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Se llama Víctor Massuh. Es doctor en filosofía, casado, una hija. Es profesor titular de
filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Sus principales libros fueron “La libertad
y la violencia”, “Sentido y fin de la historia”, “Nietzsche y el fin de la religión”.
Actualmente tiene un libro en impresión: “Nihilismo y experiencia extrema”. ¿Cuál es
la esencia de la crisis argentina? ¿Por qué estamos como estamos? De pronto, un día
casi nos convencimos de que cuando la gente pudiera expresarse y el Poder tuviera
representatividad no iba a existir la violencia y casi todos íbamos a ser felices. La
violencia está y el desasosiego aumenta. Todo esto se charló la noche del 6 de octubre
de 1975.
Víctor Massuh: Uno de los males argentinos sería la falta de memoria. Me parece
que los argentinos -todos nosotros- no tenemos sentido histórico; somos un pueblo sin
memoria, y cuando digo un pueblo sin memoria estoy señalando básicamente que no
tenemos la idea de la continuidad de los hechos históricos en el tiempo. Más que en la
continuidad nosotros los argentinos preferimos pensar en la ruptura. Al no tener
sentido histórico y ser un pueblo sin memoria, quiere que estamos permanentemente
comenzando. Al estar comenzando estamos viviendo al día, o sea que estamos en un
eterno presente, y en este sentido nos encontramos con algunos fenómenos tales como
el de un funcionario que al asumir su tarea recibe la expectativa de toda la comunidad
que espera que realmente haga el milagro. Por supuesto a los quince días estamos
decepcionados y estamos también nosotros pensando en la ruptura. Por otro lado, esta
funcionario también cae en la trampa de la falta de sentido histórico y considera que
él debe operar una modificación substancial. Se trata de un funcionario que también
niega el pasado. Diría que el condicionamiento negativo de nosotros, cuando
asumimos una función importante, es entrar a negar todo el pasado. No pensamos en
términos de continuidad y, por supuesto, este funcionario se olvida que él es un
transeúnte fugaz en su gestión y, sin embargo, insiste en modificaciones substanciales.
O sea, cuanto más precario es el tiempo o la duración de sus funciones, mayor es la
modificación que quiere operar en esta tarea. Ahora, si efectivamente nosotros
decimos que los argentinos estamos permanentemente comenzando por la falta de
sentido histórico, quiere decir que estamos también permanentemente repitiendo.
Siempre estamos comenzando, siempre repitiendo, y en este sentido la imagen que
damos del país es la de un sainete mal escrito, en el que de pronto desalojamos a un
protagonista, como villano, por una puerta y luego, en la otra escena entra como héroe
por la puerta siguiente. A quien desalojamos como villano sabemos que volverá luego
como héroe, y entonces nos encontramos en una especie de eterno retorno, y el eterno
retorno es sencillamente una movilidad que no es otra cosa que inmovilismo. Es lo
que nos caracteriza a los argentinos.
Neustadt: Mire qué curioso: se van a cumplir 30 años del 17 de octubre de 1945.
Hace treinta años, los argentinos divididos en peronistas y no peronistas decidía que
Perón debía volver al Poder y otros que no debía volver. Y ahora ya estamos otra vez,
treinta años después, con otro 17 de octubre planteándonos el tema de si la señora
presidente debe volver o no debe volver. La situación es casi parecida. Sólo hay un
cambio: los que discrepan si debe o no volver son los propios peronistas... Hablemos
de otra cosa. Dígame, Massuh, ¿la inteligencia en la Argentina tiene algún valor?
Neustadt: A los argentinos les va bien todavía, al país no le va bien. Tenemos buenos
futbolistas, no tenemos buen fútbol; tenemos buenos universitarios, no tenemos buena
Universidad; ¿qué pasa?
Massuh: En este sentido tal vez yo intente una reflexión que no sea específicamente
política, sino más bien una reflexión que puede hacerse en otro campo. Mi
interpretación del peronismo es muy particular. Si partimos del caso Perón, pienso que
Perón ha representado en la Argentina un fenómeno religioso; en otras palabras, creo
que expresó la religiosidad que se permite un país que es indiferente a la religión, o,
de otro modo, podemos decir que la apatía, que muchos argentinos manifiestan con
respecto de la religión, fue la que indirectamente alimentó la fe multitudinaria y
entusiasta que se cerró en torno a la figura de Perón. Es decir, fue una especie de
sustituto. Por otra parte esto es lo que hizo de Perón no sólo el líder de un movimiento
político sino el abanderado de una cruzada, un hacedor de milagros, un profeta de una
religión vernácula, un ser sobrenatural... Esto es lo que por supuesto hizo que los
adversarios de Perón la pasaran muy mal, porque los adversarios de Perón fueron
solamente políticos. ¿Qué ocurre cuando este dios muere...? Se sabe que el carisma no
se hereda. Eso lo dijo Max Weber hace cincuenta años y esto ahora lo comprobamos
fehacientemente. En este sentido cunde el desconcierto en su movimiento, cunden los
cismas, la lucha de los herederos sin carisma, la desintegración que hoy vemos. Frente
a esta figura que falta, ¿cuál es el destino del peronismo en el país? Los emocionales,
sin duda, asumirán la figura de Perón, le guardarán una lealtad interior y la
purificarán. Eso me parece una actitud respetable. Lo convertirán en un acto de fe
secreta. Por otro lado, los racionales, o sea aquellos que están asumiendo el peronismo
en un plano de racionalidad, pasarán a la realización de la autocrítica. Eso en buena
medida ya se hace y me parece muy bien que se haga. Pero me parece que esta
autocrítica se queda a mitad de camino. Es necesario dar un paso más. La autocrítica
debe tocar, incluso, a Perón mismo, porque pienso que existe un nexo causal entre la
figura de Perón y muchos de los males actuales. No podemos tapar el cielo con las
manos. Eso lo saben los peronistas y los que no lo son. Me parece que esta autocrítica,
que debe incluir a Perón, es un ejercicio muy saludable para el peronismo. No lo hace
el peronismo porque considera que se va a desintegrar, y a mí me parece que se va a
fortalecer. Porque a partir de detectar en qué medida Perón aparece como el origen de
muchos males actuales, es que el peronismo va a tocar ciertas fuentes, cierto
sentimiento argentino que precedió a Perón; y en ese sentido logrará el peronismo
ciertos puentes racionales de comunicación con el resto del país.
Neustadt: ¿Qué pasa con el terrorismo, con el extremismo? ¿Qué es? ¿El fin de una
cultura? ¿Por qué esta sociedad está tan indefensa? ¿Qué es lo que pasa?
Massuh: Son algo que nos mueve al dolor, profundamente. Creo que son la expresión
de una cultura enferma. Creo que el extremismo no es más que la expresión de la gran
enfermedad de nuestro tiempo, el nihilismo. El nihilismo significa la exaltación de la
destrucción como un fenómeno creador. Esto sea que el puro destruir es en sí mismo
el ejercicio de crear. En segundo lugar, es la negación del sentido sagrado del hombre;
mejor dicho, la negación de la sacralidad de las criaturas. Cuando un hombre exalta la
destrucción como un absoluto y, por otro lado, pierde el sentido de lo humano como
sacro, en ese sentido está en el ser del nihilismo. Ese nihilismo es el que genera,
justamente, a estos movimientos que son evidentemente destructivos, cuyos cultores
son los enamorados de las tinieblas, los místicos de las sombras, de la pura
destrucción. Frente a ellos no hay otra salida que la de aquellos que toman partido por
la vida o por el amor, y con intensidad, elevando a un nivel del heroísmo el tomar
partido por la vida y no por la muerte, y en este sentido, sin duda, llegará un momento
que las tinieblas y sus ángeles exterminadores se tendrán que batir en retirada.
La noche del 6 de octubre de 1975 no terminó allí. Las reflexiones de Víctor Massuh
entusiasmaron al auditorio. Fue necesario un bis. El día 20 del mismo mes volvió a
Tiempo Nuevo.
Massuh: No creo que en lo substancial nos convenga. Podría decir que el argentino
vive en un desorden real, pero también en un orden imaginario. Mejor dicho, en la
realidad, el argentino está presionado por la desintegración; está en buena medida
pobre, impotente, pero en el plano de la ficción hablamos de una Argentina Potencia.
En el plano de la realidad no nos alcanzan los sueldos, falta trabajo, pero en la ficción
nos engolosinamos con el hecho de tener la mejor legislación laboral del mundo... En
el plano de la realidad los argentinos dirimimos nuestros problemas a tiros, pero en el
término de la ficción hablamos de “comunidad organizada”. En la medida en que
estemos encubriendo la realidad, por medio de la ficción, no podremos superar el
caos. Por otro lado, cuando pienso en la administración pública, en esa administración
actual, observo que, por lo general, no se siente responsable del caos. Ejercita una
actitud escapista en virtud de lo cual está buscando las causas del caos en el siglo
pasado, en el liberalismo, en las últimas décadas, en las influencias foráneas, etc.
Neustadt: ¿De algún modo usted entiende que el Gobierno es responsable del caos
que estamos viviendo?
Neustadt: Claro, y desde ahí hay que partir de la base de que si es que no se sabe o no
se puede. ¿Por qué hace años que nos hamacamos en esta idea madre, que es casi
excusa, de que no tenemos clase dirigente... que no tenemos, que no queremos
tenerla...?
Neustadt: Podríamos decir que aquí se vuelve a dar, a mi juicio, esa frase tan ajustada
de que en la Argentina la viveza ha usurpado la inteligencia...
Massuh: No. Hasta donde mi condición de ser humano y de hombre con estructura
ética me lo permite. Una neutralidad total no es posible. Se trata, sí, de una cierta
objetividad en el plano del pensamiento, que acaso es una forma de estar
comprometido éticamente.
Massuh: Por supuesto que no. Perón mismo se ha resistido a la posibilidad de que su
imagen sea sustituida por otra. Es él quien ha señalado la importancia de sustituir la
etapa gregaria del peronismo con una etapa que corresponda a la organización, lo cual
significa enfatizar un poco el componente doctrinario; es pensar que el peronismo
debe convertirse en doctrina. Un movimiento populista, si está pensando en su
mejoramiento, debe destacar su componente doctrinario, porque el ejercicio de la
razón es un ejercicio evidentemente liberador.
Neustadt: ¿Cuando un peronista recurre a expresiones de Perón cada vez que tiene su
planteo, está, de algún modo, elaborando la doctrina?
Neustadt: Es decir, que los que, de algún modo, pregonan un nacionalismo folklórico
y se quedan en nacionalismo de medios y no de fines, no están armando una cultura
sino un pasatiempo...
Neustadt: Ahora quisiera que me hablara de dos temas que hace tiempo nos vienen
preocupando: el nihilismo y el individualismo de los argentinos.
Massuh: Sí, soy completamente individualista. Y se lo puedo decir por dos razones
que yo vivo entrañablemente. La primera es cultural: considero que hay una
concepción que define al individuo como el hombre solo poseyendo una dignidad
absoluta. Un hombre solo que posee una dignidad absoluta es aquel que no debe ser
subordinado ni sometido a la Nación, al Estado, a la Historia ni a ninguna instancia
colectiva. Esta concepción, esta idea del individualismo, está en el corazón del
cristianismo, de las formaciones más refinadas del pensamiento árabe y judío
medieval; está en el corazón de los místicos y de los caballeros españoles y la ha
desarrollado Miguel de Unamuno bajo la forma del “hombre de carne y hueso”. En
nuestro país, entra a través del personaje de Cruz, del “Martín Fierro”; ha sido
elaborada por Macedonio Fernández, Scalabrini Ortíz, Ernesto Sábato y Vicente
Fatone, o sea que está en el corazón de la cultura argentina. Al mismo tiempo, esta
valorización del individuo que es la exaltación del hombre solo poseyendo la dignidad
absoluta, es la que está también en la base de la acción de los grandes pioneros
argentinos, los que decidieron crear la industria, realizar empresas, colonizar el
interior sin pedirle permiso al Estado y sin contar con su protección. Por otro lado, me
siento absolutamente individualista porque considero que no hay un mejoramiento de
los demás que no se haga a partir del mejoramiento de uno mismo. Me siento harto de
estos redentores que quieren salvar a los demás, de estos dirigentes que se “sacrifican”
por el pueblo, de personas que quieren luchar por la felicidad de todos, pero que
cuando uno los conoce y los ve de cerca, cara a cara, observa que son seres
mediocres, que son seres maltrechos del alma, viciosos, llenos de limitaciones,
neuróticos, que no son capaces de hacer el menor esfuerzo incluso a favor de sí
mismos. En ese sentido, recuerdo una anécdota que Victoria Ocampo, una gran amiga
a quien quiero y admiro mucho, cuenta en un libro. Mahatma Gandhi estaba en una
reunión de prensa y un periodista enconado lo reprochó: “¿usted no se siente un ser
que está monopolizando el mejoramiento del universo?” Y Gandhi, con toda
modestia, le contestó: “De ninguna manera. Yo solamente asumo el monopolio del
mejoramiento de mí mismo. Y ya eso es una tarea demasiado difícil”.
Bernardo Neustadt