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SALMO 119:58

“Tu presencia supliqué de todo corazón;


Ten misericordia de mí según tu palabra”

Luego de confesar que lo que más anhelaba era tener a Jehová (v.57), el Salmista
expresa su amor a Dios diciendo, “Tu presencia supliqué de todo corazón” (v.58a).
Esta afirmación confirma la realidad de la declaración que acaba de hacer (“Mi
porción es Jehová”, v.57a). Es importante notar eso, porque hay muchas personas
que dicen que lo que más anhelan es tener a Dios, pero nunca pasan mucho
tiempo buscando Su presencia. Y la verdad es que si no pasamos tiempo buscando
la presencia de Dios, no tenemos el derecho de decir que le amamos.

El versículo 58 provoca tres preguntas:

- ¿Qué significa suplicar la presencia de Dios?


- ¿Qué significa buscar a Dios “de todo corazón”?
- ¿Por qué el Salmista buscó la presencia de Dios?

La palabra en hebreo para “presencia” es ‘panim’. Es un término que tiene varias


acepciones. Muchas veces se traduce, “rostro” – literalmente (Gén 4:6,
“semblante”), o en un sentido figurativo (Gén 1:2, “la faz del abismo”). Pero
‘panim’ también puede significar “delante de” (Éx 17:6; 18:12) o “en la presencia
de” (Gén 3:8; 24:40).

Cuando el Salmista dice, “Tu presencia supliqué…”, lo que está diciendo es que
pidió ver el “rostro” de Dios; pidió estar en la “presencia” de Dios. En otras
palabras, anhelaba tener una comunión íntima con Él. “Mi porción es Jehová”, dijo
el Salmista (v.57a); “Él es lo que más anhelo en esta vida”. “Por lo tanto, deseo
estar en Su presencia” - “Tu presencia supliqué…”.

¿Podemos decir lo mismo nosotros? ¿Es la presencia de Dios lo que más deseamos,
día tras día? A veces buscamos a Dios con urgencia cuando tenemos alguna
necesidad apremiante. Pero la marca de una verdadera espiritualidad es cuando
deseamos la presencia de Dios en todo momento; en cualquier circunstancia.

Veamos algunas expresiones similares en los Salmos:

- “Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de Tu rostro [‘panim’]” (Sal 4:6)


- “Mi corazón ha dicho de Ti ‘Buscad Mi rostro [‘panim’]” (Sal 27:8)
- “Haz resplandecer Tu rostro [‘panim’] sobre Tu siervo” (Sal 31:16)

Si el Salmista pudo desear tanto la presencia de Dios, cuánto más nosotros


debemos hacerlo. Él vivió antes de la encarnación de Cristo, antes de haber visto
“la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor 4:6), antes que el velo en el
templo haya sido roto en dos, y antes del derramamiento del Espíritu Santo. Así
que nosotros, que vivimos después de todas esas cosas, tenemos más razón aun
por buscar la presencia de Dios.

Pero, ¿qué significa buscar el rostro de Dios “de todo corazón” (v.58a)? En primer
lugar, significa hacerlo intensamente (Sal 27:4-14). Como dice el autor del Salmo
42, “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré y me presentaré
delante [‘panim’] de Dios?” (Sal 42:2). ¡Que tremenda sed espiritual! El Salmista
se compara con un animal en el desierto – un ciervo, que está jadeando por agua;
desesperado por beber (Sal 42:1). Así era su sed por la presencia de Dios (Sal
63:1-4).

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En segundo lugar, buscar la presencia de Dios “de todo corazón” significa tomar el
tiempo necesario para entrar en la presencia del Altísimo, limpiándonos de
cualquier cosa que podría impedir nuestra comunión con Él (Sal 24:6).

En tercer lugar, buscar a Dios de “de todo corazón” significa prepararnos para venir
ante Su presencia con gozo, alegría y alabanza. Como nos exhorta el autor del
Salmo 95,

“Venid, aclamemos alegremente a Jehová;


Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos ante Su presencia [‘panim’] con alabanza
Aclamémosle con cánticos.
Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses”
Sal 95:1-3

No es fácil buscar a Dios “de todo corazón”. ¡Por eso pocos lo hacen! Pero hay una
hermosa promesa para todos aquellos que se esfuerzan por hacerlo: “…y me
buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré
hallado por vosotros, dice Jehová” (Jer 29:12). El Dios eterno nos da Su palabra; si
le buscamos de todo corazón, Él garantiza que le hallaremos, porque se revelará a
nosotros.

Cuando al Salmista compuso esta parte del Salmo 119, era consciente de estar
pasando por momentos difíciles (v.50-51, 61). Lo que le hacía falta era disfrutar la
misericordia de Dios. Por eso en la segunda línea del v.58, el autor dice: “Ten
misericordia de mí según Tu palabra”.

Es la presencia de Dios que nos llena de gozo (Sal 16:11; 21.6; 68:3-4). Por eso,
cuando estamos en dificultades necesitamos acercarnos a Dios (Sal 27:7-9). David
experimentó eso, en el Salmo 61. “Desde el cabo de la tierra clamaré a Ti”, dijo
David; “cuando mi corazón desmayare. Llévame a la Roca que es más alta que yo”
(Sal 61:2). Luego declara, “Estará para siempre delante [‘panim’] de Dios;
prepara misericordia y verdad para que lo conserven” (Sal 61:7).

Fue esa confianza en la misericordia de Dios que le llevó al gran hijo de David, el
Señor Jesús, a clamar a Dios en la angustia de la cruz. Y Su testimonio fue el
siguiente:

“Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,


Ni de Él escondió Su rostro [‘panim’];
Sino que cuando clamó a Él, le oyó”
Sal 22:24

Su propia experiencia de la misericordia de Dios le llevó a David a animar a otros a


buscar la presencia de Dios en momentos de necesidad.

“Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos;


Derramad delante [‘panim’] de él vuestro corazón;
Dios es nuestro refugio”
Sal 62:8

Es la presencia de Dios, y el gran consuelo que eso nos trae, que nos permite
cantar en medio de las aflicciones (Sal 61:7-8). Con razón el Salmista dijo:

“Tu presencia supliqué de todo corazón;


Ten misericordia de mí según tu palabra”

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