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INTRODUCCIÓN

Con el presente artículo, de una manera descriptiva se pretende ambientar lo que son los

mecanismos sustitutivos de la pena privativa de libertad o los comúnmente conocidos como

subrogados penales, recordando su origen y aplicación en nuestro sistema punitivo. A

renglón seguido se mirarán los procedimientos que tanto sustancial como adjetivamente

están estatuidos para la revocación del mecanismo sustitutivo de la pena privativa de

libertad de la suspensión de la ejecución de la pena, desde la arista de los inconvenientes

que puede acarrear la concesión de este en los penados beneficiados versus la aplicación de

la favorabilidad en una eventual revocación por el trámite netamente administrativo que se

da en el devenir de un proceso penal. Finalmente se explorará en las posibilidades que de la

aplicación del principio de favorabilidad puedan llevarse a cabo tanto en los juzgados de

conocimiento como de ejecución de penas para que ese beneficio judicial, por denominarlo

así, sea realmente eso y no un dolor de cabeza para quien ha sido condenado y como

sanción se le ha otorgado el subrogado en mientes.

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LOS MECANISMOS SUSTITUTIVOS DE LA PENA PRIVATIVA DE LIBERTAD.

En nuestro sistema punitivo existen unas consecuencias jurídicas de la conducta punible

realizada por algunos integrantes del conglomerado, dentro de la cuales nos encontramos

con variedad de penas, tal y como lo enuncia el artículo 34 de la ley 599, penas principales,

sustitutivas y accesorias. Dentro de las penas principales se encuentran las de prisión y

multa y dentro de las sustitutivas se halla la prisión domiciliaria. También están los

mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la libertad entre los cuales está la

suspensión de la ejecución de la pena, la cual es grosso modo una oportunidad que se le da

al infractor de la ley penal de no tener que ir a prisión habiendo sido encontrado

responsable de una conducta punible, siempre que cumpla con los requisitos que consagra

el artículo 65 para poder gozar de ese beneficio, so pena de que se revoque y tenga que

purgar físicamente la pena inicialmente suspendida.

LA SUSPENSIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA: La figura fue concebida por los

teóricos del movimiento positivista, y tal como lo compila Nodier Agudelo Betancourt

(AGUDELO BETANCOURT, 2002), que desde la peligrosidad del individuo cuando este

exhibe muy poca, la sanción penal se debía dejar en suspenso por una determinada

temporalidad, cumpliendo con una serie de requisitos so pena de efectivizar la sanción

impuesta. Ese presupuesto teleológico fue incorporado en nuestro sistema penal desde la

aparición del código de 1936, que valga anotarlo tomó como referente la propuesta
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realizada por los italianos Enrico Ferri y Rocco, para esa época los delincuentes a quienes

se les podía otorgar ese mecanismo se les denominaba de ocasión con características

psíquicas y físicas determinadas (FERRI, 2007).

En derecho comparado se encuentra esta figura donde las condiciones para su aplicación

son:

“a) Que la pena suspendida no sea grave. b) Que el delincuente sea primario. c) Que

las características personales del delincuente sean propicias para su vida en libertad,

y que hagan presumir su alejamiento del delito. d) Que se cumpla con algunos

deberes durante el tiempo señalado. Además, encontramos en varias partes el

requisito de la reparación del daño, así como el uso de medidas accesorias, como la

caución de no ofender, la fianza la prohibición de ir a lugar determinado, etc. La

primera condición para la suspensión de la ejecución de la sentencia es la poca

gravedad del delito cometido, o el escaso reproche que se hace al sentenciado,

medido por la sentencia, la que no debe pasar de cierto término. Así, por ejemplo,

consideran dos años: Argentina (artículo 26); Brasil (artículo 77); México (artículo

90); Panamá (artículo 77). No más de tres años: Colombia (artículo 68); Costa Rica

(artículo 59); Cuba (artículo 57); Guatemala (artículo 72); El Salvador (artículo 87).

Ecuador considera tan sólo seis meses (artículo 53), al igual que la hacía Perú

(artículo 286, C.P.P., ahora reformado para que sean 2 años). En Brasil y Perú se

consideran aparte los delitos culposos. Condición clara para obtener la condena

condicional es ser delincuente primario, es decir, no tener una sentencia

condenatoria anterior. Son raras las excepciones a este principio; en Argentina


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(artículo 27), si han pasado 8 años en delitos culposos y 12 en delitos dolosos, se

puede dictar una segunda condena condicional. En Cuba (artículo 57.2), puede

aplicarse a reincidentes en “circunstancias extraordinarias muy calificadas”, pero

nunca a multirreincidentes” (CARRANZA, HOUED, LIVERPOOL, MORA, &

RODRÍGUEZ MANZANERA, 1992)

En nuestro país no se hace mención de que debe ser delincuente primario el destinatario del

beneficio, pero en general las características personales del delincuente se toman en cuenta

para su otorgamiento.

“Desde luego que la condición básica para otorgar la suspensión de la ejecución es

el respetar las leyes y no cometer un nuevo delito. De suceder esto último, la

libertad se revoca y se aplica la pena pendiente, más la que proceda por el segundo

ilícito penal. La duración del período de prueba es restringida, y puede ser fijo o

variable, en este último caso fijado por el juez; así tenemos: Argentina, 4 años;

Brasil, 2 a 4 años; Colombia, 2 a 5; Costa Rica, 3 a 5; Chile, 3; Dominicana, 1; El

Salvador, 2 a 6; Cuba, 1 a 5; México, 3; Panamá, 2 a 5; Perú, 5. En todos los casos

el tiempo cuenta a partir de la sentencia. El Ecuador tiene un sistema peculiar, en

cuanto considera el tiempo fijado para la prescripción de la pena más dos años art.

84). La condena condicional es la alternativa más usada en región. Así, en la

Argentina, del total de condenas (2.567), el 54,62 % (1.402) lo fueron

condicionales. En Cuba, el 85 % de los delitos previstos en el Código Penal admiten

suspensión condicional. El 63 % de las sentencias privativas de libertad han sido

suspendidas o reemplazadas por alternativas. En Chile, para principios de 1988 se


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encontraron 13.650 personas beneficiadas con la medida (de un total de 25.551

condenados). En Panamá, de 2.546 sentenciados, en 785 se otorgó la suspensión

condicional (1986)” (Carranza et al., 1992).

Ahora bien a nivel internacional están las Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las

medidas no privativas de la libertad (Reglas de Tokio) Adoptadas por la Asamblea General

en su resolución 45/110, de 14 de diciembre de 1990 que contienen una “serie de principios

básicos para promover la aplicación de medidas no privativas de la libertad, así como

salvaguardias mínimas para las personas a quienes se aplican medidas sustitutivas de la

prisión”(C.I.D.H., 1990) y cuyo objetivo es reducir la aplicación de la imposición de la

pena de prisión; encontramos aquí uno de los principales referentes en cuanto a las

alternativas a la pena de prisión, reglas que el Estado colombiano no ha puesto en marcha o

por lo menos no hay evidencias de ello, baste con mirar el Informe Sobre el Uso de la

Prisión Preventiva en las Américas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos

del cual se destaca lo siguiente:

“Con respecto a Colombia, la Comisión ha recibido información según la cual en

este Estado la detención preventiva también es utilizada para “forzar a los

procesados a que colaboren aceptando cargos o aportando pruebas en contra de

otros sospechosos”, razón por la cual “los fiscales imputan y solicitan la prisión

preventiva, aun cuando no tengan suficiente evidencia”. Es decir, utilizando la

detención como una herramienta de investigación1. En un contexto en el que existen

1
DPLF, Independencia judicial insuficiente, prisión preventiva deformada – Los casos de Argentina,
Colombia, Ecuador y Perú, 2013, pág. 98.
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importantes presiones sociales, mediáticas e incluso provenientes de las propias

autoridades públicas en torno a la efectividad de la represión penal, frente a la

delincuencia y la impunidad2.

En este estado de cosas los candidatos a que se les otorgue la suspensión de la pena se ven

altamente afectados, pues mientras se dan las etapas propias de investigación hasta el

juicio, bien pueden verse privados de libertad, cuando al final se les va a conceder el

subrogado; entonces no se compadece y no guarda coherencia los postulados generales

exaltadores de la política criminal del Estado dizque humanizadoras, cuando la realidad

muestra un panorama distinto, tal como en España se ha manifestado (OSSET BELTRÁN,

2014), (p.35)

“Es evidente que existe, sobre el papel, una voluntad reformadora moderada del

sistema de consecuencias jurídicas del delito. Cuestión distinta es averiguar si esa

voluntad se ha traducido o no en unas normas que permitan alcanzar los fines

propuestos y, sobre todo, si existen en la realidad las condiciones materiales

indispensables para ello.”

LIBERTAD CONDICIONAL. Es el mecanismo mediante el cual el juez de ejecución de

penas conceptúa que un delincuente puede salir de prisión, faltándole una temporalidad

para acabar de cumplir con la pena de privación de libertad que le fue impuesta,

cumpliendo con ciertos requisitos uno de carácter objetivo y otro subjetivo. Éste

2
A este respecto, véase en general: DPLF, Independencia judicial insuficiente, prisión preventiva deformada
– Los casos de Argentina, Colombia, Ecuador y Perú, 2013, págs. 65-113.
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mecanismo ha sido objeto de reformas constantes en cuanto al quantum de pena mínimo

que debe tener el destinatario, basta anotar que en vigencia de los códigos vigentes cuando

se pasó de la ley 100 de 1980, la cual contemplaba como requisito objetivo haber

descontado las 2/3 partes de la pena; a la 599 de 2000, primigeniamente se estableció en que

se concedía si había descontado las 3/5 partes de la condena; situación luego modificada por

la ley 890, regresándola al valor que se tenía en la ley 100 de 1980. Recientemente la ley

1709, volvió a variar ese guarismo fijándolo en las 3/5 de la pena descontada. Se puede

apreciar cómo la política criminal del estado ha estado en un vaivén que va acorde con la

mayor o menor congestión carcelaria que tenga; de hecho la última ley citada fue

denominada de descongestión carcelaria, pero que en gracia de discusión lo que hizo fue

entorpecer otras situaciones que restringieron aún más la población que potencialmente

podían ser objeto de concesión de este mecanismo sustitutivo, al aumentar el número de

delitos que se excluyen de este.

Al igual que con la suspensión de la ejecución de la pena el beneficiado debe cumplir con

unos requisitos y se dejarán signados en un acta de compromisos en la mayoría de los casos

bajo la figura de caución juratoria. Uno de los principales obstáculos que ha tenido esta

figura es la concerniente al cumplimiento del requisito de valoración subjetiva de la

conducta punible, la Corte Constitucional ha tenido que intervenir para morigerar lo que ha

significado la expresión en la parte sintáctica, pues bajo la ley 599 modificada por la ley

890 establecía “…El juez podrá conceder la libertad condicional al condenado a pena

privativa de la libertad previa valoración de la gravedad de la conducta punible, …” y la ley

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1709 la dejó como “…El juez, previa valoración de la conducta punible, concederá la

libertad condicional,…”.

Un lector desprevenido fácilmente interpretaría las expresiones en el contexto de que podrá

a concederá hay una significativa diferencia gramatical, pues mientras la primera denota

probabilidad, duda; la segunda es un indicativo de seguridad, certeza. Este aspecto no fue

nada pacífico tanto que en demanda de constitucionalidad la Corte le salió al corte al

manejo de las expresiones y en la sentencia C-757-14 de 15 de octubre de 2014,

(Magistrada Ponente Dra. Gloria Stella Ortiz Delgado) respecto de la expresión “previa

valoración de la conducta punible” estableció que se debía mirar “en el entendido de que

las valoraciones de la conducta punible hechas por los jueces de ejecución de penas y

medidas de seguridad para decidir sobre la libertad condicional de los condenados tengan

en cuenta las circunstancias, elementos y consideraciones hechas por el juez penal en la

sentencia condenatoria, sean éstas favorables o desfavorables al otorgamiento de la libertad

condicional”.

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LA REVOCATORIA DE LA SUSPENSIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA:

INEFICACIA ADMINISTRATIVA VERSUS PRINCIPIO DE FAVORABILIDAD.

De acuerdo con el artículo 66 del Código Penal, Ley 599, tanto la ejecución de la pena

como la libertad condicional pueden revocarse cuando: Durante el periodo de prueba el

condenado viole cualquiera de las condiciones impuestas por la autoridad judicial. En el

caso de la suspensión de la ejecución de la pena, si transcurridos noventa días contados a

partir de la ejecutoria de la sentencia, no se compareciese ante la autoridad judicial. Atado a

esto también estáque cumpla con los requisitos que consagra el artículo 65 para poder gozar

de ese beneficio, so pena de que se revoque y tenga que purgar físicamente la pena

inicialmente suspendida.

Pero dentro de esa dinámica ocurre que en muchas ocasiones por la misma congestión

judicial, por ejemplo, el juzgado de conocimiento remita el expediente de un condenado

después de un año de proferida la sentencia, en el peor de los escenarios, y que luego los

juzgados de ejecución de penas se demoren otro tanto en su abocamiento, lapso después del

cual le den aplicación a la normativa tendiente a revocar el subrogado concedido.

Normatividad que dicho sea de paso presente una crasa incongruencia en su finalidad-

contenido, puesto que el artículo 66 de la ley 599 estipula que transcurridos 90 días desde la

ejecutoria ante la no comparecencia del condenado a suscribir la diligencia de compromisos

del artículo 65, bastará para revocar la suspensión de la ejecución de la pena y por otra

parte desde la parte adjetiva, en la ley 906 en su artículo 477 se encuentra “Negación o

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revocatoria de los mecanismos sustitutivos de la pena privativa de libertad: establece “De

existir motivos para negar o revocar los mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la

libertad, el juez de ejecución de penas y medidas de seguridad los pondrá en conocimiento

del condenado para dentro del término de tres (3) días presente las explicaciones

pertinentes. La decisión se adoptará por auto motivado en los diez (10) días siguientes”,

encontrándonos dos artículos en diferentes leyes y de naturaleza diferente, la primera

sustancial y la otra procedimental, regulando una misma situación.

En suma se ve un enfrentamiento entre la parte formal-procedimental de la norma que

regula la manera de revocar la suspensión de la ejecución de la pena con el principal

derecho que el Estado Social de Derecho enarbola, la libertad, que se ve significativamente

comprometida cuando al querer darle cumplimiento al artículo 230 superior, este pugna con

la parte fundamental de derecho tan caro como la libertad personal, que de hecho debe

prevalecer, máxime cuando se configura una ineficacia administrativa por parte del aparato

judicial.

Muestra de la precariedad con la que se maneja el sistema lo constituye el aberrante caso

del ciudadano José James Parra Durán, quien a través de la tutela T-289-15, facilitó que se

comprendiera la ineficacia y taxatividad a ultranza que se manejó en su caso, el cual se

resume así: El 31 de agosto de 2006, el Juzgado Séptimo Penal Municipal de Cúcuta, Norte

de Santander, lo condenó a 24 meses de prisión y multa de $40.800 pesos, por el punible de

inasistencia alimentaria, así como al pago de $6’877.184 pesos como perjuicios materiales,

concediéndole la suspensión de la ejecución de la pena por el mismo tiempo de la pena


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principal; dos años y medio después se surtió el recurso de alzada interpuesto, el 26-Feb-

2009, ante el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Cúcuta, Norte de Santander,

confirmando la sentencia, de manera increíble hubo tal demora, superando en el doble la

pena impuesta, tan solo decidiendo un recurso.

El 18-Mar-2009 el ciudadano radicó documentación ante el juzgado de ejecución de penas

para solicitar la extinción de la pena, allegando además pruebas de que había cumplido con

las condenas económicas impuestas; el 15-Oct-2012 nuevamente allegó a los juzgados de

ejecución de penas la documentación que tres (03) años atrás había radicado y sobre la cual

no había habido pronunciamiento. El ciudadano quiso salir del país y se encontró con que

había un requerimiento del 22-Oct-2012, pues se le revocó la suspensión de la ejecución de

la pena y se ordenó su captura, situación que afortunadamente no se realizó. El 17-Ene-

2014, el Juzgado Tercero de ejecución de penas de Cúcuta, Norte de Santander resolvió la

petición manifestando que no se podía extinguir la pena dado que no se había dado la

causal para ello, y que a pesar de haber notado que las notificaciones para conminarle a que

suscribiera la diligencia de compromisos fue realizada a direcciones diferentes a las que el

mismo penado había suministrado, ordenó se llevara a cabo, situación que se materializó el

24-Ene-2014.

La decisión de no declarar la extinción de la pena tuvo la interposición de los recursos de

ley, de tal suerte que para el 15-Jul-2014 el juez no repuso y envió al superior jerárquico

para desatar el recurso de alzada, el cual fue resuelto el 22-Oct-2014, confirmando la

decisión del a quo y del cual se destaca “…En este caso, la pena de prisión no se había
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iniciado a ejecutar porque el condenado no había tenido la oportunidad de aceptar el

beneficio concedido. Y sólo hasta este acto de voluntad de aceptación se tiene como punto

de partida para contar el término de extinción de la sanción penal, porque a partir de la

suscripción de la diligencia de compromiso se define el inicio del término del período de

prueba para mantener la suspensión de la ejecutoria de la pena. En caso de no suscribirse la

diligencia de compromiso, el beneficio será revocado, por lo que una vez puesto a

disposición el sentenciado para el cumplimiento de la pena en establecimiento carcelario,

empieza a correr el término de la pena de prisión impuesta desde el inicio, ya que esta no se

ha cumplido…”

Finalmente la Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional, con una argumentación

lapidaria manifiesta “…En efecto, tal y como se explicó, si bien se presentó un problema

administrativo con la notificación del requerimiento para suscribir el acta de compromiso,

lo cierto que, desde la expedición de la sentencia el accionante sabía que le había sido

concedido un beneficio y que, para no perderlo, debía suscribir un acta de compromiso y

cumplir todos los deberes legales relacionados con la suspensión condicional de la

sentencia condenatoria…”(Sentencia T-289/15, 2015).M.P.SÁCHICA MÉNDEZ, Martha

Victoria. En últimas pues sólo hasta este año, se le dará trámite a la extinción de la pena,

pues los dos años después de haber suscrito la diligencia de compromisos se cumple en

enero de 2016, esto es casi siete (07) años después de haberse confirmado la sentencia de

primera instancia y casi diez (10) años después de la sentencia de primera instancia.

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Casos como el mostrado hay cantidades, y en este ejercicio crítico – académico surgen

varios interrogantes, dónde quedan el principio de favorabilidad o tan siquiera el análisis

del principio de proporcionalidad que la Corte Constitucional en último caso por ser órgano

de cierre no aplicó o en los jueces por los cuales fue cernido el trámite tutelar? Acaso con

todo el trámite surtido el juez de instancia, ni los posteriores, no se percataron prima facie

de que se había vulnerado el debido proceso del condenado, cuando se pretendía exigir el

cumplimiento de algo cuando no se había notificado en debida forma?

El principio de favorabilidad constituye un elemento fundamental del debido proceso,

derecho de raigambre constitucional, principio además reconocido en tratados

internacionales, que se ve integrado mediante el bloque de constitucionalidad y son de

obligatorio cumplimiento. Si bien es cierto el principio de favorabilidad se pregona en

especial por tránsitos legislativos, si se aprecia el artículo 6° del Código Penal (Ley 599 del

2000) como norma rectora, no se establece salvedad ni excepción alguna, por lo que en éste

análisis se busca la cohesión entre este principio y el derecho fundamental al debido

proceso. Los pronunciamientos de los órganos de cierre en lo constitucional y lo ordinario

hacen que los jueces de menor jerarquía realicen cambios en la interpretación y aplicación

de las garantías procesales, y ya es evidente la influencia de un derecho penal moderno

donde se está viendo la primacía de la protección colectiva en detrimento del individuo

objeto del derecho penal.

Como lo concibe Ferrajoli (FERRAJOLI, 2014) hay una deformación en los postulados del

derecho penal liberal, donde las garantías y principios básicos de este derecho, están siendo
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contrapuestos con los principios de subsidiariedad e intervención mínima del derecho

penal. La vocación restrictiva del derecho penal, está orientada al control, neutralización

del poder y del derecho ilegítimo y es la razón por la cual, se instituyeron principios y

garantías, ya que resulta evidente la restricción y limitación de los derechos cuando opera la

intervención del Estado a través de la legislación penal.

La interpretación exegética con la que se pretende evaluar una figura sustantiva-adjetiva

como la suspensión de la ejecución de la pena, sin querer menospreciar o no validar la ley

como tal, debe mirarse en cada caso particular y en forma garantista dentro de la

exageración que a veces se percibe en algunos casos, una interpretación menos lesiva a los

intereses del ciudadano común, en términos de la escuela positivista delincuente primario o

de ocasión, no pueden ser aplicados con el rigor que permita la vulneración de derechos

fundamentales, máxime cuando derivado de errores netamente atribuibles a la

administración de justicia se pretendan obviar enarbolando el cumplimiento de la ley.

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PROPUESTAS PARA QUE EL SUBROGADO DE LA SUSPENSIÓN DE LA

EJECUCIÓN DE LA PENA, SE EFECTÚE CON EL LINEAMIENTO NORMATIVO

EXISTENTE

Habiendo realizado un recorrido pormenorizado por las diferentes situaciones a las que se

pueden ver expuestos los ciudadanos condenados a quienes se les ha suspendido la

ejecución de la pena, las alternativas que se pueden dar están ligadas al desarrollo de la

misma concesión. Una muy sencilla desde mi óptica es darle aplicación -en el momento de

la lectura del sentido del fallo dentro de los poderes de instrucción, ordenación y

correccionales- darle vía al artículo 25 de la ley 906 como principio rector integrador de

normatividad y así establecer la orden de conducción del condenado para que esté presente

en la audiencia de lectura del fallo, que si bien es una restricción a la libertad, es

momentánea y con una finalidad que redundará ostensiblemente en su favor, pues es la

conminación (claro obligatoria –impositiva-) para hacerle estar presente en la definición de

su suerte como condenado o no en la audiencia de lectura del fallo y allí hacerle suscribir la

diligencia de compromisos y obligaciones; o bien conminar al defensor para que este se

encargue de asegurar la comparecencia del filiado.

Esa misma comparecencia debería concretarse incluso desde la misma audiencia de control

de garantías o subsiguientes, para que el resultado final no le sea imputable al abogado

defensor por ejemplo. En los casos extremos cuando el condenado sea un habitante de la

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calle, pues resultaría inane el despliegue de la labor antes mencionada, por carencia de

objeto, puesto que allí si operaría un desgaste innecesario del aparato judicial.

De no poderse realizar lo anterior sería muy lógico que el juzgado de conocimiento no se

desprenda del proceso sin que haya logrado la ubicación del condenado para que este

suscriba la diligencia de compromisos, realizando las labores que deba hacer para que ello

no se vuelva en una carga más de trabajo, sino precisamente parte integral y responsable del

mismo, puesto que al garantizar que pasados 90 días como lo establece la norma sin que se

haya logrado la comparecencia del filiado, al remitirse a los juzgados de ejecución de penas

ya se haya agotado el trámite previo, para que con toda la disposición garantista, y entonces

sin más dilaciones se lleve a cabo la codificación adjetiva del artículo 477.

Cuando una persona condenada a la cual se le ha otorgado la suspensión de la ejecución de

la pena se ve ante la situaciones analizadas y en el supuesto de que su período de prueba

haya sido por ejemplo de dos (02) años, no tiene recibo alguno que sólo después de

transcurrido esa temporalidad se realice la actuación correspondiente, a destiempo, cuando

ni el juzgado cognoscente ni el ejecutor de la pena han prodigado prontitud en los

requerimientos temporales que la normatividad demanda, afectando flagrantemente los

principios pro homine y pro libertatis, y de contera el de favorabilidad, y lógicamente el

derecho fundamental al debido proceso, pues la inoperancia del Estado no le puede ser

cargada al condenado.

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En últimas pues lo que se propende es que para cada caso en particular sean valoradas las

situaciones particulares y se le aplicación a los postulados constitucionales, dándole cabida

a los pesos y contrapesos en la aplicación de los principios como optimizadores del devenir

jurídico en primera medida y en forma subsidiaria la aplicación exegética de la ley.

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CONCLUSIONES

La suspensión condicional de la ejecución de la pena como mecanismo sustitutivo de la

pena privativa de libertad, desde la perspectiva de la política criminal es un goce o

beneficio que se le concede al encontrado responsable de una conducta punible, pero le

atañe una serie de obligaciones que debe suscribir so pena de la revocatoria del mismo.

Como el sistema no prevé la obligatoriedad de comparecencia del implicado en un delito

donde no se le ha dictado medida de aseguramiento privativa de libertad y no existe

normatividad que compela al abogado defensor a estar pendiente por decirlo así de que el

procesado concurra a las audiencias que se celebran hasta el proferimiento del fallo, es muy

dable que el mismo implicado se desentienda y todo lo deje en manos de su defensor, quien

en la mayoría de los casos emula la actitud de su representado, o sea el desentendimiento

del resultado el cual visualizando con gran probabilidad será merecedor del subrogado, no

concurre a enterarse del resultado.

A más de la actuación desidiosa o no de estas partes está la configuración legislativa que se

le ha dado a esta figura, que como respuesta a la defensa del orden jurídico y la función de

la pena de la prevención especial y de los principios que la regulan como lo son necesidad,

proporcionalidad hasta el punto donde se considera que no resulta indispensable ejecutarla;

es totalmente contrario el hecho de que se pretenda revocar tal medida cuando el mismo

Estado no ofrece mecanismos que permitan que el penado cumpla fácilmente con la medida

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a él concedida, no quiere decir que como parte le sea premiada la actitud dejada que

pudiera pensarse adopta cuando no tiene que comparecer a una audiencia, sino simplemente

que determinada la forma como se va a castigar se debe también determinar los

mecanismos para que se lleve a cabo la sanción y el cumplimiento de los requisitos que se

exigen para su otorgamiento y disfrute.

La mejor postura que un funcionario judicial pueda realizar cuando se encuentre con un

caso donde flagrantemente se aprecie que ha habido una actitud y comportamientos

paquidérmicos en el devenir del mismo, se aplique el principio de favorabilidad para esta

situación, que no es más que dejar que opere la temporalidad de la prescripción para que no

se vean vulnerados ni principios ni derechos fundamentales del destinatario de la medida.

También es aconsejable que en sus decisiones se imbuya de teorías en bonam parte hacia el

condenado que como se vio, son personas a las cuales se les ha considerado no merecedores

del castigo penal en estricto sentido, sino meramente la ejemplificación para prevenir la

conducta delictual y evitar la reincidencia

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BIBLIOGRAFIA

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