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Cuentan que cuando una vez le preguntaron a Winston Churchill cómo eran
los franceses, respondió: "no lo sé, no los conozco a todos". En verdad, una
pregunta de este estilo es muy difícil de contestar aún hoy teniendo en cuenta
el avance estadístico en las ciencias sociales desde entonces (en técnicas de
análisis de encuestas y censos). Remite a subjetividades colectivas que tienen
elementos de estabilidad y de cambio y en las que subyace una gran
complejidad de conexiones que es la sociedad misma.
1
Algún tiempo luego de escritas estas líneas, se conoció en el 2007 la
encuesta sobre percepción de exclusión social y discriminación en la
que participó el Observatorio Montevideo de Inclusión Social. Más allá
de la discusión metodológica posible, puede decirse que los datos
contribuyeron a desmantelar algunos mitos y mostrar una profunda
fractura social.
y estar en la sociedad. Pero no se trata de una discusión solamente sobre
medios masivos de comunicación. La discusión sobre subjetividades colectivas,
debe remitir a distintos espacios sociales donde se construye y donde se han
dado profundas transformaciones si se compara con algunas décadas atrás: la
familia, los lugares de trabajo, el sindicato, el barrio, entre otros.
Sin tratar aquí de entrar en calidades fílmicas ni pedir más Sociología a una
película, sino simplemente reflexionar sociológicamente a partir de la misma,
cuando se hace un balance del cuadro mostrado aparece muy claramente la idea
de imposición de programas económicos desde el exterior donde se beneficiaron
(claro está y lo siguen haciendo) determinados intereses. Pero esto resulta
insuficiente como explicación. El problema es tratar de entender las estructuras
de dominación y la construcción de subjetividades que hicieron posible lo que
sucedió. Es decir, hubo sectores no directamente beneficiados de la sociedad
argentina que apoyaron decididamente el modelo. Hubo complicidades no solo
en sectores de poder económico y político que hicieron posible la reproducción
social del mismo2.
2
La siguiente película documental del director "La dignidad de los
nadies" (Argentina, 2006), en cambio, puede ser entendida como una
pieza etnográfica y sociológica, al seguir trayectorias de hombres y
mujeres en diferentes posiciones sociales y sus formas de creatividad
y resistencia desde la cotidianeidad.
comprender la subjetividad colectiva como un espacio de luchas donde compiten
fuerzas para el establecimiento de consensos. Un consenso se puede generar no
porque sea evidente, se hace evidente porque los agentes que lo promueven
tienen recursos para impulsarlo.
A veces los proyectos sociales se imponen por la fuerza pero solo la fuerza no
alcanza para mantenerlos. Algo que seguramente perturba a los españoles, por
poner un ejemplo, cuando tratan de explicar la sobrevivencia por cuarenta años
de dictadura franquista. Recordemos: en un contexto europeo que después de la
segunda guerra mundial no fue la regla. Deben explicarse entonces
complicidades políticas y sociales fuertes de una parte importante de la sociedad
española.
Dentro de las especificidades que tuvieron las dictaduras del cono sur, la
dictadura uruguaya procuró construir un consenso social específico y fracasó.
Hay que explicar entonces contexto y agentes sociales y las relaciones de fuerza
que hicieron posible ese fracaso, pero también las complicidades y los miedos
que podrían haber derivado en otro resultado histórico. Como sea, igualmente la
experiencia disciplinaria transformó la sociedad uruguaya aunque menos de lo
que se lo propuso.
Ahora bien, ¿existe mucha distancia entre lo que esta expresión encierra y lo
que el concepto de ideología implica? Porque si no es así, ¿por qué no nos
quedarnos con el más difundido concepto de ideología?, ¿por qué acudir a
herramientas conceptuales que genera asociaciones directas con un autor
específico, frente a otros numerosos aportes?. ¿Se trata de una mera cuestión de
marketing sociológico y de cómo seduce la expresión?, se podría preguntar tanto
un entusiasta marxista como un teórico conservador que coloque en el individuo
su unidad de análisis.
3
Según rastrea Raymond Williams, ideología apareció en inglés por
primera vez en 1796, como una traducción de la palabra francesa
"idéologie" propuesta por el filósofo Destutt de Tracy que se aplicaba
al plano de las ideas, diferenciada de la antigua metafísica
(Williams, 2000).
Europa, con buenos trabajos sobre ideología. Esto daría mucho para hablar, aquí
apuntamos que entre ellos, pueden identificarse dos extraordinarios trabajos
sociológicos sobre ideología de la década del ochenta y marcar su legado a
nuestros efectos. En primer lugar, está el del sueco Göran Therborn, quien en "La
ideología del poder y el poder de la ideología", analizaba la "función" de ésta en la
organización, mantenimiento y transformación del poder en la sociedad
(Therborn, 1987).
Por ejemplo, refiriéndose a los políticos la expresión "son todos iguales" puede
ser postulada por agentes en distintas posiciones sociales. El problema es que a
partir de aquí, si no se provee otra reflexión adicional, no se deriva ninguna forma
de resistencia sino de resignación. Es decir, la idea "a fin de cuentas, todo
gobierno termina haciendo lo mismo", lleva a un pesimismo arraigado y
generalizado, que desactiva posibilidades de transformación. Por cierto esto, no
pretende eludir que muchas veces los propios cuadros de gobiernos
"progresistas" actuales en América Latina oscilan entre la adaptación y la
resignación. En el caso uruguayo, hablaremos de estos temas en el capítulo 8.
Es difícil que hoy un agente social sustente públicamente que los derechos no
deben expandirse en una sociedad. Es políticamente incorrecto. Pero, en los
hechos, la construcción de derechos puede ser pensada en un sentido restrictivo,
atada inquebrantablemente a la propiedad privada o en un sentido amplio,
radical, emancipatorio. Esto puede dar lugar a diferentes visiones de sociedad
que se cruzan con las posibilidades contextuales globales y con la construcción
sociohistórica. No son, notoriamente, las mismas las posibilidades y lógicas de
construcción de derechos en una sociedad del capitalismo central que en una
sociedad periférica del sistema mundo, pero siempre supone acciones colectivas
para lograrlos.
Ayer como hoy, puede incluirse aquí una variada gama de demandas
posibles: vivienda, infraestructura y servicios urbanos, seguridad, etc. Para el
sociólogo catalán, todo lo anterior se ubicaba en la esfera del consumo
colectivo, o de nivel reproductivo de la fuerza de trabajo, en un esquema por el
cual a partir de determinadas carencias, se producían movimientos sociales
urbanos.
VAIVENES DE UN DEBATE.
4
Además de los trabajos de Elster a los que aquí se recurre y se
citarán expresamente, cabe recordar del autor otros importantes
títulos como “El cemento de la sociedad “; “Juicios salomónicos” o “El
cambio tecnológico” entre otros.
naturaleza humana o social en el examen de conductas individuales, subráyese
que para Elster se trata, más que otra cosa, de una consideración
metodológica. Consideración que descansa en la valoración especial de la
explicación intencional, propia de la sociedad, frente a los otros tipos
explicativos: el causal (usada en todas las ciencias) y el funcional que merece
un detenimiento particular por lo que Elster entiende del mismo.
5
Para este punto, vinculado a la participación en acciones colectivas,
véase por ejemplo, Aguiar (1990).
6
Además de Elster, la lista de autores importantes vinculados a la
propuesta de marxismo analítico, incluye a Gerald Cohen, conocido en
el cono sur por “La Teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa”
(1986), John Roemer, popularizado por compilar una serie de trabajos
en esa dirección (1989) y Erik Olin Wright. No obstante debe aclararse
que Cohen y Wright se distancian del individualismo metodológico. Y en
particular de las contribuciones de éste último, debe marcarse el
carácter relacional de su concepto de situaciones contradictorias de
clase (1983). El mapa de clases sociales allí presentado, no obstante,
ha tenido reelaboraciones posteriores.
En esa perspectiva, Elster publicó en 1985 un extenso trabajo “Making sense
of Marx”, sobre el cual se conoce en español una versión reducida (Elster,
1992). Con exposición cuidadosa pero muy polémica, el autor consideraba que
en Marx se identifican dos vertientes metodológicas: la de abordajes desde
entidades colectivas no reducibles a lo individual (capital, clase, etc.) de base
hegeliana y la de abordajes desde un incipiente individualismo metodológico,
donde se advierte el pasaje de lo grupal a lo individual. En este último plano,
los intereses, la intencionalidad de los individuos permite la explicación de la
reproducción del sistema económico. Pero lo demás, en buena parte de lo
que identifica en lo primer eje, termina siendo una explicación funcionalista
estéril7.
7
Véase este pasaje por ejemplo: “Otra entidad supraindividual
misteriosamente dotada con poderes para actuar es el capital” (Elster,
1992: 199). Luego, en el marco de un capítulo de carácter obituario,
señala otro párrafo clave: “La teoría económica marxista está muerta,
con una importante excepción: la teoría del cambio técnico” (1992:
200).
8
Por cierto Elster no solo encuentra una extendida explicación
funcionalista (“funcionalism is rampant”) en Marx sino en muchos
trabajos construidos sobre esa base teórica. “Functional explanations
pervade the theory of crime and punishment, the analysis of education,
the study of racial discrimination, and (most important) the analysis
of the capitalist state, a Marxist growth industry during the last
decade” (1982). Cabe recordar, sin embargo, que otros marxistas
analíticos como Cohen han reivindicado el “funcionalismo” de Marx,
generando polémicas y trabajos en ese sentido.
BALANCE Y RECOMPOSICION.
En suma, en este trabajo nos alejaremos de ese supuesto y sin dejar de tomar
en cuenta las decisiones de los individuos o de colectivos para actuar de una u
otra forma, se verán como parte de redes sociales complejas, se verán como
parte de construcciones subjetivas dinámicas (en cuanto historicidad de los
procesos) y variables de acuerdo al espacio social que se trate. De este modo, se
podrán observar procesos en los que se construyen predisposiciones para actuar.
Ahora bien, dicho esto aún resta completar una perspectiva posible de análisis
examinando cómo se relaciona la subjetividad colectiva con el cambio social.
Para ello, se utilizará la idea de derechos sociales en un sentido amplio y –en la
misma línea teórica de lo anterior- de construcción social.
Sabemos que T. H. Marshall explica como los derechos civiles que implican la
libertad de prensa y de palabra, de movimiento y de propiedad se instauran en el
siglo XVIII, los derechos políticos, es decir extensión del sufragio y de asociación
y organización se generalizan a lo largo del siglo XIX y finalmente los derechos
sociales relacionados a la extensión de ciudadanía e igualdad, como el derecho a
la educación, se extienden en el siglo XX.
Sin embargo, lo que a nosotros nos guía más que esta resolución histórica
cristalizada en lógicas estatales, es la tensión en la construcción social de
necesidades y como se traduce en capacidad de construir demandas en el
Uruguay. Y en este sentido, la visión de Marshall indicada antes, no deja de ser
evolutiva y demasiado simple, tiene un aire de inevitabilidad histórica y no
profundiza la diferencia de clases ni los contextos diferentes. Pero también se
ha indicado que si bien este esquema presenta límites como los mencionados,
tiene el mérito de delimitar las determinaciones modernas de ciudadanía y dar la
idea de prácticas de la misma en un proceso histórico (Coutinho, 1999). En tal
sentido, Marshall ofrece insumos para entender como las políticas sociales
también están determinadas por la luchas sin dejar de tener en cuenta que –en
determinadas coyunturas- también se puede cooptar a partir de ellas.
Dos agentes tuvieron intervención decisiva para que el tema de salud fuera
transformándose en un derecho. En primer lugar, la Iglesia Católica que pasó
de un trabajo más asistencialista a otro más de reivindicación colectiva de
derechos, habilitando un escenario distinto. En segundo lugar, un grupo de
médicos sanitaristas y de estudiantes de medicina y (particularmente el trabajo
de los primeros fue muy importante), quienes permitieron hacer conocer las
causas sociales de las enfermedades, la precisión en la formulación de la
demanda y los mecanismos concretos de presión a las autoridades públicas.
9
No se desconoce la existencia de una muy extensa bibliografía
producida en torno a la conceptualización y a la crisis de la
ciudadanía moderna. Más que entrar en la discusión teórica, se apunta
aquí concretamente a ver como se aproxima el concepto a nuestra
discusión.
de la expansión de una subjetividad colectiva de cambio social y de cómo
distintos grupos de poder se posicionan frente a ellos.
Más allá de la extensa discusión conceptual que puede darse, existe una
premisa que puede extraerse de la misma y es que los individuos creen que la
situación que viven es la mejor posible. Razón por la cual, la producción de
subjetividad colectiva se podría resumir en el lema: "nada se puede hacer, salvo
conservar". Obviamente esta subjetividad colectiva extendida inmoviliza toda
posibilidad de cambio y desde esta perspectiva se requiere un sujeto capaz de
plantear otra subjetividad.
El argumento puede dar lugar a debates teóricos que nos llevarían lejos de
nuestro tema, pero permite introducir un elemento importante: la existencia de
una tensión entre subjetividad individual y colectiva que se procesa en la
búsqueda de construcción de una subjetividad social superadora del capitalismo.
En la sociedad liberal, la ciudadanía es el principio regulador entre la subjetividad
individual de los agentes en la sociedad civil y la subjetividad del Estado.
Es decir, Marx también llega a lo que se define aquí como subjetividad social
preguntándose sobre la dinámica socioeconómica del sistema, mediante el
concepto de fetichismo por el cual el valor aparece como cualidad intrínseca de
la mercancía y no en su carácter relacional: "Hay una cantidad de operaciones
sociales que no son conscientes en la percepción colectiva, que acepta como
natural el intercambio y la desaparición –en la esfera del valor- de las
diferencias cualitativas entre los diferentes objetos que se intercambian y entre
los trabajos que las han originado" (Margulis, 2006: 33).
Respecto a Weber, otro autor considerado clásico en la tradición sociológica,
hay que destacar primeramente su argumentación de surgimiento del propio
capitalismo, pues allí aparecen en forma nítida las transformaciones de lo que
denominamos subjetividad colectiva. Constituye un elemento clave de la
Sociología, examinar la conexión entre cierta enseñanza calvinista con
consecuencias psicológicas y efectos en la vida diaria que van transformando la
sociedad, tales como ascetismo, uso del tiempo, vocación, entre otros. Es decir,
aspectos de la vida diaria que se contraponían a la vida basada en las creencias
católicas o luteranas y que dan lugar al "espíritu del capitalismo" (Weber, 1985).
Un conjunto de nuevas actitudes que se ejemplifican con la enseñanza de
Benjamin Franklin y que posibilitan la acumulación de capital. Entre otros
preceptos, recuérdese el clásico: "el tiempo es oro"10.
10
Un aforismo del siglo XVIII, de los comienzos de la revolución
industrial, que marcaba la relación entre rapidez y beneficio y que
iba en el sentido de construcción de una nueva subjetividad colectiva
que acompañaba los cambios en curso. Sobre las implicaciones de "La
Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo" se ha escrito mucho.
Omitimos la discusión en tal sentido en tanto no afecta la
argumentación general expuesta sobre este clásico. Anótese además que
sobre la edición, existe toda una problemática de inclusiones (la
introducción no fue escrita por Weber para esa obra) y de traducciones
(comenzando por Parsons y su interpretación de la envoltura utilitaria
del capitalismo como "jaula de hierro" y siguiendo por las distintas
ediciones que se realizaron).
construcción de subjetividades reguladoras o emancipadoras, pero se ve
confrontada por otras formas de ejercer la dominación.
Y aquí se puede presentar otro debate teórico. A nuestro juicio (pues no hay
acuerdo en esto), frente a una pura contingencia derivada de la acción humana,
no aparece en Weber una estructura objetiva de posiciones relacionadas, como si
aparece en Marx y más allá de que no se dedicó demasiado a teorizarlas. De
hecho en todo caso, la preocupación de Marx es como una clase, definida
objetivamente en posiciones sociales determinadas por el modo de producción,
adquiere conciencia de clase precisamente y se convierte en sujeto social –
potencialmente- en sujeto superador de las condiciones sociales dadas. Una
estructura social es "efectiva" en el sentido que hoy le damos a este término, en
la medida que opera condicionando intereses y capacidades
11
"Lamerica", Italia, 1994.
ansiedad y, por tanto, la disposición a comprometerse en comportamientos
extremos para escapar a esas tensiones" (Tironi, 1998: 30). Huelga señalar
que en estos casos, las potencialidades subjetivas de cambio, se disuelven.
Y tales puntos, permiten ser relacionados con uno de los avances más
fecundos dentro del repertorio de autores posibles que es el de Antonio Gramsci.
Mucho se ha escrito sobre el teórico italiano, incluso generando licuadas
interpretaciones del concepto de hegemonía en América Latina en la década del
ochenta para apoyar posturas socialdemócratas.
Lo importante por el momento es que puede decirse que de la mano del teórico
italiano se visualiza la importancia de la conexión entre lo que llamamos
subjetividad social, organizaciones sociales varias y la necesaria hegemonía para
lograr la construcción del socialismo. Una hegemonía alternativa supone la
predominancia de otras prácticas, de otra conciencia, en suma, de
transformaciones subjetivas.
No cabe duda, con los aportes de Gramsci se ha trabajado mucho. Aquí nos
vamos a detener en el aporte del historiador inglés Edward P. Thompson, un
autor cuyas preocupaciones intelectuales trascienden las fronteras disciplinarias
así como sus aportes trascienden su fallecimiento en 1993. Teniendo presente
ese legado, para este trabajo interesa rescatar su contribución conceptual más
que el de la investigación histórica concreta.
12
También el citado Williams ha marcado la diferencia de hegemonía con
ideología, en cuanto se considera que el influjo de la primera depende
no sólo de expresar los intereses de una clase dominante sino también
de que sea aceptada como "realidad normal" o "sentido común" por
quienes en la práctica se subordinan a ella. (Williams, 2000: 160).
En primer lugar, si se recuerdan sus trabajos de la década del setenta y del
ochenta, se afirma su postura (esbozada ya en su anterior y ya clásico "The
making of the English Working Class") de considerar la clase no solo como un
mero producto de relaciones económicas, sino como una formación social y
cultural dentro de un proceso histórico. Sus preocupaciones constructivistas,
desplazan por tanto la prioridad explicativa al ámbito de la subjetividad social y
específicamente encuentra en las experiencias de resolución histórica de
necesidades, una clave explicativa (Thompson, 1981).
En uno de los trabajos de título más provocador "La sociedad inglesa del siglo
XVIII: ¿lucha de clases sin clases?", Thompson (1989) da cuenta de cómo se
construía el conflicto entre "gentry" y "plebe" y se construía una "cultura" plebeya
en un contexto de debilidad de la autoridad espiritual de la Iglesia en esa
sociedad pre-industrial. Una cultura que examinará paradójicamente como
tradicional y rebelde a la vez.
13
Thompson critica adecuadamente en ese trabajo la tradición
sociológica positivista, que reduce clase a una medida cuantitativa,
ya sea en el sentido de considerar determinado número de asalariados o
en el sentido de como la gente se ubica en función de sus creencias y
en respuesta a un formulario.
futuro. Incluso al analizar las relaciones gentry – plebe nos advierte de un "campo
de fuerza" societal, una idea interesante pues permite marcar tensiones en la
construcción de la subjetividad colectiva.
Perry Anderson que dedica un libro para colocar su postura entre las de
Althusser14 y Thompson (Anderson, 1985), ha criticado con cierta consistencia
que el uso que hace Thompson del concepto de experiencia no es el mismo a
lo largo de su trabajo. La oscilación, según Perry Anderson, iría desde una
visión de respuestas mentales y emocionales supuestamente dados con una
serie de hechos vividos a los que corresponden, hasta un sector objetivo del
ser social manejado o procesado por el sujeto para producir una conciencia
social determinada (1985: 27 y ss.).
14
Los libros de Althusser de la década del sesenta que generaron con
su visión estructuralista de Marx, el rechazo vehemente de Thompson
fueron "La revolución teórica en Marx" (1987) y "Para leer el
capital", en este caso junto Balibar (2001) Cabe sin embargo rescatar
de la teoría althusseriana -considerando los objetivos de este
capítulo- que su visión de la ideología no es de simple distorsión o
efecto de la producción de mercancías, sino que es un medio de
producción de subjetividad. Cabría, sin embargo, una discusión sobre
el grado adjudicado de imposición del conjunto de imágenes, símbolos
y conceptos que no es posible desarrollar aquí.
15
El propio Thompson admite esto en un encuentro el 20 de octubre de
1985 cuando fue reunido en Nueva York junto a Eric Hobsbawm,
Christopher Hill y Perry Änderson. En parte ello se debe a su
dedicación al movimiento pacifista. En esa instancia indicó: "No
siento necesidad alguna de responder a Perry. Creo que él tenía muchas
cosas importantes e interesantes para decir. Creo que podríamos
afirmarse que esos dos sentidos resulten complementarios y no contradictorios.
En efecto, el concepto de experiencia sugiriendo ambos -llamémosle-
momentos, puede resultar de utilidad. El hecho es, más allá de debates
teóricos, que para el caso estudiado –el proletariado inglés- ambos autores
concuerdan que este había adquirido conciencia de su unidad hacia 1830.
Donde anteriormente habían prevalecido divisiones tradicionales por oficios o
regiones, los trabajadores ya advertían una identidad de intereses a escala
nacional. Una subjetividad colectiva para la demanda de derechos, se había
extendido en una sociedad en transformación.
Aún con esos recortes, es una empresa difícil pues su pensar relacional -esto
debe destacarse particularmente en Sociología como un logro de su
contribución- obliga a tener presente otros elementos. Entendía que los
conceptos funcionan más eficazmente si están en relación unos con otros y
esto ocurre porque el universo social está constituido de esa manera. Además,
su modo de argumentar es como un tejido que se expande o de un árbol con
permanentes ramificaciones, por utilizar otra metáfora.
¿Cómo contestaría Bourdieu esa pregunta (que parece a priori muy simple pero
en verdad es muy compleja) de por qué los individuos piensan y actúan como lo
hacen? ¿Tiende, buena parte de la sociedad, a legitimar las formas de poder que
les son impuestas? Y en ese sentido, ¿como puede transformarse la
predisposición a la reproducción o conservación social en predisposición al
cambio social?. La primera respuesta, nos arriesgamos a sintetizar, sería que ello
está en función de estructuras mentales incorporadas desde el lugar del
nacimiento hasta los distintos espacios sociales donde se desarrolla la vida del
individuo. Pero no colocaría el problema en agentes que se proponen objetivos
conscientemente o guiados erróneamente por falsas representaciones.
Tal como ocurrió con Durkheim cuando investigó sobre el suicidio, Bourdieu se
preocupa en mostrar que lo que parece una cuestión meramente del individuo, es
en gran medida una construcción social. Para decirlo con una frase breve suya,
"lo individual, lo subjetivo, es social, colectivo. El habitus es subjetividad
socializada". (Bourdieu, 2001: 238)17. En suma, que son los individuos sino
haces de lazos sociales objetivados.
Sin embargo, este sería un esquema insuficiente para Bourdieu. Por ello,
explica en varios trabajos que la formación de habitus está atada a los “campos”
en que se mueve el individuo. No es posible entender como los individuos se
comportan y construyen representaciones sociales, sin aprehender esos
distintos espacios sociales que suponen diferentes distribuciones de
propiedades entre individuos. El esquema no se expresaría, sin embargo, como
el campo produce habitus que reproducen el campo, sino como el campo
produce habitus que producen representaciones del campo. Es decir, el habitus
contribuye a constituir el campo como mundo significante y al hacerlo, es un
principio de estructuración de las prácticas (Costa, 2006).
17
Esta premisa teórica la venía subrayando desde hacía años. La
reitera en una entrevista con Wacquant explicando que no se trata
meramente de un problema de información disponible limitada sino de
que "la mente humana es socialmente limitada, socialmente
estructurada" ya que permanece encerrada dentro de los límites del
sistema de categorías heredada de su formación (teniendo presente aquí
más a Marx que a Weber). Véase Bourdieu y Wacquant, 1995: 87.
autonomía en el plano de lo político, lo económico, etc. que definen modos de
dominación específicos. El límite de un campo es el límite de sus efectos, o, en
otro sentido, un agente o su institución hacen parte de un campo en la medida
en que sufren efectos de él o los producen sobre él (Bourdieu, 2005: 31).
Llegados aquí, se podría visualizar una estrecha relación con una línea de
interpretación marxista. Debe descartarse una afirmación tan contundente por
varias razones. Como se dijo antes, la obra de este autor es voluminosa, así es
que hay momentos y pasajes donde la cercanía con los autores clásicos varía:
a veces pueden aparecer cercanías con Marx, como en otros trabajos las
cercanías con Weber o con Durkheim son las que aparecen más nítidas.
Seguramente es tema de discusión de teoría sociológica hasta donde logró
configurar una síntesis de los tres. Sin embargo aquí lo que pretendemos
mostrar es como se separa de Marx en la interpretación de un concepto tan
central como el de clase social.
Creemos que el análisis de clases que hace Bourdieu, aún está pendiente de
análisis afinados que permitan poner de manifiesto sus huecos o debilidades
conceptuales. Pero hay dos elementos que interesa rescatar aquí y que
permiten observar la cercanía con Thompson: la idea de construcción social y
la dimensión de subjetividad social que implica tal construcción. Porque
cualquier grupo que tiene una base económica y social supone una elaboración
simbólica dirigida a la persecución de intereses colectivos e individuales (como
los de quienes lograron la posición social de voceros de ese grupo). Toda
construcción de grupo supone entonces un trabajo simbólico.
18
Si bien Bourdieu emplea categorías de agregados ocupaciones en "La
Distinción", considera que estas categorías no constituyen "clases".
Sin embargo reconoce que la ocupación es un indicador "bueno y
económico" de la posición en el espacio social. Véase además para esta
discusión, Bourdieu, 1994.
En tanto los habitus van combinando "experiencias sociales", se puede decir
que los colectivos y su potencialidad de transformación social son tanto el
producto de nuestra subjetividad ya construida como de las nuevas situaciones
que se presenten. Sin embargo, las experiencias sociales, la formación de
habitus está atada a los espacios sociales en que se mueve el individuo. En ese
sentido es que dice que dentro de las "clases" se desarrollan habitus similares.
Por el contrario, el sistema educativo puede dictaminar, por ejemplo, que una
persona es buena en matemática, sin considerar que proviene de una familia
de matemáticos. El orden se afirma en este tipo de ortodoxia, cualquier reto a
la misma, a esta doxa, se transforma entonces en heterodoxia.
Es decir, sin negar que existe ese sentido práctico y que permite economizar
reflexión y energía en la acción, forma parte imprecisa del habitus del agente y
por tanto varía en función de éste. Dicho esto, el punto es interesante también
en cuanto permite recordar que los movimientos colectivos por determinados
derechos adquieren fuerzan cuando se articulan objetivos prácticos que dan
sentido cotidiano a la lucha.
19
La resolución de Giddens y su teoría de la estructuración sobre el
punto en la integración social tiene cercanías con la de Bourdieu.
Propone diferenciar en el agente, conciencia discursiva y conciencia
práctica. La primera es aquella en la que los actores son capaces de
dar expresión verbal acerca de condiciones sociales. La segunda
implica lo que los actores saben acerca de condiciones sociales de su
acción, pero no pueden expresar discursivamente (Giddens, 1995).
consideraciones sobre el carácter de la ayuda mutua y un proyecto de
sociedad. De la misma manera, la lucha por la tierra no puede entenderse
como algo abstracto (¿ideológico?, ¿político?) sino enlazado a la cotidianeidad.
Más allá de referentes en juego, es en ese sentido que adquiere importancia la
ocupación para un grupo que luche por la obtención de tierras. Hay un sentido
práctico y a la vez supone procesos de socialización.
Llegados aquí, nadie puede dejar de ver una relación provocativa de apertura
de posibilidades en la articulación que hacen los autores entre mutaciones
sociales – subjetividad social – constitución de sujetos sociales. Sin embargo,
pasado el efecto de estar frente a una interesante creación intelectual, se
constata una problemática no menor. Porque si todo termina siendo subjetividad
social del imperio, en definitiva nada lo es. ¿Dónde están las grietas para crear
subjetividades alternativas? . Si toda construcción de subjetividad social conduce
de alguna manera a una “normalización” imperial, es muy difícil percibir la
alternativa de aquello que no esté “integrado” a ese proceso.
Un problema de ambos trabajos, pero del que eludimos una discusión más a
fondo aquí, es la escasa apoyatura sociológica con que son presentados los
argumentos. En el mismo sentido de la visión de poder de Foucault de quienes
son tributarios, Hardt y Negri con su mezcla de alta abstracción filosófica,
pensamiento de largo plazo y generalización sin límites para tratar la subjetividad
social, a nuestro juicio terminan volatilizando de la misma, fundamentos de
posibilidades (siempre son posibilidades) de construcción de estrategias de lo
alternativo.