hora se pone de manifiesto que ya desde hace tiempo y a�n para mucho tiempo vivimos
en la �poca de los dioses que se marchan. �Experimentaremos en esta despedida su
paso, y de esta manera su cercan�a que nos conmueve y se nos escapa? 133 Un poder esperar �que est� consolidado en s� mismo� a la venidera hambruna del esp�ritu, despu�s de que nos han hecho pasar hambre cruelmente ceb�ndonos con c�scaras vac�as. 134 Obtener al dios con la lucha �prepar�ndole su morada� en la existencia del poetizar y del pensar. Solo as� es como sucede la verdad: balance�ndose como la solitaria altura de un bosque a lo largo de los valles de los hombres. 95 135 La penuria suprema de una �poca sin necesidades: dando tumbos despu�s de haber olvidado la diferencia de ser, esa �poca se tiene a s� misma por segura y activa en el remedio de precariedades. De ah� la impaciencia con el poetizar y el pensar y la resistencia hacia todo lo que exige aguantar mientras se lleva algo hasta su resoluci�n. La adicci�n a las unilateralidades, el cobarde j�bilo cuando cualquier cosa ha sido domesticada y encadenada y eliminada, la ceguera frente a la grandeza de lo inconcebido y sin ley, y la torpe aversi�n a aguantar esto distinto y m�s a�n a alzarlo hasta la diferencia de ser y, sobre todo, a traspasarlo a la intimidad. La violenta cobard�a ante la diferencia de ser con la reglamentaci�n de lo ente que lo malinterpreta false�ndolo en su manejabilidad inmediata. 136 Los sapientes �y no los cient�ficos� son quienes portan por s� mismos la existencia en cuanto tal, quienes la afianzan en s� para que resista las sacudidas de la verdad: solitarios, �rboles enraizados en el fondo y cuya misi�n es alzarse sin m�s hacia el cielo y preservar del corrimiento el terreno con el entramado de sus ra�ces que perforan y aferran. (Cf. p. 99).