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Es posible explicar el pico en la afiliación a la FIFA durante las décadas de 1961-
1970 por medio de la numerosa inscripción de países africanos a la Federación. Dicho
fenómeno responde al desarrollo del fútbol dentro de la misma cultura africana, el
cual llevará a la obtención de un cupo fijo en 1970 dentro de la celebración de los
mundiales.
Algo similar sucedió con los Estados Unidos. Es necesario mencionar que las
norteamericanas ya han levantado la Copa del Mundo tres veces, y que son
las últimas campeonas hasta ahora. Bajo esta premisa, la selección femenina
decidió exigir mejores salarios que los otorgados a los masculinos, basando
su justificación en un mejor desempeño y un mayor número de títulos
obtenidos que aquel mostrado por la selección masculina. Estas demandas
pudieron ver una respuesta “satisfactoria” en abril de este año, cuando se le
reconoció a la selección femenina su esfuerzo y habilidad futbolística, y se
aumentaron los salarios de las jugadoras.
El actual Gobierno central, como bien nos lo ha hecho saber a los colombianos, va a
apoyar casi que toda decisión tomada en aras a la reinserción de este grupo armado a
la sociedad civil. No es de extrañar, entonces, que escuchemos al ministro del Interior
lanzando comentarios referentes a la inevitabilidad de tener que convivir con quienes
en el 2014 fueron uno de los grupos terroristas más peligrosos del mundo, según el
Índice Anual de Terrorismo, incluso cuando de las competencias futbolísticas se trata.
Por otro lado, vemos cómo la Dimayor ha decidido no pronunciarse mucho frente al
tema, en incluso mostrarse escéptica en esta incipiente paz pretendida por ambos
lados del conflicto. La oposición a la propuesta, para muchos, radica en el imaginario
de que los dineros destinados a la implementación de los equipos provienen de las
actividades narco-terroristas con las que, por muchos años, delinquió esta
organización. Además, quiero resaltar que apenas se están curando las heridas que
este grupo dejó en materia de secuestro, extorsión, masacre y genocidio.
Podemos asemejar a las FARC con el FLN desde la idea que lo que antes era una
organización violenta hoy busca ser un miembro civil activo en la cotidianidad
colombiana. Los que antes usaban las armas de forma ilegal quieren hoy contar con
un equipo de fútbol que busque reforzar los lazos con la sociedad civil. Sin embargo,
la diferencia radica en que las FARC no nos independizó de ningún gobierno opresor,
sino que, al contrario, se encargó de atentar contra la vida de aquellas personas que
afirmaba defender.
Este tema del postconflicto colombiano tiene demasiadas aristas y este espacio no es
suficiente para tratar todos los temas. Sin embargo, sí me parece que el mayor reto
que tiene las FARC ahora es demostrarle al país que, como grupo y en su totalidad,
de verdad tienen la intención de dejar las armas, hacer política pacífica y, por qué no,
jugar al fútbol como a los colombianos tanto nos gusta.