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La

Metáfora en Nietzsche
Jorge Linares Ortiz

Los dominios de lo dicho que nutren el peso de la Historia dejan al náufrago como el
blanco de su rayo. Éste yace en pérdida en tanto escucha la voz imperativa del otro. Su
cuerpo acusa la voces de los reinos y sus economías: la llamada a la usura.
Abandonado, se arrastra en un fango bordeado de mar y de ideas. Pero ante su caída, y
frente al peso de una verdad que no le responde, duda de ella; y, al hacerlo, también de
su abandono1. En éstas líneas hay una pregunta y otras que me surgen al acercarme al
pensamiento de Nietzsche: ¿en el naufragio, quiénes somos frente a la idea de verdad?,
¿qué es una vacilación, una duda frente a la verdad?, ¿de dónde viene?, ¿qué podemos
decir desde la vacilación, desde la propia duda?, ¿al cuestionarse, al reclamarse la
verdad, qué es propiamente un decir vacilante?, ¿hay poesía en ello?, ¿qué sentido
tiene pensar la metáfora con una vacilación?

Las líneas que marcan el camino de la forma “metáfora”, son en realidad voces,
cuerpos que han dejado su huella, líneas entonces en forma de palabra escrita, esta
huella que ha dicho: “metáfora en tanto esto o lo otro…” Juan Corominas2 ha escrito:
“Siglo XV de latín metaphora, que toma del griego metáfora: traslado, transporte,
derivado del “yo transporto, empleo figuradamente (de phéro, yo llevo)”. Esta línea de
Corominas me transporta, me traslada a la palabra de Aristóteles, para quien es
indisoluble μεταφορά de verdad (Alétheia, ἀλήθεια):
Verdad es que todo nombre o es propio, o forastero, o metáfora, o gala, o formado de nuevo, o
alargado, o acortado, o extendido. Llamo propio aquel de que todos usan, y forastero, el que lo es
de otra provincia. De donde consta que un mismo nombre puede ser propio y forastero, mas no
para unos mismos. Porque Siguyno para los chipriotas es propio, y para nosotros extraño.
Metáfora es traslación de nombre ajeno (la transferencia del nombre de un objeto a otro), ya del
género a la especie, ya de la especie al género, o de una a otra especie, o bien por analogía.3

1 Me refiero a Robinson, el náufrago de Michel Tournier, En su obra: Viernes o Los limbos del pacífico.

Tournier, Michel Viernes o Los limbos del Pacífico. 2012. Traducción al español de Lourdes Ortiz, 1986.
Serie Fin de Siglo, Alfaguara/CONACULTA. México, 1992. 272 pp.
2 Corominas, Juan. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Biblioteca Románica
Hispánica, Gredos, Madrid, 1987, 627 pp.
3 Aristóteles, El Arte poética. Traducción del griego, prólogo y notas de José Goya y Munain, Buenos

Aires, 1948. p.40. Aristóteles da los siguientes ejemplos: Metáforas del género a la especie: Paróseme la
nave (parar como tomar un puerto). Metáforas de la especie al género: Diez mil hazañas hizo Ulises

Bajo estas cualidades, con el uso de la metáfora, un buen poeta para Aristóteles es
aquel que domina las fábulas y los versos a partir de la imitación —mímesis— con
ciertas acciones que se fundan en la verdad. Pintores y poetas son ejemplares en tanto
son próximos, imitadores a un original. Pero su cercanía es sólo eso, pues es la
hermosura la que toma la cierta distancia: “los pintan más hermosos”4.

Si sigo el razonamiento de Aristóteles, poeta es aquel que fundamentado en la verdad,


imita la verdad misma depositando sus afectos propios para la persuasión (en
retórica) y con la pasión, y a partir de ingenio y el entusiasmo para conmover los
afectos y generar perturbación y hermosura5. Aristóteles fija ciertos límites en el uso
apropiado de la metáforas y otras figuras. Lo que llama la perfección del estilo —lo
que da la claridad—, en contraposición a enigma o a barbarismo:
La perfección del estilo es que sea claro y no bajo. El que se compone de palabras comunes es sin
duda clarísimo, pero bajo. Buen ejemplo pueden ser las poesías de Cleofonte y Estenelo. Será
noble y superior al vulgar el que usa de palabras extrañas. Por extrañas entiendo el dialecto, la
metáfora, la prolongación y cualquiera que no sea ordinaria. Pero si uno pone juntas todas estas
cosas, saldrá un enigma o un barbarismo. Si todas son metáforas, será enigma; si todas dialectos,
parará en barbarismo, puesto que la formación del enigma consiste en unir hablando cosas
existentes, al parecer incompatibles; por la junta de nombres es imposible hacer esto, mas con
metáforas es bien fácil; como el otro que dijo: He visto un hombre que con cobre pagaba fuego
sobre otro hombre, y semejantes acertijos. De la confusión de los dialectos procede el barbarismo.
Por lo cual se han de usar con discreción en el discurso. Así que la variedad del dialecto, la
metáfora y el adorno y las demás figuras referidas harán que el estilo no sea plebeyo ni bajo, y lo
castizo de las palabras servirá para la claridad. Ni es poco lo que contribuyen a que sea claro y no
vulgar el estilo las prolongaciones y abreviaciones y extensiones de los nombres; pues en cuanto
tienen diversa forma de la común, por ser fuera de lo usado, harán que no parezca vulgar, y en


(un número muy grande: muchas). De una especie a otra especie: El alma le sacó con el acero. Con duro
acero cortó la vida (quitó). Traslación por analogía: cuando entre cuatro cosas así sea la segunda con la
primera como la cuarta con la tercera: con que se podrá poner la cuarta por la segunda y la segunda por la
cuarta; y a veces, por lo que se quiere dar a entender, lo que dice respecto a cosa diversa, v. g.: Lo que la bota
es para Baco, eso es la rodela para Marte; dirase pues: la rodela, bota de Marte, y la bota, rodela de Baco;
como también, lo que es la tarde respecto del día, eso es la vejez respecto de la vida, con que se podrá decir: la
tarde vejez del día, y la vejez tarde de la vida; o como dijo Empédocles: El Poniente de la vida. Por
semejanza: Y aunque hay cosas que no tienen fijo nombre de proporción, todavía se les puede aplicar por
semejanza, v. g.: el arrojar la simiente se dice sembrar, y el rayar de la luz del sol carece de nombre; pero lo
mismo es esto respecto del sol que la simiente respecto del sembrador. Por eso se dijo: Sembrando la luz
divinamente hecha.3 Ibídem pp.40-41
4 Ibídem
5 Demás de esto se ha de revestir cuanto sea posible de los afectos propios, porque ningunos persuaden tanto

como los verdaderamente apasionados; de aquí es que perturba el perturbado y el irritado irrita de veras. Por
eso la poesía es obra del ingenio o del entusiasmo, porque los ingeniosos a todo se acomodan, y los de gran
numen en todo son extremados. Ibídem p.41
cuanto guardan parte de lo usado, conservarán la claridad.6

Aristóteles persiste en trazar las ciertas fronteras sobre el uso de las metáforas al
llamar a la “moderación” para no su usar de “antojo estas licencias”, “pues quienquiera
que usare las metáforas, y los dialectos, y los demás adornos sin juicio y con
afectación, caerá, efectivamente, del mismo modo en varias ridiculeces”.7 La verdad
como sentido, según estos argumentos, recae en lo que el poeta o el pintor, con su
estilo, pasión, y capacidad de persuasión, pueden hacer de ella sin separarse de ella.

El llamado de Aristóteles:
Es el poeta un imitador para lo bello.
El pintor, un retratista preciso de lo que es original, anidado en lo que ha sido y del
cómo debiera ser.
Más debe evitar la imitación que no es imitable y el accidente.8

Supongo entonces, que en un sentido aristotélico, la posibilidad de la poesía (también


en la retórica) y de la metáfora misma radica en la perfección de la propia verdad, a
partir de la mímesis, al hacer parecer lo imposible como creíble, siempre bajo el
fundamento de esta verdad. En Aristóteles el concepto y la metáfora se vinculan a la
palabra, a lo propio, y a una teoría de los tropos y su ordenación, todos ellos anclados
a la razón9.



6 Ibídem P.42
7 Ibídem P.42
8 Siendo el poeta imitador a manera o de pintor o de cualquier otro autor de retratos, ha de imitar por
precisión una de estas tres cosas, a saber: cuáles fueron o son los originales; cuáles se dice y piensa que
hayan sido, o cuáles debieran ser. Y estas cosas las expresa con su habla o también con dialectos y
metáforas. En el mismo modo de hablar las diferencias1 son muchas, ya que a los poetas concedemos
esta licencia. Es de advertir también que no es una misma la norma de la poética que la de la política, y
de otro cualquier arte que sea. En la poética, considerada por sí sola, se puede pecar de dos maneras: una
en la sustancia, otra en algún accidente. Si eligiese imitar lo que no es imitable, pecaría en la sustancia;
mas tomando al sesgo2 la cosa, será error accidental, como pintar un caballo3 que mueve a un tiempo los
dos pies derechos. Asimismo es accidental el yerro cometido contra cualquier arte; v. g.: la Medicina, u
otra, o si se fingen cosas imposibles. Estos defectos, pues, cualesquiera que sean, no tocan en la
sustancia Ibídem P. 75
9 Ver este seguimiento en Ricoeur, P., La metáfora viva, Ediciones Cristiandad, Madrid, 437 p.
Aquellas pretensiones de la poesía en las que se pone en cuestión la inverosimilitud de
lo propio o la contradicción, las llama Aristóteles a la valoración de la lógica10. Resume
las objeciones que se pueden hacer a los poetas en cinco especies: “que dicen cosas
imposibles, o irracionales, o ajenas del asunto, o contradictorias, o no conformes al
arte” 11

La verdad resuena en los fundamentos de Aristóteles para definir la cualidades de la
poética y de la retórica y, por consiguiente, de la metáfora. La verdad es el fundamento
no sólo de la metáfora sino de su metafísica y su filosofía. En la metafísica, Aristóteles
dice: "Todos los hombres desean por naturaleza saber. Así lo indica el amor a los
sentidos; pues, al margen de su utilidad, son amados a causa de sí mismos… este
saber, encuentra su cumbre más alta en la metafísica, como la ciencia de las primeras
causas y principios del ser. En su palabra: "del ser en tanto que ser”.12

En su lección, la metáfora tiene como principio la traslación, semejanza, la imitación
(mímesis) que requiere permanecer cercana a la verdad. Cercana en principio a las
causas y principios del ser, en el campo productivo de la téchne, que se ocupa
de producir un bien para vivir mejor, para facilitar la vida o para embellecerla. Un
buen poeta a la manera aristotélica es aquel que con su estilo y su pasión puede, sobre
la verdad misma, participar de la construcción del saber. Si la retórica y la poética se
alejan de este principio a través de “cosas imposibles, o irracionales, o ajenas del
asunto, o contradictorias, o no conformes al arte” entonces el poeta caerá en

10 En suma, lo que se dice imposible se ha de sanear alegando ser conforme a poesía, o mejor, o según el

común sentir. Y cierto que por respeto a la poesía conviene antes escoger un asunto, aunque parezca
imposible, si es creíble, que otro posible, no siendo creíble; que tales han de ser los retratos cuales los
pintaba Zeuxis, siempre atento a lo más perfecto, pues lo que se pone por ejemplar es preciso que sea
excelentísimo en su línea. Si se dice que son cosas contra razón16, responder del mismo modo, y aun tal
vez negarlo absolutamente; porque también es verosímil que sucedan cosas contra toda verosimilitud.
Las que se arguyen de contradicción se han de valuar al contraste de la lógica; v. g.: si es lo mismo,
según lo mismo, y del mismo modo; o si es una misma persona, si hace relación a las cosas que dice ella
misma, o a las que un hombre cuerdo supone por ciertas. Entonces sí que será justa la censura17, cuando
sin necesidad alguna el poeta fingiere irracionalmente cosas mal parecidas o mal hechas, como Eurípides
del Egeo en la Medea, y de Menelao en Orestes. El Arte poética. P.77
11 Ibídem p.77.
12 Aristóteles Metafísica, Capítulo 1, Traducción de Valentín García Yebra, Gredos, 2012


ridiculeces o barbarismos. En esta palabra, se encuentra un intento de que la retórica
permanezca válida en tanto cercana a la verdad —bajo los principios de valoración de
la lógica— a diferencia de Platón, quien condenaba la retórica por tener como
principio la mímesis y alejarse propiamente de la verdad (en su sentido platónico13).

Platón condena la retórica, la reduce a la cocina y a la cosmética. Sólo concede al
concepto, a la dialéctica y a la filosofía la posibilidad de decir la verdad. Si el orador se
vale de la apariencia, la mímesis y el engaño para instruir a los tribunales, su intensión
no es atraer la atención hacia lo justo y lo injusto, sino a la creencia. Aquí una síntesis
de la lectura que hace Juan Manuel Asensi:

La retórica aparece vinculada al discurso hueco, rutinario, no artístico (atejnoi) y destinado a
confundir a sus receptores. Dicha confusión viene provocada por el hecho de que se hace pasar
por sin ser realmente eso por lo que se hace pasar, distancia con respecto a su supuesto objeto
que marca las diferencias insalvables entre ambos espacios y que la vacía de todo contenido de
verdad: “añado que no es un arte, sino una rutina, tanto más cuanto que no tiene ningún
principio cierto, tocante a la naturaleza de las cosas que ella propone, y que puede servirla de
guía; de suerte que no da razón de nada; y a lo que está desprovisto de razón, yo no lo llamo arte.
(…) La adulación, en punto de alimentos, se oculta bajo la medicina, como ya he dicho. A la
sombra de la gimnasia se desliza igualmente el tocador, práctica falaz, engañosa, innoble y
cobarde, que para seducir emplea las farsas, los colores, el refinamiento y los adornos, de manera
que sustituye con el gusto de una belleza presta da al de la belleza natural que produce la
gimnasia (…) lo que la cocina es a la medicina es a la retórica al arte judicial (…) a causa de su
afinidad, los sofistas y los oradores se confunden con los legisladores y los jueces y se consagran
a los mismo objetos. 14

Asensi15 dice que el argumento de Platón para condenar a la retórica, se basa en el
marco de la relación Retórica-verdad. La retórica, al ser una actividad mimética se


13 Verdad en el sentido platónico
14 Asensi, Juan Manuel “La metáfora en Paul Ricoeur: Un Debate entre hermenéutica y deconstrucción”,

Centro de investigaciones literarias. Universidad Veracruzana, Semiosis, enero-diciembre 1989, no. 22-
23, p. 255-277 URI : http://hdl.handle.net/123456789/6375
15 En los Diálogos de Platón, Sócrates dice sobre la retórica: “Me parece, Gorgias, que es cierta profesión

en la que el arte no entra para nada, pero que supone en el alma tacto, audacia, y grandes disposiciones
naturales para conversar con los hombres. Yo llamo adulación al género en que ella está comprendida;
género que me parece que está dividido en no sé cuántas partes, una de las que es la cocina. Créese
comúnmente que es un arte, pero á mi parecer no lo es; sólo es una costumbre, una rutina. Cuento
también entre las partes de la adulación á la Retórica, así como el tocador y el arte del sofista; y
atribuyo á estas cuatro partes cuatro objetos diferentes. (…) La adulación se cuida muy poco del bien, y
mirando sólo al placer, envuelve en sus redes álos insensatos, y los engaña; de suerte que la consideran conío
de gran valor. La cocina ó arte culinario se ha deslizado á la sombra de la medicina, atribuyéndose el
discernimiento de los alimentos más saludables al cuerpo. De manera que si el médico y el cocinero
disputasen delante de niños y delante de hombres tan poco razonables como los niños, para saber quién de los
dos, el cocinero ó el médico, conoce mejor las cualidades buenas ó malas de los alimentos, indudablemente el
aleja de la verdad. Hay en Aristóteles un esfuerzo por restituir la relación Verdad y
mímesis en la poética, lo que lo diferencia de la condena de Platón.

Ha llegado el punto de que piense otras líneas sobre la metáfora, otra escritura; una
que me empuje más allá del molde, de los límites, las quejas y afirmaciones que se
dejan ver en la escritura de Platón y Aristóteles. Una voz que resuene más allá de ellos,
que es incluso una voz, una línea, un trazo, que buscó tomar distancia, mirar, escribir
de otra manera sobre la metáfora y emparentarla con elementos que no fueran la idea
de verdad metafísica. Hablo de Nietzsche, de su pensamiento, de su urgente necesidad
de colocar a la metáfora más cercana a la vida, más que a la verdad. ¿Es que acaso la
verdad misma no es la vida?, ¿es que acaso nos inquieta pensar que la idea de verdad
misma no nos diga plenamente lo que es la vida?, ¿la vida hace tambalear la verdad?
¿cuáles son estas líneas? No diré todas, pero sí algunas…

La obra de Nietzsche denuncia la obsesión por la verdad sustentada en la metafísica
(griega de tradición platónica), que había caracterizado a la filosofía de los siglos
precedentes. Esta tradición miraba con horror la finitud, lo efímero y lo fugaz, y se
acogía de los valores de la metafísica (la idea de verdad) para conciliar su angustia.
Nietzsche tiene una pregunta que, si estoy listo para escucharle bien, advierte el
veneno en el recurrente bocado de eso que llamamos la “gloria” y lo “propio”, la gloria
de una verdad, de una certeza, de un sentido: “¿es la gloria realmente sólo el más
delicioso bocado de nuestro amor propio?”. Este bocado venenoso se puede caer en el
tránsito que se dirige a nuestro paladar. El bocado de la verdad se cae por una mano
temblorosa que duda, angustiada. La verdad se sacude ante la idea de lo cambiante, de
la finitud y de lo fugaz. Hay una mano temblorosa que se ha dado cuenta del veneno en
su bocado: el amor propio, una amor desmesurado en la idea, más allá de la vida. La

médico se moriría de hambre. Hé aquí á lo que yo llamo adulación, y lo que digo que es una cosa vei^onzosa,
Pólux, (á tí es á quien me dirijo), puesto que sólo se cuida de lo agradable, despreciando lo mejor. Añado que
no es un arte, sino una rutina, tanto más cuanto no tiene ningún principio cierto, tocante á la naturaleza de las
cosas, que ella propone, y que pueda servirla de guia; de suerte que no da razón de nada; y á lo que está
desprovisto de razón, yo no lo Hamo arte. Si te atreves á negar esto, estoy dispuesto á responderte. (Platón,
“Gorgias”, Diálogos, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 5, Madrid 1871 pp.158-161)


mano en su reparo se pregunta: ¿y la vida? En una de sus citas más graves en Sobre
Verdad y Mentira en Sentido Extramoral, Nietzsche dice:

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias,


antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas,
extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo
considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado
que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su
troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.16

Estamos dispuestos a matar(nos) incluso desde la mentira. En nombre de


significaciones que hemos creado: esos trofeos, esos dineros, esas conquistas, sin
cuestionar si estamos cercanos a la vida (entiéndase vivir con la respiración profunda
y fresca, las manos aladas, el ejercicio de creación, el cobijo de los seres, la toda
dignidad frente arrebato de los vengantes). Matamos porque consideramos nuestra
mentira inmortal, porque la finitud y la fugacidad de la vida nos angustia. Pero la vida
está ahí, esperando el derrumbe de los cobardes. Miro hoy aquí a todas esas manos
tragando bocados venenosos, todo este pueblo o aquél. Son bocados y bocados, un
desfile de platillos que alimentan sin cesar el apetito del que quiere saber de verdad.
Perdidos en esa verdad. Sin reparo.

Recuerda Nietzsche que todas estas palabras, articuladas, adornadas de sentido, estas
verdades han perdido su “brillo, su fuerza sensible, su troquelado”. Este viajero que
sube la montaña, y antes de alcanzar su gélida cima, va depositando todas las
estructuras, los mecanismos, los esqueletos del lenguaje, y en este, el punto más alto,
se ha quedado con una base, algo minúscula acaso, algo invisible: la metáfora. Y sobre
ella se pregunta: ¿cuál es su cercanía con este aliento, con la vida misma, con el
instinto, la intuición? Nietzsche tiene una palabra: transposición (Übertrangung), que
nos dice su lector, De Santiago Guervós, hay entenderla no desde una perspectiva
conceptual sino vital, de transfiguración, el despojamiento de uno mismo como efecto
de la embriaguez y con ello la pérdida de lo propio. Metáfora resuena en mí en forma
de ardor de pecho, en tanto un demasiado latir, que sale, se desborda, se engancha al


16 Nietzsche, F. Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral. Traducción Luis M. Valdés y Teresa
Orduña. Editorial Technos, 1996. p.25
sentido, le invoca, le hace: momento de creación, ardor en tanto vida, pero no una vida
de certeza, sino vida y conocimiento vacilante, bajo el hilo conductor (Leifaden) del
cuerpo, “sabio soberano”17. Nada más lejos de esta verdad inmutable y presuntamente
eterna que una vida fugaz, sangrante, en plenitud.

Me gustan las palabras de la profesora Rivara en su lectura de Nietzsche: “La ilusión
del artista (sobre todo trágico) busca acompañar los movimientos de la vida,
transfigurándola perpetuamente”18. El artista no encuentra verdades inamovibles,
sino siempre nacientes, siempre en gestación, acompasadas justamente con la vida.
Poeta como eso: asaltado por la duda ante la verdad. Vacilante ante los movimientos
de la vida. Ardor de pecho. Que desliza su propia vacilación en el lenguaje y en el
sentido, en la verdad. Metáfora como medio de transposición para aprehehder la vida
por el cuerpo en imágenes. La metáfora está ahí, en el límite del nervio y el lenguaje,
en el vaivén de la esfera prelógica y prelingüística que preceden a todo lo que se
puede pensar.19 Y aquí la pregunta por el poema y por la vida, metáfora que hace vivir
de nuevo, como deseo de vida en sus múltiples perspectivas de mundo.

¿Es el poema la vida?
¿qué gravedad le habita al poema y qué a la vida?
El poema, se dice, por los que dicen siempre:
Camina en una noche de relámpagos
Se alista para las batallas contra la voz del Otro
A veces es aniquilado en el umbral de la voz y del gesto
No sin decir un balbuceo
Y a veces nada
A veces canta victorioso un nuevo pliegue en el mundo
¿Pero no es su caminar una ilusión?
Si sospechamos, andemos sobre sus pasos ya gastados
Y poco a poco
En la yerba ya crecida
En el rocoso rincón que ha dejado el trueno
En el habitar de sombra
Hallaremos

17 Ver De Santiago Guervós, Luis. “La metaforización del lenguaje: un proceso artístico” en Arte y poder.

Aproximación a la estética de Nietzsche. Editorial Trotta, Madrid, pp. 403-432


18 Recomiendo el texto de Rivara Kamaji, Greta. “Nietzsche y el pathos de la verdad”. Anuario de Letras

Modernas. Vol. 18 (2013): 91-102. En http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/4871?show=full


19 De Santiago Guervós, Ibídem, pp. 403-432
Esta cuerda
Esta sangre
Este brazo
Este perfil
Este pecho
Que respira y
Siente y
Anuncia y
Vibra y estremece
En su decir, en su pregunta:
¿Es el poema la vida?

En la palabra de Nietzsche, verdad y voluntad van de la mano. Una voluntad en turno
ha creado su metáfora de salvación y ha fundado una mentira. Pero otra voluntad
vacila, denuncia los conceptos muertos y crea una nueva metáfora. Detrás de la
máscara de la verdad se encuentra el rostro de la voluntad de poder. Y es que si tengo
la imperiosa necesidad de dejar de andar como muerto ante el peso de la verdad,
tengo que preguntar bajo qué idea de verdad me permito ese morir antes de tiempo,
de hacerme el vivo; para entonces, renunciar a esa mentira, para acercarme a la vida
de nuevo. Dice Nietzsche que olvidamos pronto el artificio, tomando por rostro la
máscara, y eso me aniquila, me destruye a partir de crear mundos en sí, el falso en sí.
Como si el artificio de la utilidad buscara encarnarse en mi rostro, realizar la
simbiosis, alejarse de la vida. Nietzsche cuestiona a la filosofía que cae en este olvido
—que aclama una metafísica de la verdad—y es que estas creencias pronto agotan la
idea del mundo, lo hacen más pesado, único, avasallante, causal, de razón suficiente,
que marca los cuerpos; los dejan con una carga que contiene al mundo, un cuerpo-
peso que soporta el Columbarium de la verdad. Por eso pienso que un cuerpo que
recurre a la metáfora, se ha despojado, adquiere cierta ligereza. Lo vacilante le
permite danzar, más no la verdad vuelta piedra que le condena a la fijeza del riel de la
Historia, de la verdad.



Anspruch20
El peso de lo Otro21
Sobre
el sujeto arrojado
Al abismo22
Que busca su pérdida23
Su mentira
Y sólo encuentra
El peso
Su pérdida
Su mentira
O no
Y encuentra
La posibilidad24
La transformación
Del orden de su peso
De su sujeción
Ante otro abismo
otra posibilidad
otra transformación
otra mentira
otra verdad
¿un otro?


20 Anspruch es reclamo en tanto situarse como una fuerza, resistirse a la condición del cuerpo-peso en
abismo, y devenir en fuerza en tanto situarse ante otra fuerza. Situarse, no sólo como sujeto, sino en
forma liberada de lenguaje: en forma de palabra nueva:. Hay en este uso, pensamientos que se ligan a la
lectura de Nietzsche de Verdad y Mentira en un Sentido Extramoral y la obra Carneros de Derrida en su
lectura de Gadamer. Derrida, J. Carneros, el diálogo ininterrumpido entre dos infinitos, el poema.
Amorrotu, Buenos Aires, 2009, p.80

21 Lo Otro: es la fuerza como peso en tanto un sentido, una verdad que se ha vuelto pétrea, única, que

inmoviliza la creación como fuerza de singularidad. En Lacan: Lo Otro opera en la dimensión Simbólica,
pero también en el imaginario y en lo Real y es lo que afecta sustantivamente al sujeto. Mi estudio
lacaniano es inicial, y en ningún caso por ahora profundo, pero espero solventar esta falta más adelante.

22 Abismo es el sentido del sujeto como cuerpo-peso, y en caída irremediable hacia la muerte (Hay una

lectura de Heidegger posible en el ser-para-la-muerte).



23 Pérdida: se asume en tanto se reconoce la unidad sujeto con cuerpo-peso. La idea del peso mismo que

implica una gravedad sobre el sujeto que carga la verdad, el sentido, y que asume con deseo
melancólico lo que no se tiene: la posibilidad de liberarse, pero sin hacerlo.

24 El individuo muere irremediablemente, pero tiene como posibilidad generar la grieta ante el peso,

liberar sus ataduras de cuerpo-peso y devenir en palabra liberada.



En Nietzsche encuentro una cercanía de la vida con la metáfora más que con el
concepto. En la metáfora se da la creación, el arte; mi acción sobre el mundo que busca
no petrificarse, no desgastarse en el Columbarium25 y que se extiende a todos los
sistemas de interpretacion no verbales, el principal artificio (lingüistico) al que
acudimos posicionados frente a la naturaleza 26 . Desde éste planteamiento qué
problemática se vuelve la frase, quizá pensando en lo que implica en el sentido
metafísico: “La fuente de la vida”. ¡No hay tal cosa como fuente de la vida!, la vida
misma es una fuente, la fuente misma. No admitirlo sería una mentira, un vendaje.
Olvidamos casi siempre esto, que la vida es una fuente: de vibraciones, de sensaciones,
de metáforas y narraciones. Nos olvidamos de la vida, decimos “esto surge por esto
otro”, nunca de la vida misma. Las metáforas en Nietzsche son un decir del mundo en
tanto vida, no en tanto piedra:
El hombre que configura el lenguaje no percibe cosas o eventos, sino impulsos (Reize):
él no transmite sensaciones, sino sólo copias de sensaciones. La sensación suscitada a
través de una exitación nerviosa, no capta la cosa misma: esta sensación es
representada externamente a través de una imagen. Pero hay que preguntarse , sin
embargo, cómo un acto del alma puede ser representado a través de una imagen sonora
(Tonbild) (…) No son las cosas las que penetran en la conciencia sino la manera en que
nosotros estamos ante ellas27.

Es una doble Übertragung en el sentido de una transferencia o transposición: del
impulso nervioso a la imagen, de la imagen al sonido. Es en la intuición y en la
originalidad en que la palabra y el pensamiento se tornan vivos. De esta manera, la
verdad no es adecuación con ningún ser en sí, con ningún hecho, sino un fenómeno de
la voluntad de poder en tanto ésta se da como interpretación del mundo, de lo que
somos y de lo que el mundo es para nosotros un evento de significación, de
interpretación, de un mero arte: de intestinos torrenciales para la transformación. En
la metáfora hay algo que es lenguaje, que es sentido, que da pie para los
desplazamientos, las sustituciones. Pero también afirmo, hay algo en ella extraño al


25 Como el sepulcro de los muertos.
26 De Santiago Guervós, Luis. “La metaforización del lenguaje: un proceso artístico” en Arte y poder.
Aproximación a la estética de Nietzsche. Editorial Trotta, Madrid, pp. 403-432
27 Nietzsche, F. Curso sobre retórica. (F. Nietzsche. Escritos sobre retórica. Edición de Luis E. De Santiago

Guervós, Trotta, Madrid, 2000). En de Santiago Guervós, Luis. “La metaforización del lenguaje: un
proceso artístico” en Arte y poder. Aproximación a la estética de Nietzsche. Editorial Trotta, Madrid, p.
420.
sentido, incierto, vacilante, que cuestiona la verdad y el sentido que descansa en los
conceptos. Y es lo que escapa a la aparente plenitud del lenguaje. Ahí encuentro un
umbral en la metáfora: entre lo que puedo llamar el impulso previo a ella y al sentido.
El impulso previo es un ímpetu, una vibración, una intensidad de lo sensible que
encontrará su tensión con el código del sentido. Escribe Nietzsche:

Entre dos esferas absolutamente diversas, como son el sujeto y el objeto, no existe
ninguna causalidad, ninguna exactitud, ninguna expresión, a lo más una relación
estética, y con esto quiere decir una transposición alusiva, una traducción balbuciente
en una lengua completamente extraña, lo que requeriría en todo caso una esfera
intermedia y una capacidad que fuerza capaz de poetizar y de inventar libremente28.

Nietzsche recuerda al sintiente, una vida, un cuerpo vivo que se estremece, que se
perturba, y que desde todo su cuerpo vibra y se vincula a la operación metafórica. Hay
un arribo de este sintiente al código, eso que algunos estudiosos llaman el significante.
Pero no olvidemos, algo ocurre ahí en esta vibración sintiente que impulsa desde su
ardor la operación metafórica, y que desdobla su operación en lo que llaman los
autores: la significación, el discurso y el juego del espacio semántico, el lenguaje29,


28 Nietzsche, F. Sobre verdad y mentira en un sentido extramoral. Traducción Luis M. Valdés y Teresa
Orduña. Editorial Technos, 1996. p. 30
29 Pero éste sintiente no lo advierte Ricoeur al menos en alguno de sus enunciado de Metáfora Viva. Es

como si las cosas cobraran vida propia “un movimiento engendrado entre las diferentes partes del
discurso…” Puedo suscribir aquí su planteamiento general de las consecuencias metafóricas en el plano
del discurso, la realidad, la heurística, pero sin asumir su principio de “cosa que mueve al mundo”. Más
bien habrá que tomar muy en cuenta desde dónde hablo, desde la vida misma que se desdobla en su
potencia metafórica, en su reivindicación de ser en tanto vida, no en tanto cosa. Nótese la cita que
Asensi recoge de Ricoeur a propósito de la crítica que realiza éste al estructuralismo. Se define la
retórica del estructuralismos bajo cuatro puntos:

1)la teoría de la metáfora como teoría de metáfora-palabra; 2) Dicha teoría responde a una
óptica semiótica-sistemática sobre la significación del lenguaje; 3)De donde la idea que la
información transportada por la metáfora es cosmética, nula. Ricoeur opone: a) La teoría de la
metáfora es una teoría de la metáfora discurso, b) Dicha teoría responde a una óptica semántica
sobre la significación del lenguaje; c)La operación metafórica es una operación tensional (…)
como movimiento entre las diferentes partes del discurso, entre lo metafórico y lo no-metafórico,
entre un proceso de desestructuración y uno de nueva estructuración; d) la información
transportada por la metáfora-discurso es una información plena, de redescubrimiento de la
realidad, heurística, puro acontecimiento que dice una verdad sobre el ser y sobre el mundo. (En
Asensi, “La metáfora en Paul Ricoeur”…).
Sobre esta cita, Asensi centra su artículo para recuperar el debate entre la postura de Derrida en cuanto
a la metáfora, y su contraste con la de Ricoeur. Es un dicusión importante, y aquí no la podemos seguir.
Sólo quisiera señalar un punto sobre el párrafo de Ricoeur. Los sujetos que utiliza son cosas:
pero olvidan los que hablan desde la gramática y la lógica de las verdad única que
entre el código y el ardor, siempre hay un vaivén.

¿Y qué es el nombre?, ¿es significación única?, ¿es significación única para la
posibilidad del diálogo y de generación de pensamiento?, ¿no es más bien una
significación momentánea, de un sintiente en la que cabe el diálogo, un diálogo no
único y en todo caso momentáneo?, ¿es entonces el diálogo un entendimiento
momentáneo, a partir de metáforas fugaces y nombres momentáneos que se mueven
en medio de confusiones y de aparentes rescates de sentido, cuyo punto de partida es
el sintiente y su mano que tiembla? Frente a él, un bosque de confusiones. Su caminar
se experimenta con un paso claro y el otro oculto, un paso que se encuentra con otro
paso, que se pierde con otro. Decimos nombre y decimos control, hay un insistencia
desde los griegos del Logos. Controlar el ímpetu del Dionisos acechante, latiente.
Algunos se preguntan: ¿condiciona el campo semántico la buena metáfora de la mala?,
¿no es el campo semántico la resonancia de un salto del cuerpo, de esa voz que
resuena y en su resonar presenta la ilusión, una ilusión que dirá: “la metáfora mala, la
metáfora buena”? La metáfora, si bien puede colocarse, a la manera platónica, en un
sentido de ornato y decoración, hay mucho más en ella: resulta en un umbral que
desborda el límite de las palabras. Un sentimiento desbordado ante determinada
situación y del que el lenguaje pleno es insuficiente para dar cuenta (y nos llegan los
suspiros, sensaciones de ardor en el de pecho). En la cima del sentido puede una
palabra sucumbir ante algo que es imposible de significar. Aquí la palabra de Pina
Bauch: “Hay situaciones que te dejan totalmente sin habla. Todo lo que puedes hacer
es aludir a las cosas. Tampoco las palabras pueden hacer más que sólo evocar las
cosas. Ahí es donde viene la danza de nuevo”30. Y en el balbuceo de la danza
encuentro el gesto. Mi carne en devaneo: gesto, sutiles marcas y nada más. Sugiero,
aludo, pero me es imposible decir verdaderamente. Es la metáfora en la que se
encuentra un umbral entre el sentido y lo otro, la vida: en sus vísceras, su ardor, su

“operación”, “teoría”, “información”, y por eso nos preguntamos: ¿quiénes son las fuerzas vivas, los
sintientes que están detrás de los conceptos del hermeneuta?
30 Filmografía: Wenders, W., Pina. Alemania-Francia-Inglaterra, 2011.


intensidad, lo que Nietzsche pensaba como las formas inconscientes del lenguaje31.
Podemos pensar que las posibilidades del arte se encuentran en el vaivén entre una
dimensión y otra, entre lo que se halla en el balbuceo: la intensidad de la emoción en
las formas instintivas del lenguaje, y lo que ocurre propiamente en el lenguaje que
produce los conceptos.

Recordemos una base de Nietzsche: en la metáfora hay una función de semejanza (una
aproximación) pero no para lo idéntico ni lo propio, sino para la semejanza
diferenciante, en este movimiento encuentra su cualidad más sustantiva: navegar el
umbral entre lo sensual y el sentido, caracterizar la intensidad sensible y espaciante
de la voz para efectuar dos desplazamientos: el primero de metaforización entre el
nervio y la imagen, y el segundo en el encuentro singular entre la imagen y el sonido
que a su vez saltará a la esfera de aquellos dos significantes no avizorados para tratar
de simbolizar una potencia diferenciante que proviene de la esfera sensual. La
metáfora entonces, es instrumento de una intensidad que es diferenciante, y que en
los juegos del lenguaje busca simbolizar la fuerza diferenciante de lo que se produce
en la esfera de la intensidad en el nivel del lenguaje. Es pertinente decir aquí, que hay
pérdida en la operación metafórica misma, dado que nunca es idéntica respecto a la
propia intensidad de un cuerpo ardiendo y abriéndose paso. Nunca su traducción es
semejante:
No hay equivalencia entre las distintas esferas simbólicas, ni ninguna correspondencia
entre ellas, ni traducciones dirigidas por reglas analógicas. Entre los distintos ámbitos
de este proceso sólo hay “saltos”, (…) que no son controlados por ninguna regla. La
metáfora es, por ello, el salto imaginario, que salva el abismo entre dos esferas
completamente diferentes, un salto para el que no puede haber ningún criterio de
certeza. Por eso, la metáfora tiene un carácter transitorio, el el “movimiento” de tránsito
entre distintos de impresiones sensibles e ideas. Y esto muestra, realmente, el proceso
semiótico de construcción de sentido y del mundo. De ahí que a veces se hable de que la
metáfora es un lenguaje naciendo, un lenguaje que está siendo, pero que todavía no es,
en definitiva la mejor forma de expresar que el lenguaje es devenir y que sólo vive en el
movimiento de la metáfora32.


31 Sobre el pensamiento del joven Nietzsche sobre la estética recomiendo el apartado de De Santiago
Guervós, L. “El lenguaje y su dimensión estética” en Arte y poder. Aproximación a la estética de
Nietzsche, Editorial Trotta, Madrid, 2004, pp. 349-379.
32 De Santiago Guervós, L. “La metaforización del lenguaje: un proceso artístico”. en Arte y poder.
Aproximación a la estética de Nietzsche, Editorial Trotta, Madrid, 2004, pp. 423-424

Metáfora como una evocación parcialmente insuficiente, pero, digamos, ésta será sólo
una de sus cualidades. Si pensamos a detalle, la otra cara buscará eso diferenciante
cuyo origen es la fuerza vital misma, y entonces podemos decir: si bien hay pérdida
también hay ganancia en ese arte. A pesar de su pérdida en la simbolización, en la
metáfora hay también, a nivel evocativo, el gane de la potencia diferenciante: la
posible evocación de un encuentro y sensación nuevos. Lo sensual, el cuerpo, la
intensidad, estos ardores son siempre potencia diferenciante, siempre un plus, que al
devenir evocativamente como metáfora, si bien hay una resta, también hay un plus:
una ganancia de abre paso que sacude el lenguaje mismo, el sentido y la idea de
verdad. Es una sensualidad que siempre se abre paso ante la idea de verdad.

En el pensamiento de Aristóteles, el origen de la metáfora se refiere a la acción de
transportar, de llevar, de trasladar a partir de algún tipo de semejanza a una palabra
frente a otra y provocar, lo que se dice, un desplazamiento. Solemos pensar en
términos de conceptos el desplazamiento: de palabra por palabra. Una palabra queda
en su noche para ser reemplazada por alguna otra que a su vez aguardaba en las
sombra; un intercambio de una que se hace ver y otra que se hace ocultar; nos
preguntamos por el sentido de una (la que llega) y otra (la que se va), ya que este
movimiento suele tener consecuencias en el propio sentido que se les da a las
palabras: se propicia por el mismo hecho de traslado y sustiución, de movimiento de
la noche al día y del día a la noche, una transformación de ambas y de su propia
relación. Pero pensemos, esto que decimos que ocurre al nivel del lenguaje, es sólo un
salto de lo que ocurre en el nivel sensual: un cuerpo ha estallado, y un mundo se ha
agrietado. Siempre se muere un poco mientras se elige algo nuevo de la vida, o mejor
dicho: mientras se vive. Hay que decir además que esta nueva palabra invocada que
proviene de la noche y ve la luz, al estar frente aquella que espera, con la que ocurre el
enganche, entre ambas propician un encuentro singular. Y estas palabras aquí
encontradas, ya no serán las mismas después de su relación. Ahora arden porque los
cuerpos arden. Estas palabras a partir de su encuentro se han desplazado. Es otro
desplazamiento. Podemos también decir que es un desplazamiento del
desplazamiento. O bien decir: un desplazamiento en el que sobrevienen otros. Y todo
por un ardor: “Si se valora el hombre intuitivo, entonces se puede instalar el dominio
del arte sobre la vida y extenderse ese brillo de las intuiciones metafóricas sobre todas
las manifestaciones de vida que son el signo de una vida determinada por el arte”33.

Visitemos de nuevo las voces expuestas. Corominas dice “Yo transporto, traslado,
llevo”. ¿Pero qué se lleva, que se traslada? En Aristóteles encontramos lo que llama la
verdad, el nombre, lo propio. Se asume en Aristóteles que en la metáfora el poeta
transporta, traslada la verdad, lo propio ¿para hacerla más creíble o convincente, para
hacer más verdad la verdad? Nietzsche lo cuestiona. Sobre la idea de verdad hay
muchas mentiras. Esos que llamamos conceptos, cargan mentiras al alejarse de la vida.
Al recuperar la metáfora, desnudamos la mentira de lo propio, esa en la que descansa
todo el edificio metafísico de la verdad entretejida entre su gramática, su lógica.
Cuando transporto o traslado, si no es la verdad, ¿entonces qué, según el
cuestionamiento de Nietzsche? Podemos decir que lo más allá de lo que llamamos
propio de la vida. Un sacudón, desde la transposición fuera de sí (Übertrangung), un
desplazarse, un traslado de la vida de un punto a otro. De lo que es en apariencia
propio, a lo otro según la ruptura con la propia creencia, según mi voluntad y el
posicionamiento del cuerpo.

Y en este traslado, está conmigo la embriaguez, la vacilación, la duda, esa que me
acompaña en mi plena y fugaz vida. Entonces he de decir que yo, el que vacila, tiembla
y duda: transporto, traslado, llevo mi vida fugaz y plena de un punto a otro, y en este
hacer, si bien algo se pierde, también hay algo nuevo. Y esto es la voz y la palabra,
alusivas siempre a mi vida, a mi ardor de pecho.



33 E. Behler, “Die Sprachtheorie des frühen Nietzsche”, en Brosche (ed.), 1994, 100. En De Santiago
Guervós, L. “La metaforización del lenguaje: un proceso artístico”. en Arte y poder. Aproximación a la
estética de Nietzsche, Editorial Trotta, Madrid, 2004, p. 417
Bibliografía
Aristóteles, El Arte poética. Traducción del griego, prólogo y notas de José Goya y
Munain, Buenos Aires, 1948. p.40.
____________, Metafísica, Capítulo 1, Traducción de Valentín García Yebra, Gredos, 2012.
Cervantes, Don Quijote de a Mancha, Tomo I, Capítulo XIII, Edición Folio, España, 1999
p.102
Corominas, Juan. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Biblioteca
Románica Hispánica, Gredos, Madrid, 1987, 627 pp.
De Santiago Guervós, L. Arte y poder. Aproximación a la estética de Nietzsche, Editorial
Trotta, Madrid, 2004, p. 417
Derrida, J. Carneros, el diálogo ininterrumpido entre dos infinitos, el poema. Amorrotu,
Buenos Aires, 2009, p.80.
Nietzsche, F. Sobre Verdad y Mentira en un Sentido Extramoral. Traducción Luis M.
Valdés y Teresa Orduña. Editorial Technos, 1996. p.25.
Ricoeur, P., La metáfora viva, Ediciones Cristiandad, Madrid, 437 p.
Tournier, Michel Viernes o Los limbos del Pacífico. 2012. Traducción al español de
Lourdes Ortiz, 1986. Serie Fin de Siglo, Alfaguara/CONACULTA. México, 1992. 272 pp.
Bibliografía electrónica
Asensi, Juan Manuel “La metáfora en Paul Ricoeur: Un Debate entre hermenéutica y
deconstrucción”, Centro de investigaciones literarias. Universidad Veracruzana,
Semiosis, enero-diciembre 1989, no. 22-23, p. 255-277. En
URI: http://hdl.handle.net/123456789/6375
Rivara Kamaji, Greta. “Nietzsche y el pathos de la verdad”. Anuario de Letras
Modernas. Vol. 18 (2013): 91-102. En
URI: http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/4871?show=full

Filmografía
Wenders, W., Pina. Alemania-Francia-Inglaterra, 2011.

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