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Guerra, discurso capitalista y pudor*

Armando Cote **

Existe un sujeto que es “anterior a toda nominación”, un sujeto en lo real, un sujeto del nudo; el
sujeto como ese de “la paz de la noche”. Un sujeto que es respuesta de lo real, o que de golpe no
se sabe si el significante viene de dentro o de fuera; de golpe escuchamos el silencio. Voy a
intentar hablar de ese agujero “inviolable” del nudo borromeo donde se aloja el pudor que funda
el acto analítico.
La guerra no es un desencadenamiento de la naturaleza humana, al contrario, es una modalidad
de “comercio interhumano”. Lacan parte del principio que la guerra es un real no eliminable del
poder: “el poder capitalista necesita de una guerra cada 20 años”. Ella es una de las más
antiguas formas de goce. La guerra y la civilización van de la mano, frecuentemente ellas se hacen
en nombre de las más altas exigencias de la civilización: la felicidad, la justicia y el progreso.
Incluso el progreso científico, el discurso de la ciencia transforman nuestra relación a la guerra,
Freud así lo percibió: “los hombres han llevado tan lejos el dominio de las fuerzas de la naturaleza
que les queda muy fácil exterminarse mutualmente hasta el último. Ellos lo saben bien, y esto
explica en gran parte su agitación y el su desgracia así que sus angustias.”

Si me permito hablar de la guerra, es a partir de mi experiencia como psicólogo clínico en un


centro de atención para personas víctimas de la violencia política. El Centro Primo Levi ese el único
centro de atención específicamente orientado por el psicoanálisis en Europa. Esta orientación
determina muchas cosas entre otras la independencia financiera, es decir que la mayoría de los
centros de atención trabajan para los estados y dependen financieramente de ellos. Esta
independencia financiera nos da una fragilidad, pero también toda la fuerza para poder proponer
una atención que no puede ser brindada en otros lugares.
Nociones de Lacan tales como discurso, troumatismo, o lalengua, en una sola palabra, son
esenciales para nosotros; ellas permiten dar un nuevo sentido a cada atención que se hace en otra
lengua y con la presencia de un intérprete. Intentaré dar elementos para la reflexión que nos reúne
esta mañana a partir de los efectos de la guerra y la posición del Discurso analítico frente a ella.
En la intención que sigue, se trata de mostrar como la Guerra de 1914-1918, tuvo un impacto sobre
la teoría de Freud y su posición pública respecto a la misma. A pesar de su prudencia frente a la
guerra, su dispositivo analítico cambia. Sin embargo, Freud tuvo la audacia de cuestionar toda su
concepción sobre el aparato psíquico para introducir la pulsión de muerte e insistir sobre la
repetición como elemento esencial en la comprensión de lo inconsciente.
Para Lacan la experiencia de la guerra fue otra. No tomo aquí sino su viaje a Inglaterra en 1945,
ya que éste fue determinante para la creación de la estructura de los carteles y del dispositivo del
pase, inventos para los cuales la cuestión de la ausencia del jefe está en el centro. Para nosotros

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diversos problemas quedan abiertos; vivimos formas inéditas de congregación de los colectivos y
de las guerras. De una cierta manera, Lacan pudo percibirlo; la invención del nudo es la prueba.
Me parece que el nudo es una “manera de pensar el tiempo del análisis y el tiempo en el análisis”,
es una herramienta con la cual podemos sacudir nuestra actualidad para intentar transformar el
presente. “El golpe del nudo” abre la vía del pudor.

Freud y la guerra.
En 1915, Freud no se interesó tanto en la organización de los ejércitos como en la disolución del
sentido moral de las masas en tiempo de guerra: “Todo se pasa como si desde que se reúne una
multitud incluso millones de hombres todas las adquisiciones morales de los individuos se borraran
y no quedara más que las actitudes psíquicas más primitivas, más antiguas y las más vulgares”. Él
se había dado cuenta que el principio de unificación de las organizaciones colectivas, tales como
el ejército, era el odio y el temor hacia una persona o una institución. La identificación al leader es
una forma de unificación, pero la conclusión de Freud es que de todos modos la masa es inestable
por el hecho de que el amor al leader no es siempre igual.
En efecto, hoy constatamos que las masas se congregan alrededor no de una persona, sino de un
significante. Señalemos la importancia de la transformación de las formas de agrupamiento que
ahora las redes sociales suscitan, grupos de discusión alrededor de un interés común gracias a los
smartphones; es así posible darse cita en un lugar preciso, con un objetivo definido, a muchas
personas en agrupamientos denominados instantáneos (flashmob). Tan pronto reunidos tan pronto
dispersos, sin jefe preciso aparte del significante. Señalemos la ausencia de pánico después de
esta disolución, cambio producido por los gadgets que han participado en la transformación del
circuito de la demanda. Los smartphones permiten estar conectados, pegados al Otro, escuchar su
voz e inclusive verlo, a pesar de la distancia. El pánico colectivo es raro en nuestros días, se habla
más bien del ataque de pánico individual.
Vivimos en otra era, en la era de la sociedad móvil donde los mensajes electrónicos pueden jugar
un rol decisivo en la caída de un presidente o en el movimiento de todo un país; por ejemplo la
Primavera Árabe del 2011. El mensaje electrónico ha producido algo nuevo donde la barrera
psicológica del miedo es franqueada.
Según sé, Freud fue llamado dos veces a pronunciarse sobre la guerra. La primera en octubre de
1920 para intervenir a título de experto; el lugarteniente Kauders fue acusado de simulación y por
esto estuvo al borde de la pena de muerte. La conclusión que saca Freud de este debate es aun
hoy una orientación-clave para este terreno siempre resbaladizo de la “neurosis de guerra”. Freud
le da una vuelta al problema clásico: “no enfermo = simulador” sino: “todos los neuróticos son
simuladores, ellos simulan sin saberlo y esa es su enfermedad”. Pero, más allá del alcance clínico,
una pregunta ética está allí en juego, el deber del médico de ponerse del lado del enfermo y no al
servicio del estado y de sus objetivos guerreristas. En 1918 tuvo lugar en Budapest un congreso,
militares representantes de los gobiernos húngaro, austríaco, alemán y médicos militares de alto
rango estaban allí presentes. Freud, Ferenczi, Abraham, entre otros intervinieron sobre la cuestión

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de la neurosis de guerra. La idea era abrir después de este congreso servicios psicoanalíticos en
los hospitales militares, pero el movimiento analítico no pudo ir hasta el final principalmente por
dos razones: la primera, la desaparición de gran parte de los síntomas producidos por la guerra
cuando la paz retornó, la segunda, el interés de los Estados por la neurosis de guerra no reportaba
ninguna ganancia económica. Señalemos que no es este el caso hoy luego del cambio radical que
se producirá con la guerra de Vietnam.
Freud, en 1921 propone una base esencial para la constitución de eso que Lacan, algunos años
después, denominara Discurso analítico; dice “la psicología individual es también de entrada una
psicología social”. Lacan lo traducirá más tarde en estos términos: “el colectivo no es más que el
sujeto de lo individual”. Esto quiere decir que para Freud hablar de lo social, de lo político, no es
más que hablar de un terreno anexo, o de un lugar protegido, pero del resorte del psicoanálisis y
de lo inconsciente. La apuesta de Freud era en este momento la de ir más allá de las modalidades
mórbidas de las masas artificiales.
La segunda vez que Freud toma posición sobre a la guerra es en el escrito titulado “El por qué de
la guerra”. Hoy, cuando uno lee ese texto se da cuenta de la importancia de la teoría de los
“cuatro discursos” de Lacan concerniente al lugar del psicoanálisis frente a lo real. No puedo
detenerme sobre el contenido de este escrito de Freud. Lacan en su seminario “Los-no-incautos-
yerran” dirá de Freud que él era un “incauto de lo real”. Para Freud lo real es del orden de lo
oculto, de lo imposible.
El discurso capitalista pone a prueba la demanda y el sujeto supuesto saber. La trampa es caer en
un discurso de experto como Freud lo fue 1920, un experto frente al Discurso del amo. Lacan lanza
un llamado a la prudencia respecto a toda toma de posición sobre los avances de la ciencia que,
entre otros, han modificado nuestra relación a la guerra: “… lo oculto no puede de todos modos
definirse por el hecho de que él sea rechazado por la ciencia. Porque (…) es una locura todo eso
que la ciencia rechaza (…) es decir la guerra. Ellos están ahí, todos los sabios a romperse la
cabeza: Warum Krieg? ¡Ah! ¡Ah! ¿Por qué la guerra? Y ellos no llegan a comprender esto,
pobres… sí. Ellos se juntan para esto, Freud y Einstein. No es en su favor”. Lacan concluye
planteando el principio del Discurso analítico: eso que Freud llamó lo oculto es “la ausencia de
proporción”. La respuesta del psicoanálisis a la pregunta “¿por qué la guerra?” es, según Lacan,
“la ausencia de proporción sexual”.

Lacan y la guerra
Volvamos brevemente sobre un texto de Lacan que no es frecuente tomar en consideración, y que
me parece ya muestra una posición muy diferente de la de Freud, se trata de “La psiquiatría
inglesa y la guerra”. Este texto es un recuento de su viaje de estudios de cinco semanas a
Inglaterra a finales de 1945; Lacan intenta dar cuenta del impacto de psicoanálisis sobre el método
de la psiquiatría inglesa. Es un estado del malestar de la civilización en 1945.
Allí, describe un mundo que parece lejano, la salida del infierno, mientras que la atmosfera era
entonces más bien de utopía. Una conclusión resuena todavía hoy al día siguiente de esa Guerra:

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la docilidad del hombre moderno como gran enseñanza de la guerra.
En este texto hay un desplazamiento importante, Lacan muestra ya como la problemática no es un
conflicto entre las pulsiones o con el padre sino entre los discursos; un cambio de aproximación
está aquí presente, Lacan procede a un verdadero análisis de discurso, confronta dos
aproximaciones muy diferentes de un mismo conflicto. Es necesario señalar que no se trata del
colectivo ni de lo individual sino de discursos, incluso si este término no tiene aún toda la amplitud
que el tomara al final de los 1960; el impacto del lenguaje sobre la organización colectiva está ahí
presente.
Muestra de un lado, el mundo en el cual vivía Francia en este momento, un mundo de “irrealidad”,
mientras que del otro lado de la Mancha, había “una relación verdadera con lo real”. Atravesar el
Canal de la Mancha fue para Lacan como atravesar un espejo. En efecto, muestra cómo desde
que lo real de la guerra asoma su nariz, dos formas de goce se ponen en marcha: un
“encadenamiento destructivo” del lado francés y un “estatuto moral” del lado inglés. La crítica de
Lacan es sin ninguna suerte de vergüenza en cuanto a la posición de los franceses durante la
Ocupación, sus palabras lo muestran bien: “ideología foránea”, incluso “delirio agónico con
grandeza, pariente de las chocheras seniles”; termina por concluir que esta posición, congrega a
fabulaciones compensatorias propias de la infancia, una presencia desmesurada de un imaginario
sobredimensionado.
La conclusión de Lacan, que no dejará de retomar en su trabajo es que del lado francés ‘’no se
quería saber nada’’ –nosotros podemos agregar, sobre lo real–, lo cual es problemático dado que
este silencio es una forma de colaboración. Representa una gran dificultad encontrar una posición
frente a la miseria del mundo. En Televisión dice que los ‘’psico- quienes quiera que sean’’ se
disputan la miseria del mundo. Ellos no protestan pero “colaboran’’, y decir que la miseria es el
error del ‘’discurso capitalista’’ es una forma de reforzarlo. Durante la Ocupación, esta posición de
negarse a saber era un tipo de colaboración activa al delirio paranoico sobre el cual se basaba el
nazismo.
En el texto sobre la psiquiatría inglesa, Lacan se muestra muy atento a la implicación del
psicoanálisis en los efectos de la guerra; critica toda implicación del psicoanálisis en los esfuerzos
de la guerra, lo que desarrollará posteriormente bajo el nombre del Discurso del amo.
¿Qué es lo que produce lazos sociales? Es ésta una pregunta lacaniana por excelencia; hay un
desplazamiento entre la civilización que lucha por el vínculo, y la guerra que lo deshace. En el
mismo artículo, Lacan pone en el centro, justamente, la pregunta sobre la obediencia. Esta
obediencia que sostiene la relación social, obediencia a un decir que no es del orden de la
palabra.
Señalemos el cambio de posición de Lacan en relación con Freud. Este último pensaba en la
importancia del leader, que no es más que una representación del padre, del padre muerto de la
horda. Lacan insistió en este ‘’sueño de Freud’’ que era la muerte del padre como condición para
generar una relación social, y muestra muy temprano que hay un más allá del padre. El punto de
organización de las multitudes, de las masas no es más la identificación, sino el rechazo, el miedo

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al rechazo de los otros.
Con la Segunda guerra mundial, se produjo un cambio de discurso resaltado por Lacan, que se
puede resumir en lo siguiente: ‘’Me afirmo ser un hombre por miedo de ser convencido por los
hombres de no ser un hombre’. Es la función de la prisa, que empuja al sujeto a dejar su posición
de no saber para empujar su acto, que muestra una marca de ser y que produce una afirmación.
Es la lógica de la angustia, ésta existe en toda formación colectiva; la ansiedad propia al grupo:
‘’yo soy’’ se convierte en una urgencia por miedo a ser rechazado por el conjunto. No podría
desarrollar los cambios radicales que son producto, que conciernen a las neurosis de la guerra
hasta nuestros días, entonces los reenvío al libro de Didier Fassin y Richard Rechtman que
mostraron bien cómo nació un imperio, ‘’el imperio del traumatismo’’.
El discurso capitalista retomó esta cuestión de la guerra bajo un ángulo que se sentía ya desde
Freud. La intervención de los psicólogos y de los psiquiatras en el teatro de la guerra y las
catástrofes se convirtió en algo normal ante nuestros ojos, pero fue necesaria una transformación
radical. Antes, el traumatismo no tenía derecho de ciudadanía como hoy en día. Actualmente, una
persona que ha visto lo real de la guerra o que ha padecido un accidente, puede reclamar una
indemnización, una reparación financiera sobre el título de trauma psíquico. Esto refleja bien como
el discurso capitalista cifra todo encuentro con lo real, la cuestión no es más del orden clínico, sino
financiero; es también éste el caso de las peticiones de asilo político. Hemos pasado de un
régimen de lo verídico en el cual el cuestionamiento de los síntomas presentados por el soldado o
la víctima de guerra, era casi sistemático para el Estado, a otro tipo de régimen de verdad que
torna válido el sufrimiento psíquico y que produce una indemnización. Lo falso se vuelve verdadero
por medio de una astucia del discurso capitalista. Hemos pasado de un régimen de bio-política a
un régimen de bio-legitimidad, término introducido por Didier Fassin.
Es algo esencial, el discurso capitalista introduce en el discurso de la guerra un nuevo lenguaje,
que reemplaza la ausencia de un discurso guerrero o del héroe de antaño. Hemos perdido
igualmente, como lo resaltaba Lacan, el sentido de lo trágico.
El discurso de la ciencia cambió el arte de la guerra, es decir la concepción del soldado como
esclavo. El soldado no es más un esclavo, ni un soldado en el sentido antiguo porque ya no tiene
un saber-hacer, este saber-hacer le fue arrebatado por el Amo. Pero el Discurso del amo moderno
encuentra su última palabra en el discurso capitalista, a través de su curiosa cópula con la ciencia.
En efecto, el discurso capitalista no es un discurso en sentido estricto, sino una versión del Discurso
del amo moderno.
El cambio es radical, el soldado moderno no tiene más un saber-hacer, es un simple elemento
entre otros; su singularidad, su saber regular ya no es reconocido por el Otro, el discurso
capitalista se burla: lo ‘’vuelve inútil’’, dice Lacan. Hay una destitución subjetiva, el soldado se
vuelve un simple ejecutor.
Hablamos de un cuerpo dócil, de adiestramiento. Es posible que Foucault sea el que mejor haya
mostrado este cuerpo dócil de la guerra en el que finalmente el soldado ideal es el robot, una
máquina de muerte. Lacan, en el seminario El reverso del psicoanálisis habla de "material

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humano", lo que se une a la idea de un comercio humano; los sujetos están al servicio de la
máquina. Hoy en día, la guerra está al servicio del arma más poderosa, el combate cuerpo a
cuerpo se ha acabado, lo real de la guerra es la llegada de lo imprevisto por medios científicos y
técnicos cada vez más sofisticados. El soldado no está únicamente dirigido por la máquina, ya que
el mismo se convierte en máquina de guerra.
La promesa del discurso capitalista es la reducción de la muerte a cero, el "cero muerte". El
soldado moderno no se rige más por el ideal fálico, el cual ha sido reemplazado por un ideal de
consumismo; el crimen se sustituye por suicidio. Estamos asistiendo a una guerra des materializada,
una guerra sin rastros, como en Tchétchénia, en la cual el cuerpo desaparece sin dejar rastros.
La nueva guerra es comandada por Argos, el gigante de cien ojos de la mitología griega; Argos es
el nombre dado al sistema de gestión de drones empleados por la Armada americana. En efecto,
el soldado moderno ha sido privado de su cuerpo, los pilotos dirigen hoy en día en pantallas
aviones que en realidad van a asesinar. El tecno-capitalismo no se encarta más con el prisionero
de guerra, la consiga es "asesinar en lugar de capturar". La consigna de Foucault ya no tiene más
actualidad, el vigilar no sigue al castigar, ahora vigilamos para eliminar. Los drones militares no
son simplemente ojos que observan, sino ojos que pueden asesinar, son predadores. Pero,
sabemos muy bien que un ojo no puede ver todo, ya que existe un ángulo muerto, un punto de
captura, y es en este punto que encontramos lo real de esta vista. Si los drones tienen el poder de
verlo todo, del otro lado, la sociedad reclama un deseo recíproco de mostrar todo. Me parece que
es en este punto donde Lacan introduce la pregunta por el pudor.

El pudor
En Lacan, el pudor está relacionado con este desvanecimiento del sujeto donde él desaparece
detrás del significante. "El objeto tiene precisamente esta función, dice Lacan, de significar este
punto en el cual el sujeto no puede nombrarse, donde el pudor es la forma real de lo que se juega
en el síntoma, entre vergüenza y disgusto”. En el seminario La Ética, marca un cambio esencial en
cuanto al pudor y a la vergüenza; el pudor es esencial "producirlo" dice Lacan. La cura produce el
pudor que será verificado por el dispositivo de lo sucedido. Lacan prosigue diciendo que "la
omisión de esta barrera" del pudor, tendrá una incidencia directa en la pregunta sobre la
"proporción sexual" al igual que en la de la sexualidad femenina. Es una manera de decir que la
“no proporción sexual” está en el centro. El pudor es una barrera que separa y delimita todo
acceso directo a lo imposible.
Solo el pudor es una barrera frente a lo real indecible. Otra función del pudor es de ser el guardián
de la castración y garante de la función del falo desde que el velo es violado. En el seminario La
transferencia, el ejemplo que da Lacan es el de Alcibíades, su confesión pública - según nos dice-,
es solo posible si se ha "infringido las barreras del pudor". El efecto de la vergüenza es entonces el
develamiento del pudor. El pudor se aloja en un lugar preciso, tiene una función importante, Lacan
habla de un "pudor original".
En 1974, plantea esta pregunta a propósito del nudo borromeo: ¿El bien tiene un lugar en el nudo?

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Responde negativamente, dice que si lo Verdadero y lo Bello no han sostenido el nudo, no ve por
qué el Bien resistiría. Y no termina ahí, después de responder esto, abre la vía hacia un nuevo
horizonte, el de reencontrar el nudo en ausencia de lo Verdadero, lo Bello y el Bien. La única virtud
que queda en el nudo es el Pudor. El pudor es el efecto de “la no proporción sexual”, el gobierna
el bien decir. El bien decir no viola el pudor; el produce un choque pero lo protege; él es entonces
un límite invisible a la acción del nudo.
Lacan va a completar a Freud en cuanto al pudor, quien no pudo mostrar el lado imaginario, el
impase visual del pudor. La historia del velo, del recubrimiento muestra cómo la especie humana es
la única especie que intenta cubrirse, cubrir su cuerpo, su desnudez. Para Freud el pudor es un
límite necesario, una resistencia. El pudor es ubicación de la represión en la lengua, es decir la
ubicación de un tipo de goce otro que el goce fálico. Es una especie de silencio necesario, de
mutismo donde el discurso sirve de corte efectivo, es una represión sin falla.
Lacan va a establecer la diferencia entre el pudor y la vergüenza. Para él la vergüenza es una
vicisitud del pudor, y es la estructura del pudor la que es esencial al Discurso analítico. La
significación fálica, cuando ella golpea hace aparecer, de un lado el ser del sujeto, y del otro la
irrealidad de tenerlo.
El velo del pudor es constitutivo del sujeto, que no es nunca uno, sino siempre dividido. Cada vez
que el sujeto está en posición de objeto, aparece el pudor, lo cual es diferente de la vergüenza. El
pudor vela sobre el punto de horror frente a la inexistencia de la “proporción sexual”; tal
inexistencia está en relación con el horror de saber, puesto que no hay inscripción que permita la
relación al otro sexo; en el centro no hay más que un vacío.
El pudor en Lacan es el equivalente del sueño en Freud. El discurso capitalista se sirve de la astucia
del mirón, del exhibicionista y del sádico, que consiste a violar el punto del pudor. Entre estas tres
figuras que son omnipresentes en esta sociedad, las cuestiones del amor son dejadas de lado, y
hablar del amor es hablar del pudor. No hay tampoco lugar para el saber, para el amor al saber,
sino para un goce. Para que haya deseo de saber es necesario que un velo venga a cubrir algo
para hacer surgir una falta en el saber.
El discurso capitalista encontró la manera de arrinconar al sujeto en una voluntad de dar a ver que
le impide saber. El mirón nos distrae del saber, él hace caer el saber. Estamos sometidos a la
imagen, hoy no hay más interés para el saber sino para el ver, lo cual es una manera de
desconectar al sujeto de su inconsciente. Me parece que la insistencia de Lacan sobre la definición
de lo inconsciente como un saber individual va en este sentido.
La violación del pudor deja al sujeto desnudo, sin recurso posible; Freud recurrió al término
intraducible de hilflosigkeit. El sujeto es puesto en posición de debilidad, de una fragilidad mental
de dos discursos que producen el efecto de cólera y de indignación.
Una fraternidad se establece entre la ciencia y la tecnología para violar el pudor. El discurso
capitalista posee el “secreto del saber” sobre el sexo. La astucia del discurso capitalista es dar a
ver, en el lugar de saber el espectáculo de la muerte. En el corazón de nuestro malestar en la
civilización existe eso que Freud llamó el masoquismo primordial, una violencia fundamente que

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oscila entre la autodestrucción y la hetero-destrucción. Esta violencia es constantemente
modificada por el discurso en tanto que estructura del lazo social.
La política, el derecho, no eliminan la violencia, ellos la dejan en suspenso, ellos buscan una
derivación pero ella es insoluble. Lo que Freud llamó la pulsión de muerte es una fuerza constante e
insoluble. Aunque él la presenta bajo la forma de un mito, Lacan conserva de ella la parte que
refiere a lo real; la especie humana está regida por esta fuerza constante que es la pulsión de
muerte. Todo no es lenguaje, el Discurso analítico es un discurso sin palabra, lo cual es un signo del
pudor; única virtud propia al Discurso analítico.
En su teoría de los Discursos, Lacan insiste sobre la dependencia de todos ellos, del Discurso del
amo y especialmente a la relación entre los cuerpos. Pero, desde que se entra en el Discurso
analítico, “no se trata del cuerpo”: las entrevistas preliminares están justamente ahí para deshacer
ese cuerpo a cuerpo e introducir el sujeto en otro tipo de lazo social, donde lo que lo funda es el
decir. “El decir es el discurso”, la realidad se desprende del decir.

 Conferencia pronunciada en el Foro de Psicoanálisis del Campo Lacaniano de Bogotá


(FPCL-BOG) el 23-07-2016, a partir del texto “Guerre, puduer et discours capitaliste”
publicado en francés en: “La lettre mensuelle” N°97 (Paris: EPFCL-France, 2016).
Traducción del francés: Gloria E. Gómez B.

 Psicólogo - Universidad Javeriarna. Doctor en Psicoanálisis - Universidad París VIII-Francia


Psicoanalista Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano-Foros
Francia. Enseña en el Colegio clínico de Paris (de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros Campo
Lacaiano- Francia).
Psicólogo en el Centro Primo Levi: Centro creado en 1995 y ubicado en París, acoge personas
víctimas de la violencia política en sus países de origen que han pedido asilo en Francia. Entre
otros premios, el Centro Primo Levi recibió en 2004 el de “Los derechos del hombre”, otorgado
por la República Francesa en reconocimiento a su trabajo. Página web: www.primolevi.org

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