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PSEUDO-VIRGILIO
E L MOSQUITO
INTRODUCCION, TRADUCCION Y NOTAS
ARTURO SOLER
CATEDR~TICODEL INSTITUTO
«PADRE SuhF¡EZ» DE GRANADA
MADRID
1972
Dos motivos de indudable interés, para iniciar una traducción en
castellano de la Appendix de Virgilio, son el no haber sido traducido
completa antes 1 y, en otro sentido, la reciente publicación de un nuevo
texto en la Bibliotheca Oxoniensis. En efecto, Clausen, Goodyear, Kenney
y Richrnond2 ofrecieron en 1966 un texto que sustituía en la misma
colección al de Elliss. Se hacía muy necesario, aunque ya en Italia se
encontraba el de Salvatore4, que venía a mejorar, en mi opinión, a
todos los precedentes.
La Appendix, cuyo título ya no aparece en la nueva edición bajo el
nombre de Publii Vergilii Maronis como en la de 1907, está ordenado
asi: Dirae (Lydia), Culex, Aetna, Copa, Elegiae in Maecenatem, Ciris,
Priapea et Cataíepton. Quid hoc novi est?, Moretum, De institutions
uiri boni, De est et non, De rosis nascentibus, con la novedad de la
, inclusión de Aetna, Quid hoc ... y De rosis.
He preferido para mi traducción conservar el orden tradicional, que
presenta el Culex en primer término, apartándome en esto de la última
edición de Oxford, que ofrece el orden que se encuentra en el catálogo
de la Biblioteca de Murbach, aparecido hacia la mitad del siglo m.
Parece obligado plantearse, en primer lugar, el problema del autor
del Culex, aunque considero prematuro definirme en asunto tan debatido
y poco claro y lo dejo emplazado para ocasión que no quisiera lejana.
Por el momento me basta con ofrecer un panorama de cómo encuen-
tro el estado de la cuestión.
Sabido es de todos que en las Vitae Vergilianaes Donato, al hablar
de los poemas menores, hace una mención especial del Culex con resumen
del argumento y cita del dístico que cierra la obra; Seryio lo enumera
DESCENSUS
- -
MYTHOLOGICAL HADES
1s Ons o. c. 289.
19 RANO O. C. 38.
12
Minos y su actitud y las descripciones de los tormentos de Titio, Tán-
talo y Sísifo son comunes en ambos poemas (A 568-600 y Culex 234-245).
Cuando en el poema latino se evoca a Ulises y sus aventuras (w. 325-333)
observamos un profundo conocimiento del homérico, lo mismo que de
todas las leyendas del ciclo troyano y de las tragedias griegas, cuyos
personajes se destacan con dignidad.
El mito de Orfeo y Eurídice tiene un tratamiento singular, por lo
original y por el eco trágico y doliente (quid, misera Eurydice, tanto
maerore recesti, v. 268) que la protagonista deja en nosotros: el mito
está visto20 desde la consideración de Eurídice (véame los vs. 289-293)
como víctima de la pasión de Orfeo:
Illa quidem nimium manes experta seueros
praeceptum signabat iter rettulit intus
Iumina nec diuae corrupit manera lingua;
sed tu crtidelis, crudelis tu magis, Orpheu,
oscula cara petens rupisti iussa deorum.
Y tras el relato de los hombres que han dado gloria a koma exclama
(w. 372-373):
IIZi laude sua uigeant: ego Ditis opacos
cogor adire Iacus uiduos, a, Iumine Phoebi.
1 Delfos.
2 Ninfas de fuentes y ríos.
3 Una de las más antiguas divinidades romanas, protectora de pas-
tores y rebaños.
* selvas; si tú te cuidas, libre me muevo entre montes y
cuevas.
Y tú, Octavio, digno del mayor respeto, para quien
brota, de sus meritorios escritos 4, una segura esperanza,
sé favorable a mis proyectos, i oh, joven puro! Para ti, en
30 efecto, no canta mi obra la funesta guerra de Júpiter, (ni
tiene en consideración las formaciones con que un día se
erizó en armas Flegra) cuya tierra fue rociada con la
sangre de los Gigantes, ni empuja a los Lápitas contra las
espadas de los Centauros; no hace arder en llamas el
35 Oriente las fortalezas de Erictonio 6; ni el Atos socavado,
ni las cadenas arrojadas sobre el inmenso mar tratarán
de buscar, ya demasiado tarde, fama de mi obra; tampoco
el Helesponto pisoteado por los cascos de los caballos,
cuando Grecia tuvo miedo de los Persas que irrumpían
40 de todos lados, sino que ella, deslizándose, suaves cantos
en verso ligero adecuados a sus propias fuerzas goza en
componer bajo la dirección de Febo. Y todo esto en tu
honor, joven puro. En tu honor pugne por afianzarse una
gloria digna de recuerdo y destinada a permanecer por
45 siempre brillante; para ti en la piadosa mansión aguarde
un lugar; a ti debida se recuerde durante años felices
una vida libre, -brillante y grata para los hombres de bien.
Pero volvamos a nuestro proyecto. Ya el sol de fuego
penetraba en sus celestes mansiones; con su carro de oro
50 hacía brillar la blanca luz, y la Aurora había ahuyentado
las tinieblas con sus cabellos de rosa: hizo salir del establo
hacia los pastos feraces sus cabras el pastor; a la cima
de una elevada montaña se dirigió, donde la pálida grama
cubría extensas colinas. Ya se esconden diseminadas entre
55 árboles y matorrales o por los valles, ya rápidas, yendo
de un lado para otro, arrancaban las yerbas verdes con
4 Para HELMBeitrage zum «Culex», en Hermes LXXXI 1953, 49-77, las
meritae chartae es el testamento de César. La confianza de Octavio nace
de un testamento que se merece.
5 Ciudad de Macedonia donde se creía que se había librado el com-
bate entre Júpiter y los Gigantes.
6 Alude a Atenas, de donde Erictonio fue rey.
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mordiscos tiernos. Se pegaban a cavidades pedregosas,
rocas solitarias, desgarran los madroños suspendidos de
amplias ramas y con voracidad buscan las viñas silvestres
60 de espesos sarmientos. Ésta, de patas, arranca de un fuerte
mordisco la copa del fleiible sauce o de un chopo todavía
tierno; esta otra ramonea las blandas espinas de los arbus-
tos; aquélla, en cambio, se asoma al agua de un arroyo,
limpio espejo.
65 jOh, dicha del pastor (para quien no desdeñe, con una
mente ya refinada, la vida del pobre y no guste, tras el
desprecio de ella, sueños de disipación), dicha sin los cui-
dados que desgarran a los corazones codiciosos -y hostiles!
Si bien no son teñidas dos veces con púrpura asiria lanas
70 compradas con las riquezas de Atalo, si bien el brillo del
oro en el artesonado de un palacio y la belleza de su
decoración no angustian un corazón avaro, ni el fulgor
de las piedras preciosas sin ninguna utilidad le está reser-
vado, ni las copas le ofrecerán los bellos bajorrelieves de
75 Alcón y Beto 7, ni la perla del mar Indio le resulta valiosa,
en cambio, con corazón limpio, muchas veces sobre el
suave césped extiende su cuerpo cuando la tierra en flor,
bordada de yerbas brillantes de rocío en la dulce prima-
vera, atrae las miradas hacia sus campos de variados
80 colores. Y a él, contento mientras suena la rústica flauta,
gozando de paz espiritual, lejos de la envidia y del engaño,
orgulloso de sí mismo, la cabellera Tmolia radiante de
verdes ramas le cubre bajo un manto de pámpanos. A él
le agradan las cabras dejando escapar de sus ubres la
85 leche, el bosque, una Pales feraz y, en el interior de los
valles, las cuevas siempre umbrías destilando agua de
fuentes renovadas. ¿Quién podría ser más feliz en las
circunstancias más agradables que quien retirado, con una
mente pura y con un sentimiento estimable, no conoce
90 las codiciosas riquezas, de las tristes guerras no tiene
miedo, ni de los aciagos combates de una potente escua-
7 Con toda probabilidad, dos orfebres griegos: cf. Buc. V 11, aut
AIconis habes laudes.
dra, ni, con tal de adornar de espléndidos despojos los
sagrados templos de los dioses o de sobrepasar los linde-
ros de su hacienda llevado en carro, ofrece espontánea-
95 mente su cabeza a crueles enemigos? e l adora a un dios
toscamente esculpido con cuchillo de campo; él honra los
bosques sagrados y dispone de hierbas silvestres, de flores
de varios colores, de inciensos Panqueos '; también de un
dulce descanso, de un placer puro, libre, con sencillas
100 ocupaciones.
Esto codicia, en esta dirección se orientan todos sus
pensamientos, ésta es la preocupación que yace escondida
en su corazón: abundar en descanso satisfecho con cual-
quier tipo de alimento, unir su cuerpo cansado a un sueño
105 alegre. i Oh, rebaños! i Oh, Panes! i Oh, delicioso valle
de la fuente de las Hamadríades O' en cuyo sencillo culto
todo pastor, émulo del poeta Ascreo 11, pasa una vida libre
de cuidados con corazón sereno!
Mientras, en medio de tales afanes, apoyándose en su
110 garrote, el pastor está pendiente de sus soleados trabajos
y, sin ningún arte, con la flauta campeste entona su habi-
tual canto, extiende sus rayos, ya elevado, el ardiente
Hiperión l2 y diferencias de luz establece en el cielo, por
donde arroja a uno y otro Océano llamas voraces.
115 Y las cabras conducidas por el pastor, sin prisa, ya
buscaban el fondo de los arroyos de agua susurrante, que,
reflejando el cielo azul, daban asiento al verde musgo.
Ya el sol había avanzado hasta la mitad de su curso cuan-
do el pastor empujaba el rebaño hacia espesas sombras.
m Luego l3 de lejos vio que descansaba en tu bosque de un
8 De Panquea, ciudad que se cree situada en la Arabia Feliz.
9 Faunos o Silvanos.
10 Ninfas de los bosques.
11 Hesíodo, nacido en Ascra. En su Teogonía (w. 1-35), el poeta se
hace representar como un pastor.
12 El sol.
u La construcción latina es anacolútica. La oración introducida por
ut procul no tiene principal. Tras un largo paréntesis la narración se
reanuda en el v. 157. Naturalmente, en nuestra traducción no hemos
podido conservar el original.
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31 Medea.
32 Filomena y Procne.
33 Tereo, padre de Itis.
3 Eteocles y Polinices.
35 Hija de Zeus y Deméter, raptada por Plutón.
36 Personaje central de la tragedia de Eurípides.
37 Penélope. ,
EL MOSQUITO 25
38 Cf. h 211-218.
39 Hesíone.
40 Tetis.
26 PSEUDO-VIRGILIO
Aquiles y Ayante.
41
Odiseo. A partir de aquí se alude a sus aventuras, las contenidas
42
en la Odisea principalmente.
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