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IX.

SENSACIONES- Actualidad

Viernes, 3 de septiembre de 2010 - josemari20 46 7 visualizaciones

Precisamente el primer paso que dimos fue haber reconocido nuestro mal: ese pecado original, ese hacer nuestra voluntad y no la del Padre. Ya
el camino se plantea unitariamente.

Simplemente porque si alguien puede llegar a la otra orilla, a través de ese mar de la existencia que ofrece siempre Dios -sepáis-, a través de
ese alguien que ha podido atravesar el mar de Galilea.

Y ya no ese alguien, sino todos cuantos colaboraron: Dios y el Hijo, quien nos dice que quien quiera, tome, que dará gratis agua viva.

El fruto no se ha desprendido aún. Se alcanza esa madurez con el reciente transitar. Porque el fruto verde no desprendido, ahora madura. Con
la madurez, vienen los pros y los contra que existen, al acentuar cada paso reflexivo sin cavilar y con seguridad.

El fruto maduro sirve para alimentar a otros.

Si la semilla ha sido puesta en tierra, lo que viene a ser irrelevante es el pensar que, de la noche a la mañana, por generación espontánea, sea
ya, esa semilla recién puesta, un árbol frondoso con frutos maduros en sí, porque el crecimiento se da con la espera y el paso de muchas
estaciones.

Es importante comenzar. Las raíces buscan sustento y fortaleza, ahondando seriamente en la afirmación, la consecución de unos fines. Impelidos
a vencer la fuerza de la gravedad en el crecimiento de la planta que se yergue, paulatinamente, con paso lento pero seguro en su natural fluir:
hacia arriba, siempre hacia arriba, basada en la profundidad que hayan alcanzado sus raíces.

El podar la planta, o ese pequeño arbusto, hace renacer raíces especiales que van unificando sus ramificaciones para conformar el fruto.

Pero es importante recalcar el hecho que todo no se da sino paso a paso y jornada a jornada.

El que la planta haya sido podada, no quiere decir que no siga creciendo. Antes al contrario, teniendo en cuenta que nuestro fruto y nuestra
cosecha madura ha de ser en base a la semilla que hayamos puesto en la tierra.

Cuando la cosecha es recogida y se han sacado buenos frutos, se abona nuevamente la tierra para la próxima cosecha.

Lo importante ahora es que no muera el amor que sentimos hacia el Padre. Y no porque nos haya perdonado a través de la remisión de los
pecados en la sangre de Cristo, sino que, precisamente, basado en esa remisión de cristo, nos demos cuenta del hecho de participar en la
congregación de los justos perfectos y permanecer redimidos en el amor de Dios.

Y que una vez que nuestra ala haya sido sanada, no intentemos alcanzar el cielo con una mirada fugaz.

Manteniéndonos humildes, nos hacemos grandes; pero sin vivir en dicha grandeza, pues nos haríamos pequeños; sino que, manteniéndonos
pequeños nos hacemos siempre grandes.

Pues Jesús nos insufla el Espíritu Santo para que podamos conocer a Dios.

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