritual que implica un estado de alerta de las fuerzas espirituales del agente, sin
que sea extraño observar la discordancia entre ambos conceptos: una persona puede obrar
con todas sus fuerzas espirituales en tensión, y llevar a cabo, sin embargo, una acción
inapropiada, incorrecta en sus modalidades, mientras que por el contrario, alguien puede
efectuar “por instinto” la acción correcta, porque como consecuencia de una larga prácti-
ca, la reacción correcta se haya convertido en una disposición automática para la acción
(Welzel, Hans, “La imprudencia y los delitos de la circulación (De la teoría de los delitos
de imprudencia)”, trad. de Josefina Núñez y Jorge E. de la Rúa, Cuadernos de los Institu-
tos, España, Universidad Nacional de Córdoba, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
Dirección General de Publicaciones, núm. 84, 1965, nota 27, pp. 132-133). En el mismo
trabajo, más adelante, expresa con respecto a la idea del cuidado subjetivamente debido
que “esta noción poco clara que mezcla la ilegitimidad y la culpa constituye el obstáculo
más poderoso para el análisis de la estructura de los delitos de imprudencia”, ibidem, p. 148.
Una exposición esclarecedora sobre el punto puede encontrarse en Hirsch, Joa-
chim, op. cit., nota 1, pp. 162 y ss.
31 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 161.
Explica Kaufmann que existen acciones cuya realización está prohibida para algu-
nos, en tanto para otros la prohibición recaerá tan sólo sobre una ejecución descuidada;
para el ciego, el bruto, el sordomudo, el incapaz de conducir, estarán prohibidas muchas
cosas que para los demás no lo estarán. Kaufmann, Armin, “El delito culposo”, Nuevo
pensamiento penal, trad. Moisés Moreno Hernández, Buenos Aires, Depalma, año 5,
1976, p. 475.
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 443
mento del tipo del incumplimiento del cuidado debido sobre la base de
consideraciones de la teoría de las normas; el argumento, en apretada
síntesis, se ciñe a que si los tipos se basan en una norma de determina-
ción, en una instrucción del legislador, luego esa norma no puede prohi-
bir la mera causación, sino sólo una determinada conducta contraria al
cuidado debido. 38
Seguidamente, fue la teoría de la acción final la encargada de despla-
zar a la tipicidad el elemento de la infracción del cuidado debido, dejan-
do en el marco de la culpabilidad la cuestión referente a si el autor cono-
ció o pudo conocer la contrariedad al deber. 39
El distinto resultado práctico al que se puede arribar según se incluya
al deber de cuidado en la culpabilidad o en la tipicidad ha sido gráfica-
mente resumido en el siguiente caso: si un joven cita a su novia en un lu-
gar determinado, en el que ésta casualmente es alcanzada por un meteori-
to que la mata, según la antigua teoría se debía apreciar la producción de
una muerte típica y antijurídica, impune por ausencia de culpabilidad;
con arreglo a la concepción que ve en la imprudencia un asunto de tipici-
dad, se tratará de una conducta inobjetable del causante de la muerte que
ni siquiera realiza el tipo imprudente del homicidio. 40
Si el debate en torno a la ubicación del deber objetivo de cuidado se
centra con exclusividad en conveniencias sistemáticas, se volverá a pre-
sentar el problema de una controversia cuyos carriles de discusión serán
circulares. 41 Es que no puede entrarse de lleno a la cuestión de la ubica-
ción sistemática correcta (y por ello más conveniente) sin indagar sobre
la base misma del sistema.
Se dijo párrafos atrás que ninguna norma reguladora de conductas hu-
manas puede tener por objeto otra cosa que no sea una acción finalista. A
partir de ello, la voluntad de realización tiene que ser objeto necesaria-
mente ya del juicio desvalorativo de la antinormatividad, de lo injusto y
de la antijuridicidad. Entonces, el eje de ese contenido de voluntad no
puede ir al juicio de reproche al autor, porque forma parte precisamente
del objeto de reproche. Es por ello que se ha afirmado que la estructura
lógico objetiva de la acción impone necesariamente un concepto perso-
nal de lo injusto 42 y que el dolo tenga que ser un elemento del tipo de lo
injusto de los delitos dolosos, mientras que la contrariedad de la volun-
tad de realización al deber objetivo de cuidado es, asimismo, una cues-
tión del tipo de lo injusto de los delitos imprudentes. 43
No todos los autores finalistas están de acuerdo con esta afirmación.
Su más conspicuo representante de habla hispana, el profesor Cerezo
Mir, estima que la estructura finalista de la acción es compatible con una
concepción objetiva o despersonalizada de lo injusto, como mera lesión
o peligro de un bien jurídico. 44 Según esta posición, lo único que puede
deducirse del punto de vista valorativo según el cual, de la multitud de
datos ónticos, las estructuras lógico-objetivas sólo se destacan como
esenciales de la concepción del hombre en cuanto persona, es que el con-
tenido de la voluntad de realización tiene que ser necesariamente objeto
de la valoración jurídica, esto es, no puede dejar de valorarse, mas en
modo alguno debe serlo precisamente en el juicio de la antijuridicidad.
Para Cerezo Mir sería imaginable un código penal en el que las figuras
delictivas estén redactadas de tal forma que no sea necesario apreciar
elementos subjetivos de lo injusto, en el que no se castigase la tentativa
42 Explica Hirsch, Hans Joachim, op. cit., nota 1, p. 102, que si se afirma que el con-
cepto personal de lo injusto tiene que construirse de forma independiente del concepto de
la acción, se pasa por alto la cuestión, que en un proceder sistemático tiene que ser anali-
zada en primer lugar, de los elementos estructurales generales del objeto al que se dirigen
prohibiciones y mandatos; es que los elementos estructurales del actuar dan la informa-
ción sobre qué exigencias generales se tienen en cuenta en la tipificación de lo injusto y,
precisamente por ello, la dogmática no debe pasar por alto la clarificación de la estructu-
ra del actuar.
43 Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 1, p. 8.
44 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 1, p. 11 .
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 447
45 Ibidem, p. 12.
46 Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 1, p. 07-8.
47 Ibidem, p. 07-9.
48 Procede volver a citar en este punto a Welzel, quien asevera que “el problema del
hecho delictuoso en los delitos de imprudencia está estrechamente ligado al problema de
la acción; el uno deriva directamente del otro”. Welzel, Hans, op. cit., nota 30, p. 129.
49 Así lo estima Bagacilupo, Enrique, op. cit., nota 40, p. 246; al cobijar las objecio-
nes formuladas en tal dirección por Roxin, Jakobs y Zielinski en la dogmática alemana;
vuelve a insistir en ello en Derecho penal. Parte general, 2a. ed., Buenos Aires, Hammu-
rabi, 1999, p. 343.
Roxin, Claus, op. cit., nota 5, p. 1000; afirma que “el elemento de la infracción del
deber del cuidado no conduce más allá que los criterios generales de imputación. Es más
vago que éstos y por tanto prescindible”.
50 Alicia Gil (op. cit., nota 37, p. 40) rechaza por ello, en líneas generales, los crite-
rios de imputación objetiva.
En cambio, Cerezo Mir considera que las estructuras lógico-objetivas, detectadas
por Welzel, y las consecuencias que él dedujode ellas son perfectamente compatibles con
los criterios de imputación objetiva desarrollados en la moderna ciencia del derecho pe-
nal a partir de la contribución de Roxin al Libro homenaje a Richard Honig. Cerezo Mir,
José, op. cit., nota 22, p. 57.
51 Gil Gil, Alicia, op. cit., nota 32, p. 53
52 Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 168, quien agrega que este criterio no es el
que inspira al derecho positivo, que permite el desarrollo de innumerables actividades pe-
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 449
ligrosas, tales como el tráfico motorizado, las explotaciones de minas, canteras, centrales
nucleares, etcétera.
53 Welzel, Hans, op. cit., nota 30, p. 135.
54 Stratenwerth, Günther, Derecho penal. Parte general, I. El hecho punible , 2a. ed.,
trad. de Gladis Romero, Madrid, EDERSA, 1982, p. 320.
55 Welzel, Hans, op. cit., nota 25, p. 111, quien también opinaba que “si el núcleo de
la ilicitud de los delitos de imprudencia no reside en la provocación de un resultado sino
450 SANDRO F. ABRALDES
tipo objetivo”, El derecho penal hoy. Homenaje al prof. David Baigún , trad. Fabricio
Guarglia, Editores del Puerto, p. 255.
60 Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 1, p. 7:13. Como bien preguntaba Welzel, el su-
jeto que ha controlado voluntariamente el disparo que ha ocasionado la lesión de otro,
¿qué tipo objetivo ha realizado?, ¿homicidio en grado de tentativa, lesiones dolosas con-
sumadas, lesiones imprudentes, o se trata de un puro accidente desgraciado?
También Welzel afirmó ya en su día que “una teoría de la acción a cuyos ojos lo
único determinante es, para la noción de acción, el hecho de que un acto voluntario (es
decir “un comportamiento cualquiera (¡)”) haya provocado un resultado determinado,
desconoce no sólo que toda acción representa una unidad de elementos objetivos y subje-
tivos, es decir, un comando de un hecho exterior por la voluntad, sino que también exclu-
ye de la noción de la acción los elementos precisamente más importantes en la aprecia-
ción de la ilegitimidad. Welzel, Hans, op. cit., nota 30, pp. 127 y 128).
Struensee señala, con referencia a las críticas del fundamento teórico de la teoría
final de la acción, que la posición dominante hasta ahora —aquélla que en su mayoría
acepta el resultado de la teoría personal de lo ilícito—, no ha desarrollado ni intentado
hacerlo un concepto contrario, que adecuadamente fundamentado resulte apto para expli-
car porqué las categorías del tipo y la antijuridicidad no pueden evitar la psiquis del au-
tor. Struensee, Eberhard, op. cit., nota 59, pp. 253 y 254.
61 Hirsch, Hans Joachim, op. cit., nota 5, p. 30.
452 SANDRO F. ABRALDES
67 Idem .
68 Idem .
69 Ibidem, p. 25 1.
454 SANDRO F. ABRALDES
quen un peligro de lesión de bienes jurídicos, de ello no tiene por qué deducirse la identi-
ficación entre descripción de la materia de prohibición o mandato con tipo de lo injusto.
Las normas prohibitivas, agrega, tienen su fundamento en la valoración positiva de cier-
tos bienes por parte del Derecho, que los eleva a la categoría de bienes jurídicos y en la
valoración negativa de las acciones dirigidas a su lesión peligrosas desde el punto de vis-
ta ex ante. La concepción del tipo como mera materia de prohibición se revela demasiado
angosta: lo injusto rebasa, por tanto, el ámbito de lo prohibido; por ello, según este autor,
es preciso incluir en el tipo todos los elementos que fundamentan lo injusto específico de
una figura delictiva, aunque no pertenezcan a la materia de prohibición. Ibidem , pp. 158
y 186; el mismo autor, “La polémica en torno a la doctrina de la acción finalista en la
ciencia del derecho penal española”, Problemas fundamentales del derecho penal, Ma-
drid, Tecnos, 1982, p. 128. Tal como lo indica Guallart y Viala, lo sostenido por Cerezo
Mir implica tomar partido por una concepción del tipo de lo injusto basada tanto en la
esencia material de la prohibición como en los elementos teleológicos y valorativos que
le sirven de base, siendo esta la vía para aprehender el especial contenido de lo injusto
penal, al que no podrá llegar a explicar un concepto formal sobre la pura prohibición;
Guallart y Viala, Alfonso, “La significación del resultado en los delitos culposos, en el
derecho penal español”, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales , Madrid, Ministe-
rio de Justicia, t. XXXII, fascículo III, p. 641. En esta dirección, es preciso exponer que
ya Welzel había procurado incluir al resultado en el injusto; sostenía que lo injusto del
delito imprudente queda constituido por la inobservancia del cuidado objetivamente debi-
do y si bien el resultado causado pertenece al tipo de lo injusto, cumple sólo una función
de selección dentro de las conductas antijurídicas desde el punto de vista de la penalidad.
Explica Cerezo Mir que, según Welzel, la restricción de la punición puede obedecer a ra-
zones de pragmatismo y sobre todo al sentimiento irracional de que la cosa no era tan
grave, cuando todo ha terminado bien ; Hans Welzel, Fahrlässigkeit und Verkerhrsdelik-
te, p. 21, citado por Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 186. Con relación al punto,
aclara Serrano González de Murillo que en la posición welzeniana al resultado ha de con-
venirle función distinta, debido a que no basta con uno cualquiera para punir por impru-
dencia; si la lesión al bien jurídico debe realizarse como consecuencia de la infracción
del deber de cuidado, el resultado ha de vincularse forzosamente al tipo del delito impru-
dente, pero no con la función de elemento constitutivo —dada su no pertenencia a la ma-
teria de prohibición-— sino sólo restrictivo, lo cual equivale a decir que la producción
del resultado condicionaría de entre la multiplicidad de acciones descuidadas cometidas a
diario, aquellas que son típicas; Serrano González de Murillo, José Luis, Teoría del deli-
to imprudente (Doctrina general y regulación legal) , Madrid, Ministerio de Justicia,
1991, p. 223. También para Guallart y Viala, Alfonso, citado en esta misma cita, p. 640)
el resultado constituye el contenido material de las infracciones imprudentes y, por ello,
456 SANDRO F. ABRALDES
violación surgirá de normas de cuidado generales que rigen las pautas sociales, es decir,
del general deber de abstenerse de accionar un mecanismo desconocido y que se sabe pe-
ligroso. Más allá de no compartir el criterio de solución utilizado para este último caso
—contraposición de la conducta ejecutada con las normas de cuidado vigentes en las
pautas sociales (tema que será objeto de análisis más adelante)—, lo cierto es que asiste
razón a este dogmático en torno a que según la finalidad resultan diferentes los deberes
de cuidado.
También Bustos Ramírez ( op. cit., nota 75, pp. 64 y 65) argumenta en favor de la
posición aquí sostenida, al tiempo que apoprta un atrayente supuesto: un criado suelta,
por tratar de ser lo más acucioso en la limpieza, el freno de mano del auto de su patrón
que se encuentra sobre una pendiente; causa del deslizamiento del auto sufre graves le-
siones el hijo pequeño del dueño de la casa. Diferente sería el caso, expresa, si el mismo
criado durante la limpieza, en la creencia que es capaz de manejar al auto suelta el freno
de mano y atropella al niño al perder el control del vehículo. Finaliza la exposición del
ejemplo señalando que un juicio exacto e inequívoco sobre la probable trasgresión del cui-
dado requerido sólo es posible una vez que se ha precisado qué acción final ha emprendi-
do el criado: una acción de limpieza o una acción de conducir.
96 En igual sentido Núñez Barbero, para quien el hecho imprudente está también su-
pradeterminado finalmente y la finalidad no deja de ser jurídicamente relevante en cuan-
to es absolutamente necesaria para la apreciación de la acción descuidada, infractora de
una norma de cuidado y constitutiva, por tanto, del tipo de lo injusto; Núñez Barbero,
Ruperto, “La estructuración jurídica del delito culposo, problema actual de la dogmáti-
ca”, Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales , Madrid, Ministerio de Justicia, 1974,
t. XXVII, fascículo I, pp. 107 y 111-3; igual, Córdoba Roda, para quien una acción con
relevancia para el derecho penal se da también cuando la finalidad apunta a determinados
medios de ejecución —como sería el caso del sujeto que si bien no quiere producir la
muerte del peatón, sí quiere conducir velozmente—, fin que a su turno es trascendente,
asimismo, por ser indispensable para la apreciación de una acción descuidada; Córdoba
Roda, Juan, Una nueva concepción del delito. La doctrinafinalista , Barcelona, Ariel, p. 83 .
Ya Welzel, Hans, op. cit., nota 18, pp. 65 y 66; puso, en su momento, claramente
de manifiesto la necesidad de examinar el contenido de la voluntad del autor para poder
determinar el sentido social de su acción explicando, en oportunidad de criticar la posi-
ción de Maihofer, que cuando una persona es herida levemente por el arma de fuego que
otra porta en la mano, la teoría de la imputación objetiva lo único que dice al respecto es
que la lesión de aquél puede ser reconducida casualmente a la conducta de éste; mas si la
462 SANDRO F. ABRALDES
Una vez establecido el fin que el sujeto quería alcanzar, deberá proce-
derse a comparar la acción ensayada al efecto con la ejecución final cui-
dadosa de la acción exigida por el derecho. De allí en más, la divergencia
que arroje la comparación indicada entre la acción realmente emprendida
y la que debía haber sido realizada en virtud del cuidado necesario en el
tráfico, abrirá o no paso a la afirmación acerca de la infracción del cuida-
do objetivamente debido, con lo que tendrá lugar la constatación del pri-
mer elemento del tipo de lo injusto de los delitos imprudentes. 97 Expre-
tipo de lo injusto, sino que configura una evidencia de constitución del injusto mediante
la suma de ambos desvalores; Cerezo Mir, José, op. cit., nota 20, p. 186.
Por otro lado, se ha intentado abordar el tema mediante argumentos de estricta po-
lítica criminal. En esta dirección, se reconoce que si bien la causación del resultado no
aumenta la gravedad de la infracción de la norma de cuidado —lo que no significa que la
gravedad de la imprudencia no dependa del bien jurídico a que se refiere, en tanto el Le-
gislador no podría castigar igual un descuido de idéntica entidad frente a la vida de otro
que ante una cosa de insignificante valor; así, la gravedad de la imprudencia depende del
bien jurídico en cuestión, pero no de su efectiva lesión— la exigencia de efectiva lesión,
según sea requerida, se justifica como garantía de seguridad, entendida como límite de
garantía, como prueba necesaria para dirigir un proceso contra una persona y entrar a de-
cidir acerca de la importancia de un hecho; de tal forma, la exigencia del resultado sólo
limita la responsabilidad, excluyendo la de hechos tal vez igualmente imprudentes pero
que no causan un resultado lesivo; Mir Puig, Santiago, op. cit. , nota 97, 10, 51, p. 297;
añade el catedrático que las conductas imprudentes, en tanto no produzcan un resultado
lesivo, carecen de la más inequívoca tendencia lesiva de las acciones dolosas, irreconoci-
bles más que por señales exteriores insuficientes que no permiten apreciar circunstancias
tal vez decisivas, como la experiencia del sujeto, sus facultades personales, su conoci-
miento de la situación, supuestos en los que tal vez se basa acertadamente la opinión del
sujeto respecto al control bajo el cual se halla su conducta. Aunque Mir Puig no lo diga
expresamente, parecería enrolarse entre quienes piensan que el resultado no forma parte
del injusto, sino que únicamente condiciona la punición. Por lo demás, su posición ha si-
do objeto de reparo so pretexto de que la función selectiva del resultado no podría res-
tringir el círculo de conductas prohibidas, sino sólo el de las conductas punibles en tanto
se trata de un dato sólo comprobable ex post. Tal como lo apunta Serrano González de
Murillo (op. cit., nota 72, p. 243), si la prohibición es un mandato de evitar una conducta,
no se puede ordenar la evitación de comportamientos causadores de un resultado, por
cuanto resulta imposible averiguar si la conducta esta prohibida hasta después de haberla
realizado. Para poder prohibir los procederes lesivos, el único modo practicable consiste
en prohibir todas las acciones que ex ante aparecen como potencialmente nocivas, puesto
que entre todas ellas no existe ninguna diferencia ex ante. Asistiría razón, por ello, al au-
tor mencionado en último término, pues la totalidad del injusto, en caso de que el resulta-
do forme parte de él, sólo podría advertirse demasiado tarde, precisamente cuando la ac-
ción hubiera desplegado ya su efecto dañoso: la prohibición se convertiría en inasequible
para su destinatario.
No han faltado autores que, a la par de la entidad probatoria del resultado, pongan
de manifiesto su trascendencia desde la óptica de la repercusión social por él suscitada;
Luzón Peña, Diego Manuel, Curso de derecho penal. Parte general I, Madrid, Universi-
464 SANDRO F. ABRALDES
tas, 1996, p. 512. Con arreglo a esta línea de pensamiento, la exigencia de consumación,
en su caso, con producción del resultado en los delitos imprudentes, obedece por una par-
te, a que si no se produce el resultado generalmente no hay tanta alarma social ante una
conducta no dolosa sino sólo imprudente y, por ello, no es suficientemente grave como
para considerarla penalmente antijurídica, y por otra, a la idea de que si la actuación im-
prudente finalmente no produce completo el hecho típico ello es una prueba genérica de
la escasa peligrosidad de la conducta o del control bajo el cual se hallaba el peligro, que-
dando así desvirtuado el inicial indicio de desvalor de la acción.
Finalmente, existe una corriente de opinión que da credito a la concepción según
la cual el resultado en el delito imprudente constituye una condición objetiva de penalidad,
por cuanto el autor no necesita haber tenido ninguna conciencia de su realización. Esta po-
sición parecería que es la adoptada por Bacigalupo, Enrique, op. cit., nota 40, p. 250; pa-
ra quien el tema del resultado en esa categoría de ilícitos ofrece no pocas dificultades en
el marco de la teoría de los imperativos y en el de la teoría de lo ilícito personal. La afir-
mación en torno a que el resultado es una condición objetiva para la sanción es reconoci-
da originariamente en la posición construida por Kaufmann, desde la teoría de las nor-
mas. Desde el fundamento de esta teoría, en virtud de la cual la norma de valoración no
puede tener otro objeto que la norma de determinación, vale decir, que sólo valora accio-
nes finales y en atención a su contenido final, las dificultades para ubicar el resultado se
presentan ya en el ámbito de lo injusto. Vale recordar que, para este autor, la producción
del resultado no es una condición necesaria de la infracción de la norma, es decir, de la
tipicida o antijuridicidad. Como la finalidad en la imprudencia no se refiere al resultado
típico producido, su integración se revela imposible, razón por la cual constituye una
condición objetiva de punición; Kaufmann, Armin, op. cit., nota 70, p 177.
98 Welzel, Hans, op. cit., nota 5, p. 156.
99 Idem .
100 Zaffaroni, Raúl, op. cit., nota 74, p. 391.
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 465
111 Idem .
112 Idem. Quien volvió sobre el tema en el trabajo citado modificando levemente el
ejemplo del automóvil, logrando con ello mayor claridad: el cambio de orientación del
vehículo –sostiene- puede perder su carácter violador del cuidado por medio de un aviso
oportuno; mas no sucede que de modo normal se ordene cambiar la dirección que se lle-
va. Kaufmann, Armin, op. cit., nota 70, p. 177). De acuerdo con esta exposición puede
encontrarse a Roxin, quien parafraseando a Jakobs explica que en el ámbito de la comi-
sión no se prescribe el manejo cuidadoso de cerillas, sino que se prohíbe el manejo des-
cuidado, por cuanto no existe un deber de manejar; Roxin, Claus, op. cit., nota 5, § 24,
12,p. 1000.
113 Bustos Ramírez, Juan, op. cit., nota 75, p. 45.
114 Cerezo Mir, José, Curso de derecho penal español. Parte general III. Teoría jurí-
dica del delito/2 , Madrid, Tecnos, 2001, t. III, pp. 256 y 257; donde agrega que el proble-
ma no es tanto de distinción entre la acción y la omisión, sino de la relevancia jurídico
penal de la acción o la omisión, esto es, determinar si la acción o la omisión están com-
prendidas en los correspondientes tipos delictivos.
Lacruz destaca que la referencia a la casualidad sin más resulta inexacta, en cuanto
no sólo cuenta el aspecto científico, sino el sentido sociocultural y el sistema de valores.
Explica que el ser humano no sólo se interrelaciona con el medio circundante a través del
manejo de cursos mecánicos, sino también mediante el aprovechamiento de determinadas
estructuras y consideraciones socioculturales que no tienen porque coincidir con regla
científica general alguna; en varios pasajes de su trabajo recurrire al ejemplo del delito de
injuria. Lacruz López, Juan Manuel, “La cusalidad como elemento concretizador de la
conducta humana”, La ciencia del derecho penal ante el nuevo siglo. Libro homenaje al
profesor doctor don José Cerezo Mir , Madrid, Tecnos, 2002, pp. 809-829.
TEORÍA DE LA IMPUTACIÓN OBJETIVA 469
No existe una imprudencia en sí, sólo hay una acción u omisión im-
prudente. 115
Es, entonces, la acción imprudente de los delitos comisivos de esta
forma de aparición del hecho punible la que debe erigirse en foco de in-
terés para el penalista. 1 16 Y esta conclusión se presenta aún más evidente si
tenemos en cuenta que el desvalor de la acción en el delito imprudente de
perpetración no reside en una omisión sino en la acción en sí o mejor di-
cho, en la defectuosa ejecución final de la acción: en el modo de utiliza-
ción del medio escogido o bien en selección misma. 117
Tenemos, pues, que el dato de la realidad penalmente relevante es una
acción portadora de una determinada modalidad; esta acción modal es la
prohibida; insistimos, por tanto, en que la norma de determinación está
constituida, en estos casos, por una prohibición.
También la norma prohibitiva puede exigir el omitir de la acción; y lo
importante aquí es que omitir puede todo el mundo.
Estimo, con Hirsch, que en el análisis del delito imprudente, se ha
mostrado que el finalismo es ciertamente fructífero. 118
471
472 SILVIA PATRICIA LÓPEZ GONZÁLEZ
Un ejemplo que ello, nos muestra el resultado del estudio que llevo a
cabo el Centro de Estudios sobre la mujer Reina Sofía de Madrid, en don-
de el abandono del mercado de trabajo debido a razones familiares en
2003 fue de 94.13 en mujeres y tan sólo de 0.40 en hombres.
Por otra parte, el círculo del maltrato conyugal descrito por Walter L.,
presenta características muy particulares y que como estudiosos del fenó-
meno no podemos dejar al margen, pues según se ha comprobado en
principio se presenta primero un episodio de agresión, posteriormente
hay un periodo de arrepentimiento por parte del agresor, se piden discul-
pas y la víctima le cree; luego se produce nuevamente un periodo de acu-
mulación de tensiones hasta que viene otro episodio de agresión. Este
círculo nos da la idea que la violencia intrafamiliar es cíclica y allí esta la
dificultad de salir y tener consciencia de que existe o que episodios de
violencia han sido tolerados, pues siempre habrá la promesa del cambio.
Por lo que tiene más importancia actuar sobre las causas y no contra la
forma en que se manifiesta la violencia.
Un concepto complementario al de ciclo de violencia es el de Escala-
da de violencia, que se refiere al proceso de ascenso paulatino de la in-
tensidad y duración de la agresión en cada ciclo consecutivo. Se sabe
que el agresor no se detendrá por si solo de no mediar una intervención,
ya sea policial, judicial, psiquiátrica y psicológica o la separación. El ci-
clo volverá a repetirse cada vez con mayor severidad pues hay una ten-
dencia al aumento de la gravedad de la violencia en el transcurso del
tiempo y una relación entre la escalada de violencia y la aparición suce-
siva de distintas manifestaciones de agresión, siendo frecuentes en el ini-
cio las de índole psicológica, incorporándose progresivamente el abuso
físico y económico y por último las de tipo sexual, consideradas el indi-
cador de mayor gravedad. Mientras menor sea la intensidad de la
escalada, menores serán los riesgos y mejores las posibilidades que
tendrá una intervención.
El maltrato que se ejerce al resto de los miembros de la familia: pue-
den involucrar maltrato a los adultos mayores, otros miembros de la fa-
milia extensa (tíos, sobrinos, etcétera, que vivan en el mismo sitio), hijos
(puede configurarse tanto el maltrato como el abuso sexual).
Al menos en la mitad de los hogares en los que la madre es maltrata-
da, también lo son los niños. Aun cuando los niños sólo sean testigos de
la violencia contra la madre, las consecuencias para su salud y su super-
VIOLENCIA INTRAFAMILIAR 477
violencia domestica, de las cuales tan solo el 9.3% fue violencia física; el
38.4% sufrió violencia emocional; el 7.8% violencia sexual, y el 29.3%
económica.
Sucede que en una situación de violencia los hijos siempre sufren. El
crecimiento en una atmósfera de miedo, tensión y terror influirá negati-
vamente en su desarrollo emocional, y más tarde se manifestará en el
abandono escolar, en el uso de drogas, en desórdenes psicológicos y en
violencia y delincuencia.
Como los hijos imitan a padres, se da con frecuencia que quienes en la
niñez fueron testigos de abusos físicos entre sus padres, repiten la misma
conducta cuando llegan al estado adulto. Aprendieron que los problemas
y conflictos se afrontan con la fuerza bruta. Ese aprendizaje negativo se
arraiga tanto que muchas veces pasa de generación en generación.
La violencia doméstica ocurre en todos los niveles de la sociedad, no
solamente en las familias pobres. En las familias ricas sucede lo mismo.
Lo que pasa es que una mujer a quien le dieron una paliza, si tiene dine-
ro, se va tranquilamente a una clínica privada y aquí no ha pasado nada.
Las que son pobres tienen que ir al hospital y allí los médicos dicen: “a
esta mujer la han golpeado” y la policía se encarga de eso.
478 SILVIA PATRICIA LÓPEZ GONZÁLEZ
para el control del delito, que debe ir más haya de la pura intimida-
ción-negativa y lograr, la clara afirmación positiva del derecho penal,
que expresa la convicción jurídica de la conciencia social.
En cuanto a los límites del ius puniendi debemos establecer que con-
forme al principio de utilidad en materia penal, el tipo de violencia intra-
familiar debe ser tal, que sea capaz de servir para evitar delitos, pues de
no ser así perderá su justificación por ser inútil. De nada nos sirve un de-
lito que para su configuración parta de una “reiteración del maltrato” ya
que deja sin posibilidad de comprobación a la víctima, o al menos, en la
mayoría de los casos.
La aplicación del principio de subsidiariedad toma especial relevan-
cia, pues nos enfrentamos a un tipo de delito que requiere necesariamen-
te el complemento en otras legislaciones de carácter civil y familiar; en
definitiva de política social, que permita dar una oportuna respuesta a la
víctima del delito.
Tratados internacionales
V. C ONCLUSIONES
VI. B IBLIOGRAFÍA
I. I NTRODUCCIÓN
Suele sostenerse que la teoría del delito esbozada por el finalismo es,
esencialmente, una teoría del delito doloso. En tal sentido Corcoy Bida-
solo 1 ha sostenido que “la teoría del injusto es una teoría del injusto dolo-
so. El tipo imprudente es residual, sin estructura dogmática propia, cons-
truido a partir de modificaciones puntuales del tipo doloso”. El mismo
Hans Welzel, desde la misma formulación del finalismo, tuvo dificultades
para la descripción del contenido del ilícito del delito imprudente. En tal
sentido ha defendido su teoría de la siguiente forma:
485
486 ROXANA GABRIELA PIÑA
Ariel, 1964, p. 16, citado por Sancinetti Marcelo, Teoría del delito y disvalor de acción ,
Buenos Aires, Hammurabi, 1991, p. 261.
3 Serrano González de Murillo, Teoría del delito imprudente , Madrid, Ministerio de
Justicia, 1991, p. 169.
EL TIPO SUBJETIVO EN EL DELITO IMPRUDENTE 487
14 Ibidem , p. 3 1.
15 Ibidem , p. 32.
16 Serrano González de Murillo, op. cit., nota 3, pp. 172-174.
17 Jescheck, H. H., Tratado de derecho penal , trad. y adiciones de derecho español
de Mir Puig-Muñoz Conde, Barcelona, 1981, t. II, p. 779.
EL TIPO SUBJETIVO EN EL DELITO IMPRUDENTE 491
18 Ibidem , p. 778.
492 ROXANA GABRIELA PIÑA
22 Mir Puig, S., Derecho penal, parte general, 2a. ed., Barcelona, 1985, p. 234.
23 Jakobs, G., StudiemzumfahrlässigenErfolgsdelikt, Berlín, 1972, p. 71, citado por
Corcoy Bidasolo, Mirentxu, op. cit., nota 1, p. 132.
24 Schünemann, B., Neue Horizonte der Fahrlässigkeitsdogmatik , Fest-Schaffstein,
Göttingen, 1975, p. 166; Jakobs, G., ibidem, p. 65.
25 Corcoy Bidasolo, Mirentxu, op. cit., nota 1, p. 132.
494 ROXANA GABRIELA PIÑA
36 Mir Puig, S. Derecho penal, parte general, 4a. ed., Barcelona, 1996, pp. 278 y 279.
498 ROXANA GABRIELA PIÑA
V. E L TIPO SUBJETIVO
Ahora sí, una vez que se dejó planteada la necesidad de que los cono-
cimientos y capacidades individuales sean analizadas en la tipicidad co-
mo cuestión aparte de la capacidad de culpabilidad, analizaré ahora si
existe o no tipo subjetivo en el delito imprudente. Tradicionalmente se le
negó al tipo del delito imprudente la clásica división entre tipo objetivo y
tipo subjetivo.
La principal dificultad que la imprudencia opone a la postulada es-
tructura final de la acción reside en que en ella la finalidad del obrar no
abarca el resultado típicamente reflejado por la ley. Por ello, parte de la
doctrina ha sostenido que la distinción entre un tipo objetivo y un tipo
subjetivo es superflua en el delito imprudente y que, en todo caso, de
afirmarse un tipo subjetivo tiene necesariamente una significación dog-
500 ROXANA GABRIELA PIÑA
mática diversa que la que tiene en el delito doloso desde que no puede
existir coincidencia entre el saber y lo ocurrido.
Los esfuerzos de los finalistas se encaminaron a demostrar que tam-
bién la acción imprudente constituía una acción finalmente dirigida aún
cuando lo era a una meta distinta del resultado.
En defensa de aquélla fueron varios autores los que intentaron, de dis-
tintas formas, superar la crítica proponiendo diversas soluciones: Welzel,
Niese, Zielinski, Kaufmann, Jakobs, Hirsch. A continuación desarrollaré
el pensamiento de dos de los exponentes que más han desarrollado el
elemento subjetivo del tipo imprudente.
38 Struensee, Eberhard, El tipo subjetivo del delito imprudente , ADPCP, 1987, pp.
423 y ss.
39 En la imprudencia el injusto del delito no reside en una finalidad jurídico-penal-
mente relevante en sí misma como en el dolo sino en la infracción del deber objetivo de
cuidado.
EL TIPO SUBJETIVO EN EL DELITO IMPRUDENTE 503
3. La crítica de Herzberg
VI. C ONCLUSIONES
I. ADVERTENCIA
1 Tenorio Tagle, Fernando, Ideas contemporáneas en torno a las drogas y sus con-
secuencias en materia legislativa , México, INACIPE, 1989.
507
508 FERNANDO TENORIO TAGLE
II. INTRODUCCIÓN
2 Cfr. Szasz, Thomas, Il mito della droga, Milán, Feltrinelli Editore, 1977.
3 Cfr. Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón: teoría del galantismo penal , España, Trot-
ta,1995.
4 Véase especialmente Canetti, Elías, “La labor del escritor”, La conciencia de las
palabras , México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
NARCOTRÁFICO Y CONSUMO DE DROGAS 509
tan falacias. Éste es el caso, por ejemplo, de Edward Brecher, 5 quien afirma
que la prohibición de las drogas de facto no prohíbe nada, y, por ello, de-
biera desaparecer dicha prohibición. Es decir, no porque las cosas sean, así
deben de ser. Lo mismo sucede cuando por diversos movimientos sociales
abolicionistas de la pena capital, se argumenta que dicha pena se aplica es-
trictamente contra un segmento de la población, manifestándose una acti-
tud racista, como en el caso de la población negra de la Unión Americana
en décadas pasadas. Ciertamente los hechos así lo han confirmado, sin em-
bargo, si se aplicara dicha pena contra otro segmento social, o a todos en
general sin ningún viso de racismo, el argumento sería insostenible, pero
parece que dicha pena no se justifica. Para estos fines, es necesario cons-
truir o adherirse a una doctrina de justificación, compuesta por diversos
principios, todos ellos concatenados, como es el caso del denominado de-
recho penal mínimo, con cuya óptica puede apreciarse que semejante pena
podría superar el principio de proporcionalidad del castigo cuando este-
mos frente a la hipótesis de homicidio, pero no superaría el principio relati-
vo al error judicial.
Ciertamente, una doctrina semejante está basada y es expresión del pen-
samiento humanista que ha destellado en Occidente, y que en el ámbito pu-
nitivo representa indudablemente el garantismo penal que vinieron a por-
tar los derechos humanos. Desde esta óptica expresaré mis argumentos
que, aunque convincentes, no significa que tendrán eco en las políticas pú-
blicas en nuestros temas, dados otros intereses económicos y políticos que
encubre la prohibición, nacional como mundialmente hablando, y que van
más allá de la buena o mala fe de los actores sociales.
El relato narra una vez más lo que desde los años ochenta afirmé como
una guerra contra las drogas pacientemente derrotada. Ello significa que a
pesar de los esfuerzos nacionales e internacionales para combatir el uso no
médico de las drogas, su proliferación es cada vez mayor. Desprende el in-
forme, que en algunos países en vías de desarrollo, el tráfico de estupefa-
cientes se encuentra íntimamente vinculado a problemas sociales, econó-
micos y políticos que se traducen en lo que viene a llamarse derramas de
capital en el interior de esas naciones, vinculaciones con movimientos gue-
rrilleros y, vinculaciones con el terrorismo. Igualmente se desprende que los
cárteles son cada vez más poderosos, produciéndose con ello otros múltiples
problemas sociales, y, finalmente, no se duda de los amplios márgenes de
corrupción que el narcotráfico trae consigo. En suma, los esfuerzos de com-
bate y represión son cada vez menos exitosos, como si en alguna ocasión
ello haya sido así; más bien puede desprenderse de éste como de cualquier
otro informe oficial o académico, que semejantes esfuerzos han sido siem-
pre infructuosos.
Si el informe fuera rendido en la actualidad, a catorce años de distancia,
los resultados serían efectivamente los mismos, esto es: que la construc-
ción de este problema social se agudiza cada vez más. Tómese en cuenta
que el producto interno bruto de Italia, un país desarrollado, se integra por
un 40%, producto del crimen organizado. En la actualidad, a través de in-
vestigaciones académicas, se ha desprendido que en la misma Italia, con
una población de cerca de sesenta millones de habitantes, se verifican al día
un millón de transacciones ilegales en materia de drogas. 6 Esta información
da cuenta de que la llamada cifra oscura de la criminalidad (los delitos no
denunciados y que no entran en la estadística) alcanza magnitudes inima-
ginables.
Pero, igualmente puede desprenderse que este estado de la cosas se am-
bienta en el contexto que ha venido imponiendo la modernidad avanzada,
y una de sus características es la ambivalencia de los actores sociales. A es-
te respecto, a la par que en el campo de la llamada seguridad ciudadana, es
decir, la seguridad frente al delito, amplios márgenes de la población exi-
gen resultados a las instituciones estatales, especialmente a las que inte-
gran el sistema de justicia penal, amplios márgenes de la población obtie-
nen productos económicos a sabiendas de su procedencia ilícita. Los
delitos patrimoniales, en particular el robo en todos sus formulaciones pe-
nales, no tiene sentido si los productos del robo no son vendidos a la misma
sociedad civil, es un comportamiento racional de la propia delincuencia.
De lo que puede inducirse que en el tema que aquí interesa, la misma socie-
dad civil que actúa a través de una cruzada contra las drogas ilegales, es
aquélla que se beneficia de la prohibición, no sólo por parte de los consu-
midores, sino por todos los perneados de todo lo que implica la moderni-
dad avanzada, la generación de una sociedad de consumo, individualizada,
egoísta y que, como en este caso, vive de los productos de sus prohibicio-
nes. Puede entenderse que los más beneficiados de la prohibición son
justamente los que se dedican al tráfico ilegal de estupefacientes, y con los
que se relacionan en la estrategia de la corrupción.
Aun así, éstos, que pueden ser buenos argumentos de un diagnóstico no
emotivo, no pueden ser utilizados como argumentos para la legalización de
las drogas, los cuales han sido parte de los utilizados por la actitud aboli-
cionista del derecho penal,7como por parte de otros intelectuales. Insisto,
no porque las cosas sean así, así deben de ser. Baste poner como ejemplo
que la media mundial de impunidad al cierre de los años noventa del siglo
XX era del 90%, 8 y en la actualidad; a mediados de la primera década del
siglo XXI ésta ha crecido hasta un 95%, 9 con respecto sólo a denuncias, sin
considerar, entonces, la cifra oscura de la criminalidad, pero no por ello ha
de concluirse que debe abolirse el derecho penal.
En efecto, el pensamiento profundamente humanista y con un no tan
claro perfil posmoderno, 10 que ha venido guiando a los abolicionistas, ha
sido una buena fuente para sensibilizarse frente al derecho penal y las prác-
ticas que se desenvuelven al invocarlo. En variadas ocasiones se han fra-
guado apuestas políticas que median entre esta actitud y la que asume co-
mo guía al derecho penal mínimo. Considérese que para esta última
corriente de opinión, el derecho penal sólo sejustifica por la finalidad utili-
taria de prevenir no el delito, sino principalmente la venganza. Si ello es
así, sólo parece justificable el castigo ante la probabilidad de la escenifica-
por demás, tendenciosas y sin sustento científico. Pero, además, como tam-
bién está suficientemente acreditado, la misma medicina cuyo discurso
hoy se sigue reclamando como justificación para prohibir las drogas, pre-
viamente narró las virtudes de las mismas plantas, y hoy de sus sustancias
aisladas en virtud de la investigación científica, lo cual consta en las farma-
copeas mundialmente hablando.
A su vez, restringidas las drogas susceptibles de despenalizar, no parece
prudente ni hacerlo de un día para el otro, ni todas simultáneamente. Es
exigible, en primer lugar, estructurar las estrategias de prevención y con-
trol con todas las restricciones que ello conlleva, algunas de las cuales ya
se han enunciado y que deben incluir los programas de información sobre
las drogas, sus efectos y restricciones, a los que la sociedad civil tiene dere-
cho y, por ello, representa una obligación de las instituciones estatales.
Después, de conformidad con el criterio médico en cuanto a consecuencias
de su uso, se irán legalizando las drogas a partir de las menos agresivas, y
en las dosis y periodicidad recomendada. Ello puede ser también de mane-
ra paulatina. En nuestros días, se puede comprar el licor que uno desee sin
que ello implique que el comprador lo consumirá todo en un solo día. Y si
así lo hiciera, sería lamentable desde lo opinión de algunos o muchos, pero
nada más, y puede indagarse y verificarse que estos hechos son decidida-
mente reducidos.
Como se aprecia, estas recomendaciones constituyen sólo algunos as-
pectos que pueden guiar una política alterna. Sin embargo, la pregunta de-
cisiva la constituye otra, a saber: ¿se justifica la prohibición de las drogas?
o bien, ¿se justifica la permisión de éstas?
Me parece que el único discurso plausible para responder a estas interro-
gantes lo constituye el discurso de los derechos humanos que ha venido
imponiendo Occidente, y que cada vez goza de mayores ámbitos de con-
senso. Una política de prohibición de las drogas atenta contra el más im-
portante de los derechos fundamentales, precisamente aquel que, en mi
opinión, representa el derecho que da vigencia a los restantes, sin que con
ello le reste importancia a los demás, y éste es la libertad de conciencia, tra-
ducible en las posibilidades de todas las libertades. De esta manera, el
prohibicionismo enfrenta inadecuadamente a este derecho con el, a su vez,
derecho fundamental a la salud, el cual, con esta política, se violenta la re-
gla que lo rige como parte de los derechos de la segunda generación, a sa-
ber: su carácter de renunciable. Ciertamente tenemos derecho a la salud,
NARCOTRÁFICO Y CONSUMO DE DROGAS 517
El único motivo por el cual el poder puede ser ejecutado justamente sobre
un miembro de una comunidad civilizada, en contra de su voluntad, es el
prevenir un daño a los otros... (este miembro de la comunidad civilizada)
no puede ser obligado a hacer una cosa, porque así será mejor para él, por-
que con ello será más feliz, o porque en la opinión de los otros sería sabio
y justo... Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su mente, el individuo es so-
berano. 11
11 Citado por Arnao, Giancarlo, “Rapporto sulle drogue”, Medicina e Potere, 8a. ed.,
Milán, Feltrinelli Editore, 1983.
LA ACTUAL ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL
DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL
José C EREZO M IR
perior a 20 años”. Artículo 76, 1, d): “de 40 años, cuando el sujeto haya sido condenado
por dos o más delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V del título XXII
del libro II de este Código y alguno de ellos esté castigado por la ley con pena de prisión
superior a 20 años”.
3 Que se cumple en establecimientos de régimen abierto, según el artículo 72,2 de la
Ley General Penitenciaria del 26 de septiembre de 1979; véase, a este respecto, Gracia
Martín, Luis et al., Lecciones de consecuenciasjurídicas del delito , 3a. ed., Valencia, Ti-
rant lo Blanch, pp. 95, 96 y 98.
4 Según el artículo 78, en su nueva redacción: “1. Si a consecuencia de las limita-
ciones establecidas en el apartado 1 del artículo 76 la pena a cumplir resultase inferior a
la mitad de la suma total de las impuestas, el juez o tribunal sentenciador podrá acordar
que los beneficios penitenciarios, los permisos de salida, la clasificación en tercer grado
y el cómputo de tiempo para la libertad condicional se refieran a la totalidad de las penas
impuestas en las sentencias. 2. Dicho acuerdo será preceptivo en los supuestos previstos
en los párrafos a), b), c) y d) del apartado 1 del artículo 76 de este Código, siempre que
la pena a cumplir resulte inferior a la mitad de la suma total de las impuestas. 3. En estos
casos, el juez de vigilancia, previo pronóstico individualizado y favorable de reinserción
social y valorando, en su caso, las circunstancias personales del reo y la evolución del
tratamiento reeducador, podrá acordar razonadamente, oídos el Ministerio Fiscal, Institu-
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 521
ciones Penitenciarias y las demás partes, la aplicación del régimen general de cumpli-
miento. Si se tratase de delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V del tí-
tulo XXII del libro II de este Código, o cometidos en el seno de organizaciones
criminales, y atendiendo a la suma total de las penas impuestas, la anterior posibilidad
sólo será aplicable: a) Al tercer grado penitenciario, cuando quede por cumplir una quin-
ta parte del límite máximo de cumplimiento de la condena. b) A la libertad condicional,
cuando quede por cumplir una octava parte del límite máximo de cumplimiento de la
condena”. El texto del apartado tercero es el resultante de la enmienda núm. 53, presen-
tada conjuntamente por los grupos parlamentarios Popular y Socialista en el Congreso, al
Proyecto de Ley Orgánica de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efecti-
vo de las penas; véase, a este respecto, Boletín Oficial de las Cortes Generales , Congreso
de los Diputados, VII Legislatura, Serie A: Proyectos de Ley, 25 de marzo de 2003, núm.
129-7, p. 43.
5 Véase Barbero Santos, Marino, “La pena de muerte, problema actual”, Estudios de
criminología y derecho penal, España, Universidad de Valladolid, l972, p. 169, y Rodrí-
guez Devesa y Serrano, Gómez, Derecho penal español, parte general , 18a. ed., España,
Dykinson, 1995, p. 905.
6 Véase, Escrivá, Gregori, “Algunas consideraciones sobre derecho penal y Consti-
tución”, Papers, Revista de Sociología, núm. 13, 1980, p. 160.
7 Este periodo de seguridad se introdujo ya en nuestro país en la Ley Orgánica regu-
ladora de la responsabilidad penal de los menores de 12 años de enero de 2000, reforma-
da por la Ley Orgánica del 22 de diciembre de 2000 (artículo 9o., regla 5a. y Disposición
adicional cuarta, 2, c). Véase, a este respecto, Cerezo Mir, José, Curso de derecho penal
español, parte general, III Teoríajurídica del delito /2 , España, Tecnos, 2001, p. 97.
8 Según el apartado 2o. del artículo 36: “cuando la duración de la pena de prisión
impuesta sea superior a cinco años, la clasificación del condenado en el tercer grado de
tratamiento penitenciario no podrá efectuarse hasta el cumplimiento de la mitad de la pe-
522 JOSÉ CEREZO MIR
y patrimonio presentes y futuros en los términos del apartado anterior, que muestren sig-
nos inequívocos de haber abandonado los fines y los medios terroristas, y además hayan
colaborado activamente con las autoridades, bien para impedir la producción de otros de-
litos por parte de la banda armada, organización o grupo terrorista, bien para atenuar los
efectos de su delito, bien para la identificación, captura y procesamiento de responsables
de delitos terroristas, para obtener pruebas o para impedir la actuación o el desarrollo de
las organizaciones o asociaciones a las que haya pertenecido o con las que haya colabo-
rado, lo que podrá acreditarse mediante una declaración expresa de repudio de sus activi-
dades delictivas y de abandono de la violencia y una petición expresa de perdón a las
víctimas de su delito, así como por los informes técnicos que acrediten que el preso está
realmente desvinculado de la organización terrorista y del entorno y actividades de aso-
ciaciones y colectivos ilegales que la rodean y su colaboración con las autoridades”. El
texto del nuevo apartado 6o. del artículo 72 es el resultante de la enmienda núm. 57, pre-
sentada conjuntamente por los grupos parlamentarios Popular y Socialista en el Congre-
so, al Proyecto de Ley Orgánica de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y
efectivo de las penas; véase, a este respecto, Boletín Oficial de las Cortes Generales ,
Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie A: Proyectos de Ley, 25 de marzo de
2003, núm. 129-7, pp. 44 y 45.
10 Según la nueva redacción del apartado 1o. del artículo 90 del Código Penal, con-
sensuada entre los grupos parlamentarios popular y socialista del Congreso: “1. Se esta-
blece la libertad condicional en la pena privativa de libertad para aquellos sentenciados
en quienes concurran las circunstancias siguientes: a) Que se encuentren en el tercer gra-
do de tratamiento penitenciario. b) Que se hayan extinguido las tres cuartas partes de la
condena impuesta. c) Que hayan observado buena conducta y exista respecto de los sen-
tenciados un pronóstico individualizado y favorable de reinserción social, emitido en el
informe final previsto en el artículo 67 de la Ley Orgánica General Penitenciaria. No se
entenderá cumplida la circunstancia anterior si el penado no hubiese satisfecho la respon-
sabilidad civil derivada del delito en los supuestos y conforme a los criterios establecidos
por el artículo 72.5 y 6 de la Ley Orgánica General Penitenciaria. Asimismo, en el caso
de personas condenadas por delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V
del título XXII del libro II de este Código, o por delitos cometidos en el seno de organi-
zaciones criminales, se entenderá que hay pronóstico de reinserción social cuando el pe-
nado muestre signos inequívocos de haber abandonado los fines y los medios de la acti-
524 JOSÉ CEREZO MIR
vidad terrorista y además haya colaborado activamente con las autoridades, bien para
impedir la producción de otros delitos por parte de la banda armada, organización o gru-
po terrorista, bien para atenuar los efectos de su delito, bien para la identificación, captu-
ra y procesamiento de responsables de delitos terroristas, para obtener pruebas o para im-
pedir la actuación o el desarrollo de las organizaciones o asociaciones a las que haya
pertenecido o con las que haya colaborado, lo que podrá acreditarse mediante una decla-
ración expresa de repudio de sus actividades delictivas y de abandono de la violencia y
una petición expresa de perdón a las víctimas de su delito, así como por los informes téc-
nicos que acrediten que el preso está realmente desvinculado de la organización terrorista
y del entorno y actividades de asociaciones y colectivos ilegales que la rodean y su cola-
boración con las autoridades”. Véase la enmienda núm. 54 presentada conjuntamente por
los grupos parlamentarios Popular y Socialista en el Congreso al Proyecto de Ley Orgá-
nica de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas, Boletín
Oficial de las Cortes Generales , Congreso de los Diputados, VII Legislatura, Serie A:
Proyectos de Ley, 25 de marzo de 2003, núm. 129-7, p. 43.
11 Según la nueva redacción del artículo 91 del Código Penal, consensuada entre los
grupos parlamentarios popular y socialista del Congreso: “Excepcionalmente, cumplidas
las circunstancias de los párrafos a) y c) del apartado 1 del artículo anterior, y siempre
que no se trate de delitos de terrorismo de la sección segunda del capítulo V del título
XXII del libro II de este Código, o cometidos en el seno de organizaciones criminales, el
juez de vigilancia penitenciaria, previo informe del Ministerio Fiscal, Instituciones Peni-
tenciarias y las demás partes, podrá conceder la libertad condicional a los sentenciados a
penas privativas de libertad que hayan extinguido las dos terceras partes de su condena,
siempre que merezcan dicho beneficio por haber desarrollado continuadamente activida-
des laborales, culturales u ocupacionales”. Véase la enmienda núm. 55 al Proyecto de
Ley Orgánica de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las pe-
nas, presentada conjuntamente por los grupos parlamentarios Popular y Socialista en el
Congreso, Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, VII Le-
gislatura, Serie A: Proyectos de Ley, 25 de marzo de 2003, núm. 129-7, p. 44.
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 525
to, que: “la duración mínima de la pena de prisión pasa de seis a tres meses,
con el fin de que la pena de privación de libertad de corta duración pueda
cumplir su función de prevención general adecuada respecto de los delitos
de escasa importancia”. Se produce con ello un considerable retroceso en
la tendencia a la supresión de las penas cortas de privación de libertad de
cumplimiento continuo o ininterrumpido.
Las penas cortas de privación de libertad han sido objeto de numerosas
críticas desde mediados del siglo XIX, críticas que adquirieron gran reso-
nancia por la influencia de v. Liszt y su Programa de Marburgo (1882) 12 y
que, en su mayor parte están justificadas. Las penas privativas de libertad
de corta duración desarraigan al delincuente, separándole de su familia, ha-
ciéndole perder su trabajo —si lo tenía— y no permiten realizar una labor
eficaz tendente a su reeducación y reinserción social. Si es un delincuente
primario y ocasional queda expuesto, además, a la influencia corruptora de
los delincuentes habituales y profesionales.
La misma significación de poner más el énfasis en la prevención gene-
ral y en la reafirmación del ordenamiento jurídico tiene también la supre-
sión de la sección especial, separada y reservada del Registro Central de
Penados y Rebeldes para inscribir las sentencias condenatorias a una pe-
na privativa de libertad en caso de suspensión de ejecución de la misma.
Cuando el delincuente no vuelva a delinquir en el plazo de prueba, el juez
o tribunal no puede ordenar ya de modo inmediato la cancelación de la
inscripción en el mencionado Registro, sino que deben transcurrir antes
12 Véase, por ejemplo, Oneca, Antón, Derecho penal, parte general , pp. 521 y 522,
Luzón Peña, Medición de la pena y sustitutivos penales, pp. 69 y ss., Higuera Guimerá, J.
F., La pena de arresto de fin de semana , España, Centro de Publicaciones del Ministerio
de Justicia, 1982, pp. 17 y ss., y Morillas Cueva, L., Teoría de las consecuencias jurídicas
del delito, España, Tecnos, 1991, pp. 56 y ss. Una postura más matizada mantenía, en cam-
bio, Cuello Calón, que se mostraba partidario de sustituirlas en gran medida y reformar su
forma de ejecución, pero se manifestaba contrario a su completa abolición; véase Cuello
Calón, La moderna penología, España, Bosch, 1958, pp. 585 y ss., especialmente pp. 592
y 593. En este sentido también modernamente, en Alemania, Jescheck-Weigend, Lehrbuch
des Strafrechts, Allgemeiner Teil , 5a. ed., Alemania, Duncker-Humblot, 1996, pp. 745 y
759 y ss. (Tratado de derecho penal, parte general, 5a. ed., trad. de Miguel Olmedo Car-
denete, España, Comares, 2002, pp. 802 y 803 y 817 y ss.). En el artículo 47.1 del Código
Penal Alemán se dispone que las penas privativas de libertad de duración inferior a seis
meses se impongan únicamente cuando, por las circunstancias del hecho o de la persona-
lidad del delincuente, resulten imprescindibles para influir en este último o para la defen-
sa del ordenamiento jurídico.
526 JOSÉ CEREZO MIR
16 Véase, a este respecto, Antón Oneca, op. cit., nota 12, p. 382, y Rodríguez Mouru-
llo, en Córdoba Roda y Rodríguez Mourullo, Comentarios al Código Penal, España,
Ariel, 1972, p. 744.
17 Véase ya, en este sentido, Asúa Batarrita, Adela, La reincidencia, España, Univer-
sidad de Deusto, 1982, p. 460.
18 Véase Rodríguez, Devesa y Serrano, Gómez, Derecho penal español, parte gene-
ral, 18a. ed., España, Dykinson, 1995, pp. 746 y 747.
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 529
19 Véase Alonso Alamo, Mercedes, El sistema de las circunstancias del delito, Espa-
ña, pp. 673 y 674. Aunque señala también que: “por muy criticable que parezca, de la re-
gulación de la reincidencia, en general, puede extraerse la conclusión siguiente: si bien
descansa, ante todo, en la mayor culpabilidad del sujeto, no se ha dejado de tener en
cuenta la peligrosidad del autor manifestada en la repetición delictiva”.
20 Véase Rodríguez, Devesa y Serrano, Gómez, op. cit., nota 18, pp. 746 y 747.
21 Véase Cobo del Rosal Vives Antón, Derecho penal, parte general, 5a. ed., Espa-
ña, Tirant lo Blanch, 1999, pp. 899 y ss.
22 Pues la reincidencia no supone necesariamente una mayor peligrosidad del delin-
cuente; véase, a este respecto, Rodríguez Mourullo, op. cit., nota 16, pp.743 y 744.
23 Según Elena B. Marín de Espinosa Ceballos, el fundamento de la agravante de
reincidencia sería la mera posibilidad de iniciación del hábito de cometer delitos seme-
jantes, considera, como es lógico, este fundamento insuficiente y propone la supresión de
la agravante; véase, Marín de Espinosa Ceballos, Elena B., La reincidencia: tratamiento
dogmático y alternativas político criminales , España, Comares-Facultad de Derecho
Universidad de Granada, 1999, pp. 194 y ss., y 380.
24 Véase Mir Puig, La reincidencia en el Código Penal, España, Bosch, 1974, pp. 527
y ss., y Mir Piug, Derecho penal, parte general, 5a. ed., España, 1998, pp. 653 y 654.
530 JOSÉ CEREZO MIR
25 Propuesta a la que se adhieren Cobo del Rosal y Vives Antón, op. cit., nota 21, pp.
901 y 902.
26 Roxin considera que la agravante de reincidencia es difícil de conciliar con el
principio de culpabilidad: “pues la capacidad de resistir la tentación de cometer nuevos
delitos no aumenta sino que disminuye con el número de condenas previas”; véase, C.
Roxin, “Was bleibt von der Schuld im Strafrecht übrig?”, Schweizerische Zeitschriftfür
Strafrecht, Alemania, 1987, fasc. 4o., pp. 360 y 361.
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 531
culpabilidad por el hecho, sin tener en cuenta la conducta anterior del suj e-
to. Esta sentencia parte de la base errónea, a mi juicio, de que la reinciden-
cia no influye en la medida de la culpabilidad y obedece únicamente a con-
sideraciones de prevención especial o prevención general. 34 Si así fuera, la
agravante de reincidencia sería contraria al principio de culpabilidad y por
tanto anticonstitucional. No es cierto, por tanto, como estima el Tribunal
Supremo, que haya llegado a una interpretación de la agravante de reinci-
dencia conforme a la Constitución. En el fondo hay una contradicción en-
tre la doctrina del Tribunal Constitucional y la del Tribunal Supremo de
nuestro país. 35
otra parte, como estima esta autora (véase lug. cit., pp. 114-116) que el criterio del Tribu-
nal Constitucional español y de nuestro Tribunal Supremo, expresado en las sentencias
mencionadas, coincida con el del Tribunal Federal Constitucional de la República Federal
alemana. Este declaró, en sentencia de 16 de enero de 1979, que la agravante de reinciden-
cia se adecuaba a la Constitución de su país “siempre que se evitara una presunción de ma-
yor culpabilidad y se verificara en cada caso si se le podría reprochar al autor reincidente
el no haber tomado como advertencia las anteriores condenas”.
36 El nuevo Código parte del criterio, equivocado, de limitar el campo de aplicación
de las medidas de seguridad a los inimputables y a los semúmputables. Véase, a este res-
pecto, Cerezo Mir, José, Curso de derecho penal español, parte general, I, 6a. ed., Espa-
ña, Tecnos, 2004, pp. 35 y 36, y Günther Kaiser, “Befinden sich die kriminalrechtlichen
Massregeln in der Krise?”, Juristiche Studiengesellschaft Karlsruhe , C. F. Müller, 1990,
según el cual: “cualquiera que sea el sentido en que se hable de «crisis» —como notoria
insuficiencia para realizar los fines de política jurídica y el programa normativo, como
expresión de una configuración defectuosa en función de un programa alternativo implí-
cito, o de una mayor necesidad de legitimación— no se advierte razón alguna que obli-
gue a abandonar las medidas de seguridad y el sistema de la doble vía” (p. 5 1).
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 535
social y derecho represivo , España, Bosch, 1990, pp. 155 y ss., especialmente pp. 168
y 170.
40 Véase mis Consideraciones político-criminales sobre el Proyecto de Código Pe-
nal de 1992, op. cit., nota 37 pp. 39 y 40.
41 Véase mi artículo “El tratamiento de los semiimputables. Problemas fundamenta-
les del derecho penal”, op. cit., nota 37, pp. 154 y 155.
42 Elena B. Marín de Espinosa Ceballos propone recientemente la introducción de la
medida de seguridad de internamiento en un centro de terapia social para todos los delin-
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 537
ría ser, en todo caso, voluntaria, es decir, debería llevarse a cabo siempre
con la anuencia del condenado.
Es preferible la regulación del internamiento en un centro de terapia so-
cial como medida de seguridad que como modalidad de ejecución de las
penas privativas de libertad, concretamente de las de prisión (como sucede
actualmente en Alemania, en los artículos 9o. y 123 de la Ley de Ejecución
de Penas), 43 pues de lo contrario el tratamiento y su duración estarían con-
dicionados por la imposición y la duración de la pena.
Por último, debería haberse introducido también en el Código, en el
elenco de medidas de seguridad, la de internamiento en un centro de custo-
dia. Es una medida imprescindible para hacer frente a la peligrosidad de los
delincuentes habituales de criminalidad grave a quienes no se pueda apli-
car la medida de internamiento en un centro de terapia social (por la edad
alcanzada, porque no presenten graves anomalías en su personalidad que
guarden relación con la comisión del delito, o que no acepten la aplicación
48 Véase, a este respecto, mi Curso de derecho penal español, parte general, op. cit.,
nota 36, pp. 41 y ss., especialmente p. 44.
49 No me parece, por ello, convincente la objeción de Laubenthal; véase, Die Renais-
sance der Sicherungsverwahrung, pp. 710 y 711.
50 Como estima Laubenthal, Ibidem, pp. 714, 749 y 750.
51 Véase, a este respecto, mi Curso de derecho penal español, parte general , Intro-
ducción, op. cit., nota 36, p. 218.
ORIENTACIÓN POLÍTICO-CRIMINAL DEL CÓDIGO PENAL ESPAÑOL 541
52 Consideran que con ello se infringe el principio de irretroactividad de las leyes pe-
nales desfavorables Stefan Trechsel, Nachträgliche Sicherungsverwahrung, p. 208, y
Kunz y Stratenwerth, Zum Bericht der Arbeitsgruppe “Verwahrung” , pp. 14 y 15.
542 JOSÉ CEREZO MIR
58 Véase, a este respecto, mi curso de Derecho Penal Español... cit., nota 36,pp. 196
y ss.
59 En contra de lo que se afirma en el apartado tercero del voto particular formulado
por los ilustres magistrados José Antonio Martín Pallín, Joaquín Giménez García y Per-
fecto Andrés Ibáñez, según los cuales, “en virtud de las normas citadas, las penas im-
544 JOSÉ CEREZO MIR
62 Véase la nueva redacción del artículo 87.1, introducida por la Ley Orgánica
15/2003, del 25 de noviembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, del 23 de
noviembre, del Código Penal.
63 Véase la nueva redacción del artículo 91 introducida por la Ley Orgánica 7/2003, del
30 de junio, de medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas.
64 Díez Ripollés propone frente al modelo penal de la seguridad ciudadana el que lla-
ma modelo penal binestarista (sería mejor, a mi juicio, hablar de modelo penal del Esta-
do de bienestar) “que anteponga una aproximación social a una aproximación represiva
hacia la delincuencia”, que mantenga las garantías penales, pero manteniéndose siempre
dentro de los límites de la racionalidad pragmática, sin perder nunca de vista” la efectivi-
dad y eficacia de las medidas de intervención social a tomar”; véase, La nueva política
criminal española , pp. 86 y 87.
LA IMPUTACIÓN COMO BASE DEL SISTEMA PENAL 1
Se llama hecho (Tat) a una acción, la cual está sometida a las leyes de la
obligación, por lo tanto, también en la medida en que se considera al sujeto
de acuerdo a las leyes de la libertad de su arbitrio. El actuante es considera-
do a través de su acto como el causante o el autor y por ende, la acción co-
mo tal, podrá imputársele en cuanto dicho autor conozca la ley que une a
esa acción y que pesa como obligación. Persona, agrega Kant, es el sujeto
11 Véase Donna, Edgardo Alberto, op. cit., nota 3, §, cuando vimos en su momento
el tema de la capacidad de culpabilidad habíamos visto el problema, en especial a quien
iba dirigida la norma y quienes tenían el deber de cumplir con ella.
12 Todo el entrecomillado en Ricoeur, op. cit. , nota 4, p. 54.
13 Von Pufendorf, Samuel, Über die Pflicht des Menschen und des Bürgers nach
dem Gesetz derNatur , Insel Verlag, 1994, edición alemana de la obra de 1673, §. 17.
550 EDGARDO ALBERTO DONNA
14 Kant, Immanuel, Metaphysik der Sitten Felix meiner Verlag, Hamburg, 1966, pp.
26, núm. 80, 223. La traducción es nuestra. Existe traducción española en Cortina Orts,
Adela, La metafísica de las costumbres , Madrid, Tecnos, 1980, pp. 29 y 30.
15 Larenz, Karl, Hegels Zurechnungslehre, und der Begriff del Objetiktiven Zurech-
nung, Scientia Verlag Aalen 1970, neudruck der ausgabe Leipzig 1927, pp. 60 y ss.
16 Idem.
LA IMPUTACIÓN COMO BASE DEL SISTEMA PENAL 551
17 Idem.
18 Idem.
19 Binder, Philosophie des Rechts , 1925, p. 907, citado en ibidem , p. 63.
20 Hruschka, Joachim, Strkturen der Zurechbung , W de G, 1976, Berlín-Nueva York,
p. 13.
21 Ibidem, pp. 14 y 15
552 EDGARDO ALBERTO DONNA
Por ende, se debe partir del siguiente presupuesto lógico: cuando se trata
de la imputación penal —pensando esto en la clasificación de delitos de re-
sultado y de actividad—24 hay dos formas de realizar la imputación: por
una parte, la llamada imputación a la causalidad natural, y, por otra, la lla-
mada imputación a la libertad, la llamada imputación normativa.
Para que un hecho acontezca es necesario entonces en comenzar desde
sí (von Selbst) una serie de fenómenos que se desarrollan, sin duda, según
leyes naturales y en consecuencia, estamos frente a la libertad trascenden-
tal. Acá está la raíz de la libertad trascendental y, con ello, la capacidad ori-
22 Idem.
23 Kant, Emmanuel, Crítica de la razón pura , A 445, B 473, citado por Ricoeur,
Paul, op. cit., nota 4, p. 55
24 Roxin, Claus, Derecho penal, parte general. Fundamentos, la estructura de la teo-
ría del delito , trad. de Diego-Manuel Luzón Peña, Miguel Díaz, García Conlledo y Javier
de Vicente Remesal, Madrid, Civitas, 1997, t. I, p. 328.
LA IMPUTACIÓN COMO BASE DEL SISTEMA PENAL 553
Jan-Michel S IMON
I. INTRODUCCIÓN
1. Conformación e integración
2. Retribución e intimidación
Las dificultades en establecer una base sólida para el uso del derecho pe-
nal, como un medio para hacer frente a la violencia en conflictos de gran
escala son relacionados a un problema principal del uso del derecho penal
en general: la selectividad.
El genocidio y los crímenes de lesa humanidad, como prototipos de la
violencia colectiva, son definidos claramente por su naturaleza colectiva
tanto por el lado de los autores como por el lado de las víctimas. Es precisa-
mente este carácter colectivo que ilustra mejor las limitaciones de utilizar
las explicaciones convencionales para el derecho penal como si se tratara
de crímenes ordinarios.
Un caso ilustrativo es el de Ruanda. Como reacción al genocidio de
1994, el gobierno de Ruanda optó por una respuesta puramente retributiva.
Como es de conocimiento público, esta estrategia costó miles de vidas hu-
manas durante la prisión preventiva, porque el programa de persecución
extensivo de Ruanda carecía de los recursos necesarios para un emprendi-
miento de esa magnitud.
560 JAN-MICHEL SIMON
3. Tratamiento e incapacitación
2. Justicia local
1. ¿En qué medida las condiciones para y los efectos del uso del
derecho penal en una determinada sociedad de posconflicto están
limitando sus propios objetivos declarados?
2. ¿Estos objetivos se pueden alcanzar con otras instituciones socia-
les locales? Este es un tema que está completamente abierto para
la investigación y es de gran interés para la práctica, específica-
mente en el campo de la justicia penal internacional con respecto a
la jurisdicción complementaria de la Corte Penal Internacional.
1. Elprincipio de legalidad
1 Cita en Berdugo Gómez de la Torre et al., Lecciones de derecho penal ..., p. 43.
Sobre el contexto histórico europeo cfr. Roxin, Claus, Derecho penal (parte general)
(fundamentos. La estructura de la teoría del delito) , trad. Diego-Manuel Luzón Peña et
al., Madrid, Civitas, 1997, pp. 141-144; Cuello Contreras, J., El Derecho penal ..., pp.
146-148.
2 Beccaria, C., De los delitos y de las penas , Madrid, Alianza, 1968, pp. 29 y 30.
LA NORMATIVIZACIÓN DEL TIPO OBJETIVO Y SUBJETIVO 569
aplicar dicha ley, mientras que al Ejecutivo le está vedada tanto la facultad
de emitir leyes penales como la de juzgar los delitos.
La fórmula latina nullum crimen nullapoena sine lege proviene del pen-
samiento de Feuerbach, 3 quien consideró que el derecho penal 4 debe sus-
tentarse en tres principios fundamentales, a saber: a) la imposición de cada
pena presupone una ley anterior (nulla poena sine lege); b) la imposición
de una pena está condicionada a la realización de una conducta prohibida
(nulla poena sine crimine), y c) la conducta está prohibida legalmente
cuando existe una ley que ordena imponer una pena a quien la realice ( nu-
llum crimen sine poena legali). 5
Desde finales del siglo XVIII el principio de legalidad es considerado co-
mo uno de los pilares del Estado de derecho, pues la prohibición de imponer
penas no previstas en la ley constituye una protección del ciudadano contra
una posible actuación arbitraria del Estado; es por ello que este principio se
concibe como un medio de control a su poder represivo. 6
En nuestro país, el principio de legalidad fue reconocido desde la Constitu-
ción de Apatzingán de 1814 7 y a partir de la Constitución de 1917 se sustenta
en cuatro ideas rectoras que han sido reconocidas como garantías individua-
les, las cuales se pueden enunciar bajo los siguientes rubros: exclusividad de la
ley como fundamento del derecho penal; mandato de certezajurídica; prohibi-
ción de analogía in malampartem , y prohibición de retroactividad. El recono-
cimiento constitucional del principio de legalidad ha dado sustento a otras
cuatro garantías individuales de carácter procesal, a saber:
3 Cfr. Cerezo Mir, J., Curso de derecho penal, pp. 162 y 163; Jiménez de Asúa, L.,
Manual de derecho penal , vol. II, pp. 3 8 y 39; Welzel, H., Derecho penal (parte gene-
ral) , pp. 26 y 27.
4 Aunque dicho autor lo denominaba Das peinliche Recht, lo cual se puede traducir
como derecho penoso.
5 Traducción propia del original: Feuerbach, P. J. A., Lehrbuch ...,§ 20.
6 Roxin, C., op. cit., nota 1, pp. 137, 145 y 146.
7 El Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, sancionado
en Apatzingán el 22 de octubre de 1814, dispuso en su artículo 21: “sólo las leyes pueden
determinar los casos en que debe ser acusado, preso o detenido algún ciudadano”.
570 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA
8 “Artículo 14. A ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna.
Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesiones
o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamente establecidos, en
el que se cumplan las formalidades esenciales del procedimiento y conforme a las leyes
expedidas con anterioridad al hecho.
En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple analogía y
aún por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada por una ley exactamente
aplicable al delito que se trata”.
9 “Artículo 21. La imposición de las penas es propia y exclusiva de la autoridad ju-
dicial...”
La Constitución Española de 1978 prevé expresamente una garantía más: la garan-
tía de ejecución, que consiste en la orden expresa de que la ejecución de la pena deberá
estar regulada por el ley. Sobre el particular, con un extenso análisis de la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional Español: cfr. Rodríguez Mourullo, G., “Artículo 1o....” , pp.
131 y ss. También, Mir Puig, S., Derecho penal (parte general), 4a. ed., Barcelona, PPU,
1996, pp. 76 y 77; Cerezo Mir, J., op. cit. , nota 3, pp. 167-169; Quintero Olivares et al.,
Curso de derecho penal, pp. 35-40; Cuello Contreras, J., op. cit., nota 1, p. 154; Jiménez
de Asúa, L., Manual de derecho penal, Madrid, Reus, 1993, vol. II, pp. 37 y 38; Ruiz
Vadillo, E., El derechopenal sustantivo ..., pp. 45-47.
LA NORMATIVIZACIÓN DEL TIPO OBJETIVO Y SUBJETIVO 571
esto no implica que podamos sancionar cualquier conducta sin tener un funda-
mento jurídico y entre estas dos opciones una intermedia será la más acertada.
En efecto, no podemos exigir al legislador que describa con lujo de detalles to-
do aquello que quiere prohibir pero tampoco podemos volver a la incertidum-
bre de no saber previamente qué conductas son consideradas como ilícitas por
el legislador. Por tanto, la ilicitud de una conducta (tipicidad) dependerá de
poder fundamentar en el derecho vigente si la conducta realizada lesiona o po-
ne en peligro bienesjurídicos que el legislador ha pretendido proteger y esto se
consigue articulando normas contenidas en la ley mediante criterios teóricos
que nos sirven para sustentar fundada y motivadamente cuáles son las conduc-
tas que deben ser consideradas como prohibidas.
Hasta ahora hemos replanteado los problemas normativos en torno a la
legalidad, debemos continuar con el surgimiento de los criterios normati-
vos desde el punto de vista de la teoría del delito.
11 Díaz-Aranda, Enrique y Cancio Meliá, Manuel, “La imputación normativa del re-
sultado a la conducta”, Colección Autores de Derecho Penal, Santa Fé, Argentina, Ru-
binzal-Culzoni, 2004,108 pp.
12 Teoría del delito (doctrina, jurisprudencia y casos prácticos) , México, Straf,
2006, 375 pp.
13 “Die subjektive Beziehung zwischen Tat und Täter kann nur eine psychologische
sein”, traducción propia de Liszt, Franz von, Lehrbuch des deutschen Strafrechts, p. 152.
14 Sobre todo cfr. Frank, Reinhard, “Über den Aufbau des Schuldbegriffs”, Fes-
tschrift der Geissener Juristenfakultät zum 300 jährigen Bestehen der Universität Gies-
sen, 1907, pp. 3 y ss. Cita en Roxin, C., op. cit., nota 1, p. 196.
574 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA
15 Cfr. Welzel, Hans, Das Deutsche Strafrecht , pp. 59 y 60. En este sentido, a partir
del análisis de autores italianos, cfr. Carrancá y Trujillo, Raúl, Derecho penal mexicano
(parte general) , México, Limón, 1937, pp. 179 y ss. Sobre más autores alemanes, cfr.
Mir Puig, Santiago, op. cit. , nota 9, p. 578; Córdoba Roda, Juan, Una nueva concep-
ción ..., pp. 27 y 28.
16 Mir Puig, Santiago, ibidem , p. 579. También Gimbernat Ordeig, Enrique, El siste-
ma ..., p. 164.
17 En este sentido, Von Buri, Über Causalität und deren Verantwortung , 1873; Von
Liszt, Achenbach, 1974, pp. 38 y ss.; Löffler, Schuldformen, 1895, pp. 67-69; Kohl-
rausch, 1903; Radbruch, ZStW 24 (1904), pp. 333 y ss. Da cuenta de ello también, Islas
de González Mariscal, Olga, El dolo ..., p. 33.
18 Mir Puig, Santiago, op. cit., nota 15, p. 238. En Italia se pronunciaron en este sen-
tido: Pecoraro-Albani, Il dolo, pp. 70 y ss. Pettoello-Mantovani, Il concetto ontologico
del reato, p. 95; Bricola, Dolus in re ipsa, p. 134; Nuvolone, Sistema, p. 273. Cita en
Antolisei, Francesco, Manual de derecho penal (parte general), pp. 247 y 248.
LA NORMATIVIZACIÓN DEL TIPO OBJETIVO Y SUBJETIVO 575
...no sólo no existe el dolo que interesa cuando el autor, con respecto a la
ilicitud en general, no estuviese en actitud dolosa, sino que no lo hay
tampoco cuando, dándose tal dolo “genérico”, no tenga el autor la direc-
ción específica orientada a la realización del delito-tipo correspondien-
te (por ejemplo, cuando consciente e ilícitamente ha hecho un disparo). 20
19 Beling, Ernst von, Esquema de derecho penal (la doctrina del delito-tipo) , trad.
Sebastián Soler, Buenos Aires, 1944, p. 72.
20 Ibidem, p. 73. Para un análisis sobre el entorno dogmático y filosófico que rodeó a
Beling al desarrollar su teoría y la evolución de su pensamiento en sus obras Lehre vom
Verbrechen y Die Lehre vom Tatbestand, cfr. Córdoba Roda, Juan, Una nueva concep-
ción ..., pp. 11-18.
21 Córdoba Roda, Juan, Una nueva concepción del delito (la doctrinafinalista) , Bar-
celona, Ariel, p. 14.
576 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA
... los elementos objetivos del acto , integrados ante todo por la acción de
ejecución con la lesión del correspondiente bien jurídico (en tanto en
cuanto pertenezca esta última al tipo, v. gr., “la lesión corporal de una per-
sona”, en el § 223), así como por los demás medios y formas de ejecución
(v. gr., las “armas” o “el ataque por sorpresa” del § 223 a, en las lesiones
peligrosas) y las restantes modalidades de la acción, como v. gr., el tiempo
y el lugar (§ 243, número 7, hurto agravado). Los elementos objetivos del
autor (v. gr., las condiciones de “tener a su cuidado” etcétera, al sujeto pa-
sivo en el §223 b, lesiones agravadas por esta relación personal, o la con-
dición de “funcionario” en el § 340, lesiones cometidas por los funciona-
rios públicos en el ejercicio de su cargo o con ocasión de él). 24
...el dolo como una mera resolución es penalmente irrelevante, ya que el de-
recho penal no puede alcanzar al puro ánimo. Sólo en los casos en que con-
22 Welzel, Hans, Derecho penal alemán (parte general) , 1 1a. ed., 4a. ed. castellana,
trad. Juan Bustos Ramírez y Sergio Yañes Pérez, p. 75.
23 Ibidem, pp. 75-77.
24 RodríguezMuñoz, José Arturo, Ladoctrina ...,pp. 36y 37.
25 Idem .
LA NORMATIVIZACIÓN DEL TIPO OBJETIVO Y SUBJETIVO 577
27 Cfr. Roxin, Claus, op. cit., nota 1, pp. 131 y 204; Mir Puig, Santiago, op. cit., nota
9,p.235.
580 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA
C APÍTULO III
DE LA CIRCULACIÓN DE BICICLETAS, BICICLETAS
ADAPTADAS, TRICICLOS, BICIMOTOS, TRICICLOS
AUTOMOTORES, TETRAMOTOS, MOTONETAS
Y MOTOCICLETAS
Artículo 86. Los conductores de bicicletas, bicicletas adaptadas, trici-
clos, bicimotos, triciclos automotores, tetramotos, motonetas y motocicle-
tas tienen las siguientes:
Obligaciones:
I. Sólo ser acompañados por el número de personas para el que exista
asiento disponible;
II. Circular por el carril de la extrema derecha de la vía y proceder con
cuidado al rebasar vehículos estacionados;
III. Circular por el carril de la derecha y al rebasar un vehículo de mo-
tor deberá utilizar el carril izquierdo;
IV. Utilizar un sólo carril de circulación;
V. Circular en todo tiempo con las luces encendidas, salvo bicicletas
que deben usar aditamentos reflejantes;
VI. Usar casco y anteojos protectores y, los acompañantes en su caso;
VII. Señalar de manera anticipada cuando se vaya a efectuar una vuel-
ta; y
VIII. Acatar estrictamente las disposiciones establecidas por el presente
Reglamento.
Prohibiciones:
I. Circular en contraflujo o en sentido contrario;
II. Transitar sobre las banquetas y áreas reservadas al uso exclusivo de
peatones, con excepción de las bicicletas y tetramotos de Seguridad Públi-
ca cuando éstas cumplan funciones de vigilancia;
III. Transitar dos o más vehículos de los referidos en posición paralela
dentro de un mismo carril, o entre carriles;
IV. Asirse o sujetarse a otros vehículos que transiten por la vía pública; y
V. Llevar carga que dificulte su visibilidad, equilibrio, adecuada opera-
ción y constituya un peligro para sí u otros usuarios de la vía pública.
LA NORMATIVIZACIÓN DEL TIPO OBJETIVO Y SUBJETIVO 581
28 Artículo 292. Se impondrán de cinco a ocho años de prisión al que infiera una le-
sión de la que resulte una enfermedad segura o probablemente incurable, la inutilización
582 ENRIQUE DÍAZ-ARANDA
IV. C ONCLUSIÓN
V. B IBLIOGRAFÍA
I. INTRODUCCIÓN
Desde ahora habrá que precisar que fue el siempre polémico y sin duda
brillante maestro Alemán Günther Jakobs, quien retomando diversas ideas
del pensamiento jurídico, así como atendiendo a la realidad social, bautizó 2
a la forma en que algunos Estados estructuran el iuspoenale, con la finali-
dad de legitimar o validar una manera especial de la implementación del ius
puniendi como “derecho penal del enemigo”.
También debemos decir, que dada la limitación del tiempo que tenemos
fijado para nuestra intervención, simplemente nos proponemos dejar cons-
tancia de algunas de las características, alcances y, por supuesto, objeciones
planteadas al llamado derecho penal del enemigo, para finalmente llegar a
visualizar si es que en México también está presente esta clasificación del
derecho penal.
Como advertencia inicial, permítasenos señalar que hablar sobre dere-
cho penal del enemigo no es algo de apacible comprensión, por el contrario,
se trata de un concepto que implica una serie de razonamientos que en mu-
chas de las ocasiones alcanzan altos grados de abstracción y que provocan
el agolpamiento de diversas ideas. Por ello, desde ahora apelamos a la bené-
vola paciencia de todos ustedes.
pañol, por lo que supongo que alguien le habrá traducido el texto de referencia, con el
riesgo que ello encierra de que haya sido mal interpretado o manipulado. En todo caso,
habría que plantearse si lo que él llama “absurdidad” de mi interpretación, no se debe
quizás a la «ambigüedad de su posición». Muñoz Conde, Francisco, “De nuevo sobre el
derecho penal del enemigo”, Claves de derecho penal , núm. 5.
2 Cfr. Gracia Martín, Luis, El horizonte delfinalismo y el derecho penal del enemi-
go, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005, p. 89.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 587
3 Muñoz Conde, Francisco, “El derecho penal del enemigo”, Conferencias Magis-
trales, núm. 6, México, 2003, pp. 9 y 10.
4 Para Luis Gracia Martín también se puede ubicar como un derecho penal “moder-
no”. “Consideraciones críticas sobre el actualmente denominado derecho penal del ene-
migo”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología , 2005, p. 2.
5 Ibidem, p. 28.
588 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
6 Véase Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 4, pp. 107-111; García Amado, Juan
Antonio, “El obediente, el enemigo, el derecho penal y Jakobs”, Castilla, Universidad de
León.
7 Para Jakobs, la persona es algo distinto del ser humano, dado que este es el resul-
tado de procesos naturales y la persona es un producto social que se define como la uni-
dad ideal de derechos y deberes que son administrados a través de un cuerpo y de una
conciencia.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 589
8 Así en Jakobs, Günther, Derecho penal del enemigo , Madrid, Civitas, 2003. pp.
21-56.
9 Véase Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 4, p. 20.
590 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
10 Prittwitz, Cornelius, “Derecho penal del enemigo: ¿Análisis crítico o programa del
derecho penal?”, en Mir Puig, Santiago y Mirentxu Corcoy, Bidasolo, La política crimi-
nal en Europa , Barcelona, 2004,pp. 110 y 111.
11 Seguramente esta aclaración tiene como razón el hecho de que entre otros se han
catalogado como enemigos a los disidentes y discrepantes, Gracia Martín, Luis, op. cit.,
nota 4, p. 3. Como en su momento pueden ser considerados el Ejercito Republicano
Irlandes (IRA), que inició en 1955, y su brazo político es el Sinn Féin; Euskadi Ta Aska-
tausna (ETA) que inició en 1959, su brazo político es Batasuna; el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), que inició en 1962 en Nicaragua, o el Frente Farabundo
Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que opera en El Salvador.
12 De nuevo en Frankfurt.
13 Ibidem, pp. 111- 113.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 591
14 Sobre la seguridad cognitiva véase Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 4, p. 7.
15 Ibidem,pp. 115-117.
16 Ibidem, p. 9.
17 Muñoz Conde, Francisco, “De nuevo sobre el derecho penal del enemigo”, 2005,
pp. 15-30.
592 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
Como sin duda se advierte de las anteriores explicaciones, el tema del de-
recho penal del enemigo, independientemente del punto de análisis al que se
le someta, permite su ubicación dentro del tema de la política criminal, por
ello, consideramos importante recordar que en México ha campeado un vai-
vén de posturas, algunas veces, tomando la bandera de la vanguardia y en
otras, mostrando rasgos de retroceso; comulgando en ocasiones con mode-
los de un Estado democrático, y en otras, con aquéllos que se tildan de duros
y represores.
En efecto, debemos dejar constancia que en la época moderna, digamos
que de los años ochentas en adelante, se han dejado ver las más significati-
vas reformas en la materia penal en México, así se deja constancia en el
19 García Amado, Juan Antonio, “El obediente, el enemigo, el derecho penal y Ja-
kobs”, pp. 1-27.
20 Cancio Meliá, Manuel, Derechopenal del enemigo, Madrid, Civitas, pp. 59-102.
594 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
25 Artículo 2o. Cuando tres o más personas acuerden organizarse o se organicen para
realizar, en forma permanente o reiterada, conductas que por sí o unidas a otras, tienen
como fin o resultado cometer alguno o algunos de los delitos siguientes, serán sanciona-
das por ese solo hecho, como miembros de la delincuencia organizada. En el mismo sen-
tido se sanciona también el acuerdo para delinquir aunque fuera de esta ley, en el propio
Código Penal Federal, concretamente en la fracción I del artículo 13, que sanciona como
autores o partícipes a los que acuerdan o preparan la realización delictiva.
596 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
3. Una nota más, consiste en que la ley penal se ocupa del sujeto, pero lo
tipifica por las características o atribuciones de éste, es decir, que prevé la
reacción punitiva por ser enemigo, y no por el hecho que hubiera cometido,
así la finalidad de la sanción se aleja del restablecimiento de la vigencia de
la norma y sólo busca la neutralización del contrario a la ley. 26
En este sentido, al verificar la existencia o no de esta característica en
la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada el análisis también da
positivo.
En efecto, de la lectura del cuerpo normativo que nos ocupa se despren-
de lo siguiente:
a) Que de acuerdo con el artículo 3o. de la citada ley, cualquier persona,
por el simple hecho de pertenecer a la delincuencia organizada —claro que
en cualquiera de sus dos modalidades—, que cometa cualquiera de los de-
litos a los que se refieren las primeras cuatro fracciones del artículo 2o., se-
rá investigada, perseguida, procesada y sancionada conforme a la propia
Ley Federal contra la Delincuencia Organizada; 27
b) Que el artículo 6o. establece que los plazos de prescripción de los de-
litos concretos que se hubieren cometido, se duplicarán respecto de los que
alude el artículo 2o., ello, por el hecho de ser cometidos por miembros de la
delincuencia organizada. 28
c) Y para concluir con esta parte, también cabe mencionar que en lo re-
lativo a la ejecución de sentencia, se advierte que los artículos 43 y 44 de la
ley establecen restricciones expresas para los miembros de la delincuencia
organizada, con lo que estos sujetos se ven impedidos de acceder a los be-
29 Artículo 43. Los sentenciados por los delitos a que se refiere la presente Ley no
tendrán derecho a los beneficios de la libertad preparatoria o de la condena condicional,
salvo que se trate de quienes colaboren con la autoridad en la investigación y persecu-
ción de otros miembros de la delincuencia organizada.
Artículo 44. La misma regla se aplicará en relación al tratamiento preliberacional
y la remisión parcial de la pena a que se refiere la ley que establece las normas sobre eje-
cución de penas y medidas de seguridad.
30 Ningún indiciado podrá ser retenido por el Ministerio Público por más de cuarenta
y ocho horas, plazo en que deberá ordenarse su libertad o ponérsele a disposición de la
autoridad judicial; este plazo podrá duplicarse en aquellos casos que la ley prevea como
delincuencia organizada. Todo abuso a lo anteriormente dispuesto será sancionado por la ley
penal.
31 Tampoco se considerará confiscación el decomiso que ordene la autoridad judi-
cial, de los bienes, en caso del enriquecimiento ilícito, en los términos del artículo 109; ni el
598 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
decomiso de los bienes propiedad del sentenciado, por delitos de los previstos como de
delincuencia organizada, o el de aquéllos respecto de los cuales éste se conduzca como
dueño, si no acredita la legítima procedencia de dichos bienes.
32 Artículo 12. El juez podrá dictar, a solicitud del Ministerio Público de la Federa-
ción y tomando en cuenta las características del hecho imputado y las circunstancias per-
sonales del inculpado, el arraigo de éste en el lugar, forma y medios de realización seña-
lados en la solicitud, con vigilancia de la autoridad, la que ejercerá el Ministerio Público
de la Federación y sus auxiliares, mismo que se prolongará por el tiempo estrictamente
indispensable para la debida integración de la averiguación de que se trate, sin que exce-
da de noventa días, con el objeto de que el afectado participe en la aclaración de los he-
chos que se le imputan y pueda abreviarse el tiempo de arraigo.
33 El párrafo que propone adicionar la reforma al artículo 16 constitucional dice lo
siguiente: “la ley definirá los casos en que los delitos se considerarán como de delincuen-
cia organizada, así como los términos y modalidades para su investigación y persecución”.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 599
IV. C ONCLUSIÓN
De lo visto hasta ahora, parece claro que podemos afirmar que en nuestro
país también se encuentran presentes disposiciones legales que apuntan hacia
las características del llamado derecho penal del enemigo. Esto bien puede ser
la conclusión de un diagnóstico inicial, pero quedaría pendiente definir si esa
tendencia es una muestra negativa o positiva, es decir, si ese derecho plantea-
do por Jakobs es correcto o incorrecto; si es válido o no; si sus planteamientos
son autoritarios o bien si encuentran alguna justificación.
34 Así se advierte en la redacción de los artículos 148 bis, 148 ter y 148 quáter del
dictamen.
600 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
35 Véase Internet, Jakobs, Günther, trad. de Manuel Cancio Meliá, Universidad Au-
tónoma de Madrid.
36 El término permanente, lo referimos a la duración del grupo delictivo y no la cla-
sificación que corresponde al delito de delincuencia organizada por su forma de consu-
mación.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 601
punto de partida, por ejemplo, el doctor Jesús María Silva Sánchez señala:
“que es innegable que la existencia de una criminalidad organizada, que,
además opera, a nivel internacional constituye claramente uno de los nue-
vos riesgos para los individuos (y los Estados)”. 37 En el mismo sentido el
doctor Luis Gracia Marín, afirma:
Ahora bien, lo cierto es que todos los Estados, de una manera o de otra,
buscan la forma de actuar en contra de este tipo de mal social, sin embargo,
en muchas ocasiones se opta por tomar el camino que lleva a la legitima-
ción de normas sumamente duras y, por supuesto, excepcionales, recu-
rriendo para ello sólo a la legitimación que se deriva de la positivación de
una idea del Estado que se eleva al rango de ley. En efecto, se afirma que
por lógicajurídica, no puede ser ilegal lo que se encuentra plasmado en una
ley. El razonamiento no es correcto. Lo cierto es que aun y cuando se en-
cuentre prevista en una ley la forma en que los órganos del Estado harán
frente a una determinada problemática como lo puede ser la delincuen-
—
cia organizada transnacional—, dicha ley aún tiene que pasar por el filtro
de las garantías individuales, analizando si es que con sus disposiciones no
se ve vulnerada alguna de éstas y, aún más, si no se contraponen con los de-
rechos fundamentales que nuestro país ha incorporado a nuestra ley supre-
ma por la vía de los tratados internacionales, digamos que aquí subyace la
diferencia planteada por Elías Díaz entre un Estado de derecho y un Estado
sólo con derecho. 39
Creemos que México también vive esta problemática, y está claro que la
tarea no es sencilla. Habrá que considerar que, en el caso concreto, nuestro
40 Artículo 16. Cuando en la averiguación previa de alguno de los delitos a que se re-
fiere esta Ley o durante el proceso respectivo, el procurador General de la República o el
titular de la unidad especializada a que se refiere el artículo 8o. anterior, consideren ne-
cesaria la intervención de comunicaciones privadas, lo solicitarán por escrito al juez de
distrito, expresando el objeto y necesidad de la intervención, los indicios que hagan pre-
sumir fundadamente que en los delitos investigados participa algún miembro de la delin-
cuencia organizada; así como los hechos, circunstancias, datos y demás elementos que se
pretenda probar.
Las solicitudes de intervención deberán señalar, además, la persona o personas
que serán investigadas; la identificación del lugar o lugares donde se realizará; el tipo de
comunicación privada a ser intervenida; su duración, y el procedimiento y equipos para
la intervención y, en su caso, la identificación de la persona a cuyo cargo está la presta-
ción del servicio a través del cual se realiza la comunicación objeto de la intervención.
Podrán ser objeto de intervención las comunicaciones privadas que se realicen de
forma oral, escrita, por signos, señales o mediante el empleo de aparatos eléctricos, elec-
trónicos, mecánicos, alámbricos o inalámbricos, sistemas o equipos informáticos, así co-
mo por cualquier otro medio o forma que permita la comunicación entre uno o varios
emisores y uno o varios receptores.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 603
No hay duda que ambos casos dan cuenta de una restricción de las ga-
rantías procedimentales que operan de forma general para cualquier sujeto
que se encuentre en el territorio nacional, pero, como dijimos, es una res-
tricción que se da dentro del propio marco constitucional, por lo que en tér-
minos de lo dispuesto por el artículo 1o. de nuestra ley fundamental que se-
ñala: “en los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las
garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni
suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma esta-
blece”, no hay nada que alegar en contra, al menos, sería un punto más que
imposible, que con los instrumentos de nuestro derecho interno pudiéra-
mos combatir tales restricciones aun cuando resultaran contrarias a los
planteamientos axiológicos que inspiran todo nuestro sistema penal.
Ahora bien, consideramos que no sucede lo mismo respecto de otras
disposiciones en las que este tipo de normatividad de lucha o de combate
contra los enemigos da un trato desigual a las personas que se encuentran
sujetas a su aplicación. La diferencia estriba en que las demás restricciones
procesales no se encuentran previstas en la Constitución en forma expresa,
ni mucho menos con una fórmula general, por lo que es válido afirmar que
tales limitantes, o si se quiere, para hacerlo más gráfico, tal ampliación de
facultades de la autoridad investigadora pueden considerarse violatorias
tanto al derecho fundamental que se encuentra plasmado en la garantía de
igualdad que deriva del propio artículo 1o. de la Constitución federal, al
que ya nos referimos, así como al de seguridad jurídica que se contiene en
el propio artículo 16 constitucional primer párrafo y, por ende, resultar in-
constitucionales.
604 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
con un trato de enemigos para ciertos sujetos, pero aclaró que ello no tiene
problema siempre y cuando se entendiera como “un derecho penal de
emergencia que rige excepcionalmente. Los preceptos penales a él corres-
pondientes tienen por ello que ser separados estrictamente del derecho pe-
nal de ciudadanos, preferiblemente también en su presentación externa”. 43
Sin embargo, posteriormente reconoció, o mejor dicho, corrigió aduciendo
que no pueden presentarse en forma pura el derecho penal de los ciudada-
nos y el de los enemigos, pues parten de un solo contexto jurídico que gira
en torno del enjuiciamiento de conductas delictivas. 44
Al final de cuentas podemos decir que se reafirma un concierto doctri-
nal que reconoce la existencia de algunas conductas pertenecientes al ám-
41 Supra.
42 En concreto criticó, entre otros, el artículo 30 del Código Penal Alemán que prevé
una forma de intervención anticipada, a manera de tentativa de participación.
43 Jakobs, Günther, “Criminalización en el estadio previo a la lesión de un bien jurí-
dico”, Estudios de derecho penal , trad. de Enrique Peñaranda Ramos et al., Madrid, Ci-
vitas, 1997, pp. 322 y 323.
44 Jakobs, Günther, op. cit., nota 35, pp. 21 y 22.
¿DERECHO PENAL DEL ENEMIGO EN MÉXICO? 605
bito de lo penal que reclaman del Estado una actuación más severa que la
que se utiliza para resto de los supuestos que criminaliza.
En efecto, creemos que no puede haber otra salida más que la que se de-
rive de atender a una política criminal de justicia distributiva , 45 en la que se
dé un trato igual a los iguales y desigual a los desiguales, ello, por supues-
to, en relación con lo que el propio Estado considere como necesario de ubicar
en uno u otro ámbito, sin soslayar en que para el trato desigual también será
valido tomar en cuenta la experiencia de otros Estados, pues se debe tener
presente que las conductas que generalmente se encuentran en el marco del
derecho penal del enemigo son aquéllas que tienen que ver con la delincuen-
cia organizada, y ésta no hay duda de que es absolutamente transnacional co-
mo consecuencia del acelerado desarrollo de la globalización. 46
Tómese nota, que en México también contamos con normas que se ade-
cuan a las características del llamado derecho penal del enemigo.
De igual manera, puede decirse que sólo en casos concretos, la restric-
ción de garantíasprocesales se encuentrajustificada mediante la previsión
constitucional, es el caso de la duración de la averiguación previa con dete-
nido tratándose de delincuencia organizada y la intervención de comunica-
ciones privadas.
Concluimos, también, que no puede justificarse, a nivel de ley secunda-
ria, la existencia de un derecho penal que se muestre como una normativa
de uso emergente, como un derecho de excepción , contando para ello, tan
sólo, con el argumento de que se trata de nopersonas, 47 dado que su persis-
tencia para comportarse contra lo mandado por la norma los convierte en
enemigos, en sujetos diferentes a los ciudadanos. En contra de tal justifica-
ción nos resulta suficiente la objeción que opuso en su momento Gracia
Martín, en el sentido de que con tales consideraciones se afecta de modo
directo un valor fundamental e inherente al ser humano, la dignidad, lo que
convierte a cualquier derecho en inválido, dado que no se puede perder de
vista que el mismo sujeto que para Jakobs es un enemigo, no deja de ser
una persona que como tal tiene características que le son inherentes por el
45 Véase http://www.uaem.mx/oferta/facultades/humanidades/filos/Arto-EticaV.htm .
46 Buscaglia, Edgardo y González Ruiz, Samuel, Reflexiones entorno a la delincuen-
cia organizada , México, Itam-Inacipe, 2005, p. 34.
47 Para Jakobs, se deja de ser persona cuando un sujeto no se comporta dentro de la
expectativa normativa, y hace de ese comportamiento algo reiterado, habitual, lo que no
permite que se pueda tener seguridad cognitiva, y por tanto dicha conducta realizada por
el individuo lo coloca en el plano de un enemigo para el Estado.
606 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
simple hecho de ser un ser humano y, por tanto, no puede ser reducida a
una mera concepción normativa. 48
No obstante, tampoco somos ajenos y mucho menos indiferentes, a la
necesidad de reaccionar en contra de esas conductas que el Estado mexica-
no ha incluido en el catálogo de la delincuencia organizada, pero insisti-
mos, con la negativa a aceptar una normativa así sólo con argumentos co-
mo los siguientes:
50 Idea sostenida por Gracia Martín, Luis, op. cit., nota 4, p. 34.
51 Ya la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha reiterado que las leyes especiales
no resultan violatorias de garantías individuales tal y como se desprende de la siguiente
jurisprudencia: LEYES PRIVATIVAS. S U DIFERENCIA CON LAS LEYES ESPECIALES . Las leyes
privativas se caracterizan porque se refieren a personas nominalmente designadas, aten-
diendo a criterios subjetivos y por el hecho de que después de aplicarse al caso previsto y
determinado de antemano pierden su vigencia, encontrándose prohibidas por el artículo
13 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debido a que atentan
contra el principio de igualdad jurídica; mientras que las leyes especiales, aun cuando se
aplican a una o a varias categorías de personas relacionadas con hechos, situaciones o ac-
tividades específicas, sí se encuentran investidas de las características de generalidad,
abstracción y permanencia, dado que se aplican a todas las personas que se colocan den-
tro de las hipótesis que prevén y no están dirigidas a una persona o grupo de ellas indivi-
dualmente determinado, además de que su vigencia jurídica pervive después de aplicarse
a un caso concreto para regular los casos posteriores en que se actualicen los supuestos
contenidos en ellas, no transgrediendo, por tanto, el citado precepto constitucional.
El Tribunal Pleno, en su sesión privada celebrada el veintiséis de febrero en curso,
aprobó, con el número 18/1998, la tesis jurisprudencial que antecede. México, Distrito
Federal, a veintiséis de febrero de mil novecientos noventa y ocho”. Tesis: P./J. 18/98,
materia constitucional, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta , Novena
Época, marzo de 1998, t. VII, p. 7.
52 Buscaglia, Edgardo y González Ruiz, Samuel, op. cit., nota 46, pp. 33-56.
608 MIGUEL ÁNGEL MANCERA ESPINOSA
De cualquier forma creo que hasta este momento las soluciones sólo son
parciales y aparentes, pues no es dable afirmar que exista una opción que
pueda surgir como portadora de la finalidad que inspira al derecho penal
del enemigo (la que se reconoce como necesaria), como lo es el asegura-
miento de la sociedad contra hechos futuros 53 y el combate a los delincuen-
tes a través de la coacción 54 ello en virtud de que constituye una asignatura
pendiente la justificación para el trato diferente de dos sujetos que delin-
quen, de dos sujetos que tienen el carácter de individuos, de dos sujetos que
tienen el carácter de persona, y que por tal motivo no pueden ser tratados
de modo diferente, sin que con ello se pueda alejar que tal instrumentación
jurídica puede ser constitutiva de una mera razón de Estado que se soporta
en su imposibilidad de enfrentar la constante evolución delictiva.
MESA V 1
P OLÍTICA CRIMINAL
609
610 RELATORÍAS
sensación de ciudadanía de mundo; que esa idea de las cosas del mundo
estaba limitada hasta hace muy poco tiempo a los dirigentes de los paí-
ses, que eran prácticamente los únicos que tenían información, y a una
serie de pervertidos intelectuales que leían periódicos de otros países y
en otras lenguas. Igualmente, se dijo que hay una opinión pública mun-
dial fundada en los medios de comunicación tradicionales a la que perte-
nece la idea de que se ha acabado la impunidad para los dictadores. Lo
proclamó con claridad y con alcance la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos en la sentencia del caso “Barrios Altos” vs. Perú, en
2001. Por lo tanto, el doctor indicó, que se estaba ante la gran oportuni-
dad de la consolidación de la conciencia de la antijuricidad respecto de
los crímenes más graves.
los seres humanos violan las leyes en las que ellos mismos creen. Ellos
explicaron este fenómeno mediante la constatación de que raras veces las
normas sociales, que sirven como guía a la acción, asumen la forma de
un imperativo categórico, no condicionado y válido para cualquier cir-
cunstancia. Por ende —señaló el doctor—, las normas que guían la con-
ducta tienen una aplicación condicionada, lo que trae aparejado que el
sistema normativo de una sociedad sea flexible.
El doctor expresó que se podría pensar que lo que Sykes y Matza lla-
maron técnicas de neutralización no son más que las racionalizaciones
trabajadas por los psicólogos como mecanismos de huída, pero las racio-
nalizaciones se construyen después del hecho, en tanto que estos meca-
nismos de ampliación de la impunidad operan ex ante sobre la motiva-
ción, con la ventaja de no romper frontalmente con los valores
dominantes, sino que los neutralizan sin mayores costos para la propia
imagen del infractor.
Además, se dijo que en el caso de los criminales de Estado, las técni-
cas de neutralización ofrecen particularidades, pero no quiebran el es-
quema general trazado por los autores de medio siglo atrás. El doctor
añadió que, en cierta medida, los agentes del Estado admiten excesos o
consecuencias no deseadas, aunque las consideran inevitables.
Con respecto a las características del criminal de estado, el doctor Zaf-
faroni expuso que el crimen de Estado es un delito altamente organizado
y jerarquizado, y que la particularidad de los criminales de estado es que
sostienen que su misión es reforzar y reafirmar los valores dominantes de
la época, es decir, se presentan como verdaderos líderes morales. Igual-
mente, la selectividad victimizante se manifiesta más claramente en los
criminales de estado, pues su ataque nunca se dirige contra los de su pro-
pio grupo, salvo algunas excepciones. También, las técnicas de neutrali-
zación son más evidentes en los crímenes de Estado que en los comunes.
Del mismo modo, la magnitud del crimen de Estado demanda que la
imagen de la persona que lo comete se exalte, llevando a los criminales a
considerarse héroes o mártires, impidiendo reconocer a posteriori la na-
turaleza aberrante de sus crímenes.
El doctor Zaffaroni indicó que Sykes y Matza habían distinguido cin-
co tipos mayores de técnicas de neutralización como ampliaciones no re-
conocidas legalmente de causas de impunidad: negación de la responsa-
bilidad, negación de la lesión, negación de la víctima, condenación de los
condenadores y apelación a lealtades más altas.
RELATORÍAS 615
MESA VI 8
C RIMINOLOGÍA Y VICTIMOLOGÍA
los procesos del silencio del relato de la victimización ya que los mis-
mos implican situaciones altamente traumatizantes; nuevas alternati-
vas en la asistencia a víctimas; un mayor reconocimiento a los diferen-
tes documentos inherentes a los derechos de las víctimas y la importancia
de la capacitación para ayudar a las víctimas y para evitar la revictimi-
zación.
En cuanto a los documentos relativos a los derechos de las víctimas, la
doctora Marchiori hizo relevantes comentarios de los siguientes: Los
Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas del Delito y Abu-
so de Poder; Manual de Justicia sobre Usos y Aplicación de la Declara-
ción de Principios Básicos de Justicia para las Víctimas del Delito y
Abuso de Poder; la Declaración Universal de los Derechos Humanos; la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Con-
vención sobre los Derechos del Niño; la Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura y la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas.
Basados en los documentos arriba referidos, se reitera el acceso de las
víctimas a la justicia; el trato justo y respeto a la dignidad; la informa-
ción a las víctimas en cuanto a su participación y alcance en los procedi-
mientos judiciales en los que participen; la incorporación de los intereses
de las víctimas en el proceso; la prestación de asistencia a las víctimas en
cualquier momento del proceso; la adopción de medidas para minimizar
los efectos de los procedimientos; el evitar demoras procesales en perjui-
cio de las víctimas; la garantía de la indemnización y reparación victi-
mal; la asistencia médica, psicológica, material a las víctimas, entre otros
aspectos.
Por lo que hace a las medidas de política y prevención victimal, Hilda
Marchiori subraya los siguientes aspectos: realización de encuestas de
victimización para conocer y detectar cifra negra, reacción social-institu-
cional y credibilidad del sistema penal. De igual manera, aquellas otras
orientadas a la colaboración con la víctima; aumentar la credibilidad y
confianza en la policía y en la administración de justicia; capacitación en
la recepción y atención de la denuncia, como para la atención a las vícti-
mas y a sus familias.
Finalmente, Hilda Marchiori nos recuerda el efecto devastador que
tiene la impunidad de los delincuentes en las víctimas.
RELATORÍAS 631
MESA VII 13
D ERECHOS HUMANOS
MESA VIII 16
D ERECHO PENAL SUSTANTIVO
“El principio y fin del Estado es la persona humana”. Así inició su di-
sertación el destacado maestro de la Universidad Libre de Barranquilla,
citando como referente a Platón y a los filósofos más trascendentes de la
historia humana. Por eso insistió el catedrático, es que el derecho penal
no puede perder de vista que también el hombre es el punto nuclear de
esta disciplina. Esto exige, por los menos, dos atribuciones del ordena-
miento jurídico penal: que éste sea mínimo y garantista.
El derecho penal actual requiere de una deconstrucción sistemática.
Esto no se traduce en que la dogmática penal haya fracasado. Significa
que requiere ser revisada a la luz de los valores más importantes, comen-
zando por la dignidad de la persona. Más aún si consideramos, como lo
ha puesto en evidencia Beck, que nos desenvolvemos en una sociedad
compleja que genera multitud de riesgos para los bienes jurídicos de la
comunidad.
Rivera Llano fue enfático: tiene que venir un nuevo orden después del
caos y distinguió entre la vaguedad de las leyes y la falta de técnica jurí-
dica en su elaboración. De ahí que la deconstrucción propuesta por el po-
nente deba ir, como sostuvo, de la mano de la racionalidad y con crite-
rios axiológicos que impidan la instrumentalización del ser humano.
La deconstrucción del sistema jurídico penal no es una novedad. Co-
mo sostuvo el Maestro Rivera Llano, ésta se ha verificado en diferentes
etapas de la evolución penal. Ahí está Welzel y la deconstrucción de la
teoría de la acción con sus antinomias. Luego, el derecho es un hijo del
tiempo, sujeto a los cambios tecnológicos de una sociedad cambiante.
Como suele suceder, el derecho ha retomado de otros ámbitos la in-
fluencia para su propia evolución. Recuérdese a Einstein al deconstruir,
desestabilizando la comprensión del tiempo, el espacio y el movimiento,
que ya no son conceptos disociados y absolutos, dejando sin efecto no
sólo a la concepción mecanicista de la física elaborada por Newton en el
M ESA IX 24
D ERECHO PENAL SUSTANTIVO
M ESA X 31
D ERECHO PENAL SUSTANTIVO
RELATORÍA GENERAL
de la teoría del riesgo que no es otra cosa, precisa el doctor Dona, sino
querer solucionar con el derecho penal problemas que podrían ser ajenos
a este ámbito, y en esta pretendida solución surge este denominado dere-
cho penal del enemigo, un derecho penal que trata de reducir la condi-
ción del ser humano y por supuesto sustraerlo de las fórmulas tradiciona-
les concebidas en un Estado democrático de derecho.
Jan Michel Simón, analiza el rol del derecho penal en casos de violen-
cia colectiva, a partir de las situaciones ordinarias, plantea cómo se pue-
de arribar en todo caso a un derecho penal ante un problema de post con-
flicto, y cómo el derecho penal suele ser utilizado como un medio de
control social a cambio de seguridad para la propia sociedad, señalando
algunos ejemplos entre ellos el caso de Ruanda y como es que el derecho
penal se ha utilizado de una manera meramente retributiva, y se pregunta
¿qué hubiera sucedido si se hubiera utilizado de otra manera el derecho
penal, la conclusión parecería ser que el uso utilitario del mismo hubiera
traído quizás las mismas consecuencias. El derecho penal también señala
el doctor, suele estar en generalmente en manos del vencedor tratándose
de un conflicto, de tal manera que en este caso se aplicará como una es-
pecie de colonialismo, aplicándolo así hacia los no civilizados como si es
que se les tratara de civilizar. En cuanto a la violencia colectiva, precisa
el doctor Jan Michel Simón que es común que se le identifique con las
que actualmente se denominan nuevas guerras, las cuales no se refieren
al conflictos de dos estados sino propiamente a problemas de violencia
colectiva dentro de un propio estado.
La conferencia a cargo del doctor Enrique Díaz-Aranda sobre la nor-
mativización del tipo objetivo y subjetivo, planteó una muy amplia y
precisa explicación sobre los elementos del tipo penal y en particular so-
bre los efectos de un tipo normativo ante casos concretos y específicos
como los que él ha expuesto de una manera tan adecuada.
El doctor Miguel Ángel Mancera Espinosa en su magnifica exposi-
ción sobre el Derecho penal del enemigo en México, precisa que este de-
recho penal lleva implícito un sentido más autoritario y un relajamiento
de las estructuras tradicionales del sistema de justicia penal. Hace ver có-
mo se plantea una especie de guerra contra los delincuentes, pero una
guerra que evidentemente supone la disminución de los derechos y de las
garantías individuales de los vencidos, hace la diferencia entre la co-
rriente que lo concibe como un derecho penal de excepción que se pre-
652 RELATORÍAS
Explica que el sistema de imputación, tiene que ver con la idea de ren-
dición de cuentas respecto a la ley escrita ya que la imputación está rela-
cionada con la obligación de reparar o sufrir la pena que se puede situar
bajo el término de la retribución. Imputar, precisa el doctor Donna es
atribuir a alguien una acción reprobable, una falta, una acción confronta-
da y previa a una obligación o una prohibición que esta acción infringe.
En este sentido considera que la acción le será imputada al hombre en
la medida en que haya podido dirigirla, debe depender de su voluntad
para que se lleve o no a cabo. No se le puede tratar de autor o causante
de la acción a un sujeto en cuanto no sea señor de sí mismo, ni de la cau-
sa, por lo que el doctor Donna califica de lejana la noción del nuevo
concepto del riesgo.
Se pregunta ¿qué ha pasado para que digamos que lo que importa aho-
ra es el riesgo, para que los tribunales apliquen retroactivamente las me-
didas y las penas, para querer solucionar todos los problemas de la vida
del sujeto con el derecho penal?, lo cual califica como un absurdo, pro-
nosticando que quien lo intente, terminará mal como terminaron todas
estas aventuras, citando como ejemplo los setenta millones de muertos
de Mao que terminaron su vida por una razón preventiva, a manos del
Estado el cual coincide en definir como lo hace Jobes, como un sujeto
que no tiene límites.
Actualmente, precisa el doctor Donna, se amplió la responsabilidad,
se rompieron esos límites, este es el derecho del terrorismo, del aumento
de la criminalidad, de los delitos económicos, de la delincuencia organi-
zada, del medio ambiente. La respuesta del derecho penal moderno basa-
do en el riesgo, orientadas cada vez más a la víctima con finalidad pre-
ventiva, justifica todos los medios de intervención estatal, como la
inclusión de que quien es sospechoso, puede ser responsable.
Concluye el doctor Donna su exposición manifestando que el delin-
cuente es un enemigo y el enemigo no tiene leyes, al enemigo se le des-
truye. La inseguridad general, agrega, se concentra en el miedo, las per-
sonas criadas en la cultura de la alarma y los artefactos contra el robo
son partidarios de las condenas penitenciarias, entre más prolongadas
mejor, se devuelve a la lógica el caos de la existencia. Según el exposi-
tor, se han roto las reglas de imputación básica, ahora se imputa el ries-
go, y quien está detrás del riesgo, señala hay que ponerle una pena, que
se quede adentro y que se pudra porque es considerado un enemigo.
656 RELATORÍAS
El doctor Simon presenta las condiciones y papel del uso del derecho
penal en circunstancias sociales ordinarias, así como la explicación con-
vencional para utilizar el derecho penal en sociedades de post conflicto,
destacando la inconveniencia de la aplicación de este tipo de medidas an-
te situaciones de violencia colectiva.
Precisa que la principal función de la institucionalización central en la
definición de implementación de normas penales es alcanzar la estabili-
dad y la conformidad en el comportamiento social, por lo que califica al
derecho penal como un medio de control social dotado de poder para ga-
rantizar esos fines, ofreciendo seguridad como condición previa de la li-
bertad tanto para las personas que se conforman con las normas como
para las que no se conforman con las normas.
El doctor Simon observa que en contraste con un enfoque utilitarista
del uso del derecho penal y por lo tanto de su justificación, la dogmática
neokantiana estadounidense señala que la retribución es la única base
moral sostenible para imponer sanciones criminales en individuos libres
como parte de una sociedad liberal.
Agrega que teóricos alemanes han adoptado una tercera posición lla-
mada de prevención general positiva, situada entre la posición retribucio-
nista y la consecuentalista, colocando como el primer objetivo del dere-
cho penal no al control sino el mantenimiento de la norma a pesar de una
realidad decepcionante, la cual considera el ponente que debe ser clasifi-
cada como una posición retributiva porque lo que pretende es defender el
ordenamiento jurídico contra los que lo desafían. Sin embargo considera
que las posiciones retribucionistas y consecuentalistas son relevantes pa-
ra responder a la pregunta sobre el merecimiento del castigo y la medida
del mismo, pero no son decisivas, agrega, para la utilización del derecho
penal por sí mismo.
El doctor Jan Michel Simon manifiesta que el control del comporta-
miento social por lo que toca a la utilidad práctica del derecho penal se
debe realizar a través de la intimidación, del tratamiento y de la
incapacitación.
Esto hace suponer según el doctor Mancera que existan derechos dife-
rentes, el derecho penal ordinario aplicable a las personas, caracterizado
por una dogmática clara, un fin preventivo de la pena, y una serie de ga-
rantías establecidas y el derecho penal del enemigo que se aplica al indi-
viduo, relacionado con la regulación de delitos económicos, terrorismo,
narcotráfico y delincuencia organizada.
Señala el doctor Mancera que la misión del derecho penal del enemi-
go es lograr alcanzar una seguridad cognitiva, es decir, crear seguridad
hacia los demás ciudadanos y la recobrarán en tanto se logre apartar, ex-
cluir de la sociedad, a aquellos que de manera sistemática transgreden las
normas de convivencia. En tanto la justificación del derecho penal del
enemigo está en la ausencia de alternativas a esta forma de derecho de
combate de los enemigos que no pueden, ni quieren porque han hecho
del delito una forma de vida, lo que orilla al Estado a buscar formas jurí-
dicas que puedan garantizar una reacción acorde al comportamiento de
esos delincuentes.
Plantea como diversos maestros objetan la tesis de Jacobs al señalar
que el derecho penal del enemigo es un derecho penal excepcional dero-
gador de los principios del derecho penal liberal, y de los principios bási-
cos del derecho penal de un estado de derecho, que se trata de un sistema
social que excluye a un determinado grupo de hombres de la distribución
de bienes y de un ejercicio igualitario de derechos y libertades, que se
trata de un mero gestor de obediencia por la vía de la muerte civil y pe-
nal, que no busca reprimir sino suprimir a los disidentes, encontrando
grupos de guerrilla tales como ETA.
En México, dice el doctor Mancera el derecho penal del enemigo es
una tendencia de política criminal, y un claro ejemplo es la regulación
constitucional que restringe garantías a los miembros de la delincuencia
organizada y la propia Ley Federal contra la Delincuencia Organizada,
orientada no a fines preventivos, sino a emprender una lucha, una batalla
en contra de los que considera como diferentes de los ciudadanos norma-
les, y priva de garantías procesales, imponiéndoles penas excesivas por
actos preparatorios, con el simple acuerdo para organizarse, duplica los
plazos de prescripción para sus destinatarios, se establece que la reten-
ción de los indiciados puede prolongarse de 48 horas previsas en la legis-
lación ordinaria hasta por 96 horas en averiguación previa, el uso de tes-
tigos protegidos, es decir, con la reserva de su identidad y la posibilidad
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