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Mano de hierro y prácticas

mafiosas: cómo las


editoriales científicas
controlan y manipulan la
ciencia

Victoria Pérez
7/12/17 12:05pm

15.2K
2417

Imagen: Carlos Zahumenszky/Gizmodo en Español


El actual sistema editorial científico, hoy por hoy un administrador necesario,
podría estar haciendo daño a la libre circulación de la misma. Con la ciencia en
venta, cada vez a un precio más caro, el oligopolio editorial cada vez se asemeja
más a una mafia, con los científicos como principales víctimas.

Un sistema win/win

Anualmente se publican cerca de 2.5 millones de publicaciones científicas.


Buena parte de ellas se subvencionan con fondos públicos, pero sólo un 20% se
encontrará libre para consultarse después. El resto estará bloqueado previo
pago en alguna revista. Eso es así, en principio, hasta para los propios
científicos.

Ocurre porque, lógicamente, publicar un estudio científico no consiste en hacer


una investigación según unos criterios personales, redactarla y ponerla en
Internet. El proceso es más complicado. Los artículos siempre pasan por
revisiones por pares —también denominada arbitraje, un método para validar
trabajos escritos antes de publicarse donde se deja abierto el trabajo al
escrutinio, y frecuentemente a la anotación o modificación, por otros científicos
expertos en el campo particular de la publicación—. Los que no lo hagan, no
contarán con la credibilidad suficiente.

El autor no cobra nada, pero su artículo es vendido a 40 dólares la copia

Este es el principal argumento, y probablemente el único que hay, para


mantener en funcionamiento a la industria editorial como está hasta la fecha:
aseguran el funcionamiento de verificación. El problema es que a menudo se
llevan no un porcentaje, sino la práctica totalidad del premio por ello.

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Tanto los autores como los revisores de los artículos trabajan por amor a la
ciencia. Los revisores trabajan gratis para las revistas. Y en el caso de los autores
de la investigación, incluso pueden llegar a pagar por ser revisados y, por tanto,
optar a ser publicados.

La ciencia progresa gracias a este sistema que hermana de alguna manera al


propio proceso científico, al menos a la hora de contrastar hipótesis. El círculo
se cierra dentro de la propia rama y un profesional experto evalúa la veracidad
del trabajo de otro. Aquí es donde surge la primera particularidad: el sistema es
un win-win para las revistas. Tanto los autores como los revisores de los
artículos trabajan gratis. Dicho de otra forma: el autor y su corrector no cobran
nada, pero su artículo es vendido por la revista a 40 dólares la copia.

A vueltas con el factor de impacto

¿Por qué permitir eso? El truco está en que la visibilidad de un paper depende
en buena medida del factor de impacto de la revista que lo publica. Este índice
tiene una influencia enorme, pero controvertida, en cuanto a la forma en que las
publicaciones científicas de investigación son percibidas y evaluadas. Esto
quiere decir que todo científico desea publicar en alguna de las revistas más
punteras, para ello, creará el contenido de la forma que a la revista más le puede
interesar. En caso contrario, se arriesga a que su trabajo sea rechazado.

“Mis primeros cuatro artículos en revistas con índice de impacto se publicaron en el


año 1994, y fueron aceptados de forma directa (no me exigieron ningún cambio).
Tampoco lo hicieron en ninguno de mis diez primeros artículos. Cambió con las
siguientes decenas, en la mayoría me exigieron cambios menores (a veces mayores),
incluso me han rechazado varios. Algunos los he enviado a otra revista donde han
sido aceptados y otros los he olvidado en un cajón” — Francisco R. Villatoro.

En realidad, según varias fuentes consultadas por Gizmodo en Español, llega un


punto en el que el estudio o trabajo se torna secundario y las modificaciones
exigidas giran entorna a: el tipo de letra, reformulaciones para cumplir
funciones de marketing y nimiedades variadas que consiguen que un paper, tan
caro para el consumidor final, ni siquiera se pueda entender bien por la
infinidad de requisitos de diseño.

Sobrevivir en el ecosistema científico

En esta situación, ¿por qué publicar? La realidad es que, para sobrevivir en el


ecosistema científico, el profesional de la ciencia lo necesita. Es lo que le da
reconocimiento y le permite obtener las subvenciones necesarias para seguir
trabajando. Para ser alguien reconocido en la ciencia, ha de publicar trabajos
que la comunidad pueda apreciar (la comunidad lo apreciará más según la
revista donde publique) y, a su vez, para publicar ha de hacerlo como la editorial
quiere. Es un círculo vicioso donde la editorial vende el hacer y el consumir la
ciencia. La editorial es, en realidad, el centro de todo.

Irónicamente, aún en esta situación, resulta difícil que los científicos se animen
a hablar de forma crítica del asunto. Hace poco cuatro premios
nobeles publicaban un vídeo hablando del problema, pero no deja de ser notable
que, para poder llegara a ese Nobel, los cuatro utilizaron el actual sistema de
publicación científica.

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Cuando se habla de la tecnología de manipulación genética CRISPR (siglas en inglés
para…

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Francisco R. Villatoro, profesor en la UMA, informático, físico y doctor en


matemáticas amplía: “Publicando se ganan méritos que sirven para
promocionar, o para lograr pequeños suplementos económicos (como los
famosos sexenios). Además, para solicitar proyectos de investigación y recibir
financiación es necesario demostrar una buena capacidad para publicar
artículos”.

En cuanto al pagar por publicar (pay per publish) y a la publicación con acceso
gratuito (open access), “yo me niego a hacerlo (no lo he hecho en ninguno de
mis artículos); sin embargo, entiendo que haya quienes estén obligados a ello,
o lo consideren relevante para su carrera investigadora. Todo científico desea
publicar en The Lancet, Cell, Science o Nature; esto no me parece mal y no me
parece un problema. Pero todos los años se publican más de dos millones de
artículos en unas decenas de miles de revistas científicas. Más del 90% de
dichos artículos y de dichas revistas son prescindibles para el progreso de la
ciencia. Pero las grandes editoriales las necesitan para ganar dinero”.

Cinco editoriales controlan más del 50% de todas las publicaciones científicas
desde 2006

Cinco editoriales: Reed-Elsevier, Taylor & Francis, Wiley-Blackwell, Springer y


Sage, controlan más del 50% de todas las publicaciones desde 2006. La
consolidación de la industria ha sido desde entonces centro del debate,
especialmente en relación a los grandes márgenes de ganancia de los principales
editores. Márgenes de ganancia de aproximadamente 22 mil millones de euros
en ingresos y beneficios del 40%—.

Aunque no es una comparación directa, sirve para hacerse una idea: ese margen
de beneficios es mayor del que tienen Apple, Google o Amazon.
¿Quién hace ciencia y quién la compra?

Los propios científicos necesitan publicaciones de otros para trabajar en sus


propios proyectos, así que son el principal cliente y proveedor. Idealmente, los
científicos son los que alimentan todo el sistema y las editoriales sólo
administran.

Normalmente, estos no suelen comprar artículos a título personal sino que se


negocian licencias para que las universidades o los centros de investigación, en
las que trabajan o son estudiantes, puedan acceder. La realidad, sin embargo, es
que el acceso papers de manera pirata es un fenómeno que ocurre en todo el
mundo y de manera generalizada. Llegados a ese punto, la duda es obvia:
¿Compensa mantener a las editoriales?

Sci-Hub es condenado a pagar 15 millones de dólares a Elsevier por “piratear” sus


artículos…

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El 5 de enero de 2016, un artículo revisado por pares y publicado en la


revista PLoS ONE tuvo que ser retirado. El documento exploraba el vínculo
entre la arquitectura biomecánica de la mano y su capacidad para coordinar los
movimientos, pero en el proceso los investigadores usaban términos con
mensajes creacionistas y religiosos. Afirmaban que “la coordinación de la mano
indica el misterio de la invención del Creador”, o que “el diseño fue dado por el
Creador para realizar multitud de tareas diarias de una manera cómoda”, entre
otras frases.

Evidentemente, esto provocó estupor en la comunidad científica pues la


mención a un “creador” debería haber hecho sonar las alarmas de los revisores.
Los mismos revisores que para cuestiones de marketing son tan estrictos y que
hacen a más de un investigador claudicar a la hora publicar su trabajo. En
cambio, varios expertos “leyeron” el artículo y recomendaron la publicación sin
consultar o enmendar los pasajes.

Por supuesto, es solo un caso, pero también existen casos de revisiones


falsasque han acabado en verdadera polémica. Las personas pueden fallar,
lógicamente, pero como ejemplos vienen a confirmar que el sistema con el que
trabajan las editoriales, en el que ellas actúan de juez, testigo y verdugo, es
desde luego lucrativo, pero no perfecto.

El otro lado de la ciencia

En relación al pirateo de artículos científicos, cada día se descargan más de 150


mil artículos por vías alternativas. Sci-hub, el mayor repositorio pirata de
ciencia, registró 28 millones de eventos de solicitudes de descarga desde el 1 de
septiembre de 2015 hasta el 29 de febrero de 2016.

Más de 2,6 millones de solicitudes procedían de Irán, 3,4 millones de la India y


4,4 millones de China. No es cosa de países pobres o lejanos, en los Estados
Unidos y Europa los usuarios de Sci-Hub se concentran donde los
investigadores académicos son más numerosos. Por ejemplo, en los últimos 6
meses 74.000 solicitudes vinieron de direcciones IP en la ciudad de Nueva York,
hogar de múltiples universidades e instituciones científicas.

Los artículos abarcan todos los temas, desde los experimentos de física
publicados hace décadas hasta los últimos avances en biotecnología. Alguien en
Nuuk, Groenlandia, está leyendo sobre la mejor manera de proporcionar
tratamiento contra el cáncer a las poblaciones indígenas. Alguien en Benghazi
está investigando un método para transmitir datos entre computadoras. Alguien
cerca de la ciudad de Sabha está profundizando en la dinámica de fluidos. La
lista es innumerable.
Sci-hub no es una solución porque es ilegal

Sci-hub es, por supuesto, ilegal. Alexandra Elbakyan, la ciudadana rusa


creadora, está en busca y captura en los EEUU y no puede pisar sus tierras sin
ser detenida.

La historia tras Sci-Hub es la imaginable: Elbakyan, una típica estudiante de


postgrado de ciencias, nació en Kazajstán cuando la Unión Soviética estaba
empezando a desmoronarse. Para su tesis tenía que consultar una treintena de
estudios. Todos eran de pago, con el acostumbrado precio medio de 40 dólares
la copia, y era demasiado para ella. Ocurrió lo que ocurre cuando cualquier
pirata informático encuentra algo bloqueado pero que necesita. A día de hoy, su
discurso es más robinhoodiano con afirmaciones como: “Es cierto: robo a los
editores para dárselo a los científicos”.

Evidentemente, la ilegalidad de su página deja poco posible debate sobre la web


en sí misma, pero la opinión de la comunidad sobre la moralidad de usarla es
variable.

“Se trata de algo ilegal y punible, luego es amoral en todos los sentidos. Pero el
oligopolio de las editoriales de revistas científicas es alegal. Es decir, existen leyes
antimonopolio, pero no existen leyes antioligopolio, al menos en los grandes países
industrializados. En mi opinión, los gobiernos deberían tomar cartas en el asunto
de este oligopolio, apoyando las iniciativas en su contra. La ciencia es de todos y el
oligopolio nos está estafando a todos” — Francisco R. Villatoro.

“Me siento muy identificada con la filosofía de que no se debe traficar con la
ciencia, pero ¿qué deberían hacer los investigadores que no tienen posibilidad legal
para acceder a las novedades de su sector? La ciencia es un bien universal y
cualquier ciudadano, con independencia de sus circunstancias, debería tener acceso
al conocimiento. Por tanto, creo que parte de la solución pasa por lograr una
verdadera ciencia abierta, que conlleve un cambio de filosofía en todos los agentes
implicados” — Lydia Gil, Social Investigación en el Institut Català d’Arqueologia
Clàssica (ICAC)
El sistema de las editoriales científicas es enorme y tremendamente lucrativo, y
es evidente que la balanza de beneficios para el progreso general de la ciencia y
sus investigadores versus ingresos de las editoriales no está equilibrada.
Además, ni siquiera el resultado es perfecto. Para colmo, en cuanto a la
piratería, nos encontramos con una doble respuesta, piratear la ciencia está mal,
pero posiblemente bloquearla también lo esté.

Villatoro afirma que tal vez la solución pase por que “los gobiernos valoren la
ciencia como algo importante, como un patrimonio de toda la humanidad”. Y
que para ello “deben legislar con leyes antioligopolio específicas que permitan
a todo el mundo disfrutar de la producción científica. Tener casi un 40% de
beneficios debería ser ilegal y los gobiernos deberían tomar cartas en el
asunto”.

La respuesta correcta no es fácil, pero lo que sí queda claro es que la ciencia y


sus profesionales se están encontrando oprimidos por un sistema editorial
imperfecto. De la ciencia depende el progreso de la humanidad, y debe
pertenecer a los científicos, no los editores. Ojalá algún día sea así.

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