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En febrero de 2004 el cuerpo de Yves Bourgade fue hallado mutilado a la orilla de un bosque.

Las
sospechas y la evidencia señalaban a su esposa. A falta de pruebas, esta es la historia.

Nada de lágrimas, nada de confesión. A pesar de las improbabilidades, las contradicciones y todas
las inconsistencias de su historia, en el estrado de los acusados Florence Féderlé permaneció
imperturbablemente indiferente. Encerrada detrás de esta actitud altiva, teatral e impasible que
exhibió, ella resistió. “Se debe a su educación”, señala su abogado, Jean-Marc Mery. Y por su
constitución también, o ambas, metidas en el cuerpo de aspecto enjuto y rostro irritado de esta
pequeña mujer. A los 45, esta madre de tres niños de 8,13 y 15 años, respondió por el homicidio
de su esposo ante la Corte de Justicia de Evry [Francia], en enero pasado. Incurrió en hasta 30 años
de encarcelamiento por un crimen que combinó la tragedia y el horror, como ocurre a veces en
pequeños pueblos aislados, tras puertas cerradas. Es el caso de Moigny-Sur-Ecole (91), una
confortable villa donde vivía la pareja, en donde todos están seguros de conocer a los demás, a
pesar de los chismes distorsionados y los rumores que surgen. Y cuando ocurre un crimen, se
queda en la geografía local: noches desiertas, aislamiento, y la proximidad del bosque.

El 27 de febrero de 2004, alertado por un olor fétido, un ciclista entró en el área de parqueo del
bosque de Grands Avaux, entre Moigny y Barbizon, atraído por llamas de la altura de un hombre, e
hizo un macabro descubrimiento: un cuerpo humano calcinado y mutilado sobre dos lonas, sin
cabeza, manos ni pies. No había manera de identificar el cuerpo sin dientes ni huellas dactilares.
No había manera de fechar la muerte, ni de establecer la causa de la muerte. El hígado estaba
desgarrado, y se encontró una fractura vertebral. La autopsia reveló un consumo masivo de
pastillas para dormir, Zopiclone, un sedante poderoso. Pero lo único que las llamas no
consumieron fue una colilla de cigarrillo. Habría de tomarle tres semanas a la policía de Versalles
conectar el caso con Yves Bourgade, de 44 años, muy bien parecido, con los tobillos cicatrizados.
La víspera del 27 de febrero, la desaparición de este empresario fue reportada por su esposa al
departamento de Policía de Milly La Forêt. Valiéndose de la hora, el lugar y las pruebas de ADN, la
investigación llevó a Florence Féderlé. Su horario antes del descubrimiento del cuerpo es crítico.
Ya reunidas, las piezas del rompecabezas forman la historia de una pareja común, con sus facetas
ocultas, resentimientos y todo aquello que se queda sin decir. A las 5 a .m. del 25 de febrero de
2004, Yves regresó a casa a su villa con piscina, la cual habían arrendado desde que vendieron su
casa en Moulignon (77) para pagar sus deudas. La pareja vivía con mucho estilo: recepciones,
colección de autos para Yves y extravagancias para Florence, para quien la tarjeta de crédito era
un alivio. Como madre, era para ella una forma de consentir a sus hijos; como esposa engañada,
era una manera de compensar la infidelidad de su esposo. Eran aventuras extramaritales de las
que Yves se ufanaba, a veces en presencia de su esposa, una esposa que soportó sus adulterios
durante 14 años, igual que la marcada propensión de su esposo hacia el alcohol.

El pasado 25 de febrero se trató de un exceso más. Pero esta vez la conversación se tornó en
gritos. Nuevamente endeudados, la pareja venía apartándose. El mayor de sus tres hijos recuerda
los gritos. Su hermana, el ruido de una puerta rota. A las 6:45 los hijos dormían mientras que la
acusada llamaba al empleado de su esposo para cancelar su cita. “Yves tomó el mal camino; se
fue”. A las 7:00 llama a su vecina, quien recuerda: “Quería que le cuidara los niños, pero yo tenía
que trabajar. Yves no estaba bien; yo pensé en el alcohol.” A las 7:15 otra llamada. Esta vez la
vecina aceptó llevar a los niños a la casa de la hermana de Florence, Frédérique Féderlé. A las 7.30
los despertó, se vistieron a la carrera y fueron llevados a Barbizon. Se quedaron allí dos días y dos
noches, pero su madre no se quedó con ellos hasta la segunda noche. Coartada fallida: Hubiera
podido salir sin que ellos se dieran cuenta. “Estaba en choque,” explicó ella. Yves me acababa de
decir que me iba a dejar por una mujer de 25 años.” Según ella él metió unas pocas cosas
personales en una bolsa plástica y se fue en un Scenic gris que lo esperaba afuera. Sin despedirse
de sus hijos. Más aún, todo esto por una concubina fantasma, a quien no aparece nunca ninguna
llamada registrada ni ninguna señal de de su teléfono escrito en ninguna parte. Durante los tres
meses siguientes Yves Bourgade ni dio ninguna señal de vida. Ni a su esposa, ni a su madre.

Su esposa se convirtió en su representante. Avisó a miembros cercanos de la familia, luego se


reportó a la policía y contó su historia, con variaciones que perturbaron tanto a Edith, la hermana
de Yves, que las apuntó en su diario.

Muy temprano, los Bourgades notaron su falta de entusiasmo para ayudar a aclarar el caso.
Fueron ellos los que insistieron para que ella lanzara la búsqueda “en el interés de las familias”.
Fueron ellos los que publicaron una nota de persona perdida en el Internet, desatando sobre ellos
la ira de la esposa. “Yo quería participar en la redacción de la nota”, reclamó ella. Ellos protestaron
cuando ella canceló la suscripción de teléfono celular de Yves, “el único vínculo que quedaba”.
Finalmente se sorprendieron cuando ella se apresuró a vender las pertenencias de los dos. Como
si estuviera segura de que él no iba a volver.

En la sala de la corte ella repitió una y otra vez: “No tengo una respuesta para dar.” Tartamudeaba
con sus palabras, sus frases eran vacilantes: “Eh, pues, quiero decir.” Se le pidió que explicara
acerca de la hora en que Yves se había marchado. A la familia le había dicho que a las 4:00 p.m.; a
la hermana le había dicho que a las 2:00 p.m. Entonces confirmó lo último que había declarado: a
las 10:00 a.m. ¿Por qué enviar a los niños a otra parte? “Porque, bueno necesitaba hacer una
llamada, para saber si sus amigos conocían a esa mujer.” O para dedicarse a su infamia, a borrar
todo rastro. Luego de la identificación del cadáver, a fines de mayo, la policía descubrió que
pretendía establecerse en Berry y que había cambiado las alfombras. Justificaciones triviales:
“Estaban sucias. El dueño las quería remplazar”. Las había descartado en el depósito de basura,
pero no aparecieron por ninguna parte. Pero, con el uso de Bluestar®, un poderoso reactivo
químico, se descubrieron manchas de sangre en las paredes de la alcoba, el marco de la cama, la
tina del baño y en la entrada de la casa, en el extinguidor de incendios. Las manchas habían sido
lavadas hasta el punto en que no suministraron ADN al efectuar pruebas. Y eso no era todo.
Apenas regresó, Julien notó que todas las herramientas profesionales de Yves, taladro, caladora,
esmeril, habían desaparecido. “Yves se las debió llevar,” dijo. Nueva evidencia: una de las dos
lonas usadas para envolver el cuerpo era del equipo de su esposo, la otra de la piscina. En cuanto a
las pastilla para dormir, fueron prescritas la noche antes de la partida de Yves. Ella también fue
quien fumó el cigarrillo hallado en la lona. Mientras que esta evidencia se presentaba en su contra
en la sala de la corte, ella interrumpió: “Es una trampa,” antes de lanzar: “Se me acusa de un
crimen horrible”, sus ojos mirando directamente a los ojos de la madre del muerto. “Pero yo no
maté a mi esposo. Son bárbaros, sádicos, quienes lo hicieron.”

Ninguna prueba tangible la puede confundir. Aquí se trata de los lapsos que informan, los vacíos
los que señalan. Las coincidencias se convierten en evidencia, las actitudes delatan, las debilidades
de su historia revelan su diseño. “Como en un garbado,” comenzó el fiscal, quien pidió 16 años de
cárcel por un crimen cuya barbarie era tal que la conciencia colectiva se niega a atribuir a una
mujer. Encarcelada durante 31 meses en Fleury-Mérogis, nunca confesó. Estos 4 días de juicio ni
siquiera la hicieron parpadear. Ni siquiera el testimonio de su hijo postrado Julien, confundido,
evasivo, en un intento por defenderla como por salvarse de un terrible predicamento. Ni siquiera
la declaración leída ante ella hecha por su difunto padre: “Creo que mi hija se ha ido por mal
camino. Se había tornado ofensiva, agresiva. Él la empujó hasta el límite con todas esas mujeres.
Ella enloqueció. Como mi madre […] Yo me inquieté cuando él no dio señales de vida, al menos a
su madre." En la banca del acusado, esta mujer, con gran dignidad, no se descompone. La lectura
continúa: “Durante los tres meses que siguieron, dijo el padre, mi esposa y yo sospechamos que
Florence había matado a su esposo. Debió entrar en pánico, quiso esconder su acto y empecinarse
para proteger a los niños. Confiar su secreto es algo que nunca hubiera hecho. Estuvo hermética,
pero es mi hija favorita. Ella sabe que yo la conozco.” Florence Féderlé optó por el silencio. Fue
sentenciada a 20 años de cárcel
Caso Nolasco: Fiscal acusa a César Álvarez de homicidio calificado

El fiscal Manuel Castro Sánchez, a cargo de las investigaciones por el asesinato del exconsejero
regional Ezequiel Nolasco, formalizará en las próximas horas la denuncia penal contra el detenido
presidente regional de Áncash, César Álvarez, por el delito de homicidio calificado y pedirá su
detención preventiva.

En su dictamen, el magistrado señala a Álvarez como autor intelectual del crimen de su principal
opositor político, quien murió baleado por el sicario Joel Cruzate, ‘Colombiano’, en Huacho, el
pasado 14 de marzo.

El documento será remitido al titular del segundo Juzgado Penal Nacional, Walter Sánchez, deberá
programar una audiencia pública para evaluar la denuncia fiscal.

La investigación la hizo un equipo de fiscales especializados en crimen organizado, en coordinación


con la División de Homicidios de la Policía Nacional y la Procuraduría de Asuntos Internos del
Ministerio del Interior.

‘Colombiano’ delató a Álvarez Aguilar en su último testimonio al equipo especial de la Dirincri, al


señalar que el titular de Áncash pagó S/. 30 mil por matar a Nolasco.

La Policía además tiene en su poder audios de conversaciones telefónicas interceptadas en la


primera etapa de investigación a la red criminal que lideraría Álvarez en Áncash, los cuales serían
las pruebas más contundentes para determinar la culpabilidad de la autoridad regional.

En dichas escuchas, Álvarez habla sobre los homicidios de sus oponentes y otras actividades ilícitas
que realizaba, según fuentes allegadas al caso.

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