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Resumen
Las causas son múltiples, pudiendo agruparse en las de origen congénito, inflamatorio,
tumorales y otras (litiasis, papilitis).
Introducción
En esencia, constituye una alteración obstructiva de aquella parte del aparato del sistema
nefrourinario tapizado por urotelio, cuyo habitual mecanismo muscular liso, con su
característico bolus craneocaudal desde el riñón hacia la vejiga de transporte de la orina se ve
interrumpido por causas orgánicas o funcionales.
Una vez se encuentra la orina en la vejiga, se almacena con bajas presiones y mediante un
sistema valvular funcional a nivel de la unión ureterovesical se impide el reflujo vesicoureteral.
La eliminación de la orina al exterior del organismo está facilitada por la coordinación de los
mecanismos de vaciado vesical y la apertura esfinteriana en un trayecto uretral
morfológicamente normal.
La alteración de todos o alguno de estos mecanismos están presentes en los cuadros de UO,
independientemente de su etiología o localización. El factor tiempo y el nivel de la obstrucción
habitualmente son determinantes para considerar la reversibilidad del daño producido a la
funcionalidad renal.
Etiología
Por ello, es imprescindible contemplar aquellos aspectos que implican gravedad y pronóstico
del daño.
Estos aspectos han de aplicarse a las distintas causas, que se detallan en la tabla 2, de modo
que permitan establecer criterios de gravedad y recuperabilidad. Han de considerarse, dentro
del diagnóstico diferencial, aquellas situaciones o causas definidas como equívocas de
obstrucción del tracto urinario superior que simulan en los métodos de imagen dilatación de la
vía excretora, sin que ello provoque necesariamente alteraciones de la presión intrarrenal ni
funcional, como ocurre en algunos casos de síndrome de la unión pieloureteral, megauréter
primario, derivaciones urinarias, pieloplastias, postinfecciones, embarazo o displasias del
sistema urinario.
Fisiopatología
Los cuadros de obstrucción del tracto urinario pueden ser tanto unibilaterales como
bilaterales, y en este último caso o si se trata de un paciente monorreno puede
desencadenarse una situación de anuria. En la fase aguda de la UO unilateral en caso de
existencia de dos unidades renales, el flujo plasmático renal no se ve afectado por la
compensación del riñón no afecto. En una fase posterior, el daño tubular se inicia alrededor de
cinco minutos después de la obstrucción debido al incremento de la presión intratubular.
Progresivamente, este aumento de presión es transmitido a la cápsula de Bowman
(incremento de prostaglandinas y prostaciclinas) determinando una disminución de la presión
hidrostática intravascular, del flujo plasmático renal y consecuentemente del grado de filtrado
glomerular. Este daño no puede considerarse aún irreversible, y lo será en razón a la
transitoriedad o no de la obstrucción y del hecho de que sea completa o no.
Un cuadro de UO provoca cambios funcionales a nivel del túbulo distal alterando el proceso de
acidificación, la reabsorción de sales e incluso la falta de respuesta a la hormona antidiurética.
Desde un punto de vista histopatológico, una obstrucción mantenida del tracto urinario puede
desencadenar lesiones irreversibles de las células de los túbulos (fibrosis, atrofia y muerte). El
proceso de obstrucción del tracto urinario superior determina una hidronefrosis que se inicia a
nivel de los cálices y posteriormente la pelvis renal y el uréter.
Al considerar las alteraciones que aparecen más precozmente en la UO aguda (UOA), puede
apreciarse en la fase inicial del aumento de la presión intraluminal un inmediato aumento del
flujo plasmático renal, que en un periodo posterior tiende a estabilizarse, hasta una final en la
que desciende tanto la presión como el flujo plasmático, siendo este descenso más manifiesto
a partir de la primera semana. Las alteraciones progresivas de la obstrucción producida
condicionan sobre la resorción tubular, con el paso del tiempo, alteraciones en las
concentraciones urinarias de creatinina, urea e iones que la equiparan con los niveles
plasmáticos, manifestándose finalmente como una incapacidad para la concentración de la
orina, debido a los trastornos en el asa de Henle y una acidosis tubular renal.
Desde el punto de vista de la presentación clínica, el cuadro más habitual suele ser el dolor. En
la infancia, las causas más frecuentes son aquellas relacionadas con la patología congénita. En
la edad adulta, la litiasis, la patología prostática, la tumoral y la inflamatoria, por este orden,
constituyen el mayor porcentaje. De ellas y de su localización dependerá fundamentalmente la
sintomatología.
Este dolor lumbar suele irradiarse hacia el hemiabdomen ipsilateral, zona del trayecto ureteral
y región genital, según la localización u origen de la obstrucción. Las causas de obstrucción de
la vía urinaria superior, externas a la luz de la misma (obstrucción ureteral extrínseca),
ocasionan un dolor menos intenso, dada su aparición más gradual, aunque igualmente cólico.
El dolor agudo suele estar acompañado por síntomas como náuseas, vómitos y un patrón
vagal.
Otras exploraciones que pueden aportar una información valiosa, más específica en cada
situación, son la resonancia magnética, los estudios urodinámicos, la uretrografía
retrógrada o la urografía intravenosa. También existen exploraciones más invasivas como
la endoscopia del tracto urinario inferior, la pielografía ascendente o la percutánea, que en
sí misma corresponden a una metodología diagnóstica con un enfoque terapéutico, pues
forman parte de un planteamiento diagnóstico bien fundamentado cuya resolución precisa
de forma imprescindible de su realización (por ejemplo, nefrostomía percutánea, catéter
ureteral).
El comienzo del estudio diagnóstico estará orientado por la clínica predominante, ya sea esta
álgica, de síntomas del tracto urinario inferior (STUI), disminución del volumen de diuresis o
por la asociación de síntomas relacionados con las posibles complicaciones asociadas.
Dx: diagnóstico; ECO: ecografía; TC: tomografía computadorizada; TUS: tacto urinario superior;
UIV: urografía intravenosa.
En este caso, tanto la exploración física como la ecográfica apoyan la sospecha diagnóstica y
determinan el manejo terapéutico según se trate de hiperplasia benigna de próstata, cáncer,
estenosis de uretra o vejiga neurógena. Aunque se tiende, por su frecuencia, a relacionar la UO
infravesical con patología del varón, no están exentas las mujeres de episodios de retención
urinaria infravesical, bien por yatrogenia farmacológica, vejiga neurógena, infecciones,
tumores uroginecológicos, secuelas postradioterapia, etc.
La ecografía abdominal constituye la exploración principal ante la sospecha de una UO, tanto
del tracto urinario superior como inferior. Por su rentabilidad diagnóstica, facilidad, rapidez y
extensión de uso es de primera elección. No obstante, si la situación clínica es compleja y se
asocian complicaciones graves (sepsis, inestabilidad hemodinámica, etc.), no será suficiente
diagnosticar la existencia de UO, sino también la causa de forma eficiente y rápida. En estas
situaciones, se optará por la realización de una TC que aportará un mejor acercamiento al
diagnóstico etiológico y facilitará una adecuada decisión terapéutica, no ya sólo dirigida hacia
la resolución de la UO sino hacia la causa primera.