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definiciones de las que derivarán las acciones buenas. Este intelectualismo moral basa en el pleno uso de las
capacidades racionales, la posibilidad de obrar bien. La característica esencial del intelectualismo moral es la
siguiente: la experiencia moral se basa en el conocimiento del bien; solamente si se conoce qué es el bien y
qué es la justicia se pueden realizar el bien y la justicia.
Sócrates hace las siguientes consideraciones a sus conciudadanos: cuando un ejército quiere derrotar al
enemigo no se realiza una consulta popular para establecer el modo de atacar, es el estratega quien decide
la manera de dirigir a los soldados, plantear las batallas y, obviamente, son los soldados expertos los que irán
a la batalla. A continuación, Sócrates dice: ¿por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que es el
bien de la ciudad y las leyes adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos, dejamos que todo el
mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquél que sabe?
Para el intelectualismo moral los asuntos morales y políticos tienen que ser cosa de expertos. Esta propuesta
socrática puede dar lugar a interpretaciones políticas antidemocráticas y elitistas (como, por cierto, se ve
claramente en la filosofía política de su discípulo Platón). Pero aun así debe entenderse que en el contexto
social y político en el que Sócrates vivió y la importancia que daba a la formación consideraba que el hombre
está preparado para determinadas tareas y no otras.
En la línea de este pensamiento, el mal sería fruto del error o del mal uso de la razón, es por ello que la
educación debe tender a iluminar las mentes con el fin de que los hombres puedan por sí mismos conducir
sus vidas a la virtud y por ende a la felicidad.
En definitiva, hacer el bien y vivir bien son una, y la misma cosa. El hombre bueno es feliz y el malo no
lo es.
Su objetivo es la recuperación axiológica de la ética. Una ética de principios universales permitirá que reine la
justicia. Sólo erigiendo un concepto de justicia universal y teniendo en claro su significado, todos
procederemos con justicia.
Ésta es la clave de su "ética intelectualista", es decir que el intelecto es la base del obrar ético; la virtud es el
conocimiento, mientras que el vicio es la ignorancia.
De esto, se desprende la confianza de Sócrates en la naturaleza bondadosa del ser humano. No hay quien
obre mal a sabiendas, no hay mala intención sino solamente desconocimiento de que se está obrando mal
(intelectualismo moral). Para el sileno, la educación es el camino hacia la ética. La virtud se aprende y se
practica. El que sabe qué es la justicia, el bien, la verdad, obrará en consecuencia siempre, en cambio el
ignorante podrá obrar con conductas contrarias al bien y a la justicia, aunque no de forma intencionada.
En definitiva, Sócrates nos incita a vivir conforme a la razón, con el fin de tener una buena vida y ser
felices; seremos felices si somos personas autónomas y obramos por deber propio. En pocas
palabras, seremos felices si actuamos sabiendo lo que hacemos y teniendo en cuenta al prójimo.
Todo cambia en la Grecia clásica. A partir de Sócrates, se democratiza la virtud mediante la “paideia” –
educación-. La virtud se aprende y se practica, no se hereda en la sangre.
Para Aristóteles la virtud es un hábito adquirido. El hábito de actuar en vista de lo mejor. No basta saber qué
es el bien, sino que hay que practicarlo, y sólo de este modo, por hábito, llegaremos a ser buenas personas.
Con esta visión, Aristóteles supera el intelectualismo moral socrático y enmarca el tema de la virtud en sus
dos clases: virtudes éticas y virtudes dianoéticas o intelectuales.
Ambas expresan la excelencia del hombre y su consecución produce la felicidad, ya que ésta última es "la
actividad del hombre conforme a la virtud".
A través de las virtudes éticas, el hombre domina la parte irracional del alma, es decir, las inclinaciones del
alma sensible, los impulsos propios del alma de los animales. Estas virtudes son adquiridas a través de la
costumbre o el hábito para regular las relaciones entre los hombres.
En el siguiente cuadro podemos observar distintos ejemplos de virtudes éticas, entre los dos extremos:
exceso o deficiencia.
VIRTUDES ÉTICAS =TÉRMINO MEDIO
Disposición voluntaria adquirida (hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio
entre dos vicios”. Se dan en relación con la parte apetitiva o volitiva del alma humana y su objetivo
es perfeccionar el carácter, el modo de ser y de comportarse. En una palabra, nos enseñan a ser
buenos, mediante el hábito o práctica.
EXCESO TEMERIDAD DESENFRENO PRODIGALIDAD VULGARIDAD IRA
TÉRMINO
VALENTÍA TEMPLANZA LIBERALIDAD MAGNIFICENCIA MANSEDUMBRE
MEDIO
DEFICIENCIA COBARDÍA INSENSIBILIIDAD AVARICIA MEZQUINDAD APATÍA
Es posible que la teoría de la felicidad, que hemos visto en el apartado anterior, con la que
Aristóteles aborda la ética, te haya parecido un planteamiento poco novedoso y en el fondo
un poco platónico. Pero ahora vamos a abordar la ética desde la perspectiva de la teoría de
la excelencia o desde el ámbito de la sabiduría práctica, que es una perspectiva más
interesante. Ahora vamos a ver a un Aristóteles que realiza un minucioso análisis de la
moral. Para ello vamos a partir de su teoría de la areté, también denominada virtud o
excelencia.
Las excelencias del carácter o virtudes morales Lo primero que tenemos que decir es que
la utilización del término carácter, como traducción del original griego ethos no es muy
adecuada, ya que nos puede confundir y hacernos pensar que se refiere a una disposición
psicológica, como cuando solemos hablar del carácter que tiene una persona. Así pues,
debemos entender CARÁCTER (ETHOS) como la forma de ser de una persona, que se
revela en sus acciones. Pero no en cualquier tipo de acción, sino de aquellas que son
habituales. Así, el carácter se articula en los hábitos (actitud de la que surgen nuestras
respuestas) y estos se ponen de manifiesto en las acciones. Para comprender mejor qué
son las excelencias del carácter, vamos a partir de un texto de Aristóteles: "Por lo tanto, la
virtud (areté) es un hábito, una cualidad que depende de nuestra voluntad, consistiendo en
este medio que hace relación a nosotros, y que está regulado por la razón en la forma que
lo regularía el hombre verdaderamente sabio. La virtud es un medio entre dos vicios, que
pecan, uno por exceso, otro por defecto; y como los vicios consisten en que los unos
traspasan la medida que es preciso guardar, y los otros permanecen por bajo de esta
medida, ya respecto de nuestras acciones,
¡Je,je! Sabia que podrías preguntar algo así, ya que es lo que puede parecer a primera
vista. Pero nada más lejos de la intención de Aristóteles. - Para aclarar esto, hay que
afirmar que existe un orden natural al que tienen que ajustarse las excelencias del carácter,
por ese motivo no todo vale. Hay acciones que no admiten término medio como la maldad,
la envidia, el robo, el homicidio. Sin embargo, hay otras acciones en las que es necesario
un término medio individualizado. Por ejemplo, si hablamos de la valentía, ésta no es igual
para una persona más osada, que para otra más tímida. Lo que resulta normal para una
persona osada, puede resultar temerario para la persona tímida. Finalmente, hay que
indicar, que este término medio viene determinado por una reflexión correcta, propia de un
ser humano con sabiduría práctica. Aparece así la sabiduría práctica, que es una de las
excelencias del carácter. Por ello, LA SABIDURÍA PRÁCTICA SE CONSTITUYE EN LA
BASE DE LA TEORÍA ÉTICA de Aristóteles, ya que es necesario una sabiduría práctica
aplicando racionalmente principios generales a las circunstancias de cada caso particular.
El término medio es difícil de determinar, y en algunos casos está más próximo al defecto o
al exceso (el coraje se opone más a la cobardía que a la temeridad). Ninguna regla nos
ayudará a saber lo que debemos hacer; debemos esperar a encontrarnos en las
circunstancias particulares de nuestra acción y tomarlas a todas en cuenta. La sabiduría
práctica o prudencia Dentro de las cinco excelencias de la inteligencia (técnica,
ciencia,sabiduría práctica, sabiduría e intelección) la que nos interesa es la sabiduría
práctica, que además es una de las excelencias del carácter. La sabiduría práctica o
prudencia se constituye en la base de la teoría ética de Aristóteles.
Responder estas preguntas tal vez implique para el filósofo mostrarnos que tenemos la capacidad para
alcanzar una vida en libertad y felicidad.
Establece que la razón pura, puede resolver cualquier problema que pueda surgir en nuestra existencia, pero
la lectura de sus contemporáneos pudo arrancarlo de lo que él mismo reconocía como un “sueño dogmático”
que no le permitía valorar el peso de la experiencia, sin la cual el razonamiento sería nada más que una mera
especulación sin sentido.
Para Kant la razón es una facultad del pensamiento que surge luego de un proceso de abstracción.
Su inicio se da con aquello que estimula nuestros sentidos aportándonos una “sensación” de la realidad
externa, a la que convertimos en “dato”.
Ese dato será ordenado por el pensamiento y regulado por el “entendimiento”. Así, los datos de los sentidos
serán relacionados con los correspondientes “conceptos”. Esta acción sería imposible sin nuestra capacidad
de entender. El entendimiento organizará los datos de acuerdo a categorías regladas.
Las “categorías” relacionan los datos entre sí y con los conceptos, de tal forma que la información se
presenta de manera ordenada y regular.
Así, mediante la aplicación de la “categoría” de “causa”, comprendemos que hay una causa para que, por
ejemplo, los alumnos de todo un curso saquen una mala calificación en un exámen. Sabemos, positivamente
que la causa se produce antes que el efecto. Causa y efecto no están en la realidad puesto que la
información de los sentidos sólo me muestra dos hechos sucesivos (semana del estudiante – todo un curso
aplazado en un examen). Será nuestra mente la que exigirá que para todo efecto exista una causa.
Así, el orden y coherencia que la razón pone al proceso entre los distintos juicios que ha elaborado el
entendimiento, es logrado por “Ideas Trascendentales” -como las llama Kant-. El “yo”, que interpreta
determinados fenómenos como procedentes de mi interior; el “mundo”, que determina lo que procede del
exterior de mi mente; y “Dios”, la idea organizadora y definitiva que nos permite esperar que los fenómenos
de mi mente y los del mundo estén relacionados entre sí. Las ideas generales o trascendentales son
utilizadas por la razón para imponer orden y coherencia.
Aquí, se ve con claridad que no culmina fácilmente la tarea del pensamiento, puesto que, en primer lugar, se
nos genera una sensación producto de lo que externamente ocurre. Esa sensación es convertida en dato, el
cual será ordenado por el pensamiento y regulado por el entendimiento, y luego se elaborarán los juicios que
relacionan los datos con los conceptos correspondientes.
El proceso continúa de la siguiente manera: si los juicios que elabora mi pensamiento mostraran
contradicciones, la razón utilizará ideas generales que podrán orden y coherencia entre los datos que recoge
la sensación y los juicios que elabora el entendimiento.
Según Kant, el hombre no es un pasivo receptor de la información que nos proporciona la realidad. Al
contrario, la mente es activa, indaga, obliga a la realidad a que brinde información. Así, en el proceso de
conocimiento, el ser humano hará que la realidad se adapte a las condiciones a priori del conocimiento
humano.
Esto ocurre porque la mente humana tiene unas estructuras de pensamiento, unas formas de organizar la
información de la realidad, sin las cuales todo sería caótico y sin sentido. El almacenamiento de información
se daría sin ningún orden sin estas estructuras “a priori”, -es decir, previas a toda experiencia-; y, además,
son las que establecen las “condiciones de posibilidad”, es decir, condiciones que hacen posible que la
realidad sea real y no un sueño.
Esas estructuras del pensamiento van a ser distintas, en virtud del proceso de conocimiento. Espacio y
tiempo en este esquema, jugarán como herramientas que organizarán la información.
En este punto, vemos que en un procedimiento tan complejo y automatizado por la razón, se producen
errores, tanto de la mala utilización de las herramientas como de lo que hayamos aprendido y convertido en
“condiciones de posibilidad” y, también, de lo que hayamos establecido como fundamento de esas “Ideas
Trascendentales”.
Como ya develamos al inicio, Kant observó que la razón pura debe ser objeto de crítica, indagando sus
posibilidades y límites. El primer paso, es admitir que lo que entendemos por realidad es una construcción
intelectual generada a partir de los datos de los sentidos en combinación con las estructuras a priori del
entendimiento y la razón.
Las cosas en sí, no pueden ser conocidas, sino tan sólo lo que podemos captar de ellas en virtud del proceso
cerebral ya descripto. Según Kant, entonces, sólo podemos conocer los fenómenos de la realidad. La realidad
en sí misma, la que existe independientemente de los seres humanos, es inaccesible.
Podemos suponer que detrás de los fenómenos existe una realidad independiente. Podemos suponer, por
ejemplo, que las cosas ocurren por una relación causa-efecto o incluso que el tiempo es realmente
irreversible, pero son suposiciones. No habrá seguridad de que realmente sea así. Para Kant no cabe un
conocimiento de la realidad “nouménica” pero es posible acceder a dicha realidad mediante la experiencia
moral. Estas suposiciones o noúmenos (literalmente “lo que se intelige”, porque no se puede experimentar,
sólo suponer o razonar), son los límites de nuestro conocimiento.
Queda claro que para el filósofo no conseguiremos el conocimiento de la realidad en sí misma. Pero sí
podemos obtener su conocimiento objetivo, es decir una aproximación mayor y más exacta a la auténtica
realidad. Esto es lo que proporciona la ciencia.
El sentido de justicia es interés de Kohlberg, como también afirma la autora señalada, considerando que
cambia y se desarrolla con el tiempo a medida que el sujeto se interrelaciona con el entorno.
De las investigaciones que realizara, Kohlberg deduce que el niño construye sus propios valores morales y
se desarrolla con el ejercicio de su conducta y que es integrante del proceso del pensamiento que
empleamos para extraer sentido de los conflictos morales que surgen de la vida diaria.
Kohlberg, descubrió que en el hombre hay tres niveles de desarrollo moral, con dos etapas cada uno.
En este proceso de crecer, nos indica que el hombre, pasa de una etapa a la siguiente sin saltarse nunca la
anterior, lo cual no quiere decir que todos lleguen a los más altos niveles. Siendo así, una persona puede
detenerse en cualquier etapa. Lo que sí plantea, es que invariablemente una persona para alcanzar la sexta
etapa debe sí o sí atravesar cada una de las etapas previas.
Explore a continuación, haciendo clic en el link, una breve descripción de cada una de las etapas , agrupadas
por niveles.
Kohlberg, da a entender que el inicio de nuestra
existencia está signado por el egocentrismo. Y en la
medida que vamos desarrollándonos, resolviendo
conflictos cada vez más intrincados, nos acercamos a
perspectivas morales cada vez más cercanas al
altruismo, que tiene su máximo desarrollo en la sexta
etapa.
El autor afirma que cada etapa superior representa una forma de desarrollo cognitivo que de hecho,
constituye también una forma de desarrollo moral.
En este sentido, Kohlberg arriesga además que en la misma medida que una etapa cognitiva va en
ascenso/progreso, la etapa moral es correlativa a ese ascenso/progreso; por lo tanto, cada etapa
superior es "más moral" que la etapa anterior, proyectándose en criterios morales formales de
obligatoriedad y universalidad.
Para Kohlberg, el desarrollo cognitivo y el moral van juntos, porque el conflicto constituye parte del
tejido social y laética siempre será un buen lente para enfocar el problema en busca de su
resolución. De esta forma, el autor nos hace ver en qué etapa de desarrollo moral se encuentran las
personas en virtud de sus respuestas a diversos conflictos.
A través de uno de los dilemas que utilizara para realizar sus investigaciones, Kohlberg nos presenta
la aplicación práctica de su análisis en un caso imaginario. Lo veamos.
Una mujer enferma gravemente. Un farmacéutico descubrió el remedio para ese mal y pide una
fortuna por una pequeña dosis. El esposo de la mujer, el señor Heinz, no alcanza a juntar el dinero
necesario y en un acto desesperado, al no haber podido doblegar la negativa del farmacéutico, que
está convencido de su derecho a cobrar lo que él considere por el fruto de su trabajo, asalta la
farmacia y sustrae la medicina para su mujer.
Kohlberg afirma que Heinz obra correctamente, en función de que ubica a “la vida” por encima de
“la propiedad”. Y justifica su postura afirmando que es así porque únicamente un razonamiento
moral de la sexta etapa puede resolver correctamente el dilema planteado. A continuación expone
brevemente por qué, y en opinión de Kohlberg, las etapas anteriores a la sexta no pueden enfrentar ni
resolver el dilema, afirmando que se debe poner la vida por encima de la propiedad del farmacéutico
y eso es logrado únicamente por aquel que está en la sexta etapa.
Analizando cómo afrontaría un sujeto el dilema, etapa por etapa, veríamos que encontrándose en la
primera, la segunda o la tercera no hay una aceptación autónoma del valor “vida”:
Mediante el concepto de “reversibilidad”, Kohlberg afirma que cualquiera que entienda los valores
de la vida y la propiedad reconoce que la vida es moralmente más valiosa que la propiedad.
Ahora bien, ningún proceso de “evolución” es gratuito. Se debe estar preparado para asumir los
costos. Esto permite afirmar que puede haber sujetos que tengan una capacidad de estar en la sexta
etapa pero voluntariamente prefieren razonar a un nivel inferior.
Podría preguntarse seguramente, luego de haber analizado cada etapa, ¿recién con el quinto estadio
sería cuando se produce efectivamente el “salto ético”? Podríamos responder que sí, efectivamente,
ya que es aquí donde se evidencia el cambio cualitativo, es aquí donde se procede a razonar acerca
del contenido y orden de intereses y valores.
Como bien destaca Lawrence Thomas en “Compendio de Ética”:
“…por vez primera, el desarrollo moral incluye un elemento crítico, pues un aspecto de este
desarrollo es ahora el recurso para criticar a aquellos con los cuales uno se identifica. Una sociedad
que quite sumariamente la vida y limite la libertad de cualquiera de sus miembros es mala, y punto.
Una persona en la quinta etapa juzgaría la cuestión de este modo —y presumiblemente lo haría
independientemente de cuantos miembros de la sociedad pensasen de otra manera. Así, el valor
moral también entra en escena; pues al contrario que los de los individuos de la cuarta etapa, los de la
quinta etapa no se preocupan tanto por identificarse con los intereses y valores de los demás como
para adoptar de manera acrítica la perspectiva moral de la sociedad. Y los individuos dispuestos a ser
conocidos por tener creencias morales que disienten de las de la mayoría de sus conciudadanos
muestran una dosis de valor moral….”.
En este punto observamos que, para reconocernos en la sexta etapa, lo primero que se vislumbraría es
la existencia de un “mayor coraje moral”, como afirma Lawrence Thomas en “La moralidad y el
desarrollo psicológico” (Compendio de Ética, págs. 621 a 636); ello, siempre y cuando se esté
dispuesto a pagar los costos de ese “coraje”.
Podemos ver que para llegar a esta “deseable” sexta etapa se requiere, por un lado, el desarrollo
cognitivo básico y, por otro, la entereza como para sostener las propias convicciones aun a costa de
uno mismo.
Thomas, interpretando a Kohlberg, expresa que ese desarrollo cognitivo, no necesariamente implica
la apropiación de ese coraje moral. A su vez afirma, alejándose aquí de Kohlberg, que sería imposible
un desarrollo moral sin un proceso de formación moral. Deben incorporarse contenidos sustantivos
sobre el bien y el mal. Y más allá de esta afirmación, que al menos intuitivamente aparece como
razonable, surge una nueva pregunta ¿alcanza esta incorporación de contenidos sustantivos para
adquirir “coraje moral? Obviamente, no.