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Este artículo cuestiona ese mito y coloca lo que muchos hoy denominan como
“matemática occidental” en su sitio correcto en los argumentos—es decir, como
una de las armas más poderosas en la imposición de la cultura occidental.
Definir las matemáticas como un fenómeno cultural, es suponer que todas las
culturas realizaron y realizan las matemáticas, así pues, “¿cuáles son las
actividades matemáticas equivalentes a la comunicación, que dio lugar al
desarrollo del lenguaje?” (Bishop, 1991, p. 42). El mismo autor describe seis
actividades universales que implican un desarrollo matemático, bien aisladamente
o bien por interacción entre las mismas. Contar y medir, actividades que implican
el número pero que se derivan de necesidades contextuales diferentes. Localizar y
diseñar, que implican una estructuración del espacio, la primera relacionada con
aspectos topográficos y cartográficos y la segunda con la idea de la forma. Jugar y
explicar, incluidas dentro de la función de la cultura de relacionar a unas personas
con otras. Todas estas actividades favorecen y posibilitan el desarrollo de la
tecnología simbólica que llamamos matemáticas.
Alan Bishop (1999, 2000) parte de que las matemáticas son un fenómeno cultural,
un producto de la cultura que se ha ido desarrollando como resultado de diversas
actividades. Existen una serie de actividades “universales” que han dado pie a la
construcción de las matemáticas y están presentes en todas las culturas, éstas
son: contar (el uso de una forma sistemática para comparar y ordenar fenómenos
discretos); localizar (exploración espacial del entorno cercano, conceptualización
y simbolización de dicho entorno a partir de modelos, diagramas, palabras, etc.);
medir (cuantificación de la cualidad para la mayor parte de las comparaciones y
ordenaciones, usando objetos o señales como instrumentos de medida); diseñar
(creación de formas para los distintos objetos o para cualquier parte de un entorno
espacial); jugar (inventar juegos y pasatiempos divertidos, con más o menos
reglas); explicar (buscar formas de justificar la existencia de fenómenos que
pueden ser religiosos, animistas, científicos, etc.).
Poder explicativo (no se trata sólo de “hacer”, sino también del poder de
explicar lo que se hace); y Concepción amplia y elemental (se deberían de
ofrecer varios contextos, porque el poder de explicación, que se deriva de la
capacidad de las matemáticas para conectar entre sí grupos de fenómenos
aparentemente dispares, se debe manifestar por completo).
II. Componente societal (ejemplifica los múltiples usos que hace la sociedad
de las explicaciones matemáticas.