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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN PENAL

MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ


Magistrada ponente

SP7755- 2014
Radicación n° 39090
(Aprobado Acta No. 189)

Bogotá D.C., dieciocho (18) de junio de dos mil catorce


(2014).

VISTOS

Resuelve la Sala el recurso extraordinario de casación


interpuesto por el defensor de ARGEMIRO VILLA TOBÓN
contra el fallo de segundo grado dictado por el Tribunal
Superior de Medellín el 19 de diciembre de 2011,
confirmatorio en lo fundamental del proferido el 30 de
agosto anterior por el Juzgado Noveno Penal del Circuito de
Medellín, a través del cual condenó al procesado a las penas
principales de cinco (5) años de prisión, multa de
doscientos (200) salarios mínimos legales mensuales e

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CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones


públicas por el término de cinco (5) años, como autor de los
delitos de fraude procesal y falsedad material en documento
público.

HECHOS

Los registró el juzgador de segundo grado de la


siguiente manera:

“El veintiocho (28) de enero de dos mil cuatro (2004), ante la


oficina de Apoyo Judicial de Medellín, se presentó demanda
ejecutiva con título hipotecario dirigida a un Juez Civil Municipal
de Medellín, por parte del abogado Óscar Vismar Montoya Villa,
y en favor de los intereses de ARGEMIRO VILLA TOBÓN. Dicha
demanda contenía la pretensión coactiva de cinco millones de
pesos ($5.000.000), la cual se pretendía ejecutar a través de la
garantía ya citada.

Una de las pruebas que para ese entonces se hizo valer, en el


Juzgado Trece (13) Civil Municipal de Medellín fue precisamente
la escritura pública, constituida en la notaría novena del círculo
de Medellín entre Luis Emilio Álvarez Álvarez (difunto) y
ARGEMIRO VILLA TOBÓN, por cuenta de un dinero prestado por
este último, en la suma antes citada. Fue esa escritura pública la
que se dice, dentro de la investigación oficiosa, iniciada por la
Fiscalía, que contiene una adición no pactada por las partes en
una de sus líneas que es, el plazo en el cual se haría exigible el
cumplimiento de lo prestado, esto es, la devolución del dinero a
su acreedor junto con los intereses. Además de lo anterior, el
documento fue utilizado ante el Juzgado Civil citado, prueba de

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

ello es que se libró mandamiento ejecutivo de pago, haciendo


exigible o ejecutable el título hipotecario suscrito entre ambos”.

ANTECEDENTES PROCESALES

La Fiscalía Seccional de Medellín declaró abierta la


instrucción mediante decisión del 29 de septiembre de
2006, en desarrollo de la cual vinculó mediante indagatoria
a ARGEMIRO VILLA TOBÓN.

Cerrada la etapa investigativa, el ente instructor


calificó el mérito del sumario con resolución de acusación
en contra de VILLA TOBÓN, como presunto autor de los
delitos de fraude procesal y falsedad material en documento
público agravada por el uso.

Correspondió adelantar la fase de juicio al Juez


Noveno Penal del Circuito de Medellín, cuyo titular realizó
las audiencias preparatoria y pública de juzgamiento, al
término de la cual profirió la sentencia de primera
instancia, objeto de confirmación por el Tribunal Superior
de la mencionada ciudad, al desatar la apelación
interpuesta por la defensa.

Contra la sentencia de segundo grado el mismo sujeto


procesal interpuso el recurso extraordinario de casación,
cuya demanda admitió la Corte en su oportunidad, razón
por la cual ordenó la remisión del proceso al Ministerio
Público, organismo que a través de la Procuraduría

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

Segunda Delegada para la Casación Penal conceptuó en


sentido desfavorable a los intereses del impugnante.

LA DEMANDA

El recurrente postula cuatro cargos, dos con referencia


al delito de falsedad material en documento público y los
otros dos en relación con el punible de fraude procesal.

Cargos atinentes a la falsedad material en


documento público:

Primero. Violación directa:

Atribuye al Tribunal incurrir en interpretación errónea


de los artículos 9º y 11 del Código Penal, que derivó en la
aplicación indebida del artículo 287 ibídem.

Lo anterior, según el demandante, porque el juzgador


condenó al procesado por el mencionado delito contra la fe
pública, pese a la falta de antijuridicidad material de la
conducta, debido a la inocuidad de la falsedad.

Tal situación, en su sentir, surge de dos razones. En


primer lugar, de las características propias del texto
agregado a la escritura pública, en cuanto en ninguna
persona se podría generar la creencia de que el mismo
hiciera parte del texto original, máxime cuando además del
documento modificado existían otros que contenían la
misma información, como la copia auténtica entregada al
deudor, el original de la escritura pública que obraba en los

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

archivos de la Notaría Novena y la copia que reposaba en la


Oficina de Registro de Instrumentos Públicos.

A través de esos otros documentos, añade, cualquier


interesado en lo allí registrado, entre ellos, los demandados
en el proceso civil ejecutivo, podían advertir fácilmente la
falsedad del documento que poseía el acusado, en tanto los
agregados no estaban consignados en las demás copias
existentes de la escritura pública, luego ninguna posibilidad
real de afectar intereses públicos o privados podría
predicarse.

Por lo demás, dice el actor, resulta innegable la


torpeza con que se hicieron las enmendaduras, pues
recayeron sobre la copia auténtica del documento original,
surgiendo evidente la diferencia entre ese texto y los
agregados, y se utilizó para el efecto una máquina de
escribir con caracteres visiblemente diversos; amén de la
falta de coherencia interna del texto introducido con la
cláusula en cuyo cuerpo se añadió. En suma, en su criterio,
todo ello “dibujaba una falsedad tan burda y groseramente
contrahecha que no podía merecerle credibilidad ni siquiera
al más ingenuo en el tráfico jurídico”.

La segunda razón a la cual refiere el libelista la


concreta en la falta de necesidad de la alteración, pues de
ella no podía seguirse ningún efecto jurídico real, en cuanto
“aparte del mero incumplimiento en el pago de los intereses,
las leyes civiles que regulaban el negocio celebrado entre el
casacionista y el señor Luis Emilio Álvarez Álvarez, no
reclamaban ninguna otra condición o plazo para que se
habilitara en cabeza del acreedor la posibilidad del cobro

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

ejecutivo de la deuda y los intereses, con lo que ningún


sentido podría tener el agregado de una cláusula del tipo
‘por un año a partir de la fecha’, cuando el título para
hacerse ejecutivo, ni siquiera exigía el paso del tiempo”.

Luego de evocar decisión de la Corte en la cual se


señala que el comportamiento se torna inocuo cuando la
falsedad resulta innecesaria, el censor refiere cómo la
escritura pública en cuestión contempla, en primer lugar,
un negocio jurídico de mutuo celebrado entre ARGEMIRO
VILLA TOBÓN y Luis Emilio Álvarez Álvarez, frente al cual
las partes no establecieron convencionalmente plazo alguno
para el cumplimiento de la obligación, aun cuando sí
estipularon la posibilidad de la exigibilidad total de la
misma frente a la ocurrencia de mora en “el pago de dos
mensualidades cualquiera de los intereses”, fijando de esa
manera la cláusula de aceleración del plazo para la
exigencia de capital e intereses.

Para el actor, tanto porque las partes dejaron a la ley


lo relativo al momento del cumplimiento de la obligación,
como porque los propios contratantes se ocuparon de
pactar de modo expreso a partir de qué circunstancia se
haría ipso facto exigible el crédito, de suyo, por la vía
ejecutiva, resultaba “completamente inocuo cualquier
artificio que pretendiera establecer un plazo teleológicamente
orientado a lograr un trance de exigibilidad ya existente”.

En su concepto, los tiempos transcurridos entre el


otorgamiento de la garantía hipotecaria para al pago del
mutuo y el momento de la ejecución coactiva corroboran su
punto de vista, pues habiéndose suscrito la escritura

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

pública el 17 de julio de 1997 con la cláusula aceleratoria,


que tenía condición suspensiva, negativa y además posible,
y si el demandante afirmó en su petición de mandamiento
de pago de fecha 28 de enero de 2004, que no sólo se le
adeudaba el capital sino además los intereses de mora
desde el 18 de noviembre de 1999, ello constituía entonces
una declaración de parte, justificante de la ejecución por la
ocurrencia de la mora.

Considera, por tanto, incorrecta la afirmación de los


falladores según la cual la ausencia de un plazo era
condición para la exigibilidad de la obligación y que la falta
del mismo en la escritura pública obturaba el camino del
proceso ejecutivo.

Tras referir acerca de lo que se entiende por pago y


precisar las diferentes modalidades de obligaciones,
señalando entre ellas las sujetas a condición o plazo,
sostiene que este último lo define y estructura, de acuerdo
con el artículo 1551 del Código Civil, la época que se fija
para el cumplimiento de la obligación, y bien puede ser
legal, convencional o judicial. En esas condiciones, insiste
en que aun cuando en el documento las partes nada
convinieron sobre el plazo, ello no implica afirmar su
ausencia, pues en ese caso el mismo es el legal,
concretamente, el establecido en el artículo 2225 ibídem, a
cuyo tenor “si no se hubiera fijado término para el pago no
habrá derecho de exigirlo dentro de los diez días
subsiguientes a la entrega”. Considera, por tanto, que la
exigibilidad existe a partir del día 11 de la entrega, contados
a partir del perfeccionamiento del negocio.

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

Por ello, considera que si se pactó una cláusula para


la exigibilidad total de la obligación en caso de
incumplimiento en el pago de intereses, cualquier conducta
desplegada para la fijación del mismo devenía inidónea en
términos punitivos, en el entendido de que el plazo para el
cumplimiento de las obligaciones del mutuo era legal y que,
así mismo, el plazo para la exigibilidad de la garantía
hipotecaria estaba sujeto a condición, la cual se entendió
perfectamente cumplida.

Sustenta la trascendencia del yerro, insistiendo en


que los falladores interpretaron erróneamente los artículos
9º y 11 del Código Penal, lo cual los llevó a aplicar
indebidamente el artículo 287 ibídem y a condenar, de esa
manera, al procesado por el delito de falsedad material en
documento público, pese a la falta de lesividad de la
conducta por él desplegada. Por tanto, solicita casar la
sentencia impugnada para, en su lugar, dictar absolución
en su favor.

Segundo cargo. Violación indirecta:

Acusa al sentenciador de incurrir en error de hecho


por falsa apreciación, el cual le impidió reconocer la
evidente duda surgida en el presente caso en torno a la
autoría en el delito de falsedad en documento público.

El yerro, dice, proviene de un razonamiento que


vulnera los principios de la sana crítica y, en particular, la
lógica y las reglas de la experiencia, consistente el mismo en
derivar la autoría del procesado de la presunción de ser el

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

más interesado en la alteración de la escritura pública No.


1928.

En su criterio, se trata de una inferencia que adolece


de una debilidad estructural, porque del interés no
necesariamente se puede llegar, de manera inequívoca, a la
condición de autor, menos aún a la de inductor o de
cómplice. Considera que cuando el Tribunal admite no
saber si el acusado en compañía de otros, o por cuenta
propia, realizó la alteración del documento, está
reconociendo la situación de incertidumbre general sobre la
ocurrencia material de los hechos.

Para el actor, el argumento con el cual el fallador le


adjudicó a VILLA TOBÓN la condición de autor de la
falsedad constituye un artilugio retórico, pues la duda que
existía en torno a ese aspecto la suplió “con un arbitrario
silogismo argumentativo, según el cual, debido a que la
alteración del documento público favorecía a los intereses
procesales de Argemiro Villa, y verificado que este
documento fue alterado, se concluía entonces
necesariamente que aquel era el autor de esa conducta”.

Insiste en que del hecho de que el acusado pudiera ser


el “único beneficiario” con la alteración, no es dable concluir
en sana lógica jurídica su autoría. En su sentir, “las reglas
establecidas en los artículos 29 y 30 del Código Penal, que
exigen establecer si el procesado tenía el dominio del hecho
(autor), lo compartía con otros autores (coautor), o si se valió
de alguien para realizar su voluntad (determinación), no
encuentra un sitio adecuado en el artilugio retórico que le
permitió a las instancias concluir que del interés del

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ARGEMIRO VILLA TOBÓN

procesado en los hechos podía afirmarse, y por ese solo


hecho, que el señor VILLA TOBÓN era autor del delito de
falsedad material en documento público”.

Estima trascendente el error porque de no incurrirse


en él los juzgadores habrían reconocido la duda, en
consideración además de no obrar en el proceso elemento
probatorio capaz de arrojar certeza para condenar.

De esa manera, solicita casar la sentencia impugnada


y, en su lugar, proferir la de reemplazo de carácter
absolutorio.

Cargos atinentes al delito de fraude procesal:

Primer cargo. Violación indirecta:

Predica la incursión en error de hecho por falso juicio


de identidad respecto de cuatro medios probatorios, a
saber:

En primer lugar, la copia de la escritura pública No.


1928 adjunta a la demanda ejecutiva. Dicho documento,
precisa, contenía los dos negocios jurídicos de mutuo y
prenda hipotecaria celebrados entre VILLA TOBÓN y Luis
Emilio Álvarez, en cuya primera cláusula se estipuló, a
modo de cláusula de aceleración del plazo, que el
incumplimiento del pago de dos mensualidades de los
intereses generaría la "terminación del plazo estipulado”.

En su segunda cláusula, añade, se establecía


originalmente que “para garantizar el pago del capital e

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intereses no pagados y además de comprometer su


responsabilidad personal Luis Emilio Álvarez, constituye
hipoteca de primer grado sobre el siguiente inmueble…”. Esta
cláusula, dice el actor, fue objeto de alteración al
agregársele “por un año a partir de la fecha”.

En la cláusula sexta, continúa, se pactó originalmente


que el deudor se compromete a no enajenar en todo o en
parte el inmueble hipotecado sin consentimiento previo del
acreedor mientras exista una obligación pendiente. A esa
cláusula, señala el demandante, se le agregó también la
expresión “Por un año a partir de la fecha. Vale”.

Considera el casacionista que los sentenciadores


dejaron de apreciar la primera de dichas cláusulas, en la
cual las partes acordaron que bastaba la sola negación del
pago de dos mensualidades de cualquiera de los intereses
para que procediera la ejecución de la totalidad de la
obligación. Por tanto, en su sentir, los agregados espurios a
la escritura no tenían la potencialidad de imponer un plazo
o una condición distinta a la pactada en la cláusula
primera.

En su criterio, el referido yerro llevó a los juzgadores a


concluir que las mutaciones al documento eran necesarias
para tramitar por la vía ejecutiva el cobro de la acreencia
consignada en el mutuo, cuyo pago se garantizaba con la
hipoteca. Admite que hay diferencia entre el plazo de la
obligación de pagar el mutuo y el término de exigibilidad del
crédito a través de la acción hipotecaria o ejecutiva y que si
bien el primero no estaba estipulado, eso no supone su
inexistencia, pues el plazo también puede ser legal, como

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ocurre con el establecido en el artículo 2225 del Código


Civil.

Juzga trascendente el dislate, porque de haberse


considerado la plenitud de la escritura pública los
falladores habrían advertido que entre los contratantes
existía un acuerdo, según el cual el incumplimiento en el
pago de los intereses por más de dos períodos haría exigible
inmediatamente el crédito, bastando, conforme a lo
establecido en el artículo 177 del Código de Procedimiento
Civil, tan sólo la manifestación de tal incumplimiento para
que, junto con las características de ser obligación clara y
expresa, se hiciera exigible.

En segundo lugar, la demanda ejecutiva. En ese


documento, sostiene, se requirió el cobro del remanente del
capital todavía adeudado y el pago de los intereses
causados a partir del 18 de noviembre de 1999, como
consecuencia de la mora en el cumplimiento de las
obligaciones.

Según el libelista, los falladores distorsionaron la


demanda ejecutiva al considerar que las cláusulas alteradas
se utilizaron como sustento de la pretensión del pago del
capital y de los intereses moratorios solicitados en la
misma. Tal situación, añade, no se corresponde con el
contenido de dicho documento, pues en el mismo se puede
advertir con facilidad que el fundamento fáctico de la
pretensión de pago del remanente del capital no fue el
vencimiento del plazo agregado de manera espuria en los
apartes finales de las cláusulas segunda y sexta, sino el

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incumplimiento del pago de los intereses, conforme se


estipuló en la cláusula primera.

Reconoce el impugnante que en el numeral 4º de los


hechos de la demanda ejecutiva se informó que “el plazo
pactado para la cancelación del capital fue el de un (01) año
contado a partir desde (sic) el día de constitución de la
hipoteca, es decir, el día 17 de julio de 1997”. Pero, agrega,
en otro numeral de los hechos de la demanda también se
expresó que “los intereses de plazo pactados en la escritura
pública fueron cubiertos hasta el 17 de noviembre de 1999, y
de ahí en adelante no han hecho ningún otro abono a
intereses ni a capital”.

De acuerdo con el actor, lo último anotado fue el


fundamento de las pretensiones, porque allí se solicitó el
pago del capital más los intereses de mora desde el día
siguiente al último pago, esto es, el 18 de noviembre de
1999, pasados más de cuatro años desde el pago de la
última cuota de intereses de plazo. En su sentir, si el plazo
agregado de manera espuria hubiera sido el fundamento del
cobro ejecutivo, “la pretensión se habría formulado desde el
momento en que se constató el vencimiento del plazo
enunciado en la copia de la escritura, esto es, el 17 de julio
de 1998 y no el momento en que se constató el
incumplimiento en el pago, especificado como el 18 de
noviembre de 1999”.

Confirma lo anterior, precisa, el hecho de haberse


expresado en la demanda ejecutiva que hasta el 17 de
noviembre de 1999 se pagaron los intereses pactados, pero
que luego de esa fecha no se pagó por ningún concepto.

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Considera equivocada la creencia del Tribunal acorde


con la cual la vía para reclamar el pago de la acreencia era
la ordinaria. La cláusula primera de la escritura, replica el
censor, hacía exigible la totalidad de la obligación y por eso
la demanda se formuló con la pretensión de cobrar el
remanente del capital y los intereses causados.

Para fundamentar la trascendencia del yerro, acude a


cita doctrinal para sostener que, dentro de la teoría general
del proceso, “un hecho afirmado en la demanda nada vale si
él no incide como fundamento fáctico de la pretensión que se
formula en la demanda”. Considera que de haber aplicado
ese principio procesal, el Tribunal habría concluido que en
nada incidió la alteración de la escritura en la elaboración
de la demanda ejecutiva y en especial en la petición elevada
en la misma.

En tercer lugar, atribuye al juzgador distorsionar el


auto del 15 de septiembre de 2004, mediante el cual se
libró mandamiento de pago. Según el casacionista, allí se
ordenó el pago de la suma de $5.000.000, más los intereses
causados desde el 18 de noviembre de 1999, por el
incumplimiento en el pago de dos mensualidades de
intereses por parte del deudor, incumplimiento que hacía
exigible la totalidad de la obligación.

En su opinión, el error del ad quem consistió en


señalar que el mandamiento de pago se obtuvo a raíz de la
alteración de la escritura pública, de manera que la
demanda se erigió en el medio con el cual se engañó a la
administración de justicia. Considera el actor,

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contrariamente, que para el proferimiento de dicha decisión


no se tuvieron en cuenta las cláusulas modificadas, sino
aquella en la cual se disponía la exigibilidad total de la
obligación por el incumplimiento de dos mensualidades en
el pago de los intereses.

Sobre la trascendencia del dislate denunciado, señala


que de haber valorado dicho medio probatorio a partir de su
verdadero contenido material no habría hallado ninguna
relación entre los agregados a las cláusulas segunda y sexta
y el mandamiento de pago.

En cuarto y último lugar, la sentencia que ordena


continuar con la ejecución. En ella, precisa, se dispuso
seguir adelante con la ejecución y los demás trámites
necesarios para hacer efectivo el pago de la acreencia
reclamada por VILLA TOBÓN y de los intereses causados
desde el 18 de noviembre de 1999, conforme se dejó
sentado en la demanda civil y en el auto de mandamiento
de pago.

Según el casacionista, el Tribunal incurrió en el mismo


defecto anterior, en cuanto consideró también que la
sentencia se logró gracias a las añadiduras puestas en las
cláusulas segunda y sexta de la escritura, cuando en
realidad lo dicho en esa decisión “fue que se continuara con
la ejecución en los términos y las condiciones señaladas en
el auto por medio del cual se libraba mandamiento de pago,
es decir, por el incumplimiento del pago de las
mensualidades correspondiente a los intereses, que
aceleraba la exigibilidad de la obligación…”.

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En su concepto, de valorarse sin distorsión la referida


sentencia, los juzgadores habrían advertido que en ella
ninguna consideración especial se realiza frente a las
cláusulas segunda y sexta.

El actor destina un capítulo final para fundamentar la


trascendencia general de este cargo, en donde reitera los
argumentos al respecto expuestos al sustentar los yerros
atribuidos a cada una de las pruebas aludidas en
precedencia. Adicionalmente, en relación con el segundo de
esos errores, cuestiona al Tribunal por pasar por alto que el
juicio de desvalor sobre la falsedad debió realizarse en
forma separada al juicio de desvalor sobre el fraude
procesal, pues dio por concretado ese segundo delito al
considerar materializado el primero, sin reparar en que era
necesario acreditar la incidencia del supuesto engaño en las
decisiones judiciales que se pretendían. A este respecto,
evoca decisiones de la Corte conforme a las cuales el medio
fraudulento en la conducta de fraude procesal debe ser
idóneo para inducir en error al funcionario.

Segundo cargo. Violación indirecta:

Aduce la presencia de error de hecho por falso


raciocinio en la apreciación de la prueba indiciaria con
fundamento en la cual se dio por demostrada la autoría del
procesado en el delito de fraude procesal.

Según el actor, los juzgadores dedujeron dicha autoría


(i) del interés que le asistía a VILLA TOBÓN en los
resultados del proceso ejecutivo, (ii) de su condición de
prestamista y (iii) del hecho de contar con la asesoría de un

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abogado. En su criterio, empero, no hay principio lógico ni


regla científica que autorice llegar a tal conclusión por la
sola existencia de esas circunstancias.

En ese sentido, considera que los falladores llevaron a


cabo un ejercicio valorativo defectuoso en materia de
indicio; ello porque ni del hecho de ser el único sujeto que
podía obtener algún beneficio con la modificación y
posterior presentación de la escritura pública en las
instancias judiciales, ni del hecho de dedicarse
comúnmente a la celebración del contrato de mutuo, ni del
hecho de contar con el respaldo jurídico de un abogado,
había de concluirse irrefragablemente su vinculación
criminal a título de autor en dicho punible.

De esas circunstancias, dice, pueden extraerse


diversas hipótesis, a saber:

“Ni autor, ni partícipe, es decir, ningún mérito de imputación


penal. A modo de ilustración, supóngase que VILLA TOBÓN actuó
bajo coacción insuperable o en error de tipo, invencible o
vencible, siempre condición de no responsabilidad penal por
atipicidad, como que en derecho penal colombiano no hay tipo
imprudente de fraude procesal.

VILLA TOBÓN podría haber actuado como determinador, es


decir, como partícipe con el autor.

VILLA TOBÓN pudo ser autor mediato, y el abogado-apoderado,


su instrumento, de quien se puede decir, incontrovertiblemente
por virtud de las mismas reglas jurídicas sobre postulación, que
fue quien presentó el documento de manera anexa a la demanda
ejecutiva, pues VILLA TOBÓN no tenía dado actuar en causa
propia”.

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Para el demandante, el error de apreciación en


mención, en la medida en que las sentencias carecieron de
cualquier fundamento probatorio diferente a la constelación
indiciaria usada en ellas, impidió el reconocimiento de la
duda y, por ende, el proferimiento de fallo absolutorio, para
cuyo fin solicita entonces casar el fallo impugnado.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

La Sala examinará inicialmente los dos primeros


cargos que, respectivamente, el actor formula con relación a
los delitos de falsedad material en documento público y
fraude procesal, porque de prosperar los mismos, ello haría
innecesario ocuparse de los demás reproches.

Primer cargo respecto de la falsedad material:

El demandante sostiene que la conducta desarrollada


por el procesado ARGEMIRO VILLA TOBÓN carece de
antijuridicidad material, por dos razones. En primer lugar,
porque los agregados hechos a la escritura pública son tan
burdos que cualquier persona podía advertir la falsedad sin
dificultad alguna. Y, en segundo término, por cuanto la
alteración del documento no se erigía necesaria para hacer
efectiva la obligación por vía ejecutiva, luego se trató de una
falsedad inocua.

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Para responder los planteamientos del recurrente la


Sala primero precisará el concepto de antijuridicidad
material y se referirá a algunos aspectos dogmáticos
relacionados con el delito de falsedad documental; luego
concretará los hechos que se encuentran demostrados en el
proceso en lo relativo a dicho punible; y por último, se
ocupará del caso concreto.

(i) La antijuridicidad material y algunos aspectos


dogmáticos de la falsedad documental.

Como ya ha tenido oportunidad de referirlo la Sala


(CSJ SP, 18 de febr. de 2003, rad. 16262), un
comportamiento típico sólo puede considerarse base o
fundamento del delito si de modo efectivo lesiona o al
menos pone en peligro un bien jurídico tutelado por la ley.
Se trata del principio de lesividad, acuñado por la doctrina
jurídico penal y que en la legislación sancionatoria
colombiana se erige como uno de los elementos esenciales
de la conducta punible (art. 11 del Código Penal).

En el estatuto punitivo de 2000 la fe pública


constituye uno de los bienes jurídicos objeto de tutela y su
protección se procura, además de otros comportamientos
punibles, con aquellos que describen los delitos de falsedad
documental. Modernamente, dicho bien jurídico se entiende
como la confianza de la colectividad en las formas escritas
en cuanto tengan importancia como medio de prueba en el
tráfico jurídico.

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En particular, frente a los delitos relacionados con la


falsedad documentaria pública, se tiene dicho que su
estructuración requiere la presencia de los siguientes
elementos: a) la mutación de la verdad, en el entendido de
que se trata de la alteración de la misma en su sentido y
contenido documental con relevancia o trascendencia
jurídica; b) la aptitud probatoria del documento y c) la
concurrencia de un perjuicio real o potencial (CSJ SP, 20 de
oct. de 2005, rad. 23573).

La imitación de la verdad implica que el documento


pueda servir de prueba por atestar hechos con significancia
jurídica o relevantes para el derecho, es decir que el
elemento falsificado debe estar en posibilidad de hacer
valer una relación jurídica.

Se trata, por tanto, de la creación mendaz con


apariencia de verosimilitud, que en el caso de la falsedad
documental pública se entiende consumada con la editio
falsi, es decir, con la simple elaboración o hechura del
documento que se atribuye a una específica autoridad
pública y que por ende representa una situación con
respaldo en el derecho al involucrar en su formación la
intervención del Estado por intermedio de alguno de sus
agentes competentes, esto es, que se supone expedido por
un servidor público en ejercicio de sus funciones y con el
lleno de las formalidades correspondientes.

Además, es un delito clasificado entre los de peligro,


en el entendido de que el mismo no exige la concreción de

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un daño, sino la potencialidad de que se realice, esto es,


aquel “estado causalmente apto para lesionar la fe pública
en que se encuentra el instrumento con arreglo a sus
condiciones objetivas - forma y destino -, como a las que se
derivan del contexto de la situación” 1, y cuya incidencia se
mide por la aptitud que tiene de irrogar un perjuicio.

La falsedad documental pública, por tanto, no requiere


del uso del documento; ella se presenta con la material
elaboración espuria del mismo y la consiguiente
adulteración de los signos de autenticidad, contrariamente
a la conducta falsaria documental privada que supone,
precisamente, su uso para ser reprochada.

Justamente, con ocasión de la exigencia de que el


documento tenga capacidad para producir daño, se creó la
teoría de la falsedad inocua. Ya desde Carrara se advirtió
que no puede reputarse la presencia de delito de falsedad si
el acto cumplido no tiene potencia de dañar, indicándose al
propio tiempo que un documento notoriamente falso
-burdo- no puede calificarse de delictivo. En palabras del
connotado tratadista italiano, “como regla absoluta se
puede sostener que es indispensable una imitación capaz de
engañar, y como regla absoluta es preciso admitir que la
equidad del magistrado puede eliminar el título de falsedad
cuando la torpeza llegue a tal grado que pueda llamársela
palpable o intuitiva”2.

1
Creus, Carlos. Ed. Astrea, 1993.
2
CARRARA, Francesco. Programa del curso de derecho criminal, numeral 3697.

21
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

La teoría de la falsedad inocua, es de recordarse,


implicó la superación del antiguo concepto según el cual la
veracidad e intangibilidad de los documentos públicos
debían ser respetadas con independencia de la nocividad o
inocuidad de sus efectos en el tráfico jurídico por ser una
emanación del poder documentario del Estado, de modo
que la sola alteración de la verdad en los mismos merecía
reproche penal. Se trataba de proteger un pretendido
derecho a la verdad absoluto.

Hoy en día, con los modernos desarrollos dogmáticos,


la noción de la veracidad e intangibilidad ha quedado
relegada a un segundo plano, para dar paso a otra
prevalente en el derecho penal fundada en criterios de
relevancia social y jurídica, a cuyo tenor los documentos
deben representar la existencia de un hecho trascendente
en el ámbito de lo social, sea creando, modificando o
extinguiendo relaciones jurídicas. De allí precisamente que
en la actualidad se exija que los documentos sobre los
cuales recae la acción falsaria necesariamente deban ser
aptos para servir de prueba de un hecho social y
jurídicamente relevante.

De manera que si la falsedad documental, en


cualquiera de sus modalidades, no recae sobre un medio
que goce de confianza colectiva, resulta inidónea para
vulnerar el bien jurídico de la fe pública, y no ocasiona un
daño, ni al menos lo engendra potencialmente; no merece
represión penal, ya que por virtud del principio de
antijuridicidad material no aparece plausible sancionar el

22
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

hecho realizado al margen de cualquier incidencia social


(CSJ SP, 21 de abr. de 2004, rad. 19930).

Como ejemplos de falsedad inocua la doctrina refiere


la adición de cláusulas inútiles a un documento verdadero o
que se encuentran legalmente implícitas en el mismo; la
falsificación que se realiza sobre un documento inexistente
o carente de valor en su totalidad por tener objeto o causa
ilícitos, o por provenir de persona absolutamente incapaz, o
por haberse omitido formalidades ad substantiam actus; la
alteración que recae sobre partes no esenciales del
documento, entre otros casos.

En punto a la falsedad burda, es necesario señalar que


la misma surge cuando la adulteración es tan grotesca y
manifiesta que su presencia se advierte a simple vista y sin
mayores esfuerzos por cualquier observador con mediana
inteligencia. Desde luego, corresponderá al juez determinar
si la falsedad es burda, dependiendo de las características
tanto del documento original como de los textos objeto de
mutación, así como del contenido intrínseco de uno y otros.

(ii) Lo demostrado en relación con la falsedad


documental objeto de acusación:

En el presente caso, se encuentra establecido que los


señores ARGEMIRO VILLA TOBÓN y Luis Emilio Álvarez
Álvarez celebraron un contrato de mutuo, en virtud del cual
el primero prestó al segundo la suma de $7.000.0000, por
razón de los cuales el deudor se comprometió a pagar un

23
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

interés mensual del 3%. Para garantizar la cancelación


tanto del capital como de los intereses los contratantes
constituyeron hipoteca sobre un bien inmueble de
propiedad del prestatario, la cual se elevó a escritura
pública el 17 de julio de 1997 ante el Notario Noveno de
Medellín.

En la cláusula primera de dicho documento se estipuló


que “si lo demorado fuere el pago de dos mensualidades
cualquiera (sic) de los intereses, el acreedor podrá dar por
terminado el plazo estipulado y exigir de inmediato el pago
del capital e intereses no pagados por la vía judicial”.

En el cláusula segunda quedó incorporada la hipoteca,


mientras en la sexta se consignó la manifestación expresa
del acreedor de aceptar el mencionado gravamen.

En el curso de la actuación se acreditó también que en


las cláusulas segunda y sexta se agregaron textos no
acordados por las partes, y así en la primera de ellas se
consignó: “… por un año a partir de la fecha”, mientras en la
otra se escribió: “Por un año a partir de la fecha. Vale”.

Con dichas adiciones, por tanto, se quiso hacer


aparecer que la obligación, garantizada mediante la
hipoteca, se hacía exigible al año.

(iii) El caso concreto:

24
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

El primer argumento del casacionista para sostener


que el comportamiento atribuido al procesado carece de
antijuridicidad material es el de sostener que las
alteraciones efectuadas a la escritura pública constituyen
una falsedad burda. La Sala no comparte este aserto, pues,
como ya se dijo, para presentarse ese tipo de fenómeno es
necesario que la agregación sea grosera y manifiesta, de
modo que salte de bulto sin mayores elucubraciones.

Y no es eso lo que ocurre en este caso, pues los textos


ex novo se consignaron con un tipo de letra similar, en
cuanto a tamaño y forma, al utilizado en el documento
adulterado. De otra parte, con esas expresiones, contrario a
lo dicho por el actor, no se rompió la secuencia interna del
contenido original, pues con los agregados se hizo aparecer
que la obligación garantizada con la hipoteca se hacía
exigible en un año.

Ciertamente, la alteración queda evidenciada en forma


clara cuando se compara el documento sobre el cual se
realizaron -utilizado para promover la consiguiente acción
ejecutiva- con la escritura pública que reposa en la Notaría
Novena de Medellín e, incluso, con copias de la misma
desprovistas de los agregados espurios, pues de esa forma
surge sin discusión que las adulteraciones no figuran en el
documento original ni en esas otras reproducciones. Pero
tal presupuesto no es el que determina si hay o no una
falsedad burda sino, se insiste, su aparición manifiesta y
evidente con la sola aislada observación del documento
contrahecho, como cuando se evidencia que a un texto

25
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

escrito en computador se le añaden palabras en


manuscritos.

En consecuencia, no es dable concluir que las


falsificaciones son burdas. Distinta situación, empero,
advierte la Sala en lo relativo al segundo argumento
planteado por el demandante, pues, evidentemente, los
textos agregados a la escritura pública no revestían la
potencialidad de causar daño.

En efecto, de acuerdo con los artículos 1530 y


siguientes del Código Civil, las obligaciones, en lo que
interesa al presente asunto, pueden ser sometidas a
condición o plazo, o a ambas modalidades, y en ese último
caso, su exigibilidad se podrá hacer efectiva con la primera
que se cumpla o, si lo prefiere el acreedor, con cualquiera
de ellas. La obligación condicional es aquella que depende
de un acontecimiento futuro, que puede suceder o no (art.
1530 del Código Civil), mientras el plazo es la época que se
fija para el cumplimiento de la obligación (art. 1551 ibídem).

En el contrato celebrado entre los señores VILLA


TOBÓN y Álvarez Álvarez quedó estipulada expresamente
una obligación condicional, en cuanto se estableció que en
caso de incumplimiento por parte del deudor de dos
mensualidades en el pago de intereses se hacía exigible el
pago del capital y sus intereses.

Es cierto sí que no se estableció allí en forma expresa


plazo alguno. Sin embargo, ello no significa que no

26
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

existiera. Como lo enseña la doctrina especializada, el plazo


puede ser legal, convencional o judicial; el primero opera
cuando, precisamente, las partes no lo han estipulado,
mientras el último cuando el legislador autoriza al juez a
fijarlo en casos especiales3. Para el caso del contrato de
mutuo, es decir, aquel celebrado entre VILLA TOBÓN y
Álvarez Álvarez, el artículo 2225 del Código Civil consagra
un caso típico de plazo legal al señalar:

“Si no se hubiere fijado término para el pago no habrá derecho


de exigirlo dentro de los diez días subsiguientes a la entrega”.

Significa lo anterior que cuando las partes no


acuerdan plazo diferente, después del día décimo de la
entrega de la cosa el acreedor puede exigir el pago de la
obligación.

De tal suerte que el referido contrato no sólo estaba


sujeto a condición sino también a plazo, este último de
carácter legal. Por tanto, los agregados efectuados a la
escritura para señalar como plazo el correspondiente a un
año se tornaban irrelevantes, máxime cuando ese último
emergía más gravoso para el acreedor, pues era superior al
que legalmente resultaba aplicable en este caso.

De lo anterior surge la sin razón del argumento del


Tribunal cuando sostiene que los textos añadidos al
documento se hacían indispensables para promover la
acción ejecutiva, en tanto sin ellos, el acreedor debía acudir
3
OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo. Régimen general de las obligaciones, octava
edición, Editorial Temis, Bogotá, 2005, pág. 219.

27
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

a la acción ordinaria. Como quedó visto atrás, el mutuante


podía perfectamente acudir a dicha acción para hacer
efectiva la totalidad de obligación, no sólo con ocasión del
cumplimiento de la condición pactada sino por el
vencimiento del plazo legal aplicable al contrato, y ello tanto
más cuando, como quedó estipulado en la cláusula
segunda, la hipoteca con la cual se garantizó operaba tanto
para el capital como para los intereses.

A este respecto, ha de tenerse en cuenta que la


hipoteca tiene carácter indivisible, de manera que, como lo
establece el artículo 2433 del Código Civil, cada parte de la
cosa hipotecada está obligada al pago de toda la deuda y de
cada parte de ella. Y además es accesoria a la obligación
principal, y esa la razón para que, conforme lo prevé el
artículo 2457 ejúsdem, se extinga junto con ésta. Sobre
esto último, el tratadista ARTURO VALENCIA ZEA señala:

“Que la hipoteca sea accesoria a un crédito, indica que se


constituye para garantizar el cumplimiento de una obligación, y
que no puede constituirse en forma autónoma. La hipoteca sólo
nace cuando nace el crédito asegurado; su validez se condiciona
a la del crédito; y se extingue con la extinción de la obligación
(art. 2457, párr. 1º)”4.

Conclúyase de lo analizado que la falsedad material en


documento público atribuida al procesado, por su
inocuidad, carece de potencialidad para lesionar el bien
jurídico tutelado por la ley, luego se impone casar la

4
Derecho Civil, Tomo II, derechos reales, Editorial Temis, octava edición, Bogotá,
1987, pág. 392).

28
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

sentencia impugnada para absolver a ARGEMIRO VILLA


TOBÓN, por ausencia de antijuridicidad material respecto
del aludido comportamiento punible.

Primer cargo respecto del fraude procesal:

En este reproche el libelista denuncia la presencia de


un error de hecho por falso juicio de identidad, dada la
distorsión por parte del Tribunal de varias pruebas. En
síntesis, para el casacionista, el yerro consistió en
considerarse en el fallo impugnado que las alteraciones
efectuadas a la escritura pública se utilizaron como
sustento de la pretensión del pago del capital y de los
intereses moratorios solicitados en la misma y que, por
ende, tanto el mandamiento de pago como la orden de
continuar adelante la ejecución se obtuvieron a raíz de
dicha falsificación, cuando en realidad las agregaciones
hechas al contrato de mutuo no incidieron en el
proferimiento de tales decisiones.

Para pronunciarse sobre esta censura la Corte primero


concretará los hechos probados referidos al fraude procesal
imputado; posteriormente, hará algunas precisiones
dogmáticas sobre ese punible; finalmente, se ocupará del
caso concreto.

(i) Los hechos probados:

En el proceso se encuentra establecida la siguiente


situación fáctica:

29
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

El 28 de enero de 2004 ARGEMIRO VILLA TOBÓN, a


través de apoderado, promovió proceso ejecutivo con título
hipotecario contra los herederos indeterminados y
determinados del causante Luis Emilio Álvarez Álvarez,
precisando que éste falleció el 2 de enero de 2001. A la
demanda adjuntó la copia de la escritura pública donde
constaba la obligación, misma en la cual se efectuaron las
alteraciones referidas en precedencia.

En los hechos de la demanda se señaló que de los


$7.000.000 objeto del contrato de mutuo, el deudor había
pagado ya $2.000.000, pero que los intereses causados
fueron cubiertos hasta el 17 de noviembre de 1999, sin que
en adelante se hubieran hecho abonos a intereses o a
capital5.

De esa manera, en el capítulo de las pretensiones, el


ejecutante solicitó librar mandamiento de pago tanto de los
$5.000.000 que todavía se adeudaban de capital, como de
los intereses causados a partir del 18 de noviembre de
19996.

Aparece también acreditado en la actuación que con


base en la mencionada demanda, el Juzgado Trece Civil
Municipal de Medellín profirió el auto del 15 de septiembre
de 2004, en el cual libró mandamiento de pago con título
ejecutivo hipotecario por la suma de $5.000.000 como
capital, más los intereses moratorios causados desde el 18
5
Folio 11 del cuaderno de primera instancia.
6
Folio 12 cuaderno ídem.

30
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

de noviembre de 19997. Respecto de esas mismas sumas, el


citado Juzgado dictó sentencia el 23 de mayo de 2005,
ordenando seguir adelante con la ejecución 8.

(ii) Algunos aspectos dogmáticos del delito de


fraude procesal:

Al procesado ARGEMIRO VILLA TOBÓN se le atribuye


el punible de fraude procesal, al considerarse que con las
alteraciones efectuadas a la escritura pública con
fundamento en la cual promovió, a través de apoderado, el
proceso ejecutivo, indujo en error al Juez Trece Civil
Municipal de Medellín, con el fin de obtener decisión
contraria a la ley.

La mencionada conducta punible se encuentra


prevista en el artículo 453 del Código Penal de 2000,
constituyendo uno de los comportamientos que tutelan el
bien jurídico de la eficaz y recta impartición de justicia.

Como elementos del tipo pueden mencionarse (i) el uso


de un medio fraudulento, (ii) inducción en error a servidor
público a través de ese instrumento, (iii) propósito de
obtener sentencia, resolución o acto administrativo
contrario a la ley (ingrediente subjetivo específico del tipo), y
(iv) idoneidad del medio para producir la inducción en error.

De acuerdo con el diccionario de la Lengua Española,


fraudulento es aquello que se hace con fraude. Por su parte,
7
Folio 29 cuaderno ídem.
8
Folio 62 cuaderno ídem.

31
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

fraude es aquel “engaño malicioso con el que se trata de


obtener una ventaja en detrimento de alguien”. En
consecuencia, medio fraudulento puede definirse como el
instrumento engañoso que se usa maliciosamente para
sacar provecho de alguna situación.

Como lo sostiene el demandante, constituye criterio


consolidado de la Corte que la estructuración del
comportamiento punible en comentario requiere que el
medio fraudulento utilizado revista idoneidad para inducir
en error al servidor público. Así en SP, 29 de abr. de 1998,
rad. 13426 se expresó lo siguiente:

"Como reiteradamente la jurisprudencia de esta Sala lo ha


señalado, para que se estructure este delito no es indispensable
que el servidor público efectivamente haya sido engañado, sino
que el medio utilizado tenga la potencialidad suficiente para
engañar, lógicamente debe entenderse que cuando tales medios
no son idóneos porque de la manera como se presentan la ley
no les otorga ninguna validez, no puede en consecuencia
predicarse la existencia de este delito".

De la misma manera, en SP, 17 de agost. de 2005, rad.


19391, se dijo:

“… resulta pertinente precisar, que el acto de inducción


desplegado por el agente y que se exige para la estructuración de
la conducta punible objeto de análisis, ha de contar con la fuerza
o idoneidad suficiente para encaminar hacia un raciocinio errado
al servidor público.

32
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

Si se comprueba que ese acto no reviste esa especial


connotación, no será viable el juicio de adecuación típica, pues si
bien el legislador prevé la utilización de “cualquier medio
fraudulento” para el propósito indicado en la norma, éste debe
contar con la aptitud o la fuerza necesaria para incidir en el
razonar del sujeto pasivo de la conducta, hasta el punto de
sustraerle a una verdad específica, para introyectarle, en su
defecto, una convicción distante de la realidad.

Y más recientemente, con cita de otros precedentes, se


ratificó dicha postura al señalarse en AP, 8 de jul. de 2009,
rad. 29353, lo siguiente:

“… el medio fraudulento en la conducta punible de fraude procesal


debe ser idóneo para inducir en error al funcionario, así no siempre
se produzca el resultado perseguido, por lo que no cualquier mentira
o artificio que se presente durante la actuación procesal, tan solo por
el hecho de ser tal, podrá ser estimada como constitutiva del delito:

“El acto de inducción desplegado por el agente y que se exige para la


estructuración de la conducta punible objeto de análisis ha de contar
con la fuerza o idoneidad suficiente para encaminar hacia un
raciocinio errado al servidor público.

”Si se comprueba que ese acto no reviste esa especial connotación, no


será viable el juicio de adecuación típica, pues si bien el legislador
prevé la utilización de ‘cualquier medio fraudulento’ para el
propósito indicado en la norma, éste debe contar con la aptitud o la
fuerza necesaria para incidir en el razonar del sujeto pasivo de la
conducta, hasta el punto de sustraerle a una verdad específica, para
introyectarle, en su defecto, una convicción distante de la realidad”9.

Ahora bien, el tipo penal en cuestión no exige que se


produzca el resultado perseguido, esto es, la obtención de la

Sentencia de 17 de agosto de 2005. En el mismo sentido, sentencia de 19 de mayo de


2004, radicación 18367.

33
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

decisión contraria a la ley. Sin embargo, se entiende


consumado cuando el agente, de manera fraudulenta,
induce en error al servidor. Y la conducta perdura mientras
se mantiene el estado de ilicitud y aun con posterioridad si
se requiere de pasos finales para su cumplimiento. Se trata,
por tanto, de un delito de ejecución permanente, pues sus
efectos se prolongan en el tiempo mientras subsista la
inducción en error (CSJ SP, 17 de agost. de 1995, rad.
8968; CSJ SP, 8 de agost. de 2007, rad. 27473).

Por tanto, el fraude procesal se configura siempre y


cuando exista una actuación judicial o administrativa en la
cual habrá de resolverse un asunto jurídico, de manera que
debe ser adelantada por autoridades judiciales o
administrativas. En suma, incurre en la conducta el sujeto
-no calificado- que por cualquier medio engañoso de
carácter idóneo induzca en error al servidor público para
obtener sentencia, resolución o acto administrativo
contrario a la ley.

(iii) Caso concreto:

Como se concluyó al responder el primer cargo


formulado con respecto a la falsedad material en
documento público, las adulteraciones realizadas a la
escritura pública surgían innecesarias, por cuanto el
contrato contenía el plazo para el vencimiento de la
obligación, que era de carácter legal, de manera que el
incluido ex novo (un año) resultaba irrelevante para hacerla
efectiva judicialmente.

34
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

Si, en esas condiciones, la falsedad se tornaba inocua,


es claro que el medio utilizado por el procesado para
obtener el mandamiento de pago y luego la sentencia de
seguir adelante con la ejecución no puede catalogarse como
fraudulento, elemento necesario, como quedó visto en el
acápite precedente, para la estructuración del delito de
fraude procesal.

A este respecto, es pertinente recordar que los delitos


conexos son aquellos que se encuentran estrechamente
entrelazados, como cuando un punible se erige en medio
para alcanzar un fin delictivo (conexidad teleológica); por
ejemplo, cometer un homicidio para realizar un hurto.
También, cuando una conducta delictiva se comete para
asegurar el producto de otra; v.g., cuando se lavan los
activos procedentes de un delito de extorsión (conexidad
paratática). Igualmente, en aquellos casos en los que el
segundo delito se comete para ocultar uno anterior; por
ejemplo, cuando se causa la muerte al testigo de un acceso
carnal violento (conexidad hipotática) [CSJ SP, 24 de nov.
de 2010, rad. 34482].

Bien puede afirmarse aquí que entre la alteración de la


escritura pública y su posterior uso para promover, con
base en ella, el proceso ejecutivo hay una conexidad
teleológica, pues con lo primero se pretendía obtener una
decisión favorable a los intereses del demandante. Sin
embargo, en cuanto no es factible predicar la existencia del

35
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

delito medio, pues la falsedad, dado su carácter inocuo, no


tuvo concreción, es claro que tampoco sería afortunado
preconizar la ocurrencia del delito fin.

De todas maneras, así pueda considerarse que las


agregaciones hechas al documento público, no obstante la
inocuidad de la falsedad así realizada, ostentan la condición
de medio engañoso, tampoco en ese caso es factible
sostener la estructuración del punible de fraude procesal,
pues las alteraciones carecían de idoneidad para inducir en
error al Juez Trece Civil Municipal de Medellín, si se tiene
cuenta que no sirvieron de fundamento para demandar la
cancelación de la obligación, ni consiguientemente, para
librar el mandamiento de pago y ordenar seguir adelante
con la ejecución.

En efecto, como quedó visto atrás, en la demanda


ejecutiva se solicitó el pago de la suma de $5.000.0000 de
capital, más los intereses causados a partir del 18 de
noviembre de 1999. Es cierto, como lo reconoce el actor,
que en el punto 4. de los hechos de la demanda se señaló lo
siguiente: “El plazo pactado para la cancelación del capital
fue el de un (01) año contado a partir desde (sic) el día de
constitución de la hipoteca, es decir, el día 17 de julio de
1997”, en una clara remisión a los agregados efectuados a
la escritura pública.

Sin embargo, no es menos cierto que en el punto 6.,


también de los hechos de la demanda, se consignó: “Los
intereses de plazo pactados en la escritura pública fueron

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CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

cubiertos hasta el 17 de noviembre de 1999, y de ahí en


adelante no han hecho ningún otro abono ni a intereses ni a
capital”. De esta afirmación surge claro que el ejecutante
echó mano de la cláusula aceleratoria consignada en la
parte inicial del contrato, en la cual a modo de obligación
condicional se estableció, conforme quedó visto atrás, que
la demora de dos mensualidades en el pago de intereses
haría exigible la cancelación del capital e intereses no
pagados.

En el punto 6. de los hechos de la demanda, se insiste,


se dijo que a partir del 17 de noviembre de 1999 el deudor
no había hecho abonos ni a capital ni a intereses. Si se
tiene en cuenta que el libelo civil se instauró el 28 de enero
de 2004, es claro que para entonces ya habían
transcurrido, y de lejos, los dos meses de retardo. Es claro
que si los textos alterados hubieran constituido el
fundamento de la demanda, lo lógico es que su instauración
se hubiese dado con mucha anticipación, incluso antes de
ocurrir la condición, pues el año al cual aludían dichas
agregaciones se cumplió el 17 de julio de 1998.

Para abundar en razones, obsérvese cómo,


precisamente, el juez civil libró el mandamiento de pago y la
posterior orden de seguir adelante la ejecución por los
intereses causados desde el 18 de noviembre de 1999, es
decir, el día siguiente a aquel en que empezó a producirse la
mora.

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CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

Sin duda, la lectura distorsionada de las pruebas


antes mencionadas, no advertida por el Procurador
Delegado porque no contrastó el fallo impugnado con dichos
elementos de juicio, llevó al Tribunal a sostener que el
fundamento de la demanda y de las posteriores decisiones
del Juez Trece Civil Municipal de Medellín lo constituyeron
las agregaciones efectuadas a la escritura pública cuando,
de acuerdo con lo visto, tal enfoque está lejos de la realidad
de lo ocurrido.

En consecuencia, la conducta atribuida al procesado


no configura el delito de fraude procesal porque el medio
utilizado en la demanda ejecutiva no ostentaba la condición
de fraudulento y, en todo caso, carecía de idoneidad para
inducir en error al servidor público, en este caso el Juez
Trece Civil Municipal de Medellín.

Prospera también el cargo, por lo que se casará,


igualmente, la sentencia impugnada para absolver a
ARGEMIRO VILLA TOBÓN por razón del delito atentatorio de
la eficaz y recta impartición de justicia en alusión.

La prosperidad de los dos cargos analizados por la


Sala, torna innecesario abordar el examen de los otros dos,
también postulados en la demanda, pues estos últimos
persiguen el mismo objetivo, es decir, obtener la absolución
del acusado.

Es de anotar que la Sala se abstiene de disponer


acerca de la libertad del procesado, porque en el curso del

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CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

proceso no se le impuso medida de aseguramiento, y si bien


en la sentencia de primera instancia se le negó la
suspensión condicional de la ejecución de la pena, allí
mismo se le concedió la prisión domiciliaria.

En mérito de lo expuesto, la CORTE SUPREMA DE


JUSTICIA, SALA DE CASACIÓN PENAL, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE

Primero. CASAR la sentencia impugnada.

Segundo. ABSOLVER a ARGEMIRO VILLA TOBÓN de


los delitos de falsedad material en documento público y
fraude procesal.

Tercero. COMUNICAR a las autoridades respectivas lo


pertinente, con el fin de cancelar las anotaciones que le
generó al procesado la iniciación de esta actuación procesal.

Contra la presente sentencia no procede recurso


alguno.

Notifíquese y cúmplase.

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CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

FERNANDO ALBERTO CASTRO CABALLERO

JOSÉ LUIS BARCELÓ CAMACHO

JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

MARÍA DEL ROSARIO GONZÁLEZ MUÑOZ

GUSTAVO ENRIQUE MALO FERNÁNDEZ

EYDER PATIÑO CABRERA

40
CASACIÓN No. 39090
ARGEMIRO VILLA TOBÓN

PATRICIA SALAZAR CUÉLLAR

LUIS GUILLERMO SALAZAR OTERO

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

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