mas elevado, un estadio en el que tienden a coineidir la
felicidad humana y la perfeccién moral. Se trata del Ende-
weck, el propésito final, de la creacion en general. Pero
este propésito no es una conclusién y Kant atacé con
mordaz ironia esta idea en uno de sus textos mas joviales,
Das Ende aller Dinge [El final de todas las cosas], en que
sefiala -mostrandose abiertamente en contra de las con-
cepciones cristianas sobre el Juicio Final~ el peligroso
absurdo implicito en las fantasias morales del fin de los
tiempos." No se ha escrito ningtin comentario realmente
bueno sobre este texto. Meta y final definitivo son dos
términos diferenciados en esta tradicién, asi como en el
lenguaje comun. El concepto del fin de Ia historia, con
toda su ambigtiedad contemporanea, debio aguardar su
traduccién al francés: el fin de l'histoire de Kojéve pasé a
significar algo nuevo y distinto.
Si de la sintesis hegeliana se desprende mas una con-
sumacién filoséfica que un estado social definitivo, no
deja de ser admisible que aquélla implique en principio
una variante de éste. ¢Cual era entonces para Hegel el
sistema politico que encarnaba la realizacién de la razon!
13. Vease Werke, vol. 8, Berlin, 1912, pp. 327-339. Kant escribié
este singular documento en visperas de recibir la censura de la monar-
‘quia prusiana por socavar la autoridad religiosa: este texto coneluye
sugiriendo impadicamente que la imposicion oficial de la ortodoxia
conduciria a un rechazo tal de la doctrina cristiana que el resultado
seria el imperio mismo del Anticristo, acabando con Ia vocacién del
cristianismo de convertirse en una religion universal ~sel (perverso)
fin de todas las cosas», En sus Comjeturas sobre ef origen de la historia
nana, Kant subtitula una de las secciones «Beschlu8 der Geschieh
tee [Revolucion de la historia), pero lo que esto significa es el fin de
los primeros pasos en el desarrollo social, que son ef objeto de su
exposicion (pues deja a la humanidad en el estadio en que los néma-
das y los agricultores comienzan a agruparse), y obviamente no el fin
de la historia como tal, que es lo que se ha sugerido equivocadamente
en algunas ocasiones.
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¢Se puede describir como un orden institucional liberal?
Gran parte del interés que suscita el pensamiento politico
de Hegel nace de la dificultad de dar una respuesta senci
lla a esta pregunta. Esto se debe en parte a los desplaza
mientos cronologicos que ha sufrido su filosofia politica,
pero sobre todo a su complejidad esencial. Si nos atene-
mos al criterio mas relevante, la vision politica de Hegel se
amalgama con el liberalismo europeo de su época. Este
consideraba crucial el mandato de la ley, tal como lo
entendian sus contemporaneos; un orden publico que ga-
rantizase al individuo sus derechos a la libertad personal, a
la propiedad privada y a Ia expresion sin trabas, ademas
del acceso, segiin sus capacidades, a los oficios del estado.
Tal liberalismo no era, por supuesto, democratico, ya que
temia el dominio popular y rechazaba el sufragio univer
sal. En esto Hegel no constituia ninguna excepeién. Por lo
tanto resulta un anacronismo adjudicarle la paternidad de
Ja democracia liberal: como cualquier otro liberal de su
época, era mas bien un monérquico constitucional. Sin
embargo, en la medida en que habia de presentarse una
continuidad evidente, tanto tedrica como institucional,
entre el Rechtsstaar y el Volksstaat en el posterior desarro-
Ho del capitalismo, cuando el gobierno restringido por los
preceptos legales se fue translormando en la democracia
representativa modema, puede considerarse que Fukuya
ma reclama para Hegel, en una exposicion comprimida, el
haberse anticipado a ello. Ciertos rasgos caracteristicos
del pensamiento politico hegeliano se ven oscurecidos en
el libro de Fukuyama no tanto por su distancia respecto a
las normas democraticas del siglo XX, sino porque diver-
gen en algunos puntos de los supuestos generales del
liberalismo decimonsénico.
El primero de ellos es la erftica a toda nocién atomisti
ca de la ciudadania o concepcién instrumental del Esta-
do, Como heredero de la cultura de la Hustracién, Hegel