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La siguiente es una serie de artículos enviados por el escritor Rodrigo A.

Valencia Quijano,
que los reunimos en una sola publicación porque la temática es muy interesante, escrita
magistralmente. Ya habíamos publicado EL SOL en esta dirección:
https://www.proclamadelcauca.com/el-sol/ Por favor, disfruten la lectura:

Rodrigo Valencia Q ©

LA LUNA
Y he aquí que de las estrellas nacieron el Sol, la Luna, los planetas y demás seres. (Por
algo se dice que somos polvo de las estrellas).

Pero la Luna era inicialmente una centella de luciérnaga, átomos escapados de la luz de
las estrellas. Un día demasiado frío se escapó hacia lo alto, quería acercarse al sol para
calentarse. Y entonces viajó por el vacío, atraída por la luminosidad del Astro Rey; e
inevitablemente llegó hasta él, quien la mimó, le dio lumbre y alimentó por nueve días,
hasta que creció al tamaño que muestra hoy; y aconteció que se enamoró enamoró de
él, quiso poseerlo.

Mas el Sol no quería esto y le dijo: “Tú serás mi Luna, mi compañera para recorrer el
cielo; pero nunca me alcanzarás en mi carrera; pongo eterna barrera entre los dos”, y la
lanzó hasta la distancia que la separa de él. La luna (la única, de ahí su nombre), no pudo
más que aceptar su condición; cerró los ojos sumisamente con tristeza, y siguió
profundamente enamorada de su Astro Sol. Y hay que contar que ese efluvio mágico
amoroso se regó por el espacio, y de allí nació la leyenda que hace de la Luna la gran
madrina eterna del Amor.
LAS ESTRELLAS
Y la noche era el vacío de los vacíos, y entonces decidió crear las estrellas de su propia
nada. Las creó para que la acompañaran, y les dijo: "He decidido dejar de estar oscura y
sola; os envío por el espacio para que veáis por mí lo que yo no puedo".

Y las estrellas se dispersaron por los cuatro puntos cardinales, y hacia el nadir y el cenit,
cavando así las seis profundidades del espacio; y eran tantas, tan incontables, que el
espacio se extendió hasta el infinito; y su intermitente parpadeo existe desde entonces
sin cansarse.

Y cada una veía a las otras desde la más inmensa distancia, y por ello sintieron que no
estaban solas; llenaban el infinito abismo con sus ojos luminosos, y en su vigilar la
oscuridad, fue la inmortalidad del tiempo lo que nació con ellas.

Y entonces, los caminos de la noche se hicieron fecundos en misterios, misterios que


nacieron de lo insondable; son los sueños que fecundarían mucho, muchísimo después,
la imaginación de los futuros hombres.

Y una noche nació el día, para que la noche descansara; porque hasta la noche, matriz
insondable anterior a todo, siente cansancio de ser noche, y de su propia soledad.

Y el día reconoció a la noche como madre suya, y le dijo: "He nacido de ti, y de ahora en
adelante compartiré el tiempo contigo"; y de allí en adelante doce horas del día se
turnaron el tiempo con doce horas de la noche, porque veinticuatro son los turnos que
dan entendimiento al día y a la noche de sus propias cosas.

¿Y qué son el día y la noche, sino el parpadeo del cielo, que necesita del ritmo
eternamente pausado para ver crecer los mundos en la interminable estepa de los
mundos? ¿Y qué son los mundos sino los sueños de la noche y las estrellas, sueños para
hacer posible la imaginación y los cantos de la noche?

Sí; porque aunque no creáis, la noche se arrulla a sí misma con los cantos de las
estrellas, y de allí surgen todas las armonías que gobiernan mágicamente al universo.

Y de ese concierto inefable, algunos son los Videntes, hijos de la infinita noche y las
estrellas, que escuchan ese trino maravilloso de sonidos sutilísimos, para devota loa de
las cosas que suceden entre el cielo y la tierra.

Y hay un niño de oro que se esconde desde siempre y hasta siempre en sus propios
sueños, en los cuales toman forma la noche, las estrellas, los días y todas las demás
cosas del universo mundo, para regocijo eterno de su propia maravilla.
LA TIERRA

El mar, que es saliva del sol, se regaba; no tenía nada que lo contuviera, y entonces se
desesperaba; y ese cambiante estado de ánimo configuró sus variados oleajes; unos
suaves, otros con ímpetu furioso.

Una vez se durmió; soñó que el padre Sol le hablaba desde su trono inalcanzable: "Has
de hacer esfuerzos infinitos a tu alrededor para contener tus límites; harás fuerza de
afuera hacia adentro, presionando con todo tu poder". Y ese esfuerzo magno terminó
por solidificarse en unas partes, surgiendo así la tierra, que entonces puso límites a la
expansión del agua, ya no se regó más; y en consecuencia, se encerró a sí misma en
forma esférica. Y el mismo presionar centrípeto hizo que este mundo hecho de tierra y
agua girara en torno de sí mismo, lo cual constituyó gran embeleso para el Sol, que la
miraba; y de esta mirada llena de amor se originó la fuerza atractiva, gravitacional, que
mantiene la coherencia y sumisión respecto a su padre el Sol, a quien le dijo: "Padre, yo
te adoro; mostraré mi devoción hacia ti circundando en órbita tu faz, porque quiero
contemplarla embelesada por tu completo rededor, todos los días de mi vida".

Y a la tierra le encantó este ritmo giratorio, y desde entonces la Tierra no cesa en su


movimiento eterno, que es como una danza de adoración y sumisión a su padre, El Astro
Rey, quien con dulzura le ordenó: "Eres parte de mi amor; engendrarás todas las formas
y cosas que tu voluntad quiera producir".

"¿Qué sería de mí sin ti, qué sería yo sin tu calor y amor?"

Y así canta ella para sus adentros desde siempre, porque la Tierra es ciertamente buena;
un amor de madre incuba en ella todas las maravillas posibles que guarda en su seno
hasta el tiempo conveniente de gestarlas.

Y ciertamente, la Tierra es la nodriza más cercana, de quien procedemos todos los


vivientes que habitamos bajo el Cielo.
LOS PECES

Y cuando el Sol vio su destello reflejado en esas olas, infinitos brillos iban y venían por
las inmensas aguas. De allí se formaron los peces que poblaron esas ondas. Por eso el
cuerpo de los peces es brillante y tornasol, porque la radiancia del Sol se tornó en ellos
forma vibrante bajo el mar.

Y se reprodujeron los peces en incontables formas y colores; y por haber nacido de la


misma agua no necesitaron otro elemento distinto para respirar; porque, en verdad,
respirar es moverse con el ritmo y fuerza del cosmos que rodea a los seres, y lo que
entra y sale de los cuerpos vivos nunca sobra ni falta en la completud del mundo, que es
perfecto, hermoso y autosuficiente en el concierto de sus propias armonías.

Y los peces, hermosos en su gran diversidad, cuando se encontraban unos con otros,
pensaban en lo bella y feliz que es la vida en medio de tanta libertad y maravilla que hay
bajo las aguas.

Y éstas bendijeron a sus hijos los peces, y éstos se regocijaron con inmenso
agradecimiento, lo cual se refleja en los graciosos y ágiles movimientos que realizan en
su medio.

Y hay algo en los peces que los hace amables entre otros seres: no tienen el grito en su
lenguaje; ni siquiera se lamentan del frío que los obliga, por siempre, entre la vida y la
muerte.
LOS ANIMALES

Y como la Tierra se asomaba al mar, cierto día se preguntó, no sin inquietud ni envidia,
por qué en su floresta no había seres que se movieran por sí mismos, como los peces.

"Algo falta en mi bosque; quiero entretenerme contemplando peces en mi selva".

Y tomó uno del mar y lo puso en un claro del bosque, pero el pez desesperaba y murió.

Y he aquí que ese cuerpo muerto se descompuso, y de él salieron infinidad de larvas.

"Éstas se mueven por sí solas, pero no son de mi agrado", dijo. Y un rayo cayó en ese
lugar, y el trueno habló:

"Habrás de mezclar tierra con el pensamiento, y agregarás algo de agua".

Así hizo, e inventó el arte-ciencia del alfarero; y se dio cuenta de que a voluntad podía
modelar infinidad de formas a su antojo, unas supremamente hermosas.

Y así, poco a poco surgieron los animales que habitan el mundo. Unos, incluso, quisieron
elevarse por el aire, y aprendieron la estrategia del vuelo; desarrollaron con ingenio una
de las más maravillosas cosas que se conocen bajo el sol, las alas.

Y los nuevos vivientes se llamaron animales, porque los anima un poder inconcebible,
que llegó a ser el extraordinario movimiento voluntario de la vida sobre la Tierra.

Y la Tierra se regocijó inmensamente con su invento y dijo:

"He aquí, ahora siento que estoy casi completa".

Y en sus entrañas, la sangre animal llegó a ser cierto calor de vida, que circula por
siempre sobre la Tierra.
LOS ÁRBOLES

La tierra era color marrón oscuro; y no estaba a gusto ella con su apariencia.

Sin algo que regocijara, sin motivos para celebrar su propio ser, sin rostro de alegría.

Encerrada en sí misma por su mismo ciclo rotatorio, sólo contemplaba su aridez.

Pero recordó la orden de su padre el Sol, y descubrió en sí su propio sueño.

Y la mirada del Sol la fecundó, incubó el poder de las semillas, y el color marrón cedió el
paso al verde vegetal.

Las hierbas, plantas y árboles dieron lo mejor de sí, hubo acuerdos en todo el inmenso
entramado boscoso de la floresta.

Impregnada con la humedad del mar, la potencia vegetal cubrió la faz de la tierra; un
bello bosque se extendió a lo largo y ancho de su superficie; los peces celebraron el
prodigio, sintieron que nacía un mundo nuevo.

Hojas, flores y frutos comenzaron a dialogar... Floreció la música y color de la


Naturaleza.
EL HOMBRE Y LA MUJER

Y el hermoso Niño de Oro, Gran Plenipotenciario de su mundo ensimismado, de quien


nadie sabe absolutamente nada, salvo aquellos que hayan logrado despertar de su
milenario sueño de los sueños, se regocijaba con la imagen de su Creación.

Pero sintió que algo faltaba.

"Quiero a alguien semejante a mí para que cuide mi sueño, lo trabaje y lleve a la


perfección".

Y entonces se contempló a sí mismo en el lago silencioso que había en el centro del


bosque; incubó su reflejo allí, y una mañana se manifestó esta forma, a la que el Niño de
Oro le dijo:

"Te llamarás Umbrío; es decir, Hombre, porque eres sombra de tu propio Ser".

Y él se dio cuenta de sí mismo, se miró y dijo, mucho tiempo después, cuando comenzó
a alborear su propia comprensión:

"Ciertamente tengo la dureza de las piedras en mis huesos, la consistencia de la tierra en


mi piel, la fluidez del agua en mi sangre, el calor del fuego en mis miembros... Y este
Algo misterioso que me hace conocer todas las cosas..."

Y un día vio ayuntarse a un caballo con su yegua, y sintió deseos de hacer lo mismo; y
entonces el Niño de Oro le dijo, a través de nubes que el hombre contemplaba:

"Debes ir esta noche a la orilla del lago silencioso, el que está en el centro del bosque".
El hombre obedeció; y cuando la luna reflejaba su alegría en el lago, he aquí, salió del
agua una hermosa forma, una bella hombre semejante a él; pero de la cintura hacia
abajo terminaba como pez; al fin y al cabo ella provenía de la laguna, que también tenía
peces como el mar.

Y él exclamó: "¡Eres mi hembra; linda eres!" Y desde entonces fue su mujer, llamada así
porque nació mojada.

Y se enamoró de ella, la cargó, abrazó y besó. E inmediatamente, su cola de pez se


transformó en dos esbeltas y hermosas piernas.

Y de allí en adelante, hombre y mujer se acompañan en la mutua tarea de labrar la vida,


de mejorar el mundo a su disposición, y en desentrañar, en lo posible, las voces sibilinas
que el Niño de Oro inspira en sus espíritus.

RVQ

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