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FELIPE Y UNA BUENA CATEQUESIS

El mundo de hoy está ávido de sentido de la vida. La Palabra de Dios nos revela con amor ese sentido que por la sola razón
no podemos encontrar. La catequesis (y por ende los catequistas) puede ser el medio, el vehículo, o el instrumento a
través del cual se produzca el encuentro entre el hombre que necesita respuestas a sus preguntas existenciales y Dios que
quiere regalarnos la Verdad que da sentido a la vida.

Felipe y su catequesis (reflexión basada en Hech. 8, 26-40)

Este texto puede resultar de suma utilidad para los que queremos trasmitir a Cristo a través de la catequesis. Siempre con
la certeza de que no se agota (ni mucho menos) las posibilidades de reflexión de un texto con un solo comentario. Por el
contrario, sabiendo que la riqueza de la Palabra de Dios es inagotable, queremos aportar una posible mirada en clave
catequística sobre el tema.

“El Ángel del Señor dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino
desierto». El se levantó y partió”.

En primer término, es de notar que Felipe se deja conducir, es el Espíritu el que le va marcando caminos, que a veces
pueden ser caminos “desiertos” e inesperados. El catequista también debe ser dócil al Espíritu que sopla donde
quiere…Pero dejarse conducir no es inacción. Felipe puso de sí, se levantó y partió, es decir que no se quedó sentado a
esperar, se puso en camino del otro. La entrega y docilidad no anula la libertad del que pone su voluntad al servicio de ese
Dios que lo llama.

Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a
Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu Santo dijo a Felipe: «Acércate y camina
junto a su carro». Felipe se acercó

En el camino se encuentra con alguien que está en búsqueda, que tiene inquietudes que necesita canalizar. Al igual que
en aquellos días, hoy los caminos de la vida están llenos de ansias de felicidad, de una dicha que solo Dios puede dar.
Felipe se acerca (la cercanía del catequista con el catequizando es imprescindible para saber partir de sus inquietudes,
cosa imposible si no se conoce la situación del otro. es desde la cercanía que se hace posible la apertura de corazón. Pero
no “toma el carro por asalto”, no se sube por la fuerza ni se impone, no fuerza situaciones, sino que camina junto al carro.
Saber acompañar, esperar el momento adecuado, hace más permeable el corazón del otro, y evita cerrazones que luego
resultan difíciles de abrir.

y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: « ¿Comprendes lo que estás leyendo?». El respondió: « ¿Cómo lo puedo
entender, si nadie me lo explica?». Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él.

El siguiente paso es suscitar en el otro el “cuestionamiento”. Mediante una pregunta, logra que el etíope se cuestione y le
surja la necesidad de recibir respuestas. La motivación es esencial para la captación del mensaje. Y la apertura del corazón
se produce: Felipe es invitado a subir, y ahora sí lo hace.

El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: "Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que
no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar
de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?" El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿de quién
dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?».

El diálogo permite a Felipe conocer la situación del otro, sus dudas e inquietudes, sabe bien de dónde partir. El catequista
debe tener la sensibilidad, la prudencia y la sabiduría para conocer los enigmas que brotan del corazón del otro.

Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús.

Los interrogantes, las situaciones de vida, las realidades del otro son ahora iluminadas por la Palabra de Dios. De la misma
brotará el mensaje que permita el encuentro con Jesús y su Buena noticia. Si la Biblia y su mensaje no resulta una “Buena
nueva” para el otro, es que algo anda mal en nuestra catequesis. Transmitimos un “Evangelio” de amor que puede cambiar
la vida del que se descubre amado por Aquél que está Vivo y me llama amigo.

Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser
bautizado?». [Felipe dijo: «Si crees de todo corazón, es posible». «Creo, afirmó, que Jesucristo es el Hijo de Dios».] Y
ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó.

La celebración de la fe brota espontáneamente cuando se ha producido el encuentro. Pretender que sea al revés suele
ser uno de nuestros errores al encarar un proceso catequístico (lo mismo sucede con la moral cristiana, que es respuesta
de amor al Amor)

Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino.
Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a
Cesarea.”

La tarea del catequista es sembrar, pues cuando el otro realizó su proceso, puede que no lo veamos más. El catequista
debe saber disminuir para que Cristo crezca en el corazón del otro. Dios es el cosechador. No importa si no vemos más a
nuestros catequizandos, pues lo importante es que ellos sigan gozosos su camino. Que hallen la enorme dicha de haber
profundizado el encuentro con uno mismo, con Dios y con los demás. Y nosotros felices de estar llamados (al igual que
Felipe) ¡a anunciar la Buena noticia por donde nos toque pasar!

GRACIAS A TOD@S NUESTRAS CATEQUISTAS DE LA PARROQUIA DE SANTA RITA DE CASIA

FELIZ INICIO DE CURSO 2017 - 2018

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