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Clarín Sociedad 34 16/1/2005

EL MAPA GENETICO DE ARGENTINA | ESTUDIO DE EXPERTOS DE LA UBA


El 56% de los argentinos tiene antepasados indígenas
Lo determinaron mediante análisis genéticos. El resto de la población es de origen
mayoritariamente europeo. Entre las personas que poseen huellas aborígenes en su
ADN, sólo el 10% es indígena puro.
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Silvina Heguy
sheguy@clarin.com
Sin saberlo y tallado en el ADN, los argentinos portan un mensaje de sus antepasados.
Y en el 56% de los casos el que lo legó dejó escrito simplemente un solo dato: su origen
amerindio. De la población actual, el 44% desciende sobre todo de ancestros europeos,
pero el resto —la mayoría— tiene un linaje parcial o totalmente indígena. Así lo
determinó un estudio realizado por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la
Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de casos en 11 provincias. "Lo que
queda al descubierto es que no somos tan europeos como creemos ser", dice Daniel
Corach, director del Servicio, profesor en la cátedra de Genética y Biología Molecular
de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador del Conicet. En una
segunda etapa —junto a Andrea Sala, investigadora del Conicet, y Miguel Marino,
becario de esa institución— analizaron comunidades aborígenes puras.
A partir de 1992, y tomando muestras de ADN al azar de un total de 12 mil personas,
los científicos pudieron ir tirando del hilo de la madeja de los genes para reconstruir la
historia de la población que vive en nuestro país. Querían saber cuánto había aportado la
población originaria en la formación de la actual Argentina. Ahora, con el estudio
terminado, parece que fue mucho.
El análisis implicó leer los códigos inscriptos en el ADN mitocondrial, que aportan
todas las madres, y en el Cromosoma Y, que sólo tienen los hombres y que les legan los
padres. Y, que al no combinarse durante la unión para crear un nuevo ser, permanecen
inalterables en las distintas generaciones.
Los investigadores argentinos, a cargo del estudio, sabían dónde buscar en ese
rompecabezas de códigos genéticos. El método aplicado no es nuevo. Se usa desde
mediados de los años 90 y se reduce a una célula. En realidad a su núcleo y a las
mitocondrias, dos sitios donde se encuentran moléculas de ADN. Porque, finalmente,
todo se centra en esa sigla que designa a una molécula compuesta por dos cadenas de
unidades químicas (Adenina, Timina, Guanina y Citocina). De dónde ellas se ubiquen
depende el mensaje. Habría que pensarlo como un abecedario de cuatro letras que
forman palabras. El mensaje da cuenta del organismo.
En esa larga hilera de combinaciones que forman al Cromosoma Y, hay un marcador
conocido con siglas y números: DYS199. En ese lugar, en el caso de los amerindios,
aparece una característica típica —y científicamente comprobada— que portan todos los
miembros de esa comunidad y que se verificó en gran parte de los hombres argentinos.
Pero esa característica genética, explican los científicos, no necesariamente se
manifiesta con algún rasgo físico visible. "De ahí que se haya podido sostener tanto
tiempo la creencia de que la mayoría de la población argentina es de origen europeo",
dice Corach.
Después el equipo buscó en un área determinada de las mitocondrias, también en una
región que se mantiene inalterable y que se identifica como HVR I. El resultado fue el
esperado: la mayoría de la muestra tenía ascendente materno no amerindio. Es decir,
había mayoritariamente madres europeas (53,3%).
La combinación de ambos datos dio que hubo cruzamiento y que en el 56% de los casos
había un legado indígena en algún lugar del ADN. De este segmento de la población,
sólo el 10% era amerindio puro, sin ningún componente europeo.
La sorpresa para Corach se explica así: "Se cree que las dos grandes matanzas de
población aborigen terminaron con 30.000 personas. Se supone que había más
población. Seguramente lo que sucedió es que ellos tuvieron descendencia que está
presente todavía. Creo que se sobreestima el componente europeo".
El científico sostiene que "la muestra del estudio es representativa porque incluye a la
población urbana pero no sólo de la Capital Federal", explica. "Si analizamos a la
población de Barrio Norte nos dará un alto porcentaje de origen europeo".
El método partió de un avance científico: desde hace unos años se sabe que parte de la
historia queda registrada en el material genético que acarrean los humanos. Y tal
novedad permite reconstruir el famoso "de dónde venimos" de la humanidad.
En un comienzo sólo pudo hacerse con el material aportado por las mujeres, que está en
las mitocondrias. De ahí la polémica revelación de que las madres de todos los hombres
era la "Eva mitocondrial", una mujer africana. A mitad de los años noventa, se pudo
analizar el componente masculino, inscripto en el Cromosoma Y.
Ahora, Corach y compañía quieren averiguar cómo se movió esta población. Mientras
tanto el mito fundacional está cuestionado. ¿Habrá que borrar esa parte de las guías de
viaje y enciclopedias que dicen que más del 85% de la población argentina es de origen
europeo?

EL MAPA GENETICO DE ARGENTINA


Una realidad distinta a la de los manuales de historia
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Felipe Pigna
Hay una frase que ha llenado de orgullo a varias generaciones de compatriotas y de
vergüenza a otras: "Los argentinos descienden de los barcos". Este "aforismo"
confirmaba la creencia tan difundida de que la Argentina no tuvo pasado indígena, lo
que uno podía comprobar siguiendo los manuales de historia con los que se educaron la
mayoría de los argentinos que hoy tienen más de 30 años. Allí se hablaba de "los
indios", o "los aborígenes" e incluso de "los salvajes", pero siempre en pasado. A
cualquier alumno-lector le quedaba claro que los habitantes originarios "nómades y de
cultura inferior" habían desaparecido sin dejar huella. La realidad siempre fue muy
distinta y basta recorrer nuestra extensa y generosa geografía para encontrarse con la
noble presencia de aquellas culturas y con los descendientes de los que fueron los
dueños legítimos de este suelo.
Los pueblos originarios que habitaban el actual territorio argentino a la llegada de los
invasores, ofrecieron una heroica resistencia que se prolongó hasta el genocidio de Roca
en el Sur y Victorica en el Noreste, que se llevó más de 30.000 vidas y arrasó con sus
propiedades. Un artículo del diario El Nacional, de los días posteriores a la derrota de
los pueblos del Sur y su traslado como prisioneros de guerra a Buenos Aires, describía
así el trato que les daban los "civilizados" a los "bárbaros": "La desesperación, el llanto
no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los
gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las
mujeres indias. En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran
resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre
se cruza por delante para defender a su familia".
Pero no pudieron borrarlos ni con las balas ni con el despojo ni con los malos manuales.
Ahí están haciéndole frente a Bennetton y al mismísimo general Roca y su monumento
y su billete, que vale $ 100 mientras que el del Libertador San Martín vale $ 5, ¿por
algo será?
Todas estas culturas "amerindias" respetaban y respetan al resto de los seres vivos. No
practicaban ni practican la caza deportiva y cuidaban y cuidan el medio ambiente. Los
ancianos y los niños eran y son los más respetados en sus sociedades porque veían y ven
en ellos a la memoria y la sabiduría en un caso y al futuro en el otro. Está en cada uno
de nosotros avergonzarnos, enorgullecernos o permanecer indiferentes ante este mapa
genético.
(*) Autor de Los mitos de la Historia Argentina. La parte 2 saldrá en febrero.

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