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Información personal
Nombre en
Anton Bruckner
alemán
Religión Catolicismo
Educación
Información profesional
Índice
BiografíaEditar
Nació en la pequeña ciudad de Ansfelden, en el norte de Austria. Su padre, que
era maestro de escuela y tocaba el órgano de la iglesia local, imbuyó a su hijo
las dos vocaciones a las que dedicaría su actividad profesional: la enseñanza y
la interpretación como organista.[1] Devoto católico, sus estudios musicales se
extendieron hasta la edad de 40 años, bajo la dirección de Simon
Sechter y Otto Kitzler. Este último lo introdujo en el universo musical de Richard
Wagner, que Bruckner estudió extensivamente desde 1863. Después de
terminar sus estudios escribió su primera obra considerada de madurez:
la Misa en re menor.
A partir de 1875 impartió armonía y contrapunto en la Universidad de Viena.
Dentro del círculo de sus adeptos en la Universidad se encontraban Hans
Rott, Hugo Wolf y Gustav Mahler, en ese entonces aún estudiantes.
La escena musical vienesa estaba polarizada por los partidarios del estilo
musical de Richard Wagner y los que preferían la música de Johannes Brahms.
Al dedicar a Wagner su Tercera Sinfonía, Bruckner se ubicó sin desearlo en
uno de los dos bandos. El crítico musical Eduard Hanslick, líder de la corriente
conservadora, escogió a Bruckner como blanco de su ira antiwagneriana al
calificar esta sinfonía como "si la Novena de Beethoven y la Walkiria de
Wagner se mezclaran, y la primera acabara pisoteada por los cascos de
los caballos de la segunda".
A pesar de todo, Bruckner tenía partidarios, entre los que se contaban famosos
directores de orquesta como Arthur Nikisch y Franz Schalk, que intentaban
constantemente acercar su música al público. Con este buen propósito
propusieron al maestro gran cantidad de modificaciones a sus obras para hacer
su música más aceptable al público. El carácter retraído de Bruckner hizo que
consintiera en realizar algunos cambios, aunque se cercioró de conservar sus
manuscritos originales, seguro de su validez. Estos fueron posteriormente
legados a la Biblioteca Nacional de Viena.
Otra prueba de la confianza de Bruckner en su capacidad artística es el hecho
que él a menudo comenzaba el trabajo en una nueva sinfonía pocos días
después de acabar la anterior. Además de sus sinfonías, Bruckner
escribió misas, motetes, y otras obras corales sacras.
Aunque Bruckner era un organista renombrado en su tiempo, impresionando a
audiencias en Francia e Inglaterra con sus improvisaciones, no compuso
ninguna obra importante para este instrumento (aunque sí compuso varias
obras menores y escribió algunas transcripciones al órgano de sus sinfonías).
Sus sesiones de improvisación le proporcionaron a veces ideas que
desarrollaría posteriormente en sus sinfonías.
El gran éxito del estreno de su Séptima
Sinfonía en Leipzig en 1884 proporcionó finalmente a Bruckner el
reconocimiento público que se le había negado hasta entonces. Según el
propio Bruckner, encontró la inspiración para componer el tema principal
del Adagio al saber que Wagner, su amado maestro, estaba agonizando, e
incluyó por primera vez en su orquestación unas tubas wagnerianas para
entonar el lamento fúnebre con el que concluye la pieza.[2]
No obstante, Bruckner vuelve a tener un serio contratiempo al preparar el
estreno de su Octava Sinfonía, cuando el director de la orquesta, Hermann
Levi, le devuelve la partitura con numerosas correcciones y críticas.
Apesadumbrado, el maestro emprende una revisión general de la obra, que es
finalmente estrenada, en esta segunda versión, por Hans Richteren Viena
en 1892, con un éxito notable. Posiblemente afectado por el rechazo de la
primera versión, Bruckner lleva a cabo una revisión exhaustiva de otras
sinfonías anteriores, al tiempo que avanza lentamente en la composición de
su Novena Sinfonía, que quedará finalmente inacabada.
Al final de su vida, Bruckner recibió diversos reconocimientos oficiales, entre
los que destacan la condecoración con la Orden de Francisco José en 1886 y
su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad de Viena
en 1891.
La vida del maestro se apaga en Viena el 11 de octubre de 1896. Sus restos
reposan en la entrada de la iglesia de San Florián, justo debajo del gran
órgano.
ObraEditar