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Los economistas anteriores a ellos, no supieron determinar esta cuestión, por ejemplo, los
mercantilistas aseguraban que la fuente de la riqueza residía en la venta de las mercancías,
es decir, en la diferencia que existía entre el precio de venta y el precio de compra; los
fisiócratas consideraban que la riquezas se producían por la multiplicación de los productos
de la naturaleza –la agricultura, la ganadería etc. Los clásicos de la economía política
demostraron que ni la agricultura, ni la ganadería pueden producir ni multiplicar los bienes,
que el creador de estos es el trabajo en general y no precisamente las características
naturales.
Smith y Ricardo dieron los primeros pasos para descubrir la teoría del valor, según la cual
el valor de la mercancías no lo determina la demanda y la oferta en el mercado, ni el dinero
en circulación, ni las propiedades útiles que objetivamente tiene cualquier mercancía, si no
solo la cantidad de trabajo socialmente necesario invertido en la producción de mercancías.
La tercera fuente del marxismo fue el socialismo utópico, que tuvo como representantes
más importantes en el siglo XIX a los pensadores franceses Saint Simon y Charles Fourier
y al Ingles Robert Owen. El merito histórico de estos pensadores fue que plantaron la
posibilidad y conveniencia de pasar del capitalismo a un régimen en el que la propiedad
social y el trabajo colectivo de todos los miembros de la sociedad, aseguraría la abundancia
de bienes materiales y el multifacético desarrollo de cada individuo, por lo que
desaparecería la explotación, los crímenes, y el trabajo le proporcionaría al hombre alegría
y satisfacción.
El socialismo Utópico de principios del siglo XIX reflejaba la decepción de vastas masas
trabajadoras, con las consecuencias sociales de la revolución francesa de 1789, la
revolución burguesa que proclamaban las consignas de libertad, igualdad y fraternidad.
Parecía que el derrocamiento del feudalismo, la superación de los privilegios estamentales
y el establecimiento de las libertades civiles traerían el bienestar total. Pero el capitalismo
trajo a las masas trabajadoras unas nuevas formas de explotación, y la igualdad prometida
entre trabajadores y explotados no fue posible, porque no podía existir confraternidad entre
estas dos clases antagónicas. La contradicción entre las consignas proclamadas por el gran
revolución burguesa y sus virtuales resultados, fue el punto de partida de una crítica del
capitalismo que realizaron los socialistas utópicos del siglo XIX, quienes sin tener
conciencia de ello, expresan los intereses de las clases explotadas, en primer lugar, del
proletariado que iba destacándose de la masa general de trabajadores asalariados carentes
por entero de medios de producción. (1)
Esta peculiar acción del delito no solo es propia de la criminalidad corriente, a la cual
llamamos criminalidad general, sino también de las acciones criminales y del colonialismo
que ha estado asociado con el crimen masivo y organizado contra los pueblos esclavizados.
Engels puso de relieve que las causas fundamentales de la criminalidad había que buscarlas
en la guerra social de todos contra todos, librada sobre la base de la propiedad, y que, como
expuso Marx, obligo a los hombres a adoptar un modo inhumano de vida y de
aseguramiento de sus interese vitales individuales, les permitió una estéril rebelión contra
las condiciones imperantes. (4)
Pero esta teorías fueron retomadas para la justificación irracional de la lucha de clases en
nuestros tiempos; el nuevo nombre implementado por las potencias británicas y
estadounidense para de esta forma garantizar la inestabilidad mundial. Reduccionismo en
sentido amplio los reduccionistas intentan explicar las propiedades de conjuntos complejos
–caso moléculas o sociedades – en términos de las unidades que componen un conjunto son
ontológicamente previos al conjunto que componen esas unidades. Es decir, las unidades y
sus propiedades existen antes que el conjunto y hay una cadena de causalidades qué va de
la unidad al conjunto.
Segunda postura del determinismo biológico: se preguntan ¿por qué son los individuos
como son? ¿Por qué hacen lo que hacen? Y responden que las vidas y las acciones humanas
son consecuencias inevitables de las propiedades bioquímicas de las células que
constituyen al individuo y que estas características están a su vez determinadas únicamente
por los constituyentes de los genes que posee cada individuo.
Segundo. El principio del paralelismo se eleva a un enfoque etológico, estos dos pensadores
establecen un paralelismo entre los delincuentes los representantes de las llamadas tribus
primitivas y los niños, y además entre los enfermos mentales y los artistas y genios.
Se dan por comprobadas coincidencias Psíquicas, sobre todo en las esferas emocionales y
en la conciencia moral.