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Orientación y proyectos de invesligación 5

ORIENTACION
Y PROYECTOS DE INVESTIGACION * modernos, entre la physica coelestis y la physica terrestris, es
el origen de la ciencia moderna.
La evolución del pensamiento científico, al menos en el pe-
ríodo que yo estudiaba entonces, no formaba, tampoco, una se-
rie independiente, sino que, al contrnr!Q, estaba muy estrecha-
mente ligada a la de las ideas transcientíficas;"Xilosóficas, me-
tafísicas y religiosas. · ·· · · ·
La astronomía de Copérnico no aporta solamente. ggª !llJ.~Yª
combinación más ¡éconómicl:\) de 16s «círculos», sillo una nueva
imagen del mundo' y un nuevo sentimiento del ser: el paso del
Sol al centro del mundo expresa el renacimiento de la meta-
física de la luz, y eleva a la Tierra a la categoría de los astros;
(- Desde el comienzo de mis investigaciones, he estado inspirado Terra est stella nobilis, había dicho Nicolás de Cusa. La obra
por la convicción de la unidad del pensamiento humano, par- de Kepler procede de una concepción nueva del orden cósmi-
ticularmente en sus formas más elevadas; me ha parecido im- co, fundada ella misma en la renovada idea de un Dios geó-
posible separar, en compartimentos estancos, la historia del metra, y es la unión de la teología cristiana con el pensamiento
pensamiento filosófico y la del pensamiento religioso del que de Proclo lo que permite al gran astrónomo liberarse de la
está impregnado siempre el primero, bien para inspirarse en él, obsesión de la circularidad que había dominado el pensamiento
bien para oponerse a él. antiguo y medieval (incluso el de Copérnico); pero es también
Esta convicción, transformada en principio de investigación, esta misma visión cosmológica la que le hace rechazar la in-
se ha mostrado fecunda para la intelección del pensamiento tuición genial, pero científicamente prematura, de Giordano
medieval y moderno, incluso en el caso de una filosofía en apa- Bruno y le encierra en los límites de un mundo de estructura
riencia tan desprovista de preocupaciones religiosas como la de finita. No se comprende verdaderamente la obra del astróno-
Spinoza. Pero había que ir más lejos. He tenido que convencer- mo ni la del matemático si no se la ve imbuida del pensamiento
me rápidamente de que del mismo modo era imposible olvidar del filósofo y del teólogo.
el estudio de la estructura del pensamiento científico. La revolución metodológica llevada a cabo por Descartes
La influencia del pensamiento científico y de la visión del procede también de una concepción nueva del saber; a través
mundo que él determina no está sólo presente en sistemas -ta- de la intuición de la infinitud divina, Descartes llega a su gran
les como los de Descartes o Leibniz- que abiertamente se apo- descubrimiento del carácter positivo de la noción de infinito
yan en la ciencia, sino también en doctrinas -tales como las que domina su lógica y su matemática. Por último, la idea fi-
doctrinas místicas- aparentemente ajenas a toda preocupación losófica -y teológica- de lo posible, intermediaria entre el
de este género. El pensamiento, cuando se formula como siste- ser y la nada, permitirá a Leibniz hacer caso omiso de los
ma, implica una imagen o, mejor dicho, una concepción del escrúpulos que habían detenido a Pascal.
mundo, y se sitúa con relación a ella: la mística de Boehme es El fruto de estas investigaciones, llevadas paralelamente
rigurosamente incomprensible sin referencia a la nueva cosmo- con mi enseñanza en la Ecole Pratique des Hautes Etudes, ha
logía creada por Copérnico. sido la publicación, en 1933, de un estudio sobre Paracelso y de
Estas consideraciones me han llevado o, mejor dicho, me otro sobre Copérnico, seguidos, en 1934, de una edición, con
han vuelto a llevar, al estudio del pensamiento científico. Me he introducción, traducción y notas, del primer libro cosmológico
ocupado en primer lugar de la historia de la astronomía; des- del De revolutionibus orbium coelestium, y, en 1940, de los Etu-
pués, mis investigaciones han tenido por objeto el campo de la des galiléennes. He intentado analizar, en esta última obra, la
historia de la física y de las matemáticas. La unión cada vez revolución científica del siglo xvn, fuente y resultado a la vez
más estrecha que se establece, en los comienzos de los tiempos de una profunda transformación espiritual que ha cambiado
no sólo el contenido, sino incluso el marco de nuestro pensa-
* Tomado de un currículum vitae redactado por A. Koyré en febrero miento: la sustitución del cosmos finito y jerárquicamente or-
de 1951.
48 PENSAR LA CIENCIA LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y LAS TEORÍAS CIENT1FICAS 49

/filosófica» ha sido de una gran importancia y de que cuentran aún huellas de especulación metafísica, y fue
1 la influencia de las concepciones filosóficas sobre el de- preciso esperar al siglo XIX o incluso al XX para que
l sarrollo de la ciencia ha sido tan grande como el de las desaparecieran completamente-, pero que tuvo lugar
1concepciones científicas en el desarrollo de la filoso- a pesar de todo, gracias a Bacon, Auguste Compte, Ernst
L. fía. Se podrían aducir numerosos ejemplos de esta in- Mach y la escuela de Viena.
fluencia. Uno de los mejores, que es el que quiero pre- Algunos historiadores van incluso más lejos y nos
sentarles brevemente, nos lo proporciona el periodo dicen que, en el fondo, la ciencia como tal -al menos
post-copernicano de la ciencia, periodo que comúnmen- la ciencia moderna- jamás estuvo realmente ligada a la
te se está de acuerdo en considerar como el de los orí- filosofía. Así el señor E. Strong, en su bien conocida

, genes de la ciencia moderna; me refiero a la ciencia que


dominó el pensamiento europeo durante casi tres siglos,
grosso modo, desde Galileo hasta Einstein y Planck o
Niels Bohr.
Por tanto, apenas necesito decirles que considero la
obra, Procedure and Metaphysics (Berkeley 1936) nos ex-
plica que los prefacios y las introducciones filosóficas
de los grandes creadores de la ciencia moderna a sus
obras, en la mayoría de los casos no son más que ges-
tos corteses o prescritos, expresión de un acuerdo con-
ji: omisión cometida por Philip Frank como muy grave y formista con el espíritu del tiempo y que incluso cuan-
muy lamentable. Pero, a decir verdad, es casi normal. do revelan convicciones sinceras y profundas, éstas
Pues si se habla mucho de la influencia del pensamiento tampoco tienen más importancia, ni más relación con
científico en la evolución de las concepciones filosófi- los procedures, es decir con el trabajo real de estos gran-
cas, y con razón porque es evidente y cierta -basta evo- des personajes, que sus convicciones religiosas ...
car los nombres de Descartes, de Leibniz, de Kant-, en Casi nadie, a excepción del señor E. A. Burtt, auto;l
compensación se habla mucho menos, o no se habla del célebre Metaphysical Foundations of Modern Physi- 1
en absoluto, de la influencia de la filosofía en la evolu- cal Science (Londres 1925), admite la influencia positi-
ción del pensamiento científico. A menos que, como ha- va y el papel importante de las concepciones filosófi-
cen a veces los historiadores de obediencia positivista, cas en la evolución de la ciencia. Pero incluso el señor
únicamente se mencione esta influencia para enseñar- Burtt no ve en ellas más que soportes, andamios que
nos que, en tiempos pasados, la filosofía efectivamen- ayudan al científico a formar y a formular sus concep-
te había influido e incluso dominado la ciencia y que ciones científicas y que, una vez acabada la construc-
la ciencia antigua y medieval deben su esterilidad pre- ción teórica, pueden ser eliminados, y efectivamente lo
cisamente a eso. Pero que, desde la revolución científi- son, por las generaciones posteriores.
ca del siglo XVII, la ciencia se rebeló contra la tiranía De ahí que, cualesquiera que sean las ideas para-
de esta pretendida Regina scientiarum, y que su pro- científicas o ultra-científicas que hayan guiado a un

y si
greso coincidió justamente con su liberación progresiva
establecimiento sobre la base firme de la experien-
.cia. Liberación que no se hizo de una vez -desafortu-
Kepler, un Descartes, un Newton o incluso un Maxwell
hacia sus descubrimientos, a fin de cuentas tienen es-
casa o nula importancia. Lo que cuenta es el descubri-
na amente, en Descartes e incluso en Newton, se en- miento efectivo, la ley establecida, la ley de los movi-
50 PENSAR LA CIENCIA
LAS CONCEPCIONES FIWSÚFICAS Y LAS TEOR1AS CIENTÍFICAS 51
mientos planetarios y no la Armonía del mundo, la con- parecen de la conciencia en el momento mismo en que
servación del movimiento y no la inmutabilidad divi- la dominan del todo.
na ... Como dijo Heinrich Hertz: «La teoría de Maxwell Y, para volver al señor Strong, evidentemente es bas-
no es más que las ecuaciones de Maxwell». tante claro que la obra de Faraday no se explica por su
Podría decirse que, según el señor Burtt, las subes- adhesión a la secta oscura de los sandemanianos más
tructuras o los fundamentos metafísicos hallarían en que la de Gibbs por su presbiterianismo, que la de Eins-
la evolución del pensamiento científico un papel aná- tein por su judaísmo o la de Louis de Broglie por su
logo al que desempeñan las imágenes según la episte- catolicismo (aunque sería temerario negar toda influen-
- mología de Henri Poincaré. \
cia; ¡los caminos del espíritu son tan extraños e ilógi-
Eso ya sería bastante interesante. Por mi parte, creo cos!); y es muy posible que muy a menudo las afirma-
que no hay que denigrar demasiado las imágenes. De ciones filosófico-teológicas de los grandes científicos
hecho, lo que a mí me sorprende no es que éstas no coin- de los siglos XVII y XVIII no tengan más valor que las
cidan definitivamente con la realidad teórica... es, por afirmaciones análogas de nuestros contemporáneos al
el contrario, el hecho de que coincidan tan bien con ella, afirmar que han encontrado la luz en el materialismo
y que la imaginacion -o intuición- científica llegue dialéctico o en las geniales obras del gran Stalin. Pero,
a fabricarlas tan bellas, a penetrar tan profundamente ciertamente, éste no es siempre el caso. Por ejemplo se-
(lo vemos cada día de nuevo) en regiones -el átomo, ría fácil, o al menos posible, mostrar que la gran bata-
e incluso su núcleo- que, a primera vista, parece que lla que domina la primera mitad del siglo XVIII, la ba-
tienen que estarle completamente cerradas. Por eso ve- talla entre Leibniz y Newton, resulta en última instancia
mos volver a las imágenes a los mismos que -como una oposición teológico-metafísica, y que no es una opo-
Heisenberg- primero las habían dejado de lado radi- sición de dos vanidades o incluso de dos técnicas sino,
, calmente.
aunque parezca imposible, de dos filosofías. 4
Admitamos, pues, con el señor Burtt, que las consi- La historia. del pensamiento científico nos enseña \
deraciones filosóficas no son más que andamios... Ahora pues (al menos trataré de defenderlo) que: \
bien, dado que raramente se ve que las casas se cons- l. El pensamiento científico nunca ha estado ente- \
i truyan sin éstos, la comparación de Burtt podría llevar- ramente separado del pensamiento filosófico.
J nos a una conclusión diametralmente opuesta a la suya,
2. Las grandes revoluciones científicas siempre han
......
f a saber la de la necesidad absoluta de estos andamios sido determinadas por conmociones o cambios de con-
:_que sostienen la construcción y la hacen posible. cepciones filosóficas. ,
El pensamiento científico puede, sin duda, rechazar-
los post factum. Pero quizá sólo para reemplazarlos por
3. El pensamiento científico -me refiero a las cien- ¡
cias físicas- no se desarrolla in vacuo, sino que siem- J
otros. O también para dejarlos caer en el olvido, en la ¡
inconsciencia de las cosas en las que ya no se piensa
-como las reglas de la gramática que se olvidan a fuer- 4. Véase hoy mi From the Closed World to the Infinite Univer-
se, Baltimore, 1957. [Hay trad. esp. Del mundo cerrado al universo
za y a medida que se aprende una lengua, y que <lesa- infinito. Trad. Carlos Solís Santos, Madrid, siglo XXI, Madrid, 1979.]
52 PENSAR LA CIENCIA
LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y LAS TEOR1AS CIENTÍFICAS 53
pre se encuentra en el interior de un cuadro de ideas,
me tanto tiempo en estas consideraciones prelimina-
de principios fundamentales, de evidencias axiomáti-
res: me parecen, en efecto, de una gran importancia-
cas que habitualmente han sido consideradas como per-
tenecientes a la filosofía. 'que incluso si yo tuviera razón, es decir que incluso si
yo hubiera probado, y hasta aquí no he hecho más que
Lo que no quiere decir, quede claro, que yo preten-
afirmarlo, que la evolución del pensamiento científico
da negar la importancia del descubrimiento de hechos
ha sido influida, y no entorpecida, por la del pensamien-
nuevos, ni la de la técnica, ni tampoco la autonomía e
to filosófico, eso no valdría más que para el pasado y
incluso autología del desarrollo del pensamiento cien-
no nos enseñaría nada respecto al presente o al porvenir.
tífico. Pero ésta es otra historia de la que no tengo in-
tención de hablar aquí hoy. En resumen, la única lección de la historia sería que
no se puede sacar ninguna lección. Además, ¿qué es la
,.... En cuanto a saber si la influencia de la filosofía so-
historia, sobre todo la historia del pensamiento cientí-
bre la evolución del pensamiento científico ha sido bue-
fico o técnico? Un cementerio de errores o incluso una
na o mala, es una cuestión que, a decir verdad, o bien
colección de monstra justamente relegados al gabine-
no tiene mucho sentido, puesto que precisamente aca-
te del trastero y buenos solamente para una obra de de-
bo de afirmar que la presencia de un ambiente y de un
molición. A graveyard of forgotten theories o incluso un
marco filosófico es una condición indispensable de la
capítulo de la Geschichte der menschlichen Dummheit.
existencia misma de la ciencia, o bien tiene un sentido
Esta actitud hacia el pasado que, por otra parte, es más
muy profundo porque nos llevaría al problema del pro-
la del técnico que la del gran pensador creador es, con-
greso -o la decadencia- del pensamiento filosófico
mismo. fesémoslo, bastante normal, aunque no sea en absolu-
to inevitable. Y aún menos justificable. Es bastante nor-
En efecto, si se respondiera que las buenas filoso-
mal que a aquel que, desde el punto de vista del presente
fías tienen una buena influencia y las malas una me-
e incluso del porvenir hacia el cual tiende en su traba-
nos buena, se iría de Scila a Caridbis, pues sería preci-
jo, echa un vistazo sobre el pasado, un pasado desde
so saber cuáles son las buenas... Y si se las juzgara
hace tiempo sobrepasado, las teorías antiguas le parez-
según sus frutos, lo que es bastante natural, quizá se
can monstruos incomprensibles, ridículos y deformes.
caería, como nos ha enseñado Descartes en un caso aná-
logo, en una especie de círculo vicioso. En efecto, puesto que remonta el curso del tiempo, las
encuentra, en el momento de su muerte, envejecidas,
Además hay que desconfiar de las apreciaciones de-
ajadas, esclerosa. Ve, para decirlo de una vez, la Belle
masiado osadas -lo que era admirable ayer, puede que
Heaumiere tal como nos la ha dejado Rodin. Sólo el his-
hoy ya no lo sea y viceversa, lo que ayer era ridículo, hoy
toriador la encuentra en su primera y gloriosa juven-
puede no serlo en absoluto. La historia nos muestra
tud, en todo el esplendor de su belleza; sólo el historia-
ejemplos de estos corsi e ricorsi realmente asombrosos
dor que rehaciendo y repasando la evolución de la
y, si en ningún caso nos enseña la epojé, sin duda nos
enseña a ser prudentes. ciencia, capta las teorías del pasado en su nacimiento
y vive con ellas el impulso creador del pensamiento.
Pero se me podría objetar -me excuso por detener-
Volvamos pues a la historia.
r
154
Alexandre Galileo y Platón 155
simple, tan claro, tan plausible e incluso evidente, adquiere'''
estatuto de evidencia y verdad a priori, mientras que pa la significación y el designio 14 • Desaparecen en el espacio infi-
griegos, así como para los pensadores de la Edad Medi. nito del nuevo universo. En este nuevo universo, en este nuevo
idea de que un cuerpo, una vez puesto en movimiento, mundo de geometría hecha real, es donde las leyes de la física
nuara moviéndose siempre, parecía evidentemente falsa clásica encuentran valor y aplicación.
cluso absurda 11 • La disolución del cosmos, repito, me parece la revolución
más profunda realizada o padecida por el espíritu huma.no des-
No intentaré explicar aquí las razones y causas que p de la invención del cosmos por los griegos. Es una revolución
caron la revolución espiritual del siglo xvr. Para nuestro ·' tan profunda, de consecuencias tan leja.nas, que, durante si-
pósito basta con describirla caracterizando la actitud m glos, los hombres -con raras excepciones como Pascal- no
o intelectual de la ciencia moderna a través de dos captaron su alcance y sentido; aun hoy es a menudo subesti-
darios: l.º, la destrucción del cosmos y, por consiguient~, mada y mal comprendida. _
desaparición en la ciencia de todas las consideraciones fu · Lo que los fundadores de la ciencia moderna, y entre ellos \\
das en esta noción 12 ; 2.º, la geometrización del espacio, es Galileo, debían, pues, hacer, no era criticar y combatir ciertas
la su~titución de la concepción de un espacio cósmico cu teorías erróneas, para corregirlas o sustituirlas por otras me-
tivamente diferenciado y concreto, el de la física pregalile jores. Debían hacer algo distinto. Debían destruir un mundo
lf)j
por el espacio homogéneo y abstracto de la geometría eucli
1

y sustituirlo por otro. Debían reformar la estructura de nues-


na. Se pueden resumir y expresar del siguiente modo estas tra propia inteligencia, formular de nuevo y revisar sus con-
características: la matematización (geometrización) de la n. ceptos, considerar el ser de un modo nuevo, elaborar un nuevo
raleza y, por consiguiente, la matematización (geometrizací1 concepto del conocimiento, un nuevo concepto de la ciencia
de la ciencia. ¡.. ) ·. · : . " e incluso sustituir un punto de vista bastante natural, el del
La disolución del cosmos significa la destrucción de ~ sentido común, por otro que no lo es en absoluto 15• EPC
155
-J
idea: la de un mundo de estructura finita, jerárquicame~ · Esto explica por qué el descubrimiento de cosas, de leyes,
ordenado, un mundo cualitativamente diferenciado desde :i que hoy parecen tan simples y fáciles que se les enseñan a los
punto de vista ontológico; esta idea es sustituida por la de · ' niños -leyes del movimiento, ley de la caída de los cuerpos-
universo abierto, indefinido e incluso infinito, que las mis exigió un esfuerzo tan enorme, tan arduo, a menudo vano, de
leyes universales unifican y gobiernan; un universo en el q algunos de los mayores genios de la humanidad, un Galileo, un
todas las cosas pertenecen al mismo nivel del ser, al contra Descartes 16 • Este hecho, a su vez, me parece refutar los intentos
que la concepción tradicional que distinguía y oponía los d modernos de minimizar, e incluso de negar, la originalidad del
mundos del Cielo y la Tierra. Las leyes del Cielo y las de pensamiento de Galileo, o por fo menos su carácter revoluciona-
Tierra estarán fundidas en lo sucesivo. La astronomía y la físi( rio; demuestra también que la aparente continuidad en el des-
se hacen interdependientes e incluso unificadas y unidas 13 • Es·
implica que desaparecen de la perspectiva científica todas l 14 Cf. E. Bréhier, Histoire de la philosophie, t. II, fase. I, París, 1929,
consideraciones fundadas en el valor, la perfección, la armonj, ' p. 95: «Descartes libera a la física de la obsesión del cosmos helénico, es
decir, de la imagen de un cierto estado privilegiado de cosas que satis-
facía nuestras necesidades estéticas... No hay estados privilegiados puesto
11 Cf. E. Meyerson, op. cit., pp. 124 ss. .f que todos los estados son equivalentes. Así pues, no hay ningún lugar en
12 El término permanece, por supuesto, y Newton habla siempre ~· la física para la búsqueda de causas finales y la consideración de lo mejor.»
cosmos y de su orden (como habla del impetus), pero en un sentido¡ 15 Cf. P. Tannery, «Galilée et les príncipes de la dynamique», Mémoires
completamente nuevo. · scientifiques, VI, París, 1926, p. 399: cSi para juzgar el sistema dinámico
13 Como he intentado demostrar en otra parte (Etudes galiléenne.s,· de Aristóteles, hacemos abstracción de los prejuicios que derivan de nues-
III, Galilée et la loi d'inertie, París, 1940) la ciencia moderna resulta de tra educación moderna, si intentamos volvernos a situar en el estado de
esta unificación de la astronomía y de la física que le permite aplicar los, ánimo que podría tener un pensador independiente al principio del
métodos de la investigación matemática, utilizados hasta entonces para el. siglo xvu, es difícil desconocer que este sistema está mucho más con-
estudio de los fenómenos celestes, al estudio de los fenómenos del mundo forme que el nuestro con la observación inmediata de los hechos.•
sublunar. 16 Cf. mis Etudes galiléennes, II, La loi de la chute des corps, París,
1940.

6
Los orígenes de la ciencia moderna
69
68 Alexandre Koyr,

hizo además el fundamento de la física, constituía la primerail posibilidad de un movimiento diurno de la Tierra, no tienen
etapa del desarrollo de una ciencia matemática de la natural~! nada que ver con el nominalismo o el positivismo.
za. Aquí me siento igualmente en perfecto acuerdo con él. Cre~ Crombie no lo niega. Considera que el mayor mérito del no-
efectivamente que es aquí donde Grosseteste da pruebas de granii1 minalismo consiste no en el desarrollo de la teoría del impetus,
originalidad (no tenemos que olvidar que, a pesar de la arm~:!, sino en su rechazo por Occam en favor de una concepción que
nía natural entre el platonismo y la matematización de la natu,~1. él asimila -como otros muchos historiadores 13- a la con-
raleza, el neoplatonismo desarrolló finalmente una concepció~, cepción de la inercia del siglo :xvn. No pienso que esta inter-
del mundo dialéctica y mágica, y no matemática: la aritm0;:;, pretación sea completamente exacta, ni que el texto citado por
logía no es la matemática) y de una profundidad de intuición 1 1
Crombie la corrobore, ni siquiera la admita, aunque para nos-
que solamente el desarrollo científico contemporáneo nos per{ otros sea bastante natural. Para nosotros, que recordamos la
mite apreciar plenamente. Es exacto, naturalmente, que era: declaración aparentemente análoga de Descartes, que afirma
prematuro querer reducir, como él lo hizo, la física a la óptica¡.:· no haber diferencia entre el movimiento y el cuerpo en movi-
y nadie, excepto Roger Bacon, aceptó su punto de vista. E~·. miento; para nosotros, que olvidamos que para Descartes, como
igualmente cierto que la evolución de la óptica no desempeñó ¡ para nosotros mismos, el movimiento es esencialmente un es-
:I un papel determinante en la formación de la física del si~· tado opuesto al estado de reposo -lo cual no es así para Oc-
cam- y que es, por consiguiente -contrariamente a la afirma-
I1
glo XVII, y que Galileo no se inspiró en la óptica. Sin embargo
-me sorprende bastante que Crombie no mencione este he,. 1 ción de Occam-, un efecto nuevo, y un efecto que para ser pro-
cho-, la gran obra de Descartes debía llamarse El mundo o i ducido requiere no solamente una causa, sino también una causa
tratado de la luz, aunque, en efecto, su física no haya sido·.:. perfectamente determinada. Me parece que si tenemos esto pre-
modelada sobre la óptica y, además, apenas haya sido mate'. sente en la mente y si no introducimos en el texto de Occam lo
1
que no está, reconoceremos que es imposible deducir concep-
mática; de todas formas, fue el platonismo (y, naturalmente¡···
ciones como, por ejemplo, las de la conservación de la direc-
el pitagorismo) quien inspiró la ciencia matemática de la natu~ ción y de la velocidad que implica la concepción moderna del
raleza (y sus métodos) en el siglo XVII y la opuso al empiris- movimiento, y no le imputaremos el descubrimiento del prin-
mo de· los aristotélicos (y a su metodología). Sin embargo,
como hemos visto, no es sólo al matematismo platonizante, sino cipio de la inercia.
No niego que, como ha dicho Anneliese Maier, la concep-
también, e incluso más aún, al empirismo de la tradición nomi• ción de Occam habría podido ser desarrollada y desembocar en
nalista y positivista al que Crombie quiere atribuir el mérito la del movimiento concebido como estado. Para mí es suficiente
de haber inspirado la ciencia «moderna». constatar que eso no ha sucedido. Y que ninguno de los nume-
Una vez más, desgraciadamente, no puedo aceptar su punto rosos discípulos del V enerabilis Inceptor intentó jamás hacerlo.
de vista. Naturalmente, no pongo en duda que la crítica de la 11 Lo cual es para mí por lo menos la prueba de su perfecta este-
concepción aristotélica tradicional (que alcanza su punto cul- rilidad. En realidad, el método nominalista conduce al escep-
minante cuando Occam ataca la validez de las causas finales y ticismo y no a la renovación de la ciencia.
niega la posibilidad de conocer todas las demás) haya des- El positivismo es hijo del fracaso y de la renuncia. Nace de........,¡
empeñado un papel importante al despejar el terreno en el que la astronomía griega y su mejor expresión es el sistema de 1
podía edificarse la ciencia moderna y al suprimir ciertos obs- Tolomeo. El positivismo fue concebido y desarrollado no por 1
táculos que detenían esta edificación. Por otra parte, dudo los filósofos del siglo XIII, sino por los astrónomos griegos;
mucho que haya sido nunca un factor positivo en el desarrollo quienes, habiendo elaborado y perfeccionado el método del pen-
científico. samiento científico -observación, teoría hipotética, deducción
Efectivamente, ni los brillantes trabajos matemáticos y ci- EPC 69

nemáticos de Nicolás de Oresme -que derivan directamente u Así, recientemente, H. Lange, Geschichte der Grundlagen der Physik,
de los de la Escuela de Oxford, inspirados en el gran Brad- vol. I, p. 159, Munich-Friburgo, 1952; cf. Etudes sur Léonard de Vinci,
wardine-, ni la elaboración de la teoría del impetus por él de Pierre Duhem, vol. II, p. 193; y contra esta tesis Anneliese Maier,
mismo y por Juan Buridán, ni el hecho de que aceptaran la op. cit., núm. l.

______ _..
70 Alexandre Koyré Los orf.genes de la ciencia moderna • 71

y, finalmente, verificación por nuevas observaciones-, se en- raleza, por leer en el verdadero libro del universo. Era completa-
contraron en la incapacidad de descifrar el misterio de los ver- mente exacto que cel principal resultado de las investigaciones de
!; daderos movimientos de los cuerpos celestes y, en consecuen-
los astrónomos ha sido solamente dar razón de las apariencias de
los cuerpos celestes•; pero en la crítica que formuló a propósito
cia, limitaron sus ambiciones a «superar los fenómenos», es del sistema de Tolomeo, dijo precisamente que csi satisfacía a
, decir, a un tratamiento puramente formal de los datos de la un astrónomo solamente aritmético, no satisfacía ni contentaba a
'¡ observación. Tratamiento que les permitía hacer predicciones un astrónomo filósofo». Copérnico, sin embargo, había compren-
\ válidas, pero cuyo precio era la aceptación de un divorcio defini- dido muy bien que si se podían salvar las apariencias celestes con
L_!ivo entre la teoría matemática y la realidad subyacente 14• falsas suposiciones sobre la naturaleza, se podía hacerlo mucho más
Es ésta la concepción -que no es en modo alguno progre- fácilmente aún con suposiciones verdaderas. Así no era sólo por
siva como parece creer Crombie, sino al contrario, retrógrada aplicación pragmática del principio de economía por lo que la
en sumo grado-- que los positivistas del siglo XIV, bastante hipótesis simple debía ser elegida. Era la Naturaleza misma, cque
cercanos en esto a los de los siglos XIX y xx, quienes sólo han no hace por numerosas causas lo que puede hacer por pocas•,
la naturaleza misma la que ordenaba aprobar el sistema de Co-
sustituido la resignación por la fatuidad, intentaron imponer a pérnico.
la ciencia de la naturaleza. Y fue por rebelión contra este de-
rrotismo tradicional por lo que la ciencia moderna desde Co- Tal era por lo menos el punto de vista de Galileo, quien
pérnico (al que Crombie clasifica de modo bastante sorpren- estaba profundamente convencido del carácter matemático de
dente entre los positivistas 15) a Galileo y a Newton, llevó a cabo la estructura profunda de la naturaleza (pp. 305-306):
su revolución contra el empirismo estéril de los aristotélicos,
revolución que se basó en la convicción profunda de que las
Al concebir la ciencia como una descripción matemática de rela-
matemáticas son más que un medio formal de ordenar los he- ciones, Galileo permitió a la metodología liberarse de la tendencia
chos y son la clave misma de la comprensión de la naturaleza. hacia un empirismo excesivo, tendencia que constituía el principal
En realidad, el modo en que Crombie concibe los motivos defecto de la tradición aristocrática, y le dio un poder de genera-
que han inspirado la ciencia matemática moderna, no está en lización que quedaba sin embargo estrictamente relacionado con
desacuerdo con el mío. Así, en su excelente descripción de la los datos de la experiencia, algo que los neoplatónicos que le habían
posición epistemológica de Galileo, dice (p. 309): precedido no habían alcanzado más que en contadas ocasiones.
Galileo lo consiguió en primer lugar no dudando en utilizar en sus
Si en la práctica Galileo juzgaba la exactitud de una «proposición teorías matemáticas conceptos de los que ningún ejemplo había
hipotética• según el criterio familiar de la verificación experimen- sido o podía ser observado. Exigía solamente que de estos concep-
tal y de la simplicidad, es evidente que su finalidad no era simple- tos pudieran deducirse hechos observados. Así, por ejemplo, no
mente elaborar un método práctico para «salvar las apariencias». existe plan absolutamente perfecto ni cuerpo aislado que se mueva
Realmente se esforzaba por descubrir la estructura real de la natu· en un espacio euclidiano vacío, infinito, y sin embargo, fue a partir
de estos conceptos como Galileo elaboró por vez primera la teoría
de la inercia del siglo XVII. cY, dice, mi admiración ya no tiene
14 Tal es el punto de vista formulado por Proclo y Simplicio y al que límites cuando veo cómo su razón fue capaz, en Aristarco y Co-
Averroes se adhirió estrictamente. pérnico, de violentar tan bien sus sentidos, que, a pesar de éstos,
15 Este extraño error sobre Copérnico -al que Crombie opone además se hizo dueña de su credulidad.»
a Galileo declarando (p. 309) que •[Galileo] rehusó aceptar la declaración
del propio Copérnico según la cual [su teoría] era simplemente una
construcción matemática, declaración que está de acuerdo con la opinión Está claro: la manera en que Galileo concibe un método
de los astrónomos occidentales desde el siglo x111; la teoría heliostática científico correcto implica un predominio de la razón sobre la
era [para Galileo] una opinión exacta de la naturaleza- es el único error simple experiencia, la sustitución por modelos ideales (mate-
realmente importante que Crombie ha cometido en su excelente obra;
error que corrige además él mismo en su Augustine to Galileo, p. 326, máticos) de una realidad empíricamente conocida, la primacía
Londres, 1953 y 1956. En realidad, Copérnico no consideró nunca su teo- de la teoría sobre los hechos. Fue así solamente como las li-
ría como una mera construcción matemática y no dijo nunca nada que mitaciones del empirismo aristotélico pudieron ser superadas
pudiera interpretarse en este sentido. Fue Osiander y no el propio Copér- y como pudo ser elaborado un verdadero método experimental,
nico quien expresó este punto de vista en el prefacio que escribió para la
primera edición del De revolutionibus orbium coelestium, en 1543. un método en el que la teoría matemática determina la estruc-
... -
66 PENSAR LA CIENCIA LAS CONCEPCIONES FIWSÚFICAS Y LAS TEORÍAS CIENTÍFICAS 67

Por tanto, creo que es posible concluir provisional- lurd nos presentaba como ejemplo perfecto de «plura-
mente al menos que la lección de la historia nos mues- lismo coherente» y ver en qué se convirtió en manos
tra que: de Rutheford, de Moseley y de Niels Bohr:
a) La renuncia -la resignación- positivista no es O también, la de los principios de conservación, prin-
más que una posición de retirada temporal y que si el cipios metafísicos si los hubo, principios para cuyo man-
espíritu humano en la persecución del saber asume pe- tenimiento se está obligado, de vez en cuando, a postu-
riódicamente esta actitud, no la acepta jamás -al me- lar seres -como el neutrino- no observados o incluso
nos aún no lo ha hecho nunca- como definitiva y últi- no observables en la época de su postulación, cuya exis-
ma; tarde o temprano deja de hacer de la necesidad tencia no parece tener más que una única meta, a sa-
virtud y de alegrarse de su derrota. Tarde o temprano, ber, el mantenimiento de la validez de los principios en
vuelve al trabajo y se pone de nuevo a buscar una solu- cuestión.
ción inútil o imposible de problemas declarados des- Creo incluso que se llegaría a conclusiones entera-
provistos de sentido, tratando de hallar una explicación mente análogas si se estudiara la historia -creo que
causal y real de las leyes establecidas y aceptadas por él. empieza a ser posible- de la revolución científica de
b) La actitud filosófica que a la larga demuestra que nuestro propio tiempo.
es buena no es la del empirista positivista o pragma- Está fuera de duda que fue una meditación filosó-
tista, sino, al contrario, la del realismo matemático. En fica la que inspiró la obra de Einstein -del que podría
resumen, no la de Bacon o de Comte, sino la de Descar- decirse que, como Newton, fue filósofo tanto como fí-
tes, Galileo y Platón. sico. Está perfectamente claro que su negación resuel-
..._ Si tuviera tiempo podría presentar casos de desa- ta, incluso apasionada, del espacio absoluto, del tiem-
rrollo completamente paralelos, sacados de los domi- po absoluto, del movimiento absoluto -negación que,
nios de la ciencia. Podríamos, por ejemplo, seguir el de- en cierto sentido, prolonga la que Huygens y Leibniz
sarrollo de la termodinámica desde Carnot a Fourier opusieron antiguamente a estos mismos conceptos-
-es sabido por lo demás que fueron los cursos de Fou- cstá fundada en un principio metafísico.
rier los que inspiraron a Auguste Comte- y ver en qué Así, no son los absolutos en sí los que se ven pros-
se convirtió en manos de Maxwell, de Boltzmann y de critos. En el mundo de Einstein y en la ciencia einste-
Gibbs; sin olvidar la reacción -tan significativa en su niana hay absolutos -los llamamos modestamente in-
perfecto fracaso- de Duhem. variantes o constantes- tales como la velocidad de la
Podríamos estudiar la evolución de la química que, ~ luz o la energía total del universo, que harían estreme-
a pesar de la oposición -totalmente «razonable»- de cer de horror a un newtoniano, pero en realidad se tra-
los grandes químicos, sustituyó la ley de las proporcio- ta de absolutos que no están fundados en la naturaleza
nes definidas por una concepción atómica y estructu- de las cosas.
ralista de la ley. En compensación, el tiempo absoluto como el espa-
Podríamos analizar la historia del sistema periódi- cio absoluto, realidades que Newton aceptó sin dudar-
co que hace algún tiempo mi colega y amigo G. Bache- lo -porque él podía apoyarlas en Dios y fundarlas en
2 Alexandre Koyré En los albores de la ciencia clásica 3
moderna, o más exactamente clásica 3 , fue a la vez expresión También se ha hablado frecuentemente del papel de la expe-
y fruto. riencia, del surgimiento de un «sentido experimental» 9 • Y, sin
En ocasiones se ha querido caracterizar y explicar esta trans- duda; el carácter experimental de la ciencia clásica constituye
formación corno resultado de una especie de inversión de toda la uno de sus rasgos más característicos. Pero, en realidad,, se
actitud espiritual: en lo sucesivo la vida contemplativa cede el trata de un equívoco: la experiencia, en el sentido de experien-
paso a la vida activa; el hombre moderno busca el dominio de cia simple, de obsc:irvaclofí"uel-sentidé) comull; ñO-'füi aeS'émp~---
la naturaleza, en tanto que el medieval, o el antiguo, perseguía 11lrdO-ñingiíri. papel qµe nó fiaya smo· er de dífiétiltar el füí.ei··
únicamente su contemplación. El mecanicismo de la física clá- miento .de la ciencia clásica; y la física de lós nominalista$
sica -galileana, cartesiana, hobbesiana, ciencia activa, operativa, parisienses -e incluso la de Aristóteles- estaba, . a menudo,
que debe hacer del hombre «el dueño y señor de la naturale. bastante más próxima a ella que la de Galileo"· En cuan~
za»- se explicaría, entonces, por ese deseo de dominación, de ~~peE_~.!E.tt\.S?!éJ.l... .;;:;:-interrogación metódica de Ta'"'"ñáiür . -
acción; sería una simple transposición de esta actitud, una apli- za-, esta presupone tanto el lenguaje en el que se formulan
cación a la naturaleza de las categorías del pensamiento del sus preguntas como el vocabulario que permite interpretar las . ('
respuestas. Ahora bien, si es en un .lenguaje matemático, o, más Í
hamo faber 4,· la ciencia cartesiana -y a f ortiori, la de Galileo-
' sería, como se ha dicho, «una ciencia de ingeniero» 5 • Esta con- exactamente, geométrico, en el que la ciencia clásica interroga ; ..
cepción, sin duda correcta en general, e incluso algunas veces a la naturaleza, este lenguaje, o mejor dicho, la decisión de i
en particularidades (basta pensar en la inversión de valor, y de emplearlo -decisión que corresponde a un cambio .de actitud f
status ontológico, entre contemplación y acción que se efectúa metafísica- 11 no podía, a su vez, ser dictada por la experienciaf
en la filosofía moderna; basta pensar en ciertas explicaciones, que iba a condicionar.
o imágenes, de la física cartesiana, con sus poleas, cuerdas .y llada por M. Leroy en su Descartes social, París, 1931, y llevada hasta el
/¡\palancas), nos parece presentar todos los defectos de una ex- absurdo por F. Borkenau en su obra Der Uebergang vom feudalen zum
f plicación global. ,Además, no toma en cuenta el esfuerzo te~n~ bürgerlichen Weltbild, París, 1933. Borkenau explica la formación de la
filosofía y de la ciencia cartesianas por la aparición de una nueva forma de
lógico de la Edad Media, la actitud espiritual de la alqtiimra:
producción, a saber, la manufactura; cf. la crítica al trabajo' de Borkenau,
En fin, la actitud áctivista que describe es la de ""Bacon (cuyo"'"' mucho más instructiva que ese propio trabajo, por H. Grossmann: «Die
papel en la 'historia de la revolución científica ha sido perfecta- gesellschaftlichen Grundlagen der mechanistischen Philosophie und die
mente despreciable) 6 , y no la de Descartes, ni la de Galileo, y el Manufactur», en Zeitschrift für Sozialforschung, París, 1935.
mecanicismo de la física clásica, lejos de ser una concepción de En cu~. 'iali. .
t.º,·.ª.-.•. .
1~9.,.-L,:....OdJ~c;:.h....~L.~'?. . . 11.:~ ~.1~. ~~crió.11._;le l~~~
1
C.9~"'"'" e ingenieros e Kel'lacinuenio: uu'"" unu se,,.., ~""' 'l.'Utl"
)
artesano 1 , o de in~eniero, es justamente la negación de ésta 8 • Scíllcñte-dex''ííeusprachlichen wissenscruuthclíért Literatur, vol, m), Halle,
1927. Ahora bien, si es verdad que los ingenieros y artistas del Renacimiento \
a Al considerar la revolución científica de nuestro siglo parece preferible Mc1eron mucho por romper el yugo del aristotelismo, y que incluso a
reservar para ella· el calificativo de «moderna», designando a la física pre- veces se esforzaron -<:orno Leonardo da Vinci · y Benedetti- por desarro-: 1
cuántica como «clásica». llar ·una nueva dinámica, antiaristotélica, esta dinámica, como ha demos- ',
4 Esta concepción, bastante extendida, no debe confundirse con la de trado Duhem, fue en sus líneas maestras la de los nominalistas parisien- i
Bergson, para el cual toda física -tanto la de Aristóteles como la de ses. Y si Benedetti -<:O.ti mucho el más notable de los predecesores de J
Newton- es, en última instancia, obra del horno faber. · Galileo- supera en ocasiones el nivel de la dinámica «parisiense•, no es ~
5 Véase Laberthonniere, Etudes sur Descartes, vol. 11, París, 1935, pp. 288- gracias a sus trabajos de ingeniero o artillero: es gracias a su est1.1<Uo de 1
289, 297.....30i:..~«fí~ica de la. explotación de las cosas». Arquímedes. .· \
ftO de «Baooil:;jniciador de . la ciencia moderna» es una broma, de 9 Incluso se ha opuesto con frecuencia el experimentador Galileo al teó-
mut'iñiirgusto;-ciué todavía repiten los manuales. En realidad, Bacon no rico Descartes. Y sin razón, como se verá más adelante. Cf. nuestra ponen-
comprendió nunca nada de la ciencia. Es crédulo y se halla totalmente cia en el IX Congreso Internacional de Filosofía, Galilée et Descartes,
desprovisto de espíritu crítico. Su mentalidad está más próxima a la véase Travaux, vol. 11, pp, 41 ss., París, 1937.
alquimia, a la magia (cree en las «simpatías»). en pocas palabras, a la 10 Así, jamás observó nadie el movimiento inercial, por la sencilla razón
de un primitivo o un hombre del Renacimiento, que a la de un Galileo o de que sólo es posible en condiciones irrealizables. Ya Emile Meyerson
incluso a la de un escolástico. hizo notar lo poco que las experiencias c9ncuerdan con lo!! principios
... 1 ~ 1 Sin duda la ciencia car.tesiana y galileana benefició al ingeniero y fue de la física clásica (véase ldentité et realité, 3.• edic., París, 1926,.p. 156).
..,. L. tilizada ·por la técnica con el éxito de todos conocido. Pero no fue creada [Identidad y realidad, Madrid, Editorial Reus, 1929.]
11
· {
1' " · por los técnicos ni para la técnica. Corresponde a una renovación de la primacía del ser . sobre el de-
8 «Descartes artesano»: tal es la concepeión del cartesianismo desarro- venir. ..
~
- -
Los orígenes de la ciencia moderna 75
74 Para mi,
Esto es justo; no pienso, sin embargo, que Crombie haga 1 que no creo en la interpretación positivista de la ciencia -ni \1
justicia al realismo brutal que Newton combina con la creen•<: 1lquiera en la de Newton- la historia contada de modo tan 1
cia de que las causas reales de los fenómenos, o bien son des;.? brillante por Crombie contiene una lección muy diferente: el
conocidas, o bien pertenecen a un ámbito del ser que supera· empirismo puro -e incluso la «filosofía experimental..- no \
al ser físico. Como, por ejemplo, el espíritu o los espíritus que; conducen a ninguna parte, y no es renunciando a la finalidad 1
originan la atracción y la repulsión y son las fuerzas reales que ·. aparentemente inaccesible e inútil del conocimiento de lo real,
mantienen la unidad y la estructura del mundo, así como las sino al contrario, persiguiéndola con audacia, como la ciencia
progresa en el camino sin fin que la conduce a la verdad. En
fuerzas reales que unen los átomos de la materia que componen
los cuerpos. Debemos tratarlos matemáticamente, nos ordena consecuencia, la historia de esta progresión de la ciencia mo-
derna debería estar consagrada a su aspecto teórico tanto por
Newton, y al hacerlo no debemos ocuparnos de su naturaleza
lo menos como a su aspecto experimental. En realidad, como ya
real. Pero debemos, por otro lado, tenerlas en cuenta, puesto
he dicho, y como lo demuestra bien la historia de la lógica de
que son todas reales y puesto que su determinación constituye
las ciencias relatada por Crombie, no sólo el primero está es-
una meta esencial en la investigación científica. ;:
trechamente asociado al segundo, sino que domina y determina
Crombie no cree que esto sea así. Juzga en consecuencia au estructura. Las grandes revoluciones científicas del siglo xx
que la ciencia de Galileo y de Descartes, fundada en una ontolo-
-tanto como las de los siglos xvn o XIX-, aunque fundadas na-
gía matemática inspirada en Platón, una ciencia que tendía a un turalmente en hechos nuevos -en la imposibilidad de verifi-
conocimiento real, aunque naturalmente parcial y provisional
carlos-, son fundamentalmente revoluciones teóricas cuyo re-
del mundo real, perseguía una meta imposible e incluso falsa. sultado no consistió en relacionar mejor entre ellas «los datos
Newton, que había renunciado a buscar las causas, o por lo
de la experiencia», sino en adquirir una nueva concepción de la
menos había retrasado su búsqueda hasta un futuro lejano
realidad profunda subyacente en estos «datos». ---
y proclamado el divorcio entre la «filosofía experimental» y la
Sin embargo, las moradas del reino de Dios son numerosas.
metafísica -e incluso la física-, era más sagaz: volvió a la Y se puede tratar la historia de muchas maneras. Digamos,
metodología aristotélica y la epistemología nominalista de la
pues, que en el reino de la historia Crombie ha edificado una
Edad Media.
Crombie considera que la ciencia moderna es decididamen- bella morada.
te positivista. Es, por tanto, en la historia --0 la prehistoria-
del positivismo donde ve la progresión de la «ciencia experi-
mental». Según él, esta historia comporta una lección filosó-
fica (p. 319):
La verdad filosófica que ha puesto en evidencia toda la historia
de la ciencia experimental a partir del siglo XIII es que el método
experimental, concebido en un principio como un método que per-
mite descubrir las verdaderas causas de los fenómenos, demuestra
ser un método que permite dar simplemente su verdadera des-
cripción.
Una teoría científica ha dado toda la explicación que podía dar
de sí cuando ha puesto en correlación los datos de la experiencia
del modo más exacto, completo y práctico posible. Cualquier otro
problema que pudiera plantearse no podría serlo en lenguaje cien-
tífico. Por su naturaleza tal descripción es provisional y el progra-
ma práctico de la investigación es sustituir las teorías limitadas por
otras, cada vez más completas.
¿Aceptaremos la lección filosófico-histórica de Crombie? En
lo que a mí se refiere, no pienso que debamos hacerlo.rara mí,
~
I'
¡' 1
384 Alexandre Koyré La historia de las ciencias 385

con Guerlac. Además, ¿cómo no habría de estarlo dado que yo son hostiles al pensamiento científico independiente 16- y si,
mismo he insistido en ello 12 hace unos años? Para que la ciencia en rigor, podemos explicar por qué pudo nacer y desarrollarse
nazca y se desarrolle es preciso, como nos lo explicó ya Aris- en Grecia, no podemos explicar por qué ocurrió así efectiva-
tóteles, que haya hombres que dispongan de ratos de ocio; pero mente.
esto no basta: es preciso también que entre los miembros de Por eso me parece vano querer deducir la ciencia griega de
las leisured classes aparezcan hombres que encuentren su sa- la estructura social de la ciudad; o incluso del agora. Atenas
tisfacción en la comprensión, la theoria; es preciso además que no explica a Eudoxio, ni a Platón. Como tampoco Siracusa ex-
este ejercicio de la theoria, la actividad científica, tenga un va- plica a Arquímedes; o Florencia a Galileo. Creo por mi parte que
lor a los ojos de la sociedad 13 • Ahora bien, estas cosas no son ocurre lo mismo en los tiempos modernos e incluso en nuestro
en modo alguno necesarias; son cosas incluso muy raras, y que tiempo, a pesar del acercamiento de la ciencia pura y de la
en mi opinión no se realizan en la historia más que dos veces. ciencia aplicada del que he hablado hace un momento. No es
Pues, mal que le pese a Aristóteles, el hombre no está animado la estructura social de la Inglaterra del siglo XVII la que puede
naturalmente del deseo de comprender; ni siquiera el hombre explicar a Newton, como tampoco la de la Rusia de Nicolás 1
de Atenas. Y las sociedades, pequeñas o grandes, aprecian ge- puede aclarar la obra de Lobatchevscki. Esa es una empresa
neralmente muy poco la actividad, puramente gratuita, y en completamente quimérica, tan quimérica como la de querer
sus principios por lo menos, perfectamente inútil, del teórico 14 • predecir la evolución futura de la ciencia o las ciencias en fun-
Pues hay que reconocerlo, la teoría no conduce, por lo menos ción de la estructura social, o de las estructuras sociales, de
inmediatamente, a la práctica; y la práctica no engendra, por lo nuestra sociedad, o de nuestras sociedades.
menos directamente, la teoría. La mayor parte de las veces, Pienso que ocurre lo mismo en lo que concierne a las apli-
muy al contrario, se aparta de ella. Así, no fueron los harpe- caciones prácticas de la ciencia: no es por ellas por lo que se
donaptas egipcios, que tenían que medir los campos del valle ,¡
puede explicar su naturaleza y su evolución. Creo, en efecto
del Nilo, quienes inventaron la geometría: fueron los griegos, 'n (y si eso es idealismo, estoy dispuesto a soportar el oprobio de
que no tenían que medir nada de nada. Los harpedonaptas se ser un idealista y a sufrir los reproches y las críticas de mi
contentaron con fórmulas. Igualmente no fueron los babilonios, amigo Guerlac), que la ciencia, la de nuestra época, como la de
que creían en la astrología y por eso necesitaban poder calcular los griegos, es esencialmente theoria, búsqueda de la verdad
y prever las posiciones de los planetas en el cielo, como acaba y que por esto tiene, y siempre ha tenido, una vida propia, una
de recordamos Van der Waerden, quienes elaboraron un siste- historia inmanente y que sólo en función de sus propios pro-
ma de movimientos planetarios 15 • Fueron, una vez más, los grie- blemas, de su propia historia, puede ser comprendida por sus
gos, que no creían en ello; los babilonios se contentaron con historiadores.
inventar métodos de cálculo -fórmulas una vez más- extrema- Creo incluso que es ésa justamente la razón de la gran im-
damente ingeniosas, por otra parte. portancia de la historia de las ciencias, del pensamiento cientí-
Resulta de ello, me parece, que si podemos explicar por qué fico, para la historia general. Pues si la humanidad, tal como
la ciencia no nació y no se desarrolló en Persia o China Pascal ha dicho, no es más que un solo hombre que vive siem-
-las grandes burocracias, tal como nos ha explicado Needham, pre y que aprende siempre, es nuestra propia historia, mucho
más, es nuestra autobiografía intelectual lo que hacemos al es-
12 Cf. mi artículo en Scientific Monthly, t. LXXX, 1955, pp. 107-111. tudiarla. Y es también por esto por lo que es tan apasionante
13 Las aristocracias guerreras desprecian la ciencia: por eso, como y al mismo tiempo tan instructiva; nos revela al espíritu huma-
Esparta, no la cultivaron; tampoco las sociedades cadquil?itivas•, como no en lo que tiene de más elevado, en su persecución incesante,
Corinto. Pienso que es inútil dar ejemplos más recientes. EPC385
14 Son resultados prácticos los que Hierón pide a Arquímedes. Y este
último es glorificado por la tradición por la invención -legendaria- de 16 Incluso hoy no buscan más que resultados «prácticos• y si fomentan
máquinas de guerra. Igualmente eran resultados prácticos los que Lou- a veces las investigaciones teóricas -fundamental research- es en la
vois esperaba de la Real Academia de Ciencias, y esto contribuyó al de- medida en que esperan que tengan aplicaciones. Por eso los teóricos
clive de esta última. abundan muy a menudo en sus ideas y siguiendo e imitando a Bacon,
is La astrología, se olvida a menudo, no se interesa más que por las tratan de persuadir a las sociedades de que, pronto o tarde, la investiga-
posiciones de los planetas en el cielo y por las figuras que forman en él. ción teórica resultará •rentable•.
386 Alexandre Koyré INDICE DE NOMBRES

siempre insatisfecha y siempre renovada de un objetivo que


siempre se le escapa: la búsqueda de la verdad, itinerarium
mentis in veritatem. Ahora bien, este itinerarium no se da an-
ticipadamente y el espíritu no avanza en línea recta. El camino
hacia la verdad está lleno de obstáculos y sembrado d~ errores,
y los fracasos son en él más frecuentes que los éxitos. Fracasos
además tan reveladores e instructivos a veces como los éxitos.
Por ello nos equivocaríamos al olvidar el estudio de los erro-
Abu'l Baraqat Hibatallah Ibn Mal- 156 y n., 157, 158, 159 y n., 161 y n.,
res: a través de ellos progresa el espíritu hacia la verdad. El ka Al-Baghdadi (10%-1170). 164 n. 162 y n., 163 y n., 164 n., 165 n.,
itinerarium mentis in veritatem no es un camino recto. Da vuel- Achaia, Jacomo de (s. XVI). 122 167, 170, 171 y n., 172 n., 174, 176,
tas y rodeos, se mete en callejones sin salida, vuelve atrás, y ni Adumus, Vice n ti u s Franciscus 178, 184-186, 189, 191, 195, 197, 198,
siquiera es un camino, sino varios. El del matemático no es el [Adorno, Francisco] (s. XVII), 200, 201 y n., 203, 205, 206 y n.,
291 n. 207 n., 208 y n., 209-211, 212 y n.,
del químico, ni el del biólogo, ni siquiera el del físico ... Por eso Agucchi, Giovanni Battista, 262 213, 214 y n., 215, 216, 217 y n.,
necesitamos proseguir todos estos caminos en su realidad con- Agustín, San (354-430). 11-13, 22, 25- 218, 224, 225 n., 228 n., 229, 230 n.,
creta, es decir, en su separación históricamente dada y resig- 27, 29, 52 n. 231, 234 y n., 235-239, 241, 242 n.,
narnos a escribir historias de las ciencias antes de poder escri- i Alais, Louis de Valois, conde de 248-250, 269, 293, 306, 307, 309, 314,
(1596-1653). 315 384
bir la historia de la ciencia en la que vendrán a fundirse como Alberti, Leon Battista (1404?-1472). Arquímedes (287-212 a. C.). 7, 18,
los afluentes de un río se funden en éste. 95 44, 48, 92, 101, 117, 125, 128, 131,
¿Se escribirá alguna vez? Esto sólo lo sabrá el futuro. Alberto de Sajonia (1316?-1390), 91 140-142, 148, 151 n., 156 y n., 157,
Alberto Magno, San (1193-1206). 30, 167, 174 y n., 194, 195, 226, 227 n.,
60 233-235, 322 y n., 323 n., 325 n.,
Aldrovandi, Ulisse (1422-1605), 43 327 n., 328 n., 350 n., 354, 383,
Alejandro de Afrodisia (ss. II-III), 384 n., 385
37, 38, 59 n. Arundel, Lord Thomas Howard (h.
Algazel (v. Ghazali) 1585-1646). 90 .
Alhacén [lbn Al-Haytham] (%5?- Atwood, George (h. 1745-1806). 242 n.
1039)' 59, 66 Auzout, Adrien (1622-1691). 316
Allen, G., 281 n. Avencebrol (v. lbn Gabirol)
Amboise, Charles Chaumont de Averroes [lbn Rusd] (1126-1198), 17,
(1473-1511), 88 18, 30, 31 n., 38, 39 y n., 40, 59,
Anderson, Alexander (1582-1625?), 70 n., 218 n.
323 n. Avicena [lbn Sina] (980-1037). 17, 18,
Angeli, Stefano degli (fines del si- 24, 25, 27 n., 30, 31 y n., 34 y n.,
glo XVII). 212 n., 370 35, 38, 39, 59 n., 164 n.
Anselmo, San (1033-1109), 26, 29, 36 Awhad Al-Zaman Abu'l Baraqat (v.
Apolonio (principios del s. II a. C.), Abu'l Baraqat)
44, 76, 79, 80, 350 n., 354
Aquiles, 345 n.
Ariosto, Ludovico (1474-1533). 261, Bacon, Francis (1561-1626). 6, 9, 10,
264, 265 14, 54, 63, 90, 151 n., 275, 372, 385
Aristarco de Samos (310?-230? a. C.), Bacon, Roger (1214?-1294). 9, 25, 29,
71, 76, 79, 80 58, 59, 60, 64, 65, 66 y n., 68
Aristóteles (384-322 a. C.). 11, 15, Baldi, Bernardino (1553-1617), 92,
16, 18 y n., 19-22, 25, 30, 31, 33, 123, 124
35, 36, 37 y n., 38, 40, 46, 48, 55, Baliani, Giovan Battista (1582-1660),
56 n., 57, 58, 65, 67, 72, 73, 77, 202, 203 y n., 243 n., 277 n., 293,
79, 91, 94, 104, 111 n., 123 n., 124, 294
125, 126 y n., 130, 131, 133, 135, Barrow, Isaac (1630-1677), 7, 280 y n.
139, 140, 142-149, 152, 153 n., 155 n., Basson, Sébastien (s. XVII), 318
.411-..
6 Alexandre Koyré Orientación y proyectos de investigación 7

denado del pensamiento antiguo y medieval por un universo mentación cuantitativa de la ciencia clásica, y, por último, los
infinito y homogéneo, implica y exige la reestructuración de orígenes del cálculo infinitesimal.
los primeros principios de la razón filosófica y científica, la re- La historia del pensamiento científico, tal como yo la en- -"""
estructuración también de nociones fundamentales, como las_ tiendo y me esfuerzo en practicarla, tiende a captar el camino
de movimiento, espacio, saber y ser. Por eso el descubrimiento
de leyes muy simples, como la ley de la caída de los cuerpos,
seguido por este pensamiento en el movimiento mismo de su ac-
tividad creadora. Con este fin, es necesario colocar de nuevo
:f}
ha costado a genios importantísimos esfuerzos tan grandes que las obras estudiadas en su medio intelectual y espiritual, in-
no siempre han sido coronados por el éxito. Así, la noción de terpretarlas en función de las costumbres mentales, de las 'j
inercia, tan manifiestamente absurda para la Antigüedad y la
Edad Media, como plausible e incluso evidente para nosotros
preferencias y aversiones de sus autores. Hay que resistir a la
tentación, a la que sucumben demasiados historiadores de las
~
hoy, no pu'do ser puesta de manifiesto con todo su rigor ni ciencias, de hacer más accesible el pensamiento con frecuencia Q
siquiera a través del pensamiento de un Galileo, y sólo lo fue oscuro, torpe e incluso confuso de los antiguos, traduciéndolo ~
por Descartes. · a un lenguaje moderno que lo clarifica, pero al mismo tiempo j
Durante la guerra, absorbido por otras tareas, no pude lo deforma; por el contrario, nada es más instructivo que el \3
consagrar tanto tiempo como hubiera deseado a los trabajos estudio de las demostraciones de un mismo teorema dadas por
teóricos. Pero, desde 1945, he empezado una serie de nuevas Arquímedes y Cavalieri, Roberval y Barrow.
investigaciones sobre la formación, a partir de Kepler, de la También es completamente esencial integrar en la historia
gran síntesis newtoniana. Estas investigaciones constituirán el de un pensamiento científico la forma en que él mismo se si-
' resto de mis trabajos sobre la obra de Galileo. tuaba y comprendía con relación a lo que le precedía y acom-
El estudio del pensamiento religioso y filosófico de los gran- pañaba. No podríamos subestimar el interés de las polémicas
1
e.
des protagonistas del matematismo experimental, de los pre-
cursores y contemporáneos de Newton y del mismo Newton se
de un Guldin o de un Tacquet contra Cavalieri o Torricelli;
sería peligroso no estudiar de cerca la manera en la que un
reveló indispensable para la interpretación completa de este Wallis, un Newton o un Leibniz consideraban la historia de sus
movimiento. Las concepciones filosóficas de Newton relativas propios descubrimientos, u olvidar las discusiones filosóficas
al papel de las matemáticas y de la medida exacta en la cons- que estos descubrimientos provocaron. ..-~--
titución del saber científico fueron tan importantes para el éxi- Por último, hay que est_udiar los ~efo_res )' los fracasos con
to de su empresa como su genio matemático: no es por falta tanto cuidado como los triunfos. Los errores de un Descartes
de habitualidad experimental, sino como consecuencia de la in- o un Galileo, los fracasos de un Boyle o de un Hooke, no son S1
suficiencia de su filosofía de la ciencia -tomada de Bacon- solamente instructivos; son reveladores de las dificultades que ~ I

por lo que Boyle y Hooke fracasaron ante los problemas de óp- ha sido necesario vencer, de los obstáculos que ha habido que
superar. EPC 7
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tica, y son profundas divergencias filosóficas las que han ali-
mentado la oposición de Huygens y de Leibniz a Newton. Habiendo vivido nosotros mismos dos o tres crisis profun-
He abordado algunos aspectos de estas investigaciones en mis das en nuestro modo de pensar -«la crisis de los fundamen-
clases de la Universidad de Chicago, en conferencias en las uni- tos» y «el eclipse de los absolutos» matemáticos, la revolución
versidades de Estrasburgo y Bruselas, Yale y Harvard, y en las relativista, la revolución cuántica-, habiendo sufrido la des-
ponencias presentadas en el Congreso de Historia y de Filoso- trucción de nuestras ideas antiguas y habiendo hecho el esfuer-
fía de las Ciencias (París, 1949) y en el Congreso Internacional zo de adaptación a las ideas nuevas, estamos más capacitados
de Historia de las Ciencias (Amsterdam, 1950). Por otro lado, que nuestros predecesores para comprender las crisis y las
en mis conferencias en la VI Sección de la Ecole Pratique des polémicas de antaño.
Hautes Etudes he estudiado problemas del mismo orden: la Creo que nuestra época es particularmente favorable a inves-
transición del «mundo del poco más o menos» al «Universo de tigaciones de este tipo y a una enseñanza consagrada a ellas bajo
la precisión»; la elaboración de la noción y las técnicas de me- el título de Historia del pensamiento científico. Ya no vivimos
dición exacta; la creación de instrumentos científicos que han en el mundo de las ideas de un Newton, ni siquiera de Max-
hecho posible el paso de la experiencia cualitativa a la experi- well, y por esto somos capaces de considerarlas a la vez desde

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