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¿y#
V A
MIGUEL MOREY
LOS PRESOCRATICOS
del mito al logos
MONTESINOS
Biblioteca de Divulgación Tem ática/ 3
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Recogiendo las prácticas rituales m ás im portantes de la
vida colectiva en u na representación que las o rdena y dota de
sentido, el m ito es un principio organizado r de la vida social
de singular importancia: establece, a la vez. un cuerpo de
prescripciones y un principio de inteligibilidad^
Por lo general, el mito instituye uri acontecim iento in a u
gural que da razón de la existencia de la colectividad en el
presente por referencia a un m o m en to original. .Todo aconteci
miento que tenga lugar hoy es entendido co m o repetición del
acontecim iento inaugural — el mito reduce así la aspereza de lo
inesperado incluyéndolo dentro de un ciclo eterno en el que
todo es repetición.
En las llamadas ‘‘ideologías reales" (p/ej.: Persia. Babi
lonia o Egipto— es decir, la m ayor parte de los im perios con
los que la Hélade m antenía algún tipo de relación), las form as
rituales se organizan en un culto fuertem ente burocratizado e
igualmente el sistem a mítico experim enta singulares variacio
nes. Persiste la idea de ciclo, por lo que el presente no es más
que manifestación de un m om en to fundacional — pero el Rey
se convierte en encarnación viva de éste principio cosmogó-
tico. El rey es la fuerza que integra los acontecim ientos d en
tro de un ciclo de repetición, po r medio de la instauración de
una distribución espacial de los seres y la im plantación de un
calendario. A lo largo de todo un año el rey garantiza el o r
den — es decir la repetición de los acontecim ientos según el
modelo mítico fundacional. C u an d o el año term ina, el rey
deja de reinar y se llevan a cabo unas fiestas sacras en las que
se revive el caos original y la fundación del m u ndo (por ejem
plo el E m ana Elish, el H im n o de la Creación babilónico), al
cabo de las cuales se restaura de nuevo el orden y se renueva
la soberanía real durante un año más.
En un sistem a tal no existe separación entre orden social
y orden natural — cualquier acontecim iento es competencia
del rey: desde un robo o un tu m ulto hasta la caída de un m e
teorito. El es quien garantiza la estabilidad de la realidad. El
orden social es m antenido por medio de un sistem a legisla
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tivo, adm inistrativo y represivo en ocasiones sum am ente
complejo. Por lo que respecta al orden natural, es de im p o r
tancia vital que no ocurra nada im previsto — así, principal
mente las castas sacerdotales elaborarán un cuerpo de técni
cas para predecir cualquier acontecimiento (especialmente los
astronóm icos) que pudiera po ner en entredicho la soberanía.
El caso de los eclipses es singularm ente importante: no im
portaba si los sacerdotes predecían un eclipse y éste no o c u
rría (o no era visible) pero era fatal si se daba un eclipse sin el
permiso real — la irrupción de un acontecimiento incontro
lado de esta magnitud ponía en crisis la soberanía real.
Probablem ente el antiguo imperio micénico y el minoico
seguían el modelo de las grandes m onarquías orientales. La
invasión de los dorios destruyó este equilibrio y abrió una
brecha de enorm es alcances. P ara paliar esa irrupción catas
trófica de la realidad, esa avalancha de acontecimientos sin
avales ni responsables surgirá en buena m edida el pensa
miento racional. Asi pues, es sobre la superficie de una vasta
crisis de soberanía com o se sientan las bases para el paso del
mito al logos — las condiciones de posibilidad de la razón oc
cidental.
A un que no pueden ser calificados de bárbaros ya que h a
blaban la lengua griega (y “ b á rb a ro ” viene de "bar, bar, b a r”
— gentes de hablar ininteligible) lo cierto es que los dorios
eran unos pueblos indoeuropeos, nóm adas y guerreros, de un
estadio cultural m ucho más atrasado que aqueos y jonios.
D estruirán las instituciones de éstos y no serán capaces de
crear una cultura de recambio. C on la llegada de las invasiones
dorias G recia se hu ndirá en una larga Edad Oscura: d u
rará cuatro siglos — apenas si tenemos noticia de lo que o c u
rrió en dicho periodo. Es sin em bargo d uran te este lapso
enigmático cuando se llevarán a cabo las transform aciones
decisivas que propician la posibilidad de lo que luego se co n o
cerá com o cultura griega. U n efecto de la invasión doria, por
lo menos, debe ser reseñado: la fundación de la polis griega: la
ciudad.
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■ M M
T e m p li) J e A p u lo , cu l) e l f os.
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Puede explicarse la estructura de la polis griega com o
ejemplificación espacial de la crisis de soberanía provocada
por las invasiones dorias. Las antiguas ciudades minoicas y
micénicas están constituidas por un palacio central donde se
albergan los gobernantes y su complejo sistema a d m in istra
tivo y un archipiélago de viviendas de agricultores, ganaderos
y artesanos que rodean el palacio — son el demos, el pue
blo. Frente a ello, la polis está constituida por una red de
viviendas alrededor de un espacio central vacio: el agora. La
plaza pública es el centro de la vida ciudadana: allí se reúnen,
quienes tienen derecho a ello (y las restricciones serán p rogre
sivam ente decrecientes hasta quedar sentadas, du rante la de
mocracia, en tres condiciones: ser ciudadano, varón y
adulto), para decidir sobre los problem as colectivos, para dis
cutir la cuestión del a r jé — el mando.
H om ero es de los escasos rayos de luz que ilum inan, en
sus postrim erías, la Edad O scura Griega. C o m o fuente de in
formación histórica es, para nosotros, de valor m uy proble
mático: las obras que escribió son deliberadam ente arcaizan
tes, y en ellas se intentan glosar las gestas de los antiguos h é
roes micénicos, ignorando por completo cualquier suceso
posterior a su desastrosa desaparición. A unque no consigue
totalm ente su propósito (ya que se filtran a m enudo indicios
que delatan, tras la m áscara orgullosa de los héroes aqueos, el
rostro de los nuevos am os) sus textos no nos desvelan el
enigm a de la Edad Oscura. Ni siquiera sabem os si existió
realmente el H om ero de la leyenda, aedo ciego y vagabundo,
o si la lliada y la Odisea son obra de una estirpe de rapsodas,
los (H)oméridas, naturales de Quíos. En todo caso, la ideolo
gía que se expresa en dichas obras es de gran importancia:
H om ero será, en adelante, punto de referencia obligado para
las generaciones futuras — al decir de m uchos, él fue el ed u
cador de Grecia.
En su intento por restaurar una imagen (épica) del
m undo, H om ero lleva a cabo una ordenación de la multitud
de divinidades que pueblan el cielo im aginario griego, esta
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bleciendo poéticamente un universo teológico m ín im am ente
ordenado — con lo que prefigura el Panteón O lím pico, tal
com o éste será asum ido posteriorm ente po r las diferentes ciu-
dades-estado en una religión unificada. El talante com o se ex
presa la religiosidad hom érica m a rc a ría p ro fu nd am en te el es
píritu griego: en sus poemas se nos narra un conflicto entre
dos entidades igualmente soberanas: el héroe y la voluntad de
los dioses. El h o m b re está expuesto al acontecim iento — sin
em barg o H om ero propone una serie de conceptos-guía con
los que orientarse: Moira (destino — originalm ente: parte que
corresponde en un botín); Dairnon (hado personal, d ador de
suerte); Ale (ceguera del alm a, locura), etc. Estas piezas clave
de la antropología hom érica constituirán los ejes m ayores so
bre los que se levantara el pensam iento pre-filosófico y el pe
culiar talante de los griegos.
Frente a H om ero, la ob ra de Hesíodo nos m uestra un ca
rácter com pletam ente diferente — au n q u e es. com o H o
mero. el gran ord en ad o r de la religión helénica. Hesíodo es
un racionalizador de los mitos — no hay en él aso m o de e n tu
siasm o religioso, y sí un afán de sistematicidad: establece así
el complejo árbol genealógico de las divinidades griegas. Los
prim eros filósofos ord enaro n la realidad directam ente sobre
el modelo hesiódico — au nqu e explícitamente contra él:
pasando de los nom bres de los dioses a las parejas de elem en
tos (y propiedades) enfrentados.
La religión O lím pica es un culto sin Libro Sagrado en el
que se exprese la verdad revelada, ni casta sacerdotal que pre
serve la homogeneidad de los dogm as — ésto le confiere una
gran versatilidad: sin esta circunstancia es m uy probable que
el nacimiento de la razón 110 hubiera tenido lugar. T am bién
aquí, en el dom inio de lo religioso, la em ergencia del p ensa
miento racional y un aguda crisis de soberanía aparecen e m
parejados.
Frente a la religión O lím pica, cuyo m o m ento más plena
mente arm ad o estaría representado por Hesíodo. pronto s u r
girán tendencias religiosas divergentes que expresan una
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preocupación por el destino del alm a — preocupación prácti
cam ente ausente en la religión oficial y pública. El en tu
siasm o es su rasgo más com ún, así com o su carácter secreto.
El orfism o y los misterios de Eleusis son los ejemplos más
significativos. Frente al carácter sereno y el culto a la luz de
la religión olímpica, serán éstas unas prácticas em in en te
mente nocturnas, en las que la música, el baile y la enajena
ción mística ocupan un lugar preponderante.
Apolo y Dionisos sim bolizarán perfectamente esta doble
vertiente de la religiosidad griega — que es también una pola
ridad definitoria del espíritu griego. Apolo es el dios de la luz,
de la forma, de la belleza. Dionisos es el dios de la exaltación,
la música y la embriaguez. Entre am bos no se establece una
contradicción ética, sino más bien una com plem entariedad:
am bos son dioses de la vida. Pero reflejan dos dim ensiones de
la vida que el griego no dejará de tener presente. A polo es el
dios de la Vida Personal (Bios), individuada y bella, pero por
ello m ism o condenada a la muerte. Dionisos es el dios de la
Vida com o fuerza Impersonal y ciega (Zoé), la vida vegetal
que muere y renace cada prim avera. El sabio griego culti
vará las form as (¡deai), pero nunca dejará de olvidar que en
ellas se expresa un principio inform e y poderoso, cuyo go
bierno nocturno debe ser oído y respetado. El daim on que
guía a Sócrates puede ser un ejemplo de esta polaridad.
En un principio m ito y logos no se ponen — el logos es
hierós logos— . narración sagrada que recoge las gestas de los
héroes y la vida de los dioses. Poco a poco, el logos se va
tran sform ando — pasa de m era representación a concepto.
U n a serie de transform aciones sirvieron de condición de po
sibilidad para esta mutación.
En p rim er lugar, el descubrim iento de la escritura. Con
la invasión de los dorios, la antigua escritura silábica de los
minoico-micénicos (lineal B), ejercida con fines de registro
adm inistrativo por una casta de escribas, desaparece. Hacia el
siglo VIII. los griegos recogen el alfabeto fenicio, lo m odifi
can (dotándolo de vocales) e inauguran una escritura fonética.
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La escritura fonética desplaza lo secreto y lo hace p ú
blico: no es un registro en un código propio de los escribas,
sino que permite escribir lal como se habla — sin necesidad
de tran sfo rm a r el discurso en una fórm ula m enm otécnica—
y reflexionar sobre este habla. Así, el paso de lo oral a lo es
crito tiene una im portancia fundam ental en el nacim iento del
logos. A ñádase a lo anterior, la incorporación del artículo
neutro ió (lo) que permite un m ecanism o de sustantivación y
abstracción (lo caliente, lo húm edo, lo bueno...) y la im p o rta
ción del papiro de Egipto (durante el reinado de Psamético I)
que posibilitaría la circulación cóm od a de la escritura.
En segundo lugar, la invención de la m oneda acuñada
que, por un lado, permite el nacim iento de una econom ía de
mercado (que es una tran sform ació n del ágora en fu nda
m ento de la vida económica), y adem ás propicia uno de los
rasgos fundam entales del logos: su carácter de representación
universal. U n a m oneda posibilita, de un m odo m ucho más
ágil que los bueyes o los calderos usados antiguam ente, esta
blecer correspondencias exactas entre series de objetos abso
lutam ente dispares. El logos, tal com o habla de él Heráclito.
por ejemplo, recoge este carácter: trata de ser un principio de
inteligibilidad abstracto que perm ita hom ogeneizar toda la
multiplicidad de lo real bajo una medida universal.
Finalmente, las técnicas geom étricas y astronóm icas, im
portadas de Egipto y Babilonia, por los prim eros filósofos y
despojadas de todo contenido religioso, perm iten una ubica
ción laica del hom bre en la realidad — un sistem a de referen
cias continuo sobre el espacio y el tiempo: un modo de u bi
car los acontecimientos, plegándolos bajo algún tipo de sobe
ranía. La geom etría brindará un modelo de m ecanism o de
abstracción (establecerá la superioridad del ver sobre el tocar:
las ventajas de la teoría); la a stro n o m ía posibilitará un princi
pio general de orientación: en el espacio (por ejemplo, en la
navegación) y en el tiempo (mediante el establecimiento de un
calendario).
Frente a la reducción apolínea del acontecimiento, su for-
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malización bajo el espacio y el tiempo, existe una modalidad
dionisíaca de orientación cuya im portancia en el nacimiento
de la racionalidad no puede ser desdeñada: se trata de la adi
vinación. La adivinación intenta el conocimiento de aconteci
mientos singulares com o tales — es. por lo general, un m eca
nism o de ayuda a la decisión y se plantea bajo la form a lógica
de la alternativa. Los sofistas p rim ero y luego los filósofos
heredarán este m odo sacro de arg u m en tar que po sterior
mente ocupará un lugar im portante en las especulaciones ló
gicas y retóricas. C uando el dilema que el consultante p ro
pone al oráculo concierne al porvenir, la respuesta adopta fre
cuentem ente la form a de un enigma: “el señor cuyo oráculo
es el que está en Delfos ni habla ni oculta nada, sino que se
manifiesta por señales” — escribe Heráclito (fr. 93). Este
enigm a se irá desvelando progresivam ente en el curso mism o
del cum plim iento del destino, funcionando así com o una ins
tancia de reflexión e interpretación del sentido de los aconte
cimientos. en el m om ento m ism o en que éstos se dan. En lo
que atañe a la vida ciudadana, los oráculos son un factor más
a ser tenido en cuenta antes de to m ar cualquier decisión rep u
tada com o grave — factor que puede cam biar de sentido si cae
en m anos de un arg u m e n tad o r hábil que m uestre lo razona
ble que es la opción contraria a la supuesta originalmente.
Del m ism o modo, desde que las crisis religiosas del siglo
V il y la presión popular im ponen la presencia de Dionisio en
el O ráculo de Delfos (forzando un período anual de hegem o
nía de éste) y la mántica se desplaza de simbólica (interpreta
ción de las visceras de los anim ales sacrificados, del vuelo de
las aves, etc.) a extática (delirio de la Pitia por cuya boca se
supone que habla el dios), la interpretación que los sacerdotes
hacen de las incoherencias enunciadas por la Pitia es de una
im portancia prim ordial. Los rudim entos herm enéuticos que se
crean alrededor de la adivinación, unidos a su obligado c o rre
lato retórico (que esta surgiendo en el agora y en los tribunales)
constituirán un arm azó n de doble faz de gran influencia en la
incipiente racionalidad.
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U n último beneficio del O ráculo de Delfos debe ser señ a
lado: el prestigio de dicho santuario en toda la Hélade hace de
¿1 un foro cultural v centro de intercam bio de ideas de singu
lar importancia: es el agora de las ciudades griegas.
La filosofía no sólo es una actitud y un nuevo punto de
vista, es también un género expresivo — una form a de escri
tura que se diferencia claram ente de otros géneros, anteriores
o contiguos. Dos modalidades expresivas vecinas son singu
larm ente importantes: la poesía lírica y la tragedia.
Surgida de la música com o poesía para ser cantada, la lí
rica propone una prim era ordenación simbólica de la realidad
sin recurso a categorías teológicas. La categorización de la
realidad que la lírica pretende responde, antes que a un punto
de vista objetivador o cosista. a un asiento de las intensidades
vividas — los acontecimientos son inscritos y evaluados sobre
una superficie de registro vital y personal.
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. La tragedia, surgida también de la música y guardando
_u n a estrecha relación con los cultos mistéricos, pone en es
cena acontecimientos específicos de la vida de los héroes para
que la ciudad los considere y valore. En su form a arcaica, los
espectadores ejercían com o una suerte de tribunal popular y
el desenlace de la o bra (antes de que ésta adoptara la forma
escrita y cerrada de la Ilustración Griega) constituía un vere
dicto con el que se enjuiciaban las acciones que se habían
visto representadas. N ociones como: culpa, destino, resp o n
sabilidad, erro r y crim en, etc. — son temas que, m ucho antes
iie_.ser recogidos por la filosofía bajo una lógica de la identi
dad, constituían, ordenados por una lógica de la polaridad, el
horizonte espiritual de la tragedia.
Frente a los rasgos dionisíacos, musicales, de la lírica y
la tragedia, la filosofía se nos presentará, form alm ente, com o
m ucho más próxim a al registro apolíneo. La filosofía es una
práctica personal com o la lírica, pero se apoya en lo com ún;
trata de dar a ese quehacer individual una form a que parti
cipa de la naturaleza deliberativa y la voluntad de acuerdo
propias del caracter colectivo de la antigua tragedia.
23
Los presocráticos del Asia Menor
T A L E S D E M1LETO
F NIETZSCH E. 1873
29
religioso — com o afirm ación de una materia o sustancia o r i
ginaria de la que habrían surgido todas las demás: genealo
gía de la realidad. Es posible que Tales, al realizar su a firm a
ción, no tuviera en cuenta como pretende Aristóteles (Met.,
A, 3): "la observación de que el alimento de todas las cosas es
húm edo y que el calor mism o surge de éste y vive por éste, de
aquí dedujo su suposición y del hecho de que la semilla de
todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el
principio natural de las. cosas h ú m edas” . Es posible incluso
que Tales buscara sim plem ente la afirmación de un principio
que fuera razonable para sí y para los hom bres de su tiempo
— educados, por decirlo rápidamente, con H om ero. Sin
em bargo, es precisam ente el talante abierto y proliferante de
este planteam iento lo que propiciará todo un abanico de posi
bilidades que el pensamiento jonio se encargará de desarro
llar: la puesta en obra de un vasto m ecanism o de interroga
ción. ¿P o r qué habría de ser más razonable la originalidad del
agua que la de cualquiera de los otros elementos de la n a tu ra
leza que el pensam iento religioso había entendido com o bási
cos al divinizarlos? ¿P or qué no im aginar que todos los ele
mentos dependen de otro elemento último que les trasciende
— y cuál podría ser este elemento? ¿De qué modo se origina
ría toda la multiplicidad de lo real a partir de este elemento
base? A vanzando en esta dirección llega un m om ento en el
que la argum entación aristotélica tiene sentido: es razonable
postular que el agua es, “en cierto sentido” , el arjé de la reali
dad puesto que lodo está com puesto de agua. Pero para que se
haga evidente el peso de este "puesto que" es necesario reco
rrer un largo cam ino, en el curso del cual se acuñarán figuras
del pensam iento imprescindibles para una formulación tai
(como el concepto de "causa", por ejemplo) — un largo ca
mino que con Tales no ha hecho sino empezar.
Dos anécdotas que sobre Tales nos han conservado Pla
tón y Aristóteles pueden servir para ilustrar el controvertido
nacimiento jonio de la filosofía.
Escribe Platón (Teeteto, 174 a): “ ...se dice que una aguda
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y graciosa esclava ir a d a se burló de Tales, porque, mientras
observaba las estrellas y m iraba hacia arrib a se cayó en un
pozo·, ávido por observar las cosas del cielo, le pasaban desa
percibidas las que estaban detrás de él y delante de sus pies".
Escribe Arisioieles (Política, A l l , 1259a9): “ Pues dice
que, cuando, por su pobreza, le reprochaban que la filosofía
era inútil, tras haber observado por el estudio de los astros,
que iba a haber una gran producción de olivas, se procuró un
pequeño capital, cuando aún era invierno, y que deposito fian
zas por todas las alm azaras de Mileto y Quios, alquilán
dolas a bajo precio porque nadie licitó contra él. C u ando llegó
-*cl m om ento oportuno, al ser m uchos los que a la vez y de re
pente las pedían, las iba alquilando al precio que quería y reu
nió mucho dinero, dem ostrando así que es fácil a los filósofos
enriquecerse, si quieren, pero que no son las riquezas lo que
les interesan” .
Kirk y Raven dudan acerca del rigor histórico de estas
anécdotas y es muy posible que sean apócrifas. Sin embargo,
en cierto sentido, ésto no tiene gran importancia. Lo que las
anécdotas nos presentan es un retrato del fundador de la filo
sofía que es una declaración implícita del valor y funciones
de la filosofía — una justificación del uso actual que de ella se
hace por recurso a la secreta verdad que anida en sus oríge
nes. Estas anécdotas ilustran la dificultad m ayor con la que
nos enfrentarem os siempre que intentem os interpretar ese
enigma con el que nos desafían los presocráticos. Lo que los
presocráticos inauguraron fue demasiado im portante como
para poder leerlos sin que continuam ente se interfiriera en
nuestra lectura el peso de las enorm es consecuencias históri
cas a las que daría lugar.
A N A X I M A N D R O D E M1LETO
A N A X I M E N E S D E M IL E T O
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globa al universo en una unidad” — escribe G om perz. A lgu
nos testimonios tardíos (Cicerón, Aecio, San Agustín) añaden
que A naxim enes afirm ó también que el aire era divino, o tal
vez mejor, que “ dioses y cosas divinas surgieron del aire”
(Kikr y Raven).
Finalmente, parece ser que fue precisamente A naxim e
nes el pensador milesio que más influencia tuvo en su tiempo
— marca el punto culm inante de la filosofía milesia y es a él a
quien tom arán com o punto de partida pensadores com o los
atomistas. que, años más tarde, se ocuparán de nuevo de p ro
blemas físicos, renovando la tradición jonia que sientan estos
tres grandes pensadores.
H E R A C L IT O D E EFESO
41
P rincipales Argumentaciones
de Heráclito
KIRK y RAVEN
H ERACLITO (Frag. I)
las palestras, de los agones artísticos, de la pugna de las fac
ciones políticas y las ciudades, en la esfera de lo más general,
asi que giran en él los engranajes del cosmos. Asi com o cada
griego lucha com o si él solo tuviera razón y una infinita segu
ridad del fallo determ ina en todo m om ento al vencedor y al
vencido, las cualidades pugnan entre sí según inviolables
leyes y medidas inm anentes a la lucha. Las cosas m ism as que
la estrecha mente h u m ana y animal cree efectivas e in m u ta
bles no existen realmente; son el fulgor y el destello de espa
das blandidas, el resplandor del triunfo en el entrechocar de
las cualidades antagónicas” .
2. La Unidad de Todas las Cosas: “ Para Zeus todo es be
llo, bueno y justo; los hom bres tienen algunas cosas como
justas y otras com o injustas” (fr. 102). El reconocer la unidad
secreta de todas las cosas bajo la diversidad aparente se plan
tea con frecuencia com o signo de sabiduría superior a la que
el filósofo aspira — sólo quienes “están despiertos” pueden
acceder a ella. Su doctrina del logos está intim am ente ligada a
este tema, asi com o su afirm ación de que el fuego es el arjé de
todas las cosas: “ Este cosm os (el m ism o de todos) no lo hizo
n ingú n dios ni ningún hom bre sino que siempre fue. es y será
fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue se
gún m edida” (fr. 30). Es im portante retener lo que escribe
Bréhier al respecto: "La sustancia prim ordial es el fuego, en
el cual pueden modificarse todas las cosas, como toda m er
cancía se cam bia por oro; todo nace y evoluciona según que
el fuego eternam ente vivo, se vaya avivando o apagando.
Pero el fuego no es ya uno de esos grandes medios físicos,
com o la extensión m arina o la atmósfera generadora de te m
pestades que obsesionaban la imaginación de los milesios; es
más bien una fuerza incesantemente activa, un fuego ‘siem
pre vivo'. La atención selectiva de Heráclito se interesa
menos en la sustancia de las cosas que en la regla, el pensa
miento, el logos, que determ ina las medidas exactas de sus
transform acio nes” .
C o m o en el caso anterior. Heráclito se sirve de esta ense
44
ñanza para criticar la imagen épica del m undo que han cons
truido H om ero y Hesíodo (reprobación que alcanza también
a cualquier form a de religión popular; e incluso a lo popular,
en general): "L a gente tiene por maestro a Hesíodo. Creen
que era un gran sabio este hom bre que no sabía distinguir el
día de la noche. Y en efecto, son una sola y la m ism a cosa”
(fr. 57).
La Unidad de Todas las Cosas aparece finalmente com o
la enseñanza más profunda de Heráclito. el último grado de
sabiduría en el sentido iniciático del térm ino ligado tanto al
tema de la G u e rra com o al tema del Cam bio, al que nos refe
rim os a continuación: "L o que hay en nosotros es siempre
uno y lo mismo: vida y muerte, vigilia y sueño, juventud y
vejez; ya que el cambio del uno da lugar al otro, y recíproca
m ente” (fr. 88). Es. para Heráclito, la profunda verdad de la
que se sigue toda una actitud ante la realidad, todo un modo
de ser y estar en la realidad, entre la multiplicidad y el aconte
cimiento — modo de vida que, en adelante, reconoceremos
como "filosófico” y que es propio de aquel que. cum pliendo
con el precepto délfico, se ha buscado a sí m ism o (fr. 101).
3. El Perpetuo Fluir de Todas las Cosas: “ N os bañam os
y no nos bañam os en el mism o río; somos y no so m os” (fr.
1 2). “ N o se puede entrar dos veces en un m ism o río” (fr. 9).
Tal vez, el retrato más escolar de Heráclito sea el que le co
rresponde por su paradoja del río, a través de la que trata de
expresar su crítica a todo sustancialism o y la afirmación del
perpetuo fluir de todas las cosas — principio que. a su modo,
estaba implícito también en la afirmación del fuego com o
arjé, porque el fuego es algo que continuam ente está alte
rando su forma, espacio y cualidades: “ fuego, siempre vivo” .
Ya para Platón (C r a i 402a; Teet., 160d) ésta es la enseñanza
principal de Heráclito, probablemente debido al uso que los
sofistas hacían de esta argumentación. Todo cambia·, nada
permanece — lo uñico que permanece es el cambio: el Deve
nir. Y no hay ninguna nostalgia por la fugitividad de la exis
tencia implícita en esta afirm ación — al contrario: se dice que
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la realidad es así y que es necesario aceptar que es necesario
que sea así: “ El kikeon [brebaje que se bebía durante los m is
terios de Eleusis, co n m em o ran d o el mito de Demeter] se des
com pone, si no se lo agita" (Fr. 125).
4. Visión Irónica de los Contrastes: Más que constituir
un tema de su pensam iento se engloban en este apartado una
colección de fragmentos que. bajo la apariencia de paradojas,
ilustran alguna de las tesis antes mencionadas o están, en ge
neral, al servicio de una crítica de los tópicos del juicio vu l
gar; com o una instancia de relativización. Son, en palabras de
Emile Bréhier: “ un trastrueque que nos revela en las cosas lo
opuesto de lo que en principio veíamos en ellas” . Valgan los
siguientes aforism os com o ejemplo de este peculiar ejercicio
de estilo filosófico: “ El cam ino hacia lo alto y el cam ino hacia
lo bajo es uno y el m ism o ” (fr. 60). “ El m ar es el agua más
pura y la más im pura. Para los peces es potable y buena-, para
los hom bres, impotable y fatal” (fr. 61). “ El cam ino de las
hélices del batán, recto y curvo, es uno y el m ism o" (fr. 59).
"L os cerdos se lavan con lodo, las aves del corral con polvo o
ceniza” (fr. 37). Etcétera.
C on Heráclito nos hem os alejado considerablemente del
talante filosófico milesio. La búsqueda del arjé ya no apunta
a la exterioridad que rodea al hombre-, ya no se escudriñan los
posibles principios materiales; se han olvidado ya los n o m
bres de los dioses y las filiaciones que estableció Hesiodo. El
principio soberano que rige el suceder de los acontecimientos
está inscrito en el corazón de su m ism o suceder; está también
en el interior del hom bre mismo: es el Logos que gobierna el
devenir sin fin de todas las cosas.
46
Los presocráticos de la M agna Grecia
P IT A G O R A S Y EL P IT A G O R IS M O
• ·
• · ·
• · · ·
A este diagram a que manifiesta a simple vísta que
10 - 1 - 2 - 3 - 4. le denom inaron los pitagóricos la Te-
tractys de la Década, y por ella juraban en sus juram en
tos más solem nes".
KIRK y RA VEN
h'tti'KtHUis:
moneda de bronce de Sanios (siglo I I d JC λ
De Pitágoras apenas sí sabem os con seguridad tres cosas
(Nestle): que reunió a sus discípulos en una asociación o rg a
nizada; que enseñaba la doctrina de las transm igración del
alm a: y que desarrolló estudios matemáticos y astronómicos.
H em os m encionado ya el caracter am bivalente de la org an i
zación pitagórica y su proyección pública; en cuanto a los ras
gos específicamente religiosos, ésta se apoyaba en un orfism o
intelectualizado, cuya finalidad era la salvación del alma,
para lo cual se insistía especialmente en la disciplina (son cé
lebres, por lo curiosas, las prohibiciones rituales que regían
en la secta: no e n tra r en la casa de un muerto; no com er hu e
vos ni habas; no vestir prendas de lana; no atizar el fuego del
hogar con una espada; no plantar palmeras, etc.), la purifica
ción, el exám en de conciencia diario y el silencio. De este
m odo, el orfism o deja de ser un culto para transfo rm arse en
una norm a de vida (C ornford, 1974).
Tiene singular im portancia la doctrina pitagórica del
alm a cuya influencia será m ás que notable en buena parle de
50
los pensadores posteriores. Pero dejemos que sea E. Ronde
quien nos describa los ragos más im portantes de dicha doc
trina: “ El alma h um ana, concebida también por los pitagóri
cos com o una réplica del cuerpo visible y de sus potencias, es
un ser daim oniaco de naturaleza inm ortal, expulsada en otro
tiempo de las alturas habitadas por los dioses y condenada a la
‘cárcel' del cuerpo. No tiene relación íntima con él. No es lo
que podríam os llamar la personalidad del hom bre individual y
visible. En un cuerpo cualquiera vive un alm a cualquiera.
C u ando la m uerte la separa del cuerpo, tiene que volver a la tie
rra después de una época de purificación en el Hades. Las
alm as revolotean en torno a los hom bres, son los minúsculos
cuerpecillos brillantes que se agitan en el rayo de sol. El aire
está lleno de alm as que andan a la busca de un nuevo recinto
habitable, una y otra vez, en un viaje sin fin a través de los ani
males y de los hombres. Según antiquísim as leyendas, Pitágo-
ras conservaba m em oria de las anteriores encarnaciones de su
alm a y sobre ellas instruía y aleccionaba a sus adeptos. La
transm igración, en la doctrina de Pitágoras, ofrece también
(...), un marcado carácter ético-religioso. Las acciones del
hom bre, en una existencia anterior, son las que condicionan
las encarnaciones futuras y el sentido de la existencia nueva.
Todo lo que el hom bre ha hecho se vuelve con tra él cuando re
nace, es ahora el paciente de su propia actividad pasada".
Tal vez sea el tercer aspecto, su doctrina num érica, el
rasgo más característico del pitagorismo, sin que ésto signifi
que negar la influencia de otras de sus lineas de pensamiento en
la filosofía posterior — por ejemplo, la huella que hallam os en
Platón de su doctrina del alma. Según Aristóxenes de Tarento
(músico y principal cronista del pitagorismo, cuyas Proposicio
nes Pitagóricas y Vida Pitagórica nos han llegado a tra
vés de Jámblico), Pitágoras “ elevó las matemáticas por e n
cima de las necesidades de los com erciantes” , convirtiendo
así lo que, para Egipto o Babilonia, era un cuerpo de recursos
em píricos en una ciencia demostrativa. La aritm osofía enten
día los n úm eros com o principio y raíz de todas las cosas y.
51
segün ésto desarrollaron una simbólica matemática que iden
tificaba los nú m eros con puntos que form aban figuras geo
métricas (en lugar de seguir la notación alfabética tradicional
en Grecia), cuya unidad era el diez o leiraktys, representado
com o un triángulo equilátero. Así, con Pitágoras, el pro
blema del arjé se desplaza de la materia a la forma (Cornford,
1974), de un modo diferente a com o lo hará también la doc
trina del logos de Heráclito.
Tres son los dom inios en los que la aritmosofía pitagó
rica alcanzó especial relieve y una m ayor efectividad:
1. Teoría de los Números: Partiendo de la identificación
entre determ inados nú m eros y figuras geométricas se p ro
duce un cruce enorm em ente interesante entre aritmética y
geometría. Así, los nú m eros se clasifican en pares e impares,
y según la form a o estructura geométrica a la que dan lugar:
habrá pues núm ero s triangulares, cuadrados, oblongos, cúbi
cos, piramidales, etc. Esta posibilidad es la que sostiene su
afirm ación de que la estructura íntim a de la realidad es nú-
merica — y no sólo fo rm a lm en te (en la medida en que todo
cuerpo puede reducirse a una esquematización geométrica),
sino también, en algún modo, m aterialm ente (según el testi
m onio de Aristóteles).
Esta identificación entre n úm ero y figura geométrica
confiere a ésta última una dignidad específica — la figura ya
no es un mero dibujo sino que empieza a ser susceptible de
dem ostración— dem ostración lógica que J.D. Bernal, en su
H istoria Social de la Ciencia, estima com o la aportación helé
nica más im portante en el dom inio de la ciencia, considerán
dola surgida del traslado del modelo de la argum entación j u
rídica a las matemáticas: “ la noción de prueba a partir de pos
tulados e incluso el argum ento de reductio ad absurdum pare
cen proceder de los tribunales. Q .E .D .. quod eral dem ostran-
dum , es el argum ento decisivo para ganar el caso ante el tri
bunal de la razó n .” Estam os ante una nueva vuelta de tuerca
en el dom inio de la geometría: si con Tales hablam os de un
paso del modelo táctil al modelo visual, aquí la geom etría se
52
hace consciente de su capacidad argum entativa — tom a la p a
labra. Sobre este fondo habrá que entender la declaración
que, según la leyenda, colgaba en el pórtico de la Academia
platónica: “ N o entre aquí nadie que desconozca la geom e
tría".
Al igual como toda longitud puede expresarse n um érica
mente, las relaciones y proporciones entre diferentes longitu
des pueden precisarse por medio de una razón númerica. Sin
em bargo, no todas las razones pueden expresarse mediante
núm eros enteros (los únicos que utilizaban los pitagóricos):
así. por ejemplo (y piénsese en el conocido "teorem a de Pitá
goras") el lado y la diagonal del cuadrado m antienen una re
lación que no se deja reducir a núm ero s enteros: son, en este
sentido, inconmensurables. El descubrim iento de la irracio
nalidad de V 2 significó una crisis de vasto alcance en el seno
de la matemática pitagórica — hasta el punto de que los pita
góricos m antuvieron su conocim iento del núm ero irracional
com o doctrina esotérica. Los ataques que Zenón de Elea d iri
girá a la concepción pitagórica del espacio se apoyan, como
verem os, directamente en este descubrimiento.
JE N O F A N E S DE COLOFON
58
P A R M E N ID E S D E ELEA
JE N O FA N ES (frag. 15)
PA R M EN ID ES (frag. 2)
— Fis. 30, 14) y los fragmentos que poseemos permiten sup o
ner que era un com pendio de cosmología de la época — a u n
que se han m antenido opiniones m uy variadas acerca de cuál
es la valoración que de esta doctrina hacia Parménides; si se
ocupó en resum ir las doctrinas "de los m ortales” que ante
riormente, y con la ayuda de la Diosa, había refutado; o bien
si podía ser entendida com o una doctrina que, en algún
modo, suscribía el propio Parménides. En cualquier caso, la
diferencia de rango entre las dos vías está clara; la una, la vía
de la Verdad, pertenece a los inmortales — es la del Saber. La
otra, la vía de la apariencia, es el dom inio en el que se m u e
ven los hom bres — la opinión: “el orden de las cosas verosí
miles (eoikoia)", que la diosa le revela “ para que nunca te
aventaje ninguna opinión de los mortales" (fr. 8). El alcance
histórico de am bas partes fue curiosam ente dispar: así, m ien
tras la prim era parte causó una verdadera conm oción en el
curso del pensamiento griego (y occidental), la segunda, (que
com prendía una cosm ogonía, una cosmología, una an tropo
logía y una demonología), apenas sí mereció atención.
La V ia de la verdad se abre con una recomendación o
una exigencia que podem os esquem atizar así:
El Ser Es.
El N o Ser N o es.
No (El ser No Es).
N o (El No Ser Es).
63
después de ser pasará a no ser — lo cual implica vulnerar la
regla y afirm ar que el no ser es.
G. THOM SON
66
D ia g ra m a de la cu a rta aporía
de Z enón, según A lejandro
A A A A A
D BBBB— E
—YYYY
A: Cuerpos en reposo
B: Cuerpos que se mueven desde D a E
Y: Cuerpos que se mueven desde E a D
D: Punto de partida
E: Meta
KIRK y RAVEN
las consecuencias históricas a las que una y otra doctrina ha
dado lugar (y al m odo com o, en su superficie argum entativa.
Platón las enfrenta), hay entre am bas una significativa colec
ción de puntos com unes que no deberían desestimarse: desde
su radical crítica a los datos de los sentidos o su negativa a
conceder ninguna dignidad ontológica a la multiplicidad que
nos rodea (m eros n om bres con los que los hom bres distin
guen entre apariencias) hasta la reivindicación de un punto de
vista “superior” de serena visión que apenas si puede expre
sarse con palabras, pero que, de algún modo, “salva” al que
lo detenta del desconcierto atropellado que es la realidad — le
coloca más allá de todo acontecimiento. En am bos casos, la
puerta de acceso a esta sabiduría viene form ulada de un
m odo que, lingüísticamente, recuerda los antiguos enig
m as— tanto Parm énides com o Heráclito, apoyándose única
mente en lo com ún, el logos, construyen el desafío más m o
num ental al sentido com ún que conoce el pensamiento anti
guo: su instante de vértigo. En am bos casos, nos hallam os
ante dos “ sabios” , y la sabiduría (esa modalidad griega de
santidad) que dicen detentar ha sido adquirida tras un largo
itinerario — que en un caso conduce a la m orada de la diosa y
en el otro al fondo de uno mism o. Tal vez, los enunciados tó
picos de uno y otro de estos grandes autores tenga que ver con
la peculiar naturaleza de su viaje: para los dioses, el no ser no
es — en el fondo de uno mism o, todo fluye.
ZENON D EELEA
71
Los presocráticos tardíos
73
"A mediados del siglo V, la especulación física
griega habia alcanzado una considerable variedad, tanto
en método com o en conclusiones. El método de los pri
m eros pensadores jónicos, basado en el supuesto de que
todos los fenómenos naturales se podían explicar a partir
de la simple observación, resultaba inadecuado después
de la crítica de Parm énides y de la física numérica de los
pitagóricos. Tam bién habían sido abandonadas las teo
rías que identificaban la sustancia prim aria con el agua,
lo Indeterm inado o el aire. Heráclito. aunque había con
siderado al fuego com o sustancia prim aria, hacía hinca
pié en el cam bio y en la oposición de tensiones. Los pita
góricos destacaban la im portancia del modelo de las
cosas, de las relaciones num éricas y geométricas. Y Par
ménides, en nom bre de la razón desechaba el mundo de
los sentidos com o mera ilusión".
B. FA R R IN G TO N . 1971
E M P E D O C L E S D E A G R IG E N T O
75
de sus atavíos rituales y la secularizaron com o una forma a r
tística” (tal com o Estesicoro había hecho con la lírica coral).
Escribió dos obras, en verso: Las Purificaciones (Cathar-
moi) de la que se conservan pocos fragmentos y que estaba
destinada "al pueblo” , según cuenta la tradición, y Sobre la
Naturaleza, texto de caracter esotérico en el que se trata
acerca de la naturaleza de las cosas, y donde la tradición física
jónica y el talante órfico-pitagórico se com binan de modo sin
gular con objeto de m ediar el antagonism o entre Ser y Deve
nir (o entre lo U no y lo Múltiple).
Las principales proposiciones que constituyen el en tra
mado básico de su tratado Sobre la Naturaleza, pueden es
quem atizarse así:
1. La realidad está sometida a un ciclo cósmico interm i
nable.
2. En el curso de este ciclo, se pasa de lo U no (todos los
entes están unificados en un ser, perfecto com o una Esfera) a
lo Múltiple (estadio en el que los entes están dispersos).
3. Los entes m ism os son com puestos (“ mezclas” ) de
cuatro elementos básicos (o “ raíces” ): Fuego, Aire, T ierra y
Agua, que Empédocles identifica poéticamente con cuatro di
vinidades: Zeus, H era, Edoneo y Nestis.
4. Dos fuerzas antagónicas mueven este ciclo cósmico:
el A m o r y la Discordia. El A m o r tiende a reu nir todos los
elementos y hom ogeneizarlos bajo la ley del U no, en una Es
fera. La D iscordia tiende a separarlos en una multiplicidad de
entes particulares.
5. El dom inio del A m o r y de la Discordia es alternativo
en el ciclo cósmico-, pudiendo establecerse, entre los períodos
de hegem onía de cada uno de am bos, dos estadios de tran si
ción: del A m o r a la Discordia; y de la Discordia al A m or.
6. D u rante los estadios de transición, surge la vida. E m
pédocles identifica el período de la em ergencia del hom bre s o
bre la tierra con aquel que transcu rre de la Discordia al
A m o r — del m ism o m odo com o entendía la creación del C o s
mos com o una separación, un paso del A m o r a la Discordia.
76
7. De ahí surge una teoría de la evolución orgánica en
cuatro estadios que podríam os resum ir utilizando el testim o
nio de Aecio (Vet. Plac. V, 19, 5): “ Empédocles sostuvo que
las prim eras generaciones de anim ales y plantas no fueron
completas, sino que constaban de m iem bros disyectos sin
unir; las segundas nacidas de la unión de dichos m iem bros,
fueron seres fantásticos; la tercera generación fue la de las
formas totalmente naturales; la cuarta no surgió ya de su stan
cias hom eom eras com o la tierra y el agua, sino por genera
ción. com o resultado unas veces de la condensación de sus
alimentos y otras debido a que la herm osura de la hem bra ex
citaba el apetito sexual; las diversas especies de anim ales se
distinguieron por la calidad de sus mezclas” .
Empédocles inicia un m ovim iento que seguirán todos los
pluralistas: pulveriza el ser de Parm énides en una multiplici
dad de elementos y explica las transform aciones de los seres,
su nacimiento y su muerte, al modo geométrico — com o
uniones y separaciones: agregaciones de cuerpos m in úscu
los. Este modo de sortear la tensión entre lo U no y lo M últi
ple será, en sus líneas generales, adoptado por todos los físi
cos presocráticos tardíos — variando únicamente el nom bre,
núm ero y cualidades de estos elementos últimos que forman
la realidad (raíces, hom eom erías, átomos) y los mecanismos
por medio de los cuales se supone que se relacionan entre
ellos: com poniendo y descomponiendo las figuras que regis
tran com o entes nuestros sentidos. Según se solvente de un
modo u otro esta problemática, así serán los diferentes siste
mas cosmogónicos.
77
gurando así el periodo de hegem onía cultural de aquella ciu
dad: lo que se conocerá bajo el nom bre de Ilustración Griega.
"M ientras con su separación de la polis patria Anaxágoras se
nos presenta com o precursor del cosmopolitismo helénico, su
vida dedicada totalm ente a la filosofía y su personalidad auto-
suficiente hacen de él un precedente de la autarquía socrática
(Nestle). A comienzos de la G u erra del Peloponeso, fue c o n
denado por impiedad a causa de su teoría astronóm ica meca-
nicista (en particular, por su afirm ación de que el Sol era una
“ piedra ardiente", lo que dedujo de la observación de un m e
teorito, caído en Egospotam os hacia los años 4 6 8 / 4 6 6 ) — fue
desterrado, m uriendo en I.ampsaco, dos años después.
“C u ando m urió — cuenta Diógenes Laercio (II, 7)— los h a
bitantes de Lam psaco le enterraro n con todos los honores.”
Escribió, según parece, un sólo libro, breve y de carácter
divulgador, donde com pendió su teoría cosmológica. Sus
proposiciones básicas pueden resum irse así:
1. En el principio era el Caos — la mezcla de todas las
cosas, infinitas en nú m e ro y pequeñez.
2. Este Caos entra en m ovim iento por acción de un p rin
cipio exterior a él, el Nous, la Inteligencia, que le impone un
m ovim iento circular, en el curso del cual esta masa hom ogé
nea se disgrega en una sucesión de entes particulares.
3. Las cosas no nacen ni perecen (no hay generación ni
corrupción) — se com ponen y se disuelven a partir de lo exis
tente.
4. Las cosas no son una combinación dosificada de sólo
cuatro elementos (como quería Empédocles), sino que hay
m uchas más cualidades irreductibles y distintas unas de
otras.
5. Las cosas están com puestas por una multitud de p a r
tes que contienen en sí las “semillas" de todas las cosas
— partes a las que Aristóteles denom inó hom eom erias o
partes homogéneas. Según la cualidad que dom ina en ellas,
las cosas se nos aparecen bajo un aspecto cualitativo u otro,
pero las ho m eom erias contienen, en gérm en, una infinidad de
78
O rá c u lo de Apolo. sixlo 1 1 a J C (M u s co H o r m a » . H u m a )
A N A X A G O R A S (Frag. 12)
les da Aristóteles: partes homogéneas) son porciones cualitati
vam ente uniform es y distintas las que com ponen un cuerpo
de las que com ponen otro. H em os preferido seguir la prim era
de las interpretaciones porque sólo ella perm ite explicar el
mecanismo de las transform aciones cualitativas — y éste es
un problem a que el pensamiento de A naxágoras se plantea
explícitamente: “ ¿Pues cóm o podría nacer el pelo de lo que
no es pelo y la carne de lo que no es carn e?” (fr. 10).
Es im portante retener, de la cosm ogonía y cosmología de
Anaxágoras, por lo menos, una figura: el Nous, principio se
parado de la mezcla originaria, causa de todo m ovimiento
(hasta el punto de que no puede explicar el m ovim iento de los
seres vivos sino es haciéndoles partícipes del Nous — d otán
dolos de una “chispa” de la Inteligencia Universal) y o rd en a
dor de todo lo real — no es difícil adivinar cuáles serán las fi
guras del pensamiento a las que dará lugar.
81
afirm a que existe no menos que el ser. De la m ism a m anera
su com pañero D em ocrito de A bdera estableció com o princi
pios a lo pleno y a lo vacío...”
Sabemos tan pocas cosas acerca de la existencia de Leu-
cipo (hasta el extrem o de que, por ejemplo, Epicuro la niega)
que. generalmente es a través y bajo el nom bre de Demócrito
com o ha llegado hasta nosotros la doctrina atomista — la úl
tima de las grandes ideologías presocraticas. Diogenes
Laercio nos dice de D em ócrito que escribió m ás de sesenta
obras, guiado por un afán com pilador verdaderam ente enci
clopedista, aunq ue los más le niegan originalidad, llegando
incluso a acusarle de plagio — especialmente por lo que res
pecta a la doctrina atom ista, que atribuyen enteram ente a
Leucipo. Sea cual fuere la paternidad de esta doctrina, lo
cierto es que su im portancia y su influjo son enorm es en el
m undo antiguo (“el pensam iento se libera de toda la concep
ción antropom ófica del mito y tenemos por fin una hipótesis
utilizable" — exclam ará Nietzsche). Epicuro la adoptará
con ligeras modificaciones y Lucrecio da una cum plida expo
sición de la m ism a en De R eru m N atura. Y no sólo en el
m un do antiguo·, Kirk y Raven escriben: “ Secundariam ente
infundió un positivo estím ulo al desarrollo de la teoría ató
mica m oderna, si bien el carácter y los verdaderos motivos de
esta últim a son manifiestam ente distintos” — lo cual no
puede ser más cierto, ya que en un caso se afirm a la existen
cia material de los átom os, m ientras que el otro se plantea
com o ficción explicativa.
83
tos, impasibles, invisibles e imperecederos llamados átomos.
4. Los átom os se distinguen tan sólo por sus determ ina
ciones espaciales: forma, orden y posición (“ ritmo, contacto y
revolución” ). Los átom os com ponen por agregación los dis
tintos cuerpos perceptibles — que son figuras (ideai).
5. Los átom os, m oviéndose por sí m ism os en el vacío,
form an un torbellino en el curso del cual chocan y se entrela
zan form ando los entes y el universo en su orden actual.
6. Al torbellino se le denom ina necesidad (ya que g ra
cias a él se llevan a cabo las uniones posibles — es la razón y
ley de dichas uniones) y también azar (porque es el azar la
fuerza que guia las combinaciones): “ todo lo que existe en el
universo es fruto del azar y de la necesidad” .
Seguirán a este esquem a general aplicaciones concretas
mediante las que se explica de qué modo surgen los astros y
nuestro m u ndo (del torbellino original, los cuerpos que son
lanzados hacia lo alto form an el cielo, el fuego y el aire; las
agregaciones más pesadas, la tierra); la vida (hom bres y ani-
nales surgen, del barro de la tierra): los distintos fenómenos
fisiológicos (la respiración permite que el cuerpo incorpore
m ateria ignea, con la que reem plazar a los átom os desapareci
dos); el pensam iento y el alm a (...átom os sutiles que constitu
yen nuestra fuerza vital y motriz); etc. T am bién form uló D e
mocrito un a serie de preceptos morales, aunque hay que decir
a este respecto que, ni están reunidos en un sistema cohe
rente, ni es evidente la relación que m antienen con su sistema
físico — habiendo dado lugar, este hecho, a las interpretacio
nes más dispares.
Clemence R am noux establece, entre A naxágoras y D e
mocrito, una serie de semejanzas y divergencias que por su
concisión y capacidad de síntesis no d udam os en suscribir.
1. Puntos com unes afirm ados por A m bas Doctrinas:
“(a’) En el vacío infinito, átom os separados (b') A tom os,
para com po ner una infinitud de m undos; (c) su pequeñez, y
(d) su indestructibilidad” .
2. Puntos de Divergencia entre A m bas Doctrinas:
84
2.1 Anaxágoras·.
“(a) En el absoluto infinito todo está mezclado, (b) Todo,
es decir, espermas, gérm enes vivos, infinitos en núm ero, infi
nitamente diversos en constitución, cada uno lleno de una in
finidad de porciones de los demás, (c) La m asa se anim a por
un m ovim iento giratorio causado por un principio inteli
gente: y (d) que provoca la organización po r separación a p a r
tir de una mezcla” .
2.2 Demócrito:
“(a') En el vacío infinito, átom os separados, (b’) Atoxos,
es decir, elementos indivisibles, sólidos de poca extensión, in
finitos en núm ero, homogéneos en constitución, diversos ún i
cam ente por razón de forma, de talla y de disposición, (c')
Los átomos, anim ados, según parece, por un movimiento
confuso en el origen, serían atrapados por azar en un torbe
llino que no causa ningún principio inteligente-, y (d') al caer
accidentalmente unos sobre otros, producen la organización
por conglom erados a partir de la separación” .
T ras leer a los atomistas y destacar que ellos habían lo
grado que el pensamiento físico alcanzara su máximo de s im
plificación en las hipótesis, Nietzsche se preguntaba: “ ¿C uá
les son las causas que cortaron una provechosa física experi
mental en la Antigüedad después de D em ócrito?” Tal vez
una m anera de no responder fuera recordar que mientras D e
mócrito elabora su obra, se están produciendo vastas trasfor-
maciones en la sociedad griega; que el espíritu griego está
desplazando sus centros de interés, sus temas y sus problem á
ticas. La democracia ateniense ha planteado nuevos desafíos
al ciudadano — la razón va a verse obligada a ser, más que
nunca, una razón política.
85
A modo de conclusión
D E FISIS A POLIS
En realidad, aunque temáticam ente Dem ócrito se integra
con pleno derecho entre los pensadores presocráticos, no ocu
rre lo m ism o si nos atenem os a un criterio cronológico. D e
mócrito es un pensador físico tardío, coetáneo de Sócrates.
Escribe su obra m ientras Atenas ha conquistado ya la hege
m onía espiritual de la Hélade, e irradia de ella una renovación
cultural de vastos alcances. La fisis, la naturaleza y el orden
cósmico, ha dejado de ser el centro de atención del pensa
miento. Ya no se interrogan por cual es el arjé de esta fisis,
sino que todo el interés está centrado en la vida ciudadana, en
la polis, y en la pregunta por cuál ha de ser el principio sobe
rano que debe regirla — cuál es el nomos: la ley.
El problem a de la naturaleza cede así ante la preocupa
ción ciudadana — incluso en sus rasgos más íntimos: la vir-
86
“ Un doble relato te voy a contar: en un tiempo
todas las cosas llegaron de una pluralidad a constituirse
en unidad, y en otro pasaron de unas a ser multiples: do
ble es la génesis de los hom bres m ortales y doble su des
trucción. A la una la engendra y la destruye su reunión, y
la otra crece y se disipa a medida que los seres se dividen
de nuevo. Jam ás cesan en su constante cam bio, convi
niendo unas veces en la unidad por efecto del A m or y se
parándose otras bajo el odio de la Discordia. (Asi. en la
medida en que aprendieron a desarrollarse en una unidad
a partir de una pluralidad) y de nuevo, cuando dejan de
ser unas se convierten en plurales. Así nacen y no tienen
una vida estable, sino que. asi com o jam ás cesan de cam
biar constantem ente de lugar, tampoco son siempre in
m utables en el ciclo."
W .K.C. G U T H R IE . 1965
Sócrates r D iolinia (Museo del Louvre)
tud deja de asociarse con alguna cualidad natural para po
nerse com o objeto de educación. ¿Puede enseñarse la virtud?
— ésta es la pregunta que preside buena parte de las conversa
ciones de Sócrates. Esta será tam bién la enseñanza de una
nueva clase intelectual que acaba de nacer en G recia y bajo la
cual desaparecen los presocráticos: los sofistas. La búsqueda
de la instancia soberana que gobierna el m undo, la inquietud
por alcanzar la sabiduría, se desplazan radicalmente: la sobe
ranía ya no corresponde a la naturaleza — en la ciudad, no
hay más soberano que el ho m bre y su form a de serlo (o no) se
denom ina poder. “ En la dialéctica — escribe Colli— se lucha
por la sabiduría; en la retórica se lucha por una sabiduría di
rigida al poder. Lo que hay que d om inar, excitar y aplacar,
son las pasiones de los hom bres. Paralelamente, el contenido
de la dialéctica que en su período más refinado se había vola
tilizado gradualm ente hasta las categorías más abstractas que
la mente h u m a n a pudiera inventar, ahora con la retórica re
gresa a la esfera individual, corpórea, de las pasiones h u m a
nas, de los intereses políticos". Con los sofistas, la elocuencia
y la argum entación sustituyen a los antiguos tratados Sobre
88
la N aturaleza o los Poemas Cosmogónicos. Las colecciones
de opiniones tratadas dogm áticam ente se pulverizan en un
ejercicio plural de la argum entación razonable. Se abre así un
debate sin fin entre argum entaciones contrarias para hallar
cuál es la medida que conviene a la vida ciudadana: su
logos. Parece que, de este modo, se cierra la historia del naci
miento del pensamiento racional y com ienza la larga e inaca
bada historia de su madurez: la lucha por hallar sus condicio
nes idóneas de ejercicio.
U nas palabras de Sócrates ilustran, com o un em blem a,
esta nueva situación. Cuenta Platón (Fedro, 230) que, habién
dole preguntado a Sócrates si alguna vez cruzaba los u m b ra
les de la ciudad y salía fuera de ella, éste respondió: “Cierto
que no, amigo mío, y espero que sabrás excusarm e cuando
escuches la razón, a saber, que soy un am ante del conoci
miento y los hom bres que habitan la ciudad son mis maestros
y no los áboles y el cam p o ” .
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CR O N O LO G IA
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Bibliografía
y
D oxografía
Las fuentes principales de fragm entos y testim onios sobre los preso-
cráticos son:
Aristóteles: Metafísica.
Diógeno Laercio: Vidas de los Filósofos Más Ilustres.
Herodoto: Historia.
Simplicio: Física.
Teofrasto: Física.
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Indice
In tro d u c c ió n .............................................................................. 9
Del mito al logos .................................................................... 12
Los presocráticos del Asia M e n o r ...................................... 24
Los presocráticos de la Magna G r e c i a .............................. 47
Los presocráticos tardíos ................................................ 72
A m odo de conclusión .......................................................... 86
C r o n o l o g í a ................................................................................. 90
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