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Al analizar los exponentes literarios pertenecientes a la primera generación de posguerra, es

imposible no hacer referencia a Gonzalo Torrente Ballester, el novelista nacido


el 13 de junio de 1910 que desarrolló una gran cantidad de actividades ligadas al
mundo de las letras.

Sus primeras experiencias como estudiante las vivió en el Colegio de


Nuestra Señora de la Merced de Ferrol. Al terminar esa etapa, cursó
el bachillerato en La Coruña. Con el inicio de la carrera militar en la Marina frustrado
por la miopía que padecía y marcado por la muerte de su abuelo, quien influyó de forma
notable en su formación, Torrente Ballester se vuelca a la lectura del Quijote.
En 1926 retoma sus estudios, esta vez como alumno libre de la Universidad de
Santiago de Compostela, quema sus escritos juveniles y comienza a interesarse por
la obra de Friedrich Nietzsche y Oswald Spengler. Por ese entonces se traslada
a Oviedo, donde estudia derecho y comienza a probar suerte con la actividad periodística en
el diario “El Carbayón”.
En 1929 se instala en Madrid, donde comienza a frecuentar la tertulia de Valle-Inclán.
Estudia filosofía y letras y se integra como periodista en el diario anarquista “La
Tierra”. Al año siguiente, con el cierre del periódico, Gonzalo Torrente
Ballester decide volver a Ferrol. En 1931 su lugar de residencia cambiaría una vez más,
esta vez por Bueu(Pontevedra). Un año después, el escritor contraería matrimonio
con Josefina Malvido.
Luego de instalarse por tiempos determinados en Valencia y Galicia, decide regresar
a Ferrol. Allí fue donde incursionó en el ámbito de la enseñanza, al trabajar como profesor
de gramática, latin e historia en la Academia Rapariz. Además, se matriculó
por libre en la Facultad de Letras de la Universidad de Santiago y se afilió
al Partido Galleguista.
Ya convertido en padre de cuatro hijos, el novelista obtiene, en 1935, la Licenciatura en
Historia en la Universidad de Santiago y es nombrado Secretario Local del
partido al que estaba afiliado. Por esos años, viaja a París con el objetivo de realizar su tesis
doctoral y allí lo encuentra el alzamiento militar del 18 de julio, motivo que lo llevó,
meses después, a regresar a España y a afiliarse a la Falange.
Más allá de su vinculación a la política y su rol como padre y marido, Gonzalo Torrente
Ballester nunca dejó de desarrollar sus actividades literarias. En este marco publicó
ensayos, continuó su tarea docente, se involucró en la fundación de revistas, asistió a
conferencias, se lanzó como crítico teatral, participó a través del guión en algunas películas y
hasta se desempeñó como traductor.
Como no podía ser de otra manera, tanta trayectoria tuvo su reconocimiento. En este marco,
por ejemplo, disfrutó homenajes en distintas ciudades españolas luego de haberse jubilado
como docente; recibió el Premio Nacional de Literatura por “La isla de los
jacintos cortados”; en 1982 gana el Premio Príncipe de Asturias de las
Letras; al año siguiente fue nombrado Hijo Predilecto de Ferrol y, dos años
después, Hijo Adoptivo de Salamanca. En 1985 Torrente Ballester fue
distinguido con el Premio Miguel de Cervantes de Literatura (convirtiéndose
así en el primer novelista español en conseguirlo), fue galardonado con el Premio
Vitalicio de la Fundación Pedro Barrié de la Maza y, a partir de 1987, tuvo el
honor de ser reconocido con el título de doctor honoris causa por las universidades
de Salamanca, Santiago de Compostela y Dijon.
Por supuesto, la lista de distinciones recibidas durante toda su trayectoria es mucho más
extensa e incluye, por ejemplo, el Premio Planeta, el título de Caballero de Honor
de las Artes y las Letras (en Francia), el premio Libro de Oro de la
Confederación Española de Libreros, la Medalla de Oro al Mérito
Cultural de Santiago de Compostela y ocho Premios Goya, entre otros.
Su muerte se produjo el 27 de enero de 1999 en Salamanca y sus restos fueron
enterrados en el cementerio de Serantes, la aldea que vio nacer a este multifacético
exponente literario.

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