Agresión, odio y violencia
social
El potencial para la agresión destructiva es
una capacidad humana general o por lo menos una
implícita amenaza. Deriva íntimamente de las
estructuras neurobiológicas que determinan el
comportamiento afectivo agresivo y que desde una
amplia perspectiva sociobiológica, refleja la
función del comportamiento instintivo animal
creado para proteger y expandir el mensaje
genético. Este comportamiento instintivo,
característico de los mamíferos, incluye el ejercer
la agresividad en defensa de la territorialidad, esto
es, de las reservas de alimentos, la protección de
los infantes de los Predadores; la lucha de parte de
los machos para obtener el acceso de las hembras
y, en el caso de los primates, la eliminación de
cambios peligrosos para establecer la jerarquía
social. Esto es lo que son los primates.
Estas funciones biológicas de agresión,
expresadas en la neurobiología de los afectos,
pueden distorsionarse en el ser humano por la
patología de los correspondientes sistemas
regulatorios neurobiológicos, desarrollando
severos traumas físicos durante las etapas iniciales
del desarrollo del niño (dolor, enfermedades
crónicas), o severo trauma relacionado con la
patología de las relaciones tempranas objétales.
Se necesita evitar un cierre prematuro en
nuestras formulaciones basándonos en la acu-
mulación rápida de conocimientos y buscando solo
los orígenes de las manifestaciones del
comportamiento agresivo en el campo de la
neurobiología, con particular referencia en los
afectos de la psicofisiología, en la psiquiatría
clínica, y su particular énfasis en el estudio de los
desórdenes severos de personalidad, así como en
las ciencias sociales, con particular énfasis en el
estudio de la violencia social sancionada y del
comportamiento violento en grupos marginales.
Puede ser útil entonces, el establecer algún marco
integrado de referencia para estudiar los
fenómenos de la agresión y la inferíase entre lo
biológico, lo intrapsíquico y los sistemas sociales.
OTTO F. KERNBERG, M.D.
Lo que sigue es un esbozo general de este
cuadro de integración.
La teoría de doble sentido de libido y agre-
sión de Freud (1920, 1923, 1933) como un sistema
inconsciente motivacional del comportamiento
humano, aún tiene eminente sentido para mí en la
exploración psicodinámica de los conflictos
inconscientes de los pacientes. Pero el concepto
del impulso psíquico, tan diferente del instinto
biológico, ha permanecido un poco en el misterio y
por lo tanto limitado en su uso práctico.
En años recientes he propuesto, en con-
cordancia con los últimos planteamientos de Piaget
(1954) y con un crecimiento gradual de las
investigaciones psicoanalíticas del desarrollo
infantil y la teoría del afecto, que los sistemas
básicos motivacionales desde nacimiento y a
continuación son afectos y que ellos se integran
gradualmente en dos series de impulsos
jerárquicamente subordinados: la agresión y la
libido (Kernberg, 1992).
Dentro de la neuropsicología se ha de-
sarrollado un soporte para la asunción de que los
afectos constituyen un sistema filogenético
reciente, de interacción entre el infante y quien da
las caricias y que asegura la protección temprana
de los infantes mamíferos (Krause, 1988). La
teoría contemporánea del afecto recalca las
funciones dobles de afectos como una respuesta a
situaciones emergentes (por estímulos no
específicos y una experiencia subjetiva cualitativa
específica de tipo placentero o aversivo) y un sis-
tema de alarma de comunicación de quien da las
caricias (por medio de expresiones faciales y
movimientos y la emisión de sonidos específicos).
La teoría del apego (Goldberg y otros, 1995)
ha establecido un puente entre las reacciones de
mamíferos no humanos y aquellos niños humanos
que han sufrido separación temprana y ha
apadrinado estudios de la activación del eje
hipotálamo-pituitaria-adrenal, como la mayor
respuesta
OTTO F. KERNBERG
orgánica a la separación, con la posibilidad de
diferenciar en el infante humano sus congojas
afectivas dentro de la gama de afectos de miedo,
rabia, depresión y desesperación.
Las teorías psicoanalíticas de la depresión,
centradas en la experiencia básica de la pérdida de
un estado ideal del self, son el resultado de la
pérdida de un objeto, con la asunción inconsciente
de que la pérdida de este fue causada por nuestra
propia agresión. (Jacobson, 1971; Klein, 1940). La
investigación empírica de John Bowlby (1969,
1973, 1980) y sus seguidores sobre apego normal y
su patología y su descripción de los estados de
protesta, desesperación y separación, en el curso de
separación del niño de la madre, proveen un enlace
fundamental entre la teoría psicoanalítica de la
depresión, por un lado, y la reacción a la
separación temprana, por el otro (Main, 1995). La
separación traumática desencadena afectos de-
presivos, una reacción en cadena de rabia,
desesperación y depresión y sus correspondientes
correlaciones neuro-hormonales, como ahora
sabemos, en humanos así como en otros primates
(Suomi, 1995). La investigación contemporánea
sobre la disposición genética a una mayor
enfermedad afectiva, su relación potencial a la
anormalidad en los sistemas adrenérgico,
noradrenérgico, dopaminérgico y particularmente
seroto-nérgico o sistemas serotonérgicos que regu-
lan la depresión afectiva y la hiperactividad del eje
hipotalámico-pituitario-adrenal bajo condiciones
de respuesta al estress y depresión, han abierto el
campo para el estudio de los determinantes
biológicos del afecto, y del afecto depresivo como
un puente entre los determinantes biológicos y
psico-dinámicos de la depresión.
La evidencia actual de una relación entre
anormalidades en los sistemas de neuro-
transmisión por un lado y las respuestas afectivas
particulares por el otro, es un importante avance en
el estudio de la disposición constitucional, y desde
luego genética, a la activación anormal del afecto.
Esta evidencia apunta hacía las reglas específicas
de sistemas adrenérgicos, noradrenérgicos,
dopami-nérgicos y serotinéricos, con un particular
énfasis sobre la importancia de la disminución
paulatina de serotonina en pacientes con com-
portamientos agresivos y tipos impulsivos de
suicidio y comportamientos para-suicidas (Depue,
1996).
Dados los límites de nuestro conocimiento
actual con respecto a sistemas múl-
10
tiples adicionales neuroquímicos, envueltos en la
activación afectiva, y con respecto a las funciones
correspondientes hipo-talámica, frontal,
hipocampal, amígdala y otras estructuras del
sistema nervioso central en la organización de la
memoria afectiva y la excitación, parece razonable
asumir que la disposición innata a ciertos
umbrales, intensidades y ritmos de respuesta
afectiva (en breve los descubriremos como
temperamento) tiene una regla fundamental en la
determinación de la calidad del afecto agresivo,
particularmente la reacción rabia: fuera del afecto
primario de la rabia envuelve la cólera, irritación,
odio, envidia, placer en herir a los otros y así
mismo, el recrudecimiento del afecto del disgusto
en la respuesta agresiva de desprecio o de la exci-
tación sexual en el comportamiento agresivo de la
perversión sádica.
Los desarrollos complejos de los afectos
primarios requieren una teoría de elaboración
psicológica que debe ser llamada, en los más
amplios términos, la integración de respuestas
temperamentales dentro de modelos
caracteriológicos.
Aquí la teoría psicoanalítica de relaciones de
objeto tiene una contribución importante que hacer
(Kernberg, 1992). Para empezar, esta teoría asume
que los afectos se estructuran dentro de las
relaciones de los objetos internalizados; que esta
atenta observación del afecto se manifiesta en la
interacción entre el infante y la madre y determina
estructuras cognitivas particulares que son
incorporadas dentro de la memoria afectiva, a
saber, la representación del self en interacción con
otro significante bajo el impacto de un afecto
dominante. He propuesto que estas unidades self-
objeto-afec-to, constituyen las partes de la
estructura psíquica que determinan el ego, superyo
y el id según las formulaciones de Freud.
No puedo entrar en detalles aquí sobre cómo
se desarrollan tales estructuras diádicas dentro de
las organizaciones psíquicas complejas, pero la
implicación es la de que en tanto que los afectos
son integrados dentro de las directrices agresivas y
libidinal como sistemas motivacionales
supraordinados, los aspectos representacionales
del self y los objetos llegan a ser estructuras
psíquicas que contienen disposiciones afectivas
específicas, como eventuales y representativas
señales de la agresión y la libido.
Afectos complejos agresivos pueden dife-
renciarse unos de otros en términos de su pa-

pel en las relaciones inconscientes de los objetos
internalizados. La rabia es el afecto primario del
impulso agresivo, afecto básico que si es activado
excesiva y crónicamente, puede llegar a
estructurarse como odio, es decir en una
organización permanente de una representación del
self enfurecido contra una representación de un
objeto enfurecido. Esta representación del objeto es
percibida odiosa y sádica como nunca, como una
consecuencia de la puesta en marcha de
operaciones de defensa primitivas, particularmente
la identificación proyectiva, que tienden a invertir
la representación objetal con el afecto experi-
mentado por el self y, secundariamente, atribuir las
actitudes asociadas con ese afecto al objeto
externo.
Un niño frustrado, enfurecido, experi-
mentando penas crónicas, no puede fortalecer la
representación en su mente de otros objetos
diferentes a lo sádicos. El comportamiento de
naturaleza frustrante, agresiva y traumatizante por
parte de quien da las caricias, puede ser crucial en
la iniciación, mantenimiento y reforzamiento en un
círculo vicioso de estas características.
La reorganización de las estructuras psíquicas
bajo el dominio del odio, el prototipo de la relación
víctima-perpretador, predispone al individuo a la
promulgación eventual de esa misma relación
dominante internalizada con reglas reservadas, con
la asunción inconsciente de que el mundo entero
está controlado por las relaciones entre las
víctimas y los perpetradores, y desde luego es
preferible ser un perpetrador que una víctima.
La investigación con respecto a la etiología de
desordenes severos de personalidad, ha indicado
una gran prevalencia del abuso físico y sexual en
desórdenes de personalidad "borderline" y de
experiencias de agresión traumatizante, así como
el haber sido testigos de agresión grave por parte
de personas con severos desórdenes de personali-
dad. (París, 1994; Stone, 1993).
La psicoterapia psicodinámica de pacientes
con desordenes severos de personalidad, permite el
replanteamiento y resolución gradual de estas
relaciones patogénicas en la transferencia. Un caso
particularmente interesante es el de las trans-
ferencias dominadas por la envidia, afecto
complejo derivado del odio hacia un objeto
percibido bueno y malo pero que de alguna manera
el individuo profundamente desea. Esta variante
del odio, típica de los desórdenes narcisísticos de
personalidad, puede
AGRESIÓN, ODIO Y VIOLENCIA SOCIAL
causar comportamientos profundamente
destructivos hacía el self y los otros (Kernberg,
1992).
Una contribución fundamental de Melanie
Klein (1946) fue su propuesta de que las relaciones
de objetos internalizados bajo el signo de severa
agresión y frustración, y aquellos otros bajo el
control afectivo de alegría y estimulación sensual,
fueron profundamente separados unos de otros en
la infancia, en orden a preservar la pureza ilusoria
de relaciones ideales entre el niño y la madre y
para proteger al niño del terror de las fantasías
paranoides conectadas con el objeto internalizado,
relaciones controladas por la rabia y el odio. Estas
operaciones de "splitting" y sus mecanismos
relacionados, fijados por el infante, según
sugerencia de Melanie Klein, son un mundo
inconsciente de múltiples relaciones mutuamente
separadas entre el self ideal y el objeto por una
parte y todo lo malo del self y el objeto por la otra.
La superación de este "splitting" bajo el
efecto del dominio de lo libidinal sobre las
relaciones del objeto agresivamente investido y
como una consecuencia del desarrollo cognitivo,
determina lo que Melanie Klein llamó la posición
depresiva; esto es, una integración de segmentos
idealizados y persecutorios del self, y sus
correspondientes representaciones de objeto, una
integración que significativamente estrechaba y es
estrechada por el potencial cognitivo por la
reflexión del self y por la percepción realística de
realidades externas.
Esta posición depresiva permite al infante
internalizar aquellos aspectos de los padres que
implican demandas y prohibiciones. En otras
palabras, la aceptación de la frustración y
renunciación, como un precio que se paga por el
amor y la seguridad, originando así el superyo
temprano. Bajo condiciones de severo trauma y
dominio de el sector agresivo de experiencia y de
demandas parentales sádicas y persecutorias, un
superyo patológico se puede constituir con
características extremadamente sádicas, incluyendo
demandas sádicas por perfección. Tal superyo
puede tornarse en una parte significativa de la
agresión contra el self, que va a llevar a una
depreciación y empobrecimiento del self,
experiencia que resuena con la parte del self que ya
estaba empobrecida por haberse encontrado con la
realidad de subsecuentes separaciones y pérdidas
de objeto.
Afectos depresivo masivos pueden generarse
en la base del desarrollo del
11

OTTO F. KERNBERC
superyo como una estructura psíquica punitiva. Si
tal desarrollo coincide con una disposición
genética y constitucional a la depresión, se darán
las condiciones para un amplio espectro de severa
enfermedad agresiva. Bajo condiciones favorables
desde luego, el superyo constituye una
organización de valores éticos y morales
internalizados, incluyendo los concernientes a la
protección del self y otros, con respuestas
mitigadas a la agresión por el afecto sofisticado de
culpa e involucrando cualquier cosa antes que
manifestarse como una depresión. Por el contrario,
un superyo primitivo, intolerable y excesivamente
sádico, masivamente proyectado sobre el ambiente,
puede llevarnos a la ausencia o debilitamiento de
las funciones del superyo y a desbocadas expresio-
nes de agresividad.
Es evidente que la formación del carácter
asume las funciones del temperamento controlando
la intensidad y dirección de las respuestas
afectivas, incluyendo algunas agresivas. La teoría
psicoanalítica contemporánea asume que ese
carácter de un sistema dinámicamente organizado
o de comportamientos habituales en relación con el
self y otros, está ampliamente controlado por
conceptos integrados del self, derivados de la
posición depresiva (o el mejoramiento de la
constancia de objeto, en términos psicológicos del
yo). La organización de un self integrado en
relación a representaciones integradas de otros
significantes, constituye la identidad del yo, el lado
subjetivo podemos decir, de caracteres como
modelos de comportamiento habitual (Kernberg,
1996).
La violencia es la más extrema manifestación
de la agresión humana (Meloy, 1992). Si bien
hablamos acerca de la violencia de sentimientos en
contraste con la violencia de actos, la intención de
coaccionar otros seres humanos, para crearles
sufrimientos paralizantes y mutilantes, o
simplemente para destruirlos, esa intención, ese
deseo, puede ser de una intensidad incontenible y
mover al individuo poseído por el comportamiento
extremadamente agresivo si las condiciones lo
permiten. La violencia es típicamente, pero no
necesariamente, explosiva. A veces el placer
interno en expresar acciones que lideran el
sufrimiento de destrucción en otros, el placer en
prolongar la desesperación y la angustia de la
víctima, puede reducir la velocidad de la expresión
de violencia, y transformarla en comportamiento
sádico en un amplio sentido. El perpetrador puede
hacer un control de la
12
v^
violencia como para atraer la confianza, la
confidencia de aspectos humanos de la víctima e
introducirla en un círculo destructivo: este
reclutamiento del amor al servicio de la
agresividad constituye la perversidad.
Mientras que la violencia puede reflejar la
manifestación explosiva de una intensa rabia, de
tal forma que a veces el comportamiento violento
expresa un esfuerzo primitivo relativamente simple
para liberarse de un extremo dolor, de una injuria,
o de estímulos amenazantes, la violencia habitual
es un reflejo del odio. El odio es el afecto
dominante de la psicopatología de la agresión
humana. Es la transformación de la rabia en una
relación intrapsíquica estructurada entre un self
odiador y uno amenazante, y un objeto odiador y
odiado que necesita ser controlado con el fin de
hacerlo sufrir y para destruirlo.
Pacientes severamente traumatizados que
han tenido influencia etiológica significante en su
psicopatologías particulares por haber tenido
experiencias pasadas de abusos físicos y sexuales
(y/o atestiguando tal abuso), presentan un desorden
severo de personalidad "borderline", narcisistas y/
o con características antisociales - los cuales están
tipificados en su constelación de relaciones de
objeto internalizado (Kernberg, 1992). Ellos dejan
ver una representación inconsciente de un self
dominado como si fuese una víctima odiada,
paralizada, en pánico, acosada, en relación con una
representación de objeto sádico, odiador, abruma-
dor, perpetrador-persecutor, encadenado a la
representación del self por el odio y sus objetivos
de inducirle dolor, control sádico, humillación y
destrucción. Esta relación de objeto internalizado
que ha transformado el afecto primitivo de rabia en
una caracterología anclada sobre una disposición
crónica de odio, es activada en la transferencia con
roles alternativos: el paciente puede identificarse,
por períodos de tiempo, con el self de su víctima
mientras proyecta su perseguidor sádico en el
analista para que a continuación siga rápidamente
una proyección de su self victimizado en el analista
mientras el paciente identifica su self, in-
conscientemente con el perpetrador sádico. En mi
experiencia, solamente por interpretación
sistemática de la identificación inconsciente del
paciente con ambos, víctima y perpetrador, se
puede resolver esta constelación patológica y
permitir una integración gradual de la disociación o
desdoblamiento de la agresión dentro del self

normal del paciente. La llave de la resolución
terapéutica está en visualizar los efectos del pasado
traumático y su influencia en la estructuración del
self del paciente o de sus relaciones internalizadas
de objeto y el interjuego de esta doble
identificación.
La violencia psicótica marca un com-
portamiento violento enraizado en una alucinada
interpretación errónea de la realidad, una frustrada
interpretación de un peligro radical del self, el cual
se deriva de un odio proyectado que puede devenir
en un comportamiento asesino. Desde un punto de
vista psicodinámico, toda la violencia se puede atri-
buir a "Partes psicóticas de la personalidad",
referidas a las relaciones primitivas de objetos
internalizados dominados por el odio que puede
llegar a ser activados bajo determinadas
condiciones psicopatológicas sociales o más básicas asunciones humanas concernientes al
individuales. Parece preferible separar claramente
en la psicodinamia del odio primitivo, los aspectos
delusivos de los comportamientos alucinatorios, en
un sentido psicótico descriptivo. En pacientes
clínicamente delusisvos, la enfermedad de delusión
es la que domina el problema de violencia; en
pacientes clínicamente no psicóticos, la violencia
implica aspectos mucho más complejos e
intrigantes del odio y le dan garantía a la afir-
mación de que no toda la violencia es psicótica. Por
el contrario, la mayoría de los casos de violencia
severa emergen dentro de un amplio espectro de
desórdenes severos de personalidad, y parecen ser
típicamente casos del síndrome de narcisismo
maligno, de personalidad antisocial severa,
mutilación crónica del self, comportamientos
suicidas y desórdenes de personalidad paranoide
severos.
Habiendo intentado relacionar una
perspectiva neurobiológica y neuropsicológica con
la teoría psicoanalítica de relaciones objétales,
quisiera ahora fijar mi punto de vista sobre de
emergencia asustante del comportamiento agresivo
violento en la realidad social de nuestro tiempo.
En Psiquiatría clínica, aquéllos que prestamos
interés particular en los desórdenes severos de la
personalidad estamos acostumbrados a trabajar con
individuos extremadamente violentos que
presentan comportamiento antisocial severo. Al
mismo tiempo, el hecho de que cientos de miles de
individuos, si no relativamente normales al menos
comportándose convencionalmente, pueden tomar
parte en violencia socialmente organizada, ha sido
ampliamente demostrado en nuestro siglo y clama
por una explicación.
r
AGRESIÓN, ODIO Y VIOLENCIA SOCIAL
La violencia social se refiere al surgimiento
de comportamientos violentos como un fenómeno
de masas bajo ciertas condiciones
socioeconómicas, políticas o ideológicas. Estoy
excluyendo aquí los comportamientos beligerantes
"ordinarios" como una expresión de la lucha
armada que es la culminación del mandato de
participación nacional de las fuerzas armadas, la
presencia de oponentes beligerantes armados y la
correspondiente superestructura nacionalista e
ideológica, en la que están todos de acuerdo, de la
necesidad de la violencia a gran escala.
Lo que estoy explorando aquí es el desarrollo
del comportamiento destructivo intencional
socialmente sancionado, violento, sádico contra un
grupo exterior específicamente seleccionado,
comportamiento que ordinariamente va contra las
self y los otros, contra principios básicos de
moralidad con respecto al tratamiento de otros
seres humanos. Característicamente esa violencia
está en contraste dramático a los stándares sociales
mantenidos por los individuos de las mismas
masas violentas entre ellos mismos, en relación
con otros y en relación con gente que no pertenece
al grupo exterior seleccionado. El siglo XX ha
dado dramáticas y espantosas evidencias de la
violencia social que definimos.
Quizás los mejores casos estudiados son el
Régimen Facista en Alemania (Sofsky, 1993) y el
régimen comunista en la Unión Soviética
(Conquest, 1990), donde la apertura de archivos
históricos e investigaciones históricas extensivas y
sociológicas han provisto información que permite
por sí misma, la exploración desde un punto de
vista psicológico y psicoanalítico. Estoy sugiriendo
que el asesinato masivo de ciudadanos, la sanción
social de la tortura y la persecución y que la abierta
negligencia de stándares de decencia en el
tratamiento de minorías, requiere una
psicodinámica en adición a las explicaciones
sociológicas e históricas que a menudo pasan de
comportamientos humanos de interacción
civilizada ordinaria y respeto por la vida humana, a
violencia social masivamente sancionada.
Me estoy acercando al estudio psicoanalítico
de los procesos de grupos pequeños y grandes no
estructurados, y de la psicología de las masas.
Wilfred Bion (1961), Pierre Turquet (1975), Didier
Anzieu (1981) y otros han demostrado como en
situaciones de grupos no estructurados, las
relaciones rol-
13
 OTTO F. KERNBERG
estatus, ordinariamente llegan a ser inoperantes y
cada individuo les hace frente con un relativo
grupo anónimo en el cual no son aplicados
métodos diádicos y triádicos ordinarios de
relaciones. Los individuos en tales grupos padecen
una regresión al estado de impotencia y terror, con
la activación de operaciones primitivas centradas
alrededor del "splitting". Típicamente, ellos
responden buscando aliados potenciales para
soportarlos y aspirando como grupo, a definir los
enemigos potenciales. La idealización y la
paranoia- génesis prevalecen, y el funcionamiento
ordinario cognitivo regresa a los pensamientos en
simple cliche (Kernberg, 1998).
Estas situaciones de grupos regresivos tienden
a oscilar entre un narcisismo dependiente y una
polaridad paranoide. El narcisismo dependiente
polarizado se caracteriza , por una sensación de
impotencia, desamparo, la búsqueda de un bálsamo,
la presencia de un líder idealizado pero de
conocimientos simples, original líder que promete
una total gratificación en una relación dependiente
con él. La polaridad paranoide revela la búsqueda de
un líder combativo que clama por acción violenta,
que está dispuesto a asumir las responsabilidades
morales por la agresión desenfrenada contra grupos
ajenos y quien organiza el mundo entre "nosotros" y
"ellos", permitiendo enfrentar, por proyección, sus
propios temores de la agresión emergente dentro del
grupo.
La implicación teórica de estas observaciones
es la de que subyace en todos nosotros un
potencial de regresión rápida bajo condiciones de
psicología de masas: los comportamientos
psicológicos específicos son activados cuando un
individuo se experimenta por sí mismo como parte
de una estructura pero mutuamente relacionado
con el grupo social. Esta regresión se dirige a la
temprana etapa del desarrollo psicológico, previo a
la integración del segmento idealizado y paranoide
de la experiencia humana, período que precede la
constancia de objeto y la posición depresiva.
La naturaleza del liderazgo que emerge bajo
tales condiciones puede dramáticamente
incrementar o decrecer la naturaleza regresiva de
los grupos. Al sanador liderazgo del tipo abuelo
amistoso, sin narcisismo, original y sin cliches de
en lado y el demagógico llamado de acción radical
de un líder grandioso paranoico del puede
poderosamente reforzar las circunstancias sociales
bajo las cuales tal grupo agresivo puede incurrir.
La teoría moderna de las organiza-
14
ciones ha provisto mucha información acerca de
las condiciones en las cuales las tareas de los
sistemas de organización se atomizan y la
regresión de estos grupos se ve reflejada en la
pérdida de la moral. En la escena amplia de la
política, traumas históricos masivos tales como la
crisis económica, la pérdida de poder, de una
guerra o las luchas políticas entre las religiones, la
étnica o los grupos raciales, proveen un fértil
campo para los desarrollos paranoides, mientras
que en condiciones de apadrinamiento proliferan
grupos elaborados que puede ser capturados por
líderes paranoides (Robins and Post, 1997). Yo he
puntualizado que de los efectos ambiguos de los
aspectos narcisísticos y paranoides de la
personalidad del líder que en pequeñas dosis,
puede engrandecer la efectividad del líder mientras
que si estas cualidades son excesivas, ellas pueden
contribuir a cambiar el rumbo de la psicología
organizacional dentro de los grupos psicológicos
descritos anteriormente (Kernberg, 1998).
En adición a las influencias de la regresión de
grupos y de la naturaleza del liderazgo, la
formación ideológica puede fomentar regresión
masiva o grupos protectores y movimientos de
masa contra él. Sin tener en cuenta su particular
contenido, las ideologías oscilan entre dos
extremos : un paranoide o un narcisista -
dependiente. En la versión paranoide, el mundo se
divide entre los creyentes y los no creyentes y una
felicidad futura en la tierra o en una asegurada vida
después de la muerte que se asegura por la
destrucción de los no creyentes. En el extremo
narcisista dependiente, un convencionalismo
balsámico nos da un sistema estabilizante que nos
da reaseguramiento de las tradiciones y los rituales
que cimentan una comunidad estable, en contraste
con el espíritu revolucionario del polo paranoide.
Entre estos dos extremos puede existir un reino que
puede ser llamado el centro humanístico de
ideologías y en el cual ciertos sistemas de
creencias se ha enraizado flexiblemente en el el
individuo, en donde el juicio y la autonomía
individual son respetados y suficientemente
interesante, los derechos de la intimidad sexual y la
privacidad son garantizados, en contraste con la
típica moralidad puritana de ambos extremos.
Es interesante que algún encanto particular
del individuo en el amplio aspecto de algún
sistema ideológico, puede estar codeterminado por
el nivel de desarrollo de la estructura de su propio
yo: la madurez

individual, con un sistema de moralidad abstracto,
individualizado e integrado, puede separarse de
polaridades extremas de las ideologías de
formación referidas, mientras que un individuo con
un sistema de superyo inmaduro, rígido y
sobreconvencional (o de mayor desmantelamiento
del sistema característico del superyo de algún
severo desorden de personalidad), puede ser
atraído por el abandono de la responsabilidad
personal dado el comportamiento y toma de
decisiones ofrecidos por las polaridades ideológi-
cas extremas.
La polaridad paranoide de sistemas
ideológicos típicamente justifica, racionaliza y
sanciona la expresión de agresión hacía el
enemigo; y esta polaridad paranoide de ideologías
llega a ser una verdadera cultura peligrosa. La
combinación de un líder paranoide, un grupo en
regresión en posición paranoide y el contexto de
circunstancias históricas particulares, pueden
terminar en una expresión de agresión asesina
socialmente sancionada.
La confluencia de una ideología totalitaria, un
liderazgo totalitario por individuos con
características severamente paranoides y ensancha el resquebrajamiento natural dentro del
antisociales y circunstancias históricas particulares
que facilitan la consolidación de estrechas
divisiones entre grupos sociales, permite la
activación de comportamientos violentos
involucrando muchos individuos, quienes fuera de
tales movimientos de masas podrían no mostrar tal
agresividad primitiva.
Cuando la cultura sanciona la violencia
individuadla familia ordinaria y los sistemas
sociales pueden no obstante permitir la cons-
trucción de un sistema de superyo normal y así
prevenir la expresión de la violencia primitiva al
azar.
Por la misma razón, la desorganización de las
estructuras social y cultural, el desmantelamiento
de la estructura de la familia ordinaria y el
aislamiento social extremo y la comprensión de
nuestras, puede disparar la regresión masiva de
grupos, aún en la ausencia de una ideología de
violencia. La mayor fuente de la violencia social es
la agresión individual primitiva y potencialmente
disponible, ordinariamente controlada e integrada
en la ambivalencia normal y la sublimatoria y una
característica de esto es la ambivalencia en el
contexto ordinarios de la pareja y de las relaciones
de familia así como en el rol de las interacciones
sociales. El potencial (por ausencia de grupos)
refleja la potencialidad de
AGRESIÓN, ODIO Y VIOLENCIA SOCIAL
internalizadas relaciones primitivas de objeto que
preceden la constancia de objeto, con la
correspondiente operación primitiva de defensas
centradas alrededor del splitting, la represión en
grupos no estructurados, situación que puede
desarrollarse como una consecuencia de la psicolo-
gía de masas y así la estimulación de "mass media"
puede fomentar la actuación de agresión primitiva
dentro de los procesos sociales.
La psicología de masas como una disposición
individual importante, estimulada por la "mass
media", focalizada sobre la formación ideológico-
paranoide que racionaliza y estimula la agresión,
puede rápidamente escalar la violencia social con-
tra un sub-grupo sobre el cual la agresión primitiva
ha sido proyectada y es ahora vista como teniendo
que ser controlada por el ejercicio del omnipotente
y destructivo odio. Un liderazgo caracterizado por
narcisismo maligno, fomenta regresiones
narcisistas y paranoides en este cuerpo social, y
permite el efecto de regresión de masa paranoide y
formación de ideología paranoide, particularmente
cuando la buena disposición a responder
violentamente se refuerza por trauma histórico que
cuerpo social completo (Volcan, 1988).
Individuos con severas tendencias
psicopatológicas y antisociales formarán la
vanguardia de masas asesinas, así como un amplio
número, en efecto, de multitudes individuales
luchando, quienes ordinariamente regularán sus
interacciones sociales por medio de un sistema de
superyo individualizado y que se comprometen con
valores morales, pueden ser dirigidos dentro de la
deshumanización y ataque violento de las minorías
indefensas. Un dictador sádico controlando una
burocracia efectiva con un dominio total de la
masa media, la economía y la ejército, guiado por
una ideología totalitaria respaldada por un trauma y
desafío históricos, puede conducir casi la población
entera de un país contra una minoría opresora por
medio de un movimiento paranoico de masas que
racionalice el placer de una orgía compartida de
violencia destructivo- asesina (Sofsky, 1993).
En conclusión, restos de agresividad primitiva
permanecen como un potencial significante de lo
individual, enraizado en la caracterología anclada
de la integración del afecto agresivo, dentro de la
estructuración de las relaciones de objeto
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OTTO F. KERNBERG
internalizadas. Estas disposiciones agresivas
pueden ser activadas bajo ciertas circunstancias
sociales, particularmente cuando las masas
atraviesan los sistemas morales desarrollados y
sobre este punto, la regresión en el sistema social y
la psicopatología del individuo se complementan
mutuamente.
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multidad que va en proceso de un linchamiento,
son usualmente los individuos más enfermos de la
multitud; pero bajo ciertas condiciones sociales,
muchos pueden llegar a ser asesinos.
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