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VOLUMEN I
HANS VON HENTING
PROFESOR DE CRIMINOLOGIA EN LA UNIVERSIDAD DE BONN
ESTUDIOS
DE
PSICOLOGIA CRIMINAL
I
DECIMA EDICION
ESPASA CALPE, S. A.
MADRID, 2003
Titulo Original
ZUR PSYCHOLOGIE DER EINZELDELIKTE
I Diebstahl – Einbruch Raub
ES PROPÍEDAD
Espasa Calpe, S.A., Madrid 1960
Printed in Spain
-
Deposito Legal: M. 2.475 – 2003
WOLFGANG MITTERMAIER
ÍNDICE
Páginas
CAPÍTULO III.- Robo con violencia o intimidación en las personas ..................... 139
Creo que, a diferencia de lo que ocurre con todas las teorías generales de la
Criminología, se ha descuidado el estudio de las distintas especies delictivas.
Ciertamente que para ello no basta el conocimiento de la literatura, sino que se
precisa también el contacto con el objeto mismo.
El presente trabajo intenta colmar tal laguna mediante las investigaciones mas
recientes. Las experiencias norteamericanas y reflexiones propias. Si tengo tiempo y
me alienta la acogida, tratare de proseguir estas pequeñas monografías.
EL HURTO
I. LA AMPLITUD DE LA PROBLEMÁTICA
§1
§2
El hurto simple esta en el ápice de todas las acciones punibles. El 26 por 100
de todas las condenas pronunciadas en 1950 por causa de crímenes o delitos
correspondió a los hurtos13. Esta proporción no es constante; fácilmente se desplaza
hacia arriba o hacia abajo, siguiendo los embates de las condiciones económicas.
Alemania, los últimos cuarenta años de comprobaciones estadísticas unitarias, ha
atravesado una gran guerra, una desvalorización monetaria de dimensiones
devastadoras, un schock deflacionista, una nueva guerra y el derrumbamiento del
Estado. Estas cinco crisis se reflejan en las cifras de la Estadística criminal y
demuestran, por sí ello todavía necesario, la dependencia de esta especie delictiva
respecto a las fuerzas del mundo circundante.
La salida de los soldados del ámbito de la jurisdicción civil durante la primera
guerra mundial, el hambre de la época del bloqueo, los desordenes revolucionarios de
la posguerra, la desvalorización de la moneda, la crisis económica mundial de 1930-
32, la movilización económica y militar de los tiempos de Hitler y las numerosas
amnistías influyen en la imagen de la curva del hurto, que sube y se hunde
turbulentamente.
TA B LA I
Hurto de objetos consagrados al culto en edificio religioso; cometido en vías publicas, calles,
plazas, canales, ferrocarriles edificios de correos o en sus dependencias, equipajes de viajeros o
material de la explotación en una estación, o usando llaves falsas o instrumentos semejantes; por una
asociación para dedicarse al robo o el hurto; por la noche en casa habitada o en sus dependencias.
Aquí reside una de las mas acusadas peculiaridades del sistema español frente a l de la mayor parte de
los países europeos, porque, en general los hurtos agravados del derecho alemán constituyen en
nuestro código una de las especies del robo llamado con fuerza en las cosas (arts. 504 y siguientes del
Código penal). En la mayoría de los códigos extranjeros se da el nombre de robo tan solo al
apoderamiento de una cosa mueble ajena con violencia o intimidación en las personas. Es muy
importante tener presente en lo sucesivo esta particularidad de nuestra legislación, pues el texto, al
mencionar los hurtos cualificados (o agravados), comprende siempre, por la razón indicada, todos los
supuestos de robo con fuerza en las cosas.-N. del T.
12
Rudolf HIS, Deutsches Strafrecht bis zur Karolina, Munich 1928 pág. 157.
13
Calculado según las cifras que da el Statistisches Jahrbuch für die Bundesre publik Deutschland
1952, Stuttgart. 1952, pág. 76.
Hurto simple
Alemania 1910-4014
14
Las indicaciones sobre 1910-27 se encuentran en las paginas 49 y 50 de la Estadística del Imperio
alemán, vol. 370: Kriminalstatistik für das Jahr 1927, Berlín, 1930, las cifras para 1928-40, en
Reichskriminalstatistik für 1928-40, págs. 540, 540, 535, 530, 544, 530, 558, 613, 592, 616, 626, 650,
650, 650 Todas cifras relativas a partir de 1934 no son utilizables a causa de desplazamientos
territoriales y transformaciones sociales (Wehrmacht, formaciones del partido, etc.).
El periodo 1940-50 es todavía impenetrable para nosotros. Hasta 1945 se
amañaron las estadísticas15. Solo después del derrumbamiento, trabajos aislados han
proyectado alguna luz sobre la oscuridad.
Sin embargo, también en esta época de la mayor desorganización y
necesidad se repitió la danza macabra de las cifras del hurto. JACOBS
dice, con relación al nuevo estado de Norte del Rin-Westfalia, que las
denuncias por hurto alcanzaron su punto mas alto en el mes de
noviembre de 1946 con 34.360 denuncias, y el punto mas bajo después
de la reforma monetaria, en abril de 1950, con 9.788 denuncias16. El
frío invierno de 1946-47 y la mala cosecha del verano favorecieron el
desorden caótico. Innumerables personas se aglomeraban en
habitaciones de urgencia. El frío, el hambre, el desarraigo de los
desplazados y la desesperación por la derrota rasgaron los contornos
morales y jurídicos de la propiedad privada17. Los nuevos objetos de
los hurtos cometidos por las masas – comida y comestible – revelan
claramente la terrible miseria de las grandes ciudades hambrientas:
T A B L A II
15
Los informes de diecisiete fiscales generales arrojaban para 1944, en total, 921 ejecuciones. Pero
solo el verdugo Klein ejecuto de abril de 1944 a marzo de 1945 mas penas de muerte que las
supuestamente cumplidas en el mismo tiempo en todo el Imperio. (Bernhard Düsing, Die Geschichte
der Abschaffung der Todesstrafe in der Bundesrepublik Deutschland, Offenbach, 1952, pág. 217.)
16
R.JACOBS, Die Kriminalität der Nachkriegszeit, Godesberg, 1952, pág. 104.
17
Véase mi breve exposición Die Kriminalität des Zusammenbruchs, la cual, escrita en Norteamérica y
publicada en Suiza, pudo dar la primera sintomática de los tiempos caóticos. (Schweizerische,
Zeitschrift für Strafrecht, 1947, págs. 337 y sigs.)
18
JACOBS, ob. Cit., pág. 110.
19
JACOBS, ob. Cit., pág. 111. “En la primavera de 1947 se robaban todavía a diario 18.000 quintales
de briquetas de la estación de mercancías de Colonia.” La criminalidad en los ferrocarriles (hurto
simple mas un pequeño porcentaje de hurtos cualificados) oscilaba delirantemente de arriba abajo:
(Tomado de Georg HEIM, Die Kriminalität bei Eisenbahn im Bezirk der Eisenbahndirektion Köln in
den Jahren 1946-1949, Disertación de Bonn, 1950, pág. 20.)
Estas formas de hurto desaparecen como por encanto en cuanto la situación
económica muestra un asomo de mejoría. La historia social y económica nos da una
lección sobre las causas del delito.
En cuanto a alas cifras de la posguerra – 1945-50 -, hay que tener en cuenta,
además, que aun había en Alemania numerosos extranjeros que habían estado
internados en los campos de concentración, y que los prisioneros de guerra alemanes
se hallaban retenidos en los países vencedores. A estas dos complicaciones en la
estructura de la población hay que añadir las gigantescas migraciones forzadas
procedentes del Este, y también los desplazamientos de la población producidos por
la destrucción de grandes ciudades. Es dudoso si llegara a lograrse desentrañar este
entreveramiento, estableciendo cifras relativas de criminalidad. A las causas referidas
anteriormente hay que agregar la atmósfera de latrocinio que trae consigo el estado
natural de la guerra. La forma más antigua de adquirir la propiedad despertó a una
nueva vida, no solo en la practica, sino también en las ideas de los hombres. La alta
criminalidad del hurto en Suecia y Suiza durante la primera guerra mundial 20 no fue
solo una consecuencia de la movilización y de las dificultades del bloqueo. La
sustracción de la propiedad ajena fue semiaprobada por personas sin formación
suficiente. En cambio, durante la segunda guerra mundial las cifras del hurto en
Norteamérica descendieron bajo el influjo de la prosperidad de guerra, la demanda de
toda clase de fuerzas de trabajo y los altos salarios. Las consecuencias morales de la
guerra fueron superadas por el auge económico de la industria y la agricultura,
financiado por el Estado21. En la lucha de tendencias antagónicas, la situación
económica mejorada de los trabajadores de armamentos, mujeres, hombres viejos y
jóvenes, obtuvo la superioridad de momento. El valor medio de los objetos
sustraídos por hurtos simples subió de 29 dólares a 54 (1941-45)22.
Años Denuncias
1946 17.076
1947 38.175
1948 24.251
1949 18.055
20
Moritz LIEPMANN, Krieg und Kriminalität in Deutschland, Stutgart, 1930, página 70.
21
Véase el salario semanal de los penados en libertad condicional durante la guerra, en mi articulo:
Über den Rückgang des Verbrechens im Kriege. Amerikanische Erfahrungen, en Schweizerische
Zeitschrift für Strafrecht, 1945, pág. 149.
22
Hans von HENTIG, Crime, causes and conditions, Nueva York, 1947, página 339.
En un estudio de la criminalidad en las grandes empresas industriales, de 1946
a 1953 aparece el hecho sorprendente de que en ellas la criminalidad comenzó a bajar
un año antes del descenso general (mediados de 1948). Con la exactitud de un
experimento físico, la mejoría de la situación económica presiono aquí hacia abajo las
cifras del hurto. En forma de “abonos de exportación”, los obreros podían disponer
de alimentos adicionales23, como grasas, azúcar y huevos. Inmediatamente se produjo
un inequívoco retroceso de la criminalidad laboral, mientras que alrededor se
mantenía aun la alta curva del hurto, y solo un año mas tarde, con la reforma
monetaria, tomaba el camino descendente.
La criminalidad total culminó en los grupos de dieciocho a veintiún años o de
veintiuno a veinticinco, dependiendo de la existencia del servicio militar obligatorio y
de que importantes delitos, como las lesiones leves y las culposas, fueran perseguidos
de oficio o únicamente a instancia de parte24. El hurto alcanzó, hasta donde la
estadística se aproxima a la realidad, su punto mas alto antes de los veintiún años de
edad. La mayoría de las exposiciones se conforman con establecer porcentajes que
abarcan periodos de tres, cinco y diez años, siendo, por ello, de escaso valor
científico25. No solo se ha omitido el pequeño esfuerzo de calcular las cifras relativas,
sino que se ha prescindido también de que la potencia económica es muy diferente en
los diferentes grupos de edades y que estos incluso oscilan numéricamente, ante todo
después de guerras y en épocas de grandes migraciones. Las cifras de la tabla III
aclaran tales cambios.
TABLA III
Años De 1 a 15 De 15 a 30 De 30 a 60 De 60 años
años años años o más
23
FORSBACH, Die Kriminalität in den Betrieben der Grossindustrie, 1946 bis 1953, Disertación de
Bonn, 1953, pág. 113.
24
Los grupos de “lesiones dolosas simples” y “lesiones corporales culposas” constituyeron en 1950 el
13,8 por 100 de todos los crímenes y delitos contra las leyes del Imperio alemán. Calculado según el
Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland 1952, Stuttgart, 1952, pág. 74.
25
Así, W SAUER, Kriminologie als reine und angewandte Wissenschaft, Berlín, 1950, pág. 96, según
el trabajo de UPHOFF. Mas correcto es el método de J. M. Van BEMMELEN, Criminologie,
Leerboek der Misdaadkunde, Zwolle, 1948, pág. 171, tabla LII; las cifras de Franz EXNER, ob. Cit.,
pág. 151, están totalmente libres de objeciones, según DÜNNBIER.
26
Calculado con arreglo a las cifras que da el Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik
Deutschland 1952, Stuttgart, 1952, págs. 28 y 29.
El Grupo criminalmente más importante fue en 1946 desusadamente débil,
pero también la edad de treinta a cuarenta años alcanzó solo el 12 por 100, mientras
que en 1939 aun era el 17,19 por 10027. Las cifras absolutas del hurto no podían, por
consiguiente, llevar mas allá.
A causa de múltiples progresos sociales y políticos, los jóvenes se educaron en
unas pretensiones que legalmente no podían satisfacer ya. LIEPMANN ha dado 28 una
imagen gráfica de la utilización industrial de los jóvenes todavía incapaces
penalmente. Durante la guerra fueron sacados de su aprendizaje, e incluso de los
bancos de la escuela, y colocados en martinetes y altos hornos. Turnos de noche,
horas extraordinarias, agotamiento y salarios altos crearon actitudes y necesidades
que el periodo de la posguerra, vuelta la normalidad, les fueron negadas. En este
critico momento alcanzan la mayoría de edad penal los jóvenes, que hacen su
aparición en la estadística criminal con cifras altas. No obstante, las causas decisivas
yacen en el pasado.
El contingente de los grupos de edad en la criminalidad varia según la
situación social, y esta, a su vez, según la marejada de los tiempos. Herman KOTTE
ha realizado, en un cuidadoso trabajo, la descomposición por edades y periodos de
tiempo. Ha añadido a los porcentajes cuando menos, los correspondientes grupos de
población. El distrito de Ronneburgo, estudiado por él, es un distrito agrícola.
La guerra – Especialmente la guerra de bloqueo – impulsa al hurto a los
jóvenes de quince a dieciocho años, la inflación lleva a la delincuencia a los grupos
de clase media expropiados, y la deflación, así como los años de paro que la siguen,
conduce a muy altas cifras de delincuentes de dieciocho a veintiún años.
TABLA IV
27
Loc. Cit.
28
LIEPMANN, ob. Cit., págs. 83 y sigs.
29
Hermann KOTTE, ob. Cit., pág. 51. No se modifican en las citas los números de los porcentajes, no
siempre del todo exactos.
Con un ritmo rápido se desplaza de uno a otro grupo30 el centro de gravedad
del hurto. A ello se añaden modificaciones legislativas que enturbian el cuadro,
introduciendo, por ejemplo, nuevas causas de exclusión de la culpabilidad. Por lo
tanto, no es licito hablar de determinadas relaciones entre edad y hurto simple. Tal
comprobación seria únicamente posibles con un largo periodo de paz y estabilidad
económica.
Conrad MÜLLER31 ha establecido una interesante hipótesis deducida de las
cifras del hurto en Remscheid. La primera serie de sus datos muestra, en cifras
relativamente sólidas, las condiciones anteriores a la guerra. Luego pasa a los
porcentajes y compara los años de los grandes éxitos militares y de confianza en la
victoria con la época de las primeras grandes retiradas. Si, como creo yo, los
llamamientos generales de reclutas a filas no trastornan los resultados 32, se podría ver
en el repentino y rápido aumento de las cifras de jóvenes ladrones un “efecto del
desengaño”. La idea todopoderosa del Führe se desmorono como apoyo moral. La
autoridad de la vieja generación y del Estado de partido único se deshizo. La derrota
se anticipo33, y el pensamiento tan decantado de la intimidación perdió su fuerza a las
primeras conmociones del aparato ejecutivo.
TABLA V
30
Cuanto más se acumula el máximo de las cifras del hurto hacia las edades mayores, como ocurre en
las cifras del hurto con multirreincidencia, tanto más grande es la inseguridad que ofrecen los números
absolutos y los porcentajes inferidos de estos datos, porque las edades mas altas se funden rápidamente
por la muerte, y en parte también por migraciones. Véanse sobre esto las cifras de JOHN, ob. Cit.,
págs. 13 y 14. Culminan entre los veinticinco y los treinta años, no, como opina JOHN (pág. 15), entre
los treinta y los cuarenta, ya que desde 1983 la población se ha acumulado a favor de las edades
mayores.
31
Conrad MÜLLER, Die Diebstahlskriminalität im Bezirk Amisgerichts Remscheid in den Jahren
1938-1948, Disertación de Bonn, 1951, pág. 39.
32
A esto hay que añadir los ataques aéreos que entonces se produjeron.
33
Yo atribuyo a la entrada de los Estados Unidos en la guerra el efecto de un schock.
34
MÜLLER, ob. Cit., pág. 38
Mientras que los porcentajes de 1940-41 y 1942-43 pueden descifrarse sin que
se pongan antes en claro y se jalonen inequívocamente los cambios demográficos y
sociológicos producidos bajo la superficie de las cifras del hurto, hay que prestar
atención a los movimientos de las edades más avanzadas. El aumento se marca en los
limites superior e inferior dentro de los individuos de cincuenta a cincuenta y nueve
años. En la primera guerra mundial el acento de dicho aumento recayó en las mujeres
jóvenes, en tanto que las mujeres de edad resultaron poco afectadas. Ciertamente que
contamos tan solo con cifras de la criminalidad total 35, pero su curso coincide con la
curva de los delitos contra la propiedad36, entre los cuales, a su vez, se encuentra en el
vértice el hurto.
El contingente de la mujer a la criminalidad del hurto puede medirse de tres
maneras: la más segura es por medio de cifras relativas. Además, puede calcularse el
porcentaje del hurto sobre la criminalidad femenina total. Finalmente, se puede
tomar la criminalidad total, hombres y mujeres, de un país, y comprobar la cuota
correspondiente al hurto femenino. Los dos últimos métodos se aplican a veces
juntos, sin advertir que no son apropiados para la comparación 37. Las cifras relativas
del hurto se pueden determinar sin dificultad porque las grandes oscilaciones de la
población afectan con preferencia al hombre, y aquí, a su vez, a los jóvenes. Es
provechosa una combinación de edad y sexo.
Una tabla de esta clase la encontramos en Van BEMMELEN38:
TABLA VI
Holanda, 1911-15
De menos de de 21 a 30 de 30 a 50 de 50 a 60 de 60 años
21 años años años años o más
35
LIEPMANN, ob. Cit., pág.137
36
Ob. Cit., pág. 140. Si la estadística oficial no quiso o no pudo computar y mostrar cifras relativas de
criminalidad del hombre joven o de edad mediana, hubiera sido posible, sin embrago, suministrar datos
sobre los hombres mayores no alistados. También LIEPMANN intento tal empresa en su hermoso
trabajo, entonces, cuando todavía se conservaban los materiales.
37
Así la contraposición en KOTTE, ob. Cit., pág. 49.
38
Van BEMMELEN, ob. Cit., pág. 171, tabla LII.
Salta a la vista la elevada parte que el hurto tiene en la criminalidad de las
mujeres jóvenes las causas no se agotan con los argumentos de SAUER 39,
excesivamente generales. El hurto es el delito que, a diferencia de lo que ocurre con
otras muchas infracciones, pueden cometer hombres y mujeres en igual modo, aunque
a la mujer joven le sea posible hacer frente a situaciones de necesidad de otras
maneras no sancionadas, como mediante la entrega corporal. En las grandes crisis de
la vida económica, durante el bloqueo y la inflación, la mujer del campo vive en una
región más protegida que la de la ciudad. Así puede explicarse el no excesivo
incremento del contingente femenino de hurtos durante la primera guerra mundial en
el distrito de Ronneburgo40.
TABLA VII
Hurto y sexo41
Remscheid, 1938-48
Años porcentaje
femenino
1938.39 22,2
1940.41 47,8
1942.43 43,6
1944.45 36,3
1946-48 24,4
39
SAUER, ob. Cit. Pág. 79, habla de la frecuente falta de sentido común de la mujer y de su defectuosa
orientación sobre los puntos de vista normativos, abstractos, y de interés general.
40
Cfr. KOTTE, ob. Cit., pág. 49. Las cifras de las mujeres condenadas no son bastante grandes para
permitir conclusiones definitivas.
41
MÜLLER, ob. Cit., pág. 37.
El promedio para el Imperio durante los años 1926 a 1930 fue del 22,6 por
10042. En primer termino, las cifras de Remscheid están influidas por la perdida de
población masculina43. Pero dejando aparte las circunstancias anímicas, hay que
pensar también en el proceso de empobrecimiento que aporto la viudez al status
económico de la mujer. MÜLLER44 dio para 1939, en Remscheid, 5.042 viudas. En
1946 su numero se había elevado a 6.466. La necesidad general se multiplico por el
golpe de destino que arrastro consigo al esposo, a lo que hay que añadir las
dificultades provenientes del mundo circundante de las ciudades, sometidas a los
bombardeos. Desgraciadamente, no poseemos una distribución por grupos de edad
de la criminalidad femenina del hurto correspondiente a este periodo.
Todas las noticias sobre hurto y profesión padecen el defecto de que, por lo
general, no se distingue entre la capa “primaria” y la del empleo dentro de la
agricultura, industria, comercio, etc. Las cifras siguientes se han de leer con esta
reserva:
TABLA VIII
TABLA IX
(Porcentajes)
46
Walter NÄHRISCH, Die Kriminalität der unehelich Geborenen, en Kriminologische
Untersuchungen, dirigidas por H. Von WEBER, Bonn, 1951, pág. 15.
47
EXNER, ob. Cit., pág. 243.
48
También debía examinarse el factor, aun poco estudiado, del desarraigo, de la soledad y de la
disposición a unirse al primero que llega que se halla en la base de casos como el hurto de joyas y
vestidos.
Por eso no debemos representarnos el movimiento de este delito, él más
importante de todos, como una línea recta. Crece bajo la presión de la guerra de
bloqueo y la derrota, desde 79.638 en 1914 a 114.502 en 1919; en el máximo de la
desvalorización de la moneda, en 1923, pasa a 308.005, para caer finalmente, después
de la reforma monetaria en 1925, hasta 91.588 49. Siempre existe la misma voluntad
“libre”, no varia en nada la pena señalada por la ley. Las fuerzas que producen el
cambio pertenecen a la historia de la economía, y el que quiera reprimir y controlar el
fenómeno del hurto, tiene que tomar las riendas de las verdaderas causas, y no debe
esperar resultados iguales de la misma capacidad de resistencia cuando la presión es
creciente.
También hay un ritmo del hurto según las estaciones del año. En nuestra
cultura industrializada y urbanizada las cifras se acumulan cada vez mas hacia el fin
del año, mientras que en las zonas agrícolas son mas altas en la época de la cosecha,
cuando todo el mundo esta en el campo, se tienen que emplear trabajadores
eventuales forasteros y el ganado pasta fuera. El concepto, no sin importancia, de
“desconocidos” desdibuja el cuadro.
TABLA X
(Porcentajes)
El lugar del hecho cambia según la época del año y según se trate de la ciudad
o del campo. En una ciudad, como Remscheid, el 79 por 100 de todos los hurtos se
cometen en cuatro tipos de lugares: centros de trabajo; calles, plazas, terrenos
abiertos anexos a las fabricas; moradas; tiendas y almacenes52. También varia el
carácter del objeto del hurto bajo el influjo de factores económicos. Cuando cesa el
49
Cifras en el proyecto de un Código penal, anexo II, Berlín, 1928, pág. 28.
50
MÜLLER, ob. Cit., pág. 27.
51
KOTTE, ob. Cit., pág. 33. No se puede hablar en modo alguno de una fuerte simetría (SAUER, ob.
Cit., pág. 216).
hambre y comienza el alza del precio de los metales producida por la guerra de
Corea, los hurtos de los jóvenes mineros pasan de los frutos del campo, miel y frutas,
a la chatarra de hierro y otros metales 53. La resaca de esta ganancia elevada y fácil,
de esta “psicosis de las cizallas”, como se la ha llamado, ¿había de estar mas allá de
todas las reglas psicológicas?
§3
TABLA XI
52
MÜLLER, ob. Cit., pág. 16. En el ápice están los lugares de trabajo, con 27,6 por 100 y los siguen
las moradas, con 21,6.
53
Antón BLEI, Die Kriminalität der Jungbergleute der Ruhmetropole Essen nach dem
Zusammenbruch 1945-51, Disertación de Bonn, 1953, pág. 45.
54
“¡De 300 a 400 hurtos en apenas tres años!”, escribió el fiscal que expuso el caso. (Hans
SCHENEIDER, Zwei Einbrecher, en Pitawal der Gegenwart, vol. III, Tubinga, 1907, pagina 18.)
“Esta confesión parece el producto de una fantasía sobreexcitada o de una fanfarronería vana y tenia
que tropezar en principio con un incrédulo estupor. Y, sin embargo, Harmsen dijo la verdad.”
55
K. MEYER, Die unbestraften Verbrecher, en Kriminologische Abhandlungen, 1941, pág. 189.
56
EXNER, ob. Cit., pág. 15.
57
Erwin H. SUTHERLAND, Principles of criminology, Chicago, 1947, págs. 29 y siguientes. Según
SUTHERLAND, mil robos con fractura cometidos durante los años 1930 y 1931 en comercios del
ramo de la alimentación, solo dieron lugar a dos únicas detenciones.
58
Hans von HENTIG, Crime, causes and conditions, Nueva York, 1947, pág. 20.
Asesinatos entre “gángsters”. Chicago
(Porcentajes)
TABLA XII
72
Joan HENRY, Who lie in goal, Londres, 1952, pág. 134.
73
En mi investigación, The limits of penal treatment, en Journal of criminal law and criminology,
1941, pág. 401, he expuesto la criminalidad de las prisiones.
74
BLEI, ob. cit., pág. 30.
Remscheid, 1938-4575
Años ObrerosFabricantes
§4
75
MÜLLER, ob. cit., pág. 31. En Remscheid las víctimas del hurto (según MÜLLER, ob. cit.).
76
W. FORSBACH, Die Kriminalität in Betrieben der Grossindustrie in den Jahren 1946-1952,
Disertación de Bonn, 1953, págs. 19 y sigs.
condenas precedentes y depende de la falta de denuncias, sobreseimientos por
amnistías, y de que el hecho se califique de hurto o de sustracción domestica o
familiar. Problemas discutibles, como la convivencia del criado, análoga a la
familia, pueden ser las que decidan.
La falta de brazos en la agricultura, especialmente durante la recolección,
exactamente como en el caso de las fabricas, puede determinar una menor energía en
la persecución. Es posible que la mecanización ponga fin al hecho de que los
intereses económicos del campesino se coloquen por encima de los fines del
ordenamiento jurídico. Aquí no se aplica nunca la pena de despido77, que representa
en otros casos un mal sensible y considerable.
La energía de persecución del perjudicado esta sometida a influjos variables.
El impulso retributivo cede ante consideraciones utilitarias, e incluso puede llevar,
por miedo a la venganza del denunciado, de su familia o su partido, a tolerar
pasivamente la conducta injusta de poca entidad. Desde los tiempos más remotos, las
relaciones del campesino con toda clase de gente inútil, como buhoneros, mendigos,
vagabundos y gitanos, descansa en un “pacto de no agresión” de esta clase. El hurto
puede ser también cometido en circunstancias en las que la celebración de un juicio
oral y publico signifique un riesgo social para el perjudicado. El dinero sustraído
puede, por su procedencia y cuantía, gravar al lesionado, al menos moral o
fiscalmente. En un caso ocurrido en Maguncia, la víctima había comunicado la
perdida de valiosos cupones y talones, pero omitió informar a la policía que también
había desaparecido un paquete con un testamento y ocho billetes de mil marcos 78. El
que la policía solo tenga conocimiento de una parte de la perdida indica motivos que
hacen parecer oportuno el callar.
El comisario de lo criminal VONBERG calculaba, antes de la primera guerra
mundial, que él numero de las denuncias por “hurto del coito” era en Berlín de mil
mensuales. Opina que “él numero de los que se silencian no se calcularía
El hurto con multirreincidencia requiere en nuestro Código, al menos tres condenas anteriores,
porque el art.516, 3.°, exige que “el culpable fuere dos o más veces reincidente”.- N. del T.
La sustracción domestica o familiar constituye en el Código penal alemán un tipo particular y
privilegiado tanto del hurto como de la apropiación indebida. El § 247, párrafo 1.°, la define en los
siguientes términos: “Serán solamente perseguibles a instancia de parte los que cometan un hurto o
una apropiación indebida contra parientes, tutores o maestros, o quienes hurten o se apropien cosas de
escaso valor de una persona con la que estén en relación de aprendizaje o en cuya comunidad
domestica se encuentren como criados. Esta permitido el desistimiento de la querella.” Entre nosotros
la situación es muy distinta: el hurto entre familiares se beneficia de una causa personal de exclusión
de la pena en los casos previstos en el art. 564; el hurto llamado “domestico” constituye siempre un
tipo, no privilegiado como ocurre para cosas de poco valor en el derecho alemán, sino cualificado, con
arreglo al art. 516 2.°, del Código penal de 1944.- N. del T.
77
KOTTE, el cual ha llamado la atención sobre esta fuente de error en sus encuestas, menciona (pág.
44) el siguiente caso: La domestica T. Había sustraído a su amo una correa de transmisión. Cuando la
policía descubrió que la autora era T., el campesino quiso retirar la denuncia, acentuando expresamente
que no interponía ninguna querella “para que T. no dejase su puesto”.
78
Hans SCHNEIDER, Zwei Einbrecher, en Pitawal der Gegenwart, vol. III, Tubinga, 1907, pág. 2.
Conocido en España con el nombre de “timo del gato”. Véase Ernesto SEELIG, Tratado de
Criminología, Madrid, 1958 (traducción de RODRIGUEZ DEVESA), pagina 93.- N. del T.
excesivamente alto si se suponen varios cientos más 79. No hay duda alguna de que
esta apreciación esta muy por debajo de la realidad. De los hurtos que se cometen
contra los visitantes de los más selectos locales de baile y cabarets, donde los mas
“refinados círculos sociales” se mezclan en traje de noche con ladrones, dice el
mismo comisario que no se denuncian mas que cuando el ocasionalmente perjudicado
es de provincias80. Había que añadir: “y se trata de una cantidad importante”. La
muchacha tiene que hacer la difícil elección entre una mayor seguridad y tomar de
una sola vez una cantidad elevada. Su defensa consiste, además, en la acertada
selección de la pareja que por razones familiares o sociales no puede arriesgarse a
salir en la crónica judicial de los periódicos.
La gran investigación sobre la prostitución en Chicago 81 condujo al resultado de que
en los prostíbulos se robaba una cantidad importante de dinero, pero que las perdidas
solo eran denunciadas en casos excepcionales. Si se hubiese intentado,
inmediatamente habría sido retirada la denuncia tan pronto como el defensor
anunciara que pretendía citar a la familia o a la mujer del querellante. El peligro de
ser robado es menor en las casas publicas policialmente toleradas, pues las dueñas
velan por su fama y procuran, por consideraciones comerciales, mantener limpia su
empresa. Los estudios de Nueva York82 señalan que a horas muy avanzadas y cuando
se da una embriaguez intensa, la víctima, sin llegar a tener relaciones intimas, es
registrada y expulsada después del local.
Considero que es típico el siguiente proceso que relata, por propia
experiencia, Mark BENNEY83: “Apenas había puesto ella (su madre) el pie en
Coventry Street, cuando surgió un cliente. Le dijo que estaba en Londres por una
noche, forastero y solo, y le pregunto si podía ir con él a cualquier parte. Mi madre
imagino rápidamente un piso en Maida Vale, y ambos subieron en un taxi. Mientras
él la manoseaba, registro ella sus bolsillos y tomó una gruesa cartera. Al final de
Regent Street se detuvo el vehículo a causa de una interrupción del trafico.
Rápidamente salto ella del coche, abandono al hombre con “un medio abrazo”,
desapareció en una calle lateral y entro en un lavabo publico, donde contó el botín.
En la cartera había 80 libras.”
En el hurto existe siempre la duda de sí el objeto desaparecido ha sido
sustraído o perdido. Se pierden muchisimas cosas por individuos descuidados,
79
El comisario habla indulgentemente de ladrones “galantes” y de hurtos “bajo el signo de Venus”
(Pitawal der Gegenwart, vol. III, Tubinga, 1907, págs. 139 y sigs.). Junto a esta apreciación, que
nosotros ponemos en duda, comunica el hecho de que el 70 por 100 de los robados estaban de tal modo
bajo el influjo del alcohol, que solo recordaban que se trataba de una mujer, habiendo desaparecido de
su memoria todo lo demás (Ob. cit., pagina 146).
80
Ob. cit., pág. 156.
81
The social evil in Chicago. A study of existing conditions with recommendations by the vice
commission of Chicago, 1911, págs. 74 y 75.
82
George J. KNEELAND, Commercialized prostitution in the city of New York, Nueva York, 1917,
pág. 57. La expresión trim, usual para esto, significa verdaderamente componer, podar salientes
innecesarios y feos, como en el caso de un seto. Menciono la palabra solo porque ilustra la filosofía de
este circulo de personas que ven en la sustracción una sencilla compensación de desigualdades
injustificadas.
83
Mark BENNEY, Low company, Londres, 1937, págs. 67 y 68.
seniles o embriagados, como muestran los boletines de las oficinas de hallazgos, a las
cuales llega solo un resto de los objetos perdidos, pues la mayoría de ellos,
especialmente el dinero, se lo apropian quienes se lo encuentran, aunque no se hayan
perdido en tranvías o salas de espera, sino en plena calle. También esta posibilidad,
que raras veces se puede excluir por completo, contribuye a disminuir la energía de
persecución tratándose de pequeños hurtos.
§5
§6
113
Ob. cit., pág. 17.
114
Ob. cit., pág. 19.
115
WOSNIK, ob. cit., vol. I, pág. 40.
116
HAMPE, ob. cit., pág. 17.
117
Ob. cit., pág. 20.
118
Ob. cit., pág. 12.
119
Loc. cit.
120
Ob. cit., pág. 13.
económica, para la que no tenemos, como para la temperatura y la presión
atmosférica, una escala graduada, encontramos en las investigaciones él animo de
lucro, la aversión al trabajo, el ansia de diversiones, el afán de presumir, la afición a
las golosinas, y un disforme cajón de sastre de “otros motivos”. Ya la subida de las
cifras del hurto, y aún mas sus caídas bruscas, muestra la inescindible conexión que
guarda con la situación económica, que hemos comenzado a relajar con ayudas a los
parados, obras publicas y contención estatal de los precios. Ha quedado comprobado
que estas medidas son infinitamente más eficaces que la amenaza de la pena en la ley.
Aún prescindiendo de que se debilita la intensidad de la persecución, los tribunales,
en tiempos de necesidad, tienen en cuenta la situación excepcional por medio de altas
cifras de absoluciones o sobreseimientos121. En la guerra se coloca conscientemente
por encima del afán retribucionista el trabajo objetivo que puede realizar incluso el
sujeto más peligroso, así como también su capacidad combativa122.
El que examine minuciosamente un gran numero de casos tropezara con una
serie no despreciable de motivos atípicos. En algunos el dinero hurtado sirve, por
ejemplo, para eludir un peligro. Sin embargo, la ley penal solo conoce la necesidad
económica; el que, verbigracia, quiera beneficiarse de la persecución a instancia de
parte, o de la impunidad que ofrece el § 248 a, párrafo 3 , no ha de haber actuado
por compasión ante la necesidad ajena o para eludir una seria dificultad (como una
pena privativa de libertad sustitutoria) o un peligro personal. Repetidas veces se
encuentran casos de hurto por miedo. Este miedo muestra que el delincuente sería
buena materia para la sanción penal legal, ya que tiene disposiciones sociales, si no
fuera mayor el temor a otros perjuicios vitales. Hurtos cometidos por motivos tan
diversos no debían servir de base a la apreciación de la reincidencia, porque aunque
exteriormente son iguales, la situación motivadora fue diversa.
KOTTE123 ha relatado el caso de una criada de servir de diecisiete años.
Impulsada por la nostalgia (se había colocado en Turingia y procedía de Baviera), a
121
He dado estas cifras ascendentes de absoluciones relativas a los estados de Minnesota y Ohio,
durante la segunda guerra mundial, en Über den Rückgang des Verbrechens im Kriege, Amerikanische
Erfahrungen, en Schweizerische Zeithscrift für Strafercht, 1945, pag. 148.
122
Si se contempla el poco movimiento del lado de las mujeres y el fuerte numero de licenciamientos
del lado de los hombres en todas las prisiones americanas, se advierte cómo hay que aplicar nuevos
módulos, sobre todo en las fases criticas de la guerra. La guerra de bombardeo produjo, con la figura
del pillaje, nuevas formas de hurto, a las que corresponde un nuevo ladrón ocasional. Cifras inglesas
en Harry Elmer BARNES y N. K. TEETERS, New horizons in criminology, Nueva York, en 1947,
página 120.
A diferencia del derecho alemán, en el derecho penal español la persecución es siempre de oficio.-
N. del T.
El § 248 a, del Código penal alemán castiga la sustracción o apropiación por necesidad de objetos
de escaso valor. El párrafo 3 declara exento de pena al que cometa este delito contra un pariente en
línea descendente o el cónyuge.- N. del T.
El argumento de Von HENTIG puede utilizarse con mucha mayor razón en nuestro derecho, donde
el art. 10, núm. 15, del Código penal configura la reincidencia en términos tales que abarca no solo
delitos iguales perpetrados por muy diversas motivaciones, sino que comprende conductas aunque
recogidas en el mismo título, muy heterogéneas. El propio Código trata de limitar en algunos casos
este evidente defecto como se hace, verbigracia, en el art. 515, núm. 4.°.-N. del T.
123
KOTTE, ob. cit., pág. 73.
los seis días quería regresar ya a su tierra, y para poder realizarlo sustrajo de la maleta
de una compañera 14 marcos para poder volver. Fue uno de esos delitos de nostalgia,
cuya génesis psicológica ha sido poco estudiada, y de los que solo sabemos que a
veces conducen a un incendio o a un asesinato absurdo.
Muchos jóvenes se escapan por miedo. Un muchacho de quince años 124 era
golpeado a mas y mejor por los demás mozos. Para poder huir tomó dinero de la
maleta de otro criado. Una y otra vez vemos reacciones provocadas por el miedo, en
las que el delito contra la propiedad no sirve para enriquecerse, sino como defensa
frente a un peligro. En un establecimiento de educación correccional, los internados
tenían que quitar cerdas de una piel. El que no alcanzaba la norma de trabajo
señalada, era azotado. En estas circunstancias sucedió que uno quitaba a los otros las
cerdas ya arrancadas y las presentaba como si las hubiera arrancado él125.
Los motivos complejos hacen difícil cualquier clasificación. Intimamente
impulsa la venganza, aunque coincide con él animo de enriquecimiento, sobre si se ha
perdido una colocación y amenaza un futuro incierto. Harry Domela, el conocido
estafador, estaba de recadero en una magnifica casa y se le comunico el despido. Él
mismo describe su estado de ánimo126: “La baronesa me había despedido fríamente.
Estando con ella ganaba sólo unos pocos marcos de salario. ¿Adónde ir? ¿Volver de
nuevo a cualquier oscuro asilo, donde la miseria de las masas me robaba el valor de
vivir? Me estremecí. Estaba agitado. Había llegado la ultima tarde. Todavía limpie
la plata. Entonces me vino el pensamiento: “Si tu cogieras una cuchara, te podrías
sostener por primera vez bien a flote.” Temblaba, reflexionaba, estaba indeciso. Una
vez y otra tenia que pensar: “¡Sólo una cuchara!...” Sin embargo, algo me contuvo.
Muchos días había tenido que retirar para la baronesa grandes sumas de dinero del
Banco. Y nunca me había acometido tal pensamiento.” Tras una noche de insomnio,
cogió una sola cuchara, la envolvió y la deposito en una tabaquería, cuyo suspicaz
dueño abrió el paquetito y dio la noticia a la propietaria. Despido, necesidad, la
tentación de la plata y las imágenes visuales en la noche, que robustecen el temor al
futuro, cooperaron a que se produjera la resolución.
Parece como si en él celebre hurto de la Mona Lisa del Museo del Louvre,
cometido en los calurosos días de agosto de 1911, se hubiera tratado también de una
confusa mezcla de motivos. Todas las circunstancias, el día elegido y la completa
ausencia de huellas, delataban un refinado delincuente profesional127. La Gioconda
desapareció un lunes. El Museo estaba cerrado ese día para limpiarlo. Obreros y
artesanos iban de un lado a otro por todo él edifico, y dominaba cierto desorden. Los
vigilantes podían suponer que los cuadros que no estaban colocados en su sitio,
habían sido descolgados y llevados a las habitaciones dedicadas a fotografía. Por ello
no fue descubierto el hurto hasta el martes. Las sospechas recayeron sobre los
coleccionistas americanos, de los que se temía hubieran sobornado al personal de
guardia. Sé penso en la venganza de un empleado despedido que quisiera perjudicar
124
Ob. cit. Pág. 74.
125
Walter LUZ, Ursachen und Bekämpfung des Verbrechens im Urteile des Verbrechens, Heidelberg,
1928, pág. 142. JOTTE, pág. 70, relata otro hurto por miedo.
126
Der falsche Prinz, Leben und Abenteuer von Harry Domela, Berlín, 1927, páginas 26 y sigs.
127
Rudolf EGER, Berühmte Kriminalfälle aus Jahrhunderten, Zurich, 1949, páginas 255 y sigs.
así a sus superiores. Varios funcionarios de lo criminal apuntaron a personas
escapadas de manicomios. Un cierto numero de enfermos mentales viven, como se
supo entonces, con la idea delirante de entablar relaciones amorosas con la
encantadora Gioconda. Las relaciones entre Alemania y Francia eran tensas a causa
de los asuntos de Marruecos. Por ello no se podía echar en saco roto que un vigilante
recordó que un alemán o un austríaco había estado repetidamente y largo tiempo ante
el cuadro contemplándolo. Todas estas pistas resultaron falsas 128. La frase: “Seria
como si se quisiera robar la Mona Lisa”, que se utilizaba frecuentemente, como la de
llevarse las torres de Notre-Dame, había quizá tenido un efecto sugestivo.
Pasado dos años, un italiano llamado Vincenzo Perugia ofreció el cuadro en
Florencia a un anticuario. Inmediatamente fue detenido. Había estado trabajando
como pintor decorador en el Louvre, el corto la tela, la separo del marco, la coloco
debajo de su blusa de pintor y salió con ella del Museo sin dificultad. Declaró:
“Repetidamente quedé absorto en la contemplación de la obra maestra de Leonardo...
Me sentía como humillado de que este retrato incomparable hubiera sido robado
como botín en mi país y solo pudiera admirarlo en el extranjero... Aproveche
entonces un momento favorable... La sala estaba vacía. El maravilloso rostro de
mujer me miraba sonriente...”129.
En el proceso, que se verifico en Italia, los peritos médicos consideraron que
el ladrón no era totalmente imputable. Tenia antecedentes penales, y una vez intento
arrancar a una prostituta el monedero. Aunque tenia que saber que nunca podría
vender el cuadro, el ánimo de lucro, el sentimiento nacional y una especie de
fetichismo coincidieron en un haz causal.
Las épocas de largas y repetidas guerras socavan el concepto de la propiedad.
Es imitado el ejemplo de la requisa militar sin miramientos. La idea de perjudicar al
enemigo facilita el salto, que no seria tan sencillo tratándose de la mera intención de
apropiarse la cosa. Wilfried Helm, condenado por asesinato, dice sin rebozo: “Entre
las muchas bicicletas (los norteamericanos acababan de penetrar) que estaban sin
dueño en los patios de los cuarteles, escogí para mi una bonitamente pintada” 130. En
Brema penetro en una casa donde habitaban miembros de la ocupación. Él quería
tener algo para vivir. “Y como el conjunto era también muy excitante, pense que no
seria malo. La casa tampoco pertenecía a los amis 131. Sobre la vida y la época de
Schinderhannes, hace ciento cincuenta años, leemos lo siguiente: “Había entonces
en aquella región demasiada gente que, contra la ley y la costumbre, vivía por su
cuenta del robo y del hurto, sin que esta clase de industria perjudicase mucho su
reputación. El desarreglo moral era general y explicable como consecuencia de las
128
Sobre la misma época desapareció una valiosa copia del mismo cuadro. Sé penso en un cambio
planeado, que no hubiera llegado a efectuarse. (Ob. cit., pág. 263.)
129
Ob. cit., págs. 264 y sigs.
130
Hans BEMBÉ, Gefährliches Blut. Der Lebensbericht des 17jährigen Wilfried Helm, Stuttgart,
1950, pág. 61.
Plural de ami, abreviatura popular de Amerikaner, americano, estadounidense.- N. del T.
131
Ob. cit. Pág. 101.
SCHINDERHANNES, nacido en Renania, fue condenado a prisión varias veces por robo y siempre
consiguió evadirse, hasta que al fin, detenido de nuevo, fue condenado a muerte con varios de sus
cómplices y ejecutado en Mangucia en 1803.- N. del T.
tropas que vagaban casi ininterrumpidamente por el país. Las raterías comenzaron
por el hurto de caballos, ganado y provisiones a las tropas enemigas por parte de
mozos audaces, lo cual, como causaba perjuicio al enemigo, mas era considerado
como acción meritoria que como delitos"132.
Es evidente que estas antiguas formas de resistencia engendraron al final
algunos ladrones profesionales, cuando la motivación primera desapareció con el
tiempo. Al comienzo pudo tratarse realmente de motivos patrióticos junto al afán de
aventuras y ganancias.
En numerosos hurtos no se trata de remediar una situación de penuria
económica. Se pretende, por ejemplo, conquistar a una muchacha y predisponerla
favorablemente. A veces el motivo del hurto es la falta de valor. Tres mozos se citan
para el domingo en un ventorro del bosque. El tercero no tiene dinero y se
avergüenza de confesar su pobreza. El domingo asiste a la iglesia: “De toda la
predicación, no oía nada. Mis pensamientos estaban concentrados exclusivamente en
como podría procurarme dinero de la manera mejor y más rápida. Mi cerebro
trabajaba febrilmente y estaba casi furioso”133. Luego descerrajo el cepillo de la
iglesia134.
§7
132
Curt ELWENSPOEK, Schinderhannes, der rheinische Rebell, Stuttgart, 1925, página 32.
133
LUZ, ob. cit. Págs. 71 y 72.
134
Se hizo sospechoso por la tenencia de muchas piezas de cobre, sin que llegase a pensar un solo
momento en la naturaleza traicionera de estas monedas.
135
Hermann KNAPP, Das Lochgefängnis, Nuremberg, 1907, pág. 39. Como quiera que aquí hablamos
de los anormales mentales, se debe indicar otra cuestión que se refiere a la víctima y no al autor. El
abuso de una mujer enferma del espíritu, o que se halla en un estado de inconsciencia o indefensión,
para conseguir un coito extramatrimonial se castiga con graves penas (§ 176, párrafo 1, núm. 2 del
StGB.). En tanto que la aplicación de violencia o la amenaza con un peligro inmediato para el cuerpo
o la vida cualifica el hurto (§§ 249, 250, 251 StGB), la sustracción furtiva de la que es víctima una
persona indefensa, inconsciente o que padece una enfermedad mental o una oligofrenia aguda,
constituye hurto simple. Ha ocurrido frecuentemente, hace poco, que sujetos gravemente lesionados
por un accidente del trafico fueron robados, esto aún prescindiendo de excelente condición de víctima
que ofrece el que esta embriagado.
modo que no podía dejarlo, y como había nacido y se había educado aquí, no quería
salir, y si por el indulto debía ser desterrado, sufriría con mas paciencia el que se le
castigase como merecía, que tener que contemplar todos los días su miseria con sus
propios ojos.”
En estos hurtos se trata de actos normales de enfermos del espíritu y débiles
mentales. Nosotros entendemos por formas patológicas del hurto algo completamente
distinto. No existe perturbación clínicamente determinable y la explicación que quizá
seria racional hay que buscarla después de cometido el hecho. Así una muchacha
soltera, tarada con un defecto de expresión y sorda, hurto de noche un novillo 136, lo
cuido durante dos semanas, y lo llevo luego, por atajos y de noche, a otra aldea,
siendo detenida cuando trataba de vendérselo a un carnicero. Al registrar su casa se
encontraron dos pantalones de militar y un saco de azúcar que también había hurtado.
Sin acudir a explicaciones de psicología profunda 137, consideramos aquí las
circunstancias mas escuetamente; así, también en el caso del capellán protestante de
un establecimiento que involuntariamente se ahorco vestido de mujer y en cuya casa
se encontraron pantalones de puntillas y sostenes138, la referencia revela
inequívocamente una gran proximidad a metas sexuales.
Del hurto “simple” (transfiriendo el concepto jurídico al psicológico) discurren
tránsitos, a menudo imperceptibles, a la sustracción con base psicopatológica.
Kürten, el asesino de múltiples personas, declaro139: “En el verano de 1913 había
cometido numerosos hurtos. Era mi especialidad elegir casas donde en la planta baja
había una taberna y los propietarios vivían en el primer piso. Podía por las tardes
registrar sus habitaciones sin ser molestado... La tarde de un sábado había allí una
quermese. Busque una casa adecuada... Fue el restaurante Klein; subí al primer piso.
Esto ocurrió sobre las once o las doce de la noche. Abrí diferentes puertas, sin hallar
nada de valor para llevarme...” Encontró a un niño durmiendo y lo estrangulo. El
mismo Kürten cogía en sus asesinatos y tentativas de asesinato bolsos de mano,
jerseys, relojes, carteras, fotografías, que regalaba, como dijo, tiraba o, como sucedió
con el abrigo y el sombrero que se llevo, escondía en la maleza 140. Las prendas de
vestir fueron encontradas mas tarde. Las mangas del abrigo habían sido desgarradas.
Kürten acotó sobre este punto: “En ello se exteriorizo mi excitación” 141. Pero ¿qué
clase de excitación es esta que junto al alivio de la tensión sexual sigue la vía de la
sustracción? Volveremos sobre este problema al tratar del robo con fuerza en las
cosas.
Todos estos casos entre la salud y la anormalidad mental, se desenvuelven en
la más oscura de todas las esferas y afectan al más variable de todos los instintos; la
136
Según KIENHOLZ por H. HELLEN BERGER en Psychiatrie, 1952, pág. 7.
137
Las cuales en su sentido general son muy exactas, pero discutibles en los detalles. “Durante muchos
años había tenido ella el ardiente deseo de casarse. Los hurtos eran un sucedáneo para los deseos
sexuales insatisfechos. Como puede fácilmente comprenderse, el toro y los pantalones militares eran
símbolos de la virilidad masculina, mientras que el azúcar simbolizaba la ternura.” (Ob. cit.) ¿Se quedo
el toro solo en “símbolos”?
138
Hans GROSS y Ernest SEELIG, Handbuch der Kriminalistik, Berlín 1941, vol. I, páginas 265–281.
139
Karl BERG, Der Sadist, en Deutsche Zeitschr. f. Gerichtl, Medizin, vol. XVII (1931), pág. 281.
140
Ob. cit., págs. 262, 290, 292, 295, 299.
141
Ob. cit., pág. 299.
sexualidad. Desde el punto de vista de la ejecución del hecho y de la personalidad del
autor, la mayoría de estas acciones son delitos sexuales, aunque nuestra dogmática
jurídica, fijándose en el acto mecánico del tomar, decida otra cosa. El paciente se ha
apartado de las metas sexuales vivientes y se dirige hacia objetos sustitutorios de
propiedad ajena. En otros casos los hurtos se producen durante la crisis periódicas
que se dan en la vida de la mujer. Atendiendo a los motivos, son semirracionales, y
por las circunstancias concurrentes, como su naturaleza absurda y la peligrosidad
social, patológicos. Carecemos todavía de material suficientemente copioso y claro,
porque los dueños de los grandes almacenes, por razones comerciales, no permiten el
acceso a sus ricas experiencias.
La rueda de estos curiosos fenómenos se abre con los cortadores de trenzas y
análogos142. Ya en el viejo Nuremberg confesó un inculpado “haber cortado a las
muchachas cien pares de trenzas”143. Nadie discutió entonces la calificación jurídica.
Hoy reina acuerdo sobre que el cabello de la mujer como parte separada del cuerpo
pasa a ser propiedad de la persona a cuyo cuerpo pertenecía hasta entonces 144. Por
consiguiente el que corta una trenza y se la apropia como hurto. La ruptura violenta
de la relación con el cuerpo que asegura la “posesión” – el separar el cabello con una
navaja o tijeras - , no es arreglo a la ley alemana, ninguna causa de agravación 145, pero
en el derecho anglonorteamericano seria considerado como larceny from the person.
En el derecho alemán tampoco se presta atención en estos objetos al lugar especial de
comisión del hecho, calle o plaza publica, en analogía a lo dispuesto en el núm. 4 del
párrafo 1 del § 243.
En el caso del estudiante gravemente tarado de los nervios St., luego
ingeniero, se le encontraron, después de ser detenido, treinta y una trenzas, adornadas
con cintas de colores. Estaban “provistas con la indicación del día y hora en que
fueron cortadas”146. El autor no había tenido nunca relaciones intimas con una mujer
y había sido miembro de la sociedad de buenas costumbres Ethos. Hizo una notable
descripción de sus inclinaciones y practicas: como iba en ocasión de una
manifestación nocturna por el castillo y cortaba las trenzas protegido por la oscuridad
y el entusiasmo patriótico. Consideraba como una desdicha el que una vez una
142
En un caso en el que fueron cortados pedazos de un impermeable de señora, parece admitir BADER
(Soziologie der deutschen Nachkriegskriminalität, Tubinga, 1949, página 73) que se trata de un delito
de daños. Pero al registrar el domicilio del ladrón se encontraron veintiocho piezas mas, con las que
quería hacerse un abrigo para él.
143
KNAPP, ob. cit., pág. 41.
144
Adolf SCHÖNKE, Strafgesetzbuch, 6.ª ed., Munich, 1952, pág. 648.
145
El empleo de tijeras o navajas sugiere la aplicación del § 243, párrafo 1, número 5. Mas yo me
inclinaría a interpretar el concepto de “armas” en el § 243, párrafo 1, número 5, y el § 223 a de
diferente manera, pues en el § 223 a resultan positivamente malos tratos corporales o perjuicios a la
salud, mientras que el hurto con armas no requiere el uso de ellas, estando en primer termino la
peligrosidad potencial del ladrón armado, y bastando, por consiguiente, la mera posesión. A finales de
diciembre de 1949 apareció en Washington D. C. Un tal Jack the Clipper, conocido peluquero.
Trabajaba solo en los tranvías y se le describe como un guapo mozo, con pelo negro ensortijado,
probablemente suyo, como irónicamente añadió el atestado de la policía. Dos de las muchachas
notaron un roce muy suave, otras dos absolutamente nada. (Associated Press, 28 de diciembre de
1949.)
146
Magnus HIRSCHFELD, Geschlechtskunde, Stuttgart, 1928, vol. II, pág. 116.
muchacha se recogió “todas sus galas” por encima de los hombros hacia delante,
escapando así al corte, y privándole con ello de una satisfacción ardientemente
ansiada. Más tarde declaró: “Hacia el final de las vacaciones estaba poseído de una
terrible excitación, que era, en parte, verdadera rabia por no haber podido adueñarse
del magnifico pelo. En el lecho, sentía St. a veces como si las almohadas estuvieran
todas hechas de trenzas y sus rizos perfumados se derramasen sobre él. Ocultaba en
ellas su cara, y en torno al pecho, brazos y rostro jugaban y flotaban los rizos” 147. Es
normal que el cabello rico y brillante estimule al hombre. Sin embargo, en estos
matices fetichistas se conserva siempre la relación con el ser vivo; solamente lo
recuerdan, no lo sustituyen. Los cortadores de trenzas y tipos análogos otorgan al
cabello separado un valor estimulante total y único.
§8
147
Ob. cit., pág. 117.
148
No dudo de que las tendencias fetichistas encuentran compensación de modo legal en algunas
profesiones. Por ejemplo, al zapatero fetichista no le es difícil la solución de sus problemas, y lo
mismo puede decirse de todos los que trabajan con cueros, pieles, sedas, terciopelo, ropa, etc.
149
Para bibliografía, véase GROSS – SEELIG, Handbuch der Kriminalistik, Berlín, 1941, pág. 267.
150
Véase el caso mencionado por MÜLLER, ob. cit., pág. 59.
151
JOHN, ob. cit., pág. 62.
152
Magnus HIRSCHFELD, ob. cit., vol. II, pág. 128.
apetecidas153 en la practica de las relaciones sexuales con el mismo ímpetu que la
ropa interior de las mujeres bien vestidas. Quizá sea exacta la presunción de que no
sabemos nada de estas cosas. En teatros, bailes de mascaras y locales homosexuales
pueden verse conocidas mujeres lesbicas con camisa y smoking. Sombrero de copa y
bastón vienen a añadirse a esto. Esperan causar efecto en alguna pareja. Las mujeres
pueden comprar prendas masculinas más fácilmente que los hombres objetos de vestir
de mujer, porque compras de esta clase se realizan con frecuencia en las familias y
porque no despiertan especial desconfianza.
La vida produce casos que van más allá de la más desenfrenada fantasía. En
una aldea cerca de Mangucia, en 1903, un hombre sustrajo ropas femeninas,
principalmente trajes de casa confeccionados de una sola pieza. Durante largo tiempo
no paso nada; a veces los vestidos eran devueltos, con frecuencia equivocadamente.
Una tarde observo el guarda campestre que un hombre, con el crepúsculo, se dirigía
al campo. Llevaba unas varas y una cesta consigo. El funcionario se deslizo tras él y
vio que el desconocido colocaba los palos en circulo. Sacó de la cesta vestidos
femeninos y los colgó en ellos. Luego, mirando en torno suyo recelosamente, como
un animal, marchó, marchó alrededor de los títeres, acariciando y abrazando a esta o
la otra figura. De repente se arrojo sobre uno de los espantajos, lo estrechó con todo
ardor, se desabrocho y se puso a realizar movimientos onanísticos 154. Luego arrojo la
muñeca al suelo y se revolcó sobre ella en pleno orgasmo155. En la investigación se
comprobó que era un habitante acomodado de la aldea. Mostraba síntomas de
degeneración senil. La mujer dijo que a pesar de su buen apetito estaba últimamente
cada vez más decaído. En una ocasión había encontrado ella sus propias faldas en
desorden. El inculpado acostumbraba coger vestidos y faldas a la caída de la tarde,
de los patios y jardines, cuando se ponían a secar. Los objetos que le excitaban tenían
que estar húmedos156. Sólo así tenía para él la ropa efectos estimulantes. Los
psiquíatras no dan una explicación, aunque quizá se podría encontrar. La ropa que
hay en los lavaderos o puesta fuera a secar, por consiguiente accesible a los
fetichistas, está siempre precisamente húmeda.
SLING ha descrito un fetichista ladrón de documentos 157. Éste doctor H.
Hurtaba autógrafos históricos de los archivos: cartas de Wallenstein, Federico el
Grande, María la Sanguinaria. En los detallados informes periciales publicados por
M. HIRSCHFELD habla el doctor H. De su disposición homosexual. La escritura de
rasgos firmes, fuertes, dice, no le excitaba sexualmente, ni siquiera cartas escritas por
153
Ob. cit., pág. 127.
154
En el caso tratado por JOHN (pág. 62), el sujeto vio desde el tren ropa en un jardín. Descendió en
la estación siguiente, hurto la ropa y se masturbó. Otros ejemplos, que se han de calificar de robo con
fuerza en las cosas, se encuentran en MEZGER, Kriminologie, pág. 71, y en HIRSCHFELD, vol. II,
pág. 128. El “trasvestista” – pues se puso ropa de mujer – fue condenado por el tribunal, que negó la
existencia de atenuantes, por robo con fuerza en las cosas. Pocos días más tarde se ahorco en su celda.
155
Hans SCHNEIDER, Ein Kleiderfetischist, en Pitawal der Gegenwart, vol. I, Leipzig, 1904, págs.
327–336.
156
Lo mismo en JOHN, pág. 62, y los casos anteriores consignados allí.
157
SLING, Richter und Gerichtete, Berlín, 1929, págs. 225-227.
Así llaman los protestantes a María I Tudor, reina de Inglaterra, hija de Enrique VIII y Catalina de
Aragón.- N. del T.
personas “en la flor de la edad”. Registra la primera erección cuando vio la firma del
príncipe Gorchakov. Estuvo siempre dominado por una extraña preferencia para todo
lo que se relacionaba con la vida y la muerte. El olor a podrido era para él
especialmente excitante. Siempre le atrajo ver en la sala en penumbra de un archivo
los manuscritos históricos y colocarse ante el pasado como ante un cementerio. “En
este ambiente me sentía feliz; era una sensación que me invadía completamente,
cuando podía sentir, tocar, oler... los manuscritos”158.
El inculpado vivía con un amigo – como con su novia, dijo el comisario en el
juicio oral – desde hacia quince años. Como un cierto número de cartas habían sido
vendidas, fue condenado a dos años y medio de prisión. Los motivos últimos no
quedaron explicados. Es posible que el homosexual percibiera en sus manuscritos la
proximidad de los “héroes”159, no una proximidad física como hubiera deseado, pero
en todo caso una forma ostensible de presencia.
§9
164
Relato breve y poco completo en SLING, ob. cit., págs. 229 y sigs. Sobre estados compulsivos de
cleptomanía en el sueño se encuentran indicaciones en Van BEMMELEN (ob. cit., pág. 480), en
relación con las investigaciones de WIERSMA y FONTANIER. La literatura no es abundante; sobre
libros alemanes, véase MEZGER, ob. cit., pág. 74; sobre los daneses, Stephan HURWITZ.
Kriminologie, Copenhague, 1948, págs. 169 y 276.
165
De ahí la creación protectora del harén en el fogoso Oriente.
Los relatos de ladronas de grandes almacenes (naturalmente, no de las
profesionales) arrojan luz sobre la estructura de estas personalidades, aunque también
sobre el monstruo poder de la tentación: “A medida que me engolfaba en la atmósfera
embriagadora de los grandes almacenes..., me sentía atacada poco a poco de un
trastorno, cuyo sopor y excitación solo se puede comparar con una borrachera. Veía
las cosas como a través de una nube..., me sentía impelida hacia ellas y me adueñaba
de las mismas, sin que me detuviera ningún reparo” 166. Parece que el peso
concentrado de masas de bienes entra en una peculiar relación compulsiva con ciertas
personalidades, casi siempre mujeres, y que en ciertas épocas, cuando su afán de
poseer se hace más intenso, disminuyen las inhibiciones. Siempre se habla de un
sopor análogo al de la embriaguez 167. El complejo casual se compone de una
constitución determinada y una resistencia debilitada en los días críticos 168, a las que
viene a añadirse la tentación.
§ 10
166
Paul DUBUISSON, Die Warenhausdiebinnen, Leipzig, 1904, pág. 39.
167
Una obrera que había vivido cuatro meses en un sótano, declaró. “A poco de entrar..., me sentí
completamente embriagada por el ruido, este ir y venir, este tráfago para mi inusitado. Quede cegada
por aquel montón de riquezas y casi perdí la cabeza. Me pareció como si todos aquellos objetos me
desafiasen, como si me pertenecieran y sólo tuviera que tomarlos.” (Ob. cit., pág. 147.)
168
Que participan las capas más profundas del instinto lo muestra este otro relato: “La sensación que la
poseía en el momento de realizar el hecho era deliciosa, sintió un placentero estremecimiento de la
cabeza a los pies y como latigazos en los muslos.” (Ob. cit., pág. 147.)
169
SUTHERLAND, ob. cit.
170
La cuadrilla se llama en la jerga criminal norteamericana the Cannon. Cannon, el carterista,
procede del judío gonnif (SUTHERLAND, ob. cit., pág. 43) y se llamo al principio gun. Un gran gun
era promovido a cannon. Hoy se llama todavía a la mujer carterista gun-moll. No hay duda de que la
expresión alemana Ganove (ladrón) procede de gonnif; pero la palabra Gauner (ratero) no parece estar
emparentada con esto. KLUGE-GOETZE, página 245, propone como derivación para Jonier (jónico),
la palabra hebrea jowon, por consiguiente, estafador, tahúr. En francés, en recuerdo de las Cruzadas o
de la conquista de Constantinopla hace quinientos años, en que muchos griegos se convirtieron en
apatriadas, al tahúr se le llama grec.
171
The heel. La significación es probablemente “perseguir sigilosamente, tentar sigilosamente”. Éste
es el sentido de la palabra todavía en SHAKESPEARE, Troilo y Crésida, acto IV, 488.
172
The boost. La palabra boost se explica con la voz shove (mover). La etimología de está palabra
inglesa está en relación con la alemana schreben (empujar).
173
Pennyweighing. Pennyweight es un determinado peso. No es clara la relación que pueda tener con
el hurto de joyas mediante trueque.
de hotel174. La gatera, que no dispone de una organización ni tiene una técnica
especial, apenas puede considerarse como ladrona profesional. Los ladrones de
bultos, y sobre todo los ladrones de bicicletas, son fenómenos típicamente alemanes o
europeos y son solo especialistas en el sentido de que sustraen siempre objetos de la
misma clase. Claro es que, en épocas de paralización de los transportes y de viajes
frecuentes al campo para acaparar abastecimientos, puede aumentar el valor de las
bicicletas y ser hurtadas entonces por verdaderas organizaciones. En la posguerra
llego a suceder que, a causa de su inusitada frecuencia, los hurtos de bicicletas
dejaron de anotarse en los boletines de la policía175. La fatiga, relacionada con la
mala alimentación, hizo especialmente apremiante la necesidad de maquinas de
transporte. A lo que se añade que las bicicletas son valores materiales que resisten las
bajas y son modificadas de aspecto inmediata y activamente por el ladrón de manera
que luego no es posible su reconocimiento, aún sin contar con que hay miles de
ejemplares de la misma marca, lo que despoja a cada maquina de su individualidad.
En épocas de gran inflación se hunde la cifra de las recuperadas hasta llegar a un
mínimo, mientras que se eleva muchisimo el número de hurtos de bicicletas176.
El ladrón de bultos, que hurta en los camiones, está condenado a morir a causa
de los vehículos descubiertos. Por eso se han desarrollado nuevas formas que
jurídicamente están bien entre la apropiación indebida y la infidelidad, aunque
psicológicamente pertenecen al grupo del hurto. Hace pocos años fueron detenidos
en Nueva York un antiguo y bien reputado empleado de la American Express
Company y dos peleteros. El empleado conducía desde años atrás su coche de
reparto por el distrito peletero de Manhattan. Recogía valiosas pieles y, modificado el
talón, las entregaba a sus consortes. Cuando la Compañía había pagado 100.000
dólares por pieles aseguradas y desaparecidas, se sintió inquieta, y comprobó que
siempre se extraviaban en la misma zona. Estimo las perdidas de los últimos cuatro
años en un millón de dólares. El chofer fue sorprendido in fraganti. Cuando se
indagaron sus condiciones de vida, salió a relucir que había hecho gastos muy por
encima de sus ingresos como conductor. Tenía un Cadillac, había comprado una casa
de verano en Nueva Jersey y pasaba costosas vacaciones en Florida. Todo esto se
comprobó después177. RADIN178 relata un caso análogo, en el que desaparecieron
envíos de diamantes en el camino a recorrer desde el lugar de expedición a los
vagones del ferrocarril, perdiéndose en poco más de medio año por valor de un tercio
de millón de dólares. Los preciosos envíos solo eran asentados, sin mención de valor.
Los ladrones, mozos pertenecientes a la Railway Express Company, se habían
aprendido de memoria los nombres de los joyeros más importantes y abrían los
paquetes que llevaban estas señas. Un receptador, comerciante de diamantes,
174
Hotel prowl. “Andan errantes”, como los duendes y aparecidos.
Se llama así, en el “hurto del coito” o “timo del gato”, a la mujer que penetra sigilosamente cuando
duerme el individuo y le sustrae la cartera.- N. del T.
175
BADER, ob. cit., pág. 78.
176
Véase mi artículo Die Kriminalität einer Grossstadt, 1914-1926, en Monatschrift für
Kriminalpsychologie, vol. XVIII (1927), págs. 231 y sigs.
177
Véase la noticia en el New York Times de 26 de enero de 1950.
178
Edward D. RADIN, Twelve against the law, Nueva York, 1952, págs. 72 y sigs.
compraba las piezas. En una ocasión, por unas piedras en bruto valoradas en 25.000
dólares, pagó a los ladrones 1.500 dólares179. Un reloj sustraído había sido fabricado
para el director de una sociedad de aviación. Señalaba el tiempo, la región del cielo
en que el avión se movía, la fecha y la hora en las diferentes partes del mundo. Valía
22.000 dólares. Cuando uno de los ladrones abrió el paquete y vio la pieza
extraordinaria que contenía, considero que este reloj le traicionaría fácilmente.
Arrojo aquella alhaja, sin pensar más, en el Hudson. La serie comenzó cuando en
1940, los soldados alistados comenzaron a enviar a sus casas objetos personales de
valor, como relojes, aparatos fotográficos, plumas estilográficas, junto con las ropas
de paisano. Estas cosas eran sustraídas por los mozos encargados de cargar los
paquetes. Luego se produjo el paso al hurto de joyas.
§ 11
185
Jack BLACK, You can’t win, Nueva York, 1926, págs. 173 y sigs.
186
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 16.
187
Ob. cit., págs. 77 y 78.
188
“This indicates that most of the thefts from jewelry salesmen are phony.” (SUTHERLAND, ob. cit.,
pág. 16.) Entre las reglas de los viajantes en joyas figura el no dar a conocer su profesión y la de no
confiar sus preciosas carteras o maletas a la caja del hotel. Tratan de desvanecerse para encontrar
protección, en la masa de los viajeros corrientes.
En épocas de impuestos muy altos, la gente pudiente estima que un
procedimiento de ahorrar es comprar muchas alhajas y guardarlas en casa. De otro
modo no sería posible que en un hurto en los Ángeles se robasen alhajas por valor de
257.000 dólares, mientras el dueño y su mujer dormían profundamente 189. En otro
hurto ocurrido cerca de Nueva York robaron joyas valoradas en 57.550 dólares. La
dueña había sacado poco antes pedrería por valor de 100.000 dólares para llevarla en
un sarao. En éste caso había dejado abierta la caja de caudales 190. En el atestado
policial salió a relucir que cuando regresó, había dejado sus joyas a la vista encima
del tocador. Cuando por la mañana, a eso de las once, quiso volver a colocarlas en la
caja fuerte, advirtió que habían andado ladrones en el abierto armario. Apenas puede
concebirse mayor descuido.
El hurto habitual de joyas se toca en numerosos casos, como hemos visto con
el hurto en hoteles. En éste es perceptible una evolución del antiguo rata de hotel al
moderno ladrón profesional; de la comisión del hecho por la noche, con mayor riesgo,
a la ejecución durante el día. Se dan todas las posibles combinaciones que degradan
el acto de la sustracción a la categoría de hurto simple. En un caso que presenté a mis
alumnos en Butzbach, un hombre se había hecho pasar en el balneario de Nauheim
por médico jefe de una clínica de mujeres de Viena, trabó rápidamente conocimiento
con mujeres solitarias. Con frecuencia era admitido de noche en sus habitaciones.
Una vez allí, después de cambiadas las primeras caricias, aconsejaba a sus víctimas
que no conservasen durante la noche puestas en el cuello o en los dedos las alhajas,
porque su contacto era malsano para la piel y su salud. Si colocaban las joyas en la
mesilla de noche, el médico desaparecía con los valiosos objetos al despuntar el día.
Tan pronto como se utilizan llaves legítimas para abrir la habitación, o la puerta no
está cerrada, o se permite el acceso al ladrón bajo cualquier pretexto, se ha bordeado
el escollo del hurto cualificado191.
§ 12
La rata de hotel, tal como se encontraba aún hace unos cuarenta años, se
diferenciaba esencialmente por su personalidad y técnica del moderno ladrón de
hoteles. Se deslizaba durante la noche con un traje de punto negro por los corredores
de los grandes hoteles. Un ejemplar excelente lo fue aquel ruso de seguro aspecto y
buenos modales que ha descrito J. TRAVERS192. Con antecedentes penales en San
Petersburgo y Londres, se alojo en los mejores hoteles de Roma, Bolonia, Florencia,
Milán, Génova, Montecarlo, París, Viena, Cracovia, Trieste, Leipzig, Mannheim,
189
Kansas City Star de 31 de enero de 1949.
190
New York Times de 2 de octubre de 1950.
191
El ladrón puede como cuenta uno de ellos (SUTHERLAND, ob. cit., pág. 55), cuando sale un
huésped y deja la llave, colocar encima su sombrero y cogerla. También puede recibir a veces la llave
de un portero que es su cómplice. “Algunas personas dejan puesta su llave por dentro o por fuera”
(loc. cit.). El ladrón descubierto se finge borracho y afirma que su habitación al lado de la víctima,
hace de algún modo amistad con ella y deja la puerta interior abierta.
192
J. TRAVERS, Uniformierte Hoteldiebe, en Pitawal der Gegenwart, vol. I, Leipzig, 1904, págs. 302
y sigs.
Colonia y Berlín. Hablaba varios idiomas y era hombre conocedor del mundo. En
Colonia – citaremos un ejemplo para mostrar su técnica - tomó una habitación en un
lujoso hotel, con el nombre de “E. Martín, Nueva York”. Fue sorprendido por la
noche cuando trajinaba en varias habitaciones. Su disculpa, consistente en que se
había equivocado buscando los lavabos, es difícil de contradecir.
En Berlín fue robado un huésped en el Hotel Kaiserhoff. El gerente puso
sobre aviso a todos los empleados, que se ocultaron en diversos sitios. A las cuatro de
la madrugada se desliza una figura de una habitación del tercer piso, “en calcetines y
con traje de punto negro muy ajustado”, y desciende sin ruido al segundo piso. Es el
“conde” ruso. En su maleta se encuentran monedas de diversos países, seis trajes de
puntos negros, instrumentos para el robo, mapas de viaje de toda Europa y tarjetas de
visita con el nombre de “Georgi O., Chambellan de Sa Majesté le Roi de Baviére”.
Tenemos noticia de otro ladrón de hotel, está vez con traje de punto castaño
oscuro, en Constanza. Se deslizaba en la habitación vacía y se arrastraba bajo la
cama. Su disculpa era que había buscado los lavabos del segundo piso porque
estaban más limpios, y que al regresar se había equivocado de habitación. En su
maleta se encontraron seis limas, un destornillador, un manojo de diferentes llaves y
una aceitera. Además se comprobó que la puerta de la habitación de la víctima y las
de otras habitaciones habían sido aceitadas hacia poco, para evitar los chirridos. Éste
tipo característico – calvo, con barba, ojos oscuros, inquietantemente punzantes –
robó a otro viajero, en Nuremberg, 380 marcos, después de haber pedido a un
camarero aceite para ensalada y haber engrasado la cerradura. Acostumbraba tratar
amistad con los viajeros durante la cena, para saber si tenían dinero consigo.
Comparado con el ruso, era un tipo provinciano, y por ello peligroso. Lo que tenía en
común con aquel era la preferencia por el traje de punto oscuro, disfraz que en los
hoteles modernos más facilitaría que impediría el descubrimiento del delincuente. Se
dice que el traje de punto ha sido sustituido hoy por el pijama, con el que se puede
andar por los corredores del hotel sin llamar demasiado la atención193.
Georges MANOLESCU describe en sus memorias otro método mucho más
perfecto, aparecido en 1903194. Éste sujeto se alojaba, como el ruso, sólo en hoteles
de primera clase. Atribuye a su comportamiento arrogante, a su aspecto altanero y a
su hablar breve y huraño, el no haber tenido nunca dificultades para visitar los salones
de los grandes hoteles y permanecer en ellos largos ratos. Después de haberse
aburrido allí cierto tiempo, pasaba al restaurante del hotel. Desde su mesa observaba
a los huéspedes, y daba abundantes propinas para saber por los camareros detalles
sobre las personas que le interesaban. Se fijaba sobre todo en las gentes que “tiran el
dinero a su alrededor, y que por ello proceden también descuidadamente con el resto
de sus cosas”. Al día siguiente volvía al hotel y, en contraste con los ratas que viven
en el mismo hotel y actúan por la noche, él lo hacia entre la una y la una y media de
la tarde. Subía a los pisos y llamaba tranquilamente a las puertas de aquellos a
quienes quería robar. Si decían “Pase”, murmuraba unas palabras de disculpa y se
193
Ob. cit., págs. 307 y sigs.
194
Según ABELS, ob. cit., págs. 61-63. Pueden verse más detalles sobre MANOLESCU en las
memorias del comisario de lo criminal Hans von TRESKOW, Von Fürsien und andern Sterblichen,
Berlín, 1922, págs. 63 y sigs.
marchaba. “pero si nadie me contestaba, alzaba el picaporte de la puerta, que de cien
veces, noventa y cinco estaba abierta.” Si la puerta estaba cerrada, bajaba y le pedía
despreocupadamente al portero la llave de la habitación, “como si viviera allí yo
mismo o uno de mis parientes”195.
Parece que en Norteamérica, según el testimonio de un ladrón, los botones
proporcionan por el dinero informes sobre cuándo pueden encontrarse alhajas en una
habitación. También otros empleados dan noticias ocasionalmente a los ladrones de
hotel, cuando se detienen en él viajeros con pieles, vestidos, alhajas u otros análogos
objetos valiosos. El portero suministra información sobre las costumbres del
huésped, de manera que el ladrón, una vez fuera el viajero, pueda pedir la llave de la
habitación. Según el mismo testimonio, puede ocurrir que algunos empleados
terminen en ladrones de hotel196, a lo que les predestina su conocimiento íntimo de las
costumbres de éste ambiente complejo y fuera de lo usual197.
§ 13
TABLA XIII
Años Denuncias
1946 5.527
1947 15.721
1948 9.052
200
Ob. cit., pág. 10. Llegado el caso, el ladrón profesional no se venga a veces con una traición, sino
mediante el total “descrédito” por medio de la completa paralización de algún proyecto de hurto. Es al
mismo tiempo la mayor vergüenza y un gran perjuicio.
201
Loc. cit.
202
JACOBS, OB. CIT., PÁG. 115.
1949 5.125
1950 3.198
Las cifras que he recogido relativas al estado de Nueva York 203 arrojan un
contingente de mujeres de solo el 10 por 100. En el hurto de carteras en grado de
tentativa, la cuota de detenciones es aún mucho más baja: sólo del 2,5 por 100. Debe
repararse en que los tanteos por parte de una mujer no despiertan la misma
desconfianza defensiva que los de un hombre. A menudo son mal interpretados o
aceptados con reconocimiento. Según la exposición de un perito de Chicago 204, ha
habido en otro tiempo ladronas sobresalientes que se apretaban estrechamente contra
un hombre conocido fugazmente, y mientras apoyaban la cabeza en sus hombros, le
arrancaban con los dientes el alfiler de diamantes de la corbata. May Vivienne
Churchill, una mujer muy rubia y muy hermosa, llamada Chicago May, fue una
consumada maestra en éste truco, en el que hay que intercalar una escena de amor
representada convincentemente.
La técnica usual de las carteristas es más sencilla. WACHHOLZ opina que la
mayoría de ellas trabajan solas, o a lo sumo por parejas, mientras que las pandillas de
carteristas masculinos se componen de tres o cuatro hombres. Una subespecie de la
carterista abre únicamente bolsos de señora. Su campo de trabajo son los días de
liquidación en los grandes almacenes. En los intervalos trabaja en bodas y entierros y
en las paradas de los tranvías. Los entierros, que en Norteamérica se celebran a
menudo con gran ostentación y atraen grandes gentíos, parecen ser buenas ocasiones.
WACHHOLZ afirma que una carterista fue sorprendida in fraganti; era en una iglesia
y la víctima oraba arrodillada con unción. Éste perito opina también que los
hombres, cuando en un ascensor excesivamente lleno son empujados y tocados por
mujeres jóvenes y bonitas, piensan, halagados, que han causado impresión. Éste
ataque de vanidad desvanece toda desconfianza especialmente en señores mayores.
El funcionario presenta como ejemplo a una destacada carterista una cierta
Luisa Smith. Los funcionarios de lo criminal estimaban 205 que podía consumar
cualquier intervención en treinta segundos y obtener durante el verano 1.000 dólares
diarios por término medio. Uno de los funcionarios la cogió una vez a las dos de la
tarde con 1.800 dólares en dinero y varias alhajas costosas. Había empezado a
trabajar a las nueve de la mañana. Durante el invierno Luisa iba a Florida, dónde
trabajaba en las carreras de caballos. Fue detenida con frecuencia, pero paso pocos
años en prisión porque era extraordinariamente difícil probarle nada. WACHHOLZ,
cuando aún era cobrador de tranvía, hizo sobre los carteristas que acabamos de
estudiar una observación que merece volver sobre ella. Advirtió una típica agitación
203
Véase mi estudio Psychology, , tacties and technique, en American Journal of Criminal Law and
Criminology, 1943, págs. 11 y sigs. He completado y ampliado en lo que sigue éste trabajo y mi
artículo Verbrechertaktik, en Handwörterbuch der Kriminologie, de ELSTER y LINGEMANN, Berlín,
1933, vol. II, págs. 894 y sigs.
204
Norma Lee BROWNING, Watch your wallets, en Chicago Tribune de 3 de octubre de 1948, págs. 8
y sigs., siguiendo los datos proporcionados por Arthur WACHHOLZ, que trabajó durante veintiocho
años en la sección de carteristas de la Policía Criminal de Chicago.
205
Ob. cit., págs. 28 y sigs.
motriz al atacar. La denominada “en posición de bailar” y la compara con los
movimientos de los boxeadores y futbolistas antes de comenzar la competición.
Acaso se trata de una concentración nerviosa y muscular de clase especial. Según el
mismo experto, los carteristas tienen un paso distinto al de las demás personas.
Finalmente, también halló que las mujeres llevan consigo más dinero que los
hombres, con frecuencia todas sus alhajas y una gran suma. Cuando van de compras,
se fijan sus sentidos en ciertas cosas apetecidas y no cuidan de sus bolsos,
especialmente si se prueban sombreros, pues en esos casos utilizan las dos manos y
quedan fascinadas por el sombrero ante el espejo, mirando absortas su propio rostro.
Los carteristas norteamericanos no han sufrido la experiencia de dos
derrumbamientos totales de la moneda y de terribles dificultades de abastecimiento.
No obstante, han conocido de 1930 a 1933 las consecuencias de una gran depresión
económica. “Bajo la presión –dice un ratero- el carterista padece tanto como los
demás. Carteras que antes contenían 40, 50 y 100 dólares, llevan entonces sólo 3, 5 y
10 dólares. El valor de las mercancías se hunde, de modo que el criminal no puede
hurtar tanto como necesita para vivir, o no encuentra comprador para lo que roba.”
Los carteristas tienen, por consiguiente, que trabajar más en los años flacos para
poder sobrevivir206 a lo cual va unido un mayor peligro de ser descubiertos. Además,
en los malos tiempos las víctimas son, probablemente, más cuidadosos o irritables, y
proceden, si se les quita algo, con más desconsideración. El perseguido por la
desgracia, según un antiguo aforismo, se convierte en un perseguidor implacable.
Pero todavía no conocemos las leyes vitales que rigen la energía de la persecución, y
frecuentemente nos quedamos con la defectuosa fórmula de la “irritabilidad
criminal”207.
§ 14
§ 15
208
Según LUZ (ob. cit., pág. 80), un carterista quiso sustraer un portamonedas, pero arrastró detrás al
propietario, que lo tenía sujeto con una cadena. En éste caso el ladrón había omitido tentar el bolsillo
antes de dar el golpe, para comprobar los obstáculos existentes (pañuelo, etc.).
El que lleva algo de valor evita instintivamente la proximidad de las personas
sospechosas. El concepto de “sospechoso” varía según el tipo de delito que se teme.
En el caso del hurto nos apartamos de las personas de las que tememos un ataque. La
psicología de nuestra defensa en esto es primitiva, y a veces se rige por groseros
signos exteriores. Nos alejamos del que va mal afeitado, mal vestido, sucio, y de
aquellos que tienen aspecto de padecer miseria: personas macilentas, gentes con las
mejillas demacradas y ojos hundidos, de todos los que parecen pasar hambre.
Nuestro conocimiento de los hombres yerra en ello a menudo, pues pueden parecer
“peligrosas” gentes que simplemente están enfermas o cansadas, que tienen frío o han
sido víctimas de desengaños o desgracias. Ya Shakespeare habló en su Julio César
del insomnio como síntoma de trastorno de la estabilidad física y psíquica. Un viejo
instinto animal nos dice que tenemos menos que temer de los gruesos y bien
alimentados, que de quienes tienen un déficit fisiológico. Olvidamos que no es él
estomago gruñidor el que impulsa al ladrón, sino cualquier excitación del cerebro que
se ha desencadenado con motivo de una penuria momentánea.
Finalmente el que lleva consigo cosas de valor rodea de una elevada atención
la zona a proteger. “Atención” significa en éste caso la conciencia agudizada del
peligro que amenaza, el cual toma aquí la forma de un enemigo desconocido que se
encuentra en torno a nosotros, mientras nos movemos en público: el ladrón. Tenemos
que esperar su ataque y, además de las defensas mecánicas, tomar contramedidas
psicológicas. Entre estas se halla el tener una exacta representación sobre el tipo
humano al que pertenece el carterista. No se distingue, como en la guerra el enemigo,
por el uniforme. Al contrario, pretende ocultarse bajo una apariencia inofensiva, y su
disfraz le va a menudo mucho mejor que al lobo la piel de cordero.
La intensidad de la atención oscila en el curso del día. Por la mañana
temprano estamos frescos, aunque quizá no bien despiertos todavía, y de mal humor.
Nuestras facultades críticas se dirigen a los objetos agradables, y están robustecidas
por la perspectiva de la carga de un día de trabajo. Hay pocos carteristas que trabajan
entre las siete y las ocho de la mañana. A estas horas los portadores de objetos
valiosos no se ponen todavía en camino. Además, en los últimos decenios han dejado
de usar los medios públicos de transporte para utilizar el coche particular 209, con lo
que se disminuye su vulnerabilidad. Sólo algunos ricos viejos y estrafalarios siguen
la norma ahorrativa de ir a pie o utilizar los transportes públicos 210, pero constituyen
excepciones.
Los días en que nos ocurren cosas satisfactorias miramos con menor
desconfianza en torno nuestro, descuidamos nuestra atención, y vemos de color de
rosa no sólo el mundo, sino también a los demás. Días de distracción optimista son el
sábado o la víspera de vacaciones. Nos alegramos del descanso, y de cualquier
genero de bienhechora interrupción en la monotonía de la vida. En menor medida se
encuentra está distensión al regresar del trabajo por la tarde. Por el contrario, el lunes
no es buen día para los carteristas. Los insatisfechos son, en general, más cuidadosos,
209
Aquí queda sólo el tiempo que media desde el abandono del banco hasta la subida al auto. Sobre la
técnica para quitarle el dinero en éste corto trecho, véase SUTHERLAND, ob. cit., pág. 47.
210
El multimillonario Swope iba siempre en tranvía una hora desde Independence hasta su despacho en
Kansas City.
porque buscan nuevos motivos para alimentar su mal humor. Viven en estado de
guerra con el mundo y establecen avanzadillas psíquicas.
Los felices, los hartos, los sanos y, sobre todo, los enamorados se fijan, como
puede observarse a menudo, más en sí mismos que en su mundo circundante. Las
personas de edad dormitan, con frecuencia, aletargadas. Se dice que las mujeres y los
niños están menos atentos que los hombres adultos. Pero, como el profesor distraído,
están la mayoría de las veces fijos, superatentos, sobre un objeto concreto que les
agrada y les desvía así del mundo exterior. En lugar de seguir el fluir de los
fenómenos que los rodean, cambiantes, quedan pendientes de una impresión. Su
atención está prácticamente anulada algún tiempo, porque se ha dirigido rígidamente
a un punto. Investigaciones holandesas han establecido una curva anual de atención
para los niños211. El máximo se produce en marzo; el mínimo, en julio.
Según las cifras británicas, el hurto de carteras culmina – en contraste con los
restantes delitos contra la propiedad – durante el verano 212. ¿No será que es la
víctima y no el autor la que toma la iniciativa en la génesis de éste delito?
Aparte de la fortificación mecánica, cuyo prototipo es la cadena de reloj, fuera
de la zona protectora de la atención utilizamos el elemento de la distancia para
cubrirnos frente a una figura delictiva que se sirve de la mano como instrumento de
aproximación. El alejamiento, que garantizó protección para el cuerpo y la vida en
tanto no se invento la pólvora213, es el obstáculo más grave que ha de superar el
carterista. Más sembrado de escollos que el último paso, rápido como el relámpago,
es traspasar sin ser notado la barrera espacial que colocamos entre nosotros y el
extraño.
Forma parte de las buenas maneras el mantener un cierto distanciamiento
corporal. Cuando de improviso tropezamos con alguien o lo tocamos, nos
disculpamos como si fuera algo inconveniente. Hablamos de quien “se tira al cuello”,
o “se pega a uno”, no guardando, de éste modo, el conveniente alejamiento. Lesiona
la zona defensiva de la distancia que trazamos en torno nuestro para no caer en el
campo energético de la influencia ajena sobre nuestra voluntad, nuestra
autodeterminación, sobre el decurso compulsivo de los reflejos. El mero contacto, es
decir, la supresión de la distancia protectora, puede constituir para los niños menores
de catorce años un peligro tan serio, que lo castigamos como delito. Una
jurisprudencia que va demasiado lejos (RGSt. 70, 316) ha equiparado incluso el mirar
al contacto criminal. La sexualidad latente del niño debe ser preservada de todo
efecto estimulante prematuro que penetre desde fuera quebrantando las costumbres
protectoras que mantienen el alejamiento.
Más, ante todo, la distancia es un medio para impedir los ataques contra la propiedad.
Se puede, por consiguiente, establecer el siguiente esquema de la táctica del ladrón:
1.° Comprobación por el carterista de sí la víctima “merece la pena”.
211
Van BEMMELEN, ob. cit., pág. 109.
212
Calculado con arreglo al promedio de 1905-19 de la estadística criminal inglesa relativa al larceny
from the person, indictable offences known to the police.
213
Antiguamente se procuraba el alejamiento por medio del foso del castillo o de una roca escarpada.
La flecha fue el primer invento que superó la protección que da la distancia. En la tragedia griega se
dice del arquero que es un cobarde (EURÍPIDES, Hércules furioso, 160, 161).
2.° Superación de las barreras espaciales entre víctima y ladrón.
3.° Superación de la zona de vigilancia.
4.° Superación de los obstáculos mecánicos.
5.° Traslado del botín a un cómplice que no ha participado en el acto de la
sustracción.
Veamos cada uno de estos puntos por su orden.
§ 16
214
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 141.
215
Marc BENNEY, ob. cit., pág. 154.
interpretarse en éste sentido un nivel de vida muy costoso, compras de consideración
en casas de modas y tiendas de arte, y sobre todo en joyerías.
La posesión de dinero se descubre abiertamente en una serie de ocasiones de
la vida diaria. En los bancos se recuentan cantidades a la vista de todos; en los
restaurantes, agencias de viajes o de líneas aéreas y en las taquillas de las estaciones
hay que hacer pagos216. Un gran carterista no precisa hacer estas observaciones
personalmente, pues podría ser reconocido, y por ello envía a un observador innocuo
a las salas de las cajas de los bancos y a las agencias de viajes. También recibe
noticias por otros conductos: criados, domesticas, camareros, venden lo que saben, no
siempre por codicia, a veces por venganza. Algunos de ellos cuentan, sin mala
intención, lo que han visto y oído. Terceras personas llevan la información a dónde
es apreciada en lo que vale217. Lances de está clase, a veces fantásticamente
exagerados, constituyen el tema principal de las conversaciones del mundo del hampa
que vive en libertad, y más aún de los que están en establecimientos penales
esperando el día de su liberación.
En épocas de grandes impuestos, o en el caso de importantes ganancias o de
adquisición por negocios de objetos de valor que quizá se han obtenido de manera
legal pero no decente, se produce una fuga de billetes y alhajas de las cuentas de los
bancos y cámaras de acero de los institutos monetarios hacia las manos del
propietario. Se guardan en casa sumas importantes y alhajas costosas, y esto en
escondrijos que ciertamente no ofrecen gran variedad y son perfectamente conocidos
del ladrón experimentado. Algunas personas tienen por más seguro llevar encima
todo el dinero que no quieren declarar al Estado y que no desean abandonar al ataque
de un ladrón nocturno. Entre ellos están los tipos seniles, avaros y desconfiados a un
tiempo, que llevan consigo dinero en billetes grandes. Son buenos para víctimas, y a
menudo no saben si han perdido el dinero o se lo han robado. Yo he conocido a un
hombre muy rico y muy viejo, que vivía solo, protegido por tres dogos daneses, y que
continuamente buscaba el dinero que había cambiado de lugar o perdido; para sus
compras se vestía como un pobre, aunque todo el mundo le conocía y sabia su
riqueza. Nadie que haga sus compras con billetes grandes puede sustraerse a la
atención de los ladrones y sus cómplices. El conocimiento de la riqueza de la víctima
aligera la conciencia del carterista, el cual trabaja mejor cuando cree cumplir una
misión social218 y cobrar privadamente los impuestos no pagados.
216
Según SUTHERLAND, ob. cit., pág. 44. El letrero de “Cuidado con los rateros”, que
frecuentemente se encuentra en las ventanillas de las estaciones, es útil a los criminales, porque
muchos viajeros, al leer la advertencia, se llevan la mano al lugar dónde tienen la cartera.
217
Cuando el trabajo era sumamente fácil, recibían los informantes algo más del 10 por 100 usual. Ob.
cit., pág. 153.)
218
En otros tiempos fue un tónico más fuerte que la idea de cumplir una “misión social” el creerse un
instrumento divino. Parece que Schinderhannes pronunció las siguientes palabras: “Somos un
instrumento en las manos de la Providencia. Dios nos ha despertado y enviado para castigar a los
avaros y ricos lo mismo que a los traidores y opresores. Somos una plaga del país como cualquiera
otra que de Él viene. Así sea.” (Curt ELWENSPOEK, Schinderhannes, der rheinische Rebell,
Stuttgart, 1925, pág. 59.)
§ 17
219
Véase el caso en LUZ, ob. cit., pág. 80.
trataban de huir, se derribaban y caían unas sobre otras. Fueron robadas
innumerables carteras220.
Pertenece a la psicología de las apreturas el que algunas personas
desconsideradas, para obtener un provecho especial, se adelanten, y entonces el
instinto gregario, despertado por el iniciador, entra en competición con un
movimiento irrefrenable. Apreturas de esta clase caracterizan las liquidaciones de los
grandes almacenes., y originan las carreras hacia el guardarropa al terminar los
conciertos y representaciones teatrales. Los carteristas saben perfectamente que las
personas que tratan de conseguir sobre los demás una pequeña ventaja son
determinados tipos egocéntricos. Su atención está dirigida únicamente a llegar los
primeros al guardarropa. Son generalmente, personas descorteses que empujan a las
demás y las cuales, para alcanzar su meta, no conceden importancia al hecho de ser a
su vez empujados. Tienen que ponerse su abrigo mientras los que van llegando se
agolpan detrás. En esto, levantan los brazos para abrirse paso penosamente. Éste es
el momento para aligerar de su contenido el bolsillo del pantalón o de la chaqueta.
La apretura tiene todavía otras ventajas. El ladrón puede desaparecer. Puede
perderse entre la muchedumbre. El presuroso es el primero en abandonar el barullo
del guardarropa, pero está victoria en la competición con otros asistentes al teatro le
aleja más rápidamente del autor del hurto, de modo que sólo se da cuenta de la
pérdida mucho después. Del mismo modo que sólo se da cuenta de la pérdida mucho
después. Del mismo modo, la prisa y la estrechez que reina en los pasillos de los
expresos invitan al ataque, sobre todo cuando las víctimas llevan maletas, en tanto
que el ladrón tiene libre las manos. Es una ventaja él poder bajar antes de que el tren
se ponga en movimiento y lleve lejos a la víctima, los testigos y el lugar del hecho.
La corta parada del expreso reduce todos los hechos al más breve tiempo, y el natural
desorden se opone a la observación tranquila, especialmente cuando las escenas de
despedida alteran el equilibrio psíquico.
§ 18
220
Lloyd LEWIS, Chicago, Nueva York, 1930, pág. 206.
221
Como se podían reconocer las profesiones antes por la moda de la barba.
El carterista se aprovecha de está superstición social. Para adormecer nuestra
desconfianza, tiene que ir bien vestido. Al mismo tiempo tiene que ir discretamente
bien vestido. Ha de producir la tranquilizadora impresión del que tiene el
portamonedas lleno; imprimir esto oscuramente en el guardia que puede estar
próximo, sin grabarse demasiado en su memoria. Tiene que ser cortés, porque la
gente fina es cortés. No debe parecer un extranjero, porque muchos creen que los de
su país son más honrados. Especialmente tiene que huir de llevar sombreros de las
ultimas creaciones, porque las prendas de cabeza son las que más fácilmente se
recuerdan. A veces ayuda un habito profesional honorable. En Inglaterra, los
carteristas usan en ocasiones una indumentaria sacerdotal. En Nueva York, un
hombre vestido de rabino trató de robar a otro carterista222.
Más eficaz aún que la apariencia y la mascara de caballero es un ardid,
familiar a los prestidigitadores, que consiste simplemente en distraer la atención y
proceder del lado no accesible a está constelación psicológica. También aquí existen
dos posibilidades: o se explota una situación en la que el hombre está inmovilizado
emocionalmente, o se produce artificialmente una situación de está clase. El primer
método es el que cuesta menos esfuerzo. El segundo se inserta conscientemente en el
plan conjunto de un ataque criminal, pero precisa mayor arte.
Cuando las ejecuciones capitales se verificaban públicamente, el momento en
que caía la espada o era empujado el delincuente fuera de la escalera, estaba colmado
de tensión intensa. Todos miraban la trágica escena, nadie miraba a sus bolsillos.
Hoy pueden ejercer tal fascinación, a lo sumo, los grandes héroes populares,
corredores automovilistas que desprecian la muerte o aviadores tambaleándose en el
cielo. Observemos los extraños gestos y distorsiones mímicas de las personas que
contemplan un partido de fútbol. En ellos se ponen de manifiesto impulsos motores
infantiles, incluso prehumanos. Sólo si nos percatamos de hasta que punto miles de
tales espectadores pierden el equilibrio anímico y se alteran psíquicamente, podremos
calcular las posibilidades de éxito del único que permanece tranquilo: del carterista.
Conocemos los síntomas del pánico. Tras una corta fase de espanto, de la más
extrema concentración sobre el peligro real o supuesto, comienza la desbandada
irreflexiva. Toda la agitación anímica está puesta en salvarse, todo lo demás se hunde
en la oscuridad. Es el momento de dar el golpe.
Todas las emociones fuertes arrastran consigo el interés estrechando el campo
de la conciencia. Un psiquiatra norteamericano223 tenía un paciente cuyo truco
consistía en simular que le había dado un ataque 224 en lugares muy concurridos, en
222
“Sentí una mano en el bolsillo derecho de atrás del pantalón. A la derecha detrás de mí, estaba una
figura que, con su larga barba y una chaqueta de alpaca, parecía un rabino. Tenía los brazos cruzados
sobre el pecho y un aspecto muy digno, y pensé que me equivocaba. Pero un par de días más tarde me
encontré de nuevo, en el East Side, al mismo judío y me dijeron que era uno de los mejores carteristas
con un disfraz engañador. Burlonamente, me dijeron que debía estar orgulloso de que hubiera
intentado quitarme algo.” (SUTHERLAND, ob. cit., págs. 11 y sigs.)
223
Allan MCLANE HAMILTON, Recollections of alienist, Nueva York, 1916, página 326.
224
La expresión técnica es throw a fit. La compresión es uno de los medios más eficaces de distraer la
atención. En Londres, en 1879, rondaba el Monstruo, una especie de Jack el Destripador, que hacia
cortés a las mujeres con un instrumento afilado. Una vez, un paseante encontró tirada en el suelo a una
mujer bien vestida. Estaba sangrando y declaró que había sido pinchada por un hombre alto. Rogó
grandes almacenes llenos de gente, en la calle, en el transbordador sobre el estrecho.
Siempre bien vestido, encontraba inmediatamente numerosas almas compasivas, que
se reunían alrededor de él, sobre todo mujeres. Entonces el resto de la banda de
ladrones comenzaba su trabajo y quitaba a los que acudían en auxilio del paciente lo
que tuvieran de algún valor y no estuviese sólidamente sujeto. Una vez sucedió que
el que yacía “inconsciente”, respirando anhelante, robó al médico que, deseoso de
ayudarle, se inclinaba sobre él.
Los carteristas son inagotables en imaginar nuevos trucos. El ladrón de
SUTHERLAND habla de uno de los hermanos Schultz, de Chicago, que llevaba el
apodo de Granuja de los Alfileteros (Pin – cushion – Mike). Se colocaba en las
esquinas más animadas de las calles y atraía mucha gente porque se atravesaba con
alfileres los brazos, mejillas y otras partes del cuerpo. Entretanto, su hermano robaba
cuanto se ponía a su alcance225. Ante un tribunal de Berna fueron juzgados en los
últimos años un rumano y un ruso, con pasaportes falsos, que había sustraído un
bolso de mano con 18.000 francos. En la oficina principal de Correos observaron que
una señora metía en su bolso un fajo de billetes de banco. La siguieron, se
precipitaron en una tienda y compraron a toda prisa un bolso de mano exactamente
igual y un plátano, ensuciando furtivamente con éste fruto la espalda del niño que la
señora llevaba de la mano. En otro comercio, uno de los ladrones llamó muy
cortésmente la atención a la dama sobre las manchas. Todos rodearon entonces al
niño: la madre, los dependientes y el galante sujeto. Entretanto, el otro pícaro cambió
el bolso vacío por el lleno226.
Todavía hay medios más audaces. Un par de carteristas va detrás de una joven
pareja que toma el autobús. Mientras uno mira descaradamente a la bonita mujer y el
hombre se enfurece y le mira a su vez fijamente, el cómplice le quita la cartera.
§ 19
llorando que la llevara a su casa. Él tomó un carruaje, y sólo mucho después notó que le había hurtado
ella el reloj y dinero. (William ROUGHHEAD, Bad companions, 1931, pág. 8.)
225
Ob. cit., pág. 150.
226
Emmy MOOR, Der Gerichtssaal spricht, Zurich, 1944, págs. 281 y sigs.
227
Cuando opera, el carterista no puede usar ninguna clase de estorbos mecánicos, como anillos,
relojes de muñeca, puños duros, paraguas o bastón. A veces le presta buen servicio un ligero abrigo
colocado sobre el brazo. El manidextro lo lleva en el izquierdo, y después del golpe se lo pasa con
Está habilidad no es innata, sino que se desarrolla y conserva mediante un
largo y penoso trabajo. Un ladrón novato se acerca a un ladrón consumado; éste no
hizo más que contemplar la mano de aquél y emitió el siguiente juicio: “Tu mano es
en principio buena; es pequeña, que es lo principal, aunque los dedos debían ser algo
más largos”228. Luego le dio instrucciones para hacer los dedos suaves y sensitivos:
“Tienes que llegar a tener tal sensibilidad en las manos, que puedes distinguir con
ellas todas las cosas dentro del bolsillo. Hay que eliminar la dureza de la piel de las
manos bañándolas frecuentemente con sosa y frotándolas luego con glicerina o
grasa.” Un asesino enfermo mental – acaso los enfermos mentales traicionan más
fácilmente los secretos profesionales – describe al “hombre de las campanillas” con el
que fue instruido para carterista en su juventud. Dibuja la “escuela de las
campanillas” con las siguientes palabras229: “Acabado de entrar, me percaté de que
ante mí había una muñeca muy bien hecha del tamaño de una persona, la cual, por
medio de una cuerda que la pasaba por el cuello, colgaba del techo sujeta a una polea.
Lo raro de está muñeca, vestida elegantemente y con sombrero, era que en cada
bolsillo dejaba ver alguna cosa: un libro, una cartera, un pañuelo, etc. Incluso no
faltaba un reloj con su cadena en éste raro maniquí... En cada bolsillo y en cada uno
de los mencionados objetos habían colocado pequeñas campanillas, que al más ligero
contacto dejaban oír sus melodiosos sones.” También el carterista citado por LUZ
colocaba un traje de mujer en un cañizo. Llevaba a los alumnos ante el maniquí y
explicaba: “Supongamos que está señora se halla ante el escaparate de una tienda y
que hay además otras veinte personas. Entonces se la observa, y lo que nos extraña
de está mujer es que tiene el bolsillo detrás. En éste caso hay que tantear primero por
fuera, si lleva consigo el portamonedas... Si el portamonedas está en el bolsillo,
entonces se introduce limpiamente el índice en él...”230.
Por consiguiente no sólo tiene que ser rápida como el rayo la mano, sino que
el carterista ha de poseer también un sentido exquisito del tacto. El alto grado de
coordinación muscular que es necesario poseer es la razón de que no haya carteristas
viejos. Los jóvenes pueden tener dedos mecánicamente muy ágiles y llevar a cabo
satisfactoriamente pequeñas tareas, pero no le es familiar el producir o explotar la
“constelación” psicológica que tiene que preceder. Por ello los grandes carteristas
son siempre de edad mediana.
El botín no debe permanecer mucho tiempo en poder del ladrón. Por eso el
que lo toma231 lo pasa tan rápidamente como es posible a un cómplice, especialmente
si ha sustraído varias carteras en una rápida operación. Caso de ser descubierto,
puede pedir en alta voz que le registren, sin que se le encuentre nada encima. Si no
frecuencia al derecho.
228
LUZ, ob. cit., pág. 80.
229
BRENDLER, Der Lustmörder Dittrich, en Pitawal der Gegenwart, vol. IV, Tubinga, 1908. Pág. 211.
230
LUZ, ob. cit., pág. 80.
231
En la jerga criminal norteamericana, el ladrón principal se llama the hook (“e gancho”), del antiguo
modo de “pescar” objetos en las tiendas con una cuerda y un gancho. (PARTRIDGE, ob. cit., pág.
402.)
corriera el botín rápidamente de uno a otro, se perdería, de ser detenido, el importe
total del día232.
§ 20
TABLA XIV
Remscheid, 1938-48234
232
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 46. En caso necesario se arroja la cartera. SUTHERLAND (ob. cit.,
pág. 46) cuenta cómo los cómplices vacían los bolsillos y lo que se quedan. Hay que deshacerse
rápidamente de la envoltura. Lo mejor es echarla en un buzón de correos (ob. cit., pág. 47).
233
MÜLLER, ob. cit., pág. 31. Se prescinden de otras profesiones.
234
Los años 1946 a 1948 son problemáticos.
1942-43 24,1 26,3
1944-45 19,1 11,6
1946-48 29,1 12,6
TABLA XV
235
KOTTE, ob. cit., pág. 36. Se prescinde de otras profesiones.
236
Se refiere a los perjudicados en los correspondientes periodos.
237
Ob. cit., pág. 175.
arrojarían con sus picos y palas sobre nosotros, con sólo que hiciéramos el menor
gesto de querer romper el escaparate (de la joyería)”238.
Sin embargo, también los carteristas hacen algunas diferenciadas. Los
católicos hurtaran raramente a un sacerdote de su religión 239, aunque los carteristas
judíos despojarían con placer a un rabino, y tanto más a un sacerdote católico o a un
pastor protestante. Del mismo modo, nada detiene a un “dedos largos” católico frente
a rabinos y pastores protestantes, y los ladrones protestantes no tienen reparos con
nadie. Según el ladrón de SUTHERLAND, es una regla común entre carteristas el
dejar en paz a los inválidos, probablemente por superstición, ya que se cree que las
maldiciones del tullido poseen una especial virtud mágica. Tampoco les gusta robar a
los guardias, por que provocar su viva antipatía podría ser perjudicial a todos los
carteristas. Lo mismo puede decirse de los funcionarios de prisiones, como lo
muestra con toda claridad un episodio altamente interesante relatado por el médico de
la prisión de Sing-Sing. Le habían sustraído en Nueva York su auto. Tan pronto
como lo supieron los penados, se ofrecieron para recuperarlo por medio de sus
colegas de Nueva York. Hasta le dijeron que podía elegir uno de cualquier marca,
incluso mejor que la de su viejo coche 240. Simplemente, se trataba de que por el
interés general del mundo delincuente, no fuera molestado sin necesidad un personaje
de tanta importancia como el médico del establecimiento. El ladrón de
SUTHERLAND ilustra con otros dos casos una reacción igualmente rápida 241. Las
víctimas de está clase constituyen un peligro general y ninguna ganancia.
Inmediatamente se dan los pasos precisos para resarcir el daño.
De igual modo que la frase anarquista de “expropiación de los expropiadores”
contiene un reconocimiento del concepto de la propiedad, pensando en la
expropiación sólo como una pena justa para la expropiación injustificada, así hay
ideas auxiliares que facilitan al ladrón su proceder. Cuando Schinderhannes atacó al
judío Jack Bär, haciendo un botín considerable, se aferró al pensamiento consolador
del castigo merecido242. Cuando un criminal norteamericano quiere convencer a los
cómplices para un robo, insiste sobre lo mismo. No es malo robar a un hombre que
“engaña” al publico243. “Los chicos de Wall Street saben cómo aprovecharse. ¿Por
qué hemos de hacer el tonto toda nuestra vida?”244. La idea de la inferioridad moral
de la víctima facilita el salto. En nada se puede reconocer está interesante referencia
psicológica mejor que en la estafa. La gente realmente honesta, en opinión de los
estafadores profesionales, no puede ser estafada. Para ello tienen que llevar el “hurto
en sus venas”245. Han de estar dispuestos a intervenir en cualquier clase de actuación
sucia. En tanto que presentan estos rasgos, son víctimas adecuadas. La deshonestidad
238
James SPENSER, Limey breaks in, Londres, 1934, pág. 187.
239
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 175.
240
Amos O. AQUIRE, Sing-Sing Doctor, garden City, 1938, págs. 56-57.
241
Ob. cit., pág. 174.
242
“Según la declaración de Schinderhannes, éste atraco fue una especie de ejecución de pena contra
Jakob Bär, que había comprado mercancías a dos de sus compinches y había rehusado pagarlas.” (Curt
ELWENSPOEK, ob. cit., pág. 137.)
243
Amos O. SQUIRE, ob. cit., pág. 109.
244
Loc. cit.
245
David W. MAURER, The big con, Nueva York, 1949 (Pocket book), pág. 119.
latente sólo puede ser atacada mediante la perspectiva de una elevada ganancia;
entonces es una llama que todo lo devora. La víctima no retrocede entonces ante
ningún medio de procurarse dinero para la especulación que promete la ganancia,
como el presbítero que todas las noches rezaba arrodillado al lado de su cama, pero
que de modo ilícito había tomado 5.000 dólares de los fondos de la iglesia246.
La relación entre la conciencia del autor y los defectos morales de la víctima
ha preocupado a veces incluso al legislador247. Al ladrón le tranquiliza, y hasta llega a
ser para él un acicate, el que entre los no delincuentes haya mucha deshonestidad 248.
A la pregunta de por qué buscaba su botín precisamente en los grandes almacenes de
Chicago, no sólo contesta el ladrón: “Tienen grandes cantidades de dinero y pueden
soportarlo”, sino que a menudo dice: “Estos pícaros sólo pagan a los empleados ocho
dólares a la semana. Por está cantidad han de estar de pie todo el día. Merecen que
se les sangre”249. El carterista añade: “Así piensa el ladrón. Ciertamente que haría lo
mismo aunque los empleados cobrasen cien dólares, pero siempre sienta bien pensar
en una justificación.” Frente a la condena del mundo, los sostiene la idea de una
misión punitiva igualadora y cuasi moral. El ladrón colabora a su manera lucrativa en
la defensa de un orden mundial “decente”. De modo análogo, algunos chantajistas
“castigan” a los homosexuales por sus vergonzosas inclinaciones250.
Hasta ahora se ha prestado poco atención a éste proceso mental tortuoso, con
que el delincuente contra la propiedad defiende su propia inocencia o atenúa su
culpabilidad y diluye las ultimas inhibiciones que puedan existir. En el lugar del
orden jurídico y sus mandamientos abstractos, aparece una ponderación sociológica
en la que se atribuye especial importancia a la dignidad de la víctima. Éste
autoconvencimiento es perceptible ante todo allí dónde las consecuencias del hecho
son graves y hay que superar motivos que se oponen a él, sobre todo en el hurto más
grave, que puede presentarse jurídicamente como robo con homicidio. En el caso de
Timm (Hamburgo, 1854), autor de un robo con homicidio, fijo accidentalmente poco
antes del hecho su mirada en una casa. “Se acordó de que allí vivía la Jakob con su
hija - –asesinó a las dos mujeres -, de que aquella mujer dura tenía dinero, que se
contaba de ella que por codicia había hecho pasar hambre a su criado, que ella se
había opuesto por codicia también, a que su hija contrajese matrimonio honorable,
que ella era la misma mujer que acababa de cobrar las rentas de la casa, dinero con el
246
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 176.
247
Sobre la legislación y jurisprudencia en Nueva York hasta 1907 y en parte después, véase
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 177.
248
El delincuente profesional de SUTHERLAND relata el siguiente suceso según las noticias de los
periódicos de Chicago: Un ladrón que había robado billetes pequeños y moneda suelta, los arrojo,
cuando era perseguido por la policía. Se limitó a arrojarlos simplemente en la calle. Los peatones
arremetieron tras el dinero, los conductores de coches pararon y se mezclaron en la salvaje búsqueda.
Se produjo un colapso en la circulación, pero ni un dólar fue entregado a la policía. Esto fue en julio
de 1935. (Ob. cit., página 179.)
249
Ob. cit., págs. 175 y sigs.
250
Ob. cit., pág. 178 y Mark BENNEY, ob. cit., págs. 259-261. Tan pronto BENNEY vio reunirse las
parejas de Hyde Park y marcharse juntos, pensó buscar también alguien y abatir y robar “a uno de
estos ricos y “degenerados” provincianos”. “And I was supported – escribe BENNEY – by a feeling
of moral justification. These old men seemed placed by their practices beyond the pale of social
consideration...” Lo que con ellos se hiciera se lo tenían merecido.
que podría satisfacer sus deseos y ser feliz de una vez para siempre” 251. En rápida
rotación se suceden momentos e imágenes seductoras, que dan a la fechoría casi el
carácter de una pena “justa” y, por consiguiente, debilitan los motivos inhibitorios.
En un caso sueco el asesinato de un cartero fue precedido de una serie de
pequeños delitos contra la propiedad; el asesinato mismo estuvo relacionado con el
hurto, que sólo era posible mediante la anulación física del portador de los valores.
En éste sujeto se produjo, según el fino análisis de BJERRES, una serie de
representaciones auxiliares. El autor pensó en sus padres, que siempre habían
esperado de él algo importante y que sólo le prestaban apoyo cuando llegaba con
dinero252. Pensó en que según él, nadie era totalmente honrado. “Casi todos los
hombres más ricos de la ciudad que se habían hecho a sí mismos, habían comenzado
por robar de la caja.” “Cuanto más reflexionaba sobre esto 253 - dice el relato -, más se
inclinaba a pensar que con pequeñas deshonestidades a nadie le suceden grandes
perjuicios. Incluso se le llego a ocurrir el pensamiento alentador de que tales raterías
serian aprobadas por su principal. Verdaderamente, éste no era un señor mezquino,
sino generoso y alegre, que incluso acostumbraba beber mucho y que veía con gusto
que otros se divirtieran.” Y en último término se podían restituir mayores sumas
cuando se fuera un hombre rico. Una lógica sinuosa y confusa entraba al servicio de
los instintos de apoderarse de lo ajeno; es digna de notarse la autosugestión que
atribuye a todos el obrar del mismo modo, y a la víctima la calidad de modelo.
§ 21
TABLA XVI
251
WOSNIK, ob. cit., pág. 112.
252
Andrés BJERRE, Zur Psychologie des Mordes, Heidelberg 1925, págs. 50 y siguientes.
253
Está “reflexión” es característica de aquellos problemas en que decide el sentimiento. En todos
estos casos existe un decaimiento de los instintos morales.
254
MÜLLER, ob. cit., pág. 33.
Valor del botín
(Porcentajes)
258
SUTHERLAND, ob. cit., pág. 142.
259
“They pushed the old man around.” (Ob. cit., pág. 169.)
260
Ob. cit., pág. 170.
261
Ob. cit., pág. 144.
262
LAMSON, ob. cit., págs. 200-203.
263
JOHN, ob. cit., pág. 40.
264
Frederick L. COLLINS, The FBI in peace and war, Nueva York, 1943, páginas 142 y sig., un libro
que se basa en materiales de HOOVER.
contra un cheque. El brazo del cobrador se apoyaba firmemente en el bolsillo
mientras estaba ante una ventanilla. De pronto el cajero le hizo una pregunta. El
empleado se levantó un momento para contestar y dio uno o dos pasos hacia delante
para poder oír mejor. Cuando quiso apoyarse de nuevo sobre el codo y proteger el
bolsillo, ya no había nada en él. Un maestro de la especialidad, que le debía de estar
siguiendo hacia tiempo y que tenía noticia de lo elevado de la suma, le había atacado
con la rapidez del rayo, cuando la inesperada o convenida pregunta le dejó la vía libre
unos segundos.
Todas las estimaciones hechas en los diferentes países sobre el valor de lo
hurtado carecen de base científica. En los Estados Unidos se han publicado cifras que
se refieren a 231 ciudades con una población total de 28.460.605 habitantes265. En el
último año de la paz – 1941 – se apreció el valor de la propiedad hurtada en estas
ciudades en 8.439.585 dólares. Si se tomasen en consideración las zonas agrícolas, se
llegaría, para el total de los Estados Unidos, a unos 30 millones de dólares. A lo que
se contrapone el que en 1927 las perdidas de dinero por hurto en los transportes
fueron estimadas en los Estados Unidos en 500 millones, y las producidas por hurto
en los grandes almacenes, etc., en 525 millones 266. Solamente los hurtos de correos se
elevan a 10 millones. Es imposible que los beneficios de innumerables ladrones
asciendan sólo a 30 millones de dólares, si las perdidas anuales por delito de
apropiaciones indebidas, según los mejores expertos, se suponen en 400 millones 267.
Por consiguiente, lo mejor será no hacer apreciaciones sobre el hurto mientras falten
datos exactos. Pequeñas cifras del hurto permiten establecer altas cifras de
recuperación. En los Estados Unidos se recuperó aproximadamente un quinto en el
caso del hurto, robo con fuerza en las cosas y robo con violencia o intimidación en las
personas268. Por el contrario, en Remscheid se perdió definitivamente con el hurto
alrededor del 60 por 100269. No siempre hay que atribuir el éxito al trabajo de la
policía. En algunos casos el autor resarció los daños con dinero o con su trabajo. El
problema necesita ser revisado con un material abundante y depurado. Ciertamente
que la detención, aunque la policía no pueda asegurar el dinero o el botín, presiona
sobre el ladrón para que, mediando la indemnización, el juez sea más benigno.
El coeficiente muy alto de recuperaciones en el hurto de automóviles se
explica porque en muchos casos se trata sólo de usarlo para dar un paseo, sin ánimo
de apropiarse el vehículo, que es abandonado en cualquier sitio, de modo que pueda
ser devuelto por la policía. Por éste comprensible motivo, el porcentaje de
recuperación en el hurto de automóviles en los Estados Unidos llega hasta el 95 por
265
Véase mi crime, causes and conditions, Nueva York, 1947, pág. 27.
266
Estas cifras tomadas del Manufacturer’s record of 1927, las aportan BERNES y TEETERS, ob. cit.,
pág. 79.
267
Así: Vergil W. PETERSON, Why honest people steal, en American Journal of Criminal Law and
Criminology, vol. XXXVII (1947), pág. 94.
268
Crime, causes and conditions, ob. cit., pág. 94.
269
MÜLLER, ob. cit., pág. 34. MÜLLER indica, con razón, que no debían tenerse en cuenta las
condenas, sino las denuncias por hurto. En Remscheid el valor de los bienes sustraídos fue en el
primer trimestre de 1947, para el hurto simple, de 40.000 marcos. Pudieron recuperarse objetos por
valor de 8.176 marcos; por consiguiente, sólo el 21,7 por 100. (Ob. cit., pág. 35.)
100270. La jurisprudencia norteamericana, a diferencia de la ley alemana, aplica los
parágrafos del hurto a las formas de utilización de autos que demuestran un claro
menosprecio de los derechos del propietario 271. El mero uso está sometido a leyes
especiales.
§ 22
§ 23
283
Jack BENNEY, ob. cit., pág. 210.
284
Véanse las indicaciones bibliográficas de Hans Gross y Ernst SEELIG, Hand buch der
Kriminalistik, Berlín, 1941, vol. 1 pág. 276.
285
PARTRIDGE, ob. cit., pág. 303.
286
Ob. cit., pág. 656.
287
Ob. cit., pág. 479.
288
Harold WENTWORTH, American dialect Dictionary, Nueva York, 1944, página 479.
289
“To deflower, to coit with a woman.” (PARTRIDGE, pág. 909.) Buff es la mera piel.
290
Smith (herrero), en alemán Schmied, tiene aquí la antigua significación, de “forjador”, que aún
conserva en las voces alemanas Versschmied (forjador de versos, poeta) y Ränkeschmied (forjador de
intrigas, intrigante). En inglés se ha formado con el verbo finger una expresión muy obscena que
significa masturbar. (PARTRIDGE, pág. 277.) Es característico también el giro “me hace cosquillas
en los dedos”, “my fingers itch”, para decir “deseo algo”. En el tomar, pero también en otras cosas, la
primera expresión motriz es una fuerte representación del deseo.
Los antropólogos criminalistas han apuntado también la tendencia del genuino
criminal a disipar el botín sin “sentido” e irreflexivamente. Quizá está observación,
en si misma exacta, es un intento de esperar de personas conformadas de modo
distinto cerebral y temperamentalmente, métodos de ahorro propios del hombre
civilizado. A veces parece que algunos criminales tienen un concepto no
evolucionado de la propiedad, a la cual se opone la pretensión de los grupos
primitivos de participar en el disfrute de todo botín 291, y también como si su afán
indudable de disipar estuviera próximo a la “alegría de regalar” del negro
australiano292. El pagar por otro, el dilapidar, sería una reliquia de una costumbre
primitiva, del reparto de la caza. El mundo del hampa sería la “comunidad de
consumos”293 de la cultura primitiva. La apariencia y la popularidad son más
importantes que una fría y lejana cuenta corriente bancaria, porque la ayuda humana
precede en el mundo del criminal a todas las demás formas de protección de la
vida294. Prodigalidad y reparto establecen el contacto, y sólo la nueva técnica de
cohecho de los funcionarios295, desarrollada en Norteamérica, ha devuelto al dinero
inmediatamente disponible su importancia aseguradora296.
Con esto es posible dar un mejor sentido psicológico al refrán “Como se gana
se gasta”, y me parece exacto reunir en una unidad las dos fases del tomar y del dar,
contrarias a la propiedad. Se unirían – naturalmente que sólo en ciertos casos
endógenos del hurto – instinto de hurtar y afán de gastar, en un síndrome psicológico.
Incluso es lícito preguntarse si él autentico ladrón robaría a un en él caso de que no
pudiera disipar, “matar”297, el botín sin reparo y sin prestar atención a su valor
económico, como en una borrachera del dar (en una “doromania”). La forma clásica
de la prodigalidad está ligada con ilusiones de lucro y con el positivo provecho de una
placentera excitación, y enmascarada, por lo tanto, como reacción semirracional: es el
juego de azar al que muchos ladrones profesionales, y más aún los estafadores
profesionales, se abandonan. MAURER ha comunicado una serie de hechos 298
relativos a éste insaciable impulso del juego, una verdadera obsesión del perder. Éste
impulso no tiene nada que ver con la inteligencia formalmente buena de muchos
estafadores, discurriendo aquél con plena autonomía junto a está299.
Hay algo más que puro infantilismo en el joven que hurta a su tía una gran
cantidad y emplea el dinero, del que tiene que vivir, en cabalgar durante días en un
291
Walter MANNZEN, Die Eingeborenen Australiens, Wirtschaft, Gesellschajt,, Recht, Berlín, 1949,
pág. 60.
292
Ob. cit., pág. 52.
293
Ob. cit., pág. 59.
294
Véase el proceder llamado killing the property, mediante el cual los jefes indios norteamericanos
afirman y obtienen su poder. “W. I. THOMAS, Primitive behavior, Nueva York, 1937, pág. 387.)
295
Véase en SUTHERLAND, ob. cit., pág. 162.
296
Ob. cit., pág. 59.
297
Véase la expresión india antes mencionada.
298
David W. MAURER, The’big con, ob. cit., págs. 181-186.
299
Estafadores que conocen todos los trucos del juego de cartas, se toman la molestia de perder su
dinero en especulaciones de bolsa y carreras de caballos. (Ob. cit., página 186.)
asno por la playa300. Quizá lo que los adultos llamamos absurda prodigalidad es en
los jóvenes todavía, en parte, la satisfacción de una antigua ansia. Más claro es el
caso de la condesa B., que cometió hurtos inconcebibles con base cleptomaniaca y
que luego, con ansia morbosa e intensa de prodigalidad hacia a diestro y siniestro
incomprensibles y costosos regalos301. Aquí existe evidentemente un defecto del
mecanismo psíquico que en los dos extremos, el tomar y el dar, se ha “aflojado”, se
ha trastornado302. Como en la locura maniacodepresiva, como en la correlatividad de
sadismo y masoquismo, hace su aparición una especie de polaridad de los rasgos
esenciales. Se podría hablar de una disposición ciclotímica, no en el sentido de
KRETSCHMER, sino en el de una más fácil versatilidad, como presentan, por
ejemplo, la histérica con su amor tormentoso y odio sin límites, su ternura y su
brutalidad. De un terrorista que había cometido un robo con homicidio con desusada
resolución303, para llenar la caja de un periódico anarquista, dice muchos años
después un amigo, que hacia tiempo había dejado atrás aquel período de violencia:
“Kammerer era un joven fanático de inaudita audacia que hubiera pasado con los pies
descalzos a través del infierno, al servicio en su idea. Su natural era dulce e incapaz
de hacer daño a una mosca. Estaba dispuesto a ayudar hasta el extremo, y recuerdo
infinitos casos en los que entregó literalmente lo último a un camarada huido,
padeciendo incluso necesidad”304. En todos estos casos parece como si existiera un
“movimiento circular”, y los extremos, que yacen en los más diferentes planos
sociales y morales, se tocasen literalmente, como dice el conocido refrán. Si la
detención rompe mecánicamente en el delincuente el ciclo del tomar, y quizá más aún
el del dar, el criminal muere pronto, como lo muestra la biografía de muchos grandes
y por largo tiempo impunes estafadores305.
Si ulteriores investigaciones confirmasen la hipótesis de verdaderos
delincuentes “ciclotímicos” contra la propiedad, habría que establecer otra conexión.
Se ha comprobado que entre la parentela de los delincuentes crónicos contra la
propiedad hay una fuerte inclinación al suicidio306. No quedamos muy lejos entonces
de presumir una relación entre las tendencias a la autodestrucción y la absurda
300
SPENSER, ob. cit., pág. 18.
301
SLING, ob. cit., pág. 230.
302
Sobre las costumbres de los bandidos holandeses a finales del siglo XVIII leemos lo siguiente: “De
todos los pecados, se libraban sólo de la avaricia, pero éste hueco no quedaba vacío, pues lo llenaba la
más irreflexiva y salvaje prodigalidad.” (Karl RAUCH, HAUPT, Aktenmässige Geschichte der
Rheinischen Räuberbanden, Kreuznach, 1892, páginas 6 y sigs.
303
Rudolf ROCKER, Johann Most. Das Leben eines Rebellen, Berlín, 1924, páginas 186 y 187. A un
cambista le arrojaron arena a los ojos y le dieron una serie de terribles golpes en la cabeza, de los que
falleció doce días más tarde. Uno de los autores advirtió que una vieja y dos niños habían
contemplado el hecho a través del cristal de una puerta. Los niños fueron muertos a hachazos, pero la
mujer quedo con vida tras una grave herida en la cabeza. Los terroristas cogieron 3.755 florines en
dinero y 400 en valores.
304
Ob. cit., pág. 189.
305
Lou Blonger, que durante largos años y con feliz éxito fue el jefe de una banda de estafadores,
murió a los cinco meses de ingresar en la prisión. (Ph. Van CISE Fight ing the underworld, Boston,
1936, pág. 347.)
306
Rudolf BERNHARDT, Studien über erbliche Belastung bei Vermögensverbrechen, Leipzig, 1930,
págs. 40 y sigs.
prodigalidad, contraria a la vida. Ernst Meissner, autor de robos con homicidio, no
pudo, después de cometer un homicidio, fracturar la caja de caudales y se tuvo que
contentar con el dinero que había para el gasto diario y pequeños objetos. Se puso
entonces, para no ser reconocido de nuevo inmediatamente, una chaqueta que
encontró allí; de Hamburgo, dónde había cometido el asesinato, marchó a Leipzig; en
está ciudad, en un local de mala reputación, se mezcló en riñas y peleas, y arrojado
borracho a la calle, le detuvo la policía. De los objetos robados, sólo se le encontró
encima una pitillera, que conservaba más por casualidad que por otra cosa. Un reloj
que había sustraído se lo habían quitado, dijo cuando dormía al aire libre, “lo mismo
que el resto que todavía le quedaba del dinero robado, del que decía haber regalado
una gran parte”307.
Si se piensa en que el sujeto se llevó una chaqueta del lugar del hecho y se la
puso en la huida, que se metió en pendencias que tenían que terminar necesariamente
con la intervención policial, que se dejo despojar en estado de embriaguez y, aún más
regalo el resto del dinero que precisaba apremiantemente, tenemos que ver en la
extrema dejadez, despilfarro y mitomanía síntomas de un instinto de conservación
gravemente dañado. El asesino era apreciado por el esposo de la mujer muerta como
obrero capacitado, y había sido bien tratado a pesar de una anterior condena a
reclusión impuesta por extorsión cualificada. Además de a la mencionada víctima,
dio muerte “por razones de seguridad” a la muchacha que estaba ordeñando en el
establo. El relato dice que la sentencia de muerte le dejo completamente frío.
Después de quedar sujeto a la tabla de la guillotina, ordenó: “Listo. ¡En marcha!” 308.
No conocía el miedo. Tomó sin pararse en las consecuencias, de un modo absurdo, y
gasto luego absurdamente.
Yace en la naturaleza de las cosas el que cristalicen grupos de parásitos en
torno a los delincuentes dados a una rápida dilapidación. Están en primera línea los
comerciantes interesados, ante todo, en que les hagan grandes pedidos y les paguen
puntualmente309. Si se investiga la conducta de una persona, estos comerciantes
expresan su buena opinión sobre ella, con lo que contrarrestan los momentos de
sospecha. Luego vienen los receptadores 310, que ofrecen al que presumen criminal la
mitad de lo que hubieran dado a una persona honrada. La policía presta atención a
los gastos grandes y extraños de dinero, pero frecuentemente se le escapa lo que es
gastado, no por el ladrón, sino por mujeres. Ellas son las que más se aprovechan de
307
Richard WOSNIK, ob. cit., pág. 26.
308
“Meissner – leemos (loc. cit.) – tenía la última palabra y pidió que se ejecutase la pena de muerte
tan rápidamente como fuera posible. Todo el juicio era superfluo; se trataba de un robo con homicidio,
su cabeza debía caer, y con ello quedaba despachado el asunto.” De aquel a quien es indiferente su
propia vida no podemos esperar que respete la de los demás. Pero éste grave defecto de un instinto tan
vital como el de conservación lo debíamos escudriñar hasta sus más profundos entresijos, penetrando
bajo su absurda disipación.
309
Véase en mi artículo The suspect, en American Journal of Criminal Law and Criminology, vol.
XXXIX (1948), pág. 23, las favorables observaciones descritas sobre la impresión que los gángsters
producían en ellos.
310
Un ladrón intento presentarse como persona honorable para conseguir precios más altos. Por
ejemplo, visitaba las tiendas cuando había otros clientes, lo que no hacen jamas los criminales. (Jack
BLACK, You can’t win, Nueva York, 1926, pág. 336.)
la tendencia a la prodigalidad. Si se unen de forma más o menos fija a carteristas,
ladrones o atracadores de bancos, tienen segura una lluvia de vestidos costosos, pieles
y joyas, en los que se mezcla tanto la liberalidad producto de la excitación erótica
como una vanidad ostentosa y primitiva. El brillo de estos costosos objetos tiene el
efecto secundario favorable de atenuar las sospechas, siendo, por consiguiente, una
semimedida de la seguridad.
A los tradicionales objetos femeninos de adorno se añaden hoy el auto, la
canoa automóvil o el viaje de lujo. A veces parece como si la extravagancia material
fuera un sustitutivo de la virilidad física y del dominio sexual. Al menos BENNEY,
el autor de robos con fractura inglés, en sus ensoñaciones espera hacer admirar a
hermosas mujeres su liberalidad y ser recompensado por las agradecidas criaturas con
"éxtasis prohibidos"311. En el lugar de la solvencia masculina 312 aparece una
“potencia” impropia, prestada: la forma de poder y de energía del dinero.
311
BENNEY, ob. cit., pág. 211. El que a pesar de enseñar con ostentación muchos billetes de libra no
le hicieran caso las mujeres del mundo galante, lo sentía él como un doble rechazo de su aspecto físico.
312
Sobre las relaciones sexuales del carterista, tampoco tiene mucho que decir SUTHERLAND (ob.
cit., pág. 154). Pero es característico que los “imperios” de gángsters pasan a “secuaces” o “príncipes
herederos” designados, nunca a los hijos, a lo sumo a los sobrinos. Ya la pasión por el juego de
muchos conocidos delincuentes contra la propiedad se opone a los lazos sexuales de alguna
profundidad, e incluso parece que la necesidad de excitación se ha transferido de lo erótico a la intensa
tensión de la acción criminal.
CAPITULO II
§1
1
Stealing through life, Nueva York, 1929, págs. 81 y sigs.
El § 243, núms. 2 y 3, castiga como hurto agravado o cualificado el cometido en edificios o
espacios cerrados, mediante fractura, escalamiento o apertura violenta de muebles u otros objetos
cerrados, y el que se realiza utilizando llaves o instrumentos semejantes. En el Código penal español
se ha prescindido, des la reforma de 1944, de que la fractura o escalamiento se lleve a cabo para
penetrar en el edificio, morada o sus dependencias.- N. del T.
2
los nombres de hombres se prosiguen en “Pedrito” (“Peterchen, ganzúa”), aludiendo al portero de los
cielos, y en “Nicolás” (“Klaus”). (KLUGE-GOETZE, ob. cit., pág. 137.) Es difícil decir por qué en la
vieja jerga inglesa de las prisiones se llama a la llave maestra “Betty” (Slang Dictionary, ob. cit., pág.
82); se podría pensar en la curva del mango; véase la expresión “Kerl” (despectivo, tipo) para el
estilete. (LUZ. Ob. cit., pág. 35.)
3
Sobre instrumentos y métodos, véase Ernest SEELIG, Lehbuch der Kriminologie, Nuremberg, 1951,
págs. 62 y 63.
de autenticidad o falsificado, sino que afecta a la delimitación fáctica de la propiedad
frente al mundo de los que carecen de titularidad sobre ella. El giro “falso” se
encuentra tanto en el hurto con llaves falsas como en la falsificación documental 4. La
fabricación de un documento inautentico engaña sobre la persona del que lo
confecciono; la llave falsa, sobre la persona que está legitimada para la apertura.
En el robo con fuerza en las cosas se ha hablado a veces de tres medios
violentos: el genuino robo con fractura, el escalamiento y la fractura de muebles u
objetos cerrados (§ 243, párrafo 1, núm. 2). Que con la violencia. El arrastrarse para
entrar, por ejemplo, es asunto de pura agilidad. Prototipo del ladrón con escalo es el
trepador de fachadas, el cual difiere física y psicológicamente del que se dedica al
robo con fractura. Para el escalamiento no son precisas organizaciones, sin las que el
profesional del robo con fractura no puede trabajar. El ladrón con escalo carece
también de la larga y sistemática preparación del hecho criminal que constituye en el
profesional del robo con fractura una segunda naturaleza. Como es natural,
encontramos en todas las subespecies de la “fuerza en las cosas” 5 – llaves falsas,
fractura, escalamiento y fractura de muebles u objetos cerrados – la división
fundamental entre delincuente aficionado y delincuente profesional. La estadística
criminal, que opera con el concepto amorfo y conjunto del hurto agravado, no nos
sirve de ayuda. También buscaremos en vano cifras diferenciadas para el ladrón
ocasional que repite múltiples veces el hecho, el ladrón habitual, el profesional, y
personas cuya repetida reincidencia descansa más en crisis económicas “reincidentes”
que en una tendencia firmemente arraigada.
El Código penal suizo renuncia a la casuística, algo pesada, de la ley alemana,
y castiga como hurto grave el hecho que pone de manifiesto “la especial
peligrosidad” del autor6. La practica de las grandes administraciones policiales es
clasificar las secciones, en primer término, por el objeto de ataque 7. Con ello se
4
La vieja expresión alemana Afterschlüssel para la ganzúa o llave falsa se puede aplicar también al
documento falso.
5
Por consiguiente, quisiera ir más allá de la tripartición de JOHN (ob. cit., páginas 28 y sigs.)
6
Artículo 137, párrafo 2, del Código penal suizo.
7
JOHN (ob. cit., pág. 73) da, siguiendo a SCHNEIKERT, la siguiente enumeración de las secciones de
la administración policial de Berlín para el hurto grave:
Oficina B 1-3: Robos con fractura en casa habitada.
Oficina B 4: Robos con fractura en comercios, almacenes y fabricas de productos
alimenticios, hurtos en cocheras, establos, pabellones, barracas.
Oficina B 5: Robo con fractura en comercio, etc., de la rama de la confección y de artículos de
piel, zapateros y sastres.
Oficina B 6: Robo con fracturas en cajas de caudales, agencias y cines, hurto de precintos,
hurto de sellos de correos.
Oficina B 7: Robo con fracturas en tabernas, desvanes y sótanos, hurto de alfombras de
escaleras.
Oficina B 8: Robo con fractura en comercios, almacenes y fabricas, que no sean de la
competencia de otras secciones.
Oficina B 9: Fractura de escaparates y vitrinas, hurtos en rellanos y de felpudos.
Oficina C 1: Hurtos en hoteles; domésticos ladrones.
Oficina C 2: Hurto de automóviles y accesorios, caballos y vehículos sin carga.
Oficina C 3: Hurto de carteras, bolsos de mano, hurto en los medios de transporte.
Oficina C 4: Hurto de cajas en tiendas, hurtos de piezas de vestir en locales públicos.
distribuye la competencia mediante criterios sencillos, aunque se prescinda un poco
de los puntos de vista psicológicos. Ciertamente, es correcto el principio de que el
delito especializado debe ser tratado por especialistas en su persecución. Sólo así
puede conseguirse un conocimiento exacto de determinados métodos técnicos, de un
determinado circulo de personas y de las ramificaciones ligadas a él, ante todo el
receptador, huésped y novia.
Es valioso el conocimiento que investigaciones aisladas sobre el § 243 han
proporcionado sobre la frecuencia de cada uno de sus números. Las cifras difieren
bastante según se trate de la ciudad o el campo, como puede verse en los datos
siguientes:
TABLA XVII
(Porcentajes)
Sacrílego - -
Con fractura 47,4 70,0
Con llaves falsas 11,7 13,8
En transportes 1,5 -
Con armas 0,3 5,4
Por bandas 37,1 5,0
Nocturno 3,1 5,8
En la ciudad, los robos con fractura cometidos por varios sujetos que
participan de cualquier forma en ellos, se subsumen, por causa de las menores
dificultades de la prueba, en el hurto por bandas. Con esto desaparece la índole de la
ejecución, que es lo que a nosotros nos interesa. Puede decirse que las tres cuartas
Oficina C 5: Bicicletas y motocicletas.
Oficina C 6: Hurto por huéspedes, hurto en mercados.
Oficina C 7: Sección de metales. Todo hurto de metales, como pararrayos, picaportes,
alambre, oro, plata, platino, bombillas, etc.
Oficina C 8: Hurto de paquetes y mercancías.
La división en secciones pasa por alto, con buenas razones, la clasificación dogmática en
hurto simple y agravado.
8
Müller, ob. cit., pág. 22.
9
KOTTE, ob. cit., pág. 27. En éste caso he creído tener que corregir el grueso error de calculo del
autor.
partes de los casos de hurto agravado corresponden al robo con fractura, y del 10 al
15 por 100 con llave falsa. En el distrito rural de Ronneburgo, en Turingia, se
distribuye el robo con fuerza en las cosas del siguiente modo:
TABLA XVIII
(Porcentajes)
§2
Aunque sólo pretendemos considerar con más detalle el robo con fractura y el
cometido con llave falsa, tenemos que atenernos a las cifras que suministran las
estadísticas oficiales sobre el hurto agravado. Contienen sólo un único elemento
altamente variable: el hurto por bandas. Es la forma de comisión de la posguerra, una
continuación del trabajo en colaboración de los grupos y unidades militares aprendido
durante la guerra. Las cifras de KOTTE son impresionantes, según se refleja en la
tabla XIX. En muchos casos, está pluralidad de autores no debe inducir a incluirnos
en el hurto por bandas.
TABLA XIX
Ronneburgo, 1906-3011
10
Calculado con arreglo a las cifras citadas por KOTTE, ob. cit.
11
KOTTE, ob. cit., pág. 29.
1906 – 13 (anteguerra) ........................................... 20,0
1914 – 18 (guerra) ................................................... 11,3
1919 – 24 (posguerra) ............................................. 57,8
1925 – 30 (estabilización) ....................................... 16,0
Por lo demás, se extiende ante nosotros, como en el hurto simple, una zona
negra, apenas penetrable, que incluso queda siempre en la oscuridad. Un hombre
dedicado largos años al robo con fuerza en las cosas, escribe: “Yo no sé lo que dicen
las estadísticas, pero yo diría que sólo es detenido uno de cada quinientos autores de
robos con fuerza en las cosas”12. Con está indicación concuerda un comunicado de
SUTHERLAND, quien, de mil robos y atracos cometidos en los grandes comercios
del ramo de la alimentación de Chicago en los años 1930 – 31, dice que sólo en dos
hubo una detención inmediata13. Jack BLACK añade que, ciertamente, el autor de
robo con fuerza en las cosas que consigue obtener el botín pretendido en un caso de
cada cinco, puede decir que está de suerte14. Sin embargo, la ley no establece
diferencia alguna entre el robo de una cantidad importante y la acción que concluye
con el apoderamiento de un abrigo o de un sombrero abandonado la casa el ladrón,
furioso y desengañado.
En toda la Alemania Occidental, en 1950, solamente hubo 10.069 condenas
por hurto agravado, 2.376 de ellas con apreciación de reincidencia en igual delito 15.
El mismo año fueron denunciados, sólo en Norte del Rin – Westfalia, 28.460 robos
con fuerza en las cosas16, contra 93.158 en 1947. Aunque las comparaciones no son
seguras, puede decirse que también en otras partes del mundo sólo una pequeña
fracción de los robos con fuerza cometidos llega hasta la condena. No debemos
pensar enseguida en un robo con fractura en un banco, que moviliza a la policía y a
las compañías de seguros. En innumerables casos se trata de cosas de poco valor que
desaparecen sin que el sujeto deje tras sí la menor huella. Estos casos no son
denunciados cuando el dueño no está asegurado, o se pierden en el mar de las
denuncias que se amontonan cotidianamente.
En un delito que se dirige contra cierres metálicos, es natural que la
intervención de transeúntes ocasionales, vecinos, etc., pueda hacer fracasar la
empresa. Está interrupción es sobremanera frecuente y alcanza en primer lugar al
delincuente aficionado, pero no raras veces también al delincuente profesional, cuyos
planes suele trastornar un perro que de repente comienza a ladrar. Algunas veces se
acaba él oxigeno y no basta la habilidad para abrir una caja de caudales. Limey
12
Jack BLACK, You can’t win, Nueva York, 1926, pág. 329.
13
E. H. SUTHERLAND, Principles of criminology, Filadelfia, 1947, pág. 29.
14
BLACK, ob. cit., pág. 330.
Lo que se dice en el texto no es aplicable al derecho español, en el que se gradúa la pena, tanto en el
robo con fuerza en las cosas como en el hurto, por el valor de la cosa sustraída. Véanse arts. 505, 515
y 587.- N del T.
15
Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland 1952, Stuttgart, 1952, pág. 76.
16
Rupprecht Jacobs, Die Kriminalität der Nachkrtegszett, Bad Godesberg, 1952, página 105.
trabaja desesperadamente durante cuarenta y ocho horas y tiene que abandonar su
trabajo la mañana del lunes de Pentecostés. Consternado, leyó en el periódico que
había estado muy cerca del éxito y que la puerta de la caja, en la que había trabajado
en vano, se había abierto por si sola cuando el dueño del negocio metió la llave en la
cerradura17.
Los jóvenes en sus primeros tanteos de hurto retroceden ante el contacto con
personas vivas y sienten menos inhibiciones ante el material muerto. A esto se añade
que una forma de inferioridad, su corta estatura, facilita la superación de resistencias.
El delincuente de SHAW hace su primer intento criminal en una taberna aún no-
cerrada, en la que el cristal de la puerta presentaba un agujero. Él y su compañero se
arrastraron por la abertura, que no hubiera permitido el paso de un adulto, se dirigen a
la caja registradora y toman el contenido. Luego va por primera vez en su vida en el
ferrocarril elevado y ve más cosas excitantes en éste sólo día que en toda su vida
anterior. Sintiéndose osado a causa del éxito, el joven hace que una muchacha que
está en la caja le cambie la mucha moneda fraccionaria que llevaba por un billete de
dólar, retrocede después, por consejo de otro amigo más viejo, y afirma haber dado
10 peniques más, recibiendo el dinero de la muchacha, que ni por un momento cree
posible que un pequeño pueda estafar con tanta frescura18.
TABLA XX
Alemania, 1911-40
Total Mujeres
1927 1932
El robo con fuerza en las cosas precede a la aparición de las grandes cifras del
hurto. Así, las cifras del robo con fuerza en las cosas de 1920 están por encima de las
de 1923, año de la gran inflación. Durante la depresión el ascenso del robo con
20
BENNEY, ob. cit., pág. 199, ha descrito una complicación de está clase. La relativa frecuencia de los
delitos frustrados se acusa por el hecho de que la jerga criminal ha creado una expresión especial para
el robo frustrado: kliebern. (J. K. VON TRAIN, Chochemer Loschen, Wörterbuch der Gauner – und
Diebs -, vulgo Jenischen Sprache, Meissen, 1833, pág. 65.)
21
Cifras de hurto 1927 – 1932, ob. cit. pág. 117.
fuerza en las cosas es mucho más vertical que en el hurto simple. Del mismo modo,
la guerra de bloqueo impulsa hacia adelante al robo con fuerza en las cosas con más
rapidez que el hurto22.
Aunque Inglaterra ha quedado por segunda vez libre de la derrota, la
revolución, la inflación total y el completo derrumbamiento, las cifras del robo con
fuerza en las cosas de 1938 – 48 muestran un aumento de 350 por 100 para caer de
nuevo de manera importante.
El crecimiento de las condenas por robo con fuerza en las cosas – que no se
corresponde, ciertamente, con el número de altas en los establecimientos penales – no
fue sustancialmente mayor en Alemania en los años 1913 y en el año de la catástrofe,
1923, que en la Inglaterra social y políticamente mucho menos revuelta, dónde
cientos de miles de jóvenes estaban sustraídos al paro y a la jurisdicción vernácula
por encontrarse en todas las partes del mundo como tropas de ocupación.
TABLA XXI
Años Altas
1913 1.956
1938 2.948
1947 6.149
1948 6.832
1949 5.660
§3
22
De 1915 a 1917 se duplicaron los robos con fractura, pero el hurto simple pasó sólo de 65.618 a
97.629. Desde 1933 descendió el robo con fractura mucho más rápidamente que el hurto simple. Las
medidas del régimen hitleriano (Wehrmacht, organismos del partido, organizaciones juveniles, quizá
también la interpretación de las amnistías) afectaron más a los jóvenes que a los viejos.
23
Report of the Commissioners of Prisons for the years 1949 and 1950, Londres, 1950 y 1951, págs.
17 y 137.
El contingente que aporta la mujer al delito de robo con fuerza en las cosas, es
insignificante. El criterio restrictivo que hemos elegido requiere precisamente
habilidad mecánica y fuerza corporal. Además, a las mujeres les falta la formación
profesional que tienen los cerrajeros, herreros y oficios análogos. En las mujeres
condenadas por hurto agravado, se trata, en la inmensa mayoría, de formas de
participación, aunque no disponemos de comprobaciones exactas. Por lo demás, las
mujeres sienten poca afición por las armas, y por su mayor religiosidad se inclinan
raras veces a hurtar objetos del culto. La mujer que desea lograr dinero y tiene pocos
escrúpulos morales, puede procurarse unos ingresos moderados de modo más fácil y
sin grave riesgo jurídico - penal.
Reúno una serie de datos de épocas antiguas y recientes:
TABLA XXII
Las cifras medias para mayores períodos de tiempo ocultan vivas oscilaciones.
La mayoría de éstas son de naturaleza puramente numérica, porque el hombre está en
él ejercito, sujeto al partido o en la guerra. Esto lo muestran los datos que siguen:
TABLA XXIII
24
LIEPMANN, ob. cit., pág. 132.
25
KOTTE, ob. cit. Pág. 50.
26
Loc. cit.
27
SAUER, ob. cit., pág. 598, con arreglo a una Disertación de Bernhard UPHOFF.
28
MÜLLER, ob. cit., pág. 36.
29
Calculado según las cifras del Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland 1952,
Stuttgart, 1952 pág. 76.
30
Report of the Commissioners of Prisons for the years 1939 and 1941, Londres, 1946, págs. 98, 102,
106.
31
Loc. cit., 1948, 1949, 1950, Londres, 1949, 1950, 1951, págs. 106, 137, 155.
Participación de las mujeres en el hurto agravado
Remscheid, 1938-3932
Años Porcentajes
1938.39 23,5
1940.41 3,8
1942.43 3,8
1944.45 10,0
1946.48 8,9
Las cifras notablemente altas de los años de la preparación para la guerra –
1938-39 – merecen ser estudiadas más detenidamente.
Prescindiendo de pequeños hurtos domésticos, el robo con fuerza en las cosas,
a pesar de la gravedad que le atribuye la ley, es uno de los primeros delitos. Sobre
ello proporcionan inequívoca información las cifras norteamericanas:
TABLA XXIV
Las cifras alemanas, sobre todo las referentes a distritos rurales, concuerdan
con esto:
TABLA XXV
32
Cfr. MÜLLER, ob. cit., pág. 36.
33
Uniform Crime Reports 1941, pág. 125.
Distrito de Ronneburgo, 1906-3034
(Porcentajes)
12 a 18 27,7 30 a 40 10,7
18 a 21 23,3 40 a 50 1,2
21 a 25 27,0 50 a 60 2,5
25 a 30 7,6 60 o más -
Naturalmente que habría que calcular las cifras relativas del distrito para
obtener una imagen clara. Se oponen a éste intento los desplazamientos de población
durante la guerra. En todo caso, el grupo de doce a veinticinco años se lleva el 78 por
100 de todas las condenas. Algo más viejos son los autores de robos con fuerza en las
cosas en la ciudad y para el total del Imperio, pero en la guerra y posguerra destacan
especialmente los muy jóvenes, según se refleja en la tabla XXVI.
En el Imperio alemán, antes de la primera guerra mundial, el 65, 4 por 100 de
todas las condenas por robos con fuerza en las cosas recayeron sobre el grupo de doce
a veinticinco años; en Remscheid, el 63,7 por 100. Es digno de atención el elevado
contingente de delincuentes de edad en el Imperio de la Inglaterra y en Remscheid.
TABLA XXVI
(Porcentajes)
14 a 17 33,9 12 a 18 25,9
18 a 20 13,9 18 a 21 24,5
21 a 25 15,9 21 a 25 15,0
26 a 29 5,7 25 a 30 11,4
34
KOTTE, ob. cit., pág. 54.
35
MÜLLER, ob. cit., pág. 40.
36
KOTTE, ob. cit., pág. 54. Por consiguiente, las cifras para el territorio del Imperio estaban ya
entonces más próximas al tipo urbano de los grupos de edad que al rural.
30 a 39 11,8 30 a 40 9,3
40 a 49 13,3 40 a 50 3,0
50 a 59 4,1 50 a 60 0,8
§4
El lugar y tiempo del hecho guardan una estrecha relación en el robo con
fuerza en las cosas. En el campo, la morada y los lugares de trabajo no están todavía
separados o no están muy alejados. Pero en la gran ciudad moderna van y vienen
rítmicas corrientes de seres humanos del centro de la ciudad a los alrededores. En un
sitio se trabaja, en otro se duerme; el auto y otros medios rápidos de transportes han
hecho posible está escisión de la vida en dos sectores. En las grandes ciudades
norteamericanas, lo mismo que en las ciudades gigantes de Europa, los barrios de
oficinas y negocios son abandonados durante la noche. Por el día, a su vez, quedan
vacías de todos sus habitantes las pequeñas casas de las afueras de la ciudad que no
tienen niños y carecen de servicio doméstico, y tanto el hombre como la mujer
trabajan en la ciudad. En el curso de veinticuatro horas surgen dos vacíos: uno
durante la noche, en el centro de la ciudad; otro durante el día, en los alrededores. Es
imposible establecer una vigilancia tan eficaz que impida a los ladrones expoliar las
casas vacías. Cuando se trata de valores materiales, las compañías de seguros toman
sobre sí la protección. El ladrón sigue, elásticamente, el ir y venir de los seres
humanos, que primero se dirigen a la ciudad y por la tarde vuelven la espalda a sus
lugares de trabajo. A éste ritmo diario se superponen desplazamientos de mayor
amplitud. Así, el descanso de sábado y domingo es apropiado para robos que exigen
largo tiempo y no han de ser descubiertos hasta que los hombres aparezcan de nuevo
el lunes por la mañana en los bancos y almacenes. Allí dónde no se trabaja ya el
sábado, el momento favorable es el viernes por la noche. El mejor es la víspera de
dos días consecutivos de fiesta.
En los Estados Unidos no se establece diferencia entre robar en casa habitada
y en edificio no habitado. En el promedio de un quinquenio se desprende la siguiente
relación:
TABLA XXVII
37
Calculado con arreglo a las cifras que se dan en Uniform Crime Reports 1935, página 19; 1936, pág.
147; pág. 1937, 205; 1939, pág. 148.
(Porcentaje referido al total de hurtos con fuerza en las cosas)
TABLA XXVIII
TABLA XXIX
40
Jack CALLAHAN, Man’s grim justice, my life outside the law, Nueva York, 1925, págs. 71 y sigs.
41
The criminal and his victim, pág. 353.
42
H. WILLBACH, Crime in New York City, en American Journal of criminal Law and criminology,
vol. XXIX (1938), pág. 69.
Abril 103,0 5,5 6,6
Mayo 92,7 6,2 7,4
Junio 90,7 6,1 7,3
Julio 90,9 6,5 7,2
Agosto 94,3 6,5 7,3
Septiembre 94,8 6,2 7,1
Octubre 94,8 7,0 7,8
Noviembre 102,8 7,2 7,9
Diciembre 111,3 7,1 8,3
TABLA XXX
43
The criminal and his victim, pág. 353.
44
JOHN, ob. cit., pág. 12. Porcentajes mensuales del total anual.
45
El porcentaje de las relaciones no conocidas con las estaciones del año es de un 22,9 por 100, o sea,
desusadamente alto.
46
“Éste fenómeno se repite también dentro del primer hurto dónde la diferencia entre máximo y
mínimo es mayor en el hurto simple que en el cualificado.” (JOHN, ob. cit., pág. 13.)
47
MÜLLER, ob. cit., pág. 27. Él calculo del porcentaje es muy inexacto.
48
KOTTE, ob. cit., pág. 33.
Desconocidos 15,2 4,2
TABLA XXXI
Robo con violencia o intimidación. Robo con fuerza en las cosas y hora.
Denver, 1936-38
12 2 4 6 8 10 12 2 4 6 8 10 12
Se puede presumir que entre las horas del día y la época del año existen
algunas conexiones. Pero sobre esto no sabemos nada. En 1950, el 18,5 por 100 de
49
Reports of the Police Department of the city of Denver, 1936, 1937, 1938, págs. 62, 64 y 74.
los hurtos de especie leve y grave fueron delitos cualificados 50. Las relaciones varían
locamente. La ciudad Bad Godesberg presenta un 27 por 10051; pero está ciudad es
rica y muchas personas trabajan en Bonn durante el día. El porcentaje del hurto
agravado puede cambiar también bruscamente según los años y la profesión.
Tenemos cifras que se refieren a los jóvenes mineros, las cuales damos en la tabla
XXXII.
Es una extraña anomalía el que los jóvenes mineros cometieran en 1950 más
hurtos graves que leves. Ya es bastante alto el promedio de 33 por 100, aunque quizá
encuentre su explicación en la corta edad de los delincuentes (catorce a dieciocho
años).
TABLA XXXII
Essen, 1944-5052
(Porcentajes)
Mientras tanto, no sabemos de qué subformas del hurto grave se trata en estas vivas
oscilaciones, si están en primer termino la participación, tentativa, hurtos en bancos u
otras modalidades, lo que hace difícil enjuiciar con acierto el fenómeno. La apertura
violenta de los guardarropas en las empresas no está, psicológicamente, en el mismo
escalón que la fractura de una caja de caudales. Cifras alemanas recientes, que por lo
demás hacen constar el momento, que se presta a confusiones, del hurto con
reincidencia, muestran peculiares movimientos del contingente de hurtos
cualificados53.
50
Statistisches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland 1952, Stuttgart, 1952, página 76.
51
Statistische Mitteilungen der Stadt Bad Godesberg für das Jahr 1952, Bad Godesberg, 1953, pág. 25
(promedio de los años 1950-52).
52
Anton BLEI, Die Kriminalität der Jungbergleute der Ruhrmetropole Essen nach dem
Zusammenbruch, Disertacion de Bonn, 1953, pág. 41.
53
MÜLLER, ob. cit., pág. 6.
No es muy exacta la opinión de Conrad MÜLLER de que el porcentaje del
hurto agravado en la posguerra fue él más alto, porque prescinde de la sorprendente
versatilidad de los datos sobre la reincidencia. Sólo quedan dos posibles
explicaciones: o se habían alistado entre 1940 y 1945 muchos ladrones potenciales o
viejos reincidentes, o la praxis de los tribunales se inclino a una benevolencia cada
vez mayor. De todos modos, las épocas de crisis parecen hacer decaer el contingente
del hurto simple. La estabilidad económica eleva la criminalidad del hurto agravado
en su relación con el delito simple. Las cifras rurales que incluyen la primera guerra
mundial y abarcan también el año 192354 no son terminantes.
TABLA XXXIII
Remscheid, 1938-48
(Porcentajes)
§5
54
De las condenas dictadas en 1906-30, el 74,5 por 100 corresponde a hurto simple, el 12,9 a hurto
cualificado, el 9,3 a hurto simple con reincidencia, y el 3,3 a hurto cualificado con reincidencia.
(KOTTE, ob. cit., pág. 18.)
Ya en el viejo derecho penal de Augsburgo, el ladrón sorprendido en el
momento del robo o de abrir con llaves falsas, aunque no hubiera cogido todavía
nada, era juzgado sumariantemente y colgado 55. Como estigma, el ladrón era
marcado con la llave puesta al rojo56. No podemos entrar en más detalles sobre la
significación de la llave, especialmente de la llave de la iglesia, en las creencias
populares. Para los espíritus primitivos, la llave tiene un poder misterioso; “cierra”
los corazones57 y abre impulsos e instintos reprimidos 58. Incluso los mismos cielos
están provistos del maravilloso invento, y Pedro porta las llaves del cielo, que nadie
ha osado imitar nunca. La historia de la evolución de la llave, de la que ha tomado su
nombre la cerradura59, va, como lo muestra la etimologia 60, de las formas sencillas de
cierre de madera hasta el mecanismo moderno cuyo símbolo porta el chambelán de
los Estados Monárquicos sobre el uniforme61. En la jerga criminal predomina todavía
la palabra “candado”62, en recuerdo de los viejos tiempos, en que pasaba a segundo
termino la cerradura de la puerta, a cuyo lado se encontraba el portero y que estaba
robustecida por medio de un fuerte cerrojo. La expresión Chlamones significa tanto
palanqueta como llave falsa63; la palabra Drehrum (“dar una vuelta”), parece ser de
origen más moderno64.
El más subido arte del delincuente que trabaja con llaves falsas o instrumentos
semejantes estuvo dirigido más a su liberación de cadenas y ataduras que a la apertura
de puertas ajenas. En el primer caso se trataba de la vida; en el segundo, del botín.
Nickel List, que llevo a cabo el célebre robo de Luneburgo sustrayendo la Tabla de
oro, dio el mismo día de la ejecución de una prueba de su arte, librándose en pocos
segundos de cadenas y cerraduras. “Para abrir la primera cerradura, sólo necesito una
cuerda; para la segunda, una pequeña clavija” 65. Matthias Weber, bandido y ladrón
que vivió en la época de Schinderhannes, para la justicia era 2especialmente horrendo
porque escapaba de toda, absolutamente de toda prision66.
Nickel List, cuya vida conocemos perfectamente porque el caso despertó una
tremenda expectación y puso en movimiento muchas plumas, adquirió fama de brujo
porque casi sin instrumentos conseguía abrir candados de toda clase en un momento.
El arte de sacar en cera el molde de la llave y luego repasarla con lima lo debió de
aprender de los judíos que pertenecían a su banda. Era lo bastante precavido para no
55
OSENBRÜGGEN, Alamannisches Strafrecht, antes citado, pág. 151.
56
E. VON KÜNSSBERG, Rechtliche Volkskunde, Halle, 1938, pág. 167.
57
A. WUTTKE, Der deutsche Volksaberglaube der Gegenwart, Berlín, 1900, pág. 389.
58
Ob. cit., pág. 446.
59
Espacio cerrado.
En alemán la llave es der Schlüssel y la cerradura das Schloss.-N. del T.
60
KLUGE-GOETZE, ob. cit., págs. 673 y 674: Haken, Nagel, Pflock, Krummes Holz, Riegel. (En
alemán, literalmente, gancho, clavo, taco, madera curvada, pestillo.)
61
Es el hombre de confianza del príncipe su representante en el ejercicio del poder, que simbolizan las
llaves (véase SHAKESPEARE, La tempestad, I, 1).
62
Dusen, Glitsch (véase TRAIN, ob. cit., págs. 33 y 47).
63
Ob. cit., pág. 27.
64
Ob. cit., pág. 32.
65
Geschichten aus dem neuen Pitawal, vol. I, Leipzig, 1927, pág. 120.
66
“Era especialista en cerraduras y, según sus propias manifestaciones, había estudiado no menos de
seiscientas de diferentes modelo y tamaño.” (ELWENSPOEK, ob. cit., página 89.)
fiarse de herrerías ajenas. Aprendió incluso a soldar. “Invento una manija, y llevaba
siempre consigo un pequeño aparato y un fuelle.” Cuando se alojaba en las posadas,
había siempre una habitación cerrada a la que no tenían acceso ni siquiera sus amigos
y criados. La tabla de oro que se llevo de un claustro en Luneburgo era una obra de
arte de origen bizantino, uno de los objetos eclesiásticos de mayor valor que conoció
la Edad Media. Con éste robo cometió el maestro de la técnica un grave error
psicológico, por que despertaron de su letargo los órganos de la policía y apresaron al
“señor del Mosela”.
Es inherente al uso de la llave falsa un cierto grado de astucia67.
Todo el proceso, desde la impresión en cera, pasando por el retocado y
ensayo, hasta la aplicación nocturna, es una cadena de deliberadas operaciones
intelectuales. Cuando penetran ladrones en un banco, abren una caja de caudales y
desaparecen sin dejar huellas, sólo puede haber ocurrido una de estas tres cosas: que
se haya ocultado el delincuente en el edificio antes de la hora del cierre, que haya
recibido una llave de un empleado infiel, o que haya fabricado una llave falsa. Pero
las cerraduras modernas son asunto altamente complicado. En un caso ocurrido en
Nueva York en 1944, los ladrones descubrieron en las cerraduras de una fabrica un
minúsculo defecto que les permitió sacar uno de los cilindros de la cerradura y
colocar en su lugar otro cuya llave poseían, abriendo de está manera todas las
cerraduras de está clase en las puertas de los bancos 68. Cuando habían terminado,
tornaban a colocar el viejo cilindro, y nadie podía descubrir que se había manipulado
la cerradura. En comparación con está suma habilidad mecánica, son instrumentos
toscos las ganzúas, llaves inglesas de las que se usan para aflojar grifos y las tenazas
para hacer girar las llaves puestas por dentro. El mecanismo de cierre no precisa ser
en todos los casos una cerradura.
Del mismo modo que en la Carolina no se conoce el robo con llaves falsas,
tampoco toma en consideración el derecho angloamericano está especial modalidad.
El que hace girar una llave sin estar autorizado para ello y entra en la casa o abre el
mueble u otro objeto cerrado, comete fuerza 69. Incluso se ha resuelto que quien
penetra por la chimenea70 o utiliza un pozo que necesariamente tiene que quedar
abierto71, comete fuerza72. Aunque falta la diferencia dogmática, en los Estados
Unidos se ha desarrollado precisamente una serie de problemas técnicos relativos a la
67
En el caso Kürten, asesino sádico, se podía hablar de una tentativa de “violación con llaves falsas”.
Abrió una habitación en el primer piso con una llave falsa, vio a un niño durmiendo en la cama y lo
sofocó durante largo tiempo. (K. BERG, Der Sadist, en Deutsche Zeitschr. f. Gerichtl. Medizin, vol.
XVII (1931), pág. 284.
68
Edward D. RADIN, Twelve against the law, Nueva York, 1952, edición (Bantam), página 210.
69
May’s Law of crimes rewritten by KENNETH C. SEARS y Henry WEIHOFEN, Boston, 1938, pág.
307; C. St. KENNY, Outlines of criminal law, Cambridge, 1946, página 198.
70
KENNY, ob. cit., pág. 190.
71
Por lo tanto, el inoportuno papá Noel del misántropo cometería “fractura” si existiera la intención
que la ley exige.
72
Según KENNY, la entrada por la chimenea constituiría “fractura”, y no, en cambio, la entrada por
una ventana que el dueño no ha cerrado. En todas las dificultades, el derecho anglosajón sale de
apuros con el concepto de la fractura “constructiva”. En ella se incluye también el caso en que se
consigue la entrada con un pretexto, o cuando un cómplice abre la puerta desde adentro.
apertura con llaves falsas, las cuales merecen se les preste atención, e incluso han
producido maestros insuperables en vencer los mecanismos de cierre 73. Conocemos,
por los informes de una gran oficina privada de detectives 74, a uno de dichos
maestros, sobre el cual pasa rápidamente la literatura. Podemos otorgar tanto más
crédito al relato cuanto que los Pinkerton conceden que ha sido el único criminal que
supo sustraerse durante treinta años a su persecución.
Max (o Mark) Shinburn había hecho estudios universitarios, hablaba
corrientemente cinco idiomas y comenzó su carrera como empleado de banca.
Después de haber conocido éste genero de vida, se entrego a su pasión por las
cerraduras y combinaciones de las cajas fuertes. Compró una caja de caudales ante la
que pasaba largos ratos pensativo. Toda nueva patente, todo nuevo invento que
guardaba relación con la seguridad de los bancos, despertaba el más elevado interés
por su parte. Sus largos e intensos estudios le llevaron a un descubrimiento que le
permitía comprobar cualquier combinación de los tipos entonces usuales de cajas
fuertes, sin ser visto, aplicar su aparato una serie de noches a la cámara acorazada.
En el intervalo se servía Shinburn de llaves falsas, en cuya fabricación no le supero
nadie. A veces penetraba con escalo por la noche en la casa de los cajeros, cogía la
llave y hacia duplicados. Fue detenido una o dos veces, aunque rara condenado.
Rico ya, emigro a Inglaterra, dónde se convirtió, legalmente y por procedimientos
desconocidos, en el “barón Shindell”, perdiéndose finalmente en las alturas del gran
mundo75.
Dada está perfección técnica, no puede maravillar que los grandes bancos
norteamericanos acudan a veces a la habilidad de los grandes artistas del robo. Un
psicólogo, que ha publicado sus experiencias de la penitenciaria de Leavenworth,
dónde trabajaba en su especialidad, relata el siguiente suceso: Era día de pagó en la
vecina ciudad de Kansas City. Las fabricas necesitaban dinero. Precisamente en
estas circunstancias no podían abrir la cámara acorazada. El experto del banco estaba
de viaje. Se precisaba inmediatamente un especialista. En éste apuro, la dirección se
dirigió a la penitenciaria. Mandaron, con una guardia, al “mejor” hombre. En poco
tiempo la caja fuerte, que tenía una combinación sumamente complicada, quedo
abierta76.
Otro grupo de ladrones con llaves falsas se aprovecha de la circunstancia de
que muchos bancos tienen servicio nocturno de caja de caudales 77. Un ladrón que
surgió en 1948 y evidentemente conocía bien la construcción de estos objetos, abría
en una calle concurrida, siempre entre viernes y lunes, cuando se hacían muchos
73
Junto a la llave existen hace tiempo otras formas de cerrar complicadas.
74
R. W. ROWAN, The Pinkertons. A detective dynasty, Boston, 1931, págs. 233 a 237.
75
Según el informe de Pinkerton, Shinburn fue detenido una vez y propuso al jefe de la Policía de
Nueva York Young, repartirse el botín, siendo puesto en libertad. Se escapo de la prisión de Concord
haciendo con puré de patatas y su cuchara de hierro una llave falsa que le sirvió para el caso. Otra vez
había sido detenido por Pinkerton y estaba vigilado en un hotel por varios agentes y constantemente
esposado. La quinta noche dormía sujeto a un funcionario. Con la mano izquierda y un alfiler de
corbata, logro abrir las esposas y desaparecer sin ruido. (Loc. cit., págs. 234-236.)
76
D. P. WILSON, My six convicts. A psychologist´s three in Fort Leawenworth, Nueva York, 1948,
págs. 121 y sigs.
77
New York Times del 6 de octubre de 1948.
ingresos, la tapa de cierre de la caja. Para ello utilizaba una llave falsa. Luego
colocaba una especie de saco en la abertura, que estaba tan hábilmente sujeto con
cordones, que desde fuera no se podía ver nada. Los paquetes de dinero depositados
caían uno tras otro en la red tendida. Como quiera que los cordones no podían ser
demasiado fuertes, había que vaciar el saco, color caqui, de cuando en cuando. El
ladrón observaba desde su auto aparcado a la gente que depositaba dinero en la caja
del servicio nocturno. Retiraba la red tendida, con su contenido, a intervalos y
cerraba de nuevo la tapa de metal con la llave falsa. Nadie podía creer que había
estado viendo trabajar a un ladrón. Se le consideraba siempre como uno de los
impositores, simplemente porque la novedad del truco no dejaba lugar a
pensamientos de recelo.
En contraste con las cerraduras de puertas y otros tipos de cerraduras, que
actúan asegurando78, el candado79 plantea nuevos problemas y permite nuevas
soluciones. Limey fue inducido por un receptador a robar en un negocio de artículos
de cuero. A altas horas de la noche sustrajo un camión marca Ford, lo llevo hasta el
almacén, forzó el gancho del cierre del portón, introdujo el vehículo y cerro la puerta
de nuevo. Luego cogió un candado que había llevado consigo, lo colocó y quedó
seguro de que el guardia que patrullaba examinaría el cierre y lo daría por bueno.
Después declaró que había serrado una reja, penetrado en el negocio y cargado el
camión con bolsos de señora. A las seis de la mañana termino su servicio el guardia:
entonces salió con el vehiculo80.
Aquí estamos ante una combinación de fractura y escalamiento, pero no ante
una aplicación de llaves falsas, pues el cierre consistía en un candado y sus ganchos,
y el mismo no fue abierto con una llave determinada u otro instrumento, sino
separado de los ganchos que lo sostenían. La colocación de un nuevo candado
destinado a engañar, cuya llave poseía el delincuente, está fuera del complejo
jurídico; la técnica tiene interés, pero jurídicamente es irrelevante.
Son dignos de nota los casos en que se ha cometido un delito para apoderarse
de la llave autentica por medio de un hurto o robo con fractura. En el proceso por
asesinato contra Franz Hoffmann (Leipzig, 1904), los autores formaron el plan de
entrar en posesión de la llave de la caja de caudales que tenía el empleado de una
compañía de seguros. Atrajeron al hombre el sábado por la tarde a su cuarto, le
echaron morfina en el vino, y al fin lo estrangularon por temor a que se oyeran los
quejidos del enfermo. Fue vana la búsqueda de la llave en la ropa del muerto, con la
78
Hasta que punto han tenido que ser raras y costosas las llaves en la Edad Media, puede inferirse de
que nunca se mencionan las llaves falsas al hablar del celebre cinturón de castidad, no habiéndose,
evidentemente, pensado en tal posibilidad.
79
En las ciudades densamente pobladas de la Edad Media, en las que siempre había alguien presente,
es menor la importancia de la cerradura de la casa o de la puerta. Por el contrario, los graneros,
iglesias, silos municipales y otros edificios no privados fueron frecuentemente registrados por los
ladrones, porque aquí faltaba la constante vigilancia. Así, un ladrón saqueo en 1613 los depósitos de
cereales de Nuremberg usando llaves y ganzúas fabricadas por el mismo (Theodor HAMPE, Die
Nürnberger Malefizbücher, Bamberg, 1927, pág. 17). El lugar de la caja de caudales lo ocupaba en los
conventos y casas consistoriales el cofre, sólidamente construido, rodeado de flejes de hierro y
asegurado con candados.
80
James SPENSER, ob. cit., pág. 266. Sobre la cuestión de derecho, véase RG en JW. 1924, pág. 306.
consiguiente consternación de los autores. Finalmente pensaron en el abrigo que
colgaba en el corredor. “Si se lo hubieran imaginado, no habrían necesitado cometer
un asesinato para conseguir la llave. Mientras que uno le entretenía (al empleado de
seguros), el otro la habría cogido, habría ido a la oficina, saqueado la caja y tornado la
llave de nuevo al bolsillo del abrigo, sin que (la víctima) se hubiera percatado de
nada. Habría durado, a lo sumo, veinte minutos y (la víctima) no habría descubierto
el hurto hasta el lunes, en un momento en que ya se encontrarían a salvo” 81. Según la
opinión del Tribunal Supremo, la apertura mínima de la caja de caudales no sería, sin
más, robo con llaves falsas82.
No conoceríamos tan exactamente la vida de George Leonidas Leslie si su
vida no hubiera terminado de modo violento y su asesinato no hubiese ocupado largo
tiempo a la policia83. Leslie usaba otros numerosos nombres, figuraba en el libro de
direcciones neoyorquino con la profesión de “detective” y, además, se presentaba
como agente de la Oficina de Investigación de Impuestos sobre la Renta. También
Leslie estaba bien educado, hablaba alemán, francés y español tenía pasión por los
libros y causaba una excelente impresión. Cuando entraba en un banco,
acostumbraba leer el nombre de la firma de la caja. Conocía toda clase de cerraduras,
y cuando fracasaba un robo con fractura en un banco porque no podían abrir la
cerradura, la policía infería de ello que no podía haber intervenido Leslie en la
empresa. Sé hacia enviar todos los catálogos de nuevos tipos de cerraduras. Tan
pronto como se lanzaba un modelo nuevo, trataba de comprar un ejemplar o
estudiarlo como fuera. “Dos o tres veces se puso el mono y admitió trabajo por corto
tiempo en fabricas de cerraduras y cajas fuertes, dónde producía la impresión de ser
un excelente y hábil operario y aprendía mucho para sí mismo. Uno de sus
procedimientos favoritos para abrir una cerradura consistía en hacer un taladro
justamente por encima del botón de la combinación, introducir un delgado trozo de
acero y mover el cerrojo con él”84. A veces era llamado Leslie sólo con asesor,
cuando se planeaba un gran golpe. Después de su muerte se encontró una cerradura
del tipo Valentine y Buttler, que había adquirido y estudiado con un cómplice durante
semanas enteras con vistas a un futuro robo85.
Al lado de estos casos excepcionales predomina la mediocridad de lo
cotidiano. Están en uso innumerables llaves falsas y ganzúas toscamente terminadas,
que no pueden pretender despertar particular interés. Todavía hay otro método que
merece mencionarse: Los delincuentes hacen amistad con las criadas y cocineras de
casas ricas. Las invitan al cine y a buenas comidas. Así pasan unas semanas.
Cuando tienen ocasión, cogen del bolso de mano la llave de la casa, quizá también
otras, con preferencia las de la cómoda puerta trasera, sacan rápidamente el molde y
81
Pitawal der Gegenwart, vol. III, Tubinga, 1907, págs. 199 y sig.
82
Deutsche Juristenzeitung, vol. XXI, pág. 692.
Por el contrario, en el Código penal español de 1944 (art. 504, 4.°) no hay duda alguna de que se
trata de un robo de está clase.- N del T.
83
Alvin F. HARLOW, Murders not quite solwed, Nueva York, 1938, pág. 65 y sigs.
84
Ob. cit., pág. 70. La expresión inglesa es de gran plasticidad y recuerda casi una relación intima:
“worried the tumblers into submission”.
85
Ob. cit., pág. 78.
devuelven la llave. Algunos días después entra en escena el robo con fractura. Se
sospecha de la muchacha, la cual, sin embargo, no tiene que ver con el robo, aunque
sus amistades merezcan ser examinadas con lupa.
§6
b) Escalamiento
TABLA XXXIV
(Porcentajes)
c) Fractura
TABLA XXXV
Lugar de la fractura
Remscheid, 1938-4894
(Porcentajes)
94
MÜLLER, ob. Cit., pág. 22.
95
El New York Times de 22 de enero de 1951 trae una “necrología” de Wood. Éste había participado
en el hurto de la copa de oro de Ascot, cometido a la vista de la familia real, y había consumido en
establecimientos penales a diferencias de otros maestros del arte, cuarenta y dos de sus ochenta y
cuatro años de vida.
96
KOTTE, ob. Cit., pág. 28.
auto. “Sólo los locos se ocupan en robos con fractura” 97. Mas, a pesar de la más
minuciosa preparación, fracasó la tentativa de romper con una pesada palanqueta el
escaparate detrás del cual estaba, seductor, un valioso collar de perlas 98. Según que se
considere a un vehículo automóvil como espacio cerrado o no, la rotura de una
ventanilla y la sustracción de objetos será calificada de distinto modo. La misma
inseguridad existe para la utilización de falsas llaves de auto. Una regulación legal no
puede permanecer ajena ante la frecuencia de estos casos. Tendrá que extenderse
también a las cabinas de avión no acondicionadas para dormir.
Algunas expresiones del viejo lenguaje de los delincuentes apuntan a
procedimientos más antiguos de fractura. Hay expresiones de la jerga del hampa que
tienen la significación de “robar en el tumulto” 99. Se recuerda que hacia finales del
siglo XVIII había bandas de ladrones que utilizaban arietes para derribar las sólidas
puertas de las casas100. Los métodos fueron recibidos por la banda de
Schinderhannes, en la que gentes con las caras tiznadas empujaban una poderosa viga
contra la puerta, sobre la que habían pegado velas de cera 101. Bandas formadas por
polacos y rusos, en el caos social de 1945, derribaban simplemente las puertas de las
casas102, sin que los aterrorizados y desarmados moradores se defendieran. El nimbo
del vencedor y de la revolución victoriosa 103 facilitaron a los ladrones con fractura el
aplicar los ruidosos métodos de tiempos pasados.
Es probable que de todas las modalidades del robo con fuerza en las cosas, el
cometido con fractura sea el que falle con más frecuencia . Todo proceso que se
desarrolle en el lado exterior de un edificio está expuesto a que mientras realiza
sobrevenganza el azar. Un conocido autor de robos con fractura ha reflexionado
sobre éste hecho y opina que con arreglo al cálculo de probabilidades, una parte de
estas empresas tiene que fracasar104. Alguien puede fijarse en el coche dispuesto para
la fuga. Un marido que se ha peleado con su mujer va y viene por la calle durante la
noche, o alguien concibe sospechas porque la novia de un cómplice ha mostrado sus
nuevos trajes y sus joyas en un lugar inadecuado. El elemento más desfavorable, sin
embargo, es la calle iluminada y el ruido inusitado que acompaña a todo empleo de
97
“¡Fractura! – dijo despectivamente, cuando le dije lo que yo hacía -. Así no se puede hacer dinero.”
SPENSER, ob. Cit., pág. 183.
98
SPENSER, ob. Cit., págs. 185-90, proporciona una exposición detallada e instructiva del malogrado
intento. El método se llama inglés smasch-and-grab. Exige un tipo de hombre osado hasta la
temeridad. Sus resultados dependen por completo del azar.
99
Chasmalache, Massemattenbekog. (Von Train, ob. cit., pág. 168.)
100
“Con toda su potencia empujaban los atacantes el ariete contra la puerta.
La casa entera retemblaba, pero la puerta no queria romperse...” (RAUCHHAUPT, ob. cit., pág. 47.)
101
“Éste madero lo empujaban con todo su peso a determinada voz de mando contra la doble puerta de
la casa, que a pesar de sus recientes refuerzos de hierro, cayó inmediatamente hecha astillas.”
(ELWENSPOEK, ob. cit., pág. 133.)
102
BADER, ob. cit., pág. 87)
103
“Otra parte de los bandidos, probablemente para cubrir la retirada de los demás , salió por el lugar
con gran ruido y cantos de la Marsellesa, tan audaz e insolentemente como si no tuvieran nada que
temer.” (RAUCHHAUPT, ob. cit., pág. 54.) Cuando la víctima está asustada, nada tiene que temer el
delincuente.
104
James MORTON, I was king of the thives, en el Saturday Evening Post de 12 de agosto de 1950,
pág. 92.
fuerza. No lo hay en el escalamiento y empleando la llave falsa, aunque en ellos el
golpe esté gravado con una larga preparación.
Un nuevo peligro acecha al delincuente bajo la forma de los dispositivos de
105
alarma . Los ladrones de tiendas cortan hoy los cordones de las campanillas que en
las aldeas y pequeñas ciudades unen la puerta del comercio con la vivienda o la
cocina. El delincuente tiene que contar siempre con tales aparatos de alarma, los
cuales, por otra parte, le anuncian que en la casa hay cosas de valor o que los
moradores temen a los ladrones106. En la época de Schinderhannes era usual rellenar
el ojo de la cerradura de las puertas de las iglesias con piedras pequeñas, para que no
pudieran tocar a rebato107.
Siempre ha tenido profundas raíces en la conciencia jurídica del pueblo la idea
de que la aplicación de la violencia contra los cierres permite inferir un carácter
violento en quien la ejerce. En éste sentido se pronuncia la experiencia de que
muchos profesionales del robo con fractura son tipos altos, fuertes108, y que en las
fugas de la prisión proceden con la misma energía que al robar. Una expresión de
estas concepciones se encuentra en la extensión de la idea de la legítima defensa a la
fractura “violenta”109. Ya en el viejo Nuremberg “pensó uno salvarse, confesando que
había cometido varios hurtos, pero ninguno de ellos de valor superior a un florín...;
otro, que sólo había hurtado cuando encontraba las puertas abiertas, nunca con
fractura o escalamiento”110. Pero los de Nuremberg los cogieron y los ahorcaron.
Incluso los comentaristas de la Carolina mencionan entre las especiales circunstancias
del hurto: “cuántas veces, a quien, qué, cuándo, dónde y cómo, con violencia y sin
ella, fuerza, escalo...”111.
Exactamente como los monasterios y casas consistoriales servían para
custodiar las cosas de valor cuando no había todavía bancos, y por eso a fines del
siglo XVII y principios del XVIII fueron registrados por bandas de ladrones
decididos, “motorizadas”112, así al llegar la derrota se convirtieron de nuevo en
víctimas favoritas los conventos, hospitales, hospederías y molinos, porque los
delincuentes presumían que en ellos había depósitos de víveres. Las más valiosas de
todas las joyas, las tarjetas de racionamiento, se custodiaban en los Ayuntamientos y
fueron sustraídas forzando los accesos y muebles en que se guardaban 113. Tampoco
fueron raros, incluso en los Estados Unidos, durante la segunda guerra mundial, los
105
En el lenguaje de los ladrones norteamericanos, fiddle strings, cuerdas de violín.
106
En un conocido caso de asesinato en San Francisco, una anciana señora contribuyó a esclarecerlo.
Como siempre estaba temerosa de los ladrones, se fijó desde su ventana en todos los circunstantes y
pudo describir luego al asesino. (J.H. JACKSON, San Francisco Murder, 1948, pág. 69. Edición –
Bantam.)
107
ELWENSPOEK, ob. cit., pág. 156.
108
En los apodos es frecuente encontrar nombres como el de Big Jim.
109
Véase el apunte de 26 de septiembre de 1706, en Emil STUTZ, Das Strafrecht von Stadt und Amt
Zug, Zurich, 1917, pág. 193.
110
KNAPP, Lochgefangnis, ob. cit., pág. 41.
111
VALENTINUS, ob. cit., pág. 355.
112
Iban a caballo o sobre un carro con adrales.
113
BADER, Ob. cit., pág. 79.
robos con fractura en oficinas públicas para apoderarse de tarjetas de racionamiento
de gasolina y azúcar.
§8
114
En la jerga del hampa se llama a la caja Haus (casa) (véase TRAIN, pág. 52).
Lo mismo que la sepultura y los relicarios de los santos son casas en miniatura, y como el arca de los
judíos era una mansión en la que o sobre la que moraba Dios, parece que también los cofres, etc., han
evolucionado partiendo de la casa, y el último recuerdo de ello se conserva todavía en el lenguaje de
los delincuentes.
115
En francés se llama siempre coffre fort a la caja de caudales.
116
KOTTE, Ob. cit., pág. 28; MÜLLER, ob. cit., pág. 23.
117
KOTTE, ob. cit., pág. 28. El período de tiempo comprende precisamente la primera guerra mundial
y sus anormales condiciones, sobre todo la falta de ropa.
pierde prácticamente importancia. El truco118 ocupa el lugar de la clandestinidad y de
la violencia, abriendo con él acceso al interior de la casa dónde todas las cosas
fervientemente deseadas están indefensas a la vista: cubiertos, ropa interior, vestidos,
sábanas, alimentos, cigarrillos. La situación excepcional que ha convertido en
valiosas cosas distintas del dinero, no conoce otra protección que la otorgada por
puertas y ventanas. Las defensas mecánicas se reducen considerablemente.
De todos los muebles, el más sólido es la caja de caudales, y su forma móvil,
el vehículo acorazado para el transporte de caudales. En ellos se recogen y custodian
los valores mayores. Por esto, desde el descubrimiento de la cerradura de
combinación se ha empeñado una lucha, que todavía persiste hoy, entre la técnica de
protección y la del ataque. Aunque el granuja de dedos y oídos supersensitivos sea
una leyenda119 y la aplicación del estetoscopio 120 no conduzca siempre a la meta, lo
cierto es que, en particular la cerradura sencilla de combinación, es abierta una y otra
vez por los grandes especialistas. Pronto replicaron los ladrones 121 a las fuerzas
puestas al servicio de la custodia del dinero: con dinamita; más se podía trabajar con
ella únicamente cuando lograban perforar agujeros para introducirla. Entonces se
fabricaron aceros más duros. El delincuente respondió con taladros más duros y
empleando el calor para ablandar el acero. El paso siguiente consintió en aplicar
nitroglicerina – fácil de fabricar122-, echándola en las grietas de las cajas fuertes.
Entonces fue la época de esplendor del ladrón especializado en cajas de caudales, que
fracturó innúmeros tipos anticuados. Sin embargo, los constructores de cajas fuertes
no descansaban. Ajustaron las partes de la caja de modo perfecto, sin dejar ningún
resquicio, hasta que la primera guerra mundial trajo el soplete de oxiacetileno, al cual
opuso la industria un metal que sucumbía a temperaturas muy altas, pero que tan
pronto como dejaba de trabajar el soplete se enfriaba y cerraba los huecos. Un grave
inconveniente de éste método es el transporte del cilindro de oxígeno al lugar del
hecho y, tratándose de delincuentes muy precavidos, al retirarlo de allí. Si la
provisión de gas se agota antes de tiempo, el golpe puede fracasar totalmente 123. No
pueden imaginarse siquiera las posibilidades que ofrece una futura “doma” de la
energía atómica. Estas fuerzas de la naturaleza en manos de delincuentes y enfermos
mentales pueden tener consecuencias que rebasan nuestra fantasía.
Por ello puede decirse que no hay ninguna caja de caudales que ofrezca una
garantía absoluta contra fracturas. No obstante, el ataque con éxito se ha tornado
sumamente difícil y costoso, sobre todo cuando la resistencia mecánica se completa
118
BADER, ob. cit., pág. 82. En el derecho inglés tales casos constituirían hurto agravado. En el
derecho alemán la jurisprudencia oscila, insegura, entre hurto y estafa.
119
La apertura mediante solo el oído y el tacto es descrita por D. P. WILSON, ob. cit., pág. 125.
120
El primero que lo utilizo fue el inglés Wood.
121
La expresión norteamericana es yegg-man. La cual no tiene nada que ver con la palabra alemana
Jäger (cazador), a pesar de lo que algunos opinan. Tampoco procede del chino, como admiten otros.
La mejor derivación es la de yark o jek, romper. (PARTRIDGE, ob. cit., pág. 970.)
122
CALLAHAN, que afirma haber inventado el método, estudió en las bibliotecas populares hasta que
pudo fabricar por sí mismo nitroglicerina con trozos de dinamita robados. (Man’s grim justice, ob. cit.,
pág. 69.) La expresión de jerga es grease.
123
La policía atribuye el fracaso en el robo de un banco, descrito por RADIN (ob. cit., pág. 181), a la
falta de gas. Cuanto más complicado es el equipo del ladrón, más fácil es que falle algo.
por una serie de otras medidas de defensa que funcionan automáticamente y que no es
fácil salvar en su conjunto.
Los robos con fractura en los bancos no pueden ser ejecutados por una sola
persona. Incluso el reventar una pequeña caja fuerte privada es peligroso para un sólo
hombre124. SPENSER trabajó, aunque ciertamente carecía de gran experiencia, cerca
de cuarenta y ocho horas en una caja, para tener que abandonar al amanecer del lunes,
completamente desesperado y agotado125. Sólo un grupo puede emprender con
perspectivas de éxito el ataque a una caja de caudales moderna. Más con ello la
ganancia se divide y aumenta el riesgo de que los descubran. Liebermann von
SONNENBERG comunica126 que antes de la primera guerra mundial se denunciaban
mensualmente en Berlín alrededor de cuarenta fracturas de cajas de caudales, cifra en
la que apenas van incluidas numerosas tentativas. El grupo berlinés era de tres a
cinco hombres127. A causa de la peligrosidad del robo con fractura en los bancos 128 y
de la necesidad de rodearse sólo de gente muy competente, el especialista en estos
robos goza de una elevada consideración en los bajos fondos y en la prisión. Para
algunos jóvenes su figura constituye el ideal, el “héroe” 129. Para que todo salga bien
son precisas una planificación cuidadosa, sangre fría, fuerza física y una cadena de
auxiliares dignos de confianza y receptadores, sin los que no marcha nada, supuesto
que se obtengan joyas o billetes muy grandes. El tristemente célebre autor de robos
con fractura y ladrón de bancos León Krämer sabía procurarse noticia de todos los
envíos importantes de joyas. Tenía una larga lista de sigilosos compradores. Él y su
hermano penetraron en una casa de préstamos sobre prendas de Nueva York por un
túnel que hicieron. El botín en joyas fue valorado en 350.000 dólares130.
JOHN habla del giro desfavorable producido para estos ladrones por el tráfico
sin utilizar moneda metálica. “Raras veces se encuentra una caja de caudales que
pudiera estimular a un ladrón”131. Pero particularmente en las grandes empresas
dónde los pagos son semanales tiene que haber dinero dispuesto para ellos. Doquiera
que los impuestos son muy altos, la gente rica guarda el dinero y las alhajas en su
propia casa. A fines de octubre de 1952 penetraron unos ladrones en Reno (Nevada),
con fractura, en la morada de un hombre muy rico en joyas y petróleo y se llevaron la
caja de caudales. Contenía dos millones y medio de dólares en dinero suelto, bonos
del Tesoro y alhajas. Una maleta con otro millón en valores les pasó inadvertida132.
124
Jack BLACK, ob. cit. Pág. 306.
125
El relato puede consultarse en Limey breaks in, antes citado, págs. 223 – 237.
126
Pitawal der Gegenwart, vol. X, Tubinga, 1914, pág. 169.
127
Ob. cit., pág. 168.
128
En el intento de hacer saltar una caja de caudales murió uno de los ladrones, alcanzado por la puerta
al reventar ésta. (Ob. cit., pág. 177.)
129
“¡Especialista en robos de cajas de caudales! – exclamó el joven criminal -. ¡Sin haber cumplido
todavía los veintitrés años y ya ladrón de cajas de caudales! No me hubiera cambiado por un rey.”
(CALLAHAN, ob. cit., pág. 70.)
130
Chicago Sunday Tribune de 15 de enero de 1950.
131
JOHN, ob. cit., pág. 76.
132
Associated Press de 1 de noviembre de 1952. La caja de caudales que llevaron los ladrones consigo
pesaba 500 libras.
IV. LA ACCION
§9
a) La preparación
133
Geschichten aus dem Neuen Pitawal, vol. I, pág. 127.
134
ELWENSPOEK, ob. cit., pág. 95. Schinderhannes se aprovechó de la tirantez existente entre la
población rural renana y los comerciantes judíos campesinos, aunque también había admitido judíos en
su banda, como el tristemente célebre Judenpeter.
135
Jack BLACK, ob. cit., pág. 141.
136
BLACK (ob. cit., pág. 90) dice de una mujer: “Llevaba sobre sí tantas joyas, que hubiera sacado de
quicio a cualquier ladrón o a un prestamista.”
también aspecto de bienestar, se fraguan los ulteriores planes. Se va sobre seguro si
se actúa como aquel Barry ya mencionado que leyó la recepción que daba al príncipe
de Gales un millonario de Rhode Island137. Sabía que las mujeres llevarían en está
ocasión sus más costosas alhajas, pero no todas al mismo tiempo, para poder
cambiarse. Se reunió para el delincuente una colección de joyas única y, como buen
psicólogo, presintió que la gente rica de Nueva York opondría al fetichismo de la
sangre real el máximo de bienes materiales para igualarse a ella o superarla en éste
punto.
El criminal atiende también a otros indicios. Por ejemplo, un ladrón inglés
encuentra una casa de aspecto lujoso. Comprueba en el London Directory y en el
Who´s Who´s? Que el propietario es un industrial cargado de millones. Está casado y
tiene dos hijas que ya no son unas niñas. Deduce de esto que en aquella casa tiene
que haber alhajas138. El mismo criminal tiene una fase esnobista en la que quiere
sustraer sólo valiosas obras de arte, acuarelas de Reynolds, grabados de Duero,
Rembrandt o Cézanne, o “una moneda asiria, sobre la que un hombre ha escrito todo
un libro”. Ésta es de momento su pasión y su encanto. A causa del gran peligro de
ser descubierto, el receptador le da sólo un porcentaje insignificante del verdadero
valor. Él piensa que robar objetos de arte es un arte también, y prosigue por éste
camino. Para encontrar estas preciosidades compra un Who´s who in art? (una
especie de Kürschner para coleccionistas de arte), comprueba los nombres y
direcciones de los propietarios y da luego el golpe 139. Cuando penetró con fractura en
una magnifica casa de Kensington y en lugar de las obras maestras que esperaba sólo
halló producciones, se llevó algo importante: la sensación de estar artísticamente por
encima del hombro que tiene una gran cuenta corriente bancaria.
A la preparación adecuada pertenece una situación y construcción del edificio
apropiadas, el tiempo correcto y una víctima “desarmada” por la ausencia, el
descuido, el miedo o el sueño. El homicidio, como en el caso de Franz Hoffmann,
que se produjo exclusivamente para conseguir la llave de la caja de caudales 140, es la
forma más extrema de neutralización. En otro caso, el autor se conforma
amenazando con un arma a la víctima que se despierta. Los ladrones contemplan
detenidamente las casas en que quieren penetrar de antemano. Lo deseable es una
calle tranquila, algo apartada y no muy lejos de una arteria animada en la que se
pueda sumergir. Viene de perlas un jardín exterior con abundantes arbustos, en dónde
se pueda esperar a que la gente de la casa se vaya a la cama y apaguen la luz. Un
ladrón atribuye el ser endémica la tuberculosis entre los autores de robos con fractura
a que, con frecuencia, tienen que esperar varias horas sobre la hierba húmeda 141. No
137
Chicago Sunday Tribune de 12 de febrero de 1950.
138
BENNEY, ob. cit., pág. 316.
139
Ob. cit., pág. 307. Por ello no parece enteramente fundada la observación del fiscal en el gran robo
ocurrido en Maguncia en 1901, de que se había cometido a la ventura (Pitawal der Gegenwart, vol. III
Tubinga, 1907, pág. 23). El relato menciona que fueron detenidos provisionalmente artistas de baja
estofa. Los autores del robo con fuerza en las cosas incluso visitaban regularmente las casas públicas.
No hubo probablemente ninguna clase de preparación consistente en completar informes sobre detalles
antes de cometer el hecho.
140
Supra, pág. 133.
141
BLACK, ob. cit., pág. 91.
advierten, a causa de la extraordinaria tensión, al enfriamiento que los traspasa. No
son buenos los niños pequeños, porque es mayor la vigilancia de la madre. Los que
fuman mucho y beben mucho café son malos durmientes. Por el contrario, el
descanso de personas jóvenes, sanas, que han trabajado duramente durante el día, no
es fácil de turbar142. Los perros son vistos con desagrado, y precisamente los más
pequeños son los que hacen mayor ruido. La hora es diferente según se trate de la
ciudad o del campo, porque los hombres en el campo se acuestan antes y madrugan
más. El ladrón se atiene, sin estar al tanto de las investigaciones científicas, a la
curva de profundidad del sueño, que normalmente alcanza el máximo a la una de la
madrugada, en las personas nerviosas, hacia las tres143. Hay diferencias entre invierno
y verano. Un tiempo muy tormentoso y la lluvia intensa se tragan los ruidos 144 y
vacían calles, pero debilitan el sueño, no siendo, por consiguiente, tan propicios al
ladrón con escalo como al especialista en cajas de caudales.
Hay una vieja regla de los delincuentes: Cuando alguien se desliza por un
dormitorio habitado, debe dar un paso cuando el durmiente aspira el aire, y quedarse
quieto cuando inspira. Parece que los que duermen oyen mejor al inspirar. Está regla
no resuelve qué es lo que tiene que hacer el delincuente si hay en la habitación una
pareja y no respiran a compás. Además, no sabemos si duermen más profundamente
los hombres o las mujeres, especialmente cuando tienen edades diferentes.
§ 10
b) La ejecución
142
Ob. cit., pág. 307.
143
H. WINTERSTEIN, Schlaf und Traum, Berlín, 1953, págs. 13-15.
144
BENNEY, ob. cit., pág. 238. Probablemente no dormimos lo mismo las noches oscuras que las de
luna llena, que por lo demás son odiadas de los ladrones. Incluso la duración del sueño tiene
relevancia científico – criminal. Se da para el primer año de vida la cifra de dieciocho horas, y de
cinco a seis horas entre los cincuenta y los setenta. (WINTERSTEIN, ob. cit., pág. 25.) También es
causa de diferencias el que uno duerma en su cama y en su casa o tome una habitación en un hotel
después de un largo viaje. Los ruidos habituales despiertan menos que los estímulos acústicos
desconocidos, aunque sean débiles.
145
BENNEY, ob. cit., pág. 309. Éste solitario no prosperó porque se interesaba más por el aspecto
técnico-artístico que por el financiero.
jefe de estación guardó la suma por una noche en su casa. BLACK cogió el dinero de
debajo de la almohada del durmiente146.
Más interesante es la observación general de que los que se dedican al robo
con fractura hay una serie de cabezas organizadas sistemáticamente que deben su
éxito a está disposición casi matemática. Más importante que la acción de apoderarse
es la preparación minuciosa y el marcharse sin ser visto. También para ellos rigen
reglas acreditadas por una larga práctica147. SPENSER ha descrito a uno de estos
“Moltkes” criminales. Quería robar en una joyería que tenía en su escaparate del
West End un collar de perlas muy costoso. Los detalles fueron abandonados a un
cómplice llamado Carter: A Carter le gustaban estas tareas. Empleó horas enteras en
discurrir planes de ataque. Elaboró tablas de tiempo para cada paso, calculadas hasta
en fracciones de segundos. Toda posibilidad que pudiera presentarse era tomada en
consideración, y lo único malo consistía en que, elaborado un plan, no lo quería ya
modificar ni en lo más mínimo. Para él era como un problema matemático y creía
que como en las matemáticas, tenía que salir la cuenta. Pero no salió”148.
El profesional del robo con fractura no da por perdido ni un sólo momento de
los que lleva una preparación cuidadosa. Son altamente instructivas las infatigables
correrías de un banco a otro que hicieron los ladrones Patrek y Stepka 149, a lo que se
añade que el automóvil, que ciertamente ha facilitado la vigilancia policial, facilita
también el transporte de material pesado para el robo, como el cilindro de gas. En el
robo del Ocean National Bank en Nueva York 150, según las ideas y el plan de
Shinburn, había que realizar un cálculo muy exacto de modo que el túnel terminase
justamente en el punto que se quería alcanzar dentro del banco 151. Leslie se
procuraba planos de todo banco que pretendía robar. Las transacciones comerciales
de toda clase que llevaba a cabo el elegante cliente le permitían examinar
detenidamente la empresa bancaria152.
Es lícito preguntarse, y hay que hacerlo, hasta qué punto merecen crédito los
relatos de los delincuentes que se dedican al robo con fuerza en las cosas. A veces su
calidad literaria inspira desconfianza, aunque la plasticidad puede provenir de una
vivencia vigorosa y original. Como todo el mundo, los delincuentes son vanidosos
también, hablan poco de sus defectos, destacan su capacidad, y achacan el fracaso – si
son listos, también sus éxitos – al juego inmerecido del azar. Por ello hay que
inclinarse a creerlos cuando hablan de asuntos que han terminado mal. Jack BLACK
ha descrito varios episodios de esta clase153; en ocasiones, con verdadera
desesperación; por ejemplo, cuando se llevó la caja registradora de un jugador, en la
que éste guardaba por la noche sus ganancias; a través de una tormenta de nieve, con
146
BLACK, ob. cit. Pág. 301.
147
“Ninguna cosa es bastante sustanciosa si no está segura la salida” (the getaway).
148
SPENSER, ob. cit., pág. 186.
149
RADIN, ob. cit., págs. 200 y sigs.
150
El valor del botín alcanzo a 786.879 dólares. (ROWAN, ob. cit., pág. 236.)
151
El robo fue tan sensacional, que los mejores ladrones, aún sin haber estado presentes, se jactaban de
él.
152
HARLOW, ob. cit., pág. 69.
153
Junto a él fue muerto a tiros su cómplice. Quedó petrificado de terror, de frío y por la impresión.
“Mis pies me alejaron de allí.” (BLACK, ob. cit., pág. 92.)
los dedos entumecidos, se despeñó con ella, hiriéndose gravemente, y luego, en una
calleja cubierta de nieve tocó un botón. El recipiente del dinero se abrió, no de modo
lento, penoso, “hinchado”, como lo habría hecho de haber estado completamente
lleno de oro y plata, sino con el golpe rápido, cavernoso, del vacío absoluto 154. En
toda la caja no había nada, “como en una tumba recién excavada”.
Lo que contienen los informes de la policía es una reconstrucción de procesos
fácticos. A lo sumo, al tratar de los motivos se toca el lado psicológico del caso. Por
ello no sería científico no escuchar también a las personas que han vivido todo el
proceso intensa e inmediatamente. Al lado de otros elementos de juicio hay que dar,
pues, la palabra al ladrón para que exponga su parte. Ante el tribunal se ventilan
largos años de privación de libertad. Entonces está a la defensiva y todos los medios
son para él justos: excusarse, negar, mentir. Algo diferente es el relato que da cuando
todo peligro queda ya muy atrás.
Algunas almas cándidas hacen un héroe del autor de robos con fuerza en las
155
cosas , que penetra sin temor en los parajes de una gran aventura y de un
considerable botín. La realidad es completamente distinta. Un joven ladrón describe
así su estado de ánimo156: “El silencio estaba lleno de ruidos. Pequeños sonidos
resonaban en mis oídos. Con los ojos muy abiertos e inmóvil miraba en torno mío y
escuchaba. Incluso al tragar saliva sonaba como si un altavoz amplificase en mi
garganta el sonido. Di un paso hacia delante y se despertaron una infinidad de
pequeños ruidos. Era el suave chillido de la suela de los zapatos, el ligero roce de mis
vestidos, el roce de la piel con mi cuello almidonado. Cuando para recobrar de nuevo
el equilibrio, apoyé mi mano en una silla, mis uñas sonaron contra la madera con el
golpeteo metálico de un aparato de telégrafos.”
Pasamos por alto la descripción de SPENSER157 de un robo frustrado en pleno
día contra una joyería. Más instructivo es un relato de BENNEY158. Saltó a la una y
media de la madrugada una cerca. Inesperadamente cayó sobre un montón de carbón.
Rígido por miedo a que le hubiesen oído, escuchó atentamente durante cinco minutos
enteros. Entonces oyó aproximarse unos pasos lentos, firmes. Se aplastó contra el
muro. Parecía como si las rodillas se “alicuasen” bajo él. Los pasos se perdieron a lo
lejos, y le volvieron las fuerzas. Se deslizó sin ruido hasta la ventana. No estaba
cerrada. Pulgada a pulgada levantó el marco. Penetró por allí. Redoblaban sus
oídos, y el ruido parecía llenar la casa. Hasta pasados diez minutos no se obligó a sí
mismo a deslizarse hacia arriba por la escalera. Llegó a una puerta. Estaba cerrada,
pero con la llave puesta. “Con infinita precaución, hice girar la llave, y cuando
terminó de dar la vuelta en la cerradura, el silencio de la casa pareció romperse en mil
pedazos como una copa de cristal negro.” Esperó hasta que disminuyeron las
154
Ob. cit., pág. 328.
155
Los ladrones verdaderamente importantes no se han decidido a escribir memorias. Un alto
funcionario norteamericano de lo criminal ha dicho, en una ocasión, que nunca ha conocido a ningún
delincuente de está clase que se haya hecho rico. Pero ¿sabemos algo de la aristocracia del crimen?
¿No enjuiciamos quizá a los criminales, engañándonos nosotros mismos, por el patrón del tipo
fracasado, que es el que podemos llegar a conocer y capturar?
156
BOOTH ob. cit., pág. 86.
157
Ob. cit., págs. 186 y sigs.
158
BENNEY, ob. cit., págs. 214-216.
palpitaciones de su corazón. Luego abrió despacio, muy lentamente, la puerta.
Presionó hacia arriba, según alguna vieja regla de los delincuentes, para disminuir el
roce de los goznes. Dentro no se oye nada. Tan pronto como el que duerme espire el
aire, dará un paso. La tensión es insoportable, hasta que se percata de que la
habitación está de vacía. Y ahora viene una descripción que seguramente es cierta:
“Retrocedí y me senté en la escalera temblando de excitación; sabía que esa noche no
podía ir más lejos. Estaba físicamente enfermo. Me estremecía de frío, cogí de la
percha un abrigo y un sombrero. Demasiado agotado para cuidarme de precauciones,
hice girar con ruido el cerrojo de la puerta y salí fuera.
El mundo estaba ante mí, gris. Encendí un cigarrillo y me dije: ¡Condenado
cobarde!”
Los robos más peligrosos para los criminales son los que no pueden preparar
tranquila y cuidadosamente, emprendiéndolos bajo la presión de la necesidad. Uno
ha perdido jugando todo lo que tenía 159. Tiene que pagar el alquiler. El receptador,
que ha puesto sus miras en una alhaja que hay que sustraer, teme que puedan venderla
y apremia 160. El extraordinario valor de una preparación detenida 161 sale a relucir en
las improvisaciones rápidas, que terminan felizmente sólo por casualidad y en la
mayoría de los casos concluyen mal. Por ello, el delincuente experimentado no deja
llegar nunca una situación de necesidad, y después de lograr un golpe comienza
inmediatamente a explorar nuevas posibilidades.
BLACK ha dado la descripción más completa de todas las fases del robo con
fuerza en las cosas. No sólo está llena de detalles, sino que la exposición muestra
tal frescura y naturalidad, que hay que citar literalmente una parte considerable de
ella. BLACK venía observando a un jugador profesional. El hombre abandonó la
dirección del juego a un ayudante, recogió su dinero y se marchó. BLACK resuelve
“llevarle a su casa”. La futura víctima llega a un edificio de aspecto lujoso, una
pensión. Abre con el llavín. Se enciende luz en el segundo piso. El buen hombre
baja la persiana, de modo que el ladrón sabe exactamente dónde vive. Ahora
transcurren dos horas de espera. Entonces penetra BLACK por una ventana. Es una
pensión. Alli vive mucha gente, y ruidosa. No hay que temer que un ruido más llame
la atención. Arriba hay luz en la antesala. No quiere que le pueden reconocer. La luz
no es deseable. La apaga, pero sin accionar el conmutador, desenroscando la
bombilla. La puerta de la habitación del jugador no está cerrada. Hay que ser
precavidos. Parece delgado y picajoso, no es un buen durmiente. Respira tranquilo.
Primero examina los vestidos; no hay dinero. Tampoco en la mesilla de
noche. Tiene que estar debajo de la almohada. Para cogerlo hace falta un arte
sumamente especializado. Y ahora dejemos hablar al propio criminal: “Estás con las
rodillas al lado de la almohada. La pistola queda sobre el suelo al alcance de la
159
BLACK, ob. cit., pág. 92.
160
SPENSER, ob. cit. Pág. 186.
161
“Dormí hasta pasado mediodía. Le dije a la dueña que pagaría por la tarde el alquiler. Salí y
cruzaban por mi cabeza ideas desesperadas. Nunca más sufriría un fracaso de está clase. Yo tengo que
mirar muy detenidamente las casas antes de un escalo, y tengo que liarme con la criada. Está noche
tiene que ser un sitio que yo conozca bien.” (BENNEY, ob. cit., pág. 219.)
mano162. Si se despierta, peor para él. Le pondrás la pistola en el pecho, cogerás su
dinero y le encerrarás en la habitación. Duerme sobre un costado, frente a ti, no más
lejos de veinte centímetros. Sientes su aliento en la cara. Ahora te arremangas la
manga derecha de la chaqueta y de la camisa hasta el codo. La mano izquierda
levanta suavemente el borde exterior de la almohada, mientras que la mano derecha,
con la palma hacia abajo, se introduce lentamente, con precaución, debajo de su
cabeza. Tu oído atiende a la respiración. Mientras sea regular, duerme. Si se
interrumpe, es que se ha despertado. Tiene durante el sueño tan escaso dominio sobre
su respiración como sobre las palpitaciones de su corazón. Se le puede oir
claramente... Tomas la decisión de dejar correr las cosas, pero tu mano sigue
deslizándose con lentitud debajo de la almohada. Aunque eres sumamente cuidadoso,
parece que el lento movimiento bajo su cabeza molesta al que duerme, que es
nervioso como un gato.
“Cesa su respiración, se para. No la oyes ya. Te quedas de piedra y piensas
en el revólver que está a tu lado. Con una sacudida, él gira y tú esperas que se
sumerja de nuevo en el sueño”.
“Pero debajo de la almohada no hay nada. Si no hay nada en sus zapatos, en
su sombrero, en los cajones, hay que acudir al último medio”.
Han pasado dos horas. Pronto amanecerá. Tienes que decidirte a despertarle
y pedirle el dinero. Ahora tiene que producirse en ti un cambio radical. El ladrón
callado, silencioso, se tiene que transformar en un bandido áspero, arrogante,
imperioso. Tocarás suavemente al que duerme, en los hombros. Se incorporará
aterrado. “...¡Qué! ¡Qué! ¡Qué pasa! ¡Encienda la luz!” Entonces tú, con tono firme
y bajo, dirás: “¡Escucha y no te excites!” Apretarás la fría boca del arma contra su
cuello y tu voz será fría, dura y amenazadora: “¿Sientes esto? Es una pistola. ¡Si no
te estás quieto, disparo! (I’ll let it go). Estate quieto y no te dejes matar por un par de
dólares piojosos. Quiero el fajo de billetes. Sé que está aquí. Dime dónde está y te
sentara bien, y que sea de prisa.” Si, esto le dirás...”163.
Mientras que el ladrón, por miedo al amanecer que se aproxima, aprieta
fuertemente la pistola, en la habitación de al lado se desatan los infiernos. Un
estridente despertador llega a su hora y “desgarra cada uno de los nervios del ladrón
hasta las raíces”. El hombre que está ante él suelta un taco, se da una vuelta y sigue
durmiendo. Pero al lado alguien enciende la luz y se levanta. Es demasiado por hoy.
162
Según JOHN (ob. cit., pág. 76), todo ladrón de cajas de caudales se sirve hoy de las armas de fuego
en caso de sorpresa. Está creencia no es exacta. El ladrón sólo dispara cuando el funcionario hace
uso, sin más, de las armas sólo sirven para intimidar. BLACK (ob. cit., pág. 228) se molestó por la
noticia de un periódico de que le habían perseguido en Bockshorn un perro vigilante y un propietario
bizarro, disparando. Escribe sobre esto. “¿Se esperaba de mí que disparase sin reparo a todo el que se
me pusiera por delante, que degollara al perro, que arrojara todo objeto de valor y pegara fuego a la
casa? ¿No pueden comprender estas gentes que todos los pensamientos del ladrón están puestos en el
botín, y que su segundo deseo es escabullirse, a ser posible, en silencio y sin ser notado? ¿Y lo
peligroso que es para el dueño disparar de repente en la oscuridad sobre el ladrón, el cual no quiere
matar para robar, pero sería capaz de todo para sustraerse a la detención? Cuando alguien oye a un
ladrón en su casa, ¿Por qué no dice: “Eres tú Max”? ¡Por qué no le da la oportunidad de marcharse lo
más rápidamente posible? Lo hará, ciertamente. Él sabe que todavía quedan más casas.”
163
Jack BLACK, ob. cit., págs. 288-293.
Penetra la pálida luz del día. Todo ha pasado, todo está perdido. El ladrón se desliza
fuera de la habitación, desciende con tranquilidad por la escalera y sale por la puerta
de servicio, al amanecer. Todavía le queda algo de dinero. No debe forzar el destino,
ni dar un paso desesperado. Forma el propósito de abandonar éste oficio
improductivo, fatigoso. Más no puede hacerlo. A la noche siguiente le sonríe la
fortuna. Es bastante para seis meses, si no le coge por el cuello el demonio del juego.
Hay cien reglas para el ladrón: llevar la chaqueta bien abrochada; echarse el
sombrero sobre la cara; subir la escalera por el lado dónde la madera rechine lo
menos posible; vigilar a la gente que ronca, y que no sólo despierta a otros, sino que
se despiertan ellos mismos; dejar abierta una ventana o la puerta de la cocina para
poder huir; quitarse los zapatos, metiéndolos en el bolsillo con el tacón hacia arriba, y
muchas más. Más para lo imprevisto no rigen principios: si le agarra el perro, si le
alcanza un disparo hecho en la oscuridad, si no alcanza el estribo del coche dispuesto
para la fuga164 antes de que los funcionarios de la policía le hayan cogido. El azar lo
mismo puede ser propicio que adverso. La caja de caudales puede ser lanzada a lo
alto por la explosión y “caer de lado de la apertura de modo que ni si quiera entre diez
le podrían dar la vuelta y quedar el dinero tan seguro como en el banco de una gran
ciudad”165.
Si hubiese quedado de pie, el ladrón habría podido vaciarla en cinco minutos.
Pero las cosas han sucedido de otra manera. El mismo BLACK, que tenía tan mala
suerte, estaba un anochecer asomado a la ventana de su hotel. Más allá, en la misma
casa, se enciende una luz. Un hombre grueso, bastante bebido, con el sombrero
puesto, saca un montón de dinero del bolsillo y comienza a contarlo. Ríe, está muy
contento. Arrima una silla a la ventana y baja las cortinas. Se ve la silueta.
Empaqueta el dinero y lo coloca en lo alto. Es un escondite seguro. Es mucho más
prudente que colocarlo debajo de la almohada. BLACK abre sin esfuerzo la puerta de
la habitación a las cuatro de la madrugada. Había dudado un momento
preguntándose si no sería alguna trampa, pues la cosa parecía demasiado buena. Sin
embargo, sólo mediaba el acaso y el sueño sano de la tontamente ladina víctima.
Se eliminan muchos peligros cuando se roba allí dónde se conocen bien las
personas y las circunstancias. BENNEY penetró por la noche en el club en que había
trabajado. “Yo estaba terriblemente receloso y al mismo tiempo excitado de un arara
manera”166. De repente le abandona el miedo. Diez minutos antes de que entrase el
personal del servicio deja la casa con un rico botín. Pero cuando por segunda vez
roba en el club, apenas encuentra dinero. Los huéspedes están en guardia. Una
pitillera de valor que allá, le traiciona. La repetición que desde el punto de vista
técnico facilita, le ha perdido. Las fuerzas del Estado estaban ahora prevenidas para
él. La facilidad de la preparación se convirtió para el en una fatalidad.
164
SPENSER, ob. cit. Pág. 189.
165
BLACK, ob. cit., pág. 322.
166
BENNEY, ob. cit., pág. 209.
§ 11
La cuantía del perjuicio inferido por el robo con fuerza en las cosas no sólo
importa al propietario. Además de las compañías de seguros, resultan afectadas
materialmente todas las personas que tienen que pagar en un distrito primas de
seguros. Cuando yo explicaba en Kansas City, la prima era de 85 dólares por cada
1.000 sustraídos por robo con fuerza en las cosas en edificios comerciales. Está suma
era un 136 por 100 más alta que en Louisville (Kentucky), un 110 que en la vecina
Wichita e incluso un 14 que en Detroit, Chicago, Los Ángeles y San Luis, ciudades
en las que la delincuencia está sólidamente organizada167. Por ello, todo propietario
de Kansas City, aunque no resultara afectado directamente, era perjudicado –
indirectamente- y, en un sentido amplio, víctima del robo. Como quiera que en
Kansas City se producían más del doble de robos con fuerza en las cosas en
comercio, almacenes, etc., que en las casas habitadas, podía mantenerse la prima por
protección de éstas en 32,50 dólares, siendo, sin embargo, así y todo, un 80 por 100
más alta que en la próxima Wichita.
El robo con fuerza en las cosas está, por lo que concierne a su rendimiento,
entre el hurto simple y el robo con violencia o intimidación en las personas, como lo
muestran las cifras que he calculado para los Estados Unidos y redondeo aquí:
TABLA XXXVI
Dólares
Hurto ......................................................................................... 30
Robo con fuerza en las cosas ..................................................... 60
Robo con violencia o intimidación en las personas .................. 105
Las cifras alemanas en los distintos períodos de tiempo estudiados son más
bajas:
167
Según comunicado de funcionarios de la Central Surety and Insurance Corporation, en el Kansas
City Star de 13 de enero de 1948.
168
Con arreglo a las cifras publicadas en el Uniform Crime Reports de 1936, página 149; 1937, pág.
208; 1938, pág. 151.
TABLA XXXVII
Cuantía de los daños causados por el robo con fuerza en las cosas
(Porcentajes)
1906-13 1925-30
1938- 48
169
KOTTE, ob. cit., pág. 37. Las bases de cálculo no son muy grandes para el hurto agravado, y por
ello hay que utilizarlas con precaución.
170
MÜLLER, ob. cit., pág. 33. Al 22,7 por 100 se contrapone, en el hurto, el de 12,4 cuando se
consideran objetos por valor superior a 75 marcos.
autores de robos con fuerza en las cosas o una decreciente efectividad de la policía,
absorbida por la guerra y las misiones políticas, y acaso hecha impopular171.
TABLA XXXVIII
171
El antagonismo de la población se traduce en la falta de aquella colaboración, sin la cual no puede
realmente funcionar ninguna policía.
172
MÜLLER, ob. cit., pág. 3. Las cifras se han de multiplicar, al menos, por 100.
173
Uniform Crime Reports, Washington, 1938, pág. 206. El concepto de “varios” es demasiado amplio
para fundamentar conclusiones científicas.
174
W. T. BRANDON, “Yellow Kid Weil, Chicago, 1948, pág. 296.
175
Ob. cit., pág. 289.
contabilidad. No tiene ninguna finalidad el engañarse a sí mismo, y hacer ignorantes
e ingenuos a otros con ilusiones. Es un hecho que estos individuos obtienen muy
grandes sumas, no sólo en los Estados Unidos, sino a veces también en Europa.
Cuanto más claro tengamos éste hecho ante la vista, tanto mayor será el impulso para
perfeccionar la teoría y la práctica de la defensa. No necesita subrayarse que entre
miles y miles de robos sin importancia se produce un gran golpe, y que, además de la
exacta preparación y ejecución rigurosa, juega un importante papel aquel elemento
imponderable del feliz azar. Como siempre. Cooperan aquí momentos
constitucionales y numerosos factores del mundo circundante, sumándose o
restándose de modo peculiar.
En la cuestión del importe, que hemos mencionado ya en varias ocasiones,
hay que distinguir entre el golpe grande aislado y la acción continuada que puede
caracterizarse quizá como el tipo europeo. El delincuente berlinés Fritz Wald
confiesa haber cometido robos con fuerza en las cosas. El valor del botín se estimó
en dos millones de marcos. Para disminuir el resentimiento del público y del tribunal,
afirmó que el fruto real que obtuvo fue sólo de 42.000 marcos 176. Los ladrones
neoyorquinos de cajas de caudales Stepka y Patrek robaron o intentaron robar bancos
en las fechas siguientes177: 18 y 31 de octubre, y 13 y 25 de noviembre de 1944; 17
de enero, 12 de marzo; 14, 21 y 28 de mayo y 1 de junio de 1945. Con algunas
irregularidades, la curva de la actividad se eleva hacia la mitad del mes; la rápida
cadencia final condujo, casi obligadamente, a la detención. Leslie participó, en
opinión de la policía, en los siguientes robos con fuerza en las cosas durante los años
1872-74178.
Dólares
176
SLING, ob. cit., pág. 211.
177
RADIN, ob. cit., págs. 180 y sigs.
178
HARLOW ob. cit., págs. 71 y 72.
179
Saturday Evening Post, 1950, pág. 96.
Después de comprobar que el Banco de Northampton, en Massachusetts, era
un pudding, esto es, muy vulnerable, le atacó un grupo bajo la dirección de Leslie y
obtuvo 1.500.000 dólares en dinero y valores 180. Arthur Barry, después de ser
detenido, llevó a la policía a través de veintitrés residencias de gente rica dónde
había robado. El importe de las joyas obtenido durante su carrera se estimó en lo
menos dos millones de dólares, probablemente cuatro. No se nos ha dicho lo robado
por el célebre John Wood, pero él se alababa de haber participado, en un sólo verano,
en Montreal, en ciento cinco robos con fuerza en las cosas181. A fines de enero de
1950 penetraron ladrones, no se sabe cómo, pero probablemente con una llave falsa,
en la morada neoyorquina de una señora muy rica, y desaparecieron con joyas por
valor de 428.000 dolares182. Se comprende que las compañías de seguros estén
intranquilas a veces. En éste caso había contraído matrimonio con un millonario una
mujer que antes había sido modelo.
§ 12
Los progresos en la técnica del robo con fractura han reducido el número de
las personas que tienen que participar necesariamente en él. Prescindiendo de lo que
los americanos llaman el carry-away-sistem183, en el que se llevan la caja de caudales
entera para abrirla con toda tranquilidad en algún lugar solitario, se precisan de cuatro
a cinco hombres, no más. Con una preparación adecuada y tomando las medidas de
precaución convenientes, bastan dos hombres para trabajar con el soplete de
oxiacetileno. Ésta es la forma básica de la asociación criminal. Para el robo con
escalo, basta un hombre, e incluso esto es lo corriente.
Cuando se reúnen dos hombres para una empresa, puede ser para un golpe
aislado o por un tiempo mayor. A veces los coautores se complementan. El uno es
conocedor del lugar y del valor de las cosas, el otro es perito en lo que concierne a la
técnica del robo. Para un gran robo en Württemberg se emparejaron un antiguo
viajante comercial de la firma, que conocía exactamente la localidad y el valor de las
alhajas, y un conocido ladrón berlinés 184. El error del criminal profesional consistió
sólo en haberse asociado con un aficionado que no estaba sujeto a las rigurosas reglas
de la moral del delincuente y que no se sentía ligado al código del honor del mundo
superior ni al de los bajos fondos, estafándole por eso en el reparto del botín.
180
HARLOW, ob. cit., pág. 77.
181
New York Times de 22 de enero de 1951.
182
New York Times de 30 de enero de 1950. A la pregunta de los funcionarios de lo criminal, de por
qué guardaba en casa todas sus joyas, declaró la víctima: “Sencillamente, porque las llevaba encima.”
El esposo la consoló: “No te preocupes, querida. A fin y al cabo, sólo se trata de dinero, y además
estamos asegurados.”
183
RADIN, ob. cit., pág. 183.
184
Pitawal der Gegenwart, vol. III, Tubinga, 1907, págs. 193 y sig.
Pero también se producen otras combinaciones humanas. De una parte, el que
proyecta pasivamente, con tendencias homosexuales, y de otra el hombre
emprendedor, un “héroe” que es admirado y cuyo rendimiento aumenta bajo el influjo
de está veneración185. Salta a la vista está composición de la pareja, de grande y
pequeño, muy corpulento y muy flaco. “Uno era imponente, tenía más de 1,85
metros de altura y pesaba más de 200 libras”, relata un funcionario de lo criminal
cuando vio por primera vez a la pareja Patrek y Stepka. “El otro es exactamente lo
contrario: delgado, de 1,60 metros aproximadamente de alto.” Lo mismo aparece,
por los retratos, León Krämer, muy alto y musculoso, y su pareja Whittemore,
conocido por el apodo de Kandy Kid186, pequeño e infantil. Estas peculiares
formaciones de parejas merecen ser estudiadas más detenidamente por la ciencia.
Wittemore tenía inclinación por el rojo: su querida tenía el pelo rojo, y cuando por
ser buscado tenía que desaparecer, se desfiguraba tiñéndose el pelo de rojo. La banda
se distribuye el trabajo con arreglo a la experiencia y el rendimiento de cada uno.
BLACK187 ha dado la mejor descripción de una compacta comunidad de trabajo. En
ella estaba George, el jefe reconocido por todos. Se alababa de no haber trabajado un
sólo día desde que cumplió el servicio militar, aparte de una vez que entró en una
fábrica de cajas de caudales, dónde quería aprender algo sobre cajas fuertes y
cerraduras. George quedo lesionado en un pie de una explosión perseguía los
modelos que tan exactamente conocía, y los abría “como sandías maduras”. El
segundo en gavilla era un gigantesco granuja de buen aspecto, “únicamente su mirada
era algo duro, y entorno a la boca tenía un gesto que recordaba a un carnicero”.
Johnnie, el soldado, era el hombre más formal del grupo. Su misión consistía, en
cualquier circunstancia, en retener al vigilante mientras los demás trabajaban dentro.
Y el mismo BLACK, el más joven, conocido siempre sólo con el nombre Kid, mitad
delicado, mitad desdeñoso, que era utilizado, a causa de su aspecto inocente, para
obtener información de toda clase.
Mientras el grupo subsiste es un mecanismo humano de protección. Cuando
se deshace constituye un doble peligro. No sabemos por que el gran autor de robos
con fractura Leslie, terminó con cuatro balas en la cabeza. No hay duda de que
habían surgido la desconfianza, los celos y el odio. El cajero de un banco del Estado
de Maine en el que se cometió un robo sufrió tan terribles heridas en la cabeza, que
falleció poco después188. Entre los ladrones se contaba que Leslie se había indignado
tanto con está brutalidad innecesaria que suspendió inmediatamente el trabajo en la
caja de caudales; el estado de la caja indicaba una interrupción repentina. Los
185
“En la prisión conoció él a Franz Blecha, autor de robos con fractura... Entre ambos nació muy
pronto, incluso en el aspecto sexual, una relación intima... Blecha era temerario, brutal, de gran fuerza
física, y poseía rica experiencia como carterista y en robos con fractura, en los que se valía de sus
conocimientos profesionales, puesto que era cerrajero y montador.” (Pitawal der Gegenwart, vol. III,
Tubinga, 1907, pág. 195.) Blecha fue internado más tarde en un manicomio. El amigo impresionado,
propuso a su querido Franz “matarse juntos disparándose un tiro”, pero se dejó disuadir de está
intención (loc. cit., pág. 210).
186
Chicago Sunday Tribune de 15 de enero de 1950.
187
BLACK, ob. cit., pág. 106 y sigs.
188
HARLOW, ob. cit., pág. 79. Leslie había estado muy deprimido antes de su muerte. Padecía con el
conflicto entre sus sentimientos humanitarios y su solidaridad criminal.
cómplices no pudieron olvidar la pérdida. En la reacción humana de Leslie vieron
una traición.
Se sabe de algunos receptadores que no sólo advierten sobre las oportunidades
de robo que surgen, sino que hacen encargos ofreciendo un alto premio. Menos
frecuente es que el receptador se preocupe personalmente de seleccionar los
individuos que han de componer la pareja de ladrones, haciendo el papel de
“casamentero”, para conseguir un mayor rendimiento de la colaboración de ambos189.
VII. ROBO Y EVASIÓN
§ 13
Nada más natural que un buen autor de robo con fuerza en las cosas sea un
buen evasor. En la evasión también se abren túneles, se emplean escaleras 190, se
confeccionan llaves falsas191 La diferencia esencial consiste en que el establecimiento
penal el aparato de vigilancia humano es más fuerte, mejor armado y mejor
organizado. De los criminales conocidos – para citar sólo algunos - , se evadieron
Shinburn192, Mac Coy193, un colaborador de Leslie, Whittemore 194 y Barry195. Tommy
Dowd, que se escapó de la prisión de Joliet “absolutamente a prueba de evasiones”,
era un especialista en cajas de caudales196. Todavía hoy se cuenta la historia de su
fuga en todas las penitenciarías norteamericanas.
Emil Strauss, trepador de fachadas y ladrón con escalo, mató de un tiro, en
diciembre de 1919, a un funcionario de lo criminal. Desde 1911 venía cometiendo
robos en los grandes almacenes, de una manera sin par por su cuidadosa preparación
y audacia. Éste “desprecio a la muerte” se comprende cuando se sabe que su madre
se había suicidado, su padre era un borracho y el hermano menor epiléptico y sordo.
Él mismo sufría accesos depresivos, pero en otros períodos desarrollaba una actividad
sin freno. Afirmaba haber adquirido el arma para poner fin a su vida caso de que
escalando una fachada se cayera y quedase inútil. Emil Strauss, muy alto y fuerte,
siempre bien vestido197, de aspecto agradable, se había evadido incluso de la
189
“Tú y Sparky – dijo el receptador que me presentaba - , formareis un gran equipo. Si, un gran
equipo.” (SPENSER, ob. cit., pág. 225.) Sobre una de las más célebres receptadoras de Nueva York,
véase HARLOW, ob. cit., pág. 75 y 76; sobre el trato con receptadores, véase BLACK, ob. cit., págs.
335-337.
190
David LAMSON, We who are about to die, Nueva York, 1935, pág. 86.
191
Me acuerdo de una tentativa de evasión en la penitenciaría de Raleigh (Carolina del Norte), en la
que se fabricaron las llaves del bloque de celdas y del auto del director.
192
ROWAN, ob. cit., pág. 234.
193
Se le describe como un gigante calvo, y tenía el apodo de Big Frank. Se fugó de la prisión del
estado de Delaware y fue capturado en el estado de Virginia. A causa de su peligrosidad, se negó
Delaware a recibirlo de nuevo: “...she just didn´t want him around”. (HARLOW, ob. cit., págs. 70 y
71.)
194
Chicago Sunday Tribune de 15 de enero de 1950.
195
Chicago Sunday Tribune de 12 de febrero de 1950.
196
Edward H. SMITH, You can escape, Nueva York, 1929, págs. 151 y sigs.
197
Un abogado ha descrito la impresión que le causó Emil Strauss, como cliente desconocido: “Hace
años le vi por primera vez en mi consulta. Era un caballero alto, elegante, con impecable abrigo de
penitenciaría de Naugard. Cuando su hermano menor, que estaba muy unido a él,
cumplía una pena de reclusión, penetró Emil Strauss con dos cómplices desconocidos
en la misma prisión, saltó por encima de varias verjas, forzó una puerta y la puerta de
la celda, y sacó de allí a su hermano. La entrada en la penitenciaria sólo fue posible,
quizá, porque se produjo en el año revolucionario de 1919. A los pocos días, el
sábado 2 de diciembre de 1919, se dejaron encerrar los hermanos en un Liceo,
pasaron por los tejados a una casa de sedas mundialmente conocida, descendieron por
una escala de cuerda al depósito de mercancías, forzaron una ventana y robaron seda
por valor de varios cientos de miles de marcos. Por seis veces tuvieron que pasar los
bultos por encima del tejado, hasta un coche que tenían esperándolos. El domingo
suspendieron el trabajo, fueron a la taberna de Kempinski, regresaron y terminaron el
lunes de madrugada. Rara vez se han utilizado de modo más abierto las mismas
habilidades físicas198 para el robo y la evasión.
Aunque algunos tipos de autores de robos con fuerza en las cosas y de robos
con violencia se entrecruzan, yendo desde el atraco en los años mozos al robo con
fuerza en las cosas, existen, sin embargo, marcadas divergencias en el temperamento
de ambos grupos. Así en los motines de las prisiones, casi siempre están a la cabeza
los atracadores. El jefe en el alboroto del establecimiento penal de Canon City, en
Colorado, en el que perecieron ocho funcionarios y un cierto número de presos, fue
Pardue. Estaba cumpliendo una pena de veinte a treinta años por robo con violencia
cualificado199. Otro preso, Reiley200, estaba condenado de treinta años a perpetuidad
por robo con violencia cualificado. En la evasión violenta del establecimiento penal
de Hunstville (Tejas) utilizando un túnel, participaron siete hombres: cuatro de los
fugados estaban condenados por el robo con violencia, dos como delincuentes
habituales – ambos de por vida -, y sólo uno era falsificador de documentos. Junto al
temperamento agresivo del atracador, influyen las penas muy largas: los reclusos de
Hunstville estaban condenados a veintitrés, veinticinco, cuarenta y cinco y sesenta y
cuatro años201. El hombre al que le habían impuesto sesenta y cuatro años de prisión
tenía treinta y ocho de edad en el momento de la evasión. Estaba pues condenado, en
realidad, a reclusión perpetua. La vida que podía perder al tratar de evadirse no tenía
ya mucho valor. También en las desesperadas tentativas de evasión de Alcatraz,
especialmente en el motín de 13 de enero de 1939, los jefes eran atracadores de
bancos y dos sujetos que estaban condenados a reclusión perpetua por secuestro de
niños202.
pieles el más moderno de los sombreros de copa y un artístico bastón de paseo en la mano enguantada.
Me rogó con tono agradable y tranquilo que callase su nombre...” (Karl OTTEN, Der Fall. Strauss,
Berlín, 1925, página 60.)
198
“Ellos (los hermanos Strauss) trepaban por las fachadas y caminaban sobre los tejados y los muros
como otros andan por la calle.” (Ob. cit., pág. 68.)
199
Report of the Governor’s Special Committee to investigate the State Penitentiary, Denver, 1929,
pág. 7.
200
Ob. cit., pág. 13. Éste incendiario se apodaba Red Reiley, y tenía por consiguiente, el cabello rojo.
201
Associated Press de 26 de diciembre de 1949. Estaba un funcionario sobre el muro por debajo del
cual se habían fugado los amotinados, pero no los vio.
202
James A. JOHNSTON, Alcatraz island prison, Nueva York, 1949, pág. 211 y siguientes.
CAPÍTULO III
§1
1
Sobre la comprobación de GORING, véanse las cifras de mi Strafrecht und Auslese, Berlín, 1914,
pág. 160.
y multiplican la fuerza, pertenece a una época, quizá biológicamente tan
comprensible como socialmente reprobable, en la que comenzaban la caza y la guerra
e incluso se luchaba por la mujer. Incluso el Estado moderno explota estos períodos
de osadía, alegría en las armas, tumulto y formación de columnas para el ataque y la
defensa.
No obstante, por encima de todas las consideraciones etiológicas está la
necesidad de orden y tranquilidad de la sociedad y su tendencia a decisiones
expeditivas. Por ello se aplica ampliamente en Alemania, lo mismo que en los
Estados Unidos, la pena de reclusión.
TABLA XXXIX
(Porcentajes)
TABLA XL
(porcentajes)
Prisión
Años Reclusión
En total Menos de un año
Las cifras británicas fueron siempre muy bajas. Subieron 91 ingresos por
atraco en 1939 a 319 en 1948. En los tres años de 1939 a 1941,sólo fue condenado
un 19,3 por 100 a la pena de reclusión, pero en 1947- 48 subió la cifra a un 33,16. Las
estadísticas penitenciarias inglesas traen cuidadas indicaciones sobre la aplicación de
la pena de azotes en los establecimientos penales 7. Casi siempre se trata de ataques a
los funcionarios de establecimiento. Sería importante saber por que delitos estaban
en la prisión los presos agresores. Puede presumirse que entre ellos habían un cierto
número de atracadores.
4
Report of the Commissioners of prisons for the year 1950, Londres, 1951, pág. 137.
5
BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 93
6
Calculado con arreglo a las cifras contenidas en el Report, antes citado, 1939, página 98; 1940, pág.
102; 1941, pág. 186; 1948, pág. 103, y 1949, pág. 151.
7
Ob. cit., 1948, págs. 96, 97; 1949, pág. 144: 1950, págs.130-131.
La evolución alemana muestra puntos máximos que se agrupan en torno al
movido y borrascoso año de 1921 en la posguerra, y al año 1932, el de la crisis
económica. Las cifras conjuntas para todas las formas de atraco y extorsión
asimilada al robo ocultan las diferencias más sutiles que existen. La forma más
frecuente de aparición es el robo cualificado (§ 250, párrafo 1, núms. 1 a 4 del Código
Penal Alemán). El robo simple con violencia o intimidación en las personas es
relativamente raro8.
TABLA XLI
Por cada
Por cada
Año Total 100.000 Año
Total 100.000
Habitantes
habitantes
8
En 1931, por ejemplo hubo 238 cadenas por robo simple con violencia o intimidación en las personas
y 767 por robo agravado (Krim. Statistik für das Jahr 1931, Berlín, 1934, pág.
9
Sobre las fuentes de estas cifras véase la pág. 18, nota 14. No son científicamente utilizables las
cifras relativas al período de la primera guerra mundial (1915-18) y al régimen de Hitler (1933-40),
porque la población civil masculina – durante la guerra por movilizaciones en masa; en la época de
Hitler, por la reorganización del ejército, el gran aparato del partido y otras medidas – experimento una
transformación completa. Desde 1935 se produjeron, además, grandes modificaciones territoriales
(Sarre, Austria, etc.) que trastornan el cuadro, como ya hemos dicho antes.
1917 435 - 1932 1471 2,9
1918 316 - 1933 1283 2,6
1919 972 2,1 1934 649 1,3
1920 1327 2,8 1935 620 -
1921 1789 3,7 1936 598 -
1922 1517 3,2 1937 475 -
1923 999 2,1 1938 502 -
1924 1155 2,5 1939 519 -
1925 864 1,8 1940 248 -
§2
En éste brusco subir y bajar de los números salen a al luz los factores más
variados. La guerra santifica la violencia porque nos aproxima al estado de la
naturaleza y debilita el apreció de los bienes ajenos que trae su vigencia de la sanción
de las leyes. La pequeña criminalidad del robo con violencia, influida por la
situación económica, va acompañada de un romanticismo no sin peligros del atraco,
uniéndose el ánimo de lucro con el falso heroísmo y la imitación falsificada del
“vencedor” privado. No se produce sin público, y éste público es la banda que reviste
a su “capitán” con la gloria del caudillo; está criminalidad del atraco cobra sus
fuerzas en las necesidades anímicas del pubescente o del incomprendido. En el
prólogo que escribió Schiller en la pascua de Resurrección de 1781 para Los
bandidos, se hace más hincapié en el ímpetu de los instintos que agitan al sujeto que
en su dirección criminal. “Un espíritu – escribe – cuyo mayor pecado lo provoca sólo
el amor a lo grande que le invade; el deseo del poder que reclama; el amor al peligro
que le acompaña. Un hombre importante, pero raro, en la plenitud de sus facultades,
según el camino que tome, llegará a ser necesariamente un Bruto o un Catilina. Las
coyunturas desfavorables deciden lo segundo, y sólo tras de una grandísima maraña
logra lo primero.”
Únicamente éste tipo podía llegar a convertirse, con ayuda de especiales
circunstancias, en el bandido “generoso” que perdura en las leyendas de los pueblos.
Tal fue el piadoso y valiente Robin Hood del siglo XII que únicamente robaba a los
grandes señores y a los prelados ricos, socorría a los pobres y ha dejado en el pueblo
tan buen recuerdo, que en 1832 se podía escribir sobre él todo un volumen de
baladas10. Tal fue Schinderhannes, el azote de Dios, como se llamaba él mismo, una
plaga como cualquiera otra enviada del cielo 11. Tal fue el héroe de Schiller, Karl
10
J. J. JUSSERAND, ob. cit. Pág. 208.
11
ELWENSPOEK, ob. cit., pág. 59.
Moor, que regalaba su parte de botín a los huérfanos y sufragaba los estudios de
“jóvenes pobres que prometian”12. Los anillos que llevaba se los había arrebatado
sólo a malvados, ministros, consejeros de finanzas y clérigos fanaticos 13 que faltaban
a sus deberes. Tal fue Jesse James, que en los años de la guerra civil norteamericana
recorrió como un nublado el estado de Misuri robando trenes y bancos14. Tales
fueron, en escala mucho menor los grandes gángsters norteamericanos de los últimos
años de la decena de 1920 a 1930 y comienzos de la siguiente, que sólo pudieron
durar tanto porque a su modo expresaron la protesta de las masas a las que la quiebra
de los bancos había empobrecido y hecho desdichados 15. Cuando surgen estos tipos
que pueden sostenerse más tiempo de lo que sería en una sociedad estable, anuncian
perturbaciones sociales funcionales, y cuando el pueblo los disculpa, acusa con ello a
los tiempos y su propia impotencia.
En los primeros años de la posguerra disminuyeron los tipos descritos frente al
robo con violencia por necesidad, complicando la situación los extranjeros, es decir
los prisioneros de guerra puestos en libertad pero no enviados a sus casas 16. El
número de los atracos e intentos de robo con violencia de que se tiene noticias raya en
lo colosal, y aumenta en los meses de invierno, como se deduce en las siguientes
cifras:
TABLA XLII
TABLA XLIII
Robo y paro
23
También son lugar frecuente de atracos las fábricas.
24
“En Coesfeld, un desconocido robo en mayo de 1948 a una transeúnte sus vestidos (Chaqueta, falda,
jersey, medias) y el bolso de la compra.” (JACOBS, ob. cit., pág. 139.) “En algunas grandes ciudades,
por ejemplo, en Francfort, se ha convertido en un fenómeno habitual el menor o el joven que para al
transeúnte o ciclista, les quita la cartera o la bicicleta y desaparece en la oscuridad.” (BADER. Ob.
cit., pág. 86 y 87.)
25
Véanse las cifras del investigador en BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 30.
26
Según FELDMEIER y HOELKESKAMP, citados por BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 31.
depósitos de mercancías y a alas casas de los campesinos. Sólo después de la reforma
monetaria volvieron a ser atacados los pequeños bancos y las cajas de ahorros. En los
Estados Unidos, según la estadística policial de las ciudades, la calle ocupa el primer
lugar de todos los atracos, con un 57,93 por 100. Siguen las empresas comerciales
con un 25,36 por 100. Los surtidores de gasolina dan el 8 por 100 del total 27. De
16.503 atracos que en 1938 llegaron a conocimiento de la policía, sólo 24 habían
tenido por objetivo un banco. Estas cifras son posiblemente ciertas para los
gigantescos bancos de la gran ciudad, pero no prestan atención a los anticuados
establecimientos provincianos, ni tampoco a las pequeñas oficinas de correos, cuyo
jefe tiene que comprar su propia caja de caudales y no adquiere el modelo más caro
porque el Estado cubre las pérdidas producidas por el robo con fuerza en las cosas o
violencia o intimidación en las personas. Las oficinas de correos supletorias están
administradas en parte por mujeres viejas. Al llegar determinada fecha de ingresos y
pagos, siempre hay allí un par de cientos de dólares.
§3
27
Uniform Crime Reports, 1938, pág. 159. El atraco simple en la calle está dificultado técnicamente
en los Estados Unidos porque por la noche va poca gente a pie, incluso cuando se trata de trayectos
cortos. El profesional thief, de SUTHERLAND ob. cit., páginas 47 y siguiente, ha descrito la
dificultad que hay para robar a un hombre entre la puerta del banco y la del coche. Hay que emplear al
mismo tiempo astucia y una ligera violencia (“They push gently around”).
28
Tipos de está clase fueron, en los primeros tiempos norteamericanos de posguerra, Belle Starr y
Calamity Jane, llamada, en la jerga periodística, “la setentona lady Wildcats”. (B. A. BOTKIN, A
treasury of Western Folklore, Nueva York, 1951, págs. 349 y 354.)
29
BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 58. Las cifras de condenas en 1947-48 correspondientes a Norte del
Rin-Westfalia arrojan, según BAUMSTEIGER (ob. cit., pág. 59), el 4,7 por 100, y con ellas está
ampliamente por encima del promedio del Imperio en los años 1931-38, que fue de 2,5 por 100.
30
No es posible una separación.
31
JACOBS, ob. cit., pág. 150.
32
Loc. cit.
cómplice tapando la boca con la mano33, no veo yo todavía los rasgos de una
“delincuente con violencia”. Cuando una mujer quita al atracado la corbata mientras
el amigo sujeta a la víctima, para poder atar a está las manos, sólo existe una forma de
violencia que está en relación con la situación del robo y hay que ver en ella el miedo
a ser descubierta y a la pena. La función de la mujer ante todo es la de atraer a la
víctima y llevarla a un sitio apartado. Pero con esto va a parar fáctica y jurídicamente
en el subsiguiente suceso del robo sin que ella se forme una clara idea de que ya antes
del atraco se ha convertido en auxiliar.
La distribución por edades muestra con toda claridad la participación de los
grupos juveniles, los cuales han palpitado también según la situación económica, al
compás de los efectos psíquicos posteriores a la guerra, con la derrota y el
derrumbamiento.
TABLA XLIV
(Porcentajes)
Wuppertal Duisburgo
Essen Aquisgrán
Estos porcentajes dependen, como es natural, tanto del destino físico como del
destino social de los otros grupos. Si los grupos medios están en campaña o han sido
retenidos en parte prisioneros, crece el porcentaje de jóvenes y viejos.
33
BAUMSTEIGER, pág. 60. El segundo caso, según KINZIG, loc. cit. El empleo de la violencia se
distingue de la paralización de la resistencia por medio de hipnosis o administrando un narcótico.
Carece de fundamento sostener, como se ha propuesto, que frente a las prácticas actuales de los
delincuentes tienen que fallar las reglas de la lógica. Es asunto de legislación, no de interpretación.
34
Calculado con arreglo a las cifras que da BAUMSTEIGER (ob. cit., pág. 62), el cual se apoya, para
Wuppertal en HOELKESKAMP, para Duisburgo en FELLER y para Essen en FELDMEIER.
HOELKESKAMP35 ha calculado para los años 1940-44 en Wuppertal un porcentaje
de jóvenes menores de dieciocho años no inferior al 83,2, al que sólo se añade un
16,7 de adultos de cuarenta a cincuenta años. LIEPMANN ha apuntado muy
correctamente a las disculpables faltas de asistencia a las escuelas nacionales en la
ciudad de Colonia durante la primera guerra mundial 36. ¿Qué hacían los muchachos
en su tiempo libre?
En Colonia la escuela perdió su autoridad educativa durante la primera guerra
mundial y los años revolucionarios de la posguerra al ritmo siguiente:
TABLA XLV
Años Faltas
1914 15,09
1915 18,72
1916 22,39
1917 47,70
1918 40,94
1919 58,07
1920 54,37
En el Imperio las condenas por atracos subieron a saltos durante ese tiempo:
Años Condenas
1918 396
1919 972
1920 1.327
Es seguro que estaban en juego, además otros factores, y que en 1919 los
antiguos “jóvenes” estaban de nuevo en casa. Ellos se resolvieron, sin embargo, a
conducir las bandas de menores, que desde los últimos años de la guerra estaban ya
muy ejercitadas. Lo que hacían los soldados que regresaban, los héroes, era bueno y
digno de ser imitado. Pero los jóvenes tendrían que aprender de nuevo, poco a poco,
que el modelo en la guerra es algo completamente distinto al modulo durante la paz.
En la segunda guerra mundial se añadió a la desmoralización psíquica el terror
de los bombardeos nocturnos. El que ha escapado al incendio y a las explosiones no
tiene ya el viejo temor a los peligros con los que el Estado trata de mantener a los
35
Ob. cit., pág. 62.
36
LIEPMANN, ob. cit., pág. 88.
ciudadanos en el camino recto. La guerra de aniquilamiento ha destruido también el
efecto intimidante de la pena.
§4
TABLA XLVI
1885-9237
TABLA XLVII
37
BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 35.
Robo con violencia y estación del año
Fundamento del cálculo: 382 ciudades con 51.283.770 habitantes. Base: 100
38
Véase mi libro The criminal and his victim, pág. 353.
39
Las tardes del sábado y los domingos las casas públicas organizan reservados para señoras.
40
Von HENTIG y VIERNSTEIN, Untersuchungen úber den Sittlichkeitsverbrecher, en Zeitschr, fúr die
gesamte Neurologie und Psychiatrie, 1921, pág. 339.
41
BAUMSTEIGER, ob. cit., pág. 39.
42
Véase en la página 126 el diagrama “Robo con fuerza en las cosas y robo con violencia e
intimidación en las personas”.
datos sobre las cosas obtenidas mediante él, se vería que entre las diez y las doce de
la mañana son atracados bancos y comercios – especialmente cuando una parte del
personal sale a tomar un bocadillo –, y que el máximo de la medianoche se refiere a
surtidores de gasolina drugs stores e individuos que, más o menos serenos, se dirigen
hacia sus casas a la salida de los teatros, cines y restaurantes. Sobre estas horas se
roban también las cajas de los hoteles, en los que puede entrar cualquiera, a menudo
en serie en una noche, así como los restaurantes, que cierran precisamente a está hora;
clubs de juego, caja de los cines; en pocas palabras, en establecimientos que antes han
tenido unos ingresos y que están abiertos al público.
§5
43
United Press de 17 de enero de 1950.
definitiva se confesó que había desaparecido un millón en moneda y 500.000 dólares
en cheques44. Los atracadores huyeron en dos coches y no han podido ser capturados
hasta la fecha.
Dos años después, en la misma ciudad, los ladrones abrieron uno de estos
coches acorazados mientras el conductor y la escolta armada tomaban café en un
local, y escaparon con 681.000 dólares 45. Está justificado hablar aquí de atracos a
bancos y robo con fuerza en las cosas en bancos aunque se trate de una nueva especie
de “objetos cerrados” móviles en el sentido del Código penal alemán.
§6
50
Pero también los utiles para el robo estimulan a algunas personas a la acción. Un observador
imparcial (JOHN, ob. cit., pág. 55) ha percibido por sí mismo que la extensa colección de estos útiles
que se guarda en el Museo Criminal de Dresde influía fuertemente sobre él. “Las diferentes y con
frecuencia raramente configuradas palancas, tenazas, palanquetas y cizallas, todas bien pulidas y con
un resplandor metálico, casi impulsaban a tomarlas en la mano.” Lo que ocurre con el no iniciado,
¿cómo no ha de ocurrir con el criminal apasionado por el juego y la excitación?
51
Claramente expresada por Everett de BAUM, The theory and practice of armed robbery, Harpers
Magazine, vol. 200 (1950), pág. 70.
52
Por razones que sólo cabe presumir, el clima de la costa del pacifico de los Estados Unidos produce
en las personas una inclinación al acto de violencia. En varios distritos de California, por ejemplo, se
cometieron más atracos que hurtos; así en San Francisco y Alameda Country, en Oakland y San
Joaquín County. (Ronald H. BEATTIE, Crime in California 1952, Sacramento 1953, págs. 62 y sigs.)
53
LANG, Der Bombenanschlag auf das Friedberger Rathaus, en Pitawal der Gegenwart, vol. VII,
Tubinga, 1912, págs. 216 y sigs.
A pesar de toda la preparación, algo novelesca, el atraco había fracasado. En el fondo
estaba la ingenuidad del atracador de poco fuste. “El atraco no es tan complicado
como el robo con fractura. Es tan sencillo como uno, dos, tres. Se agarra el dinero o
no se agarra”54. No se le ocurre a éste aventurero primitivo que puede haber
resistencia y ser luego capturado pronto. Olvidan lo principal.
Lo mismo que en el hurto de carteras y que en el robo con fractura, surge la
pregunta: ¿Dónde están las cosas de valor? Éste problema no necesita planteárselo el
joven que en el crepúsculo arrebata el bolso de la mano a una vieja señora para poder
desempeñar el domingo con su novia el papel de caballero, y al que bastan 10 ó 20
marcos para está semana. Hablamos aquí del delincuente profesional “con
personalidad”. Según opina De BAUM55, el valor del objeto se deduce comparando
el importe de lo cogido con el riesgo para ello. Dinero suelto y, en verdad, pequeños
billetes figuran en primer lugar en la lista. Los billetes muy grandes no son fáciles de
cambiar, sólo se logra por caminos tortuosos, y todo lo ilegal está recargado por
grandes comisiones. Las joyas muy costosas son invendibles durante algún tiempo y
ello aún desmontadas de su engarce. Adam Worth, el “Napoleón del hampa”, después
de haber robado el tren de diamantes de Kimberley y la oficina londinense de correos
de Hatton-Garden, tuvo que establecer con un granuja norteamericano llamado
Wynart un negocio regular de diamantes para poder desprenderse de las valiosas
piedras56. En épocas de alta presión tributarias y cuantioso beneficios de guerra, se
guardan en las cajas individuales de acero de los bancos o en casa grandes cantidades
de preciosas alhajas. Éste paso del depósito “seguro”, pero registrado fiscalmente, al
secreto del armario ropero o al escondite detrás de las vigas es un fenómeno de todos
los tiempos57. El atracador sale a su encuentro con una inspección relámpago del
lugar del hecho. A los criados y domésticos de la gente muy rica, que guardan en
casa mucho dinero y alhajas, se les abre la posibilidad de una elevada participación en
las ganancias o de una venganza eficaz caso de conflicto y despido. Tampoco está
traición de los secretos es un fenómeno aparecido en épocas recientes58.
54
Jack BLACK, ob. cit., pág. 181.
55
De BAUM, ob. cit., pág. 70.
56
ROWAN, ob. cit., pág. 274. Una gran parte de los diamantes habría de ser vendida a los
comerciantes que eran los originarios destinatarios de los envíos.
57
Las ricas y solitarias casas de labor del Brabante constituyeron la meta de numerosas bandas de
bandidos en los años siguientes a la Revolución francesa. La puesta en circulación de asignados
determinó a muchos propietarios a guardar en su casa grandes cantidades de luises de oro.
(RAUCHHAUPT, ob. cit., pág. 17.)
5
“Tiene tanto en la ciudad como en el campo,
casi en todas partes espías,
conoce exactamente
dónde vive la gente rica.
Sabe día a día
Cuáles son los ingresos de cada uno,
Incluso hasta el último cruzado.”
(ELVENSPOEK, Schiderhannes, pág. 243.) Cruzado: moneda alemana.– N. del T.
El jefe de la banda se echa la siguiente cuenta59: Una pandilla de tres hombres
que atraca tres pequeños transportes de salarios y recoge 30.000 dólares es
financieramente tan buena como una de cinco que atraca a un banco y obtiene 50.000
dólares. Sin embargo, su riesgo es diez veces menor. Menos partícipes significa
siempre menos peligro.
Comprobado el objetivo del ataque, comienza una nueva fase. Hay que reunir
una pandilla. Los solitarios no pueden verificar un atraco, a no ser que se trate de
establecimientos muy pequeños. Tres hombres bastan para un robo de salarios o un
atraco parecido60, más para el atraco contra un banco se necesitan cinco hombres. A
la pandilla han de pertenecer dos peritos: primero, un conductor de primera clase 61;
el hombre que ha de llevar la pistola. La pandilla pretende dominar con las armas,
mientras trabaja, a un gran grupo indeterminado de personas. Por esto pertenecen a
ella, a veces, dos pistoleros. El que puedan disparar no es suficiente. El atracador De
BAUM ha esquematizado las cualidades que ha de reunir éste miembro62, así como
también los demás:
Tiene que ser una “buena” persona, digno de confianza, eficaz, rápido de
pensamiento.
Tiene que tener ánimo, no dejarse arrastrar nunca por el pánico y no dejar en
la estacada en ningún momento a los compañeros.
Tiene que cumplir puntualmente lo acordado.
Tiene que haber demostrado una o dos veces ante la policía o los tribunales
que sabe cerrar la boca.
Tiene que ser absolutamente honrado en el reparto.
Tiene que poder resistir a la tentación de presumir de riqueza desusada ante
los demás.
Tienen que emanar de él aquella tranquilidad autoridad con la que se mantiene
en jaque a toda una sala llena de persona, pero no debe inspirar tal terror que hagan
alguna tontería. Las mujeres histéricas constituyen un problema especialmente difícil
y temido, porque no son accesibles a las amenazas.
Cuando la pandilla bien seleccionada está formada ya, comienza el concretar
los detalles del modo más serio. Los informes que han recibido son frecuentemente
inexactos, siempre demasiados optimistas. Se leen documentos bancarios y en el
caso de robo de salarios se averigua el número de los empleados. Antes del atraco al
banco del estado de Indianapolis, se presentó Little HOMER63, de aspecto inocente,
59
De BAUM, ob. cit., pág. 71. El atracador de poca importancia no toma muy en consideración el
riesgo. Confía en la edad de la víctima, la oscuridad y la rapidez de sus piernas. El azar le favorece, el
acaso decide en contra suya. Es un jugador que hace una puesta tremendamente elevada.
60
El atraco público en una calle de Nueva York (11 de enero de 1926) en el que quitaron a dos tratantes
en diamantes un saco que contenía piedras sin tallar por valor de 150.000 dólares, fue ejecutado por
cuatro hombres, más otro al volante del coche dispuesto para la fuga. (Chicago Sunday Tribune de 15
de enero de 1950.)
61
A veces se le elige entre los vencedores de las carreras.
62
De BAUM, ob. cit., pág. 72.
63
Su verdadero nombre era el de Homer van Meter. Era muy bajo, y tenía cara y voz de niño. Parecía
un inocente muchacho de coro e inspiraba a todo el mundo confianza y simpatía. (Alan HYND, ob.
cit., pág. 10.) Cuando “gang de Dillinger” necesitó armamento fue Van Meter a un puesto de policía
haciéndose pasar por reportero de una revista de Bolsa, y se hizo enseñar por los muy
honestos funcionarios todos los departamentos y la cámara acorazada. Aunque se
estudie minuciosamente a los empleados del banco, los jóvenes excitables, que van
mucho al cine, y los empleados que llevan treinta años de servicio en la entidad
constituyen un riesgo porque tienden a representar el papel de héroes o de defensores
de “su” banco, especialmente si están en presencia de sus superiores o de mujeres.
El hombre que conduce el coche tiene que procurarse primero un modelo
apropiado. Hay no pocos ladrones que proporcionan, contra una cantidad adecuada de
dinero, el modelo (año, fábrica, equipo) deseado. Los mejores son los coches
pequeños y rápidos, que arrancan en seguida. El conductor comprueba la ruta de
huida, a ser posible por callejas y caminos vecinales dónde no haya tendidos
telefónicos, con frecuencia recorre la calle arriba y abajo hasta que se la sabe de
memoria. En la ciudad observa las señales de tráfico. Si el tiempo no es demasiado
malo – la helada dificulta la fuga con auto –, sólo queda procurarse las armas,
considerándose más seguro el revolver que las pistolas. Estos preparativos pueden
llevar poco tiempo, pero pueden durar muy bien dos semanas. Cuanto mejor está
dirigida la banda, tanto más cuidadosa es la preparación. Dillinger construyó en el
campo modelos de oficinas de caja, con los que se adiestraba y en los que se
acostumbró a saltar con la rapidez del rayo a través de la ventanilla de un cajero 64.
Los atracadores mismos opinan que el ataque no ofrece ninguna dificultad cuando se
han tomado con la mayor atención todas las medidas necesarias65.
Antes de entrar en el Banco hay que cubrirse el rostro de algún modo. Según
la experiencia de los delincuentes, la parte inferior de la cara es la más difícil de
reconocer. Desde ese momento importa ante todo la sorpresa y la celeridad 66. En el
banco habla uno sólo. No es fácil ser al mismo tiempo duro y tranquilizador. El jefe
dice algo por el estilo a esto: “¡Que todo el mundo se quede en su sitio! Todos
tranquilos. Levantad las manos en alto, que yo las vea. Nadie perderá nada, más que
la compañía de seguros. Estad, por lo tanto, quietos” 67. La gente no debe entregarse
al pánico pero deben enterarse también de que los ladrones no entienden de bromas.
Terminado el atraco, el hombre que lleva el revólver ha de cubrir la retirada.
El coche para la huida, que está preparado con el motor en marcha, dobla primero
varias esquinas y toma luego por una calle poco frecuentada que permite la máxima
velocidad. Después cambian de coche. Después de trasladarse rápidamente meten lo
robado en el coche propio. El vehículo hurtado es conducido todavía algo más lejos,
como sí fuera un periodista, se hizo enseñar todo, incluso las armas, y a la pregunta de cuándo se
publicaría su historia detectivesca, contestó: “En breve.” A la noche siguiente era saqueado el puesto,
en el que tan sólo un funcionario estaba de guardia.
64
Alan HYND, ob. cit., pág. 10.
65
“There is not much to the holdup.” (De BAUM, ob. cit., pág. 74.)
66
Dillinger fijaba siempre un tiempo determinado: ciento cuarenta y cinco o ciento ochenta y cinco
segundos. A veces entre la entrada y la salida debían transcurrir solamente sesenta segundos. (HYND,
ob. cit., pág. 16.)
67
De BAUM, ob. cit., pág. 75. Un tipo más simple lo tenemos en un ladrón de joyas berlinés que
decía: “El tiro en el despacho lo he disparado sólo para hacer ruido. Sin ruido no puedo hacer nada.”
(SLING, ob. cit., pág. 219.) La mayor recompensa para éste bandido sin medida, era leer los
periódicos con sus grandes titulares. Con tal fatuidad no podía durar mucho.
frotado cuidadosamente para hacer desaparecer las impresiones digitales y
abandonado. En él no queda ninguna huella que lleve más allá.
§7
68
BLOTZMANN, BENNEY, SPENSER, BLACK, BOOTH.
69
BOOTH, ob. cit., págs. 72-73, proporciona la descripción exacta.
70
Cl. R. SHAW, ob. cit., pág. 143. Algunos menores tienen también tal deseo de ir en automóvil, que
pistola en mano obligan al dueño a bajar, y suben ellos, no sin llevar a su novia consigo (loc., cit., pág.
146).
71
Tiene sólo leves reparos porque los obreros comienzan a desempedrar la calle; reparos técnicos, no
morales. (SPENSER, ob. cit., págs. 185-190.)
En el derecho Español sería “robo con fuerza en las cosas” (art. 504, núm. 2.°, del Código penal), no
“hurto cualificado”.- N. del T.
72
BLACK, ob. cit., pág. 291. En la página 244 describe un atraco que quiso ejecutar mediante el uso
de cloroformo, pero que fracasó.
BENNEY piensa en un atraco, y en verdad sobre seguro, a causa de la
situación comprometida de la víctima; escribe así73:
“En una tarde de invierno mi impulso interior me condujo al Hyde Park
Corner, el tradicional coto de caza para las aventuras amorosas. De la multitud de
jóvenes elegantemente vestidas, ninguna se fijaba en mí, y si una muchacha me
miraba, estaba yo demasiado avergonzado para seguir el asunto adelante. Tenía que
adquirir un nuevo traje. Un traje nuevo, pensaba yo para mí; esto es lo que importa.
Y lentamente creció dentro de mí, en la oscura humedad de la atmósfera de Marbla
Arch, una idea.
“Vi abandonar el parque a jóvenes y elegantes hermafroditas, cogidos del
brazo con viejos venados licenciosos... Se dedicaban a esto para ganarse un traje
nuevo. Yo era físicamente tan atractivo como ellos. También yo quería salir del
parque con un señor vicioso, viejo y rico. Le llevaría a un lugar apartado, le mataría a
golpes y le quitaría la cartera.
“Al principio me repugnaba la idea. Luego me excitó. Vino en mi ayuda el
sentimiento de una especie de justificación moral. Estos viejos quedan, por sus
prácticas, al margen de cualquier consideración. Todo lo que se les haga, se lo
merecen. Y nunca se atreverían a correr a contárselo a la policía.”
BENNEY encuentra una pareja y se deja llevar a la oscuridad, pero le
sobrecoge un asco repentino, se suelta y huye. Así al menos cuenta el final de la
aventura.
La descripción más vigorosa del atraco a un banco procede de Ernest
BOOTH74. Los pasajes principales hay que dejarlos en el lenguaje del participe:
Dan, el jefe, da las últimas órdenes. Booth ha entrado en el banco. Le sigue Dan;
llega Body, el tercero, tan pronto como ha aparcado el coche. Ahora entra Body en la
caja. Éste ha descrito lo que pasó por su cabeza: “De repente me pareció que el suelo
se ablandaba debajo de mí, era como si yo pisase una sustancia formada por copos.
Intenté hacer a mis pies que marchasen en línea recta pero se burlaban de mí y se
levantaban como si estuvieran llenos de aire. De un tirón me puse al lado de una
ventanilla de pagos. Agradecido, como un pecador salvado, apoyé fuertemente mi
mano sobre el cristal. Todavía no me había atrevido a mirar a mi alrededor hacia la
ventanilla o a los clientes del banco. Bastante había hecho con alcanzar aquel asilo.”
Junto a él una mujer gruesa rellena un cheque y le contempla con desconfianza.
También él comienza a rellenar un cheque. “De repente mi sombrero me quedó
estrecho. Era como si me impidiera el aflujo de la sangre que corría por mis sienes.
Levanté una mano para tocarme los pómulos, y mis dedos retrocedieron como si se
hubiesen quemado a su contacto. Intenté tragar saliva, pero la lengua estaba pegada
al paladar. Tosí nerviosamente, y la mujer que estaba a mi lado se sobresaltó como si
la hubiese pinchado con un alfiler. Mis mejillas ardían; sin embargo, sabía que
estaban cadavéricas. La presión de mi cerebro creció. Todo esto ocurrió en menos de
sesenta segundos. El cheque estaba ante mí una huella, lo metí en el bolsillo. “¡Que
todo el mundo se quede de pie! ¡Que nadie se mueva!” Aguda y amenazadora
73
BENNEY, ob. cit., págs. 259 y sigs. Los detalles tienen que consultarse en la loc. cit.
74
Stealing through life, antes citado, págs. 298 y sigs.
atravesó la orden por mi cerebro. Los demás estaban en el banco y yo no había
notado nada.” El atracador que no interviene ve cómo trabaja un compañero detrás
de las ventanillas, y el otro está en la puerta y lleva en la mano un negro revólver de
aspecto ominoso. Quiere dar un paso, pero casi se cae porque se le han dormido los
pies. Da al cajero la orden de retroceder, de no tocar nada. Su voz debería sonar con
dureza, más no es así. De repente se tranquiliza. Siente como si todo el mundo en el
vestíbulo pareciera innecesariamente serio y preocupado. Cuando todo ha terminado
felizmente, se da cuenta de que se ha olvidado por completo de sacar la pistola.
Con razón se considera a los aficionados que por primera vez cooperan en un
robo, como partícipes muy excitables, y se tiene a los anormales mentales como
especialmente peligrosos. En los círculos bancarios norteamericanos se cuenta la
historia de que un cajero entregaba a toda prisa el dinero porque la mano del
atracador con la que sostenía la pistola temblaba de tal modo, que era de temer que en
cualquier momento se disparase está.
§8
75
Statistiches Jahrbuch für die Bundesrepublik Deutschland 1952, Stuttgart, 1952, página 76.
76
Clasificación en BAUMSTEIGER, ob. cit., págs. 49 y sigs.
Opino que no raras veces coinciden el robo y la violación. El acto de violencia se
desliza aquí de las cosas muebles al honor o la inocencia que se quita 77.
Psicológicamente no importa que la tentativa tenga éxito o no. La tendencia está
aquí.
Es difícil decidir en términos generales qué es lo primario y qué lo secundario,
si el robo o la violación78. Las cifras que BAUMSTEIGER79 y JACOBS80 han
aportado no son altas, pero están combinadas incorrectamente con el robo contra
hombres. Es seguro que el atraco que coincide con un acto de violación no es
denunciado tan fácilmente como otro cualquiera. La literatura científica de lo
criminal habla ocasionalmente de un tal repentino cambio de signo de la disposición
agresiva, la mayoría de las veces en delincuentes contra la honestidad, en prehistoria
de casos de asesinatos a los que como una especie de estadio previo precedieron actos
de robo con violencia. El Vienés Franz Schneider, condenado más tarde a muerte por
robo con homicidio, encontró a una muchacha, admiró la cruz de oro que llevaba al
cuello , fue con ella al río, la violentó y la sustrajo la cruz 81. En un caso análogo hizo
una vana tentativa de conducir a un lugar solitario a otra muchacha a la que quería
robar. Ella se negó a seguirle, y entonces “se conformó”, dice el relato, con violarla,
Sidney Blotzmann fue condenado a dieciséis años de reclusión por robo con violencia
cualificado y violación, e intenta en su relato atenuar lo que pasó 82. En los bandidos,
de Schiller, es atacado un convento de monjas; Siegelberg se jacta de haber cogido
mucha plata y de que las monjas tienen nueve meses para acordarse de sus
compañeros. Finalmente, responden aquí todavía las particulares combinaciones de
homicidio sádico83.
Frecuentemente se despoja a la víctima de sus vestidos o se las desabrocha 84;
también puede ocurrir que la aplicación de la violencia que hace caer a la victima 85,
77
Idiomáticamente se contraponen también en éste terreno el dar y el tomar. La mujer dice que su
marido le ha “dado” los mejores años de su vida. El hombre roba o “toma” a su novia la doncellez.
Antes de que Karl Moor se internase como bandido en las selvas bohemias, “tomó” a la hija de un rico
banquero la inocencia. Quizá el lenguaje arrastra consigo todavía representaciones arcaicas; en la
India, el hambre y la sed, la esterilidad y estados análogos se consideran comorealidades, incluso
“cuerpos”, que pueden ser dados y tomados. (Hermann OLDENBERG, Religión des Veda, Stuttgart,
1923, pág. 478.)
78
BADER, ob. cit., pág. 88.
79
Ob. cit., pág. 47.
80
Ob. cit., pág. 149.
81
EBRENFREUND, Die Dienstbotenmorder Franz und Rosalie Schneider, en Pitaval der Gegenwart,
vol. VII, Tubinga, 1912, págs. 204 y sigs.
82
SHAW, ob. cit., págs. 166-167.
83
“El autor, que luego resulto ser exhibicionista, dio muerte a la mujer con una piedra y le corto luego
las venas de la muñeca. El cadáver fue descubierto desnudo y en una situación chocante y especifica.”
(BADER, ob. cit., pág. 30) El criminal se llevo consigo cuanto de valor llevaba la víctima y los
documentos de identidad.
84
Para los métodos y casos de SCHNEIDER véase BADER, ob. cit., pág. 30 y 88.
85
Así en un caso LEPPMANN (Die Sittlichkeitsverbrecher, en Vierteljahrshefte für gerichtliche
Medizin, vol. IXXX, pág. 90): “De diecinueve años, a quien conocía. De repente le sobrevinieron
pensamientos sexuales; arrojó al suelo a la mujer, intentó levantarle las faldas, arrancándole luego el
portamonedas.” Se ha hablado aquí de acumulación de motivos. En realidad, el instinto se desliza de
la “violación” material a una vía secundaria en cierto modo preparada ya de antemano.
despierte automatismo sexuales hasta entonces latentes. Pero parece que la
inclinación al acto de violencia en algunos casos está “sin controlar”, se dirige a
romper la resistencia, con indiferencia de que está se ofrezca para proteger la
propiedad o la autodeterminación sexual, y, al modo que un cambio de agujas mueve
fácilmente acá para allá, unas veces ataca la propiedad, otras la libertad de
disposición sexual. Pudiera ser también – esto necesitaría una investigación más
detenida – que la violencia indiferenciada que al principio perseguía sólo un lucro
material, como el giro y el frote de un generador, origine apetitos sexuales.
§9
TABLA XLVIII
86
Ob. cit., pág. 84.
87
SCHÖNKE, Strafgesetzbuch, 6.ª ed., 1952, pág. 684, opina que el bien jurídico protegido en primer
término es el patrimonio, y luego la libertad personal.
88
Se podría admitir un estado de “peligro” en los exhibicionistas que toman sólo pequeñeces sin valor.
Yo he encontrado casos de está clase en la investigación del “asesinato del abeto blanco”. (Selva
Negra, 1928.)
89
Kriminalstatistik für das Deutsche Reich, 1927, págs. 46, 47 y 50.
1923 999 139 24.971
1924 1.133 193 25.189
1925 864 185 28.371
1926 811 170 32.146
1927 707 124 33.064
Sabemos que la curva del hurto discurre de otra manera 90. Culmina en 1923.
El robo con violencia está más próximo, psicológica y genéticamente, al asesinato y a
las lesiones que los delitos simples contra la propiedad, y éste parentesco destacaría
con mayor claridad aún si pudiéramos aislar los delitos en los que realmente se
emplea la violencia y no una ficción de violencia.
ÍNDICE DE MATERIAS
A Azar, 129.
90
Véase también la curva del ritmo de las estaciones del año, en la pág. 174. Coincide con el período
de los crímenes agudos contra la honestidad y de la invasión de psicosis (véase mi Strafrecht und
Auslese, ya citado, pág. 134). El aumento invernal del robo con violencia o intimidación en las
personas está condicionado económicamente, siendo en lo esencial una forma cualificada de la
criminalidad del hurto y de la criminalidad por necesidad, las cuales se cruzan con el delito de
violencia.
Antifaces, 154. Bolsillo del chaleco, 61.
Apreturas, 67. Bolsillo de la chaqueta, 61.
Armas de fuego, 127. Bolsillo, 61.
Arte teatral, 58. Bolso de mano, 61.
Asaltantes de diligencias y pagó Bombardeos nocturnos, 151.
de pensión, 154. Bonos de exportación y hurto, 18.
Asambleas de partidos, 67. Botín, 49, 71, 76 y sigs.
Ascensor, lugar del hecho, 59. Botones, lugar del hecho, 57, nota
Aspecto inocente, 158. 197.
Aspecto respetable, 54.
Aspecto sacerdotal, 68. C
Ataque, 69.
Atavismo, 49. “Cadáver”, 70.
Atención, 62 y sigs. Caja de caudales, 119 y sigs.
Atracción que ejercen las armas Cajera, 29.
155. Callejas, 158.
Atraco a bancos, 153 y sigs. Camarero, 30.
Auto como escala de valores, 65. Cambios del lugar del hecho, 25.
Autobús, lugar del hecho, 66. Campesino, víctima, 146.
Avisos contra los ladrones. 65. Campo, lugar del hecho, 147.
nota 216. Campos de concentración (inter-
Ayuntamiento, 118. nados en), 17.
Candado, 111 y sig. Dientes usados como dedos, 59.
Cara de niño, 158, nota 63. Dipsomanía, 48.
Carreras, lugar del hecho, 60. Disfraz de rabino, 68.
Carteras, 71. Disposición ciclotímica, 83.
Carterista, 51 y sigs. Dispositivos de alarma, 117.
Carterista católico, 73. Documentos bancarios, 158.
Carterista judío, 73. Domésticos, 22, 24, 157.
Cartillas de racionamiento, 58. “Doromanía”, 83.
Cerradura de combinación, 120.
Cilindro de oxigeno, 120. E
Cleptomanía, 48 y sigs.
Coche para huir, 147. Efecto del invierno, 152.
Coches acorazados para el trans- Embarazo, 81, nota 281.
porte de dinero, 153. Embriaguez de los grandes alma-
Cofrecillos, 20. cenes, 51.
Comunidad de consumo, 82. Energía atómica, 120.
Conductor de carreras, 157, nota Energía de persecución, 31.
61. Entierros, ocasión del hecho, 59.
Conductor del coche para huir, Epilepsia, 48.
157. Escalador de fachadas, 114, 115,
Confiscación a consecuencia de 136.
guerras, 12. Escalamiento, 90, 113 y sigs.
Consejero de robos con fuerza Escalamiento e insomnio, 114.
en las cosas, 29. Escalamiento y tiempo atmosfé-
Conserje cómplice, 55. rico, 115.
Conventos, 118. Escalamiento y tipo de construc-
Cortador de bolsas, 39. ción, 114; 115.
Cortador de trenzas, 45 y sigs. Escalera, 115 y sigs.
Cortesía, 67. Escenas de amor y hurto, 59.
Cuantía de los daños, 129 y Escondrijo, 65.
siguientes. Escuela (Ausencias de la), 150.
Cuatrero, 37, nota 94. Escuela de ladrones, 38.
Cuidado de las manos del la- Esparadrapo, 154.
drón, 70. Especialista en llaves falsas, 112.
Estadísticas amañadas, 16.
D Estafador, 64.
Estetoscopio, 120.
Dedo índice, 70. Estrafalarios, 63.
Dedos largos, 70 y sig. Estraperlistas, 162.
Derecho a querellarse, 28. Eufemismos, 155.
Derrota y hurto, 20. Explosión, maniobra de diversión,
Descrédito, 58, nota 200. 156.
Desvalorización del dinero, 12, 131. Exposición universal, 67.
Detective, 54. Expresiones obscenas, 81.
Día de salida, 115. Expresos, lugar del hecho, 67.
Evasor, 136. Hurto de autos, 79.
Hurto con ocasión del coito como
F pretexto, 149.
Hurto y depresión, 6, 60.
Fabricante, víctima, 72. Hurto y edad, 18 y sigs.
Ferias, 67. Hurto y estaciones del año, 25.
Festival de canto, 73. Hurto en ferrocarriles, 16, nota 19.
Fetichismo, 46 y sigs. Hurto de ganado, 37.
Fiestas de la coronación, 54 y si- Hurto y miedo, 41.
guiente, 67. Hurto por necesidad, 13, nota 11; 40.
Formación del ladrón, 29 y sigs. Hurto y nostalgia, 41.
Fractura, 115 y sigs. Hurto y profesión, 23 y sig.
Fractura y frustración, 117. Hurto sacrílego, 35 y sig.
Fractura y jerga del hampa, 117 Hurto y sexo, 21 y sig.
y sigs. Hurto y sexualidad, 45.
Fractura y lugar del hecho, 116. Hurto y sirvientes, 23.
Fuga de la prisión, 136. Hurto y sortilegios, 37.
Funcionario de prisiones, vícti- Hurto y zona negra, 26 y sigs.
ma, 73 y sig. Hurtos mínimos, 6.
G I
Sábado, 63.
Schinderhannes, 43, 117, 145, 157.
Seguros y conciencia del ladrón, 78.
Sentido del tacto, 70.
Seudohurto, 55.
Situación de necesidad, 127.
Sobre, 119.
Soplete de oxiacetileno, 120.
Sorpresa, 159.
Sospechoso, 62.
Sueño profundo, 124.
Surtidores de gasolina, 148.