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Filloux, Jean-Claude (2001) Campo pedagógico y psicoanálisis

El juego de los deseos


El autor se pregunta acerca de las posibilidades de articulación entre pedagogía y psicoanálisis. El
CAMPO PEDAGÓGICO, que define siguiendo a Rabant como un espacio constituido por la
intervención de una función de saber, en tanto que un PEDAGOGO la representa para unos alumnos,
está atravesado por relaciones de poder, deseos enfrentados o complementarios, cuestiones de
clase (cf. Freire). El psicoanálisis puede dar cuenta de la posición deseante de los sujetos del proceso
de enseñanza-aprendizaje y de su relación al interior del campo pedagógico.

Sobre el deseo de SABER


Por un lado, el PSICOANÁLISIS tiene algo que decir sobre el DESEO DE SABER, es decir, sobre el deseo
de los alumnos en relación con el saber. El deseo de saber aparece temprano en la vida psíquica y
está vinculado con el desarrollo de la libido, surge a partir de la pregunta sobre el propio origen,
sobre su papel en el deseo de los padres, se trata de un deseo sobre el deseo del otro.

En el período del conflicto edípico, el niño siente la necesidad de investigar una curiosidad que se
vincula con un enigma para él: el enigma planteado por el deseo dé la madre por él y,
correlativamente, la relación de deseo establecida entre el padre y la madre, relación de la que se
siente excluido. A partir del PERIODO DE LATENCIA, la meta sexual es abandonada por la pulsión y se
enfoca en un objeto aceptado socialmente (arte – intelecto). En este periodo, la SUBLIMACIÓN1 se
vuelve un motor de la actividad intelectual escolar; la escuela puede encausar esa energía hacia el
conocimiento.

El deseo de saber en el espacio de la cultura, de las ciencias, de las actividades escolares, se articula,
por ende, tanto sobre la PULSIÓN DE INVESTIGACIÓN PRIMITIVA como sobre el MECANISMO DE
SUBLIMACIÓN DE LA LIBIDO.

Si una de las funciones de la ESCUELA es “hacer funcionar'’ el deseo de aprender que se constituyó
en el niño, permitir el desarrollo de sus capacidades intelectuales, iniciarlo en una cultura, desde este
punto de vista podemos considerarla como un AGENTE POTENCIAL DE SUBLIMACIÓN.

Sobre el deseo de ENSEÑAR


Por otro lado, es una época marcada por la necesidad de figuras idealizadas. En el caso del docente,
el psicoanálisis puede dar una explicación del DESEO DE ENSEÑAR. Se trata de una práctica que pone
al docente frente a su propia historia y en un lugar de poder que puede transformarse en una relación
despótica. El docente aborda a los niños, a los adolescentes, a la clase con, como se dice, su
PERSONALIDAD, es decir, sus conflictos presentes y antiguos y lo que la escuela fue para él. Como
todo el mundo, tiene necesidad de amar y de ser amado, de reconocimiento, también de odiar, o sea,
sus ambivalencias. Puede decir que pertenece a una tradición pedagógica o que sigue métodos
“nuevos”, activos, inclusive no directivos. Profesionalmente, el docente está en una relación directa
con niños, adolescentes, directamente expuesto, podría decirse a la infancia. Esta situación de
EXPOSICIÓN, en el doble sentido de la palabra -estar delante y correr un riesgo-, reactiva en él al niño

1
El proceso de sublimación da cuenta, en la definición freudiana, de la aptitud que las pulsiones parciales de
las que la pulsión sexual es el empalme, para remplazar un objeto sexual y para cambiar su meta inicial por otra,
no sexual. La energía de la libido puesta al servicio de actividades no sexualizada.
que fue, su infancia, lo que vivió, reprimió, sus relaciones infantiles con la autoridad y, así, se ve
enfrentado inconscientemente con reminiscencias de un pasado como alumno. Querer educar al niño
de los demás, confronta a un niño en sí del que, al mismo tiempo, debe defenderse por una
idealización y reencontrarlo. La tarea pedagógica se sitúa entre una fascinación por el niño y el deseo
ambiguo de que sea lo que uno quiere que sea. Un niño espejo, se ha dicho, del narcisismo del
docente.

Además, la relación docente-alumno no es una relación desprovista del componente afectivo. El


fenómeno de la TRANSFERENCIA psicoanalítica puede aportar una explicación del fenómeno. La
“INFLUENCIA” pedagógica es, por lo tanto, más que una simple “tutela”. Influir sobre un alumno es
marcarlo, es decir, regir sus propios deseos y, al mismo tiempo, hacerse reconocer en los deseos
propios» como docente, pedirle al alumno que se identifique con sus propios proyectos.

¿Una relación conflictiva?


El juego de los deseos -deseo de aprender, deseo de enseñar- se sitúa en el espacio de una escena
en la que se plantean relaciones de fuerza, en la que se enfrentan o combinan entre los participantes
del proceso de enseñanza-aprendizaje pulsiones de vida y de muerte, de amor y de odio. El deseo de
saber no puede separarse en su destino de lo que se juega en el nivel de la necesidad de amar y de
ser amado y reconocido; el deseo del maestro implica, también, reconocimiento, demanda de amor.

El NIÑO, el ADOLESCENTE, está ahí con la manera en que evoluciona y se sublima el deseo originario
de saber, ya inhibido o no, en apelación a la sublimación en la relación con el maestro y con las
disciplinas que representa; está ahí con una necesidad de identificación con el adulto, buscando un
ideal del yo. Le pedirá al maestro que el saber que le transmita se pegue a su deseo de aprender;
querrá poder expresarse, dialogar, no ser tratado solamente como un objeto pedagógico; esperará
ayuda, protección y la confrontación con una “buena” autoridad.

El MAESTRO escuchará, o no, la expresión de estas demandas, eventualmente las utilizará para sus
propios fines, buscará a través de la SEDUCCIÓN o de la POSICIÓN DE FUERZA dada por su estatus el
ejercicio de lo que Durkheim llamaba precisamente la “violencia pedagógica”, el poder colonizador
sobre el niño-alumno. La RELACIÓN DE DOMINACIÓN es el espacio en el que se sitúan la emergencia
de los conflictos fundamentales que marcan el devenir y la forma de la relación pedagógica. Sus
formas y modalidades pueden ser múltiples. En este caso, el saber será para el alumno la propiedad
de otro, de un maestro que extrae poder de ese saber; de ahí la ambivalencia de una “sumisión al
saber del maestro, o de un no querer saber nada”.

La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Qué hace el maestro con el deseo de saber (o
de no saber) del alumno? Por una parte, una actitud despreciativa o agresiva de un maestro
“tecnicista o elitista” frente a alumnos que no satisfacen su narcisismo puede llevarlos a renunciar a
aprender, favorece a través de esta “forma de violencia” la reproducción de conductas de fracaso y
de inhibición intelectual, inclusive el odio en los adolescentes “mutilados de su deseo”. Por otra, se
puede instaurar un proceso insidioso de reproducción psíquica a través de la identificación -la
“necesidad de aplastar cuando me toque” y, más tarde, “cuando se presente la ocasión”-.

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