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Lo cual no quiere decir que el desarrollo de las ciencias sociales que tuvo
lugar tras la segunda guerra mundial, al favorecer el estudio de todas las crisis
políticas por igual, no alcanzara a los golpes, sino que la atención prestada fue
menor. El diálogo entre historiadores, politólogos y sociólogos, que abrió nuevos
cauces de investigación y se plasmó en el encuentro entre la teoría social y el dis-
curso narrativo, no pudo sustraerse al debate establecido entre aquellas teorías
que ponen su atención en los aspectos estructurales de la sociedad de referencia
y las que lo hacen en la preponderancia de la acción humana. En el caso de los
golpes de Estado, que pese a la menor atención recibida han seguido similar evo-
lución que el resto de manifestaciones de la violencia, las interpretaciones de los
años 60 hicieron hincapié en las teorías de la modernización para cobrar actuali-
dad, posteriormente, el papel de los protagonistas. Tan sólo en años recientes co-
mienzan a afianzarse vías de encuentro.
2
Trabajos introductorios sobre los movimientos sociales y las teorías de la
revolución son, entre otros muchos, los de Fernando Aguiar y Leopoldo Moscoso
(comps.), Teoría y metodología de las revoluciones, núm. 80-81 de Zona Abierta,
1997; Russell J. Dalton y Manfred Kuechler (comp.), Los nuevos movimientos so-
ciales, Valencia, Alfons el Magnánim, 1992; John Foran (ed.), Theorizing Revolu-
tions, Londres, Routledge, 1997; Pedro Ibarra y Benjamín Tejerina (eds.), Los mo-
vimientos sociales. Transformaciones políticas y cambio cultural, Madrid, Trotta,
1999; Enrique Laraña y Joseph Gusfield (eds.), Los nuevos movimientos sociales.
De la ideología a la identidad, Madrid, CIS, 1994; Marisa Revilla (comp.), Movi-
mientos sociales, acción e identidad, núm. 69 de Zona Abierta, 1994; Stan Tay-
lor, Social Science & Revolutions, Londres, MacMillan Press, 1984.
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 23-F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 57
3
De este modo, algunas elaboraciones teóricas sobre distintos tipos de mo-
vilización han avanzado enormemente al integrar a m b a s cuestiones e indagar en
los mecanismos que permiten el surgimiento y desarrollo de diferentes formas de
acción colectiva. Buenos ejemplos son los trabajos incluidos en Bert Klander-
mans, Hanspeter Kriesi y Sidney Tarrow (eds.), From Structure to Action: Com-
paring Social Movement Research Across Cultures. International Social Mouement
Research (vol. I), Greenwich, JAI Press, 1988; también Jeffrey Berejikian, «Revo-
lutionary Collective Action and the Agent-Structure Problem», en American Politi-
cal Science Revieiv, núm. 86, 1992, págs. 647-657.
4
Es decir, lo que abreviadamente se conoce como oportunidades políticas,
procesos enmarcadores y estructuras de movilización. Al respecto, en distinto or-
den, Doug McAdam, J o h n McCarthy y Mayer N. Zald, «Opportunities, mobilizing
structures, and framing processes - toward a synthetic, comparative perspective
on social movements», en D. McAdam, J. D. McCarthy y M. N. Zald (eds.), Com-
parative Perspectives on Social Movements, Nueva York, Cambridge CJniversity
Press, 1996, págs. 1-20.
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5
Recogido en Jesús I. Martínez Parido, «¿Hacia la corporatización militar?»,
en Manuel Pérez Yruela y Salvador Giner, El corporatismo en España, Barcelona,
Ariel, 1988, pág. 286.
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El riesgo de considerar de forma agregada a determinados actores colecti-
vos reside en la presunción de su homogeneidad, algo que puede no darse nece-
sariamente. En cualquier caso, los duros serían aquellos para los que la perpe-
tuación de la dictadura «es no sólo posible sino deseable»; frente a los duros, los
blandos se moverían por la convicción de que el régimen del que forman parte,
y posiblemente contribuyeron a consolidar, es inviable y se deben articular for-
mas de organización distintas; al respecto, Guillermo O'Donnell y Philippe C. Sch-
mitter, Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre
las democracias inciertas, Barcelona, Paidós, 1994 (ed. orig. 1986), pág. 32.
7
Al respecto, Raymond Carr y Juan Pablo Fusi, España, de la dictadura a la
democracia, Barcelona, Planeta, 1979, pág. 272, recogiendo un listado aparecido
en la revista Guadiana de enero de 1976; también José Luis Rodríguez Jiménez,
Reaccionarios y golpistas. La extrema derecha en España: del tardofranquismo a la
consolidación de la democracia (1967-1982), Madrid, CSIC, 1994, págs. 423-424.
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8
Al respecto, Amando de Miguel, Sociología del Franquismo, Barcelona, Eu-
ros, 1975, págs. 120-127. Apellidos como, por ejemplo, el de la familia Oriol, pre-
sente en empresas eléctricas así como en la banca, figuraron a lo largo de la tran-
sición como financiadores de distintas tramas ultras y golpistas, incluido el 23-F.
Sobre esta cuestión, Joaquín Prieto y José Luis Barbería, El enigma del «Elefante».
La conspiración del 23-F, Madrid, El País-Aguilar, 1991, pág. 252; Pilar urbano,
Con la venia... yo indagué el 23-F, Barcelona, Argos Vergara, 1982, pág. 16; Juan
Pía, La trama civil del golpe, Barcelona, Planeta, 1982, pág. 177; Ricardo Caña-
veral y otros, Todos al suelo. La conspiración y el golpe, Madrid, Punto Crítico,
1981, pág. 165; etc.
9
Sobre los valores del Ejército durante el franquismo, véase José Antonio
Olmeda, Las Fuerzas Armadas en el Estado Franquista, Madrid, El Arquero, 1988.
Entre los miembros de este grupo puede destacarse a los generales Iniesta, Cam-
pano, Cano Portal, Pérez Viñeta, Coloma Gallegos, Ramírez de Cartagena, De
Santiago, Milans del Bosch, González Aller y García Rebull, entre otros; en José
Luis Rodríguez Jiménez, La extrema derecha española en el siglo XX, Madrid,
Alianza, 1997, pág. 424.
10
Según Gabriel Cardona, «mayoritariamente franquistas de corazón, los mi-
litares iban a mantener su disciplina durante la transición política, aunque no hi-
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 23-F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 61
cieran suyas las nuevas ideas»; en El problema militar en España, Madrid, Histo-
ria 16, 1990, pág. 206. Lógicamente, sus preferencias eran otras, siendo su ideal
semejante al de la Restauración: Rey, canciller de hierro, Parlamento sin izquierda
y un margen de flexibilización; al respecto, Enrique Gomáriz, «Los militares ante
la transición. 2. El posfranquismo», en Zona Abierta, núm. 19, 1979, pág. 72.
11
Sobre el papel de las Fuerzas Armadas durante la transición, Javier Fer-
nández López, El Rey y otros militares. Los militares en el cambio de régimen po-
lítico en España (1969-1982), Madrid, Trotta, 1998; Felipe Agüero, Militares, civi-
les y democracia, Madrid, Alianza, 1995; y Carlos Fernández, Los militares en la
transición española, Barcelona, Argos Vergara, 1982. La opinión de los principa-
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les mandos, incluidos los más destacados reaccionarios, en María Mérida, Mis con-
versaciones con los generales, Barcelona, Plaza & Janes, 1979.
12
No quiere esto decir que no se intentara previamente esta vía, sino que a
partir de este momento se reforzó la estrategia golpista; al respecto, José Luis Ro-
dríguez,
13
La extrema derecha..., ob. cit., págs. 462-489.
Distintas aproximaciones a este concepto en, por ejemplo, Charles Tilly,
From Mobilization to Revolution, Reading, Addison Wesley, 1978; y Sidney Tarrow,
El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política,
Madrid, Alianza, 1997.
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 23-F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 63
14
Al respecto, Rosario Jabardo Montero, «La extrema derecha española,
1976-1996: Estrategias de movilización y estructura de la oportunidad política»,
en Sistema, núm. 135, págs. 105-122.
15
La mayoría de los estudios insisten en que los cambios culturales favore-
cieron la aparición de una nueva cultura política que, a su vez, fue fundamental
para el transito democrático; entre otros, M.- Luz Moran y Jorge Benedicto, La
cultura política de los españoles: un ensayo de reinterpretación, Madrid, CIS, 1995;
Santos Julia, «Cambio social y cultura política en la transición a la democracia»,
en José-Carlos Mainer y Santos Julia, El aprendizaje de la libertad, 1973-1986,
Madrid, Alianza, 2000, págs. 13-77.
16
Si en 1975, 1976 y 1977 el número de muertos en atentados terroristas
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18
Al respecto José Luis Rodríguez, Reaccionarios y golpistas..., ob. cit., pá-
ginas 195-202; y Mariano Sánchez Soler, Los hijos del 20-N, Madrid, Temas de
Hoy, 1993. Sobre los grupos de inspiración nazi, Xavier Casáis, Neonazis en Es-
paña. De las audiciones wagneñanas a los skinheads (1966-1995), Barcelona, Gri-
jalbo,
19
1995.
Sobre Fuerza Nueva véase Xavier Casáis, La tentación neofascista en Es-
paña, Barcelona, Plaza & Janes, 1998, págs. 31-59; y José Luis Rodríguez, Re-
accionarios y golpistas..., ob. cit., págs. 195-229.
20
J . L. Rodríguez Jiménez, La extrema derecha..., ob. cit., págs. 4 2 5 - 4 3 0 .
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21
La presencia de este tipo de percepción se debe a un proceso psicológico
que Snow y Benford denominaron marco: «un esquema interpretativo que simpli-
fica y condensa el mundo de ahí fuera puntuando y codificando selectivamente
objetos, situaciones, acontecimientos, experiencias y secuencias de acciones den-
tro del entorno presente o pasado de cada uno»; David E. Snow y Robert Benford,
«Master Frames and Cycles of Protest», en Aldon Morris y Carol McClurg (eds.),
Frontiers in Social Movement Theory, New Hagen, Yale üniversity Press, pág. 137;
recogido de Sidney Tarrow, El poder..., ob. cit., pág. 214.
22
Doug McAdam, John D. McCarthy y Mayer N. Zald, «Opportunities, mobi-
lizing structures...», ob. cit., pág. 6. En definitiva se trata, en palabras de Rafael
Cruz, de que «el malestar de los individuos, provocado por los conflictos sociales,
no revierte directamente en movilización, si no es con la ayuda inestimable de re-
cursos culturales, sociales, económicos y políticos»; Rafael Cruz, «La cultura re-
gresa al primer plano», en Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y
movilización en la España contemporánea, Madrid, Alianza, 1997, pág. 34. Aun-
que la importancia de las ideas y, de forma más general, de la cultura para po-
ner en marcha movimientos y revoluciones ha sido destacada constantemente,
los trabajos que han analizado su presencia son más bien escasos. Entre ellos
cabe destacar los de Hank Johnston y Bert Klandermans (eds.), Social Mouements
and Culture, Londres, ÜCL Press, 1995; Sidney Tarrow, El poder..., ob. cit.; Ma-
yer N. Zald, «Culture, ideology, and strategic framing», en Doug McAdam, John
D. McCarthy y Mayer N. Zald, Comparative Perspectives..., ob. cit., págs. 261-274;
Enrique Laraña, La construcción de los movimientos sociales, Madrid, Alianza, 1999;
Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y movilización..., ob. cit.
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23
José Luis Rodríguez, Reaccionarios y golpistas..., ob. cit., pág. 235. Este
autor cita a Juan García Carrés, ex presidente del sindicato de Actividades Di-
versas en los últimos años del franquismo y único civil condenado en el 23-F, a
partir del testimonio recogido en las memorias inéditas de éste, así como a José
Antonio
24
Girón.
Julio Merino publicaría, junto a Santiago Segura, defensor de Milans del
Bosch en el juicio del 23-F, dos libros exculpatorios para los golpistas, uno de
ellos con prólogo del propio Milans. Juan Pía, que sería uno de los dos únicos tes-
tigos civiles llamados a declarar en el juicio tras el golpe, escribió un intranscen-
dente libro sobre la trama civil que deja traslucir el clima involucionista de la
prensa de extrema derecha. Para las referencias, véase la bibliografía final.
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25
En Pilar urbano, Con la venia..., ob. cit., pág. 28.
26
Sobre Reconquista, véanse Eduardo Fuentes Gómez de Salazar, El pacto
del capó, Madrid, Temas de Hoy, 1994, págs. 83-97; y Ricardo Pardo Zancada,
23-F. La pieza que falta, Barcelona, Plaza & Janes, 1998, págs. 93-98.
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27
El Alcázar, 4 de enero de 1979.
28
Entre el público fue notoria la presencia de numerosos seguidores de
Fuerza Nueva y Falange, así como de mujeres de militares. Entre los militares
más activos destacaron el general Iniesta Cano y el comandante Pardo Zancada,
quien así lo reconoce en 23-F. La pieza..., ob. cit., págs. 71-73. Sobre estos acon-
tecimientos, Javier Fernández, El rey y otros militares..., ob. cit., págs. 140-141;
José Luis Rodríguez, Reaccionarios y golpistas..., ob. cit., págs. 278-279; Carlos
Fernández, Los militares..., ob. cit., págs. 308-310.
29
Heraldo Español, 31 de diciembre de 1980.
30
Algunos de estos textos en Joaquín Prieto y José Luis Barbería, El
enigma..., ob. cit.
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31
Según Paloma Aguilar «la gran mayoría de los españoles actuó bajo el su-
puesto de que la guerra civil podría repetirse en cualquier momento y que se tra-
taba, por tanto, de evitar ese resultado a toda costa»; Paloma Aguilar, Memoria y
olvido de la Guerra Civil española, Madrid, Alianza, 1996, pág. 227. No cabe duda
de que también para el grueso de las Fuerzas Armadas se trató de evitar un con-
flicto semejante. La cautelosa actitud que la mayoría de ellas observó durante
el 23-F puede explicarse de tal modo. Incluso para el Jefe del Estado la memo-
ria histórica jugó, posiblemente, un papel decisivo al recordarle lo sucedido a su
abuelo Alfonso XIII o, más recientemente, a su cuñado Constantino de Grecia.
Éste, que había perdido la corona por aceptar un golpe militar, se encargó de re-
frescar la memoria: «telefoneé desde Londres. (...) Lo único que hice fue descri-
bir al rey y la reina la experiencia que yo había tenido años atrás, en 1967. (...)
Sólo les recordé lo que a mí me había pasado, por si ellos podían utilizar algo de
esa experiencia, aunque su situación era muy diferente», en Pilar Urbano, La
Reina, Barcelona, Plaza & Janes, 1996, pág. 296.
32
Ambos textos en Jesús de Andrés, El voto de las armas..., ob. cit, pági-
nas 117-119 (Saliquet) y 186-187 (Milans del Bosch).
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33
El texto completo de este documento en Joaquín Prieto y José Luis Bar-
bería, El enigma..., ob. cit., págs. 280-293. Fue entregado al Rey, al presidente
Suárez, al vicepresidente Gutiérrez Mellado y a los ministros de Defensa e Inte-
rior, Agustín Rodríguez Sahagún y Juan José Rosón; ibíd., pág. 101.
34
Ibíd., pág. 290.
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35
La complejidad de las estructuras cotidianas de movilización ha dejado un
rastro de conceptos tales como los de comunidades de memoria, subculturas de
disenso, infraestructuras de protesta o, uno de los que mayor éxito ha tenido, con-
textos de micromovilización, que incluye contactos de reclutamiento, relaciones
personales de captación, participación en asociaciones o grupos que comparten
una actitud favorable a la acción, etc. Sobre cada uno de los conceptos, respec-
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36
El grupo constituido alrededor del coronel San Martín, bien situado pero en
una fase inicial de organización, estudió a fondo la situación turca. La inclusión
del mismo en el dossier «Panorámica de las operaciones en marcha» respondió al
hecho de que el CESID tenía información directa sobre las pretensiones golpistas
de San Martín ya que sus vínculos con este organismo eran grandes. Sin embargo,
el verdadero golpe de los coroneles, finalmente previsto para el 27 de octubre de
1982, víspera de las elecciones, no sería descubierto todavía. El informe de Quin-
tero en Joaquín Prieto y J o s é Luis Barbería, El enigma..., ob. cit., págs. 272-279.
37
Ricardo Pardo Zancada, 23-F..., ob. cit., pág. 143.
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38
Heraldo Español, 7 de agosto de 1980. Su portada, ante un caballo sin ji-
nete, era ocupada por el siguiente titular: «¿Quién montará este caballo? Se busca
un general»; en páginas interiores aparecía su nombre, junto a otros, como posi-
ble candidato.
78 JESÚS DE ANDRÉS
39
De hecho, en la reunión del Comité Federal del PSOE celebrada tres días
antes del encuentro entre Armada y Múgica, el 18 de octubre de 1980, Felipe
González consideró la posibilidad de tomar parte en un gobierno de coalición. En
el comunicado final, tras la reunión, pese a no definir la estrategia a seguir, se
afirmó que la ÜCD era un partido «incapaz de gobernar la nación». Sobre esta
cuestión y la actividad desarrollada por Múgica véase, Joaquín Prieto y José Luis
Barbería, El enigma..., ob. cit., págs. 87-100.
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 23-F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 79
40
ABC, 31 de enero de 1981. A la extrema derecha civil, que no tenía el con-
trol del golpe en marcha (en la reunión del 18 de enero Milans invitó a García Ca-
rras a marcharse), no le gustó la propuesta del insigne periodista. Antonio Izquierdo
lo expresó claramente: «¿ün general? ¡Sí, sí! Pero no precisamente aquél a quien
señaló Emilio Romero», en El Alcázar, 12 de febrero de 1981. Dos días antes el ge-
neral De Santiago había publicado en El Alcázar un artículo, cuyo esquema ela-
boró García Carrés, con el título de «Situación límite», 8 de febrero de 1981.
41
Alfonso Armada, Al servicio de la Corona, Barcelona, Planeta, 1983, pági-
nas 228-239.
80 JESÚS DE ANDRÉS
42
Sobre los mismos, José Luis Cornelias, Los primeros pronunciamientos en
España: 1814-1820, Madrid, CSIC, 1958; José Ramón Alonso, Historia política del
Ejército Español, Madrid, Editora Nacional, 1974; Julio Busquets, Pronuncia-
mientos y golpes de Estado en España, Barcelona, Planeta, 1982; Miguel A. Ba-
quer, El modelo español de pronunciamiento, Madrid, Rialp, 1983; Ramón de San-
chis de los Santos, Los golpes de Estado en España: de Espoz y Mina a Milans del
Bosch, pasando por Espartero, Prim y otros, Madrid, Vassallo de Mumbert, 1985;
José Cepeda Gómez, El ejército español en la política española (1787-1843): cons-
piraciones y pronunciamientos en los comienzos de la España liberal, Madrid, Fun-
dación universitaria Española, 1990; Gabriel Cardona, Los pronunciamientos, Ma-
drid,43Historia 16, 1996.
Los golpistas habían previsto que el general Torres Rojas, quien desde su
puesto en La Coruña se había desplazado ese día a Madrid, tomase el mando de la
división, destino que había ocupado tiempo atrás. El verdadero jefe de la Brúñete,
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 23-F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 81
el general José Juste, debía encontrarse esa tarde, con el coronel San Martín, en
Zaragoza, visitando un campo de maniobras. Sin embargo, San Martín, deseoso de
participar activamente en el golpe, decidió regresar: con Juste de vuelta, Torres Ro-
jas no pudo hacerse con el control de la división. Al telefonear a Fernández Campo,
Juste fue informado de que Armada ni estaba en el palacio ni era esperado.
44
Sobre la tardanza del Monarca en aparecer en televisión ha habido todo
tipo de especulaciones. Su explicación, dada por él mismo en una entrevista te-
levisiva, es la siguiente: «Yo sé que en el 23-F se m e criticó por no salir unas ho-
ras antes ante las c á m a r a s diciendo lo que tenía que decir o lo que quería decir.
Pero la verdad es que aunque ahora, al cabo de los años, sea un poco grotesco,
el capitán que había tomado la televisión no se quería ir y resulta que el capitán
era de artillería y amigo del marqués de Mondéjar, y entonces el marqués de Mon-
déjar le llamó y le dijo: "Oye, haz el favor de dejar que salgan los cámaras. Ah,
sí, mi coronel, no se preocupe". Los cámaras al final llegaron tarde, pero llega-
ron», en el programa Don Juan Carlos, 25 años de reinado, emitido en Televisión
Española el 19-11-2000, transcrito por El País, 20-11-2000. La cronología deta-
llada de los acontecimientos, no coincidente con la versión regia, en Javier Fer-
nández López, El Rey y otros militares..., ob. cit. Una interpretación, discutible
pero sugerente, en Pedro de Silva, Las fuerzas del cambio. Cuando el rey dudó el
23-F, Barcelona, Prensa Ibérica, 1996.
45
La ausencia de cualquier tipo de movilización popular cabe explicarse, ló-
gicamente, por la rápida solución del golpe, pero también por el comportamiento
desmovilizador de la propia clase política a lo largo de la transición y, una vez
más, por el miedo a la presencia del fantasma de la guerra civil. Las manifesta-
ciones multitudinarias tras el fracaso del golpe, en las que participaron hasta tres
millones de personas, fueron organizadas por los partidos políticos y encabeza-
das por sus líderes. He tratado la cuestión en Jesús de Andrés, «Golpes de Estado y
respuestas desde fuera del ámbito institucional: la movilización social ante el 23-F»,
en Santiago Castillo y J o s é M- Ortiz de Orruño (coords.), Estado, protesta y mo-
vimientos sociales, Bilbao, CJPV, 1998, págs. 2 9 5 - 3 0 1 .
82 JESÚS DE ANDRÉS
46
Al respecto, Rosa Villacastín y María Beneyto, La noche de los transistores,
Madrid, San Martín, 1981. ün error compartido por la mayoría de los trabajos que
han tratado el golpe ha sido la creencia en que fue retransmitido por televisión en
directo, por lo que los espectadores, asombrados y asustados, actuaron, en con-
secuencia, con temor. Nada más lejos de la realidad: el golpe tan sólo fue emitido
en diferido en la mañana del día 24, cuando el Congreso había sido abandonado.
47
Agradezco el testimonio de Carlos Alonso Zaldívar, a quien como desta-
cado dirigente del PCE se instó a evitar la movilización obrera prevista para el
día 24, en respuesta a un cuestionario escrito; 21-12-2000.
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 2 3 - F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 83
ver con ella48; los sectores ultras preferían seguir agitando la si-
tuación, aprovechando el juicio como caja de resonancia, sin que-
mar los cartuchos golpistas que quedaban en la recámara. Tejero
y Milans serían condenados a 30 años y Armada a seis. El go-
bierno de Calvo Sotelo, en el que por primera vez no había mili-
tares, recurrió la sentencia y el Tribunal Supremo amplió la con-
dena de Armada también a treinta años.
La derrota de los golpistas contribuiría a consolidar el sistema
democrático aunque al precio de realizar un giro conservador acep-
tado por todos los partidos. La moderación alcanzó de forma espe-
cial al PSOE, que por otra parte, en su perspectiva de alcanzar el
poder, ya había dejado a un lado cualquier veleidad radical. El cam-
bio de estrategia en, por ejemplo, la política territorial, en pleno pro-
ceso autonómico, se inscribiría en esta nueva línea moderada. Más
difícil resulta averiguar en qué medida afectaron el 23-F o, por el
contrario, las disputas partidistas a la vida interna de otros grupos
que, como la propia ÍJCD o el PCE, se verían abocados a un de-
sastre electoral. Sí tuvo, la derrota del golpe, un demoledor efecto
sobre las posturas ultras, llevando a la extrema derecha a su mar-
ginación terminal, a su descomposición partidista y al desprestigio
definitivo de la opción insurrecta. De esta forma, su fracaso supuso
«el comienzo del fin» del intervencionismo golpista49. El camino que
la extrema derecha emprendiera al avanzar el proceso de transición
hizo imposible el regreso a una, siempre desechada, vía electoral.
Pese a todo, Tejero se presentaría a las elecciones generales de oc-
tubre de 1982, al frente de Solidaridad Española, bajo un lema que
hablaba por sí mismo: «¡Entra con Tejero en el Parlamento!»
48
La comparación con el momento previo a la dictadura de Primo de Rivera
fue usada como argumento para no ir demasiado lejos en la investigación. Sufi-
cientemente explícito fue el artículo de Luis Solana, «Expediente Picasso-sumario
Tejero», en Diario 16, 7 de mayo de 1981. Una opinión reciente sobre la conve-
niencia de no remover el pasado es la expresada por Sabino Fernández Campo:
«Muchas veces caemos en el error de juzgar tan sólo el final de un proceso y de-
jamos de lado los antecedentes que se produjeron a través de él. Por mi parte,
renuncio a intentar descubrir las nuevas piezas que me faltan del rompecabezas.
Dejémoslo como está, sin agitar la historia ya calmada. (...) No se trata de adu-
cir ahora justificaciones o disculpas sobre hechos ya juzgados. Pero tampoco de
continuar indagando para descifrarlos por completo. En ocasiones 'el que busca
afanosamente la verdad, corre el riesgo de encontrarla'»; Sabino Fernández
Campo, «El rompecabezas del 23-F», en XXV años de Rey, número extraordina-
rio de ABC, noviembre de 2000, pág. 33.
49
Felipe Agüero, Militares, civiles y democracia, Madrid, Alianza, 1995, pá-
gina 271. Para Malefakis «el 23-F acabó por tener el efecto de consolidar la de-
mocracia, tanto reafirmando su valor para la sociedad española como aumen-
tando el control civil de un Ejército más profesionalizado», Edward Malefakis, «Las
FAS, la sociedad y el 23-F», en AAW, Memoria de la transición, Madrid, El País,
1996, pág. 337.
84 JESÚS DE ANDRÉS
AAW (1981), Los Ejércitos... más allá del golpe, Barcelona, Planeta.
AGÜERO, Felipe (1995), Militares, Civiles
y democracia, Madrid, Alianza.
AGÜIRRE BELLVER (1981), El Ejército calla.
Antes y después del golpe, Ma-
drid, Santafé.
50
Tampoco se han incluido otros géneros literarios en los que el 23-F, dada
su enorme repercusión, fue también protagonista. Títulos de algunas novelas son
los de Antonio Izquierdo, Claves para un día de febrero, Barcelona, Planeta, 1982;
José Luis Martín Vigil, Día «D»; golpe de Estado, Barcelona, Planeta, 1983; David
Serafín, Golpe de Reyes, Barcelona, Grijalbo, 1984; Pedro Casáis, ¿Quién venció
en febrero?, Barcelona, Plaza & Janes, 1985; Cristóbal Zaragoza, Generaciones 2.
Del golpe al cambio, Barcelona, Plaza & Janes, 1989; Carlos F. Pol, Razón de Es-
tado, Barcelona, Plaza & Janes, 1995; también cabe destacar narraciones breves
como la de Manuel Vázquez Montalbán, Aquel 23 de febrero, Madrid, Cambio 16,
1986, y cuentos como el de Rosa Regás, «Glorioso aniversario», en AAW, Nuevos
Episodios Nacionales. 25 historias de la democracia (1975-2000), Madrid, EDAF,
2000, págs. 107-121. Directamente vinculada al golpe, sobre los acontecimien-
tos del 23-M, la novela de Alberto Speratti, El asalto al Banco Central, Barcelona,
Martínez Roca, 1981.
«¡QUIETO TODO EL MUNDO!» EL 2 3 - F Y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA 85
RESUMEN
ABSTRACT
The coup d'État ofthe «23-F» and the Spanish transition. This ar-
ticle analyses the coup d'État staged in Spain on February 1981
(known as the 23-F) through the use of different categories that make
reference to the structure of political opportunities that can give place
to the appearance of movements able to execute a coup; to the exis-
tence of groups that articúlate a radical discourse; and to the mobili-
sation, organisation and attainment of resources to stage the coup.
The national and international context, as well as the erroneous stra-
tegy adopted by the extreme right, favoured the appearance of groups
with capacity to carry out a coup. The extremist press played the role
of building up a discourse contrary to the political transition. The mo-
bilisation of the military officers that were near to the extreme right fa-
voured the organisation of the 23-F. Also, the article will disprove the
interpretaron according to which there were several plots that coinci-
ded in the time. It will argüe that the coup of the military officers and
the eventual formation of a concentraron government were unrelated
events, and not part of a common plan. The apparent linking among
both operations has contributed to obscure what happened.