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Hablar como Obama

Shel Leanne

El poder de comunicar y persuadir con firmeza y visión


Referencias

Sobre la autora

Shel Leanne, es Presidenta de Wishel Corporation, una firma de desarrollo


de la capacidad de liderazgo, entre cuyos clientes se encuentran varias empresas
de la lista Fortune 500 de todo el mundo. Anteriormente trabajó para McKinsey &
Company y para Morgan Stanley en Nueva York y Londres. Ha sido profesora de
la Harvard University, donde ha impartido clases de empresariado social y diseño
organizacional. Asimismo, es autora de otros libros de comunicación.

Más información sobre el autor


Sobre el libro

En esta obra se encuentran las técnicas de oratoria utilizadas por Obama y


que han conseguido provocar entusiastas aplausos e inspirar un auténtico cambio
en los oyentes. Estas técnicas son vitales, no sólo en el área política, sino también
para los ejecutivos de empresas, directivos y líderes de todos los campos. Hablar
como Obama proporciona las herramientas necesarias para infundir cambios
positivos en todos los niveles de su organización.

Más información sobre el libro y/o material complementario


Reconocimientos

Debido al extenso ámbito de mi trabajo en Sudáfrica, he tenido la


oportunidad de conocer a lo largo de los años a una serie de líderes de este país
que se encuentran entre los más considerados del mundo, como Nelson Mandela,
el arzobispo Desmond Tutu y los fallecidos Walter Sisulu y Govan Mbeki. Me he
beneficiado enormemente de su ejemplo y de las conversaciones sostenidas con
ellos, y desde entonces he disfrutado compartiendo las lecciones aprendidas a
través de mi trabajo de desarrollo de la capacidad de liderazgo. Fue un honor para
mí llegar a conocer la visión del mundo que aspiraban ayudar a crear. La mayoría
de sus ideales se parecían a los que yo había aprendido cuando crecí, cuando
estudiaba a fondo a Martin Luther King, Jr. En aquella época de adolescente había
tenido el honor de conocer a Coretta Scott King, que había examinado uno de mis
primeros trabajos y quería verme para animarme como escritora. Tanto en Estados
Unidos como fuera del país, he observado que algunos de los líderes más
importantes del mundo han estado persiguiendo el mismo objetivo: un mundo en
el que, como decía Martin Luther King, Jr., la gente no fuera juzgada «por el color
de su piel sino por su forma de ser o personalidad». En vista de estos antecedentes,
para mí ha sido fascinante escribir este libro, en el que se evalúan algunos de los
factores que han contribuido a hacer de Barack Obama uno de los líderes y
comunicadores más eminentes de los últimos tiempos. Es evidente que Obama—
que va más allá del tema racial y pronuncia palabras de unidad—representa en
muchos aspectos lo que muchos líderes influyentes de generaciones anteriores
habían esperado ver.

Me gustaría mostrar aquí mi agradecimiento a las muchas personas que me


han apoyado a lo largo de los años. Gracias a mi hijo Joshua, por ser la luz de mi
vida. Un agradecimiento especial para mis padres, Barbara Geiger y el difunto Dr.
David N. Geiger y mis hermanos y sus cónyuges: Stacia Geiger-Alston y Thomas
Alston, David Geiger, Jr. y Kim Geiger, y Sandra Geiger. Gracias a Christine Baker
y a la tía Mildred Geiger, por sus consejos, cariño y apoyo. Gracias también a mis
amigos y miembros de la familia que tan cariñosa y lealmente se han portado en
los momentos difíciles que recientemente he vivido, entre ellos Ted Small, Audrey
Gross-Stratford, Yvonne Chang, Ruby Lue Holloway, Reginald Brown, Jane
Tanner, David White, Susan Watanabe y Julie Taylor Vaz.

Es obligado también un caluroso agradecimiento para mis tías y tíos, que


incluye a William Geiger, Ann Lewis, Edward Geiger, Sr., Joyce y Joe Montgomery,
Thomas y Eunice Holloway, Thelma Geiger y familia, Sandra y Sam Cook, Andrew
Geiger y familia, Johnnie Scott y familia, y Geraldine Roby y familia. Gracias a mis
maravillosos primos, que incluyen a Butch y Tonya Geiger, Derek Geiger, Marty
Geiger, Alpha Lavergne, Nat y Veritta Holloway, Pat y Kish Holloway, Carolyn
Holloway, Thelma Geiger y familia, Jackie Coleman, Yolanda Stevens y familia,
Luwanda Gandy y familia, Andrea Montgomery y familia, y los Geiger de Atlanta.

Agradezco el apoyo de Margarita Rodríquez y Cynthia Haines. Gracias a


Ochoro Otunnu por sus ánimos. Gracias en especial a mis amigos Helen-Claire
Sievers, Byron Auguste y Emily Boomfield, la difunta Ursula Guidry y su familia,
Laurie Claus, Kweku Ampiah, Paul Rudatsikira, Lorelee Dodge, Andrea Chipman,
Julie Catterson, la hermana Helen McCulloch, Carolyn Kramer y Averill Pritchett.
Quiero expresar mi gratitud a los clérigos que han alimentado mi mente a lo largo
de los años, entre ellos el reverendo Dr. H. Beecher Hicks, Jr., el reverendo Nolan
Williams, Jr., y el reverendo Raymond Webb y su esposa Janet. Mi agradecimiento
también a los clérigos y miembros de la iglesia Presbiteriana de Irvine.

Quisiera expresar mi reconocimiento a mis antiguos colegas de la


Universidad de Harvard y de la Universidad de Oxford, y a mis colegas actuales
del consejo de WorldTeach, una institución educativa de carácter no lucrativo.
¿Cómo podré llegar a agradecer a los Wanyangus, una hermosa familia que vive en
la zona rural del oeste de Kenia, que me abrieran su hogar y que compartieran su
sabiduría conmigo, convirtiéndose en mi «familia keniana»? A las numerosas
personas con las que sigo trabajando en el programa de sida mientras finalizo un
próximo libro iniciado en Crossroads, Sudáfrica: ¡Gracias! Esto incluye a Toby y
Aukje Brouwer de Beautiful Gate, que ofrecen un ejemplo magnífico con su forma
de vivir y su labor; a Khaya Dyantyi de Beautiful Gate, cuya tremenda fe en un
mañana optimista es fuente de inspiración para mí; y al Dr. Lesley Szabo de
Muchachos con sida, cuyo entusiasmo me hace soñar en el modo de seguir
llevando un cambio positivo al mundo. Gracias a los numerosos doctores, a los
líderes de los grupos de apoyo para los enfermos de sida, a los responsables de
orfanatos y miembros de grupos de apoyo para los enfermos de sida con los que he
trabajado. Todos vosotros habéis enriquecido mi vida. Espero que mis escritos y mi
trabajo de desarrollo de la capacidad de liderazgo influyan en vuestra vida de una
forma igualmente positiva.

Es muy importante que dé un millón de gracias a Mary Glenn por su


maravillosa guía y a Alice Peck por sus aportaciones. El respaldo ofrecido por Peter
McCurdy y Tania Loghmani también lo he apreciado extraordinariamente.
Introducción

«Absolutamente magistral. Es un maestro del oficio.»

Con estas palabras se describía la fuerza oratoria de Barack Obama, que


atrajo la atención hacia su persona en la Convención Nacional del Partido
Demócrata en 2004 y electrizó a América con un conmovedor discurso inaugural.
Su discurso de veinte minutos—menos de 2.300 palabras—atrapó el interés de los
americanos y recogió elogios de todas partes del mundo. Obama aclaró y subrayó
los diversos puntos con eficacia, fundió la mejor retórica con la mejor enjundia, se
centró en un mensaje potente y lo transmitió con una gran efectividad. Sus
palabras y su visión fueron fuente de inspiración para millones de telespectadores.
Los medios de comunicación calificaron inmediatamente a Obama de «político
estrella del futuro» y su emocionante discurso inaugural aceleró enormemente la
trayectoria de su carrera política, transformándole de la noche a la mañana en
figura eminente de la política nacional. Obama empezó a construir uno de los
movimientos más heterogéneos de la historia de América, haciendo añicos barreras
históricas y convirtiéndose en el presunto candidato del Partido Demócrata para
las elecciones presidenciales de 2008. Pocas cosas han ayudado tanto a catapultar la
rápida ascensión política de Obama como sus excepcionales dotes comunicadoras.

Hablar como Obama se concentra en la fuerza comunicadora de Barack


Obama y en las prácticas y técnicas que le han permitido llegar a ser uno de los
oradores más destacados de los últimos tiempos. Los éxitos políticos de Obama
subrayan un hecho perfectamente establecido: los líderes de cualquier campo
obtienen provecho del desarrollo de unas habilidades de comunicación destacadas,
porque la capacidad de transmitir una visión, inspirar confianza, persuadir y
motivar a los demás son elementos clave de un liderazgo eficaz.

Las palabras utilizadas para describir el estilo de Obama—carismático,


magnético, vigorizante—hablan de su fuerza como comunicador. Por tanto, también
lo hacen los adjetivos que se invocan para calificar sus discursos: elocuente,
inspirador, convincente. Muchos observadores consideran a Obama un orador tan
consumado que lo comparan con los grandes comunicadores de nuestra era:
Martin Luther King, Jr., John F. Kennedy, Robert Kennedy, Bill Clinton y Ronald
Reagan. También en el extranjero, el talento y la visión de Obama han generado
entusiasmo. En junio de 2008, The Times informaba que los europeos se sienten
profundamente atraídos por «la mezcla de Martin Luther King y John F. Kennedy»
que representa Obama. Observaba que, «olas de euforia se extendían al otro lado
del Atlántico [...] después de la victoria de Mr. Obama en las primarias del Partido
Demócrata».i Este entusiasmo fue tremendamente patente en julio de 2008, cuando
Obama atrajo a una audiencia de 200.000 personas en un discurso pronunciado en
Berlín.

¿Qué hace Barack Obama? ¿Qué prácticas de comunicación le han permitido


salir tan rápidamente de la oscuridad, superando retos que podían haber frustrado
a otro candidato—su raza, su juventud, su «exótico» nombre—y le han convertido
en una de las figuras más importantes del Partido Demócrata? ¿Qué habilidades
oratorias explican su capacidad para reunir a segmentos de la sociedad tan
dispares, rebasando los límites de la raza, transmitiendo energía a los votantes de
la generación Y o del milenio, y motivando a recién llegados—jóvenes y viejos—a
participar en el proceso electoral? ¿Cómo se las arregla Obama para derribar tantas
barreras? ¿Qué hace para conectar tan bien con sus audiencias, motivándolas tanto
a nivel emocional como intelectual, cuando traduce su visión en impulso para
actuar? ¿Qué pueden aprender de él líderes de todos los campos—negocios,
política, justicia, beneficencia y académico?

Independientemente de lo que usted piense del mundo de la política, lo que


ha conseguido Obama desde la Convención Nacional del Partido Demócrata en
2004 es asombroso. Cuatro breves años después de su discurso de apertura, el
senador junior que cumplía su primer período y que estaba entre los menos
veteranos del Senado, se levantó frente a la «máquina Clinton» en una carrera
imposible para la nominación presidencial por el Partido Demócrata. Obama pasó
a ocupar un lugar importante en la historia cuando superó el umbral crítico de
2.118 delegados y se convirtió en el presunto candidato presidencial por el Partido
Demócrata, el primer afroamericano candidato de un gran partido a presidente de
Estados Unidos. Fue una victoria histórica, un momento decisivo que muchas
personas creyeron impensable que pudiera suceder mientras vivieran. Lo
importante es que Obama aceptó la candidatura presidencial por el Partido
Demócrata el 28 de agosto de 2008, cuarenta y cinco años después del mismo día
en que Martin Luther King, Jr. estuvo en el Lincoln Memorial y pronunció su
simbólico discurso «Tengo un Sueño». Tal como observaba acertadamente el
recientemente fallecido Tim Russert el 3 de junio de 2008: «Cuando te paras y
reflexionas sólo un segundo acerca de lo que estamos presenciando, este joven
afroamericano de 46 años, actual candidato por el Partido Demócrata—pongan
esto en el contexto de América y de todo el tema racial—es impresionante».

Sustentando estos notables logros se encuentra la capacidad de


comunicación de Obama. Sus extraordinarios discursos han contribuido a poner en
marcha el llamado «fenómeno Obama», que ha sido capaz de atraer a sus mítines a
audiencias de hasta 75.000 personas.ii Los observadores—advirtiendo la capacidad
de expandir la base electoral de un modo que no tiene precedentes—han calificado
sus esfuerzos como algo más que una campaña, lo consideran un «movimiento».
Su base de donantes de dos millones de personas se considera la mayor que haya
obtenido nunca cualquier otro candidato presidencial en la historia de Estados
Unidos. Consecuencia de la influencia e impulso de Obama, una serie de pesos
pesados del establishment del Partido Demócrata—Bill Richardson, Edward
Kennedy, John Kerry y John Edwards—se sintieron movidos a desviarse de sus
fidelidades a largo plazo y han respaldado a Obama para el cargo de presidente
por encima de Hillary Clinton. Dada su popularidad, Obama ha llegado a influir
en el lenguaje de la calle con palabras y frases recién acuñadas: Obama Mamas,
Obamacans, Obamacize, Obamanomics, Obamamentum, Obamamania.

Muchas personas atribuyen el asombroso éxito de Obama a sus potentes


mensajes de esperanza que rebasan las divisiones tradicionales de partido,
situación económica, género, religión, región y raza. En efecto, los temas de sus
discursos apelan a un gran número de personas. Veamos algunos de los temas: El
cambio que te favorece, Forjando un nuevo futuro para América, Una unión más perfecta,
Manteniendo la promesa de América, Recuperando el sueño americano, Ahora es nuestro
momento, El cambio en el que podemos creer, Un nuevo comienzo, Nuestra apuesta común
por la prosperidad de América, Una confianza sagrada, Un gobierno honrado, Un futuro
optimista, Retomar América.

Dada la fuerza del mensaje de Obama, el gobernador Bill Richardson


denominó la candidatura de Obama «una oportunidad para nuestro país que se da
una vez en la vida» y se refirió a Obama como «un líder que surge una vez en la
vida». Caroline Kennedy coincidía con ello en su artículo del New York Times del 27
de enero de 2008 titulado «Un presidente como mi padre»:

A lo largo de los años me he sentido profundamente conmovida por las


personas que me decían que les gustaría sentirse tan motivados y esperanzados
por América como lo estaba la gente en la época en que mi padre fue presidente
[...]. Durante toda mi vida, la gente me ha dicho que mi padre cambió sus vidas,
que entraron en política o se dedicaron al servicio público porque él se lo pidió. Y
esta generación a la que él inspiró ha transmitido el espíritu a sus hijos. Conozco a
jóvenes que nacieron mucho después de que John F. Kennedy fuera presidente,
pero que todavía me preguntan cómo vivir de acuerdo con sus ideales.

A veces hace falta un cierto tiempo para reconocer que alguien tiene una
capacidad especial para hacernos creer en nosotros mismos, para unir esa creencia
con nuestros ideales más elevados y para hacernos imaginar que juntos podemos
lograr grandes cosas. En esas contadas ocasiones, cuando esa persona aparece,
tenemos que dejar a un lado nuestros planes e intentar alcanzar lo que sabemos
que es posible.

Con el senador Obama, tenemos esta oportunidad.

Sin embargo, ya han existido otros defensores de la clase media y de los


pobres. Han existido otros líderes con historias personales impresionantes.
También han existido otros líderes que han pronunciado palabras de unidad,
buena voluntad y esperanza. ¿Qué es lo que hace a Obama tan irresistible? ¿Por
qué su mensaje tiene un eco tan intenso? Es algo más que el mensaje: es también la
forma en que se transmite el mensaje. Esto es reconocido incluso desde el otro lado del
arco político. Como comentaba el gobernador republicano de Luisiana, Bobby
Jindal, el 10 de agosto de 2008, «El senador Obama es uno de nuestros mejores
oradores, uno de los que más inspiran a la gente, que he visto en una generación
política. Hay que remontarse al presidente Ronald Reagan para encontrar a alguien
que se exprese tan bien». Jindal advertía que a través de su excelente capacidad de
comunicación, Obama inspira y motiva muchísimo a la gente. iii

Las fuentes de la fuerza oratoria de Obama son múltiples. La resonancia


natural del tono de voz de barítono bajo de Obama es uno de sus activos. Para
reforzarla, está su impresionante capacidad para dominar su voz, que él maneja
como un instrumento musical perfectamente afinado. Ha demostrado que puede
modificar la textura de su tono de voz para sonar melancólico, indignado, o para
latir de optimismo y determinación, según requiera la ocasión. Ha demostrado
habilidad para acelerar o reducir el ritmo, para amplificar el aliento que hay por
encima de sus palabras y para dejar arrastrar la voz cuando conviene a sus
necesidades. Posee un agudo sentido de cuándo tiene que utilizar pausas
elocuentes, perfectamente medidas, con intervalos suficientemente largos para que
el mensaje llegue claro a la audiencia. Es un orador excelente para crear imágenes
en movimiento y para motivar a la gente con una gestualidad eficaz, a veces con
tan sólo un dedo. Sabe cómo servirse de una impresionante gama de recursos
retóricos y utiliza técnicas como la repetición, bucles retrospectivos y simbolismos
para lograr que sus manifestaciones tengan influencia y sean duraderas.

Obama sabe que no es suficiente con crear una visión o establecer unos
objetivos, el éxito requiere la capacidad de expresar una visión y unos objetivos de
modo extraordinariamente convincente. Para explicar la fuerza oratoria de Obama,
no se puede separar el contenido del estilo de comunicación, es decir, el fondo de
la forma. Hablar como Obama analiza las lecciones que hay que aprender de las
excelentes prácticas de comunicación que tanto han contribuido a los éxitos
logrados por Obama. Arroja luz sobre el modo en que líderes de todos los campos
—negocios, política, justicia, actividades no lucrativas y académicos—pueden
hacer uso de estas mejores prácticas para poder desarrollar una excelente
capacidad de comunicación.

En el capítulo 1 se expone y se comenta el texto íntegro del discurso de


apertura de Barack Obama en la Convención Nacional del Partido Demócrata en
2004, el discurso que lo desencadenó todo. El análisis de este discurso deja al
descubierto muchas de las prácticas clave que Obama emplea y que le confieren
este poder comunicador tan excepcional. En los siguientes capítulos se profundiza
más en las lecciones de comunicación y liderazgo que podemos aprender,
explorando una serie de declaraciones públicas efectuadas por Obama.

En el capítulo 2, «Obtener credibilidad y confianza», se examinan las


prácticas que han permitido a Obama inspirar y motivar a tantas personas con
tanta rapidez, y ganarse a muchos escépticos con su carisma. Su éxito demuestra la
importancia de una intensa primera impresión y cómo la potenciación de una
segunda excelente impresión ayuda a reforzar la credibilidad y la confianza.
Observaremos cómo este uso ejemplar del lenguaje no verbal así como su
capacidad de añadir significado más allá de las palabras trabajan juntos para
conseguir resultados asombrosos.

En el capítulo 3, «Derribar barreras», se estudia la excepcional habilidad de


Obama en el empleo de la oratoria para unificar grupos muy distintos. Su
franqueza para reconocer sus antecedentes poco o nada convencionales,
combinada con su habilidad para proyectar estos antecedentes como la
«quintaesencia del americanismo» y su capacidad para establecer terrenos
comunes, son algunos de sus puntos fuertes. Como refuerzo, está la capacidad de
Obama para emplear palabras que tengan eco, que le ha ayudado a crear vínculos,
recurriendo a lo que une a las personas en lugar de a lo que las separa.

En el capítulo 4, «Ganar corazones y mentes», se analizan las mejores


prácticas que han ayudado a Barack Obama a provocar reacciones del tipo, «Sus
palabras me han emocionado» y «Él comprende». Sus discursos están lejos de ser
meros recitados—ha mostrado una notable capacidad para conectar con sus
oyentes—. Su talento para conocer a sus audiencias y para identificar los temas que
más les importaban ha sido clave. Comentaremos cómo ha sido capaz de hablar de
estos asuntos y cómo ha tenido éxito en la comunicación de su empatía y la
personalización de sus mensajes. ¿Cuáles son las técnicas que hay detrás de su
estilo que hacen desaparecer el podio y el atril, creando la sensación de una charla
de sobremesa, como si usted estuviera dirigiéndose a él cara a cara? Lo
averiguaremos.

En el capítulo 5, «Comunicar una visión», se exploran las prácticas que han


hecho posible que Barack Obama haga entender su mensaje de forma tan eficaz. Se
estudian las lecciones que hay que aprender de su habilidad para utilizar palabras
descriptivas y multidimensionales, llenas de significado deductivo. Su capacidad
para humanizar ideas, temas y emociones, para emplear bucles retrospectivos y
para relatar anécdotas eficaces le distinguen como orador, como también lo hacen
el modo en que concreta los puntos de sus discursos para que éstos sean
recordados mucho después de que los haya pronunciado.

En el capítulo 6, «Aclarar y subrayar el mensaje», se ahonda en las técnicas


que emplea Obama para destilar sus temas principales y que queden bien
grabados en la mente de los oyentes. A pesar de las importantes restricciones de
tiempo a las que se enfrenta—muchos de sus discursos duran tan sólo veinte
minutos—Obama habla de forma muy efectiva, empleando una gama
impresionante de técnicas retóricas para transmitir potentes mensajes. Entre estas
técnicas se encuentran la concatenación, la anáfora, la epístrofe, la mesodiplosis, la
aliteración, y el tricolon. Palabras complicadas, pero un impacto notable.
Mostraremos cómo estas técnicas permiten a Obama perfeccionar ideas temáticas
esenciales. También analizaremos cómo transmite eslóganes y estribillos con tanta
eficacia que mucha gente es capaz de recitarlos con gran facilidad.

En el capítulo 7, «Persuadir», se exploran las lecciones que hay que aprender


de las prácticas que Obama utiliza para incorporar a los demás a su forma de
pensar. Cuando persigue no sólo transmitir información, sino también causar
impacto en la opinión y fomentar la acción, Obama hace hincapié especialmente en
un gran sentido lógico, poniendo las ideas por orden y formulando a la audiencia
preguntas no retóricas. Especialmente notable es el uso que hace de la
yuxtaposición y de la estructura de antítesis como atributos distintivos de su estilo
de persuasión, comparando y contrastando ideas de forma excelente. Combinadas,
estas técnicas le ayudan a suscitar una respuesta afirmativa: la inclinación de
cabeza en señal de asentimiento del oyente persuadido.

En el capítulo 8, «Enfrentarse y superar la polémica», se echa un vistazo al


modo en que Barack Obama utiliza sus potentes habilidades de comunicación para
capear la controversia y sobrevivir a ella, a menudo apaciguándola y mitigando
cualquier consecuencia dañina. Ya sea cuando se refiere a unas palabras mal
escogidas o cuando apaga el fuego provocado por los comentarios incendiarios del
reverendo Jeremiah Wright, observamos que las prácticas de comunicación de
Obama le han ayudado a enfrentarse a las controversias y a superarlas. Su
sinceridad, así como su tendencia a tratar los errores cara a cara y a aceptar la
responsabilidad, a la vez que se mantiene firme en sus convicciones, ofrece muchas
lecciones.

Por último, en el capítulo 9, «Motivar a los demás para que actúen y dejar
una profunda última impresión», se investigan las prácticas de comunicación que
han ayudado a Obama a motivar a la gente para que actúe. Se profundiza en las
herramientas que emplea para transmitir una sensación de ímpetu y crear una
sensación de urgencia, a la vez que adopta un estilo de comunicación que le hace
parecer más accesible a los ojos de la audiencia, como si estuviera hablando cara a
cara. Se investiga también el modo en que el estilo de comunicación de Obama le
permite aumentar gradualmente la intensidad, subrayando estribillos memorables
y finalizando con fuerza.

Tenemos mucho que aprender de estas prácticas que, combinadas, han


ayudado a hacer de Barack Obama uno de los comunicadores más destacados de
los últimos tiempos.
(N. del T.) Donde dice América debe entenderse Estados Unidos de América
y donde dice americano/s debe entenderse estadounidense/s.

i
The Times, «Europe Shows Love for Barack Obama-Unfortunately it Has No
Vote», 7 de junio de 2008.

ii
Mitin en Portland, Oregón, mayo de 2008.

iii
Entrevista en ABC News, «This Week with George Stephanopoulos», 8 de
octubre de 2008.
1

El discurso que lo desencadenó todo

Una noche de la Convención Nacional del Partido Demócrata de 2004 Barack


Obama subió al estrado y electrizó a América con su discurso de apertura.
Ampliamente aclamado por inspirador y elocuente, ofrece una foto instantánea de
las excelentes prácticas de comunicación que Obama emplea cuando aprovecha la
fuerza de hablar con un propósito y una visión. A través de sus palabras,
aprendemos cómo la forma y el fondo pueden trabajar en paralelo para aumentar
la efectividad y el impacto de la comunicación.

En este capítulo se transcribe íntegro el discurso de apertura o keynote


addressi de 2004. Las palabras de Obama puestas por escrito son comentadas con
referencias a algunas de las técnicas gestuales, de tono y de ritmo de voz que
empleó en el discurso que hizo dar un paso de gigante a su carrera política.
Examinemos lo que hizo del discurso de 2004 un éxito tan grande.

Discurso de apertura de la Convención Nacional del Partido


Demócrata de 2004, 27 de julio de 2004

En los minutos previos a que Barack Obama suba al estrado, el senador por
Illinois Dick Durbin elogia con entusiasmo a Obama frente a la audiencia de
Boston y a millones de telespectadores. Se refiere a Barack Obama como un
hombre cuya «vida festeja la oportunidad de América [...] cuya familia refleja la
esperanza de una nación acogedora [...] cuyos valores reaniman nuestra fe en una
nueva generación...». Elogia a Obama por poseer «el don extraordinario de reunir a
gente de todos los estratos sociales».

Barack Obama camina hacia el estrado con un andar enérgico, seguro y


resuelto. Al momento, establece contacto visual con las personas del público y
aplaude con ellas: las primeras señales de conexión. Extiende su brazo hacia la
audiencia con la palma de la mano abierta y luego saluda a Dick Durbin con un
fuerte abrazo que simboliza el profundo respeto existente entre dos grandes
amigos. Con los aplausos aún resonando, Obama se dirige al atril con paso firme y
los hombros rectos y erguidos. Toca el atril con ambas manos, con ademán de
poseerlo, un gesto de seguridad y autoridad. Con la barbilla elevada, hace una
ligera reverencia al público, en señal de reconocimiento y gratitud. Mientras los
aplausos continúan, Obama apoya con cuidado las manos sobre el atril y esboza
una modesta sonrisa, y parece que adquiere fuerza gracias al entusiasmo de la
multitud.

Cuando los aplausos amainan, Obama da las gracias al senador Durbin.


Hace una inspiración y su voz de barítono resuena cuando empieza a pronunciar
el discurso de apertura de la Convención Nacional del Partido Demócrata de 2004:

En nombre del gran estado de Illinois, [la multitud aplaude y los ojos de Obama
brillan de orgullo al pronunciar el nombre de su estado], encrucijada de una nación
[pausa], tierra de Lincoln, permitidme expresar mi más profunda gratitud por el
honor de dirigirme a esta convención. [Extiende ambas manos abiertas hacia el público
para expresar su gratitud.]

Esta noche supone un honor especial para mí porque, admitámoslo, mi


presencia en este escenario es bastante inverosímil. [Obama coloca la mano sobre el
corazón. Su entonación recalca la ironía de la ocasión.] Mi padre fue un estudiante
extranjero, nacido y educado en un pequeño pueblo de Kenia. Creció cuidando
cabras, fue a la escuela en una choza con techo de chapa. Su padre, mi abuelo, fue
cocinero, un empleado doméstico de los británicos. [Junta los dedos de su mano
derecha para subrayar lo que dice.]

Pero mi abuelo tenía sueños más ambiciosos para su hijo. [Obama extiende las
palmas de la mano hacia arriba, como si quisiera medir la magnitud de los sueños .] Con
mucho esfuerzo y perseverancia mi padre obtuvo una beca para estudiar en un
lugar mágico: América [las palabras en cursiva indican énfasis], que brilló como faro de
libertad y oportunidades para tantas personas que llegaron antes que él. [La
inflexión de su voz transmite orgullo patriótico y promueve aplausos.]

Mientras estudiaba aquí, mi padre conoció a mi madre. Ella había nacido en


una ciudad de la otra punta del mundo, en Kansas. [Obama gesticula con la mano en
una dirección, para indicar una gran lejanía. Dirige una brillante sonrisa hacia la parte de
la audiencia que vitorea cuando oye la palabra «Kansas» y los saluda con gesto afectuoso.]
Su padre trabajó en las plataformas petrolíferas y granjas durante buena parte de la
Depresión. El día después del ataque a Pearl Harbor mi abuelo se alistó y se unió al
ejército de Patton que recorrió toda Europa. En casa, mi abuela se encargó de criar
a una niña pequeña y [énfasis] y trabajó en una cadena de montaje de bombarderos.
Después de la guerra, estudiaron gracias a la Ley del Soldado, compraron una casa
a través de la Dirección Federal de la Vivienda (Federal Housing Administration,
FHA), y más tarde se trasladaron al oeste, hasta Hawai, en busca de oportunidades.

Y también ellos tenían grandes sueños para su hija, un sueño común nacido
de dos continentes. Mis padres no sólo compartían un amor inverosímil;
compartían también una fe inquebrantable en las posibilidades que ofrece este país.
[Obama pronuncia las palabras con orgullo y reverencia; la mano extendida hacia el
público, para la admiración compartida de todo lo que Estados Unidos tiene que ofrecer.]

Me pusieron un nombre africano, Barack o «bendecido» [se lleva la mano al


corazón], convencidos de que en una América tolerante [énfasis, junta los dedos de la
mano derecha] el nombre no sería una barrera para triunfar. [Aplausos.] Aunque no
eran ricos, imaginaron que iría a las mejores escuelas del país, porque en una
América generosa no hay que ser rico [alza la palma de la mano hacia la multitud
haciendo la señal de alto, como si quisiera desechar la idea de que la riqueza es precursora
del éxito] para desarrollar tu potencial. [Aplausos.] Los dos han fallecido ya, pero sé
que esta noche me están contemplando muy orgullosos.

Hoy estoy aquí, agradecido a la diversidad de mi herencia, consciente de


que los sueños de mis padres viven en mis dos queridísimas hijas. [Su tono suena
sincero.] Estoy aquí, sabiendo que mi historia es parte de la historia más grande de
América [alarga una mano hacia la audiencia, como recurriendo a ella], que estoy en
deuda con todos aquellos que me han precedido y que en ningún otro país de la
Tierra es posible mi historia. [Junta los dedos cuando pronuncia esas palabras, con la voz
henchida de orgullo. Hace una pausa cuando una parte de la audiencia estalla en una
ovación.]

Esta noche nos reunimos aquí para afirmar la grandeza de nuestra nación,
que no se debe a la altura de nuestros rascacielos, el poder de nuestro ejército, o la
importancia de nuestra economía. Nuestro orgullo se basa en una premisa muy
sencilla, resumida en una declaración efectuada hace más de doscientos años,
«Sostenemos como evidentes estas verdades, [aumenta ligeramente el volumen de su
voz, pronunciando con detenimiento estas palabras patrióticas y ahueca los dedos de la
mano derecha en forma de C, moviéndolos frente a él como si colocara las palabras en el
aire] que todos los hombres han sido creados iguales, [aplausos], que han sido
dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».

Éste [énfasis] es el verdadero genio de América, [aplausos], una fe en sueños


sencillos, una insistencia en pequeños milagros. Que podamos arropar a nuestros
hijos por la noche y saber que están alimentados, vestidos y a salvo de cualquier
daño. Que podamos decir lo que pensamos, escribir lo que pensamos, sin oír que
de repente llaman a la puerta. [Obama golpea el puño cerrado de la mano contra una
puerta imaginaria.] Que podamos tener una idea y poner en marcha nuestro propio
negocio sin necesidad de pagar un soborno. Que podamos participar en el proceso
político sin miedo al castigo, y que nuestros votos sean tenidos en cuenta, por lo
menos la mayoría de las veces. [Su tono de voz cae a plomo y es desaprobatorio al hacer
una referencia irónica a los resultados de las disputadas elecciones presidenciales de 2000.
La audiencia reacciona con abucheos, compartiendo su desaprobación.]

Este año, en estas elecciones, estamos llamados a reafirmar nuestros valores


y nuestros compromisos, a mantenerlos frente a una dura realidad y ver si estamos
a la altura del legado de nuestros antepasados y de la promesa de generaciones
futuras. Y, conciudadanos—demócratas, republicanos, independientes—yo os digo
esta noche: tenemos más trabajo que hacer. [Obama resalta las palabras; su tono de voz
emite esta declaración como un reto. Más aplausos.] Más que hacer por los trabajadores
que he conocido en Gatesburg, Illinois, que están perdiendo sus puestos de trabajo
en la fábrica de Maytag que se está trasladando a México, y que ahora tienen que
competir con sus propios hijos por empleos que se pagan a siete dólares la hora [su
tono de voz es de desaprobación]; más que hacer por el padre que conocí. Había
perdido su empleo y contenía las lágrimas, preguntándose cómo podría pagar los
4.500 dólares mensuales en medicamentos que eran necesarios para su hijo sin las
prestaciones sanitarias con las que contaba. [Su tono de voz transmite una gran
empatía.] Más que hacer por la joven de Saint Louis, y los miles como ella, que tiene
la capacidad, tiene el empuje y tiene la voluntad [pone énfasis en las palabras y sus breves
pausas añaden fuerza al discurso], pero no disponen de dinero para ir a la
universidad.

No me interpretéis mal. Las personas que he conocido en pequeños pueblos


y grandes ciudades, en cafeterías y oficinas, no esperan que el gobierno resuelva
todos sus problemas. Saben que tienen que esforzarse mucho para salir adelante, y
están dispuestos a hacerlo. [Obama recalca las palabras mientras junta los dedos para
realzar aún más lo que dice.] Id a las comarcas que rodean Chicago, y la gente os dirá
que no quiere que ningún organismo asistencial ni el Pentágono [el aumento de
volumen cuando pronuncia estas tres últimas palabras es una referencia negativa a la
guerra de Irak, provocando la reacción de la audiencia] malgaste el dinero de sus
impuestos. Id a un barrio marginado de cualquier ciudad y la gente os dirá que el
gobierno, por sí solo, no puede hacer que los niños aprendan. Saben que los padres
tienen que enseñar, que los niños no pueden progresar si no elevamos sus
expectativas [gesticula hacia arriba como si estuviera levantando un listón] y apagamos
el televisor y erradicamos la calumnia que dice que un joven negro con un libro es
alguien que está representando el papel de un blanco. [Sacude su dedo índice como si
regañara a alguien por creer esto.] Saben todo esto. [Aplausos entusiastas.] La gente no
espera que el gobierno resuelva todos sus problemas. [Alza verticalmente la palma de
la mano hacia la audiencia, como si quisiera desechar dicha idea.] Pero perciben, en lo más
profundo de su ser [levanta el puño abierto y golpea en el aire], que con sólo un ligero
cambio de prioridades [mueve los dedos de su mano derecha como si estuviera girando
ligeramente un botón de mando para hacer un ajuste] podríamos garantizar que todos
los niños americanos tuvieran una buena base para iniciar su vida y que las
puertas de las oportunidades quedasen abiertas para todos. Saben [junta los dedos,
remarcando el énfasis que pone en sus palabras] que podemos hacerlo mejor [una breve
pausa], y desean esta opción.

En estas elecciones, [Obama alza el dedo índice en el aire como si fuera un bastón]
ofrecemos esa alternativa. Nuestro partido ha escogido para liderarnos a un
hombre que encarna lo mejor que tiene que ofrecer este país. [Resuena el orgullo en
su tono de voz.] Y ese hombre es John Kerry. [Su tono de voz es firme y resuelto.
Aplausos.] John Kerry sabe cuáles son los ideales de comunidad, fe y servicio,
porque ellos han definido su vida. [Junta los dedos para dar fuerza a cada una de las
palabras.] Desde su heroica participación en Vietnam hasta sus años como fiscal y
vicegobernador, pasando por dos décadas en el Senado de Estados Unidos, se ha
entregado a este país. [Vuelve ambas palmas de las manos hacia arriba, como si ofreciera
un presente, para subrayar la descripción de la dedicación y servicio de Kerry.] Una y otra
vez, le hemos visto tomar decisiones difíciles cuando tenía otras más fáciles a su
disposición. Sus valores y su trayectoria afirman lo que hay de mejor en nosotros.
[Varía su tono de voz y aumenta el volumen.]

John Kerry cree en una América en la que se recompensa el esfuerzo. Así que
en lugar de ofrecer deducciones fiscales a compañías que trasladan puestos de
trabajo al extranjero [Obama mueve la mano hacia la derecha con desdén], las ofrece a
compañías que los crean aquí. [Mueve ambas manos a la izquierda como si moviera un
objeto a su verdadero lugar, para indicar cuanto más daría Kerry a la alternativa de
mantener puestos de trabajo en Estados Unidos. Aplausos.]

John Kerry cree en una América donde todos [énfasis] los americanos puedan
disfrutar de la misma cobertura sanitaria que nuestros políticos de Washington
tienen para ellos. [Aplausos.] John Kerry cree en la independencia energética, para
no ser rehenes de los beneficios de las compañías petrolíferas [Obama mueve la
mano haciendo la señal de alto] ni de los sabotajes de pozos de petróleo extranjeros.
[Aplausos.] John Kerry cree en las libertades constitucionales que han hecho de
nuestro país la envidia del mundo, y nunca sacrificará nuestras libertades básicas
ni utilizará la fe como cuña para dividirnos. [Pausa para los aplausos.] Y John Kerry
cree que, en un mundo peligroso, la guerra debe ser a veces una alternativa [apunta
al aire con su dedo índice, para dar a entender la importancia de lo que dice], pero nunca
debería ser la primera [énfasis] opción. [Aplausos.]

Hace algún tiempo conocí a un joven llamado Shamus en un local de


veteranos de guerras en el extranjero de East Moline, Illinois. Era bien parecido,
medía metro noventa aproximadamente, ojos claros y sonrisa fácil [la textura del
tono de Obama es melancólica y transmite admiración]. Me contó que se había alistado
en los marines y que partía para Irak la semana siguiente. Mientras le escuchaba
explicar el motivo de su alistamiento, la fe absoluta que tenía en nuestro país y en
sus dirigentes, su entrega al deber y servicio, pensé si ese joven no era sino todo lo
que cualquiera de nosotros podría esperar de un hijo [pronuncia las palabras con tono
afectuoso]. Pero luego me pregunté si estábamos sirviendo a Shamus tan bien como
él nos estaba sirviendo a nosotros. Pensé en los más de 900 hombres y mujeres,
hijos e hijas, maridos y esposas, amigos y vecinos que no volverían a sus lugares de
residencia. Pensé en las familias que había conocido que luchaban por salir
adelante sin los ingresos completos de uno de sus miembros, o en las familias
cuyos seres queridos habían vuelto a casa mutilados o con los nervios destrozados
y que, a pesar de ello, carecían de las prestaciones de asistencia sanitaria
continuada porque eran reservistas. [Hay un tono de desaprobación en su voz.
Aplausos.] Cuando enviamos a nuestros jóvenes al peligro, tenemos la solemne
obligación [descansa la palma de la mano sobre su corazón] de no escatimar el dinero
[eleva su mano haciendo la señal de alto] ni de atenuar la verdad acerca de la razón de
su partida, de cuidar de sus familias mientras estén fuera [señala con el dedo índice,
haciendo hincapié en la importancia de lo que dice], de atender a los soldados tras su
regreso y de no ir nunca [pausa] jamás [aumenta mucho el volumen de su voz] a la
guerra sin las suficientes tropas para poder ganarla, asegurar la paz y ganarse el
respeto del mundo. [Recalca cada una de las palabras hasta llegar a un punto culminante.
El público estalla en una ovación.]

Quiero ser claro. [Obama mueve su dedo índice por el aire.] Tenemos enemigos
reales en todo el mundo. A esos enemigos hay que encontrarlos. [Junta los dedos.
Una breve pausa imprime seriedad a las palabras.] Hay que perseguirlos [el gesto de su
mano subraya la importancia de «perseguirlos»] y hay que derrotarlos. [Junta los dedos al
pronunciar estas palabras, remarcando su importancia.] John Kerry lo sabe. Y del
mismo modo que el teniente [énfasis] Kerry no dudó en arriesgar su vida para
proteger a los hombres que servían con él en Vietnam, el presidente [énfasis] Kerry
no dudará un solo instante [énfasis] en usar nuestra potencia militar para que
América siga siendo un lugar seguro. John Kerry cree [énfasis] en América. Y sabe
que no basta con que algunos de nosotros prosperemos. [Mueve su dedo índice por el
aire.] Porque junto a nuestro famoso individualismo hay otro ingrediente en la
epopeya americana. [Su tono de voz transmite un desafío más allá de las palabras.]
Una creencia a la que todos estamos conectados como un solo pueblo. [Su
tono de voz está lleno de añoranza y orgullo patriótico.] Si hay un niño en el South Side
de Chicago que no sabe leer, eso me importa [pone la mano sobre el pecho, subrayando la
sinceridad de sus palabras], aunque no sea mi hijo. [Obama pronuncia las palabras con
sinceridad y provoca los aplausos.] Si en alguna parte hay un anciano que no puede
pagar los medicamentos que le han recetado y tiene que elegir entre los
medicamentos y el alquiler, eso empobrece mi vida, aunque no sea mi abuelo.
[Pone la mano tiernamente sobre el corazón y provoca más aplausos.] Si hay una familia
de origen árabe que es detenida y no recibe la asistencia de un abogado ni el
debido proceso [aumenta el volumen de su voz], eso amenaza mis [énfasis] libertades
civiles. [Golpea suavemente el puño cerrado sobre su pecho, provocando una gran ovación
de la audiencia. Hace una pausa mientras suenan los plausos.] Es esa creencia
fundamental—soy el guardián de mi hermano [aumenta aún más el volumen, y su voz
tiene un tono de justicia moral mientras mueve enérgicamente la mano en el aire], soy el
guardián de mi hermana [vuelve a mover la mano enérgicamente en el aire, estableciendo
contacto visual con la otra parte de la audiencia]—la que hace funcionar este país.
[Aplausos.] Es la que nos permite ir en pos de nuestros sueños individuales y, sin
embargo, estar unidos como una sola familia americana [su tono de voz se hace cada
vez más reflexivo]. «E pluribus unum.» [Pronuncia con detenimiento cada palabra, ahueca
los dedos de la mano derecha formando una C y los mueve como si colocara las palabras en
el aire para que las vea la audiencia y hace una pausa efectista.] De muchos, uno. [Baja el
tono de voz para poner énfasis en la traducción, ahueca los dedos de la mano izquierda
formando una C y los mueve de nuevo como si colocara las palabras en el aire.]

Ahora mismo, mientras hablamos, se están preparando los que quieren


dividirnos, los maestros de la manipulación y los vendedores de publicidad
negativa con su política del todo vale. Bien, yo les digo esta noche, que no hay una
América liberal [énfasis] y una América conservadora [aumenta el volumen y su tono de
voz parece indicar que se burla de estos conceptos]. Hay unos Estados Unidos de América.
[Obama pronuncia con detenimiento cada palabra—Es-ta-dos-U-ni-dos-de-A-mé-ri-ca—
moviendo los dedos como si estuviera escribiendo en cursiva. Aplausos.] No hay una
América negra [énfasis] y una América blanca [énfasis] y una América latina y una
América asiática; hay unos Estados Unidos de América. [De nuevo, pronuncia las
palabras con gran cuidado, dándoles un efecto dramático. Aplausos.] A los expertos les
gusta diseccionar nuestro país en estados rojos y estados azules. [Su tono de voz
expresa burla ante esta actividad.] Estados rojos para los republicanos, estados azules
para los demócratas. Pero yo tengo una noticia para ellos, también. [Alza el dedo
índice, como si riñera a los expertos.] En los estados azules adoramos a un Dios
formidable [subraya las palabras, levantando las manos y aumentando el volumen de su
voz, para dar a entender la grandeza de Dios] y en los estados rojos nos disgusta que
los agentes federales fisgoneen por las bibliotecas. [Aumenta el ritmo de forma
espectacular, subrayando este punto. Aplausos.] En los estados azules entrenamos a los
niños para la liga infantil de béisbol y, sí, en los estados rojos tenemos algunos
amigos homosexuales. [Aplausos.] Hay patriotas que se opusieron a la guerra de
Irak y hay patriotas que apoyaron la guerra de Irak. Somos un solo [énfasis] pueblo,
todos nosotros [énfasis] prometemos lealtad a la bandera de barras y estrellas, todos
nosotros [énfasis] defendemos [pausa] Estados Unidos de América. [Taladra las palabras
—Es-ta-dos-U-ni-dos-de-A-mé-ri-ca—garabateándolas con sus dedos en el aire como si
escribiera en cursiva. Aplausos. La audiencia, electrizada, empieza a corear «¡Obama!»
«¡Obama!».]

En el fondo, de eso tratan estas elecciones. ¿Participamos en una política del


cinismo, [su tono de voz cae a plomo, indicando desaprobación] o participamos en una
política de esperanza? [Obama alza su tono de voz, que suena optimista y esperanzado.
La multitud dice a voz en grito, «¡Esperanza!» como si participara en un ejercicio de
«llamada y respuesta».] John Kerry nos hace un llamamiento a la esperanza. John
Edwards nos hace un llamamiento a la esperanza. No hablo aquí de un optimismo
ciego, la ignorancia casi premeditada que cree que el desempleo desaparecerá sólo
con no pensar en él o que la crisis de la asistencia sanitaria se resolverá por sí
misma sólo con ignorarla. No es eso de lo que estoy hablando. Estoy hablando de
algo más importante. [Énfasis.] De la esperanza [énfasis] de los esclavos sentados
alrededor del fuego cantando canciones de libertad; de la esperanza [énfasis] de
unos emigrantes partiendo hacia costas remotas; de la esperanza [énfasis] de un
joven teniente de navío patrullando valerosamente por el delta del Mekong; de la
esperanza [énfasis] del hijo del obrero de una fábrica que se atreve a desafiar la
adversidad; de la esperanza [énfasis] de un muchacho flaco [énfasis] con un nombre
gracioso [golpea la palma de la mano contra el pecho, para indicar que está hablando de sí
mismo] que cree que América tiene también un lugar para él. [Extiende las palmas de
la mano abiertas hacia el público. La audiencia se desenfrena con la adulación; los aplausos
se prolongan tanto que Obama añade dos frases mientras los vítores continúan.] La
esperanza [énfasis] frente a las dificultades. [Sus palabras en un tono alto dan a entender
su aprobación a la reacción del público presente.] La esperanza frente a la incertidumbre.
[Mantiene elevado el volumen de su voz.] ¡La audacia de la esperanza! [Su volumen de voz
se eleva].

En el fondo, ése es el mayor don que nos ha dado Dios, la base [énfasis] de
esta nación; una creencia [énfasis] en cosas no vistas; una creencia [énfasis] en que hay
mejores días por delante. [La pasión resuena en la voz de Obama.] Yo creo [énfasis] que
podemos ayudar a nuestra clase media y proporcionar a nuestras familias
trabajadoras un camino hacia las oportunidades. Yo creo [énfasis] que podemos
ofrecer empleos a los desempleados, casas a los sin casa y rescatar de la violencia y
la desesperación a jóvenes de las ciudades de toda América. Yo creo [énfasis] que
tenemos a popa un viento de rectitud y que, puesto que nos encontramos en la
encrucijada de la historia, podemos tomar las decisiones correctas, y superar los
retos que tenemos ante nosotros. ¡América! [énfasis.] ¡Esta noche! [La intensidad de su
tono de voz, que va aumentando gradualmente, suena como un desafío.]

Si vosotros sentís la misma energía [énfasis] que yo, si sentís la misma urgencia
[énfasis] que yo, si sentís la misma pasión [énfasis] que yo, si sentís la misma esperanza
[énfasis] que yo, si hacemos lo que debemos hacer, entonces no tengo ninguna duda
de que a lo largo de todo el país, desde Florida hasta Oregón [agita enérgicamente
una mano en el aire], desde Washington hasta Maine [agita enérgicamente de nuevo
una mano en el aire, la inflexión de su voz sube y baja para transmitir la amplitud
geográfica, de costa a costa] la gente se alzará en noviembre y John Kerry jurará su
cargo de presidente y John Edwards jurará su cargo de vicepresidente y este país
rescatará su promesa y de esta prolongada oscuridad política nacerá un día más
brillante.

Muchas gracias a todos. [Extiende su brazo hacia arriba en señal de despedida.]


Dios os bendiga. [La vigorizada audiencia estalla en una ovación unánime y algunas
personas corean «¡Obama! ¡Obama!».] [Énfasis incorporados.]

En este discurso de apertura de 2004, observamos la presencia de muchas de


las destacadas prácticas de comunicación que han contribuido a hacer de Barack
Obama uno de los oradores más convincentes de nuestra época. Los elogios de la
gente y los medios de comunicación al discurso de apertura de Obama fueron
inmediatos. «Uno de los mejores discursos que hemos oído en muchos, muchos
años [...]. Es una persona con un gran futuro», declaró Wolf Blitzer. «Es bueno
como él solo [...]. Éste es un hombre que habla no sólo para la base del Partido
Demócrata sino para todo el país [...]. Fue genial», comentó el analista político Jef
Greenfield. Durante los días siguientes, la prensa siguió elogiando el discurso
como obra maestra de la oratoria. Muchas de las sobresalientes técnicas de
comunicación que Obama empleó durante el discurso de apertura merecen ser
subrayadas aquí.

Uso eficaz de la voz y el lenguaje corporal

Cuando pronunció el discurso de apertura de 2004, Barack Obama demostró


un uso excelente del lenguaje corporal. Su modo de andar seguro, los hombros
erguidos y rectos, y una postura de autoridad, llegaron a la audiencia, marcaron la
pauta, y abrieron un diálogo positivo con el público asistente. En resumen, Obama
creó una primera impresión muy potente. La profundidad de su timbre de voz, su
activo natural, acrecentó esta impresión positiva. El modo en que controló su voz—
amplificándola cuando era apropiado, subiéndola media octava cuando era
necesario, o dejándola caer a plomo para denotar desaprobación—daba fuerza a
sus palabras y ayudaba a destacar los temas clave. La variación de la textura
emocional de su tono de voz—nostálgico a veces, afectuoso otras, e indignado
cuando era apropiado—dio también gran profundidad a sus palabras.

Los ademanes de Obama fueron igualmente eficaces: llamar a una puerta


imaginaria con el puño cerrado, juntar los dedos, colocar palabras imaginarias en
el aire, mantener la palma de la mano en señal de alto. Todos ellos se combinaron
para aclarar y subrayar los puntos del discurso. Igualmente, la colocación de la
mano sobre el corazón en momentos clave transmitía la sinceridad de sus palabras.
Obama dio la impresión de ser auténtico. Sus gestos sirvieron de magistrales
elementos de transmisión.

Establecer un terreno común

En el discurso de apertura, vimos también que Barack Obama se ocupó del


«elefante en la sala o realidad ignorada», sus nada convencionales antecedentes,
que él hábilmente describió como la quintaesencia de la historia de la emigración
americana, el trabajo duro y el sueño americano. Obama intercaló referencias a su
familia y a Pearl Harbor, al ejército de Patton, a una cadena de montaje de
bombarderos americanos, a la Ley del Soldado, y la financiación de hipotecas por
la Dirección Federal de la Vivienda, conectándose así con típicas experiencias de la
historia de América. La mención de estas características distintivas americanas se
convirtió en su credencial para afirmar que, a pesar de su nombre «exótico», él era
como todos los demás americanos. Obama se colocó directamente dentro de la
evolución de la historia, mostrando que tenía los mismos sueños que la mayoría de
americanos.

Las palabras elegidas por Obama contribuyeron también a establecer un


terreno común. América generosa. Faro de libertades y oportunidades. Fe en las
posibilidades de este país. Este lenguaje tuvo eco en la audiencia e introdujo un
sentimiento patriótico. De forma magistral, Obama intercaló también referencias a
versículos bíblicos. Creencia en cosas no vistas. Soy el guardián de mi hermano. Soy el
guardián de mi hermana. Alababa estas referencias como la «pura verdad». Las
palabras y los principios de la Biblia llegaron a todos, por encima de divisiones de
raza, clase social y partido político, ayudándole a conectar con la audiencia. Al
mismo tiempo, Obama demostró su talento cuando pasó sin esfuerzo de comentar
verdades bíblicas y conectarlas con América, a identificar estas verdades con lo que
él cree, creando la sensación de un continuo sólido. Con dichas técnicas, Obama
derribó barreras y creó vínculos de forma efectiva.

Hablar de lo que interesa a la audiencia: ganarse los corazones


y las mentes de la gente

Obama demostró su capacidad para introducirse en el estado de ánimo


general del grupo, fortaleciendo el impacto de sus palabras a través de los detalles
y de la personalización del mensaje. Cuando hablaba del sentimiento general de
muchos americanos que estaban cansados del viejo estilo de politiqueo, dijo, «No
hay una América liberal y una América conservadora. Hay unos Estados Unidos
de América». Como John F. Kennedy, Obama estableció una conexión significativa
con el público.

Cuando Obama dio ejemplos concretos de americanos que se enfrentaban a


los desafíos—como un padre que había perdido su empleo y necesitaba pagar los
medicamentos de su hijo—estableció una conexión con la audiencia, demostrando
que conocía a fondo las preocupaciones del americano medio y que podía
identificarse con estos retos. Igualmente, cuando personalizó su mensaje,
explicando su profunda convicción de que se debía ayudar a la clase media y a las
familias trabajadoras, se ganó al público hablándoles directamente, casi
íntimamente, y demostrando que las preocupaciones de la audiencia eran también
las suyas.

Transmitir la visión a través de la personalización y de


palabras que tengan eco

En su discurso de apertura, Obama empleó una amplia gama de técnicas


para transmitir su visión. Lenguaje gráfico, palabras simbólicas e ideas
personalizadas estaban entre sus herramientas. Su lenguaje pintaba imágenes en
las mentes de los oyentes: Descomponer nuestro país en partes... Somos un único
pueblo, todos nosotros jurando lealtad a la bandera de barras y estrellas. Unió la noción de
esperanza a las experiencias de esclavos e inmigrantes y personalizó el tema de la
guerra de Irak a través de referencias a un soldado concreto—Shamus—cuya
«sonrisa fácil» pudimos visualizar al instante. Todas ellas proporcionaron una
comunicación rica y e diversas capas que transmitió las ideas y la visión de forma
excelente.
Aclarar y subrayar el mensaje

Obama utilizó también una gama eficaz de técnicas retóricas cuando


aclaraba y subrayaba los puntos básicos de su mensaje. La repetición fue una de las
principales herramientas empleadas. Sus referencias reiteradas a la esperanza, con
frases cuidadosamente elaboradas, subrayaban el tema. Igualmente, manifestar
cinco veces en seis frases que «John Kerry cree» reforzaba la imagen que Obama
quería remarcar. El uso habilidoso de la repetición por parte de Obama focalizó la
atención en temas clave y los hizo más recordables.

Excelentes técnicas de persuasión

A lo largo del discurso de apertura de 2004 observamos también la presencia


de una de las prácticas de persuasión que son características de Obama: el uso de
la yuxtaposición para comparar y contrastar. Por ejemplo, la yuxtaposición le
ayudó a concretar la importancia de los principios fundadores del país:

Esta noche nos reunimos aquí para afirmar la grandeza de nuestra nación,
que no se debe a la altura de nuestros rascacielos, el poder de nuestro ejército, o la
importancia de nuestra economía. Nuestro orgullo se basa en una premisa muy
sencilla, resumida en una declaración efectuada hace más de doscientos años,
«Sostenemos como evidentes estas verdades, que todos los hombres han sido
creados iguales, que han sido dotados por su Creador de ciertos derechos
inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad».

La utilización que hace de la yuxtaposición también le sirvió para concretar


el argumento de que los americanos constituyen un solo pueblo y deberían
avanzar hacia la unidad: «No hay una América liberal y una América conservadora.
Hay unos Estados Unidos de América».

Aumentar gradualmente la intensidad y dejar una intensa


última impresión

Por último, poca gente podrá olvidar el extraordinario final del conmovedor
discurso de apertura de 2004. Obama varió con habilidad el ritmo de sus palabras,
haciendo hincapié en ciertas palabras en momentos clave y amplificando
progresivamente su voz mientras aumentaba gradualmente la intensidad. Sabía
cómo manejar la oleada de aplausos para que no le hiciera perder ímpetu. Una vez
llegó al punto culminante, finalizó el discurso de forma apasionada, lanzando un
reto, una llamada a la acción: «¡Esta noche! si sentís la misma energía que yo, si
sentís la misma urgencia que yo, si sentís la misma pasión que yo, si sentís la misma
esperanza que yo, si hacemos lo que debemos hacer, entonces...».

Este potente final vigorizó aún más a la audiencia, dejando una fuerte última
impresión.

Combinadas, estas prácticas de comunicación altamente eficaces permitieron


a Obama pronunciar un discurso magistral que aceleró enormemente la trayectoria
de su carrera política y le convirtió en una figura política nacional influyente.
Ahondemos más en estas prácticas que han hecho de Barack Obama uno de los
oradores más eminentes de los últimos tiempos.
i
keynote address = discurso de apertura en una convención de partido que
perfila los temas que se tratarán en ella.
2

Obtener credibilidad y confianza

Si usted aspira a ser un líder altamente eficaz, la gente tiene que confiar en
su criterio y ética y tener seguridad en su capacidad de liderazgo, creyendo que
usted es merecedor de autoridad. Si no hay credibilidad ni confianza, tampoco
habrá nada más. Por tanto, la primera tarea de todo candidato a líder es ganarse la
credibilidad y confianza de aquellos a quienes quiere liderar. Barack Obama la ha
llevado a cabo con gran éxito, ganándose la credibilidad y confianza de la amplia y
diversa gama de personas que componen su coalición: ciudadanos de a pie,
políticos, grandes donantes, diseñadores de la política, miembros del establishment
de los medios de comunicación. Él ha recurrido a esta credibilidad y confianza
para aprovechar oportunidades clave y extender su influencia. Las prácticas de
comunicación clave han ayudado a Obama en la consecución de su objetivo. Con la
utilización de la comunicación como instrumento para obtener apoyos, Obama ha
exhibido un gran carisma personal. Él actúa para dar una gran primera impresión
y para potenciar excelentes segundas impresiones. Además, Obama utiliza
ademanes efectivos, emplea los apoyos con habilidad, arranca con gran fuerza y
transmite una ética digna de admiración. En este capítulo se exploran las prácticas
que han permitido a Barack Obama ganarse la credibilidad y confianza de millones
de seguidores, tanto en su país como en el extranjero.

El carisma de un líder

La mayoría de la gente dice que sabe lo que es carisma cuando lo ve: fuego
en los ojos, pasión y dominio. Señalan, por ejemplo, a líderes políticos como Martin
Luther King, Jr., Ronald Reagan, John F. Kennedy y Benazir Butto, así como a
líderes populares como Oprah Winfrey. Líderes dinámicos que no tienen nada que
ver con los que pronuncian rutinarios y monótonos discursos o con los apáticos
oradores que no muestran entusiasmo por su tema.

Las palabras a las que a menudo se recurre para describir a Barack Obama—
magnético, electrizante, vigorizante e inspirador—nos hablan de su carisma como
líder. Obama tiene un estilo y una forma de presentar que le permiten ganarse la
confianza de quienes le escuchan, inspirarlos y moverlos a actuar. Obama se las
arregla para cautivar a las audiencias. Desde el momento en que se dirige al
estrado para situarse frente a la audiencia, con su modo de andar seguro, la gente
ve en él una combinación de pasión y autoridad. Transmite carisma a través de
múltiples atributos no verbales—la sonrisa amplia y brillante, la chispa de
seguridad en sus ojos—, su voz resonante y un movimiento del cuerpo que indica
autoridad. Parte del carisma de Obama es su capacidad para transmitir de forma
eficaz entusiasmo. Suele mostrarse estrechamente unido a las cosas de las que
habla, se preocupa a fondo de los temas y le entusiasma compartir. Su entusiasmo
da energía a la gente joven y a la gente mayor.

Tan importante como el carisma tal vez sea la capacidad para utilizarlo y
proporcionar una gran primera impresión. Las primeras impresiones son
duraderas. Este trillado dicho es cierto. En su rápido ascenso, desde la oscuridad al
remache del nombramiento de 2008 como candidato demócrata a la presidencia
del país, Barack Obama ha desarrollado una capacidad formidable para establecer
una primera gran impresión.

Crear una profunda primera impresión.


Imagen y lenguaje corporal

La primera impresión es un momento decisivo, de importancia crucial.


Cuando una persona aparece por primera vez ante los ojos de otra, ésta se forma
una opinión. Incluso antes de que se pronuncie una sola palabra, se ha abierto un
diálogo y se ha comunicado a través de la imagen y el lenguaje corporal. La
profunda primera impresión creada por Barack Obama nos recuerda que el
movimiento del cuerpo y la imagen comunican a la audiencia un lenguaje tan
potente como cualquier otro mensaje dicho en voz muy alta.

De hecho, una coach de ejecutivos extraordinariamente influyente y autora


del libro CEO Material, D. A. Benton, solicitó en una ocasión a un grupo de jóvenes
líderes de McKinsey & Company que se imaginaran lo que harían si quisieran
hacer creer a la gente que estuviera a su alrededor que eran ciegos. Les instó a que
consideraran qué aspecto tendrían y cómo intentarían actuar. Tal vez se pondrían
gafas oscuras y llevarían consigo un bastón blanco que utilizarían para ayudarse al
caminar. Podrían andar despacio o titubeando, mostrando una cierta inseguridad
con respecto al camino que tuvieran por delante. Incluso podrían conseguir un
perro que les guiara por la calles. En resumen, vestirían el papel, lo representarían
y se harían con los apoyos necesarios. Luego, les pidió el mismo ejercicio de
imaginación si buscaran proyectarse como líderes.

El ejercicio fue útil. Las personas cuyo objetivo es presentarse como líderes
deberían vestir el papel, representarlo y reunir a su alrededor los apoyos
necesarios. Esto es así porque—sin proferir una sola palabra—a través de las
primeras impresiones se inicia un diálogo y se sientan bases importantes para
imponer autoridad, obtener confianza y ejercer un liderazgo efectivo.

Barack Obama posee una gran habilidad para ofrecer una excelente primera
impresión. El contacto visual que establece desde el principio con sus audiencias,
extendiendo el brazo hacia ellas con gesto seguro, estrechando la distancia física
que hay entre él y el público, caracteriza el principio de una especie de
conversación bidireccional, que provoca entre los miembros de la audiencia la
reacción de incorporarse y disponerse a escuchar.

El contacto visual apropiado también le ha sido útil a Obama. Al igual que


Bill Clinton, es percibido como alguien que nunca vacila en establecer un firme
contacto visual. El contacto con los miembros del público le ayuda a hacerlo mejor
y a sentirse activado, y no presionado, por ellos. Cuando Obama habla, dirige su
mirada hacia un lado de la sala, a veces con una ligera inclinación de la cabeza en
dicha dirección, y luego hacia el otro lado. Va variando la mirada a lo largo de las
charlas y lo hace de modo tan natural y suave, que involucra a los oyentes y capta
a fondo su atención. Las audiencias perciben esto como un acto de respeto, el
comportamiento de una persona que les da la bienvenida. También lo interpretan
como un acto de confianza, el comportamiento de una persona que quiere mirarles
a los ojos. Estas buenas primeras impresiones perduran.

La confianza mostrada por la palmada en la espalda de saludo que Obama


da a algunas personas que le presentan es también un acto inicial que indica que se
siente cómodo. Se siente a gusto. Al mostrarse ante las audiencias con los pies bien
aposentados en el suelo y los hombros rectos y erguidos, el mensaje es de
seguridad y autoridad. Cuando hay un atril, suele colocar ambas manos a los lados
del mismo, haciéndose con su control. Es evidente que el atril no es una muleta, ni
tampoco Obama permitiría que fuera un obstáculo entre él y la audiencia.

Imaginemos que, en lugar de mostrar tanta seguridad, Obama se hubiera


dirigido al estrado de la convención de 2004 con la barbilla hacia abajo, un andar
vacilante y hubiera saludado levemente de forma avergonzada. Qué imagen tan
radicalmente distinta habría transmitido. A diferencia de ello, los líderes que
caminan de forma decidida, extienden su brazo y saludan con seguridad,
establecen una imagen de mayor autoridad y ensanchan su presencia. Es mejor
arrancar con un comienzo potente y evitar la situación en que hay que esforzarse
para reparar el daño causado por una pobre primera impresión. Los grandes
comunicadores cuidan y utilizan la imagen y el lenguaje corporal para que ejerzan
un impacto altamente positivo.
Potenciar la segunda impresión. Voz y entonación

Otro medio importante de ganar credibilidad y confianza puede observarse


en un uso eficaz de la voz y la entonación. Después de que aparezca el líder con
aire de autoridad y seguridad, rezumando el carisma de líder ¿entonces qué? La
voz y la entonación desempeñan aquí un papel; ambas son herramientas
importantes para aumentar la efectividad de la comunicación.

Voz

Una de las dimensiones de la voz que crea una impresión inmediata es su


calidad: su inflexión y resonancia natural. El imponente tono de barítono de Barack
Obama es un don natural. Suena agradable a los oídos y denota una gran
autoridad. Para la mayoría de oradores, la calidad natural del tono de voz puede
mejorarse con la práctica y mediante la utilización de técnicas de voz.

Más allá de la calidad natural del tono de voz, la forma precisa en que los
líderes emplean sus voces se convierte en algo importante para formarse una
impresión sobre ellos y, en última instancia, para el nivel de efectividad de un
discurso. Hay múltiples dimensiones de la comunicación verbal que van más allá
de las palabras concretas que se pronuncien. El modo en que se pronuncian las
palabras puede transformar un recitado insípido en un discurso con fuerza. Las
herramientas del orador habilidoso incluyen volumen, tono, textura, ritmo e
inflexión. Una voz y entonación efectivas pueden conmover a la gente, hacer más
memorables las palabras y lograr que, en conjunto, la comunicación sea más eficaz.
Las charlas que se comunican con fuerza pueden provocar reacciones del tipo,
«Algo tiró dentro de mí». Barack Obama consigue este tipo de impacto a través de
un uso competente de la voz y la entonación, lo cual refuerza la enjundia de sus
mensajes.

Volumen

Barack Obama ha demostrado la fuerza que tiene incrementar el volumen de


voz en momentos clave. Utiliza el volumen para aumentar la emoción a medida
que la audiencia se solidariza con sus opiniones. Sabe cómo subrayar las palabras
importantes en los momentos apropiados, dándoles un sentido categórico.
Aumenta el volumen cuando aumenta la intensidad de forma gradual, hasta llegar
al clímax de su charla, cuando subraya los mensajes clave. Del mismo modo que
pone fuerza en el volumen cuando se trata de animar a la multitud, sabe también
cómo ir apagando la voz cuando habla de algo que desaprueba. Aumentar y
disminuir. Barack Obama utiliza el volumen para mejorar la eficacia de su
comunicación.

Ritmo y pausas elocuentes

El excelente uso que hace Obama del ritmo mejora también


extraordinariamente la efectividad de su comunicación. Con un ritmo acertado,
modera la marcha cuando se trata de enunciar ideas que quiere asentar en las
psiques de los oyentes. Utiliza frases cortas en los momentos apropiados, lo cual
ayuda a aclarar y subrayar el mensaje. El aumento y disminución del ritmo le
permite atraer la atención de los oyentes hacia los aspectos más significativos del
discurso.

Obama también es hábil en el arte de potenciar el silencio y emplear pausas


elocuentes. Con éstas, consigue centrar la atención en los temas más importantes,
haciendo que sus observaciones sean más destacables. Posee también una gran
habilidad para saber cuándo tiene que dejar que el silencio dure un cierto tiempo,
pausas de efecto dramático que suelen provocar la reacción de la audiencia.

Inflexión y textura emocional de voz

Cuando se trata de evaluar qué es lo que hace de Barack Obama un orador


con tanta fuerza, es fácil observar que evita recitar de forma monótona. Emplea con
habilidad sus técnicas de comunicación. Ha hecho un arte del modo de variar su
volumen y colorido vocal. La gama de las inflexiones de voz que utiliza—cambios
en el tono de su voz—es también uno de sus puntos fuertes. Va variando el modo
de vocalizar las palabras clave, recurriendo a una gama de inflexiones vocales para
profundizar el impacto de lo que dice de un modo que no puede lograrse
exclusivamente por medio de la palabra escrita. Su voz se alza y cae cuando es
necesario. Por ejemplo, Obama sabe cómo hacer caer su tono, sacando su registro
más bajo, y moderar el ritmo cuando desea focalizarse en un punto, como si
subrayara las palabras clave en una pizarra.

Unidas, voz y entonación—poniendo énfasis en las palabras en el momento


apropiado, acelerando o reduciendo el ritmo, variando el colorido tonal,
cambiando el ritmo de las palabras—pueden dar lugar a una fuerza comunicativa
de rango superior. Los discursos y los comentarios se dinamizan y llenan de
impacto y, de ese modo, llegan a formar parte del arsenal de herramientas
estratégicas del líder que triunfa.
Emplear una gestualidad efectiva

Obama rompe las reglas que indican que los gestos deberían utilizarse con
moderación. La gestualidad frecuente es parte de su estilo de comunicación. Para
él es eficaz porque los movimientos son fluidos y prolongaciones de sus palabras, y
porque transmiten su entusiasmo. Trabajan conjuntamente con las modulaciones
de la voz y el tono, y de ese modo animan sus palabras, proporcionando una
dimensión valiosa a sus observaciones.

La fuerza de Obama como orador contribuye a demostrar que los gestos


pueden mejorar el impacto de la comunicación de múltiples formas. Por una parte,
cuando los gestos se utilizan bien crean la impresión de que el orador está a gusto
y con una buena relación con la audiencia. Barack Obama, en concreto, emplea los
ademanes dando la sensación de una conversación cara a cara, como si estuviera
de pie junto a usted conversando y no sobre un podio dirigiéndose a una
audiencia. Su gestualidad ayuda a acortar las distancias. Tanto si esto conlleva una
mano extendida hacia la audiencia, los dedos juntos en las ocasiones adecuadas, o
una mano alzada, sus ademanes transforman los discursos en diálogos y dan la
sensación de que uno se encuentra junto a él disfrutando de una animada
conversación.

La utilización de los gestos también puede crear la sensación de que el


orador está totalmente entregado a un tema y que su deseo de lograr que los
demás acepten sus puntos de vista es sincero. Por ejemplo, una mano situada con
sinceridad sobre el corazón muestra una emoción profundamente sentida.
Además, los ademanes efectivos hacen que el discurso sea más vivaz, atractivo y
recordable. Ahuecar los dedos en forma de C, como si se estuviera colocando las
palabras en el aire. Agitar un dedo índice de lado a lado, regañando a alguien.
Mover los dedos hacia sí mismo, llamando por señas a alguien próximo. Un
movimiento rápido de la mano, como de desdén, para ahuyentar a alguien. Un
puño abierto. Un puño cerrado. Una palma de la mano extendida hacia la
audiencia en señal de alto. Estos y otros numerosos ademanes pueden infundir
vida a un discurso. Como Obama ha demostrado, la precisión de determinados
gestos mejora el contenido descriptivo de la charla y recalca las ideas clave,
aumentando la potencia de lo que se dice de palabra.

Maximizar los apoyos

El uso de apoyos puede ser otro medio importante de crear impresiones así
como de reforzar mensajes clave. Consideremos el ejemplo anterior: si usted quiere
convencer a los demás de que es ciego, ¿qué apoyos sugeriría? Gafas de sol, un
perro, un bastón blanco. Ahora, extendamos el ejemplo a otra situación. Si un
candidato político está intentando conseguir una imagen presidencial, ¿qué apoyos
podría emplear? Podría estar flanqueado por grandes banderas nacionales a ambos
lados del atril. Si trata de dar una imagen de fuerza en política exterior, ¿qué
apoyos podría utilizar? Podría invitar a altos mandos militares a situarse tras él
cuando haga sus pronunciamientos en política exterior.

Si un orador quiere presentarse como un líder, ¿qué apoyos son los


apropiados? Aunque las respuestas dependerán en parte de las circunstancias—el
tipo de audiencia y su estado de ánimo, o el tema y el objetivo de la charla, por
ejemplo—el rol de los apoyos para crear impresiones no debería pasarse por alto.
Para el demócrata que busque conectar con los republicanos, una corbata roja
transmite un mensaje sutil. Los líderes cuyo objetivo sea demostrar sus valores
religiosos podrían pronunciar un discurso en una iglesia, donde el entorno físico
enmarcaría sus comentarios. Igualmente, los líderes que quieran proyectar
autoridad en un escenario informal podrían renunciar a la americana y la corbata,
pero vestirse un poco más formalmente que el público asistente. También podrían
disponer la sala de forma que la audiencia se sienta cómoda (tal vez una sala con
los asientos dispuestos en forma de círculo y sin podio, en lugar de un escenario
más formal con podio y atril). Los apoyos—lo que otros llaman puesta en escena—
son una fuente importante de mensaje no verbal. Una elección cuidadosa del
ambiente en que se pronuncian las charlas o se lideran grupos es importante. El
telón de fondo ayuda a encuadrar los comentarios.

Barack Obama ha mostrado una habilidad considerable en la utilización de


apoyos y de puesta en escena para reforzar sus mensajes. Por ejemplo, el 10 de
febrero de 2007 anunció su candidatura a la Casa Blanca en Springfield, Illinois, lo
que evocaba de forma natural un recuerdo al elogiado presidente Abraham
Lincoln. Obama fijó la atención en la importancia del escenario, manifestando:

Fue aquí, en Springfield, donde se juntan norte, sur, este y oeste donde se
me recordó la dignidad esencial del pueblo americano, donde llegué a creer que
por medio de esta dignidad podíamos construir una América más optimista.

Y por eso, a la sombra del viejo Capitolio estatal, donde Lincoln pidió una
vez a una cámara dividida que permaneciera unida, donde aún viven esperanzas y
sueños comunes, yo me presento ante vosotros para anunciar mi candidatura a la
presidencia de Estados Unidos.
Reconozco que hay cierta arrogancia, cierta audacia, en este anuncio. Sé que
no he dedicado mucho tiempo a aprender la forma en que se hacen las cosas en
Washington. Pero he estado allí el tiempo suficiente para saber que esta forma de
hacer tiene que cambiar.

El genio de nuestros fundadores es que diseñaron un sistema de gobierno


que puede ser modificado. Y deberíamos animarnos a hacerlo, porque ya hemos
cambiado este país en el pasado. Enfrentados a la tiranía, un grupo de patriotas
puso de rodillas a un imperio. Enfrentados a la secesión, unificamos una nación y
liberamos a los esclavos. Enfrentados a la Depresión, pusimos a la gente a trabajar
otra vez y sacamos a millones de personas de la pobreza. Acogimos a los
inmigrantes que llegaban a nuestras costas, tendimos líneas de ferrocarril hacia el
oeste, enviamos un hombre a la Luna, y escuchamos a Martin Luther King pedir
que la justicia fluyera como el agua y la rectitud moral como un torrente poderoso.

Una y otra vez, una nueva generación se ha levantado y ha hecho lo que se


tenía que hacer. Hoy se nos llama de nuevo, y es hora de que nuestra generación
responda a esa llamada.

Porque ésta es nuestra fe inquebrantable, que enfrentadas a lo imposible, las


gentes que aman a nuestro país pueden cambiarlo.

Eso es lo que comprendió Abraham Lincoln. Tuvo sus dudas. Experimentó


contratiempos. Pero con su voluntad y sus palabras, motivó a una nación y ayudó
a liberar un pueblo. Gracias a los millones de personas que se sumaron a su causa
ya no seguimos estando divididos, norte y sur, esclavos y libres. Gracias a que
hombres y mujeres de todas las razas y de todas las condiciones sociales,
continuaron en la marcha por la libertad mucho después de que Lincoln fuera
enterrado, tenemos hoy la oportunidad de enfrentarnos juntos a los retos de este
milenio, como un solo pueblo, como americanos.i

Igualmente, cuando abordó la polémica con el reverendo Jeremiah Wright,


Obama consideró detenidamente los mensajes no verbales que transmitiría. A
causa de su relación con el controvertido clérigo, Obama tuvo que ocuparse de las
incendiarias palabras del reverendo Wright, que fueron percibidas por muchos
americanos como racistas y contrarias a los valores que Obama defiende. La
relación de Obama con Wright amenazó los mismísimos cimientos de su
candidatura. Obama transmitió sus comentarios desde un atril flanqueado por
grandes banderas americanas. A la vez que censuraba las palabras de división del
reverendo Wright, las grandes banderas colocadas detrás suyo reforzaban la idea
de que él es un americano patriota y leal. El telón de fondo ayudó a enmarcar sus
comentarios y envió un mensaje positivo.

Empezar con fuerza

Otra práctica de comunicación que ayuda a Barack Obama a ganar


credibilidad y confianza es su capacidad para arrancar «con fuerza». Con ello,
quiero decir, que empieza a hablar de un modo que conecta con el estado de ánimo
general, aligera cualquier tensión y concentra la atención. Hay muchas formas de
comenzar con fuerza: una cita conmovedora, una anécdota gráfica, un chiste
desenfadado, una declaración directa sobre el tema de la discusión, pueden servir
de ejemplos.

Dada su coherencia con los comienzos intensos, Obama parece plenamente


consciente de que si los líderes empiezan sus charlas de forma débil, después
tendrán que dedicar mucho tiempo a la recuperación, tratando de convencer a la
gente de que los tenga en cuenta de nuevo. En la práctica, su lema podría definirse
como «Arranca con el pie derecho». Los logros de Obama testimonian el impacto
positivo de captar la atención de entrada y conducir a la audiencia a centrarse en
los temas más importantes. Veamos, por ejemplo, el triunfo de Obama en las
primarias de Carolina del Norte, cuando utilizó sus primeras palabras para atraer
la atención al ímpetu de su campaña. Manifestaba:

Algunos de vosotros decíais que Carolina del Norte cambiaría las reglas en
esta elección. Pero hoy, lo que Carolina del Norte ha decidido es que las únicas
reglas que hay que cambiar son las de Washington, DC.

Quiero empezar felicitando a la senadora Clinton por su victoria en el estado


de Indiana. Y quiero dar las gracias a la gente de Carolina del Norte por darnos la
victoria en un gran estado, un estado oscilante, y un estado en el que
competiremos para ganar si yo soy el candidato a la presidencia de Estados Unidos
por el Partido Demócrata.

Cuando esta campaña comenzó, Washington no nos concedía muchas


posibilidades. Pero, gracias a que salisteis a la calle haciendo frente al frío,
llamasteis a las puertas e incorporasteis a vuestros amigos y vecinos a la causa;
gracias a que os mantuvisteis firmes frente a los cínicos, los escépticos y los
negativos tanto en los buenos como en los malos momentos; gracias a que todavía
creéis que éste es nuestro momento y nuestra hora para el cambio, esta noche
estamos a menos de doscientos delegados de obtener la nominación del Partido
Demócrata para la presidencia de Estados Unidos.ii

Incluso en la derrota, Obama selecciona cuidadosamente las palabras de


apertura. Veamos, por ejemplo, las observaciones que siguieron a la pérdida de las
primarias de Pensilvania. Convirtió esta derrota en una victoria argumentando que
había reducido diferencias;

Quiero empezar esta noche felicitando a la senadora Clinton por su victoria,


y quiero dar las gracias a los cientos de miles de ciudadanos de Pensilvania que
estuvieron hoy con nuestra campaña.

Había muchas personas que no pensaron que la carrera sería tan apretada
cuando comenzó. Pero trabajamos a fondo y viajamos por todo el estado a grandes
ciudades y a pequeños pueblos, a plantas industriales y a los locales de veteranos
de guerra. Y ahora, seis semanas después, hemos cerrado la brecha. Hemos
incorporado a nuestra causa a gente de todas las edades, razas y condiciones
sociales. Tanto si se sintieron motivadas por primera vez o por primera vez en
mucho tiempo, lo cierto es que hemos registrado una cifra record de votantes que
llevarán a nuestro partido a la victoria en noviembre.iii

Obama es tan consciente de la importancia de comenzar con fuerza que,


cuando se ve enfrentado a situaciones delicadas de forma inesperada, se asegura
de reajustar el tono de la conversación antes de proceder con los comentarios. Un
claro ejemplo de lo que decimos ocurrió en diciembre de 2006, cuando Barack
Obama se presentó ante un grupo de 2.000 feligreses cristianos en una conferencia
sobre sida celebrada en la iglesia de Saddleback, en el sur de California. Otro de los
políticos que participaba en el mismo acto, el senador Sam Brownback, habló unos
minutos antes de hacerlo Obama. De pie en el podio de la iglesia, el senador
Brownback inició su parlamento, dirigido a una audiencia básicamente de origen
caucásico, mencionando que él y el senador Obama se habían dirigido
recientemente a la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color
(National Association for the Advancement of Colored People, NAACP) y que,
«fueron muy corteses conmigo, pero creo que en el fondo se preguntaban “¿Quién
es este tipo de Kansas?”» Brownback se quejó de que, en cambio, la NAACP y su
audiencia habían tratado a Obama como una estrella de rock, como dando a
entender que la diferencia de trato era a causa de la raza. Se volvió hacia Obama,
sentado tras él, y bromeó respecto a que ahora los papeles estaban cambiados,
diciendo, «Bienvenido a mi casa».

Sentada en la sala, recuerdo la conmoción que se registró en muchos de los


asistentes. ¡Barack Obama es cristiano y estábamos en una iglesia! El comentario de
Brownback, correcto o equivocado, parecía lleno de carga racial; sugería que,
aunque Obama era cristiano, la iglesia no era su casa porque la mayoría del
público asistente era de raza blanca. Es muy posible argüir que Brownback no
pretendía, de hecho, darle este significado y se refería solamente a la inclinación
conservadora de la audiencia o bien que se expresó de forma inapropiada. Pero, lo
cierto es que las palabras fueron muy insultantes y colocaron al senador Obama en
una posición muy embarazosa.

Cuando Brownback terminó su discurso minutos después y Obama se


dirigió al atril, muchas personas del público parecían contener la respiración,
preguntándose si Obama abordaría el insulto. No era ningún secreto que algunos
evangélicos aislados se habían sentido molestos al saber que Obama participaría en
el acto y habían intentado que se le retirara la invitación. Obama empezó su
intervención ofreciendo los saludos de su Iglesia, remarcando con mucha
intencionalidad que él era cristiano. Luego procedió a dar más y más cumplidos a
Brownback. Que yo recuerde, Obama habló de que era un honor colaborar con el
senador Brownback en tantos temas importantes y elogió la capacidad de
liderazgo de éste. Habló de él largo y tendido, un comienzo verdaderamente cortés
a la luz del insulto que acababa de recibir.

A continuación, Obama hizo algo auténticamente brillante. Antes de


proceder a iniciar su discurso, aprovechó la oportunidad—después de haberse
colocado en un plano de superioridad moral al haber rehusado defenderse de
forma directa y rotunda—para dirigirse al senador Brownback, que estaba sentado
detrás del podio de la iglesia. Obama sonrió y dijo, «Hay una cosa que tengo que
decirte Sam, ¡Ésta es mi casa, también! Ésta es la casa de Dios».

La multitud prorrumpió en aplausos. «¡Sólo quería dejar las cosas claras!»,


decía Obama, envuelto por una ola de apoyo. Obama había dejado las cosas
perfectamente claras. Si no lo hubiera hecho, habría comenzado «débil» y habría
avanzado en una posición extraordinariamente comprometida, que podía haber
infravalorado su discurso. En cambio, rehízo el diálogo con éxito y prosiguió con
una charla que fue muy bien recibida por el público.

Comunicar una ética digna de admiración.


Crear una reputación incapaz de ser dañada

Por último, un medio importante de ganar credibilidad y confianza es


asegurándose de que se transmite una ética digna de admiración. Cuando un líder
transmite efectivamente una ética firme y la corrobora sistemáticamente a través de
sus actos posteriores, la gente empieza a tener una gran fe en su personalidad y en
sus decisiones. Transmitir una ética firme tiene también para el líder el beneficio
añadido de ayudarle a construir una excelente reputación donde las acusaciones y
las polémicas «rebotarán» en lugar de hacerle daño. Cuando surja la polémica,
existen mayores probabilidades de que la gente reaccione pensando, «No, eso no es
lo que yo he observado en él durante todo este tiempo». Lo más probable es que se
mantengan a la espera de una explicación y concedan una oportunidad al líder.

En sus declaraciones públicas, Barack Obama aprovecha la oportunidad de


comunicar sus elevados estándares éticos y su compromiso con valores de justicia
y moralidad. Veamos sus comentarios durante el anuncio de su candidatura
presidencial, realizado en Springfield, Illinois en 2007:

Dejadme que os cuente cómo he llegado hasta aquí. Como la mayoría ya


sabéis, no he nacido en este gran estado. Vine a vivir a Illinois hace más de dos
décadas. Por aquel entonces yo era un joven recién salido un año antes de la
universidad. No conocía a nadie en Chicago, no tenía dinero ni lazos familiares.
Sin embargo, un grupo de iglesias me había ofrecido un empleo como trabajador
social por 13.000 dólares al año. Y acepté el trabajo sin pensarlo, motivado en ese
momento por una sola idea, simple y poderosa: que yo podía desempeñar un
pequeño papel en la construcción de una América mejor.

Mi trabajo me llevó a algunos de los barrios más pobres de Chicago. Me uní


a religiosos y seglares para ocuparme de comunidades que habían sido arrasadas
por los cierres de fábricas. Observé que los problemas a los que se enfrentaban las
personas no eran simplemente de carácter local, que la decisión de cerrar una
planta siderúrgica era tomada por ejecutivos que vivían lejos; que la falta de libros
de texto y de ordenadores en las escuelas podía rastrearse hasta las decisiones
sesgadas de políticos situados a más de mil kilómetros de distancia; y que cuando
un niño cae en las garras de la violencia, su corazón tiene un agujero que ningún
gobierno por sí solo podrá tapar.

Fue en estos barrios donde recibí la mejor formación de mi vida y donde


aprendí el verdadero significado de mi fe cristiana.

Después de tres años con este trabajo, me matriculé en la Facultad de


Derecho porque quería saber cómo debería funcionar la ley para los necesitados.
Me convertí en un abogado especializado en derechos civiles y enseñé derecho
constitucional. Al cabo de un tiempo, llegué a comprender que nuestros apreciados
derechos de libertad e igualdad dependen de la participación activa de un
electorado en situación de alerta. Fue con estas ideas in mente que yo llegué a esta
capital como senador estatal.

Fue aquí, en Springfield, donde vi converger todo lo que es América:


agricultores y maestros, empresarios y trabajadores, todos ellos con una historia
que contar, todos ellos buscando un lugar en la mesa, todos ellos gritando para ser
escuchados. Aquí, hice amigos para siempre, algunos de los cuales veo hoy entre el
público.

Fue aquí donde aprendimos a estar en desacuerdo sin ser desagradables;


que el compromiso siempre es posible, siempre y cuando se sepa qué principios no
pueden comprometerse jamás; y que siempre y cuando estemos dispuestos a
escucharnos unos a otros, podemos asumir lo mejor en lugar de lo peor de las
personas.iv

Al ofrecer este breve resumen de sus elecciones vitales, Obama recalcaba sus
valores de moralidad y justicia y su compromiso con la comunidad.

Obama comunica igualmente una ética digna de admiración cuando presta


atención al modo en que critica a sus adversarios. Cuando critica al candidato
presidencial John McCain, por ejemplo, suele asegurarse en primer lugar de
afirmar los servicios prestados al país por el candidato. Con ello ayuda a evitar la
imagen de que entra en ataques personales. Por ejemplo, Obama decía:

Dentro de pocos meses el Partido Republicano vendrá a St. Paul con un


orden del día muy diferente: proponer como candidato presidencial a John
McCain, un hombre que ha servido heroicamente a su país. Yo rindo homenaje a
ese servicio, y respeto sus muchos logros, aunque él decide negar los míos. Mis
diferencias con él no son de tipo personal, sino con las políticas que ha propuesto
en esta campaña.

La atención que Obama presta en transmitir una ética firme le ha ayudado a


capear temporales y a construir su histórica campaña alrededor de lemas como
«liderazgo en el que puedes confiar» y «cambio en el que puedes creer».

Lo que hemos aprendido.


Prácticas para obtener credibilidad y confianza

Dado el tremendo éxito de Obama, los líderes tienen mucho que aprender
del modo en que utiliza excelentes prácticas de comunicación para ganarse la
credibilidad y confianza de los demás. Hemos observado que el carisma
desempeña un rol para ganar credibilidad y confianza. La gente sabe lo que es el
carisma en cuanto lo ve: un cierto fuego en los ojos, pasión, y autoridad. El carisma
ayuda a los líderes a transmitir energía y a motivar a los demás. La imagen y el
lenguaje corporal son también importantes para crear una profunda primera
impresión. Los líderes expertos sacan provecho de este primer momento decisivo.
A través del uso hábil de la imagen y del movimiento del cuerpo, inician un tipo
de diálogo bidireccional y logran producir excelentes impresiones que perduran.
Ello contribuye a establecer una base sólida para imponer autoridad y ejercer
liderazgo.

Unas buenas segundas impresiones pueden reforzar una profunda primera


impresión. A través de la voz y la entonación y un uso hábil de los gestos, los
comunicadores eficaces subrayan su seguridad, confianza en sí mismos y valía
como líderes. Los comunicadores eficaces tienen también en cuenta que el modo en
que pronuncien las palabras puede dar gran potencia a sus comentarios. Sacan
provecho del uso excelente que hacen de la voz y la entonación. Igualmente, los
ademanes les sirven de herramientas que se convierten en extensiones fluidas de la
palabra hablada, animando su diálogo y aportando un mayor impacto a sus
manifestaciones.

Los comunicadores que tienen fuerza recuerdan la importancia que tienen


los apoyos y la puesta en escena para enviar mensajes subliminales que refuercen
los temas clave. Se esfuerzan para «arrancar con fuerza» sus charlas, conectando
con el estado de ánimo general y asegurándose de que inician sus diálogos con
buen pie. Además, los comunicadores excepcionales aprovechan las oportunidades
para transmitir su firme sentido de la ética, profundizando en una base de
credibilidad y confianza que pueda traer beneficios a largo plazo.
i
Texto completo del anuncio del senador Barack Obama de la candidatura a
la presidencia, Springfield, Illinois, 10 de febrero de 2007.

ii
Barack Obama: Noche electoral de primarias, Raleigh, Carolina del Norte, 6
de mayo de 2008.

iii
Barack Obama: Noche electoral de primarias de Pensilvania, Evansville,
Indiana, 22 de abril de 2008.

iv
Texto completo del anuncio del senador Barack Obama de la candidatura a
la presidencia, Springfield, Illinois, 10 de febrero de 2007.
3

Derribar barreras

La idea de que Obama persiguiese la presidencia de Estados Unidos en las


elecciones de 2008 habría sido calificada en 2004 de «improbable», en el mejor de
los casos. Muchos americanos se habrían burlado, «¡Jamás logrará que su nombre
se abra paso!». Obama suena como «Osama». Su segundo nombre es Hussein. Y no
digamos su raza. Sin embargo, en 2008, Barack Obama fue universalmente
aclamado como «la figura redentora que transformaría el mundo» i, con grandes
posibilidades de ocupar la Casa Blanca y cuya victoria podría ayudar a reconciliar
un mundo dividido entre negros y blancos, norte y sur, ricos y pobres. ¿Cómo se
las arregló Barack Obama para derribar unas barreras que podían haber sido
obstáculos insalvables para muchos otros aspirantes a líderes?

Una de las respuestas la encontramos en su notable capacidad cuando


utiliza la comunicación para unir a la gente a pesar de sus diferencias y para
establecer un terreno común. La capacidad para unir a la gente genera
compañerismo y promover una sensación de objetivos compartidos es esencial
para todo líder que quiera triunfar a fondo. La competencia de Obama en ese
campo es especialmente importante, tal como se pone de manifiesto a través de la
magnitud de sus logros políticos. El éxito de su reivindicación a candidato a la
presidencia del país por el Partido Demócrata puede calificarse de excepcional en
el marco de la historia del mundo. Exclusivamente en el contexto de Estados
Unidos, sigue siendo notable la gestión de Obama para unir a una coalición tan
extraordinariamente diversa, que incluye empleados, obreros, estudiantes, amas de
casa con niños en edad escolar y empresarios de todas las edades y razas. Obama
ha expuesto muchas veces el mensaje de que «estas elecciones no son entre
regiones, ni religiones ni géneros. No se trata de los ricos versus los pobres; los
jóvenes versus los viejos; ni tampoco de los negros versus los blancos. Se trata del
pasado versus el futuro».ii Pero, ¿cómo ha sido capaz de desechar las viejas
divisiones? En este capítulo se estudian las prácticas de comunicación concretas
que han posibilitado que Barack Obama derribara con éxito las barreras y forjara
vínculos entre muchos grupos dispares.

Lograr trascendencia

Las prácticas de comunicación altamente eficaces de Barack Obama le han


permitido lograr un elevado nivel de «trascendencia». Él mismo se ha referido a
ello, puesto que ha insistido en múltiples ocasiones que en cuanto la gente llega a
conocerle, suele cambiar de opinión. ¿Y cómo llega a conocerle la gente? Mítines.
Discursos. Manifestaciones públicas. Gracias a su comunicación tan
extraordinariamente eficaz, el apoyo recibido por Obama ha crecido de forma
exponencial.

Varias son las prácticas de comunicación específicas que ayudan a explicar el


éxito conseguido por Obama para lograr que se asocien grupos de personas tan
diversos, focalizándose no en sus diferencias sino en las cosas que tienen en
común. Hay lecciones valiosas a aprender cuando observamos que Obama
reconoce las diferencias pero se concentra en los valores, sueños, historias y
experiencias compartidas; y cuando analizamos la forma en que salpica sus
comentarios con palabras que dejan huella, sacadas de un léxico impactante de
retórica política, principios compartidos, verdades bíblicas y observaciones de
famosos iconos de la historia de América. A continuación investigamos las técnicas
de comunicación eficaces de Obama.

Reconocer la realidad ignorada (el elefante en la sala)

Barack Obama ha logrado un tremendo éxito haciendo pedazos la opinión


convencional y derribando barreras históricas. En 2004, Obama apuntó varias de
las fuentes de su éxito, explicando por qué mucha gente le consideraba un
candidato y orador político atractivo. Explicaba cómo había ganado meses antes
las elecciones primarias al Senado de Illinois. «Desafiamos la creencia general
acerca de dónde proceden los votos, porque se supone que los blancos no votarán
a los negros, ni la gente de los suburbios votará a la gente del centro, ni la gente del
sur a la gente del norte... Hemos sido capaces de ensamblar una coalición donde la
gente está dispuesta a dar una oportunidad a cualquiera si le hablan de un modo
que tenga sentido.»iii Obama ha reiterado también posteriormente que la gente
«está más interesada en el mensaje que en el color de la piel del mensajero» iv.

Sin embargo, muchos líderes han fracasado en el pasado en sus intentos de


crear una coalición de base tan amplia. El éxito de Obama es producto de algo más
que la buena suerte. Él utiliza unas prácticas de comunicación que le han ayudado
a derribar obstáculos y a forjar lazos. Una de ellas es que Obama reconoce de
entrada y de manera franca la presencia de posibles fuentes de incomodidad.
Cuando empieza sus charlas, parece actuar a menudo bajo el principio de «Si hay
un elefante (realidad) en la sala, ¡reconozcámoslo!».

Para Obama, «los elefantes en la sala» suelen incluir su raza, su «nombre


gracioso» y el hecho de que su padre provenga de una parte del mundo en vías de
desarrollo y que en una época viviera en una cabaña. Dada la historia racial
existente en Estados Unidos, estos antecedentes podrían haber representado un
obstáculo insuperable para líderes menos cualificados que Obama.

En lugar de omitir estos temas de posible incomodidad, Obama es un


maestro en el arte de enfrentarse a ellos cara a cara, a veces con toques de humor.
Por ejemplo, en una ocasión bromeaba acerca de que con mucha frecuencia la
gente confundía su nombre e involuntariamente le llamaba por otros nombres más
familiares, como «Alabama» o «Yo Mama». v Obama se refería también a sí mismo
como «un chaval flaco con un nombre gracioso». Tal como reconoció en la
convención de 2004, «afrontémoslo, mi presencia en este estrado es bastante
increíble». La comodidad que exhibe Obama cuando reconoce los «elefantes en la
sala» facilita también la comodidad de aquellos a los que habla. Esto, a su vez, le
deja libre para redirigir la atención hábilmente hacia áreas de interés común.

Obama demuestra que es útil para un orador tratar de reconocer pronto y de


forma directa las fuentes de posible incomodidad. Con ello, se posibilita dejar atrás
los temas que dividen y focalizarse en los esfuerzos de crear lazos y fortalecer
intereses comunes.

Hacer hincapié en sueños y valores comunes

Cuando Obama reformula con acierto el diálogo para subrayar los puntos
comunes en lugar de las diferencias, se concentra en aspectos clave como sueños y
valores compartidos. Veamos el ejemplo siguiente:

Finalmente, emprendí viaje a esta pequeña aldea de Kenia y pregunté a mi


abuela si quedaba allí alguna cosa de mi padre. Ella abrió un baúl y saco un fajo de
cartas que me entregó.

Había más de treinta cartas, todas escritas a mano por mi padre, todas
dirigidas a facultades y universidades de toda América, todas cumplimentadas con
la esperanza de un joven que soñaba con una vida mejor. Y su plegaria obtuvo respuesta
cuando fue convocado para estudiar en este país.vi [Énfasis indicados.]

En estos comentarios, Obama concentra su atención en la esperanza de un


hombre joven y en las plegarias que obtuvieron respuesta, aspectos con los que el
americano medio se puede identificar. Los aspectos de la vida de su padre que
podrían servir para separar a Obama de la mayoría de americanos—la cabaña y
Kenia—se desvanecen en nuestra mente a medida que Obama dirige nuestra
atención hacia el campo de los intereses comunes. Los líderes en potencia pueden
aprender mucho de esto. Cuando prepare charlas o conferencias tenga presente lo
siguiente: ¿Qué elementos de interés común puede usted destacar para establecer
unos fuertes lazos con su audiencia? ¿Cómo se puede dirigir la atención
hábilmente hacia aquellas áreas de interés común en lugar de mantener a la
audiencia focalizada en elementos que dividan?

También podemos aprender mucho de la habilidad de Obama para


establecer puntos en común entre grupos de personas diferentes cuando
observamos como huye de las tradicionales divisiones sociales—clase social, raza,
etnicidad, región y religión—y se focaliza en los valores y sueños compartidos. El
18 de marzo de 2004, el New York Times citaba a Obama, cuando dijo: «Tengo un
nombre poco corriente y unos antecedentes exóticos, pero mis valores son
esencialmente americanos».vii Obama promociona este tema con energía y utiliza
los valores compartidos—como, por ejemplo, una ética de trabajo sólida, creencia
en el sueño americano y deseo de educación y formación—como la base para
identificarse con una amplia base de la población americana. Veamos a
continuación los comentarios efectuados en el almuerzo anual de la Associated
Press en Washington, DC, en abril de 2008:

No importa si son demócratas o republicanos; si proceden de los pueblos


más pequeños o de las ciudades más grandes; si son o no son cazadores; si van a la
iglesia, templo o mezquita, o no van. Nosotros podemos venir de diferentes
lugares y tener diferentes historias, pero compartimos esperanzas comunes y un
único sueño americano.

Éste es el sueño que quiero ayudar a restablecer en estas elecciones. Si tengo


la oportunidad, de eso es de lo que hablaré desde ahora hasta noviembre. Ésta es la
alternativa que ofreceré al pueblo americano: cuatro años más de lo que hemos
tenido durante los últimos ocho, o un cambio fundamental en Washington.

La gente puede estar resentida con nuestros líderes y la situación actual de la


política, pero por encima de esto son optimistas sobre lo que es posible en América.
Ésa es la razón de que salgan de sus casas en su día libre o de sus trabajos después
de una larga jornada laboral, y viajen—a veces varios kilómetros, a veces con un
frío glacial—para asistir a un mitin o a una reunión en el Ayuntamiento dirigida
por la senadora Clinton, o por el senador McCain, o por mí. Porque ellos creen que
podemos cambiar las cosas. Porque creen en ese sueño.

Yo sé algo sobre ese sueño. Yo no nací en un hogar rico. Fui educado por una
madre soltera con la ayuda de mis abuelos, que crecieron en una pequeña ciudad
de Kansas, fueron a la escuela gracias a la Ley del Soldado y compraron su casa a
través de un préstamo de la Dirección Federal de la Vivienda. Mi madre tuvo que
recurrir en una ocasión a los cupones canjeables por comida de la asistencia
pública, pero a pesar de todo consiguió, gracias a las becas, que dispusiera de la
oportunidad de ir a las mejores escuelas. Mi madre me ayudó a entrar en algunas
de las mejores universidades y me concedió préstamos que Michelle y yo
terminamos de pagar no hace muchos años.

En otras palabras, mi historia es una historia prototípicamente americana. Es


la misma historia que ha hecho de este país un faro para el mundo, una historia de
lucha y sacrificio por parte de mis antepasados y una historia de superación de
grandes adversidades. Llevo esta historia conmigo todos y cada uno de los días de
mi vida. Es la razón de que me levante cada día y haga esto, y es la razón de que
siga manteniendo tal esperanza en el futuro de un país donde los sueños de sus
moradores siempre han sido posibles.viii

En los comentarios precedentes, Obama se une firmemente otra vez con los
miembros de la audiencia diversa a la que se está dirigiendo cuando atrae la
atención hacia su sueño americano compartido. Igualmente, en el ejemplo
siguiente, Obama consolida los lazos con grupos americanos diversos cuando
describe la búsqueda del sueño americano por parte de su familia y su
compromiso con valores loables: trabajo duro y entrega.

Éste es el país que concedió a mi abuelo la oportunidad de ir a la


universidad gracias a la Ley del Soldado cuando regresó a casa después de la
Segunda Guerra Mundial; un país que concedió a mi abuelo y a mi abuela la
oportunidad de comprar su primera casa gracias a un préstamo del gobierno.

Éste es el país que hizo posible que mi madre, una madre soltera que había
tenido que recurrir una vez a los cupones canjeables por comida de la asistencia
pública, enviara a mi hermana y a mí a las mejores escuelas del país con la ayuda
de becas.

Éste es el país que posibilitó que mi suegro—un obrero de la planta de


filtración de agua del South Side—mantuviera a su esposa y a dos hijos con un solo
salario. Se le diagnosticó esclerosis múltiple a los treinta años y dependía de un
andador para poder trabajar. Y, sin embargo fue a trabajar cada día y envió a mi
esposa y a su hermano a una de las mejores universidades del país. Era un empleo
que no sólo le proporcionaba un sueldo, sino también sentido de la dignidad y de
la propia valía. Era una América que no recompensaba tan sólo la riqueza, sino
también el trabajo y a los trabajadores que la creaban.ix

Tal como observaba el comentarista político Jamal Simmons el 3 de junio de


x
2008, Obama había tenido éxito en presentar la historia de su vida como «una
historia exclusivamente americana [...] Al igual que la historia de Bill Clinton, la
historia de Ronald Reagan, la historia de Harry Truman». El New York Times
coincidía en esta apreciación el 28 de julio de 2004, al indicar que Obama cuenta
«una historia americana clásica de inmigración, esperanza, esfuerzo y
oportunidad». Dadas sus excelentes prácticas de comunicación, Obama ha
reflejado la historia de su vida como la de un americano de origen humilde que se
abrió camino hasta lograr un éxito extraordinario. Esto le ha ayudado a conectar
con las audiencias; la historia de su vida se contempla como una historia clásica
que ha ganado para Obama la simpatía de millones de americanos.

Atraer la atención hacia la historia compartida

El énfasis que pone Obama en los sueños comunes—en especial el sueño


americano—y en los valores compartidos, le ha hecho ganar las simpatías de
millones de americanos. Cuando le es posible, Obama hace hincapié también en la
historia compartida como medio de identificarse con sus audiencias. Reflexione
sobre este ejemplo:

Soy el hijo de un hombre de color de Kenia y de una mujer blanca de


Kansas. Me crié con la ayuda de un abuelo blanco que sobrevivió a la Depresión y
luego sirvió en el ejército de Patton durante la Segunda Guerra Mundial y de una abuela
blanca que trabajó en una cadena de montaje de bombarderos en Fort Leavenworth
mientras él estaba en el extranjero. He ido a algunas de las mejores escuelas de
América y he vivido en uno de los países más pobres del mundo. Estoy casado con
una mujer americana de color que lleva sangre de esclavos y de propietarios de
esclavos, una herencia que transmitimos a nuestras dos queridas hijas. Tengo
hermanos, hermanas, sobrinas, sobrinos, tíos y primas de todas las razas y colores
repartidos por tres continentes y, mientras viva, nunca olvidaré que mi historia no
habría sido siquiera posible en ningún otro país de la Tierra.

Es una historia que no ha hecho de mí el candidato más convencional. Pero


es una historia que ha impreso en mis genes la idea de que esta nación es algo más
que la suma de sus partes, que a partir de muchos, somos verdaderamente uno.xi [Énfasis
indicado.]
Aunque Obama reconoce que su padre era keniano, formula la historia de
éste como una historia de inmigrantes típicamente americana caracterizada por la
enorme esperanza de un mejor futuro, educación, esfuerzo y la consecución del
sueño americano. Las referencias de Obama a la historia compartida—la
Depresión, el ejército de Patton y la Segunda Guerra Mundial, y la cadena de
montaje de bombarderos en Fort Leavenworth—le ayudan a hacerlo de forma
convincente. Estas referencias históricas familiares ayudan a Obama a posicionarse
«como cualquier otro americano». Aleja eficazmente la conversación de su
«gracioso» nombre y su heterodoxa educación y la dirige hacia los muchos lazos
que unen. Con ello, Obama se proyecta firmemente como una parte del «nosotros»,
una parte del mismo equipo de la mayoría de americanos que se esfuerza por
lograr los mismos objetivos.

Veamos otro ejemplo, en el que los detalles concretos que Obama aporta,
ayudan a crear conexiones con una audiencia diversa:

Lo que aprendí mucho más tarde es que parte de lo que hizo posible que mi
padre viniera a Estados Unidos se debió al esfuerzo realizado por el joven senador
por Massachusetts de aquella época, John F. Kennedy, y a una beca de la
Fundación Kennedy que ayudaba a los estudiantes de Kenia a pagarse el viaje. Así
pues, es en parte gracias a su generosidad que mi padre llegó a este país, y porque
así lo hizo yo estoy hoy frente a vosotros, inspirado por el pasado de América,
lleno de esperanza en el futuro de América y determinado a poner algo de mi parte
en la redacción de nuestro próximo gran capítulo.xii

En estos comentarios, Obama elige perfectamente los detalles para


vincularse firmemente con el público americano; se refiere a una de las más
famosas familias políticas de América, conecta con los sentimientos patrióticos
cuando se refiere a la «generosidad» de un americano, y se muestra a sí mismo
como «inspirado por el pasado de América» a la vez que representante de su
futuro.

Igualmente, Obama atrajo la atención hacia la historia compartida como


medio de crear vínculos con la audiencia en el acto de respaldo de Kennedy a su
candidatura, celebrado en Washington, DC, en enero de 2008. Comentaba:

Para mí, hoy no es sólo política, sino algo personal. Era muy pequeño para
poder acordarme de John F. Kennedy, y sólo era un niño cuando Robert Kennedy
inició su campaña presidencial. Pero en las historias que escuché cuando crecía,
observé que mi madre y mis abuelos hablaban de ellos y de esa época de la vida de
nuestro país como de una época de grandes esperanzas y logros. Y yo creo que mi
propia sensación de lo que es posible en este país procede en parte de lo que
dijeron que era América en los días de John y Robert Kennedy.

Yo creo que eso es cierto para millones de americanos. Lo he visto en las


oficinas de esta ciudad donde cuelgan de sus paredes retratos de John y Robert
Kennedy o donde se encuentran en sus estanterías montones de sus discursos. Y lo
he visto en mis viajes por todo el país. No importa adónde vaya o a quién hable,
algo sí puedo decir con total seguridad: el sueño nunca ha muerto.

El sueño vive entre los viejos que conocí, quienes recuerdan lo que América
fue una vez y saben lo que puede volver a ser otra vez. Vive en los jóvenes que sólo
han visto a John y Robert Kennedy por televisión, pero que están preparados para
responder a su llamada.

Vive en aquellos americanos que rechazan ser disuadidos por la magnitud


de los retos a que nos enfrentamos, que saben, como dijo el presidente Kennedy en
esta universidad, que «ningún problema del destino humano está más allá de los
seres humanos».

Y vive en aquellos americanos—jóvenes y viejos, ricos y pobres, negros y


blancos, latinos y asiáticos—que están cansados de unas políticas que nos dividen
y que quieren recuperar el objetivo de propósito común que tenían cuando John
Kennedy era presidente.

Éste es el sueño que albergamos en nuestros corazones. Éste es el tipo de


liderazgo que necesitamos en este país. Y ése es el tipo de liderazgo que yo intento
ofrecer como presidente.xiii [Énfasis indicados.]

Los temas familiares descritos más arriba han posibilitado que Obama
derribe barreras y cree lazos de unión. Para obtener apoyo político ha desechado
las divisiones tradicionales y en su lugar ha sentado otras bases para la unión—
valores compartidos e historia compartida—que le han permitido motivar a una
cantidad de personas que no tiene precedentes.

Potenciar las experiencias compartidas

Otra lección importante del sobresaliente estilo de comunicación de Obama


es el modo en que aprovecha las experiencias compartidas para establecer relación
y una profunda sensación de compañerismo. Como hemos visto, Obama trata de
descubrir puntos en común y atrae la atención hacia ellos a propósito cuando se
dirige a una audiencia. A veces, este terreno común, puede limitarse a experiencias
tangenciales. Pero Obama se las arregla para potenciar incluso dichas experiencias
tangenciales y forjar una base sobre la que identificarse con la audiencia. Veamos el
ejemplo siguiente, cuando Obama habló ante un grupo de mujeres trabajadoras.
¡Evidentemente, Obama no es una mujer trabajadora! Sin embargo, dedicó tiempo
a estudiar cómo se podría identificar con este grupo. Entre las preguntas relevantes
que pareció tener en cuenta de antemano estaban: ¿Cuál es la base de nuestras
experiencias comunes? ¿Cómo puedo explicar con más detalle estas experiencias?
—aunque sólo sean tangenciales—para establecer una conexión sólida con la
audiencia? Obama crea una conexión sólida de forma espléndida cuando utiliza su
experiencia de hijo de mujer trabajadora y de marido de mujer trabajadora para
potenciar los puntos en común:

Es magnífico volver a estar en Nuevo México y disponer de la oportunidad


de hablar de algunos de los retos a los que se enfrentan las mujeres trabajadoras.
Porque yo no estaría delante de vosotras hoy como candidato a presidente de
Estados Unidos si no fuera por las mujeres trabajadoras.

Estoy aquí gracias a mi madre, una madre soltera que se pagó los estudios,
que se dedicó a su pasión de ayudar a los demás y crió a mi hermana y a mí en la
convicción de que en América no hay barreras para triunfar si se está dispuesto a
trabajar por ello.

Estoy aquí gracias a mi abuela, que ayudó a criarme. Trabajó durante la


Segunda Guerra Mundial en una cadena de montaje de bombarderos; ella era
Rosie la remachadora. Luego, aunque tan sólo tenía un diploma de enseñanza
secundaria, fue ascendiendo desde su puesto inicial de secretaria en un banco y
terminó siendo el puntal económico de toda nuestra familia cuando yo crecí.

Y estoy aquí gracias a mi esposa, Michelle, el pilar de la familia Obama, que


se ha ido abriendo camino desde sus modestas raíces en el South Side de Chicago y
que ha compaginado las responsabilidades laborales y familiares con más
habilidad y gracia que cualquier otra persona que conozco. Ahora, Michelle y yo
queremos que nuestras dos hijas crezcan en una América donde tengan la libertad
y la oportunidad de vivir sus sueños y de crear sus propias familias.xiv

En otro ejemplo, Obama pronuncia un discurso ante un grupo urbano en


Florida. Obama estudió de nuevo cómo podría identificarse con la audiencia. ¿Qué
tipos de experiencias o historias compartían? ¿Cómo podría explicarlo con más
detalle creando una imagen lúcida de sí mismo como candidato que comprende su
situación, sus retos, sus necesidades? Aunque el grupo tiene su sede en Miami,
Florida, Obama se sirve eficazmente de su experiencia como trabajador social en
Chicago, Illinois, y establece unos puntos en común:

Esto tiene algo de vuelta a casa para mí. Porque aunque hoy estoy aquí
como candidato a la presidencia de Estados Unidos, nunca olvidaré que la
experiencia más importante de mi vida la tuve cuando estaba haciendo lo que
vosotros hacéis cada día: trabajar a nivel local para traer el cambio a nuestras
comunidades.

Como algunos de vosotros tal vez sepáis, después de la enseñanza superior


trabajé con un grupo de iglesias como trabajador social en Chicago y así pude
ayudar a mejorar el estado de ánimo en barrios que estaban en dificultades
después del cierre de las plantas siderúrgicas locales Aquello me enseñó una
verdad fundamental que he llevado conmigo hasta hoy: que en este país, el cambio
no se produce de arriba abajo, sino de abajo arriba.xv

Para los líderes que aspiren a reducir las áreas de división percibidas y a
ampliar el campo de cosas en común, los éxitos de Obama demuestran la utilidad
de dedicar tiempo a identificar las múltiples bases que podrían servir de áreas de
interés común. ¿Comparten los oyentes historias comunes? ¿Valores comunes?
¿Experiencias comunes? ¿Objetivos comunes? Arroje luz sobre las cosas que
puedan tener en común para crear lazos y unir a grupos de personas dispares.

Emplear palabras que tengan eco en la audiencia: el léxico


histórico y político

Hemos visto más arriba que Obama crea con habilidad una sensación de
«nosotros», haciendo que él y la audiencia formen parte del «nosotros» a medida
que explica en detalle sus valores, sueños, historias y experiencias en común. Para
apuntalarlo, salpica sus observaciones con palabras que tienen eco en sus
audiencias. A veces, saca las palabras apropiadas del léxico político americano,
recurriendo a nuestros preciados valores sociopolíticos compartidos. A veces, se
sirve de principios valiosos y de verdades bíblicas. En otras ocasiones, se remite a
las palabras de personajes icónicos de la historia americana para poder subrayar su
mensaje.

Veamos el ejemplo siguiente, cuando Obama reacciona ante los encendidos y


divisivos comentarios del reverendo Jeremiah Wright, que amenazaban con
menoscabar las afirmaciones de Obama con respecto a qué representaba una
América unida. Obama escogió servirse de la rica historia de retórica política de
América, utilizando palabras de la Declaración de Independencia que tenían eco en
la audiencia. Remitirse a la Declaración de Independencia era algo parecido a tirar
cubos llenos de agua al fuego y sofocar sus llamas. En la frase de apertura que
viene a continuación, Obama afirmaba su patriotismo y comunicaba su
inquebrantable apoyo a los ideales de unidad:

«Nosotros, el pueblo, a fin de formar una unión más perfecta.»

Hace doscientos veintiún años, en un salón que aún da a la calle, un grupo


de hombres se reunió y con estas sencillas palabras arrancó el improbable
experimento de la democracia en América. Agricultores y académicos; estadistas y
patriotas que habían atravesado un océano para escapar de la tiranía y la
persecución hicieron al fin realidad la Declaración de Independencia en una
convención celebrada en Filadelfia que se prolongó a lo largo de la primavera de
1787.

El documento que elaboraron fue finalmente firmado pero, en última


instancia, quedó sin terminar. Estaba manchado por el pecado original de
esclavitud de esta nación, una cuestión que dividió a las colonias y que llevó a la
convención a un punto muerto, hasta que los fundadores decidieron permitir que
el negocio de esclavos continuara por lo menos durante veinte años más y dejar
cualquier decisión final en manos de las generaciones futuras.

Por supuesto, la respuesta a la cuestión de la esclavitud ya estaba integrada


en nuestra Constitución, una Constitución que albergaba en su misma esencia el
ideal de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; una Constitución que
prometía a su pueblo libertad y justicia, y una unión que podía y debía
perfeccionarse con el paso del tiempo.

Y, sin embargo, las palabras de un pergamino no serían suficientes para


sacar a los esclavos del cautiverio o para proporcionar a los hombres y mujeres de
cualquier raza y religión todos sus derechos y obligaciones como ciudadanos de
Estados Unidos. Lo que hizo falta fue que los americanos de generaciones
posteriores estuvieran dispuestos a poner de su parte, a través de protestas y
luchas, en las calles y en los tribunales, a través de una guerra civil y de la
desobediencia civil, y siempre corriendo un gran peligro, para taponar la brecha
existente entre la promesa de nuestros ideales y la realidad de su época.
Ésta fue una de las tareas que expusimos al principio de esta campaña:
continuar la larga marcha de aquellos que nos precedieron para conseguir una
América más justa, más igualitaria, más libre, más bondadosa y más prospera. Yo
decidí presentarme a las elecciones presidenciales en este momento de la historia
porque creo firmemente que no podemos resolver los desafíos de nuestra época a
menos que lo hagamos juntos, a menos que perfeccionemos nuestra unión
entendiendo que podemos tener historias diferentes, pero albergamos esperanzas
comunes, que podemos tener apariencias diferentes y tal vez nuestro origen sea
distinto, pero todos queremos avanzar en la misma dirección, hacia un futuro
mejor para nuestros hijos y nuestros nietos.

Esta convicción tiene su origen en mi inquebrantable fe en la dignidad y en


la generosidad del pueblo americano. [Énfasis indicados.]

En este discurso, Obama se arraiga con firmeza como parte del «nosotros» y
transmite los preciados principios históricos que guiaron a Estados Unidos en su
avance y que nos llevarán a un futuro seguro.

Emplear palabras que tengan eco en la audiencia. Verdades de


la Biblia

Otra de las prácticas que permite a Obama destrozar barreras y crear lazos
de unión de forma eficaz es su tendencia a citar palabras de la Biblia. Obama, un
cristiano cuya fe es importante para él, rocía a menudo sus declaraciones públicas
con palabras que evocan la fe en otros cristianos: fe en cosas no vistas; yo soy el
guardián de mi hermano. Mucha gente aprecia estos principios y verdades bíblicas.
El empleo que hace Obama de este tipo de lenguaje establece un elevado nivel de
conexión con amplios segmentos de la población americana. Los versículos son
familiares para muchos oídos y tienen eco en muchos corazones. Remitirse a ellos
ayuda a establecer lazos de unión. Veamos el siguiente extracto del discurso de
apertura pronunciado por Obama en la Convención del Partido Demócrata de
2004:

Porque junto a nuestro famoso individualismo hay otro ingrediente en la


epopeya americana.

Una creencia a la que todos estamos conectados como un solo pueblo. Si hay
un niño en el South Side de Chicago que no sabe leer, eso me importa, aunque no sea
mi hijo. Si en alguna parte hay un anciano que no puede pagar los medicamentos
que le han recetado y tiene que elegir entre los medicamentos y el alquiler, eso
empobrece mi vida, aunque no sea mi abuelo. Si hay una familia de origen árabe
que es detenida y no recibe la asistencia de un abogado ni el debido proceso, eso
amenaza mis libertades civiles. Es esa creencia fundamental—soy el guardián de mi
hermano, soy el guardián de mi hermana—la que hace funcionar este país. Es la que
nos permite ir en pos de nuestros sueños individuales y, sin embargo, estar unidos
como una sola familia americana. «E pluribus unum.» De muchos, uno.xvi [Énfasis
indicado.]

Igualmente, en su discurso seminal «Una unión más perfecta», pronunciado


en Filadelfia en marzo de 2008, las referencias bíblicas empleadas por Obama le
fueron de gran utilidad:

Al final, pues, lo que se pide es ni más ni menos lo que solicitan todas la


grandes religiones del mundo: que hagamos a los demás lo mismo que querríamos que
nos hiciesen a nosotros. Seamos el guardián de nuestro hermano, nos dicen las Sagradas
Escrituras. Seamos el guardián de nuestra hermana. Descubramos este interés común
que todos tenemos en el prójimo, y dejemos que nuestra política refleje también
este espíritu.xvii [Énfasis indicados.]

Aprovechar las palabras de otras personas

Recurrir a las palabras de aclamados personajes icónicos americanos ha


ayudado también a Barack Obama a establecer lazos con las audiencias. Los iconos
que escoge suelen ser bien conocidos por las audiencias y sus palabras les son a
veces familiares. Remitirse a las palabras de iconos o líderes cuidadosamente
escogidos ayuda a establecer una conexión emocional con el público. Veamos este
extracto del discurso pronunciado por Obama en enero de 2008:

En vísperas de los boicots a los autobuses de Montgomery, en una época en


que muchos aún tenían serias dudas de las posibilidades de que hubiera un
cambio, una época en que los miembros de la comunidad de color desconfiaban de
sí mismos y a veces hasta desconfiaban unos de otros, King inspiró con palabras
que no eran de ira sino de una urgencia que aún nos resuena hoy:

«La unidad es la verdadera necesidad del momento» es lo que King dijo. Si


estamos unidos venceremos.

Lo que el Dr. King comprendió es que si era sólo una persona la que decidía
ir andando en lugar de tomar el autobús, aquellos muros de opresión no se
moverían. Pero si eran unos cuantos más los que iban andando, los cimientos
podían empezar a temblar. Si unas cuantas mujeres más estuvieran dispuestas a
hacer lo que había hecho Rosa Parks, tal vez se comenzarían a observar algunas
grietas. Si los adolescentes hicieran marchas de la libertad desde el norte hasta el
sur, tal vez se desprenderían algunos ladrillos. Si los blancos hicieran
manifestaciones porque hubiesen llegado a entender que en la inminente batalla su
libertad estaba también en juego, quizá el muro empezaría a tambalearse. Y si un
número suficiente de americanos se concienciara ante la injusticia, si se unieran
norte y sur, ricos y pobres, cristianos y judíos, tal vez entonces ese muro se iría
desplomando, y la justicia fluiría como el agua, y la rectitud como una poderosa
corriente.xviii

La poesía de las palabras de King, junto a su estatus de icono, ayuda a


producir un impacto emocional en muchos de sus oyentes. Al servirse de ellas,
Obama se ha podido identificar en muchas ocasiones con las audiencias de un
modo más eficaz. En otro ejemplo que sigue a continuación, Obama se remite con
gran efectividad a las elocuentes palabras de Martin Luther King, Jr., «el arco del
universo moral es largo, pero se curva hacia el lado la justicia»:

Con la fe, el coraje y la sabiduría, el Dr. Martin Luther King, Jr. movió un
país entero. Predicó el evangelio de fraternidad, de igualdad y de justicia. Ésa es la
causa por la que él vivía, y por la que murió hace cuarenta años…

Creo que merece la pena reflexionar sobre lo que el Dr. King estaba haciendo
en Memphis, cuando salió a la terraza de la habitación de aquel motel mientras
esperaba la hora de la cena. [...]

Y lo que estaba haciendo era apoyar a los trabajadores de la limpieza que


estaban en lucha. Durante años, estos trabajadores habían servido a su ciudad sin
una sola queja, recogiendo las basuras de los demás a cambio de un salario escaso
e incluso un respeto aún menor. Los transeúntes les llamaban «buitres
ambulantes» y, en el segregado Sur, la mayoría de ellos se veían obligados a
utilizar fuentes y lavabos públicos distintos.

[…] En la víspera de su muerte, el Dr. King pronunció un sermón en


Memphis sobre lo que significaba para él y para América el movimiento que allí
tenía lugar. Y en un tono que se demostraría misteriosamente profético, el Dr. King
dijo que, a pesar de las amenazas que había recibido, no tenía miedo de nadie,
porque él había estado allí cuando Birmingham despertó la conciencia de este país.
Y había estado allí para ver como los estudiantes apoyaban la libertad sentándose
en la barra de las cafeterías. Y había estado allí, en Memphis, cuando había la
oscuridad suficiente para poder ver las estrellas, para observar como la comunidad
se unía en torno a un propósito común. Así pues, el Dr. King había estado en la
cima de la montaña. Había visto la Tierra Prometida. Y aunque en el fondo de su
corazón sabía que no llegaría allí con nosotros, sabía que nosotros sí llegaríamos.

Lo sabía porque había visto que los americanos tienen «la capacidad» como dijo
aquella noche, «de proyectar el “yo” en el “tú”». Reconocer que no importa cuál sea el
color de nuestra piel, que no importa cuál sea la fe que profesemos, que no importa
cuánto dinero tengamos, que no importa que seamos obreros del servicio de
recogida de basuras o senadores de Estados Unidos, que todos tenemos un interés
en los demás, que somos el guardián de nuestro hermano, que somos el guardián
de nuestra hermana, y que «o subimos juntos, o bajamos juntos».

Y cuando fue asesinado al día siguiente, dejó una herida en el alma de


nuestra nación que aún no se ha curado del todo [...] Ésa es la razón de que la
verdadera necesidad de este momento sea muy similar a la que el Dr. King expuso
en su sermón de Memphis. Tenemos que reconocer que, aunque cada uno de
nosotros tiene un pasado distinto, todos compartimos las mismas esperanzas de
futuro, que seremos capaces de encontrar un empleo que sea remunerado con un
salario decente, que dispondremos de una asistencia sanitaria asequible cuando
estemos enfermos, que podremos enviar a nuestros hijos a la universidad y que
después de toda una vida de trabajo podremos jubilarnos con una seguridad
económica. Se trata de esperanzas comunes, sueños modestos que están en la
esencia de la lucha por la libertad, la dignidad y la humanidad que el Dr. King
comenzó y que es nuestra tarea completar.

El Dr. King dijo una vez que el arco del universo moral es largo, pero se curva
hacia el lado de la justicia. Pero lo que él también sabía es que no se curva por su
cuenta. Se curva porque cada uno de nosotros pone sus manos sobre el arco y lo
curva en la dirección de la justicia.

Así pues, en este día de todos los días, pongamos cada uno de nuestra parte para
curvar el arco:

Curvemos ese arco hacia la justicia.

Curvemos ese arco hacia la oportunidad.

Curvemos ese arco hacia la prosperidad para todos.

Y si podemos hacerlo y marchar juntos, como una sola nación y un solo


pueblo, entonces no sólo mantendremos la fe en aquello por lo que el Dr. King
vivió y murió, sino que también haremos realidad las palabras de Amós que
invocaba con tanta frecuencia, y «dejaremos que la justicia fluya como el agua y la
rectitud como una poderosa corriente».xix [Énfasis indicados.]

Las prácticas de comunicación tan eficaces que emplea Obama le permiten


unir una amplia gama de grupos dispares que se encuentran dentro de la sociedad
americana, y dar lugar a uno de los movimientos políticos de base más grandes y
más importantes de los últimos tiempos. Para los líderes que aspiren a alejar la
atención de aquellos factores que dividen a los oyentes y atraerla hacia los factores
que los unen, Obama demuestra que las palabras que tienen eco—las que reflejan
valores, principios, creencias, tradición e historia comunes—pueden crear una
sensación de unidad mayor.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para derribar barreras

Los líderes tienen mucho que aprender del modo en que Barack Obama
derriba barreras y establece un área de cosas en común entre grupos de personas
dispares. Obama ha demostrado que puede rebasar las divisiones tradicionales de
raza, grupo étnico, género, religión y región. Es hábil para unir a gente muy
diferente, crear compañerismo e instaurar una sensación de objetivos compartidos.
Para ello, hemos observado la importancia que tiene el reconocimiento de
«elefantes en la sala o realidades ignoradas». El reconocimiento de los posibles
aspectos que pueden resultar incómodos ayuda a aliviar las tensiones y permite a
los líderes focalizar de nuevo la atención en áreas de interés común. Los líderes
deberían ser directos y francos cuando se trate de reconocer pronto y sin rodeos las
áreas de posible incomodidad y deberían desviar la atención desde las fuentes de
división hacia las de las cosas en común. El propósito es reformular el diálogo y
dirigir la atención de modo que promueva la sensación de que los oyentes están en
el mismo equipo, esforzándose por conseguir los mismos objetivos

Cuando se trata de potenciar el terreno común, es útil remitirse a la historia


común, los valores comunes y las experiencias comunes. Es también una mejor
práctica emplear palabras que tengan eco, palabras acertadas que reflejen
principios probados, valores sociopolíticos, verdades bíblicas o un léxico
entrañable de retórica política. El uso eficaz de «las palabras de otras personas»
puede también tener su papel. Los líderes se pueden centrar en aquellas figuras
icónicas que todos admiramos cuando sea necesario, incorporar con criterio
referencias a sus palabras y utilizar dichas referencias para crear una conexión, una
sensación del «nosotros». Cuando se establecen puntos en común, también es útil
la referencia a detalles sobre experiencias compartidas, incluso experiencias
tangenciales. Cuando se elaboran declaraciones públicas, por tanto, los líderes
eficaces evalúan la base de las experiencias compartidas con sus audiencias e
identifican la forma de destacar estas cosas en común para intensificar una
sensación de conexión que potencie la fuerza de sus palabras.
i
Entrevista a Jesse Jackson en la CNN, 10 de julio de 2008.

ii
Barack Obama: Cena Jeferson-Jackson, Richmond, Virginia, 9 de febrero
de 2008.

iii
Entrevista de la CNN inmediatamente después del discurso de apertura.

iv
New York Times, «As Quickly as Overnight, a Democratic Star is Born», 18
de marzo de 2004.

v
New York Times, «The democrats; The convention in Boston-The Illinois
candidate; Day After, Keynote Speaker Finds Admirers Everywhere», 29 de julio
de 2004.

vi
Barack Obama: Ceremonia del aval de Kennedy, Washington, DC, 28 de
enero de 2008.

vii
New York Times, «As Quickly as Overnight, a Democratic Star is Born», 18
de marzo de 2004.

viii
Barack Obama: Comida anual de la Associated Press, Washington, DC, 14
de abril de 2008.

ix
Barack Obama: Noche electoral de primarias, Raleigh, Carolina del Norte,
6 de mayo de 2008.

x
CNN, 3 de junio de 2008.

xi
Barack Obama: A More Perfect Union, Filadelfia, Pensilvania, 18 de marzo
de 2008.

xii
Barack Obama: Ceremonia del aval de Kennedy, Washington, DC, 28 de
enero de 2008.

xiii
Barack Obama: Ceremonia del aval de Kennedy, Washington, DC, 28 de
enero de 2008.

xiv
Barack Obama: Charla con trabajadoras, Albuquerque, Nuevo México, 23
de junio de 2008.
xv
Barack Obama: A Metropolitan Strategy for America’s Future, Miami,
Florida, 21 de junio de 2008.

xvi
Discurso de apertura de la Convención Nacional Demócrata de 2004, 27
de julio de 2004.

xvii
Barack Obama: A More Perfect Union, Filadelfia, Pensilvania, 18 de marzo
de 2008.

xviii
Barack Obama: The Great Need of the Hour, Atlanta, Georgia, 20 de
enero de 2008.

xix
Barack Obama: Remembering Dr. Martin Luther King, Jr., Fort Wayne,
Indiana, 4 de abril de 2008.
4

Ganar corazones y mentes

Cuando aprovechan a fondo la fuerza de la palabra con propósito y visión,


los oradores destacados pueden ganar corazones y mentes, provocando reacciones
del tipo: «Ése fue un discurso con fuerza», «Él entiende las cosas», «Trató todo lo
que me preocupa».

Barack Obama ha mostrado una notable capacidad para influir en los


corazones y en las mentes de las audiencias. Sabe cómo ejercer fuerza
comunicativa de forma que conmueva a la gente y la motive a seguir su ejemplo.
Ha inspirado a las jóvenes generaciones de votantes y ha infundido nuevo vigor a
las viejas. Ha animado una campaña electoral histórica basada en los problemas
corrientes de la gente, que ha superado el criterio político acerca de las
tradicionales líneas divisorias de raza, clase social, género y religión. Su capacidad
para influir en un importante segmento de la población americana ha estimulado
la aparición de nuevos grupos de base autodenominados: Obama Mamas,
Obamacans, partidarios de Obama o Obamanomics. ¿Qué es lo que permite a Barack
Obama conectar tan bien con sus audiencias y hace de sus discursos y arengas uno
de sus puntos fuertes más importantes?

Es posible aprender importantes lecciones de la excelente capacidad que


tiene Obama para ajustar sus observaciones a la audiencia y al tema de que se trate.
Se asegura de conocer a la audiencia, identificar su estado de ánimo general y
hablarle de forma elocuente de temas que preocupan a la mayoría de sus
componentes. Otras prácticas notables sustentan la habilidad de Obama para
influir en corazones y mentes. Actúa de acuerdo con el principio, «Mantén las
cosas a nivel personal», empleando los detalles de forma eficaz y creando la
sensación de una conversación cara a cara, haciendo múltiples referencias a su
experiencia personal y potenciando las conexiones «yo», «nosotros» y «vosotros»
mediante un uso habilidoso de los pronombres personales. El efecto resultante es
que el podio parece desaparecer cuando Barack Obama habla. Crea un tipo de
diálogo bidireccional, como si estuviera enfrente y hablando directamente a los
oyentes. Obama influye en los oyentes cuando habla de cuestiones que son de
suma importancia para ellos y muestra comprensión y empatía. Establece relación
con ellos. Dado su estilo de comunicación y lo que dice, sus audiencias reaccionan,
con la sensación de que son parte de un «nosotros», parte de un mismo equipo que
se esfuerza por lograr los mismos objetivos.
Conocer a la audiencia

Para poder ganar corazones y mentes es necesario conocer a tu audiencia y


entender las situaciones a las que se enfrentan sus miembros. Los líderes eficaces
no sólo conocen esta información, sino que también transmiten este conocimiento a
la audiencia. Utilizan un tipo de lenguaje que capta el estado de ánimo general y
aborda las principales quejas, preocupaciones y deseos de la audiencia. Barack
Obama ha demostrado una extraordinaria capacidad para conectar con sus
audiencias de este modo. Él identifica y se ocupa de sus sentimientos y estados de
ánimo imperantes. Los temas pueden variar—la economía, la asistencia sanitaria,
la educación, la guerra de Irak—pero Obama muestra la misma competencia para
transmitir a sus audiencias que comprende sus puntos de vista y que intenta
abordar sus preocupaciones. Veamos la ocasión en que Obama trató el tema de la
falta de optimismo (algunos la calificarían de cinismo total) que algunos
americanos han mostrado recientemente hacia el gobierno y sus representantes:

Decidí presentarme porque estaba convencido de que la magnitud de estos


retos había superado la capacidad de nuestros quebrantados y divididos políticos
para resolverlos; porque estaba convencido de que los americanos de cualquier
opción política estaban ansiosos por ver un nuevo tipo de política; una política que
no se concentrase solamente en cómo ganar sino en por qué deberíamos ganar; una
política que se concentrase en aquellos valores e ideales que tenemos en común
como americanos; una política que favoreciera el sentido común por encima de la
ideología, y el lenguaje claro y sencillo por encima del lenguaje que admite
diversas interpretaciones.

Por encima de todo, creía en la fuerza del pueblo americano para que fuera
el verdadero agente del cambio de este país, porque no estamos tan divididos
como sugieren nuestros políticos; porque somos un pueblo decente y generoso
dispuesto a trabajar duro y a sacrificarse por las generaciones del futuro; y estaba
seguro de que si tan sólo fuéramos capaces de movilizar nuestras voces para poner
en cuestión los intereses especiales que dominan Washington y retarnos a apuntar
hacia un futuro mejor, no habría problema que no pudiéramos resolver, ningún
destino que no pudiéramos llevar a cabo.

Diez meses después, Iowa, habéis hecho valer esa fe. Habéis salido en los
momentos de calor abrasador y de frío glacial, no sólo para vitorear sino para
cuestionar y hacer las preguntas difíciles; chequear los posibles defectos y errores;
servir de único lugar en América donde alguien que no ha pasado su vida
expuesto a la luz pública de Washington dispone de la oportunidad explicar su
punto de vista.

Vosotros os habéis ganado el papel que desempeñáis en nuestra democracia


porque nadie se lo toma con mayor seriedad. Y estoy convencido que este año esto
es más cierto que nunca porque vosotros, como yo, percibís la misma sensación de
urgencia.i

Al captar el estado de ánimo general, Obama consigue conectar con la


audiencia y hace progresar su objetivo de influir en corazones y mentes. Sus
comentarios hacen mella. Los líderes que quieren utilizar la comunicación al más
alto nivel para ganarse corazones y mentes, dedican tiempo a conocer a sus
audiencias y llegar a entender qué es lo que más prefieren escuchar. Encuentran
medios de conectar con el estado de ánimo general y hablan elocuentemente a sus
audiencias de las cosas que más les importan.

Saber cuándo no hay que enumerar

Cuando se persigue ganar corazones y mentes—con el propósito de inspirar


y motivar a la gente—es importante saber cuándo no es momento de enumerar los
puntos del mensaje. Es curioso que los oradores que quieren establecer una intensa
conexión emocional con los oyentes rara vez enumeran los puntos de que consta su
charla o discurso. Numerar los puntos, ideas o temas se percibe como un extintor
de las emociones. Imaginemos la impresión que produce un orador cuando
empieza una charla diciendo: «Voy a explicar con más detalle los cuatro
componentes esenciales de mi visión. Primero…». La charla se percibirá como
formal, seria, distante, ausente de emoción y menos improvisada.

Por supuesto, la enumeración tiene su lugar. Puede ser extraordinariamente


eficaz en entornos de empresa o en entornos formales y serios, como pueden ser
los servicios religiosos. También hemos escuchado decir a muchos profesores:
«Voy a explicar con más detalle los tres puntos que...». Pero para el objetivo más
amplio de ganar corazones y mentes, la enumeración es un formato que agobia. Si
se persigue influir en corazones y mentes, suele ser mejor dotar de una estructura
los comentarios sin tener que recurrir a la formalidad de la enumeración.

Barack Obama se adhiere a esta línea de pensamiento. En los últimos años


raras veces ha pronunciado discursos en los que la enumeración tuviera un lugar
destacado en el modo de transmitir sus comentarios. Esto no quiere decir que
Obama pronuncie charlas o discursos donde no haya una estructura eficaz. Muy al
contrario. Obama ha adoptado múltiples técnicas para dotar a sus charlas de una
magnífica sin necesidad de la enumeración, conservando su capacidad para
establecer una fuerte conexión visceral con sus audiencias. Veamos el ejemplo
siguiente:

Por tanto, esto no será fácil. Que no quepa duda de las dificultades a las que
nos enfrentamos.

Nos enfrentamos a la creencia de que es correcto que los grupos de presión


dominen a nuestro gobierno, que sean parte del sistema en Washington. Pero
nosotros sabemos que esta influencia indebida es parte del problema, y estas
elecciones son nuestra oportunidad para decir que no vamos a permitirles más que
se interpongan en nuestro camino.

Nos enfrentamos a la forma de pensar convencional que afirma que la


competencia para ser presidente procede de los años pasados en Washington y de
la proximidad a la Casa Blanca. Pero nosotros sabemos que el verdadero liderazgo
tiene que ver con la sinceridad, el criterio y la capacidad para reunir americanos de
todas las condiciones alrededor de un propósito común, un propósito de rango
superior.

Nos enfrentamos a décadas de partidismo encarnizado que hace que los


políticos demonicen a sus adversarios en lugar de unirse para que la enseñanza
superior sea asequible para todos o para que la energía sea más limpia. Es el tipo
de partidismo en el que ni siquiera está permitido decir que un republicano tuvo
una idea, aunque sea una con la que no se esté de acuerdo. Este tipo de política es
mala para nuestro partido, es mala para nuestro país, y ésta es nuestra
oportunidad de ponerle fin de una vez por todas.

Nos enfrentamos a la idea de que se puede decir y hacer cualquier cosa con
el objetivo de ganar unas elecciones. Sabemos que esto es precisamente lo que no
está bien en nuestra política; ésta es la razón de que la gente ya no crea lo que dicen
sus líderes; ésta es la razón de que desconecte. Y estas elecciones son nuestra
oportunidad para dar al pueblo americano una razón para creer de nuevo.

Lo que hemos visto estas últimas semanas es que también nos enfrentamos a
fuerzas que no son culpa de ninguna campaña, pero que alimentan las costumbres
que nos impiden ser lo que queremos ser como nación. Son las políticas que usan
la religión como cuña para dividir y el patriotismo como porra para coaccionar.
Unas políticas que nos dicen lo que tenemos que pensar, hacer e incluso votar
dentro de las categorías que supuestamente nos definen. La suposición de que los
jóvenes son apáticos. La suposición de que los republicanos no cambiarán de
chaqueta. La suposición de que los ricos no se preocupan en absoluto de los pobres
y que los pobres no votan. La suposición de que los afroamericanos no pueden
apoyar a un candidato blanco, que los blancos no pueden apoyar a un candidato
afroamericano, y que los negros y los latinos no pueden ir juntos.

Pero estamos aquí esta noche para afirmar que ésta no es la América en que
creemos. A lo largo del último año he viajado por todo el estado y no he visto una
Carolina del Sur blanca o una Carolina del Sur negro. Lo que sí he visto son
escuelas desmoronándose que están robando el futuro a nuestros niños, negros y
blancos. He visto fábricas con las contraventanas cerradas y casas en venta que una
vez pertenecieron a americanos de todas las profesiones y condiciones sociales, y a
hombres y mujeres de todas las razas y religiones que sirvieron juntos a este país,
lucharon juntos y derramaron su sangre juntos bajo la misma orgullosa bandera.
He visto lo que es América y creo en lo que este país puede ser.

Éste es el país que he visto. Ése es el país que vosotros veis. Pero ahora
depende de nosotros ayudar al país entero a que adopte esta visión Porque, en el
fondo, no nos enfrentamos sólo a los arraigados y destructivos hábitos de
Washington, sino que también estamos luchando contra nuestras propias dudas,
nuestros propios miedos y nuestro propio cinismo. El cambio que perseguimos
siempre ha exigido grandes dosis de lucha y sacrificio. Y, por tanto, es una batalla
que se libra en nuestros propios corazones y mentes sobre qué clase de país
queremos y hasta qué punto estamos dispuestos a trabajar por ello.ii

En este ejemplo, Obama demuestra que un mensaje puede estar muy


estructurado sin tener que sacrificar el toque personal. El modo en que Obama
encuadra sus párrafos—repitiendo «nos enfrentamos»—sirve de componente
estructural sin necesidad de recurrir a la enumeración.

Los líderes que aspiren a utilizar la comunicación de forma eficaz deberían


reflexionar sobre si la enumeración de los puntos les ayudará a lograr su objetivo o
bien a dificultarlo. Deberían tomar en consideración el objetivo de su charla y el
escenario de la misma para decidir en consecuencia si utilizan o evitan la
enumeración.

Utilizar los detalles de forma eficaz

Otro modo de captar corazones y mentes es hablar de forma que tenga


sentido para las necesidades de los oyentes. Los detalles importan. Para los oyentes
son importantes las tres R: reconocer, recordar y reaccionar con interés. Los
oyentes quieren tener la certeza de que el orador reconoce o se da cuenta de las
circunstancias a las que se enfrentan, recuerda suficientes detalles de dichas
circunstancias para poder referirse a ellas, y reacciona con interés a dichas
cuestiones. Al aportar detalles, el orador contribuye a responder preguntas que
suelen estar en las mentes de los componentes de la audiencia, como «¿Qué sabes
realmente de mi vida y de mis retos? ¿Te importa?». Los detalles aportan pruebas de
concienciación y empatía.

Barack Obama comunica de forma excelente a sus audiencias que es


consciente de su situación, que entiende los desafíos a que se enfrentan y que se
está preparando para hacer algo con relación a ellos. Obama ha mejorado esta
práctica a lo largo del tiempo y suele aportar el número suficiente de detalles,
«Aporto esta prueba de que entiendo y me importa la cuestión». Veamos este
ejemplo:

Habéis compartido conmigo vuestras historias a lo largo de todo el estado.


Y, con mucha frecuencia, han sido historias de dificultades y privaciones.

He tenido noticias de personas ya mayores que fueron traicionadas por unos


CEO que se deshicieron de sus pensiones mientras ellos se embolsaban
gratificaciones especiales, y he sabido de otras personas que aún no pueden
permitirse tomar los medicamentos que les han recetado porque el Congreso
rechazó negociar con las compañías farmacéuticas el precio más barato posible.

He conocido obreros de Maytag que trabajaron allí toda su vida y que han
visto como sus empleos eran trasladados al extranjero; ahora compiten con sus
hijos adolescentes por un empleo en Wal-Mart de 7 dólares por hora.

He hablado con profesores que están trabajando en tiendas de donuts


después de las clases para que el dinero les alcance y que además se rascan el
bolsillo para pagar los suministros escolares.

Hace tan sólo unas semanas, una joven de Cedar Rapids me contaba que
sólo duerme tres horas diarias porque trabaja en el turno de noche después de todo
un día en la universidad y, sin embargo, no puede pagar la asistencia sanitaria de
una hermana con parálisis cerebral. No me lo decía con tono autocompasivo sino
con determinación y se preguntaba la razón de que el gobierno no hiciera más para
ayudarla a pagar la formación que le permitirá cumplir sus sueños.
He conversado con veteranos de guerra que hablan con orgullo de lo que
han logrado en Afganistán e Irak pero que, no obstante, piensan en los que dejaron
allí y se cuestionan el acierto de nuestra misión en Irak; las madres llorando en mis
brazos al recordar a sus hijos; los veteranos incapacitados o sin casa que se
preguntan por qué se han olvidado los servicios que han prestado al país.

Y he hablado con americanos de todos los rincones del estado, patriotas


todos, que se preguntan por qué hemos permitido que nuestro rango en el mundo
haya decaído tanto y tan rápidamente. Saben que esto no nos ha hecho más
seguros. Saben que nunca debemos negociar a partir del miedo pero también que
nunca debemos temer negociar con nuestros enemigos así como con nuestros
amigos. Están avergonzados de Abu Ghraib y de Guantánamo y de las escuchas
telefónicas sin garantías y de la ambigüedad existente en el tema de las torturas.
Aman a su país y desean que se restablezcan sus valores e ideales más
entrañables.iii

Imaginemos la diferencia, la monotonía de los comentarios, si Obama


hubiera manifestado simplemente: «Sé que estamos viviendo tiempos económicos
difíciles. Mi nueva política puede ser útil». Sus palabras tienen más fuerza y
credibilidad cuando demuestra una profundidad de conocimientos a través de
detalles cuidadosamente seleccionados. Al añadir detalles más precisos—7 dólares
por hora, la necesidad de trabajar después de las clases—los oradores
sobresalientes, como Obama, dan pasos de gigante en el camino de ganarse
corazones y mentes.

Los líderes que persigan reforzar su habilidad en el uso de la comunicación


para ganarse corazones y mentes deben reflexionar sobre qué detalles pueden
ayudarles a comunicar a los oyentes que reconocen, recuerdan y reaccionarán con
interés a las cuestiones que más les preocupan. El empleo de detalles eficaces es
una herramienta muy valiosa en el proceso de comunicación.

Personalizar el mensaje: «yo» y experiencia

Cuando utiliza la comunicación como un instrumento de gran potencia,


Barack Obama demuestra que otro medio importante de ganarse corazones es
personalizar el mensaje a través de un uso hábil de los pronombres: la conexión del
«yo», «nosotros» y «vosotros». Conectar con el estado de ánimo general es
importante, por supuesto. Aportar detalles efectivos es importante, también. Pero a
veces es fácil pasar por alto aquello en que usted, el orador, cree en concreto y las
experiencias que apuntalan dichas creencias. Personalizar un mensaje y referirlo a
la experiencia personal relevante contribuye a establecer credibilidad y autoridad.
Las referencias a la experiencia relevante, combinadas con una utilización
competente del «vosotros», «yo» y «nosotros» transmite el mensaje de que el
orador y la audiencia forman parte del mismo equipo. Ayuda a suscita las
reacción, «Él ha estado allí; sabe de qué va». Esto, a su vez, sienta las bases para
influir en corazones y mentes. A continuación, Obama muestra esta práctica:

Por último, mientras vosotros y yo estamos aquí, sabed que hay una
generación de niños que crecen en los barrios humildes y los rincones olvidados de
este país que se nos están escurriendo de las manos mientras hablamos. Transitan
por los Pasillos de la Vergüenza (Corridors of Shame)iv de las zonas rurales de
Carolina del Sur y asisten a escuelas destartaladas del este de Los Ángeles. En su
inmensa mayoría son negros y latinos y pobres. Y cuando miran a su alrededor y
ven que nadie ha levantado un dedo para reparar su escuela desde el siglo xix,
cuando son empujados fuera de la puerta cuando suena la última campana—
algunos a una virtual zona de guerra—, ¿es raro que piensen que su formación no
es importante? ¿Es extraño que las tasas de abandono escolar sean más elevadas
que nunca?

Conozco a estos niños. Conozco su sensación de desesperanza. Yo empecé mi


carrera profesional hace dos décadas como trabajador social en las calles del South
Side de Chicago. Trabajé con padres, profesores y líderes locales para luchar por su
futuro. Pusimos en marcha programas para después de las clases e incluso
protestamos frente a los departamentos de la administración para que pudiéramos
colocar en escuelas alternativas a los que habían abandonado. Y, con el tiempo,
cambiamos futuros.

Y, aunque conozco la desesperanza, conozco también la esperanza. Sé que si


llevamos programas de educación elemental a estas comunidades; si dejamos de
esperar hasta la enseñanza secundaria para abordar el problema de la tasa de
abandono escolar y empezamos en los primeros cursos; si incorporamos nuevos
profesores cualificados; si extendemos los programas de asistencia formativa como
GEAR UP y TRIO y luchamos para ampliar las oportunidades de aprendizaje en
verano, como yo he logrado en el Senado, si hacemos todos esto, podemos marcar
una gran diferencia en las vidas de nuestros hijos y en la vida de nuestro país, no
sólo en el este de Los Ángeles o en el South Side de Chicago, sino también aquí en
Manchester y en los suburbios de Boston y en el Mississippi rural. Sé que podemos.
He visto que sucede. Y trabajaré cada día para hacerlo de nuevo como vuestro
presidente.v[Énfasis indicados.]
Conectar cara a cara: «vosotros» y «yo»

Mezclar referencias al «yo» con referencias al «vosotros» personaliza


también un mensaje, creando una sensación de mayor proximidad. La distancia
entre el podio y la audiencia parece que se reduce. Cualesquiera que sean las
barreras físicas presentes (un atril, por ejemplo), se convierten en obstáculos sin
importancia. Las palabras del orador impactan más cerca del corazón. Veamos este
ejemplo:

Mi padre llegó hasta aquí desde miles de millas de distancia, desde Kenia y
regresó allí poco después de nacer yo. Pasé una infancia a la deriva. Fui criado en
Hawai e Indonesia. Vivía con mi madre sola y mis abuelos de Kansas. Mientras
crecía, no siempre estaba seguro de quién era yo o de hacia donde iba.

Luego, cuando tenía más o menos vuestra edad, decidí hacerme trabajador social.
Escribí cartas a todas las organizaciones del país de las que tenía noticia. Durante
un tiempo, no conseguí respuesta alguna. Finalmente, este pequeño grupo de
iglesias del South Side de Chicago contestó a mi carta y me ofreció un empleo para
que ayudase a los barrios asolados por los cierres de las plantas siderúrgicas. Mi
madre y mis abuelos querían que me matriculara en la Facultad de Derecho. Mis
amigos se presentaban a empleos en Wall Street. Yo no conocía absolutamente a
nadie en Chicago, y el salario era de unos 12.000 dólares al año, más 2.000 dólares
para comprar un viejo coche destartalado.

Aún recuerdo la conversación que sostuve con un hombre mayor antes de


irme. Me miró y dijo: «Barack, te daré un pequeño consejo. Olvídate de esta
actividad de trabajador social y haz algo que te vaya a dar más dinero. No puedes
cambiar el mundo y la gente no valorará tus esfuerzos. Tienes una bonita voz. Lo
que deberías hacer es entrar en una emisora de televisión. Te lo digo yo, allí tienes
un futuro».

Bien, tal vez haya tenido razón por lo que respecta al tema de la televisión.
Para deciros la verdad, yo no tenía una respuesta clara acerca de lo que estaba
haciendo. Yo quería entrar en la corriente de la historia y ayudar a la gente a que
luchara por sus sueños, pero no sabía cuál sería mi papel. Yo estaba inspirado por lo
que personas como Harris hicieron en el movimiento a favor de los derechos
civiles, pero cuando yo llegué a Chicago no había manifestaciones, ni grandes
discursos. En la oscuridad de una planta siderúrgica vacía, había sólo un montón
de personas en apuros. Día tras día, escuche muchas más veces la palabra no que la
palabra sí. Vi muchas sillas vacías en las reuniones que organizamos.
Pero del mismo modo que descubrí que no se puede manipular la historia a
voluntad, también me di cuenta de que puedes poner de tu parte para ver que, en
las palabras del Dr. King, «se curva hacia la justicia». En los sótanos de las iglesias
y alrededor de mesas de cocina, calle por calle, hemos reunido a la comunidad,
registrado nuevos votantes, luchado por nuevos empleos, y ayudado a la gente a
vivir con un cierto grado de dignidad.vi [Énfasis indicados.]

Cuando Obama empleaba a fondo los pronombres, como cuando


comentaba, «cuando yo tenía más o menos vuestra edad», hizo que el tono de la
charla fuera muy personal. Combinado con un humor desenfadado y un lenguaje
informal del tipo, «para deciros la verdad, no tenía una respuesta clara», Obama
tuvo éxito en la transmisión de un discurso íntimo que llegó cerca del corazón.

Personalizar el mensaje: la conexión «nosotros»

El empleo del «nosotros» tiene un efecto similar a la conexión «yo-vosotros».


Ayuda a enviar el mensaje de que el orador y los que escuchan forman parte de un
mismo equipo, van en el mismo barco y se enfrentan a la misma suerte. Veamos
este ejemplo, extraído del discurso pronunciado por Obama en Minnesota la noche
de las primarias, el 3 de junio de 2008:

Todos vosotros habéis decidido apoyar a un candidato en el que creéis


firmemente. Pero, a fin de cuentas, nosotros no somos el motivo de que hayáis
salido y hayáis hecho colas que se alargaban manzana tras manzana para hacer oír
vuestra voz. Vosotros no hicisteis esto a causa mía, de la senadora Clinton, o de
cualquier otro. Vosotros lo hicisteis porque en el fondo de vuestros corazones vosotros
sabéis que en este momento, un momento que definirá a una generación, nosotros
no podemos permitirnos seguir haciendo lo que hemos estado haciendo. Nosotros
debemos a nuestros hijos un mejor futuro. Nosotros debemos a nuestro país un mejor
futuro. Y para todos los que esta noche sueñan en ese futuro, yo les digo, empecemos
juntos la tarea. Unámonos en un esfuerzo común para trazar un nuevo rumbo para
América.vii [Énfasis indicados.]

Igualmente, Obama utilizó referencias al «yo-vosotros-nosotros» de forma


muy efectiva durante su discurso del 27 de diciembre de 2007, «Ahora es nuestro
momento»:

[...] sé que cuando el pueblo americano cree en algo, sucede.

Si vosotros creéis, entonces nosotros podemos decir a los grupos de presión que
los días en que organizaban la agenda de Washington se han terminado.

Si vosotros creéis, entonces nosotros podemos dejar de hacer promesas a los


trabajadores americanos y empezar a proporcionar empleos bien remunerados,
asistencia sanitaria asequible, pensiones con las que se pueda contar, y una
disminución de la carga fiscal para los americanos trabajadores en lugar de hacerla
para las compañías que exportan sus puestos de trabajo al extranjero.

Si vosotros creéis, entonces nosotros podemos ofrecer una educación de primera


clase a todos los niños y pagar más a nuestros profesores y hacer que los sueños de
ir a la universidad se conviertan en realidad para todos los americanos.

Si vosotros creéis, entonces nosotros podemos salvar este planeta y terminar con
la dependencia del petróleo extranjero.

Si vosotros creéis, entonces nosotros podemos acabar con esta guerra, cerrar
Guantánamo, restablecer nuestro rango en el mundo, renovar nuestra diplomacia,
y respetar de nuevo la Constitución de Estados Unidos de América.

Éste es el futuro que está a nuestro alcance...viii [Énfasis indicados.]

La excelente aptitud de Obama para personalizar su mensaje le ha permitido


dar grandes pasos en el proceso de ganarse corazones y mentes. Los líderes que
aspiren a influir en los oyentes e inspirarles, deben considerar cómo pueden
emplear los pronombres de un modo eficaz, potenciando la conexión «yo»,
«vosotros», «nosotros». La personalización de los mensajes puede añadir una gran
fuerza a la comunicación.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para ganar corazones y


mentes

El éxito de Obama muestra muchas de las mejores prácticas con respecto a


ganarse corazones y mentes. Cuando se busca utilizar la fuerza de la comunicación
para influir en los demás, es aconsejable ajustar los comentarios a la audiencia,
hablando de forma significativa a los componentes de la misma de las cuestiones
que más les importan. Los comunicadores competentes mantienen el discurso a
nivel personal mediante la potenciación de los pronombres personales «yo»,
«vosotros» y «nosotros» para conectar más estrechamente con los miembros de la
audiencia y establecer una sensación de conversación cara a cara. Hablan de sus
propias experiencias para dar fuerza y autoridad a sus palabras, de modo que los
oyentes entiendan, «Ella ha estado allí; sabe de qué va». Los comunicadores
excelentes utilizan hábilmente los detalles para mostrar que entienden las
experiencias y puntos de vista de los miembros de la audiencia. Empatía y acción,
eso es lo que la gente busca. Un comunicador competente usará los detalles para
mostrar que reconoce, recuerda y reaccionará con interés a las necesidades y
deseos de sus audiencias.
i
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre de
2007.

ii
Barack Obama: Discurso de la victoria en Carolina del Sur, Columbia,
Carolina del Sur, 26 de enero de 2008.

iii
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.

iv
Corridor of Shame: la negligencia de las escuelas rurales de Carolina del
Sur es un documental de 58 minutos de duración, que cuenta la historia de las
dificultades económicas a que se enfrentan los distritos escolares en dicho estado.

v
Barack Obama: Our Kids, Our Future, Manchester, New Hampshire, 20 de
noviembre de 2007.

vi
Barack Obama: A Call to Serve, Mt. Vernon, Iowa, 5 de diciembre de 2007.

vii
Barack Obama: Noche electoral final de primarias, St. Paul, Minnesota, 3
de junio de 2008.

viii
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.
5

Comunicar una visión

Barack Obama se ha distinguido como un hombre de visión que se ha


atrevido a perseguir el sueño de romper barreras históricas, redefiniendo las
divisiones de la sociedad americana y provocando el cambio. Sin embargo, no es
suficiente crear una visión, y creer profundamente en ella. Para lograr una visión,
es necesario comunicarla a los demás de una forma eficaz y convincente,
posibilitando en primer lugar que éstos la entiendan e inspirándoles en última
instancia para que la adopten.

Durante años, los observadores han advertido la capacidad de Barack


Obama para comunicar su visión con gran eficacia. En 2004, el senador John Kerry
comentó, «Barack es una voz optimista para América» que «sabe que juntos
podemos construir una América que sea más grande a nivel nacional y más
respetada en el mundo».i Pero ya ha habido otros activistas que han trabajado
afanosamente en beneficio de los pobres y de la clase media. Ha habido otros
líderes en ciernes con extraordinarias historias personales de éxito y triunfo que lo
tenían todo en contra. Ha habido otros que han buscado utilizar su capacidad de
liderazgo para traer buena voluntad y esperanza. Sin embargo, el éxito de Barack
Obama ha sido especialmente importante, más importante de lo que muchas
personas habrían imaginado tan sólo cuarenta y cinco años después del discurso
de Martin Luther King, Jr. «Tengo un sueño». ¿Por qué tanta gente ha adoptado la
visión de unidad, gobierno sensible y cambio de Obama? ¿Qué es lo que posibilita
que Obama comunique su visión de forma tan efectiva? ¿Cómo utiliza las técnicas
de comunicación con la misma eficacia que una ayuda visual cuando transmite su
visión? ¿Cómo enmarca sus ideas de modo que produzcan un tremendo impacto,
teniendo en cuenta sobre todo las limitaciones de tiempo de un discurso típico?

En este capítulo, se profundiza en las técnicas que Obama utiliza para


comunicar una visión de forma lúcida, relevante y convincente. Podemos aprender
varias lecciones del modo en que Obama ofrece referencias históricas y enmarca las
ideas en términos que son familiares. Podemos observar las mejores prácticas en la
forma en que emplea un lenguaje gráfico, recurre a imágenes simbólicas y
dinámicas y utiliza «bucles retrospectivos». Podemos profundizar en nuestras
habilidades cuando estudiamos el modo en que se sirve de la fuerza de las
conclusiones, personifica las ideas y ofrece los detalles suficientes para conseguir el
máximo impacto. Combinadas, estas prácticas de comunicación han permitido a
Barack Obama explicar su visión de forma eficaz, inspirando a millones de oyentes
para que la adopten.

Ofrecer referencias históricas y conocidas

Cuando Barack Obama expresa su visión a las audiencias, emplea un buen


número de destacadas prácticas de comunicación para presentar sus ideas de
forma clara, oportuna y convincente. El modo en que ofrece referencias históricas
es una de sus técnicas. Obama ha demostrado que cuando sitúa ideas clave en un
contexto histórico, éstas pueden ser más asimilables porque se colocan en un
contexto que los oyentes entienden. Cuando Obama comunica sus ideas como
parte de tradiciones entrañables con las cuales están familiarizados los miembros
de la audiencia, esas ideas pueden ser percibidas como una prolongación natural
de dichas tradiciones. Veamos el ejemplo siguiente, cuando Barack Obama
manifiesta su visión de una América comprometida a abordar problemas sociales
como la falta de hogar, los salarios de subsistencia, la asistencia sanitaria y la
educación. Obama coloca con habilidad sus ideas en el marco de un contexto
histórico, refiriéndose al icónico líder americano Robert Kennedy:

Yo tenía sólo siete años cuando Bobby Kennedy murió. Muchas de las
personas presentes en esta sala le conocieron como hermano, como marido, como
padre, como amigo [...]

[El] idealismo de Robert Kennedy, el inacabado legado que aún nos


convoca, es una creencia fundamental en la perfección continua de los ideales de
América.

Es una creencia que afirma que si este país se fundó verdaderamente en los
principios de libertad e igualdad, no podía permanecer de brazos cruzados
mientras se ponían trabas a millones de personas a causa del color de su piel. Que
si hemos de brillar como faro de esperanza para el resto del mundo, debemos ser
respetados no sólo por nuestro poderío militar, sino también por el alcance de
nuestros ideales. Que si ésta es una tierra en la que el destino no está determinado
por el nacimiento o las circunstancias, tenemos el deber de garantizar que el hijo de
un millonario y el hijo de una madre que recibe prestaciones de la asistencia social
tendrán las mismas oportunidades en la vida. Que aunque vengamos de muchos
lugares, somos realmente un solo pueblo. Por tanto, no debemos limitarnos a la
búsqueda de beneficios exclusivamente personales, sino también de aquellos que
ayuden a los americanos a progresar juntos [...]

[Nuestra] grandeza como nación se ha basado en la iniciativa privada


individual, en la creencia en el libre mercado. Pero también se ha basado en
nuestro sentido de consideración mutua, en la idea de que todos tienen una
participación en este país; que todos estamos juntos en él y que todos
dispondremos de nuestras oportunidades.

Robert Kennedy nos recordó esto. Todavía nos lo recuerda. Nos recuerda
que no hace falta esperar a que se produzca un huracán para saber que las
condiciones de vida tercermundistas de una ciudad en el centro de América nos
hacen a todos más pobres. No tenemos que esperar a que se produzca en Irak la
muerte número 3.000 del hijo de alguien para que nos demos cuenta de que una
guerra sin estrategia de salida pone en peligro a todas nuestras familias. No
tenemos que aceptar la reducción del sueño americano en este país, ni ahora ni
nunca.

Ahora es el momento de enfrentar los porqués de hoy con los porque no que
a menudo citamos pero raramente vivimos, de responder a «¿Por qué el hambre?»,
«¿Por qué los sin hogar?», «¿Por qué la violencia?» y «¿Por qué la desesperación?
con «¿Por qué no buenos empleos y salarios de subsistencia?», «¿Por qué no una
mejor asistencia sanitaria y escuelas de primera categoría?», «¿Por qué no un país
donde podamos hacer realidad el potencial que existe en todo ser humano?». ii

Cuando asocia sus ideas no sólo a la historia sino también a un loable líder
histórico americano, Obama contribuye a corroborar sus ideas así como a hacerlas
más comprensibles y aceptables. Refuerza su aptitud para exponer una visión que
será adoptada. Los líderes que quieran comunicar eficazmente una visión pueden
aprender de sus triunfos. ¿Cómo se pueden dar referencias históricas para hacer
que las ideas y la visión transmitidas sean más comprensibles para los oyentes?
Reflexione sobre cómo podría dar referencias históricas y conocidas de forma que
su comunicación mejore.

Utilizar palabras descriptivas como ayudas visuales

Otra práctica importante que permite a Barack Obama transmitir


eficazmente su visión es su excelente utilización de palabras descriptivas. En
muchos casos, los oradores pronuncian sus charlas en escenarios en los que no
pueden, o no deberían, utilizar ayudas visuales como transparencias o
presentaciones electrónicas. Para algunos oradores, la falta de ayudas visuales
podría ser una desventaja importante. Pero los verdaderamente destacados
dominan el arte de utilizar palabras descriptivas acertadas en lugar de ayudas
visuales. Dibujan imágenes con palabras gráficas, centrando los puntos clave con
palabras que llevan a la mente imágenes vivas. Cuando se escoge con
detenimiento, un lenguaje rico puede influir en el oyente tan significativamente
como pueda hacerlo cualquier ayuda visual: el oyente visualizará ideas y temas,
que a su vez serán más recordables.

Varias son las cosas que hacen que determinadas palabras sean sustanciosas
en fuerza descriptiva: su precisión o la imagen concreta que suscitan, por ejemplo.
Veamos la diferencia existente en estas dos declaraciones:

En esta campaña no recurriremos al politiqueo desagradable

versus

Lo que no escucharéis en esta campaña o de este partido es el tipo de política


que utiliza la religión como cuña para separar y el patriotismo como porra para
coaccionar. (Obama, junio de 2008.)iii

En la última declaración, la utilización de las palabras «cuña» y «porra»


evocan imágenes concretas que producen un impacto más fuerte. Son palabras
sustanciosas en fuerza descriptiva; no sólo «dicen», sino que también «muestran».
Al crear imágenes, las palabras ayudan a comunicar una visión. Del mismo modo,
comparemos estos comentarios:

Acudisteis a apoyarnos en gran número.

versus

Dijeron que este país estaba excesivamente dividido, excesivamente


desilusionado para unirse en torno a un propósito común.

Sin embargo, en esta noche de enero, en este momento decisivo de la


historia, habéis hecho lo que los cínicos decían que no podríamos hacer. Habéis
hecho lo que el estado de New Hampshire puede hacer dentro de cinco días.
Habéis hecho lo que América puede hacer este nuevo año 2008. En colas que se han
extendido alrededor de escuelas e iglesias, en pequeños pueblos y grandes
ciudades, os habéis unido demócratas, republicanos e independientes para alzaros
y decir que somos una sola nación, que somos un solo pueblo y que ha llegado
nuestro momento de cambio. (Obama, enero de 2008.)iv

La referencia de Obama a las «colas que se extendían alrededor de escuelas e


iglesias» suscita imágenes de muchas personas apiñadas durante horas, tal vez con
frío e incómodas, pero dispuestas a aguantar las largas colas para poder tener la
oportunidad de apoyarle. Esto, a su vez, implica que lo que Obama representa, el
valor de su candidatura y la importancia de darle el voto, merecen la espera. Es
decir, la decisión de invocar la expresión «colas de gente» implica muchas más
cosas de lo que literalmente dice. Todas esas ideas tácitas contribuyen
positivamente a la imagen de Obama. Las palabras utilizadas son un excelente
ejemplo de palabras acertadas y sustanciosamente descriptivas.

Obama ejemplifica que los líderes que deseen usar la comunicación para
transmitir una visión de forma convincente pueden beneficiarse del empleo de
palabras que evoquen imágenes sustanciosas. Las palabras que incorporan fuerza
descriptiva pueden hacer más profundo el impacto del discurso. Recurrir a un
lenguaje de gran riqueza descriptiva puede dar lugar a una comunicación
organizada en múltiples niveles que permite al orador dar grandes pasos hacia la
exposición de su visión con gran eficacia.

Servirse de simbolismos

Obama es también muy competente para transmitir una visión mediante el


empleo de un lenguaje rico en simbolismos. Las imágenes simbólicas suelen
suscitar reacciones de tipo emocional. Por ejemplo, la referencia a un ataúd
cubierto con una bandera evoca patriotismo y la idea de lealtad y sacrificio por el
país. Cuando Obama dice que su abuelo fue enterrado en un ataúd cubierto por
una bandera, él se conecta con estos elementos positivos. Ésta es una excelente
elección de palabras. El efecto final: esas acertadas palabras mejoran el estatus de
Obama. Servirse de simbolismos puede considerarse una mejor práctica cuando
con ello se mejora la imagen propia.

Potenciar las conclusiones obvias

Una práctica estrechamente relacionada con el excelente uso de simbolismos


es la referida a la elección de un lenguaje rico en significado deductivo. Obama lo
hace con gran habilidad. Al contrario de las palabras simbólicas, una palabra rica
en significado deductivo no está necesariamente cargada de significados
patrióticos o emocionales. No obstante, este tipo de palabra es multidimensional en
las ideas e imágenes que evoca. La efectividad de comunicación de Obama
demuestra que puede merecer la pena seleccionar una palabra que «implique otras
veinte», cuando se buscan palabras clave. Reflexionemos sobre este ejemplo:

En el año que nací, el presidente Kennedy dijo que la antorcha había pasado
a manos de una nueva generación de americanos. Él tenía razón. Había pasado.
Había pasado a manos de su hermano más joven.

Desde las batallas de los años sesenta hasta las batallas de hoy, él ha portado
esta antorcha, iluminando el camino a todos los que comparten sus ideales de
América.

Es una antorcha que él ha portado como defensor de los trabajadores


americanos, un paladín acérrimo de la asistencia sanitaria universal y un abogado
incansable para que todos los niños de este país reciban una educación de calidad.

Es una antorcha que él ha portado como el león del Senado, un hombre cuyo
dominio de los temas y de las palancas de gobierno, cuyo decidido liderazgo y
excelentes habilidades políticas, sólo son igualados por su capacidad para contar
una buena historia.v

Obama podía haberse referido a algún otro objeto más liviano, en lugar de a
una «antorcha» que se pasa a otras manos. Una antorcha, sin embargo, tiene un
valor deductivo positivo. Suscita imágenes de atletas olímpicos y se asocia a
grandes logros, a grandes actos heroicos, y a la búsqueda de la excelencia. La
palabra elegida crea poderosas imágenes que danzan en la mente. Obama muestra
que los líderes que quieren comunicar una visión de forma excelente pueden
potenciar los significados deductivos para dar un mayor impacto a sus palabras.

Personificar las ideas y conferirles aspecto físico

Obama también emplea a la perfección la técnica de la personificación.


Utilizo el término «personificación» para referirme al acto de dotar a objetos
inanimados e ideas de características humanas, tales como emociones o acciones.
Por ejemplo:

Todas las casas de la calle estaban durmiendo.

El viento empezó a gemir y las nubes lloraron lluvia.

Sin embargo, con mayor frecuencia que el empleo de técnicas de


personificación, lo que hace Obama es dar aspecto físico a las ideas, como cuando
ve «esperanza» en el «brillo» de los ojos. Con ello, Obama une emociones o ideas a
imágenes concretas. Conferir aspecto físico a las ideas es un medio
extraordinariamente eficaz de presentar ideas en un formato que será recordado
por el oyente. La «encarnación» da fuerza a las imágenes; las palabras tienen eco a
un nivel más profundo y existen más probabilidades de que los oyentes recuerden
lo que las imágenes les hicieron sentir. Veamos esta diferencia: supongamos que
Obama hubiera manifestado simplemente, «Sé que todos sois optimistas, puedo verlo».
Comparemos la impresión que producen estas palabras con el impacto que se
produce cuando Obama utiliza palabras a las que confiere aspecto físico, como
hizo después de las primarias de Iowa, el 3 de enero de 2008:

Pero siempre hemos sabido que la esperanza no es lo mismo que optimismo


ciego. No es hacer caso omiso de la enormidad de la tarea que tenemos por delante
o de los obstáculos que se interponen en nuestro camino. No es hacerse a un lado
ni rehuir la pelea. La esperanza es algo que dentro de nosotros insiste en que, a
pesar de todas las evidencias que indican lo contrario, nos espera algo mejor si
tenemos el valor de ir a por ello y de trabajar por ello y de luchar por ello.

Esperanza es lo que vi en los ojos de una joven de Cedar Rapids que trabaja en
el turno de noche tras todo un día en la universidad y que, a pesar de ello, no
puede permitirse sufragar la asistencia sanitaria para una hermana que está
enferma; una joven que sigue creyendo que este país le dará la oportunidad de
hacer realidad sus sueños.

Esperanza es lo que escuché en la voz de la mujer de New Hampshire que me


dijo que no había podido respirar tranquila desde que su sobrino partió para Irak y
que sigue rezando todas las noches para que regrese sano y salvo.

Esperanza es lo que llevó a un grupo de colonos a levantarse contra un gran


imperio; lo que llevó a la más grande de las generaciones a liberar un continente y
reconciliar una nación; lo que llevó a jóvenes de ambos sexos a sentarse en las
barras de las cafeterías de las que estaban excluidos a causa de su color, a
enfrentarse a las mangueras y a manifestarse en Selma y Montgomery a favor de la
causa de la libertad.

Esperanza. Esperanza es lo que me ha llevado hoy hasta aquí, con un padre de


Kenia y una madre de Kansas y una historia que sólo podía ocurrir en Estados
Unidos de América. La esperanza es la base de este país, la convicción de que
nuestro destino no nos lo escribirán, sino que será escrito por nosotros, por todos
aquellos hombres y mujeres que no se conforman con el mundo tal como es, que
tienen el valor de rehacerlo tal como debería ser. [Énfasis añadidos.]

La primera declaración, «Sé que todos sois optimistas, puedo verlo», suena poco
convincente, sosa, y es incapaz de avivar al oyente. En cambio, la explicación más
detallada de «esperanza» de los párrafos precedentes permite al oyente visualizar
la idea. El oyente puede ver unos ojos optimistas. La imagen es gráfica. De forma
similar, cuando Obama une la idea de esperanza a historia digna de ser honrada,
consigue que la idea sea más recordable y que tenga eco a un nivel más profundo.
La práctica de Obama de dotar de aspecto físico a las ideas sirve perfectamente a
sus propósitos.

Proporcionar los detalles que sean necesarios

Otra práctica muy instructiva de Obama cuando comunica una visión es el


uso de los detalles necesarios. En muchas ocasiones, ha demostrado su habilidad
para calibrar la cantidad de detalles que aporta para poder ilustrar la profundidad
de sus conocimientos en las cuestiones esenciales. Magistral en el empleo de
detalles acertados, Obama conoce también el valor de la imprecisión. Veamos los
comentarios que siguen a continuación, en que Obama relata el tema de la guerra
de Irak a través de las experiencias de un soldado concreto, Shamus:

Hace algún tiempo, conocí a un joven llamado Shamus en el local de los


veteranos de guerra en el extranjero de East Moline, Illinois. Era un muchacho bien
parecido, medía metro noventa aproximadamente, ojos claros y sonrisa fácil. Me
contó que se había alistado en los marines y que partía para Irak la semana
siguiente. Mientras le escuchaba explicar el motivo de su alistamiento, la fe
absoluta que tenía en nuestro país y en sus dirigentes, su entrega al deber y al
servicio, pensé si ese joven no era sino todo lo que cualquiera de nosotros podría
esperar de un hijo. Pero luego me pregunté si estábamos sirviendo a Shamus tan
bien como él nos estaba sirviendo a nosotros. Pensé en los más de 900 hombres y
mujeres de servicio, hijos e hijas, maridos y esposas, amigos y vecinos que no
volverían a sus lugares de residencia. Pensé en las familias que había conocido que
luchaban por salir adelante sin los ingresos completos de uno de sus miembros, o
en las familias cuyos seres queridos habían vuelto a casa mutilados o con los
nervios destrozados y que, a pesar de ello, carecían de las prestaciones de
asistencia sanitaria continuada porque eran reservistas. Cuando enviamos a
nuestros jóvenes al peligro, tenemos la solemne obligación de no escatimar el
dinero ni de atenuar la verdad acerca de la razón de su partida, de cuidar de sus
familias mientras estén fuera, de atender a los soldados tras su regreso y de no ir
nunca jamás a la guerra sin las suficientes tropas para poder ganarla, asegurar la
paz y ganarse el respeto del mundo.vi

Con su elección de palabras, Obama describe una situación de forma gráfica.


Ha conocido a un soldado llamado Shamus, del que sólo hace una descripción
muy general: su altura, bien parecido, ojos claros y la sonrisa fácil. Nada más.
Gracias a la ausencia de detalles adicionales, algo fascinante puede suceder en las
mentes de muchos oyentes. Ellos mismos llenan los espacios en blanco que faltan.
¿De qué grupo étnico es Shamus? La única pista es su nombre, un nombre extraño
para muchos. De ese modo muchos oyentes le atribuirán la etnicidad que ellos
consideren adecuada. Ante una descripción tan sucinta son libres de imaginar a
Shamus como les plazca. En muchos casos, los oyentes imaginarán a Shamus como
alguien muy parecido a ellos mismos, a su propio grupo étnico. Si es así, el
personaje es más comprensible para el oyente en muchos aspectos y el ejemplo
puede tener un eco más próximo a su experiencia. Con la imaginación en libertad,
la historia puede conectar con una amplia gama de oyentes, ayudando a producir
un impacto potente y duradero. Esto es un uso eficaz de la provisión de los datos
estrictamente necesarios.

Crear imágenes dinámicas

Las imágenes dinámicas son otra herramienta eficaz para comunicar la


visión de forma efectiva. Dinámico significa lo contrario de estático. Veamos el
siguiente ejemplo:

Esto es lo que hemos empezado aquí en Iowa y éste es el mensaje que ahora
podemos llevar a New Hampshire y a otros estados: el mismo mensaje que
teníamos en los buenos y en los malos momentos, el mensaje que puede cambiar
este país ladrillo a ladrillo, calle a calle, mano encallecida a mano encallecida: que
juntas, las personas normales y corrientes pueden hacer cosas extraordinarias,
porque no somos una colección de estados rojos y estados azules; somos Estados
Unidos de América y en este momento, en estas elecciones, estamos dispuestos a
creer otra vez. Gracias Iowa.vii

Las palabras «ladrillo a ladrillo, calle a calle, mano encallecida a mano


encallecida» crean imágenes en movimiento, es decir, imágenes dinámicas y no
estáticas. En el ojo de la mente, la imagen se convierte en algo viviente que se
mueve. Esto ayuda a crear una sensación de impulso hacia delante. Las imágenes
son potentes, vivas y están en movimiento, lo cual produce un gran efecto.

El éxito de Obama en el empleo de imágenes dinámicas demuestra que los


líderes que quieran comunicar una visión de forma excelente pueden aprovecharse
del uso de palabras que creen imágenes en movimiento. Las imágenes que están
«vivas» en la mente tienen probabilidades de ser recordadas mucho tiempo
después de que se haya pronunciado el discurso. Las palabras dinámicas dan un
gran impacto a la comunicación.

Potenciar un bucle retrospectivo

Una técnica mucho menos habitual que Obama ha potenciado con un gran
efecto es la que yo denomino el «bucle retrospectivo». El conocimiento y
utilización de esta técnica única ayuda a mostrar cómo ha dominado el arte de una
comunicación extraordinariamente efectiva. La mayoría de oradores, cuando
persiguen crear una imagen dinámica, presentan un retrato de lo que esperan que
traiga el futuro. Obama, sin embargo, ha identificado también la fuerza del bucle
retrospectivo. Analicemos este extracto:

Las Sagradas Escrituras nos dicen que cuando Josué y los israelitas llegaron
a las puertas de Jericó, no pudieron entrar. Los muros de la ciudad eran demasiado
empinados para ser escalados por cualquier persona, y demasiado resistentes para
ser derribados por la fuerza bruta. Así que se sentaron durante días, incapaces de
pasar.

Pero Dios tenía un plan para su pueblo. Les dijo que marcharan juntos
alrededor de la ciudad y al séptimo día les hizo saber que cuando oyeran el sonido
del cuerno de carnero, todo el pueblo debía gritar con una sola voz. A la hora
escogida, cuando el cuerno sonó y un coro de voces gritó al unísono, los poderosos
muros de Jericó se derrumbaron.

Hay muchas lecciones que podemos aprender de este pasaje, al igual que
hay muchas lecciones que podemos aprender de este día, al igual que hay muchos
recuerdos que llenan el espacio de esta iglesia. Mientras estaba pensando cuáles de
ellos era necesario recordar en este momento, mi mente retrocedió al mismísimo
comienzo de la era moderna de los derechos civiles.

Porque antes de Memphis y la cima de la montaña; antes del puente de Selma y la


marcha sobre Washington; antes de Birmingham y las palizas, las mangueras y la muerte
de cuatro niñas de corta edad; antes de que existiera King el icono y su magnífico sueño,
existía King el joven predicador y un pueblo que estaban sufriendo bajo el yugo de la
opresión.viii [Énfasis añadido.]

Este ejemplo muestra el dominio que tiene Obama de los discursos. Utiliza
con maestría las imágenes para ilustrar un punto esencial. Al trasladar la acción
hacia el pasado, Obama compara el nacimiento de otro movimiento americano
importante (el movimiento de los derechos civiles) con los esfuerzos actuales para
efectuar un cambio positivo a nivel social y político. Obama empieza con
referencias a Memphis y al icónico discurso de Martin Luther King, Jr. «Tengo un
sueño». Para muchos americanos, la referencia evoca imágenes de cientos de miles
de personas manifestándose en Washington en un encomiable esfuerzo por
conseguir la igualdad racial. Obama continúa retrocediendo en el tiempo hasta
Selma, y se refiere a las palizas y al uso de mangueras por parte de la policía contra
los manifestantes de los derechos civiles que estaban desarmados. Finalmente, se
posa en la imagen de americanos que sufren en situaciones de discriminación en el
mismo comienzo del movimiento de los derechos civiles.

Consideremos hasta qué punto resuenan con más fuerza estas observaciones
en comparación con el eco que podría tener una declaración más directa y sucinta.
En lugar de decir, «los partidarios del movimiento de los derechos civiles
resistieron un día igual que nosotros, haciendo frente a un gran desafío», Obama
hace retroceder en el tiempo a los oyentes, citando los múltiples logros de los
defensores de los derechos civiles y mostrando que estos manifestantes habían sido
una vez como sus oyentes, resistiendo desde el comienzo de un «movimiento».
Con fuerza, el bucle retrospectivo hace una pregunta implícita: si ellos lo hicieron,
¿por qué no podemos hacerlo nosotros? El mensaje transmitido se transforma en:
ellos lo hicieron, por tanto, ¡nosotros también podemos! Teniendo en cuenta la
focalización en un movimiento muy loable—el movimiento por los derechos civiles
—los oyentes pueden ser inspirados, motivados y estimulados por el ejemplo.
Obama convence con extraordinaria efectividad.

Ilustrar con anécdotas

Por último, Obama utiliza las anécdotas como potentes herramientas para
comunicar una visión. Las anécdotas le permiten servirse de una narración breve
para profundizar más e ilustrar los diversos puntos de forma que se recuerden.
Veamos este ejemplo:

Esta unión quizá nunca sea perfecta, pero generación tras generación ha
demostrado que siempre puede perfeccionarse. Y hoy, cada vez que tengo dudas o
me siento cínico ante esta posibilidad, lo que me da más esperanzas es la
generación siguiente, los jóvenes cuyas actitudes, creencias y apertura al cambio ya
han hecho historia en estas elecciones.

Hay una historia en particular que me gustaría compartir hoy con vosotros,
una historia que conté cuando tuve el gran honor de hablar en el aniversario de
Martin Luther King en su iglesia, la iglesia Baptista de Ebenezer, en Atlanta.

Una joven blanca de veintitrés años llamada Ashley Baia llevaba a cabo
actividades de organización para nuestra campaña, en Florence, Carolina del Sur.
Había estado trabajando para organizar una comunidad casi por entero
afroamericana desde el comienzo de esta campaña y uno de los días estaba en una
mesa redonda donde cada uno contaba su historia y la razón de estar allí.

Ashley dijo que cuando tenía nueve años su madre enfermó de cáncer. Por
ello, tuvo que faltar al trabajo, fue despedida y perdió sus derechos de asistencia
sanitaria. Tuvieron que declararse insolventes y fue entonces cuando Ashley
decidió que tenía que hacer algo para ayudar a su madre.

Sabía que la alimentación era una de las partidas de gasto más caras y por
ello convenció a su madre de que lo que más le gustaba y más deseaba comer eran
sándwiches con mostaza y salsa, porque ésta era la forma más barata de
alimentarse.

Siguió esta dieta durante un año hasta que su madre se puso mejor y contó a
los demás componentes de la mesa que el motivo de haberse incorporado a nuestra
campaña era que de esa forma podía ayudar a los millones de niños del país que
también quieren y necesitan ayudar a sus padres.

Ashley podría haber elegido algo diferente. Tal vez en algún momento
alguien le diría que el origen de los problemas de su madre eran los negros
demasiado perezosos para trabajar, que dependían de la asistencia pública o los
hispanos que entraban en el país de forma ilegal. Pero no lo hizo y buscó aliados en
su lucha contra la injusticia.

El caso es que Ashley termina de contar su historia, se pone a caminar


alrededor de la sala y pregunta a cada uno de los miembros de la mesa por qué
apoyan la campaña. Todos ofrecen diferentes historias y razones. Muchos sacan a
colación un aspecto concreto. Finalmente, le toca el turno a este anciano de color
que ha permanecido sentado en silencio todo el tiempo. Y no saca a relucir un
punto concreto. No se refiere a la asistencia sanitaria o a la economía. No se refiere
a la educación ni a la guerra. No dice que está allí por Barack Obama. Simplemente
dice a todos los presentes en la sala: «Estoy aquí por Ashley».

«Estoy aquí por Ashley.» Por sí solo, ese momento de identificación entre esa
joven blanca y ese anciano de color no es suficiente. No es suficiente para
proporcionar asistencia sanitaria a los enfermos, trabajo a los desempleados o
educación a nuestros hijos.

Pero es nuestro punto de partida. A partir de aquí la unión se hace más


fuerte. Y, allí es donde comienza la perfección, tal como han llegado a entender
muchas generaciones en el transcurso de los últimos doscientos veintiún años,
desde que un conjunto de patriotas firmase aquel documento fundacional en
Filadelfia.ix

La anécdota muestra con gran detalle la fuerza de los pequeños cambios de


mentalidad y la decisión de unirse superando las barreras tradicionales de la
sociedad. Comunica estos aspectos de forma excelente, al concentrarse en una
persona con quien los oyentes pueden identificarse—Ashley—. Al centrar la
discusión de este modo, los puntos quedan claros y es probable que pervivan en la
mente de los oyentes.

Del mismo modo, la siguiente anécdota de Obama es memorable a la vez


que recalca también los temas clave relativos a educación y responsabilidad social:

Estaba hablando una vez con una joven profesora y le pregunté cuál era en
su opinión el reto más importante al que se enfrentaban sus alumnos. Me dio una
respuesta que nunca había escuchado antes. Se refirió a lo que denominó «el
síndrome de estos chicos», la tendencia a justificar los errores y defectos de nuestro
sistema educativo diciendo que «estos chicos son incapaces de aprender» o que
«estos chicos no quieren aprender» o que «estos chicos están muy por detrás». Y, al
cabo de un tiempo, «estos chicos» se convierten en el problema de otro.

Esta profesora me miro y dijo: «Cuando oigo esa expresión, me pongo


enferma. No son “estos chicos”. Son nuestros chicos. Todos ellos».

Tiene toda la razón. El pequeño niño de Manchester o de Nashua cuyos


padres no pueden encontrar o no se pueden permitir una educación preescolar de
calidad, que sabemos que le otorgaría más probabilidades de permanecer en la
escuela, leer mejor y tener éxito en su madurez, es nuestro hijo.

La pequeña niña del área rural de Carolina del Sur o el South Side de
Chicago, cuya escuela se está cayendo literalmente a su alrededor y que no dispone
de medios para comprar libros de texto ni puede atraer nuevos profesores porque
no puede pagarles un salario razonable, es nuestra hija.

El adolescente de los suburbios de Boston al que le hacen falta más


conocimientos y estudios para competir por el mismo empleo que el adolescente
de Bangalore o Beijing, es nuestro hijo.

Estos niños son nuestros hijos. Su futuro es nuestro futuro. Y ha llegado el


momento de que su formación sea responsabilidad nuestra. De todos nosotros. x

[...] Bien, yo no acepto este futuro para América. No acepto una América
donde no hagamos nada por seis millones de estudiantes cuyo nivel de lectura es
inferior al que les corresponde académicamente; una América donde el sesenta por
ciento de los estudiantes afroamericanos de cuarto grado no tiene ni siquiera un
nivel de lectura básico.

No acepto una América donde sólo el veinte por ciento de nuestros


estudiantes están preparados para asistir a clases de nivel universitario en inglés,
matemáticas y ciencias; donde escasamente uno de cada diez estudiantes con bajos
ingresos llegará a graduarse en la universidad.

No acepto una América donde no hagamos nada acerca del hecho de que la
mitad de nuestros adolescentes sean incapaces de entender los quebrados básicos;
donde casi nueve de cada diez afroamericanos y latinos de octavo grado no sean
aptos en matemáticas. No acepto una América donde los alumnos de primaria
reciban sólo unos veinticinco minutos diarios de clase de ciencias, cuando sabemos
que más del ochenta por ciento de los empleos que más aumentan exigen una base
de conocimientos en matemáticas y ciencias.

Este tipo de América es moralmente inaceptable para nuestros hijos. Es


económicamente insostenible para nuestro futuro. Y no responde a lo que nosotros
somos como país.

No somos la nación de «estos chicos». Somos la nación que siempre ha


sabido que nuestro futuro está inseparablemente unido a la formación de nuestros
niños,—de todos ellos. Formamos parte del país que siempre ha creído en la
declaración de Thomas Jeferson de que «… el talento y la virtud, necesarios en
una sociedad libre, deberían ser objeto de formación, independientemente del
patrimonio o del origen de la persona».

Es esta creencia la que llevó a América a la creación de las primeras escuelas


públicas libres en pequeñas ciudades de Nueva Inglaterra. Es una promesa que
mantuvimos cuando pasamos de ser una nación agrícola a una industrial, y
creamos un sistema público de enseñanza secundaria para que todos tuvieran la
oportunidad de triunfar en una nueva economía. Es una promesa que ampliamos
después de la Segunda Guerra Mundial, cuando América dio a mi padre y a más
de dos millones de héroes que volvían de la guerra la oportunidad de ir a la
universidad acogiéndose a los beneficios de la Ley del Soldado.

Cuando América ha incumplido esta promesa, cuando obligamos a Linda


Brown a caminar una serie de millas hasta una ruinosa escuela de Topeka a causa
del color de su piel, fueron los americanos de a pie los que se manifestaron y
fueron heridos, los que tomaron las calles y lucharon en los tribunales hasta que la
llegada de nueve niños a una escuela de Little Rock hizo realidad la decisión de
que en América, los que están separados nunca pueden ser iguales.

Eso es lo que somos. Ésa es la razón de que yo pueda estar aquí hoy. Porque
alguien se levantó cuando era difícil hacerlo; se alzó cuando era peligroso. Porque
aunque mi madre no tenía mucho dinero, las becas me concedieron la oportunidad
de ir a algunas de las mejores universidades del país. Y yo me presento a la
presidencia de Estados Unidos porque quiero ofrecer a todos los niños americanos
las mismas oportunidades que yo tuve.

En estas elecciones, en este momento decisivo, podemos decidir que este


siglo será otro siglo americano por su compromiso histórico con la educación.
Podemos adquirir un compromiso que sea algo más que la simple retórica de una
campaña, un compromiso que sea algo más que otra promesa vacía hecha por un
político que busca vuestro voto.xi

[…] A lo largo de doscientos años, hemos luchado y hemos vencido para


ampliar la promesa de una educación siempre mejor, una educación que ha
permitido a millones de personas rebasar las barreras de raza, clase social y origen
para hacer realidad el potencial que Dios les dio.

Ahora es nuestro momento de mantener esta promesa, la promesa de


América, viva en el siglo XXI. Es el turno de nuestra generación de levantarse y
decir a la niña de Chicago, al niño de Manchester o a los millones de niños como
ellos de todo el país que ellos no son «estos chicos». Son nuestros chicos. No
quieren decepcionarnos. Nosotros tampoco les podemos fallar.

Los líderes que quieran utilizar la comunicación para expresar una visión de
forma excelente deberían considerar si recurrir a una anécdota les ayudará a
concretar un punto o a que un tema sea más recordable. ¿Se identificarán más
fácilmente los oyentes con las cuestiones o temas clave propuestos? Narradas con
detenimiento, las anécdotas pueden enriquecer la comunicación y mejorar la
capacidad del orador para transmitir su visión.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para comunicar una visión

Los líderes tienen mucho que aprender del modo en que Barack Obama
transmite una visión a sus audiencias tan efectivamente. Obama ha mostrado una
gran capacidad para comunicar una visión de manera convincente, lo que permite
a los demás entender su visión e inspirarles, en última instancia, para que la
adopten. Los líderes pueden recurrir a las técnicas que permiten a Obama cubrir
tan bien este objetivo.

Cuando se persigue comunicar una visión de manera convincente, las


referencias históricas pueden hacer que las ideas se comprendan y se asimilen
mejor. Los oyentes se pueden identificar más fácilmente con las ideas desde un
prisma de historia compartida y tradiciones entrañables, y pueden identificarse
mejor con figuras históricas admiradas. Los esfuerzos para transmitir una visión
son también más eficaces cuando, en las ocasiones cruciales, los líderes «muestran
en lugar de explicar». Es decir, los comunicadores eficaces se servirán de un
lenguaje gráfico y realista en los momentos clave para describir situaciones de una
manera tan efectiva como lo harían con medios visuales. Saben cómo emplear un
lenguaje descriptivo rico—una antorcha en lugar de una luz, una cuña, una porra
—. Recurren a un lenguaje simbólico para conseguir un impacto emocional.
Potencian la utilidad de las deducciones y conclusiones para ofrecer una
comunicación a varios niveles, diciendo una palabra e implicando otras veinte.

La práctica de dar aspecto físico a las ideas también puede desempeñar un


papel en la comunicación eficaz de una visión. La «encarnación» hace que las ideas
sean más recordables, como, por ejemplo, ver «la esperanza en los ojos». Los
comunicadores muy competentes utilizan también los detalles de forma efectiva,
calibrando la cantidad ideal de ellos que ofrecen cuando comunican su visión. A
veces, la abundancia de detalles demuestra un conocimiento muy profundo de la
materia. Pero los oradores hábiles reconocen también la utilidad de la imprecisión,
dejando que los oyentes dejen volar libremente su imaginación cuando sea
apropiado, dando tan sólo los detalles estrictamente necesarios.

La utilización de imágenes dinámicas es otra técnica de comunicación útil.


Los comunicadores eficaces encuentran medios de crear imágenes que se muevan
en la mente—«ladrillo a ladrillo, calle a calle, mano encallecida a mano
encallecida»—. De forma similar, los bucles retrospectivos pueden ser eficaces, en
tanto que el orador hace retroceder en el tiempo a los oyentes para que imaginen
cómo fue la situación en una época y comparen y contrasten el pasado con el
presente. Por último, la comunicación efectiva suele ofrecer anécdotas a través de
cuentos o narraciones breves que infunden vida a temas clave. Combinadas, estas
técnicas permiten a los líderes utilizar la comunicación para transmitir su visión de
forma extraordinariamente convincente.
i
Houston Chronicle.

ii
Barack Obama: Ceremonia de Entrega de Premios a los Derechos Humanos
Robert Kennedy, 16 de noviembre de 2005.

iii
Barack Obama: Noche electoral final de primarias, St. Paul, Minnesota, 3
de junio de 2008.

iv
Barack Obama: Noche del caucus de Iowa, Des Moines, Iowa, 3 de enero
de 2008.

v
Barack Obama: Ceremonia del aval de Kennedy, Washington, DC, 28 de
enero de 2008.

vi
Discurso de apertura de la Convención Nacional Demócrata de 2004, 27 de
julio de 2004.

vii
Barack Obama: Noche del caucus de Iowa, Des Moines, Iowa, 3 de enero
de 2008.

viii
Barack Obama: The Great Need of the Hour, Atlanta, Georgia, 20 de enero
de 2008.

ix
Barack Obama: A More Perfect Union, Filadelfia, Pensilvania, 18 de marzo
de 2008.

x
Barack Obama: Our Kids, Our Future, Manchester, New Hampshire, 20 de
noviembre de 2007.

xi
Barack Obama: Our Kids, Our Future, Manchester, New Hampshire, 20 de
noviembre de 2007.
6

Aclarar y recalcar el mensaje

Los líderes muy eficaces dominan el arte de aclarar y recalcar los mensajes
clave y conseguir los objetivos previstos de su discurso, ya sea informar, influir,
persuadir, motivar o dirigir. Barack Obama ha mostrado una capacidad especial
para compartir los conocimientos de forma efectiva, incluso con las estrictas
limitaciones de tiempo de un discurso típico. En el capítulo 5 vimos que Obama
emplea prácticas de comunicación que le han permitido comunicar perfectamente
una visión. Sabe cómo describir el «cuadro general». Obama es igualmente hábil
para apoyar la visión que presenta con detalles y temas bien escogidos, que
perduran en las mentes de los oyentes mucho después de que haya pronunciado la
última palabra del discurso. Diversas prácticas han hecho que Obama sea un
orador excelente para aclarar y recalcar el mensaje. Hay mucho que aprender del
modo en que prioriza, utiliza las preguntas retóricas, emplea la repetición efectiva,
saca partido del ritmo y del tono, y comunica con eslóganes.

Priorizar y concentrarse en temas

Barack Obama demuestra que cuando comparten conocimientos, los


oradores eficaces tienen en mente el objetivo de sus comentarios: influir, informar,
motivar a la acción, o apaciguar la controversia, por ejemplo. Obama ha
desarrollado la capacidad de priorizar los puntos que compartirá con su audiencia.
Descarta las cuestiones de baja prioridad y expone con la máxima convicción las
ideas más importantes, arrojando luz sobre ellas. Cuando lo hace, se sirve de una
gama impresionante de técnicas retóricas para subrayar los puntos más
importantes y exponerlos de forma memorable con un impacto significativo. A
continuación, analizamos una gran parte de dichas técnicas.

Utilizar preguntas retóricas

A menudo, Obama formula preguntas retóricas como técnica útil para


centrar la atención en información esencial. Las preguntas retóricas—preguntas
cuyas respuestas se consideran evidentes y, por tanto, no son contestadas de forma
explicita por el orador—ayudan a poner énfasis en los diversos puntos y cristalizar
la atención alrededor de cuestiones importantes. Obama ha mostrado cómo se
emplean las preguntas retóricas de forma eficaz, utilizándolas para fijar
sólidamente la atención de la audiencia en las cuestiones o temas clave. Luego
procede a hablar con detenimiento de los temas previstos. Veamos este ejemplo del
discurso de apertura de la Convención del Partido Demócrata de 2004:

En el fondo, de esto tratan estas elecciones. ¿Participamos en una política del


cinismo o participamos en una política de esperanza? John Kerry nos hace un
llamamiento a la esperanza. John Edwards nos hace un llamamiento a la
esperanza. No hablo aquí de un optimismo ciego, la ignorancia casi premeditada
que cree que el desempleo desaparecerá sólo con no pensar en él o que la crisis de
la asistencia sanitaria se resolverá por sí misma sólo con ignorarla. No es eso de lo
que estoy hablando. Estoy hablando de algo más importante. De la esperanza de
los esclavos sentados alrededor del fuego cantando canciones de libertad; de la
esperanza de unos emigrantes partiendo hacia costas remotas; de la esperanza de
un joven teniente de navío patrullando valerosamente por el delta del Mekong; de
la esperanza del hijo del obrero de una fábrica que se atreve a desafiar la
adversidad; de la esperanza de un muchacho flaco con un nombre gracioso que
cree que América tiene también un lugar para él. La esperanza frente a las
dificultades. La esperanza frente a la incertidumbre. ¡La audacia de la esperanza!
[Énfasis añadido.]

Después de atraer con firmeza la atención hacia la idea de esperanza, Obama


procede a explicar el concepto con más detalle. La pregunta retórica le sirve como
artilugio útil para centrar la atención y sentar las bases para profundizar en temas
esenciales.

Emplear repeticiones eficaces

Una notable característica distintiva del estilo de comunicación de Obama es


su utilización de variaciones de repetición únicas. Obama recurre a una amplia
variedad de técnicas de repetición que dan fuerza a su oratoria: conduplicación,
anáfora, epístrofe y mesodiplosis, entre ellas. Estas técnicas retóricas le ayudan a
estructurar sus ideas y temas clave y a aclarar y recalcar los mensajes. Antes de
profundizar en sus charlas, sin embargo, echemos un vistazo a las definiciones y
ejemplos.

Conduplicación es empezar una oración o frase con la palabra o expresión


final de la frase u oración anterior de forma que se encadenen en serie varias de
ellas. Anáfora es la repetición de la misma palabra, palabras o frases al comienzo de
frases u oraciones sucesivas. Ambas técnicas de repetición son herramientas
excelentes para centrar la atención en palabras e ideas clave, puesto que dichas
palabras o ideas son recalcadas al comienzo de cada frase sucesiva. Veamos, por
ejemplo, los siguientes casos de anáfora:
Prever el objetivo es apropiado. Prever su ejecución es necesario. Prever la
victoria es crucial.

Proporcionarles consejo es aconsejable. Proporcionarles motivación es


necesario. Proporcionarles ánimo es imperativo.

¿Qué quiere? ¿Qué espera? ¿Qué busca?

Las técnicas de repetición como la anáfora han contribuido a mejorar la


fuerza comunicativa de muchos discursos famosos. Encontramos un excelente
ejemplo en el famoso discurso «Tengo un sueño» de Martin Luther King,
pronunciado el 28 de agosto de 1963 en el Lincoln Memorial de Washington, DC:

Tengo un sueño: que algún día esta nación se pondrá en pie y vivirá el
verdadero significado de su religión: «Afirmamos que estas verdades son
evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creado iguales».

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de
quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron dueños de esclavos serán
capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad.

Tengo un sueño: que algún día incluso el estado de Mississippi, un estado


sofocante por el calor de la injusticia y la opresión, se transformará en un oasis de
libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que
no serán juzgados por el color de su piel sino por su personalidad y reputación.

Tengo un sueño hoy.

[Énfasis añadidos.]

Epístrofe, la repetición de la misma palabra, palabras o frases al final de


frases u oraciones sucesivas es también extraordinariamente efectiva para centrar
la atención y añadir énfasis al modo en que se comunican las ideas. Reflexionemos
sobre este ejemplo:

La idea fue errónea. La planificación fue errónea. La ejecución fue errónea.

La epístrofe debe en parte su eficacia a que fija la atención sobre la palabra o


palabras finales de una frase, oración o párrafo. Hay muchos ejemplos conocidos.
Veamos el siguiente:

Cuando era un niño, hablaba como un niño, razonaba como un niño, pensaba
como un niño: pero cuando me hice un hombre, dejé de lado las cosas de niño.

—1 Corintios 13:11, Biblia del rey Jaime

Mesodiplosis es la repetición de una palabra o frase en mitad de varias frases


u oraciones consecutivas. He aquí un ejemplo:

Nos enfrentamos a grandes obstáculos, y sin embargo no nos rendimos; nos


encontramos con gran resistencia, y sin embargo no cedimos; nos agotamos a causa
de la prolongada lucha, y sin embargo no nos tumbamos.

Obama es famoso por utilizar variaciones de las técnicas de repetición para


dar lugar a un discurso con fuerza. Se sirve de una gama completa de técnicas y
suele extender el uso de la repetición a los párrafos. Esto confiere a los párrafos
una estructura paralela, lo que le ayuda a comunicar sus mensajes con mayor
eficacia. Veamos a continuación algunos excelentes ejemplos. Empezaremos con las
observaciones relativas a John McCain contenidas en el discurso que pronunció
Barack Obama en St. Paul, Minnesota, la noche de las elecciones primarias del
Partido Demócrata, el 3 de junio de 2008:

John McCain ha dedicado muchísimo tiempo durante las últimas semanas a


hablar de viajes a Irak, pero tal vez si hubiera pasado algún tiempo viajando a las
ciudades y a los pueblos que más duramente se han visto afectados por esta
política económica—ciudades de Michigan, de Ohio, y de aquí mismo, de
Minnesota—comprendería cuál es el cambio que la gente va buscando.

Tal vez si hubiera ido a Iowa y conocido a la estudiante que trabaja en el


turno de noche después de todo un día de clases y ni siquiera así puede pagar las
facturas del médico de una hermana suya que está enferma, comprendería que esa
chica ya no se puede permitir cuatro años más de un sistema de asistencia sanitaria
que sólo se ocupa de los sanos y de los ricos. Esa chica necesita que aprobemos un
plan de asistencia sanitaria que garantice el seguro de salud a todos los americanos
que lo deseen y que reduzca el precio de las primas del seguro a todas aquellas
familias que lo necesiten. Ése es el cambio que necesitamos.

Tal vez si hubiera ido a Pensilvania y conocido al hombre que ha perdido su


puesto de trabajo y ni siquiera puede pagarse la gasolina para salir con el coche en
busca de otro empleo, comprendería que no nos podemos permitir otros cuatro
años más de adicción al petróleo de los dictadores. Ése hombre necesita que
aprobemos una política energética que colabore con los fabricantes de automóviles
para mejorar el rendimiento de los combustibles, que obligue a las empresas a
pagar por la contaminación que producen y que haga que las empresas petrolíferas
inviertan sus ingentes beneficios en una energía limpia de cara al futuro; una
política energética que creará millones de puestos de trabajo que estarán bien
pagados y que no podrán subcontratarse. Ése es el cambio que necesitamos.

Y tal vez si hubiera pasado algún rato en las escuelas de Carolina del Sur o de
St. Paul, o de donde él mismo habló ayer noche, en Nueva Orleans, comprendería
que no nos podemos permitir olvidarnos de dar dinero para Ningún Niño
Olvidado; que tenemos con nuestros hijos la deuda de invertir en educación desde
la primera infancia, reclutar todo un ejército de profesores nuevos y darles un
mejor salario y más apoyo, y finalmente hemos de llegar a la conclusión de que en
esta economía global la posibilidad de recibir enseñanza superior no debería ser un
privilegio de unos pocos ricos sino un derecho de todo americano desde su
nacimiento. Ése es el cambio que necesitamos en América. Ésa es la razón por la
que me presento a presidente.i [Énfasis añadidos.]

La repetición de las palabras «tal vez si» ayudan a proporcionar un elevado


nivel de estructuración a las observaciones e ideas de Obama. Estas despectivas
palabras ayudan también a focalizar la atención en los temas principales, lo cual
pretende sembrar dudas en las mentes de los oyentes sobre la credibilidad de
McCain y el grado en que McCain está en contacto con la grave situación de los
americanos normales y corrientes. Obama usa esta repetición, por tanto, para
intensificar la impresión que pretende transmitir.

De modo similar, en los comentarios que siguen a continuación, Obama


utiliza con habilidad la repetición para crear una sensación de identidad común
entre los diversos miembros de la audiencia, recalcando los principios que
comparten y añadiendo una sensación de unidad:

Éste es nuestro momento. Ésta es nuestra hora para el cambio. Nuestro


partido, el Partido Demócrata, siempre ha estado en su mejor momento cuando no
hemos sido dirigidos por las encuestas, sino por los principios; no por los cálculos,
sino por convicción; cuando hemos hecho un llamamiento a todos los americanos
para un propósito común, un propósito más elevado.

Somos el partido de Jefferson, que escribió las palabras que aún tomamos en
cuenta: que todos nosotros hemos sido creados iguales, que todos nosotros
merecemos la oportunidad de perseguir nuestra felicidad.

Somos el partido de Jackson, que devolvió la Casa Blanca a la gente de este


país.

Somos el partido de un hombre que superó su discapacidad para decirnos que


la única cosa a la que deberíamos tener miedo es al propio miedo; que amilanó al
fascismo y liberó a un continente de la tiranía.

Y somos el partido de un joven presidente que nos preguntó qué podíamos hacer
por nuestro país y nos desafió a hacerlo.

Ésos somos nosotros. Ése es el partido que necesitamos y lo puede ser si


disipamos nuestras dudas y dejamos atrás nuestros miedos y escogemos la
América que sabemos que es posible. Porque hay un momento en la vida de toda
generación para dejar su sello en la historia, cuando tiene que recuperar su
espíritu, cuando tiene que decidirse por el futuro y no por el pasado, cuando debe
hacer su propio cambio de abajo arriba.

Éste es nuestro momento. Éste es nuestro mensaje, el mismo mensaje que


teníamos en los buenos momentos y en los malos momentos. El mismo mensaje
que llevaremos con nosotros hasta la convención. Y dentro de siete meses
podremos cumplir esta promesa; podremos reivindicar este legado; podremos
escoger un nuevo liderazgo para América. Porque no hay nada que no podamos
hacer si el pueblo americano decide que ha llegado el momento.ii [Énfasis añadidos.]

A continuación, Obama utiliza la repetición para subrayar unidad, una


imagen fuerte de avance, una sensación de urgencia y la importancia de la acción
por parte del oyente:

Empecemos (Let us begin) juntos esta dura tarea. Transformemos (Let us


transform) esta nación

Seamos (Let us be) la generación que reforma nuestra economía para


competir en la era digital. Fijemos (Let’s set) unos elevados estándares de calidad
en nuestras escuelas y démosles los recursos que necesitan para ser eficaces.
Reclutemos (Let’s recruit) un nuevo ejército de profesores y démosles mejores
salarios y más apoyo a cambio de una mayor responsabilidad. Hagamos (Let’s
make) que la enseñanza superior sea más asequible, invirtamos (let’s invest) en
investigación científica y coloquemos (let’s lay down) líneas de banda ancha en los
barrios marginados de las grandes ciudades y en los pueblos y ciudades de las
zonas rurales de toda América.

Y, a medida que cambie nuestra economía, seamos (let’s be) la generación


que garantice que los trabajadores de nuestro país compartan nuestra prosperidad.
Protejamos (Let’s protect) los beneficios sociales conseguidos con tanto esfuerzo
que sus empresas les han prometido. Hagamos posible (Let’s make it possible) que
los trabajadores americanos ahorren para la jubilación y dejemos (let’s allow) que
nuestros sindicatos y sus dirigentes pongan en pie de nuevo la clase media de este
país.

Seamos (Let’s be) la generación que acaba con la pobreza en América. Toda
persona dispuesta a trabajar debería poder recibir una formación laboral que la
lleve a un empleo y a un salario decente que le permita pagar las facturas y el
cuidado de sus hijos, de forma que éstos tengan un lugar seguro adonde ir
mientras sus padres trabajan. Hagámoslo (Let’s do this).

Seamos (Let’s be) la generación que aborda por fin la crisis de nuestra
asistencia sanitaria. Podemos controlar los costes si nos centramos en la
prevención, proporcionamos un mejor tratamiento a los enfermos crónicos y
utilizamos la tecnología para reducir la burocracia. Seamos (let’s be) la generación
que dice aquí y ahora que tendremos asistencia sanitaria universal en América al
final del primer mandato del próximo presidente.

Seamos (Let’s be) la generación que libera por fin América de la tiranía del
petróleo. Podemos utilizar combustibles alternativos producidos en el país, como
el etanol, y estimular la fabricación de automóviles que obtengan mejor
rendimiento del combustible. Podemos establecer un sistema que limite los gases
de efecto invernadero. Podemos convertir esta crisis del calentamiento global en
una oportunidad para la innovación y la creación de empleo, y en un incentivo
para las empresas que sirva de modelo al mundo. Seamos (Let’s be) la generación
que haga enorgullecer a las futuras generaciones de lo que hicimos aquí.

Sobre todo, seamos (let’s be) la generación que nunca olvide lo que ocurrió
aquel día de septiembre y que se enfrente a los terroristas con todos nuestros
medios. La política no tiene que dividirnos en este tema nunca más, podemos
trabajar juntos para que nuestro país siga siendo seguro. He colaborado con el
senador republicano Dick Lugar para que se apruebe una ley que inspeccione y
destruya algunas de las armas más mortíferas y menos controladas del mundo.
Podemos trabajar juntos para perseguir a los terroristas con un ejército más
poderoso, podemos estrechar la red sobre sus recursos económicos, y podemos
mejorar nuestros servicios de inteligencia. Pero debemos entender también que la
victoria final sobre nuestros enemigos sólo se logrará reconstruyendo nuestras
alianzas y exportando los ideales que traen esperanzas y oportunidades a millones
de personas de todo el planeta.iii [Énfasis añadidos.]

Sacar partido del ritmo y del tono

Para aclarar y subrayar el mensaje con habilidad, Barack Obama varía


también el ritmo y el tono de forma excelente. Se sirve de una gama completa de
técnicas retóricas eficaces que centran al oyente en los puntos esenciales. A
continuación se exponen sus técnicas más destacadas.

Añadir énfasis y elocuencia. Aliteración

A veces Obama utiliza la aliteración, la repetición de los sonidos de las


consonantes iniciales de las palabras, para ayudar a aclarar y recalcar el mensaje.
En general, la repetición de los sonidos de las consonantes iniciales también puede
esparcirse por toda una frase. Por ejemplo;

Vosotros demostrasteis vuestra determinación a través de las largas colas (lines)


que llevaban (led) a las urnas.

Su posición política complacía (pleased) a muchos.

La repetición del sonido de la primera consonante de la palabra atrae la


atención a esas palabras en particular y sirve como técnica de gran utilidad para
recalcar palabras e ideas clave. Obama recurre a la aliteración cuando es necesario
hacer hincapié en palabras y conceptos y a menudo para añadir elocuencia al
comienzo de sus discursos. La aliteración puede ofrecer un comienzo musical, lo
cual es agradable al oído. Veamos como Obama comenzó su discurso de apertura
en la Convención Nacional del Partido Demócrata de 2004:

En nombre del gran estado de Illinois, encrucijada de una nación, tierra de


Lincoln (land of Lincoln), permitidme (let me) expresar mi más profunda gratitud por
el honor de dirigirme a esta convención. [Énfasis añadido.]

De forma similar, cuando pronunció su discurso «Ahora es nuestro


momento», el 27 de diciembre de 2007, Obama empezó con una utilización sutil de
la aliteración:
Hace diez meses, estaba (I stood) en las escaleras (steps) del viejo Capitolio
estatal de Springfield en Illinois, y allí empecé un viaje insólito para cambiar
América.

Muchos de los discursos más impactantes de Obama están rociados de


aliteraciones, lo que aumenta la sensación de que es un orador elocuente. Veamos
sus palabras cuando anunció su candidatura a la presidencia de Estados Unidos en
Springfield, Illinois, el 10 de febrero de 2007:

Pero con su voluntad (will) y sus palabras (words), puso en movimiento a


una nación y ayudó a liberar a un pueblo. [Énfasis añadido.]

Igualmente, Obama utilizó muchas veces la aliteración en el discurso que


siguió a la pérdida de las primarias en Pensilvania en 2008. Por ejemplo, declaraba:

Fue un credo escrito en los documentos fundacionales que declaraba el destino


de una nación. [Énfasis añadido.]

La aliteración, incluso cuando se emplea con sutileza, puede atraer la


atención hacia determinadas palabras y mejorar la elocuencia del discurso.

Coger velocidad. Asíndeton

El asíndeton tiene lugar cuando el orador omite conjunciones (tales como «y»,
«pero», «o», «ni» y «para») entre palabras, frases u oraciones consecutivas de forma
deliberada. La omisión acelera el ritmo del discurso. También da la sensación de
que la lista de palabras es sólo parcial o tiene mayor alcance que el de las que
aparecen en la lista. En concreto, la omisión de la palabra «y» puede implicar que
la lista en cuestión es sólo parcialmente representativa y que, de hecho, prosigue.
He aquí un ejemplo:

Para ganar demostramos visión, esfuerzo, dedicación, perseverancia.

El asíndeton puede servir también para hacer hincapié o desarrollar un


punto determinado, cuando las sucesivas palabras parecen representar a la palabra
inmediatamente anterior de forma amplificada. Por ejemplo:

Aprendimos a levantarnos, mantenernos firmes, prepararnos, luchar.

Hay muchos ejemplos conocidos de asíndeton. Por ejemplo, el de Abraham


Lincoln en el discurso de Gettysburg:
Pero, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no
podemos santificar este terreno.

Como muchos grandes oradores que le precedieron, Obama utiliza también


el asíndeton para aumentar la fuerza de sus comentarios. En el discurso en que
anunció su candidatura presidencial el 10 de febrero de 2007, por ejemplo, Obama
empleó esta técnica para que sus palabras sonaran con mayor contundencia:

[...] creéis que podemos ser un solo pueblo, en pos de lo que es posible,
trabajando para una unión más perfecta.

Desarrollar las ideas. Polisíndeton

El polisíndeton tiene lugar cuando una conjunción como «y» es empleada


entre cada palabra, oración o frase. Sirve como técnica de gran utilidad para crear o
desarrollar un punto, debido en parte a que la repetición de la conjunción destaca
y, por tanto, la lista de palabras parece proseguir con más detalle de lo normal. En
el texto siguiente, por ejemplo, el uso del polisíndeton da la impresión de una
actividad ardua y exhaustiva:

Hicimos brainstorming, y planificamos y ejecutamos y logramos nuestro


objetivo.

Estudiamos, y compartimos y aprendimos y triunfamos.

Esta técnica puede ser eficaz cuando se usa para negaciones («ni») o
comparaciones múltiples («como»):

Como los rebeldes, como los esclavos, como los abolicionistas, como los
activistas del movimiento de los derechos civiles, nosotros [...]

Obama usa el polisíndeton con un gran resultado. Veamos los siguientes


ejemplos. En enero de 2008, decía:

Yo sé esto. Yo sé esto porque aunque esta noche pueda estar aquí, nunca
olvidaré que mi viaje se inició en las calles de Chicago haciendo lo que tantos de
vosotros habéis hecho por esta campaña y por todas las campañas de Iowa:—
organizar y trabajar y luchar para que la vida de la gente sea un poquito mejor. iv
[Énfasis añadido.]

En el mismo discurso afirmaba:


Éste fue el momento en que finalmente hicimos retroceder a la política del
miedo y de la duda y del cinismo...

Aclarar y recalcar el mensaje con la fuerza del tres

Cuando busca aclarar y recalcar los puntos del mensaje y describir las
situaciones con claridad, Obama utiliza a veces tres palabras, tres frases, o incluso
tres párrafos paralelos para subrayar los puntos. Estas prácticas son variaciones del
«tricolon». Me referiré a ellas aquí como «extensiones triádicas». Por ejemplo, en la
noche de su victoria en el caucus de Iowa, Obama manifestó:

Sé lo duro que es. Viene acompañado de poco sueño, poca paga y mucho
sacrificio.

En un ejemplo, extraído del anuncio de Obama como candidato a la


presidencia, realizado en Springfield, Illinois, el 10 de febrero de 2007, declaraba:

Os tomará vuestro tiempo, vuestra energía y vuestro consejo hacernos avanzar


cuando lo hagamos bien y avisarnos cuando lo hagamos mal. Esta campaña tiene
que tratar de la recuperación del significado de ciudadanía, del restablecimiento de
nuestro sentido del propósito común, y de darnos cuenta de que pocos obstáculos
pueden resistir el poder de millones de voces que reclaman el cambio. [Énfasis
añadidos.]

En el ejemplo anterior, las frases triádicas ayudan a ofrecer estructura a los


pensamientos. También contribuyen a recalcar el alcance de lo que debe lograrse:
recuperación, restablecimiento, darse cuenta.

Las extensiones triádicas pueden utilizarse también para describir una


situación con mayor detalle y para añadir elocuencia a la charla. Cuando hablaba
del presidente Abraham Lincoln durante el anuncio de su presentación a la
presidencia en febrero de 2007, Obama empleó una variación flexible de las
extensiones triádicas.

Él nos dice que hay fuerza en las palabras.

Él nos dice que hay fuerza en la convicción.

Que bajo todas las diferencias de raza y región, fe y rango, somos un solo
pueblo.
Él nos dice que hay fuerza en la esperanza. [Énfasis añadidos.]

Empleo de extensiones triádicas para impulsar el avance

Hay otros usos más específicos de las frases triádicas. Obama utiliza a veces
las extensiones triádicas para establecer una sensación de continuo o de
movimiento de avance. Esto contribuye a desarrollar los puntos del mensaje. Por
ejemplo en el anuncio de su presentación a presidente, realizado el 10 de febrero de
2007, dijo:

Enfrentados a la tiranía, un grupo de patriotas puso de rodillas a un imperio.


Enfrentados a la secesión, unificamos una nación y liberamos a los esclavos.
Enfrentados a la Depresión, pusimos a la gente a trabajar otra vez y sacamos a
millones de personas de la pobreza. [Énfasis añadidos.]

Empleo de extensiones triádicas para reiterar aspectos clave

Las extensiones triádicas son también útiles para hacer hincapié en aspectos
o rasgos importantes del tema bajo discusión. Para ello, las tres palabras de la
extensión triádica deberían ser una sucesión de palabras sinónimas que subrayasen
ideas similares. Denominada generalmente scesis onomaton, esta figura de
repetición ayuda a aclarar y recalcar los puntos del mensaje cuando se utiliza en
una extensión triádica. Por ejemplo:

Ella exhibía entusiasmo, mostraba fervor, rebosaba pasión.

En las declaraciones efectuadas en Des Moines, Iowa, el 27 de diciembre de


2007, Obama manifestaba:

En el fondo, la polémica que hemos tenido los candidatos a lo largo de la


última semana no es simplemente sobre el significado del cambio. Es sobre el
significado de la esperanza. Algunos de mis adversarios tratan con desprecio esta
palabra; piensan que habla de ingenuidad, pasividad y de confusión de deseo con
realidad.v [Énfasis añadido.]

Durante la charla que realizó después de su victoria en el caucus de Iowa el


3 de enero de 2008, Obama dijo:

Habéis dicho que ha llegado la hora de superar la amargura y la mezquindad y


la rabia que ha consumido a Washington; de acabar con una estrategia política
basada exclusivamente en la división y optar por otra basada en la integración; de
construir una coalición por el cambio que se extienda por estados rojos y estados
azules. [Énfasis añadido.]

En este ejemplo donde anuncia su intención de presentarse a la presidencia,


realizado el 10 de febrero de 2007, Obama combina las extensiones triádicas con la
scesis onomaton para profundizar en una misma idea, reiterada de tres modos
ligeramente distintos. Con ello, desarrolla el punto que está tratando y lo hace
destacar:

Eso es lo que Abraham Lincoln comprendió. Tuvo sus vacilaciones. Tuvo sus
derrotas. Tuvo sus contratiempos. Pero con su voluntad y sus palabras, movió a una
nación y ayudó a liberar a un pueblo.

Empleo de extensiones triádicas para conseguir un efecto multiplicador

Para incorporar un efecto multiplicador, Obama emplea a veces


conjunciones adicionales tales como «y» junto a las extensiones triádicas. En su
anuncio a la presidencia del 10 de febrero de 2007, dijo:

Cuando la gente ha apartado la mirada, en señal de desencanto y


frustración, sabemos quién ha llenado el vacío. Los cínicos, y los grupos de presión, y
los intereses particulares que han convertido nuestro gobierno en un juego en que
sólo ellos pueden permitirse participar. [Énfasis añadidos.]

Empleo de las extensiones triádicas para aumentar la sensación de


lógica

Para dar fuerza a los puntos de su mensaje, Obama utiliza a veces palabras o
frases triádicas en orden secuencial. Con ello se establece una fuerte sensación de
lógica y una explicación, recalcando un punto de vista en particular. Durante su
discurso de apertura de 2004, por ejemplo, dijo:

Cuando enviamos a nuestros hombres y mujeres jóvenes al peligro, tenemos


la solemne obligación de no escatimar el dinero ni de atenuar la verdad acerca de
la razón de su partida, de cuidar de sus familias mientras estén fuera, de atender a
los soldados tras su regreso y de no ir nunca jamás a la guerra sin las suficientes
tropas para poder ganarla, asegurar la paz y ganarse el respeto del mundo.

De forma similar, subrayaba en el mismo discurso:


Tenemos enemigos reales en todo el mundo. A esos enemigos hay que
encontrarlos. Hay que perseguirlos. Hay que derrotarlos. [Énfasis añadido.]

A continuación se expone un ejemplo en el que Obama estructura los


párrafos utilizando un concepto amplio de extensión triádica, presentando sus
pensamientos en tres párrafos que refuerzan un mismo tema. Cuando comunicaba
hasta qué punto tiene un profundo conocimiento de la grave situación que
atraviesa el americano medio, Obama explicaba en diciembre de 2007:

He tenido noticias de personas ya mayores que fueron traicionadas por unos


CEO que se deshicieron de sus pensiones mientras se embolsaban gratificaciones
especiales, y he sabido de otras personas que aún no pueden permitirse tomar los
medicamentos que les han recetado porque el Congreso rechazó negociar con las
compañías farmacéuticas el precio más barato posible.

He conocido a obreros de Maytag que trabajaron allí toda su vida y que han
visto como sus empleos eran trasladados al extranjero; ahora compiten con sus
hijos adolescentes por un empleo en Wal-Mart de 7 dólares por hora.

He hablado con profesores que están trabajando en tiendas de donuts después


de las clases para que el dinero les alcance y que además se rascan el bolsillo para
pagar los suministros escolares.

Comunicar con eslóganes y estribillos

Obama emplea también eslóganes y estribillos para subrayar los temas y


conclusiones clave. Esto ayuda a centrar la atención de la audiencia. Un eslogan es
una frase breve y pegadiza que refleja los temas que un orador desea que su
audiencia recuerde. Un estribillo—originalmente una expresión musical, pero que
se utiliza cada vez más en los medios de comunicación para describir partes de un
discurso—puede ser considerado como una breve frase que a modo de consigna
subraya una idea principal, al igual que un coro recalca la letra de una canción.
Obama suele emplear la repetición cuando quiere fijar los eslóganes o estribillos en
las mentes de los oyentes. Su transmisión de eslóganes y estribillos ha sido tan
extraordinariamente efectiva que muchos americanos pueden recitar con facilidad
por lo menos uno de ellos: «Sí, podemos». «El cambio en el que podemos creer.» «Algo
está ocurriendo.» «Ahora es nuestro momento.»

Hemos observado un ejemplo convincente del uso de eslóganes cuando


examinamos las palabras de Obama que siguieron a la pérdida de las primarias en
Pensilvania. Se trató de una pérdida importante, porque los expertos pusieron en
cuestión si la derrota indicaba que Obama sería incapaz de obtener apoyo
suficiente entre la clase trabajadora americana. Para acallar cualquier sensación de
que estaba perdiendo ímpetu, Obama salió con firmeza a la palestra, transmitiendo
un eslogan que permitió a los oyentes fijar la vista en las futuras posibilidades y
seguir motivados. También empleó la aliteración para incorporar potencia a sus
palabras, haciendo que sonaran más elocuentes y optimistas, y animando a sus
partidarios a seguir inspirados:

[En] la inverosímil historia de América, la esperanza nunca ha tenido nada


de falso. Porque cuando nos hemos enfrentado a lo imposible, cuando se nos ha
dicho que no estábamos preparados, o que no debíamos intentarlo, o que no
podíamos, generaciones de americanos han respondido con un credo sencillo que
resume el espíritu de todo un pueblo.

Sí, podemos.

Fue un credo escrito en los documentos fundacionales que declaraban el destino


de una nación. [Aliteración.]

Sí, podemos.

Fue susurrado por los esclavos y los abolicionistas cuando se abrían camino
hacia (trail toward) la libertad a través de la más oscura de las noches. [Aliteración.]

Sí, podemos.

Fue cantado (sung) por los inmigrantes cuando zarpaban (struck out) de costas
(shores) lejanas y por los pioneros que avanzaban (pushed) hacia el oeste haciendo
frente a un desierto implacable. [Aliteración.]

Sí, podemos.

Fue el grito de los trabajadores que (workers who) se organizaron; de las


mujeres que (women who) lucharon por el voto; de un presidente que eligió la Luna
como nuestra nueva frontera; y de un Martin Luther King que nos llevó a lo alto de
la montaña y nos señaló el camino de la tierra prometida. [Aliteración.]

Sí, podemos.

Sí, podemos para la justicia y la igualdad. Sí, podemos para las oportunidades
y la prosperidad. Sí, podemos reconciliar esta nación. Sí, podemos arreglar este
mundo. Sí, podemos.vi [Énfasis añadido.]

Veamos otro ejemplo:

La decisión a tomar en estas elecciones no es entre regiones o religiones o


géneros. No se trata de ricos versus pobres; jóvenes versus viejos; y tampoco se trata
de negros versus blancos.

Se trata del pasado versus el futuro.

Se trata de si nos conformamos con las mismas divisiones y distracciones y


dramas que pasan hoy por la política o si pretendemos una política de sentido
común e innovación, un sacrificio compartido y una prosperidad compartida.

Hay aquellos que nos seguirán diciendo que no podemos lograr esto. Que
no podemos tener lo que anhelamos. Que estamos vendiendo falsas esperanzas.

Pero vamos a ver lo que yo sé. Sé que cuando la gente dice que no podemos
vencer al gran capital y su influencia en Washington, pienso en la anciana que me
envió un donativo el otro día, un sobre con un giro postal de 3,01 dólares y un
versículo de las Sagradas Escrituras plegados en su interior. Así que no nos digáis
que el cambio no es posible.

Cuando escucho los comentarios cínicos de que blancos y negros y latinos


no pueden estar juntos ni trabajar juntos, me acuerdo de las hermanas y hermanos
latinos a los que organicé y con los que resistí y luché codo con codo en las calles
de Chicago en busca de empleos y justicia. Así que no nos digan que el cambio no
se puede producir.

Cuando escucho que nunca superaremos la división racial en nuestra


política, pienso en esa mujer republicana que solía trabajar para Strom Thurmond,
que ahora se dedica a la educación de niños de barrios marginales y que salió a las
calles de Carolina del Sur y llamó a las puertas trabajando a favor de esta campaña.
Que no me digan que no podemos cambiar.

Sí, podemos cambiar.

Sí, podemos reconciliar esta nación.

Sí, podemos apoderarnos de nuestro futuro.


Y cuando abandonemos este estado con un nuevo viento a nuestras espaldas
y emprendamos nuestro viaje por el país que amamos lo haremos con el mensaje
que hemos llevado desde las planicies de Iowa hasta las colinas de New
Hampshire; desde el desierto de Nevada hasta la costa de Carolina del Sur, el
mismo mensaje que teníamos en los buenos momentos y en los malos momentos:
que somos de muchos orígenes pero un solo pueblo; que mientras respiramos
tenemos esperanzas; y allí donde nos encontremos con el cinismo y la duda, y con
aquellos que nos digan que no podemos, responderemos con este credo intemporal
que resume el espíritu de un pueblo en tres simples palabras:

Sí. Nosotros. Podemos.vii

[Énfasis añadidos.]

La repetición aclara y subraya el «sí podemos» como tema y eslogan


principal.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para aclarar y subrayar el


mensaje

En este capítulo hemos visto las excelentes técnicas de comunicación que


permiten a Barack Obama aclarar y subrayar los puntos de su mensaje de forma
tan eficaz. Los líderes tienen muchas cosas que aprender y aplicar de sus éxitos.
Cuando preparan las charlas, por ejemplo, los comunicadores muy eficaces
priorizan y focalizan correctamente, dejando a un lado las cuestiones de baja
prioridad y arrojando luz sobre ideas de la máxima importancia. Recurren a una
amplia gama de recursos retóricos de gran eficacia para promover con convicción
las ideas y temas más significativos. Las preguntas retóricas ayudan a concretar la
atención en ideas clave. La repetición y la estructuración en forma de párrafos
paralelos hacen hincapié en los puntos clave y contribuyen a crear un clímax. La
aliteración atrae la atención hacia las palabras clave y añade elocuencia musical al
discurso. La omisión de conjunciones permite a los oradores expertos coger
velocidad, exponiendo las palabras de forma categórica. La incorporación de
conjunciones adicionales desarrolla los puntos del mensaje y crea un efecto
multiplicador. Cuando se potencia la «fuerza del tres» los comunicadores hábiles
recalcan los puntos clave, dando mayor ímpetu o sensación de lógica al discurso.
Comunicar con eslóganes y estribillos ayuda a los líderes a enfatizar que deben ser
recordados.
i
Barack Obama: Noche electoral de primarias, Raleigh, Carolina del Norte, 6
de mayo de 2008.

ii
Barack Obama: A Call to Serve, Mt. Vernon, Iowa, 5 de diciembre de 2007.

iii
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.

iv
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.

v
Barack Obama: Cena Jeferson-Jackson, Richmond, Virginia, 9 de febrero
de 2008.

vi
Barack Obama: The Great Need of the Hour, Atlanta, Georgia, 20 de enero
de 2008.

vii
Barack Obama. Noche electoral final de primarias, St. Paul, Minnesota 3 de
junio de 2008.
7

Persuadir

Barack Obama ha pronunciado un número asombroso de discursos


ganadores de elecciones de gran fuerza. Como sustento de este éxito se encuentra
su capacidad de persuasión.

La persuasión es fundamental para un liderazgo eficaz. Es el acto—o como


algunos dirían el «arte»—de influir en alguien para que haga algo a través del
consejo, el ánimo o el convencimiento. Aparte de informar, la persuasión incorpora
medios de comunicación de información que convencen a los oyentes para aceptar
un determinado punto de vista. El objetivo es conseguir el «sí», un asentimiento
con la cabeza, o ese brillo en los ojos del oyente que indica que se ha logrado el
acuerdo—usted ha superado la prueba—y el oyente acepta sus ideas.

La persuasión desempeña un papel esencial para que los líderes motiven y


guíen a los demás hacia la consecución de los objetivos previstos. Se considera tan
esencial para un liderazgo eficaz, que se han escrito muchísimos libros sobre el
tema y sus variaciones: el poder de la persuasión, la importancia de la persuasión, el arte
de la persuasión.

Los persuasivos discursos de Barack Obama han sido herramientas clave


para su éxito. Su capacidad de persuasión se hace evidente a través de los dos
millones de donantes que ha motivado para que contribuyan a su campaña
presidencial de 2008. La notable capacidad de persuasión de Obama también se
pone de manifiesto a través del tremendo ímpetu que experimentó en su campaña
para las elecciones primarias de 2008, de su capacidad para llenar un estadio con
75.000 entusiastas espectadores, y de su éxito para atraer a 200.000 alemanes a
escuchar un solo discurso. ¿Qué hace Barack Obama para que la gente lo encuentre
tan irresistible? ¿Cómo ha persuadido su eficaz estilo de comunicación a tantas
personas para que tengan en cuenta sus puntos de vista? ¿Cómo inspira a la gente
para que acepte y, en última instancia, apoye su visión del futuro y del cambio?
Tenemos mucho que aprender de sus prácticas: de cómo ordena ideas, responde a
preguntas no retóricas, aborda objeciones, utiliza antítesis y concreta los puntos de
su mensaje a través de yuxtaposiciones, comparaciones y contrastes.

Provocar el asentimiento

Hay muchas dimensiones de la persuasión y muchos tipos de herramientas


pueden facilitar una persuasión efectiva. El lenguaje corporal desempeña un papel.
Las técnicas oratorias tienen su impacto. La voz y la entonación pueden influir en
los oyentes, como también pueden hacerlo técnicas tales como el empleo de pausas
dramáticas, la utilización de palabras categóricas y el empleo de ademanes
eficaces. El lenguaje descriptivo dibuja imágenes lúcidas y también sirve a la causa.
Además, Barack Obama demuestra que otras prácticas clave ayudan al objetivo de
la persuasión. Merece la pena investigar algunas de las prácticas adicionales que
utiliza Obama, maestro del arte de la persuasión.

Exponer las ideas por orden

Barack Obama demuestra que los oradores expertos en el arte de la


persuasión saben cómo dotar a sus ideas y comentarios de un gran sentido lógico.
La claridad de su razonamiento es evidente y demuestran el mérito de sus ideas
con la agudeza de sus argumentos.

Una de las claves para crear una fuerte sensación de lógico son las ideas
secuenciales. No existe un orden «correcto», como tal, sino sólo un orden eficaz. El
oyente debe ser capaz de entender el flujo de ideas y de descubrir que tiene un
sentido lógico y convincente. Esto sienta las bases de la aceptación. La información
secuencial debería ayudar a lograr el objetivo de comunicar las ideas de forma
efectiva y, si es posible, ayudar a suscitar un sí o un asentimiento de cabeza.

En sus declaraciones públicas, Obama ordena correctamente las ideas y los


temas. Es posible observar la secuenciación en series de frases concisas. Por
ejemplo, durante el discurso de apertura de 2004, Obama ordenó sus ideas de
forma que transmitía lógica y una fuerte determinación:

Tenemos enemigos reales en todo el mundo. A esos enemigos hay que


encontrarlos. Hay que perseguirlos. Hay que derrotarlos.

Obama secuencia también sus ideas y temas en orden paralelo, párrafo por
párrafo, lo cual otorga a sus comentarios un gran sentido de orden y ayuda a
persuadir al oyente. A continuación, por ejemplo, Obama estructuró los puntos de
su mensaje con temas que—ordenados eficazmente uno tras otro en cada párrafo—
reforzaban con eficacia su compromiso con la comunidad y, en última instancia,
contribuían a persuadir a sus oyentes de su sincera entrega a sus intereses:

Huí de un empleo en Wall Street para dedicarme a la formación laboral de los


desempleados y a programas extraescolares para los chicos de las calles de
Chicago.

Rechacé los grandes sueldos de las firmas de abogados para conseguir justicia
para los que no tenían fuerza, como abogado de los derechos civiles.

Me enfrenté a los grupos de presión de Illinois y uní a demócratas y


republicanos para extender la asistencia sanitaria a 150.000 personas y aprobar la
principal reforma financiera en veinticinco años; e hice lo mismo en Washington
cuando aprobamos la reforma más dura de los grupos de presión desde Watergate.
Soy el único candidato de esta raza que no sólo ha hablado de quitar poder a los
grupos de presión sino que lo ha hecho de verdad. i [Énfasis añadido.]

Una excelente práctica para los líderes que aspiren a desarrollar unas dotes
de comunicación destacadas es ordenar sus ideas de forma muy efectiva. Deben
asegurarse de comunicar los puntos del mensaje para ofrecer una «sensación
convincente».

Dirigir preguntas no retóricas

Otra forma de mejorar la persuasión es a través de preguntas no retóricas.


Hacer preguntas no retóricas—las que pretende contestar uno mismo—es un
medio útil de reproducir exactamente la sensación de una conversación en ambas
direcciones. El empleo de preguntas no retóricas, abordado con suficiente detalle,
hace que el oyente se sienta como si el orador planteara y abordara preocupaciones
comunes. Denominada hipófora, esta práctica permite a los oradores actuar como si
estuvieran examinando cuestiones clave procedentes de la audiencia. Una
respuesta bien desarrollada demuestra profundidad de conocimientos y ayuda a
compartirlos eficazmente. Las preguntas no retóricas también centran la atención
en preocupaciones esenciales y hacen que las charlas sean más atractivas.

Barack Obama ha mostrado una gran habilidad en el empleo de preguntas


no retóricas. Antes de comunicar con su audiencia, parece que Obama se pregunte,
¿Qué es lo que la audiencia quiere aprender y saber por encima de todo? ¿De qué dudará o
qué se cuestionará más? La próxima tarea: preguntar y responder. Obama ha
demostrado la fuerza que tiene hacer preguntas no retóricas y dar las
correspondientes respuestas, reproduciendo un diálogo eficaz. Veamos el ejemplo
siguiente, cuando Obama habló de Robert Kennedy en la ceremonia de entrega de
los premios Robert F. Kennedy a los derechos humanos, el 26 de noviembre de
2005. Obama preguntaba:
¿Por qué este hombre que nunca fue presidente, que fue nuestro fiscal
general durante sólo tres años, que fue senador júnior por Nueva York durante tres
años y medio, aún nos convoca hoy? Todavía inspira nuestro debate con sus
palabras, anima nuestra política con sus ideas y nos hace un llamamiento para que
hagamos amable la vida de un mundo que muy a menudo es rudo e implacable.

Evidentemente, gran parte de ello tiene que ver con el carisma y la


elocuencia—esa habilidad única, rara para la mayoría pero común entre los
Kennedy—, para recapitular las esperanzas y sueños de la nación más diversa de la
Tierra con una simple frase u oración; para inspirar incluso a los observadores más
apáticos de la vida americana.

Parte de ello es su juventud, tanto la época de la vida como el estado de


ánimo que hizo que nos atreviéramos a esperar eso incluso después de que John
fuera asesinado; que incluso después de que perdiéramos a Martin Luther King
vendría un Kennedy más joven y activo que nos haría creer de nuevo.

Pero, aparte de estas cualidades, hay algo más.

Obama procedió a explicar con más detalle los atributos relevantes de


Kennedy. Como suele hacer cuando emplea esta técnica, Obama responde
detenidamente las preguntas para recalcar los puntos del mensaje. Al hacerse una
pregunta que viene al caso y luego responderla, Obama consigue crear la sensación
de un atractivo diálogo y logra potenciar los puntos clave del discurso. Esta técnica
puede aplicarse con gran éxito. Los líderes que aspiren a utilizar sus palabras para
convencer a los demás deberían identificar una o dos preguntas que a los oyentes
les gustaría ver respondidas especialmente. Considere la posibilidad de preguntar
y responder a una o dos preguntas cuando usted pronuncie una charla.

Tratar las objeciones

Obama conoce también el valor de tratar las objeciones. Esta técnica,


conocida como procatalepsis, es un recurso retórico de utilidad y una excelente
herramienta de persuasión. Al hacer pública una posible objeción y responder a
ella, los oradores pueden convencer a los oyentes ofreciendo razones lógicas de por
qué deberían rechazarse los argumentos contrarios esenciales. El tratamiento de las
objeciones demuestra que se es consciente de los argumentos clave contrarios y
ofrece al orador la oportunidad de demostrar que las posiciones que sostiene son
más sensatas y lógicas. Al tratar los contraargumentos clave, el orador puede
menoscabarlos reforzando sus propias posiciones. Veamos el ejemplo siguiente del
27 de diciembre de 2007, cuando Obama trató el asunto de que su énfasis en la
esperanza era ingenuo:

En el fondo, la polémica que hemos tenido los candidatos a lo largo de la


última semana no es simplemente sobre el significado del cambio. Es sobre el
significado de la esperanza. Algunos de mis adversarios tratan con desprecio esta
palabra; piensan que habla de ingenuidad, pasividad y de confusión de deseo con realidad.

Pero eso no es esperanza. La esperanza no es optimismo ciego. No es hacer


caso omiso de la enormidad de la tarea que tenemos por delante o de los
obstáculos que se interponen en nuestro camino. Sí, los grupos de presión nos
combatirán. Sí, los perros de ataque republicanos nos perseguirán en las elecciones
generales. Sí, los problemas de la pobreza y del cambio climático y de las escuelas
deficientes se resistirán a cualquier solución fácil. Lo sé. Yo he estado en las calles.
Yo he estado en los tribunales. Yo he visto morir a la legislación porque los
poderosos tenían influencia y las buenas intenciones no estaban respaldadas por
una voluntad política. Y he visto como una nación ha ido equivocadamente a una
guerra porque nadie ha tenido el criterio o el coraje de hacerse las preguntas
difíciles antes de enviar a nuestras tropas al combate.

Pero yo también sé esto. Sé que la esperanza ha sido la fuerza guía que se


encontraba detrás de los cambios más inverosímiles que este país jamás haya
llevado a cabo. Frente a la tiranía, es lo que llevó a un grupo de colonos a
levantarse contra un imperio. Frente a la esclavitud, es lo que alimentó la
resistencia de los esclavos y los abolicionistas y lo que permitió a un presidente
trazar un rumbo peligroso para asegurar que el país no seguiría estando formado
en un cincuenta por ciento por esclavos y en el otro cincuenta por ciento por
hombres libres. Frente a la guerra y la Depresión, es lo que condujo a la más
grande de las generaciones a liberar un continente y reconciliar una nación. Frente
a la opresión, es lo que llevó a jóvenes de ambos sexos a sentarse en las barras de
las cafeterías y desafiar a las mangueras y manifestarse por las calles de Selma y
Montgomery por la causa de la libertad. Ésta es la fuerza de la esperanza: imaginar
y luego trabajar por lo que antes había parecido imposible. [Énfasis añadido.]

Vemos en los párrafos precedentes que cuando se prepara una charla con el
objetivo de persuadir, el tratamiento de las objeciones puede resultar un ejercicio
de utilidad. Un orador que busque convencer, debe identificar los
contraargumentos clave, considerar si las observaciones propias pueden mejorarse
atrayendo la atención hacia dichos contraargumentos y explicar por qué las ideas
propias son mejores.
Utilizar la yuxtaposición y la antítesis. Comparar y contrastar

Una de las características distintivas de los potentes discursos de Barack


Obama es el uso destacado que hace de la yuxtaposición. A través de ella, Obama
sitúa ideas opuestas una al lado de otra, lo que le permite concretar los puntos
clave acerca de ideas o conceptos a través de la comparación y el contraste.

Cuando contrasta las ideas, Obama emplea con frecuencia la antítesis, una
técnica que sitúa dos ideas una al lado de otra en una frase o párrafo, utilizando a
menudo estructuras equilibradas o paralelas. La antítesis permite al orador
presentar contrapropuestas, clarificando las diferencias en ideas y contrastando
ideas o creencias opuestas.

Hay muchos ejemplos de antítesis en discursos americanos famosos:

[Nosotros] somos testigos hoy no de una victoria de un partido, sino de una


celebración de la libertad, simbolizando un final y también un principio, que
significa renovación y también cambio.

Discurso inaugural de John F. Kennedy, 20 de enero de 1961.

Obama utiliza la antítesis para conseguir un gran efecto en sus declaraciones


públicas. En algunos ejemplos, las comparaciones son concisas, declaraciones
simples que llegan al fondo. Por ejemplo, Obama comentaba después de la noche
final de las primarias en St. Paul, Minnesota, el 3 de junio de 2008:

Tenemos que ser tan cuidadosos para salir de Irak como descuidados fuimos
para meternos allí [...]

En el mismo mitin, manifestaba también:

[La] posibilidad de recibir enseñanza superior no debería ser privilegio de


unos pocos ricos sino un derecho de todo americano desde su nacimiento. Ése es el
cambio que necesitamos en América. Ésa es la razón por la que me presento a
presidente.

A lo largo de su discurso «Nuestros muchachos, nuestro futuro», en


noviembre de 2007, Obama observaba:

Y así, aunque sé lo que es la desesperación, también sé lo que es la


esperanza.
Hay ejemplos de utilizaciones sucintas de la antítesis, que aportan claridad
al pensamiento y ayudan a la persuasión. Obama posee también una gran
habilidad para utilizar una estructura de antítesis/contraste que clarifique más sus
ideas. En los comentarios que siguieron a su victoria histórica en el caucus de Iowa
de enero de 2008, Obama dijo:

Pero siempre hemos sabido que la esperanza no es lo mismo que optimismo


ciego. No es hacer caso omiso de la enormidad de la tarea que tenemos por delante
o de los obstáculos que se interponen en nuestro camino. No es hacerse a un lado
ni rehuir la pelea. La esperanza es algo que insiste dentro de nosotros en que, a
pesar de todas las evidencias que indican lo contrario, nos espera algo mejor si
tenemos el valor de ir a por ello y de trabajar por ello y de luchar por ello.

A continuación, Obama yuxtapone ideas por orden para aclarar la


naturaleza del Partido Demócrata:

Nuestro partido, el Partido Demócrata, siempre ha estado en su mejor


momento cuando no hemos sido dirigidos por las encuestas, sino por los
principios; no por los cálculos, sino por convicción; cuando hemos hecho un
llamamiento a todos los americanos para un propósito común. un propósito más
elevado.ii

Obama se sirve de muchas otras variaciones de yuxtaposición/antítesis. Su


resultado. El efecto neto resultante es aumentar la fuerza persuasiva de sus
observaciones. Profundicemos a continuación en algunas de sus prácticas clave.

Yuxtaposición y tricolon

En ocasiones, Obama combina la yuxtaposición con otras técnicas retóricas


como la extensión triádica para precisar más el contraste de ideas. Por ejemplo,
durante el anuncio de su presentación a la presidencia en Springfield, Illinois, el 10
de febrero de 2007, combinó yuxtaposición con extensión triádica para comparar
aquello a lo que los americanos se enfrentan con lo que desean:

Es una lección de humildad, pero en el fondo sé que no habéis venido hasta


aquí por mí. Habéis venido porque vosotros creéis en lo que puede ser este país.
Frente a la guerra, creéis que puede haber paz. Frente a la desesperación, creéis
que puede haber esperanza. Frente a una política que os ha excluido, que os ha
pedido que os acomodéis; que os ha dividido durante tanto tiempo, creéis que
podemos ser un solo pueblo, en pos de lo que es posible, trabajando para una
unión más perfecta.

Yuxtaposición extendida

Una de las características distintivas de la comunicación eficaz de Obama es


el uso que hace de las variaciones creativas de la yuxtaposición. A veces, Obama
estructura párrafos enteros alrededor de ideas opuestas. En el ejemplo que sigue,
presenta la yuxtaposición extendida a través de una serie de contrastes y
comparaciones que van de un lado a otro:

En estas elecciones tenemos una alternativa.

Podemos ser un partido que diga que no hay problema alguno en coger el
dinero de los grupos de presión de Washington, de los grupos de presión
petroleros, farmacéuticos y aseguradores. Podemos simular que representan a
americanos de verdad y mirar al otro lado cuando emplean su dinero e influencia
para impedirnos que reformemos el sistema de asistencia sanitaria o invirtamos en
energías renovables durante otros cuatro años.

O bien esta vez podemos darnos cuenta de que no se puede ser el defensor de
la clase trabajadora americana si se está financiado por los grupos de presión que
ahogan sus voces. Podemos hacer lo que hemos hecho en esta campaña y decir que
no aceptaremos ni un centavo de ellos. Podemos hacer lo que yo hice en Illinois y
en Washington y reunir a ambos partidos para que tomen las riendas del poder y
recuperemos nuestro gobierno. Es nuestra alternativa.

Podemos ser un partido que piense que el único medio para parecer duro en
temas de seguridad nacional es hablar, actuar y votar como George Bush y John
McCain. Podemos utilizar el miedo como una táctica y la amenaza de terrorismo
para arañar votos.

O podemos decidir que la verdadera fuerza reside en hacer las preguntas


difíciles antes de enviar nuestras tropas a combatir. Podemos ver las amenazas a
las que nos enfrentamos por lo que son, una llamada a la reunión de todos los
americanos y de todo el mundo contra los retos del siglo XXI que tenemos en
común: terrorismo y armas nucleares, cambio climático y pobreza, genocidio y
enfermedades. Eso es lo que nos hace falta para estar seguros en el mundo. Ése es
el verdadero legado de Roosevelt y Kennedy y Truman.

Podemos ser un partido que dice y hace lo que sea para ganar las próximas
elecciones. Podemos calcular y testar nuestra posición en las encuestas y decir a
todo el mundo exactamente aquello que desea oír.

O podemos ser el partido que no se centra en cómo sino en por qué


deberíamos ganar. Podemos decir a todo el mundo lo que necesita escuchar sobre
los retos a los que nos enfrentamos. Podemos perseguir no sólo recuperar el poder
sino la confianza del pueblo americano de que sus líderes de Washington les dirán
la verdad. Ésa es la alternativa en estas elecciones.

Podemos ser el partido de aquellos que piensan únicamente como nosotros y


aceptan sólo nuestras posiciones. Podemos seguir rebanando este país en estados
rojos y estados azules. Podemos explotar las divisiones que existen en este país
para provecho político propio.

O esta vez podemos construir sobre la base del movimiento que hemos
comenzado en esta campaña, un movimiento que ha unido a demócratas,
independientes y republicanos; un movimiento de jóvenes y viejos, ricos y pobres;
blancos, negros, hispanos, asiáticos y americanos nativos. Porque una de las cosas
que sí sé después de haber viajado a lo largo de cuarenta y seis estados durante
esta campaña es que no estamos tan divididos como indican nuestros políticos.
Podemos tener historias y orígenes diferentes, pero tenemos las mismas
esperanzas depositadas en el futuro de este país.

Al final, estas elecciones son aún la mejor oportunidad que tenemos de


solucionar los problemas de los que hemos estado hablando durante décadas,
como una sola nación, como un solo pueblo. Catorce meses después, de eso es de
lo que tratan aún estas elecciones.

Millones de americanos que creen que podemos hacerlo mejor, que debemos
hacerlo mejor, nos han colocado en una posición en la que podemos provocar un
auténtico cambio. Ahora, es vuestro turno, Indiana. Vosotros podéis decidir si
vamos a viajar por el mismo camino trillado, o si trazaremos un nuevo rumbo que
ofrezca verdaderas esperanzas de futuro.iii [Énfasis añadido.]

Esta comparación de acá para allá, ayudada por las estructuras de párrafos
paralelos, aporta gran claridad a la comparación y contraste de ideas, aumentado
la fuerza de las aseveraciones de Obama.

Yuxtaposición en sentido amplio


Otra técnica clave que Obama utiliza para aumentar la fuerza persuasiva de
su comunicación es una estructura «idea pivote/idea opuesta» para exponer ideas
contrarias. En este estilo de yuxtaposición, Obama dedica tiempo a la discusión de
una idea inicial, generalmente el punto de vista con el que no está de acuerdo. A
continuación, ofrece una impactante frase de transición, indicando que un punto
de vista o idea opuesta vendrá a continuación. Luego, Obama expone en
profundidad una posición opuesta, generalmente la que respalda. Esta estructura
permite a Obama explicar con detenimiento que su postura es superior a la
contraria. Veamos el ejemplo siguiente:

No se puede hablar de cambio cuando John McCain decidía ponerse de parte de


George Bush el 95 por ciento de las veces, como hizo en el Senado durante el año
pasado.

No se puede hablar de cambio cuando ofrece otros cuatro años más de políticas
económicas de Bush, que han fracasado a la hora de crear puestos de trabajo bien
remunerados o de dar cobertura sanitaria a nuestros trabajadores o de ayudar a los
americanos a hacer frente a los disparados costes de la enseñanza superior;
políticas que han reducido los ingresos de la familia americana media en términos
reales, que han ensanchado la brecha entre las grandes corporaciones y los
pequeños negocios y la clase trabajadora, y que han dejado a nuestros hijos con
una montaña de deudas.

Y no se puede hablar de cambio cuando promete que mantendrá en Irak una


política que exige el máximo de nuestros valientes hombres y mujeres de uniforme
y nada de los políticos iraquíes; una política en la que todo lo que se busca son
razones para seguir en Irak, mientras gastamos miles de millones de dólares al mes
en una guerra que no está consiguiendo que el pueblo americano esté más seguro.

Así pues, esto es lo que voy a decir: que hay muchas palabras para describir el
intento de John McCain de hacer pasar por consensuada y novedosa su adhesión a
las políticas de George Bush. Sin embargo, el cambio no es una de ellas.

El cambio es una política exterior que no empiece y termine con una guerra
que nunca debería haberse autorizado y que nunca debería haberse emprendido.
No me voy a quedar aquí como si tal cosa y fingir que todavía disponemos de
muchas y muy buenas alternativas en Irak; pero lo que en ningún caso es una
alternativa es dejar nuestras tropas en aquel país durante los próximos 100 años,
especialmente en un momento en el que nuestro ejército ya no da más abasto,
nuestra nación está aislada y prácticamente se hace caso omiso de todas las demás
amenazas que penden sobre América.

Tenemos que ser tan cuidadosos para salir de Irak como descuidados fuimos
para meternos allí, pero eso sí, tenemos que empezar a marcharnos. Es hora de que
los iraquíes asuman la responsabilidad de su futuro. Es hora de que
reconstruyamos nuestro ejército y prestemos a nuestros veteranos la atención que
necesitan y las ayudas que merecen cuando regresen a sus casas. Es hora de que
concentremos de nuevo nuestros esfuerzos en el liderazgo de Al Qaeda y en
Afganistán y de que reunamos al mundo contra las amenazas comunes del siglo
XXI: terrorismo y armas nucleares; cambio climático y pobreza; genocidio y
enfermedades. En eso consiste el cambio.

El cambio es darse cuenta de que hacer frente a las amenazas de nuestros


tiempos exige no sólo la intervención de nuestra potencia militar sino la capacidad
de nuestra diplomacia, una diplomacia directa, sin contemplaciones, en la que el
presidente de Estados Unidos no tenga miedo de hacer saber a cualquier dictador
de medio pelo cuál es la postura de Estados Unidos y qué es lo que defendemos.
Una vez más, debemos tener el valor y la convicción de ponernos al frente del
mundo libre. Ésa es la herencia de Roosevelt y de Truman y de Kennedy. Eso es lo
que quiere el pueblo americano. En eso consiste el cambio.

El cambio es levantar una economía que recompense no sólo a la riqueza, sino


al trabajo y a los trabajadores que la han generado. Es comprender que las
dificultades a las que han de hacer frente las familias trabajadoras no pueden
resolverse perdiendo miles de millones de dólares en más deducciones impositivas
para las grandes empresas y prósperos CEO, sino concediendo esas rebajas fiscales
a las clases medias e invirtiendo en unas infraestructuras que se están viniendo
abajo y transformando la forma en que empleamos la energía y mejorando las
escuelas y renovando nuestro compromiso con la ciencia y la innovación. Es
comprender que la responsabilidad fiscal y la prosperidad compartida pueden ir
de la mano, como ocurría cuando Bill Clinton era presidente. iv [Énfasis añadido.]

El empleo de la yuxtaposición en sentido amplio y de las estructuras


paralelas consigue que las charlas de Obama sean excelentes por lo que respecta a
su capacidad para contrastar posturas y refuerza su poder de persuasión. Veamos
otro ejemplo extraído del discurso de Obama titulado «Una unión más perfecta»,
pronunciado en Filadelfia en marzo de 2008:

Porque en este país tenemos una alternativa. Podemos aceptar unas políticas
que fomenten la división y el conflicto y el cinismo. Podemos abordar el tema racial
sólo como espectáculo, como hicimos en el juicio a O. J. Simpson, o tras la tragedia,
como hicimos después del Katrina, o como material consumible para las noticias
de la noche. Podemos pasar los sermones del reverendo Wright en todos los canales,
todos los días y hablar de ellos desde hoy hasta la fecha de las elecciones, y hacer
que la única pregunta de esta campaña sea si el pueblo americano piensa o no que
yo creo o simpatizo en cierto modo con sus palabras más ofensivas. Podemos
abalanzarnos sobre la metedura de pata de algún partidario de Hillary como
prueba de que ella está jugando la carta racial o podemos especular sobre si los
blancos se congregarán todos en torno a John McCain en las elecciones generales,
independientemente de cuál sea su política.

Podemos hacer eso.

Pero si lo hacemos, os aseguro que en las próximas elecciones generales


estaremos hablando de otra distracción. Y luego de otra. Y luego de otra. Y nada
cambiará.

Ésa es una alternativa. O bien, en este momento, en estas elecciones, podemos


unirnos y decir, «esta vez, no». Esta vez queremos hablar de las escuelas que se
caen a pedazos y que están robando el futuro a los niños negros y a los niños
blancos y a los niños asiáticos y a los niños hispanos y a los niños americanos
nativos. Esta vez queremos rechazar el cinismo que nos dice que estos chicos son
incapaces de aprender, que esos chicos que no se parecen a nosotros son el
problema de otro. Los niños de América no son esos chicos, son nuestros chicos, y
no les dejaremos que se queden rezagados en una economía del siglo XXI. Esta vez
no.

Esta vez queremos hablar de que las colas de las urgencias están llenas de
blancos y negros e hispanos que no tienen asistencia sanitaria, que no tienen el
poder a su disposición para vencer los intereses particulares de Washington, pero
que pueden conseguirlo si nos unimos.

Esta vez queremos hablar de las fábricas cerradas que una vez ofrecieron una
vida decente a hombres y mujeres de todas las razas, y de las casas en venta que
una vez pertenecieron a americanos de todas las religiones, de todas las regiones,
de todas las condiciones sociales. Esta vez queremos hablar de que el problema
real no es que alguien que no se parezca a ti pueda quitarte el trabajo; es que la
compañía para la que trabajas se desplazará al extranjero exclusivamente por las
ganancias.
Esta vez queremos hablar de los hombres y mujeres de todos los colores y
credos que sirven juntos, y luchan juntos y derraman juntos su sangre bajo la
misma orgullosa bandera. Queremos hablar de cómo traerlos a casa de una guerra
que nunca tendría que haberse autorizado y que nunca tendría que haberse
declarado y queremos hablar de cómo mostraremos nuestro patriotismo
cuidándoles a ellos y a sus familias y dándoles las ayudas sociales que se han
ganado.

No estaría compitiendo por la presidencia si no creyera con todo mi corazón


que esto es lo que la inmensa mayoría de americanos quiere para este país. [ Énfasis
añadido.]

En el ejemplo que sigue a continuación, el excelente uso que hace Obama de


la estructura paralela refuerza el empleo de la yuxtaposición y describe un claro
contraste entre las afirmaciones de lo que John McCain cree y lo que él cree:

John McCain es un héroe americano y un digno adversario, pero ha


demostrado una y otra vez que no entiende esto. Le hicieron falta tres intentos en
siete días para darse cuenta de que la crisis de las hipotecas de las casas era un
problema real. Ha tenido asiento de primera fila en los últimos ocho años de
desastrosas políticas que han ensanchado la brecha de los ingresos y cargado a
nuestros hijos de deudas, y ahora está prometiendo cuatro años más de lo mismo.

Está prometiendo que dejará permanentes las deducciones fiscales de la época


de Bush para los pocos potentados que no las necesitan ni las han pedido;
deducciones fiscales que son tan irresponsables que el propio John McCain dijo
una vez que ofendían a su conciencia.

Está prometiendo cuatro años más de acuerdos comerciales que no ofrecen


una sola salvaguarda a los trabajadores americanos, que no ayudan a los
trabajadores americanos a competir y ganar en el marco de la economía global.

Está prometiendo cuatro años más de una administración que empujará la


privatización de la Seguridad Social, un plan que haría perder en la Bolsa las
pensiones de los jubilados; un plan que ya fue rechazado por republicanos y
demócratas bajo el mandato de George Bush.

Está prometiendo cuatro años más de políticas que no garantizarán la


asistencia sanitaria para los trabajadores americanos, que no harán descender el
coste cada vez mayor de la enseñanza universitaria, que no harán nada a favor de
los americanos que viven en aquellas comunidades en que han desaparecido los
empleos y las fábricas han cerrado sus puertas.

Y, sin embargo, a pesar de todo esto, la otra parte aún apuesta por el hecho
de que el pueblo americano no advertirá que John McCain se está presentando
para el tercer mandato presidencial de George Bush. Piensan que se olvidará de
todo lo que ha sucedido en los últimos ocho años, que será seducido con argucias
para que crea que yo o mi partido somos los que no estamos familiarizados con la
realidad de sus vidas.

Bien, yo apuesto por algo diferente. Yo apuesto por el pueblo americano.

Los hombres y mujeres que he conocido en pequeños pueblos y grandes


ciudades consideran que estas elecciones constituyen un momento decisivo de
nuestra historia. Saben lo que hay en juego porque lo están viviendo cada día. Y
están cansados de que les distraigan con polémicas ficticias. Están hartos de los
políticos que tratan de dividirnos para su propio provecho político. Y estoy
convencido de que se darán cuenta de las tácticas que se emplean cada año, en
todas las elecciones, que apelan a nuestros miedos o a nuestros prejuicios o a
nuestras diferencias, porque nunca han deseado ni han necesitado tanto el cambio
como ahora.

Las personas que he conocido en esta campaña saben que el gobierno no


puede solucionar todos nuestros problemas, y no esperan que lo haga. No quieren
que el dinero de nuestros impuestos se despilfarre en programas que no funcionan
o en privilegios adicionales de intereses especiales que no son útiles para nosotros.
Saben que no podemos impedir que todos los empleos se vayan al extranjero o que
no podemos construir un muro alrededor de nuestra economía, y saben que no
deberíamos hacerlo.

Pero, ellos creen que por fin ha llegado la hora de que hagamos asequible y
disponible para todo americano la asistencia sanitaria; de que hagamos descender
los costes de trabajadores y empresas; de que reduzcamos las primas y de que
impidamos a las compañías de seguros que denieguen a la gente la asistencia y
cobertura que tanto necesita.

Ellos creen que ha llegado la hora de que proporcionemos un verdadero


alivio a las víctimas de esta crisis de la vivienda; de que ayudemos a las familias a
refinanciar sus hipotecas para que puedan seguir viviendo en sus casas; de que
empecemos a ofrecer reducciones fiscales a las personas que realmente lo
necesiten: familias de clase media y personas mayores y propietarios de viviendas
en dificultades.

Ellos creen que podemos y deberíamos lograr que la economía global sea útil
a los trabajadores americanos; que no podemos impedir que todos los empleos se
trasladen al extranjero, pero desde luego sí podemos evitar la concesión de
deducciones fiscales a las empresas que actúan así y podemos comenzar a
concederlas a empresas que crean buenos empleos aquí, en América. Podemos
invertir en los tipos de energía renovable que no sólo reducirían nuestra
dependencia del petróleo y salvarán nuestro planeta, sino que también crearían
hasta cinco millones de puestos de trabajo que no podrán subcontratarse al
exterior.

Ellos creen que podemos formar a nuestros trabajadores para estos nuevos
puestos y disponer de la fuerza laboral más productiva y de la fuerza laboral más
competitiva del mundo si recomponemos nuestro sistema de educación pública,
invirtiendo donde sea útil y averiguando lo que no lo es; si invertimos en la
educación preescolar y finalmente hacemos que la enseñanza superior sea
asequible para todos los que quieran cursarla; si dejamos de hablar de lo buenos
que son nuestros profesores y empezamos a retribuirlos de acuerdo con su
excelente calidad.

Ellos creen que si trabajas toda una vida, te mereces jubilarte con dignidad y
respeto, lo cual quiere decir una pensión con la que puedas contar y una Seguridad
Social siempre presente.

Eso es lo que la gente que he conocido cree acerca del país que ama. No
importa si son demócratas o republicanos: si proceden de las más pequeñas o las
más grandes ciudades; si son o no son cazadores; si van o no van a la iglesia o al
templo o a la mezquita. Podemos venir de diferentes lugares y tener diferentes
historias, pero compartimos esperanzas comunes y un único sueño americano.

Éste es el sueño que quiero ayudar a restablecer en estas elecciones. Si tengo


la oportunidad, de eso es de lo que hablaré desde ahora hasta noviembre. Ésta es la
alternativa que ofreceré al pueblo americano: cuatro años más de lo que hemos
tenido durante los últimos ocho, o un cambio fundamental en Washington. [Énfasis
añadido.]

Finalmente, en el ejemplo siguiente. Obama se sirve de la experiencia de


Martin Luther King, Jr. Utiliza la yuxtaposición para concretar sus ideas de modo
que pueda dotarlas de mayor capacidad de influencia:

[Si] el Dr. King pudo amar a su carcelero; si pudo pedir a los fieles que una
vez se sentaron donde vosotros estáis ahora que perdonaran a aquellos que les
echaban los perros y los rociaban con las mangueras, entonces es seguro que
podremos pasar por alto lo que nos divide en nuestro tiempo y curar nuestras
heridas y eliminar el déficit de empatía que existe en nuestros corazones.

Pero aunque el cambio en nuestros corazones y mentes es el primer paso


crítico, no podemos detenernos allí. No es suficiente lamentar profundamente las
difíciles condiciones de los niños pobres de este país y seguir siendo reacios a
presionar a los políticos elegidos con el fin de que proporcionen los recursos
necesarios para poner al día nuestras escuelas. No es suficiente condenar
abiertamente las disparidades existentes en la asistencia sanitaria y, sin embargo,
permitir que las compañías aseguradoras y farmacéuticas bloqueen muchas de las
reformas necesarias. No es suficiente que detestemos los costes de una guerra
equivocada y, sin embargo, dejar que seamos dirigidos por una política de miedo
que ve en la amenaza de un ataque un modo de arañar votos en lugar de un
llamamiento a unirnos en derredor de un esfuerzo común.

Las Sagradas Escrituras nos dicen que somos juzgados no sólo por lo que decimos
sino por lo que hacemos. Si de verdad queremos llevar a cabo la unidad que es tan
crucial en esta hora, debemos encontrarla dentro de nosotros mismos para actuar de
acuerdo con lo que sabemos; para entender que vivir de acuerdo con los ideales de
este país y sus posibilidades requerirá grandes esfuerzos y recursos; sacrificios y
energías.

Y eso es lo que está en juego en el gran debate político que tenemos hoy. Los
cambios que se necesitan no llegarán con unos cuantos arreglos superficiales, y no
se producirán si los políticos simplemente nos dicen lo que queremos escuchar. A
todos nos pedirán que hagamos algún sacrificio. Ninguno de nosotros estará
exento de responsabilidad. Tendremos que luchar para poner al día nuestras
escuelas, pero también tendremos que retarnos a ser mejores padres. Tendremos que
enfrentarnos con los prejuicios de nuestro sistema de justicia penal, pero también
tendremos que reconocer la violencia profundamente arraigada que aún se
encuentra en nuestras propias comunidades y actuar con determinación para
liberarnos de su sujeción.

Así es como provocaremos el cambio que perseguimos. Así es como el Dr. King
lideró este país a través del desierto. Lo hizo con palabras, palabras que no sólo
dirigió a los hijos de los esclavos, sino también a los hijos de los propietarios de los
esclavos. Palabras que inspiraron no sólo a los negros, sino también a los blancos;
no sólo a los cristianos, sino también a los judíos; no sólo a los del Sur sino también
a los del Norte.

Lideró con palabras, pero también lideró con hechos. También lideró con el
ejemplo. Lideró cuando se manifestó y sufrió pena de cárcel y soportó amenazas y
estuvo lejos de su familia. Lideró cuando adoptó una postura contra una guerra,
sabiendo perfectamente que con ello disminuiría su popularidad. Lideró cuando
cuestionó nuestras estructuras económicas, sabiendo que ello produciría malestar.
El Dr. King sabía que la unidad no se puede conseguir a bajo precio; que
tendríamos que ganarla con gran esfuerzo y determinación. v [Énfasis añadidos.]

El variado uso que hace Obama de la yuxtaposición y de la


comparación/contraste ofrece muchas mejores prácticas. Los líderes que quieran
utilizar la comunicación para convencer a los demás deberán tener en cuenta las
múltiples variaciones de la yuxtaposición, la comparación y el contraste. Deberán
recurrir a estas útiles técnicas cuando les ayuden a cristalizar sus argumentos,
clarificar los puntos del mensaje, o atraer la atención a las razones por las que sus
posturas o ideas merecen ser adoptadas.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para persuadir

En este capítulo, hemos visto las valiosas técnicas de comunicación que


permiten a Barack Obama convencer a los demás con tanta eficacia. Obama ha
dominado la capacidad de convencer a los demás, suscitando un asentimiento de
cabeza, un brillo en los ojos, el «sí». Los líderes pueden aprender muchas lecciones
de sus brillantes técnicas. Cuando se prepara una charla, por ejemplo, el orden de
las ideas puede ser útil—dentro de una frase, dentro de varias frases o incluso
párrafos—. La ordenación ayuda a ofrecer una gran sensación de lógica al mensaje,
concretando la claridad del razonamiento para que los oradores den la impresión
de ser convincentes. El tratamiento de las preguntas no retóricas es también una
práctica útil. Ello ayuda a los comunicadores a reproducir una conversación
bidireccional, como si estuvieran revisando preguntas. Los comunicadores
excelentes suelen identificar casi siempre aquellas preguntas que a la audiencia
más le gustaría que se examinaran. Luego, preguntan y responden. Las respuestas
bien estructuradas impresionan a los oyentes y aumentan la efectividad del hecho
de compartir conocimientos.

El tratamiento de objeciones clave es también una valiosa técnica de


persuasión. Cuando trata objeciones, el comunicador competente demuestra que
está al tanto de los contraargumentos clave y los desactiva mostrando por qué su
postura es mejor. En la búsqueda de la persuasión, la comparación y el contraste
pueden desempeñar también un papel. Los líderes pueden aclarar puntos clave
colocando las ideas una al lado de la otra para compararlas y contrastarlas dentro
de una misma frase, dentro de varias frases o párrafos. Un comunicador
competente recurrirá cuando sea necesario a una amplia variedad de técnicas,
presentando su comparación con una sucesión de acá para allá o con un esquema
de «idea pivote/idea opuesta». En sus múltiples variaciones, comparación y
contraste, yuxtaposición y antítesis dan mayor fuerza al discurso, ya que los
comunicadores excelentes agudizan las diferencias existentes entre sus ideas y las
contrarias, con el objetivo de persuadir a los oyentes de que las suyas son mejores.
i
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre de
2007.

ii
Barack Obama: Cena Jeferson-Jackson, Richmond, Virginia, 9 de febrero
de 2008.

iii
Barack Obama: Noche electoral de primarias de Pensilvania, Evansville,
Indiana, 22 de abril de 2008.

iv
Barack Obama: Noche electoral final de primarias, St. Paul, Minnesota, 3
de junio de 2008.

v
Barack Obama: The Great Need of the Hour, Atlanta, Georgia, 20 de enero
de 2008.
8

Afrontar y superar la polémica

La mayoría de líderes tiene que afrontar la polémica en algún momento de


su carrera. Un lapsus línguae. Un desaire involuntario. Un error de comunicación
de alguien que habla en su nombre. Estas y otras circunstancias pueden dar lugar a
situaciones difíciles. Barack Obama ha demostrado una notable capacidad para
sobrevivir a la polémica y prosperar a continuación. Él demuestra que a veces es
más importante cómo se reacciona a la polémica que la propia polémica en sí
misma. Varias polémicas han hecho descarrilar otras brillantes carreras políticas: el
affaire de Gary Hart, el indulto de Gerald Ford a Richard Nixon, las dudas públicas
surgidas después de los ataques dirigidos a John Kerry con afirmaciones falsas.
Barack Obama ha afrontado también su cuota: su relación con el reverendo
Jeremiah Wright, cuyos explosivos comentarios menoscababan los mensajes de
unidad de Obama; el aval no solicitado del líder religioso musulmán Louis
Farrakhan; y los desafortunados comentarios del propio Obama acerca de la
fidelidad del americano medio a las armas y la religión. ¿Cómo ha utilizado con
éxito Barack Obama sus excelentes dotes de comunicación para capear estos
temporales primero y prosperar a continuación, con su reputación prácticamente
intacta y su «marca» escasamente empañada?

El modo en que Obama aborda y supera la polémica es una lección valiosa


que debe aprenderse. Reajusta con habilidad el tono de la conversación cuando
emplea sus corteses principios, se centra en sus objetivos, rezuma humildad y
potencia los apoyos. Su habilidad para abordar la polémica cara a cara, aceptando
la responsabilidad cuando es apropiado, le ha ayudado a resolver las cosas con
relativa rapidez. Su competencia para permanecer firme en sus convicciones y para
seguir transmitiendo mensajes duros, incluso inmediatamente después de la
polémica, también le han permitido prosperar. Profundicemos a continuación en
estas prácticas de comunicación que han ayudado a la capacidad de Obama de
afrontar y superar la polémica.

Saber cuáles son los objetivos: rechazar y denunciar

Para tratar una polémica es útil identificar claramente cuáles son los
objetivos. Esto puede orientar la toma de decisiones siguientes: hasta qué punto se
debería ser humilde, el lenguaje corporal ideal, los apoyos que se deberían tener
cerca o el escenario en el que se podrían ofrecer las disculpas. Cuando se
contemplan con detenimiento, estos factores pueden trabajar combinados para
contribuir a que se produzca una buena resolución del asunto. Barack Obama ha
mostrado una notable habilidad para identificar sus objetivos antes de abordar la
polémica en un escenario público. Un buen ejemplo al respecto ocurrió durante un
debate presidencial con la senadora Hillary Clinton, cuando él abordó una cuestión
relativa al líder de Nación del Islam Louis Farrakhan. Unos días antes del debate,
Farrakhan apoyó la candidatura de Obama en una convención nacional. Durante el
debate presidencial del 26 de febrero de 2008, el moderador Tim Russert preguntó
a Obama, «¿Acepta usted el apoyo de Louis Farrakhan?».

Consciente de lo que representaba este aval, Obama trató de desactivar toda


polémica surgida de un respaldo que no había solicitado:

He sido muy claro en mis denuncias de los comentarios antisemitas del líder
religioso musulmán Louis Farrakhan, en el sentido de que son inaceptables y
censurables. Yo no pedí su apoyo. Él manifestó su orgullo por un afroamericano
que parece que está reconciliando al país. Evidentemente, yo no puedo censurarle
por esto. Pero no es un respaldo que yo haya buscado, y no estamos haciendo
nada, se lo aseguro, formal o informalmente con Mr. Farrakhan [...]

Tim, yo tengo un fuerte apoyo de la comunidad judía en mi ciudad,


Chicago, para esta campaña presidencial. Y el motivo de ello es que he sido un
amigo incondicional de Israel. Pienso que es uno de nuestros aliados más
importantes en la región, y pienso que su seguridad es sacrosanta y que Estados
Unidos tiene una relación especial con Israel, al igual que es cierta mi relación con
la comunidad judía.

Y el motivo de que disponga de un apoyo tan fuerte es porque saben que no


sólo no toleraría ningún tipo de antisemitismo, sino también por el hecho de que lo
que yo quiero hacer es reconstruir lo que considero que es una relación histórica
entre la comunidad afroamericana y la comunidad judía.

No estaría aquí si no fuera por los numerosos judíos americanos que han
apoyado el movimiento a favor de los derechos civiles y han contribuido a
garantizar que la justicia se cumpliera en el Sur. Y esa coalición se ha deteriorado
con el tiempo por muchas cosas. Parte de mi labor en este proceso es asegurar que
se reabran estas líneas de comunicación y mutua comprensión.

Sin embargo, la senadora Hillary Clinton observó que Obama no utilizó la


palabra «rechazo» al repudiar a Farrakhan y manifestó lo siguiente:
Sólo quiero añadir algo aquí, porqué yo me enfrenté a una situación
parecida cuando presenté mi candidatura a senadora por Nueva York en 2000… El
Partido de la Independencia estaba bajo el control de personas que eran
antisemitas y anti-Israel. Y entonces dejé muy claro que no quería su apoyo. Lo
rechacé… Quise adoptar esa postura...

Cuando Russert preguntó a Clinton, «¿Está usted sugiriendo que el senador


Obama no mantiene esta postura?», ésta replicó: «No, sólo estoy diciendo que
usted preguntó concretamente si él rechazaría el apoyo. Y hay una diferencia entre
denunciar y rechazar».

Obama comprendió que los comentarios de Clinton lo habían puesto en un


aprieto y que podía salir del debate más envuelto aún en la polémica. Obama no
perdió de vista su objetivo de distanciarse de Farrakhan y expresó su apoyo
inquebrantable a Israel. Reaccionó con rapidez, sin dar tiempo a la intervención de
Russert, diciendo:

Tengo que decir que no veo diferencia alguna entre denunciar y rechazar.
No existe una oferta formal de ayuda por parte del líder religioso musulmán
Farrakhan que tenga que rechazar. Pero si la senadora Clinton piensa que la
palabra «rechazar» es más fuerte que la palabra «denunciar», no tengo ningún
problema en reconocerlo, y yo rechazo y denuncio.

La audiencia prorrumpió en aplausos. Se dieron cuenta que Obama había


apagado un posible incendio. Sin perder de vista sus objetivos, Obama había
pronunciado las palabras adecuadas y sofocado una controversia que podía haber
persistido durante semanas y haber hecho mucho daño a su campaña. Una lección
importante: antes de afrontar la polémica, hay que dejar claros los objetivos;
cuando se aborda esta situación difícil, hay que poner en línea acciones, palabras y
comportamientos de forma que sean coherentes con dichos objetivos.

Reformular el tono: humildad y un comienzo cortés

La humildad y la cortesía también han desempeñado un papel en la eficacia


de Obama para capear las polémicas. Su éxito enseña muchas lecciones. Por
ejemplo, a partir de su comportamiento podemos observar que es muy importante
la forma en que se presente usted inicialmente ante la gente cuando afronte la
polémica. De algún modo, es como ofrecer de nuevo una primera impresión.
Situado en medio de una polémica importante, su forma de ser o su criterio
pueden haber sido puestos en duda. Tiene que causar una buena impresión en la
gente de nuevo. Ante todo, no se muestre desafiante. Además, tenga en cuenta que
una actitud defensiva también suele ir en contra de su propósito. Si es posible,
muéstrese humilde y cortés cuando comience a abordar una situación difícil. Es
bien aceptado que «errar es de humanos» y la gente suele mostrarse dispuesta a
perdonar, pero suele ser más propensa a perdonar cuando se transmite una
sensación de humildad o remordimiento.

Con este fin, cuando se aborda una polémica, el lenguaje corporal


desempeña un papel importante para conseguir el objetivo. Al igual que con la
primera impresión, el lenguaje corporal comunica mensajes importantes sobre si se
está triste o empático o se tiene una actitud defensiva o desafiante. Obama ha
mostrado la importancia que tienen el remordimiento y la fuerza. El lenguaje
corporal ideal suele trazar una línea muy fina entre aparecer demasiado débil y
arrepentido por un lado, y aparecer demasiado firme y sin disculparse por otro.
Sería contraproducente entrar cabizbajo en una sala y con los hombros inclinados
pues se transmite debilidad. Una espalda recta—barbilla hacia arriba—, una
actitud de «mirarles a los ojos» es mejor, transmite fuerza. Pero a la vez que se
muestra fuerza, otro tipo de lenguaje corporal debe comunicar humildad o
remordimiento, la mirada de los ojos y el tono, por ejemplo. Hay que permitir que
el lenguaje corporal y la comunicación no verbal marquen juntos la pauta,
prestando a dichos elementos la misma atención que se presta cuando se ofrece
una «primera impresión».

Reajustar la imagen: aprovechar los apoyos

Obama ha demostrado también que cuando se aborda la polémica, reunir


los apoyos apropiados alrededor de uno puede contribuir tan efectivamente a
enviar un mensaje que se haga eco de los sentimientos como lo hacen el lenguaje
corporal y el tono vocal. Lo demostró muy bien cuando hizo sus comentarios en
respuesta a la polémica relativa a Jeremiah Wright. Grandes segmentos de la
población americana deseaban conocer por qué Obama se había asociado con este
orador tan agresivo. Obama dio sus explicaciones desde un atril flanqueado a
ambos lados por grandes banderas americanas. La imagen transmitía patriotismo y
un profundo respeto por América. Éste fue el marco en el que Obama ofreció sus
manifestaciones de disculpa y afirmó su compromiso de unir al pueblo americano
de diversas procedencias, en un esfuerzo por conseguir los preciados objetivos
americanos. El telón de fondo escogido para sus comentarios envió unos mensajes
que eran coherentes con sus palabras y que ayudaban a recalcarlas. Cuando se
afronta la polémica, esto debería considerarse una «mejor práctica»: el telón de
fondo y los apoyos que se utilicen deberían reforzar las palabras y el propósito.
Reformular el diálogo: elección del lenguaje

Reformular con rapidez el dialogo básico es también una mejor práctica


cuando se afrontan situaciones difíciles. El objetivo debería ser cortar la polémica
de raíz en la medida de lo posible. Si la controversia ha alcanzado un nivel
relativamente importante, se debería agarrar el toro por los cuernos.

Un buen ejemplo de reformulación rápida del diálogo tuvo lugar cuando


Obama abordó la polémica que rodeaba su relación con Jeremiah Wright. Teniendo
en cuenta los comentarios causantes de división que Wright había pronunciado a
lo largo de las semanas anteriores, Obama tenía que abordar las acusaciones de
que debía apoyar en secreto el punto de vista de Wright, puesto que había acudido
a la iglesia de Wright durante años. Obama salió reforzado, recurriendo a
sentimientos patrióticos cuando introdujo su denominado «discurso racial».
Empezó citando la Declaración de Independencia: «Nosotros, el pueblo, con el
objetivo de formar una unión más perfecta».

La decisión de Obama de empezar antes que nada con esta cita arraigó su
respuesta con firmeza en el marco de la tradición americana y subrayó su
compromiso con los valores americanos esenciales. Estas palabras contribuyeron a
situar a Obama en un plano moral superior y cambiaron el tono de la conversación.
Fue capaz de hablar de su relación con el reverendo Wright desde dicho plano en
lugar de hacerlo desde una posición estrictamente defensiva. Siguió hablando
acerca de las complejidades de las relaciones raciales en América y de los retos
para conseguir la igualdad, y dejó claro hasta qué punto desaprobaba los agresivos
comentarios de Wright.

Abordar el error cara a cara: aceptar la responsabilidad

Otra lección que podemos aprender de las prácticas de comunicación de


Obama es que suele ofrecer muy pronto una disculpa cuando aborda una polémica
en sus comentarios. Sus disculpas suelen ser muy claras y directas. Reconoce que
está equivocado cuando es oportuno y asume la responsabilidad cuando es
oportuno. Por ejemplo, en abril de 2008 Obama no eligió bien las palabras cuando
se refirió a los votantes de la clase trabajadora de las viejas y debilitadas ciudades
industriales del Medio Oeste. Dijo que esos americanos «se amargan, se hacen
adictos a las armas o a la religión o muestran su antipatía hacia las personas que no
son como ellos o tienen sentimientos antiinmigración o anticomercio como medio
de justificar sus frustraciones». Los comentarios provocaron un gran alboroto.
Cuando se refirió a estos inoportunos comentarios en una comida de la
Associated Press en Washington, DC, el 14 de abril de 2008, Obama comenzó
reconociendo directamente su error.

Buenas tardes. Sé que por mi causa os he mantenido ocupados a muchos de


vosotros este fin de semana con los comentarios que hice la semana pasada.
Algunos de vosotros incluso podríais haber sido un poco más duros sobre este
tema.

Como dije ayer, lamento algunas de las palabras que escogí, en parte porque
el modo en que se han interpretado estas observaciones ha ofendido a algunas
personas y en parte porque han servido como una distracción más del debate
esencial que debemos tener en esta época de elecciones.

Este reconocimiento franco y directo fue bien recibido. Los periodistas y el


público parecieron estar de acuerdo con el lema, «Si cometes un error, reconócelo».

Reafirmar la ética y transmitir mensajes duros

Por último, Obama suele adoptar la práctica de reafirmar sus convicciones


cuando aborda una polémica u ofrece una disculpa. No rehúye sus convicciones
sino que se mantiene firme en ellas. Ha transmitido mensajes duros incluso
después de haber abordado afectuosamente sus propios errores. Por ejemplo,
después de afrontar las inoportunas palabras que había empleado cuando hablaba
de los votantes del Medio Oeste rural, Obama aprovechó la oportunidad para
describir sus auténticas convicciones:

Soy persona de fe profunda, y mi religión me ha sostenido durante gran


parte de mi vida. Incluso pronuncié un discurso sobre la fe antes de empezar mi
carrera hacia la presidencia en el que decía que los demócratas «cometen un error
cuando son incapaces de reconocer el poder de la fe en la vida de la gente».
También represento a un estado que tiene en sus filas un gran número de
cazadores y deportistas, y sé lo importantes que son estas tradiciones para las
familias de Illinois y de toda América. Y, contrariamente a lo que mi pésima
elección de las palabras pueda haber dado a entender o mis adversarios hayan
señalado, nunca he creído que estas tradiciones o la fe de la gente tengan nada que
ver con el nivel de renta que tengan.

Sin embargo, nunca me desviaré del punto más importante que intentaba hacer ver.
Durante los últimos decenios, la gente de los pueblos y ciudades de las zonas
rurales de este país han visto que la globalización ha cambiado las reglas del juego
para ellos. Cuando comencé mi carrera como trabajador social en el South Side de
Chicago, vi lo que ocurre cuando cierra sus puertas la planta siderúrgica local y se
traslada al extranjero. No sólo se pierden los puestos de trabajo de la fábrica, sino
que empiezan a desaparecer empleos y empresas en toda la comunidad. Las calles
están más vacías. Las escuelas sufren.

Lo observé durante mi campaña para el Senado en Illinois, cuando hablé a


los chicos del sindicato que habían trabajado en la planta de Maytag durante veinte
o treinta años, hasta que fueron despedidos con cincuenta y cinco años cuando la
planta cerró y se trasladó a México. No tenían idea de lo que iban a hacer sin la
paga o la pensión con la que contaban. Uno de ellos ni siquiera sabía si sería capaz
de poder pagar un trasplante de hígado que su hijo necesitaba porque ya no
disponía de un plan de asistencia sanitaria.

He escuchado estas historias durante casi todos los días de esta campaña,
tanto si me encontraba en Iowa, como en Ohio o Pensilvania. Y la gente que he
conocido también me decía que todos los años, en todas las elecciones, los políticos
iban a su ciudad y les contaban lo que querían escuchar, hacían grandes promesas
y luego regresaban a Washington al terminar la campaña y nada cambiaba. No
existe un plan para abordar los aspectos negativos de la globalización. No hacemos
nada sobre los costes disparados de la asistencia sanitaria o la enseñanza superior
o sobre las pensiones que desaparecen. En lugar de luchar para reemplazar los
empleos que se van, Washington acaba luchando con la distracción más reciente de
la semana.

Y después de años y años y años de esta situación, muchas personas de este


país han adoptado una postura cínica sobre lo que el gobierno puede hacer para
mejorar su vida. Están enojados y frustrados con sus líderes porque no les
escuchan, porque no luchan por ellos, porque no siempre les dicen la verdad. Y sí,
están resentidos por ello [...].

Es posible que la semana pasada cometiera un error con las palabras que
escogí, pero la otra parte ha cometido un error mucho más perjudicial con las
fracasadas políticas que ha escogido y la filosofía decadente que ha adoptado
durante los tres últimos decenios.

Se trata de una filosofía que afirma que el gobierno no desempeña un papel


para que la economía global sea útil para los trabajadores americanos, que
simplemente tenemos que cruzarnos de brazos y mirar como estas fábricas cierran
y estos puestos de trabajo desaparecen, que no hay nada que podamos o debamos
hacer por los trabajadores que no tienen asistencia sanitaria o por los niños que
estudian en escuelas desmoronadas o por las familias que están perdiendo sus
casas y que, por tanto, tan sólo deberíamos conceder unas pocas deducciones
fiscales y desear a todos la mejor de las suertes. [Énfasis añadido.]

Igualmente, en marzo de 2008, tras repudiar los divisivos comentarios del


reverendo Wright y aclarar que afirmaba los principios de unidad y no de división,
Obama procedió a mantenerse firme en su convicción de que en aquel momento no
podía renegar del todo del reverendo Wright. Se explicó en detalle en el que desde
entonces se ha denominado el discurso «seminal» sobre las relaciones raciales en
América:

A lo largo de este primer año de campaña y contra todas las predicciones en


sentido contrario hemos visto hasta qué punto el pueblo americano estaba ansioso
de este mensaje de unidad. A pesar de la tentación de ver mi candidatura a través
de una lente exclusivamente racial, obtuvimos victorias aplastantes en estados con
los más elevados porcentajes de población blanca del país. En Carolina del Sur,
donde aún ondea la bandera confederada, creamos una potente coalición de
americanos de color y americanos de raza blanca.

Esto no quiere decir que la raza no ha sido un tema de la campaña. En


diversas fases de la misma, algunos comentaristas me han considerado o
«demasiado negro» o bien «no lo bastante negro». Hemos visto burbujear hasta la
superficie tensiones raciales durante la semana previa a las primarias de Carolina
del Sur. La prensa ha desmenuzado todas las encuestas realizadas a pie de urna en
busca de la última evidencia de polarización racial, no sólo entre negros y blancos,
sino también entre la gente de color y la gente de piel más oscura.

Y, sin embargo, sólo en las dos últimas semanas de campaña la discusión


racial ha tomado un giro especialmente divisivo [...].

Ya he condenado en términos inequívocos las manifestaciones del reverendo


Wright que han ocasionado tanta polémica. Para algunos, quedan pendientes
algunas preguntas molestas. ¿Sabía yo que de vez en cuando era un agresivo
crítico de la política nacional y exterior americana? Por supuesto. ¿Le oí alguna vez
hacer comentarios que pudieran considerarse polémicos mientras yo estaba
sentado en la iglesia? Sí. ¿Estaba yo en total desacuerdo con muchos de sus puntos
de vista políticos? Desde luego, de la misma manera que estoy seguro que muchos
de ustedes han escuchado comentarios de sus pastores, sacerdotes o rabinos con
los que ustedes no estaban de acuerdo en absoluto.

Pero los comentarios que han provocado este reciente incendio no eran
simplemente polémicos. No eran simplemente el intento de un líder religioso de
denunciar unas injusticias percibidas, sino que expresaban un punto de vista
distorsionado de este país, un punto de vista que considera endémico el racismo de
los blancos y que eleva todo lo que está mal en América por encima de todo lo que
sabemos que está bien; un punto de vista que considera que los conflictos de
Oriente Medio tienen principalmente su raíz en los actos de aliados leales como
Israel en lugar de emanar de las ideologías perversas y odiosas del islamismo
radical.

Como tales, los comentarios del reverendo Wright no sólo eran equivocados,
sino causantes de división en un momento en que necesitamos unidad; llenos de
carga racial en un momento en que necesitamos unirnos para solucionar una serie
de problemas colosales: dos guerras, una amenaza terrorista, una economía en
descenso, una crisis crónica de la asistencia sanitaria y un cambio climático
potencialmente terrible; problemas que no son negros ni blancos ni latinos ni
asiáticos, sino problemas que nos afectan a todos.

Dados mis orígenes, mi política y los valores e ideales que profeso, sin duda
mis declaraciones de condena no son suficientes para algunos. ¿Por qué
vincularme con el reverendo Wright?, se pueden preguntar en primer lugar. ¿Por
qué no hacerme miembro de otra iglesia? Reconozco que si todo lo que supiera del
reverendo Wright fueran los fragmentos de estos sermones que se han pasado una
y otra vez por televisión y por YouTube, o si la Iglesia Unida de la Trinidad de
Cristo se ajustara a las caricaturas divulgadas por algunos comentaristas, no hay
ninguna duda de que yo reaccionaría en gran parte de la misma manera.

Pero la verdad es que eso no es todo lo que sé de él. El hombre que conocí
hace más de veinte años es un hombre que me ayudó a introducirme en mi fe
cristiana, un hombre que me hablaba de nuestras obligaciones de amor mutuo; de
cuidar a los enfermos y de mejorar la situación de los pobres. Él es un hombre que
sirvió a su país como marine, que ha estudiado y dado conferencias en algunas de
las más prestigiosas universidades y seminarios del país, y que durante más de
treinta años ha liderado una iglesia que sirve a la comunidad haciendo el trabajo
de Dios aquí en la Tierra, ofreciendo alojamiento a los sin hogar, atendiendo a los
necesitados, proporcionando servicios de atención cotidianos y becas y atención
religiosa en las cárceles, y ayudando a los que padecen sida…
Con lo imperfecto que pueda ser [el reverendo Wright], para mí ha sido
como un miembro de la familia. Fortaleció mi fe, ofició la ceremonia de mi boda y
bautizó a mis hijas. Ni una sola vez en mis conversaciones con él le he oído hablar
sobre cualquier grupo étnico en términos despectivos ni le he visto tratar a los
blancos con los que tenía relación de un modo que no fuera cortes y respetuoso.
Dentro de él hay las contradicciones—lo bueno y lo malo—de la comunidad a la
que ha servido con diligencia durante tantos años.

No puedo repudiarle más de lo que puedo repudiar a la comunidad negra.


No puedo repudiarle más de lo que puedo repudiar a mi abuela blanca, una mujer
que ayudó a criarme, una mujer que se sacrificó por mí una y otra vez; una mujer
que me ama más que a nada en el mundo, pero una mujer que una vez reconoció
su miedo a los hombres de color que pasaban junto a ella por la calle y que en más
de una ocasión ha proferido estereotipos raciales o étnicos que hacían que me
avergonzara.

Estas personas son parte de mí. Y son parte de América, este país que amo...

Para los hombres y mujeres de la generación del reverendo Wright, los


recuerdos de las humillaciones y las dudas y los miedos no han desaparecido;
como tampoco lo han hecho la ira y el rencor de aquellos años. Esa ira no puede ser
expresada en público, frente a colaboradores blancos o amigos blancos. Pero
encuentra su eco en la barbería o alrededor de la mesa de la cocina. A veces, esa ira
es explotada por los políticos, para arañar votos por criterios raciales o para
compensar sus propios fallos.

Y, ocasionalmente, encuentra eco en la iglesia el domingo por la mañana, en


el púlpito y en los bancos [...].

Aquí es donde estamos precisamente ahora. Es un punto muerto racial en el


que hemos estado atascados durante años. Contrariamente a lo que afirman
algunos de los que me critican, blancos y negros, nunca he sido tan ingenuo como
para creer que podemos superar nuestra división racial en un solo ciclo electoral, o
con una sola candidatura, especialmente una candidatura tan imperfecta como la
mía.

Pero yo he manifestado una convicción firme, una convicción arraigada en mi fe en


Dios y en mi fe en el pueblo americano, de que trabajando juntos podemos superar algunas
de nuestras viejas heridas raciales y que, de hecho, no tenemos otra opción si hemos de
seguir en el camino de una unión más perfecta. [Énfasis añadido.]
La aclaración de Obama fue bastante atrevida. No todos los oyentes se
sintieron complacidos. En general, sin embargo, el público y la prensa parecieron
satisfechos de escuchar una denuncia clara de los comentarios de Wright y una
aclaración de cómo los consideraba Obama. Teniendo en cuenta el estilo directo y
la sinceridad con la que habló de la necesidad de unión de los americanos, el
público y la prensa parecieron aceptar en gran medida que Obama afirmara que en
ese momento no podía «repudiar» a Wright más de lo que podía repudiar a su
propia abuela, pero que esperaba hacer avanzar América más allá de sus «viejas
heridas raciales». La decisión de Obama de mantenerse firme en sus convicciones
le ganó el respeto de muchos oyentes.

Lo que hemos aprendido. Prácticas para afrontar y superar la


polémica

Obama ha demostrado una enorme habilidad para afrontar y superar la


polémica. Hemos aprendido muchas lecciones de las prácticas de comunicación
que le han permitido capear temporales y prosperar a continuación. En particular,
los líderes deberían recordar siempre que el modo en que reaccionen a la polémica
es tanto o más importante que la propia polémica. Deberían abordar la polémica
cara a cara y aceptar la responsabilidad cuando sea oportuno. Cuando ofrecen
disculpas, los comunicadores expertos buscan aparecer arrepentidos pero fuertes.
Como su personalidad y su criterio pueden haber sido puestos en duda, los
comunicadores hábiles se dan cuenta de que deben dar de nuevo una excelente
impresión. Evitan mostrar una actitud desafiante y defensiva; la humildad y la
cortesía caracterizan sus palabras. Al igual que con las primeras impresiones, el
lenguaje corporal, la imagen y la voz producen un considerable impacto en el
efecto producido. Los comunicadores eficaces identifican sus objetivos antes de
ofrecer disculpas o comentarios y se mantienen centrados, asegurándose de
pronunciar las palabras necesarias para alcanzar sus objetivos. Los comunicadores
hábiles se acuerdan de utilizar los apoyos y el entorno físico para recomponer su
imagen en medio de la polémica. Ofrecen las disculpas al principio de sus
declaraciones de forma directa. También evitan aparecer como si vacilaran por lo
que respecta a su compromiso con una ética digna de admiración. Al contrario,
comunican de nuevo una ética sólida y un firme mantenimiento de sus
convicciones cuando ofrecen sus comentarios.
9

Motivar a los demás para que actuén y dejar una profunda última
impresión

Los finales con fuerza son indispensables para transmitir mensajes que
impacten a los oyentes y perduren en sus mentes. Desde un punto de vista ideal,
cuando ofrecen sus comentarios, los líderes deben transmitir sus visiones y los
diferentes puntos de un modo lo suficientemente eficaz para alcanzar el objetivo de
su charla. Idealmente también, cuando se comunican las conclusiones, los líderes
deben conseguir motivar a sus oyentes, produciendo un fuerte impacto y dejando
una profunda última impresión. Barack Obama ha mostrado una considerable
habilidad para terminar sus discursos y declaraciones públicas con gran fuerza y
eficacia. Del mismo modo que un comienzo fuerte ayuda a captar la atención y a
dirigir al oyente, un final excelente a un conjunto de observaciones deja a los
oyentes una impresión positiva que puede influir en sus opiniones, decisiones y
acciones posteriores. Con sus potentes comentarios de conclusión, Obama inspira a
los oyentes, ayuda a crear ímpetu, genera una sensación de importancia y urgencia
de las futuras acciones, y a veces dirige a los oyentes hacia las pequeñas acciones
que ellos pueden llevar a cabo de forma inmediata para ayudar a una causa.
Obama aumenta gradualmente la intensidad hasta llegar a un punto culminante y
allí finaliza y deja de hablar. A continuación recogemos algunas lecciones de las
prácticas que han permitido a Obama finalizar con fuerza y que han ayudado a
inspirar no sólo una campaña, sino su «movimiento».

Mover a los demás a conseguir grandes logros

Cuando Obama termina sus charlas «con fuerza» suele emplear palabras
que exponen grandes aspiraciones, inspirando y motivando a sus oyentes. Varios
tipos de lenguaje desempeñan esta tarea. En ocasiones, las palabras son
sencillamente elocuentes. En otras, el lenguaje incorpora palabras patrióticas,
principios entrañables, o verdades bíblicas. Casi siempre, las palabras evocan una
reacción emocional. Veamos este ejemplo:

Es la luz de la oportunidad la que guió a mi padre a través del océano.

Son los ideales de los fundadores, representados por la bandera que cubrió
el ataúd de mi abuelo; es la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es la simple verdad que aprendí todos esos años que trabajé en las sombras
de una planta siderúrgica cerrada en el South Side de Chicago: que en este país, se
puede obtener justicia con todas las probabilidades en contra; la esperanza puede
recuperarse en el más oscuro de los rincones; y cuando nos dicen que no podemos
provocar el cambio que perseguimos, respondemos al unísono: sí, podemos.

Así pues, no olvidéis jamás que estas elecciones no son sobre mí ni sobre
cualquier candidato. No olvidéis nunca que esta campaña es sobre vosotros: sobre
vuestras esperanzas, sobre vuestros sueños, sobre vuestras luchas, sobre conseguir vuestra
parte del sueño americano.

No olvidéis nunca que tenemos una alternativa en este país, que podemos
escoger no estar divididos; que podemos escoger no estar asustados; que aún
podemos escoger este momento para unirnos por fin y solucionar los problemas de
los que hemos hablado todos los años en todas las elecciones.

Este momento puede ser distinto de todos los demás. En este momento
podemos amilanar a aquellos que dicen que nuestra ruta es demasiado larga; que
nuestro ascenso es demasiado empinado; que ya no podemos lograr el cambio que
buscamos. Éste es nuestro momento para responder al llamamiento al que tantas
generaciones de americanos han respondido antes, insistiendo en que a través del
esfuerzo y del sacrificio, el sueño americano perdurará. Gracias, y que Dios
bendiga a Estados Unidos de América.i [Énfasis añadido.]

En otro ejemplo, Obama utiliza el lenguaje para animar a los miembros de la


audiencia a responder al llamamiento para servir a la comunidad, a pensar en
cosas más importantes que ellos mismos, y a darse cuenta de que esto es una
herencia del gran pasado de América. Su énfasis ayuda a dejar una sensación de
«aspirar a grandes cosas» al final de su discurso. Ayuda a inspirar a los oyentes:

A través del servicio, descubrí una comunidad que me adoptó, una iglesia a
la que pertenecer, una ciudadanía que merecía la pena, el rumbo que había estado
buscando. A través del servicio, descubrí que mi inverosímil historia encajaba
dentro de una historia americana más importante.

En América, cada uno de nosotros persigue sus propios sueños, pero la


suma de estos sueños debe ser más grande que nosotros mismos. Porque la
América que hemos heredado es el legado de aquellos que lucharon y de aquellos
que sirvieron a su país de tantas formas antes que nosotros.

Es el legado de un grupo de patriotas increíbles que derrocaron la tiranía de


un rey.

Es el legado de los abolicionistas que se pusieron de pie y de los soldados


que lucharon por una unión más perfecta.

Es el legado de aquellos que empezaron a enseñar en nuestras escuelas y


que atienden a los enfermos en nuestras ciudades; que tendieron los raíles y se
ofrecieron voluntarios para defender la ley cuando América se extendió hacia el
oeste.

Es el legado de los hombres que se enfrentaron a la Depresión poniéndose el


uniforme del Cuerpo de Conservación Civil (Civilian Conservation Corps); de las
mujeres que trabajaron en ese Arsenal de Democracia y construyeron carros de
combate y navíos de guerra y bombarderos para luchar contra el fascismo.

Es el legado de aquellas mujeres sufragistas y de los viajeros de la libertad


que se levantaron para obtener justicia; y los jóvenes que respondieron al
llamamiento del presidente Kennedy para integrarse en un Cuerpo de Paz.

Los sacrificios realizados por generaciones anteriores nunca han sido fáciles.
Pero América es una gran nación precisamente porque los americanos han estado
dispuestos a levantarse ante las dificultades, a servir en escenarios grandes y
pequeños, a superar terribles momentos de prueba y de grandes desafíos.ii

Crear una sensación de ímpetu y urgencia

Otra práctica a la que recurre Obama cuando finaliza sus charlas «con
fuerza» es la de atraer la atención hacia los éxitos y establecer una sensación de
ímpetu, además de crear una sensación de importancia y urgencia de las futuras
acciones a realizar. Emplea un lenguaje que se añade a la sensación de que hay
mucho en juego y que lo que haga cada uno de los oyentes es importante. Veamos
este extracto, en el que el lenguaje empleado crea una sensación de urgencia:

No me presenté a la presidencia para hacer realidad alguna vieja ambición


ni porque creyera que era algo a lo que tenía derecho. Decidí presentarme a estas
elecciones—en este momento—a causa de lo que el Dr. King llamó «la urgencia
intensa del momento». Porque nos encontramos en un momento decisivo de
nuestra historia. Nuestro país está en guerra. Nuestro planeta está en peligro.
Nuestro sistema de asistencia sanitaria está roto, nuestra economía está
desequilibrada, nuestro sistema educativo es un fracaso para muchos de nuestros
niños, y nuestro sistema de jubilación está hecho jirones.

En este momento decisivo, ya no podemos esperar más para tener un


sistema de atención sanitaria universal. No podemos esperar para que se reparen
nuestras escuelas. No podemos esperar para tener buenos empleos y salarios
dignos y pensiones con las que podamos contar. No podemos esperar para detener
el calentamiento global, ni podemos esperar para poner fin a esta guerra en Irak. iii

Veamos este otro ejemplo, en el que Obama atrae la atención hacia hechos
que demuestran ímpetu:

Podemos cambiar las matemáticas electorales que siempre se han referido a


dividir y hacer que traten de sumar, de crear una coalición para el cambio y
progreso que se extienda por los estados rojos y los estados azules. Así es como yo
gané en algunos de los distritos electorales más rojos, más republicanos de Illinois.
Ésa es la razón de que las encuestas muestren unos mejores resultados para mí que
para los republicanos que se presentan a la presidencia, porque estamos atrayendo
más apoyo de independientes y de republicanos que cualquier otro candidato. Así
es como ganaremos en noviembre, y así es como cambiaremos este país a lo largo
de los próximos cuatro años.iv

El ejemplo que sigue a continuación es aún más explícito en señalar los


logros concretos que ejemplifican un ímpetu creciente. Con ello, se consigue el
efecto de convencer a los oyentes de que pueden ayudar a mantener el ímpetu y
que sus esfuerzos tienen importancia:

Hace ya un año que empezamos esta campaña para la presidencia en los


escalones del viejo Capitolio estatal en Springfield, Illinois, tan sólo yo y 15.000 de
mis amigos más cercanos.

En aquel momento, no fueron muchos los que se imaginaron que estaríamos


hoy aquí. Sabía que no seríamos el candidato favorito de Washington. Sabía que no
conseguiríamos todos los grandes donantes ni respaldos de forma inmediata. Sabía
que sería el más débil en cada contienda que tuviera lugar de enero a junio. Sabía
que no sería fácil.

Pero entonces, algo empezó a suceder. Cuando conocíamos a la gente en sus


salas de estar y en sus granjas; en iglesias y en reuniones en los ayuntamientos,
todos nos empezaban a contar una historia parecida sobre el estado actual de
nuestra política. Jóvenes o viejos; blancos o negros; latinos o asiáticos; demócratas,
independientes, o incluso republicanos, el mensaje siempre era el mismo:

«Estamos cansados de que nuestros políticos nos decepcionen. Estamos


cansados de ser defraudados. Estamos cansados de escuchar las promesas que se
hacen y los planes de diez puntos que se proponen en el fragor de una campaña
para ver luego que nada cambia cuando todos regresan a Washington. Porque los
grupos de presión extienden otro cheque. O porque los políticos empiezan a
preocuparse de cómo vencerán en las próximas elecciones en lugar de preocuparse
de por qué deberían ganarlas. O porque se centran en quién está arriba y quién
está abajo en lugar de hacerlo en quien importa».

Y mientras Washington se consume en el mismo drama y las mismas


divisiones y distracciones, una familia más pone el cartel de «en venta» en la parte
delantera del patio de su casa. Una fábrica más cierra sus puertas para siempre.
Una madre más se declara insolvente porque no puede pagar las facturas médicas
de su hijo.

Y un soldado más se despide cuando se marcha para otro ciclo de servicio en


una guerra que jamás debió ser autorizada y que jamás debió ser emprendida.
Sigue y sigue y sigue, año tras año tras año.

Pero en estas elecciones—en este momento—los americanos se han


levantado por todo el país para decir, esta vez, no. Este año, no. Hay mucho en
juego y los desafíos son demasiado importantes para jugar el mismo juego de
Washington con los mismos jugadores de Washington y esperar que se produzca
un resultado diferente. Y hoy, se han levantado los votantes, desde la Costa Oeste
hasta la Costa del Golfo, para decir que es el momento de pasar página. Hemos
ganado en Luisiana y Nebraska, y en el estado de Washington, y estoy convencido
de que podemos ganar en Virginia el martes si vosotros estáis preparados para
apoyar el cambio.v

Cuando se analiza el extracto anterior, las palabras concretas empleadas


ayudan a que el lenguaje sea especialmente eficaz. Cuando Obama dice, «Entonces,
algo empezó a suceder», atrae la atención hacia el cambio y el ímpetu. Cuando se
refiere a «salas de estar», «iglesias» y «reuniones en los ayuntamientos», ilustra la
amplitud del creciente apoyo recibido. Igualmente, cuando habla acerca del apoyo
de jóvenes, viejos, negros, blancos, latinos, asiáticos, demócratas, independientes y
republicanos, está reforzando el concepto de que los niveles de apoyo son amplios
y en crecimiento. Al señalar las victorias logradas en Luisiana, Nebraska y
Washington, ayuda a mostrar que «las cosas marchan». Cuando hace hincapié en el
estado de ánimo—«esta vez, no»—e indica que «hay mucho en juego» contribuye a
subrayar la urgencia e importancia de eventos y posibles acciones.

Veamos a continuación otro ejemplo en el que Obama construye una


sensación de ímpetu y urgencia. En él, utiliza hábilmente la repetición para ayudar
a crear esta sensación:

Hace unas semanas, nadie imaginaba que lograríamos lo que hemos hecho
esta noche. Durante la mayor parte de esta campaña, hemos ido muy por detrás, y
siempre supimos que el camino sería empinado.

Pero con una participación extraordinaria, habéis salido y habéis hablado a


favor de un cambio. Y con vuestras voces y vuestros votos, habéis dejado claro que
en este momento—en estas elecciones—algo está sucediendo en América.

Algo está sucediendo cuando hombres y mujeres de Des Moines y Davenport,


de Lebanon y Concord han salido a la calle en enero, con nieve, para hacer colas
que se extendían calle tras calle, porque creen en lo que puede ser este país.

Algo está sucediendo cuando americanos jóvenes en edad y en espíritu, que


nunca habían participado en política, aparecen en cantidades que nunca habíamos
visto porque saben de verdad que esta vez debe ser diferente.

Algo está sucediendo cuando las personas no votan por el partido al que
pertenecen sino por las esperanzas que albergan en común. Y tanto si somos ricos
o pobres, negros o blancos, latinos o asiáticos, de Iowa o New Hampshire, de
Nevada o Carolina del Sur, estamos preparados para llevar este país en una
dirección completamente nueva. Eso es lo que está sucediendo en América ahora
mismo. Lo que está sucediendo en América es el cambio.

Podéis ser la nueva mayoría que saque a este país de una prolongada oscuridad
política. Demócratas, independientes y republicanos que están cansados de las
divisiones y distracciones que han enturbiado Washington; que saben que
podemos estar en desacuerdo sin ser desagradables; que saben que si movilizamos
nuestras voces para desafiar al dinero y las influencias que se interponen en
nuestro camino y nos desafiamos a nosotros mismos a conseguir algo mejor, no
habrá problema que no podamos resolver, ni destino que no podamos alcanzar. vi
[Énfasis añadidos.]

Aumentar gradualmente la intensidad


En otros campos, como el de la literatura de ficción, una buena práctica
podría ser aumentar la intensidad hasta llegar a un clímax y luego relajarla poco a
poco. No ocurre así en los discursos o declaraciones públicas de alta eficacia.
Finalizar con fuerza quiere decir finalizar en el punto culminante. Los oradores
sobresalientes avanzan hacia la cima de sus comentarios y terminan allí, dejando a
las audiencias inspiradas, emocionadas, motivadas y centradas en un pensamiento
memorable o en una llamada a la acción. Obama sabe cuál es la importancia de
aumentar gradualmente la intensidad y terminar el discurso en el punto
culminante. Veamos el ejemplo siguiente, correspondiente al discurso pronunciado
por Obama tras perder las elecciones primarias en Pensilvania en 2008. Aquí,
Obama finaliza su charla con una anécdota en la que describe una reunión durante
la cual un viejo hombre de color señaló que había decidido apoyar a Obama
porque se había sentido motivado por el ejemplo de un joven blanca, Ashley, que
ya era seguidora de Obama. Obama utiliza la anécdota para recalcar las
posibilidades de rebasar las fronteras tradicionales de la división y de unirse para
el cambio. A través de esta narración, a medida que termina su discurso, Obama va
aumentando la intensidad hasta llegar a un punto culminante:

Por sí solo, ese momento de identificación entre esa joven blanca y ese
anciano de color no es suficiente. No es suficiente para proporcionar asistencia
sanitaria a los enfermos, trabajo a los desempleados o educación a nuestros hijos.

Pero es nuestro punto de partida. Ésa es la razón de que las paredes de esta
habitación empiecen a temblar y resquebrajarse.

Y si pueden temblar en esta habitación, pueden temblar en Atlanta.

Y si pueden temblar en Atlanta, pueden temblar en Georgia.

Y si pueden temblar en Georgia, pueden temblar en toda América. Y si


unimos las suficientes voces, podemos hacer que estas paredes se vengan abajo. Al
fin, las murallas de Jericó pueden venirse abajo. Ésa es nuestra esperanza, pero sólo
si rezamos juntos y trabajamos juntos y marchamos juntos.

Hermanos y hermanas, no podemos caminar solos.

En la lucha por la paz y la justicia, no podemos caminar solos.

En la lucha por las oportunidades y la igualdad, no podemos caminar solos.

En la lucha por reconciliar esta nación y arreglar este mundo, no podemos


caminar solos.

Por tanto, os pido que caminéis conmigo, y marchéis conmigo, y unáis


vuestra voz con la mía y juntos cantemos la canción que derribe las paredes que
nos dividen y pongamos en pie una América que sea verdaderamente indivisible,
con libertad y justicia para todos. Que Dios bendiga la memoria del gran pastor de
esta iglesia, y que Dios bendiga a Estados Unidos de América. vii

En el ejemplo anterior, observamos que Obama avanza hasta un clímax a


través de la cadencia de las frases y la utilización de técnicas de repetición. En
algunos pasajes, también, las palabras o frases se disponen una tras otra, las
palabras de más impacto a continuación de las de menos, aumentando también
gradualmente la intensidad. En el ejemplo precedente, hemos visto que Obama
termina haciendo un llamamiento a la acción. Veamos este otro ejemplo:

He descubierto que, en nuestro país, esta colaboración se produce no porque


estemos de acuerdo en todo sino porque, detrás de todas las etiquetas y de las
falsas divisiones y categorías que nos definen; más allá de todas esas nimiedades
por las que nos peleamos y con las que pretendemos anotarnos puntos en
Washington, el americano es un pueblo decente, generoso, solidario, unido por
unos problemas comunes y unas esperanzas comunes. Y de vez en cuando, hay
momentos en los que volvemos a hacer un llamamiento a esta bondad
fundamental para hacer que este país vuelva a ser grande.

Así fue en el caso de aquel grupo de patriotas que declaró en un salón de


Filadelfia la formación de una unión más perfecta; y también en el de aquellos que
en los campos de Gettysburg y Antietam dieron la medida justa de lealtad y
entrega para salvar aquella misma unión.

Así fue en el caso de la generación más grande, la que conquistó el miedo y


liberó un continente de la tiranía, e hizo de este país la patria de unas
oportunidades y una prosperidad desconocidas.

Así fue en los casos de los trabajadores que no se echaron atrás en los
piquetes de huelga, en el de las mujeres que hicieron añicos los techos de cristal; en
el de los niños que desafiaron un puente en Selma por la causa de la libertad.

Así ha sido en el caso de todas las generaciones que han superado las
dificultades más terribles y las adversidades más inverosímiles para dejar a sus
hijos un mundo que fuera mejor y más amable y más justo.
Y así debe ser en nuestro caso.

América, éste es nuestro momento. Ésta es nuestra hora. Nuestra hora de


pasar página a las políticas del pasado. Nuestra hora de aportar nuevas energías y
nuevas ideas a los problemas que tenemos ante nosotros. Nuestra hora de ofrecer
un nuevo rumbo al país que amamos.

El viaje va a ser difícil. El camino será largo. Afronto este reto con profunda
humildad y a sabiendas de mis limitaciones, pero también con una fe ilimitada en
la capacidad del pueblo americano. Porque si estamos dispuestos a trabajar por
ello y a luchar por ello y a creer en ello, entonces estoy completamente seguro de
que, durante generaciones y generaciones a partir de este momento, podremos
mirar atrás y contarles a nuestros hijos que éste fue el momento en el que
empezamos a proporcionar asistencia a los enfermos y buenos puestos de trabajo a
los desempleados; que éste fue el momento en el que empezó a detenerse la subida
de los océanos y nuestro planeta empezó a recobrar la salud; que éste fue el
momento en que pusimos fin a una guerra y aportamos seguridad a nuestra nación
y restauramos nuestra imagen de ser la última y mejor esperanza de la Tierra. Éste
fue el momento—ésta fue la hora—en que nos unimos para rehacer esta gran
nación para que pudiera reflejar siempre lo mejor de nosotros mismos y nuestros
más altos ideales. Gracias. Que Dios os bendiga, y que Dios bendiga a Estados
Unidos de América.viii

Repetir estribillos y eslóganes

Cuando termina con fuerza, Obama reafirma los temas y eslóganes clave. Su
eficacia en este aspecto es evidente, como puede apreciarse a través de la enorme
popularidad que han llegado a tener algunos de sus eslóganes: Sí, podemos, El
cambio que te favorece, El pasado versus el futuro, Recupera el sueño americano, Ahora es
nuestro momento, El cambio en el que podemos creer.

Como vimos en un capítulo anterior, la introducción de eslóganes y


estribillos es un medio útil para aclarar y subrayar el mensaje. La reiteración de
estribillos y eslóganes en las palabras de cierre de un discurso sirve para mantener
los temas bien grabados en la mente del oyente mucho tiempo después de que el
discurso haya concluido. Pensemos en el ejemplo siguiente, en el que Obama
reafirma el estribillo «sí, podemos» para poder avanzar hacia un clímax y finalizar
el discurso en un tono optimista. Obama utiliza también la aliteración en muchos
pasajes del discurso, lo cual aumenta la elocuencia de sus palabras finales:
Un coro de cínicos, cuyo volumen e incoherencia no harán más que
aumentar en las próximas semanas, nos ha dicho que no podemos hacerlo. Se nos
ha pedido que hagamos una pausa para que confrontemos la realidad. Se nos ha
advertido que no ofrezcamos al pueblo de esta nación falsas esperanzas.

Pero en la inverosímil historia de América, la esperanza nunca ha tenido


nada de falso. Porque cuando nos hemos enfrentado a lo imposible, cuando se nos
ha dicho que no estábamos preparados, o que no debíamos intentarlo, o que no
podíamos, generaciones de americanos han respondido con un credo sencillo que
resume el espíritu de todo un pueblo.

Sí, podemos.

Fue un credo escrito en los documentos fundacionales que declaraban el


destino de una nación.

Sí, podemos.

Fue susurrado por los esclavos y los abolicionistas cuando se abrían camino
hacia la libertad a través de la más oscura de las noches.

Sí, podemos.

Fue cantado por los inmigrantes cuando zarpaban de costas lejanas y por los
pioneros que avanzaban hacia el oeste luchando contra un desierto implacable.

Sí, podemos.

Fue el grito de los trabajadores que se organizaron; de las mujeres que


lucharon por el voto; de un presidente que eligió la Luna como nuestra nueva
frontera; y de un Martin Luther King que nos llevó a lo alto de la montaña y nos
señaló el camino de la tierra prometida.

Sí, podemos tener justicia e igualdad. Sí, podemos tener oportunidades y


prosperidad. Sí, podemos reconciliar esta nación. Sí, podemos arreglar este mundo.
Sí, podemos.

Así pues, mañana, cuando llevemos esta campaña al sur y al oeste; cuando
veamos que las dificultades del trabajador textil de Spartanburg no son tan
distintas de los apuros del lavaplatos de Las Vegas; que las esperanzas de la niña
que va a una escuela de Dillon son las mismas que los sueños del chico que
aprende en las calles de Los Ángeles, recordaremos que algo está sucediendo en
América; que no estamos tan divididos como indican nuestros políticos; que somos
un solo pueblo, una sola nación; y juntos empezaremos a escribir el siguiente gran
capítulo de la historia de América con dos palabras que resonarán de costa a costa,
de océano a océano. Sí. Podemos.ix

Dirigir a la audiencia a realizar pequeñas acciones inmediatas


que puedan ser útiles

Otra práctica importante que Obama utiliza a veces cuando «termina con
fuerza» es un llamamiento a la acción, dirigiendo a los miembros de la audiencia a
la realización de pequeñas acciones que puedan llevar a cabo inmediatamente para
contribuir a una causa. En ocasiones, la llamada a la acción es muy concreta; en
otras, es una llamada general a la participación. En el discurso siguiente, Obama
aumenta gradualmente la intensidad, recalca los puntos clave y luego finaliza con
palabras inspiradoras y un llamamiento a la acción.

Ésa es la razón de que esta campaña no pueda tratar sólo sobre mí. Debe
tratar sobre nosotros. Debe tratar sobre lo que podemos hacer juntos. Esta campaña
debe ser la ocasión, el vehículo de vuestras esperanzas y vuestros sueños. Os
tomará vuestro tiempo, vuestra energía y vuestro consejo hacernos avanzar
cuando lo hagamos bien y avisarnos cuando lo hagamos mal. Esta campaña tiene
que tratar de la recuperación del sentido de la ciudadanía, del restablecimiento de
nuestro sentido del objetivo común, y de darnos cuenta de que pocos obstáculos
pueden resistir la fuerza de millones de voces pidiendo el cambio.

Por nuestra propia cuenta, este cambio no se producirá. Divididos, estamos


condenados al fracaso.

Pero la vida de un abogado de Springfield, alto y desgarbado, hecho a sí


mismo nos dice que es posible un futuro diferente.

Nos dice que hay poder en las palabras.

Nos dice que hay poder en la convicción, que por encima de todas las
diferencias de raza y región, de fe y condición social, somos un solo pueblo.

Nos dice que hay poder en la esperanza.

Cuando Lincoln organizaba las fuerzas que se desplegaron contra la


esclavitud, se le oyó decir: «A partir de elementos extraños, discordantes e incluso
hostiles, nos hemos unido desde los cuatro vientos, nos hemos organizado y hemos
combatido para salir adelante».

Éste es hoy nuestro propósito.

Por eso, estoy en esta carrera.

No sólo para ocupar un cargo, sino sobre todo para unirme a vosotros en la
transformación de un país.

Quiero ganar esta próxima batalla, para tener justicia y oportunidades.

Quiero ganar esa próxima batalla, para tener mejores escuelas y mejores
empleos y asistencia sanitaria para todos.

Quiero que retomemos la tarea inacabada de perfeccionar nuestra unión y


construir una América mejor.

Y si os unís a mí en esta búsqueda increíble, si sentís la llamada del destino,


y veis, como yo veo, un futuro de posibilidades interminables que se extienden ante
nosotros; si sentís, como yo siento, que ha llegado el momento de sacudirnos nuestro
sopor, de desprendernos de nuestro miedo y de pagar la deuda que debemos a las
generaciones pasadas y futuras, entonces estoy dispuesto a apoyar la causa y marchar
con vosotros y trabajar con vosotros. Juntos, desde hoy, acabemos el trabajo que hay que
hacer y demos paso a un nuevo nacimiento de la libertad en esta Tierra. x [Énfasis
añadido.]

En las conclusiones del discurso anterior, Obama lanzaba un reto para


generar apoyo a una futura participación. Este estilo de comunicación ha
demostrado ser extraordinariamente eficaz para Obama, como queda de
manifiesto a través del ímpetu que ha creado y los niveles de participación sin
precedentes que ha obtenido.

Unirlo todo para finalizar con gran intensidad

Por último, echemos un vistazo a un extracto del discurso pronunciado por


Obama en diciembre de 2007 titulado, «Ahora es nuestro momento, que ejemplifica
cómo combinar diversas y excelentes técnicas de comunicación para poder
«terminar con fuerza». Aquí, Obama utiliza un lenguaje gráfico y realista
—«política de acoso y derribo»—. Crea una sensación de unidad a través de la
repetición de «Si vosotros creéis». Da lugar a una sensación de avance a través de
la utilización de un lenguaje dinámico que contribuye a generar en la mente una
imagen en movimiento: «la tarea que tenemos ante nosotros de rehacer este país,
calle por calle, distrito por distrito, comarca por comarca, estado por estado».
Obama levanta el ánimo de la audiencia con palabras de patriotismo que tienen
eco: «mantener vivo el sueño americano»; «cambiaremos el curso de la historia».
También emplea palabras que evocan referencias bíblicas: «hambre de», «sed de».
Obama se asegura de señalar los retos afrontados y los logros e ímpetu
consiguientes: «Dijeron que no tendríamos ninguna posibilidad»; «resistimos»; «sé
que esta vez será diferente». Insiste en el cambio de mentalidad que tiene que
producirse para poder triunfar, aclarando este extremo a través del empleo de
fases triádicas: «despojémonos de nuestros temores y de nuestras dudas y de
nuestro cinismo». Pronuncia palabras de afirmación a la vez que crea una
sensación de urgencia: «Porque sé que cuando el pueblo americano cree en algo,
ocurre. [...] Y ahora, dentro de siete días, tenéis de nuevo la oportunidad de
demostrar que los cínicos estaban equivocados». Obama reitera los eslóganes y
estribillos justo antes de terminar: «Éste es el momento. Ésta es nuestra hora».
Finaliza con un llamamiento a la acción, indicando algunas pequeñas acciones que
los miembros de la audiencia pueden emprender inmediatamente para ayudar a la
causa: «Estad conmigo dentro de siete días». Veamos a continuación cómo une
todo esto de forma magistral:

Dijeron que no tendríamos ninguna posibilidad en esta campaña a menos


que recurriéramos a los mismos y viejos ataques negativos. Pero resistimos, incluso
cuando fuimos rechazados, y llevamos a cabo una campaña positiva que señaló
nuestras verdaderas diferencias y desechó la política de acoso y derribo.

Y ahora, dentro de siete días, tenéis de nuevo la oportunidad de demostrar


que los cínicos estaban equivocados. Dentro de siete días, lo que era improbable
tiene la posibilidad de vencer a lo que Washington calificó de inevitable. Ésa es la
razón de que en estas últimas semanas, Washington contraataque con todo lo que
tiene a su disposición: con anuncios e insultos atacándonos, con distracciones y
falsedades, con millones de dólares procedentes de grupos externos y donantes no
revelados para tratar de obstruir nuestro camino.

Hemos visto muchas veces este guión en el pasado. Pero sé que esta vez será
diferente.

Porque sé que cuando el pueblo americano cree en algo, ocurre.


Si vosotros creéis, entonces podemos decir a los grupos de presión que los
días en que marcaban la pauta en Washington se han terminado.

Si vosotros creéis, entonces podemos dejar de hacer promesas a los


trabajadores de América y empezar a cumplir lo prometido: empleos bien
retribuidos, asistencia sanitaria asequible, pensiones con las que se pueda contar, y
una reducción de impuestos para los trabajadores americanos y no para las
compañías que exportan sus empleos al extranjero.

Si vosotros creéis, podemos ofrecer una educación de primera clase a todos


los niños y pagar mejor a nuestros profesores y hacer que el sueño de la enseñanza
superior sea una realidad para todos los americanos.

Si vosotros creéis, podemos salvar este planeta y terminar con nuestra


dependencia del petróleo extranjero.

Si vosotros creéis, podemos terminar esta guerra, cerrar Guantánamo,


restablecer nuestra reputación, renovar nuestra diplomacia y, una vez más,
respetar la Constitución de Estados Unidos de América.

Ése es el futuro que está a nuestro alcance. En eso consiste la esperanza, eso
que hay dentro de nosotros que insiste en que algo mejor nos está esperando a la
vuelta de la esquina, a pesar de todas las evidencias en sentido contrario. Pero sólo
si estamos dispuestos a trabajar por ello y a luchar por ello. Despojémonos de
nuestros temores y de nuestras dudas y de nuestro cinismo. Jactémonos de la tarea
que tenemos ante nosotros de rehacer este país, calle por calle, distrito por distrito,
comarca por comarca, estado por estado.

Hay un momento en la vida de toda generación en que este espíritu debe


abrirse paso, si se pretende dejar nuestra huella en la historia.

Éste es el momento.

Ésta es nuestra hora.

Y si vosotros estáis conmigo dentro de siete días, si estáis apoyando el


cambio para que nuestros hijos tengan las mismas oportunidades que alguien nos
dio a nosotros; si estáis dispuestos a mantener vivo el sueño americano para
aquellos que aún tienen hambre de oportunidades y sed de justicia; si estáis
dispuestos a dejar de conformaros con lo que los cínicos dicen que debéis aceptar,
y estáis dispuestos a alcanzar lo que sabéis que es posible, entonces ganaremos este
caucus, ganaremos estas elecciones, cambiaremos el curso de la historia, y el
verdadero viaje, reconciliar una nación y reparar el mundo, habrá empezado de
verdad.

Gracias.xi

Lo que hemos aprendido. Prácticas para motivar a los demás a


actuar y dejar una profunda última impresión

Cuando se persigue utilizar la comunicación para transmitir mensajes que


tengan influencia en los oyentes y perduren, hay varias técnicas que han
demostrado su utilidad. Un orador puede mover a los demás a la consecución de
grandes logros mediante el empleo de palabras que tengan eco, incluidas aquellas
que evoquen valores compartidos, valores patrióticos, principios entrañables o
verdades bíblicas. También puede ser importante hablar de modo que se cree una
sensación de ímpetu y urgencia para emprender futuras acciones. Obama ha
actuado así repetidas veces, logrando un gran impacto cuando ha señalado éxitos
que han seguido generando este ímpetu; cuando ha hecho notar que dispone de
unos niveles de apoyo para su campaña cada vez mayores y cuando ha
demostrado a través de los detalles ofrecidos que las «cosas marchan».

Otra mejor práctica para dejar una profunda última impresión es «terminar
con fuerza». Los oradores sobresalientes aumentan la intensidad hasta llegar a un
punto culminante y terminan ahí, dejando a los oyentes estimulados, inspirados,
motivados y centrados en cuestiones clave. Los oradores pueden considerar
también la repetición de estribillos o eslóganes en los minutos previos a la
finalización de sus charlas. Esto contribuye a mantener estos temas e ideas bien
grabados en las mentes de los miembros de la audiencia. Llamar a la acción o
motivar a los oyentes a emprender pequeñas acciones que puedan ayudar a una
causa también puede contribuir a incrementar el impacto motivador de la
comunicación.
i
Barack Obama: Noche electoral de primarias, Raleigh, Carolina del Norte, 6
de mayo de 2008.

ii
Barack Obama: A Call to Serve, Mt. Vernon, Iowa, 5 de diciembre de 2007.

iii
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.

iv
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre
de 2007.

v
Barack Obama: Cena Jeferson-Jackson, Richmond, Virginia, 9 de febrero
de 2008.

vi
Barack Obama: Elecciones primarias de New Hampshire, Nashua, New
Hampshire, 8 de enero de 2008.

vii
Barack Obama: The Great Need of the Hour, Atlanta, Georgia, 20 de enero
de 2008.

viii
Barack Obama. Noche electoral final de primarias, St. Paul, Minnesota 3
de junio de 2008.

ix
Barack Obama: Elecciones primarias de New Hampshire, Nashua, New
Hampshire, 8 de enero de 2008.

x
Barack Obama: Our Moment is Now, Des Moines, Iowa, 27 de diciembre de
2007.

xi
Barack Obama: Anuncio de la candidatura a la presidencia, Springfield,
Illinois, 10 de febrero de 2007.
10

El discurso que hizo historia... otra vez

Este libro se cierra con una mirada a otro discurso histórico: el discurso de
aceptación de Barack Obama del nombramiento a candidato a presidente de la
nación, pronunciado el 28 de agosto de 2008, en la noche final de la Convención
Nacional del Partido Demócrata. Exhibiendo su poder comunicador, Obama
empleó una abundante gama de técnicas retóricas para ofrecer un extraordinario
discurso que destrozó barreras, creó lazos, ganó corazones y mentes, transmitió
una visión, aclaró y subrayó su mensaje, convenció y dejó una profunda última
impresión. Para ello, abordó cuestiones potencialmente incómodas, destacó
aspectos históricos y valores compartidos; utilizó palabras de la Biblia y afirmó
principios entrañables; utilizó las palabras de apreciados iconos americanos;
personalizó su mensaje con referencias a sus propias experiencias; aportó detalles
perfectamente medidos para poder convencer; utilizó imágenes vivas, imágenes en
movimiento y simbolismos; abordó puntos de vista contrarios; potenció con
habilidad técnicas de repetición como la anáfora; y empleó con acierto técnicas
retóricas como la aliteración, la antítesis, el tricolon, el polisíndeton, las preguntas
retóricas y las preguntas no retóricas. ¿Es usted capaz de identificar ahora todas
estas técnicas? Eche un vistazo a lo que sigue a continuación.

Discurso de aceptación 2008

Barack Obama avanza hacia el estrado con una forma de andar confiada y
una brillante sonrisa. Extiende el brazo y saluda a la audiencia presente en Denver,
compuesta por unas 80.000 personas, y a los millones de telespectadores. Camina
con aires de presidente, rezumando autoridad. Aplaude varias veces junto al
público presente, una primera señal de que conecta y se siente cómodo con la
audiencia. Se dirige al atril y se sitúa frente al mismo con actitud de dominio, los
pies firmes en el suelo y los hombros erguidos y rectos. Lleva un traje oscuro serio
y su corbata a rayas azules y rojas envía un sutil pero significativo mensaje de
unidad que se subraya con una insignia de la bandera americana en la solapa de su
chaqueta.

El entorno físico cuyo objetivo es proyectarle como líder refuerza su imagen


y lenguaje corporal. Numerosas banderas americanas flanquean el podio tras él. El
propio escenario—adornado con grandes columnas—evoca el Lincoln Memorial
de Washington, el escenario del discurso de Martin Luther King en 1963, «Tengo
un sueño» («I Have a Dream»). Obama permanece de pie delante del formal atril
de madera mientras los aplausos suenan durante algún tiempo y sonríe sin
despegar los labios. Su expresión es de humildad y no complacencia, una imagen
de gratitud y seriedad de intenciones. Después de un largo rato, los aplausos
comienzan a amainar. Obama respira hondo y el timbre de su voz resuena cuando
empieza su histórico discurso de aceptación del nombramiento a candidato a la
presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata:

¡Gracias! [Los aplausos prosiguen.]

Gracias a todos. [Más aplausos.]

Al presidente del Comité Nacional del Partido Demócrata y gran amigo Dick
Durbin y a todos mis conciudadanos de este gran país: con profunda gratitud
[énfasis] y gran humildad [énfasis], acepto vuestra designación a la presidencia de
Estados Unidos. [Aumenta el volumen de su voz. Las palabras electrizan a los oyentes. La
audiencia aplaude y agita banderas americanas.]

Quiero expresar mi agradecimiento a la histórica lista de candidatos que me


han acompañado en este viaje [su tono de voz está lleno de gratitud] y, en especial, al
que ha viajado más lejos, una defensora [énfasis] de los americanos de la clase
trabajadora y una inspiración [énfasis] para mis hijas y las vuestras, Hillary Rodham
Clinton. [Junta los dedos para recalcar la importancia de Clinton. La audiencia hace sonar
los aplausos.]

Doy las gracias al presidente Clinton, al presidente Bill Clinton, que anoche
defendió el cambio como sólo él puede hacerlo. [Mueve abiertamente las manos para
indicar que sus palabras son sinceras. Aplausos]; a Ted Kennedy que personifica el
espíritu de servicio [aplausos]; y al próximo vicepresidente de Estados Unidos
[ligera pausa], Joe Biden. Os doy las gracias. [Aplausos entusiastas.]

Agradezco [énfasis] concluir este viaje con uno de los mejores estadistas de
nuestro tiempo, alguien que se encuentra cómodo con todo el mundo [mueve
ampliamente las manos], desde líderes mundiales hasta los conductores del tren
Amtrak que sigue tomando todas las noches para volver a casa.

Al amor de mi vida [sus ojos brillan por la emoción], nuestra próxima primera
dama, Michelle Obama [pausa para los aplausos; Obama exhibe una brillante sonrisa], y
a Malia y Sasha, os quiero muchísimo [énfasis], y estoy muy orgulloso [énfasis] de
vosotras. [Su tono de voz está lleno de adoración. Aplausos.]

Hace cuatro años [alarga las palabras] me presenté ante vosotros y os conté mi
historia, la de la breve unión de un joven de Kenia con una joven de Kansas que no
eran acomodados ni conocidos, pero que compartían la convicción de que en
Estados Unidos su hijo podría lograr lo que se propusiera. [Junta los dedos; su tono de
voz es de nostalgia.]

Esta promesa [arrastra la «s», atrayendo un poco más de atención hacia la palabra
promesa] ha diferenciado siempre a este país [mueve abiertamente las manos,
subrayando la grandeza de este país]: que mediante el esfuerzo y el sacrificio todos
[pronuncia cada palabra con sumo cuidado] podemos ir en pos de nuestros sueños
individuales pero seguiremos unidos [mueve ambas manos al unísono] como una
gran familia americana para asegurar [énfasis; señala con el dedo índice] que la
siguiente generación puede ir también en pos de esos sueños.

Ésa es la razón de que yo esté aquí esta noche. Porque durante doscientos
treinta y dos años [mueve ampliamente las manos para dar a entender la magnitud de
tiempo y subraya cada palabra: dos-cientos-treinta-y-dos] cada vez que esta promesa ha
estado en peligro [apunta al aire con el dedo, recalcando la palabra] hombres y mujeres
corrientes—estudiantes y soldados, agricultores y maestros, enfermeras y conserjes
[su voz sube y baja, para dar a entender la cantidad de gente involucrada]—han
encontrado el valor para mantenerla viva.

Nos encontramos en uno de estos momentos decisivos [junta los dedos y recalca
las palabras, su tono es de añoranza], un momento en que nuestro país está en guerra,
nuestra economía está sumida en la confusión, y la promesa americana ha sido
amenazada de nuevo.

Esta noche [baja la voz, añadiendo énfasis], hay más americanos sin trabajo, y
más americanos trabajando más duro por menos dinero. Muchos sois los que
habéis perdido vuestros hogares e incluso más los que veis caer en picado el valor
de vuestras casas. Muchos sois los que tenéis coches que luego no podéis conducir;
facturas que no podéis pagar y matrículas escolares que están más allá de vuestras
posibilidades. [Mueve ampliamente las manos.]

No todas esas dificultades son producto del gobierno. Pero el fracaso a la


hora de reaccionar [mueve su dedo índice como si estuviera regañando a alguien] es un
resultado directo de unas políticas ruinosas de Washington y de unas decisiones
erróneas de George W. Bush. [Apunta de nuevo al aire con el dedo; aumenta el volumen
de su voz. Aplausos.]

¡América! [Resuena un desafío por encima de su tono de voz cuando pronuncia la


palabra ¡América! prácticamente cantando.] Somos mejores que estos últimos ocho
años. Somos un país mejor que todo esto. [Resuena un reto en su tono de voz.
Aplausos.]

Este país es más decente [énfasis] que aquel en que una mujer de Ohio a punto
de jubilarse y después de toda una vida de esforzado trabajo se encuentra en una
situación desastrosa a causa de una enfermedad. [Señala con su dedo índice.]

Somos un país mejor [mueve ampliamente las manos] que aquel en que un
hombre de Indiana tiene que empaquetar las máquinas con las que ha trabajado
durante veinte años y ver como se las llevan a China [deja caer la mano al costado con
desdén], y luego se le quiebra la voz cuando explica lo fracasado que se sintió
cuando volvió a su casa y tuvo que contar la noticia a su familia. [Baja el tono de
voz, comunicando desaprobación.]

Nosotros tenemos más compasión que un gobierno que permite que sus
veteranos de guerra duerman en las calles y sus familias se hundan en la pobreza...
[aplausos] ... que permanece de brazos cruzados mientras una importante ciudad
del país se sumerge bajo el agua ante nuestros ojos. [El público aplaude esta referencia
desaprobatoria a la crisis sufrida por la ciudad de Nueva Orleans.]

Esta noche [énfasis], digo al pueblo americano, a demócratas y republicanos e


independientes [su tono de voz sube al máximo y luego desciende para hacer hincapié en
las diversas opciones políticas] de esta gran tierra: ¡Basta! [Su volumen de voz al
pronunciar esta última palabra es enorme. Pausa dramática.] Este momento [énfasis;
aplausos] este momento [breve pausa; aplausos], estas elecciones [énfasis] son nuestra
oportunidad [énfasis] de mantener viva, en el siglo XXI [apunta al aire con el dedo
índice], la promesa americana. [Junta los dedos para subrayar la importancia de lo que
dice.]

Porque la próxima semana, en Minnesota, el mismo partido que os ha


proporcionado los dos mandatos de George Bush y Dick Cheney le pedirá a este
país un tercer mandato. [El público abuchea.]

Y nosotros estamos aquí [mueve ambas manos en dirección hacia sí] nosotros
estamos aquí porque amamos a este país demasiado [énfasis] para permitir que los
próximos cuatro años se parezcan a los últimos ocho. [Desliza suavemente su voz
hacia arriba y hacia abajo para recalcar las palabras, provocando una fuerte reacción de
apoyo del público. Aplausos.]
El 4 de noviembre tenemos que ponernos de pie y decir: ¡Con ocho, basta!
[Aplausos. Exhibe una sonrisa brillante y segura y deja escapar una risa sofocada. Las
ovaciones continúan.]

Que no quepa ninguna duda que será ahora, ahora. El candidato


republicano, John McCain, ha llevado el uniforme de nuestro país con valor y
distinción [su tono de voz es respetuoso y lleno de gratitud], y por ello le debemos
nuestra gratitud y nuestro respeto. [Asiente con la cabeza para reforzar más este punto.
Aplausos.]

Y la próxima semana [señala con el dedo índice], también oiremos hablar de


todas las ocasiones en que rompió con su partido como evidencia de que puede
ofrecer el cambio que necesitamos. Pero los hechos son claros: John McCain ha
votado con George Bush el noventa por ciento [junta los dedos] de las veces. Al
senador McCain le gusta hablar de criterio, pero realmente [su tono de voz aumenta;
sacude su dedo índice en el aire, expresando desaprobación], ¿qué os dice vuestro criterio
cuando pensáis que George Bush ha tenido razón más del noventa por ciento de
las veces? [Su tono de voz es de burla. Aplausos.] No sé vosotros, pero yo no estoy
dispuesto a apostar por un diez por ciento de posibilidades de cambio. [Junta sus
dedos. Aplausos.]

Lo cierto es [agita el dedo índice en el aire] que, una vez tras otra, en cuestiones
de gran importancia para nuestras vidas—en asistencia sanitaria, en educación y
en economía [mueve abiertamente sus manos, indicando la amplitud e importancia de los
temas]—el senador McCain ha sido cualquier cosa menos [énfasis] independiente.

Dijo que nuestra economía ha hecho grandes progresos bajo este presidente.
Dijo [estira la palabra, añadiendo énfasis] que los fundamentos de la economía son
sólidos. Y cuando uno de sus principales asesores—el hombre que redactó su plan
económico—habló de la angustia que sienten los americanos, él dijo que sólo
padecíamos una recesión mental [articula cada palabra, mostrando desaprobación con su
tono de voz] y que nos habíamos convertido—y cito literalmente [eleva el dedo índice]
—en «un país de quejicas» [La audiencia prorrumpe en abucheos.]

¿Un país de quejicas? Que se lo digan a los orgullosos trabajadores de una


fábrica de piezas de automóvil de Michigan que, tras saber que iba a ser cerrada,
siguieron apareciendo todos los días y esforzándose como siempre, porque sabían
[apunta con su dedo índice] que había personas que dependían de los frenos que ellos
producían. [Su tono de voz es de indignación.] Que se lo digan a las familias de los
soldados que se echan la carga al hombro en silencio [su tono de voz baja] cuando
observan que sus seres queridos parten para su tercer, cuarto o quinto turno de
servicio. No son quejicas. [Énfasis.] Trabajan mucho, y [énfasis] contribuyen, y [énfasis]
siguen adelante sin quejarse. Éstos [énfasis] son los americanos que conozco.
[Aplausos.]

No creo que al senador McCain no le preocupe lo que ocurre en la vida de


los americanos. Sólo pienso que no lo sabe. [Acelera la cadencia de su voz, como si
estuviera contando un chiste. Resuenan las risas del público.]

¿Por qué otra razón, si no, definiría como de clase media a alguien que gana
menos de cinco millones de dólares al año? [Agita en el aire el dedo índice.] ¿De qué
otro modo podría proponer centenares de miles de millones de dólares [ligera risita
burlona] en amnistías fiscales para las grandes empresas y las compañías
petrolíferas, pero ni un solo centavo [subraya cada una de las palabras] de deducción
fiscal para más de 100 millones de americanos? [Señala con el dedo de forma acusadora;
énfasis.] ¿De qué otro modo podría ofrecer un plan de asistencia sanitaria que en
realidad grava [junta los dedos] los beneficios de las personas, o un plan de
educación que no hará nada [mueve ampliamente las manos, subrayando la palabra
«nada»] para ayudar a las familias a pagar la enseñanza superior, o un plan
[aumenta la cadencia de su voz, dando la sensación de que la lista podría ampliarse
indefinidamente] que privatizará la Seguridad Social y jugará con vuestra jubilación?
[La audiencia prorrumpe en abucheos.]

No es que a John McCain no le importe [la tonalidad de su voz baja]; es que


John McCain no se entera [Aplausos.]

Durante más de dos décadas ha suscrito esa vieja y desacreditada filosofía


republicana: dar cada vez más a quienes más tienen [la inflexión de su voz se eleva,
poniendo énfasis en este punto] y esperar que la prosperidad se extienda
gradualmente a todos. [Baja el tono de voz en señal de desaprobación.]

A eso lo llaman en Washington «sociedad de propietarios», [junta los dedos]


pero lo que de verdad significa es que estás solo. [Su dedo apunta al aire; como si
estuviera haciendo una advertencia. La audiencia ríe.] ¿En paro? Mala suerte. [Taladra las
palabras y agita una mano en señal de desdén, burlándose de lo que dice.] Estás solo. [Su
tono es de burla.] ¿Sin asistencia sanitaria? El mercado lo arreglará. [Agita una mano
de forma despectiva.] Eres independiente. ¿Nacido en la pobreza? Sal adelante por
tus propios medios, aunque no los tengas. Estás solo. [Pronuncia cada palabra con
cuidado. Arranca del público una fuerte reacción de desaprobación a la idea.]
Bien [alarga la palabra], es hora de que reconozcan su fracaso. [Su tono de voz
es duro y de censura; apunta al aire con un dedo.] Ha llegado el momento de que
cambiemos América. [Apunta al aire con un dedo con determinación.] Y ésa es la razón
de que me presente a la presidencia de Estados Unidos. [Su tono de voz es firme.
Aplausos entusiastas.]

Vosotros sabéis [alarga las palabras] que nosotros, los demócratas, medimos
de forma muy diferente lo que constituye el progreso [junta los dedos] en este país.
Nosotros medimos el progreso por el número de personas que pueden encontrar
un trabajo que les permita pagar la hipoteca [su tono de vez expresa sentido de
justicia]; por el hecho de que puedas tener ahorrado un poco de dinero [junta los
dedos para subrayar este punto] a final de mes para que algún día puedas ver como tu
hijo obtiene un título universitario. Medimos el progreso a través de los veintitrés
millones de puestos de trabajo que se crearon cuando Bill Clinton [se acerca un poco
más al micrófono y señala con el dedo índice para remarcar este punto] fue presidente…
[aplausos] ... cuando la familia americana media vio que sus ingresos subían hasta
los 7.500 dólares [mueve la mano hacia arriba] en lugar de verlos bajar hasta los 2.000
dólares [mueve la otra mano hacia abajo], como ha ocurrido bajo el mandato de
George Bush. [Aplausos.]

No medimos la fortaleza de nuestra economía por el número de


multimillonarios que tenemos o por los beneficios de las empresas de la lista
Fortune 500, sino por el hecho de que alguien que tenga una buena idea pueda
arriesgarse y emprender un nuevo negocio o por el hecho de que la camarera que
vive de las propinas [apunta con el dedo índice] pueda tomarse un día libre para
cuidar de su hijo enfermo sin perder el empleo; una economía que honre la
dignidad del trabajo.

Los fundamentos [su mano hace un gesto para expresar que «los fundamentos»
son valiosos] que utilizamos para medir la fortaleza económica son si estamos a la
altura de la promesa esencial que ha hecho grande a este país, una promesa que
constituye la única razón de que yo esté aquí esta noche. [Mueve la mano con
suavidad hacia su pecho.]

Porque en las caras de los jóvenes veteranos que vuelven de Irak y


Afganistán veo a mi abuelo, que se alistó después de Pearl Harbor, marchó con el
ejército de Patton, y fue recompensado por un país agradecido con la oportunidad
de ir a la universidad gracias a la Ley del Soldado.

En la cara de esa joven estudiante que duerme tan sólo tres horas antes de
entrar a trabajar en el turno de noche, pienso en mi madre que nos crió a mi
hermana y a mí mientras trabajaba y estudiaba para obtener un título; que una vez
recurrió a los cupones de la asistencia pública para alimentarnos, pero que, a pesar
de todo, fue capaz de enviarnos a las mejores universidades del país con la ayuda de
préstamos y becas para estudiantes. [Aplausos.]

Cuando otro trabajador me cuenta que su fábrica ha cerrado, recuerdo a


todos estos hombres y mujeres del South Side de Chicago a los que apoyé [énfasis] y
para los que luché [énfasis] hace dos décadas, después de que cerrara la planta
siderúrgica local.

Y cuando oigo a otra mujer hablar de las dificultades de arrancar su propio


negocio o de abrirse camino en la vida, pienso en mi abuela, que se abrió camino
desde el equipo de secretarias hasta llegar a ser un mando medio, a pesar de los
años en que no la tuvieron en cuenta para los ascensos por el hecho de ser mujer.

Ella es la que me enseñó lo que es trabajar duro. [Junta los dedos, subrayando
este punto.] Ella es la que pospuso la compra de un coche nuevo o un vestido nuevo
para que yo pudiera tener una vida mejor. [Pone las dos manos sobre el pecho,
recalcando el carácter preciado del sacrificio de su abuela.] Me dio todo lo que tenía. Y,
aunque ya no puede viajar, sé que me está viendo esta noche y que esta noche es
también su noche. [Énfasis. Aplausos entusiastas.]

Bien [alarga la palabra], no sé qué clase de vida piensa John McCain que
llevan los famosos [su tono es de burla cuando hace alusión a las afirmaciones de McCain
de que él es una celebridad], pero ésta ha sido la mía. [Aplausos.]

Éstos [énfasis] son mis héroes; sus [énfasis] historias han moldeado mi vida. Y,
es en su nombre, que pretendo ganar estas elecciones y mantener viva nuestra
promesa como presidente de Estados Unidos. [Amplifica sus palabras; su tono de voz
es de determinación. Aplausos.]

¿Cuál es esa promesa americana? [Pausa para lograr impacto.] Es una promesa
que dice que cada uno de nosotros es libre de hacer con su vida lo que quiera, pero
también que tenemos la obligación de tratarnos mutuamente con dignidad [ligera
pausa] y respeto.

Es una promesa que dice que el mercado debería recompensar el dinamismo


y la innovación y generar crecimiento, [su ritmo se acelera, recalcando le importancia de lo
que dice], pero esas empresas deberían estar a la altura de sus responsabilidades de
crear empleos, cuidar de los trabajadores, y jugar según las reglas del juego.
[Mueve las manos para recalcar lo que dice.]

La nuestra [alarga la palabra, añadiendo énfasis] es una promesa que dice que el
gobierno no puede solucionar todos nuestros problemas [baja su tono de voz], pero
que debería hacer [énfasis] lo que nosotros no podemos hacer por nuestra cuenta
[mueve ambas manos hacia sí]: protegernos del peligro [alza la palma de la mano
verticalmente, indicando señal de alto] y proporcionar a todos los niños una educación
decente [mueve las manos abiertamente, para dar a entender la importancia de lo que dice];
mantener nuestra agua limpia y nuestros juguetes seguros; invertir en nuevas
escuelas y en nuevas carreteras y en ciencia y en tecnología.

Nuestro gobierno debería trabajar para nosotros [hace hincapié en las palabras],
no contra nosotros. [Su tono de voz sube y baja, añadiendo énfasis.] Debería ayudarnos,
[hace hincapié en las palabras], no perjudicarnos. [Su tono de voz sube y baja.] Debería
asegurar oportunidades, no sólo para aquéllos que tienen más dinero e influencia,
sino para todo americano dispuesto a trabajar. [Aumenta el ritmo; recalcando lo que
dice.]

Ésa es la promesa de América; la idea de que somos responsables de


nosotros mismos, pero que también ascendemos o descendemos como una sola
nación; la creencia fundamental de que soy el guardián de mi hermano, soy el
guardián de mi hermana. [Mueve la mano como si cortara el aire con resolución y
rapidez, para dar entender la justicia de sus principios.]

Ésa es la promesa que tenemos que mantener. [Señala con el dedo índice.] Ése
es el cambio que necesitamos ya. [Señala con el dedo índice de la otra mano. Aplausos.]

Por eso quiero explicar exactamente qué significará este cambio [junta los
dedos, como si abordara una crítica] si soy presidente. [Aplausos.]

El cambio significa un código fiscal que no premie a los grupos de presión


que lo han redactado, sino a los trabajadores y a las pequeñas empresas americanas
que lo merezcan. [Mueve una mano hacia el público. Aplausos.] A diferencia de John
McCain, dejaré de [énfasis] conceder reducciones fiscales a las empresas que
trasladan puestos de trabajo al extranjero y empezaré a concederlas a las empresas
que creen buenos empleos aquí, en América. [Apunta al aire con su dedo índice.
Aplausos.]

Eliminaré los impuestos sobre las ganancias del capital para las pequeñas
empresas y start-ups que creen los empleos de altos salarios y alta tecnología del
mañana. [Ahueca la mano en forma de C, como si colocara las palabras en el aire.
Aplausos.] Escuchad ahora [apunta al aire con el dedo]: rebajaré los impuestos [pausa]
—rebajaré los impuestos [énfasis]—al 95 por ciento [golpea con el dedo índice] de todas
[énfasis] las familias trabajadoras, porque en un economía como ésta [se inclina hacia
el micrófono, acentuando este punto], lo último que debemos hacer es aumentar los
impuestos a la clase media. [Aumenta el volumen de voz. Aplausos.]

Y, por el bien de nuestra economía, nuestra seguridad y el futuro del


planeta, estableceré un objetivo claro [mueve la mano como si quisiera cortar el aire]
como presidente: en diez años [señala con el dedo índice] pondremos [señala con el
dedo índice de la otra mano] fin a nuestra dependencia del petróleo de Oriente Medio.
[Aplausos entusiastas.]

Lo haremos. Washington... Washington lleva hablando de nuestra adicción


al petróleo desde hace treinta años. Y, por cierto, John McCain ha estado allí
veintiséis de ellos. [Su tono es de burla. Suenan risas entre el público.] Y, en este tiempo
ha dicho no [énfasis; ligera pausa] a normas de mayor eficiencia en el consumo de
combustible de los coches, ha dicho no [énfasis] a inversiones en energías
renovables, ha dicho no a combustibles renovables. Y hoy importamos el triple de
petróleo que el día en que el senador McCain tomó posesión de su cargo.

Ahora [alarga la palabra] es el momento de poner fin [énfasis] a esta adicción y


de comprender que las perforaciones son una medida para detener la brecha pero
no son, ni por asomo, una solución a largo plazo. [Mueve la palma de la mano hacia
abajo en posición horizontal como si cortara el aire.] Como presidente [mueve una mano
hacia la audiencia, rezumando sinceridad], como presidente, explotaré nuestras
reservas de gas natural [mueve ampliamente las manos, para transmitir la importancia
de lo que dice], invertiré en tecnología del carbón limpia, y encontraré medios de
utilizar la energía nuclear de forma segura. Ayudaré a nuestras compañías de
automóviles a reconvertirse, para que los coches de consumo eficiente de
combustible del futuro se construyan aquí [repiquetea con el dedo índice, como si
señalase el mismo suelo sobre el que se encuentra], en América. [Aplausos.]

Haré que sea más fácil para los americanos poder comprarse esos nuevos
coches. [Apunta al aire con el dedo índice.] E invertiré 150.000 millones de dólares a lo
largo de la próxima década en fuentes de energía asequibles y renovables: energía
eólica y energía solar y la próxima generación de biocombustibles; una inversión
que dará lugar a nuevas industrias y a cinco millones [énfasis] de puestos de trabajo
bien pagados que no puedan deslocalizarse. [Varía su inflexión de voz. Pausa
dramática. Aplausos.]

América [alarga la palabra], no es ahora el momento para planes tímidos. Ahora


[énfasis] es el momento [apunta al aire con el dedo índice] de que nos enfrentemos por
fin a nuestra obligación moral [pronuncia las palabras con cuidado] de proporcionar a
todos los niños una educación de primera clase [mueve abiertamente las manos],
porque eso será lo mínimo imprescindible para competir en el marco de la
economía global. [Señala con el dedo índice.] Michelle y yo estamos aquí esta noche
porque tuvimos la oportunidad de acceder a una formación. Y no me conformaré
con una América donde algunos niños no dispongan de esta oportunidad. [Su tono
de voz es duro. Aplausos.]

Invertiré en enseñanza primaria [mueve sus manos ampliamente]. Reclutaré un


ejército de nuevos maestros [extiende su brazo al costado, como si tratara de tirar de
algo que está lejos], y les pagaré [énfasis] salarios más altos, y les daré [énfasis] más
apoyo. [Mueve las manos abiertamente, para dar a entender la importancia de lo que dice.]
Y, a cambio, les pediré mejores resultados y más responsabilidad. Y mantendremos
nuestra promesa con todos los jóvenes americanos: si os comprometéis a servir a
vuestra comunidad o a vuestro país, os garantizaremos que podréis permitiros una
formación universitaria. [Varía el volumen e inflexión de voz para acentuar las palabras
clave. Aplausos.]

Ahora… [breve pausa] ahora es el momento de cumplir por fin la promesa de


una asistencia sanitaria razonable y asequible para todos [énfasis] los americanos sin
excepción. [Aplausos.]

Si tenéis asistencia sanitaria, mi plan es rebajar las primas. Si no la tenéis


[énfasis], podréis acceder al mismo tipo de cobertura que los congresistas se ofrecen
a sí mismos. [Aplausos.]

Y… [alarga la palabra] y como alguien que vio a su madre discutir con las
compañías de seguros mientras yacía en cama [breve pausa] muriéndose de cáncer,
garantizaré que esas compañías dejen de discriminar a quienes están enfermos y
más necesitan los cuidados. [Aumenta el volumen de voz. Su tono es de indignación.
Aplausos.]

Ahora [alarga la palabra] es el momento de ayudar a las familias con bajas por
enfermedad pagadas y mejorar las bajas familiares, porque nadie en América
[mueve las manos como si cortara el aire] debería tener que elegir entre conservar el
empleo y cuidar a un hijo o un pariente enfermo.
Ahora [énfasis] es el momento de cambiar nuestra legislación de quiebras,
para que vuestras gratificaciones estén protegidas, con preferencia a las que
reciben los CEO de las compañías; y es el momento de proteger la Seguridad Social
para las generaciones futuras.

Y ahora [énfasis] es el momento de cumplir la promesa de un mismo salario


[aumenta el volumen de su voz] para un mismo trabajo [golpea un dedo índice en el aire;
énfasis], porque quiero que mis hijas tengan exactamente las mismas oportunidades
que vuestros hijos varones. [Golpea de nuevo con su dedo índice y promueve aplausos
entusiastas.]

Muchos de estos planes costarán dinero, razón por la que he detallado cómo
pagaré hasta el último centavo: cerrando los resquicios legales que utilizan las
corporaciones y acabando con los paraísos fiscales que no ayudan a América a
crecer. Pero también repasaré el presupuesto federal, partida por partida [taladra las
palabras], y eliminaré los programas que ya no funcionen y haré que funcionen mejor
[énfasis] y cuesten menos [énfasis] los que sí necesitamos, porque no podemos
enfrentarnos a los retos del siglo XXI con una burocracia del siglo XX. [Aplausos.]

Y, demócratas, demócratas, hemos de admitir también que el cumplimiento


de la promesa de América exigirá algo más que dinero. Exigirá de cada uno de
nosotros un sentido renovado de responsabilidad [suaviza su tono de voz,
pronunciando solemnemente las palabras y uniendo las puntas de los dedos] para
recuperar lo que John F. Kennedy llamó nuestra fortaleza intelectual y moral.

Sí, el gobierno debe liderar la independencia energética, pero cada uno de


nosotros [hace hincapié en cada palabra] debemos cumplir nuestra parte para que
nuestros hogares y nuestras empresas sean más eficientes. [Aplausos.]

Sí [énfasis], debemos proporcionar más escaleras [mueve sus manos


ampliamente] para que puedan triunfar los jóvenes que hoy caen en manos de la
delincuencia y la desesperación. Pero tenemos que admitir también que los
programas, por sí solos, no pueden sustituir a los padres [su tono de voz es
categórico], que el gobierno no puede apagar la televisión y lograr que un niño haga
los deberes [mueve una mano hacia abajo], que los padres tienen que asumir más
responsabilidades [alarga una mano hacia el público, para subrayar la importancia de lo
que dice], a la hora de proporcionar el amor y la guía que necesitan sus hijos.
[Aumenta el volumen de la voz y deja que las palabras persistan.]

Responsabilidad individual [junta los dedos de una mano] y responsabilidad


mutua [junta los dedos de la otra mano, recalcando la importancia de ambas
responsabilidades], ésa es la esencia [énfasis] de la promesa de América. Y, del mismo
modo que cumplimos nuestra promesa con la próxima generación aquí, en nuestro
país, también tenemos que cumplir la promesa de América en el exterior. [Apunta
al aire con el dedo índice.]

Si John McCain quiere celebrar un debate sobre quién tiene la disposición y el


criterio [énfasis] para servir a este país en calidad de próximo comandante en jefe,
estoy preparado para este debate. [Bajo sus palabras late un reto importante y directo;
su tono de voz es firme y provoca aplausos entusiastas.]

[Extiende su mano en señal de alto, poniendo énfasis en la gravedad de las palabras


que vienen a continuación.] Porque, mientras el senador McCain dirigía sus miradas
a Irak [alarga los brazos y mueve las manos, para indicar «lejanía»] a los pocos días del
11-S, yo me alcé y me opuse a esta guerra, sabiendo que nos desviaría de las
verdaderas amenazas a las que nos enfrentamos. [Señala con el dedo, como si
estuviera regañando a alguien.]

Cuando John McCain dijo que podíamos «arreglárnoslas» [mueve las manos,
realzando las palabras] en Afganistán, yo pedí más recursos y más tropas para
terminar la lucha contra los terroristas que verdaderamente nos habían atacado el
11-S y dejé claro que debíamos eliminar [apunta el dedo hacia la audiencia, con
determinación] a Osama bin Laden y a sus lugartenientes si los teníamos a nuestro
alcance. Sabéis que a John McCain le gusta decir que seguirá a Bin Laden hasta las
puertas del infierno, pero, en cambio ni siquiera le seguirá hasta la cueva donde vive.
[Matiza su tono de voz con desaprobación. Aplausos.]

Y hoy, hoy, cuando mi demanda de unos plazos para retirar a nuestras


tropas de Irak ha sido escuchada por el gobierno iraquí e incluso [énfasis] por la
administración Bush, incluso después de saber que Irak tiene 79.000 millones de
dólares [énfasis] de superávit mientras nosotros nos revolcamos en el déficit, John
McCain se queda solo en su obstinada [énfasis] negativa a poner fin a una guerra
equivocada.

No es ése el criterio que necesitamos [su tono es de indignación]; no es el


criterio que hará de América un país seguro. Necesitamos un presidente que se
pueda enfrentar a las amenazas del futuro [el tono de voz sube] y que no siga
aferrándose [énfasis] a las ideas del pasado. [Baja el tono de voz y extiende un brazo
con la palma de la mano hacia abajo, para indicar desaprobación. Aplausos.]
Ocupando Irak no se derrota a una red de terroristas que opera en 80 países.
[La audiencia ríe.] No se protege a Israel ni se disuade a Irán con discursos
contundentes pronunciados en Washington. [El público vitorea.] No se puede
defender de verdad a Georgia cuando se han creado tensiones con nuestras
alianzas más antiguas.

Si John McCain quiere seguir a George Bush con más palabras duras y una
mala estrategia, es su elección [mueve ambas manos hacia la izquierda, como si quisiera
indicar que la opción de McCain está muy lejos de la suya], pero ése no es el cambio que
América necesita. [Junta los dedos. Aplausos.]

Nosotros somos el partido de Roosevelt. [Mueve ambas manos hacia el pecho y


aumenta el volumen de voz.] Nosotros somos el partido de Kennedy. Así que no me
digan [aumenta aún más el volumen de su voz, transmitiendo indignación] que los
demócratas no defenderán este país. Que no me digan [volumen de voz muy alto] que
los demócratas no nos mantendrán a salvo. [Su tono de voz es de burla ante la idea de
que los demócratas son débiles.]

La política exterior de Bush-McCain ha dilapidado [énfasis] el legado que


generaciones de americanos, demócratas y [énfasis] republicanos han construido, y
nosotros estamos aquí para restablecer este legado. [Mueve la mano como si cortara el
aire de forma resuelta. Aplausos.]

Como comandante en jefe [su rostro expresa dureza], nunca vacilaré a la hora
de defender este país, pero sólo enviaré nuestras tropas a una senda peligrosa con
una misión clara y con el compromiso sagrado de proporcionarles el equipo que
necesitan para combatir y los cuidados y las prestaciones que merecen cuando
vuelvan a casa. [Su tono es resuelto. Aplausos.]

Pondré fin a esta guerra en Irak de forma responsable y acabaré la lucha


contra Al Qaeda y los talibanes en Afganistán. Reconstruiré [apunta con el dedo
índice de una mano hacia el público] nuestro ejército para enfrentarnos a futuros
conflictos, pero también renovaré la diplomacia directa y exigente [apunta con el
dedo índice de la otra mano hacia la audiencia] que puede impedir que Irán obtenga
armas nucleares y que puede poner freno a la agresión de Rusia.

Construiré nuevas alianzas [mueve las manos abiertamente, para indicar la


importancia de lo que dice] para derrotar a las amenazas del siglo XXI: terrorismo y
proliferación de armas nucleares, pobreza y genocidio, cambio climático y
enfermedades.
Y restableceré [énfasis] nuestro estatus moral, para que América [hace ademán
de cortar el aire con la mano] sea de nuevo la última y mejor esperanza [énfasis] para
todos [extiende el brazo con la palma de la mano hacia abajo, para subrayar la palabra] los
llamados a la causa de la libertad, que anhelan [énfasis] una vida de paz y que
ansían [énfasis] un futuro mejor. [Aumenta gradualmente el volumen de su voz para
conseguir un mayor efecto y provoca enormes aplausos. La audiencia empieza a corear
«¡USA! ¡USA!».]

Éstas [énfasis] son las políticas que voy a perseguir. Y en las próximas
semanas, espero poder debatirlas con John McCain. [Su tono de voz es de
determinación.]

Pero [pausa] lo que no haré será afirmar que el senador adopta unas posturas
por motivos electorales [su tono de voz es de justicia moral], porque una de las cosas
que tenemos que cambiar en nuestra política es la idea de que las personas no
pueden disentir sin cuestionar el carácter y el patriotismo del adversario.
[Aplausos.]

Los tiempos son demasiado serios [pausa] y hay demasiado en juego para
seguir con esta misma estrategia partidista. Así que convengamos que el
patriotismo no tiene partido. Yo amo a este país [se pone una mano sobre el pecho], y
también vosotros [apunta con un dedo hacia la audiencia], y también John McCain.
[Apunta con el dedo índice de nuevo, para indicar que se refiere a McCain.]

Los hombres y mujeres que sirven en nuestros campos de batalla pueden ser
demócratas y republicanos e independientes, pero han combatido juntos, y han
derramado juntos su sangre y algunos han muerto juntos bajo la misma orgullosa
bandera. No han servido a una América roja [énfasis] ni a una América azul
[énfasis]; han servido a Estados Unidos de América [da un golpe con el dedo al atril de
modo enérgico y pronuncia cada palabra: Estados U-ni-dos-de-A-mé-ri-ca. La audiencia
prorrumpe en estruendosos aplausos y corea «¡USA! ¡USA!» Por todo el estadio, el público
hace ondear banderas.]

[Mueve la palma en posición vertical en señal de alto.] Así que tengo algo que
decirle a McCain [la expresión de su rostro es de dureza; aumenta el volumen de su voz,
dejando claro su desafío]: Todos [énfasis] ponemos a nuestro país por delante de lo
demás. [Hace ademán de cortar el aire con la mano. Pausa dramática. Aplausos.]

América, nuestra tarea no será fácil. Los retos a los que nos enfrentamos
exigen decisiones difíciles, y demócratas y republicanos tendrán que deshacerse de
ideas gastadas [mueve una mano como si estuviera apartando las ideas anticuadas] y de
políticas del pasado. Porque, parte de lo perdido en estos últimos ocho años no
puede medirse sólo en términos de salarios desaparecidos o de mayores déficits
comerciales. Lo que también se ha perdido es nuestro sentido del propósito común
[suaviza el tono de voz, dando seriedad a las palabras], y eso es [énfasis] lo que tenemos
que restaurar.

Podemos no estar de acuerdo sobre el aborto, pero sin duda podemos estarlo
en reducir el número de embarazos no deseados en este país. [Acelera el ritmo para
recalcar este punto. Aplausos.]

La realidad de la posesión de armas puede ser diferente para los cazadores


del Ohio rural de la de aquellos que están acosados por la violencia de las bandas
de Cleveland, pero [énfasis] que no me digan que no podemos apoyar la Segunda
Enmienda y, al mismo tiempo, impedir que los AK-47 estén en manos de
delincuentes. [Su tono de voz ridiculiza cualquier idea de que esto no pueda hacerse y
promueve aplausos.]

Sé que hay diferencias sobre los matrimonios entre personas del mismo
sexo, pero sin duda [énfasis] podemos estar de acuerdo en que nuestros hermanos
gays y nuestras hermanas lesbianas tienen todo el derecho a visitar en el hospital a
la persona que aman y a vivir una vida sin discriminación. [Aplausos.]

En torno a la inmigración se desatan pasiones, pero yo no sé de nadie que


salga beneficiado cuando una madre es separada de su hijo pequeño [mueve las
manos separadas del cuerpo] o un empresario rebaja los salarios americanos
contratando trabajadores ilegales.

Pero, esto también es parte de la promesa de América [se toca las manos
suavemente, recalcando lo valioso de la promesa], la promesa de una democracia donde
podamos encontrar la fortaleza [ligera pausa] y la gracia [su voz se rezaga en la c,
subrayando la palabra «gracia»] que supere las divisiones y nos una en un esfuerzo
común.

Sé que hay quienes desprecian estas convicciones y las consideran


simplemente palabras bonitas. Afirman que nuestra insistencia en algo más grande
[ligera pausa], algo más firme y más honrado en la vida pública es sólo un caballo de
Troya para impuestos más elevados y para el abandono de los valores
tradicionales. Y eso es de esperar, porque si no se tienen ideas frescas, entonces se
usan tácticas marchitas para asustar a los votantes. [Señala con un dedo acusador.
Aplausos.]

Si no se tiene una historia que contar [sacude el dedo índice de acá para allá],
entonces se pinta al adversario como alguien de quien se debería huir [énfasis]. Son
unas elecciones importantes [separa las manos, para indicar algo grande] y se tratan
cosas poco importantes [mueve las manos hasta casi juntarlas para indicar pequeñez]. ¿Y
sabéis una cosa? Esto ha funcionado antes, porque se alimenta del cinismo que
todos albergamos respecto del gobierno. Cuando Washington no funciona, todas
sus promesas parecen vacías [aleja una mano como si apartara una falsa promesa]. Si
vuestras esperanzas han sido defraudadas una y otra vez, entonces es mejor dejar
de esperar y conformaros con lo que ya tenéis. [Su tono de voz desciende ligeramente,
indicando desaprobación.]

Lo entiendo. Me doy cuenta de que no soy el candidato más probable para


este cargo [mueve las manos hacia el pecho]. No encajo con el pedigrí tipo del político,
y no he pasado mi carrera deambulando por los pasillos de Washington. Pero me
presento ante vosotros esta noche, porque algo se está agitando a lo largo de
América [mueve ampliamente las manos]. Lo que no entienden las personas negativas
es que estas elecciones nunca han tratado de mí [su tono de voz baja y hace una
pausa], sino de vosotros. [Su tono de voz se eleva; señala con el dedo hacia la audiencia.
Aplausos entusiastas.]

Trata de vosotros. [Más aplausos.]

Durante 18 largos meses, os habéis alzado, uno por uno, y habéis dicho,
«basta» [énfasis] a la política del pasado. Vosotros [alarga la palabra y apunta con un
dedo al público] sabéis que, en estas elecciones, el mayor peligro que corremos es
que se intente hacer la misma vieja política con los mismos viejos políticos [énfasis] y se
espere un resultado diferente.

Vosotros habéis mostrado lo que nos enseña la historia, que en los momentos
decisivos como éste, el cambio que necesitamos no viene de [énfasis] Washington. El
cambio llega a [énfasis] Washington. [Mueve ampliamente las manos. Aplausos.]

El cambio [casi canta la palabra y hace un ademán con la mano como si cortara el
aire, añadiendo énfasis] ocurre, el cambio ocurre porque el pueblo americano lo exige;
porque se ha levantado [mueve las manos con energía] e insiste en nuevas ideas [breve
pausa] y un nuevo liderazgo [breve pausa], una nueva política [agita una mano como si
cortara el aire] para una nueva época. [Junta los dedos.]
América, éste es uno de esos momentos.

Creo [casi canta las palabras, dejando que persistan] que, por muy duro que sea
[breve pausa], el cambio que nos hace falta está llegando [baja su tono de voz], porque
yo lo he visto [mueve las manos hasta su pecho; breve pausa para producir impacto en la
audiencia], porque yo lo he vivido. [Breve pausa.]

Porque lo he visto en Illinois, cuando proporcionamos asistencia sanitaria a


más niños [mueve ampliamente las manos] y sacamos más familias de la asistencia
pública para ponerlas a trabajar. Lo he visto en Washington, cuando trabajamos
por encima de las barreras de partido para abrir el gobierno y hacer que los grupos
de presión fueran más responsables, para prestar mejores cuidados a nuestros
veteranos de guerra, e impedir que las armas nucleares caigan en manos de
terroristas. [Desliza su voz arriba y abajo para poner énfasis en la magnitud del cambio.]

Y lo he visto en esta campaña [su tono de voz está lleno de admiración], en los
jóvenes que han votado por primera vez [suena el orgullo en su voz] y en los jóvenes
de corazón que se han vuelto a implicar después de muchísimo tiempo; en los
republicanos que nunca pensaron [ligera risita; ligera sonrisa] que elegirían una
papeleta demócrata [hace una pausa dramática para subrayar la importancia de lo que
dice], pero lo hicieron. [Sonríe. Aplausos.]

Lo he visto, lo he visto en los trabajadores que preferían reducir sus horas de


trabajo diarias [junta los dedos], aunque no pudieran permitírselo, a ver como sus
amigos perdían sus empleos; en los soldados que vuelven a alistarse después de
perder una extremidad; en los buenos vecinos que aceptan un extraño en su casa
cuando golpea un huracán y se produce la riada.

Este país nuestro posee más riquezas que cualquier otro, pero no es eso lo
que nos hace ricos. Tenemos el ejército más poderoso de la Tierra, pero no es eso lo
que nos hace fuertes [su tono de voz sube y baja, recalcando este punto]. Nuestras
universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo [su tono de voz alcanza un
punto culminante; mueve abiertamente las manos, para dar a entender la grandeza de
Estados Unidos], pero no es eso lo que hace que el mundo siga llegando a nuestras
costas [su tono de voz desciende].

Es más bien [baja de nuevo su tono de voz] el espíritu americano [pausa], esa
promesa americana, que nos empuja hacia delante aun cuando la senda sea
incierta; que nos une a pesar de nuestras diferencias; que nos hace fijar la mirada
no en lo que se ve, sino en lo que no se ve [énfasis], ese lugar mejor que nos espera al
otro lado de la curva. [Su tono de voz es melancólico y lleno de esperanza.]

Esa promesa [su voz se rezaga en la s haciendo hincapié en la palabra «promesa»]


es nuestra mayor herencia. Es una promesa que hago a mis hijas cuando las arropo
por la noche y es una promesa [su voz recalca la s, destacando la palabra «promesa»]
que vosotros hacéis a vuestros hijos; una promesa que llevó a los emigrantes a
cruzar océanos [aumenta el volumen de su voz, recalcando la grandeza de lo que dice] y a
los pioneros a viajar hacia el oeste; una promesa que llevó a los trabajadores a los
piquetes y a las mujeres a luchar por el derecho al voto. [Acelera el ritmo; su tono de
voz sube y baja. Aplausos.]

Y [breve pausa] es esa promesa la que hace hoy 45 años [pausa], llevó a
americanos de todos los rincones del país a congregarse en una alameda de
Washington, frente al Lincoln Memorial, para escuchar a un joven predicador de
Georgia hablar de su sueño. [Aumenta gradualmente el volumen de su voz, dando gran
efecto a sus palabras y conmoviendo a los oyentes con su referencia a Martin Luther King,
Jr. Deja que las palabras sigan vivas. El público aplaude con entusiasmo.]

Los hombres y mujeres que se reunieron allí podían haber oído muchas
cosas. Podían haber oído palabras de ira y discordia. Les podían haber dicho que
sucumbieran al miedo y a la frustración de tantos sueños postergados.

Pero lo que la gente escuchó en lugar de eso—gente de todos los credos y


colores y de todas las condiciones sociales—es que, en América [énfasis], nuestro
destino está inextricablemente unido. Que juntos [énfasis] nuestros sueños pueden
ser uno. [Junta los dedos, realzando lo que dice.]

«No podemos caminar solos» [mueve la mano con energía cortando el aire] gritó el
predicador. «Y mientras caminamos tenemos que hacer la promesa de que siempre
marcharemos hacia delante. [Mueve de nuevo enérgicamente la mano cortando el aire.]
No podemos volver atrás.» [Subraya cada palabra.]

América, no podemos volver atrás… [Su tono de voz sigue siendo de


determinación; mantiene el dedo índice elevado en el aire. Aplausos.] ... No [énfasis] con
tanto trabajo por delante [aumenta el volumen de voz y lo mantiene alto y señala
repetidamente a la audiencia, desafiando a los oyentes]; no [énfasis] con tantos niños que
educar y tantos veteranos de guerra que atender; no [énfasis] con una economía que
recuperar, y ciudades que reconstruir y granjas que salvar; no [énfasis] con tantas
familias que proteger y tantas vidas que enderezar.
¡América! No podemos volver atrás. [Su tono de voz emite un reto. Pausa.] No
podemos caminar solos. [Su tono de voz es firme, resuelto y va in crescendo.]

En este momento, en estas elecciones [su tono de voz subraya un sentido de urgencia
mientras llega al punto culminante], debemos prometer una vez más que
marcharemos hacia el futuro. Cumplamos [énfasis] la promesa [su tono de voz emite
un reto], esa promesa americana [su tono de voz es nostálgico], y como dicen las
Sagradas Escrituras, aferrémonos firmemente [pronuncia la palabra «Escrituras» con
reverencia] sin vacilar a la esperanza que confesamos.

¡Gracias! [Breve pausa.] ¡Dios os bendiga! [Breve pausa.] Y que Dios bendiga
[énfasis] a Estados Unidos de América. [Énfasis añadidos.]

[El público exclama en una ovación. Obama extiende el brazo, saludando a la


audiencia. Aplaude brevemente al unísono con el público, subrayando su unidad. El público
sigue aplaudiendo.]

Los medios de comunicación, muchos de los que oyeron el discurso y


expertos en política elogiaron inmediatamente el discurso de aceptación de Barack
Obama al nombramiento como candidato presidencial, calificándolo de
«magnífico», «extraordinario», «electrizante», «conmovedor», «unificador» y «el
mejor desde la época del Presidente Kennedy». El magistral e impactante discurso
consolidó la posición de Obama como uno de los oradores más eficaces y
sobresalientes de los últimos tiempos.

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