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"Seréis invocados", dijeron a sus padres, cuyos corazones se sintieron reconfortados. "Seréis los primeros en ser enaltecidos,
los primeros en ser adorados por los hijos esclarecidos, los engendrados en la luz. Vuestro nombre no se perderá. Así sea."
POPOL VUH
El Popol Vuh es conocido como el libro sagrado de los mayas, aunque en realidad es un libro que
aborda los mitos y la genealogía de un pueblo mayence en particular: los quichés, que dominaron en las
Tierras Altas de Guatemala entre el siglo XIII hasta la Conquista española, en 1524; sin embargo, de su
lectura se desprende la cosmovisión de esa cultura que surgió entre el tercer o segundo milenio a.C. en
esa misma zona, donde tuvo su origen el maíz, base alimenticia de la antigua América (Morley, 1947).
Los quichés constituyeron uno de los numerosos reinos mayas que florecieron en el periodo llamado
Postclásico, después de la rápida decadencia de las civilizaciones del Clásico (entre los años 800 y 830
de la presente era) en las Tierras Bajas del sur.
Los periodos
Ante la ausencia de documentos escritos o legibles por los historiadores, y a falta de una cronología
precisa para hacer la historia de las civilizaciones mesoamericanas, a mediados del siglo XX se adoptó
la periodización arqueológica, que parte de criterios materiales y evolutivos para valorar el desarrollo de
esas culturas.
En general, existen tres periodos, al que se agrega uno histórico a partir de la Conquista:
- . Preclásico (entre 2500 y 200 a.C.), que abarca desde la aparición de los primeros
asentamientos agrícolas hasta la formación de las primeras ciudades y la adquisición de sus principales
rasgos culturales.
- . Clásico (entre los años 200 a.C. y 909 d.C.), en el que se alcanza el apogeo cultural
de los mayas, con rasgos definidos de su arquitectura y cerámica, la organización de complejos reinos
teocráticos y sus máximos logros culturales: calendarios, astronomía y el desarrollo de una escritura
jeroglífica fonético-silábica. Concluye con la desaparición de estos reinos y el abandono de la
construcción de estelas y monumentos con fechas del calendario de cuenta larga en 909 d.C.
- . Postclásico (entre el 909 y la Conquista), sigue al declive de las culturas clásicas con
una pérdida relativa de los logros alcanzados en ese periodo -entre ellos, el calendario de cuenta larga-
y la conformación de pequeños estados, que luchan entre sí por la hegemonía hasta que son destruidos
por la Conquista. Estos tres periodos se subdividen a su vez en Temprano, Medio y Tardío.
- . El cuarto periodo es el actual, donde esos pueblos coexisten con la cultura
occidental, que León-Portilla denomina "prepotente".
La civilización maya se desarrolló en una área de aproximadamente 325000 kilómetros entre México y Centroamérica, que se
divide en tres zonas geográficas o naturales: las Tierras Altas del sur, entre el Océano Pacífico y la cordillera del istmo
centroamericano; las Tierras Bajas del sur, o zona central, en la cuenca interior del altiplano del Petén, en la actual Guatemala,
y sur de la península de Yucatán, Tabasco y Chiapas, y las Tierras Bajas del norte, en el extremo septentrional de la citada
península.
Simon Martin y Nicolai Grube, Crónica de los reyes y reinas mayas, Planeta, México, 2002.
Otros indicios arqueológicos de esta decadencia son las numerosas inscripciones referidas a las
guerras, la disminución en la construcción de estelas y monumentos, la baja productividad de cerámica
de calidad y, por último, el rápido abandono de las ciudades.
Otras hipótesis sobre el colapso postulan además desastres naturales como los huracanes o pestes,
la degradación ambiental por la explotación desmesurada de los recursos naturales y de la tierra, con el
método de tala y roza (o quema del campo). Asimismo, se habla de la invasión de grupos provenientes
del norte (toltecas) y de las tensiones y divisiones sociales entre las elites de las mismas ciudades-
estado, que, sumadas a las guerras, debilitan al poder central.
El Postclásico
Entre las hipótesis de lo que ocurrió después de esta decadencia, se cree que algunos grupos de la
población de estos "reinos perdidos" se desplazaron hacia el norte, a lo que actualmente son Belice,
Quintana Roo y Yucatán, mientras otros grupos lo hicieron hacia el sur, a las tierras altas de Guatemala.
Sin embargo, investigadores como Nalda aseguran que no existen indicios para afirmar que hayan
ocurrido tales desplazamientos masivos en la zona.
De acuerdo con la primera teoría, los grupos migrantes se fundieron con otros pueblos mayences y
rehabilitaron viejas ciudades, como en Yucatán, o fundaron nuevas. Pero la mayoría de estas nuevas
urbes estaban ya alejadas de las características que distinguían a las civilizaciones del Clásico y tenían
una fuerte influencia de grupos de ascendencia tolteca.
En el Postclásico Tardío ocurre una recomposición de las formas de dominio centralizado y
militarizado, primero en Chichen Itzá y más tarde en Mayapán, que a su desintegración queda
fragmentado en los cuchcabal, especie de provincias autónomas que comparten el poder político,
económico y religioso.
Antonio Benavides llama "liderazgo disperso" o "descentralización" a este modelo, y sostiene que
una "integración política exitosa y adecuada debió basarse en un control distribuido en varias manos y
no sólo concentrado todo en una sola elite rectora". Este tipo de organización, extendido a casi todo el
Postclásico, es el que permite sobrevivir y resistir con éxito a los pueblos de la región del lago Petén
Itzá, hasta la entrada de los españoles a Tayasal en 1697.
Los quichés
Los quichés, con capital en Gumarcaaj o Cumarcaaj, que los mexicanos llamaron Utatlán, se
contaban entre los pueblos más importantes de las Tierras Altas desde el establecimiento de su linaje
en 1225 con el rey Balam Quitzé, uno de los cuatro primeros hombres de maíz creados por los dioses,
según el Popol Vuh, y mantuvieron su influjo mediante guerras o alianzas matrimoniales, por el
comercio o peregrinaciones religiosas, sobre los otros pueblos.
Los cakchiqueles, quienes fueron sus vasallos hasta 1470 y les disputaban la hegemonía de la zona,
les seguían en importancia y regían desde su capital Iximché, llamada Quauhtemallan por los
mexicanos; los habitantes de Mixco Viejo y Chinautla Viejo dominaban la zona pokomam; los tzutuhiles
controlaban la zona del lago Ati-tlán, y Zaculeu era la capital de los mames (Benavides, 1998).
Sobre su origen, de acuerdo con las teorías de la década de los sesenta, los quichés son
descendientes de una tribu tolteca que emigró desde Tula (actualmente en el estado de Hidalgo,
México) a Guatemala, después del colapso de esa ciudad, entre 960 d.C. y 1220 d.C., lo cual explicaría
la afinidad artística de Utatlán, la última capital quiché, con Teotihuacán y los mexicas (Girard, 1962).
Coe apoya la tesis de la peregrinación desde la Tula mexicana, con base en lo que los mismos
quichés y cakchiqueles cuentan en sus historias del origen, donde, interpreta el investigador, "afirmaban
haber llegado de occidente, desde México" (Coe, 1990).
ESPACIO SAGRADO
Como en todo pueblo antiguo, el mundo es una creación divina y, por tanto, en la naturaleza se expresan las diversas
divinidades, pero entre los mayas se divide en cuatro rumbos (los puntos cardinales de Occidente) y un centro, que guardan
relación con los movimientos solares. Asimismo, los tres niveles del mundo: cielo, tierra e inframundo, se relacionan con los
dioses de esos ámbitos, cuyos representantes son los animales y plantas que los pueblan. (Abajo, representación de dioses en
el Códice Dresde. Maria Sten, 1978).
Pero, según Benavides, el Tollan que se menciona en el Popol Vuh y en Los anales de los xahil o
cakchiqueles es mítico y en realidad se refiere a Chichen Itzá; asimismo, la Serpiente Emplumada de
quien se habla es el rey Nacxit-Xuchit, que se daba a sí mismo ese título, Kukulkán, en maya yucateco;
Gucumatz, en quiché (Benavides, 1998).
Por otra parte, Mercedes de la Garza ha señalado que el culto a la Serpiente Emplumada es más
antiguo que la influencia de los grupos toltecas en el Postclásico y que incluso se remonta al periodo
Preclásico, en Izapa (De la Garza, 1984).
Sean inmigrantes provenientes de México o del Chichen Itzá mexicanizado, diferentes estudios
reconocen que las influencias de los extranjeros o yaquis no eliminaron la continuidad de la cultura
maya sino, por lo contrario, se incorporan a ella de manera natural. Así, esta toltequización de lo maya
implica sobre todo una absorción de la lengua y de la cultura locales por los inmigrantes de origen o
influjo mexicano (Rojas, 1992).
Conclusión
El Popol Vuh es uno de los grandes libros que nos hablan, desde el pasado, sobre los orígenes de la
civilización humana, acerca del tiempo primigenio cuando los hombres aún buscaban la unidad y la
armonía con la naturaleza y lo sagrado, cuando trataban de entender con humildad las potencias que
mueven al Universo y determinan el sentido de la existencia. Desde esa perspectiva, se trata de una
obra con preocupaciones universales.
Pero al mismo tiempo es una obra que nos habla de la cultura de unos hombres en particular, de un
tiempo y un espacio específicos, de sus logros materiales y espirituales, de sus derrotas, y de cómo,
con espíritu épico, fundaron dinastías y formas de ver el mundo y concebir la historia, incluso cuando la
historia parecía haber terminado para ellos.
En fin, que el llamado libro sagrado de los mayas sigue hablando desde una perspectiva poética de
todo eso que constituye una raíz viva, una tradición cultural vigente más allá de las destrucciones del
tiempo y las soberbias del poder.