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El feminismo radical

Este feminismo radical ofrece soluciones que pueden llegar a ser dañinas para la mujer y
su familia
Por: Dale O´Leary | Fuente: vidahumana.org
La mujer de hoy se enfrenta a serios problemas. La urbanización, la industrialización y la explosión global
de la información, influyen poderosamente sobre la familia, el matrimonio y especialmente sobre la mujer.
Las presiones económicas obligan a la mujer a trabajar fuera del hogar. Los medios de comunicación social
promueven constantemente el libertinaje sexual y como resultado, las mujeres pagan un precio muy alto
con el aumento de las enfermedades transmitidas por vía sexual y con el nacimiento de hijos fuera del
matrimonio.
Ante esa situación, la mujer de hoy siente la necesidad de unirse a otras mujeres para defender sus
verdaderos intereses. Lamentablemente, las voces de muchas de ellas han sido sofocadas por el feminismo
radical, que pretende ser el portavoz de todas las mujeres. Este feminismo radical está consciente de los
problemas, pero sin entender la verdadera causa, ofrece soluciones que pueden llegar a ser dañinas para la
mujer y su familia.
Al iniciarse la década de los años sesenta, la mujer norteamericana comenzó la batalla por adquirir los
mismos derechos del hombre, el mismo acceso a la educación y el mismo salario por el mismo trabajo,
metas valiosas que siguen siendo respaldadas hoy en día por la gran mayoría de las mujeres. Pero a finales
de la década, ese mismo movimiento pasó a manos de un grupo radical que adoptó el análisis marxista de
poder y cambio social.
En su libro "The Dialectic of Sex" (La dialéctica del sexo), la feminista radical Shulamith Firestone aplicó la
ideología marxista clásica a las relaciones entre los géneros. Según la ideología marxista, la familia
patriarcal fue la primera opresión y la causa de todas las demás opresiones. Esta ideología proponía
entonces la eliminación de la propiedad privada (para debilitar la base económica de la familia encabezada
por el padre), la legalización del divorcio, la aceptación de los hijos ilegítimos, la integración de toda mujer
en la fuerza laboral, el establecimiento de guarderías infantiles gratis las 24 horas del día y la eliminación
de la religión, para así destruir la familia y eliminar las clases y demás fuerzas "opresoras".
Pero, según Firestone, Marx no llegó lo suficientemente lejos en su argumento. Si la familia es la causa de
toda opresión, entonces es necesario atacarla directamente, decía. De acuerdo con su análisis, es en la
familia donde los hijos quedan expuestos por primera vez al dualismo de clases. En la figura del padre los
hijos ven la clase opresora, que se beneficia de la labor (reproducción) de la clase oprimida, la "madre". Los
"hijos" son la clase más oprimida. Por lo tanto, los hijos nacidos de familias tradicionales, según Firestone,
están socialmente condicionados a aceptar la distinción de clases.
Firestone entendía claramente que su guerra era una guerra en contra de la naturaleza, y aunque
reconocía que la familia está arraigada a realidades biológicas como el hecho de que sólo la mujer puede
quedar embarazada, pensaba sin embargo que aun así la mujer podía lograr su liberación. Esto lo haría a
través de:
1) la absoluta revolución sexual de clases, no sólo a través de la eliminación del privilegio masculino, sino
también eliminando la distinción misma del sexo;
2) el absoluto "control de la reproducción" de la mujer, incluyendo el aborto a petición; y
3) la total liberación sexual, que incluye el derecho absoluto del individuo a tener relaciones sexuales con
otros individuos sin importar la edad, el número de personas, el estado civil o las relaciones familiares
(incesto) o el género. Algunos estiman que el 40% de las mujeres que componen el movimiento feminista
radical son lesbianas.
Las feministas radicales han sabido ocultar muy bien del público la verdadera intención de su plan,
promoviendo sus ideas en sesiones o charlas para concientizar a la mujer, y a través de programas
universitarios en los Estados Unidos. Es en este país que las feministas están mejor organizadas, muchas de
ellas ocupan posiciones de alto rango en los medios de comunicación, en el gobierno y en las Naciones
Unidas; desde donde aprovechan cualquier oportunidad para promover sus ideas por todo el mundo.
La Conferencia de El Cairo es, hasta el momento, el mejor ejemplo de esto. Bella Azbug, asesora especial
ante la delegación de los Estados Unidos y presidenta de la Comisión de la Mujer (Women´s Caucus), se
jactó abiertamente que tanto ella como sus seguidoras escribieron el documento. Muchas de las mujeres
que asistieron a esta conferencia con el objeto de presentar las verdaderas necesidades de las mujeres, se
enfurecieron al ver cómo las promotoras del movimiento feminista en conjunto con otros movimientos de
activistas lesbianas, utilizaron la conferencia para promover su plan de acción y les negaron a otras
mujeres el derecho a hablar y expresarse abiertamente.
Gracias a los esfuerzos del Vaticano y al trabajo de muchas mujeres de todas partes del mundo, el
programa de acción que surgió en El Cairo fue modificado. Sin embargo, las feministas siguen a cargo de
muchos proyectos y de altas posiciones laborales, y se prepararon bien para la Conferencia Mundial de la
Mujer en Pekín en 1995. En el mes de marzo se llevó a cabo una conferencia preparatoria en el edificio de
las Naciones Unidas en Nueva York, con el objeto de redactar el plan de acción. Para poder contrarrestar
estas fuerzas; toda mujer que está a favor de la vida y la familia deberá organizarse y prepararse para
defender los verdaderos intereses de la mujer en esas reuniones.
Latinoamérica es un objetivo vital de las feministas radicales, como lo demostró la reunión en Mar del
Plata, Argentina. La mujer latinoamericana quizá no se de cuenta del daño que puede ocasionar a la
sociedad, un pequeño grupo de feministas radicales bien organizadas. Quizá piense que su cultura es lo
suficientemente fuerte como para protegerla de las tonterías promovidas por las feministas radicales
norteamericanas. Sin embargo, no deben confiarse demasiado. Muchas mujeres que conocen los
verdaderos problemas de la sociedad y que apoyan la total dignidad e igualdad de la mujer, a veces se
dejan llevar por la retórica feminista, sin detectar la verdadera intención del movimiento.
Por otro lado, el fuerte poder de persuasión de la prensa norteamericana, las películas, la televisión y la
música y letra de las canciones, van minando poco a poco los valores familiares y seduciendo a la juventud.
Organizaciones muy poderosas como la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF), han
iniciado campañas de propaganda en Latinoamérica que tienen un gran respaldo económico. Una de ellas
promueve sus metas a través del guión de las telenovelas.
¿Qué puede hacer la mujer? Antes que nada, necesita informarse y organizarse. Las mujeres
norteamericanas que han luchado contra estos males por tantos años, están dispuestas a ayudarlas.
Muchas mujeres latinas que ahora viven en los Estados Unidos y que han visto el daño ocasionado por este
movimiento, están preocupadas de que ocurra lo mismo en sus países de origen.
Segundo, las mujeres deben levantar su voz en sus países, para defender a la familia, el matrimonio, la
maternidad y los valores religiosos, del ataque violento de los medios de comunicación norteamericanos.
Tercero, deben informar a los presidentes de sus países, que las líderes del movimiento radical femenino
no representan a la gran mayoría de las mujeres, y por lo tanto no deberían ser nombradas como
delegadas a conferencias internacionales.
Cuarto, necesitan obtener status de organización no gubernamental (ONG) ante la ONU, y enviar
delegadas a las reuniones de la ONU que se celebrarán, para luchar por las familias y por las verdaderas
necesidades de las mujeres.
Nota: Dale O´Leary es una periodista norteamericana. Este artículo fue publicado en el boletín bimensual
Escoge la Vida de Vida Humana Internacional, en el número de noviembre-diciembre de 1994, pp. 1 y 6.
Posteriormente se le editaron algunas partes.

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