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El aforismo en Yucatán

José Juan Cervera


La Jornada Maya

Cuando se alude a los géneros literarios, pocas veces se


consideran aquellos que no corresponden a sus
clasificaciones más generales. El aforismo, esa poco
atendida floración del pensamiento y de la sensibilidad,
sobrevive a la vera de los géneros considerados mayores,
a pesar de ligarse a una tradición tan respetable como la
de todos los demás. Sus valores son tan legítimos que
perduran a pesar de las modas y de las preferencias
circunstanciales.
Javier Perucho, uno de los más agudos estudiosos de este género lo define así:
“Expresión de sabiduría que condensa los saberes de una vida”, idea que sitúa al
aforismo en un campo que sólo la madurez logra transitar sin tropiezos, hasta rendir
el fruto que una cuantas palabras ofrecen al buen entendedor que a ellas acude.
Perucho se ha dado a la tarea de seguir la huella de los escritores mexicanos
orientados a la producción de aforismos en diversas épocas, y así llegó a su
conocimiento el libro Breves notas tomadas en la escuela de la vida, del yucateco
Francisco Sosa, que se publicó en 1910 y que marca un punto importante en el
conjunto de obras escritas en nuestro país con estas características. Sosa escribió
aforismos como el siguiente: “El que revela los favores de una mujer, confiesa así que
es indigno de obtenerlos”.
Antes del libro de aforismos que publicó Sosa, en los periódicos del siglo XIX,
especialmente en La Unión Liberal, de 1857, aparecieron textos de este género sin
firma, pero debidos seguramente a la pluma de Justo Sierra O’Reilly, de acuerdo con
lo que señala Manuel Sol, académico de la Universidad Veracruzana que se ocupa
provechosamente de la literatura mexicana de esa centuria.
Las publicaciones periódicas resguardan riquísimas vetas en que el juicio y la
experiencia se conjugan para transformarse en virtud artística plasmada en cortas
líneas. Así lo deja ver la columna Arenas de mi desierto, que Carlos Duarte Moreno
dio a conocer en el Diario del Sureste en los años sesenta del siglo pasado, y que el
periodista Pedro Bacab recopila diligentemente para honrar la memoria del poeta y
dramaturgo que sumó su talento al de Pepe Domínguez con el propósito de crear
canciones como Manos de armiño y Aires del Mayab. Uno de sus aforismos dice
así: La vejez que no tiene un poco de picardía ya no es vejez, sino derrumbe.
Los aforismos de escritores yucatecos pueden llegar a nosotros por otros caminos,
como son los volúmenes que compilan textos originarios de varias fuentes. Éste es el
caso de Paremiología, de Juan Aragón Osorio, yucateco que publicó esta obra en la
capital del país en 1975. Aragón Osorio fue colaborador de Felipe Carrillo Puerto.
Como indica el título, su contenido también acopia refranes, proverbios, máximas,
dichos, sentencias e incluso versificaciones populares anónimas y de autor conocido.
En el libro pueden hallarse aforismos de Ricardo López Méndez, Santiago Burgos
Brito, Oswaldo Baqueiro Anduze y Delio Moreno Cantón, nombres destacados en el
panorama de la literatura regional.
Más cercano a nuestros días es Roger Campos Munguía, escritor que siempre ha
tendido a la reflexión y al estudio intenso; en su libro Lapidación del ser y en revistas
que circularon localmente en la década de 1980 expuso una parte de su producción
en este género. Él mismo da cuenta, con su asombrosa erudición, de otro autor
yucateco de aforismos del que poco se conoce: Ferdinand Cantón, quien en 1965
publicó una serie de ellos con el título Disparos sin blanco, de excelente factura,
según refiere el distinguido informante.
Para algunos tal vez sea motivo de sorpresa la vena aforística de Agustín Monsreal
–hombre de letras que deslumbran y campeón de la calidez humana-, pero su
incursión en estos terrenos lo documentan tanto materiales impresos como medios
electrónicos, El cuento y la poesía no constituyen un marco que limite las
reverberaciones de su espíritu creador, que fluye con ímpetu hacia otras generosas
desembocaduras.

Y aquí apenas se hace referencia a unos cuantos ejemplos de escritores que han
destilado su pensamiento en manojos de vocablos plenos de significación. En ellos
palpita la verdad escurridiza que la vida construye en su devenir, y que merece oírse,
leerse y compartirse con la misma pasión que la dialéctica del arte escrito imprimió
en sus pasajes. Tanto por su aspecto práctico como por su componente conceptual,
el aforismo es portador de valores que iluminan las penumbras éticas del ser
humano.

jose.cerveraf@yucatan.gob.mx

https://www.lajornadamaya.mx/2015-10-12/El-aforismo-en-Yucatan

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