Вы находитесь на странице: 1из 3

1

Pontificia Universidad Javeriana


Facultad de Filosofía
Carrera de Filosofía
Seminario: San Agustín La ciudad de Dios
Fabio Ramírez S.J
Santiago Rueda Sotomayor
Protocolo sesión 12/04/16
19 de abril de 2016

El presente protocolo se ocupará de sintetizar la sesión del 12 de abril encargada de tratar


los capítulos 1-18 del libro XIII de La ciudad de Dios. En este libro Agustín se encargará de
exponer la naturaleza de la muerte, cuáles son las clases de muerte que hay y si el carácter de
esta ha de entenderse como un bien o como un mal. Para dar con una organización efectiva
de la sesión hemos procurado encasillar los temas abordados dentro de las siguientes
divisiones artificiales; (I) La muerte como consecuencia del pecado, (II) ¿Qué se ha de decir
del tiempo en el que las almas se separan de los cuerpos? y (III) Diálogo con los filósofos.

La muerte como consecuencia del pecado

Resueltas tan difíciles cuestiones como las relativas al comienzo de este


mundo y del género humano, el plan de la obra nos exige ya el debate que
hemos iniciado sobre la caída del primer o, mejor, de los primeros hombres,
el origen y la propagación de la muerte en la Humanidad. Dios no había
creado a los hombres como a los ángeles, inmortales aunque pecaran, sino
que los creó en tal condición que si cumplían con el deber de la obediencia,
se verían coronados con la inmortalidad angélica y la eternidad feliz, pero
si desobedecían, sufrirían como justo castigo la pena de la muerte. (Agustín,
La ciudad de Dios, libro XIII, cap. 1)

Agustín dedicará los capítulos 12-15 al tratamiento de la muerte como consecuencia del
pecado de los primeros hombres; es gracias al quebrantamiento del mandato divino, donde
Dios le confirió al hombre no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:17),
que este recibió la muerte como castigo tal como se lo advirtió Dios. De esta manera Dios
escribirá en la naturaleza del hombre, entendiendo a este último como compuesto de alma y
cuerpo, la mortalidad de sus dos partes. Al cuerpo lo entenderemos como finito gracias a su
dependencia vital con el alma, y con respecto a la muerte del alma -que en primera instancia
se nos presenta como inmortal- Agustín nos enunciará que esta ocurre cuando Dios la ha
abandonado. De tal manera, se dice que muere por completo el hombre cuando su alma,
2

abandonada por Dios, se separa del cuerpo, lo que entenderemos como muerte primera. De
esto derivamos que el hombre puede experimentar la muerte primera de dos maneras: cuando
Dios abandona su alma y cuando su alma se separa del cuerpo. Con respecto a la segunda
muerte, Agustín nos explicará que esta ocurre cuando el alma es abandonada por Dios pero
ella aún habita un cuerpo. Esta muerte en vida será la preferida por los impíos, pues bien,
ellos consentirán con su alma abandonada únicamente en lo terrenal, dándose una vida que
hasta un alma muerta podría ostentar, pues bien, ellos viven la vida del cuerpo, no la del
alma.

¿Qué se ha de decir del tiempo en el que las almas se separan de los

cuerpos?

Agustín ahora enfocará su investigación por la muerte en el momento exacto en el que


esta ocurre, es decir, el instante de la separación del alma con el cuerpo, esto concentrándose
en quienes parecen encontrarse en tal estado de separación dolorosa; los moribundos.

Con respecto a los moribundos, resulta problemático determinar en qué momento exacto
ocurre tal separación, pues bien, entendemos que cuando el alma está separada del cuerpo
este último muere, pero cuando no se han separado se dice que está vivo. Entonces, estamos
vivos o estamos muertos, no podría existir tal cosa como un estado intermedio donde tanto
la vida como la muerte sean al mismo tiempo; cuando somos, la muerte no es, pero cuando
ella es, nosotros ya dejamos de ser. Entonces, ¿cuándo alguien está moribundo? Frente a esta
problemática Agustín argumentará –a partir de dos hipótesis- que (1) “Si nadie puede existir
viviendo y muriendo a la vez, no habrá tampoco nadie muriendo, ya que mientras el alma
está en el cuerpo, no podemos negar que vive” (Agustín, La ciudad de Dios. Libro XIII, cap.
IX) y (2) “Si, por otra parte, se ha de llamar más bien moribundo a aquel en cuyo cuerpo se
está llevando a cabo la muerte, y no puede haber uno que a la vez pueda estar viviendo y
muriendo, no sé cuándo uno será viviente.” (o.c).

De la segunda consideración derivamos, pues, que la vida podría entenderse como un estar
muriendo; Agustín argumentará que propiamente la vida de los mortales debería llamarse
muerte, pues bien, desde que nacemos nos encontramos en una carrera de decaimiento
3

continuo encaminado hacia nuestro fatídico destino, la muerte. Parecería así que en el hombre
habita tanto la muerte como la vida, este está viviendo y muriendo al mismo tiempo. Frente
a este argumento Agustín apelará nuevamente a la consideración primera, pues bien,
considerar que el hombre está viviendo y muriendo al mismo tiempo resulta absurdo; quien
vive es ajeno a la muerte, se encuentra antes de ella, y quien se encuentra en la condición de
muerto ya fue consumido por la muerte, ya se encuentra después de la vida.

Diálogo con los filósofos

Agustín ahora debatirá con los denominados filósofos platónicos que defiende a la muerte
como un bien y no como un mal; esta posición sostiene que para llegar a Dios el alma
requerirá del despojo de su cuerpo, pues bien, este en su imperfección le pesa y sólo en su
abandono el alma puede llegar a Dios y así alcanzar la felicidad. Agustín para responder a
esta problemática de los platónicos sostendrá que el cuerpo no es pesado para el alma de por
sí, lo que es pesado es el cuerpo corruptible. De esta manera, Agustín nos invitaría a evitar a
toda costa caer en el deleite de un cuerpo corruptible para poder así nosotros alcanzar la
felicidad.

Bibliografía

San Agustín (1994). La ciudad de Dios (J. Morán, Trad.). Madrid: Editorial BAC.

Вам также может понравиться