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Cuando estás en lo más alto, lo único que puedes hacer es bajar. Es lo que ha debido pensar la
república asiática, que está introduciendo cambios para no perder su posición
Enseñar no consiste solo en la nota final, sino en equipar a los estudiantes con habilidades para
enfrentarse a la vida
En otras palabras, como explica en un reportaje publicado en 'Quartz', los alumnos exitosos pueden
sacar las mejores notas, pero ese conocimiento no se traslada al mundo real como debería. En muchos
casos, añade, la obsesión por los exámenes provoca que se obtengan muy buenos resultados que harán
figurar a dicha República en los mejores puestos en los exámenes internacionales, pero también, que
muchos alumnos sufran un estrés innecesario (un tema que también se ha planteado en relación con los
exámenes externos realizados en países como España) y de ahí al fracaso. Incluso aquellos que obtienen
sobresalientes pueden no sacar provecho de lo aprendido.
Es fácil entender este anuncio, por lo tanto, como un tirón de orejas a profesores y
padres singapurenses, uno de los grandes estandartes de la escuela del esfuerzo. (hay “una obsesión
nacional con la educación”, como diría Andrés Oppenheimer, con sus pros y sus contras). De ahí que las
autoridades educativas del país estén intentando cambiar la percepción que existe sobre los exámenes.
El primer gran cambio se ha producido en la manera de evaluar a los alumnos. Como señalaba un
artículo publicado en 'Straits Times', el sistema –que no se implantará hasta el año 2021– sustituirá las
puntuaciones actuales por ocho niveles de capacidad, de manera muy similar a la actual división que
existe en España (suspenso, aprobado, notable, sobresaliente).
El objetivo es minimizar la competición entre estudiantes que provoca el sistema actual, en el cual los
estudiantes son listados en un 'ranking' que los compara a sus compañeros. A través de dicho sistema,
el último estudiante de la clase sabe que ha quedado por detrás de todos sus compañeros, lo que según
los detractores del sistema es el camino más corto para la desmotivación del mal alumno. Además, los
alumnos de Singapur pueden escoger su escuela en función de sus notas, lo que provoca una presión
aún mayor por obtener buenos registros.
https://www.youtube.com/watch?v=vr-9ctEWnaA
La nueva reforma intenta, además, tener en cuenta las opciones secundarias de los estudiantes, de
manera que la posibilidad de terminar en un centro que no se desea bajo ningún concepto se reduzcan.
No obstante, muchos críticos del competitivo sistema educativo de Singapur han señalado que estos
cambios son superficiales. Ante ello, el ministro Ng Chee Meng ha respondido que “es mejor que
algunas cosas evolucionen poco a poco y no se revolucionen”.
El método de las “matemáticas de Singapur” ha sido utilizado con frecuencia en países occidentales
como EEUU, Reino Unido, Canadá o Israel. Este sistema, recogido en los innovadores libros de texto
diseñados a principios de los ochenta (hasta entonces, Singapur los importaba), se centra ante todo en
la resolución de problemas y los modelos de aprendizaje heurístico. Muchos de los padres
estadounidenses que sacaban a sus hijos del colegio para que aprendiesen en casa utilizaban este
sistema, que luego fue recogido por los currículos oficiales de otros países con ganas de darle un nuevo
impulso a sus metodologías educativas.
Como señalamos en otro artículo, la OCDE señaló en su reciente informe 'Critical Maths for Innovative
Societies' que Singapur debía ser la inspiración para otras naciones con problemas en rendimiento
matemático. La metacognición, la capacidad para reflexionar sobre el propio proceso de aprendizaje, es
clave. Otras características que diferencian el currículo educativo singaporense del de otros países es
estudiar menos temas pero en mayor profundidad, el proceso de aprendizaje en tres fases (concreto,
pictórico y abstracto) o la utilización de modelos visuales para comprender los contenidos matemáticos.
Desde luego, resulta paradójico que el país que en un día fue referente en el pensamiento abstracto
esté recibiendo tantas críticas por aquellos que lo han analizado en profundidad. El Ministerio de
Educación sigue señalando que su manera de abordar las matemáticas “tiene en cuenta la adquisición y
aplicación de conceptos matemáticos en un amplio abanico de situaciones, incluyendo problemas del
mundo real no rutinarios y no concluyentes”.
Kapur no está de acuerdo en dicho veredicto, como él mismo explica en un artículo publicado en 'Today
Online' a propósito de las recientes reformas en el sistema de evaluación singaporense. Los exámenes
estandarizados pueden dar una imagen más o menos aproximada de ciertas capacidades de los
estudiantes, pero otras pasan desapercibidas. “Los exámenes miden nuestra habilidad para aplicar lo
que sabemos, no nuestra capacidad para inventar o generar nuevo conocimiento”, explicaba.
No es el único problema con esta forma de hacer exámenes. “Los tests estandarizados miden el
rendimiento sin que tengan recursos como herramientas, expertos, trabajen con los demás, tengan
retroalimentación, etc.”. Es decir, las condiciones en las que se trabaja en el mundo real. Por último, los
exámenes se realizan en un momento muy determinado, por lo que dicen poco de la capacidad del
estudiante para aplicar dicho conocimiento a largo plazo. Es una enmienda a las maneras de enseñar en
Singapur, pero también puede aplicarse a los cada vez más habituales exámenes estandarizados que
preocupan a los estudiantes de los países occidentales.