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ÓRFICO BLUES

De Martín López Brie

Personajes:

Tiresias – Dueño y gerente del bar, ciego, adivino travestido.

Medea – Socia de Tiresias, hechicera decadente.

Orfeo – Músico errante y poeta monomaniaco.

1
Prólogo.

Tiresias despelleja un conejo. Tiene puestos un par de guantes.

TIRESIAS:

¡Hay, conejito cogelón! ¿Cómo hablar de aquellos amores desesperados? ¿Qué

te diré de aquellos infortunios? Algo así como: ¡Canta, oh, musa enmascarada, el

desencanto de Tiresias! Aquel, que quisiera olvidarlo todo, y encontrar consuelo

en una canción de cuna, y dormir, dormir, dormir...

O tal vez: “Canta, oh musa pordiosera, los arrebatos de la cruel Medea…”

O mejor otra cosa, como: “Canta, oh, musa plañidera, las penas del triste Orfeo...”

Ay, el triste Orfeo, el culito de los bares…

Así es, mi rabito cachondo... hubo un tiempo en que casi fui feliz... pero no me lo

creí… por lo menos era como un sedante... y aquellas dolorosas melodías me

sonaban a canción de cuna: era Orfeo... así es, conejito cogelón... yo siempre

supe que volvería, un adivino sabe esas cosas: las ves en el cenicero, en la mano

de la baraja, en el humo del tabaco, en la borra del café, en los cristales de una

botella rota… Entonces te vienen una especie de náuseas, y vomitas la profecía.

Vendrá de más allá de las fronteras

Aquel que regresa vencedor pero vencido.

Vendrá soñando besos de corazón rendido

Buscando promesas, hallando fieras.

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Embriagado de amor intermitente

Cantará su llanto, llorará una despedida

Despertará la furia de una mano homicida,

Rencor de su belleza indiferente.

Cantará y encontrará en su canto

La sombra que le fue arrebatada en los tormentos

Cantará, para que vuelva, todos sus lamentos,

Y solo quedarán gritos y llanto.

Cantará una sola melodía

Cada mañana, cada noche, y cada verso

Dolerá en el vientre, desgarrará disperso

Una canción de amor y de agonía.

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PRIMER ACTO

Escena 1.

Tiresias se acaricia la cara frente a un espejo.

TIRESIAS:

¿Sabes quién soy, espejito fisgón? ¿Me reconoces?

Soy Tiresias, el famoso adivino de Tebas. Nací hombre, pero la voluntad del Hado

quiso que me convirtiera en mujer y así viviera un tiempo; hasta que me

acostumbré. Siendo mujer me enamoré del joven más bello que ha pisado la

tierra; y entonces volví a ser hombre. Lloré mi desgracia mucho tiempo, creyendo

que ya nada peor podría pasarme... ¡Ay, qué equivocado estaba!

Zeus y Hera discutían sobre quién gozaba más durante el sexo: el hombre o la

mujer; Zeus aseguraba que la mujer, y su esposa que el hombre. Entonces

decidieron preguntarme, pues yo había gozado como ambos. Tuve que responder

con la verdad: “Si el placer tuviera diez partes” dije “Una sola parte la disfruta el

hombre y las diez partes la mujer”

Pero la diosa se enfureció porque mi respuesta no la había favorecido, y me

condenó a la ceguera para siempre. Zeus sintió lástima por mí, y decidió

concederme el don de la profecía, larga vida y un bastón para andar como si mis

ojos vieran.

Pero los dones no han sido un consuelo, si no más bien una carga.

Estoy cansado, y todavía me queda algo de vida por delante.

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MEDEA: (Imitando el tono de Tiresias)

¡Yo soy Medea, la hechicera de la Cólquide de oriente! Yo soy la traidora, la

criminal, la puta, la más perra, la miserable, la bruja, la loca, la histérica…

TIRESIAS:

Te tiras al piso para que te recojan.

MEDEA:

Tú empezaste.

TIRESIAS:

Yo hago lo mismo todas las noches, ya lo sabes: me fumo un cigarro y le cuento

mis penas al espejo, a ver si se compadece. Pero tú sólo lo haces para

molestarme.

MEDEA:

No eres el único que se la pasa mal.

TIRESIAS:

¿Y eso qué? Es mi espejo.

MEDEA:

¿Y qué dice tu espejo?

TIRESIAS.

Nada. No le importo.

MEDEA:

Te tiras al piso para que te recojan.

TIRESIAS:

Es que las cosas están mal. Siempre han estado mal...

MEDEA:

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No te voy a discutir eso. Pero mejor refréscate un poco, porque tenemos que

hacer cuentas.

TIRESIAS:

Ay, no. No quiero. Ya se lo que va a pasar.

MEDEA:

Estamos arruinados. Si no levantamos pronto este antro, quebramos.

TIRESIAS:

No le digas antro, es un bar.

MEDEA:

Como sea, hay que hacer algo.

TIRESIAS:

¿Y qué se te ocurre? Yo ya hice todo lo posible, pero la gente no viene.

MEDEA:

No es cierto, no has hecho todo. (Pausa) No quieres adivinar.

TIRESIAS:

Ya hablamos de eso.

MEDEA:

Piénsalo bien. Un café-tarot nos sacaría del apuro... ¿has visto el éxito que tienen

esos lugares?...

TIRESIAS:

Ya basta ¿si?

MEDEA:

...además les daríamos predicciones verdaderas. Todos quieren saber su destino,

y por una cantidad razonable...

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TIRESIAS:

¡Dije que no!

MEDEA.

Entonces arréglate con tu puto bar de mierda.

TIRESIAS:

¿Y por qué no mejor vendemos filtros de amor? Tú sabes de pociones. ¡Usa tu

magia, hechicera de oriente! Tú eres una experta. O venenos, para las esposas

agraviadas. O consejos: “Cómo seducir a un gran héroe”, “Escápate de casa con

la complicidad de tu hermano”, “Recetas para conservar a tu marido” Tú tampoco

quieres aprovechar tus talentos...

MEDEA:

Ya basta, Tiresias. Me estás haciendo enojar.

TIRESIAS:

Te sorprenderías de lo que paga la gente por consejos estúpidos.

Pausa. Silencio incómodo.

MEDEA:

¿Ya viste?

TIRESIAS:

No.

MEDEA:

Hay alguien afuera, pero no se decide a entrar.

TIRESIAS:

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Con este ambiente, yo también lo dudaría.

MEDEA:

Afuera hace frío. Ya lleva un rato ahí.

TIRESIAS:

No me digas que ahora te preocupas por la gente. Déjalo, que se congele. Seguro

es un vago.

MEDEA:

¿Y si es policía?

TIRESIAS:

No seas paranoica.

MEDEA:

Ya sabes que me buscan en Corinto y Atenas. Y como están las cosas...

TIRESIAS:

Tranquila, no van a buscarte aquí.

MEDEA:

Tú qué sabes. Con esto de la guerra ya están agarrando a cualquiera.

TIRESIAS:

¿Cuál guerra? No seas necia.

MEDEA:

Habrá guerra. Ya lo verás. Ahora está lleno de policías y militares, y nos van a

caer un día.

TIRESIAS:

Por si no te has dado cuenta, los militares son casi los únicos que vienen al bar, y

no les importa quiénes somos ni qué hicimos antes.

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MEDEA:

Vendrá la guerra, y será nuestra ruina. La ruina de todos.

TIRESIAS:

Cálmate. Cuál guerra.

Orfeo entra al establecimiento. Carga el estuche de una guitarra. Medea parece

reconocerlo.

MEDEA:

¡Vaya, un músico! ¿Quieres un trago?

ORFEO:

No, gracias.

MEDEA:

Esto es un bar. Si no quieres un trago, te largas.

ORFEO:

Quiero hablar con Tiresias... el adivino.

MEDEA:

¿Quieres un trago o no quieres un trago?

ORFEO:

Ron… “on the rocks”

TIRESIAS:

Ese que buscas no está por aquí.

ORFEO:

Pero… me dijeron que este era su bar.

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TIRESIAS:

Puede ser. Pero no está.

ORFEO:

También me dijeron que era ciego.

TIRESIAS:

¿Y eso qué?

ORFEO:

Me dijeron que se vestía como mujer. Usted es Tiresias.

TIRESIAS:

Yo soy Tiresias, pero ya no soy adivino. Perdí mis poderes, adiós.

Medea trae el ron y se lo da a Orfeo; bebe mientras observa la conversación.

ORFEO:

Necesito que me ayude.

TIRESIAS:

No puedo.

ORFEO:

Tiene que ayudarme, o moriré por la angustia y el dolor.

TIRESIAS:

Qué novedad... haz cola por allá.

ORFEO:

Usted no entiende... usted no sabe quien soy yo ni...

TIRESIAS:

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¿No sé quién eres?... Me parece que eres Orfeo, el músico hijo de Eagro y

Calíope, ¡La envidia de Apolo! ¿Cierto? Y me imagino que viniste para pedirme

consejo, para que te diga qué te depara el futuro y cuál es el camino que debes

seguir para evitar la desgracia... pero no, se acabaron los consejos, pues eso solo

trae desdichas y nadie lo aprecia... hasta me han apedreado por decir oráculos

adversos... así que no. Regrésate por donde viniste porque aquí no hay nada para

ti.

ORFEO:

Debo suplicarle que me escuche. No quiero prevenir ninguna desgracia. La

desgracia ya me ocurrió, pero no soporto vivir con eso. Usted es mi última

esperanza. Necesito saber cómo recuperar a mi amada.

TIRESIAS:

Llévale flores.

ORFEO:

Ella ha muerto, ahora está en el Hades.

TIRESIAS:

Mal asunto. Igual llévale flores.

ORFEO:

Debo recuperarla o... no sé... no sé vivir sin ella; no soporto la vida sin Eurídice, si

no puedo recuperarla…

TIRESIAS:

¿Qué, te vas a matar? No es novedad. Por mí ya te estás tardando, bizcocho.

MEDEA:

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No es para tanto, una muerta más, una menos… consíguete otra… mientras, por

aquí hay putas baratas, y no tan feas.

ORFEO:

Usted no entiende...

TIRESIAS:

Entiendo perfectamente... yo no adivino... búscate un oráculo sagrado.

ORFEO.

Es que los oráculos me desprecian. Apolo los ha puesto en mi contra.

TIRESIAS:

No me digas, te tiene envidia. Qué lástima.

ORFEO:

Ayúdeme por favor, usted es la única esperanza que me queda...

MEDEA:

¿No te compadeces del muchacho? Deberías ayudarlo. Tan lindo que es.

TIRESIAS:

Ayúdalo tú, si puedes.

ORFEO:

Se lo suplico...

TIRESIAS:

¡Dije que no! ¡No voy a volver a mirar en los hígados de ningún animal, ni a

escuchar el vuelo de los pájaros, ni a echar las cartas, ni a interrogar los cráneos!

¡Jamás! ¡No es bueno asomarse en el futuro! ¡Calamidad! ¡Desgracia!

¡Sufrimiento! ¡Eso es lo que hay en el futuro! Si ya lo saben para qué quieren

preguntar. ¡Lárgate! ¡Vete de aquí! No me jodas con tus preguntas ñoñas. ¡Vete a

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llorar un río! ¡Mátate! ¡Córtate las venas! ¡Atáscate de pastillas! ¡Tírate a las vías!

Pero no vengas a joderme con tu vida que no me importa.

Orfeo se aleja y sale del bar.

MEDEA:

¿Por qué lo echas? Es Orfeo.

TIRESIAS:

¿Y qué?

MEDEA:

Nos puede ayudar… (Sale tras Orfeo)

TIRESIAS:

A buena hora llega este efebo. Así me tienta el destino. Así se burlan de mí las

parcas. ¿Será posible tener paz? Estoy cansado. Quisiera olvidarlo todo. Empezar

de nuevo...

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Escena 2.

MEDEA:

Espera. No te vayas.

ORFEO:

¿Por qué no? Aquí no hay nada para mí.

MEDEA:

¿No me reconoces?

ORFEO:

No.

MEDEA:

Soy la hechicera que huyó con Jasón, en la expedición de los argonautas. Tú ibas

con ellos.

ORFEO:

Ah, sí. Soy malo para las caras.

MEDEA:

No soy fácil de olvidar.

ORFEO:

Es que desde que perdí a Eurídice, todo se ha vuelto borroso.

MEDEA:

Deberías quedarte.

ORFEO:

No puedo. Me mandaron a cortarme las venas, o a tirarme a las vías.

MEDEA:

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No seas estúpido.

ORFEO:

Tal vez así me reúna con ella.

MEDEA:

No creo. En la penumbra del Erebo no conocen la piedad.

ORFEO:

En realidad no quiero morir. Quiero estar con ella, quiero que regrese. Si muero

me harán beber de las aguas del olvido, y ya no sabré reconocerla.

MEDEA:

¿De qué se murió?

ORFEO:

Veneno... una serpiente la mordió. Un tipo intentaba violarla.

MEDEA:

¿Era bella?

ORFEO:

Sí. La más bella de todas. Me amaba.

MEDEA:

El amor es un perro rabioso y traicionero. Desconfía del amor.

ORFEO:

Necesito recuperarla. Mi amor es lo único que me queda.

MEDEA:

Debes aceptarlo, niño. La muerte es para siempre. No hay regreso posible del

Hades.

ORFEO:

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No es verdad. Sí se puede salir. Un tal Sísifo ya lo hizo una vez.

MEDEA:

Ese era un embustero, y el más astuto de los hombres. Además, lo volvieron a

agarrar, y lo pusieron a cargar piedras para que no tuviera tiempo de pensar ¿Qué

no lees los periódicos?

ORFEO:

Démeter logró que el mismo Hades le devolviera a su hija Perséfone.

MEDEA:

Eso es historia. Pero eran diosas. La tierra se estaba yendo al carajo por el

secuestro de Perséfone. El mismo Zeus le ordeno a su hermano que devolviera a

la muchacha, y aún así ella tiene que volver una temporada con su marido a las

cloacas. Los dioses tienen algunas facilidades para transitar el Hades.

ORFEO:

Yo también estuve allí.

MEDEA:

¿Cómo allí? ¿Moriste y volviste del Infierno? ¿Eres una sombra?

ORFEO:

Nunca morí. Fui por mi propia voluntad a buscar a Eurídice...

MEDEA:

¿Y cómo cruzaste el Lete?

ORFEO:

Caronte quiso obligarme a beber de las aguas negras, para que olvidara todo,

pero yo canté, y entonces aceptó llevarme del otro lado del río del olvido.

MEDEA:

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Pero al otro lado espera el Cancerbero, guardando la puerta al más allá. ¿Cómo

pasaste?

ORFEO:

Prefiero no hablar de eso. Pude volver, pero no logré traerla conmigo… yo… (No

puede hablar) le fallé… Estuve más allá de todas las fronteras, pero fracasé.

MEDEA:

Tal vez te pueda ayudar… pero nada es gratis.

ORFEO:

¿Cómo?

MEDEA:

Soy nieta del Sol. Princesa de la Cólquide, y la mejor hechicera del orbe.

ORFEO:

¿Y qué haces en este lugar?

MEDEA:

Soy socia. Es una mala racha, nada más. Pero eso puede cambiar.

ORFEO:

¿De verdad me puedes ayudar?

MEDEA:

¿No me crees? Yo puedo convencer a Tiresias de que adivine para ti.

ORFEO:

¿Y qué pides a cambio?

MEDEA:

Nada imposible. Sólo quédate con nosotros y canta en el bar, por las noches.

ORFEO:

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No puedo cantar.

MDEA:

¿Por qué? ¿Qué te pasa? Te conviene.

ORFEO:

Desde que la perdí, estoy bloqueado. No puedo cantar.

MEDEA:

¿Cómo que bloqueado? ¿No has vuelto a cantar desde entonces?

ORFEO:

Cada vez que lo intento se me cierra la garganta... me dan ganas de llorar…

MEDEA:

Tal vez pueda darte una pócima... el ron hace milagros.

ORFEO:

Ya probé. Nada funciona.

MEDEA:

Intenta componer algo nuevo, tal vez así...

ORFEO:

Ya lo hice... cada vez que quiero imaginar una melodía, o cuando rasgo la

guitarra, escucho los gritos de sufrimiento, la agonía eterna de los condenados: las

gargantas desgarradas, los estómagos reventados, la saliva hirviendo... estoy

maldito por atreverme a pisar el infierno.

MEDEA:

Bebe un poco de esto (Le ofrece un frasco) No te servirá para cantar, pero al

menos adormecerá el recuerdo. Yo bebo un poco todos los días, y solo así

consigo tenerme en pie.

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ORFEO:

Gracias.

MEDEA:

Quédate unos días. Relájate un poco y tal vez podamos convencer al viejo de que

adivine. Si pudiste domar al perro del infierno, seguro podrás con un viejo ciego y

amargado.

ORFEO:

Primero tiene que aceptar que me quede.

MEDEA:

De eso me encargo yo.

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Escena 3.

MEDEA:

Es una señal. Tienes que aceptarlo. Él es lo que necesitamos para que el bar

funcione. Imagínate cuánta gente vendrá a oír cantar sus penas al célebre Orfeo,

el que dobla los árboles, el que amansa a las fieras, ¡El que bajó al infierno por

amor! Está un poco trastornado, pero no importa. Hasta sus ojeras le sientan

bien. ¿Ya lo visualizaste?

TIRESIAS:

No.

MEDEA:

No seas necio. Te estás volviendo una vieja aferrada. ¿Prefieres estar de

pordiosera por las calles? Yo lo vi calmar tempestades y enloquecer a las sirenas.

Yo lo escuché.

TIRESIAS:

Tú no entiendes.

MEDEA:

Pues explícame.

TIRESIAS:

No siempre tuve este cuerpo de hombre....

MEDEA:

Ya lo sé... lo repites todas las noches.

TIRESIAS:

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Pero nunca me escuchas. Alguna vez fui una hermosa mujer Tuve un cuerpo que

Afrodita lo envidiaría... pero no solo el cuerpo... los sentimientos, las emociones, el

carácter... todo era femenino... descubrí que me gustaban los hombres. Son

toscos, son sucios, son simples... odio ser un hombre, pero amaba que me

desearan. Me paseaba con mi peplo de lino al viento cerca de los torneos, y todos

dejaban sus luchas para mirarme. Claro, no faltaba el prosaico que me decía

alguna vulgaridad, pero hasta eso era reconfortante. De vez en cuando me llevaba

uno conmigo y hacíamos cosas que hasta a ti te escandalizarían. Creí que era

feliz, pues nadie me censuraba mi vida disipada. Pero entonces llegó el terrible

día. Yo me había convertido en mujer por una maldición de Atenea, a quien vi

bañándose desnuda en un manantial. Me convirtió en mujer para que aprendiera

lo que es el pudor de una doncella, pero no le había resultado muy bien porque yo,

de pudor, no tenía nada, y de doncella menos. Pero un día me estaba bañando,

como la diosa, en el mismo manantial, y allí se me apareció un muchacho

hermoso, el más hermoso de todos, que al verme se quedó con la boca así de

abierta, y no se movía. Yo alcancé a ver que su cosa le había crecido de una

manera... que bueno, me enamoré, fue instantáneo, y entonces me sentí desnuda,

luego de haber sido tan puta, sentí pudor ante la mirada idiota del muchacho, y

supe que estaba perdida por él... pero O desilusión, al sentir el pudor volví a ser

hombre, ante los ojos perplejos de aquel, que sería mi único amor. Le juré

fidelidad eterna, me puse a sus pies, le ofrecí todo, pero él me despreció, me dijo

cosas horribles... aquel que es la envidia de Apolo... ¡Orfeo! Sí. Ese mocoso de

voz celeste. Nunca pude recuperarme del desengaño. Y ahora viene aquí, a

perturbar mi vida de nuevo. No lo puedo aceptar. No puedo.

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MEDEA:

Pues él no te reconoció.

TIRESIAS:

Claro que no. Aquella vez yo no estaba vestido, no estaba maquillado, no era

ciego ni adivino, era más joven... probablemente ni se acuerde. ¡Ojalá que ni se

acuerde!

MEDEA:

No tiene por qué, ni se lo vamos a decir. Pero debe quedarse, es la única manera

de salvar el negocio. El destino lo puso frente a nuestra puerta en este momento

de necesidad, y contra el destino no podemos hacer nada.

TIRESIAS:

A quién se lo dices. ¿Has visto lo hermoso que es?

MEDEA:

¿El destino?

TIRESIAS:

No seas estúpida, el muchacho. ¿Te acuerdas de su música?

MEDEA:

Por eso quiero que se quede.

TIRESIAS:

Exacto, ese es el problema. No podemos medir las consecuencias de tanta

belleza en nuestro bar. No puede ser buena tanta belleza.

MEDEA:

¿Por qué no? No seas tan pesimista.

TIRESIAS:

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Mira quién habla. No me digas que ahora eres optimista. No te queda.

MEDEA:

Tienes razón, no lo soy. Yo creo que de todas maneras todo se va a ir al caño, así

es que prefiero que nos vayamos al caño con Orfeo que sin Orfeo, que es como

decir con dinero que sin dinero, y que si nos vamos a terminar de hundir en la

mierda lo hagamos bien y embarremos un poco a ese guapito que cruzó el infierno

sin ensuciarse las manos y ahora nos viene a pedir ayuda como si fuera el único

que sufre en este podrido valle de lágrimas que es el mundo.

TIRESIAS:

Me duele la cabeza. Necesito mis pastillas.

MEDEA:

No. Lo que necesitas es usar los huevos que tienes ahí colgando, aunque

reniegues de ellos. Eres una vieja cursi y sentimentaloide: “ay no, no me vaya a

reconocer, me da pena” Enfrenta tu destino, Tiresias: él vino a ti. ¿Qué vas a

hacer con él?

TIRESIAS:

Nada. Además ya se me pasó el amor. Ya superé ese desengaño. Ya no lo puedo

ver, así es que su cara bonita no me enamora. Es más: ya no creo en el amor. No

para mí. A mi solo me queda esperar un poco de consuelo y tranquilidad para mi

vejez. ¡Ay, cómo quisiera olvidarme de todo! Pero el amor... No, ya superé esa

mentira que llaman amor.

MEDEA:

Y si ya lo superaste ¿qué te importa que se quede?

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Pausa.

TIRESIAS:

Está bien. Que se quede. Pero no voy a adivinar para él. Y tú, ya verás que tengo

razón. Tanta belleza no puede ser buena.

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Escena 4.

Orfeo pica hielo frente al espejo.

ORFEO:

Allí estaba, el perro negro de tres cabezas; me esperaba chirriando sus fauces y

echando baba, pero canté y la bestia se amansó, y me condujo por los campos del

erebo. Yo seguí cantando, y a mi paso las penas de los condenados se

interrumpían, y los gritos de dolor callaban para escuchar mi música. Así llegué

hasta el trono de Hades, el señor del inframundo, y canté todo lo que me dolía.

Hasta él se conmovió.

Me dijo que regresara por donde había venido, en silencio, sin mirar atrás, y que

aquella que buscaba escucharía la música y me seguiría los pasos hasta el mundo

de los vivos.

Así lo hice... en ese recorrido sentí que me volvería loco, pues los tormentos

habían vuelto a los condenados, y los gritos no me dejaban escuchar ni mi propia

respiración; varias veces estuve a punto de sucumbir, y me mantuve repasando

con la mente las melodías que callaba... pero casi al final, ante el umbral de la luz

del día, dudé. Pensé que el dios me había engañado y me volví para

cerciorarme... allí estaba ella, la más bella de todas, que me vio un instante y

luego se convirtió en ceniza frente a mis ojos.

Coge la guitarra e intenta cantar, pero no puede. Luego de varios intentos desiste. Entra

Tiresias.

25
ORFEO:

No puedo.

TIRESIAS:

¿Qué te pasa?

ORFEO:

No puedo cantar. Me duele el pecho.

TIRESIAS:

Pues no cantes, nadie te lo pidió.

ORFEO:

Me gusta cantar... es lo único que sé hacer.

TIRESIAS:

Pues ya puedes ir aprendiendo otra cosa... aquí necesitamos meseros.

ORFEO:

No puedo hacer otra cosa.

TIRESIAS:

Eres un pobre diablo vanidoso. Claro que puedes hacer otra cosa, pero crees que

no te debes rebajar. Crees que por ser bonito y talentoso ya no tienes que trabajar

como los demás, sientes que el mundo te debe algo, pero no; estás equivocado.

Nadie te va a dar nada.

ORFEO:

Usted es un amargado.

TIRESIAS:

Pues no soy el único ¿No te ibas a matar?

ORFEO:

26
Todavía no.

TIRESIAS:

Dime una cosa: Si no puedes cantar, ¿de qué sirve que te quedes en el bar?

Mejor te deberías ir y dejarnos en paz.

ORFEO:

Necesito recuperar a Eurídice.

TIRESIAS:

Yo no te puedo ayudar.

ORFEO:

Me voy a quedar hasta que lo haga.

TIRESIAS:

¿Me estás amenazando?

ORFEO:

Yo… no quise ser grosero. Estoy desesperado.

TIRESIAS:

A mí me desesperas.

ORFEO:

¿Usted nunca se ha enamorado?

TIRESIAS:

No te voy a contestar.

ORFEO:

Seguramente alguna vez ha sentido esa necesidad caprichosa. Esa angustia

permanente. Esa felicidad amarga...

TIRESIAS:

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No, nunca.

ORFEO:

¿Qué haría usted si supiera que es posible recuperar al amado? ¿No lo intentaría

todo? ¿No se volvería un impertinente? ¿No fatigaría los caminos sin pedir

descanso? Ese soy yo. Llegaré hasta el fin del mundo si es necesario. Solo quiero

saber qué hacer. Necesito que usted me diga, porque se me acaban las opciones.

Su socia ofreció ayudarme ¿por qué usted no lo hace? ¿Por qué se resiste tanto?

TIRESIAS:

¿Medea te ofreció su ayuda? Lo que hay que oír. De verdad estás desesperado si

vas a confiar en ella.

ORFEO:

Les conviene ayudarme. Yo podría salvar este negocio. Al menos parece que ella

tiene buenas intenciones.

TIRESIAS:

¡Ja! Ella nunca tiene buenas intenciones. ¿Sabes que la buscan en Corinto y

Atenas? Y en la Cólquide oriental la esperan para colgarla. Muchos quisieran

enterrarla ¿Y tú vas a confiar en ella? Que tengas suerte.

ORFEO:

¿Qué hizo?

TIRESIAS:

Traicionó a su padre, robó el tesoro, huyó con un extranjero, descuartizó a su

hermano, mató a sus hijos, envenenó a La Otra… y cosas por el estilo. Créeme

niño, esa lagartona tiene mucho veneno todavía. Las víboras se inspiraron en ella

para inventar el veneno.

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ORFEO:

Pero usted se asoció con ella.

TIRESIAS:

Yo soy adivino, estoy acostumbrado a las serpientes… y bueno… cada quien se

rasca con sus uñas. Se hace lo que se puede, y punto. No me gusta juzgar a la

gente.

ORFEO:

(Intenta tocar otra vez, pero es inútil) Ayúdeme por favor. (A punto de llorar)

TIRESIAS:

Ay no, por favor, mocos no. Entiéndelo. Tú estás enamorado de una imagen. De

una idea que te hiciste en la cabeza, y esos son los amores más peligrosos,

porque no son reales. Ella es un recuerdo, y los recuerdos son casi nada. El amor

real es burdo, tosco, recurrente, aburrido. Esa pasión que tú tienes es una especie

de roncha en el cerebro. Ráscate un poco y ya está. Ponte a cantar y olvídate del

amor.

ORFEO:

¿Ya nadie cree en el amor?

TIRESIAS:

De hecho, no. Solo algunos necios. Los idiotas. Los ingenuos. Pero son pocos.

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Escena 5.

TIRESIAS:

Tu amiguito ya me está fastidiando. Ya no lo soporto. No hace nada, no canta, no

reacciona. Nada más se lamenta en los rincones. Ya me tiene harto. Se supone

que nos iba a sacar de la ruina ¿no?

MEDEA:

Necesita un estímulo, y tú no se lo quieres dar.

TIRESIAS:

Otra vez con eso. Ya dije que no voy a adivinar.

MEDEA:

No entiendo por qué no quieres hacerlo. No debe ser tan terrible.

TIRESIAS:

No tienes idea de lo que dices.

MEDEA:

Explícame.

TIRESIAS:

¿Quieres que te diga lo que se siente hacer profecías?

MEDEA:

Por favor.

TIRESIAS:

Uso estos guantes para no adivinar por accidente; para no tocar con mi piel

vidente y supersensible nada que me produzca alucinaciones futuristas. Duele

mucho. En la cabeza y en el estómago; arden los ojos como si reventaran, la

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lengua se hincha, las manos se escaldan. Meter las manos en un animal es

horrible, porque sientes que las tripas te devoran. Luego, lo difícil es ordenar la

cantidad de cosas que llegan a tu mente en ese momento, porque todas son

ciertas, pero si no estás en control, te puedes confundir y hasta enloquecer. Hay

que tener mucha voluntad para hacer esto. Hay que ser un poco zen. Pero eso

tampoco es lo grave. La parte fea es cuando ves las calamidades que le esperan a

la gente que aguarda con esperanza tu vaticinio. Y créeme, casi siempre son

calamidades y desgracias. ¿Te imaginas tener que decirles siempre que todo lo

que hacen es absurdo porque la mierda que les espera ya está decidida por unos

dioses ojetes que les dieron la vida nada más para cagarse en ellos? Que van a

matar al padre, que se van a coger a la mamá, que los van a traicionar sus

hermanos, que los engaña su mujer, que los desprecian en el trabajo, que nadie

los respeta, que a nadie le importan, que se van a morir viejos y solos, que les va

a dar cáncer en los güevos, que les van a acortar una teta…Y deja tu lo que

sientan ellos. ¿Te imaginas vivir con la certeza de que la vida es una porquería

que no vale la pena vivir? Porque una cosa es el lugar común de decir que todo

esta del carajo y bla bla bla, pero saberlo por voz de los dioses... saber que tu vida

no vale... que nada tiene sentido...

MEDEA:

Me lo imagino.

Pausa.

TIRESIAS:

31
No voy a quitarme los guantes. No puedo.

MEDEA:

Pero el niño bonito no va a cantar a menos que tenga una esperanza. Necesita un

incentivo, un empujón. Está bloqueado porque cantar le recuerda su fracaso, nada

más. Si no le ayudamos se nos va a ir.

TIRESIAS:

Pues qué más da. Por mí, mejor que se vaya.

MEDEA:

No. No me voy a resignar.

TIRESIAS:

Esa obstinación tuya te va a hacer daño. Te va a dar algo en el hígado. Y con lo

que bebes peor.

MEDEA:

No te preocupes tanto por mi hígado. Me cuido con pociones milagrosas.

TIRESIAS:

Drogas.

MEDEA:

Tengo una idea.

TIRESIAS:

En general, no me gustan tus ideas.

MEDEA:

Vas a adivinar, o por lo menos eso va a creer Orfeo. Tú preparas todo como si lo

fueras a hacer de verdad, pero te pones unos guantes maquillados para que

parezcan tus manos desnudas, y cuando las metes en el animal, como tu “piel

32
vidente” está protegida, no ves nada. Pero al sacar las manos le dices a Orfeo que

viste algo... le dices que si quiere recuperar a su amada debe cantar de nuevo,

cantar para ella, y que entonces acudirá a escucharlo, hasta que un día se

quedará para siempre.

TIRESIAS:

Tú me quieres condenar. Si yo hago una falsa profecía los dioses me castigarán

con tormentos terribles en el Hades. Y quién sabe qué más me hagan en vida. Ni

se te ocurra insistir.

MEDEA:

Pero yo te puedo ayudar en eso. Tengo una pócima que protege las acciones de

los mortales, y las oculta de los ojos olímpicos. Si bebes un trago bastará para que

puedas adivinar en falso, sin consecuencias. Y Orfeo volverá a cantar.

TIRESIAS:

No sé. Me da mala espina. Me huele negro.

MEDEA:

Es lo mejor para todos.

Pausa.

TIRESIAS:

Acepto, pero con una condición.

MEDEA:

¿Cuál?

TIRESIAS:

33
Regálame toda la pócima, todo el frasco y todo lo que tengas.

MEDEA:

De acuerdo.

34
Escena 6.

Orfeo canta en el bar, una melodía melancólica, en tono de blues jazzeado.

ORFEO:

Alguna vez

Sentí tu vientre

Terciopelo a la deriva.

Alcé tu velo y así supe que eras mía.

Me suspirabas tus secretos al oído,

Y yo exhalaba besos de corazón vencido.

Alguna vez

Besé tu pelo

Entre tus labios ocurrentes.

Y el último suspiro de tu amor intermitente.

Tu despedida sin piedad y mi agonía,

En la zozobra de esta estúpida ironía.

¿Por qué te fuiste, amor, por qué te fuiste?

Si entre las pausas de tu aliento acelerado

Sentí cómo me quisiste.

¿Por qué te fuiste, por qué te fuiste?

Si me miraban con amor

Tus ojos tristes.

35
Cada mañana

Cada noche, cada verso,

Cada momento sin tu voz y sin tu sexo,

Cada suspiro que olvidaste en las almohadas,

Es un cristal que corta cuando extraño tu mirada.

Cada mañana

Cada tarde, cada invierno,

Cada noche perdida en la faz del tiempo,

Cada mañana solitaria en el capricho del levante

Es una piedra ardiente de mi vientre agonizante.

¿Por qué te fuiste, amor, por qué te fuiste?

Si entre las pausas de tu aliento acelerado

Sentí cómo me quisiste.

¿Por qué te fuiste, por qué te fuiste?

Si me miraban con amor

Tus ojos tristes.

36
SEGUNDO ACTO.

Escena 1.

TIRESIAS:

¡Ay, conejito travieso! Si todo hubiera terminado así… pero no, el tiempo nunca se

detiene. Dale al tiempo tus mejores intenciones y te devolverá miseria… y fatiga…

y rencor… y al final te queda una especie de potaje, de revoltura asquerosa, y te lo

tienes que tragar… todo.

Medea se mira al espejo, un tanto borracha y descompuesta.

MEDEA:

¡Canta, oh musa plañidera! ¡Canta, oh musa pordiosera! ¡Canta, oh musa

enmascarada! ¿Cómo fue a sucederme esto a mí? Yo no puedo perder el control.

¡Yo soy Medea! ¿Qué no sabes, pendeja, que si te pones sentimental haces

estupideces? Espejito, espejito, dime de entre todos, ¿quién es el más bonito?

¡No, mejor no me digas! De todos modos ya sé. ¡Porque yo soy Medea! No

necesito preguntarle a ningún pinche espejo mentiroso. Orfeo es el más bonito de

todos, y el que canta más bonito, y el que toca más bonito, y todo lo hace más

bonito… ¿Cómo me fue a pasar esto a mí? Hace un año que llegó ese infeliz, y

que lo pusimos a cantar, y que se creyó la mentira de la profecía falsa y todo

eso… Tiresias estuvo genial. Parecía una verdadera profecía… le dijo algo así

como: “borracho de amor cantarás tu llanto y encontrarás en tu canción a la

37
muerta que te quitaron…” Más o menos, pero en verso. Y luego le dijo: “No

pongas tu voz en la garganta ni en el estómago, ponla en el corazón” Viejo cursi.

Pero sirvió. Era lo que el niño quería escuchar.

Un año… más o menos… y que se pone a cantar a esa Diridídice, o como sea,

¿por qué se puso a cantar? Calladito y patético estaba mejor… patético… eso es

normal aquí… nadie se hubiera fijado. ¡Pero no! Tenía que cantar, porque así lo

dispuso Medea. Y todas las noches canta, y el bar se llena de gente que quiere

escuchar cuánto quiere a su esa, porque solo le canta a ella y nada más, pero

vienen y vienen y nadie se harta de que no cambie de tema ni siquiera una maldita

vez ¡Y ya no lo soporto! Eso sí, el bar está lleno. Siempre está lleno. Y Tiresias

hasta parece feliz: su “insatisfacción existencial está narcotizada” dice; se pone

eufórico, como un papagayo, y anda revoloteando y parloteando entre las mesas

todo pintarrajeado y patético… patético… lo normal aquí… p-a-t-e-t-i-c-o, como tú

comprenderás ¿no? Porque al p-a-t-e-t-i-c-o le encantan las canciones mocosas

del bonito, b-o-n-i-t-o, porque le recuerdan su juventud, seguro. O a lo mejor se

olvida de su juventud… qué se yo, pero le gustan, y lo mira y lo mira con sus ojos

ciegos… ¡Y ya no lo soporto! Porque a mí sus canciones me retuercen el

estómago… porque nadie puede amar así… amar así, a una muerta… es patético,

p-a-t-e-t-i-c-o, como tú comprenderás ¿no? Porque así de patético y todo te fuiste

a embarrar ahí ¿no? ¿Qué no sabes, pendeja, que si te pones sentimental haces

estupideces? ¿Cómo es que te fuiste a enamorar del bonito? ¿Qué no has

entendido nada? Pero es que ya traté de pensar en otras cosas, pero no puedo,

siempre vuelvo a pensar en él… y es que canta todas las noches… y ya pensé en

irme de aquí, otra vez, irme muy lejos… pero no puedo… no puedo ir más allá de

38
dos cuadras y me regreso, porque ya empiezo a sentir que me falta algo. Yo

quisiera que alguien me cantara así… ¿por qué no puede ser? ¿Por qué no le

importo a nadie? ¿Por qué todos me dejan? Yo quiero que Orfeo cante para mí…

Yo quiero que Orfeo me ame… El amor es un perro rabioso y traicionero ¿No es

patético?

P-a-t-e-t-i-c-o.

39
Escena 2.

Tiresias está cocinando (con guantes) un pavo relleno. Medea lo observa.

MEDEA:

Me duele la cabeza.

TIRESIAS:

Estás cruda.

MEDEA:

Necesito tu ayuda.

TIRESIAS:

Ya te preparé un levantamuertos, pero ni así reaccionas.

MEDEA:

Es en serio.

TIRESIAS:

Deberías dejar de beber. Te hace tanto daño. Te ves terrible. Además le das mala

imagen al lugar. Ya no es un antro cualquiera. Ya no es un bar de putas y

viciosos… ahora tenemos categoría y hay que estar a la altura. No se ve bien que

te emborraches todas las noches viendo cantar a Orfeo. Está bien si lo quieres

ver, pero no así, das lástima. Además ya bastante tuvimos con los soldaditos esos

que no se querían ir cuando…

MEDEA:

¡Tiresias! Párale por favor, me duele la cabeza. Estoy hablando en serio. Me

refiero a otra cosa. Necesito tu ayuda.

40
TIRESIAS:

Debe ser algo muy grave para que Medea la grandiosa, la de vastos recursos,

acuda a este pobre adivino ciego despreciado por los dioses y maltratado por los

hombres.

MEDEA:

Estoy enamorada.

Pausa.

TIRESIAS:

Pues si está grave tu caso.

MEDEA:

¿Sabes de quién?

TIRESIAS:

Lo veo sin quitarme los guantes.

MEDEA:

Orfeo.

TIRESIAS:

Tenía que pasar ¡La desgracia nos alcanza tarde o temprano por más que

intentemos escondernos de ella! ¡Ay, parcas intrigosas! ¡Ay, furias funestas! ¡Oh,

Erinias vengadoras! ¿Es que no hallaremos paz ni en el ocaso?

MEDEA:

Tiresias, de verdad, me duele la cabeza.

TIRESIAS:

41
Pobrecilla, estás enamorada. Y por eso te perfumas con vino por las noches.

MEDEA:

Amor desdichado.

TIRESIAS:

Ya lo creo. Vaya que sí. ¡¿Pero cómo se te ocurre?!

MEDEA:

No se me ocurrió, me pasó.

TIRESIAS:

Te advertí que no era buena idea que se quedara el papito ese.

MEDEA:

No nos fue tan mal ¿O sí?

TIRESIAS:

No, hasta ahora. Pero ya te enamoraste.

MEDEA:

¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? ¿No dicen que el amor es lo mejor de los

humanos?

TIRESIAS:

Puras mentiras, pero ya lo sabes. Por favor, dime que es puro sexo. Que solo te lo

quieres tirar y ya.

MEDEA:

No. Quiero que me ame.

TIRESIAS:

¡Calamidad! ¿Pero qué no ves que está obsesionado con la muerta? Los demás

somos como fantasmas para él. Está loco. Enfermo. Se creyó lo de la adivinación

42
y todo. Por eso canta todas las noches, y todas las noches lo hace con pasión.

Está trastornado. Vive en un mundo de mentiras y no lo vas a sacar de ahí.

MEDEA:

¿Qué puede tener esa muerta que no tenga yo?

TIRESIAS:

Eso, que está muerta. O sea que no le va a hacer berrinches, ni le va a pedir

cosas, ni le va a exigir cuentas, ni le va a decir qué hacer, ni nada. No puedes

competir con eso.

MEDEA:

Tú me puedes ayudar.

TIRESIAS:

No.

MEDEA:

Dime qué debo hacer. Dime cuál es el camino. Adivina para mí. Mete las manos

en ese animal y dime lo que me espera, qué me conviene.

TIRESIAS:

Ya sabes mi respuesta.

MEDEA:

Pero se trata de mí.

TIRESIAS:

Es igual.

MEDEA:

No, no es igual. ¡Yo soy Medea!

TIRESIAS:

43
Ya lo sé. Pero no puedo.

MEDEA:

Si no lo haces, les diré a todos que hiciste una falsa profecía. Los dioses te

castigarán. Vendrán las Erinias por ti. No puedes negarte, Tiresias. Nos

conocemos mucho.

Pausa.

TIRESIAS:

No quiero. No me obligues.

MEDEA:

Estoy desesperada. Te lo advierto. Ya no estoy para amores idílicos. Ya no estoy

para amores platónicos. Necesito que ese mocoso me ame. Si no logro que me

ame lo voy a matar y punto. Ya no estoy para pendejadas.

Pausa.

TIRESIAS:

Está bien. Lo voy a hacer. Solo una vez y porque me obligas. A veces eres tan

cruel. Pero lo voy a hacer. Por favor, sírveme un vasito de anís.

Medea se aleja para servirle a Tiresias. Mientras ella no lo ve, el adivino bebe un trago de

la poción que le dio antes la hechicera. Medea regresa con anís para Tiresias y vino para

ella. Beben.

44
TIRESIAS:(Se quita los guantes y mete las manos en el pavo) ¡Ay maldito destino!

¡Maldita llama que todo lo devoras y todo lo consumes hasta la ceniza! ¡Maldita

voluntad inexorable!

Tiresias primero se inspira y luego se desploma. Medea se le acerca para levantarlo, pero

él la detiene.

TIRESIAS:

¡No te acerques! Ten piedad de mí. Maldita seas.

MEDEA:

¿Qué pasó? ¿Qué viste?

TIRESIAS:

Más de lo que quisiera.

MEDEA:

¡Dímelo todo!

TIRESIAS:

Es difícil de decir.

MEDEA:

No juegues conmigo, anciano. ¿Qué tengo que hacer para que Orfeo me ame?

TIRESIAS:

Los hados se pronuncian en contra de que el muchacho te ame.

MEDEA:

Entonces lo mato.

45
TIRESIAS:

Pero hay una oportunidad. Escúchame. Si logras que aparte su mirada del vacío

que dejó la que ama, y consigues que cante una canción que diga tu nombre,

entonces podrás enamorarlo con tus artes. ¡Y las artes de Medea son muchas!

¿No es cierto?

MEDEA:

¿Eso es todo?

TIRESIAS:

Eso es todo. Vi muchas cosas que fueron pena para mis ojos muertos, pero eso

es todo.

MEDEA:

¿Y por qué no lo dijiste en verso?

TIRESIAS:

Eso es solo para impresionar a los ignorantes; entre nosotros hay confianza.

MEDEA:

Entonces conseguiré que cante para mí. Al menos es más fácil que seducirlo.

TIRESIAS:

Ten cuidado, Medea. No te precipites. No lo acoses. No lo irrites. No te expongas

o lo perderás todo. Debes ser cautelosa y sutil.

MEDEA:

Seré cautelosa. Pero ya no estoy para pendejadas.

46
Escena 3.

ORFEO:

Es como estar parado al borde de un precipicio, donde te han dicho que al fondo

se encuentra la dicha, la paz, la felicidad… pero algo te detiene, porque no lo

sabes, porque podría ser una mentira, y sin embargo las caricias del vértigo se te

antojan dulces y narcóticas… y se te pasa la vida en dudarlo.

MEDEA:

Ya se fueron todos.

ORFEO:

Todavía escucho sus murmullos alrededor. Siempre los escucho. Aunque me

digan que ya no hay nadie.

MEDEA:

Ya se fueron. Hace varias horas que se fueron. Ya casi amanece.

ORFEO:

Casi.

MEDEA:

Deberías descansar. Cada vez duermes menos.

ORFEO:

La luz me molesta. Me cuasta cerrar los ojos cuando hay luz.

MEDEA:

Enciérrate. Canta más temprano, para que puedas dormir.

ORFEO:

No, más temprano no. A Eurídice le gusta la noche. La noche entera.

47
MEDEA:

Necesitas descansar. Toma esta pócima, solo unas gotas; te ayudarán a dormir

tranquilo. Ponte un antifaz si la luz te fastidia.

ORFEO:

También son las voces. Las oigo todo el tiempo. (Rechaza las gotas) No me gusta

dormir. Me gusta la noche.

MEDEA:

Debes descansar, para seguir cantando.

ORFEO:

No me canso de cantar.

MEDEA:

Pero sí de lo demás. Relájate. ¿Te sirvo otro trago?

ORFEO:

Sí.

MEDEA:

Estás bebiendo más que antes. Y ni así descansas.

ORFEO:

No bebo para descansar. La música es mi mejor descanso. Ya quiero que vuelvan

todos, para cantar de nuevo.

MEDEA:

Podrías cantar ahora.

ORFEO:

No, ya casi amanece. A Eurídice le gusta la noche. La noche entera.

MEDEA:

48
Mírame. Deja de ver al vacío y mírame a mí. Puedes cantar si quieres. Canta otra

cosa. Una canción que no sea para ella. Piensa en otra cosa.

ORFEO:

No puedo.

MEDEA:

Mírame. Claro que puedes. Todos podemos mirar hacia otro lado. Yo amaba a mi

hermano, y sin embargo no dudé en descuartizarlo sobre la cubierta del barco y

arrojé sus pedazos al mar, para crear un huracán que detuviera las naves de mi

padre. Yo estaba enamorada y por eso no lo dudé. Estaba dispuesta a todo.

Acepté la infamia y la persecución. Y más tarde aquel por el que yo había robado

y asesinado a mi familia, el padre de mis hijos, decidió casarse con otra que le

pareció mejor. A ella le puse veneno en el vestido. Maté a nuestros hijos frente a

él. Me volví loca. Creí que ya no podía vivir más. Pero eso fue hace mucho tiempo,

y seguí viviendo. Creí que no había nada más, que sin él todo se hacía borroso.

Todo era él. Todo era dolor. Pero el dolor se fue anestesiando, y las cosas

volvieron a ocupar su lugar. Ahora mis crímenes parecen tan absurdos. Mírame.

Claro que puedes mirar hacia otro lado. Puedes mirarme a mí, que estoy enfrente,

agarrar esa guitarra y hacerme una canción. Una canción que cuente mi dolor.

Una canción que hable de mis viajes. O de mi magia. Mírame. Hazme una canción

dolorosa. Descubre quién soy. Destrúyeme con tu voz. Mírame.

Orfeo toma la guitarra e intenta cantar… lo intenta varias veces, pero no puede.

Medea le quita la guitarra y lo besa.

49
MEDEA:

Déjame quererte. Déjame mostrarte lo que puedo hacer.

ORFEO:

Yo…

MEDEA:

Todavía soy bella. Y sé cómo hacer honor a tu belleza. Déjate caer. Déjate llevar.

(Lo acaricia y le acerca su cuerpo)

ORFEO:

Eres bella. Eres como un abismo. Eres ardiente y dolorosa. Eres un silbido de

viento en la noche más negra… (Parece Ceder a la seducción)

MEDEA:

Así es, tú y yo podemos llenar la noche…

ORFEO:

(Separándose de ella) No…No puedo. A Eurídice le gusta la noche.

Orfeo se aleja y sale..

MEDEA:

¿No merezco que me amen?

50
Escena 4.

Orfeo está a punto de salir a cantar; el público lo espera.

TIRESIAS:

Orfeo.

ORFEO:

Ya es hora. Otra noche.

TIRESIAS:

Ten cuidado.

ORFEO:

¿Cuidado?

TIRESIAS:

Me preocupa Medea. Tienes que cuidarte de ella.

ORFEO:

¿Qué tiene?

TIRESIAS:

Ay, es que… no ha estado bien… está bebiendo mucho…

ORFEO:

Tengo que salir…

TIRESIAS:

Está enamorada.

ORFEO:

¿…?

51
TIRESIAS:

Más que enamorada está obsesionada, está como loca y no entiende razones…

ORFEO:

Se le va a pasar.

TIREISAS:

Es que está enamorada de ti, cachorro. No de otro. Entiéndeme. Yo sé que vives

en otro planeta pero ya es hora de que te des cuenta. Está enloqueciendo por ti.

No es que estuviera muy sana antes, pero ya se había calmado. Ahora se está

poniendo tensa y temo una recaída.

ORFEO:

Yo no puedo amarla. Es bella… es oscura y profunda, da vértigo… pero yo no…

TIRESIAS:

Ya lo se,… eso es lo que me preocupa. Cuando se pone así, frenética, no para

hasta que logra lo que quiere o lo destruye todo. Y ya está llegando a esa etapa.

Te quiere para ella.

ORFEO:

Quería que le hiciera una canción. Pero no pude. Me atrae, pero cuando me le

acerco, escucho a Eurídice.

TIRESIAS:

Quiere tu amor, así como ve que amas a la muerta.

ORFEO:

La voy a recuperar.

TIRESIAS:

52
El caso es que si no amas a Medea, puede pasar algo grave, que todos

podríamos lamentar. Por lo menos cógetela.

ORFEO:

No podría… ¿Te dijo algo?

TIRESIAS:

Si. Me dijo que te iba a matar si no la amabas.

Pausa.

ORFEO:

Me quiere matar.

TIRESIAS:

Por eso te pido que tengas cuidado. Trátala bien. No la desaires. No la saques de

quicio. Yo trataré que no venga a oírte cantar, porque eso la pone muy mal. Te voy

a cuidar también. No voy a dejar que te maten.

ORFEO:

Ya no me importa morir, ahora siento que Eurídice me espera…

TIRESIAS:

No seas egoísta. Tu talento no es solo tuyo ¿Sabes? Nos debes un poco a todos.

Tú cantas y la gente se cura, aunque sea un ratito. No te puedes morir. Te tiene

que importar.

ORFEO:

53
Así podría estar con la que amo. Cada vez esta más cerca… Ya no me importa

nada más, solo espero el momento en que ella venga y se quede para siempre

junto a mí. Y siento que cada vez está más cerca.

TIRESIAS:

Pero a mí si me importa. Yo te necesito vivo ¿entiendes? Aunque no veas más

allá de tus narices. Aunque mires como si no existieran a los que te aplauden allá

afuera. Aunque no te importe nada. Yo te necesito. Eres lo que me queda de

consuelo, y no voy a dejar que te hagan daño. ¿Entendiste? Te tienes que cuidar

de Medea. Desconfía de ella.

ORFEO:

Ya es hora. (Sale)

TIRESIAS:

Sí, otra noche.

54
Escena 5.

Orfeo descansa después del show. Entra Medea.

ORFEO:

¿Me vas a matar?

MEDEA:

Depende. ¿Quieres un trago?

ORFEO:

No. Tiresias me dijo que me querías matar.

MEDEA:

No es tan simple.

ORFEO:

Yo no te amo.

MEDEA:

Pero me puedes amar. Yo puedo enseñarte. Solo tienes que dejarte llevar. No

pienses en nada.

ORFEO:

Mi amor está muy lejos.

MEDEA:

El amor no es solo lo que tú piensas. El amor se puede manifestar de muchas

formas. Tal vez yo no pueda alcanzar ese amor del que hablas, pero puedo

ofrecerte otro tipo de amor, más completo, más carnal, más real. Eres Orfeo, estás

aquí y ahora. Yo estoy aquí y ahora y te amo, te deseo, te necesito.

55
ORFEO:

¿Por qué lloras?

MEDEA:

En general dicen que estoy loca. Dicen que soy cruel. Dicen que soy mala. Pero

todo lo malo lo hice por amor. ¿No debería eso de redimirme? ¿No se me

perdonan los pecados? El amor no es solo lo que dicen las novelas rosas ¿sabes?

Tú entre todos los mortales me puedes entender. ¿No harías cualquier cosa por

amor? Porque tú debes sentir igual que yo esa llama que te hierve las entrañas,

ese rayo que te acalambra el cuerpo, ese tumor que te perfora la cabeza y no te

deja pensar, y te duele en algún lugar del pecho, y que se parece a la rabia, o a la

ceguera, o al sofoco, o a… ¿No entiendes que el amor es algo más? Hay algo que

siempre se nos escapa, ¿no lo ves? El amor es cada día distinto, esquivo,

mudable. Podrías amarme algún día.

ORFEO:

No.

MEDEA:

Y sin embargo estás tan seguro. ¿De qué estás tan seguro? ¿No ves que todo es

una mierda? Ella está muerta… ¿Por qué sigues aquí? ¿Qué te mantiene vivo?

ORFEO:

La profecía.

MEDEA:

¡Ja! ¿Y qué decía la profecía?

ORFEO:

Que si cantaba todas las noches podría recuperar a Eurídice.

56
MEDEA:

¡No, eso quisiste entender! Te dijeron lo que querías oír. ¡Era falsa! ¡Falsa!

Tiresias hizo una profecía falsa para que cantaras, porque yo se lo pedí. Te

engañamos. Y tú has vivido un año engañado, creyendo que tus canciones de

amor te devolverían a tu muertita. ¡Pero no! ¡No la vas a recuperar, porque se

consumió en el infierno! Así que más te vale dejar de cantar para ella. ¿Necesitas

consuelo? Aquí estoy, para ayudarte a olvidar. Aquí estoy para volverte a la vida.

O aquí estoy para mandarte a la muerte de una vez, porque no puedo soportar

que no me ames. (Lo amenaza con un picahielo)

ORFEO:

Te equivocas.

MEDEA:

¿En qué?

ORFEO:

Tiresias no hizo una falsa profecía.

MEDEA:

Claro que sí. Yo misma le maquillé los guantes para que metiera las manos en el

bicho sin tener visiones. Yo misma le di la pócima para ocultarlo a la vista de los

dioses. Yo misma le dije cómo hacerlo…

ORFEO:

Puede ser, pero he cantado todas las noches canciones para Eurídice, y la

profecía se ha cumplido. Todas las noches, mientras canto, veo que ella se

acerca, invisible para todos excepto para mí, y me escucha como desde muy lejos.

Creo que no puede verme, pero me escucha. Y cada día se acerca un poco más,

57
y me busca siguiendo el sonido de las notas y el sentido de las palabras… creo

que está a punto de quedarse para siempre. O de llevarme con ella…

Medea, que ya está muy alterada, hace ademán de arrojarse sobre Orfeo, pero

este toca la guitarra y la hechicera se detiene. Entra Tiresias sin que los otros lo

adviertan.

MEDEA:

¡Quiero matarte y no puedo!

ORFEO:

Mátame, no me importa.

MEDEA:

¡Maldito seas, Orfeo! ¡Te maldigo ante los dioses por tu amor! ¡Te maldigo a morir

por tu amor! ¡Te maldigo a morir por tu belleza! ¡Te maldigo a morir por tu música!

¡Te maldigo a la locura! ¡Te maldigo para siempre!

Orfeo deja de tocar. Medea se arroja sobre él y lo hiere con el picahielos. Tiresias se

acerca y golpea a Medea con su bastón, hasta que ella cae al suelo. Tiresias la sigue

golpeando mientras habla.

TIRESIAS:

¡Cállate víbora ponzoñosa! ¡Déjanos en paz! ¿Por qué tienes que arruinarlo todo?

¡Siempre hacemos lo que tú quieres! ¡Siempre lo echas a perder! ¡Víbora!

58
Tiresias se calma. Medea yace sin vida.

ORFEO:

¿Está muerta?

TIRESIAS:

Te iba a matar. ¿Estás bien? Hay que curarte…

ORFEO:

No me duele.

TIRESIAS:

Yo sabía que todo iba a terminar mal. No importa, era una criminal. Esconderé el

cadáver… no importa, todo va a estar bien ahora…

ORFEO:

¿Por qué lloras?

TIRESIAS:

Nunca había matado a nadie.

ORFEO:

Era bella.

TIRESIAS:

Por favor, no te vayas… quédate en el bar… canta para nosotros…

ORFEO:

No me voy a ir, a Eurídice le gusta la noche… la noche entera…

59
Escena 6.

Orfeo canta en el bar. Una melodía desgarrada, con guitarra distorsionada y acordes

disonantes.

Alguna vez

Sentí tu vientre

Terciopelo a la deriva.

Alcé tu velo y así supe que eras mía.

Me suspirabas tus secretos al oído,

Y yo exhalaba besos de corazón vencido.

Alguna vez

Besé tu pelo

Entre tus labios ocurrentes.

Y el último suspiro de tu amor intermitente.

Tu despedida sin piedad y mi agonía,

En la zozobra de esta estúpida ironía.

¿Por qué te fuiste, amor, por qué te fuiste?

Si entre las pausas de tu aliento acelerado

Sentí cómo me quisiste.

¿Por qué te fuiste, por qué te fuiste?

Si me miraban con amor

Tus ojos tristes.

60
Cada mañana

Cada noche, cada verso,

Cada momento sin tu voz y sin tu sexo,

Cada suspiro que olvidaste en las almohadas,

Es un cristal que corta cuando extraño tu mirada.

Cada mañana

Cada tarde, cada invierno,

Cada noche perdida en la faz del tiempo,

Cada mañana solitaria en el capricho del levante

Es una piedra ardiente de mi vientre agonizante.

¿Por qué te fuiste, amor, por qué te fuiste?

Si entre las pausas de tu aliento acelerado

Sentí cómo me quisiste.

¿Por qué te fuiste, por qué te fuiste?

Si me miraban con amor

Tus ojos tristes.

Acerca la mano hacia el vacío.

61
Epílogo.

Tiresias aún despelleja un conejo.

TIRESIAS:

¡Cánta oh musa plañidera! Musa etílica de los antros y tugurios. Farmacomusa,

musa tóxica, perra maldita, puta, ojete, mierda. ¡Cánta piruja de caño, la muerte de

Orfeo el hermoso!

¡Ay conejito cogelón! Finalmente la maldición de Medea lo alcanzó. Tenía que

pasar.

Una noche como cualquier otra Orfeo cantó a su amada muerta. El bar estaba a

reventar de putillas resbalosas que alucinaban que les cantaba a ellas. Se sentían

especiales cuando el efebo posaba un segundo su mirada sobre ellas. Pero él no

las miraba realmente. Buscaba a Eurídice; siempre miraba alrededor esperando

que apareciera. No sé si realmente la vio alguna vez, o si solo alucinaba. Pero esa

noche algo le pasó, de pronto dejó de cantar y se levantó… dejó la guitarra… y se

acercó al frente, estaba ido, de por sí siempre estaba como ido, pero esta vez

más, y se rompió el encanto… todos en las mesas estaban muy desconcertados…

las mujeres se empezaron a agitar, era como un calambre contagioso, como

nauseas, como un susto muy largo, y todas ellas, cada una a su tiempo,

enloquecieron, le gritaban, golpeaban las mesas, rompían los vasos, se rasgaban

las ropas, hasta que una, no sé cuál, saltó al escenario, y detrás de ella las otras,

y se aferraron del hermoso cuerpo de Orfeo y lo descuartizaron ahí mismo, con las

manos, con las uñas, con los dientes… no quedó nada de él… pedazos, carne

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suelta, huesos rotos… tanta hermosura resultó ser solo un saco de vísceras…

como todo lo bello… así se acabó mi ensueño, mi bálsamo narcótico, mi único

consuelo…

Se acabó. Ahora solo quedamos tú y yo, conejito. Y este bar de mierda. Ahora

solo quiero olvidar, dormir un largo sueño sin recuerdos…

Pausa.

Ay, conejito confesor. Yo no quería matarla…

A veces sueño que viene por mí.

¿Sabes quién soy, conejito?

Soy un viejo idiota que habla con un conejo muerto.

Por un momento creí que tendría paz, que al fin Orfeo se quedaría conmigo. Me

pregunto si al menos él habrá encontrado lo que buscaba… parecía feliz mientras

lo descuartizaban.

Tararea una melodía, que poco a poco se torna en canción.

OSCURO.

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