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FLORIA HERRERO PINTO SRLSPLANETA FLORIA HERRERO PINTO SEL°PLANETA “VERDE PREMIO CARMEN LYRA DE LITERATURA INFANTIL - 1979 Portada Katia Martén Contraportada e ilustraciones Floria Pinto Editorial Costa Rica Mas alld de las nubes, més alld del viento, mds alld del sol, estd el planeta rojo, Su tierra es seca y arenosa desde aquella época en que la gran guerra lo destruyé casi por completo: se quemaron los bosques, se murieron los animales y sus habitantes se podian contar por decenas. Su vegetacién, antes verde y frondosa,quedé negra y retorcida y el agua era tan escasa que constitufa el més preciado tesoro. La radioactividad obligé a sus habitantes a construir la ciudad bajo tierra y, a pesar de que ya no hab/a peligro de contaminacién, ellos se habfan acostumbrado a vivir asi. No les interesaba salir a la superficie donde el viénto y el sol tostaban su piel blanca y delicada. Sus morado- res habfan logrado maravillas tecnolégicas, entre ellas erradicar las enfermedades y aumentar la longevidad de los hombres. Pero existfa un problema muy serio, casi no nacfan nifios, Era una ciudad de viejos, una Ciudad triste y apagada, una ciudad de paredes frias como el hielo, En la fortaleza hecha de cristal de roca, donde vive la familia de sabios més distinguida del planeta,ha sucedido algo muy importante; algo que ha conmocionado a todos sus habitantes y los mantiene ocu- b idos. La voz temblorosa de un anciano resuena en los largos corredo- res de la casa y se confunde con el eco de sus pasos al llamar:—Apo- calipsis, Apocalipsis. Ya nacié el nifio.— —Imposible —contesta aquel— el eclipse no se ha realizado toda- via. —Pero el nifio ha nacido —grita Esturién, secdndose las gotas de sudor que brotan de su frente y mirando azorado a su compafiero. —tQué le vamos a decir a su padre? _No sé, —dice Apocalipsis— se va a dar cuenta de que ya no so- mos més que unos viejos caducos que no servimos para nada. ‘A pesar de los miiltiples esfuerzos que hicieron Apocalipsis y Estu- rién en sus célculos, éstos no fueron acertados, ya que a ellos les inte- res6 mas subir a la superficie del planeta y contemplar la lluvia de arena que formaba extrafios dibujos en el desierto, que consultar los viejos libros de ciencia. Eran muchos afios, era mucho tiempo, ya sus ojos no vefan claro y sus manos temblaban imperceptiblemente. _No te pongis triste, Apocalipsis, vamos a conocer al nifio, debe de ser muy hermoso. Caminan lentamente por largos pasadizos, bajan numerosos escalones y Hlegan por fin a los aposentos del sabio y su esposa. Tocan la puerta y, a su llamado, una voz de trueno contesta. —iAdelante! Los viejos entran temerosos escondiéndose uno detrés de otro. ~Y bueno, —dice el padre mirandolos con esos ojos penetrantes que tienen los hombres que estén muy seguros de su poder. —iCémo esti el nifio, podemos conocerlo? —pregunta Apocalip- sis con una media sonrisa, —iCémo le vamos a llamar? —pregunta el padre. No coinciden las letras que le tocan por nombre, los pronésticos han fallado, y lo peor de todo es que el nifio nacié sin el lunar que tienen en Ia frente to- dos los miembros de la familia. —2Qué vamos a hacer? —murmura el viejo tembloroso. _Ademés, —continua el padre— el nifio tiene el lunar en el centro del pecho, muy cerca del coraz6n. El par de viejos se miran consternados y dicen: —Qué extraio, esto no le habia sucedido antes a ninguno de los habitantes del planeta rojo ! Es muy curioso. . . muy curioso. Podemos verlo? —preguntan—. Ante la respuesta afirmativa del padre éstos se dirigen adonde esta el nifio que flota en el aire en una inmensa cuna de cristal. La cuna lo mece, lo duerme, lo baa y lo alimenta, La madre lo contempla orgullo- sa, EI pequefio abre los ojos y los mira tan dulcemente que los viejos. sienten que algo se les suaviza en el corazon. ~ iEs precioso! Le pondremos Andrus el inesperado —sugieren los viejos — Sf, ese serd su nombre —afirma el padre. El tiempo pasa. Se pueden contar nuevas canas en las cabezas de Esturién y Apocalipsis. Los viejos se ocupan de ensefiar al nifio los mis- terios de la ciencia, de la magia y de la vejez y este los lena de ternura. Lo Gnico que entristece al pequefio es no tener otros nifios con quienes jugar. Su padre es sabio y pasa las horas investigando en grandes libros ndmeros interminables y mirando el cielo por un inmenso telescopio. Construyé su laboratorio en la superficie del planeta y desde muy pe- quefio Andrus lo acompafiaba algunas veces para que su padre lo deja ra mirar aunque fuera un ratito por el telescopio. Un dia en que la atmésfera esta clara y transparente, un dfa¢ que el viento no levanta las arenas del desierto, lo ve por primera vez Es un pequefio y tembloroso planeta verde, azulado, nebuloso. Es un Planeta Gnico que su padre ha visto muy pocas veces. El nifio se vuelve curioso y el color verde azul se le queda para siempre grabado en la memoria, —Papé, ipor qué tiene ese color? —Es el color del agua, en ese planeta Ilueve tanto que el mar es més grande que la tierra, iEI agua. . .! En toda su vida Andrus habja visto lover solamente una vez. Cay6 del cielo una finisima Hlovizna que segin decfa su padre era casi un milagro, Andrus se hab/a quedado muy quieto, volvié su cara al cielo y sintié cdmo las gotas de agua humedecian sus ojos, su boca, y corrfan por su cuello, Desde entonces el agua Ilegé a ser para el nifio tan importante, que deseaba tener toda el agua del mundo para poder jugar con ella, Estaba cansado de bafarse en las mafanas con la espuma blanca que usaban para su limpieza los habitantes del planeta rojo. Muy adentro en su corazén nacié el deseo de algtin dia poder Ilegar a ese lu- gar donde habfa més agua que tierra, Estaba cansado del desierto escaso de drboles flores y rios. En él abundaban las rocas escarpadas, la arena que se metia en sus ojos y aquel extrafio color amarillento. Huyen los afios y Andrus va creciendo;ahora iene dos amigos, Jipi y Japa: se fueron creando en su imaginacién y llegaron a ser com- paferos inseparables. Con ellos aprendié a reir, a pelear y a tener dis- cusiones interminables sobre el tamaio de los astros, la distancia entre uno y otro, la velocidad de la luz, la fuerza de gravedad, la resistencia de los metales, Aquella mafiana amanece el cielo claro y las arenas del desierto mas amarillas que nunca, el calor es tan fuerte que Andrus no puede salir de su casa y decide jugar al escondido con Jipi y Japa. Vos contés hasta cien y Jipi y yo nos escondemos, —No, yo me escondo, ~dice Japa con voz fuerte. Japa es peleén y malgeniado, se rfe a carcajadas cuando alguien tiene una pena o un disgusto. —Estd bien —dice Jipi siempre alegre y bullanguero, uno, dos, tress. “Andrus sale corriendo, —shhh, no hagas ruido Japa, yo conozco un escondite. —Muy decidido se dirige al sétano donde se escondfa cuan- do era mas pequefio, donde olvidaba sus penas jugando con los tubos de ensayo y la coleccién de metales, en parte convertida en la nave espacial que mas adelante Jo Hlevarfa a su planeta verde. Y es alli donde se da cuenta que ha perdido la alegria. Se le fue quedando enredada entre las telas de arafia del s6tano y repartida a lo largo de sus diez afios, EI descubrimiento lo asusta y se siente tan solo que busca consuelo en Jipi y Japa pero ellos tampoco estén, . .Busca su alegria por todos los rincones de suplaneta, le pregunta a Apocalipsis si la ha visto pasar pero éste le contestanegativamente y se le queda mirando con sus ojos Brises y pensativos. Va al cuarto de su padre, siempre ocupado entre los libros. Al verlo entrar levanta la cabeza. — iPapdaaa! Se me perdié la alegra. —Andrus, le he dicho muchas veces que no entre a mis habitacio- nes sin tocar la puerta, No me gusta que me interrumpan en mi trabajo. Pap, pero mi alegria. ~Andrus, creo que he descuidado un poco su educacién, Tiene ideas muy extrafias, voy a sacrificar unas horas de mi trabajo para con- versar largamente, Ahora no tengo tiempo, papa; yo también tengo cosas im- portantes que hacer El nifio sale corriendo y el padre muy sorprendido contintia in- vestigando los grandes misterios del universo. Llega a las habitaciones de su madre y, al hacerle la misma pregunta, ella lo mira compasivamen- te y lo mete en la cama que lo mece con suavidad hasta que Andrus se queda dormido. Se despierta al ofr unos pasos pequefiitos que se van aproximando, poco a poco hasta que aparecen las barbas blancas de ‘Apocalipsis; éste se sienta a su lado y, tomando su mano entre las suyas, le dic + —Andrus, sabes una cosa; es muy dificil que encuentres Ia ale- Le acomoda grfa; pero no te preocupes mucho. .. hay otras cosas. la almohada y lo arropa suavemente. El nifio cierra los ojos y suspira tres veces antes de dormirse. Desde ese dia Andrus suefia cada vez mas con visitar su planeta verde. Lo mira por largas horas con el telescopio de su padre y piensa que tal vez allf est4 escondida su alegria. El tiempo transcurre lentamente. Andrus ha crecido tanto que ya estd del tamafio de Esturién y Apocalipsis. Entre los tres terminaron la construccién de la nave que llevard a Andrus a su planeta verde. Los vie~ jos estén muy orgullosos de su proeza y le dan al nifio las tltimas ins- trucciones. No debes dejarte llevar por el miedo; la nave es perfecta, cuidado con los meteoros, regresa pronto. Inicia el viaje una noche de luna y se desliza silencioso entre las estrellas, En un minuto recorre distancias inmensas del espacio infinito; tiene miedo y una extrafa soledad se apodera de él. iEs tan pequefia su nave! Es tan pequefo su telescopio y su caja de controles que parecen de juguete. De pronto una fuerza invisible atrae la nave que ad- quiere una increible velocidad; trata de dominarla, pero no puede y se va envuelto en un remolino de luces, allf donde no hay espacio ni tiempo. Aterrorizado cierra los ojos y la noche negra y poderosa lo eri- vuelve. Minutos, dias, afios. .. Va cayendo, cayendo, cayendo. Una violenta sacudida lo lanza fuera de la nave y su paracafdas se abre como una inmensa mariposa blanca que lo deposita suavemente en el pasto. La nave explota en mil pedazos que se pierden en el campo. 10 —iQué voy a hacer ahora? iNo podré nunca regresar a mi plane- tal {Dénde estoyyyyy? Sélo el eco responde a su grito, Los ojitos luminosos de una ardi- lla lo contemplan asombrados y el canto de la lechuza se oye alo lejos. Se acurruca temeroso al pie de un drbol y se cubre con las hojas secas para protegerse del viento. Poco a poco se va quedando dormido. A la mafana siguiente lo despiertan las voces de los cortadores de cafia que, con sus largos cuchillos, se dirigen al trabajo ;ladran los pe- rros y el sol atraviesa los arboles manchando el suefio de gotas de luz, Un vientecillo de verano acari a su pelo y él se siente alegre, en su sofiado planeta verde. A lo lejos se oye un sonido, tambores, gemidos, truenos. {Qué sera? Hierros y cadenas chocan entre sf produciendo un ruido ensor- decedor: se aproxima cada vez més,cada vez mds se oye més fuerte; en eso aparece... iserd un dragén? Tiene grandes y afiladas garras, grufe, rechina, cruje, se acerca poderoso y amenazante quebrando ar- bustos y marcando sus hucllas en el polvo. Abre sus fauces y de un bocado se traga varias caflas de azicar. Andrus lo mira horrorizado; nunca en su pais habfa visto nada tan espeluznante. Alli encontraba reptiles grandes y venenosos que absorbian la humedad de la arena con sus ventosas y animales de caparazones endurecidos que comfan pie- dras. Nunca habia visto ese extrafo ser hecho de hierro. Diversas figu- ras grises y tiznadas batallan alrededor de él, y no le tienen miedo, el dragén come y come, enciende extrafas luces y deja ofr rugidos estre- mecedores. Agotado, Andrus llega auna pequefia casa de adobes, donde una vie~ jecita sentada en una bancapeina los negros cabellos de su nieta y le cuenta una historia, Es Otilia, como una lorita de nariz de gancho y ca- minar tambaleante, va siempre de rincén en rincén husmedndolo todo para ver si encuentra algo de comer. Levanta vasos, destapa ollas, abre gavetas y mueve los labios en un rosario de historias que se pierden en el tiempo, y se remontan a sus aflos mozos cuando era libre y tierna y un poquillo pizpireta y un poquillo enamorada del amor. Su padre era muy rico; tenfa una finca, doce vacas, seis terneros, dos cerdos y tres perros. Tuvo tantos hijos que de herencia solamente les dejé un lote que media manzana y media, una vaca y un ternero. Otilia se cas6 a los quince afios y e:pezé a tener nifios y a sufrir con las borracheras del marido que la golpeaba y le rompia la casa y los muebles. Un dia, para molestarla, el esposo le solté el ternero que ya era grande y fuerte, Otilia tenia una panza muy gorda de alguno de sus hijos, pero Dios es bueno y por mas que el ternero la arrastré va- rios metros al tratar de sostenerlo y le rompié las manos y las rodillas, no perdié el pequerio. Cuando parié estaba sanito, Al envejecer, Otilia no tenfa nada més que sus recuerdos, su nariz de lorita y sus cien afios. 13 Marta su hija,se lallevé a vivir con ellos y alli Otilia pasa el tiempo sentada en el corredor, jugando con los nietecillos y contandoles cuentos. ‘Andrus la mira largo rato y por fin se atreve a decirle: —iHola! Yo soy Andrus y vengo del planeta rojo Otilia lo mira asombrada; un estremecimiento recorre su viejo cuerpo y se siente atraida por la fuerza que emana de los ojos ama- tillos de Andrus. En su larga vida nunca hab/a visto un personaje tan extraiio. Maria su nieta lo mira confiada y le contesta alegremente. —iHola! 2Quieres comer algo? _Bueno, —dice el nifio medio avergonzado— la verdad es que estoy muerto de hambre. Le dan una tortilla y una taza de agua dulce que Andrus sabo- rea goloso. En eso aparecen los dos hermanos y lo contemplan curio- samente. —{Quién sos?, ide donde venis? {Por qué tenés el pelo rojo y los ojos amarillos? Los nifios cuchichean. Hay una extraiia luz alrededor de su cuerpo y no hace ruido al caminar, —Seamos amigos, le dice Miguel. —iCudntos afios tenés? —Cien. ~ ifa, Ja, Ja! Dice que tiene cien aftos. —iTenés cien afios? _S{, mi padre tiene trescientos y mi madre doscientos cincuenta. Los nifios se rien de nuevo mientras la abuela lo mira de reojo. En eso aparece Marta,la madre de los nifios.Camina lentamente deteniéndose breves instantes a descansar. {Quién esta all’? —pregunta mientras se seca las manos en el delantal. 14 —Es Andrus, mama, un amigo. —No tiene adénde ir. —Queremos que se quede a vivir con nosotros. La madre lo mira largo rato y le da ldstima verlo tan delgado y con esos ojos tan extrafios. Piensa que tal vez ha pasado muchas ham- bres. —Esté bien, —dice— estoy segura que a Pedro no le va a impor- Marta entra a la casa cargando sobre su cabeza la palangana de ropa limpia; sale por la puerta de atrés y empieza a colgarla en la cerca de alambre. Marta, nombre que suena absurdo en el calor insoportable de la tarde; Marta, que espanta las moscas que se meten entre sus ojos y se be- ben sus lagrimas, rayos de sol que evaporan la humedad del piso agrie- tando su color cobrizo como se agrietan los dedos de lavar trastos, de lavar pisos, de lavar guilas. A los siete afios, Marta eracasi una ardilla,libre, tierna, salvaje, y aventurera, Corrfa rodeada de chiquillos bullangueros, tiraba piedras, se bafiaba en los rfos y se robaba las naranjas del vecino. iQué pronto pasaron sus ajios felices! El dia que cumplié ocho afios su padre la llamé: ~Tengo que hablarle Marta, La chiquilla lo miré ilusionada; pensé que la iba a Hlevar de cacerfa con los perros negros o tal vez a sembrar maiz. —Tiene que ayudar a su mamé en los oficios de la casa, ya est muy grande para andar por allf vagabundeando. Y empezé el trabajo sin fin: limpie, barra, cocine. No més sol, nto y Iluvia. No més caminos con charcos de agua, no mas coleccio- nes de semillas. . . El lento sonido de las pisadas de su marido la vuelve a la realidad; 15 lo mira pensativa, se limpia las manos en el delantal y se dispone a ser- virle la comida, Pedro se sienta muy quieto en la banca del corredor, los nifios lo saludan alegres y se le suben al regazo, en los hombros, en los zapatos. iAh bandada de yigiiirros alboroteros: pufiado de cabecitas ansio- sas, mil preguntas en sus ojos luminosos. . —éPor qué el abuelo tuvo que vender la finca? Pap, ipor qué se murié el ternero colorado? —ZEs cierto que los coyotes se comen a !os nifios? —tPor qué Andrus tiene los ojos amarillos? EI padre sonrie con una paciencia infinita, contempla a Andrus como si lo conociera de toda una vida y poco a poco va contestando las maltiples preguntas de sus hijos. Les habla de la casa grande del abuelo, de la sombra que daban los Arboles de mango, de los doce hermanos. La época en que llovié tanto, tanto, que se perdié la siembra de ma‘z y se quedaron sin nada que comer, Primero tuvieron que vender la vaca, luego el cerdo y por tltimo la casa fresca que los vio nacer. Ahora Pedro notrabaja en lo propio,pero algtin dia,con la plata que ha economizado por afios, va a comprarse un terreno para volver a sembrar lo suyo. Lo malo es que, entre més plata esconde bajo el col- chén, més cara esta la tierra y ya éi se est4 poniendo viejo, lo Unico que a veces le endulza el coraz6n es un vasito de guaro que se toma en la pulperfa. —Papd, cuando yo crezca voy a ser como el abuelo y a tener una c. sa propia. Si, Miguelito, cuando seas grande. Y yo, dice Luis, voy a tener muchos caballos como el patrén y no voy a volver a andar nunca més a pie Andrus los mira pensativo, éQué va a ser él cuando sea grande? 17 El canto de las chicharras los va adormeciendo poco a poco, hasta que el padre se levanta llevando en sus brazos a Miguelito dormido. ‘A la mafana siguiente lo despierta el grito de Pedro. —Miguelitoooooco, vaya a traer la vaca, Sf, pap, ya voy. —Cuidado la corretea mucho porque cuando se asusta no da bas- tante leche. Canela es mafiosa y consentida, no puede ver a Andrus ni en pin- tura pues sus ojos amarillos y su pelo rojo la ponen nerviosa. Miguelito corre con sus cinco afios y sus piernillas corvetas y regresa orgulloso ja- lando a Canela, Ya el padre est4 preparado para ordefarla y pronto la leche espumosa llena el balde haciéndoles la boca agua, —iQué bien sabe la leche recién ordefiada! —exclama Andrus lim- pidndose un bigote de espuma. —Ahora a lavarse bien para que se vayan a la escuela —Ies dice la madre—, ya saben que a la maestra le gusta que Ileguen bien lim- pios. La escuela queda muy lejos, caminan largo rato y llegan sudoro: sos y empolvados. Se sientan en sus pupitres a leer y a escribir, por ho- ras que se les hacen eternas y por fin tienen permiso de ir a trabajar ala huerta. En el patio de la escuela acostumbran sembrar tomates, lechu- gas, cebolla, culantro y perejil. Luis y Miguelito trabajan con gusto sem- brando en aquella tierra negra que se desliza entre sus manos. Durante el verano hacen pequefas zanjas para que corra el agua de la acequia y humedezca las plantas, Andrus tiene una habilidad especial: todo lo que tocan sus manos, ya sea una semilla, un tallo o alguna ramita tierna, cre- ce rapida y frondosa produciendo la cosecha mas abundante. La maestra lo observa disimuladamente y se asombra cada vez ms al darse cuenta de que el nifio sabe de matematicas y otras ciencias, més de lo que ella jamas aprendié. Al sonar la campana, los chiquillos corren alegremente y se van a bafiar a la poza. -A ver quién llega mas rapido —A launa, a las dos y a las tresssss. No empujen. —Aqui voy yo, El Gltimo cierra el portén, EI dltimo es una mujer. Luis llega primero y se desviste répidamente, En un santiamén esta en el agua. Miguelito es el ultimo y lo tiran con todo y ropa. —Me van a pegar, siempre lego todo mojado, ~se queja mientras corre por el potrero sacudiendo la camisa para que el viento la seque. Miguclito parece un cometa. iJa, ja, ja, ja! —Me la van a pagar, desgraciados. —Mujercita, mujercita, Cuando Hegan a la casa, Marta los recibe de mal humor. 19 madre, ya saben que a la maestra le gusta que Ileguen bien lim- pios, La escuela queda muy lejos, caminan largo rato y Ilegan sudoro- sos y empolvados. Se sientan en sus pupitres a leer y a escribir, por ho- ras que se les hacen eternas y por fin tienen permiso de ir a trabajar a la huerta. En el patio de la escuela acostumbran sembrar tomates, lechu- gas, cebolla, culantro y perejil. Luis y Miguelito trabajan con gusto sem- brando en aquella tierra negra que se desliza entre sus manos. Durante el verano hacen pequefias zanjas para que corra el agua de la acequia y humedezca las plantas, Andrus tiene una habilidad especial: todo lo que tocan sus manos, ya sea una semilla, un tallo o alguna ramita tierna, cre- ce rapida y frondosa produciendo la cosecha mas abundante La maestra lo observa disimuladamente y se asombra cada vez més al darse cuenta de que el nifio sabe de matematicas y otras ciencias, més de lo que ella jamds aprendid. Al sonar la campana, los chiquillos corren alegremente y se van a bafar a la poza. ‘A ver quién llega mas rapido —A la una, a las dos y a las tresssss. =No empuien. —Aqui voy yo. —E] Gltimo cierra el portén, —El Gltimo es una mujer. Luis Ilega primero y se desviste répidamente, En un santiamén esta en el agua, Miguelito es el dltimo y lo tiran con todo y ropa. —Me van a pegar, siempre llego todo mojado, ~se queja mientras corre por el potrero sacudiendo la camisa para que el viento la seque — iMiguelito parece un cometa. iJa, ja, ja, ja! —Me la van a pagar, desgraciados, —Mujercita, mujercita, Cuando Hegan a la casa, Marta los recibe de mal humor. 19 Por qué tardaron? Tienen que levarle almuerzo a su papa. EY Miguel en dénde esta? A lo lejos se divisa una pequefia y hameda figura que arrastra temerosa los pies. Con ojos de perrito bueno sonrie a Marta, — {Todo mojado! Yase fueron otra vez a bafiar a la poza, cuando venga su papa se lo voya decir, chiquillos vagabundos. .. y uno trabajan- do todo el dia para que ustedes anden. perdiendo el tiempo por ahi. ‘Andrus coge la mochiladel almuerzoy sale corriendo hacia el cafal antes de que Marta le dé un escobazo, pues cuando se enoja es de cuidado. ‘Al Hlegar encuentra a Pedro y casi no lo reconoce. La ceniza del cafial quemado forma remolinos que se meten entre los ojos, la nariz y Ja boca y hace de los hombres figuras fantdsticas que arrastran su can- sancio por los caminos. _Qué dicha que Hlegaste, porque estoy muerto de sed en este condenado lugar no hay ni un poquito de agua limpia, Las acequias ca- da vez vienen mds hediondas de la curtiembre de all arriba. Se seca el sudor terroso que corre por su cara, se arrincona a la orilla del camino y trata de aprovechar el poquillo de sombra que dan las cafias que todavia no se han cortado. Algunas veces, mirando a Andrus, fijamente le dice: —estoy can- sado, Andrus, muy cansado. Los pies descalzos que chapotean en el barro ya no son ligeros y bulliciosos. Su sendero de nifio se volvi6 eterno y el sol de juguete, grande y pesado sobre sus hombros. ‘Cuando quedaron sus alegrias prendidas en las ramas de los Arboles? iCudndo dejé de ser Pedrillo el vivaracho y alegre? Esta cansado, muy cansado. Siempre lo mismo: trabajo, traba- jo. Cuando era chiquillo, el sol no calentaba tanto, ni el polvo se metfa 20 entre sus ojos ni el sudor corrfa por su cara. . . Se subja a los Arboles, cruzaba los rfos, sabfa donde encontrar los mejores peces y los nidos de las ardillas. iQué comidas de mangos y manzanas rosa! Al rato emprenden el camino de regreso. Llegan a la casa de adobe, de humo y de maiz. Marta ni los vuelve a ver, ocupada como esta con los chiquillos y la comida. Pedro recorre con los ojos su cuarto y sus pequefios tesoros: a cuchilla de! abuelo, los chumicos negros de la buena suerte y su primer machete, Tenia siete afios cuando lo estrené; empez6 cortando el monte de los jardines del patrén y termi- n6 con todes los arbustos de la arboleda. El patrén se enojé mucho y estuvo hablando largo rato con su padre. El castigo que luego se Ilevd Pedrillo fue grande y ademds tuvo que pasar un mes sembrando matas nuevas, Pero a pesar de todo le ten{a carifio al viejo machete que legs a ser su companero inseparable por muchos afios. Recuerdos y mas recuerdos; nadie en la casa con quién hablar. Pedro se siente solo; entonces se lava las manos y la cara y se va ala pulperia a tomarse un guaro. Andrus lo mira alejarse entristecido, El ha visto a Pedro cuando regresa de la pulperfa, se vuelve gritén y vio- lento con Marta y los chiquillos. . . Todos le tienen miedo y se quedan silenciosos; algunas veces hasta que se van a esconder a otra casa. Poco a poco Andrus se acostumbra a llevar almuerzos, a montar en bicicleta, a sembrar maiz, frijoles y yuca. Se embriaga con el sol y el viento, los verdes arboles y las tardes Iluviosas, recorre la finca y conoce todos sus rincones —iVamos al érbol hamaca! Suben por sus ramas flexibles que semecen con el viento y asf pa- san las horas sofiando que son aves o barcos 0 nubes. . . Liegan a la cueva de las brujas y conversan en voz baja sobreco- gidos de terror. —iDe verdad hay brujas? 21 Sf, —dice Luis— en las noches de luna se rednen y cantan horti- bles canciones. ~2Qué son brujas? —pregunta Andrus. Viejas de pelo lacio y vestido negro, sin dientes y con las ufias afiladas. ~2Y qué hacen? —Asustan a Jos nifios —agrega Miguelito poniendo los ojos en blanco, —iQuiero conocer una bruja! —dice Andrus mientras se estruja las manos y abre mucho los ojos. LY no tenés miedo? pregunta Miguelito —Si, pero a mi me gusta tener miedo. iQué extrafio!, piensan los nifios, pero ellos también sienten con placer esa sensacién que les eriza los vellos de los brazos y les hace temblar las piernas. Luis recuerda que su abuelo contaba de una bruja que vivia en la Gudcima, que curaba enfermedades y echaba maldiciones. El nifo habia visto la extrafia mufeca que tenfa en el armario, por aquella época en que a la abuela le dio por tomar guaro y bailar los sibados en el salon. Decfan que se le habfa soltado la perra 0 que estaba embrujada y el abuelo le clavaba alfileres ala mufequilla de trapo y la metia de cabeza en un vaso de agua. —Estd bien dice Luis, vamos a la Gudcima a conocer la bruja, la llaman “Cuica” y tiene como mil aos. Miguelito frunce fos labios con una mueca de terror y dice —2A la Gudcima?, papa nos tiene prohibido ir all’, es muy peligroso, hay que atravesar el rfo y dicen que lo matan a uno de un cuchillazo por cual- quier cosa. —No sea cobarde —dice Andrus yo voy a ir. iQuiero conocer a Cuica pase lo que pase! 22 | [as Aquella tarde, al regresar los nifios de la escuela, ayudan a sus padres en diversas labores y luego les piden permiso para ir a jugar bola al potrero. Se alejan unos pasos y cuando estén seguros que nadie los | ve, corren en direccién al rfo, Se asustan un poco al verlo tan crecido | con las aguas espumosas chocando contra las rocas, pero es més la cu- ‘ riosidad que tienen de conocer a Cuica y contindan su camino. Ellos | saben de un drbol caido que sirve de puente y, cuando ya van a llegar, | oyen unas voces y ven con horror a dos hombres calentando algo en | un estafién. | — iShssss silencio! —dice Li —éQuiénes son?, pregunta Miguelito. Seguro los contrabandistas que sacan guaro, contesta Luis. —Tengo miedo, dice Miguelito, a quien |e tiemblan tanto las pier- nas que se tiene que sentar en el suelo, Andrus abre’sus ojos amarillos del tamafio de dos naranjas y siente deseos de huir. Esos hombres ya ! lo asustan mas que las brujas y los nifios empiezan a arrepentirse de ha- ber querido ir a la Guacima. Juan camina despaciosamente hacia atras, pero con tan mala suerte que se resbala y va a caer casi en el estafién. Los hombres se levantan y se dirigen amenazadores hacia ellos, —éQué estén haciendo aqui?, solo queremos atravesar el rio. Cuidado van a contarle a nadie que estamos aqui porque les cortaria el cuello a los tres y, diciendo esto, agarra a Miguelito de un brazo y lo sacude con furia. iSuéltelo!, —grita Andrus aproximandose a él-. El hombre \ lo mira enfurecido y trata de golpearlo, pero una fuerza desconocida | que irradia de los ojos amarilios de Andrus lo detiene. Los nifios | también se extrafian y por un momento se quedan todos inméviles, contemplando a Andrus, que poco a poco suaviza su mirada, El otro hombre que no se ha dado cuenta de lo que ocurre grita — iCuidado Dimas!, les haces algo a estos chiquillos vamos a parar a la Per yse 23 Aquella tarde, al regresar los nifios de la escuela, ayudan a sus padres en diversas labores y luego les piden permiso para ir a jugar bola al potrero. Se alejan unos pasos y cuando estén seguros que nadie los ve, corren en direccién al rio, Se asustan un poco al verlo tan crecido con las aguas espumosas chocando contra las rocas, pero es més la cu- riosidad que tienen de conocer a Cuica y contintian su camino. Ellos saben de un Arbol cafdo que irve de puente y, cuando ya van a llegar, ‘yen unas voces y ven con horror a dos hombres calentando algo en un estafién, — iShssss silencio! —dice Luis. —iQuiénes son?, pregunta Miguelito. Seguro los contrabandistas que sacan guaro, contesta Luis. —Tengo miedo, dice Miguclito, a quienle tiemblan tanto las pier- nas que se tiene que sentar en el suelo. Andrus abre’sus ojos amarillos del tamafio de dos naranjas y siente deseos de huir. Esos hombres ya Jo asustan mas que las brujas y los nifos empiezan a arrepentirse de ha- ber querido ir a la Gudcima, Juan camina despaciosamente hacia atrds, pero con tan mala suerte que se resbala y va a caer casi en el estafion. Los hombres se levantan y se dirigen amenazadores hacia ellos, —2Qué estén haciendo aqui?, solo queremos atravesar el r/o. Cuidado van a contarle a nadie que estamos aqui porque les cortarfa el cuello a los tres y, diciendo esto, agarra a Miguelito de un brazo y lo sacude con furia. —iSuéltelo!, —grita Andrus aproximdndose a él—. El hombre lo mira enfurecido y trata de golpearlo, pero una fuerza desconocida que irradia de los ojos amarillos de Andrus lo detiene. Los nifios también se extrafian y por un momento se quedan todos inméviles, contemplando a Andrus, que poco a poco suaviza su mirada. El otro hombre que no se ha dado cuenta de lo que ocurre grita — iCuidado Dimas!, si les haces algo a estos chiquillos vamos a parar ala Peni y se 23 —Ya les dije que yo no soy bruja, soy una santa y por eso me visto como la virgen Marfa, celeste con blanco. éPero estd segura que usted es Cuica? —preguntan los nifios a coro, ‘Cuica me llamaban y Cuica me quedé. iQué se les ofrece? — les dice a los nifios sonriéndoles con una boca desdentada y un temblor- cillo imperceptible en todo su cuerpo. —Bueno —dice Andrus—, nosotros querfamos conocerla, Dicen que usted es magica, ies cierto? —pregunta Miguelito. —Nifios. . ., es0 es mucho decir. Yo tengo mis secretillos porque soy vieja y en esta vida se aprende mucho, Pero con el tiempo se me ha confundido todo con los recuerdos y a veces se me trastrueca algo en el cerebro y paso malos ratos. Ademds a mis muertos les ha dado por ve- nir a visitarme y me hacen viento en la espalda, de eso es que paso toda resfriada, Me cambian las cosas de lugar y a veces hacen tanto ruido contandome sus penas que me atolondran. Mueve la cabezade un lado a otro'y empieza como a espantar algo con el bastén, —Me he quedado sola, Todos los mfos se murieron, Esa es la des- gracia de los que vivimos tantos afios, —iPobre Cuica! No lore, nosotros seremos sus amigos, —dice Miguelito mientras le acaricia la mano vieja y arrugada. —Vamos nifios, vamos a mi casa y les regalo unas melcochitas de coco. A pasitos cortos Ilegan al rancho y se quedan asustados al ver que las tejas se estén cayendo y la puerta ya no tiene tranca. Entran detrés de la viejecilla y Miguelito comienza a preguntar. —tQué es esto, y esto, y esto? iPara qué sirven? —Son amuletos, no los toque porque se le seca la mano. Luis y Andrus se quedan boquiabiertos. Colocados en tablas de madera hay infinidad de artefactos. 26 t Colgados del techo se encuentran extrafias mufequitas hechas de trax pos viejos que danzan un baile macabro sobre sus cabezas. Miguelito no separa la vista de ellas; no vaya a ser que alguna le caiga encima y lo deje encantado para siempre. — ilgualitas a la que tenia mi abuelo! —dice Luis sefialandolas con el dedo. _Esas, . . ejem, ejem, son mi especialidad. He fabricado de todos tamatios y colores: rubias, morenitas y alguna que otra china por si lle- ga algiin cliente de la pulperia. ZY para qué sirven? _Ejem, Ejem. . . {Como explicarles? Para el mal de amores, las enfermedades, las venganzas, las envidias y la infidelidad.

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