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EL PERDON

El perdón constituye una de las oportunidades más importantes que tenemos los seres
humanos, para liberarnos de sentimientos, emociones y pensamientos de orden
negativo, los cuales determinan nuestro proceder, limitan la existencia, y no dejan
conocer la verdad que rige el destino espiritual.

Cuando practicamos la dinámica del perdón nos causamos un gran beneficio porque nos
liberamos de pautas de carácter negativo y rompemos lazos de un pasado que han
originado disturbios de diferente orden.

En efecto, al perdonar acabo con mi negatividad y realizo un avance muy grande en mi


desarrollo espiritual.

Por intermedio del perdón podemos traspasar fronteras insospechadas y adelantar


nuestros ideales hacia un horizonte más claro.

Cuando reconocemos nuestras propias limitaciones, podemos acceder más fácilmente al


perdón, porque estamos ejercitando la humildad en forma consciente.

Perdonar es un acto maravilloso mediante el cual nos damos cuenta claramente, que
todos los seres humanos nos encontramos unidos y que realmente somos uno con DIOS.
No solamente reforzamos esta unión, sino que cada vez expandimos la conciencia hacia
esta realidad.

Todas las personas que están buscando o adelantando un camino espiritual, deben tener
en cuenta la trascendencia del perdón.

Sin lugar a dudas, el perdón representa un verdadero acto de amor, hacia DIOS, hacia
uno mismo y hacia las demás personas, que nos hace entender que no estamos
separados con nuestros semejantes.

Como ya se dijo, para practicar el perdón, debemos ejercitar la humildad y ser


conscientes del beneficio que representa desalojar del interior esas emociones negativas
que nos producen tanto daño.

Con el perdón logramos armonizar la mente, el cuerpo y el espíritu, de tal forma que se
manifiesta un sorprendente poder que logra liberarnos y sanarnos.

La dinámica del perdón involucra un proceso de crecimiento, según el cual, entre más
crecemos en el amor, más capaces somos de aceptarnos a nosotros mismos y de aceptar
a los demás.

Si no perdonamos seguiremos caminando en la oscuridad, lo que trae como


consecuencia que la Luz de la comprensión no pueda ingresar en nuestra vida.

Una de las formas de liberar las ataduras que nos tienen amarrados aquí en la tierra, es
perdonándonos a nosotros mismos y perdonando a todas y cada una de las personas
que necesitemos perdonar, para obtener la liberación de cargas negativas.

Es importante aclarar que hecho de perdonar no significa que estamos justificando o


cohonestando comportamientos o procederes que a nuestro modo de ver son

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extralimitados o arbitrarios. Al perdonarlos lo que ocurre es que me estoy liberando de
la constante carga que tengo reprimida, que me hace ver, sentir y actuar como una
verdadera víctima de los demás o del destino.

No debemos olvidar que en el universo no sucede nada, absolutamente nada, por azar
o por coincidencia. Todo lo que ocurre tiene una causa, una razón de ser; todo sucede
de acuerdo con el plan de DIOS.

Al practicar el acto de amor más sublime, el perdón, no sólo nos liberamos de las cargas
del pasado, sino que empezamos a ser conscientes de que lo que nos sucede ha sido
creado por nosotros mismos y no proviene de otro lugar diferente, ni ha sido ocasionado
por otras personas y entonces, el efecto que produce es que podamos empezar a
disfrutar de la vida enteramente y con libertad.

Este proceder en todo momento nos proporciona una gran paz interior, mayor felicidad
y plena libertad para seguir afrontando las distintas dificultades que trae la existencia.

En esto consiste asumir la responsabilidad por mi propia vida y en la medida que la


asumo empiezo a darme cuenta de la importancia que tiene la aceptación hacia mí
mismo y hacia los demás. Conforme me acepto, estoy ejercitando la trascendental
decisión de amarme en todo en todo el sentido de la palabra de la palabra y dispuesto a
sacar la carga emocional represada en mi interior para no causarme más problemas.

Es claro que al perdonar me estoy amando; si no perdono me causo daño y al causarme


daño realizo un acto opuesto al amor.

Es curioso anotar el efecto que nos producen aquellas cosas que no soportamos en las
demás personas: constituye el reflejo o el espejo de lo que somos nosotros mismos. De
ahí la importancia que reviste el hacer conciencia de tales hechos insoportables, porque
empezamos a trabajar para cambiarlos al darnos cuenta que se trata de algo nuestro.

Podemos trabajar utilizando el perdón como un mecanismo extraordinariamente válido


y eficiente para sacar del corazón ese peso que tanto malestar nos proporciona.

En todo caso, es importante que la situación que ha producido esa carga emocional se
reviva intensamente, clara y conscientemente y a continuación se lleve a cabo la
dinámica del perdón.

Una vez se han identificado los pensamientos, emociones y sentimientos negativos, que
tenemos represados hacia otra u otras personas, podemos dar inicio al ejercicio del
perdón, como más adelante se indica.

Es indispensable tener muy claro que, al perdonar a la otra persona se produce un


rompimiento de ese cordón energético y emocional, negativo por supuesto, que nos
mantiene atados con ella, y al hacerlo se obtiene la liberación de forma contundente, sin
interesar lo que esa otra persona vaya a pensar u opinar sobre este particular; es decir,
se produce de manera completamente independiente.

En una gran proporción, los problemas que nos acompañan provienen de nuestra
incapacidad y falta de decisión para perdonar.

El Perdón 2
Por esta razón es que el perdón viene a constituirse en un acontecimiento de carácter
milagroso que permite romper todas las pautas y limitaciones que nos acongojan y
entristecen.

El perdón hace parte integrante del sendero espiritual que estamos recorriendo o que
vamos a iniciar, toda vez que este acto de amor tan importante es la llave que abre el
camino de la evolución.

El perdón tiene la virtud de corregir los errores que hemos cometido. Conforme a la ley
según la cual dar es lo mismo que recibir, al perdonar a las otras personas, nosotros
podemos ser perdonados.

Una vez contemplamos el mundo con los ojos del perdón, la conciencia se expande.
Efectivamente, podemos observar que todas las ficciones pertenecen al pasado y que
todo en el universo funciona con base en el amor de DIOS.

Si no perdonas, continúas con la ficción de tu pasado que te tiene encarcelado y no te


deja ser libre. Al perdonar abres un camino muy importante de esperanza y liberación.

En el instante que te haces consciente de que deseas la paz en tu corazón, en lugar de


continuar con sentimientos de culpa, lástima, sufrimiento y dolor, es trascendental que
pruebes con el perdón en él se encuentra la clave de tu felicidad.

El perdón nos hace permanecer en el momento presente que es la única realidad que
tenemos, toda vez que elimina cualquier vestigio de pensamientos negativos que
pertenecen al pasado, o sea al mundo ilusorio.

Cuando perdonamos caemos en cuenta que somos seres de luz y recordamos nuestra
verdadera identidad. Salimos de la oscuridad y regresamos a la resplandeciente realidad
espiritual, por eso es el mejor regalo que nos podemos hacer.

Como ya se dijo antes, es conveniente tener en consideración que el hecho de perdonar


no conlleva a justificar actitudes violentas o abusivas, ni que se aprueben estos
comportamientos. Tampoco impide que se tomen decisiones para modificar situaciones
o proteger los propios intereses.

Con el perdón se adquiere un cambio positivo en cuanto a la manera de ver las personas,
condiciones y circunstancias, que según nosotros han causado el dolor y las dificultades
en nuestra vida.

Al considerar el perdón debemos estar dispuestos a aceptar la responsabilidad acerca


del modo como apreciamos lo que nos ocurre, y a adquirir la plena conciencia de que
somos los creadores de nuestra realidad.

Una vez logramos tener una visión clara sobre los pensamientos pasados, que nos
mantienen encerrados en condición de víctimas de las circunstancias, podemos superar
esas concepciones ilusorias e ingresar a la verdad del ahora con mucha comprensión y
sin temores de ninguna clase.

Cuando no perdonamos el temor se vuelve una constante en nuestras mentes. Es


conveniente recordar que lo que más tememos es lo que más atraemos y más temprano
que tarde esos temores se vuelven realidad: el fantasma de los denominados “presagios”
se materializa y finalmente los vamos a experimentar en nuestras vidas.

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Por eso se debe tener presente que quien se resiste a perdonarse as í mismo y a
perdonar a los demás, vive en duda, en inquietud y en desasosiego permanentes que se
alimentan de un orgullo mal entendido.

De ahí que, sin duda alguna, el verdadero perdón nos exige tener una gran humildad y
una real voluntad de cambio, que nos permita llevar nuestra vida con pleno conocimiento
de lo que estamos realizando. El hecho de que no seamos capaces de perdonar nos
imposibilita llevar una vida íntegra y grata, de donde se originan las dificultades que se
presentan en la vida cuando no queremos acceder a ese maravilloso acto de amor.

Por lo general, no somos conscientes de ello, pero la realidad me ha enseñado que


siempre que nuestra vida no marcha adecuadamente, porque tenemos una imagen
distorsionada de nosotros mismos y de lo que funciona a nuestro alrededor, necesitamos
ejercitar el perdón.

Si tenemos represados en el corazón sentimientos, emociones y pensamientos de


carácter negativo, es muy grande el daño que nos estamos causando, y si nos
empeñamos en no perdonar, es mayor el perjuicio que nos ocasionamos en nuestro
interior.

Esos sentimientos de ira, tristeza, envidia, odio, miedo, lástima y culpabilidad, son los
que más deterioran nuestros niveles físico, emocional, mental y espiritual, y en la medida
en que no se liberan, se siguen alimentando de la misma carga emocional que los
produce, y como lo sabemos es muy grande el daño y el dolor que acarrean. Al llevarlos
en el corazón nos estamos envenenando y las consecuencias son nocivas para nuestra
integridad.

Por eso es que el remedio milagroso más grande y eficaz con que contamos y que
tenemos al alcance de las manos es la práctica del perdón hacia nosotros mismos y hacia
las demás persona que consideramos nos han ocasionado las dificultades que nos
martirizan.

Al tomar la decisión de iniciar el proceso del perdón, empezamos a purificarnos y a liberar


esa carga emocional, a entender que no estamos separados de las demás personas, y a
experimentar unos cambios radicales en la vida que nos conducen a percibir nuestra
unión con el SER SUPREMO y con todo el producto de su creación.

Entonces el perdón es un acto de la voluntad, de contenido espiritual, que se convierte


en el sentimiento más grandioso, en el más puro amor.

Como quiera que no estamos separados de los demás seres humanos, una vez elegimos
perdonar, se produce un efecto mágico que permite que al cambiar las actitudes con
nosotros mismos, el proceder de las otras personas para con nosotros también se
modifica favorablemente.

Esto se ocasiona debido a que, como ya se advirtió, no nos encontramos separados los
unos de los otros. Todo lo contrario, todos somos uno, y llegamos a ser conscientes de
esto en el instante en que practicamos la dinámica del perdón.

A través de ese acto sublime, logramos quitarnos una gran cantidad de sistemas de
orden negativo, que nos conducen a culpar a los demás y a llevar impresos en nosotros
sentimientos de culpa.

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Al culpar a las demás personas de lo que nos sucede, los hacemos propietarios de
nuestra vida y les otorgamos, en consecuencia, un gran control que por obvias razones
no deberían poseer.

Todas y cada una de las situaciones que acontecen en la vida, ocurren con el fin de
traernos una enseñanza, de darnos un aprendizaje y de inspirarnos una luz para caminar
por el sendero que nos conduzca al verdadero hogar espiritual, y las hemos creado
nosotros mismos para nuestro aprovechamiento.

Es cierto que la razón del resentimiento y de la amargura se ubican siempre en el pasado,


y liberarnos de éstos con el perdón es sanarnos ahora de ese pasado que es ilusorio, lo
cual traduce avanzar hacia una libertad que nos independiza de las ataduras del ayer.

Con el perdón podemos alcanzar la paz interior que tanto anhelamos, logramos modificar
nuestro sendero y el de los demás en relación con nosotros y nos podemos ubicar en
equilibrio con el universo y en armonía con DIOS.

Al darnos cuenta que somos los creadores de nuestra propia vida y al volvernos
conscientes de las creaciones, nos queda más fácil dejar a un lado los sentimientos y
pensamientos negativos que pertenecen a un pasado, que viene a ser una creación
ilusoria de la mente.

Al perdonar lo estamos haciendo en el presente que es la eternidad, que corresponde al


aquí y ahora eterno, que nos conduce a la plenitud, al amor y a la libertad, teniendo en
cuenta que nada sucede por casualidad, puesto que las casualidades no existen en el
universo. Desde luego, lo que nos acontece tiene su fundamento en la ley de causa y
efecto que es una ley universal: lo que siembras es lo que recoges.

En efecto, en el tiempo que logramos liberarnos de esa carga emocional que nos
mantiene atados con el pasado, nos percatamos que todos somos uno, que todos somos
amor, que somos los hacedores de nuestra vida, y que por lo mismo no somos víctimas
de un destino malévolo o que tenemos mala suerte.

Es por todo esto que el perdón constituye un medio supremamente válido y eficaz para
descubrir y experimentar el amor en toda la existencia, ya que se convierte en el rayo
de luz que alumbra los pasos en nuestro recorrido espiritual.

Todo eso hace que el ahora se convierta en una circunstancia permanente de felicidad.

Sólo mediante el perdón aprendemos a crecer espiritualmente, porque es la clave para


conocer el verdadero origen, y nos lleva a entender la realidad que nos proporciona la
fortaleza para obligarnos efectivamente con las pruebas que de cualquier naturaleza se
nos presenten.

Una técnica apropiada y que produce efectos extraordinariamente liberatorios, es la que


se realiza simbólicamente con una rosa y con una llama que produce una vela, las que
depositamos imaginariamente en nuestro corazón.

El ejercicio se desarrolla para perdonarnos a nosotros mismos de los sentimientos,


pensamientos y emociones negativas que cargamos en nuestro interior, y para perdonar
a otra u otras personas, por un daño que creemos nos han ocasionado.

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Al iniciar esta práctica, debemos recordar totalmente el incidente o la situación a la cual,
con plena conciencia, atribuimos el origen de esa carga emocional que reposa en nuestro
interior.

Una vez identificamos el sentimiento que decidimos perdonar, como por ejemplo: la
rabia que nos ha causado una persona o la que experimentamos frente a una
determinada situación, nos encontramos, preferiblemente con los ojos cerrados, en
forma relajada y plenamente conscientes de lo que estamos haciendo, procurando
recordar el mayor número de detalles posibles; a continuación visualizamos una rosa,
con su tallo y sus espinas, del color que en ese momento nos imaginemos o nos proyecte
la mente, y una llama, que produce el fuego de una vela, también del color que
deseemos.

En el evento en que el perdón esté dirigido a nosotros mismos, nos proponemos


mentalmente a repetir lo que en ese instante nos vamos a perdonar, por ejemplo: “me
perdono la rabia que me ocasionó esta persona o esta situación..”, y al mismo tiempo
vamos guardando en nuestro corazón la rosa y la llama que hemos elegido para este
proceso.

Es entendido que cuando la rosa y la llama se han depositado en nuestro corazón


podemos tener la seguridad de que hemos adelantado en forma adecuada la dinámica
del perdón.

E la misma manera, si estamos perdonando a otra persona, al tiempo que repetimos


mentalmente: “perdono el proceder o la actitud de esta persona...”, debemos guardar
en el corazón a esa persona conjuntamente con la rosa y la llama que hemos escogido.

Debo anotar que la rosa, que es la flor del rosal, bastante conocido por su hermnosura
y suave olor, compuesta de muchos pétalos colocados alrededor de un botón, en forma
de corona, representa simbólicamente el cuerpo físico, y la llama que es la masa gaseosa
en combustión que despide luz de varios colores, equivale en forma simbólica al cuerpo
espiritual.

Cuando notamos que existe algún tipo de dificultad para hacer el ejercicio, esto significa
que la carga emocional está muy adherida en nuestro interior, caso en el cual debemos
persisitir y repetir la dinámica para obtener finalmente lo proyectado.

En la medida en que nos hacemos más conscientes, tenemos la posibilidad de reconocer


nuestros errores y deficiencias, lo que conlleva que expandamos la mente y podamos
practicar el perdón hacia nosotros mismos y hacia los demás.

El perdón se identifica plenamente con el amor, precisamente porque el perdón es


eminentemente un acto de amor.
En tal circunstancia, el perdón constituye un acto exclusivamente incondicional, que
representa un proceder lleno de humildad y de caridad.

Es fundamental definir claramente cuáles son los sentimientos y emociones de orden


negativo que teneos contra nosotros mismos o contra una determinada persona. Luego
de que los tenemos absolutamente definidos, podemos proceder a los ejercicios
mencionados.

Cuando te perdonas o perdonas a alguien por haberte lastimado, realizas una cirugía
espiritual dentro de tu alma.

El Perdón 6
Tomado del libro SOMOS UNA GOTA DE DIOS, autor Carlos Villalobos Alvarado,
páginas 135 - 148

Investigación y edición de Rafael E. Hurtado Mantilla

San José de Cúcuta, Octubre 3 de 2005

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