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El partido político se define como “instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político,
promueven y encauzan la participación de los ciudadanos y contribuyen a la formación y
manifestación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de
elección popular y de influir en las decisiones políticas y democráticas de la Nación” y los
movimientos políticos como “asociaciones de ciudadanos constituidas libremente para influir en la formación de la
voluntad política o para participar en las elecciones”
En contraste con un partido político, un movimiento político no se organiza para que miembros del
movimiento sean elegidos para instituciones de poder político, sino que anima a convencer a los
ciudadanos y al gobierno para que emprendan acciones en torno a los asuntos y preocupaciones
que son el foco del movimiento.
La razón de ser de un movimiento político no se limita a la consecución del poder, sino que se ubica en
la motivación que lo ha impulsado a obtenerlo o alcanzarlo. En este sentido, podemos decir que un
movimiento político alcanza su plenitud cuando posee el poder necesario para mantener, transformar o
destruir al Estado.
Un movimiento político comienza a desdibujarse al obtener su finalidad (el poder político) y a
deteriorarse al alcanzar su razón de ser (mantener, transformar o destruir al Estado).
Cuando un movimiento político alcanza el poder, comienza a imponer (y la gente aceptar,
entusiasmada o resignada) su visión particular como visión general de la sociedad. De ahí que, en
tanto no cobren fuerza las visiones opositoras, las particularidades se van diluyendo en la
generalidad, a menos que se mantengan, o traten de mantenerse, por la vía del fanatismo, el
consenso, la manipulación o, en último caso, por la fuerza del autoritarismo o del totalitarismo, lo que
sirve para postergar, a veces por mucho tiempo, el proceso de desdibujamiento o desaparición.