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Este rápido cuestionario busca responder algunas nuevas dudas sobre la obra cuentística del

escritor Luis Alberto Bravo, preocupado sobre todo en la génesis estilística de la obra “Cuentos
para hacer dormir a una niña Punk” y el imaginario creado dentro del universo de “Las Ardillas
del Orden Enano”.

Dos trabajos específicos saldrán del estudio que estoy haciendo desde hace un par de
semanas:

- La poética del mass media en el nuevo cuento ecuatoriano: Luis Alberto Bravo
- Imágenes paganas: El ritmo cinematográfico en la cuentística de L.A. Bravo.

ALGUNAS PREGUNTAS PARA LUIS ALBERTO BRAVO:

1. Entiendo que tu intención como escritor no es ser parte del canon ecuatoriano o
encontrar un puesto dentro de la “larga trayectoria” de la narrativa del país (al menos
no directamente). Sin embargo: ¿La lectura de qué autores ecuatorianos te han
servido para la creación de tus obras? ¿Existe alguna fuerte influencia o identificación
con alguno? Como quizás te pasa con Teiller, Loriga, Calvino o Fogwill por ejemplo.

Hay una problemática, yo empiezo a leer casi al mismo tiempo en que me dedico a
escribir. Yo no fui un gran lector en mi adolescencia. La lectura y la escritura fueron
hábitos en la infancia. Un día me di cuenta que el modelo educativo tradicional me
había ido alejando de esas dos pasiones. ¿Cómo pudo pasar esto? ¡Y cómo dejé que
pasara! Y así, la creación la había ido postergando de manera inmisericorde. Como
sentía que había perdido un gran tiempo en cultivarme, tuve la intuición de que mi
aprendizaje cultural no necesariamente vendría a través de la lectura sino también de
películas, animes, canciones, fotografías, arte... todas tenían la misma importancia
para mí al momento de desarrollar un modelo estético-literario. Y esto no ha
cambiado, cuando inauguro un proyecto literario consumo todo tipo de material
cultural, mientras más diverso, mejor, y ahí empatizo, descarto o descubro. Es decir,
obtengo mis herramientas e inauguro mi canon personal. Y en ese canon puede estar
un ecuatoriano como un chileno o un húngaro. Nunca ha sido un problema aquello.
Mis primeras lecturas fueron los cuentos del tomo 3 de la enciclopedia de El mundo de
los niños, en el cual estaba un francés, junto a un argentino, un hindú, etc. La
nacionalidad nunca fue algo en que me detuviera a pensar o que me causara conflicto.
Al contrario, sentía que aquello me enriquecía.
Respecto a tu pregunta. Como una influencia fuerte, ninguno, identificado, sí, muchas
veces. Por ejemplo, un poema como “Cinema” de Hugo Mayo fue una revelación para
mí. Y lo leí en un momento en que mis búsquedas formales estaban en sintonía con la
naturaleza de ese texto. Una experiencia más actual, en el proceso de mi última novela
busqué textos sobre el tema ferroviario y me encontré con cuentos que me gustaron
mucho: “El tren” de Enrique Gil Gilbert, “El ferrocarril del sur” de Martha Rodríguez,
“El túnel” de Rafael Díaz Ycaza. Y otros que me sirvieron como documento histórico
“La nariz del diablo” de Luz Argentina Chiriboga; con éste último hice un pequeño
juego metaliterario, mi personaje es bisnieto del personaje de Chiriboga. Como ves, no
niego referentes nacionales, cualquiera que haya leído mis libros se dará cuenta que
un discurso continuo es el homenaje, pero tampoco siento culpa si encuentro
referentes afuera. No se tratan de ambiciones cosmopolitas sino de sintonizaciones
estéticas.

2. Al leer tus obras es imposible no saborear directamente el cine que has visto, la música
que escuchas o los artistas plásticos que quizás admiras. ¿Cómo agrega la cultura pop,
mass media y la posmodernidad a tu obra sin decaer, reiterar o en calidad narrativa?

Soy honesto al decir que en mis primeros cuentos la construcción de personajes no era
mi fuerte. Pero tampoco era algo en lo cual estaba muy preocupado, me refiero a la
construcción de un personaje en un plano psicológico. Los pensaba de acuerdo a la
necesidad de la historia, y el uso de personajes secundarios se daba gracias a un deus
ex machina que advertía de las posibilidades del texto. Lo que me interesaba era la
historia. Y en cuanto a los personajes, sentía que si le asignaba a uno la afición de
escuchar cierto grupo musical y a otro la referencia de una estética pictórica o el gusto
por una película, ya estaba expresando una psicología al lector con ese dato. Es decir,
si yo te digo, Jorge es un chico a quien le gustan las pelis de David Lynch, ya está la
dimensión del personaje. Me parecía más divertido eso que describirle la ropa con que
iba vestido. Porque si armas un personaje de acuerdo a su vestimenta o pose creas
arquetipos. Dos tipos con traje negro fácilmente tienen psicologías distintas, pero dos
tipos a quienes les gusta David Lynch, ya tocas y te refieres a un aspecto más o menos
concreto y por lo que coinciden.

3. En tus cuentos nos introduces a un universo que se construye rápidamente sobre sus
propias imágenes y que le presta a referentes con los que creciste o que simplemente
te gustan. ¿Cómo llegaste a definirte dentro de esta estética?

No todos los referentes son mis referentes. Algunos son los referentes particulares de
mis personajes. En la escritura de los cuentos de la niña punk, por ejemplo, yo sentía
que tal personaje escuchaba a tal cantante o hablaba de tal manera de acuerdo a una
estética cultural en la cual él creía (en algunos casos yo podía compartirla, no en
todos). Lo mismo que si yo construyo a un personaje que teme salir de la casa no
necesariamente estoy representando un trauma personal. No padezco de agorafobia.
Viendo películas como el “El almuerzo desnudo” o “Corazón salvaje” yo encontré la
naturaleza de los textos que quería escribir. Ambas películas insertaban pequeños
cuentos en la historia central. En la primera me enteré de un hombre que le enseñó a
hablar a su culo y en la segunda sobre alguien que odiaba que la Navidad llegara a su
fin y por ello luchaba contra un guante. Y me dije, “Yo quiero escribir cosas así”. Con el
tiempo supe que ambas películas eran adaptaciones de libros. El primero de William S.
Burroughs y el segundo de Barry Gifford. Ambos cuentos de un humor absurdo y
surrealista. A Burroughs yo lo considero el primer escritor punk, por su propuesta
nihilista y destrucción de las formas narrativas. Y además por la poética de autor. Sus
textos eran como él. No siempre ocurre aquello. En cuanto a Gifford quien es algo así
como un heredero de Kerouac… me lleva a pensar que la iluminación para empezar a
escribir (o los que me dieron confianza) son netamente de la generación beat, que
como sabemos fue una escuela literaria expresiva y musical.
4. “Antropología pop” (tomado del título de uno de tu poemario) es un término que me
gusta para definir tu estética cuando me preguntan de qué va L.A. Bravo. Desde que lo
escuché por primera vez me remitió a una nueva rama, muy parriana, en donde
englobo como profundizas en esos referentes televisivos, musicales o del cine que
hacen click con la generación de los 80´s, 90´s y 2000´s. ¿Sientes que esta terminología
queda corta, ahora que tu obra se expande hacia nuevos horizontes en novela?
¿Queda algo aún del L.A. de esta época?

Ese término lo obtuve leyendo un artículo en el New York Times en que se catalogaba
a Sofia Coppola como una “antropóloga pop”, a propósito de su película (en aquel
momento, recientemente estrenada) “María Antonieta”. Personalmente a mí me gustó
mucho esa película, por todas las adaptaciones de elementos modernos además de
sonidos a una historia ambientada en el pasado. Algo similar, aunque al revés, yo lo
había experimentado con “Romeo + Julieta” de Baz Luhrmann. Para mí fue un filme
revelador, me hizo ver que hay nuevas personas que saben contar de nuevas maneras
las historias. Y creo que es una película (y un director) mucho mejor de lo que se
estima. En este caso, el escenario era moderno, pero se conservaban las líneas de
Shakespeare. A Roger Ebert no le gustó y lo llamó “versión punk de Romeo y Julieta”.
¡Qué mejor forma de halagarlo! Como ves, yo estaba encantado. Sin embargo, no
sabía cómo llamarle a eso. En cine se lo llama anclaje a estas formas de crear nuevos
contextos. También pienso en el efecto Kuleshov.

En cuanto a lo que preguntas, no me molesta si es un término con el que se pueda


definir mi obra. Claro que no sería tan exacto, por ahí, algún libro no se resista a estar
bajo la carpa. Yo lo llamaba también surrealismo pop. Una lectora me dijo que la
lectura de la niña punk le recordaba a David Bowie, otra a Prince. Válidos, pero
también son juicios que parten de sus referentes particulares y de lo que tienen a la
mano. El otro día en que chateaba con mi amigo el animador e ilustrador argentino
Patricio Plaza me decía que “Las ardillas del Orden Enano” le recordaba al lowbrow. La
única motivación que tuve para esos cuentos es que fueran historias que tuvieran
elementos freakys así como cursis, que alternaran con situaciones donde sería difícil
discernir entre lo tierno y lo macabro. Enrique Planas se refiere a esta corriente como
KimoKawaii, en una novela que publicó hace pocos años. Aquella ambigüedad es lo
que buscaba. Confieso que nunca había escuchado aquel término, fui a buscarlo y al
lowbrow también lo conocen como surrealismo pop. Todo está conectado.

No es algo nuevo. La literatura siempre, aunque infructuosamente, ha estaba


ocupando otros espacios: ya películas adaptadas, ya pequeñas historias en los vasos
descartables o en las cajitas de fósforo. Entonces vi que todo siempre había sido
adaptado, son los verdaderos avances estéticos visuales.

5. Noto que el lenguaje que utilizas en ciertos personajes busca una verdadera
autenticidad, sin caer en un coloquialismo geográfico. Pero cuando me topo con
expresiones como: “y cualquier cosa que pudiera suceder frente a los ojos de Zulema,
100pre lo había hecho sentir como un gusano” asimilo que estás buscando retratar el
lenguaje digital de una época. ¿Cuál es tu posición frente a encontrar un lenguaje
entonces?
Ya te he hablado de las motivaciones y de las influencias, de los temas que se
presentaban. Pero también el narrador tenía que tener una propuesta formal. Y un
poco era: “Así escriben los personajes, así también se lo puede contar. No me
importa”.

6. Muchas veces me suscita un dilema leerte: Leo Hershlag, por ejemplo y me encuentro
ante un verdadero “Cuento pop” -pero retrocedo- y nos lanzas referentes de la alta
cultura, como el neoexpresionismo influenciado por Miquel Barceló y Julian Schnable.
Sin querer caer en maniqueísmos, ya que ambos lados confluyen bastante bien en tu
obra, cómo le das un balance a tus referentes?

No sé si el balance se produzca, lo que sí sé es que está la propuesta. Lo mismo,


cuando me refería a esos dos pintores, estaba construyendo a Zulema. En su mundo,
sus referentes pop no eran los grupos ingleses pop sino los pintores neoexpresionistas.
Estas cosas freaky hay de algún modo en la realidad, conozco a lectoras que se sienten
fascinadas por la figura de un longevo como Eduardo Galeano. Es decir, la atracción
que tienen vino por la vía intelectual y no estrictamente por la exposición publicitaria.
Pero también, las referencias son como huevos de pascua culturales que el autor deja
al lector. Algo así como Cortázar dejaba referencias de jazz a sus lectores, y esa otra
tendencia que parece que se inauguró con Borges, el hecho de dejar referencias a
libros y autores.

7. Es claro pensar que no escribes para un lector ecuatoriano, es más, no piensas en


complacer en ningún lector. Pero si pudieras diseñarlo, ponerle una etiqueta de edad,
sexo, raza o nacionalidad ¿Cuál sería tu público lector ideal?

Uno se miente y miente cuando dice que está escribiendo para un público
determinado. Son demagogias baratas. Funciona en política, en literatura o en arte se
ve patético. Imagínate a Van Gogh diciendo: “Pinto para la gente de París”. No. El tipo
pintaba para sí mismo. Que luego le regalara un cuadro a alguien es otra cosa. El oficio
de la escritura es uno de los más egoístas, ya lo dijo Vargas Llosa, porque uno escribe
en función de sí mismo, hasta cierto punto para complacerse. Ahora, lo bondadoso es
en sí la publicación. Y es un tanto extraño que un individuo entregue algo íntimo para
que sea masificado. Ahí, y solo ahí radica la bondad de un autor.
¿Cuál sería mi público lector ideal? No, por lo mismo que explico no puedo
imaginarme un público lector ideal. Confieso que me he encontrado con gente que
conectó muy bien con un libro. Y es gratificante saberlo. Creo que eres mejor persona
por ello. Tu vida mejora de algún modo porque un texto tuyo fue la lectura ideal de
otro. Querías complacerte a ti mismo y con la masificación complaciste a otro. Ahí y
solo ahí radica la importancia del editor.

8. ¿Por qué la desterritorialidad como norma casi general en tus cuentos? Por ejemplo,
es difícil situar el bosque de la yegua profunda en Sudamérica o en el norte de Europa
o en cualquier paraje rural utópico (a pesar de que explícitamente nombras a Ecuador,
Perú o Bolivia). No pude dejar de pensar en Bucay, por ejemplo.
Creo que es algo genético. De algún modo, o inconscientemente me siento
desarraigado. Mis padres son naturales de Huigra, Chimborazo. Pero ellos ignoran de
dónde vinieron sus padres. De algún modo es algo que me molesta porque lo ideal
para mí sería poder armar el árbol genealógico. Por el lado paterno es un caso perdido.
No lo sé. Pero por el lado materno hay claves de ancestralidad de que sus antepasados
pudieron venir de Chile. Ahí entiendo que mi abuela nos decía “kudaicito” y otras
expresiones mapuches que estuvieron muy arraigadas en casa. Entonces, esa
incapacidad para saber de dónde vengo es la explicación de esos escenarios en un
lugar indeterminado entre Chile, Perú, Bolivia o Ecuador. Pero de donde sea, de algo
estoy seguro eran familias rurales. Mi abuelo por el lado materno fue capataz de una
hacienda en Huigra. Mi madre me cuenta sus recuerdos de niña en el bosque y para mí
son como cuentos. En Bucay está enterrada mi abuela por el lado paterno. Pero
aunque ese lugar me sirve para escribir no ha sido aún uno de los modelos utópicos de
esos libros. Aunque me beneficio mucho del malecón de esa población. Si quieres
saber uno, te lo menciono, hay un parque de los trabajadores en Marcelino Maridueña
con grandes árboles. Es un parque hermoso.

Gracias por tu tiempo, siéntete libre de contestar como te parezca más adecuado. Me gustaría
citar textualmente algunas de tus respuestas, si lo crees conveniente.

Ok

Gran abrazo,

Giovanni

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