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El Ecologista Hiper-Escéptico (crítica del libro “El

ecologista escéptico de Lomborg”)


En 2001, un profesor de estadística
danés publicó un libro titulado “El
Ecologista Escéptico” (“The Skeptical Environmentalist“), un duro
trabajo que no tuvo la relevancia que al autor le hubiera gustado, a
pesar de haberse traducido a muchos idiomas. El libro critica con
dureza desmedida las tesis de los ecologistas en general, situándose en
contra de sus argumentos y de miles de científicos que corroboran día a
día muchos de los planteamientos del ecologismo actual. Te invitamos a
recorrer un poco este libro, comentando algunos de sus aciertos y
errores.
Las erróneas conclusiones de Bjørn Lomborg se deben a diversas causas. La
principal es que denota que su conclusión es anterior a su estudio y, como profesor
de estadística, hizo un trabajo concienzudo buscando aquellos datos y argumentos
que avalan dicha conclusión minusvalorando descaradamente argumentos obvios.
A pesar de sus extravagantes conclusiones, el libro es un estudio bastante completo
de los problemas ambientales y, suponiendo que los datos aportados sean correctos
y fiables, pues también merece felicitación por reunirlos en una obra así. Para él, el
medioambiente no tiene problemas graves y pinta un mundo de color de rosa, en el
que la humanidad avanza en un rumbo que podría ser mejor, pero que apenas
podemos quejarnos. Los malos augurios de muchos científicos y ecologistas sólo
pretenden, según Lomborg, asustar a la población para dedicar dinero a salvar el
medioambiente mientras otros problemas mucho más graves se quedan sin dinero.
Por supuesto, en sus 25 capítulos y más de 600 páginas de minúscula letra hay
muchos argumentos acertados y, por desgracia, este libro no ha provocado ni
siquiera un debate en profundidad que hubiera servido para aumentar la
conciencia global de los graves problemas de nuestro medioambiente (aunque para
Lomborg sean pequeños). En estas líneas vamos a exponer algunas de las
afirmaciones de Lomborg, para que se vea con claridad cómo su estudio es largo
pero incompleto y partidista.
Para empezar, Lomborg usa mal las palabras, hasta en el título, pues
el escepticismo es una de las mayores escuelas filosóficas postaristotélicas (siglo III
a.C.), su nombre significa “miro alrededor“, “indago” y originalmente se basa en la
crítica sin prejuicios de toda la ciencia. Lomborg muestra en su obra un trabajo
colosal de revisión de números (imposible que todos sean correctos, como él mismo
sabe), pero se olvida de “mirar alrededor“. En el mundo de Lomborg todo marcha
bien y va mejorando con el tiempo. En el mundo en el que vivimos, los que
“miramos alrededor“, vemos que hay ríos en los que no podemos bañarnos y
menos aún beber, cuando eso sí era posible hace apenas unas décadas (en el
mundo rico ese es el estado de casi todos los ríos después de pasar por una
población). En el mundo de Lomborg hay problemas más importantes que proteger
el medioambiente pues, como él mismo dice, podrían salvarse más vidas dedicando
dinero a cosas distintas de las ambientales. En cambio, en el mundo en el que
vivimos el medioambiente sufre, los ecosistemas se reducen, las especies merman y
sobra dinero para comprar armas, asuntos que no le preocupan a Lomborg. Ya en
el prólogo, Lomborg afirma que su propuesta ha sido rebatir la idea generalizada de
que los ecosistemas están en peligro, una generalización claramente falsa. Hay
ecosistemas que no están en peligro, pero todos conocemos otros que sí lo están.
Definitivamente, Lomborg vive en un mundo diferente. Pasemos a examinar un
poco con detalle su mundo y sus argumentos en un rápido paseo por los capítulos
de este libro, y no vamos a corregir sus datos sino a dar algunos nuevos y a exponer
claramente que con sus datos, llega a conclusiones que, al menos, no son evidentes
como él pretende hacer creer:
• Capítulo 1: Es un capítulo genérico en el que pretende mostrar que las cosas van
mejorando. Y tiene parte de razón. En muchos aspectos la humanidad ha mejorado
ostensiblemente, pero respecto a temas ambientales hay problemas importantes a
los que el optimismo de Lomborg no ayuda a reducirlos:
 Lomborg se fija en detalles positivos como que el bosque amazónico en el
período 1998-1999 presentó una deforestación del 0,47%, prácticamente la
mitad que en el valor máximo de 1994-1995. Sin duda, ese dato es positivo, pero
ahí mismo se reconoce que se sigue deforestando a un ritmo que para alguien
podría ser grande, aunque Lomborg evita valorarlo, y la Amazonia es finita. En
1998 ardieron en el Amazonas al menos 3,7 millones de hectáreas, dato que no
aparece en el libro de Lomborg. Lomborg dice que el total del bosque
amazónico perdido desde la llegada del hombre es el 14%. Ese 14% podría ser
poco si fuera el único bosque perdido del planeta pero el porcentaje en Europa
es muy superior (Lomborg dice que entre el 50 y el 70%) y, lo preocupante no es
lo que ya se ha perdido (el 20% mundial según Lomborg), sino lo que se está
perdiendo ahora mismo. Esos porcentajes son los que usa Lomborg en su libro y
NO son correctos según otras fuentes.
 Ante el problema del cáncer que provocan los pesticidas, afirma que la
solución no puede ser prohibirlos, pero no dice nada de usarlos correctamente y
hacer estudios sobre sus impactos. Lomborg se queda en lo genérico, pero si
descendiera a la realidad se daría cuenta que hay muchos acuíferos y pantanos
contaminados por pesticidas y abonos de los agricultores circundantes (en Jaén,
España, hay ejemplos).
 Puede ser cierto que algunos informes ecologistas hayan manipulado
cifras para exagerar el problema ambiental, eso es algo sin ninguna ética y
debe criticarse, pero lo mismo ocurre con aquellos del bando contrario, los
cuales suelen tener más medios y más dinero que los colectivos ecologistas.
Lomborg afirma que muchas afirmaciones del ecologismo son descaradamente
falsas y aún se las cree la gente, pero sin embargo no dice nada de los miles de
científicos que avalan esas afirmaciones y de que si realmente se lo creyera la
gente, probablemente cambiarían su forma de vida. ¿Acaso se refiere a los
políticos? También critica a los medios de comunicación por dar demasiada
importancia a los problemas ambientales, pero la realidad es que la información
ambiental es muy escasa comparada con otros temas (política o deportes, por
ejemplo). Lomborg cree que mucha gente está realmente convencida sin motivo
de los problemas medioambientales actuales (deforestación, cambio climático,
contaminación…). Es cierto que la concienciación ciudadana en los países ricos
está aumentando, pero es falso que esa concienciación sea profunda y que
ocurra en la mayoría de la gente. Si fuera así, los países ricos dejarían de
consumir exageradamente como lo hacen y, por citar un detalle, reducirían el
consumo eléctrico superfluo e innecesario, que es muy fácil de detectar. Puede
que muchos ciudadanos crean, de palabra, que los problemas ambientales son
ciertos, pero con sus actos cotidianos demuestran que no los ven graves, por lo
que también aquí Lomborg se equivoca.
 Afirma que las energías renovables son más caras que los combustibles
fósiles, y tiene razón, ya que para los combustibles fósiles contaminar el planeta
es gratis, y Lomborg no se atreve a contestar cuánto vale respirar aire limpio.
 Con respecto al aumento de la población y el consiguiente aumento de las
tierras cultivadas, quitándole espacio a la naturaleza, Lomborg ignora el
problema de la superpoblación y no ve grandes problemas ya que la riqueza va
en aumento y utilizando luz artificial, una persona puede abastecerse con una
parcela de tan solo 36 m2, lo cual puede ser cierto, pero es caro y supone
condiciones ideales (sin plagas, siendo vegetarianos, expertos agricultores…).
Otro argumento para tranquilizarnos es que el incremento de la riqueza ha
provocado un descenso en la fertilidad, lo cual es cierto, pero en los países
pobres el crecimiento sigue siendo desmedido y el problema para el planeta no
es sólo la superpoblación, sino más bien el consumismo, problema grave propio
de los países ricos. Critica con dureza los trabajos en este tema de Ehrlichpues
ciertamente fallaron algunas de sus predicciones, pero también es cierto que sus
trabajos, y los de otros advirtiendo el problema de la superpoblación, han
influido en mucha gente y se ha trabajado para evitar muchos desastres (por
ejemplo, reduciendo la mortalidad infantil se contribuye indirectamente a
reducir la natalidad). En el Capítulo 3 afirma que el número de personas no es
el problema cuando debería haber dicho que no es el único problema, ni el
mayor de todos. Para no extendernos, los problemas de la superpoblación y el
consumismo consiguiente pueden verse en diversos estudios como los de los
científicos Ehrlich, Nebel y Wrigth, Araújo y muchos otros.
 A mayores ingresos se corresponden mejores niveles de
mantenimiento medioambiental. Lomborg tiene razón a nivel
local exclusivamente. Por ejemplo, Estados Unidos es el país más
contaminante y consumista del mundo. A cambio, tiene las mejores leyes de
defensa medioambiental. Su riqueza se debe a una explotación grande de los
recursos naturales (propios y ajenos) y su desarrollo político y cultural les lleva
a tener buenas leyes para su país pero Lomborg ni se plantea cuánto se
contamina en el extranjero (China, Vietnam…) por productos que se consumen
en Estados Unidos. Además de ser una contaminación grande en valor absoluto,
también está exenta de cumplir la legislación estadounidense, incluso aunque
sean empresas de ese país, que fuera de su país adoptan políticas que allí
incumplirían leyes ambientales y sociales (mano de obra infantil…).
 Lomborg minimiza las consecuencias de vertidos petrolíferos, como el
producido durante la Guerra del Golfo Pérsico, ya que la naturaleza demuestra
que tiene capacidad de recuperarse. Con sus palabras pretende transmitir
tranquilidad ante esos desastres con el argumento de que existe solución. Por
supuesto que hay solución y ciertamente la naturaleza tiene, a veces, capacidad
para recuperarse, pero también nuestro cuerpo tiene capacidad de recuperarse
de una herida y eso no es motivo para ocasionarnos heridas sin motivo ni
preocupación alguna.
 Respecto al calentamiento global dice que deberíamos alegrarnos porque se
van a alargar los períodos de crecimiento de las cosechas, una afirmación sin
demasiado fundamento y sin tener en cuenta que los efectos del cambio
climático también incluyen muy posiblemente menos agua, más irregular, más
evaporación…
 En general, critica los modelos simplistas o retóricos de las tesis ecologistas
y sabiamente dice que hay que utilizar y presentar los mejores modelos posibles
y los indicadores más reales. Nadie puede contradecirle una afirmación así,
pero no resuelve nada. Matiza sus palabras diciendo que es necesaria la
intervención ecologista.
• Capítulo 2: Lomborg critica aquí la visión deformada de la realidad que
hay en toda la población y en los medios de comunicación. Eso es cierto y casi
inevitable, ya que no podemos pretender que la sociedad esté formada sólo por
expertos en todos los campos. Más grave es que los periodistas suelen tener sólo
una formación genérica, rara vez especializada en algo mínimamente técnico.
También critica a los científicos que hacen masaje de datos para obtener resultados
interesantes. También en eso estamos de acuerdo, pero no dice nada de los
estudios que hay pagados por empresas privadas con claros intereses económicos
(farmacéuticas, biotecnológicas, petroleras…). Parece que sólo se falsean los datos
para intereses ecologistas, pero no aclara que difícilmente hay interés económico
en alertar de problemas ambientales, y sí puede haber intereses económicos en
falsear estudios de impacto ambiental de un pozo petrolífero, o en falsear los daños
ambientales y a la salud de cierto alimento transgénico, por citar dos casos
concretos. Afirma que parece increíble que haya tanta gente que crea ciegamente
en las organizaciones ecologistas, que también tienen sus propios intereses.
Primero que la mayoría de la gente no se cree ciegamente eso, como ya hemos
demostrado arriba y, en segundo lugar claro que tienen intereses los grupos
ecologistas, pero no son intereses particulares ni de ánimo de lucro personal (que
se sepa), y esto es tan evidente que puede ser que, como dice Lomborg
solamos tender a tratar a las organizaciones ecologistas con mucho menos
escepticismo, pero sólo de forma superficial, pues usando la publicidad consiguen
mayor credibilidad los argumentos políticos o los intereses empresariales. Para
terminar, estamos con Lomborg en que los medios transmiten más noticias malas
porque son más impactantes, y que eso distorsiona la realidad, pero también es
importante evaluar si dichas noticias malas son falsas o no y, Lomborg concluye
que en gran parte son falsas.
• Capítulo 4: Dedica un capítulo a demostrar algo obvio, que la salud de la gente
ha mejorado en los últimos años gracias al avance de la ciencia y que la esperanza
de vida ha aumentado. Eso es verdad, pero ese no es motivo para minusvalorar los
daños ambientales. Justifica el aumento del cáncer porque aparece con mayor
frecuencia cuanto más anciana es la gente, lo cual parece para él justificación
suficiente para no prestar atención a las causas ambientales de esta enfermedad
(radiactividad, contaminación en agua y aire…). Como el 25% de los hombres y el
14% de las mujeres mueren por causas derivadas del tabaco, eso le permite a
Lomborg minusvalorar la contaminación atmosférica y sus conocidos efectos
sinérgicos con el tabaco.
• Capítulo 5: La afirmación categórica
de que la comida es ahora más
barata no es compartida por
muchísimos ciudadanos del mundo.
Lomborg no supo predecir la crisis
alimentaria producida en 2008 debida a
motivos diversos (dedicar alimentos
para producir biocombustibles,
aumento en el consumo de carne,
cambio climático, aumento en la
demanda de petróleo y subida de su
precio, todo eso en parte por el
crecimiento económico de China, país que ya ha adelantado a Estados Unidos del
primer puesto en emisiones de CO2…).
Lomborg se niega a que la producción alimenticia tenga un límite que pueda
quedarse pequeño ante una población que crece deprisa y cuyas demandas de carne
y otros lujos también crecen deprisa, incumpliendo las Cuatro Leyes de la
Naturaleza. Es cierto que las predicciones de Malthus no se han cumplido,
afortunadamente, pero el mensaje es importante y hay que tenerlo en cuenta. El
optimismo de Lomborg se basa en que ahora tenemos más comida por persona que
antes, a pesar de que la población se ha duplicado desde 1961, pero la pregunta es si
pasará lo mismo en la siguiente duplicación, y en la siguiente… para Lomborg la
caída de los precios es una clara tendencia a largo plazo, pero aunque así haya sido
en el pasado, nada indica que tenga que seguir esa tendencia. Más bien, los datos
apuntan a todo lo contrario como vimos al principio de este párrafo con
argumentos tan aplastantes como que el petróleo tiende a subir u otros tales como
que la fabricación de abonos nitrogenados consumen mucha energía. Como
ejemplo de mejora en el rendimiento agrario, Lomborg pone a China y su
Revolución Verde, que salvó de morir de hambre a millones de chinos, pero
Lomborg no tiene en cuenta que hoy China no es un país autosuficiente (en parte
porque ahora los chinos comen más y, ha aumentado su demanda de carne).
Coincidiendo con el economista De Jouvenel y otros, Lomborg también ve
las dificultades del uso “del PIB como medida de la riqueza real” (ya
existen medidas alternativas).
• Capítulos 6 y 7: Capítulos dedicados a demostrar que todas las regiones del
mundo han experimentado un notable crecimiento en el PIB per cápita, a pesar de
que como él mismo indica el PIB no es una buena medida de la riqueza (y menos
aún de la calidad de vida) y de que según las Naciones Unidas, la desigualdad ha
aumentado globalmente.
Lomborg dice que la creencia popular afirma que la vida en los países en desarrollo
se está deteriorando y que la proporción de pobres se incrementa, pero las pruebas
demuestran claramente lo contrario. A pesar de eso, todo el mundo sabe que en el
mundo hay miseria inaceptable y no es justo culpar en parte a las inversiones en
materia ambiental. Es innegable que el progreso del ser humano en muchas areas
ha sido grande, pero ver sólo lo positivo de ese avance es miope y ese progreso es
progreso netamente humano, medido desde y para nuestro punto de vista global,
mientras muchos pensamos que se podría haber progresado de forma similar,
conservando mejor los ecosistemas naturales, contaminando menos suelo, aire y
aguas, y respetando más los derechos humanos. Está en nuestras manos luchar por
esos objetivos o simplemente contentarnos con que hemos avanzado en muchos
aspectos, negando la importancia de los daños medioambientales.
• Capítulos 8 y 12: Afirma que la humanidad tiene un Desarrollo Sostenible,
argumentando que tenemos recursos más que suficientes, pero olvidando que por
muchos recursos que haya, son finitos y el problema gordo puede tardar varias
generaciones cuando haya menos recursos en un planeta más degradado. El
colapso no será en una fecha concreta, sino que será progresivo, dentro de un
período que dependerá de si seguimos actuando igual y, encima, pretendemos que
todos los humanos vivan como en los países ricos. Es sencillamente imposible que
todas las familias del mundo tengan tantos coches como la media estadounidense.
En su estudio se centra en precios y reservas de distintos materiales (cemento,
aluminio, hierro…) pero sin poner precio a la contaminación y destrozo de la
extracción de esos recursos. Un ejemplo: ¿Cuánto cianuro se vierte para extraer oro
sin pagar nada por esa contaminación?. Afirma que los americanos han reducido su
consumo de madera, metal y plástico en los últimos 20 años pero no dice el brutal
aumento de China, India, Brasil, México… Su conclusión es clara: el agotamiento
de los recursos se hace casi imposible porque cada día descubrimos más, los
usamos de forma más eficaz y somos capaces de reciclarlos y sustituirlos y tiene
parte de razón, pero olvida citar la contaminación que provoca tanto consumo y
que se están deforestando bosques primarios por la demanda de madera y carne
de, por ejemplo, China o Europa. Otros tipos de recursos se estudian en los
siguientes capítulos.
• Capítulo 9: Lomborg sostiene que no se ha cumplido el vaticinio de que la
producción agrícola será incapaz de crecer igual que la población. Pero ignora el
precio que la naturaleza ha pagado por eso, ya que para él no hay contaminación, ni
deforestación preocupantes. Su optimismo le impide ver la posibilidad de que eso
pase en el futuro. Sostiene que la población humana se estabilizará
aproximadamente en el doble del actual (…) deberemos producir el doble
de alimentos. Pero para ello no será necesario cultivar el doble de terreno. Según
él, el incremento de terreno será sólo del 5,5% que, aunque fuera cierto habría que
contar con los impactos negativos de hacer más intensiva la agricultura: más
pérdida de biodiversidad, más contaminación, más abonos, mayor peligro de
plagas… Su optimismo le lleva a afirmar que no parece que haya «techos» al
crecimiento de las cosechas y que necesitamos menos crecimiento porque también
la población crece menos y porque hay menos individuos que necesiten más
comida. Tendría algo de razón si se promoviera comer menos carne, pero en un
mundo donde la demanda de carne aumenta, se necesita aumentar mucho la
agricultura que pueda alimentar a esa ganadería en expansión. Por supuesto,
coincidimos con Lomborg en que la mejor lucha contra el hambre es facilitar un
desarrollo económico que permita a los individuos ingresos suficientes para
acceder a los mínimos recursos, pero eso es una simplificación. Por otra parte,
Lomborg no olvida despreciar los efectos de la erosión constante en los campos
agrícolas debidos a malas prácticas, confiando en que la producción agrícola
avanzará tanto que la erosión no será ningún problema. Lomborg confía
plenamente en avances 100% positivos. Respecto al pescado, utiliza un argumento
tan falaz como manido: que hay que contar con la producción en piscifactorías,
pero Lomborg ignora que el pescado de piscifactorías come mayor cantidad de
pescado que el que produce. Esto es un grave balance negativo para el mar. Muchas
especies comerciales están en peligro de extinción en estado salvaje (salmón,
dorada, atún…) y para alimentarlos se están poniendo en peligro otras especies no
comerciales. Lomborg no cree que China pueda desequilibrar el mercado mundial
de alimentos, pero China y otros países emergentes están subiendo el precio del
petróleo y eso influye en el precio de los alimentos.
• Capítulo 10: Otro argumento de Lomborg para minimizar el efecto de la pérdida
de bosques es que, a cambio, ahora tenemos más plantaciones para madera y llega
a afirmar que no está tan claro que las plantaciones reduzcan la biodiversidad.
Cualquiera que haya estudiado mínimamente los bosques sabe que tienen una gran
biodiversidad y las plantaciones, más aún los monocultivos, reducen drásticamente
esa variedad. Lomborg dice que los cultivos para madera reducen
considerablemente la presión económica sobre los bosques naturales, un
argumento absurdo para defender tales plantaciones pues esas plantaciones
necesitan un terreno que antes ocupaba algún ecosistema natural que se ha visto
sustituido. Lomborg no se plantea que lo ideal sería consumir menos productos de
madera (muebles, papel, parquet…). ¿Por qué? Posiblemente porque eso sería malo
para la economía y él defiende que el desarrollo económico es vital para alcanzar
un nivel de riqueza que nos permita proteger el medio ambiente. Ese argumento
tiene parte de razón, pero evidentemente no vale cualquier tipo de desarrollo
económico y no es fácil un desarrollo que no dependa demasiado de la explotación
de los recursos naturales. Lomborg se muestra partidario de pagar a los países en
desarrollo para que conserven sus bosques y a usar una certificación para informar
a los consumidores de la procedencia sostenible de la madera o el papel, pero
curiosamente no cita la certificación que ya existe conocida como FSC. Tampoco
cita el reciclaje de papel/cartón como herramienta importante para reducir la
presión sobre los bosques, ni que el Banco Mundial calcula que entre el 70 y el 80%
de las talas de bosques como los de Papua Nueva Guinea son ilegales, o que China
ya es el principal importador de madera tropical, después de Japón.
• Capítulo 11: En este capítulo sobre energía, se centra en el
problema del agotamiento, principalmente de los combustibles fósiles, y
deja para otros lugares temas que no son independientes de las fuentes de energía,
como la contaminación que produce su extracción y uso, o el cambio climático. El
argumento estrella de Lomborg es que la evolución de las reservas supera la
demanda y, por tanto, no hay que preocuparse por las reservas de petróleo
pues continuamente se exploran zonas nuevas y se encuentran nuevos yacimientos.
Lomborg olvida el destrozo a la naturaleza que genera la extracción minera de esos
yacimientos y que el problema principal del petróleo no es su agotamiento sino los
problemas que genera su uso. Respecto a la energía nuclear se atreve a afirmar
que durante su producción apenas genera contaminación ignorando los residuos
radiactivos que se generan y que aún nadie sabe donde esconder durante los
millones de años que dura su peligrosidad. Lomborg resalta que las energías
renovables no son competitivas frente a los combustibles fósiles y que la mayoría
de los proyectos de energías renovables han sido financiados con dinero público.
En eso tiene razón, pero olvida mencionar por un lado que los combustibles fósiles
no pagan por contaminar (emisiones, cambio climático, devastación minera…) y,
por otro, que también en muchos casos esos tipos de energía o las empresas han
sido subvencionadas con dinero público (en España, al menos). Es curioso que
Lomborg afirme que quizá sería más efectivo aplicar un gravamen fiscal a la
energía que reflejara los verdaderos costes sociales derivados de la producción y las
emisiones generadas, pero él no incluye los costes medioambientales. Parece claro
que su interés es solo para con la sociedad y no para con la naturaleza.
• Capítulo 13: Respecto al agua también Lomborg es
extremadamente optimista: No es cierto que nuestros pozos
se estén secando; tampoco estamos a las puertas de una escasez insalvable, pero los
datos, en algunos lugares indican lo contrario (en España, el Parque Nacional de las
Tablas de Daimiel está amenazado por falta de agua y podría perder su condición
de Reserva de la Biosfera, debido a una mala gestión del agua por parte de los
ciudadanos y de los gobernantes). Acertadamente dice que debemos gestionar
mejor el agua, aumentar drasticamente su precio y aceptar que no se pueden
producir alimentos en las zonas áridas del planeta. Tras comentar el desastre del
mar de Aral dice, optimistamente que ahora ya hemos aprendido la lección, pero es
imposible saber si todos los líderes políticos han aprendido la lección, por lo que
esa afirmación es otro ejemplo más de su derroche absurdo de optimismo sin
sentido. Respecto a la falta de agua dice que la mayor parte de las industrias
devuelven entre el 80 y el 90% del agua, pero olvida mencionar que NO suelen
devolverla con la misma calidad, sino contaminada. Contrariamente a todas las
tesis de buena gestión del agua, Lomborg dice que la solución no pasa por reducir
el consumo actual, sino por incrementar el futuro, olvidando que para cualquier
recurso (agua, energía o lo que sea) el ahorro y mejorar la eficiencia es mejor que
aumentar las reservas (la famosa ley de las 3 erres). Otro argumento para
tranquilizarnos es que gracias al calentamiento global habrá mayor evaporación lo
que traerá más precipitaciones, pero no tiene en cuenta que mucha humedad
quedará en el aire y que los estudios indican que el cambio climático traerá
precipitaciones irregulares que podrán provocar inundaciones y sequías en sitios
dispares.
El problema del agua potable, Lomborg lo resuelve usando el modelo de Kuwait,
que obtiene más del 50% de su demanda mediante desalinización que, según
él, puede producir cantidades ilimitadas de agua. Argumento poco serio sabiendo
que si algo es caro no puede ser ilimitado. Hay que tener en cuenta que Kuwait
tiene gran cantidad de energía y que ese sistema genera mucha contaminación.
Lomborg quiere demostrar así que la pobreza, no el medio ambiente, es el principal
inconveniente para solucionar nuestros problemas, pero eso es una simplificación
que olvida que la contaminación afecta a todos y suele ocurrir que afecta más a los
pobres, en un mundo en el que parece que siempre habrá pobres. Para solucionar
el problema energético de la desalinización dice que en principio, podríamos
obtener toda el agua que se consume en el mundo mediante una única planta
desalinizadora instalada en el Sahara, que se alimentaría con energía solar. Un
proyecto tan bonito como utópico y absurdo que olvida los costes del transporte de
ese agua. Además, hay que tener también precaución al construir en el desierto,
pues el desierto es también un ecosistema vivo con gran biodiversidad. Lomborg es
consciente de la deficiente gestión que hacemos del agua, por ejemplo por el
enorme porcentaje de agua desaprovechada por fugas en la conducción, y propone
que los países con poca agua reduzcan su agricultura y aumenten sus
importaciones de cereales, pero lo curioso es que muchos países con déficit
alimentario no dedican la agricultura para alimentarse sino principalmente para su
venta a los países ricos (café, té, cacao…). Lomborg demuestra su optimismo
desmedido al decir que es muy improbable que no seamos capaces de utilizar y
distribuir mejor el agua y aunque hay muchos ejemplos que corroboran su
argumento también hay muchos otros que lo desmienten (salinización de acuíferos,
ecosistemas naturales que se pierden porque se les roba el agua…). En general,
Lomborg no tiene nunca en cuenta que los ecosistemas también necesitan agua y
que el agua no está aquí sólo para que la usemos los humanos.
• Capítulo 14: Como conclusión a los capítulos anteriores éste empieza así: No es
cierto que estemos sobreexplotando nuestros recursos, pero evita hacer un estudio
serio sobre recursos tan importantes como los pesqueros. Afirma que cerca del
80% del bosque original sigue intacto, cuando la realidad es que el 80% de los
bosques ya han sido destruidos o alterados (según GreenPeace). Es imposible creer
que haya tantos bosques originales intactos pero, aunque fuera así, ese es un
argumento muy cruel para despreocuparse de los bosques: Para Lomborg, como
tenemos muchos bosques podemos aún vivir como si no fueran importantes. Falla
la premisa, pero también el argumento. Puede que tengamos grandes reservas de
recursos energéticos, pero es evidente que no debemos emplearlos contaminando
el planeta excesivamente. Es fácil comprobar que en muchas ciudades del mundo la
calidad del aire es muy mala. Lo que nos preocupa es las consecuencias del uso de
energías sucias, y no su mero agotamiento. Lomborg dice que nuestra sociedad
futura probablemente será capaz de producir mucha más comida por persona, sin
necesidad de amenazar a los bosques (la cursiva es nuestra, porque
también probablemente eso es imposible). La experiencia ha demostrado y está
demostrando que el hombre arrasa bosques para obtener campos para la
agricultura: En Indonesia y Malasia se están reemplazando selvas para plantar la
palma de aceite africana (Elaeis guineensis), la semilla oleaginosa más productiva,
cuyo aceite se usa para biocombustibles y como condimento para miles de
alimentos diferentes (mire los ingredientes de lo que come y busque más
información por Internet). Lomborg tiene en mente, evidentemente, los grandes
avances en las técnicas agrícolas y aunque eso es cierto, también hay que contar
con que las técnicas de la agricultura extensiva son costosas en cuanto a energía y
contaminación, como ya hemos comentado antes. Lomborg usa multitud de datos
del Banco Mundial, a pesar de la dudosa reputación de esta organización, pero lo
más curioso es la definición de Desarrollo Sostenible que Lomborg usa del Banco
Mundial: desarrollo que dura. Definición claramente absurda porque no es
sostenible lo que meramente dura «algo» pues entonces todo es sostenible, ni tan
siquiera lo que dura «mucho», sino lo que no compromete a las generaciones
futuras (y de paso tampoco a las actuales). Basándose en el Banco Mundial,
Lomborg afirma que nuestra sociedad parece, sin duda alguna sostenible, aunque
demuestra cierta duda al decir que es posible que lleguemos a contaminar tanto
que en realidad estemos menospreciando nuestras vidas, algo con lo que estarían
de acuerdo científicos de la talla del fallecido Carl Sagan.
• Capítulos 15 y 16: Respecto a la contaminación atmosférica se limita a
afirmar que el aire del mundo occidental nunca ha estado tan limpio como ahora,
pero no sólo se refiere al aire del mundo occidental, sino también al aire de las
ciudades, comparándolo con la Roma de la que se quejaba el cordobés Séneca (siglo
I) y el Londres del siglo XIII y XIV (parece que se llegó a ejecutar a un londinense
por quemar el prohibido carbón, aunque la norma no llegó a cumplirse nunca) o
incluso de mediados del XX (murieron unos 4000 londinenses en diciembre de
1952). Es fácil comprender cómo en esas épocas y lugares el aire estaba peor que
ahora, pero a nivel global es imposible pensar que hoy esté nuestra
atmósfera mejor que hace 2000 años. Más aún, hoy día hay ciudades con graves
problemas de contaminación atmosférica que Lomborg no estudia pero conoce
pues sólo dice que trece de las quince ciudades más contaminadas del mundo están
en Asia. Resulta paradójico que Lomborg estudie el Londres medieval, su smog y
sus problemas, pero no estudie los problemas actuales de Ciudad de México o
Pekín. Respecto a los oxidos de azufre y de nitrógeno, ensalza su contribución
gratuita al abonado de los bosques y sobre todo de los campos de cultivo,
despreciando su contribución a la lluvia ácida, aunque cita datos de
la EPA afirmando las miles de vidas salvadas cada año por la reducción de dióxido
de azufre y dice que la contaminación local es causa de que mueran más bosques
que la lluvia ácida, aunque en el capítulo 21 sí reconoce los daños de la lluvia ácida
a los lagos. De nuevo el escepticismo de Lomborg no lo aplica a los datos del Banco
Mundial para relacionar los ingresos (PIB per cápita) con la contaminación,
concluyendo que la pobreza conlleva poca contaminación, la cual sube conforme
suben los ingresos y, a partir de cierto nivel de ingresos se alcanza una
contaminación máxima que disminuye si los ingresos aumentan. Efectivamente, a
mayores ingresos la gente se vuelve más consciente, más exigente y con más
mecanismos (democracia, ONG…) para demandar políticas ambientales, con lo que
consiguen no tanto reducir la contaminación (como quiere hacernos creer
Lomborg) como llevarla a otro lado, esconderla. Como se ha dicho antes, gran parte
de la contaminación que se produce en los países pobres habría que contabilizarla a
los ricos, porque son ellos los que compran los productos que generan esa
contaminación.
• Capítulo 17 y 18: A nivel mundial la contaminación interior supone un
riesgo mucho mayor para salud que la contaminación atmosférica exterior. Eso es
así porque la contaminación de interiores tiene mayores concentraciones de
contaminantes como el humo (leña, cigarrillos…), amianto, radón y miles de
productos químicos que llevamos a nuestras casas directa o indirectamente. La
mejor solución es ventilar la casa, y aunque Lomborg dice que las plantas de
interior no ayudan, según científicos de la NASAresultan sorprendentemente útiles.
El incremento de casos de alergias y asma Lomborg lo achaca a que pasamos
más tiempo en interiores que antes, pero no dice nada explícitamente de la
influencia limpiadores y otros productos, dejando para otro apartado los productos
químicos, y los OMG.
• Capítulo 19: Respecto a la contaminación del mar reitera los argumentos del
primer capítulo, despreciando los derrames petroleros con la mala excusa de que la
naturaleza tarda décadas en recuperarse y así, nada dice de mejorar las leyes o
reducir el consumo para evitarlos. Más aún, sostiene que, según los datos, limpiar
los derrames petroleros es peor que dejar el petróleo sin control. Para Lomborg, el
estado del agua marina mejora cada dia, aunque ignora que no es raro que
el pescado esté contaminado por mercurio. No obstante, defiende la reducción en
fertilizantes y la creación de espacios y humedales ribereños para reducir
la eutroficación costera y en ríos, confiando en la mejora del
agua: es muy probable que los ríos experimenten mejor calidad del agua cuanto
mayores sean los ingresos. Efectivamente, la lógica y la razón afirman eso, pero
también Lomborg olvida que cuidar los ríos supone evitar grandes proyectos
hidráulicos (trasvases, pantanos, grandes centrales hidroeléctricas…). En este
grueso documento, no hay espacio para ese tema.
• Capítulo 20: Cuanto más ricos somos, más basura generamos, pero para
Lomborg eso no es un problema ya que cabe toda en los vertederos. En sus propias
palabras: el vertedero capaz de albergar toda la basura generada en Estados Unidos
durante este siglo ocuparía un cuadrado de tan solo 22,5 kilómetros de lado. Ese
inmenso cuadrado lleno de basura, a Lomborg le parece pequeño. Para muchos
sería pequeño si fuera relleno de bosques naturales… pero de nuevo Lomborg se va
por las ramas dando una solución absurda al problema y eludiendo los problemas
principales de las basuras: que generan contaminación (lixiviación…), que suponen
un derroche de recursos (materiales y de energía), que nadie quiere un vertedero
junto a su casa, y que cada vez las basuras se transportan más (el grave problema
de basuras de Italia en 2008 se solucionó trasladando su basura a Alemania), que
muchas basuras jamás acaban en vertederos, sino en los fondos marinos, en
bosques, en ríos… Incomprensiblemente, Lomborg ataca hasta el reciclado de
papel: los estudios más recientes parecen indicar que en realidad sale más caro
reciclar el papel que fabricar papel nuevo. A eso se puede objetar que ni siquiera
asegura nada y es una afirmación vaga y sin fundamento claro, pero además,
Lomborg sólo tiene en cuenta factores económicos, no ambientales, pues el
reciclaje es uno de los 4 principios básicos de la sostenibilidad.
• Capítulo 22: Según este autor, el temor a los pesticidas fue la base para que se
asentaran temores hacia los productos químicos, pero eso es una verdad a
medias porque es cierto que mucha gente teme ingerir o inhalar productos
químicos, pero es un temor que se traduce en pocos o nulos actos más allá de
expresarlo verbalmente en conversaciones informales. Para demostrar que el
cáncer no es un problema, Lomborg hace malabarismos con los números y con los
argumentos. Por ejemplo, afirma que el aumento de los casos de cáncer se debe a
que ahora envejecemos más y, para que le salgan mejor los números, considera sólo
los cánceres ajustados por edad, elimina los atribuibles al tabaco y sólo considera
las muertes por cáncer y no otros efectos negativos. No entendemos por qué no
quita también los cánceres infantiles, considerando los niños que hubieran muerto
al nacer, ya que ahora mueren menos niños al nacer. Esto último es un sarcasmo
para destacar las burdas manipulaciones de Lomborg. La realidad es que el cáncer
mata a mucha gente en la situación actual y la contaminación influye mucho (tal
vez menos que el tabaco, pero negar sus efectos es una necedad). Por supuesto,
coincidimos en que las decisiones personales (la comida, el tabaco…) son aún más
importantes que la contaminación ambiental y para la mayoría de no fumadores,
las ventajas que la sociedad moderna aportan a la salud superan con creces a los
nuevos peligros, pero esa no es razón para no quejarse de esos peligros e intentar
hacer las cosas mejor, máxime cuando ello es perfectamente posible.
Según Lomborg, es infundado nuestro temor a la contaminación por pesticidas
pues este tema está profundamente estudiado y analizado y los límites legales en
los alimentos (de la ONU, EE.UU o la UE) son más que suficientes, aunque
recuerda que se han encontrado pesticidas en concentraciones superiores al límite
de 0.1 µg/l en más del 50% de los lugares analizados y el 1% de frutas y verduras lo
supera. Además, continuamente salen nuevos productos y es muy complejo
estudiar sus peligros a largo plazo en humanos y en el medio ambiente. Las pruebas
rutinarias se basan, como él mismo reconoce, en experimentos realizados con
animales cosa que parece no importarle a pesar de que en en una de las notas
afirma que tiene el firme convencimiento de que los animales y las plantas tienen
derecho a no ser lastimados o eliminados de forma innecesaria (por eso soy
vegetariano). Tampoco en este asunto comenta nada de cómo la agricultura
ecológica puede ayudar a reducir la contaminación ambiental y el cambio climático.
Lomborg asegura que muchos de los alimentos que ingerimos a diario no
superarían el control que utilizamos para los productos químicos sintéticos y pone
el ejemplo del café y de la lechuga que, con su contenido en ácido cafeico
representan un riesgo de cáncer del 0,04%. De nuevo Lomborg busca argumentos
sin demasiado fundamento, olvidando que hay alimentos (como el café y la
lechuga) que se consumen desde hace cientos de años sin apenas detectar peligros.
Además, uno decide si toma o no café, pero no si toma o no pesticidas y, por
último, podemos citar el famoso lema: Más vale prevenir. Para terminar, Lomborg
aclara que los pesticidas ayudan a abaratar el precio de las frutas y las verduras, y
se vuelve más comprensivo –sin perder su interés en la economía– al afirmar
que es posible con un bajo coste reducir parcialmente el uso de los pesticidas y
parece prudente hacerlo.
• Capítulo 23: Respecto a la biodiversidad, Lomborg de nuevo cae en simples
manipulaciones de datos y en contradicciones: Afirma, en el mismo párrafo
que nunca ha habido tantas especies como en la actualidad, a pesar de reconocer
que los casos de extinción han aumentado. Expone una tabla con el número de
especies y extinciones, pero es una tabla muy incompleta pues olvida grupos de
seres vivos tales como los arácnidos, las algas o los hongos. En el libro (y en
el resumen) de Nebel y Wrigth puede verse una tabla más precisa y cinco grandes
argumentos para conservar la biodiversidad, además de ser otro principio básico de
la sostenibilidad. También Lomborg reduce el número de extinciones conocidas.
Lomborg afirma que el argumento de que debemos conservar las plantas como
potenciales fuentes de medicamentos no es válido, pues teniendo en cuenta que no
hemos sido capaces de analizar ni siquiera una porción apreciable de las plantas
que ya conocemos, no podemos utilizarlo para defender la protección de todas las
especies, por ejemplo, de la selva tropical. Por supuesto que sí podemos usar ese
argumento que, además de no ser el único podría salvar muchas vidas. Lomborg
reconoce que la humanidad ha sido sin duda la causa principal de la extinciónde
muchas especies desde 1600, pero afirma que la cifra de cuarenta mil especies
desaparecidas dada por N. Myers es exagerada y pretende quitarle importancia
argumentando que más del 95% del total de las especies corresponde a escarabajos,
hormigas, moscas, gusanos microscópicos y hongos, además de bacterias, algas y
virus. Es verdad que los grupos con más especies amenazadas no son los mamíferos
o las aves, pero incluso en esos grupos no dejan de incrementarse las listas de
animales en peligro: lince ibérico, tigre, elefante africano, la foca del mar Caspio, el
demonio de Tasmania… El Congreso Mundial de la Naturaleza de
la UICN (Barcelona, 2008, IUCN en inglés) arrojó estos datos: Un 25% de las
especies de mamíferos se encuentran en peligro de extinción (un 38%
considerando todas las especies de animales), la Lista Roja elaborada por más de
mil expertos internacionales denuncia que 188 mamíferos se encuentran en la
categoría de “amenaza máxima”.
Según el profesor Ehrlich no sabemos cuántas especies se extinguirán realmente,
pero no es preciso tener datos exactos para reconocer que la vida está entrando en
un colapso. Lomborg critica esa afirmación porque libera a los científicos de la
responsabilidad de aportar pruebas, pero en realidad los científicos no paran de
aportar pruebas que no son nunca suficientes para Lomborg y, los datos exactos
sobre el número de extinciones reales no los tendremos jamás. Sería un error
esperar a tener esos datos para actuar y el mismo Lomborg se contradice cuando en
sus conclusiones afirma que la extinción de especies provocada por el hombre
continúa a un ritmo alarmante (Cumbre de Río, 1992) y esto nos obliga a introducir
la conservación de las especies en el proceso de la política nacional, aunque luego
matiza que una pérdida del 0,7% cada 50 años no es una catástrofe, sino un
problema. Lo triste es que ese 0,7% no coincide con el 38% de la UICN.
• Capítulo 24: Al calentamiento global dedica un largo capítulo pero
intentaremos ser breves. Lomborg reconoce que la concentración de CO2 ha
aumentado un 31% desde la época preindustrial pero afirma que aunque no cabe
duda de que en el último siglo las temperaturas han sido más altas que en siglos
anteriores, no se puede tomar como indicador de un abrumador calentamiento
global, negando así totalmente las evidencias del cuarto informe del IPCC que data
del 2007, posterior al libro de Lomborg, aunque del tercer informe del IPCC dice
que utiliza un modelo simple y que sobreestima sistemáticamente el
calentamiento que él lo situa en el rango 1,2-4,8ºC, pero que el cuarto informe del
IPCC lo precisa con datos más actuales en 1,9-4,6ºC.
Por citar algunas de las afirmaciones más sorprendentes, Lomborg dice que parece
razonable pensar que los países ricos (y a finales de este siglo prácticamente todos
los países) protegerán a sus ciudadanos a un precio tan bajo que en realidad nadie
estará expuesto a las inundaciones marinas anuales por la elevación del nivel del
mar. Más optimismo aún desborda al decir que el problema se solucionará
porque la humanidad ha sido capaz de ir haciendo frente a los problemas que se le
han ido presentando y aunque realmente se han resuelto algunos de esos
problemas, también es cierto que la humanidad ha sido incapaz de resolverlos sin
recurrir a guerras, a esclavitud y a otros medios poco aconsejables. El problema
térmico tiene para Lomborg fácil solución y dice literalmente que un mundo más
rico será más capaz de proporcionar a más personas el acceso al aire
acondicionado, argumento que dudo mucho que tranquilice a gran parte de la
población mundial. En general, Lomborg no ve grandes efectos negativos y todo lo
resuelve con dinero procedente de que cada vez somos más ricos. Reconoce que los
efectos del calentamiento global serán costosos, pero también lo serán los de la
reducción de CO2, aunque el coste de reducción de la primera tonelada de carbono
es prácticamente nulo y consumidores y autoridades podrían unirse para conseguir
grandes ahorros. Argumenta que combatir el calentamiento global puede salir más
caro que combatir sus efectos y que sólo se justifica por un exagerado pánico al
riesgo, aunque otros prefieren ver ahí un exagerado respeto por la Naturaleza y las
siguientes generaciones.
Lomborg aboga por cambios en nuestra estructura energética que convendría llevar
a cabo independientemente del asunto del calentamiento global y efectivamente el
calentamiento global es sólo un argumento más entre otros muchos
(contaminación…). Pero a la vez, Lomborg no ve bien dedicar recursos a ese cambio
porque hay infinidad de proyectos que necesitan inversiones sobre todo en el
Tercer Mundo y la aplicación del protocolo de Kioto es muy cara, según Lomborg.
Pero, por otra parte, no aplicar planes como el protocolo de Kioto no significa que
ese dinero vaya a proyectos del Tercer Mundo y ya podría dedicarse a ese fin la
mitad del presupuesto militar, por ejemplo.
Para Lomborg el IPCC dice que necesitamos cambiar nuestro estilo de vida
personal y apartarnos del consumismo, adoctrinados por los medios de
comunicación y cita un estudio que afirma que el consumo se ha duplicado en
Estados Unidos desde 1957, pero su nivel de felicidad ha descendido. Como
conclusión, Lomborg apoya una tímida lucha contra el calentamiento global que
nos permita ayudar también a los países en desarrollo.

• Capítulo 25: A modo de conclusión en este capítulo se expone que los


principales problemas siguen siendo el hambre y la pobreza y que cuando somos
suficientemente ricos podemos empezar a pensar y a preocuparnos por los
problemas del medio ambiente. Esto último es una verdad a medias, porque es
evidente que si hay hambre, no puede preocupar mucho el medio ambiente, pero
hay sociedades que viven de forma respetuosa con el medio ambiente sin aspirar a
ser ricos. La cuestión clave es qué es lo que se entiende por suficientemente ricos y
mientras eso no esté definido y se interprete libremente, dicha afirmación es vana.
Ya hemos dicho antes como Lomborg arremete y critica duramente al IPCC y, en
este capítulo también lo hace contra el exvicepresidente de Estados Unidos, Al
Gore y su libro Earth in the Balance: Ecology and the Human Spirit(1992). Seguro
que Lomborg se quedaría de piedra al conocer que el IPCC con su IV informe, y Al
Gore con su película documental “Una Verdad Incómoda” (2006) consiguieron
juntos el Premio Nobel de la Paz 2007, por su difusión del problema del cambio
climático.
Respecto a los OMG (Organismos Manipulados Genéticamente)
o alimentos transgénicos, Lomborg expone el aumento en la producción en
países como Estados Unidos, Argentina, Canadá y China (en ese orden) de
cultivos de soja, maíz, algodón y canola. Se afirma que las posibilidades
son enormes, pero también lo son sus problemas potenciales. Lomborg no
ignora que la causa fundamental del hambre es la pobreza pero dice
que probablemente los OMG puedan contribuir al suministro de comida. Por
supuesto que sí, pero eso no implica que esa comida llegue a los que más la
necesitan porque los alimentos fluyen en la dirección de la demanda, no de las
necesidades nutricionales. De hecho, cuando en los países ricos hay una buena
producción agraria no es raro que destruyan parte de la producción para
mantener los precios. En la UE la población es más reacia a los OMG que
en EE.UU. por sus implicaciones en la salud y en el medio ambiente las cuales
pueden leerse en este eco-artículo (accesible desde aquí). Lomborg parece
creer en otro complot contra los OMG, pero no aclara qué intereses tienen los
contrarios a los OMG, mientras que los intereses de los que son favorables son
evidentes, pues se trata principalmente de empresas biotecnológicas que están
ganando mucho dinero vendiendo sus semillas y sus pesticidas. Lomborg
incluye algunos ejemplos controvertidos, como el de las patatas transgénicas
tóxicas, y aunque parece que le cuesta reconocerlo, al final concluye que no
podemos estar seguros, lo cual es, para muchos, un argumento suficiente para
no exponerse a riesgos innecesarios porque, realmente no necesitamos mejorar
las patatas ni otros alimentos que ya han demostrado durante miles de años que
son ya suficientemente buenos. Comenta el ejemplo de que las mariposas
monarcas mueren al atravesar campos de maíz transgénico, al cual se le ha
modificado para que produzcan la toxina Bt. Lomborg afirma que no es el maíz
OMG el culpable de la muerte de las mariposas, sino la toxina Bt, pero parece
olvidar que dicha toxina no es natural en el maíz tradicional.Lomborg dice
que no sabemos cuáles son las consecuencias del uso de genes procedentes de
organismos no alimenticios, pero lo mismo ocurre de genes procedentes de
organismos alimenticios, porque los genes tienen influencias compartidas y no
se fácil aislar los efectos de cierto gen y mucho menos a largo plazo. De hecho,
el propio Lomborg añade que tendremos que realizar estudios de alergias a
estos organismos, pero como ignoramos qué es lo que estamos buscando, nunca
estaremos absolutamente seguros de saberlo todo, por lo que los GM pueden
suponer un riesgo por la incorporación de nuevos alérgenos, aunque, olvidando
su escepticismo dice que la tecnología se ha comprometido a eliminar muchos
de los alérgenos más habituales. También ve otros riesgos en los OMG, como
la resistencia a antibióticos o el riesgo de malas hierbas resistentes a los
pesticidas, pero los califica como riesgos poco probables.
Según Lomborg la FDA ha declarado que los casos nuevos de alergias pueden
proceder tanto de alimentos GM como de los tradicionales, una evidencia que
no necesita grandes demostraciones. El problema es que si alguien es alérgico a
un producto natural aprenderá a no consumirlo, pero si alguien es alérgico a un
transgénico, será imposible para el consumidor descubrir si lo que come es o no
transgénico. Además de que esa sensibilidad alérgica es inducida
artificialmente, lo cual es, sin duda, más grave y está ocurriendo que campos
agrícolas tradicionales están siendo contaminados por polen de los campos
transgénicos, ya que el polen no entiende de fronteras.Finalmente, Lomborg
concluye que las ventajas aportadas por los alimentos GM (…) superan con
mucho a los riesgos que suponenpero el principal problema es que ignoramos
tales riesgos a medio y largo plazo y su afirmación supone una contradicción
con otra afirmación hecha dos párrafos antes: Solo cuando dispongamos de
toda la información podremos valorar los riesgos y los beneficios a la hora de
tomar las decisiones más acertadas.
Lomborg se centra en maravillarse de los logros de nuestra civilización: aumento
de la esperanza de vida, disminución de la mortalidad infantil y del analfabetismo,
disponemos de más alimentos y de acceso a más comodidades, desde agua potable
a teléfonos, ordenadores y automóviles. Y eso son verdades que nadie cuestiona.
Pero además de eso, parece evidente que Carl Sagan tenía razón cuando afirmaba
que “nuestra tecnología se ha hecho tan potente que estamos convirtiéndonos en
un peligro para nosotros mismos”. Pero luego, Lomborg sigue afirmando, sin
evaluar la atmósfera globalmente, que hemos reducido la contaminación
atmosférica en las ciudades del mundo desarrollado y tenemos motivos para pensar
que también lo conseguiremos en los países en desarrollo. Dice que nuestros ríos
están cada vez más limpios, pero ignoro de qué ríos habla y desde cuando están
más limpios. Los datos indican que ahora los ríos están más sucios que hace sólo
50 años.
A pesar de su optimismo, Lomborg dice que las cosas no van suficientemente bien y
apoya la donación del 0,7% del PIB para ayuda a países pobres, que hasta ahora
sólo cumplen Dinamarca, Noruega, Holanda y Suecia y dejar de subvencionar en
los países ricos sectores como la industria textil o la agricultura para que los países
pobres puedan competir en condiciones más igualitarias. Pero también propone
que se gaste menos dinero en defender el medio ambiente y más en los hospitales,
las guarderías, etc., pero resulta curioso que no pida que se reduzcan también las
inversiones en defensa, en armas o en carreteras e infraestructuras que dañan el
medio ambiente y son causa de muerte directa de muchas vidas. A Lomborg se le
escapa que en muchos casos para defender el medio ambiente lo que hay que hacer
es gastar MENOS dinero (en carreteras, puertos y aeropuertos…). Buscando
argumentos para demostrar que no merece la pena gastar dinero en la protección
del medio ambiente compara el coste medio por año de vida salvado en distintas
inversiones, y efectivamente invertir en medio ambiente no es la forma más
eficiente de salvar vidas humanas, pero es evidente que el objetivo de proteger la
naturaleza no es sólo para salvar vidas humanas, sino salvar ecosistemas, mejorar
nuestro medio ambiente para mejorar también en salud, además de otras ventajas
a largo plazo.
Lomborg afirma que a todos nos preocupa el medio ambiente, pero parece ignorar
que no nos preocupa a todos de la misma forma. Lomborg cree que existe un
complot entre grupos ecologistas y medios de comunicación que utilizan los
resultados científicos de forma selectiva para confirmar nuestros
temores ambientales y, según él, eso nos impide razonar correctamente. Sin
embargo, Lomborg no mete en el complot a políticos ni a científicos, algunos de los
cuales son tan importantes como Stephen Hawking que, en Septiembre de 2008
decía que “el futuro del hombre está en el espacio, ya que va a ser muy difícil, a
estas alturas, evitar un desastre en el planeta Tierra en los próximos cien años”.
Como conclusión final, podemos extraer que Lomborg quiere demostrar que no hay
ninguna catástrofe ecológica esperándonos a la vuelta de la esquina, a pesar de los
muchos científicos que opinan lo contrario y de que ya estamos viendo algunos
desastres, como hemos indicado en las líneas precedentes. Lomborg también alude
al principio de precaución pero él asume que siempre se asumen riesgos, pero
debemos (si es posible) dar libertad a todos (incluso los no nacidos) de asumir los
riesgos que decidan. Lomborg simplifica diciendo que somos más ricos porque
hemos establecido una exitosa economía de mercado, pero el citado De Jouvenel le
matizaría que también se debe a que “estamos explotando el mundo” pues ¿de
dónde viene y a dónde va todo lo que usamos?. Pero para Lomborg, los problemas
derivados de la contaminación no son motivo suficiente para creer que el
crecimiento económico esté destruyendo el planeta. Y es que no es sólo el
crecimiento económico, sino el tipo de crecimiento el que está arruinando el
planeta poco a poco, y por lo que Arcadi Oliveres pedía una economía más justa.
El mismo Lomborg, en el prólogo a la edición española, resume diciendo que
reconoce que existe una pérdida de bosques tropicales, que sigue habiendo
millones de personas que mueren de hambre, que la desaparición de especies
camina a una velocidad mil veces mayor que la de la naturaleza, y que el
calentamiento global es una realidad y un reto para la humanidad, pero que hay
problemas peores y hay que afrontarlos por orden de prioridad. Aunque esos
problemas no fueran graves, si hay dinero para gastar en la destrucción del medio
ambiente también tiene que haberlo para su protección. Si se gastan miles de
millones en armamento, también puede haber dinero para la naturaleza. Aunque
eso no sea una prioridad para Lomborg, sí lo es para miles de científicos y la ONU
ha alertado en muchos documentos de los graves problemas ambientales. Lo más
curioso es que para defender el medio ambiente muchas veces no hay que invertir
dinero en su defensa, sino dejar de invertirlo en tareas que dañan el medio. En
muchos casos defender el medio ambiente es barato, ahorra dinero en efectivo,
ahorra enfermedades y gastos sanitarios y nos permite sacar fondos para otros
problemas. Todo esto nos muestra que Lomborg cae en muchas contradicciones y
aunque algunas de sus afirmaciones son incuestionables, deja de lado aspectos
clave que preocupan a mucha gente aunque para él tengan poco interés.

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