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MAIJJITA YO ENTRE LAS MUJERES

DE MERCEDES VALDIVIESO: RESEMANTIZACION DE


'

LA QUINT , FIGURA DEL MAL YDEL


EXCESO PARA LA "CHILENIDAD" APOLINEA
'

Lucía Guerra
Universidad de California, Irvine

' -
LA GENEALOGIA COMO DISENO IDEOLOGICO
'

Desde una perspectiva antropológica, un suceso natural y biológico


(engendrar un hijo) germina, a nivel social, en diversas estructuras de
parentesco y una genealogía que se constituyen en parte esencial de todo
un sistema cultural y simbólico, Tras el registro acucioso de la stemma en
el Imperio Romano, las tablas de consaguinidad entre los árabes y el
canónico arbor iuris yace algo más que el mero linaje o el derecho de
propiedad, La sangre compartida es, en efecto, un lazo de consustancia-
lidad que trasciende lo material (sustancia) para convertirse en eje
espiritual, en raíz identitaria que provee al Yo un sentido de origen y de
pertenencia, La consanguinidad asume también modelizaciones que no
sólo estipulan deberes y beneficios sino que hacen entrar al individuo en
una compleja red de estructuras de poder, modelos éticos y valoraciones.
En esa red funciona como núcleo la supremacía del Padre (otorgador del
nombre y del patrimonio) vis a vis la madre asociada con la naturaleza no
mediatizada, y este diseño tiñe todo el orden social marcado por la
simetría de una categoría genérica de tipo patriarcal que basa su funda-
mento heterosexual en los roles biológicos de la procreación.
De allí que las bifurcaciones de los árboles genealógicos nítidamente
dibujados con exactitud matemática sean, de partida, una deformación
que, de manera mentirosa, revierte a lo biológico inicial ocultando el
reciclaje cultural que hace de toda genealogía un índice y una utilización
reapropiadora por parte de un orden social determinado. Es más, las
genealogías como anclaje de la tradición oral y escrita de la saga han sido,
desde sus orígenes escandinavos, el pretexto y el fermento de relatos que
se encadenan en múltiples sucesiones sobre el orgullo familiar y la
maldición paterna, la querella y el adulterio, la venganza y el incesto, la
traición y la fidelidad de toda una estirpe (Jolles, pp. 62-88).
48 REv1STA CHILENA DE LITERATURA, No 53, 1998

Si en el caso de la saga, la genealogía es el resorte de la historia hecha


una ficción cargada de sucesos fabulosos destinados a sorprender y
maravillar, las ramas de ese árbol perfectamente diagramado adoptan
trazos diversos y diferentes tonalidades cuando el transmisor lo utiliza
como un recurso político. Tal es el caso de Banjamín Vicuña Mackenna,
historiador del siglo XIX, y Mercedes Valdivieso, escritora contemporá-
nea, ambos unidos por la figura de la Quintrala, criolla chilena (1605-
1665) quien durante esta época colonial fue acusada de envenenar a su
padre y de cometer alrededor de cuarenta asesinatos junto con las
torturas y latigazos infligidos, durante casi cuatro décadas, a sus esclavos
y a los indios de su encomienda. Aunque fue bautizada Catalina de los
Ríos y Lisperguer, su apodo ha parecido más afín con la personalidad que
se le atribuye. Este apodo proviene del quintral, una planta de flores rojas
que crece en los bosques del sur de Chile y que se aferra al tronco de los
árboles hasta causarles la muerte.
No obstante su presencia relevante en la cultura chilena, no existe
ningún documento que nos haga llegar su voz sin la interferencia de un
escribano y sus fórmulas legales o un oidor sumarian te que parafrasea las
declaraciones hechas por ella en 1664 con una obvia intención de hacerla
aparecer como culpable y mentirosa 1 . Su voz y más que nada su discurso,
han quedado sepultados en el silencio y ni siquiera nos es posible conocer
los trazos de su firma porque no sabía leer ni escribir. Pero sus acciones
reales o injustamente atribuidas gestaron todo un cúmulo de leyendas
orales que hicieron de ella "la flor venenosa" que arrojó por la ventana
el crucifuo del Cristo de Mayo porque no quería en su casa hombres que
le pusieran mala cara y, según estas tradiciones, doña Catalina aún hoy
día está suspendida por un cabello en la puerta del infierno.

1Los únicos documentos que han quedado son los siguientes: la donación y traspaso que
doña Catalina hizo de su dote a su hermana Agueda, el 31 de julio de 1626 (Archivo
'

General); el poder para testar que hace con su esposo don Alonso Campofrío Carvajal el 24
de noviembre de 1626 (Archivo General); su primer testamento redactado ellO de mayo de
1662 (Archivo General), su segundo y último testamento del15 de enero de 1665 (Archivo
General) y el sumario ele su confesión frente a oidor sumariamente el 28 ele julio ele 1664
en archivo ele la Real Audiencia.
lvialdita yo entre las mujr:res de 1\1ercedes Va/divieso: Resemantización de la Quintrala... 49

LUCES Y SOMBRAS DEL ARBOL GENEALOGICO EN LA


' '

' ' -
HISTORIA/FICCION DE BENJAMIN VI CUNA MACKENNA
Esta tradición es la de la siniestra Ouintrala,
~

la azotadora de esclavos, la envenenadora de


su padre, la apulenta e irresponsable Mesali-
na cuyos amantes pasaban del lecho de la
lascivia a sótanos de muerte, la que volvió la
espalda e hizo enclavar los ojos del Señor de
Mayo, la Lucrecia Borgia y la iVIargarita de
Borgoña de la era colonial.

Benjamín Vicuña Mackenna

Son precisamente las leyendas orales en un circuito generalmente do-


méstico las que motivan a Vicuña Mackenna a "investigar la verdad" para
producir una relación que él califica" completamente histórica" (Vicuña
Mackenna, p. 17). Tras este propósito ya cliché de los historiadores
positivistas subyacen, sin embargo, otros objetivos que hacen de su texto
un friso de hilvanes heterogéneos y contradictorios. En primer lugar, la
figura legendaria de la Quintrala es matriz y generatriz de la genealogía
de la Patria en un momento histórico (1877) en el cual los fundamentos
de la Nación ya habían sido consolidados. Si en las primeras décadas de
la Independencia, entre 1820 y 1840, la Colonia se concebía como un
período oscuro signado por la ignorancia y el retraso, treinta años
después, la sociedad colonial es para Vicuña Mackenna "la opaca albora-
da de nuestra historia" (p. 31) y, en su calidad de sinónimo de los
orígenes, resulta ser un importante elemento reafianzador de la identi-
dad nacional, razón por la cual afirma: "Y así como sin pasión ni propó-
sito de secta iremos vengando el pasado depurándolo, así correrá la
pluma feliz y casi ufana al trazar las páginas honrosas de esa extraña raza,
generatriz de la nuestra, que produjo a la vez héroes y monstruos, ángeles
y arpías" (p. 15). La intención de exhumar los orígenes se afinca también
en un propósito edificante que parte de una concepción positivista de la
Historia como movimiento ascendente hacia el progreso y la perfección
(" ... que la gente estudiosa comience al fin a preocuparse del pasado, a
fin de darse cuenta cabal de cómo hemos llegado a ser lo que hoy somos,
y tal cual somos, con nuestras pocas virtudes y seguidos por una cohorte
numerosa, mas no incurable, de imperfecciones sociales y políticas", pp.
16-17). Y acudiendo a la ya típica imagen del espejo, señalará en las líneas
finales de su libro que el presente republicano es una derivación y reflejo
de los siglos de la Colonia que proveen una lección para el futuro.
Dentro de este contexto ideológico, la Quintrala resulta ser también
el pretexto para examinar la Colonia, no a partir de sucesos bélicos o
50 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, No 53, 1998

políticos sino f~ando la mirada en el entorno doméstico (aplicación de


la ley, calles de la ciudad, rituales, indumentarias, desastres naturales que
asolaron a Santiago). Pretexto que conduce a Vicuña Mackenna a hacer
de doña Catalina y su linaje un espécimen de laboratorio que arrojará luz
como modelo y paradigma de toda la época. De allí que afirme: "Noso-
tros, sin embargo, no vamos a estudiar ni a contar la vida de aquella
aristocrática raza, mitad alemana, mitad india, a la luz de los blasones,
sino de la filosofía social e histórica que sus cruzamientos domésticos y su
influencia política marcan, porque la leyenda de esa familia es la vida
verdadera de la Colonia" (p. 16). Así, en el discurso de Vicuña Mackenna,
la genealogía de los Lisperguer se preña de significados que se añaden al
escueto árbol de familia contribuyendo al reafianzamiento de la identi-
dad nacional; simultáneamente y de manera soterrada, el historiador
utiliza las ramas femeninas de dicha genealogía para establecer fronteras
y límites en la conducta de la mujer concebida, en el proyecto nacional
decimonónico, como pilar fundamental de la procreación y formación
de los nuevos ciudadanos de la Patria.
Y es este objetivo oculto y camuflado por la objetividad histórica y la
trascendencia edificante a un nivel nacional en el cual, estratégicamente,
se propone una totalidad omitiendo desigualdades, el que hace del árbol
genealógico un follaje de luz y sombra. Mientras los descendientes mas-
culinos están teñidos por la brillantez de la gloria y el bravío bajo el
impulso de un espíritu aventurero en la guerra, las finanzas y el amor, las
mujeres son las únicas que portan el elemento indígena de ese linaje
constituyéndose en la savia siniestra de una "mala sangre". Utilizando un
recurso que podríamos llamar dramático, Vicuña Mackenna guarda su
carta oculta para el final, de adrede omitiendo las ramas femeninas en su
recuento cronológico de sucesivas generaciones y, como un prestidigita-
dor consciente de la tensión que quiere crear, explica: "Hemos faltado
de seguro a la galantería postergando a las damas al tratar de la familia
de los Lisperguer, pero cuando el lector haya tomado noticia de su
índole, de su vida y de sus delitos, tal vez nos perdone que hayamos sabido
anticipar la luz a las sombras, la gloria al horror" (p. 57).
El hecho de que sólo se enlace lo indígena a lo femenino no es, de
ninguna manera, fortuito. La transgresión de las estrictas y simétricas
leyes de la herencia, tan caras al cientificismo del siglo XIX, responde a
una ideología discriminatoria que a través del binomio "indio-mujer"
atribuía elementos bárbaros a estos dos grupos subalternos. Para la
perspectiva de Vicuña Mackenna, miembro de aquella elite blanca y
urbana que abogaba por el progreso europeizante, los mapuches, feroces
enemigos en una Guerra de Arauco que sólo finalizó en 1888, constituían
todo el :,pectrum negativo de las oposiciones binarias sintetizadas en una
1\1aldita yo entre las mujeres de Mercedes Va/divieso: Resemantización de la Quintmla ... :) 1

plataforma de lucha que se planteó, en la retórica del proyecto liberal,


como el dilema de la civilización versus la barbarie. Desde la ladera
"culta" y "cultivada" de Vicuña Mackenna producto en su propia genea-
logía del único mestizaje lícito (aristocracia latifundista de origen espa-
ñol unida a sangre inglesa, francesa o alemana de la nueva burguesía
inversionista) 2 , el sadismo, la perversión, la herejía y el exceso de los
instintos no podían corresponder a la sangre española y alemana de doña
Catalina de los Ríos y Lisperguer sino a aquel estigma indígena de vicios
y pecados en un abultado repertorio que contribuyó a la formación de la
Nación chilena. Mientras esa Nación en su construcción de una identi-
dad nacional se apropió de la valentía, el coraje y el impulso libertario,
cualidades elaboradas épicamente por Ercilla en La Araucana, nominan-
do a Lautaro como el padre de las Fuerzas Armadas y utilizando el
nombre de otros héroes indígenas en el onomástico de naves y batallo-
nes, el pueblo mapuche no preterizado e inmóvil en las estrofas literarias
sino como fuerza contingente en el devenir histórico, sirvió como campo
semántico de todo lo repudiable para el proyecto liberal de la Nación 3 .
Etica positivista, racismo y misoginia se entrenzan en el discurso de
'

Vicuña Mackenna cuando se refiere a las ramas sombrías y siniestras que


representan "lo femenino" en su genealogía de los Lisperguer logrando
dos propósitos fundamentales: ofrecer soterradamente una caracterolo-
gía de lo indígena mapuche como elemento que, por sus vicios, no debe
ser incorporado a la Nación chilena y describir el No Deber-Ser de la
mujer para, por antítesis, presentar el modelo de la "nueva ciudadana",
aunque a ella no se le otorgaría el derecho a voto hasta 1949.

2Un aspecto relevante en la formación de la elite nacional fue precisamente la alianza


matrimonial que se dio entre la antigua oligarquía dueüa de la tierra y los inversionistas
extranjeros quienes a través de ese lazo lograron un status aristocrático. De allí que en ese
grupo sea frecuente, como en el caso de Vicuña Mackenna, la combinación de un apellido
inglés, francés o alemán con un apellido de origen espaüol.
3Es interesante observar que es precisamente en este período cuando se empiezan a
difundir con mayor fuerza textos que denigran al pueblo mapuche. En 1866 se publica por
primera vez Desengaño y reparo de las guerras de Chile de Alonso González de Nájera quien
participó en las guerras contra Arauco entre 1601 y 1608. Este autor cataloga a los mapuches
de ociosos y holgazanes y los defme como seres más crueles que las fieras quienes en su
irracionalidad practican la hechicería y comen carne humana. Por otra parte, en 1877 el
mismo ano en que publica su libro sobre la Quintrala Benjamín Vicuña Mackenna hace
posible, por primera vez, la publicación de la Historia General del Reyno de Chile, Flandes
indiano escrita por Diego de Rosales en la segunda mitad del siglo XVII, quien afirma que
los mapuches son holgazanes y de sensualidad desmedida y que, como bárbaros crueles y
feroces, despedazan inhumanamente a sus enemigos para sacarles el corazón y relamerse
en su sangre.
52 RE\1STA CHILENA DE LITERATURA, N" 53, 1998

No obstante nos asevera que no hará caudal de los espantosos pecados


de la Quintrala "porque escribimos una historia social, estrictamente
verdadera y conforme a documentos fehacientes, dejando a otros lo
pintoresco y abultado" (p. 91), resulta revelador que el entrenzamiento
de la ética, el racismo y la misoginia como caudal subterráneo, despoja su
discurso de objetividad y la máscara del historiador ahora nos deja
entrever un andamio de juicios y prejuicios en una hipérbole del Mal que
no sólo se construye a partir de epítetos terribles sino que también da
cabida a la imaginación y la ficción.
Desde la comarca de un imaginario europeo que, desde sus inicios,
escinde el signo "mujer" en la dualidad irreconciliable entre Virgen
María/Santa/Madre Benéfica y Eva/bruja/mujer fatal/Madre Terrible,
Vicuña Mackenna define a la Quintrala como Mesalina (p. 92) de "san-
grienta lascivia" (p. 90), de "mujer maldecida por el destino" (p. 102),
de "harpía" (p. 108) "pérfida y asesina" (p. 1 04) dominada por lujurio-
sos instintos ("y su naturaleza criolla, ardiente, voluptuosa y feroz, des-
bordaba de su pecho y de sus labios como de una copa de fuego libada
de ardiente licor", p. 95). Y en una gestualidad positivista que equipara a
la Madre Terrible con las fuerzas incontrolables de la naturaleza, con la
tier-ra no dominada por la civilización y con los instintos no regulados por
la razón, Vicuña Mackenna modeliza y explica los excesos de su personaje
como producto de la sangre enemiga, la de su antepasada mapuche, la
cacica Elvira que se unió al alemán Bartolomé Blumen. Desde esta
perspectiva ideológica que aboga por una chilenidad que excluye siste-
máticamente a lo indígena, el historiador/ficcionador atribuye a la Quin-
trala una "naturaleza bravía y selvática" (p. 96) y afirma que, como todas
las mujeres de su estirpe, ella posee una "soberbia indígena" (p. 65). Es
más, cuando se refiere a la vejez de doña Catalina, explica que "los
humores de la lascivia" se trocaron "en el veneno acre del Odio" (p. 121)
para aseverar: "No padecía su alma propiamente el mal epidémico de la
codicia ( ... ),y antes al contrario, era dadivosa con los fuertes, y, además,
si hacía morir a sus manos a sus indios y a sus esclavos, no cuidaba perder
así su caudal vivo, a trueque de satisfacer el apetito dominante de su
naturaleza de india: su crueldad" (p. 121).
Muchas son las críticas que se le han hecho a Benjamín Vicuña
Mackenna por distorsionar los hechos e incluso inventar datos que no
existen. En su edición crítica de Los Lisperguer y la Quintrala, Jaime
Eyzaguirre señala minuciosamente errores del historiador decimonónico
demostrando, a la vez, la inverosimilitud de ciertas afirmaciones que
responden a elaboraciones de su fantasía. Por otra parte, Guillermo Feliú
Cruz destaca el hecho de que su imaginación desordenada haga de su
texto un folletín y una "leyenda novelada" (p. 152). Además, es obvio
Maldita yo entre las mujeres de Mercedes Va/divieso: Resemantización de la Quintmla... 53

para todo tipo de lector que las historias que nos cuenta acerca de doña
Catalina de los Ríos están, en su mayor parte, basadas en la carta que
enviara el obispo Salcedo al Consejo de Indias ellO de abril de 1634, sin
nunca cuestionar o contextualizar dicha fuente dentro de los posibles
antagonismos o intereses personales de dicho obispo.
A nosotros nos parece aún más importante destacar otros aspectos que
revelan el entorno cultural e ideológico desde el cual Vicuña Mackenna
nos entrega su historia de la Quintrala. En primer lugar, cabe preguntar-
se por qué trata el caso de doña Catalina como atrozmente excepcional,
como una instancia monstruosa, cuando en la Colonia era usual la
incidencia de la perversión palabra que durante la época se usaba en
su acepción de "pervertere" (revolver, trastocar, perturbar el orden)
(Ortega) . Además, tomando en cuenta el hecho de que, tanto en la
Colonia como en la Nación independiente, era usual que los hombres
tuvieran amantes y maltrataran a sus sirvientes\ sospechamos que la
sensación de horror por parte de Vicuña Mackenna proviene, más que
nada, del hecho de que la Quintrala fuera mujer. Y es precisamente en
este contexto genérico discriminatorio que su caracterización se perfila
como un modelo de la No Virtud femenina dentro de una producción
literaria que, durante el siglo XIX, postula la construcción de la familia y
la felicidad en el hogar como relaciones interpersonales de carácter
privado, pero con el propósito público de fundamentar el proyecto de
Nación y constituir una alegoría de ella (Sommers).
Pero aparte de todas estas implicaciones, en el texto de Vicuña Mac-
kenna fermenta una extraña fascinación por los excesos de la herejía, el
sadismo y el crimen, fascinación que transforma al historiador objetivo
en un ser subyugado por el otro, en un objeto bajo las redes maléficas de
la Quintrala quien irrumpe espectacularmente en los cuarteles de la
modernidad. El 15 de julio de 1884, Vicuña Mackenna publica en la
Revista de Artes y Letras un artículo que titula "El último de los cuarenta
asesinatos de doña Catalina de los Ríos" y es precisamente aquí donde
los embriones de la fascinación sofocada en Los Lisperg;uer y la Quintrala
se transforman en un espeso mosto que aniquila al historiador para
convertirlo en un fabulador del Mal. Su discurso adquiere ahora rasgos
típicos de la ficción y el relato es asumido por un narrador que exagera
la crueldad usando efectivas técnicas de dramatización. A través de su voz,

4No obstante se había abolido la esclavitud, durante este período y hasta parte del siglo
XX, era corriente que en los fundos existieran cepos y otros instrumentos de castigo para
los campesinos. Ver, por ejemplo, la detallada documentación que ofrecen Elisabeth
Reiman y Fernando Rivas en La lucha por la tierra (Santiago, Chile: Editorial Quimantú,
1971).
:"í4 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, N" 53, 1998

doña Catalina es una "harpía sacrílega" (p. 136), de" calientes entrañas"
(p. 139), "una pantera hambrienta que vivía sólo de sangre, al rechinar
de sus dientes y al lamer ardiente de su áspera lengua en el paladar y la
garganta" (p. 136). Pero no satisfecho nuestro ficcionador con los epíte-
tos atribuidos a su bestia humana, también inventa que asaba vivos a sus
esclavos, después de morderlos y comer carne humana ("cepos, grillos,
mordazas de caña, escaleras, látigos de cuero de vaca, fierros punzantes
para pringar las carnes laceradas y ¡horrible es decirlo! hornos de
fuego en que asaba vivos a sus esclavos" p. 136). Para luego agregar:
"Doña Catalina de los Ríos, como las fieras dañinas y bravas, mordía a sus
presas por todos los miembros de su cuerpo antes de matarlas. Era un
chacal hembra, pero no era una mujer" (p. 142).
Esta exagerada retórica del Mal nos parece muchísimo más que un
simple repudio del pecado de mujer genealógicamente unido a lo indí-
gena; se da aquí la creación de un imaginario que, en nuestra opinión,
resulta ser también la modelización del exceso en una sociedad chilena
que impuso la sobriedad como norma del "carácter nacional". Y, en este
sentido, los textos de Vicuña Mackenna sobre la Quintrala son el tronco
genealógico en la cultura chilena de la tensión entre lo normativo
nacional y la sublimación imaginaria de lo prohibido.
A modo de apéndice, vale la pena mencionar que Vicuña Mackenna
se convirtió en uno de los monumentos nacionales y como tal, oficialmen-
te se lo inmortalizó dando su nombre a una de las principales avenidas
en la ciudad de Santiago. Doña Catalina de los Ríos, contrasello de la
Virgen María cuya estatua se erige en la cima del cerro San Cristóbal en
el centro de la ciudad, ha sido absolutamente excluida de todas las
nominaciones públicas. Paradójicamente, con la excepción de una mino-
ría intelectual humanista, para el resto de los chilenos, Vicuña Mackenna
es sólo una calle mientras la Quintrala continúa siendo la matriz de
historias que contribuyen, desde la ribera del Mal, a la producción
literaria del país y a un imaginario de lo prohibido que, como en el caso
del carnaval, resulta ser la válvula de escape para la normatividad de la
Nación. Se ha dicho que el apodo de la Quintrala también tiene sus raíces
en la palabra mapuche "kinmapu" ("tierra que resuena") (Balboa Eche-
venía, p. XI) y no es exagerado afirmar que en el contexto de la cultura
chilena, ella ha sido el ruido subterráneo e indómito de una memoria
oficial que ha canonizado la moral y la mesura.
Maldita yo entre las mujeres de 1'v1ercedes \fa/divieso: Resemantización de la Quintmla... 55

lA QUINTRAIA COMO SUSPENSION DE lA "CHILENIDAD" CON-


'

VENCIONAL
Dentro de las construcciones culturales acerca del "carácter nacional"
predominó, hasta la década de los setenta,

el concepto de que el rasgo
definitorio de los chilenos era su mesura y su respeto a la ley. Concepto
que motivó a algunos sociólogos a definir "el carácter chileno" como
sinónimo de la dialéctica de la voluntad de ser (impulso motriz) y la
aspiración al orden (fuerza reguladora) (Godoy). Así Jorge Millas afirma
durante los años cuarenta que "el espíritu nacional es metódico, equili-
brado, sereno, contrario a todo exceso ... " (Millas, p. 16) para luego
aseverar: "El frenesí es una cualidad dionisíaca; la sobriedad apolínea.
Chile posee, pues, una indiscutible mentalidad apolínea, que explica el
ponderado ritmo clásico de su evolución cívica y de su organización
institucional, y el tipo mesurado, digno, de su literatura, que revela, por
sobre todo, una espiritualidad equilibrada, proporcionada, justa, no
obstante la profundidad que suele alcanzar en ocasiones. Por eso, sin
duda, hay en nuestro país menos chabacanería que en otros de Améri-
ca ... " (pp. 19-20).
Este rasgo modal creado por la hegemonía de la ciudad letrada
impuso en Chile un orden en el cual todo aquello que desborda o excede
"lo apolíneo" generalmente llamado "normas del buen gusto y la
educación" se hayan atribuido siempre a un otro perteneciente a los
grupos marginalizados. La locura, por ejemplo, se asocia con la homose-
xualidad ("la loca"), el exabrupto iracundo con lo indígena ("se le salió
el indio") y la picardía y la belicosidad con "el roto" (trabajador de los
sectores populares). Además, dentro de la "chilenidad" prescriptiva, se
rechaza toda expresividad intensa calificada peyorativamente de "cario-
ca" o "tropical", sinónimo de exageración/ excentricidad, y, hasta antes
del Golpe Militar en 1973, prevalecía entre los chilenos el mito de la
sobriedad e institucionalidad que les permitía autocalificarse como "los
ingleses de América Latina" 5 .

5Es interesante observar que este mito tiene sus raíces en comentarios hechos en
crónicas de viajeros, tales como: "Los romanos de la América del Sur" de André Bellesort
publicado en El Mercurio el 12 de febrero de 1895, "Los ingleses del Pacífico" de W.
Anderson Smith en Temperate Chile: A Progressive Spain publicado en Londres en 1899 y "Los
chilenos en su patria" de W.H. Koebel en Modem Chile publicado en Londres en 1913. Lo
que a fines del siglo XIX era una exoimagen producida por extranjeros se convirtió, durante
el siglo XX, en una autoimagen que relacionaba la mesura y el respeto al orden civil con la
tradición democrática que se contrastaba con el militarismo y las dictaduras de los países
tropicales.
56 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, N" 53, 1998

Lo instintivo, pecaminoso y excesivo como atributos otorgados a los


grupos subordinados ha funcionado, a manera de réplica especular, en
la literatura chilena: novelas como El roto (1920) de Joaquín Edwards
Bello y La viuda del conventillo ( 1922) de Alberto Romero exacerban la
morbosidad de la pobreza mientras Zurzulita (1920) de Mariano Latorre,
inicia toda una tendencia criollista en la cual el campesino se representa
como un ser dominado por los instintos. Más interesante aún resulta
observar que la huella apolínea de la chilenidad prescriptiva se inscribe
en esta literatura la cual, hasta la década de los cincuenta, favoreció una
estética realista y devaluó tanto lo fantástico y su importe desestabilizador
como cualquier desborde con resonancias barrocas, razón por la cual
escritores como Juan E mar y Pablo de Rokha nunca recibieron en vida el

reconoomrento que se mereoan.
••

Agazapada en un rincón de esta literatura ha permanecido la Quintra-


la como signo del deseo de un imaginario del exceso, deseo latente que
no ha cesado de proliferar a nivel de la escritura y de la recepción, como
indica el éxito editorial de los libros que se han publicado sobre ella. El
libro de Vicuña Mackenna tuvo dos ediciones consecutivas en 1877 y
durante el siglo XX se han hecho otras cuatro mientras La Quintrala,
novela de Magdalena Petit, ha tenido más de diez ediciones desde 1932
y una versión al inglés publicada por New York Macmillan en 1942.
Además de otros nueve libros de versan sobre doña Catalina6 , interpreta-
ciones teatrales y de radio-drama han proliferado durante el siglo XX
haciendo de doña Catalina el eje oculto de esta tensión y fricción en la
cultura chilena entre lo normativo nacional y la necesidad de crear un
rmagmano ex-centnco.
o o • .-" •

Sadismo, crimen y herejía no son, sin embargo, los elementos consti-


tutivos de un mal con dimensiones metafísicas que devienen en la expe-
riencia de lo desnaturalizado como el vacío de lo indefinido (Castelli).
Los atavíos de la Quintrala en este repertorio ficcionalizador se asemejan

6A continuación se incluyen los datos bibliográficos de estos libros: Oiga Arra tia. La
tmgedia sexual de la Quintrala (Santiago, Chile: Editorial Universitaria, 1966), Miriam Balboa
Echeverría. Doña Catalina (Buenos Aires: Feminaria Editora, 1996), Aurelio Díaz Meza. La
Quintrala y su época (Santiago, Chile: Ercilla, 1932), Joaquín Edwards Bello. La Quintrala,
Portales y algo más (Santiago, Chile: Editorial Universitaria, 1969), Guillermo Guzmán
Valenzuela. Dona Catalina de los Ríos y Lisperguer: La Quintrala (San Bernardo: Taller Gráfico
Politécnico, 1948), Raúl Montenegro Lillo. La Quintrala (Buenos Aires: Editorial Central,
1955), Alicia Santaella. En tierras de la Quintrala (Santiago, Chile: s/e, 1957), Daniel de la
Vega. La Quintrala, A la orilla de la guerra, y otros poemas de España (Santiago, Chile: Editorial
Nascimento, 1939); Benjamín Vicuña Mackenna. El primer y el último crimen de la Quintrala
con prólogo de Carlos Ruiz-Tagle (Santiago, Chile: Editorial Universitaria, 1987) y Lautaro
Yankas. Doña Catalina: un reino j;ara la Quintrala (Santiago, Chile: Editorial Orbe, 1972).
Maldita yo entre las mujeres de Mercedes Valdivieso: Resemantización de la Quintrala... 57

bastante a las modelizaciones de la crónica roja y del Kitsch. Su larga


cabellera calorina que simboliza lo demoníaco, sus ojos verdes fulguran-
tes de lascivia y de saber brujeril y su risa estentórea, como la del más
terrible vampiro, hacen del Mal un espectáculo, el desahogo carnavalesco
que de manera sólo momentánea y fugaz, nutre con el exceso al suje-
to/ ciudadano que retornará a lo prescriptivo.
Dentro de este contexto cultural y nacional, Maldita yo entre las mujeres
(1991) de Mercedes Valdivieso irrumpe como fuerza desestabilizadora
del mito. En la portada del libro, la larga cabellera roja de la Quintrala
oficial enmarca, tal si fuera una momia del período incásico, un rostro
apenas dibujado que se confunde con el diseño de encajes y tapices.
Muerte definitiva o comienzo de una nueva gestación. Para la perspectiva
feminista de Mercedes Valdivieso, las perversiones de la Quintrala no
responden a lo demoníaco sino al impulso positivo de transgredir el
orden patriarcal. De allí que la autora afirmara: "Me interesó escribir
sobre la Quintrala porque fue una mujer que envenenó al Padre, mató al
7
amante y arrojó a Dios de su casa" . Intención que se hace aún más evidente
en su autógrafo ("He aquí a nuestra Catalina, de las Catalinas que le
seguirán y romperán o leerán el mito de su maldad, de otra manera"). Su
novela como contra texto subversivo es una resemantización con el propó-
sito político de crear para la mujer, en su posición de un otro subordinado,
un sentido distinto de su identidad y su lugar en el mundo.

EL CUERPO MATERNO COMO SITIO DE UNA NUEVA IDENTIDAD


"¡Quiero ser mía!" "¡ay del reino que no
subyugue la oscura voluntad de sus hem-
b ras.
. 1"

Maldita yo entre las mujeres

Nosotras las mujeres, sexuadas de acuer-


do a nuestro género, carecemos de una
divinidad propia y una palabra propia
para compartir y llegar a ser. Definidas
como la casi siempre oscura e incluso
oculta sustancia madre de la palabra de
los hombres, necesitamos de nuestro
propio sujeto y sustantivo, de nuestra
palabra y nuestros predicados: es decir,
de nuestra frase elemental, de nuestro
ritmo básico y de nuestra identidad mor-

7En entrevista personal con la autora.


58 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, N" 53, 1998

fológica, de nuestra encarnación genéri-


ca y de nuestra propia genealogía.

Luce Irigaray

Desde esta posición disidente, Mercedes Valdivieso rescata a doña Cata-


lina de los Ríos como un nuevo umbral simultáneamente desdibujando
el signo N ación y sus significan tes para retornar a ese origen y reescribirlo
desde la perspectiva de la mujer como un otro doblemente colonizado.
Este proceso sobrepasa, en nuestra opinión, el fenómeno de la disemina-
ción definido por Homi K. Bhabha como los constantes reenvíos signifi-
cantes que confrontan, a nivel performativo, la totalidad de Nación para
dividirla articulando una heterogeneidad8 . En la novela de Valdivieso no
se trata simplemente de modificar y atribuir nuevos significados al signo
Nación, como comunidad imaginada, sino de erradicar todo viso patriar-
cal de esa noción. Así, la tríada Dios/Padre/Colonizador como organiza-
dores de las estructuras de poder de un sistema patriarcal que subyace en
la construcción cultural de la Nación son desplazados por los subalternos,
ya no unidos en un ethos nacional manufacturado a través de símbolos,
iconos y relatos fundacionales sino en una relación de cuerpos que se
enlazan a través de lo sexual y lo maternal.
Este desmantelamiento de la noción patriarcal de Nación se realiza
significativamente, a partir de la reconstrucción de una genealogía ahora
como diseño ideológico que recupera los elementos devaluados por
Vicuña Mackenna para dar relevancia y arrojar una nueva luz tanto a lo
indígena como a lo femenino borrando, así, la supremacía del padre y lo
europeo. El cuerpo de mujer se convierte, de esta manera, en una nueva
matriz de significados con un profundo sentido político.
Como han señalado diversos estudios de carácter feminista, el orden
patriarcal se inaugura con un matricidio original: el del útero materno
que se reemplaza con un lenguaje que deja en el silencio y en el vacío
aquel primer cuerpo donde se gestó nuestro propio cuerpo. En un
imaginario en el cual la maternidad se representa a través de la figura
incorpórea de la Virgen María quien es sólo rostro, manos y oído (Kriste-
va) y de sus imágenes estáticas de la Madonna y la Mater Dolorosa, el
cuerpo maternal se anula para ser sustituido por las abstracciones de lo

8Homi K. Bhabha utiliza el término diseminación en el sentido propuesto por Jacques


Derrida, o sea, corno un movimiento constante de significación que produce la polisemia
del signo en una perpetua alteración por el juego complicado y entrecruzado de injertos
textuales. El proceso de significación es, de este modo, siempre plural en un sistema de
significantes que, a su vez, se transforman y se injertan en nuevos significantes en un juego
que podría calificarse de abismal.
Maldita yo entre las mujeres de JV!ercedes Valdivieso: Resernantización de la Quintrala... 59

espiritual y lo sublime. Y, si en la esfera de lo representado ese cuerpo es


un vacío, en las teorizaciones acerca de los procesos de constitución del
sujeto, la mujer-madre se des-subjetiviza al restringir su función maternal
a la dimensión primaria de la necesidad, anterior al Deseo y a la entrada
al Orden Simbólico, según la teoría de Jacques Lacan quien, como en el
caso de Freud y su etapa pre-edípica, relega lo maternal a aquello anterior
al Nombre.
Tomando en cuenta este contexto de mutilaciones, Luce Irigaray
plantea que el único modo de recuperar la identidad de la mujer es
situándose en una genealogía femenina, en el cuerpo materno, para
crear desde allí un lenguaje y un imaginario que desplace a los paradig-
mas falogocéntricos. En su teoría, la economía de la placenta, por ejem-
plo, posee importantes dimensiones éticas y políticas por constituir un
modelo de la reciprocidad y la coexistencia pacífica aparte de modificar
radicalmente un sistema falogocéntrico basado en el Uno y lo visible.
Recuperación del cuerpo materno y remodelización de los procesos de
identificación se hacen evidentes en la siguiente afirmación: "Necesita-
mos encontrar, redescubrir, inventar las palabras, las frases que den voz
a la relación más antigua y más frecuente que conocemos la relación
con el cuerpo de nuestra madre y nuestro propio cuerpo frases que
traduzcan el lazo entre nuestro cuerpo, su cuerpo y el cuerpo de nuestra
hija. Necesitamos descubrir un lenguaje que no sea, como es el lenguaje
del Padre, sólo un sustituto de la experiencia cuerpo a cuerpo, sino que
siga de cerca esa experiencia corporal, ataviándola de palabras que no
borren el cuerpo sino que le den lenguaje al cuerpo" (Irigaray, pp.
18-19).
En Maldita yo entre las mujeres, el eslabón con el cuerpo materno
(silenciado y devaluado por el sistema falogocéntrico) deviene, precisa-
mente, en función identitaria para un Yo que se revela contra las ampu-
taciones patriarcales impuestas a la mujer en su condición de grupo
subordinado. Catalina define su linaje diciendo: "Esa soy, padre,/hija de
Llanka Curiqueo/ que es hija de Elvira de Talagante/ que es hija de
'
Ague da Flores/ que es hija de Catalina/ que es mi madre/ que soy yo" (pp.
141-142). Desbaratando la geometría de un árbol genealógico patriarcal
basado en el paradigma de la causa y efecto y un concepto teleológico del
tiempo, Mercedes Valdivieso propone una genealogía en la cual el cuer-
po materno, como prolongación ininterrumpida de la carne, está fuera
de los esquemas falogocéntricos de lo cronológico. Por lo tanto, la
generación y regeneración vista por las leyes del padre como sucesiones
en el tiempo, son aquí la savia que fluye cuerpo a cuerpo.
Y en ese fluir, el útero de la bisabuela es también la matriz de la libertad
y la autonomía para Catalina como sujeto que no permite la posesión ni
60 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, W 53, 1998

la subyugación en su voluntad de querer ser sólo suya. Elvira, la cacica de


Talagante, es el contrasello de la india violada pues, para conservar sus
tierras y su propia vida, rehusó casarse con Bartolomé Blumen ("pero
manceba y libre sería ella misma en este mandar de varones", p. 33).
Doña Elvira es poseedora de otro tipo de poder, el de la autonomía de
un Yo cuyo cuerpo se prolonga en el linaje de todas las mujeres que dio
a luz (hija, nietas, bisnietas) quienes reciben sus enseñanzas de rebeldía
y otro modo de estar en el mundo ("De mujer a madre a mujer hija pasa
la herencia que traemos", p. 38; "mujeres somos y nos aprendemos", p.
39), En ese lazo cuerpo a cuerpo, germina otro sentido de comunidad,
otro ethos en el doblar y redoblar de palabras y consejas, en el parir que
contradice la supremacía del hombre, según la historia bíblica ("el parir
de la mujer le está diciendo que ella fue primero", p. 49), Elvira, conoce-
dora de yerbas y ensalmos, capaz de volar, de ser invisible y de sobrevolar
el agua haciéndose un remolino, es en Maldita yo entre las mujeres la
modelización literaria del poderío, como fuerza femenina 9 ,
Este poderío implica también eliminar al enemigo, enfermado con
una mezcla de yerbas y oraciones secretas. Elvira, por dominar otro tipo
de conocimiento y poseer una relación diferente con la Materia, es
calificada por la autoridad patriarcal como bruja en la comarca de lo
demoníaco, de aquello que escapa del control del sujeto cartesiano.
Desde la perspectiva feminista de la novela, sin embargo, ella es la
savia/ savia genealógica de la rebeldía, la transgresión y la resistencia al
poder.
De manera significativa, la Tatamai, mujer mapuche fuera del tiempo,
es el enlace primordial en esta saga de mujeres. A diferencia de Melquía-
des en Cien años de soledad, figura masculina y falogocéntrica por excelen-
cia, la Tatamai representa una sabiduría femenina que nutre en un
sentido maternal. Si Melquíades, como imagen espectacular de Nostrada-
mus, inscribe sus profecías en un largo manuscrito y transmite el conoci-
miento de la alquimia (actividad masculina en la cual se transforma la
Materia para alcanzar la perfección espiritual), la Tatamai cura y hechiza
con sus ensalmos y sahumerios y, brujuleando el brasero doméstico, es
capaz de ver el pasado y el futuro. En ese entorno hogareño/femenino,
alejado de la escritura y toda sofisticación esotérica, ella que muchos años
atrás fue compañera de doña Elvira, ahora alimenta a sus bisnietas de
memoria (Llanos) haciéndolas retornar al cordón umbilical original: "La

9Luce Irigaray, a partir de su plataforma teórica, hace una distinción entre el poder
patriarcal ("le pouvoir") y el poderío ("la puissance") asociado con la autoridad femenina
ancestral y una nueva ordenación femenizada del mundo. Usamos la palabra "poderío" en
el sentido de facultad de hacer, de vigor y potencia.
Maldita yo entre las mujer~s de J'v1ercedes Va/divieso: Resemantiwción de la Quintmla... 61

Tatamai recortaba el tiempo a su voluntad y ha¡;:ía que una se pudiera vivir


de antes: encendía un sahumerio, abría el sueño y se venían adelante, mi
bisabuela, mi madre y yo misma" (p. 38).
Como eje y bisagra de ese linaje, la machi mapuche representa lo
femenino ancestral indisolublemente unido a la naturaleza y a un impul-
so de libertad: "De meica para los males, la Tatamai conoce los cuatro
rincones del viento y los tres de la Trinidad, oye crecer las yerbas y andar
los animalitos. Tenía que enseñar a recibir la vida pero también terminar-
la, secreto que nos deja huellas. Cruzando el río, la Tatamai empujó a su
querido y, de ganarse el cielo por el sufrimiento, pasó a ser dueña de la
tierra. Si el diablo le aconsejó la libertad, a él había que arrimarse" (p.
39). Ella es así la portavoz y maestra de un modo de ser en el mundo que
permanece, no obstante las lianas arrojadas por el poder patriarcal, y sus
enseñanzas son la lección que devela las máscaras de dicho poder el cual
en nombre del orden y la moral, troncha en la mujer la potencialidad de
una existencia propia. Concepto que se hace evidente en el siguiente
pasaje: " 'un año de aprender y de aguardar', murmuró la india y se
corrió por detrás del brasero, 'aprender que a Dios-Genechén, los cristia-
nos le cortaron la mitad de su entero, su mitad hembra, y lo dejaron
tamaño hombre como ellos. De ahí la igualdad que nos quitaron, y en esa
diferencia andan todas las mujeres, también las blancas. Que no las
trampeen, mis niñas, con su Divino y sus leyes, hijos de mujeres son los
hombres y de eso no pueden zafarse" (p. 41).
Desde el vientre materno, Catalina nutre su identidad y a través de su
cuerpo se une al mestizo/bastardo repudiado por una sociedad que
posee como fundamento básico la institución del matrimonio. Su rela-
ción amorosa con su medio hermano Segundo a Secas y su primo Juan
Pacheco ambos hijos de mujer indígena representan el enlazamien-
to de lo subalterno marginalizado por el orden hegemónico, en una
condición subordinada que constituye también una fuerza de la resisten-
cia contra la represión patriarcal y el invasor español (Mora). Es más, en
su calidad de huachos, Segundo y Juan son hombres que se criaron fuera
de la Ley del Padre y del complejo de Edipo, unidos únicamente a la
madre a cargo de un modelo alternativo de familia y con una autonomía
que contradice los mitos y estereotipos acerca de la debilidad y la pasivi-
dad de la mujer en las metanarrativas patriarcales (Montecino). Mestizaje
y bastardaje son, en la novela de Mercedes Valdivieso, los sitios genealó-
gicos en los cuales fermenta la transgresión como fuerza que descalabra
los fundamentos liberales de la Nación chilena.
Sin perder de vista las ficcionalizaciones acerca de la Quintrala como
figura del Mal y del exceso en la cultura chilena, la autora estructura su
narración en un contrapunto entre un Yo (Catalina quien al contar su
62 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, Nº 53, 1998

historia irónicamente adopta el modo de la confesión) y de un "Dicen


que" el cual recoge los rumores e invenciones de la tradición oral y la
memoria oficial. Lujuria, pecado y herejía se cuentan a través de esta voz
colectiva que parece regocijarse en la perversidad de ese linaje de tradi-
ción infausta" (p. 28) en el cual las ml~eres son asesinas que practican la
brujería y tienen pacto con el demonio. Frente al Yo de Catalina que se
cuenta a sí misma, el "Dicen que" se descalifica y desautoriza. De manera
significativa, la espectacularidad y lo escandaloso de su supuesta maldad,
tan elaborada en los textos anteriores sobre la Quintrala, son aquí inclui-
dos en las secciones correspondientes a este "Dicen que", poniendo en
entredicho la veracidad de sucesos tales como el envenenamiento del
padre y el sacrilegio de haber arrojado de su casa la escultura en madera
del Cristo de Mayo.
De este modo, Mercedes Valdivieso desdice el mito, lo desdibuja para
hacer de Catalina un modelo de la mujer nueva. En este sentido, su
apropiación del leit-motiv de la seducción como emboscada (Dalila,
Salomé,Jahel) en el reportorio simbólico patriarcal adquiere una conno-
tación diferente. La de la mujer que actúa con plena conciencia de su
autonomía y que ha dejado de ser un otro frente al Absoluto masculino
("Ningún hombre me pondría llantos y lejanías, yo primero", p. 61;
"jamás me perderé de mí", p. 62). Su cuerpo enlazado al cuerpo materno
en un Uno que es un Dos al mismo tiempo, es también un cuerpo de
mujer liberado de toda prohibición patriarcal con respecto a la sexuali-
dad femenina. Así, sus primeras experiencias sexuales se definen como
sinónimo de plenitud del cuerpo al decir: "A toda mujer crecí en esa
época de Alvaro. Entendí a la Tatamai que habla y oye los mundos que
'

nos rodean, me volaron pájaros, me tronó el viento y se acalló la guerra


( ... ). Aprendí a escuchar mi cuerpo que se atrevía a tanta ventura" (p.
55). Y desde el territorio de la sexualidad liberada, los adulterios de la
madre y el incesto con su medio hermano pierden las connotaciones
pecaminosas atribuidas por el orden patriarcal.
A diferencia de los otros textos sobre la Quintrala que se centran en
ella como figura del pasado, Maldita yo entre las mujeres la inserta en un
devenir histórico que políticamente atañe a la mujer del presente. Y,
desde esta perspetiva, la Catalina de Mercedes Valdivieso es la proyección
imaginaria de las otras Catalinas del futuro girando en una nueva axiolo-
gía que no sólo tachará la noción patriarcal de Nación y los mecanismos
y construcciones culturales que des-subjetivizan a la mujer en su posición
subalterna. Yendo más allá de los procesos de aniquilación de la hegemo-
nía patriarcal, la autora también entrega modelos que resultarán en una
readecuación feminizada del ser y su relación con el mundo y lo divino.
Luce Irigaray ha dicho que mientras la mujer carezca de una divinidad
!Vlaldita yo entre las mujeres de i\1ercedes Va/divieso: Resernantización de la Quintrala... 63

creada a su propia imagen, no podrá establecerse como st~eto pues lo


verdaderamente demoníaco en las sociedades patriarcales ha sido el
hecho de que no posea un Dios propio. La pensadora francesa afirma:
"Lo único diabólico acerca de la mujer es su carencia de una divinidad
propia y es esta carencia la que la fuerza a seguir modelos que nada tienen
que ver con ella, que las exilia, las dobla, las enmascara, las fragmenta y
las divide, anulando su potencialidad de incursionar en el amor, el arte y el
pensamiento hacia la realización de lo ideal y lo divino". (Irigaray, p. 64).
Abriendo un umbral ya esbozado en la cultura popular latinoamerica-
na y su culto a las vírgenes mestizas (María Lionza en Venezuela, Guada-
lupe en México, Nuestra Señora del Rosario en Perú), Mercedes Valdi-
vieso otorga a la mujer nueva la imagen de una madre Dios en la siguiente
escena:
Entonces, no hubo de a poco sino de repente, y la Señora llenó el
espacio de una suavidad dorada. Era lindo mirarla en su chamal de tela
mapuche, los aretes pesados y el trarilonco sonante. Sus pies desnudos
resaltaban por debajo de su falda, desnudos como sus manos a medias
tendidas con algo que aún yo no sabía. El pelo hacía una trenza,
redondeaba una corona y fui intentando mirarla, un reflejo me huía su
rostro.
La Señora dijo" ¡Catalina!" y pude notar verdes y grandes sus ojos y
la nariz aguileña. Era la felicidad tenerla abriendo en oro la noche
oscura del recinto. Me acerqué para gozar la limpieza de su aura y
liviana volé a tocar sus manos. El ají que ella tenía se hizo llamas y pepas
incendiadas que quemaban mis vestidos y me desnudaban la piel.
Sonreía frotándome el rojo y las brasas, el pelo se le destrenzó y dio
llamaradas como filos de puñales.
Entre el fuego, la Señora gritó una voz desconocida: "¡te hago a
imagen y semejanza mía!". Vi cómo hurgaba entre su chamal y salía su
mano con una rosa negra: "¡te doy mi corazón!", exclamó como si de
su propio corazón se desprendiera. Alargué el brazo y agarré la rosa
negra, una sola espina tenía que relumbraba su acero y se ensangrenta-
ba con el rojo del recinto.
Miré su rostro y era el de mi madre: "¡madre Dios!" (pp. 63-64).

En esta experiencia mística de los orígenes, se tacha la noción del dios y


creador masculino que se impuso con el ascenso del sistema patriarcal.
Como ha dicho John A. Phillips en su libro Eva: La historia de una idea: "El
comienzo de la civilización parece exigir una toma del poder religioso
por dioses masculinos, para romper los nexos de la humanidad con la
sangre, la tierra y la naturaleza" (p. 32). Así, la Madre de todo lo Viviente
fue desplazada o depuesta por una figura masculina creadora que, lejos
de duplicar la procreación biológica, representa, más bien, una voluntad
y una conciencia conceptualizadora de crear. De esta manera, el cuerpo
64 REVISTA CHILENA DE LITERATURA, N" 53, 1998

es abstraído y se sustituye por "el nombre" y el "soplo de vida", por la


habilidad del artesano que moldea el lodo con sus manos.
En Maldita yo entre las mujeres, la creación o génesis se instaura en un
cuerpo a cuerpo de carácter sagrado donde el soplo divino es sustituido
por el corazón de la madre Dios con sus atavíos indígenas y su larga
cabellera, símbolo de la fuerza ancestral femenina. Es más, el ritual del
fuego, muy semejante a la frotación del cuerpo con yerbas en la ceremo-
nia de la limpia, se realiza con una planta americana, el ají. Y, al otorgarle
su corazón, esta madre Dios está modificando también el rito de la
eucaristía el cual, en la tradición cristiana, abstrae el cuerpo y la sangre
de Jesucristo en una transubstanciación del pan y del vino. Aquí, por el
contrario, el corazón de ese cuerpo materno recupera el término deva-
luado de la Carne, como antítesis del Espíritu, para reconstituirse en
fuerza original de lo ancestral e impulso iniciático para los devenires
históricos del futuro. De allí que el fuego sugiera el fin de un orden y el
comienzo de otro nuevo fuego sacro: el que desterritorializa a la mujer,
el que desencadena su cuerpo para re-unirse al vientre materno y dar a
luz a la mujer/ sujeto autónomo.

OBRAS CITADAS
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5

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Maldita yo entre las mujeres de Mercedes Va/divieso: Resemantización de la Quintrala ... 65

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ABSTRACT

En este ensayo, se estudia a la Quintrala como figura del Mal y del exceso dentro de una
"chilenidad" prescriptiva que define "el carácter nacional" en términos de las dimensiones
apolíneas de la sobriedad, la mesura y la racionalidad. Dentro de este contexto cultural, se
comenta A1aldita yo entre las mujeres de Mercedes Valdivieso como una apropiación y
resemantización con el propósito político de ofrecer otros parámetros para la identidad de
la mujer. Se analizan en detalle los siguientes aspectos: la genealogía femenina como
recuperación del cuerpo materno, los importes transgresivos del mestizaje/bastardaje y la
creación de un imaginario femenino y mestizo que suplanta la masculinidad de un Dios
Creador para dar apertura a la vivencia sagrada de los orígenes en calidad de nuevo <"je
axiológico de la ml!jer, como sujeto autónomo.

In this study, La Quintrala is viewed as a figure of evil and excess within the parameters of a prescriptive
Chileanhood defining the national character in terms of an apollinean rationality, solrriety and control.
In this cultural context, the work of Mercedes Va/divieso "Maldita yo entre las mujeres" is seen as an
appropiation anda re-semantization, with the political intention of ofter ing new pamdigms offemenine
identity. The analysis considers in detailed manner, aspects such as woman 's genealogy as a legitimiza-
tion of the maternal body; the tmnsgressive import of 'mestizaje' (halj~breed) and bastardizing, and the
creation ajan imaginary femenine and mestizo supplanting the rnasculinity of a Creator God to make
way to a sacred feelingjor the origins as new axiological axis of as an autonomous subject.

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