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1 ería, Hispania, Spania

Una mirada desde 1/ici


-------------------·----·--·

PRODJCC!Ó!~ Y ORGH-iiZACiór~

Coja de Ahorros del Mediterráneo. Obms Sociales Albert Ribera Lacombo


Antonio Guilabert Mas
(OMI$/,~IOS Archivo SIAM (Servicio de Investigación
Mauro S. Hernóndez Pé1·ez Arqueológico Municipal, Valencia)
Lorenzo Abad Casal Archivo SIP (Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación Provincial de Valencia)
Equipo Tolmo de Minateda
Mer·cedes Tendero Porras Fundación Universitaria de Investigación
Juan M. Abascol Palazón Arqueológica La Alcudia de Elche
Alejandro Ramos Molino Juan M. Abascal Palazón
Lorenzo Abad Casal
Mouro S. Hernández Pérez
Albert Ribera Lacomba Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de lo Historio
Alberto Lorrio Alvmado Museo Arqueológico Alejandro RonTos Falqués de Elche
Alejandro Ramos Molino Museo Arqueológico de Murcia
Alicia Fernández Díoz Museo Arqueológico Municipal de Cartagena
Carmen Aranegui Gaseó Museo Arqueológico Municipal de Villa joyosa
Concepción Papí Rades Museo Arqueológico Nocional, Madrid
Feliciana Sala Sellés Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARO)
Gabriel lora Vives Museo Arqueológico y Marítimo de Sonia Polo
Ignacio Grau Mira Museo de Albacete
Jaime Molino Vidal Museo de Arte Ibérico El Cigonolejo de Mula
Jesús Moratollo Jóvega Museo Monográfico de La Alcudia
José M. Noguera Celdrón Museo Municipal Jerónimo Molino de Jumilla
Juan M. Abascal Palazón Museu ArqueoiOgic Municipal Ca mil Visedo Moltó de Alcoy
Julia Sarabia Bautista Museu d' Arqueología de Catalunya
Lorenzo Abad Casal Museu de PrehistOria i de les Cultures de Valencia
M0 Dolores Sónchez de Prodo
Mauro Hernóndez Pérez
Mercedes Tendera PorTas HURPOGRAF, S.l.
Pere Pau Ripollés Alegre
Rafael Ramos Fernández
Rafael Ramos Molino
Roberto LNenzo Pérez de San Rornán
Sebastión Ramallo Asencio
Sonia Gutiérrez llore!
Trinidad Tortosa Rocamora

ilt,AGU.J Y DISENO

Víctor del Castillo


Ideograma GC

DEPÓSITO LEGAl: A-946-2004

© Texto5 y di~ei\o: outore5


© lmógene~: autores y propietarios
©Edición: Co¡o de Ahorros del Mediterróneo
Mustos Y CoLECCIONes

Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historio


Museo Arqueológico Alejandro Romos Folqués de Elche
Museo Arqueológico de Murcia
Museo Arqueológico Municipal de Cortogeno
Museo Arqueológico Municipal de Villajoyoso
Museo Arqueológico Nacional, Madrid
Museo A1·queológico Provincial de Alicante (MARO)
Museo Arqueológico y Marítimo de Santa Polo
Museo de Albacele
Museo de Arte Ibérico El Cigarralejo de Mulo
Museo Monográfico de la Alcudia
Museo Municipal Jerónimo Molino de Jumilla
Museu ArqueoiOgic Municipal Ca mil Visedo Molió de Alcoy
Museu d'Arqueologia de Catalunya
Museu de PrehistOria i de les Cultures de Valencia
Colección Ramos, Elche
Iberia, Hispania, Spania
Una mirada desde 1/ici

eRm
Caja de Ahorros
de l Me diterráneo

O BRAS S OC IALES
as ciudades, símbolo de las civilizaciones, se construyen sobre las ruinas de otras anteriores,
cuyos restos duermen guardando pacientemente eslabones de una historia que es origen y
consecuencia del mundo en que hoy vivimos.

Parte de la impronta que esa historia ha dejado en las diferentes culturas que florecieron en los territorios
do la península Ibérica bañados por el Mediterráneo, constituye la esencia de la exposición que me
complace presentar. Un período histórico en el que los pueblos asentados en sus costas fueron sus más
destacados protagonistas.

Nadie duda a día de hoy de la importancia de ese territorio, localizado en los límites del mundo conocido,
al que los griegos dieron el nombre de Iberia, cuna de una de las más grandes culturas mediterráneas de
la antigüedad, cual es la ibérica, que alcanzó altas cotas de creatividad, y en cuyo seno acaecieron las
primeras manifestaciones de un mundo con una sociedad, una economía, un urbanismo y un arte bien
organizados y de extraordinaria creatividad.

Esa Iberia que en las postrimerías del siglo 111 a.C. fue marco del enfrentamiento entre Roma y Carthago,
las dos civilizaciones más poderosas del momento, por la hegemonía del Mediterránea. Pugna en la cual
se evidenció la valentía y capacidad de los guerreras iberos, pero que terminó con la adaptación de su
mundo y su cultura a la de los conquistadores romanas. Así, tras haberse convertida en un inmenso campo
de batalla donde se decidió el destino del mundo conocido, Iberia se transformó en época de la República
tardía en una de las más florecientes provincias del Estado romano: Hisponio.

Tras una floreciente historia de varios siglos, en que las provincias hispanas llegaron a transformarse en
motar y cuna de provisión de grandes estadistas del Imperio romana, nuevos avatares históricos desgajaron
la unidad imperial y transformaron la franja costera del sureste y mediodía de la otrora Hisponia romana
en la Spanio bizantina, una nueva transformación que finalizará con la invasión musulmana.

La ciudad de 1/ici en su condición de capital de la Contestania ibérica, de colonia romana y de sede


episcopal visigoda se convierte en referencia ineludible para el análisis del devenir histórico del Sureste
peninsular, tanto por su privilegiada situación geográfica, como por su conexión vía marítima y terrestre
con las principales rutas del comercio internacional de cada época. En este sentido, con una mirada desde
!lici bien puede abarcarse el estudio y comprensión de un milenio de Historia.

Dicha secuencia histórica se nos sugiere con claridad y acierto en el título de esta exposición: "Iberia,
Hispania, Spania. Una mirada desde !lici''. Enunciado que clarifica su objetivo, trasciende la mera muestra
estética y ordenada de restos de culturas diferentes, e invita a la reflexión y el conocimiento de un período
histórico oscuro y remoto, del que, gracias al esfuerzo de numerosos investigadores, tenemos cada vez un
mayor conocimiento.

Esta espléndido exposición no hubiera podido convertirse en realidad sin la colaboración entre aquellos
Comunidades Autónomas que conservan muchos de los valiosos testimonios de aquellas épocas, sin el
esfuerzo y entusiasmo de sus comisarios y organizadores, así como sin el siempre generoso patrocinio de
la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Gracias a todos ellos por esta iniciativo que nos acerca un poco más
a nuestro pasado y al conocimiento de las inquietudes y formas de vida de aquellos que han precedido en
el devenir de la Historia.

RAMÓN LUIS VALCÁRCEL SISO


Presidente de la Región de Murcia

n el tiempo que media entre los años 500 antes y 500 después de nuestra ero se desarrolló en
la fachada oriental de lo Península Ibérica un proceso ininterrumpido de transformación cultural,
a partir de unos núcleos ibéricos que llegaron o alcanzar importantes logros y cuyos contactos
con elementos púnicos, griegos e itálicos facilitaron su pronta incorporación al ámbito cultural romano.

Lo expansión del cristianismo y la presencia visigoda, junto con episodios coyunturales como un corto
período de dominio bizantino, marcaron luego la pauta de un periodo tardoantiguo especialmente rico e
interesante.

Iberia, Hispania, Spania, denominaciones con las que se conoció sucesivamente a nuestro península,
pretende ser una mirada reflexivo sobre este proceso a través de algunos de sus elementos más
significativos. Se organiza a partir de 1/ici, destacado ciudad ibérica, colonia romana, obispado visigodo
y hoy en día importante núcleo cívico y una de los raíces de lo actual Coja de Ahorros del Mediterráneo.
Pero incorpora también materiales y vestigios de diversa procedencia y significado, que la convierten en
una ocasión excepcional para contemplar un modelo de pluriculturalidad que se desarrolla o lo largo de
todo un milenio.

Deseamos agradecer a los Museos Arqueológicos: Nacional, Provincial de Alicante, Cataluña, Camil
Visedo de Alcoy, Murcia, Municipal de Cartagena, Municipal de Villojayoso y Alejandro Ramos Folqués
de Elche; a los de Albacete, de Prehistoria i de les Cultures de Valencia, de Arte Ibérico de El Cigarra leja
de Mula, Municipal Jerónimo Molino de Jumilla, Arqueológico y Marítimo de Santa Polo; al Gabinete de
Antigüedades de la Real Academia de la Historia, a los dueños de colecciones privadas, y especialmente
a la Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica La Alcudia de Elche y a su Museo Monográfico,
la colaboración prestada en este proyecta.

FRANCISCO JAVIER GUILLAMÓN ÁLVAREZ


Presidente del Consejo Territoriol en Murcia de la
Ca¡a de Ahorros del Mediterráneo
13 ¿CUÁNDO TUVO PRINCIPIO ÉSTA? 167 Los PROGRAMAS ORNAMENTALES
La ocupación prehistórica de llici y Pintura y Mosaico
de su en torno Alicia Fernández Díaz
Maura S. Hernóndez Pérez
175 DE ICONOGRAFÍA VASCULAR IBÉRICA
25 IBERIA Trinidad Tarfasa Racamara
Carmen Aranegui Gaseó
181 LAS CERÁMICAS
31 HISPANIA Feliciana Salo Se/tés
Interacción y aculturación romanas en las
provincias del extremo occidente 189 COMERCIO Y RELACIONES PORTUARIAS EN
Sebosfián Ramal/o Asencio El TE RRITORIO DE !UC/
Jaime Malina Vida/
57 SPANIA
Albert V. Ribera i Locombo 197 LA MONEDA EN !UCI
Pere P. Ripollés
69 LA ALCUDIA IBÉRICA
En busca de la ciudad perdida 207 LA ARQUITECTURA ORNAMENTAl
Lorenzo Abad Coso/ Julia Sorobio Bautista

79 C OLONIA IUUA fliCI AUGUSTA 213 EL VIDRIO EN /UC/


Juan Manuel Abascal La funcionalidad del objeto
Mg Dolores Sánchez de Prado
95 /UC/ EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
La ciudad evanescente 223 LA BASÍLICA CRISTIANA DE /UCI
Sonia Gutiérrez Llore/ Roberto Lorenzo de San Ramón

111 El PAISAJE ANTIGUO 231 Los OBJETOS METÁLICOS


Ignacio Grau Mira Mercedes Tendero Porras
Jesús Morato/la Jóvego Gabriel Lora Vives

119 EL CAMPO Y LA AGRICULTURA 24 1 HISTORIA DE LA ALCUDIA


Ignacio Grau Mira Rafael Ramos Fernández
Jesús Morato/lo Jóvego Alejandro Ramos Molino

125 URBANISMO 249 Los MUSEOS Y LAS COLECCIONES


Mercedes Tendero Porros DE LA ALCUDIA EN ELCHE
Gabriel Lora Vives Rafael Ramos Fernández
Alejandro Ramos Molino
133 LA ESCULTURA IBÉRICA DE LA ALCUDIA
Rafael Romos Fernóndez 257 LAS COLECCIONES DE LA A LCUDIA EN El
Alejandro Ramos Molino MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL
Concepción Papí Rodes
145 LA ESCULTURA ROMANA DE LA
COLONIA IUUA /UC/ A UGUSTA 265 LA RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO
Una aprox imación arqueológica Rafael Ramos Molino
José Miguel Noguera Celdrán
273 CATÁLOGO DE PIEZAS EXPUESTAS
155 EL ARMAMENTO
Alberto J. Lorrio 293 BIBLIOGRAFÍA
¿CUÁNDO TUVO PRINCIPIO ÉSTA?
1 11 r1

MAURO S. HERNÁNDEZ PÉREZ*

·.
.~

"¿Qué gentes fueron las primeras que vinieron á


armar sus chozas sobre su suelo, estacionándose en él,
para dar el ser á un nuevo pueblo, animación y vida á
una comarca, en cuya fierro yace mezclado el polvo de
sus restos?
Aureliono lba rro y Monzoni

stas preguntas, incluida la de propio título,


revela la preocupación de Aureliano lbarra y
Manzoni (Alicante 1834 - Elche 1890) por
documentar los orígenes de llici. Con " la seguridad de
que remonta su existencia á las primera s edades", seña-
la que " los monumentos de mayor valía para nosotros
son los que hemos tenido la dicha de hallar, pertenecien-
tes á una época prehistórica, tales como instrumentos pri-
•Área de Prehistorro, Universidad de Alicante mitivos, de los que usó el hombre antes que supiera ser-
virse de los metales para for jarlos" . En su conocida y rei-
Este lrobo¡o se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA
2003-0822 Meseta-Mediterráneo. De lo Edad del Bronce o lo aparición de lo teradamente citada llici, su situación y antigüedades
escrituro. Tradiciones culturo/es, intercambios y procesos de transformación, dibuja tres cuchillos sobre láminas de sílex y cinco
finanCiado por lo DGICYT del Mmtslerio de Ciencia y Tecnología y se ha financiado
en parle con fondos Feder.
hachas y azuelas de piedra pulimentada y realiza una

13
esta ocupación prehistórica, representada por los estra-
tos H y G, el primero asociado al Eneolítico/Bronce y
el segundo al periodo preibérico que fecha entre los
siglos VIl y VI a.C (Ramos Folqués, 1989). Sin duda, la
abundancia y complejidad arquitectónica de La
__ .,.- -.--.- .

~
Alcudia expl"rco que en muy pocos lugares se hoyon
alcanzado niveles prehistóricos y, en su caso, su redu-
cido espacio en extensión y potencia. En el sector 5-F,

(
donde la inexistencia de estructuras sólidas de época
romana permitió alcanzar la roca virgen, el estrato H,
asociado por su excavador a etapas del Bronce Final,
tenía una potencio de 41 cm y sus pavimentos, "de tie-
rra pisada, endurecido y muy compacta", se localiza-

L ron a 4,52 m de profundidad (Ramos Fernández,


1983a, 172), señalando también la presencia de un
foso natural y de restos de fortificací'ones de las que se
acompaña fotografía de piedras alineados (Ramos
/lochas, azuelas y láminas de sílex de la Alcudia (según A /barro, J 979)
Fernóndez, 1985, 458). Este problemático estrato H,
asociado en ocasiones con materiales del Eneo!ítico,
interesante descripción de sus hallazgos "por los cam- Bronce Pleno, Bronce Final y Orientalizante -no sabe-
pos de lllici" donde "encontró hachas de piedra de mos si superpuestos, con o sin continuidad, o alterados
diferentes tamaños, de granito, de jaspe otras, dardos y revueltos en el momento de la ocupación ibérico···,
ó puntas de flecha, y cuchillos de pedernal, granos, ó también se ha detectado en otros puntos del sector sep
cuentas, de diversas piedras y conchas perforados tentrional del yacimiento, mientras en los más mcridio
para collares; de la época posterior, á la que pertene- nales la ocupación ibérica más antigua estaba en con
11 1
cen los anteriores, grandes aros de pendientes de tacto con lo "roca virgen , "tierra virgen' a "orenw; y
metal, y un grandísimo depósito, según opinión de los tierras estériles". Existe, sin embargo, uno prcsenciu
inteligentes, de puntas de lanzas, de bronce", para humano anterior -del Neolítica- en la propio Alcudin,
concluir "que, desde los más remotos tiempos, ha esto- identificada o partir de cerámicas sin contexto orquno
do habitado el suela objeto de nuestra atención" lógica.
(lbarra y Manzoni, 1981, 32-33). La ocupación de La Alcudia se explico por ,,.,
125 años después de lo publicación de su extraor- excepcional ubicación. Se trata de una colino noturHI
dinaria obra, la información disponible sobre la ocupa- alterada par las sucesivas ocupaciones -de uhí 1<1 1:1 )1"!
1
ción prehistórica de La Alcudia y de su entorna que sideración de 'tell"-, de la que se desconc'Jcnn :,\J:,
tonto preocupara a !barra es significativamente más características geamarfológicas, dimensiones, conlornn
abundante, aunque por desgracia continúa siendo y grada de pendiente originales, situodo u poc() rp/¡·_

incompleto, disperso y, en ocasiones, contradictoria. de media kilómetro al W del río Vincrlopó y un ,1 ' ""
De manera reiterado Alejandra Ramos Folqués indi- tro de uno llanura deltaica can obundon!e ur¡tH1 011 In
có la presencio de materiales prehistóricos en Lo lagunas y zonas encharcadas, cerrodo ol rnur poi U ti• ¡

Alcudia. Un cierto número, que asocio al Eneolítico y la cadena de dunas y rodeado por uno sori<J de, llill!dlllhl:.

Edad del Bronce, las recogió en superfici~, suponiendo en las que se abren barrancas/rornblw; y ol pr~'llH-, 11,_,
que procedían de lo remoción de tierras con ocasión convertidas en vías de comunicoción, Jh) :.knnpu~ [(¡, i
de las excavaciones de Albertini y de v·rves, en 1905 y les, con e! interior o can las tierros del L~oj!) :-:.nqw•~ "ni
1923 respectivamente, quienes abrieran zanjas de más Campa de Alicante. Estos tms espocio:; Hdju \r~q11111
de cuatro metros de ancho y otras cuatro de profundi- Boja Vinalapó y Campo de Alicnnln, ,¡,.,.¡., M"'''"
dad en varios puntos del yacimiento. Por otra lada, en hasta El Compello, al norle de In ,,..¡¡¡ul '¡¡¡,¡,,¡ ,¡,
su propuesta estratigráfico de La Alcudia se refiere a Alicante- constituyen uno mismu unid( 1d J¡·,i\ ;! JI •d ¡, -.
2C,,ó~d" !c"'O p!!ncp,v C:<o<
C(l '"'oi):l ~1' p,("),~!b:(G (i( iJ'I<:! )' ck >U Cf\!Q'~C·

delimitada por las alineaciones Subbéticas -Sierra de cantidad de carbones todos de )uniperus sp (enebros
Crevillente- y las últimas del Prebético Meridional -sie- y/o sabinas), datados mediante C14 en el 17.360 ±
rras Negra y Tabayá- y el mar. Un territorio con una 180 B.P., sin calibrar, acorde con las industrias solú-
historia compartida desde sus orígenes, abierto a las treo-gravetiense con las que se asocia. En los alrede-
tierras y culturas del sureste y del interior peninsular. dores del hogar otros carbones dispersos, posiblemen·
te fruto de anteriores combustiones, pertenecían a pino
negra!, acebuche, cornicabra, lentisco, fresno, aladier-
no e, incluso, higuera silvestre, conformando una serie
Las más antiguas evidencias de la presencia huma- vegetal supramediterránea de los sabinares albares de
na en las tierras del Bajo Vinalopó, en las que se inte- tendencia continental semiárida o seca, semejante al
gran Elche y La Alcudia, corresponden al Paleolítico que en la actualidad se encuentra en zonos del sistema
Superior y se asocian, por tanto, con los primeros hom- ibérico, cordilleras béticas y zonas de la Meseta. El
bres anatómicamente modernos que ocuparon el País paisaje de esta Sierra de Crevillente sería en estos
Valenciano, quienes desde sus lugares de hábitat y momentos el de un bosque más o ~~-?nos abierto, domi-
campamentos temporales ubicados en puntos estratégi- nado por enebros/sabinos y pinoS",ccon acebuches, pis-
cos de las sierras controlan el movimiento de los anima- tachas e higueras en las zonas resguardadas y algunos
les en las tierras llanas y las pasos interiores. Es el caso fresnos en los zonos rnós húmedas.
de la Sierra de Crevillente, donde se han localizado A partir de la información actualmente disponible,
varios lugares que, al menos desde hace unos 30.000 durante varios milenios estas tierras permanecen desha-
años, conservan testimonios de estos cazadores y reco- bitadas, ya que no se han encontrado materiales que
lectores. Se trata de las cuevas de la Ratlla del Buba y puedan asociarse al Epipaleolítico, con la excepción
del Xorret, del abrigo del Coste!! Vell y del yacimiento de los recogidos en Les Cadalles que, de todos modos,
de superficie de Les Codalles. De las das últimos, cano· se situarían a inicios de éste.
cidos sólo por una reducida colección de materiales líti-
cos recogidos en superficie, su adscripción cultural es PlZ!iV\Eí<OS HABIT.AG~TES DE
necesariamente imprecisa, clasificándose el primera en
un genérico Paleolítico Superior y Les Codolles en el La ocupación inicial de La Alcudia coincide con la
Magdaleniense superior final o en el Epipalealítico ini· aparición de la agricultura y ganadería en el Bajo
cial (Menargues, 1998). También se encuentra repre- Vinalopó, ya en momentos pastcardiales del Neolítico
sentado el Magdaleniense superior en la Cava del según atestiguan algunos materiales arqueológicos,
Xarret 1 donde, asimismo, se constató la presencia de tanto de este yacimiento cama de la Cueva de las
Gravetiense, a juzgar por los materiales líticas recupe- Arañas del Carabasí, en Santa Polo, acordes con otras
rados en remociones y recogidas poco rigurosas (Serna ocupaciones neolíticas del Campo de Alicante y Vega
López, 1991). Baja del Segura.
La Cova de la Ratlla del Bubo es, sin duda, el yaci- En la excavación del sondea 6-B del sector 5F de
miento de mayar interés, gracias a las esfuerzos de sus La Alcudia se descubrió una compleja galería subterrá-
excavadores pese a los reiterados destrozos de las nea de época romana de unos 30 metros de desarrollo
actuaciones clandestinas y la posterior dispersión de que comunica el interior de la ciudad con una supues-
sus materiales por distintos museos y colecciones parti- ta pequeña playa de una corriente de agua que al
culares. La primera ocupación detectada en la cueva entrar en contacta con el extremo septentrional de la
corresponde al Gravetiense, aunque na se alcanzó la colina se bifurcaría para rodearla y unirse de nueva en
roca base, de ahí que en ocasiones se ha sugerido un el otra extrema. Sobre la existencia de este pretendido
no descartable Paleolítica Media, presente en otras cauce ha mostrado recientemente J. Moratalla Jávega
yacimientos relativamente próximos del Media fundamentadas dudas y, al menas, en el exterior del
Vinalopó. Lo más conocido de este yacimiento es un lada W, donde se ha sondeada para construir el nuevo
hogar formado par un semicírculo de piedras, en cuya Centra de Interpretación de La Alcudia na se han detec-
interior, de 28 cm de diámetro, se recogió una gran tado evidencias de este cauce.
Ledua , en Novelda, del que proce-
de un recipiente cerámico que
recuerda por su forma, aunque su
decoración incisa e impresa es más
compleja, al ejemplar de La
Alcudia.
Otro referente reiteradamente
9
e lche citado para el Neolítico del Bajo
C r vliton co L. a Atcudlt Vinalopó es la Cueva de las Arañas
del Carabasí, en Santa Polo, ubica-
da en la margen derecha de uno de
los pequeños .barrancos que rom-
pen la ladera de la llamada Sierra

+
Neolltico
Campaniforme
de Santa Polo• r: se pierden en la
El' Neolltico- plataforma co~t~ra que se continúa
Campaniforme

-
o

Ba jo Vinolopó. Distribución de yacimientos del Paleolítico, Neolítico y Eneolítico


hasta la Playa ··del Carabasí, ya en
el térm ino municipal de Elche. En
las remociones realizadas en el
(elaboración: G. Gordo Atiénzorl interior de la cueva se recogió un
interesante conjunto de materiales
arqueológicos compuesto por cerá-
En el interior de esta construcción subterránea relle- micas, ob jetos de sílex y de hueso, adornos sobre val-
na de arenas, re lacionadas con crecidas del río, y sin vas de pedúnculo y restos óseos de animales . En una
posición estratigráfica se recogieron varios fragmentos de sus paredes se localizó la pin tura de un équido que
cerám icos que se suponen procedentes de un emplaza-
miento neo lítico ubicado en la aludida playa fluvial. La
forma del único recipiente reconstruido -una vasi ja glo-
bular con cuello y seis asas de lengüeta, tres verticales
y con una perforación en la línea de arranq ue del cue-
llo y las otra s tres, ahora horizontales y con doble per-
foración, en el cuerpo- y su decoración geométrica, en
la que se combinan incisiones e impresiones de instru-
mento, tambi én presentes en otros fragmentos, permiten
si tuar estos materiales en momentos avanzados del lla-
mado Neolítico 1 en la secuencia regional valenciana y
relacionarlos con otros hallazgos no excesivamente d is-
tantes que explican el poblamiento neolítico del Bajo
Vinalopo, en el que el propio río se convierte en prota-
gonista . En efecto, desde su cabecera, que conecta a
través de varios corredores naturales con los tempranos
neolíticos de la cuenca del río Serpis, se puede seguir
la progresiva aparició n de las cerám icas y, en menor
medida, del utillaje lítico, a falta de otros estudios
paleoeconómicos, en especial de los cada vez más
abundantes restos de fauna , y paleoambientales, a lo Vasija neolítico de Lo Alcudia
largo de la cuenca del río como atesti gua n va rios yaci-
mientos de la cubeta de Vill ena y el más próx imo de
tCuóndo tuvo punc1p1o ésto?
lo ocupodón prehistórico de llici y de su entorno

MAURO S. HERNÁNDEZ PÉREZ

ha sido objeto de varios estudios que la sitúan dentro da bajo la pintura y el relleno de las incisiones de la
del ciclo del Arte Levantino (Beltrán , 1995; Ramos cerámica se considera contemporánea a ésta (Ra mos
Fernández, l983c). La pieza más antigua de todo el Fernández, l983b), mientras el équido pinta do, según
conjunto y que puede relacionarse con la ocupación
neolítica de La Alcud ia corresponde a los fragmentos
de una vasija de tendencia ovoide con pequeño cuello
y asa de cinta vertical decorada con incisiones. La
punta de flecha , los fragmentos de grandes láminas y
la placa tabular con retoque plano cubriente, todas de
sílex, pertenecen a un momento posterior, al igual que
un plato cerámico. Las dos campañas de excavaciones
que realizamos en esta cueva con objeto de contextua-
lizar estos hallazgos resultaron decepcionantes al com-
probar que los sedimentos estaban totalmente altera-
dos, mezclándose los escasos restos prehistóricos recu-
perados con otros recientes , incluso hasta el mismo
suelo rocoso de la cueva. Por otro lado, coincidiendo
con estas excavaciones los técnicos en el tratam iento
del arte rupestre designados por la Dirección General
de Patrimonio de la Generalitat Valenciana, después Équido pintado de lo Cueva de los Araños del Corobosí, en Santo Polo
(coleo de R. Romos Fernóndez)
de un detenido análisis y limpieza de las paredes, no
pudieron localiza r la pintura por lo que resulta difícil
precisar su estilo y cronología , que por similar compo- los calcos publicados, constituye una excepción en el
sición entre unas manchas de pin tura en la roca situa- arte prehistórico de todo el Mediterráneo, de ahí que
no se incluyeran en los estudios sobre los distintos hori-
zontes artísticos del País Valenciano, ya que, en nues-
tra opinión, por su propia tipología y convencionalis-
mos en el tratamiento de la cabeza e interior del cuer-
po, no pertenece al Arte Levantino, ni tampoco al Arte
Esquemático.
Estas cerámicas neolíticas de La Alcud ia y de la
C ueva de las Arañas se pueden relacionar con las reco-
gidas en el yacimiento de superficie de La Bernarda , en
Rojales (Soler Díaz y López Padilla, 2000-200 l ), ya
en el Bajo Segura.

los PRIMEROS POBLADOS

En La Alcudia también se citan evidencias de una


ocupación del Neolítico Finai/Calcolítico-Eneolítico
- Neolítico 11 en la secuencia regional va lencia na- , que
en sentido amplio se puede fechar en ellll mi len io a.C.
Al ejandro Ramos Folqués se ñala la presencia de
materiales eneolíticos en el Estrato H, además de los
recogidos en superficie, entre ellos varias puntas de fl e-
cha con retoque plano y grandes láminas de sí lex.
Vasija neolítico de lo Cueva de los Araños del Caraba si
jMuseo Arqueológico Municipal de Elche) Tampoco para este momento se pueden prec isar las

17
- -----------·----······-~---·~-----

dimensiones y características de esta ocupación, ya según atestiguan las malformaciones óseas de las patos
que en el Corte 5F -el mejor conocido para estos de los bóvidos.
momentos prehistóricos- no se detectó su presencia, Es muy probable que todos los yacimientos de este
coincidiendo la ocupación inicial de este lugar con el momento que jalonan el Vinalopó, entre los que se
Bronce Pleno-Bronce Final. No obstante, otros yaci- incluiría La Alcudia, correspondieran a una misma ocu-
mientos próximos ofrecen una información extraordina- pación que, a modo de estratigrafía horizontal, perdu-
riamente valiosa, aunque parcial, del poblamiento del rase durante varios siglos dellll milenio a.C. según evi-
111 milenio en el Bajo Vinalopó. dencian los mismos tipos de cerámicas y de láminas
El más importante es, sin duda, la Figuera Reona, retocadas y puntas de flecha de sílex, desplazándose
conocido desde 1900 por Pedro lbarra que recoge y los todavía reducidos grupos humanos a lo largo del río
describe sucesivos hallazgos en sus célebres en uno y otro sentido donde construían sus casas en
Efemérides. En 1958 Alejandro Ramos Folqués excava ocasiones junto a otras ya derruidas e, incluso, encima
8 cabañas que por su descripción -manchas de tierras de ellas, de ahí la distribución irregular de las manchas
oscuras, planta circular de entre 1,20 y 2 m de diáme- de tierras oscuras que evidencian estas construcciones
tro y muros de piedra y tierra, que describe corno semihundidos, entre las que:n'o existen referencias de
adobe según la interpretación de la época para todos fosos, constatadas en otros y6cimientos contemporáne-
los muros de barra, corresponde a un característico os, entre ellos el relativamente próximo -y de reciente
poblado de este momento, del que sorprende la correc- excavación- de La Torreta-El Monastil, en Elda.
ta ordenación del espacio can calles y casas alineadas. Más alejado del Vinalopó se encuentra el asenta-
2
No así su extensión, que supone de unos 14.000 m , miento de la Playa del Carabasi, donde el agua, ahora
que debería ampliarse para incluir las yacimientos de salobre del Clot de Golvany, y el mar, siempre abun-
La Rata y La Reja, próximas al de Figuera Reono, del dante en recursos alimenticios, explican su ubicación,
que en su opinión formaban parte (Ramas Folqués, profundamente alterada en la actualidad par acción
1989, 10-17). Aguas arriba, en el nivel más antigua del viento sobre las dunas costeras sobre las que se
del Promontari d' Aigua Dal,a i Salada, también rela- asienta. Las materiales arqueológicos -algunos frag-
cionada con este momento, se excavó un fonda de mentos cerámicos y de molinos, lascas y laminitas de
cabaña de 2,30 m de diámetro y 0,35 m de profundi- sílex y placas de arenisca y pizarra- se encuentran dis-
dad can el interior revestida de arcilla y un pavimento, persos por un área de unos 2.000 m', donde también
también de arcilla, de 3 cm de grosor (Ramos se han localizada manchas de arenas ahumadas y que-
Fernández, 1981 ). madas (Soler Díaz y López Padilla, 2000-2001).
Las pobladas valencianos conocidos para este Por su ubicación y estructuras de hábitat estas
momento, objeta de modélicos estudios por Joan pobladas eneoliticos, o lo que es lo mismo del Neolítica
Bernabeu y su equipo, se sitúan en tierras bajas y res- 11, contrastan con sus contemporáneos del Sureste
ponden a estos estructuras en negativo, en la que hon peninsular, ubicadas en altura, protegidos por escarpes
identificada fosos, cabañas, silos y hogares, dispersas naturales, murallas y torres. Es el casa de Les Mareres,
de manera aislada o en grupas varias de ellas, por una en la Sierra de Crevillente, considerado como el único
gran superficie como ocurre en la cuenca del Serpis, poblado en altura para este momento en todo el País
desde Alcoy y Cocentaina, con el extraordinaria yaci- Valenciano, aunque la presencia de cerámica campa-
miento de Les Javades, hasta Muro de Alcoy. niforme desde la base de la estratigrafía (González
Indudablemente se trata de poblaciones que durante Prats y Ruiz Segura, 1991-1992) sugiera una ocupa-
varias generaciones viven y frecuentan entornos privile- ción algo más tardía.
giados, siempre próximos a ríos y agua cama ocurre en No se han localizada las enterramientos de estas
el yacimiento ilicitano, cambian la ubicación de sus poblaciones eneolíticas que en las tierras valencianas
casas, siempre frágiles, y rellenan can desperdicios los utilizan las cuevas naturales para inhumar las cadáve-
agujeras de las anteriores, que quizás aprovecharían res de manera colectiva, quizás con la excepción de la
para el posterior abana de las campos de cultivo en las tumba excavada a principios del siglo XX en Algorfa,
que se podrían utilizar aradas tiradas par animales en la Vega Baja del Segura (Soler Díaz, 1995). En el


aCuóndo tuvo principio e~to2
la ocupoctón prehistórko de llici y de su entorno

MAURO S HERNÁNDEZPÉREZ

Bajo Vinolopó lo único cueva ocupado en a lgún poniformes, muy abundantes y de tipo Ciempozuelos
momento de este 111 milenio es lo de Los Araños del en el estrato B y más escosas y de peor calidad en pos-
Corobosí, en lo que, ni entre los materiales de los an ti- tos, acabados y decoración , ahora de líneas quebra-
guos remociones ni de los recientes excavaciones, se dos paralelos a l borde y triángulos invertidos, en el
han recog ido huesos huma nos. Se troto en este coso de estrato A, asociado o un periodo de Tro nsic ión o lo
uno ocupac ión marg ina l, posiblemente relacionado Edad del Bronce. Sorprende, asim ismo, lo escasez de
con el poblado próximo. fauno -asti llas no identificados y un fragmento de asto
Los ob jetos metálicos, utilizados con los de piedra de ciervo- y de otros materiales arqueológicos, reduci-
poro denominar este periodo, están ausentes en estos dos o unos pocos fragmentos de cuchillos de sílex en
yacimientos ilicitanos, lo que por otro lodo no resu lto los estratos A y B, conchos perforados en el estrato B y
extraño al escasear en el resto de yacimientos del País uno azuelo de piedra y un punzón metálico en el estra-
Valenciano y en un elevado porcentaj e se reducen o to A (Romos Fern ández, 1981 y. "1985; Ru iz Seguro,
punzones. 1990). An te estos evidencias el poblado ha sido consi-
derado como un luga r especio l iz~~o en lo elaboración
los PRIMEROS OBJETOS METÁLICOS de cerám ico, hipótesis sugestiva ·~ue, por el momento,
no puede confirma rse, como tampoco su interesante
Lo generalización de lo metalurgia, pri mero de estrati grafía en el morco actua l sobre el campan iforme
cobre y avanzado el ll milenio a.C. de bronce fruto de en los tierras va lencia nos .
lo aleación del cobre con el estaño, coi ncide en los tie- N o menor interés presento el poblado de Les
rras valencianos con lo apa ri ción de lo cerámico cam- Moreres, en Crevillente, ubicado en este coso en a ltura
paniforme en el llamado Horizonte Campan iforme de y protegido por escarpes naturales y murallas, en el
Tronsición, uno eta pa identificado en Lo Alcud ia o par-
tir de un pequeño fragmento de pared de un vaso cam-
paniforme inciso y va rios puntos de flecho metálicos,
seguramente del tipo Polmelo por su largo pedúnculo
(Romos Fernández, 1985, 452).
En otros lugares del Bajo Vinolopó también se han
constatado cerámicos campaniformes, aunque en algún
coso como en lo Playa del Corobosí los recien tes pros-
pecc iones no han confirmado su presencio (Soler Díoz
y López Padilla, 2000-2001). No es el coso del
Promontori d ' Aiguo Dol~o i Solado, en Elche, y Les
Moreres, en Crevi llen te, sin dudo, los yacimientos
campaniformes más interesantes de todo el territorio
valenciano.
El poblado ilicitano, situado en lo margen derecho
de un recodo del Vinolopó y o unos 1O metros sobre su
cauce, destoco por su elevado número de fragmentos Excavaciones en el Promonlori d'Aiguo Dol~a i Solodo
de cerámico campaniforme, 498 de los 4.500 inventa-
riados en los tres estratos identificados en uno excava- que el campa nifo rme -cuatro fragmentos con decora-
2
ción de 100 m . Según su excavador, los formas cerá- ción impreso geométrico y el resto incisos e impresos
micos -cuencos y vasi jas de perfil en S- se mantienen que sus excavadores re lacionan (González Prots y Rui z
o lo largo de todo lo secuencio estratigráfico, incluso Seguro, 1991 / 1992) con los campaniformes más
en un primer nivel-estra to C- precomponiforme, a l que recientes- se asoc io o un notable conjunto de ob jetos
se asocio un fondo de cabaña referenc iodo con ante- metálicos, compuesto de punzones, uno punto de
rioridad. En los otros dos estratos, sin restos de cons- Polmelo y un pequeño puñal de lengüeta, todos de
trucciones, se constató lo presencio de cerámicos com- cobre con uno pequeño cantidad de a rsén ico.
La ausencia de evidencias relacionadas con activi- La excepcionalidad por su situación en llano para
dades metalúrgicas en estos poblados -vasijas-hornos, un poblado de la Edad del Bronce en La Alcudia remi-
crisoles, moldes o escorias- sugiere que los aludidos te también al crevillentino yacimiento de Canyada
objetos metálicos se adquirieran mediante intercam- Joana, donde bajo las construcciones romanas se loca-
bios, posiblemente desde el Sureste a juzgar por la pre- lizó un foso con materiales prehistóricos, entre los cua-
sencia de !a llamada cerámica simbólica en Les les se inventarió un pie de copa que se relacionó con
Moreres, para satisfacer !as demandas de las nacientes el Bronce Argórico (Trelis y Molino, 1999) y posterior-
élites que también podrían haber adquirido la propia mente con momentos campaniformes (Soler Díaz y
cerámica, siempre presente en escaso número en estos López Padilla, 2000-2001). A la luz de estos hallaz-
poblados, con la excepción del Promontori, para el que gos no sería aventurado situar los hallazgos de ambos
sería de extraordinario interés confirmar !as actividades lugares en los inicios de la Edad del Bronce y desear..
alfareras propuestas mediante !os correspondientes lar de este modo la fase carnp 0 niforrne de La Alcudia,
análisis de pastas cerámicas. ya que no es raro encontrar "intrusiones" campanifor-
mes en poblados de la Edad de_! Bronce, aunque tam-
LA PLENA OCUPACIÓN DEL TE!d<ITORIO bién elementos que se consid-~ran "fósiles directores"
de ésta, como los dientes de hoz, en yacimientos clara-
En los inicios del 11 milenio a.C., según la cronolo- mente campaniformes. En el caso de La Alcudia, y a la
gía convencional, se produce un significativo cambio espera de su confirmación estratigráfica, cabría pensar
en los patrones de poblamiento de las tierras alicanti- una ocupación de los momentos finales de Eneolítico
nas y progresivamente en el resto del País Valenciano. y/o iniciales de la Edad del Bronce, can los que podrí-
Coincidiendo con la plena ocupación de! territorio sus- an relacionarse el fragmento campaniforme y las pun-
ceptible de ser explotado, se abandonan los poblados tas de Polrnelo, no necesariamente superpuesto a otro
en el llano poro situarse en las laderas y cimas de las anterior eneolítica, para abandonarse muy pronto al
montañas, eligiendo lugares estratégicos y de amplia producirse una redistribución del hábitat en todo el
visibilidad sobre el entorno. territorio del Bajo Vinolopó y reocuparse de nuevo en
En este panorama general, La Alcudia constituye el Bronce Final, aunque tampoco podemos precisar si
uno excepción si se acepta la identificación del Estrato en el mismo punto o en otro lugar del yacimiento, yo
H -o al menos una porte- con el Bronce Pleno, ya sea que las estratigrafías publicados no permiten establecer
Bronce Valenciano, como se ho propuesto en ocasio- la existencia de varias momentos dentro de la Edad del
nes, yo seo Bronce Argárico, con el que se han identi- Bronce.
ficado otros poblados ilicitanos. Los restantes poblados ilicitanos de la Edad del
También algunos materiales prehistóricos recogidos Bronce se sitúan en altura, en cerros protegidos por
en superficie -fragmentos cerámicos, algunos de ellos escarpes naturales y en algún coso por murallas en los
con mamelones, de pastas poco cuidados y dientes de puntos más accesibles, siempre en lugares con amplio
haz sobre sílex- se han adscrita a la Edad del Bronce dominio visual sobre el entorno y las vías de paso entre
aunque por el exigua y pobre registro no puede relacio- los diferentes espacios geográficos. El Tabayá, en la
narse con uno u otro cultura y menos aún con una sierra del mismo nombre entre Aspe y Elche y, par
etapa a cronología determinado. Idéntica valoración tanto, entre el Medio y Boja Vinolopó, es, sin dudo, el
tienen los materiales publicados del citado Estrato H, poblado más importante par situación, tamaña y larga
asociadas a una hipotético ocupación anterior al vida, ya que se ocupa de manera interrumpida en los
Bronce final y periodo Orientalizante. Asimismo, las inicios de la Edad del Bronce, con algunas cerámicas
excavadores de! yacim"1ento señalan la existencia de un que recuerdan las del Estrato A del Promontori, y per-
faso natural y un muro de piedra que relacionan con la dura hasta el Bronce Final. El Tabayá es, incuestiona-
defensa del poblado ante la inestabilidad social que blemente, un yacimiento del Bronce Argárico
tradicionalmente se asocio a la Edad del Bronce en los (Hernández Pérez, 1990), al igual que las restantes
tierras valencianas, sobre lo que en ocasiones he mani- yacimientos del Bajo Vínalapá como evidencian algu-
festado algunos reservas. nos elementos culturales, tonto por los enterramientos
tCuóndo tuvo principio é$la?
la ocupación prehidórico de /lió y de $U entorno

MAURO S HERNANDEZ PÉREZ

entre ellas tres copas, además de


los siempre presentes punzones de
hueso, los dientes de hoz y los
molinos.
De los resta ntes poblados ilici-
tanos la información d isponible se
reduce a su loca lizac ión y a la des-
cripción y dibujo de algunos mate-
, v l!t~nl

+ riales recogidos en superficie


4
(Ramos Folqués, 1989; Ramón
Lanjarín , 1978 y 1980; Simón
García, 199?) lo que apenas per-
Bronce mite una genérica adscri pción a la
+ Bronce Final Edad del Bxqnce, en este caso
+ Bronce-
siempre -insi}-fimos- Argárico .
Bronce Final
Del pobÍado crevillentino del
Pie de les Moreres se dispone de
Bajo Vinolopó. Distribución de yacimientos de lo Edad del Bronce !elaboración: G. Gorcio AtiénzorJ
una datación abso luta elevada
-2. 120 ± 140 a.C. en cronología
convencional-, obten ida del análi-
en el interior del poblado -en cista en el Puntal del sis de huesos en el laboratorio japonés de Gakushuin
Búho y Caram oro 1, ambos en Elche- como por las (González Prats, 1983 ; Román Lanjarín , 1975). La
copas -Sierra del Búho, Caramoro y Pie de les escasa fiabilidad de este laboratorio y la elevada fecha
Moreres, este último en Crevillente-, además del trata- absolu ta para un poblado considerado del Bronce
miento y formas de algunas cerámicas . La ausencia de Antiguo, aunque también se ha señalado cerámica
estos indicadores arqueológicos en otros poblados, en campaniform e incisa, aconse jan descarta r esta data-
los que no se han real izado excavaciones y sólo se ción, a todas luces inaceptable a pesar de la progresi-
conocen los materiales recog idos en superficie, no va elevación de las dotaciones absolutas, todavía inédi-
implica su adscripción al llamado Bronce Va lenciano, ta s, para el origen de la Edad del Bronce en Alican te.
ya que todo el Bajo Vinalopó, al igua l que Vega Baja
del Segura y la costa del Campo de A licante ha sta la
!l leta deis Banyets de El Campello, debe incluirse den-
tro del Bronce Argárico (Jover Maestre y López Padilla ,
1997).
Entre estos poblados ilicitanos destaca Caramoro 1,
ubicado en un espolón rocoso sobre la margen izquier-
da del Vinalopó. Se trata de un pequeño poblado con
un complejo sistema defensivo y cinco espacios habita-
cionales que se interpreta como un fortín en relación
con una estratégica ocupación del territorio del Bajo
Vinalopó en el que el Tabayá se considera el lugar cen-
tral (González Prats y Ruiz Segura, 1995). Entre los
materia les recuperados en la excavación destacan
varios objetos de marfi l - botones de perforación en V y
colgantes o semibrazaletes con agujeros de suspensión Dientes de hoz de lo Alcudia
en los extremos-, de metal -punta de Palmela, escoplo
y punzones- y, en especial, una abundante cerám ica,
-----------------------------

Enlerromianlo humano dal Punlol de Búho

Ninguno de estos poblados del Bajo Vinalopó per- de El Campello. El Bajo Vinalopó queda oislado, de
duran en el Bronce Tardío y tampoco surgen otros nue- ahí la ausencia de yacimientos del Bronce Tardío.
vos en este momento como consecuencia de la reestruc-
turación del territorio que tiene lugar en los tierras ali- tL FINAL DE LA PREHISTORIA
cantinas avanzada la segunda mitad delll milenio a.C.
con el abondono de la moyoría de los poblados ante- Yo iniciado el 1 milenio a.C. Lo Alcudia y el Bajo
riores y la concentración del hábitat en unos pocos Vinalopó retoman y acrecientan su protagonismo, con
poblados con uno perfecta orgonizoción del espacio hollozgos y materiales que pueden considerarse excep-
interno. El curso alto del Vinalopó, con el Cabezo cionales y, en ocasiones, únicos en nuestros tierras.
Redondo, se convierte en el centro del Bronce Tardío en Unos se relacionan con el Bronce Final -siglos IX-VIII
las comarcas centro-meridionales valencianas y el a.C.- y otros con el denominado periodo
curso del río en el camino, en uno y otro sentido, de !os Orientalizante -siglos Vil-VI a.C.-, en el que las
productos que sostienen a estas incipientes aristocra- influencias mediterráneas impulsan los cambios que
cias, capaces de acumular el excepciono! conjunto de darán paso ol origen y posterior desarrollo de la
orfebrería prehistórico del Tesoro de Villena. El Culturo Ibérica, excepcionolmente representada en La
Tabayá, desde su altura en el otro extremo, olcanza en Alcudia. No ocurre así con las dos etapas antes cita-
este momento un gran desarrollo y controla los inter- das, sobre las que una y otra vez se señala su presen-
cambios de los productos que circulan por todo la cuen- cia, tanta en la propia estratigrafía como en hallazgos
co del río hosta olcanzor el mor en la !lleta deis Banyets descontextuolizados. En efecto, el Estrato H se relacio-
~Cuándo tuvo puncipio esto?
lo ocupociOn preh1sh)r-co de 1/ici y de ~u entorno

MAURO S. HERNANDEZ PÉREZ

na con el Bronce Final, aunque lo reduc ido de la super- lla . La existencia de esta actividad metalúrgica en
ficie excavada y los escasos materiales recuperados Crevillente -también se han encontrado moldes de are-
- ninguno de ellos significativo, al menos entre los publi- nisca en El Bosch (Trelis Martí, 1995)-, asociada en la
cados- sólo permita constatar su presencia y la existen- misma vivienda de Peña Negra a actividades textiles
cia de pavimentos de tierra pisada, endurecida y muy con motivos decorativos seme jantes a los sus cerámi-
compacta como testimonio de construcciones domésti- cas, reivindica el papel de la Sierra de Crevi llente y del
cas de las que se desconocen sus características, al Bajo Vinalopó, ahora conectado al Bajo Segura, como
igual que las dimensiones del poblado. punto de apoyo estratégico en las rutas entre el
En el mismo Término municipal de Elche existe -o Occidente de la Península Ibérica y el Mediterráneo
mejor existía al haber sido afectado por la construcción central (Ruiz-Gálvez Priego, 1995, 149-150).
de la autovía Alicante-Murcia- otro poblado del Bronce Al mismo tiempo se produce un profundo cambio
Final, que sus excavadores consideran de " dimensiones ideológico con la introducción d~l rito de la crema ción
respetables " y fechan entre los siglos IX y VIII a .C., a de los cadáveres y la posterior colocación de los hue-
juzgar por las formas de sus cerámicas, unas de pare- sos quemados en vasijas u hoyos.Elxcavados en el suelo
des gruesas y superficies descuidadas y otras más finas
.
que se protegen con piedras y ·.~é acompañan de un
'
y de pastas depuradas que re lacionan con los Campos rico ajuar, entre el que destacan las pulseras de metal
de Urnas, y en el caso de un vaso con incrustaciones de y marfil y las cuentas de collar de vid rio, cuya desigual
botones metálicos con otros meridionales hacia donde distribución en las tumbas parece responder a su situa-
también se asemeja el particular sistema constructivo de ción socia l, género y edad de los cadáveres . En el cre-
la muralla, formado por un muro de piedras hincadas villentino de Les Moreres se han excavado 152 enterra-
con un relleno interior de piedras y cascajos (González mientos, aunque 19 no tenían restos humanos -cenota-
Prats y Ruiz Segura, 1992) . Se desconocen, en cambio, fios-, entre los que se han identificado hombres, muje·
sus viviendas que en Peña Negra, en la Sierra de res, niños e, incluso, neonatos (González Prats, 2002) .
Crevillente, presentan para este momento del Bronce De ellos 41 individuos corresponden a la fase 1 de la
Final -aquí denominado PN 1- una singular evolución necrópolis, fechada entre el 900 y el 750 a .C., en el
que de simples fondos de cabañas ovales o circulares, Horizonte PN 1 o Bronce Final. La segunda fase de la
pasan a viviendas circulares de estrechas paredes de necrópolis, caracterizada por la presencia de cerámi-
tapial y posteriormente a otra s subrectangulares de cas fenicias , las fíbulas de doble resorte y los cuch illos
gruesos muros de barro sobre zócalo de piedras hinca· afalcatados de hierro , se fecha entre el 750 y
das, configurando un poblado no inferior a las 30 Ha 625 a.C. , coi ncid iendo con el denominado
(González Prats, 1983) . También al Bronce Final y con Oriental izante.
una cro nología entre el 780 y el 7 40 a.C. pertenece
una habitación de planta rectangular con ángulos cur-
vos, en cuyo interior se construyó un horno de arcilla
para fundir metales -de ahí la denominación de
"vivienda metalúrgica" (González Prats, 1992)-, colo-
cándose, además, el cadáver de un recién nacido en
una esquina y en el extremo opuesto un pequeño cabri-
tilla decapitado, a modo de depósito de fundación de
un espacio que se debió considerar excepcional. Se
trata de un taller de metalurg ia atlántica -el denomina-
do Horizonte Baioes/Venat- dedicado a la producción
de espadas , lanzas, hacha s, hoces y agujas
(Ruiz-Gálvez Priego, 1990), por lo general de bronce
pobre en estaño y poco plomado que utiliza técnicas Urna y tapadero de lo necrópolis de les Moreres, en Crevillente.
de fundici ón no excesivamente complejas (Gómez Museo Arqueológ ico Municipal de Crevillenle

Ramos, 1999: 111 - 113) en moldes de arenisca y arci-


Tampoco es segura la presencia de materiales metálicos con un valor premonetal. Responden a una
orientalizantes en La Alcudia, aunque en ocasiones se producción estandarizada con una gran concentración
ha señalado la presencia de materiales fenicios, entre de hallazgos en el Bajo Vinalopó, ya que al medio cen-
ellos el borde de un ánfora de pasta rojiza y engobe tenar de los campos de 1/ici se suman dos del Taboyó y
blanquecino (Aranegui Gaseó, 1981: 54) proceden te numerosos ejempla res fragmentados, además de uno
del Estrato H y sin identificación de sector o corte completo, de Peña Negra (Gonzólez Prats, 1985). El
(Ramos Fernóndez, 1975, 81-82). tamaño y peso de todos estos ejemplares completos se
Con una imprecisa referencia a los "campos de encuentran a lterados en la actualidad por la natural
llici'', no necesariamente en La Alcudia con el que a corrosión del metal y por los procesos de limpieza y
menudo se relaciona, señala Aureliano !barra el hallaz- conservación de algunos de ellos (Simón García,
go de grandes aros de pendientes de metal y un gran 1998). Los ejemplares de 1/ici y Tabayó se encuentran
depósito de puntas de lanza. Los primeros, hoy perdi- descontextualizados, mientra·s los de Peña Negra se
dos, podrían tratarse de brazaletes de metal, semejan- asocian a la fase Orientalizante -PN 11-, aunque es
tes a los de la necrópolis de Peña Negra. El segundo, posible que un ejemplar p~-~tenezca al Bronce Final
depositado al parecer en una espuerta (Ramos Folques, -PN 1- (Gonzólez Prats, 19S'p , 98). De cua lquier mane-
1953a, 332), estaría formado por más de cincuenta ra todos deben relacionarse con los nuevos tiempos
piezas, unas perdidas y las otras depositadas en el que se avecinan sobre nuestras tierras, cua ndo los feni-
museo Municipal de Elche -cinco ejemplares-, otras c ios y los indígenas entran en con tacto iniciando un
doce en el Arqueológico Nacional y una en el proceso de cambio cultural que desembocará en la cul-
Provincial de Pamplona. Se trata de las llamada s tura ibérica.
hachas/lingote que, si bien por su forma recuerda a las
hachas de apéndices laterales, son en realidad lingotes

]J

Hochos·lingote de los alrededores de lo Alcudia . Museo Arqueológico Municipal de Elche Hochos·lingote de Peño Negro, Toboyó y lo Alcudia .
Museo Arqueológico Municipal de Elche,
seg ún José L. Simón
IBERIA

CARMEN ARANEGUI GASCÓ *

los CONFINES DE lA 0 /KOUMÉNE

ff beria es un términ o de etim ología y sig nifica-


J do inciertos q ue hace su aparición en las
fuentes griegas del s. VI a.C. pa ra designar
los países q ue se consideraban situados en los extremos
del mundo. Hay, así, una Iberia pón tica en el nordeste
del mundo griego, correspond iente al área caucásica
(Estrabón 11 , 5-12; 9), y otra Iberia extremo-occiden tal
(Estrabón 111 , 4-19) (Domínguez Monedero, 1983,
203-224), más dista nte de Grecia, que, con el paso del
tiempo, prevaleció puesto que la prime ra camb ió su pri-
mitivo nombre por el de los pueblos bárbaros q ue ocupa-
ban aquella reg ión de Europa, de entre los que destaca-
ron los escitas. Sin emba rgo el territorio del límite occi-
d ental, sus rí os y sus pueblos quedaron aglutinados en
las fu entes clá sicas con el nombre de Iberia o con el cali-
ficativo de ibero- ibérico incluso en época romana.
Es probable que si el legado históri co fenicio hubie-
• Área de Arqueología. Universidad de Valencia ra pasad o en mayor medida a G recia la descripción de
la fachada atlántica del Mediterráneo hubiera respon- del mundo, no sólo en el aspecto físico sino, sobre
dido antes entre los griegos a su verdadera geomorfo- todo, en el aspecto humano.
logia, porque los navegantes tirios la habían frecuenta- La valoración de las posibilidades de relación de la
do desde el s. IX a.C. Pero dado que no fue así, el península Ibérica tanto can el continente africano como
Atlántico quedó fuera de la representación del mundo con los países atlánticas, el estímulo para entablar con-
e, ineludiblemente, la geografía erudita de la Iberia de tactos por vía marítima derivado de los 5.849 km de
poniente discurrió para la tradición griega en paralelo costos que rodean su extensa superficie (más de
a los conocimientos que se fueron generando con el 500.000 km2¡, de configuración mucho rnás maciza
paso del tiempo, de moda que, dependiendo de las que el resto de las penínsulas mediterráneas, y la reper-
etapas, la noción de Iberia fue cambiando de conteni- cusión que todo ello tuvo ya en la antigüedad sobre la
do. El saber clásico ignoró durante siglas que la cuen- historia socio-política de Iberia, sólo se han puesto de
ca occidental del Mediterráneo lindaba con una penín- manifiesta gracias a la arqueología que ha sabido
sula bañada también por el Océano, pues aunque se apreciar la combinación de factores proclives al aisla-
atribuye a los eubeos la mención más antigua del miento [peninsularidad, excentricidad geográfica) con
Estrecha de Gibraltar, accidente que aparece corno el las que propician la relación, de entre los que fue y ha
paso de Briareos -y tal personaje es euboico- [Gros, sido siempre fundamental, sin duda, la vinculación al
1992, 27-44), ese antecedente quedó olvidada cuan- mar latina.
da este extrema del mundo se convirtió en un espacio
descubierto par Herodes [Bannet, Jaurdain-Annequin, EL tTNÓNIMO
eds., 1992; Cabrera, Sánchez, coords., 2000) tras
cuyas columnas se sospechaba un paisaje mítico, Hay sabemos que el larga procesa hacia las sacie-
imprecisa y amenazador que constituía el fin del mundo dades complejas arranca en Occidente, con altibajos,
y que se dividía entre el legendario Reino atlántica de de la Edad del Bronce. Según se desprende de la inves-
Tartessas y la Iberia mediterránea (Asclepíades 111, tigación arqueológica, en el transcurso de la Edad del
4, 19) que Palibia, a mediadas del s. 11 a.C, situó al Bronce el mosaico cultural europeo se hizo más dinámi~
este de las columnas de Hércules (Polyb. 111, 37). Pera co y se adaptó en mayar medida a las realidades geo-
a finales del s. VI a.C. Hecatea de Mileta, en su des- gráficas de los distintos países, si bien sus pobladores
cripción de la tierra, desconocía que Iberia fuera una permanecieran en el anonimato hasta que las historia-
península y sólo cuando se divulgó casi das siglas rnás dores de época romana citaron sus nombres, a medida
tarde, entre múltiples suspicacias (Estrabón 1, 4,3), la de su incorporación a Roma. Hasta la aparición de los
aventura de un navegante rnassalieta llamada Pytheas textos romanos, por tanta, el término Iberia había teni-
[Fabre, 1975, 25-44) que presumiblemente llegó hasta do en las fuentes escritas una acepción locativa, ante-
Islandia circunnavegando la península, como recogió rior a la aparición de las etnónimos, que, con una
Eratástenes y consta en Estrabón [Str. 1, 4,5), la natura- implantación regional o comarcal y con una adscrip-
leza peninsular de Iberia quedó definitivamente ción filológica, propiciaron la combinación de ambos
asumida. parámetros can las resultadas de la arqueología, la epi-
Paca a poca la acepción geográfica se fue preci- grafía y la numismática, lo que llevó a distinguir el
sando y lo que empezó siendo un confín pasó a ser la carácter ibérica de la mayar parte de la vertiente medi-
vertiente mediterránea de una península y, par exten- terránea, del céltica de las pueblas del centro, norte y
sión, la principal corriente fluvial que desembocaba en oeste de la península, sin marcar, no obstante, una divi·
ella, el Hiberus f!umen, localizada en las primeros soria estática y tajante entre unos y otras, coma
derroteros en la Ría de Huelva (Ora Marítima demuestra el estudio de la cultura material. Al conocer-
248-255), que las fuentes romanas situaran can más se las etnánimas las saciedades contemporáneas ten-
propiedad en el ría Ebro. Pero esa progresiva adecua- dieran a reconocer en ellas el origen de su pertenencia.
ción a la ecología peninsular no evitó que la lejanía de Si el panorama del Extrema Occidente antigua
Iberia can respecta a las centras de la civilización anti- cambió de manera decisiva cuando !os distintos pue-
gua llevara implícita el desconocimiento de esta parte blas periféricos entraran en la historia, fue el talante

26
nacionalista, romántico y positivista del s. XIX el que
desarrolló los posibilidades de modificar la concepción
de la historia antigua o partir de tal identificación yo
que, de acuerdo con lo búsqueda de realidades nocio-
nales más próximos que las de carácter universal que
satisficieron a los Ilustrados, dio contenido cultural a los
etnios prerromonas en bueno parte de Europa, incenti·
vando lo investigación arqueológico sobre los galos en
Francia y Bélgica, los etruscos en ltolio, osí como sobre
los iberos y los celtíberos en nuestro coso, con debates
o menudo aposionodos y controvertidos.
Espoño perdío entonces los colonias ultromorinas;
la generación del 98 se dolía de uno decodencio que
negobo en lo intelectual (Ortego y Gosset, 1922), y
por eso anhelaba recuperar una Espoña fuerte, que
asociaba mejor a la unidod que a la pluralidad, en
contra de lo que pensaban los heterodoxos entre los
que cobe destacar al Eugenio D'Ors (1881-1954) del
Noucentisme que fuera secretario del lnstitut d'Estudis
Catalans, todo lo cual influyó en las interpretaciones
que de Iberia se hicieron no sólo en aquellos momentos
sino tombién en los inmediatamente posteriores.
La Etnología de la Península Ibérica de Bosch Pere Bosch Gimpero, Folo De Pere Bosch Gimpera i
Gimpera (1932) fue la primera obra científica de refe- el Museu Arqueológic: de Barcelona, 50 aniversari, Barcelona, 1986

rencia que consagró no sólo la pluralidad de los pue-


blos prerromonos de España deducible de las fuentes
clásicas sino también lo diferencia cultural entre los de como el término lberoomérica, hoy en desuso, hacen
la vertiente mediterránea y las del interior, buscando un referencia a lo más profundamente arquetípico de lo
compromiso entre lo puramente geográfico, las datos culturo de toda lo península. En ese mismo sentido, con
históricas y la étnico, con el opoyo complementario de la carga ideológico falangista añadida, cabe entender
los restos arqueológicos, entonces froncomente esco- la propuesto que condujo al retorno de lo Dorna de
sas. A diferencia de algunas autores de su épaco, Elche (Ruiz, Bellón, 2004) desde el Louvre al Museo del
Basch descartó la procedencia exterior de los iberos, Prado en 1941 (Olmos, Tortosa, eds., 1997), aunque
sucesores, en su criterio, de poblaciones que juzgó ori- en este caso no es anecdótico el origen que se predica-
ginarias del África sahariana instaladas en el área ba de los bereberes del norte de Áfrico unido ol de los
almeriense desde el Neolítico, y relacionó su eclosión iberos al valorar la homofonía de ambos términos
cultural con la colonización foceo-massalieta, en la (Tu bino, 1876; Fletcher, 1960, 27-28), argumento que
lógica difusionista helenocéntrica propia de su tiempo, no resiste el más mínimo análisis crítico, puesto que el
hoy superada. segundo no es sino la palabra bárbaros con que los
Sin embargo la consideración de los iberos como el griegos designaban o quienes hablaban lenguas
conjunto de pueblos prerromanos que ocupaban una incomprensibles para ellos, que nado tiene que ver con
parte de Españo, evidente desde la perspectivo arqueo- Iberia, ounque al franquismo le pudiera convenir que
lógica moderna, tardó mucha en proyectarse hacia coincidieran.
otros ámbitos culturales y populares porque la acepción Dependiendo no sála de los sucesivas estados de la
simplemente geográfica y unitaria resulta, inclusa hoy, cuestión planteadas por la investigación sino también
más habitual, ya que ha sida difundida con más asidui- de las coyunturas políticas par las que atravesó España
dad. La Iberia de la suite de Albéniz ( 1883-1919), en el s. XX, el concepto Iberia/iberos se vio instrumen-

27
Carpetanos

Turdetanos

Mapa con lo distribución de los principales pueblos ibéricos

talizado política y académicamente, sin que sea ajena derada y diversificada de las cultu ras peninsulares
a esa instrumental ización el régimen franquista que, desde un enfoque, sin embargo, no estrictamente
aunque resulte ahora pintoresco, consiguió escindir a a rqueológi co sino, sobre todo, antropológico y folklóri-
los arqueólogos a propósito del significado del término co, hasta que Maluquer de Motes ( 1954, 305-3 70)
que nos ocupa. incluyó sorprendentemente en la Historia de España
Así se aprecia en una serie de publicaciones edita- dirigida por Menéndez Pida! el capítulo correspondien-
das hacia los años cuarenta, reflejo de la ideología de te a los pueblos de España, acorde en su contenido con
sus autores. Martínez Santa-Oialla (1941) propugnó la un mosaico plura l en coherencia con la propuesta de
unificación étnica de España debida a los celtas, consi- Bosch a quien, sin emba rgo, el director de la ob ra cri-
derando que el ca lificativo ibérico era una simple alu- ticó ásperamente en el prólogo de la misma al tiempo
sión a la facies cultural mediterránea de los que estuvie- que defendía sin fisuras el unita rism o histórico como el
ron en contacto con las colonizaciones fenicia y griega. valor de la esencia de España (Menéndez Pida!,
En el pequeño manual con el que Almagro se introdujo 1952- 1954, LXVIII).
en la Universidad de Barcelona (Almagro, 1941), en la Paralelamente se iban haciendo excavaciones y
plaza del exiliado Bosch Gimpera, se observa la misma estudios ibéricos en el País Valenciano, Murcia y
línea argumental, sin que aparezca en su obra un solo Albacete, principalmente, que contribuían a ampliar la
apartado dedicado a la cultura ibérica, de modo que carta arqueológ ica y a fo rmula r teorías sobre sus mate-
sólo Los pueblos de España de Caro Baroja (1946) pro- riales, su origen y su cronología; por eso se entiende la
porcionaba en aquellos momentos una visión más pon- vehemente reacción de Fletcher ( 1949, 168- 178) fren-

28
lber~o

CARMEN ARANEGUI GASCÓ

guo se divulgó entre el gran público aunque, finalmen-


------------------------------,!P
~PlliiLIC,\~JOp;r:S DE LA )U~TA ~\Up;JC!l',\1. üf. te, los iberos alcanzaron con esta edición su puesto en
¡\RQüEOI.OGfA Y Dr:L ~IU S E O DE C AtnACW.~,\ el marco de la antigüedad.

LA CULTURA

La primera publicación de difusión internacional


CRONICA sobre la cultura de los iberos había aparecido mucho
DEL antes, entre 1903 y 1904, f{rmada por Pierre París
IV CONGRESO ARQUEOLOGIC O (1859-1931 ). Pero este hispanista nacido en Rodez
D EL
tituló su trabajo Essai sur I'Art et /'Industrie de I'Espagne
SUDESTE ESPAi'JOL
primitive, obviando intencionadamente el término ibe ro
o ibérico, seguramente porque, pese al atractivo que
E LCHE 1 948
sobre él ejercía la España de la cu ltura ibérica, los lec-
tores que esperaba atraer con sus estudios y los fines
que perseguía con los mismos -París fue el fundador de
la Casa de Velázquez, sede española de los hispanis-
tas franceses, y va ledor en Francia del interés de los
estudios ibéricos- no hubieran aceptado de buen
CARTA Gf.N A grado a los iberos como protagonistas de una cultu ra
Pa~ltrC.. [•f".l~o).)
t-\.lyOJ 44 de la an ti güedad. En la menta lidad de la época podía
L t ~H9

Portado de los actos del IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español

te al panceltismo así como la tensión que se fue gene-


rando en los Cong resos Arqueológ icos del Sureste
( 1946-1950) instituidos por el profesor Beltrán
Martínez para adecuar la arqueología española a
parámetros modernos. Su última convocatoria tuvo
lugar en Alcoi y fue escena rio de un violento enfrenta-
miento entre iberistas (Fietcher 1951, 11 9-127) y cel-
tistas que concluyó con la participación de los congre-
sistas, en bandos opuestos, en la entrada de las fiestas
de Sant Jordi de 1950.
Pese a todas estas dificultades se puede afirmar
que a mediados del s. XX los iberos alcanzaron un
reconocimiento como pueblo, resultado de una interpre-
tación de las fuentes clásicas que, filtrada por la docu-
mentación arqueológ ica, epigráfica y numismática,
apoyaba su implantación en la vertiente mediterránea
de la península Ibérica. La inclusión de The lberians en
la colección Ancient Peoples and Places de la editorial
Thames and Hudson (Arribas , 1982), es un ejemplo de
Pierre Poris, su hijo y Arthur Engels.
la tardanza con que una conclusión de la investigación Foto Arxius Blonc, De Els lbers, Prínceps d'Occident, Barcelona, 199B
orientada a documentar la existencia de un pueblo anti-

29
admitirse que hubiera manifestaciones tecnológicas e arqueológicos contextualizados, desde la Dama de
incluso artísticas entre los iberos por efecto de sus con- Baza , al conjunto escultórico de El Pajarillo (Huelma).
tactos externos, como un apéndice de las culturas que El reconocimiento de una cultura ibérica con una diná-
las habían susci tado, según la expresión de Camille mica autónoma, con un imaginario propio y con un sis-
Ju llian cuando escribió a propósito de la Dama de tema socio-político específico no se asume hasta el
Elche: "Si la tete d'Eiche est une ceuvre hellénistique fina l de los años seten ta del s. XX y, aun después de ese
d'entre 500 et 450, elle ne peut etre due qu'a un méte- momento, el descub rimiento de ha llazgos extraordina-
que phocéen demeuré en terre barbare, enfant perdu rios, principalmente los grupos escul tóricos, como los
de la lonie vaincue" (Jull ian, 1903, 10 1-111), pero la del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), o bien los monu-
capacidad de crear un fenómeno cultural estaba restrin- mentos funerarios , como la torre de Pozo Moro
gida entonces a los centros hegemónicos, ad judicándo- (Chinchilla), ha vuelto a abrir la puerta del difusionismo
se excepcionalmente a algunas instancias periféricas la paro los arqueólogos que la siguen considerando nece-
capacidad de producir una cultura arqueológica: hacer saria para su comprensión. Ciertamente la cultura ibé-
cerámica, tejer, trabajar metales, y, en suma, desarro- rica es en buena medida el resultado de una secu lar
llar un trabajo artesanal. apertura hacia el exterior, pero a l darle categoría de
Por eso los capítulos de la cultura ibérica más difí- cul tura, depositamos en su sociedad las capacidades e
ciles de solucionar han sido los relativos a sus manifes- iniciativas necesarias para activar los d ispositivos que
taciones artísticas, en parte por la tendencia a atribuir- conforman un sistema cultural , ya sean materiales o
las a culturas superiores, desde la errónea influencia in materia les, económicos o simbólicos (AA.VV., 1997).
micénica sobre la cerámica pintada hasta la tendencio-
sa ca lificación jonio-ibérica de algunas de las escultu-
ras, y, en parte, por los deslices en que incurrió la pro-
pia investigación española, cuando, por ejemplo, Rada
y Delgado (1875) confundió a la investigación interna-
cional a propósito de las piezas atribuidas al Cerro de
los Santos (Montealegre del Castillo) que no reconoció
parcia lmente como fa lsificaciones; o cuando García y
Bellido ( 1943) dató la emblemática Dama de Elche en
época romana.
Y esta situación ha requerido mucho tiempo para
que la acepc ión cultural de Iberia se mod ificase, a lo
que han contribuido fundamenta lmente los ha llazgos

Rostro de lo Domo de Elche, Museo Arqueológico Nocional. Madrid

30
HISPANIA:

SEBASTIÁN RAMALLO ASENCIO*

Luego vinieron los romanos a combatir a los íberos, ven-


ciendo una a una a todas las tribus, y aunque tardaron
en ello mucho tiempo, acabaron, al cabo de unos dos-
cientos o más años, por poner al país enteramente bajo
sus pies (Estrabón 111, 4, 5)

omo recuerda el geógrafo griego, la conquista


mi litar y el contro l de Iberia fue el resultado de
un dilatado y complejo proceso que atravesó
por fases diversas, con éxitos y estrepitosos fracasos
para los generales roma nos -na rrados con detalle por las
fuentes greco-romanas- y que sólo culminó a finales del
siglo 1 a.C. cua ndo la "multitud de pueblos" que habita-
ba la corn isa can tá brica se integ ró definitivamente en el
engra naje administrativo, político, económico y cu ltural
implantado por Roma. Esta "sumisión" oficial y su total
incorporación al Estado romano no representó, como la
arqueología refrenda con sus hallazgos, la pérdida total
de una identidad conformada a lo largo de siglos y en la
• Área de Arqueología. Universidad de Murcio q ue las pau latinas y permeables re laciones con otros

31
ámbitos del Mediterráneo más avanzados culturalmen- en la dedicación de auténticos edificios de culto (Ann.
te, fueron imprimiendo una personalidad propia a los 1, 78). Hay que advertir, no obstante, que la adopción
diferentes territorios y acrecentando unos contrastes y difusión de las cultos oficiales, entre ellos al empera-
que, al menos desde los inicios del primer milenio, dor, junto a las tradicionales divinidades romanas, no
habían producido distintos grados de desarrollo social supuso la desaparición de otros cultos de origen prerro-
y cultural. En consecuencia, el proceso de integración mono u oriental que, bien sincretizados con sus corres-
de los Turdetanos, según Estrabón (111, 1, 6) "los mas pondientes greco-romanos, o bien incorporados ol pro-
cultos de los iberos", fue distinto en el tiempo y las for- pio panteón romano se mantuvieron de forma invaria-
mas al de los cántabros, quienes, según este mismo ble hasta finales de la antigüedad_ Recuerdo Apiono
autor (111, 3, 8) eron, de todos los pueblos del norte his- (lber., 2) cómo en el santuario de Heracles, fundado
pano, "los más aferrados o sus hábitos de bandidaje, por los fenicios, se celebraban oún en su época las
dodo lo escasez de tierras y lo limitación de los recur- prácticas religiosos ol modo fenicio, y cómo su dios no
sos de subsistencia". Pero si bien es cierto que el some- ero el tebono, sino el de los tirios. Al mismo tiempo, en
timiento militar y político del territorio hispano tardó Lusitania, cultos corno los de Endovélico o Ataecina
mós de doscientos años, la sumisión y asimilación cul- siguieron muy arraigados, como demuestran las nume-
tural fue, según qué zonas, un proceso mucho mós lento rosos inscripciones escritas en latín halladas en su terri-
y complejo que alcanzó diferente intensidad y que, o torio y fechadas entre los siglo 11-111 d.C.
pesar de la aparente homogeneidad que pueden tradu-
cir las grandes construcciones públicas y oficiales de TIEMPO Y I'ORMi\ EN LA NUEV i\ ARTICULI,CIÓN DEL
época imperial, inspirados directamente sobre modelos TERRITOF<!O Y DEL P/--\IS!\JE Uf<IJ/.\NO
desarrollados en lo propia ltalio, no onuló por comple-
to hábitos, creencias, supersticiones y formos de vida La heterogeneidad cultural del omplio solar penin-
muy arraigadas entre los pueblos prerromanos, que sular, cuyo perímetro total medido sobre las costas
aún eran visibles en plena época imperial, como atesti- desde el cabo extremo del Pyrenaeus hasta el opuesto,
guan varios inscripciones de la mitad septentrional de unos calculan es de 2. 924.000 pasos; si bien otros lo
la península Ibérico. estiman en 2.600.000 (Piinio, N.H, IV, 118), y la incli-
Sin embargo, es indudable que la conquisto y ane- nación adoptada por las diferentes comunidades deter-
xión de Hispania al nuevo lmper'ro, representó la defi- minó las fórmulas empleadas por los magistrados y
nitiva quiebra y desaparición de determinados sistemas Senado romano. Tol es así que, en función de lo reali-
de organización social, estructuras económicas, mode- dad preexistente, es posible diferenciar cuatro patrones
los de ocupación y explotación del territorio, así como distintos de actuación:
de tradiciones artísticas y culturales y su sustitución por
un nuevo orden sustentado en lo potenciación de la ciu- 1) Incorporación de los núcleos urbanos preexistentes,
dad como ente centralizador y de control político, reli- tanto de origen griego -Emporion y Rhode---, como
gioso y cultural de un territorio ordenado, parcelado y semita, o bien las ciudades herederos de las viejos
distribuido entre los ciudadanos, o los que proporciona- fundaciones tirias -Gades, Malaka, Sexi, Abdeda,
ba el sustento económico básico; la red viaria, poten- Baria- o bien las más recientes creadas por los cau-
ciada paro el desplazamiento de los ejércitos desde los dillos cartagineses, casos de Akra Leuke y
primeros momentos de la conquista y renovada, sobre Carthago Nova_
todo, a portir de época ougusteo, garantizaba la movi- 2) En casos muy excepcionales se llevó a cobo lo fun-
lidad y comunicación entre capitales, ciudades y cam- dación de nuevas ciudades mediante la instoloción
pos, así como el intercambio de excedentes entre las de veteranos o ciudadanos romanos. Estos funda-
distintos regiones, aglutinadas muy pronto en torno al ciones se pudieron realizar "ex novo", cosos de
culto imperial, que en un primer momento se manifesta- Valentia, fundado en el 138 a.C. por D. lunio Bruto
ré mediante la erección de altares conmemorativos, tras las guerras lusitanas, o las colonias de Palma y
como los reflejados en determinadas emisiones maneto- Pollentia, fundados, según Estrabón (111, 5,1), en el
les de época augustea, y poco después desembocará 123 a.C. mediante el traslado de 3000 "romanos

32
Hisponio: Interacción y oculturoción romanos
en los provmcios del extremo occidenle

SEBASTIÁN RAMALLO ASENCIO

Mapa de la Hispania romano

de Iberia". En este grupo habría que inscribir tam- nas e incluso, en algún caso, surg ieron a partir de
bién otras fundaciones realizadas junto a núcleos insta laciones militares, siendo el ejemplo más
ibéricos preexistentes, sin que se haya atestiguado emblemático el de Asturica Augusta; se ha sugeri-
una destrucción previa de las estructuras anteriores, do un origen similar para Lucus Augusfi, si bien en
como se ha apreciado, por el contrario, en algunas este caso las evidencias son menos precisas.
colonias de Italia; en ta les casos se hallarían 3) El tercer modelo constituye la situación más frecuen-
Corduba, habitada desde el comienzo por un te en la Hispania republicana: incorporación, bien
núcleo selecto de romanos y de indígenas vecinos de forma amistosa o forzada, tra nsformación y,
(Estrabón, 11, 1), que habría sido instituida por más tarde, promoción jurídica de grandes oppida
Claudia Morcella hacia mediados del siglo 11 a.C.; -obien en época augustea o bien bajo Vespasiano-
ltalica, "fu ndada " por el propio P. Co rnelio situados en puntos estratég icos y que pasan a
Escipión en el 206 a.C. para instala r a los heridos desempeñar fu nciones de control de determinados
de la guerra contra los bárquidas, y la Colonia territorios. La existencia de un sustrato indígena en
Libertinorum Carteia instituida en el 171 a.C., la mayor parte de las ciudades romanas, especial-
para, según nos cuenta n las fuentes, instalar en ella mente en la Bética, sugieren que este fu e el sistema
a los hijos ilegítimos fruto de la unión entre solda- más empleado para fijar la población al territor io.
dos romanos y mujeres del país . Ya a finales del 4) En determinadas reg iones se observa también una
siglo 1 a.C. y tra s un amplio período con fundacio- reestru cturación del poblam iento con la concentra-
nes limitadas, se multiplicaron las ciudades roma - ció n en nuevos asentamientos si tuados en llano de

33
Santuarios de Ampurias

población dispersa instalada hasta entonces sobre nuevo dique portuario, lo que expresa con clarida d la
cerros encrespados. También en algún caso, se han importante función comercial que en el noreste de
atestiguado traslad os de pobla ciones ibéricas Hispania va a desempeña r la ciudad durante la época
romanizadas a un emplazam iento más acorde con tardo rrep ublicana. Se sospecha la insta lación a
la nueva si tuación político-admini strativa y econó- comienzos del siglo 11 a.C. de un posible praesidium
mica. Al margen de estos grupos se observan tam- junto a ciudad griega, sobre el que se fundaría la ci u-
bién otras situacio nes particulares que no vienen dad romana de Emporiae a fi na les del mismo sig lo o
sino a confirmar la complejidad del proceso de inicios de la centuria siguiente. El testimonio arqueoló-
incorporación real de Hispania al estado romano. gico de esta instalaci ón militar previa sería una gran
cisterna múltiple descubierta junto al foro (vid. en gene-
Dentro del primer grupo hay que diferencia r, por ral, Mar y Rui z de Arbulo, 1993). Al margen del
un lado, el noreste peninsular, ba jo la influencia cultu- supuesto emporitano, la existencia de destacamentos
ral de Emporion y por otro las ciudades de la costa militares estables en puntos estratégicos y junto a ciuda-
meridional, herederas de la tradici ón fenicia. l a colo- des o núcleos ibéricos preexistentes debió ser frecuen te
nia griega, primera base roma na de operaciones en sobre todo en la s primer(ls décadas del siglo 11 a.C. Se
Hispania, conoce bajo la protección de la Urbs, un han sugerido tambi én casos similares en Tarraco,
notable desarrollo en el siglo 11 a.C. que se man ifiesta , donde se ha propuesto la instalación de un castrum
desde el punto de vista edilicio en la construcción de romano en la zona alta - que posteriormente sería urba-
una nueva muralla que cerca el sector meridional de la nizada con la construcción del llamado " foro provin-
N eápol is y en la erección o resistematización de nu e- cial "- mientras que la población ibérica se hallaba
vos santuarios a Serapis y Asclepios; a l mismo tiempo, situada al p ie en la zona más próx ima al mar, un
entre fi nales del sig lo 11 a.C. y comienzos de la centu- patrón q ue, en cierto modo, recuerda la implantación
ria sigu iente se construye con opus caementicium un romana en Corduba, donde los cives romani habrían

34
H,;p ~¡(,. :nietccc:&n y c:cv!i;,·rc(,Óc, wmnnm
~n .(;\ piGYi~ciGI Úfl ('y!rCn:C· C<Wieli!i·

ocupado la zona más elevada permaneciendo la teatro en época augustea, así como técnicas edilicias y,
población turdetana en las proximidades del río. Sin sobre todo, ornamentales. En el caso concreto de
dudo alguna estas bases "urbanas" se convirtieron en Carthago Nova, este proceso se intensificó con la pre-
auténticos cuarteles de invierno poro las ejércitos des- sencio desde el último cuarto del siglo 11 a.C. de
plazados a Hispania, lo que contribuyó de formo efi- amplios contingentes de inmigrantes, que atraídas por
caz al rápido desarrollo de los núcleos poblacionales la posibilidad de explotar las ricos afloramientos de
allí instalados. plata del entorna de la ciudad y de canalizar los flujos
La situación y evolución histórico en las urbes del comerciales con el Mediterráneo Central y oriental,
sur de raigambre feno-púnica es menos conocida, en trasplantaron o este territorios modas y hábitos propios
lo que respecta a los siglos finales de la República. No de ambientes itálicos. El elevada número de pavimen-
obstante, hay que pensar que tras los episodios de con· tas de opus signínum decoradas con motivos geométri-
quiste militar que, en algunos casos y a juzgar por las cos y vegetales, que sólo encuentran comparación en
fuentes escritas debió ser traumática -como en Bario las ciudades del Vesubio y en la propia Roma, las pin-
cuyo asedio duró tres días o en la misma Carthago turas del Primer Estilo pompeyano, que constituyen, pro-
Novo, donde, tras la conquista, Escipión situó una bablemente, las más antiguas manifestaciones pictóri-
guarnición y ordenó que se levantara muralla hasta la cos de este género fuero del ámbito romano-campano,
altura que alcanzaba la marea (Apiano, lber., 24)- la gran cantidad de elementos arquitectónicos de orden
estas ciudades se plegaron a la nueva situación, man- toscano, sin parangón en todo el occidente romano,
teniendo su autonomía cultural y política mediante la hacen de la capital bárquida un pilar esencial para
firma de pactos con la Urbs, lo que no evitó, al menos conocer los mecanismos de difusión y reinterpretación
en un primer momento, ciertos titubeas y revueltas. El de las modelos tardo-helenísticos en ambientes itálicos
foedus, acuerdo amistoso firmada en el 206 a. C. por del extremo occidente.
Gadir con el estado romana a través del general Lucio Al segundo grupo corresponden una serie limitada
Marcia Séptimo, marcó el camina a seguir y abrió las de núcleos urbanos fundados ex nava a lo larga del
puertas de la integración, conservando altas cotas de siglo 11 a.C. y la primera mitad de la centuria siguiente,
libertad política y autonomía comercial, la que se Ira· que alcanzan su máximo desarrollo en época imperial.
dujo en una rápida prosperidad y desarrollo hasta con- En estas cosos, la ausencia de condicionantes topográ-
vertirse, según nas cuenta Estrabón (111, 5, 3) en la ciu- ficos y de estructuras preexistentes permite la planifica-
dad más "poblada del orbe" después de Roma. En con- ción reticular del asentamiento y una distribución de los
secuencia1 estas núcleos urbanos costeros debieron espacios según los cánones de la ciudad romana. En
mantener su fisonomía y, al ampara del comercia y las ella el foro ocupa desde el principia un lugar preemi-
actividades marítimas conocieran durante este período nente y en la cabecera del misma, siguiendo el modela
una cierta prosperidad como reflejan las abundantes ideológico de la Urbs, se ubica el capitolium. Es muy
emisiones monetales que conservaron hasta época paco lo que sabemos de estas poblaciones hispanas en
imperial la leyenda can el topónimo en su forma origi· época republicana, ya que las foses más antiguas se
na l. El usa de este alfabeto y el panteón religiosa debió hallan enmascaradas o han sida destruidas por las
pervivir en todas estas comunidades hasta bien avanza- transformaciones monumentales de época alto-impe-
da la época imperial, e incluso en poblaciones donde rial. Na obstante, las excavaciones arqueológicas de
la presencia púnica fue más limitada, como en estos últimos años en alguno de estos centros "privile-
Carthaga Nova, se debió conservar la lengua en deter· giados" permiten una aproximación a las primeros
minadas sectores de la población como indican las múl- construcciones. Las fuentes escritas mencionan la exis-
tiples grafitos incisos sobre cerámicos campanienses tencia de un foro en la Corduba republicana, aunque
hallados en distintos puntas de la ciudad. No obstante, de momento na hay evidencias materiales y sólo algún
desde finales del siglo 11 a.C., estas ciudades fueron elemento arquitectónico por sus características, dimen-
incorporando elementos típicos de la cultura romana y siones y cronología podrían corresponder a este com-
componentes básicas de su paisaje urbano, cama los pleja. Par el contrario, el foro de Pollentia nas ofrece,
bañas, amortizados en Malaka can la construcción del tras los ultimas excavaciones y revisión de las trabajos
Cimentación del posible ca pitolio de Sagunto

antiguos, una imagen más completa de la planta de la nes conservadas, indica una planta modulada sobre el
ciudad, al parecer, regulada desde fechas muy tempra- pie romano que reproduce con bastante fidelidad el
nas a través de un módulo geométrico que permite inte- modelo vitruviano de triple celia en la mitad posterior y
rrelacionar edificios entre sí, y en la que el capitolium ancho y profundo pronaos en la anterior, donde las
se convierte en pieza esencial (Orfila y Moranta, anta s del podium enmarcaban la esca linata frontal
200 1). (Aranegui, 1992). La cronología sugerida, finales del
Algo semejante sucede con el templo de Carteia, siglo 11 a .C. convierten al templo sagun tino en el más
colonia fundada en el 171 a.C. , sobre un núcleo ante- an tig uo ejemplo de transpos ición fuera de Italia de este
rior de marcada raigambre feno- pún ica, que, al hallar- emblemático edificio de la Roma republicana a una
se muy alterado por transformaciones posteriores de su comun idad ibérica romanizada e implica la existencia
planta, ha sido identificado como un capitolium de tri- de un fuerte componente de individuos de procedencia
ple celia, pero también como templo ad alae y un itálica y, tal vez, de una situación jurídica privileg iada,
períptero sine posticum de fachada hexástila, tipos algo de lo que no tenemos constancia hasta época
ambos de marcada inspiración itálica (Roldón et alii, augustea.
1998) . Un problema distinto susc ita el templo de Junto a los templos, el otro componente del paisaje
Sagunto, el tercero de los supuestos templos capitalinos urbano que se introduce de forma precoz en las prime-
de época repub licana identificados en la península ras fundaciones romanas de Hispania fueron los baños
Ibérica; en este caso, los restos muy arrasados se públicos, que aun con dimensiones modestas y con sis-
halla n en la cabecera norte del foro pero a una cota temas de calefacción rudimentarios, se introdujeron a
muy inferior respecto de las construcciones augusteas . finales del siglo 11 a .C. o comienzos del siguiente como
La interpretación propuesta, a partir de las cimentacio- prueban los conjuntos balneares de Valentía, Cabrera

36
Hiop:ll1iG. !r,:c~cccCCn y c:c~!:"'"'!Qo ·cn":na\
fr, ;~\ provinc;c~ d~! ~xl!i::':'Q (~<:id~.,:~

St.SAST!AN kk'/,0;!0 ASENCO

del Mor y Baetulo, dotados ya de todos sus componen- esclavitud de los habitantes, traslados forzosos de
tes esenciales: apodyterium, tepidarium, caldarium y un población, desarme e imposición de tributos, exigencia
conjunto de hornos para calentar el agua y caldear, de rehenes, desmantelamiento de murallas, etc., medi-
probablemente junto a braseros, las salas de baño das todas ellas que debieron ser sobre todo más fre-
caliente INalla, 2001). Precisamente, la última de las cuentes en los primeros años de la conquisto y para
poblaciones citadas, sirve para caracterizar una serie sofocar las rebeliones acaecidas pocos años después
de "fundaciones" ex novo que se enmarcan dentro de de la definitiva expulsión de los cartagineses de Iberia.
un proceso de reestructuración en el noreste peninsular, Sin embargo, junto a medidas coercitivas se adoptaron
que va acompañado de la consolidación del sistema otros encaminadas a atroer de formo pacífico y
viario, en función de las nuevas estrategias de explota- mediante acuerdos a estas comunidades que, en
ción y control del territorio por parte de Roma. En este muchos casos, presentaban ya un marcado acento
grupo de nuevas ciudodes, definidas por Plinio mós de urbano. Por ejemplo, Ti. Sempronio Graco concentró a
un siglo después corno oppida civium romanorum, hay las indigentes en una ciudad y les distribuyó tierras y
que incluir también Gerunda, la ciudad romana de estableció tratadas precisos con todos los pueblas de
Emporion, !/uro, lesso, Aesso o !lerda IGuitart, 1994), esta región [de las lusones}, según los cuales habrían
si bien en estas últimas se ha cuestionado el carácter de ser amigos de los romanos ¡Apiano, !ber., 43).
"de nuevo" de tal fundación al existir núcleos ibéricos Todos estas situaciones se reflejan en lo orquealogía, si
preexistentes. Se han interpretado también como crea- bien la dificultad que existe o veces para diferenciar los
ciones "ex nava" una serie de asentamientos en llano estratos de finales del siglo 111 a.C. de aquellos que
situadas en el valle del Ebro habitados por poblaciones corresponden a los primeros décadas de la centuria
indígenas, como los de La Caridad o La Corona, carac- siguiente, condiciona los resultados de la investigación.
terizados por la amplia utilización de materiales de No obstante, en las regiones del Levante y del Sur la
construcción o técnicas decorativas típicamente itálicas continuidad de los appida preexistentes, que mantení-
IAsensia, 1995). Estos núcleos de población se consti- an aún un cierto grada de autonomía, parece el fenó-
tuirían hacia inicios del siglo 1 a.C. -y par tanto meno más extendido, al menos durante gran parte del
contemporáneos a los del área catalana- para reagru- sigla 11 a.C. !vid. poro los distintos territorios, Moret,
par y controlar en ellos a una pablocián ibérica proce- 2003). En otras regiones más del interior Roma intervi-
dente de otros asentamientos del entorno. A diferencia no de intermediario, sancionando pactos entre comuni-
de las ciudades del área catolana, los núcleos del valle dades que mantuvieran su autonomía, a cambia de res-
del Ebro parece que se destruyen hacia finales del pri- petar las exigencias de tributo y ayuda militar impues-
mer cuarta del sigla 1a.C., en coincidencia con las con- tas por el estada romano, mediante la aportación de
vulsiones que provoca la guerra contra Sertorio. Si hay hombres para los cuerpos auxiliares del ejército, que
una relación entre ambos acontecimientos, destrucción en ocasiones excepcionales llegaran a alcanzar la ciu-
violenta y conflicto bélico -tal y como parece suceder dadanía romana, honor y premia que, como nos
en Valentía- es alga que habrá que verificar con una recuerda el famosa bronce de Ascoli, fue concedida a
mayor y más precisa información arqueológica. la turma salluitana mediante un decreta emitido en
Precisamente, la integración de las numerosas diciembre del año 89 a.C., por Cn. Pompeio Estrabón,
comunidades ibéricas a celtibéricas en el nueva engra- como recompensa par su valerosa intervención en el
naje política-militar y económico implantada por Roma asedio y conquista de Asculum, episodio clave de la
en los territorios sometidas a su control fue la situación guerra social que enfrentó a Roma contra los aliados
que can mayor frecuencia tuvo que afrontar Roma itálicos !Roldón, 1986). Sin embarga, en otras casos,
desde los mismas inicias de la conquista. Y aquí las Rama se vio obligada a intervenir en asuntos internos
medidas fueran muy variadas y diversas, na sólo entre de las comunidades hispanas; así, en el 189 a.C., un
los distintas territorios sino entre oppida próximas entre decreto promulgado par Emilio Paulo proporcionaba la
sí. La abundante información literario sobre este perío- libertad a las habitantes de la Turris Lascutana, hasta
do nos transmite la variedad de soluciones aplicadas: entonces siervos de los de Hasta Regia, concediéndo-
conquista violenta y destrucción con reducción a la les, además, las tierras circundantes !García Moreno,

37
&
1
1986). Cien años más tarde, y volviendo de nuevo al de Era se tiende a la unificación bajo el patrón semiun- 1
valle del Ebro, el gobernador romano refrenda el vere- cial. No obstante, muchas cecas conservarán el bilin-
dicto de los representantes de la población de güismo de sus emisiones hasta, prácticamente, época 1
Contrebía Belaísca en el conflicto entre los poblaciones cesariana en que se impondrá definitivamente el uso
de Allavona y Salduíe, en el que se había visto envuel- del latín en las leyendas.
1!
ta una tercera población denominada como civifas las elites locales fueron las primeras que aceptaron
Sosínestana (Fatás, 1983). las formas de vida y los signos externos de sus "alia-
1
1
A nivel arqueológico, ¿cómo se refleja el proceso dos" romanos. El ejemplo de Corduba, mencionado 1
de integración e interacción entre todas estas comuni- más arriba, es suficientemente significativo. Y en este i
1
dades y Roma?. La situación es, como ya se ha señalo- contexto, hay que situar la adopción de los símbolos 1
do, distinta según los territorios e incluso dentro de externos de romanización, entre los que destaca la
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estos mismos, de manero que vemos cómo mientras indumentaria que se manifiesta, en primer lugar, entre
1
¡
ciertos oppida ibéricos sufren un proceso de destruc- los grupos aristocráticos del sureste y mediodía penin- !¡
¡
ción violenta y abandono, a finales del siglo 111 a.C. o sular como atestiguan los togados en piedra del Cerro
!!
en los primeros años de la centuria siguiente, lo mayo- de los Santos o algunos exvotos de bronce del santua-
río pervive sin grandes traumas a lo largo del siglo 11 rio de la luz, que si bien podrían ser interpretados
1
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í
a.C., si bien en muchos casos languidecen hasta las como ofrendas personales de los generales y mag istra-
r
¡

décadas finales en que se abandonan definitivamente.


Esta última situación es sobre todo frecuente en el área
dos locales realizadas, en fechas todavía tempranos,
por talleres locales que sobre todo en los aspectos téc-
¡
turdetana, donde lo reducción y desaparición del nicos conservan lo tradición anterior, incorporando las 1
número de asentamientos ibéricos se escalono o lo nuevas iconografías, también pueden corresponder a 1
largo de los dos últimos siglos de lo República poro cul- caudillos indígenas que desean representarse con los 1
minar en époco augustea con la integración y potencia- atributos externos que identifican a "sus aliados" romo- 1
ción de determinadas núcleos, herederos en su mayor nos. Los autores greco-latinos recalcan precisamente y
parte de los viejos asentamientos prerromonos, a los en varias ocasiones el valor que tiene lo utilización de
que, por razones de índole estratégico o geo-políticos lo toga romano como símbolo de romanidad entre los
se les concede una situación jurídico de privilegio, o naturales del país. Recuerda Estrabón (111, 2, 25) cómo
bien como colonia o bien como municípium. El mismo reciben el nombre de "togados" los iberos que han
fenómeno se aprecia en amplias áreas del noreste adoptado la manera de vivir de los romanos; e incluso
peninsular y del levante, y más que por imposición o como los celtíberos quienes "han tenido fama de ser
destrucción responde o un proceso voluntario de inte- más feroces en otro tiempo se encuentran entre estos.
ti

gración en el nuevo sistema socio-económico y a las Otro de los símbolos tangibles de la aceptac'ión de
nuevas estrategias comerciales y productivas. El auge hábitos ajenos a la tradición local la constituye la apa-
que alcanzan determinadas manifestaciones artísticas rición del retrato entre estas mismos elites ibéricas; val-
como la cerómico, representada de forma excepcional gan como ejemplo algunos retratos masculinos del
en los vasos de Azaila, liria y en los del grupo Cerro de los Santas que se hallan fuertemente influen-
Elche-Archena es un magnífico exponente de la vitali- ciados por costumbres helenísticas e ítalo-romanas, si
dad de estas comunidades ibéricas durante época tar- bien las técnicas empleadas son aún herederas de la
dorrepublicana. la acuñación de moneda, además de experiencia ibérica.
facilitar lo percepción de los tributos, refrenda la auto- En otro plano, la cosa, con su aparato ornamental
nomía "controlada" de estos oppída o viejas ciudades y decorativo, se convierte en signo de distinción de las
de origen prerromano, integradas plenamente en el clases aristocráticas frente al resto de la población, a la
engranaje político del estado romano. Hasta comien- vez que les equipara en el aspecto externo a los pro-
zos del siglo 1 a.C. Roma se muestra tolerante con los pios romanos. lo búsqueda de esta identidad en las
patrones metrológicos del bronce, no así de la plata manifestaciones externas, sin que tengamos que des-
que desde el principio se adaptó al patrón del denario cartar, incluso, posibles promociones jurídicos o peque-
romano; tan sólo en la última centuria antes del cambio ños grupos o nivel individual, justifica la gran cantidad

38
l'i;p:;r.ic l~len:cciór. y aa,!!,·rccióo rc-saoc~
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de pinturas y pavimentos de opus signinum asociados fúnebre, utilizados desde finales del siglo 1 a.C. por
a construcciones domésticas que hallamos en la zona todas las capas de la sociedad.
del valle del Ebro -y que cada vez van siendo más fre- En relación con la arquitectura, privada y pública,
cuentes en la zona turdetana- contemporáneos a la otra de las consecuencias más inmediatas de la incor-
serie levantina, vinculada sobre todo, y en sus primeros poración de Hispania al estado romano es la introduc-
momentos, a edificios de carácter sacro y con epígra- ción de nuevas técnicas edilicias y materiales de cons-
fes latinos y a los numerosos pavimentos de la Neápolis trucción así como de sistemas de revestimiento y orna-
de Ampurias, donde los textos epigráficos reproducen mentación. Entre las primeras la principal innovación
fórmulas propiciatorias helenísticas muy relacionadas vendrá dada por el empleo del apus caementicium y
con la fortuna y el bienestar. las hallazgos de Andelas del opus quadratum, empleadas, sobre todo, en para-
y la Caridad son e¡emplos muy expresivos. En ambos mentos defensivas durante la época republicana. Entre
casos, y sobre un pavimento de signinum, técnica de los materiales, y hasta la generalización del mármol
claro origen itálico, aparece escrita con teselas blancas que no se producirá hasta bien entrado el siglo 1 d. C.,
una inscripción en caracteres ibéricos, cuyo significado se puede constatar una potenciación del uso de la pie-
exacto no alcanzamos a comprender, prestándose a dra, que, sin embargo, no desplazará por completo, al
distintas interpretaciones. En los dos textos aparece un adobe y tapial que formarán parte de los alzados
posible nombre likine (en la población navarra) y likine- murarías tanto en construcciones publicas como priva-
fe (en Caminreal), ¡unto a los topónimos bilbiliarn -rela- das, técnicas que en Hispania, al igual que en África,
cionado probablemente con la localidad de Bi/bi/is- debieron estar muy difundidas (Plinio, N./-1, XXXV,
que aparece en la primera y usekerteku, en la segunda; 169). No obstante, el signo más tangible de las inno-
las inscripciones se completan can el término ekiar / vaciones romanas en la construcción ibérica serán las
ekien, y un segundo término, abularaune, que aparece cubiertas de tegulae e imbrices, adornadas con acróte-
en el texto de Andelos, que se interpreta como antropó- ras y, sobre todo, antefi¡as. Dentro de esta última serie
nimo. El primer término se ha relacionado con el nom- destacan por su singularidad dos antefi¡as de Itálica,
bre de un individuo, que para Untermann de aproximadamente 30 cm de altura, que representan
(1993-1994) habría que identificar como el mosaista a la pofnia theron de frente vestida con largo chiton y
o ¡efe del taller musivarío, mientras que para otros auto- los brazos que caen a lo largo del cuerpo con las
res correspondería al propietario de la casa, cuyo manos apoyadas en sendos thymiateria o candelabros.
antropónimo representaría una transposición del nom- A diferencia de lo que sucede con el tipo de la diosa
bre Licinius. Conviene recordar a este respecto 1 el toga- alada flanqueada por dos leones o panteras rampan-
do del Cerro de los Santos, con el epígrafe inscrito en tes, aquí se trata de una variante extraña que sólo
caracteres latinos L{ucii} Lic{i}ni, adoptado, probable- encuentra parangón en una antefi¡a con genio alado
mente, par un notable ibero. Por estos mismos años, en procedente de Capua y otra del santuario de lo
la Alcudia de Elche un mosaico policroma, que repro- Scasato (Falerii Veteres), ambas fechadas hacia finales
duce motivos geométricos de inspiración helenística del siglo IV y las inicios del siglo 111 a.C. A estas mismas
con teselas de distinto tamaño y material ¡unta a cantas regiones y cronología remite un conjunta de lastras
policromos, introduce una inscripción con translitera- arquitectónicas del santuario ibero-romano de La
ción al latín de nombres personales ibéricos. Encarnación (Caravaca de la Cruz), que muestran un
Probablemente fueron también las elites locales las estrecho parentesco can e¡emplares centro-itálicas.
primeras en aprender y adoptar el idioma del aliado
romana. La existencia de una lengua escrita arraigada NUEVA IMAGEN DE LAS CIUDADES HISPANAS
en amplias zonas del levante y sur facilitó la tarea. De
manera que, a las documentos de carácter oficial cin- El final de la Guerra Civil entre pompeyanos y par-
celadas sobre el bronce -acuerdos y pactos suscritos tidarias de César, por un lada, y el consiguiente desea
entre comunidades, a entre estas y Roma- siguieran las de premiar o castigar a las ciudades a facciones par su
dedicaciones a divinidades, inscripciones conmemora- actitud y apoyo hacia una u otra banda durante el con-
tivas y honorarias y, sobre toda, epígrafes de carácter flicto ¡unta a la definitiva pacificación del territorio tras

39
las Guerras Cántabras, son episodios de una gran tras- Ahora bien, estos nuevos recin tos ofrecen algunas
cendencia para el devenir futuro del territorio hispano, diferencias frente a las viejas obras ibéricas o romanas
ya que señalan el inicio de un proceso de urbanización de época republicana. En primer lugar, destacan las
a gran escala que se consolidará de forma definitiva técni cas edilicias utilizadas, de marcada tradición itáli-
con la concesión por Vespasiano del lus Latii a todas ca , en tre las que prevalece el uso del opus caemenfi-
las ciudades hispanas (Piinio, N.H. , 111, 30), acon teci- cium para los relle nos internos o forros y el opus qua-
miento que supondrá, al menos en el plano oficia l, la drafum para las caras externas, frente al tipo de mam-
desaparición de cualquier estructura organizativa de puesto formado por piedras irregulares de gran lama-
tradición prerromana .
Estrechamente ligado a ese
proceso de municipalización de
las viejas comunidades hispán i-
cas y con la creación de nuevas
ciudades con estatuto juríd ico pri-
vilegiado está la construcción de
la muralla , como paso previo o
paralelo a la sistema tización de
todo el espacio interior. La cons-
trucción del encintado que prote-
ge y al mismo tiempo acrecienta
el sentimiento de distinción de sus
habitantes constituye una de las
primeras obligac iones de los
magistrados de las nuevas comu-
nidades urbanas, como queda Derrumbe de uno murollo de El Tolmo de Minotedo
reflejado en las leyes municipales
de Urso y refrenda el testimonio
epigráfico. Así por ejemplo, en Sagunto, una de sus ins- ño careadas y trabadas con tierra característico de las
cripc iones más antiguas -a juzga r por la paleografía y fases anteriores en ambientes indígenas o el gran apa-
ciertos arcaísmos- recuerda la repara ción o reconstruc- rejo poligona l de poblaciones prerromanas. De forma
ción defurris ef muros por los //viras [¿} Fulvius Titianus que, sin ren unciar a la solidez que transmiten las viejas
y C. Lucilius, siguiendo una disposición del senado obras del siglo 11 a .C. como las mura llas ciclópeas de
local (CIL, 02 , 14, 36 1). En Cartagena, el número de Tarragona, de la Neápolis de Ampurias o de cualquier
epígrafes que aluden a la muralla, tras la concesión del oppidum importante del área ibérica, se les dota de
nuevo estatuto colonial, se multiplica y nos permite una mayor monumental idad .
conocer las fam ilias que con tribuyeron de sua pecunia Ese cuidado por el aspecto y la imagen externa del
y con la correspond iente autorización del ardo decurio- cin to murario se acrecienta aún más en la concepción
num, a la construcción / reconstrucción -que en algu- de las puertas úrbicas que desde la vías exteriores con-
nos puntos debió ser a fundamenfeis- de distintos ducían al corazón de la ciudad, transmitiendo una pri-
paños del cerco murario (Ramallo, 2003) . Más intere- mera imagen de monumentalidad al visitante . Por des-
santes son los sillares de la muralla augustea del Tolmo gracia es muy poco lo que conocemos sobre este tema
de Minateda (Hellín), construida en parte tras su promo- en los recintos fortificados de Hispania, pero extrapo-
ció n jurídica sobre una fortificac ión anterior, grabados lando la información proporcio nada por otras ciudades
con una inscripción monumental que recuerda a los ciu- rom a na s, tanto en representaciones iconográfi cas
dadanos los benefactores de tal evento, a la vez que como por algunos elementos arquitectónicos descontex-
sirve para exaltar la figura del emperador Augu sto y su tualizados, podemos llegar a pensar que, al menos en
sobrino L. Domicio Ahenobarbo (Abad , 1996). la s ciudades de mayor importancia , su aspecto no

40
Hi~ponio; lnterocc•ón y ocuhurcción romanos
en los provmc•os del extremo occidenle

SEBASTIÁN RAMAllO ASENCIO

debió diferir en mucho de la imagen que nos proporcio- lica , curia y otros ed ificios de carácter adm in istrativo o
nan las puertas geminadas de N lmes o de Polo, por religioso, como recuerda la inscripción hallada en
citar dos de los ejemplos más conocidos. Munigua (AE , 1972, 268; Trillmich , 1997, 138), en la

Foro de Conimbriga, según J. Alarcao y R. Etienne, fouilles


de Conimbriga, les Architectures, Paris, 1977

\ 1'

Tra spasados los límites de la muralla, los principa- que un personaje de nombre {V}alerius Firmus dedica y,
les e jes viarios conducían generalmente al foro, autén- probablemente financio de su dinero, la construcción
ti co centro neurálgico de la ciudad donde se custodia- de {templu}m, forum, {¿basilicam?J {exed}ra{m}
ban las señas de identidad de la comun idad y do nde, {tabjula{rium}, lo que viene a constituir, prácticamente,
a través de las imágenes y epígrafes allí levantados, se el equipamiento monumental imprescindible de este
podía n reconstruir las eta pas más brillantes de su des- importante conjunto urbano. Desde el punto de vista
arrollo. Las leyes munici-
pales y los edictos q ue
regulaban la convivencia
de los ciudadanos colga-
ban de las pa redes y
zóca los de los principales
edificios y recorda ban a
la vista de todos sus dere-
chos y obligaciones. En
torno a la plaza enlosada,
que constituía el centro de
todo el complejo, se articu-
laban todos los ed ificios
necesarios para el fun cio-
namiento cotidiano de la
colectividad : templo, basí- Foro de Baelo Claudia

41
planimétrico, la mayor parte de los foros hispanos global de todo el complejo como en el detalle de la
excavados se pueden agrupar en dos modelos distin- decoración arquitectónica y el programa ornamental,
tos: foros de planta rectangular alargada, caracteriza- subyacen modelos de prestigio emanados directamente
dos por el desarrollo de las estructuras a partir de un de la arquitectura oficial. El complejo emeritense, algo
eje longitudinal sobre el que se alinean sucesivamente más antiguo, que se construye, probablemente hacia
el templo, punto focal de todo el complejo, la plaza y mediados del siglo 1d.C. y de pretensiones más modes-
la basílica, colocada de forma transversal y en el extre- tas, adopta la forma de una plaza cuadrangular porti-
mo opuesto, cerrando en toda su anchura la plaza cada donde se reproducen, no sólo los clípeos con
forense, y foros de planta cuadrangular presididos, cabezas de Júpiter Amón y Medusa que adornan el
como en el caso anterior, por el templo, pero con la ático de los pórticos laterales del Foro de Augusto en
basílica colocada en uno de los laterales (vid. en gene- Roma, sino también parte del programa ornamental
ral, AA. VV., 1987). Al primer grupo se pueden adscri- que completaba la decoración y que estaba dotado de
bir los foros de Ampurias, con unas dimensiones totales un marcado carácter simbólico. Menos conocido, e!
de 120 x 80 m, C!unia (amplia plaza de 160 x l 15 m, complejo monumental de Colonia Patricia debió repro-
sin contar la anchura de la basílica), Conimbriga ducir un programa de carácter similar a juzgar por los
(reconstrucción flavia) que presenta unas dimensiones restos de decoración hallados en la ciudad (Trillmich,
de c. 96 x 48 m, ¿Caparra? y el más atípico de Belo, 1996). Pero es precisamente en la arquitectura religio-
situado en el centro de una trama urbana ortogonal e sa y concretamente en los edificios relacionados con
inscrito en un amplio rectángulo de 130 x 80 m donde los cultos oficiales, especialmente el dedicado al empe-
se ubican también otros edificios como el macellum y rador, donde mejor se aprecia la reproducción o rein-
un templo dedicado a lsis. Al segundo pertenecerían terpretación de modelos originados en ambientes
los foros de Sagunto, con las distintos edificios organi- metropolitanos. El llamada templo de la calle Claudia
zados en torno a una plaza porticada de c. 62 x 48 m, Marcelo de Córdoba constituye uno de los mejores
de la Conimbriga augustea con los componentes bási- ejemplos al respecto; su planta pseudoperíplera, de
cos inscritos, excepto el templo, en un cuadrado de 51 6 x 11 columnas (Jiménez, 1994), guarda estrecho
m de lado, y de Bilbilis con plaza porticada par tres de paralelismo formal y métrico con la "Maison Carrée"
sus lados de c. 48 x 45 m. Más difícil de definir en su de Ní'mes que, a su vez, se relaciona -aunque can cier-
integridad son los complejos forenses de Valeria, tas particularidades en el alzado- con los templos de
Cartagena, Tiermes, Ce/ti o Caparra, aún en proceso Apolo Sosia no y Apalo Palatina de Roma que pudieron
de excavación. haber sido tomados como modelo. En la misma línea,
Casos excepcionales, tanto por sus dimensiones, el capitolium de Ampurias se concibe probablemente
componentes, disposición de las estructuras y progra- como un templo pseudoperíptero de fachada tetrástila.
mas decorativos, constituyen los denominados "foros No obstante, un aspecto singular de la arquitectura
provinciales" erigidos en las tres capitales provinciales templar hispánica es una cierta predilección por la
a partir de mediados del siglo 1 d.C., donde la presen- planta períptera que na encuentra parangón en las res-
cia directa de artífices procedentes de la Urbs parece tantes provincias de Occidente y que incluso en la pro-
suficientemente probada. En Tarraco este imponente pia Roma no goza de un especial fervor. Par el contra-
complejo, probablemente el de mayor envergadura de rio, en Híspania se adscriben a la tradición períptera
toda Hispania, construido en época flavia, se estructu- las templos de Barcelona, Evora, el llamado de Diana
ra mediante tres terrazas escalonadas con el templo de de Mérida y, probablemente, el imponente edificio de
culto imperial en la más alta, una plataforma porticada culto que preside el foro bilbilitano, todos ellos con
intermedia de 175 m de longitud por 318 de anchura fachada hexástila de orden corintio y once columnas en
para las procesiones y actos relacionados con el culto, los lados. Al margen de ciertos paralelismos de carác-
donde se alzaban los pedestales con estatuas de los fla- ter constructivo o estilístico, los templos de Augusta
mines de la provincia, y el circo para la celebración de Emerita y de Eboro Libera/itas !ulia aparecen asociados
las ceremonias y espectáculos cerrando todo e! conjun- a grandes estanques de agua y a un criptopórtico de
to [Aquilué el alii, 2000, 80). Tanto en la concepción doble nave, sobre el que se alzaría el correspondiente

42
H1~ponio Interacción y ocuburación romanos
en los provincias del exttemo occidente

SEBASTIÁN RAMALLO ASENCIO

pórtico que encuadraba la composición arquitectónica intensa restauración a que fue sometido a finales del
(Áivarez y Nogales, 2003); en ambos casos se han siglo XIX. Casos excepcionales por los modelos adop-
identificado tramos parciales que no han permitido res- tados son los santuarios de Munigua e Itálica; el prime-
tituir la planta completa, aunque, seguramente, no ro se erige sobre un con junto de terrazas artificiales
debía diferir mucho de los tripórticos que envu elven los apoyadas en la ladera de una colina siguiendo un
templos forenses de Conimbriga y Emporion. modelo ensayado con éxito en los santuarios laciales
Precisamen te, la presencia del criptopórtico, construc- de época tardorrepublicana, con especiales referencias
ción ampliamente utilizada en Italia en complejos al santuario praenestino (Coarell.i, 1987), mientras que
sacros de época tardo-republicana , en estos complejos el denominado Traianeum de ltalica, monumental recin-
forenses , y muy vinculados a l edificio pri ncipal de to de veneració n a los dos emperadores de origen his-
culto, ha sido puesta en relación con la difusión del pano que constituye la expresión más monumental de
culto imperial. la arquitectura religiosa hispana, reproduce modelos
Junto a estos edificios de mayor envergadura , otra de prestigio del Oriente mediterráneo, concretamente
interpretación más sencilla del templo romano se puede de la Biblioteca de Adriano en Atenas, combinados
con templar en el templete construido por C. lulius Lacer con alusiones a otras construcciones monumentales de
en el puente de Alcántara, o en los edificios in anfis de la Urbs (León, 1988).
varias ciudades hispanas entre los cuales el descubier- El templo adopta siempre una posición dominante
to en Osea constituiría uno de los más antiguos ya no sólo mediante su elevación sobre el alto podium,
(Asensio, 2003). Más monumental y de cronología ple- siguiendo la tradición itálica , sino aislándolo con clari-
namente imperial es el de Vich, con seis columnas de dad de los edificios dedicados a las restantes funcio-
fachada si bien con múltiples interrogantes debido a la nes; en Conimbriga, Be/o o Cartagena , el espacio reli-

Templo de culto imperial en Mérido

43
gioso se enfatiza con la construcción de una terraza Asturica Augusta, una gran sala rectangular, pavimen-
situada a una cata más alta. tada con un lujoso opus sectile, aparece asociada a los
Junto al templo y la plaza enlosada, la basílica restos de un porticada que podría formar parte del
constituía el tercer componente imprescindible en cual- ambulacrum de la basílica. En este caso, el diseño del
quier complejo forense. La del foro de Tarraco nos pro- esquema decorativa del pavimento 1 bordeado en tres
porciona uno de los ejemplos más antiguos de trasla- de sus lados por una franja lisa podría reforzar su ínter·
ción a la Península Ibérica del esquema canónico, prelación como curia.
desarrollado y consolidado en la Italia de los dos últi· Pero no sólo las grandes capitales y ciudades más
mos siglos de la República. En este caso se configura, importantes disponían del equipamiento básico que
según el tipa de planta más habitual, como una amplia garantizaba el normal funcionamiento de la comuni-
sala rectangular con un a mbu locro interna de columnas dad, otras poblaciones de menor entidad e incluso
que compartimenta el espacio en tres naves, la central, apartadas de los principales ejes de comunicación,
de mayor anchura, sabreelevada respecto a las latera· adaptaron a lo largo del siglo 1 d.C. la panoplia de edi·
les para facilitar la iluminación del interior (Mar y Ruiz ficios públicos que les equiparaban a cualquier urbe
de Arbulo, 1987). Tradicionalmente se ha interpretada romana. Un ejemplo muy significativa de esta situación
como el edificio destinado a la administración de justi· lo proporciona el municipio de Labitolosa, desconocido
cia, si bien sus funciones, debido precisamente a sus en las fuentes escritas y localizado en el pre-pirineo
grandes dimensiones y versatilidad al poder compartí· oscense, donde junto al complejo termal que reproduce
mentar el espacio interior, debieron ser también otras, los patrones más característicos de este tipo de estable-
proporcionando a la ciudad, sobre todo en aquellas cimientos, las excavaciones han puesto al descubierto
situadas en regiones de climas fríos o lluviosos, un en el área forense los restas de un interesante edificio
espacio cubierto donde desarrollar las actividades rea- de planta rectangular ( 18'30 x 11 m), estructurado en
lizadas habitualmente en el faro; la basílica de C/unia, dos estancias de distintas dimensiones de la cuales la
que cierra en toda su anchura el costado norte del foro principal, situada al fondo, albergaba en su interior
opuesto al del templo, permitía prolongar bajo techo el una serie de pedestales e imágenes de la elite munici-
espacio descubierto de la plaza mediante la apertura pal, uno de cuyos miembros -M. C!odius Flaccus-
simultánea de los grandes portones -de 4 m de anchu- habría alcanzado, tras recorrer las principales magis-
ra- que constituían su fachada. En el eje transversal del traturas y cargos sacerdotales en su ciudad, significati-
edificio, que corresponde a su vez con el eje longitudi· vas distinciones de manos del emperador Adriano, que
nal del faro, estaba situado un amplio espacia rectan· habrían culminado can su entrada en el orden ecuestre,
guiar apoyado sobre un potente basamento, interpreta- aspiración común de muchos de estos ricos provincia-
do con la aedes Augusti que cita Vitruvio en su edificio les (Silliéres y Mogollón, 1995). La sala principal esta·
de Fanum (Palol, 1994). Este mismo ambiente se ha ba presidida por la estatua de bronce del Genio del
reconocido en la amplia sala que ocupa el centro del municipio emplazada justo en el eje longitudinal del
lado noreste de la basílica de Tarraco, si bien aquí se edificio, lo que ha permitido identificar este espacio
halla directamente comunicado con el aula rectangular con la curia ordinis, lugar sacralizado donde se
a través de un vano delimitado por dos columnas y flan- reunían los senadores bajo la tutela y protección de la
queado a uno y otra lado por compartimentos conti- divinidad local. Construcciones de características seme-
guos de menores dimensiones. Es muy probable que jantes se han identificado en otras complejos forenses
fuese utilizada como sede del tribunal de justicia, bajo como los de Sagunto, Belo y Cartagena, aunque, salvo
la atenta "mirada" del Princeps -presente a través de en esta última, la ausencia del mobiliario impide su atri·
su imagen esculpida-, pero también como lugar de reu- bución definitiva. En la capital del convenlus cartagi·
nión del ordo decurionum desempeñando la función de niensis se ha identificado con la curia una lujosa sala
una auténtica curia, estancia que en !os foros de rectangular pavimentada con un opus secti/e de mármo-
Valeria y Emporion se ha identificado en sendas salas les importados, situada en el ángulo nororiental del
rectangulares contiguas a la basílica, si bien en el últi· foro y muy próxima al templo principal de la ciudad. En
mo se ha revisado posteriormente tal adscripción. En su interior apareció desplomada una estatua de mármol
de tamaño mayor que el natural con lo representación donde era necesario solvor vaguadas o cursos fluviales
de un togado copile ve/ato, que reproduce con gron yo que se procuraba, mediante cuidados estudios topo-
fidelidad lo imagen de Augusto hallada en Vio gráficos, adaptar el trozado ol terreno, manteniendo
Labicano (Romo), si bien en nuestro coso la pérdida del uno pendiente no muy acusada desde el punto de cap-
retrato impide afirmar con rotundidad que se trate del loción hasta el de destino, de forma que, según qué tra-
Princeps, aunque tanto el tamaño como la cronología y mos, lo canalización discurría en porte enterrado, en
la iconografía no desdigan esta posibilidad. En cual- otros sectores en superficie y con uno conducción de
quier caso, la citada escultura incide en el proceso de opus caernenticiurn cubierta, o, a veces incluso, recor-
sacralización de determinados espacios públicos que tada en el terreno natural. Si en algún punto la pendien-
ya veíamos en el tribunal/ aedes Augusti de Tarraco, al te era muy acusada se recurría, para atenuar la fuerza
tiempo que enfatiza la protección y, a la vez, la subor- del agua, o pozos de resalto o sifones corno los atesti-
dinación del poder político local y lo comunidad de ciu- guados en el acueducto de Valdepuentes de Córdoba
dadanos, o la máxima autoridad político y, sobre todo (Ventura, 2002, 118, fig. 4). El acueducto de Tiermes
religiosa, que representa el emperador. proporciono una imagen completo de las distintas solu-
Uno de los primeros pasos en las "nuevas ciuda- ciones técnicos utilizadas para transportar el agua
des" romanas era, junto a su diseño y trazado urbano, desde el área de captación, situada probablemente en
la planificación y desarrollo de todo el sistema hídrico, el río Pedro, y el punto de destino en la ciudad ubica-
que garantizaba su subsistencia. Comenzaba con la do o varios kilómetros de distancio (Argente y Díaz,
búsqueda, captación y transporte de los recursos hídri- 1995, 106). Junto a las aguas exógenas el aprovisio-
cos a través de acueductos y canalizaciones que ali- namiento hídrico se realizaba a nivel doméstico
mentaban los grandes depósitos -el castellum aquae- mediante pozos excavados en el nivel freático, bien
situados en puntos elevados de la ciudad, desde donde documentados en la mayor porte de las ciudades de
se distribuían tanto o las fuentes públicas, emplazadas Hispania, y a través de cisternas excavadas en el terre-
generalmente en los cruces estradales y que a veces no y revestidos de mortero hidráulico que fueron sobre
adoptaban un aspecto monumental en forma de autén- todo frecuentes en época republicana, destacando en
ticos ninfeas con comple¡as fachados arquitectónicas y el área surestina los que presentaban perfil ovoide, de
múltiples surtidores de agua, como a los baños públicos probable tradición púnica. Un aspecto mucho más
y privados. Los imponentes arcadas superpuestas en monumental adoptan las grandes cisternas construidas
dos o tres pisos de los acueductos de Segovia, ba¡o los foros de Va feria -con cuatro depósitos comuni-
Tarragona, Mérida o A!muñécar son testimonios tangi- cados y contiguos-, Sagunto -de dos noves aboveda-
bles del grado de pericia y las soluciones técnicas das separadas por pilastras-, Bilbilis, o la gran cister-
desarrolladas por los ingenieros romanos para solven- na circular de Uxarna. En todos estos casos, su posición
tar los problemas de abastecimiento a las grandes ciu- en puntos elevados de lo ciudad favorecía la redistribu-
dades y, probablemente, constituye el testimonio que a ción de las aguas allí almacenados hacia las zonas
nivel popular me¡or identifica a lo civilización romano. ba¡as del núcleo urbano.
Las grandes capitales hispanos contaron con varios El ciclo natural de las aguos se completaba con los
canales de este tipo: tres garantizaban el suministro de sistemas de evacuación de las residuales mediante una
agua a la capital de la Lusitania, de los cuales el cono- completa red de conducciones que entroncaba las
cido como "Los Milagros" se alimentaba del pantano canalizaciones de desagüe de las viviendas privadas
de Proserpina, otro obra maestra de la ingeniería roma- con las grandes cloacas que, situadas ba¡o las calles,
na; el llamado "puente del Diablo" aportaba agua a arrastraban las aguos ol exterior del recinto urbano. En
Tan·aca, mientras que Corduba se aprovisionaba con varias ciudades hispanas la trama urbano se ho podi-
las oguos de otros tres acueductos, dos de ellos, recor- do restituir en sus líneas básicas a través del estudio de
dados en inscripciones, construidos en épocas augus- las cloacas; Zaragoza, Lo Alcudia o Astorga, donde los
teo -el Aqua Augusta- y domicionea -Aqua Nova colectores romanos se hon conservado en un estado
Domitiana Augusta- (Ventura, 2002, 11 8). No obstante, excepcional, son algunos e¡ernplos que se podrían
las arcuafiones se reducían sólo a aquellos puntos ampliar a la mayor parte de las ciudades hispanas.
Dentro de la cu ltura del agua, los baños públicos construido en el último cuarto del sig lo 1 a.C. , que es
constituyen un elemen to indispensable e inseparable de uno de los más antiguos establecimientos balneares
cualquier ciudad romana. Su explotación, uso y mante- conocidos en la actualidad, y la pequeña instalación
nimiento estaba regulado a través de disposiciones de Cabrera del Mar, construida hacia med iados del
legales, como vemos en las Leyes de Vipasca (1, 3) siglo 11 a.C. y destruida hacia mediados de la centuria
donde se enumeran las obligaciones de los arrendata- siguien te, que muestra , inscritos sobre una planta cua-
drangular, los componentes básicos del edificio de
caldarium, tepida-
baños de época tardorrepublicana:
rium y apodyterium. A estos dos ejemplos hay que
sumar la s terma s de Baetulo, levan tadas, según la inter-
pretación más reciente, en el segundo cuarto del siglo
1 a.C., que, aunque conservan aun el sistema de cale-
facción parcia l mediante braseros, mues tra n ya un cu i-
dado programa decorativo que se refleja en el uso de
pavimentos de opus tessellatum blanco y negro en las
sa las más importa ntes y en la incorporación al con jun-
to de baños de una posible palestra o espacio descu-
bierto para e jercicios . Estos edificios no debieron ser
los únicos existentes en Hispania; vagos testimonios de
otros e incluso algunos excavados de antiguo y con
Termos de Popilio, lucenlum
información deficiente parecen ind icar que la introduc-
ción y aceptación de esta s construcciones, con un
rios para el buen funcionamiento del servici o esquema definido, debió ser más amplio y precoz de lo
(Domerg ue, 1983). Vitruvio (V, 10- 11) enumera sus que hace apenas una década sospechábamos
componentes y cómo se deben construir y orien ta r, (Nolla, 200 1).
mientra s que méd icos y tratadistas recomendaban el N o obstante, la gran expansión del ed ificio termal
recorrido más sa ludable para cu ra r determ inadas en fer- se produjo sobre todo a partir del siglo 1 d.C. , siguien-
meda des y procesos febriles . En Hispania, la introduc- do ya unos modelos definidos y casi canón icos aunque
ción del edificio para el baño
ca liente representa uno de los pri-
meros y má s tangibl es signos de
la tra slación y adopción de hábi-
tos itálicos al solar peninsular, y
ninguna poblac ión, por grande o
pequeña que fuese, ca recía de
esta importante infraestructura
muy relacionada al otium en la
sociedad romana. Lo s primeros
ejemplos atesti guados en la
Península Ibérica son los más anti-
guos del Occiden te romano, sólo
superados por algunos edi ficios
itál icos. Forman parte del equipa-
miento básico de las fund aciones
romanas en Hispania desde el pri-
mer momento, como parecen ates-
Termos de lo muralla, lucenlum
tiguar el balneum de Valentía

46
H~spon~o. lnrefDCC•Of\ y ccuhurocu)o romanos
en los províndos del uhemo occ•denle

SEBASTIÁN RAMAllO ASENCIO

con variaciones particulares sobre el esquema básico. espacio porticada con una piscina cuadrada de inmer-
La generalización de opus caementicium en la arquitec- sión en el centro, y con un mayor desarrollo en las
tura romana y el desarrollo del sistema de hypocaustum grandes termas de Emporion, situadas junto al foro,
pa ra caldear las salas de baño, bien atestiguado en los do nde un amplio espacio identificado como basílica
conjuntos terma les de las ciudades campanas desde el thermarum precede las salas de baño que se yuxtapo-
siglo 1a.C., junto a la difusión del hábito del baño dia- nen a una pa lestra porticada por tres de sus lados y
rio entre la sociedad romana, provocó la afl uencia rematada en el cuarto por un paramento articulado en
masiva a los nuevos establecimientos termales, dotados dos exedras semicirculares (Aquilué et alii, 2002).
cada vez más con mayores comodidades y me jo ras téc- En el plano monumental, el edificio terma l alcanza
nicas. El incremento de visitantes llevó implícita la mul- plena madurez a partir del siglo 11 d.C. con la construc-
tiplicació n de los baños en todas las ciudades y la ció n de las Termas de Trajano en Roma que consolidan
ampliación en muchas de ellas de los ya existen tes. Los definitivamente un tipo de planta ya experimen tado en
ambientes pequeños y oscuros con decoración austera las termas de Tito y , probablemente, en las de Nerón,
y pequeñas hendiduras en la pared que nos describe caracterizado por la existencia de un eje axia l teórico
Séneca (Ep. Morales, LXXXVI) en la villa de Escipión que atraviesa las tres estancias principales, notable-
Africano y q ue, en cierto modo, contemplamos en los mente ampliadas, en torno al cual se disponen de
baños republ icanos arriba mencionados, van siendo forma totalmente simétrica los apodyteria y las restan-
sustituidos de forma paulatina por amplias salas cubier- tes salas de los baños. Amplias pa lestras dotadas de
tas de mármoles y con ricos mosaicos, ilum inados por ambulacros superiores, espacios aja rdinados con
grandes ventanales por donde penetra abundante luz y bibliotecas, salas de conversación y reunión, ~asajes y
ca lor. Las llamadas term as Centrales de Pompeya, ung üentos, y una gra n piscina (nafafio) a cielo ab ierto
construidas tras el terremoto del 62 d.C., aún mante- si tuada generalmente frente a l frigidarium , completan
niendo la estructura básica de desarrollo lineal de los estos con juntos termales perfectamente organizados y
balnea más antig uos con la yuxtaposición de l cuerpo en a rmoniosa simetría, donde el uso del opus caemen-
de baños a la palestra porticada, muestran ya plena- ticium y del ladri llo logran sus máximas cotas de apro-
mente consolidado el esq uema pompeya no o "campa- vechamiento. En Hispania, las termas de Clunia (l os
no" que gozará de amplia difusión a lo largo del siglo Arcos 1) consti tuyen la plasmación a escala reducida de
1d.C.; las distintas estancias que conforman el edi ficio, este monumental esquema geométrico; a med io comí-
apodyterium, frig idarium, tepidarium y
caldarium, se suceden alineados en el
mismo orden y sobre un ún ico eje, con
un recorrido de ida y vuelta. Las ciuda-
des hispa nas nos ofrecen una amplia
re presentació n d e este diseño definido
como " linea l simple". Construcciones
como los ba ños de Labitolosa, Los
Arcos 11 de Clunia y las termas mayo-
res de Segobriga perm iten perfilar la
evolución de este sencillo esquema en
Hispania (vid. en genera l, Fernández,
M oril lo y Za rza le jos, 200 1).
Una variante que gozará tamb ién
de gran aceptació n es el esq uema
"lineal-angular" representado, en tre
otras, por las termas augusteas de
Na tatia de las termos orientales de 1/ici
Conimbriga, inscritas en un cuadrado
flanqueado latera lmente por un amplio

47
no, entre los baños de tipo lineal más desarrollados y dan situar en época tardorrepublicana, aunque tene-
estos monumentales complejos de higiene y ocio, se rnos constancia de la celebración de juegos con un
encuentran otros importantes complejos balneares carácter fúnebre -y no lúdico- desde los primeros
como las termas de Conimbriga, reconstruidos en momentos de la conquista. Según nos cuenta Tito Livio
época flavio/trajanea sobre la más antigua instalación (28, 21, 2) el joven P. Cornelio Escipión celebró juegos
de comienzos del Imperio, o las termas mayores de en honor de su padre y de su tío tras la conquista de
Itálica ("Baños de la Reina Mora") atribuidos a época Oart-Hadost, práctica que debió estar también arra·r-
2
adrianea, que con sus 35.000 m , constituye uno de los gada, al menas en determinadas comunidades hispa-
mayores complejos de baños de toda Hispania, lo que, nas, si nos atenemos a la descripción que hace
unido a su rico programa decorativo, ha llevado a Appiano (Iberia, 75) de las ceremonias realizadas tras
sugerir la participación directa del emperador en la la muerte de Viriato e incluso a ciertas representaciones
edificación de tan magna abra. El edificio, que se suma escultóricas anteriores al cambio de Era. Con el tiempo,
a otro anterior atribuido a época de Trajano, refleja las estos juegos realizados de forma excepcional para con"
nuevas tendencias de la arquitectura termal, bien visi- memorar grandes acontecimientos se fueron convirtien"
bles en los dos complejos privados de la villa de Tívoli do en algo habitual demandado por la plebs urbana y
donde se introducen o adaptan soluciones arquitectóni- a la vez utilizado por las elites locales como medio de
cas opuestas a los tradicionales esquemas clásicos de proyección y promoción personal. Para su desarrollo,
la arquitectura anterior 1 con una predilección par los desde finales del siglo 11 a.C. se fueron diferenciando
ambientes de formas mixtilíneas y un empleo masiva de tipos arquitectónicos específicas en función de la natu-
la bóveda, en sus diferentes variedades, y de la cúpu- raleza de los espectáculos que iban a acoger y que se
la. A partir de este período se multiplican los estableci- concretaron y fijaron definitivamente con la construc-
mientos termales en todas las ciudades hispanas, con la ción de los teatros de Pompeyo (62-55 a.C.), Morcella
consiguiente diversificación en la distribución de sus (13 a.C.) y Balbo en Roma, destinados a los ludi scae-
componentes básicos, y si bien todas incluyeron en su nici, la definitiva rnonumentalización del Circo Maximo
interior los imprescindibles ambientes de baños fríos, en la misma Urbs para los ludi circenses y la construc-
tibios y calientes, su forma y disposición dentro del con- ción a lo largo del sigla 1 a.C. de los primeros anfitea-
junto variará de una región a otra, condicionada por la tros en las regiones del sur de Italia destinados a los
naturaleza del terreno, el clima o la misma fantasía del munera gladiatoria y venafianes, que alcanzarán en el
11
arquitecto. Y así, en una misma localidad estableci- Coliseo su máxima expresión. A pesar de esta espe"
mientos termales construidos con una diferencia de muy cialización" arquitectónica, algunas de estas construc"
pocos años presentan notables diferencias no sólo en cianes debieron tener un uso polivalente, sobre todo en
grandes ciudades como la ya mencionada capital del época imperial avanzada, y su definitiva consolidación
convenfus cluniensis o en la del convenfus asfurum, sino tampoco implicó la desaparición total de las arquitectu-
en poblaciones de rango menor como Segóbriga, liria ras efímeras que habían caracterizado las últ'1mos
o llici donde, hasta el momento se han identificado dos siglos de la república. Es probable, incluso, que ciertas
complejos termales públicas distintos que, al menos en inscripciones que aluden a la celebración de ludi en
determinadas períodos, funcionaron de forma coetá- poblaciones donde no existen testimonios de edificios
nea. Algunos autores han relacionado esta duplicación permanentes se realizaran en construcciones de
de los baños a partir del siglo 11 d.C. can el decreto pro- este tipo.
mulgado por Adriano en el que lavacra pro sexibus El gran número de teatros constatados arqueológi-
separa bit. camente en Hispania, junto a los edificios del mismo
De igual manera, las arquitecturas para el espectá- tipo conocidos sólo par referencias literarias, epigráfi-
culo se convirtieran muy pronto en un componente esen" cas o por estudios del urbanismo moderno, los catorce
cial de las más importantes ciudades hispanas (en anfiteatros y ocho circos excavados parcialmente o en
general, AA. VV., 2002). A diferencia de lo que sucede su totalidad, y una abundante serie de inscripciones
con los edificios de baños, na hay testimonias de la alusivas a la celebración de ludi constituyen una evi-
existencia de construcciones permanentes que se pue" dencia explícita de la variedad, popularidad e impar-
Hispon1o lnterocctón y ocu!turoción romanos
en los provincias del extremo occidente

SEBASTIÁN RAMAllO ASENCIO

tancia que los juegos (/udi}, en sus distintas facetas, A juzgar por los restos arqueológicos, parece exis-
alcanzaron en la sociedad romana de Hispania. La tir una predilección en las ciudades de Hispania por los
mayoría de estos edificios presentan componentes edificios teatrales fre nte a los anfiteatros y circos, lo
comunes fruto de su inspiración en modelos desarrolla- que paradójicamente contrasta con la documentación
dos en la Península Itálica a finales de la República; epigráfica y con las preferencias de los espectadores,
pero analizados en detalle esa aparente uniformidad apasionados, según otras fuentes, por las luchas de
se diversifica fruto de las distintas respuestas y solucio- gladiadores y las carreras de carros. En el equipamien-
nes empleadas por los arquitectos romanos ante los to monumental de la ciudad los teatros preceden en su
condicionamientos naturales, las necesidades locales y construcción, como edificios permanentes en piedra, a
los recursos disponibles para la ejecución de la obra. los espacios destinados a munera y circenses; la
Si nos atenemos a las dedicaciones epigráficas de secuencia cronológica de inscripciones emeritenses a
Augusta Emerifa, las arqui tecturas para el espectáculo las que ya se ha alud ido es clarificadora del ritmo
estaban ya plenamente definidas en la nueva capital seguido por estas construcciones.
hispana hacia el cambio de Era: la conmemoración de La gran eclosión de la arquitectura teatral en
la construcción del teatro por M. Vipsanio Agrippa en Hispania se produce en época augústea y julio-claudia
el año 16 a.C., del anfiteatro en el año
8 a.C. y del circo en la primera mitad
del siglo 1 d.C., prueban, al margen de
los problemas cronológicos que susci tan
las técnicas edi licias o el registro
arqueológico, la existencia diferencia-
da de un marco adecuado para cada
tipo de representación así como de pro-
gramas edilicios específicos para las
" nuevas fundaciones" donde estas cons-
trucciones se convirtieron en piezas
básicas del nuevo modelo de ciudad.
Junto a la capita l de la Lusitania, sólo
Tarraco y Corduba completaron su pro-
grama con los tres componentes esen-
ciales, si bien en esta última localidad
la información a rqueológ ica sobre la
ubicación y características del anfiteatro Escena delleolro de Acinipo
y el circo es aún parcial y objeto de dis-
cusión. Estas tres ciudades son, precisa-
mente, las que han proporcionado el
mayor número de testimonios epigráficos de profesio- y constituye uno de los fenómenos más tangibles del
nales del espectáculo, destacando sobre todos los epi- proceso de consolidación urbana iniciado en época de
tafios de gladiadores hallados en la capital de la César y completado con Augusto y sus más inmediatos
Bética; esta provincia cuenta además, con la serie más sucesores. De este modo, los teatros de Cádiz,
amplia de inscripciones alusivas a la celebración de Córdoba, Itálica , Cartagena, Málaga, Mérida,
ludi, tonto scaenici como munera y circenses (Castulo, Tarragona y lisboa se inauguran en época aug ústea ,
Tucci, lsturgi, Urgavo, Singilia Barba, etc.) y ha propor- mientras que en los años siguientes se puede situar la
cionado los únicos textos jurídicos -leyes de Ursa e construcción de los edificios de Sagunto,
lrni- que nos informan sobre la organización de los jue- Caesaraugusta, Bilbilis y Clunia en tanto los monumen-
gos y los compromisos adquiridos por los magistrados tos de Regina y Segobriga entrarían en época flavia. La
encargados de tal cometido. rápida y precoz introducción de estos edificios en la

49
trama urbana se justifica no tanto por un deseo de paro corroborar la introducción desde época augustea
dotar a la comunidad de un espacio concreto donde de este emblemático edificio en la arqu itectura monu-
desarrollar determinadas manifestaciones de carácter mental de sus ciudades más importantes, si bien los tes-
lúdico sino por la necesidad de proporcionar un marco timonios arqueológicos nos conducen a fechas más
arquitectónico excepcional donde, presidido por las avanzadas: julio-cloud ios se han considerado los anfi-
imágenes de la familia imperial y los protectores de la teatros de Ampurias y Conimbriga; flavios los de
ciudad, reuni r de forma ordenada y jerarquizada al Cartogeno, Caparra y, quizás, Bobodelo, mientras que
conjunto de la población para obtener el refrendo y a inicios del siglo 11 d.C. , corresponden los de Tarraco
reproches a sus actuaciones y transm itir las consignas y el de ltalica, este último el más monumental de todos
políticas. El interés del Princeps por fomentar la cons- los hispanos y uno de los mayores de todo el Imperio,
trucción de estos edificios (Suetonio, Aug. 29) encontró construido en época de Adriano. Debido a sus enormes
una ráp ida e interesada respuesta en las eli tes munici- dimensiones, se ha llan en general si tuados extramuros,
pales que con su aportación perso-
nal contribuyeron a completar los
equipamientos básicos de sus res-
pectivas ciudades, entre los cuales
el tea tro se concibió como una
pieza fundamental , como demues-
tra su supremacía en el conjunto
de construcciones de espectáculos
hispanos.
En todos ellos y como en todo
teatro romano, cavea y escenario
co nsti tuyen los pila res básicos
sobre los que gira el ed ificio. Salvo
en los teatros de Zaragoza,
Badalona y Córdoba, construidos
en su mayor parte sobre cimenta-
ciones artificiales de opus caemen-
ticium articuladas mediante galerí-
as anulares y muros rad iales, en Teatro de Cortogeno
los restantes la cavea apoya par-
cia l o tota lmente sobre elevaciones
del terreno, aunque desarrollando distintas soluciones junto a los puertos principales de acceso a lo ciudad y,
constructivas en función de la topografía y característi- en consecuencia , conectados con las principales vías
cas del terreno. de comun icación, pa ra faci litar el acceso no sólo de los
A espaldas del escenario, los teatros de Mérida , que habitan intramuros sino de aquellos otros que pro-
Itálica , Cartagena y Zaragoza presentan una amplia ceden del ager. Lo mayor parte de los edificios hispo-
superficie a jardinada delimitada por pórticos, la porti- nos presenta fórmulas mixtas en su construcc ión; así, es
cus post scaenam que, según Vitruvio, ofrecía protec- frecuente lo utilización de la ladera de una pendiente
ción a los espectadores en caso de que el espectáculo para apoyar al menos una parte de las grados, comple-
fuera interrumpido por lluvias imprevistas, y que eran tándose el resto con obra artificial en la que se aplica n
utilizados también por los actores para los preparativos. diferentes materia les y soluciones, condicionando, en
Junto al teatro, el anfiteatro se configura como el gran porte, el aspecto de la fachada externo. Esto solu-
segundo gran edificio de la arquitectura paro el espec- ción se aplicó por ejemplo en los edificios de Tarraco,
táculo en Hispania. Los inscripciones de Augusta Cartageno y Segobriga. En Ampurias se ha insinuado
Emerita constituyen un excepcional indicio cronológico lo construcción de parte de las g radas con madera,

50
Hisponto. lnteroc:ci6n y oculturoción romanos
en los provincias del extremo occidente

SESASTIÁN RAMAllO ASENCIO

algo frecuente en la misma Italia al menos ha sta época da para excava r la p ista, a su vez atravesada por la
flavia , mientras que en Itálica , la grada apoya sobre espi na, mientras que el graderío se apoyaba parcial-
las laderas de dos colinas enfrentadas q ue determ inan mente en las pend ientes naturales del terreno.
una vaguada en el centro que es aprovechada para En la trama urbana, junto a los edificios públicos
encajar la arena , parcialmente ocupada en los anfitea- tanto rel igiosos como civiles, de ocio y espectáculos,
tros de Augusta Emerifa, Tarraco e ltalica por la fossa que ocupan una superficie que, a veces nos parece des-
bestiario. proporcionada respecto a la entidad del núcleo urbano
Por último, el circo cierra el elenco de edificios des- en que se ub ica n, grandes residencias domésticas
tinados al espectáculo en las ciudades romanas de -auténticas domus- ocupan desde el principio amplios
Hispania. Su difusión fu e más restringida que la de los espacios de la retícula urbanizada . En un primer
otros dos, aunque paradójicamente contamos con un momento, estas viviendas reproducen con bastante fide-
buen número de inscripciones que aluden a ludí circen- lidad el modelo de casa itálica estructurada en torno al

Circo de Torrogono Coso romano de Ampurios

ses y son varios los mosa icos -especialmente de época atrio y con una gran sala rectangular ubicada en el
tardía- q ue reproducen carreras de cuad rigas, aurigas extremo opuesto al ingreso ocupada por el dueño de la
o caballos victori osos, alcanzando su mayor desarrollo vivienda . La ciudad romana de Ampurias nos propor-
entre finales del siglo 1 y 111 d .C. , período en el que se ciona en las denominadas casas l y 2A y 2B el ejem-
sitúa la construcció n de la mayor parte de ellos: plo más elocuente de trasposició n fiel del modelo pom-
Sagunto , Valencia, Toledo y Mirobriga , constituyendo peyano a la Península Ibérica. En ambos casos, las fau-
el edificio emeritense, hasta el momento, el testimonio ces/ vestibulum perfilan el eje axial de la casa y condu-
más antiguo. En su estructura siguen con fidelidad la cen al atrio, tosca no o tetrástilo/ hexástilo, al que abren
forma establecida desde época republicana por el los d istintos ambientes entre los que destaca por su
Circo Máxi mo de Roma, reproducie ndo sus componen- situació n y dimensiones el tablinum, centrad o en el eje
tes básicos. Salvo el circo de Tarragona , integrado en long itudinal de la vivienda. Al igual que lo vemos
el gran comple jo de cu lto imperial de época fl avia que d urante la época republi cana en las ciudades del
se levan ta sobre una compleja infraestru ctura de mam- Vesub io, también en Ampurias podemos contemplar el
postería, la mayoría aprovecha una depresión o vagua- proceso de evolución del espacio doméstico que repre-

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senta la incorporación de un segundo cuerpo abierto y 1 d.C., a unas instalaciones dedicadas a la fabricación
porticada, el peristilo, en torno al cual se articulan los de vino. Precisamente, otra vivienda excavada en esta
habitaciones privadas, entre las que destacan lriclinium misma población, en concreta en la calle Fluvió nº 23,
y oecus, quedando relegada la parte anterior a zonas sirve paro enfatizar la importancia que en lo domus
de representación y recepción. El programa decorativo tuvieran, junta a las estancias de representación y resi-
de ambas viviendas, can sus pavimentos de opus signi- dencia -atrio, tablínum, cubiculum, triclinio- otros espa-
num, opus lessellatum bicroma y los emblemas helenís- cias destinadas a las actividades artesanales, despensa
ticas refuerzan el paralelismo con las ciudades campo- y almacén, a los que, a partir del siglo 1 d.C. se añadi-
nas y, probablemente, reafirman lo procedencia itálica rán solos privadas de baña en las residencias de mayor
de sus moradores !Santas, 1991 ). No obstante, y coma porte. Esto convivencia de espacias domésticos de resi-
ocurre en lo propia Pompeya o en Herculano, no siem- dencia y zonas artesanales se aprecio también en la
pre el típica esquema itálica se manifiesta de forma tan casa nº 2 de Munigua, situada ¡unto al foro aunque
clara y estereotipada, sino que en la mayor parte de los construida probablemente con anterioridad, dotado de
casos, o pesar del carácter propiamente itálico del una instalación para la producción de aceite. Un dispo-
modelo, existen adaptaciones o cambios que modifican sitivo similar es amortizado en época tordaflavia para
la planta "canónica", y es que distintos factores pueden la construcción de lo cosa nº 1, que muestra una estruc-
alterar y condicionar el desarrollo planimétrico de una turo de marcada impronta itálica IHauschild y
domus: topografía del terrena, forma de la trama urba- Hausmonn, 1991).
na, la existencia de construcciones previas, las necesi- En general, todas estas características se introdu-
dades específicas del propietario, tradiciones sociales cen desde el siglo 1 a.C. -si no antes- en aquellas
y constructivas de carácter local, actividades artesona- regiones donde la presencia de inmigrantes itálicos es
les que se necesitan incorporar a la viv'1endo, etc. notable, como muestran las restos de arquitectura
Sin embargo, y a pesar de las diferencias que pue· doméstica de Carthago Nova y su entorno, donde lo
den existir en el número y organización espacial de las abundancia de pavimentos republicanos de opus signi·
estancias, en todas los viviendas inspiradas sobre el num y de pinturas y enluc'idos de tradición itálica cons·
modelo itálico, el atrio, con su impluvíum en el centro, tituyen una auténtica novedad en la ciudad, pese a su
constituye el elemento indispensable tanto para la ilumi- pasado bárquido y a que se trota, al menos en el tipa
nación y aireación del interior como para el aprovisio- de pav'rmentación, de técnicos aplicadas en ámbitos
namiento hídrico -al menos en un primer momento- y púnicos del norte de África desde el siglo 111 a.C.
la circulación y ordenación de los distintos ambientes. Pero además, la temprana adopción de modelos
Una domus excavada en la calle Lladó de Badalona itálicos en la arquitectura y de las técnicas decorativas
completo la imagen de vivienda señorial que proporcio- que les acompañan no es un fenómeno exclusivo de
nan las casas emporitanos en su primera fase. También poblaciones con una fuerte presencia de inmigrados
aquí el espacia se estructura en torno a un gran atrio itálicos o romanos, sino que se extiende también muy
pavimentado con opus sígnínum que se comunico direc- pronto entre los clases más elevadas de las población
tamente con todas las habitaciones de la casa; pero ibérico, coma muestra la casa de Likinete ICaminreal,
aquí y a diferencia de los que ocurre en Emporion, el Teruel) que se diferencia, tanto por sus enormes dimen-
pasillo de ingreso está flanqueado por dos grandes siones como por el número y organización de los espa-
estancias abiertas exclusivamente al exterior, en las cios, de los tipos habituales de casas de otros asenta-
que hay que identificar las típicas tabernae o negocios mientos de marcado carácter indígena en los que el
que en las viviendas pompeyanas ocupan con frecuen- patio enlosado es la pieza central !Vicente el alii,
cia esta posición IGuitart, Podrás y Puerta, 1991). 1991). No obstante, los modelas arquitectónicos de
Además, la casa de Badalona conserva aún al fondo el raíz centro-itálica se difunden ampliamente en el último
patio abierta heredero del ¡ardín u hortus de la primiti· tercio del siglo 1 a.C. asociados a las nuevas fundado·
va casa itálica, donde, inicialmente, se concentran las nes romanas. El amplio muestrario de viviendas urba-
actividades de carácter artesanal o doméstico, para nas excavado en Celsa, colonia fundada en el año
de¡ar poso en la última fase, hacia mediados del sigla 44 a.C., es un testimonio expresiva de la diversidad de

52
soluciones aplicada en el ámbito doméstico en función nes animados por estanques y conducciones de copri·
de la categoría y disponibilidad económico de los pro- chosos formas transmiten uno sensación de prosperi·
pietarios (Beltrán, 1991 ). Como rasgo distintivo desta- dad y bienestar a sus moradores al tiempo que son un
ca el uso del atrio testudinado en las viviendas de reflejo de su status y elevada condición social. Las
menores dimensiones, dotadas probablemente de un domus del siglo 11 d. C. de Augusta Emerita e ltalica, o
segundo piso y que contrastan con viviendas más las de Conimbriga, algo mós tardías, muestran el resul-
importantes como las denominadas Cosa de los tado fino! de un proceso de monumentalización de la
Delfines y Casa de Hércules; en este último caso, el arquitectura doméstico urbano que alconzoró su cenit
esquema modular itálico aparece desarrollado en su en los grandes "palacios" suburbanos de época tardo-
plenitud, con los estancias articuladas en torno al atrio rromana como las de Centcelles (Tarragona) o
toscano y a un amplia patio cuadrangular que tanto Cercadilla (Córdoba) y, sobre todo, en las lujosas resi-
por sus dimensiones como por el aparato ornamental dencias rurales del Bajo Imperio, con sus grandes
asumen una función bien definida en el conjunto de la estancias de representación con cabecero obsidol o
casa. En otros puntos de la Celtiberia, estas plantas polilobulada, tapizadas can mosaicos policromos en
"importadas" y ajenos o la tradición se ejecutan y com- las que los temas mitológicas, y sobre todo de caza, se
binan can soluciones constructivas arraigadas en la convierten en expresión gráfica de la mentalidad, cultu-
arquitectura de época prerramana. En Tiermes (Soria) ra y actividades de estos grandes propietarias. Las
parte de las viviendas identificadas se hallan excava- villae de La Olmeda (Pedrosa de la Vega), Santervás
das, parcialmente en la roca natural, llegando incluso del Burga, Quintanilla del Marco, Ouintanilla de la
a alcanzar varias pisos de altura; en la "Casa del Cuezo o CorTonque, son sólo una muestra representati-
Acueducto", habitada entre mediadas del sigla 1 y el va que podríamos completar con muchos más
comedio de la centuria siguiente, los estructuras se dis- ejemplos.
tribuyen a distintas niveles para adecuarse al terrena No obstante, desde el siglo 111 d.C. se empieza a
natural, recortándose en parte en lo piedra arenisca vislumbrar en algunas ciudades un fenómeno que se
que constituye la base del terreno (Argente y Díaz, hará mucho más evidente en los centurias siguientes: la
1995). Precisamente, esta disposición aterrazada de progresiva reducción de los grandes espacias de repre-
las estructuras domésticas, utilizado a veces para sentación en !a vivienda urbano, compartimentados y
remarcar la funcionalidad de los distintos sectores, es readaptados a nuevas funciones, y un creciente
bastante habitual en la arquitectura doméstica hispana, desarrollo de las actividades artesanales dentro del
que en ocasiones recurre a auténticos criptapórticos y ámbito doméstica. Este procesa se refleja también en
patios internos paro nivelar, equilibrar y relacionar el un empobrecimiento y reempleo de los materiales
conjunto de las estructuras. constructivos, en las técnicas edilicias, y sobre todo del
Más hacia el interior pero en un contexto plena- aparato decorativo y ornamental; sin embarga tampo-
mente romana, la llamada "Casa del pavimento de co se puede generalizar al conjunta de ciudades hispa-
opus signinum" de Astorgo, nos proporciona el proce- nas e incluso dentro de estas afecta de manera
so evolutivo común de las grandes residencias urbanas, desigual a todos los sectores urbanos. En Clunia, par
aunque se conoce sólo de forma parcial (Burón, 1997); ejemplo, la casa n2 1, alcanza en el sigla IV su momento
o lo primero edificación, construido en época de máximo esplendor, y lo mismo se puede decir para
julia-claudia y articulada en torna a un atrio o patio algunas viviendas de Augusta Emerita corno la llarnada
central, se añade en época flavia un peristilo porticada "Casa-Basílica", a de Complutum.
que se convierte en el elemento dinamizador en torno Par estas mismas años, el Edicto de Milán del 313
al cual se estructuran los nuevas espacios. y posteriormente el reconocimiento de! cristianismo
Precisamente, a finales del sigla 1 d.C, el peristilo, que como religión oficial del Imperio en el 380, favorecerá
desde el sigla 11 d.C. va acrecentando su presencia en la aparición primero y la construcción de los nuevos
e! conjunto de lo edificación, en un proceso que es visi· espacios necesarios para el desarrollo del culto, que
ble también en las vi/loe, desplaza al atrio corno punto progresivamente irán ganando un mayor protagonismo
focal y más importante de la vivienda, y con sus jordi- en la ciudad hasta convertirse en !os nuevas vectores

53
del renacimiento urbano a partir de los siglos V y VI derecho de conquista, del territorio perteneciente a las
-como se expondrá más detenidamente en el capítula comunidades indígenas que conservaron sus sistemas
siguiente de este catálogo- procurando a la ciudad un de explotación a cambio del paga de tributa; el bron-
aspecto completamente distinto al de las urbes clásicas ce de Alcántara, donde se sanciona la rendición del
del siglo 1 d.C. caracterizas por sus inmensos espacios pueblo de los Seanos al gobernador romano en el año
públicos. 104 a.C., es muy explícito a este respecto (López,
Sánchez y García, 1984). Na obstante, sabemos tam-
TRANSFORMACIONES EN El PAISAJE Y NUEVAS bién que en determinadas fases de la conquista Roma
ESTRUCTUI<AS DE PRODUCCIÓN privó de sus tierras a determinadas poblaciones que le
habían sida hostiles (Apiano, lber., 98: [Escipián} tras
Junto a la consolidación del fenómeno urbano, la repartir la tierra de los numantinos entre los que habita-
conquista de Hispania y su incorporación al Estado ban cerca ... regresó o coso por mar) y cómo en otros
romano provocó cambios sustanciales en las formas de casos distribuyó tierras para frenar el bandidaje
ocupación y usufructo de los recursos naturales que, (Apiano, lber. 75).
desde muy pronta, fueron sometidas a una intensa Este proceso, que se inició en época cesariana y
explotación, que afectó sobre todo a los metales, ya que en determinados casas tuvo una función punitiva al
que en casi toda Hispania eran abundantes las yaci- despajar a las habitantes de una determinada ciudad
mientos de plomo, hierra, cobre, plata y oro (Piinio, de sus tierras y distribuirla entre los adeptos a su causa,
n.h., 111, 30). Estas minas fueran explotadas a cielo se intensificó en época augustea corno una forma jurí-
abierto, cama testifican los impresionantes paisajes dica ordenada destinada a articular el territorio. Como
auríferas de Las Médulas, pero también en galerías muestra el bronce de Elche, en los repartos participaran
(Diodara, 5, 36-38) donde se aplicaron avances tecno- también grupas de indígenas, aunque hay que sospe-
lógicos heredados, tanta de las griegas como de los char que a estos quedarían reservadas las tierras de
cartag'rneses, tales como el tornillo de Arquímedes ates- más bajo rendimiento. No obstante, no hay que buscar
tiguada en la mina de El Centenilla !Jaén), para extraer restos de centuriacián en torna a todas las ciudades his-
el agua de los pozos, la bomba de Ctesibius de La panas, ya que, con toda seguridad, existieron otras fór-
Unión, o los depuradas sistemas metalúrgicos que, mulas de explotación agraria tanto en manos de inmi-
recogiendo la experiencia acumulada durante siglas de grantes itálicos y colonos como de indígenas. En
las minas de Laurion (Atenas) y otros distritos del área Augusta Emerita, la gran superficie de tierra disponible
mecedónica, se aplicaron en las fundiciones documen- permitió tres asignaciones distintas de las cuales está
tadas en Las Herrerías y el Cato Fortuna de Mazarrón. constatada arqueológicamente la parcelación del espa-
Las consecuencias sobre el paisaje debieron ser inten- cia situado al sur del Guadiana donde se aplicó una
sas y agresivas, contribuyendo a la deforestación y pertica basada sobre parcelas (o centurias de 40 x 20
desaparición de las especies autóctonas en amplios actus (400 iugera) (Ariña y Gurt, 1992-1993). En
rincones de la geografía peninsular. Coesoraugusta, tras una primera centuriación de 1 5
Por otra parte, muy vinculado a la fundac'rán de actus se procedió a una nueva reparcelación sobre
nuevas ciudades con estatuto colonial o a la promoción aquello con un módulo de 20 acfus (Ariño, 1990).
jurídica de entidades urbanas preexistentes, está el También en torno a la colonia ilicitana se estableció
fenómeno de las centuriaciones, mediante el cual una centuriación can parcelas de 20 actus (Gurt el alii,
Roma, además de premiar y fijar a las nuevos colonos 1996) mientras que trazas de centuriacián se han podi-
en un determinado espacio geográfico -generalmente da reconocer al norte de Carthago Nava, aunque de
licenciados del ejercita-, intervenía directamente en el momento de manera imprecisa. En relación con este
territorio mediante la reordenación y redistribución de proceso de ordenación del espacio agraria, la villa se
las tierras asignadas a cada comunidad. Hasta la convierte a partir del siglo 1 d .C. en el principal mode-
segunda mitad del siglo 1 a.C., tanto la información lite- lo de explotación aunque no el único, del espacio agra-
raria como los datos arqueológicos parecen indicar ria, y entre sus dependencias, bien diferenciadas espa-
que Roma no se incautó, como podía haber hecho por cialmente, conviven la residencia del propietario (pars

54
11;1:; "'~ !11!ercc~ión 'r' :n: '"CC:on r<XC<ma~
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urbana) que codo vez ocupa una mayor superficie y a oles, especialmente trigo y cebada, cuyo producción se
la que pronto se incorporan las salas de baño, ¡unto o guardaba en silos subterráneos, según nos cuenta
los estructuras de producción: molinos y prensas, alma- Plinio (N.H., XVIII, 306) y la arqueología se ha encar-
cenes, depósitos y habitaciones de servicio, así como gado de verificar.
alfarerías, ámbitos dedicados a las labores artesana- La pesca a gran escala y, derivada de esta, la mul-
les, corrales y establos. tiplicación de las factorías de salazón, de las salinas y
En el ámbito productivo, los cultivos mediterráneos de otros industrias fue otro de los recursos económicos
constituyeron el soporte básico de muchos de estas más dinámicos del territorio hispano. Estas actividades
establecimientos, pero combinados con otros activida- que en la Península Ibérica se remontaban o época
des económicos y cultivos recordados en las fuentes fenicia, se rnultiplicoron pm toda el litoral entre el Golfo
escritas. Lo explotación intensiva del olivar superó los de Rosos y la cornisa cantábrica, como demuestran los
límites de lo Bética y alcanzó amplias regiones de lo hallazgos de Gi¡ón y la casta gallega (Fernóndez y
meseta sur y Levante, como muestran las almazaras Mortínez, 1994), alcanzando un especial impulso en la
halladas en Villaricos (Mula), Fuente la Te¡a costa andaluza donde se desarrolló una próspera
(Corovaca), Canyada Joana (Crevillente) y Parque de industria alfarero para la fabricación de envases de
los Nociones (Aibufereto, Alicante), así como del resto salazón, especialmente ánforas, bien atestiguado en el
de Hisponio. No obstante fueron los centros béticos, los entorno gaditano.
que con los famosas ánforas Dressel 20, inundaron de La explotación intensiva de todos estos recursos,
aceite hispano, y durante mós de dos siglos, no sólo la esquilmados por completo en algunos casos, y sobre
Urbs, sino que aprovisionaron también a los ejércitos todo su distribución hasta las más ole¡ados fronteras
acantonados en las zonas fronterizas del imperio. Las del Imperio constituyen otra de las consecuencias más
vi/loe de El Gallumbor (Antequero), activo entre el evidentes de ese procesa de cambios que se inicia a
segundo cuarto del siglo 1 d.C. y la centuria siguiente, comienzos del siglo 11 a. C. y se acelera en todas sus
y la de Manguarra y Son Jasé (Cartamo), de cronolo- vertientes a partir de época imperial, alcanzando su
gía más tardía, nos ofrecen una muestro de estas insta- plenitud entre los siglos 1 y 11 d.C. Es este un período de
laciones oleícolas dotadas de prensas para la tritura- profundas mutaciones, que afectan a todos las esferas
ción de lo aceituna, de cubetas y depósitos de distinto de la convivencia y durante el cual la Península Ibérica,
tamaño para el refinado del aceite, así como diversas por primera y única vez en toda su historia, aparece
dependencias para la preparación y el almacena¡e del unificada y gobernada por una sola autoridad, locali-
producto obtenido antes de su comercializoción zada en lo figura del emperador; todos sus habitantes,
(Carrillo, 1995) con independencia de su condición social, se rigen
Con el aceite, la fabricación de vino, bien atesti- bajo las mismas normas jurídicas y responden ante una
guada en el Levante peninsular ol menos desde el siglo administración común, centralizado en las capitales
VI o.C., se convirtió desde finales del siglo 1 o.C. y conventuales y, a uno escala superior, en las tres capi-
durante gran parte de la centuria siguiente, en otra tales provinciales desde donde se organizan y canali-
fuente de riqueza y de actividad económica, desarrolla- zan todos los asuntos relacionados con el culto impe-
do, sobre todo, en el noreste y levante hispano, donde rial, principal elemento de cohesión entre los ciudada-
las actividades vitícolas perduraron hasta finales de la nos. No obstante, es evidente que, si bien esa unifica-
antigüedad (en general, AA,VV.1987). Una floreciente ción política, administrativa, lingüística y religiosa
industria alfarero se asocia a muchas de estas explota- alcanza todos los rincones del solar hispano, la unifica-
ciones, especialmente activas en época augustea, sien- ción cultural no cala por igual en el con¡unto de territo-
do los envases Dressel 2-4 y Pascual 1 los más utiliza- rios que constituyen las tres provincias hispanos y no
dos, atestiguadas por doquier en el área catalana y anula por completo, como ya se ha indicado mós arri-
levantina (Revilla, 1999). Hay que advertir, no obstan- ba, la diversidad de época prerromana. Precisamente,
te, que la supremacía de un determinado cultivo en una el poso cultural preexistente, fruto en gran medida de
región no implicó la eliminación de los otros, siendo una dilatada historia de relaciones circunmediterráneas
frecuente la convivencia de vid y olivo, ¡unto a los cere- y atlánticas, combinada con el vigor y la fuerza de

55
penetración de los esquemas culturales implantados por exagerada, no deja de traducir el alto grado de roma-
Roma, determina esos rasgos singulares que distingui- nización alcanzado por los habitantes de la Bética, una
rán a Hispania frente a los restantes territorios del impe- situación que sólo será parangonable a parte de la
rio e incluso permitirán matizaciones diversas entre las Tarraconense y a algunas, y no todas, de las regiones
tres provincias hispanas. de Italia.
En todo este proceso, la ciudad adquiere una fun- Junto a la ciudad, el campo, esto es, el territorio
ción esencial y se convierte en el elemento vertebrador asignado o vinculado al núcleo urbano, constituye el
del territorio, al tiempo que se data, a lo largo del siglo soporte básica de subsistencia, hasta el punto que, la
1 d.C., de todo el equipamiento básico que, en forma historia y el desarrollo de ambos discurren paralelas.
de monumentales edificios públicos construidos con fun- La villa se convierte en el centra de las explotaciones
ciones y objetivos específicos, garantiza el normal fun- agropecuarias, siguiendo modelas itálicos, y adopta
cionamiento y desarrolla de todas las actividades cívi- distintas soluciones arquitectónicas y dimensiones en
cas (vid. en general sobre las ciudades de Hispania, función de los recursos económicos del propietario, las
AA.VV, 1993). Por otra parte, la reproducción miméti- características de la explotación, las condiciones climá-
ca de los programas oficiales desplegados en los edifi- ticas y la orografía del terreno. La evidencia arqueoló-
cios oficiales de la Urbs de mayor prestigio y que mejor gica permite seguir su evolución a lo largo de los
simbolizan las nuevas directrices desarrolladas en el siglos 1-111 d.C.
entorno del Princeps, constituye un autentico manifiesto No obstante, y tras esta aparente y continuada ima-
de adhesión al nuevo sistema por parte de las elites gen de prosperidad, hay todavía múltiples lagunas,
municipales, en parte formadas, como muestra la epi- sombras y preguntas a las que la arqueología no ha
grafía monetal, por individuos o familias de origen sida aún capaz de dar respuesta. Pese a toda, la cali-
local. Sin duda alguna, estos programas monumenta- dad y cantidad de datos y testimonios materiales, algu-
les, la construcción de amplios espacios públicos entre no de ellos imprescindibles o de gran trascendencia
los que destacan los edificios de espectáculos, junto a para comprender mejor los propios modelos culturales
otras manifestaciones materiales propias de la cultura instituidos en la propia Roma, son un testimonio excep-
romana, contribuyen de forma eficaz a extender a cional para valorar la amplitud e intensidad de un pro-
todas las capas de la población los hábitos de vida ceso histórico cuyas consecuencias transcienden los
romanos, hasta el punto que, si bien la tantas veces estrictos límites de la antigüedad.
repetida frase de Estrabón sobre los tourdetanoi, sobre
todo los que viven en las riberas del Baetis, que han
adquirido enteramente la manera de vivir de los rhama-
noi, hasta olvidar su idioma propia puede parecer

56
SPANIA

ALBERT V. RIBERA 1 LACOMBA *

.•

1 iniciar esta síntesis del mundo tardoanti-


guo inmediatamente se nos viene a la
memoria la figura del recientemente falleci-
do Enrie Llobregat, precursor imprescindible en el País
Valenciano del estud io científico de esta época, a veces
conocida , a nivel general, como oscu ra, aunque tras su
inigualable labor ya no merecería tanto este apelativo. A
la hora de exponer la vicisitudes de este larg o y cambian-
te periodo somos, pues, muy deudores de la ingente obra
del que fue nuestro maestro paro esta etapa histórica,
que gracias a él, poco a poco ha ido saliendo del gueto
al que la habían llevado los mismos estudiosos del mundo
clásico. A través de este cambio de mentalidad, que ha
puesto en el lugar que se merece a la sociedad tardoan-
tigua , en la ultima década se han produci do toda una
serie de hallazgos en lo fachada marítima de las anti-
guas provincias Tarraconensis y Carthaginensis, zonas
en las que centraremos nuestro interés, q ue permiten ofre·
cer un panorama a rqueológ ico mucho má s rico que el
que en sus días se encontró Llobregat a la hora de pre-
•Servicio de Investigación Arqveológico Mvnicipol (SIAM}.
Ayvntomiento de Valencia parar sus ya clásicos trabajos.
Partimos, pues, de la comodidad de disponer de hasta entonces floreciente y potente Imperio Romano,
varias síntes is, que sin ninguna duda clasi ficamos como tuvo lugar en el s. 111, cuando la inestabilidad político y
magistra les (Li obrega t 1973, 1977 y 1980), de un lo crisis económico se llegaron a convertir en algo coti-
renovado elenco de ha llazgos y de reinterpretaciones diano durante varios décadas. En Hisponio los historia-
de los más antig uos. Entre los primeros hay q ue referir- dores de la época sólo mencionan que Tarraco fue des-
se, en tre otros, a las excavaciones de Valencia (Ribera truida por los invasiones de los francos. Lo a rq ueología
2000 y 2003), Tarragona (Macias, 2000) y del Tolmo amplío ba stante la nómina de lugares urbanos y rura-
de Minoteda (Abad, Gutiérrez y Ga mo, 2000o) y entre les que su fr ieron destrucc iones en tre el 260 y el
los segundos al grupo ep iscopal de Barcelona (Bonnet 275 d.C., normalmente atestiguados por incend ios y
y Beltrán 2001) y la basílica de 1/ici (Povedo, 2000), ocu ltaciones de tesoros monetarios . En Valentía e 1/ici
por citar sólo los más destacados, que no los únicos. se han encontrado indicios cla ros de este momento con-
Entrando ya en el temo, lo primero que hoy que vuls ivo que llegó a dañar seriamente lo entidad física
deja r clo ro es que el imperio y lo sociedad romano no de estos urbes. En todo coso, estaríamos ante saqueos
sucumbieron rápidamente y fueron inmediatamente sus- y correrías cuya finalidad se~Ja la de obtener botín y no
tituidos por unos bárbaros salvajes venidos del norte, la conq uista de territorios ni.el asentamiento de pueblos
sino que, por el contrario, este indudable cam bio hoy foráneos.
que verl o como un la rgo y complejo proceso, nada Tra s la tempestad viene la ca lma, y a fines del s. 11 1
lin eal, en el que los "bárbaros" muchas veces no lo fue- el Imperio Roma no supo recuperarse con relativo pron-
ron tonto, aunque a veces sí. El prin cipio del fin , o , más titud , aunque para ello tuviera que experimentar uno
bien , el primer espasmo importante y duradero del fuerte rem odelac ión interna d irig ida desde un Estado

Pompoelo

INSUW 8AlfARES

Mapa con lo organización lerriloriollordorromono en el siglo VI


cada vez más estatalizado, valga la redundancia. En de ellas. Recientemente se ha empezado a valorar el
nuestra zona, como en todo el Imperio, se modificó la papel importante que tendrían los puertos fluviales de
antigua organización territorial por el aumento del ciudades, como Hispalis, Valentia y Dertosa, cercanas
número de provincias. El extenso litoral de la al mar, pero también el de otras bastante más ale¡adas,
Tarraconensis se fragmentó en dos entidades adminis- caso de Myrtilis o Caesaraugusta (Pascual y Pérez,
trativas: el norte de Valentía permaneció en lo antigua 2003).
provincia, ahora reducida, pero el sur se integró en la El Ba¡o Imperio, a nivel general, se caracteriza
nueva entidad, la Carthaginensis, con sede en también por la construcción de grandes villas rurales,
Carthagonova, y cuyo devenir seguiremos con más

~-,
atención. No sobemos si fue por los efectos devastado-
res de la inestabilidad anterior o si fue a causa de esta
nueva reorganización del territorio, o por ambos, pero
el caso es que desde este momento disminuyó el núme-
ro de ciudades existentes. La realidad arqueológica nos --\ ~, 1 '
hace ver que unas fueron reconvertidas y mantuvieron '-..:: ) 1\(¡:. ..
su status urbano, como serian las antiguas colonias de
Valen tia e 1/ici y, por supuesto, la nueva capital provin-
cial, Carthagonova. Otras desaparecieron o redu¡eron
~
mucho su importancia, caso de los municipios de
' •i ,,
Edeta, Saguntum, Alonis o Lucentum. De otros no sabe-
mos mucho para este momento, pero por su posterior
conversión en centros episcopales, se podría pensar en
que perdurarían como núcleos urbanos. Así pasaría
con Saetabis, Dianium o 1/unum. A pesar de esta ten-
íi< .
dencia general, apenas esbozado, la evolución de
varias de estas ciudades también debió supeditarse a
elementos locales o situaciones coyunturales, que en la Planimetría parcial de lo villc1 de Colpe, según J.M. Abw.CCII et alii, 2000.

mayoría de los ocasiones escapo a nuestro conocimien-


to por falto de noticias escritas o de excavaciones. residencias, a veces semi-palatinas, de lo nobleza lati-
En los últimos siglos del Imperio Romano el fundista, que poco a poco abandonó su otrora desarro-
Mediterráneo continuó siendo el Mare Nostrum, por lo llado evergetismo urbano, poco o nodo atractivo ahora
menos hasta la irrupción de los vándalos o mediados para sus intereses, porque los rectores de las urbes
del s. V, que alteraron el tráfico marítimo durante varias pasaron de ejercer un mecenazgo voluntario y presti-
décadas, aunque nunca llegaran o anularlo. No es gioso a soportar unas obligaciones impuestas por la
extraño que en esta época, sobre todo en el s. IV, se nueva legislación. Con estas medidas, se consiguió que
registre un importante desarrolla de varios centros por- las prebostes principales poco a poco desertasen de
tuarios, como se ha evidenciado en el Grau Vell, el estos onerosos cargos y se retirasen a sus cada vez más
puerta de Saguntum (Aranegui, 2000) y en el Portus extensas propiedades rurales, donde se convirtieron en
1/icitanus, la actual Santa Polo (Sánchez, 2000). La "protectores" de los antiguos campesinos libres, que,
abundante presencia de materiales importados a toda ante el aumento de la fiscalidad, tendieron a "ceder"
lo largo del litoral, sobre todo los procedentes del área sus pequeñas propiedades y a convertirse en siervas
tunecina, pero también del oriente mediterránea, Italia, adscritos o lo tierra.
Francia o Andalucía, ponen de manifiesta el manteni- En lo antigua Hispania, las me¡ares e¡emplos de
miento a bueno escala de las transacciones comercia- estos grandes villas los tenemos en las Mesetas y en la
les y explican el auge que ahora experimentan los Lusitania, pero tampoco faltan cerca del Mediterráneo,
asentamientos marítimas, ya fueran ciudades en sí, como la de los "Banyets de lo Reina", en Calp
cama Carthagonova y Tarraca, o núcleos subsidiarios (Abascal, Cebrian y Sala, 2000).

59
Los INICIOS DEL CRISTIANISMO mártires, alrededor de los cuales, junto a la Vío
Augusta, irío surgiendo todo un borrio suburbial
Uno de los rasgos principales del s. IV es que fue el IMacíos, 2000). Un fenómeno semejante, pero no tan
de la implantación progresiva de una nuevo religión, la bien documentado arqueológicamente, y probablemen-
cristiana, que empezó la centuria perseguida por el te o una escala menor, por la diferente importancia de
poder imperial, poco después fue tolerado y reconoci- los dos ciudades, se encontraría en la Roqueta, al sur
do, posó la moyor porte de las siguientes décadas de Valentia, también junto a lo Vío Augusta, donde la
ampliando continuamente el número de su feligresía y tradición sitúa lo tumbo de son Vicente y la arqueolo-
ascendiendo en la escola sociol y, finalmente, concluyó gía ha proporcionado pocos pero muy expresivos
el siglo como única religión reconocida y perseguidora hallazgos que parecen confirmar la existencia de un
del paganismo. Tras su reconocimiento explicito por cementerio cristiano del s. !V, cuyo existencia se expli-
Constantino, ya no hubo morcha otrás posible, a pesar caría con facilidad si suponemos lo presencia de la
de los intentos de dos emperadores, Juliano y Eugenio, tumba de un mártir !Ribero, 2000). Un esquema similar
que efímeramente reinstouraron los cultos antiguos. Este también se ha reconocido, en Mérida, en lo actual igle-
primer cristianismo fue eminentemente un fenómeno sia de sonta Eulalia, debojó de la cuol se hon efectua-
urbano y su cada vez más creciente organización jerár- do modélicas excavacíone·~ que han deparado conocer
quica normalmente siguió el esquema administrativo de lo evolución de un omplio espacio que tiene su origen
las provincias imperiales. en un mausoleo del s. IV, alrededor del cual muy pron-
Elemento clave en su difusión inicial fue el papel de to surgió un cementerio ad sanctas y con el paso de los
los mártires, que convirtieron en focos de atracción y siglos se formó un complejo edilicio constituido por una
prestigio los lugares, en este caso las ciudades, que gran basílica martirial y un xenodochium, u hospital,
acogieron estos episodios judiciales. Los más numero- ombos conocidos por los fuentes históricas y la arqueo-
sos son los que fueron afectados por lo última y más logía, amén de otros edificios, como un monasterio
sangrienta persecución, lo decretada por Diocleciono. IMoteos, 1999). Lo formación de estos o veces exten-
Lo tradición posterior, especialmente la surgida en sos suburbio, hasta hace poco prácticamente descono-
pleno época visigoda, menciona ya a gran número de cidos en Hispania, en los que a portir de una tumba de
mártires repartidos a lo largo y ancho de lo provincia un mórtir, llegarían o surgir estos borrios periféricos
hispana. Pero la realidad debió ser muy otra, ya que con sus iglesias, cementerios, monasterios, hospitales y
los mártires más fiables, los constatados, como muy hostales de peregrinos, se vo haciendo patente gracias
tarde, a fines del s. IV o inicios del s. V, componen una a los recientes excavaciones sistemáticas de los lugares
nómina mucho más reducido !Castilla, 1999). No se mencionados. Además, hoy por hoy, constituyen el tes-
puede dudar de la veracidad de los mártires de timonio arqueológico más antiguo de la implantación
Tarragona, el obispo Fructuoso y sus diáconos, o el de! cristianismo en las ciudades romanas.
también diácono San Vicente de Valenlia o santa Peor conocida es la forma en que lo nueva religión
Eulalia de Mérida, conocidos por historiadores anti- se fue introduciendo en el interior de las ciudades, que
guos y, además, por disponer de un amplio repertorio aún eron paganas en su forma, aunque poco a poco
de hallazgos arqueológicos, que remontan al mismo iban dejando de serlo en el fonda. Uno de los primeros
s. IV, que dan validez a estos personajes. Todo lo con- testimonios hispanos lo tenemos en 1/ici, cuya basílica,
trario se puede decir de la pretendida visita evangeli- situado dentro de la ciudad pero en su periferia inter-
zadora a nuestras costas de uno de los primeros após- na, con sus mosaicos del ciclo de Jonás, nos lleva a
toles, san Pablo, que supuestamente, ya en el s. 1 d.C., modelos urbanísticos e iconográficos propios de los pri-
comenzaría la conversión de Hispania illobregot, meros tiempos del arte y la arquitectura paleocristiana,
1977) siempre del s. IV, como Aquileia. No tiene sentido man-
Los hallazgos cristianos más antiguos del litoral tener su identificación con una sinagoga, como se hizo
serían los del amplio complejo bosilicol y el gran en un principio jPovedo, 2000).
cementerio de Tarrogo na, de los siglos IV y V, relacio- Otro de los pocos casos conocidos de cristianiza-
nado con lo ubicación de los sepulcros de sus famosos ción prematura de la topografía urbana lo tenemos en

60
Valenlia, donde hemos propuesto la ubicación exacta rol Carthaginensis, cuyas primeras noticias ya son del
del lugar del martirio de san Vicente en un edificio s. VI. Sin embargo, no vemos ningún problema en colocar
público del s. 111 cercano al foro (Marín y Ribera, en plenos. IV la creación de, al menos, los principales obis-
1999), una de cuyas dependencias fue sacralizada y, pados, estos es, Carthagonova, 1/ici o Valentia.
El paganismo también ha dejado sus hue-
llas en esta etapa romana final, como pare-
cen indicar la perduración de algunos edifi-
cios públicos del foro de Valentia o las necró-
polis de I'Aibir (Alfas del Pí, Alicante)
(González, 2001) o de Orriols en Valencia
(Ribera, 2000).

FII~AL DE IMPERIO RO/V\.1\NO

El poder romano no ~~saporeció de la


península Ibérica de un día para otro sino
que fue diluyéndose de modo gradual a lo
largo del s. V. El primer golpe lo dieron las
invasiones del 409, que entre el 41 O y el
420 sustrajeron tres de las provincias:
Gal!aecia, Lusitania y Baetica. Los dos prime-
ras fueron ocupadas por los suevos y la terce-
Bmílico de /lici ra por los vándalos, que la abandonaron
paro pasar a África en el 429. La
Tarraconensis, más o menos incólume, per-
como muy tarde, desde el s. V, y hasta el s. VIII, se con- maneció unida al Imperio casi hasta su disolución en el
virtió en un punto más que evidente de atracción fune- 476, mientras la Carthaginensis se convirtió en un terri-
raria, ya que a su alrededor se sucedieron, denso e torio casi inerme que fue continuamente saqueado, pri-
ininterrumpidamente, los enterramientos y, por encima, mero por los alanos, que se asentaron allí durante dos
a fines del s. VI o inicios del s. VIl, se erigió un peque- décadas, y luego, más intermitentemente, por los sue-
ña edificio conmemorativa presidido por un ábside de vos, que la arrasaron varias veces hasta mediados del
herradura (Ribera y Roselló 1999 y 2000). Esta es una s. V, en que los visigodas, delegados del Imperio, con-
de las primeras muestras que se conocen de un cemen- tuvieron sus expediciones. Indicios claras de estos
terio en el interior de la ciudad, algo prohibido por la devastaciones se han encontrado en las excavaciones
ley romana pera que empezó poco a poco a conculcar- de Valencia, donde varias edificios fueran incendiados
se a partir del siglo VI. En los primeras tiempos del cris- par estas fechas, como demuestro, además, el hallazgo
tianismo fue muy normal sacralizar las tumbos de los de un tesorillo de monedas, cuyos ejemplares más
santos, pera también lo fue venerar las lugares de la modernos son de inicias del s. V (Ribera, 2000). El mal
muerte de los mártires (Castilla, 1999). En Tarragona llamado tesoro bizantina de 1/ici también es de este
existe uno de las mejores ejemplos, plasmado en la momento. En la cercana región murciana volvemos a
pequeña basílica erigida sobre la arena del anfiteatro, encontrar abundantes ocultaciones de monedas de esta
donde fallecieron Fructuoso y sus diáconos (Godoy, época (Lechuga, 1985), que, en conjunta, nas remiten
1995). Otros casos semejantes los podemos encontrar a un periodo de acentuada inestabilidad, como narran
en Rama o Aries. las fuentes históricas.
Las cada vez más abundantes evidencias arqueoló- Desde Roma, a pesar de las graves problemas que
gicas del primitivo cristianismo contrastan con la falta sufría el Imperio de Occidente, nunca se renunció a
total de datos sobre la organización episcopal del lita- recuperar las territorios hispanos, aunque la escasez de
fuerzas militares y su excesiva dependencia de la loca l, que en la Tarraconense sucumbió a los invasores.
ayuda de los visigodos, ahora instalados en el sudoes- La Carthaginensis y, sobre todo, la Baetica, entre fines
te de Francia, hizo que fracasaran los diversos intentos. del s. V y la primera mitad del s. VI, se convirtieron en
El ultimo fue el del emperador Mayoriano, que llegó a auténticas regiones au tónomas que sólo nominalmente ,
reunir una f lota entre e l Portus 11/icitanus y como mucho, dependerían de los lejanos monarcas visi-
Carthagonova para atacar a los vándalos, ya asenta- godos, instalados en Tolosa, desde donde prestaban
dos en Carthago y convertidos en piratas a gran esca- casi toda su atención a lo que ocurría en las Galias e
la , que se anticiparon al ataque romano e incendiaron Italia, cen tro de sus intereses, mientras Hispania fue un
la escuadra en el mismo puerto. Este episodio ilustra escenario muy secundario. En otras reg iones del extin-
que, por los menos hasta el 460, esta zona del sudes- guido imperio occidental también se dieron los casos
en que comunidades romanas aisladas se constituyeron
en en tidades políticas independ ientes para hacer fren-
te a los invasores, espec ialmen te en las provincias del
Atlántico: Britann ia, Bret9ña o el efímero reino de
Siagrio, al norte de Franci.á'.
Esta situación de vaci o de poder central aún se
mantuvo a lgún tiempo tra s la expulsión de los visigodos
de las Galias en el 507 y el con flictivo peri odo que
siguió a su forzada emigración a la penínsu la Ibérica,
etapa confusa que sólo se pudo controla r y superar gra-
cias a la ayuda de los ostrogodos de Italia, que centra-
ron su actuación en detener el avance de los fra ncos
hacia el sur (García Iglesias, 1975) . Tuvo que ser otra
amenaza exterior, no menos considerable, la que obli-
gará a los visigodos a interesa rse por las cuestiones de l
sur del Mediterráneo.

EL REGRESO DE LOS ROMANOS (BIZANTINOS) Y LA LLE·


GADA DE LOS VISIGODOS

El Imperio romano de Occidente, o, más bien , lo


que quedaba de él, Italia y poco más, desapareció en
el 476 a manos de su propio ejercito, formado por ele-
mentos germá nicos y de otros pueb los bárba ros, que
auparon a su jefe, Odoacro. El otro Imperio romano, el
de Oriente, no reconoc ió esta usurpación y envió a
Italia a los ostrogodos, que se asentaron allí como
Justiniono, emperador bizantino. Mosaico de Son Vitol de Róveno
representantes, sólo nominales, del Imperio, aunque su
independencia fue total y bajo su rey Teodorico se con-
te de la península aun estaría bajo el contro l de Roma, virtieron en la gran potencia de Occidente, aliándose y
como indica la presencia del mismo emperador. Pero emparentándose con sus primos, los visigodos de las
estas últimas posesiones imperiales cayeron en manos Galias, a los que luego protegieron de los francos y
cde los visigodos del rey Eurico, que pasaron de aliados mantuvieron en el poder a Amala rico, nieto de
y protectores del Imperio a ocupar y usurpar lo que Teodorico, secundado por buen número de ostrogodos.
quedaba de los territorios hispanos y del sur de las Teudis, que llegó a ser rey de los visi-
Uno de ellos fue
Galias. La única resistencia que encon traron ya no vino godos durante 20 años (530-550). Su reinado coinci-
del decrépito Imperio de Occidente, sino de la nobleza de con el inicio de la expansió n del Imperio de Oriente

/.?
Spomo

AlBERT V RIBERA IIACOMBA

o bizantino, impulsada por el emperador Justiniano, gua llunum (Hellín) y Córdoba. Sin embargo, lo más
deseoso de restaurar la unidad del antiguo poder roma- probable es que se limitara a la fra nja litoral entre el
no. Estos que ahora llamamos normalmente bizantinos, Júcar y el Guadalquivir, con alguna zona interior,
en rea lidad habría que denominarlos romanos, que era como las comarcas de Guadix y Baza . Sus principales
como se conocían durante toda la Edad Media. Milites centros urbanos sería n Carthagonova, convertida en
romani, soldados romanos, es como los denominan los capital de la provincia, donde llegó a fu ncionar una
autores de la época. El primer ataque imperial en ceca, y Maloca, además de otras ciudades menores,
Occidente culminó rápidamente con la destrucción del como llici, Larca, Basfi o Asido (Medina Sidonia ). Los
reino vándalo del norte de África en el 535, lo que territorios hispanos del Imperio dependían en última ins-
puso a la península Ibérica a su alcance, ya que los tancia del gobernador o exarca de Carthago y se inte-
bizantinos se instalaron en Ceuta y las Baleares, ante- graban en la provincia de Mauritania 11. En conjun to,
riormente posesiones vándalas. Teudis intentó ocupar se conoce muy poco de los avalares de estas lejanas
Ceuta pero fue derrotado. No obstante, la principal posesiones, cuyas fronte ras sufrieron alg unas variacio-
atención de los visigodos sig uió centrada en la zona nes, por los retrocesos con los fuertes ataques de
septentrional para hacer frente a la continua amenaza Leovigildo y algún avance por la ·~~cción del legado
franca. Durante los siguientes 20 años los romanos Comenciolo, enviado por el emperador Mauricio. Su
orientales se ocuparon de la difícil conqu ista de la Italia final, a inicios del s. VIl , se debió más a los graves pro-
ostrogoda y el largo reinado de Teudis fue más tranqui- blemas generales que el Im perio su fri ó en los reinados
lo que otra cosa, sólo a lterado por algún intento de de Focas y Heraclio que al poder rea l de los visigodos,
invasión franca que fue derrotado. Su interés por los
asun tos meridionales fue tan esporádico como desastro-
so. Hay que recordar que tanto la zona Cantábrica
como gran parte de la Bética y de la Carthaginensis
escaparían al control directo visigodo.
Esta estable pero insegura si tuación cambió repen-
tinamente hacia el 550, con la final ización de la con-
quista bizantina de Italia y la muerte de Teudis, a la
que siguió un grave conflicto sucesorio entre facciones
visigodas, combinación que resultó ser explosiva cuan-
do uno de los pretendientes a la corona, Atanagildo, Inscripción de Comenciolo, Cortogeno.
solicitó la ayuda bizantina contra su oponente Agila . Museo Arqueológico de Cortogeno

Prueba del estado de independencia real en el que


vivía el sur y el este de la península fue la derrota que que sólo pudieron ocupar estos territorios por la grave
sufrió Agila frente a los hispanos de Córdoba . Su pos- crisis sufrida en Oriente con las invas iones de los per-
terior asesinato propició la unión de los grupos visigo- sas y los avaros, que estuvieron a punto de terminar
dos en torno a Alanagildo, conscientes del peligro que con el Imperio en el 626 (Ramallo y Vizcaíno, 2002.
suponían los romanos orientales tras la ocupación del Vallejo, 1993 ).
norte de África e Italia y su, más o menos pactada, ins- La reacción visigoda ante la ocupac ión de esos
talación en el litoral mediterráneo hispano entre Cádiz territorios por los roman os se hace patente tanto por los
y Va lencia. Es probable que los romanos ocuparan textos históricos como por la arqueología. Atanagildo
ahora tierras y ciudades que apenas habían estado en ya combatiría a los invasores que imprudentemente
poder visigodo. había ll amado, pero fue uno de sus sucesores,
Aunque está claro cuál fue el núcleo principal de la Leovigildo, el que con más energía y éxito lo hizo.
nueva provincia romana, Spania, no lo es tanto el lími- Aunque sólo recuperó algunas ciudades, Asido y Basfi,
te máximo que alcanzaría. Como mucho, y en un pri- ocupó reg iones autónomas, como la Orospeda (el inte-
mer momento, por el norte pudo llegar a Valentía, por rior montañoso de las provincias de Murcia, Albacete,
el oeste al Algarbe portugués y por el interior a la anti- Jaén) que lindaban con el Imperio, organizó el territo-
rio fronterizo e impidió nuevos avances. Es muy proba- Los restos arqueológicos de Valencia indican que
ble que fuera en estos momentos cuando los visigodos en la segu nda mitad del s. VI se produjo la llegada de
hicieran su primer acto de presencia en la población étn icamente nórd ica que practicaba unas
Carthaginensis litora l (R osselló, 1998). Sería tam bién costumbres fu nerarias distintas a las que habían impe-
por estas fechas cuando la sede reg ia de la monarquía rado hasta entonces, de tradición roma na. También se
se insta laría defin itivamente en Toledo, tras un largo ha comprobado que por estas mismas fechas, el gran
periodo, tras el reino de Tolosa, en que la capita l no espacio de 350 por 70 metros del antiguo circo roma-
tuvo localización fija (Barcino, Hispalis, Emerita, no, situado en el extremo oriental de la ciudad, fue
Narbona, .. ). Desde Toledo se podía atender mejor a urba nizado. Tal vez albergaría a la nueva guarnición
los acuciantes asuntos meridionales y el reino ya nece-
sitaba de un lugar emblemático como su centro político
donde residiría el rey en su palacio y se guardaría el
tesoro rea l, los símbolos del poder (Gurt y Ripoll,
2000). Esta elevación de Toledo a sede real llevó tam-
bién aparejada su conversión en la sede metropolitana
de la iglesia hispana, en detrimento de Carthagonova,
la a ntigua capi tal provincial, ahora en manos roma nas,
y de Tarraco, la trad iciona l metropoli tana.
Esta reorgan ización estatal sigu ió con la elevación
de los dos hi jos del rey, Hermenegildo y Recaredo, a
gobernadores de la Baetica y la Carpetania, que se
Tumbo visigodo de Valencia
correspondería a la Carthaginensis interior, frente a la
litoral en manos imperiales. El primero residió en
Hispalis y el segundo en Recopolis, recientemente fun- y, probablemente, todo su lado este, paralelo al curso
dada a tal fin. Todas estas d isposic iones seguían mode- antiguo del río, se convirtió en la muralla úrbica , como
los bizantinos. lo demostraría su perduración con esta función durante
Una importante fuente de información de esta el largo periodo islám ico (Ribera 1998 y 2001 ).
época nos la dan las Actas Conci liares. Las del famoso
111 Concilio de Toledo, del 589, recogen la asistencia
de obispos de Valentía y de Saetabis, pero no de los
de Dianium e llici, que a l estar en territorio roma no no
participaban en estas reuniones ecles iásticas convoca-
das por los reyes visigodos. La presencia de la sede
setabense indicaría que la fronte ra ya estaba al sur del
Júcar, seguramente en las montañas del sur de la pro-
vincia de Valencia. O tro detalle a destacar es la exis-
tencia de dos obispos en Valentía, uno católico y otro
arriano. La aparición de este último, Ubiligisclus, de
claro antropónimo godo, confirma que en la ciudad ya
había una numerosa comunidad godo/arriana, segura- Reconstrucción virtual del conjunto episcopal de Valencia
mente clérigos y milita res, que se habrían instalado
duran te el reinado de Leovigildo como fuerza de
ocupación, acabando con la autonomía an terior y En los a lrededores de Valentía hay otros evidentes
convirtiendo este núc leo urbano en un importante y coetáneos indicios de la ocupación visigoda y de la
enclave fortificado contra el nuevo y poten te enemigo, militarización de su territorio, que constituiría durante
que se encontraba no sólo a l sur sino en las cercanas esta época una verdadera marca fronteriza. En este
Baleares. sentido entenderíamos yacimientos tan especiales y efí-

64
Sponio

AlBERT V RIBERA llACOMBA

meros como el de " Valencia la


Vello", a 15 Km. a l oeste de
Valencia, centro fortificado eleva-
do, de 4 ha. sobre la línea del
Turia (Rosselló, 2000). El mismo
significado habría que dar a los
abundantes hallazgos monetarios
de A lcasser, fo rmados por trientes
áureos del reinado de Leovigildo,
moneda que solía usarse para el
pago a las tropas . Este topónimo
de origen árabe también es bien
revelador porque significa que
habría un cen tro fortificado en este
lugar situado sobre la Vía Augusta
a 12 Km . al su r de Valentía . En
esta área al sur de Valencia, en la
misma Alcasser y en Sollana, el Visto de los fortificaciones de Valencia lo Vello

Romaní , Anna y Beneixida, han


aparecido una serie de cementerios rurales peculiares, parte visigoda , sino que se pueden extender hacia el
en los que las tumbas son cámaras excavadas en la sur y también a la provincia bizantina. En este sentido,
roca , dentro de las que se depositarían las inhumacio- propondríamos que el pequeño yacimiento en altura de
nes y sus a juares, que dan una fecha de fines del s. VI El Monastil , cerca de Elda, situado sobre la Vía
o del s. VIl. Su tipología es bastante extraña y su dis- Augusta , debió ser una especie de fortín o castrum fron-
persión coincide con la frontera romano-visigoda terizo romano que protegía el acceso a una ciudad
(Aiapont y Tarmo, 2004). Esta zona militar se comple- más importante, en este casa 1/ici, esquema semejante
taría con Saguntum, donde funcionó una ceca visigoda a otros tantos de la Italia bizantina (Zanini, 1998) .
a inicios y finales del s. VIl, lo mismo que en Valentía. Descartaríamos su identificación con la sede episcopal
Las emisiones de ambas fueron esporád icas y se corres- elotana , creada a fines del s. VI o a inicios del VIl por

Monedas de Alcósser. foto SIAM

penden con sendos momentos de actividad bélica los visigodos para administrar los territorios de la sede
(Ribera, en prensa) y, tal vez, con la presencia de una ilicitana , aún romana , que estaban en manos visigo-
flota, que sabemos actuaría por estas fechas. dos. Esta sede se debe relacionar con el Tolmo de
En contra de lo expuesto por otros autores (Ripoll, Minateda, cerca de Hellín y de la antigua 1/unum, en la
1996), creemos que existe la suficiente documentación Vía que desde Carthagonova iba a Complutum. Sin
histórica y a rqueológica para proponer que hubo una descartar que en un primer momento sus mural las fue-
especie de limes entre roma nos y visigodos. Los datos ran obra de los roman os orientales, queda fuera de
no se reducen a la actual provincia de Valencia y a la duda que se convirtió en un centro estratégico visigodo,
Vista aérea de El Talma de Minateda. Al fondo, la basílica. Foto Paisajes Españoles

bien fortificado y dotado con un completo complejo pesar de la favora ble coyuntura, que duró 20 años,
episcopal: basílica, baptisterio y ¿palacio?, que encaja hasta que cayó la capital y ulti mo reducto ,
bien con una sede episcopal subsidiaria y efímera Carthagonova (Ramallo y Vizca íno, 2002).
como la de Elo, que tras la definitiva expulsión de los Ceuta fue roma na hasta fines del s. VIl, cua ndo,
romanos sólo apareció esporád icamente, y siempre aislada por los árabes del resto del Imperio, se incorpo-
asociada al obispo ilicitano . Algo parec ido ocurrió en raría al reino visigodo, que crearía a am bos lados del
otra nueva sede "fronteriza", la de Begastri, junto a Estrecho una zona fronteriza para inten tar d etener el
Cehegín, que supliría en territorio visigodo a la de nuevo peligro meridiona l (Ga rcía Moreno, 1987 ), que
Carthagonova. En otras zonas de la provincia bizanti- poco tiempo después demostró ser leta l pa ra la mona r-
na, como en la costa andaluza , los visigodos no crea- quía visigoda . Antes de eso, a lo largo del s. VIl, en la
ron nuevas sedes en los territorios recuperados pero zona costera de la Carthaginensis, que antes había
cuyo cen tro episcopal aún era dominio imperial, como sido autónoma y luego fue recuperada por el Im perio,
en Maloca, sino que los repartieron entre los obispados se iniciaría un c ierto proceso de "visigoti zación" de
limítrofes, lo que posteriormente originó problemas este territorio. Donde an tes se man ifestó , como ya
jurisdiccionales, porque tras la expulsión de los roma- hemos visto, fue en Valentía, que vería una más tempra-
nos, los obispos malagueños reclamaron la restitución na y numerosa llegada de cuad ros mi lita res y eclesiás-
de la extensión de su diócesis, a lo que se opusieron ticos, que han dejado su impronta en el registro a rqueo-
sus colegas beneficiados (Vallejo, 1993). lógico de la ciudad , especialmente en su necrópolis
Las largas y serias dificultades por las que pasó el episcopal , que no sólo mantuvo sino que aumentó la
Imperio a partir del 602, con la deposición de importancia de los lugares santos vin cu lados a la fig u-
Mauricio, la usurpación de Focas, la invasión persa y ra de San Vicente, rasgo común a l auge d el culto a los
la revu elta de Heraclio en África , a la que pertenecía mártires que se produjo en la Hispania del s. VIl
Spania, que significó el traslado de muchas tropa s a (Ribera , 2003).
Oriente, fueron aprovechada s por los visigodos para ir Algunos elementos litúrgicos de llici, como los
ocupando la s posesion es imperiales, proceso lento, a supuestos ca nceles calados, se ha n datad o en el s. VIl
Sponoc

AlBERT V RIBERAllACOMBA

y serían del periodo de dominio visigodo, como lo son implicado. A l estar al mando de tropas, y ta l vez de
las placas decoradas de la Albufereta de Alicante, per- una flota , en el litoral de la provincia Carthagínensís,
tenecientes a un cementerio, que sería el de Lucentum, debió ser el gobernador de la provincia, el dux, lo que
que recientemente se ha ubicado en el cerro situado al le permitiría rechazar con ra pidez a los roma nos, ya
lado del de la antigua ciudad romana (Oicina, 2003). que se encon traría cerca del lugar de los hechos. No
debe ser casual que, durante los reinados de Egica y
Witiza , Valentía y Saguntum volvieran a acuñar mone-
da, actividad que se relaciona, sobre todo en estas
cecas intermitentes, con episodios milita res, que en este
caso coinciden con la actividad de Teodomi ro (Ribera,
en prensa). Algo más de una década después, en una
misma tesitura, y en el mismo territorio, volvemos a
encontrar al mismo personaje asumiendo el mismo
papel: la defensa de la zona costera de la provincia

Placo decorado de lo Albuferelo.


Carthagínensís. En esta ocasión no obtuvo la victoria,
Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ) siendo derrotado en campo abierto por los invasores
musulmanes en el 713, poco después de la derrota y
TEODOMIRO Y EL FINAL DE UNA ÉPOCA muerte del rey visigodo Rodrigo en Guadalete. Este
monarca apenas reinó dos años y pertenecía a un
Si la Carthagínensís marítima fue, junto con la grupo opuesto a la anterior familia re inante, con la que
costa andaluza, la ultima zona de la península Ibérica sí estuvo muy vinculado Teodomiro, que tras su derrota,
que cayó en manos visigodas , también fue el último se refugió en una ciudad fortificada, posiblemente
territorio hispano que dejó de ser visigodo. Esto se Orihuela, desde donde persuadió a los invasores, con
debió al famoso pacto que firmaron Abd-ei-Aziz, el un supuesto engaño sobre la entidad de sus mermadas
hijo del gobernador árabe del recien temente conquista- tropas, a firmar un pacto de sumisión por el que se
do reino de Toledo, y Teodomiro, represen tan te del mantenía en su cargo a cambio de un tributo. Este tra-
extinto poder godo en esta área. Gracias al modélico tado permitió que se mantuviera el modo de vida ante-
trabajo monográfico de Llobregat (1973) sobre este rior durante medio siglo, hasta la mue rte de Teodomiro
destacado personaje, es fácil seguir la trayectoria de su y la llegada de contingentes árabes que se instalaron
vida. en sus territorios.
Sus primeras referencias son de su juventud, a fines La mayor parte de los investigadores relac ionan
del s. VIl , cuando era un gardingo, un guerrero, del exclusivamente sus dominios, tras el pacto, con la zona
círculo del rey Egica. Poco después lo encontramos al sudeste, en la que indudablemente se incluyen las c iu-
mando de las tropas de la zona sudeste, donde recha- dades de Larca, Hellín, Orihuela, Alicante, Elche, Mula
zó un ataque de una flota bizantina de procedencia y Begastrí (Cehegín), mencionadas en las diversas ver-
ignota: ¿Ceuta , Balea res, Sicilia, África?. Su presencia siones que nos han llegado del conocido Pacto de
en este territorio, a partir de ahora constante, no cree- Teodomiro. Sin embargo, hay otra ciudad que también
mos que se deba a algo coyuntural, como sería enfren- le pertenecía, que aparece en todas las versiones con-
tarse a esa incursión naval, que selló definitivamente la servadas y que aún no ha sido identificada: Balantala.
intervención del imperio romano en Span ía. De Este topónimo, transcripción arábiga del nombre de
Teodomiro sólo conocemos su juvenil condición, gar- una ciudad , recue rda mucho a Valentía, aunque siem-
d ingo, pero, como sería normal en un personaje vincu- pre se ha considerado muy lejana a las otras urbes. Sin
lado veinte años a la casa real, Egica y luego su hijo embargo, creemos que los datos históricos y los
Witiza , en toda lógica debió ir ascendiendo en su arqueológicos, además de los toponímicos, están cada
carrera, en su cursus honorum, de cuya evolución no vez más a favor de relacionarla con Valencia , que está
tenemos referencias directas, pero que se pueden dedu- más cerca de Lucen tu m o 1/íci que éstas de Larca.
cir a la vista de los acontecimientos en los que estuvo También se ha argumentado que la división administra-

67
codo vez más debilitado monarquía (Gorcío Moreno,
1998). Su vinculación con el círculo de Witiza , a qu ien
debía su ca rg o, explicaría que no se un iera al ejército
real que se enfre ntó o Tari k en Guadalete, yo que sería
más normal que apoyara al candida to w itizano ,
Akhíla, in sta lado en lo Tarraconensis y la Septimonio ,
que no reconoció o Rodrigo, en el mo rco del confl icto
sucesorio que facili tó lo invasión musulmana (Garcío
Moreno, 1992).
En todo este panorama , encojo o la perfección uno
El Pla de Nadal de los más espectaculares yacimi entos de esto época,
lo denominada " Villa Áulico " del " Pio de Nodol", en
tivo islá mico separo claramente los territorios (qoras) Ribarojo de Turio, o 14 km. al oeste de Valencia , edi-
de Va lencia y Tudmír. Pero esto situación sería poste- ficio fechado entre el s. Vil y. el VIII, que fue destruido
rior al efímero episodio teodomiridiano. Tal vez sea por un incendio cuando ya ·estaba abandonado o
más ilustrativo reparar en la división terr itorial visigodo saqueado. Debió ser el pa lacio de uno personalidad
que en lo posterior, para entender la ca tegoría jerárqu i- impo rtante, un ta l Tebdemi r, según un anagrama gra-
ca de este personaje, vinculado al estado visigodo y bado en el centro de un medallón pétreo, que recuerda
anterior a lo ocupación y organización mu sulma na, o los que aparecen en las ultimas emisiones monetoles
que no se basó precisamente en la que ya existía sino visigodos. También se encontró un grafito con el nom-
q ue lo fragmentó. En la época visigodo la an ti gua y bre de Teudinir (Juan y Lermo , 2000). Tenemos pocos
extenso provi ncia Carthagínensís sufrió no pocos ova- dudas en asimilar estas dos inscripciones con nuestro
tares debido o la ocupación bizantina de casi todo su Teodomiro, cuyo vida co incide perfectamente con lo
litoral y o la elecc ión de Toledo como capital del reino, construcción del edificio. Si también reconocemos en
episodios que fueron casi coetáneos y que culminaron Valentía la Balantala ignoto, podemos acabar de enco-
con lo marginación y desaparición de la antiguo sede jar este puzzle, en el que Teodomiro, el último visigo-
provincial y episcopal, Carthagonova. Dentro de esto do, sería primero el dux provincial de un territorio morí-
problemáti co juri sdicciona l, se estableció uno nuevo timo entre Sogunto y A lmerío, cargo en el que se per-
región, la Corpetanio, que integraría los extensos terri-
torios interiores de lo provincia. C uando fueron expul-
sados los ro man os, la parte litoral de la Carthagínensís,
de Valentía o Almerío, se constituyó en una entidad
diferente. Ante el peligro que aun suponía la floto roma-
no y el rápido avance islámico por África, es compren-
sible que el gobernador, el dux províncíalís, de este
territorio tendría o su cargo uno zona fronterizo
marítimo.
Las fu entes árabes, cuando narran la invasión de
esto región, en el 713, mencionan que se enfrentaron
Medallón de piedra con el monograma de Tebdemir. Pla de Nadal. Foto SIP
a las gentes de Orihuela, Lacont, Denio y Valentía, con
los que pactaron después de derrotarlos. Su jefe, petuó tras su célebre pacto con los árabes. Sus domi-
Teodomiro, organ izó esto resistenc ia porque era el nios no comprenderían sólo el sudeste penin su lar sino
representante del reino visigodo, con amplios poderes que llega rían a abarca r la ac tual provincia de
militares, aunque en estos momentos yo había avanzo- Valencia. El palacio del "Pio de Nada l" posiblemente
do bastante el proceso de protofeudalizoción de la alto sería construido en esta segundo etapa, cuando gozo-
nobleza , especialmente los poderosos duces de los pro- ría de más independencia de facto.
vincias, con ansias de perpetuarse en ellos , frente o lo

68
LA ALCUDIA IBÉRICA
tn ousca ae la c1uaaa perdtdn

LORENZO A BAD C ASAL*

El YACIMIENTO

CLJ a Alcudia debió ser uno de los principales


~ establecimientos ibéricos del ámbito suro-
riental de la Península. Su entrada en la
bibliografía científica se inició bastante pronto, ya que la
aparición a fina les del sig lo XIX de la célebre figura
conocida como " Dama de Elche", atrajo sobre este yaci-
miento la atención de investigadores y estudiosos.
Apenas habían pasado unas década s del descubrimien-
to de las figuras del Cerro de los Santos de Montealegre
del Castillo, en Albacete, y acababa de concretarse su
adscripción a una cultu ra prerromana . La Dama de Elche
vino a cerrar el círculo de los grandes descubrimientos de
escultura monumental ibérica , que en pocos años habían
sacado a la luz piezas tan importantes como los grifos de
•Área de Arqueología. Universidad de Aficon/e
Redován y las esfinges de Agost. Eugene Albertini, Pierre
Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002- Paris y otros destacados investigadores reali zaron explo-
02028 De ffici o Efo. Un proceso de lronsformoción cultural en el sures/e de fa
raciones en busca de grandes edificios y templos cuya no
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha
financiado en porte con fondos FEDER. aparición hizo decaer el gran interés suscitado.

69
Años después, la adquisición de la finca por la hechos históricos no resulta un método seguro. En cam-
familia Ramos propic ió el desarrollo de excavaciones bio, muchas ciudades romanas incluyen en su nombre
anuales que han puesto al descubierto no pocas estruc- oficial términos ajenos a la lengua latina acabados en
turas y materiales; pero sobre todo han proporcionado -ci (ejemplos: Acci, lptuci, Urci, Tucci, 1/orci, etc) que
gran cantidad de recipientes cerámicos con decoración parecen corresponder a los nombres ibéricos de las ciu-
figurada y fragmentos de escultura monumental; ambos dades que se romanizan . Si tomamos como hipótesis
elementos se han convertido en las señas de identidad este hecho, parece posible que el nombre de la ciudad
de La Alcudia , y hacen de ella una de las ciudades ibé- Ibérica de La Alcudia fuera ya el de 1/ici, y es éste el
ricas de mayor interés . Todo el lo no exento, sin embar- que vamos a utilizar a partir de este momento.
go, de problemas que, como luego veremos, obliga n a De esta ciudad ibérica no conocemos su perímetro
replantear muchas cuestiones aparentemente ya ni su extensión, aunque es de suponer que, como es
resueltas. normal en su tiempo, estaría rodeada por una muralla.
Parece que ocupaba parte del altozano, y que su exten-
lA CIUDAD sión fue aumentando de forma paulatina , quizás a par-
tir de un núcleo en lo que hoy es la zona septentrion al
La Alcudia ibérica se ubicó sobre un altozano de del yacimiento, según la propuesta reciente de Jesús
una altura no muy definida, aunque los sondeos geotéc- Moratalla (Moratalla, 2004) ; la mayor parte de las
nicos realizados al pie, en el lugar donde se ubicará el esculturas, que en nuestra opinión deben dotarse a fina-
nuevo centro de interpretación , han mostrado que en les del sig lo V a. C., proceden de la parte meridional,
este lugar y en este momento, la diferencia de cota lo que quizás refleje una diferenciación entre lugares
entre la parte alta del cerro y su entorno debía estar en de habitación y lugares de culto o funerarios. En el sec-
torno a los siete u ocho metros. No sabemos si esta tor orien tal se ha detectado una alineación de piedras
medida es extensible a todo el perímetro, aunque pare- que la bibliografía tradicional ha venido denominando
ce que hacia el este la diferencia debía ser menor, pues " muralla púnica " , entre cuyos materiales se incluyen
al menos en época romana era inexistente . fragmentos de escultura y de elementos arquitectónicos
El nombre de la ciudad ibérica no debió diferir reaprovechados, por lo que en caso de que fuera ibé-
mucho del de 1/ici que se incluyó en la denominación rica su construcción debió tener lugar en un momento
oficial de la colonia romana. Los investigadores han avanzado. O tra muralla, que ha aparecido en los son-
tratado de vincularlo con el de Helike que aparece cita- deos realizados durante el año 2003 en la parte occi-
do en algunas fuentes (Ramos, 1974), aunque la utili- dental, y que aún se encuentra en estudio, no parece
zación de homofonías como argumento probatorio de ser de esta época, o en todo caso correspondería
también a una fase ibérica posterior (Abad y Tendero,
2003) . Tendríamos así que las líneas de cierre
conocidas de la ciudad, que flanquean el perímetro de
la loma por oriente y occidente, habría que
adscribirlas, en la versión que nos ha llegado, al menos
a una fase ibérica avanzada.
Tradicionalmente se ha venido suponiendo que 1/ici
es el principal yacimiento de la comarca, ya que sería
el de mayores dimensiones del entorno: 1O Ha según
sus investigadores, 6 Ha según la medición que recien-
temente ha propuesto Jesús Moratalla, aunque parece
que en sus primeros tiempos no debió superar las 3 Ha
(Moratalla, 2004). Se encuentra ubicada en la zona do
paso entre la costa y el interior, y domina una vía quo
lugar previsto poro lo ubicación del nuevo centro de interpretación desde la depresión meridional , la zona de albufera q uo
conformaba la desembocadura del Segura, se dirigía

"1(\
lo Akvdio lberico
En buKo de lo ciudad p•rdido

LORENZO ABAD CASAL

Carthago Nova y Valentía . Las épocas anteriores resul-


tan bastante más difíciles de documentar, pues aunque
en las vitrinas del museo existen materiales de estos
momentos, su relativa escasez y la dificultad de relacio-
nar estas piezas con estructuras claramente definibles
sobre el terreno, hacen que la im portancia de la
Alcudia sea hoy algo que todavía haya que constatar
arqueológicamente.
De época ibérica antigua conocemos materiales
cerámicos locales e importados, desprovistos todos
ellos de contextos definidos, y la facies cerámica local
sólo puede reconstru irse a partir de la comparación de
su repertorio con el del vecino poblado de El Oral, en
el que predominan cerámicas grises, ol las de cocina y
urnas de ore jetas; este material ha sido estudiado
recientemente por Mercedes Tendero (Tendero, en
prensa) y parece concentrarse con preferenc ia en la
mitad septentrional del yacimiento. Si no fuera por la
presencia de la escultura , difícilmente se podría defen-
der para el siglo V la prelación de este yacimiento
sobre otros mucho más modestos, pero aparentemente
más ricos, como sería el propio de El Oral , yacimien to
Vías y ciudades en época romano
que, no se olvide, fue sometido a una tarea de limpie-
za previa a su abandono .
hacia el norte; es la orientación que luego recogerá Lo mismo ocurre en los siglos IV y 111, pues los mate-
el Itin erario de Antonino (40 l , l -5: riales conocidos son también escasos y desde luego
Adello-Aspis-llici-Thiar-Karthagine Spartaria), aunque mucho menos que los proporcionados, por ejemplo,
su trazado concreto varió con el paso del tiempo, toda por el vecino poblado de La Escuera. Hay que asumir
vez que en época romana el entorno de la desemboca- que el conocimiento de estos niveles en La Alcudia se
dura del Segura había perdido la importancia que tuvo encuentra limitado por el hecho de que son los más pro-
en momentos anteriores; vestigios de este camino se fundos , y que para llegar a ellos hay que atravesar los
han encontrado en las proximidades del yacimiento romanos e ibéricos tardíos que se le superponen; pero
ibérico de El Oral (Grau y Moratalla, 200 l, muchas de las excavaciones rea lizadas a lo largo de
173-203); seguramente existía otro camino transver- más de sesen ta años han alcanzado estos niveles infe-
sal, que ponía en comunicación la zona de la costa con riores, y el elenco de materiales debería ser más abun-
el interior, al que hay que adscribir la intensa relación dante. En muchas de estas campañas se debió realizar
que se documenta, a partir de este momento, entre una recogida muy selectiva, y en el museo sólo se con-
yacimientos como /lici e llunum / Elo y sus respectivos serva lo más destacado, pero aun así el conjunto de
territorio. Si a ello se añade la posibilidad de dominar piezas conservadas resulta demasiado pobre para lo
un terreno agrícolamente fértil, y su proximidad al mar, que sería de esperar.
no es de extrañar que este yacimiento llegara a conver-
tirse en el principal de la comarca. lA PERIODIZACIÓN
Pero este hecho sólo encuentra su confirmación en
los siglos 11 y 1 a. C., cuando se documentan las gran- Mérito de Alejandro Ramos Folqués fue elaborar
des producciones cerámicas y cuando la ciudad es ele- una propuesta de estratigrafía ' que tras varias modifi-
gida para instalar la colonia romana que llevará el caciones quedó fijada , en los niveles que ahora nos
nombre de Colonia Julia 1/ici Augusta, la única entre interesan, como sigue: el estrato H correspondería al

71
eneolítico y/o bronce valenciano; el Galos comienzos
de la cultura ibérica; el F iría desde principios del siglo
V hasta el 228 , fecha de una destrucción hipotética de
la ciudad por Amílcar; el E, desde este momento hasta
mediados del siglo 1 a.C. , y ha recibido los nombres de
ibero-púnico, ibérico 11 o ibero-helenístico; el D iría
desde este momento hasta mediados del siglo 1 d.C. ,
abarcando aproximadamente un siglo, y corresponde-
ría al momento de fundación de la colonia. Y por últi-
mo, el estrato C sería ya del alto Imperio.
Esta propuesta resultó muy acertada en su momento
y permitió establecer un marco para la evolución de la
cultura ibérica, fijando el ambiente cultural de fenóme-
nos tan importantes como la escul tura , asociada al nivel
F, y la cerám ica figurada, que correspondería al E. Esta
periodización ayudó también a asentar propuestas
como la baja cronología de esta cerámica, realizadas
por investigadores como Domingo Fletcher (Fietcher,
1940), quienes hacía ya tiempo que se habían dado
cuenta de que no era posible mantener, con los datos
estratigráficos en la mano, la correspondencia pura-
mente formal entre las cerámicas del estilo denominado
••
Elche-Archena y otras por entonces ya bien datadas,
en momentos muy antiguos, como las micénicas.
En líneas generales, esta propuesta sigue siendo Esquema con lo superposición de e¡lrucluros en el seclor SF,
sobre plonimelrío de Romos Fernández, 1983
útil todavía hoy, aunque ha permanecido inmutable
demasiados años y en ocasiones se ha tratado de apli-
car a priori a los resultados de las excavaciones, inten- conocimiento de la re lac ión entre las estructuras ibéri-
tando adaptar éstos a aquélla y no aquélla a éstos, cas excavadas, estén visibles o no, y los materiales
como marcan las normas de la arqueología actua l. El recuperados. Resulta , por e jemplo, difícil asociar las
esquema se ha convertido en un corsé que aprisiona la esculturas ibéricas que tanta fama han dado a la
investigación en la Alcudia, y ha llevado a buscar las Alcudia con estructuras e incluso con estratos determi-
mismas fases en todo el ámbito del yacim iento, sin nados, en buena parte porque aparecieron descontex-
tener en cuenta que puede que falte alguna y que tualizadas, como en el caso de la Dama de Elche, que
dentro de cada una de ellas tienen que existir niveles se encontró oculta cerca de una muralla que hoy no se
intermedios que son, precisamente, los que permiten la conserva, sin que las técnicas de excavación del
restitución del proceso cul tural de un lugar, los que momento permitieran recuperar informac ión arqueoló-
hacen posible, en suma, reconstruir la intrahistoria de gica fiable (Ramos Molino, 2000). Otras muchas escul-
un yacimiento, cuyos hitos no tienen por qué coincidir turas aparecieron formando parte de una calle poste-
con los grandes acontecimientos de los que ha n queda- rio r, aunque hoy sabemos, gracias a los traba jos de
do noticias en las fuentes escritas. Recientemente Jesús Alejandro Ramos, que esta aseveración, que tanto se
Moratalla (op. cit.) ha llevado a cabo un estudio de los ha repetido, no es del todo correcta. Y otro tanto ocu-
materiales y memorias publicados, desarrollando pro- rre con las grandes cerámicas con decoración figura-
puestas muy interesantes acerca de la comparación da , que se cuentan en tre las mejores manifestaciones
entre los niveles de las diferentes áreas excavadas. de la cultura ibérica, cuyo contexto a rqueológico, que
A ello hay que añadir que las características del hoy sería vital para comprender su significado, no está
registro arqueológico y de su publicación no facilitan el definido; sólo sabemos que aparecieron por debajo de
lo /,kvdic: lbériCQ
f.n bo\(G dQ !a ciudad ¡;erdidc

LORtNZO AMD CASAl

los niveles romanos en las zonas denominadas 3F y 5F, mentas exteriores, sino que está dando los primeros
esto es, en la zona de las domus romanas actualmente pasos de su transformación. Estudios recientes han
visibles. puesto de manifiesto que el entorno del poblada ape-
Algo similar ocurre si intentamos asignar contextos nas podía asegurar lo subsistencia de sus habitantes,
a las estructuras ibéricas que se conservan en el yaci- par lo que éstos debieron estar estrechamente relacio-
miento, las llamadas "casas ibéricas" y la "casa del nados con otro núcleo cuyas excedentes les permitieran
culta a la cabeza cortada". Ninguna de ellas es fácil- subsistir (Grau y· Moratolla, 200 1). Este núcleo debió
mente relocionable, en la actualidad, con la sucesión ser La Alcudia de Elche, aunque resulta paradójico que
estratigráfica propuesta, aunque el dato de que el con- sea prácticamente desconocido y que tengamos que
junta de materiales conocido como "la tienda del alfa- intentar reconstruir su facies ibérica antigua a través de
rero" (Sala, 1992) corresponda a una habitación de
las "casas ibéricas" nos hace pensar que los niveles de
este conjunto corresponden a una fase muy avanzada,
contemporánea de la romanización, y que por debajo
deberían estar los niveles de la época ibérica pleno
que se pudieran estudiar. Donde mejor se puede
observar la evolución estratigráfica es en la domus 5F,
cuya estratigrafía, publicada en su momento por Rafael
Ramos (Ramos, 1983), permitió ubicar niveles corres-
pondientes a las sucesivas foses ibéricas y facilitó la
contextualización de monumentos ton importantes
como el célebre mosaico helenística.

lA RELACIÓN CON EL ENTORNO

la Alcudia es importante por su ubicación geográ-


fica, y parece que en determinadas momentos debió
valerse de pequeños establecimientos avanzados en
primera línea de casta para facilitar su control sobre el
litoral y seguramente también el tránsito de mercancías.
El desconocimiento que sobre su estructura y organiza-
ción tenemos, se ve paliada en cierta medida par el
yacimiento de El Oral, que ha sido excavado en una
parte relativamente amplia y que permite una aproxi-
mación a la imagen de lo que debió ser una ciudad
más importante, como la Alcudia (Abad y Sala, 1993;
Abad y Sala, 2001).
El Oral es una fundación ex novo, y la imagen de Planto del poblodo de El Oral
un fundador, un oikistés, propuesta por Manuel
Bendala tiene probablemente muchos visas de verosimi- su reflejo en un núcleo secundaria como el de El Oral.
litud (Bendala, 2000, 187). Bien es cierto que no resul- No sabemos tampoco si el traslado de El Oral a la
ta fácil determinar de dónde procedía este oikistés, si Escuera tuvo algo que ver con su dependencia de la
del exterior de la Península o del interior. Parece que metrópoli ilicitana, o si fue consecuencia de un proce-
los testimonios materiales reflejan una fuerte impronta so independiente. En cualquier casa, !a relación entre
mediterránea, fenicia sobre todo, impregnada de mate- ambos núcleos debió seguir siendo bastante fluida, y la
riales griegos; y todo ello aglutinado por un fuerte com- Escuera pudo asumir el mismo papel de El Oral, quizás
ponente indígena, que no sólo ha asimilado estos ele- can más facilidad aún, ya que se encontraba en una

7'1
puerta abierta al mar, en una zona más
próxima y sobre todo más favorable para la
navegación inmediata que la del sur, donde
el tráfico por la albufera debía irse tornando
cada vez más difícil. No está de más campa·
rar el caso de La Picola con lo que ocurre
siglos más tarde, cuando tras la fundación
de la colonia de 1/ici se crea el Porlus
1/icilanus, un puerto dedicado cla ramente a
servir de puerta marítima a la nueva ciudad
(Malina y Márquez, 2001) . Cae en desuso la
ruta meridional, que debía haber perdido
buena parte de su interés económico y
comercial , como indica el hecho de que los
antiguos establecimientos abandonados no
fueron sustituidos por otros nuevos.
Restitución hipotético de volúmenes en el poblado de El Oral,
dibujo Alicia Postor, 2003 Por El O ral sabemos que la urbanística
de este momento es bastan te regular. Sus
cota más baja , prácticamente en la costa y en un entor- casas testimonian una clara diferenciación social y eco-
no agrícola más fértil. Las carriladas visibles en la puer- nómica , por su tamañ o y también por su equipamiento
ta del poblado, en dirección al mar, indican que tam- y por sus estructuras domésticas. Existe un planeamien-
bién aquí el tránsito de mercancías fue bastante inten- to general urbanístico, que se muestra no sólo en los
so (Abad, Grau el alii, 2003, 265-287) . grandes aspectos, sino en detalles como que las casas
El Oral no es el único caso. También La Picola en adosadas a la muralla están dotadas de canales de
Santa Polo (Badie el alii, 2000), cuando ya aquel desagüe que drenaban hacia el exterior los patios
abiertos, separados de la mura lla por estancias cerra-
das. Las aberturas se practicaron en el momento de
construir la muralla, antes de proceder a la urbaniza-
ción interior del poblado, por lo que está claro que se
tenía un conocimiento previo de dónde iban a resu ltar
necesarios. Algunas de las casas van incorporando en
su propio beneficio espacios que anteriormente eran
públicos y que ahora se reconvierten para uso privado.
Muchas de estas casas, y en concreto las adosadas
al lienzo oriental de la muralla , son casas de patio,
que, como hemos comentado en otro lugar, parecen
Moqueta del puerto ibérico de Sonto Polo, Alicante. atestiguar el reforzamiento de la privacidad personal y
Museo Arqueológico y Marítimo de Santo Polo
sobre todo fa miliar en relación con la comunidad, al
tiempo que indican la desigualdad social entre los gru-
había dejado de existir, se convierte en un pequeño pos privilegiados y el resto de la comunidad (Sala y
establecimiento orientado al mar, siguiendo la misma Abad, en prensa). En El Oral, y suponemos que con
función que había tenido el primero. En este caso, la más razón aún en La Alcud ia, esta jerarqu ización
impronta es, según sus excavadores, fuertemente grie- social se percibe a partir de las diferencias entre los
ga, aunque al igual que ocurre con El Oral, no sabe- tipos de casas, sobre todo entre las casas de patio y el
mos si ésta es suficiente para postu lar una " fundación " modelo más simple de doble estancia. Sin embargo,
extranjera, o si más bien, como creemos, es un nuevo ello no se traduce en un reparto del espacio urbano, ya
intento de la cultura del interior por asegurarse una que las casas complejas son vecinas de las simples,
lo Alcudia lbéuco
En bu~eo de lo ciudad perdido

LORENZO ABAD CASAL

aunque tra s las últimas campañas parece que podemos Las piezas de Elche presentan una abigarrada
ha blar de una cierta co ncentració n de las estructu ras decoración de tipo vegetal estilizado, con presencia de
complejas en el barrio IV. En las casas con pa tio se figuras femeninas, con preferencia del tipo botella tan
observa también, como es lógico, una mayor especiali- conocido en el ámbito pún ico, o de rostros femeninos
zación de los espacios. de fren te, a modo de rosetas, pero sobre todo a través
de las dos figuras emblemáticas: un felino que conoce-
lA RELACIÓN CON LA CULTURA ROMANA mos con el nombre de carn icero, puesto que no repro-
duce ningú n animal concreto, y u~ ave que tampoco
El último período de la hi storia de La Alcud ia que corresponde a ninguna en general, aunque tiene ras-
ahora nos interesa es el de la romanización . Se trata gos de rapaz (Ramos Folqués, 1990; Menéndez,
de un momen to de gran importancia , que se inic ia con 1988). Es posible que en estos animales imaginarios
los episodios de la Seg unda Guerra Púnica relaciona- podamos ver el tra sunto, sobre un nuevo soporte, de
dos con la conquista de Carthago Nova, con la que aquellos seres míticos que estuvi eron en el origen de la
siempre estuvo muy un ida la ciudad
de 1/ici. El fina l de la Segunda
Guerra Púnica conlleva la desapa ri-
ción de yacim ientos de su entorno,
como La Escuera , pero en cambio no
se observa que la ciudad de La
Alcud ia sufriera una destrucción
generalizada, ya que los vestig ios
espigados a lo largo del yacimien to
no resultan suficientes como para
defender este acontecimien to.
Los materiales arqueológicos
proporciona n ob jetos púnicos -ánfo-
ras con sellos, cerámicas importa-
das, sobre todo de Ibiza- y muestran
la incorporación al ámbito cultura l y
religioso ibérico de elementos de o ri-
gen púnico, como la iconografía de
la dama-botella , del rostro-roseta,
Ave y felino , dos de los molivos corocteristicos de lo cerámico ibérico decorado
etc (Ramos Fernández, 1975; Tortosa
Rocamora, 1998, 207- 216) . Esta
presencia se mantendrá , e incluso podemos decir que propia cultura ibérica: los grifos , las esfinges, los leo-
se hará más fuerte a ún, por paradójico que pueda nes, las sire nas, que aunque perdidas en la gran esta-
parecer, en el momento en que la presencia política y tuaria desde al menos dos siglos atrás, b ien pudieron
militar pún ica ha desaparecido, cuando 1/ici comienza haberse mantenido vivos en la memoria de las gentes.
a entrar en la órbita roma na. De hecho, la cabeza de las aves recuerda en cierta
A lo largo de los siglos 11-1 a.C. parece que en 1/ici medida la de los antiguos grifos, y la de algunos de los
se desarrolló una cu ltura florec iente, seguramente la fe linos, las de los antiguos leones de fauces abiertas y
más floreciente de su hi storia , q ue se caracteriza sobre lengua fuera.
todo por el estilo cerámico Elche-Archena , denomina- Esta cerámica se consideró en su momento propia
do así por los lugares donde se encontraron sus mate- de una reducida área ceñida a parte de la provincia de
ria les más significa tivos, aunque hoy sabemos que exis- A lica nte, pero hoy sabemos que desborda con mucho
ten varios talleres q ue trabajan de forma estos límites; hacia el norte aparece mezclada con ras-
independiente . gos propios del otro gran estilo cerámico, el denomina-

75
do Oliva-liria, y por el sur y el oeste se adentra en tie- !erí sticos de época helenística, cuyos mejores ejemplos
rras de Albacete y Murcia, donde se detectan produc- están en el Mediterráneo central y orienta l y de los que
ciones propias que seguramente atestiguan una fuerte el ilicitano parece una adaptación local (Abad , 1986,
interrelación cultural (Grau, 1996, 83-1 19; Abad y 97- 105).
Sanz, 1995, 73- 84). A lo largo de las últimas décadas del sig lo 1 a. C. ,
Interesante también para conocer el proceso de la ciudad ibérica de La Alcudia recibió la condición de
transformación cultural de La A lcudia ibérica es el colonia romana (Aifoldy, 2003, 35-57), lo que con lle-
mosaico denominado "helenístico", que apareció en el vó la reorganizació n de las tierras de labor, atestigua-
sector de la domus 5F, pavimentando una estancia rec- da por una placa de bronce aparec ida hace unos
tangular, seguram ente el tablinum de una casa con años, y la renovación de las estructuras urbanas, aun-
que de ésta no se ha detectado ninguna huella arqueo-
lógica clara; las estructuras que la bibliografía ha vin-
culado con este momento, como el posible Foro, pare-
cen corresponder en su mayoría a estructuras bastante
más recientes, segu ramente de época bajoimpe rial,
como ha puesto de man ifiesto el estudio rea lizado por
Gabriel Lora en su Memoria de Licenciatura (Lora ,
2004).
Interesante es destacar, sin embargo, que lo que
va mos conociendo de la colonia romana parece indi-
car que la ciudad no se circunscribió al altozano con el
que tradicionalmen te se ha ven ido identificando. Los
sondeos realizados al este de la loma, en la zona deno-
minada El Borrocat, por Eduardo López Seguí han
puesto al descubierto importa ntes a li neaciones de
muros, los más próx imos de los cuales continúan los de
las termas ori entales, por lo que está claro que el lím i-
te de este edificio no era el del altozano, sino que se
adentraba en las zonas bajas; de hecho, el propio
esca lonamiento de la estructura termal, que desciende
hacia el este, parece ind icar que la ciudad desborda
Mosaico de tipo helenístico
ya en el momento de su construcción, que se ha fi jado
provisionalmente en la primera mitad del sig lo 1 d.C. ,
pavimentos de opus signinum en otras habitaciones. los límites que trad iciona lmente se le han asignado. Es
Parece que la casa donde se ubicó el mosaico deb ió interesante destacar también que por debajo se han
ser la remodelación de una casa ibérica an teri o r, aun- encon trado otros muros más antiguos, con una orienta-
que la reducida superficie excavada no permita afir- ción distinta, que bien pudieran correspond er a época
marlo con seguridad. El mosaico conforma un cuadro ibérica, aunque en este caso las estructu ras parecen
con una roseta hexapéta la en su centro, rodeada por más dispersas y posiblemente puedan tratarse de ele-
una seri e de cenefas con motivos geométricos, vegeta- mentos extrau rbanos, sean elementos ind ustria les o
les y letreros en los que los especialistas que los han necrópolis .
estud iado han visto nombres ibéricos escritos con letras Por el oeste, los sondeos rea lizados en el solar
latinas. La orla exterior está compuesta por una muralla donde se va a ubicar el cen tro de interpretación han
torreada, como es característi co en muchos mosaicos dado fuertes desniveles y rellenos que no atestig uan, al
de este momento. La técnica musivo, que combina tese- menos en ese luga r, un esta blecim iento im portante. Sin
las de piedra y de cerámica con guijarros, y los moti- embargo, los huertos de pa lmeras si tuados algo más al
vos representados, incluyen el mosa ico entre los carac- oeste presentan restos de estructuras de sillería nunca

76
lo Alcudoo lberoco
En busco de lo coudod perdido

LORENZO ABAD CASAl

exploradas, y no es de descartar que la ciudad conti- penas permiten reconstruir el proceso que ha llevado a
núe también por esta parte. De hecho, si aceptamos las la elaboración de las propuestas rea lizadas.
propuestas de fundación realizadas por Mayer y Olesti Por ello la mayoría de lo que sobre la arqueología
(200 1, 109-1 30), con la presencia de unos novecien- ibérica de La Alcudia se conoce son datos aislados,
tos colonos, debería haberse producido una revolución descontextualizados, que se repiten sin excesiva crítica
urbanística que hasta el momento no se ha detectado . y que no facilitan la asociación de materiales y monu-
Incluso si la presencia rea l de colonos fuera menor, su mentos; "la Tienda del Alfarero " (Sala, 1992) o los
impacto en la estructura urbana debería haber sido grandes vasos figurados, a diferencia de lo que ha
espectacular. Es posible, por tanto, que buena parte de podido hacerse en el Tossa l de Sant Miquel de Llíria
la renovación urbana que acompaña a la fundación (Bonet, 1995, 446-448) o en La Serreta de Alcoy
hubiera tenido lugar fuera del solar tradicional, pero (Grau, 1998-99, 75-91), no se pueden asignar a
todo ello son interrogantes abiertos a la investigación unas estancias concretas, lo que impide reflexionar
que sólo futuros trabajos arqueológicos podrán comen- acerca de si su uso era de tipo funerario, religioso o de
zar a dilucidar. representación. Otro tanto ocurre, por ejemplo, con el
edificio ubicado bajo la ba sílica . Esta fue excavada de
los PROBLEMAS ARQUEOLÓGICOS antiguo, y es lógico que la información que poseemos
sea escasa y en ocasiones con tradictoria (Lorenzo, en
Mucho trabajo arqueológico se ha desarrollado ya este mismo catálogo; ídem, en prensa), pero el templo
a lo largo de más de un siglo en el solar de La Alcud ia, infrapuesto, que fue excavado en fechas recientes,
pero aun así , y como ya hemos ind icado, la asociación debería haber permitido una aproximación
de los objetos conservados con las estructuras del yaci- arqueológica más rigurosa. Así ha sido, en efecto, pero
miento no queda clara en la bibliografía existente. El la publicación que lo ha dado a conocer no permite al
talón de Aquiles de La Alcudia ha sido la metodología lector recrear el proceso de excavación ni constatar la
de excavación y la publicación científica de sus base de los argumentos que han permitido reconstruir

Restitución tridimensional del edificio mós antiguo, dibujo A. Guilobert Reconstrucción del "templo ibérico•

resultados, ya que si bien en su momento estos trabajos el edificio en la forma en que se ha hecho (Ramos
estuvieron en línea con los de otros yacimientos, y la Fernández, 1995). Y ello hubiera sido importante, ya
metodología aplicada era la que entonces estaba en que el prestig io que arrastra el yacimiento de La
boga, con el paso del tiempo se ha ido quedando anti- Alcudia hace que muchos au tores utilicen esta recons-
cuada, y pese a las memorias de excavación publica- trucción como documento fidedigno para basar en ella
das, los datos conocidos son incompletos y a duras propuestas similares.

77
Otro tanto ocurre con las "casas ibéricas" y con la
"casa del culto a la cabeza cortada"; de las primeras
sólo se conoce la planta, rehecha varias veces, y sobre
la que se observan con claridad niveles romanos
(Ramos Molino, 1997); de la segunda, lo que puede
observarse parece propio de una estancia doméstica,
con un hogar similar a los de otras muchas casas ibéri-
cas; la asociación de materiales (pebetero en forma de
toro, cabecitas femeninas de terracota, etc), conocida
en este caso, parece indicar que la estancia pudo tener
un significado en, cierta medida religioso, pero sin que
la aparición de un cráneo permita elaborar teorías, al
menos en nuestra opinión, acerca de la existencia de
un culto a la cabeza cortada, algo que por otra parte
resulta extraño al mundo ibérico.
La escultura monumental es uno de los elementos
significativos de La Alcudia más afectados por esta
falta de contextualización, ya que los trabajos donde
aparecieron monumentos de este tipo son bastante anti-
guos (síntesis en Ramos Molino, 2000). Guerreros y
caballos se corresponden con los tipos escultóricos pro·
pios de las urbes, conocidos sobre todo en necrópolis,
pero que debieron existir también en ámbitos urbanos;
en este caso coexisten con figuras femeninas, la Dorna
de Elche y la otra dama recientemente restaurada, que
sin duda debieron tener un sentido religioso. La mayor Planimr:lría de las dos fases del edificio, según R. Ramo>, \995

parte de estas esculturas, aunque no todas (véase una


síntesis en Ramos Fernández y Ramos Molino, en este
mismo Catálogo) apareció cerca de la basílica paleo· des, siempre que la asociación fuera real, ya que ape-
cristiana, debajo de la cual se encontraba el edificio nas algún fragmento se ha recuperado en el interior del
ibérico. Pero no hay forma de relacionar dicha calle edificio. Y en cuanto a su momento final, si la destruc-
con los edificios anejos, y esta dificultad fue en parte la ción del edificio y la de las esculturas hubiera tenido
que hizo a García y Bellido datar la escultura en época lugar con motivo de la invasión cartaginesa, corno se
de Augusto. La excavación años después del edificio ha indicado, nos encontraríamos ante el caso de más
conocido como "templo ibérico" ha hecho suponer a larga pervivencia de escultura ibérica conocido, lo que
los autores que la escultura aparecida correspondería a tampoco resulta fácil de aceptar sin argumentos
este edificio, tras cuya destrucción se reernplearía en la arqueológicos convincentes.
calle (Ramos Fernández, 1995), pero existen proble- En resumen, mucho es lo que se ha hecho, a lo
mas de interpretación, además del que ya hemos indi- largo de etapas no fáciles para la arqueología españo-
cado de relación entre la calle y estas estructuras. La la, pero mucho más es lo que queda aún por hacer
cronología del edificio cuyo inicio parece estar, según para conocer cómo era y qué papel desempeñaba la
la reinterpretación de los materiales que ha realizado ciudad de 1/ici antes de su conversión en Colonia iulia
recientemente Jesús Moratalla, a mediados del siglo V, 1/ici Augusta.
convendría a la escultura recuperada en sus proxirnida-

' Una 'lierhanic ;in:e¡:\ ~<:· (•\ luct:r·.'VI en lkL>rc~iG!, 1972.79-81 Romo; Fo!q.;&s,
i966o n.-n..~c:n"l; h ,ácde>z l.'J-i72
COLONIA JULIA ILICI AUGUSTA

JUAN MANUEL ABASCAL *

S{;;) n torno al año 26 a.C. sobre el solar de La


~ Alcudia de Elche existía ya una ciudad con el
1
nombre de colonia Julia llici Augusta , cuya
población estaba integrada por població n indígena des-
cendiente de los primitivos habitantes del núcleo ibéri co,
por ciudadanos romanos venidos de otra s ciudades y de
la africana lcosium y por veteranos de las leg iones roma-
nas asen tados allí al término de su servicio en filas. Del
nombre de la colonia y de la información que se despren-
de de sus emisiones monetales se deduce que su pri mera
fundación, y seg uimos en esto la propuesta de G. A lfoldy
(vid. infra), había tenido lugar casi veinte años antes,
momento en que la ciudad rec ibió el nombre latino y se
convirtió en pa rte del tejido urbano de Roma 2 .
Sólo una parte de las emisiones monetales de /lici a lu-
den a los magistrados en su calidad de quinquennales,
debido a que no todas estas piezas se acuñaron en años
censales. Esto d ificulta el establecimiento de una secuen-
ci a exacta para datar la implantación colonia l, a l contra-
rio de lo que ocurre en la vecina colonia de Cartnogo
Nova, en donde estas referencias constituyen el principal
' Átea de Histotio Antiguo. Univetsidod de Alicante argumento para su cronología .
Pese a ello, después de una largo serie de propues- FORO COLON!/.\Lr SUS MO!\!UMENTOS Y LOS TUv'tPLOS
tas en los últimos cincuenta años, el cote¡o de las fuen- FOREI"\!SES
tes literarias con la iconografía monetaria y el auxilio
de la epigrafía han permitido dar algunos pasos en Como todos los comunidades privilegiados con el
este sentido y llegar o conclusiones aceptadas casi uná- rango colonial o municipal, la colonia lulia llici Augusta
nimemente. Lo última de estas propuestas deriva del tuvo un foro, un espacio central de representación a
minucioso estudio de Alfoldy, tornando ya en conside- modo de plaza, seguramente dotado de pórticos latera-
ración el documento catastral aparecido hace pocos les y decorado con estatuas sobre pedestales. Paro los
años, que ha contribuido de forma decisiva a aclarar habitantes de las ciudades romanas el foro tenía la con-
la situación y que nos exime de discutir aquí lo dición de celeberrimus locus', es decir, de lugar privi-
cuestión. legiado entre todos los espacios urbanos posibles en el
Según Alfoldy ', pocos años después de la muerte que la auto-representación de las élites locales y de
de César cumpliendo los planes elaborados por el dic- otros dignatarios foráneos mediante estatuas adquiría
6
tador tras sus guerras en Hispania, se estableció en La un especial relieve . Las inscripciones repartidas por
Alcudia de Elche una primera colonia lulia llici con el aquel espacio contaban la historia de la ciudad desde
carácter de colonia inmunís, cuya fecha de fundación su fundación, utilizando para ello las esculturas y las
pudo ser el año 42 o.C. '. En un segundo momento, ya inscripciones en honor de los personajes que, de una u
en época augustea y probablemente en torno ol año 26 otra forma, habían marcado la vida de la comunidad.
a.C., se realizó una segunda deductio de veteranos 1/icí no fue uno excepción. Si pensarnos en un
tras la que la ciudad añadió el epíteto Augusta a su aspecto "canónico" para esta plaza deberíamos imagi-
nombre poro convertirse en la colonia !ulia 1/ící nar que tuvo un gran espacio central descubierto, pavi-
Augusta, incorporándose a ella en régimen de contribu- mentado con losas de piedra para regularizado y darle
fio el convenfus civium Romanarum de lcosium. Esta aspecto monumental, alrededor del cual se encontra-
solución de AlfOidy permite compaginar todo la infor- ban los pórticos o galerías columnodas cubiertas, que
mación existente y explica tanto el nombre de la colo- albergarían una gran porte de los pedestales epigráfi-
nia como las evidencias de dos períodos diferentes que cos coronados con estatuas.
existían hasta ahora, haciendo compatibles estos datos De esta escenografía monumental nos quedan algu-
con la información de Plinio. nas evidencias. La primera de ellas es un fragmento de
De la topografía monumental de aquella reiterada inscripción 1 conservado hoy en el Museo Arqueológico
fundación colonial hay una escasa huella arqueológi- Nacional que menciona expresamente el forum de la
ca. Las evidencias que subsisten hoy en La Alcudia son ciudad, lo que constituye la prueba básico de su exis-
muestras del urbanismo doméstico, de la red hidráulica tencia. Este texto, que en su estado actual no permite
del subsuelo y de los espacios termales; faltan los gran- una lectura completa, parece mencionar en su primera
des edificios de sillería, las huellas de los pórticos línea o uno de los aediles locales; en lo segunda apa-
forenses o las gradas de los templos; por el contrario, rece con claridad la palabra foro, en oblativo y proba-
las evidencias epigráficas dicen que todo aquello exis- blemente precedida de preposición, mientras que en la
tió y que la forma urbana de la colonia lulia llici tercera sólo se ve [-]s lapid[-]. La mención conjunta
Augusta fue tan monumental como la del resto de los de los tres elementos en un mismo epígrafe parece abo-
enclaves de su categoría. Hay que esperar que algún nar la idea de que estarnos ante una referencia a la
dío los excavaciones proporcionen !as evidencias de pavimentación del foro urbano por parte de un magis-
aquella estructura que, envuelto en la muralla, tradujo trado de la ciudad (Aifoldy, 2003, 51, noto l 08). De
o modelos urbanos el privilegio colonial. Por ahora, hecho, salvo contadas excepciones', los responsables
paro seguir la historia de la ciudad deberemos ir de la de las pavimentaciones de los foros eron los magistra-
parte al todo, identificando los elementos urbanos que dos urbanos 9 y con mucha frecuencia se cita en los tex-
se deducen de inscripciones, monedas y excavaciones, tos el empleo de lapides o lasos ' 0 Dado que la inscrip-
poro tratar se reconstruir después la vida de la colonia. ción que recuerda lo colocación de este pavimento por
Colonto lulio //tet Augusto

JUAN MANUEl A8ASCAl

parte de un edil local está grabada en una placa y no decía : T{ito) Statilio 1 Tauro, imp(erafori) 1 111, co(n)s(uli)
en una losa del propio suelo, hay que suponer que su 11, 1 patrono, seguido de los restos de una línea casi
acto de mecenazgo cívico fue recordado med ia nte un imperceptible. Ya en el siglo XVIII, cuando la dibujó
14
monu mento, probablemente un pedestal ep igráfico con Ascensio de Morales había perd ido alg una de las
esta tua, que durante generaciones honraría la memoria letras pero aún hoy puede leerse con claridad en los
de aquel personaje. calcos de material plástico recien temen te real izados.
Si atendemos a la cronología de la inscripción que
menciona el foro, parece que la posible pavimentación
no debió ser anterior a la segunda mitad del sig lo 1
d .C. e incluso quizá algo posterior. Es decir, entre la
refundación augustea de la colonia y esta obra media
casi un siglo. Es inimaginable que en una colonia roma-
na el foro hubiera permanecido sin pavimentar durante
tanto tiempo después de la fundación, máxime cu ando
desde el primer momento estaba decorado con pedes-
tales y estatuas. La única solución posible es que nues-
tro aedilis se ocupara de reparar el pavimento que,
después de tantos años de uso continuado, presentaba
ya zonas deterioradas que precisaba n de una nueva
pavimentación. De hecho, había más elementos urba-
nos en 1/ici que acusaban ya el paso del tiempo a
mediados del siglo 1 d .C. , pues otro fragmento de ins-
11
cripción , probablemente de época julio-claudia,
alude a la reparación de una dependencia pública
vetustate conlapsa, es decir, deteriorada por el paso de
los años. La forma urbana de la vieja colonia comenza-
ba ya en esos años a necesitar de reparacio nes conti-
nuadas tras un sig lo de exposición a la intemperie, Molde de lo inscripción de Estotilio Tauro en el Ayuntamiento de Elche
como ocurría en las ciudades del entorno inmed iato.
Baste recordar aquí otra inscripción de Villajoyosa, Tifus Statilius Taurus fue am igo de A ugusto y pro-
algo más tardía, en la que se menciona un macellum, cónsul de la Hispania Citerior probablemente entre los
15
el mercado local, vetusfa fe conlabsum 12 años 29-28 a.C. Tras diversos éxitos militares q ue le
Los pórticos del foro de 1/ici y quizá también el pavi- valieron ser aclamado tres veces como imperator, el
mento en menor medida, fueron el escenario en que se año 26 a.C. fue elegido para un segundo consulado,
colocaron a lo largo de la vida de la ciudad los pedes- por lo que la inscripción de 1/ici debería ser de esa últi-
tales epigráficos con estatua en honor de d iferentes per- ma fecha o poco posterior. En el texto se le honra como
sonajes. Sin duda uno de los más importantes es el patronus probablemente de la colonia lulia 1/ici
encontrado en La Alcud ia el 4 de febrero de 1621 y Augusta, aunque ni la ciudad ni sus colonos apa recen
que fue puesto por los ¡urados de Elche en la pared del citados en el texto por tra tarse de a lgo obvio al situar-
archivo en la plaza mayor, según contaría aquel mismo se la estatua en el prop io fo ro colonial 16 .
año Cristóbal Sa nz. Hoy está en la fachada del actual En el capítulo 97 de la ley de la colonia cesariana
Ayuntamiento de Elche, donde lleva muchas décadas de Urso (Osuna , Sevilla), como luego en las leyes fla-
viendo desfi lar a nte él a miles de ilic ita nos 13 . El paso vias (/ex Vrs. 97; /ex lrn. 61), se establece cómo se
del tiempo y los humos de los vehícu los lo han ido dete- nombraba a un patrono loca l del tipo del que tenemos
riorando poco a poco, pero aún se puede leer, sobre en la inscripción ilicitana. Por tales leyes sabemos que
todo después de la limpieza dada por manos expertas en la elección del pa trono debía estar presente la
a comien zos de 2003. Esta inscripción originalmente mayoría de los decuriones y que nadie, sin su cansen-
timiento, podía ofrecer el pa tronato a un personaje. importancia a los otros dos elementos o incluso ya se
Sólo había una excepción a esta norma en la figura del habían perd ido. Sobre este pedestal iría la estatua de
deductor de la colonia, es decir, de la persona que lle- Tifus Sfafilius Taurus, a quien los ilicifani recordarían
vaba a cabo el primer asentamiento de los colonos y la siempre como fundador de la colonia en época
d istribución de los lotes de tierra entre ellos, que podía augustea.
ser nombrado patrono por un magistrado local incluso En el foro de la colonia debieron llegar a situa rse
sin consultar a los decuriones. varias decenas de pedesta les de este tipo con sus
El nombramiento de Tifus Sfafilius Taurus como correspond ientes estatuas así como algunos otros monu-
patrono, tal y como se ha defendido ya en varias oca- mentos, tambié n coronados por estatuas, en los que la
17
siones debe relacionarse con su probable condición inscripción no estaba grabada en un bloque sino en
de deducfor de la colon ia, es decir, con la persona a una placa dispuesta a ser empotrada en la cara ante-
la que podemos asignar la "refundación" colonial cer- rior de un monumento. Esta circunsta ncia era corriente
cana al año 26 a .C. (Aifoldy, 2003, 41 L que trajo al cuando se iba a emplear para el texto un material de
viejo enclave de la Alcudia a algunos veteranos de las mejor calidad y no se d isponía de recursos para
Guerras Cán tabras a los que se asignaron lotes de tie- costear una gran pieza. Es el caso de la placa de cali-
rra como veremos luego. za de Buixcarró, de las canteras cercanas a Xátiva
lo que nos queda del pedestal en honor de Tifus (ValenciaL en la que aparece el nombre y la carrera en
18
Sfafilius Taurus es la parte media, el bloque con la ins- las magistraturas coloniales de un personaje . En la
cripción, que iría montado sobre un zócalo moldurado primera línea de esta fina placa rectangu lar se lee
y sobre el que apoyaría un coronamiento simétrico que {Q(uinfo} ? lul}io Q(uinfi) f(ilio) G[al(eria)? -], un nom-
sostenía la estatua . Desgraciadamente, las tres piezas bre en dativo fácilme nte restituible en las lagunas per-
del pedestal fueron fabricadas por separado y monta- didas de qu ien llegó a ser aedilis, 1/vir y, probablemen-
das luego en su ubicación definitiva en el foro de 1/ici, te, quinquennalis, es decir, que ejerció su duu nvirado,
por lo que quizá en el momento del hallazgo no se dio la máxima magistra tura loca l, en el año en q ue debía

Inscripción de un edil ilici tano


Colonia lulio lfici AuguJio

JUAN MANUEL ABASCAl

rea lizarse el censo, algo que ocurría


cada cinco años. Como el primer
censo se realizaría en la colonia en
el año de su establecimiento, nues-
tro personaje ejerció su cargo un
número de años múltiplo de cinco
después de esta fec ha , en todo caso
en la primera mitad del siglo 1 d.C.
como se deduce de la paleografía
de la inscripción.
El texto de esta in scripción está
en dativo, lo que claramente indica
que fue él el homenajeado, y que el
pedestal en q ue se empotró esta
placa iría coronado por su imagen,
probablemente con la toga prop ia
de los mag istrados y, a juzgar por
la cronología , muy posiblemente
representado con un rollo de perga- Molde de un epígrafe dedicado o Augusto en el Ayuntamiento de Elche
mino en la mano y un scrinum o bote
de arch ivo junto a su pierna .
Uno de los grandes monumentos
del foro fue el pedestal dedicado a Augusto, de más de na , de los que más de la mitad (55) proceden del con-
un metro de altura y en forma de columna, empotrad o ventus Astigitanus en la Bética, en donde debieron ser
hoy también en la fachada del Ayuntamiento de populares como lo demuestran los numerosos ejemp los
19
Elche • En origen debió tener también un zócalo y un de Singilia Barba (1O testimonios) y Anticaria (3),
coronamiento que ha perdido o que no se recogió en 1/iberri (8), Tucci (5), Ulia (5), etc . Al menos 27 estuvie-
el momento de su descubrimiento . El molde realizado ron dedicados a emperadores o a miembros de su fami-
en la primave ra de 2003 por el restaurad or Rafael lia y dos inscripciones de Urgavo (CIL IF/7, 69 y 70)
Ramos perm ite saber que su diámetro era al menos de jun to a ésta de 1/ici lo fueron en honor de A ugusto. N o
90 cm, lo que significa que la estatua que soportaba hay que olvidar que casi una veintena soportaron imá-
tenía unas proporciones superiores al tamaño natural. genes de divinidades.
Es lógico si pensa mos que estaba dedicada al propio La costumbre de emplear este tipo de soportes para
Augusto en su calidad de divi filius, es decir, hijo adop- estatuas no debió extenderse en el litoral tarraconense
tivo de César. Aunque ha estado expuesto a la intem- tanto como en la Bética. Sin embargo hay que resaltar
perie, aún se lee lo sigu iente: Augusto divi f{ilio) 1 que en Ca rtagena conocemos tres e jempla res que sos-
C{aius) [M]aecius C{aii) f{ilius) Celer 1 dedit dedicavit. tuvieron imágenes de divinidades 20 , así como otro tes-
Esta estatua en honor de Augusto, dedicada proba- timonio dudoso, y que en la propia 1/ici un ejemplar ya
blemente por un miembro de la élite local colonial, fue deteriorado fue reempleado como estela funeraria
erigida entre los años 27 a.C. y 14 d .C., pues el empe- (HEp 1, 52).
rador no aparece aún divinizado como lo fue después El gra n pedesta l para la esta tua de A ugusto de 1/ici
de su muerte el año 14 d .C., lo que habría sign ificado pudo estar emp lazado en uno de los pórticos del foro ,
que se a ludiera a él como divus Augustus. pero tampoco habría que descartar la existencia de un
La forma de columna de este pedestal es, en sí aedes Augusti presidiendo la plaza que pudiera a lber-
misma, un elemento notorio en el paisaje del foro de gar este monumento. En todo caso, habrá que esperar
1/ici. En Hispania conocemos hoy casi un centenar de a que las excavaciones confirmen a lgún día si ex istió
este tipo de pedestales de estatua en forma de colum- este edificio.
Cerca del foro, si no formando parte de su estructu- do en las excavaciones los elementos arquitectónicos
ra, hubo en 1/ici al menos tres templos. El primero de que denoten su presencia.
estos reci ntos de culto es el que aparece representado Del segundo templo tenemos evidencia en una ins-
en las monedas de la colonia que se emi tieron siendo cripción , la tercera de las empotradas en la fachada
duunviros quinquennales Ouintus Papirius Carbo y del Ayuntamiento de Elche, grabada sobre la parte
Quin tus Terenfius Montanus 21
; en estas piezas el anver- media de un pedestal que ha perdido el zócalo y el
coronam iento 22
. En el texto, un tal Lucius Porcius
{P}Iutus, en su condición de sevir Augustalis, pagó con
sus propios recursos una estatua que rep resentaba a
Hercules Augustus, a quien está dedicado el texto. El
ob jeto del epígra fe, la forma sacrum que aparece en su
seg unda línea y la función religiosa del donante permi-
ten entender que el monumento estuvo albergado en un
templo dedicado al cul to del emperador vivo y de los
divi difuntos. Es éste el ún ico testimonio existente para
probar la existencia de un coleg io de sevires
Augusta/es para el cul to imperial en la colonia, que reu-
niría a a lgunos ingenuos y a un buen número de liber-
tos enriquecidos a los que les estaba vetado el acceso
a la s magistraturas coloniales por su condición servil de
nacimiento. De hecho, el nombre de Lucius Porcius
[P}Iutus parece ind icar que se trataba de un liberto de

Monedo con lo represenloción de un lemplo lelróslilo

so lo ocu pa la cabeza laureada de Augusto


con la leyenda A ugustus divi f(ilius}, la
misma que ya hemos visto en el pedestal
anterior; en el reverso aparecen los nom-
bres de los magi strados, el nombre abrevia-
do de la c{olonia} l(ulia) 1/(ici} A(ugusta) y la
imagen fronta l de un templo tetrástilo; en el
arquitrabe de este templo se lee lunoni. Se
trata, probablemente, de un templo copilo-
lino en donde resid iría el cul to de Júpiter,
Juno y Minerva y que encaja bien en la
arquitectura colonial del centro monumen-
tal. Por la leyenda del anverso de la mone-
da sabemos, además, que este templo esta-
Molde de uno inscripción de Porcio en el Ayunlomienlo de Elche
ba en pie ya antes del año 14 d.C. y debió
ser uno de los más antiguos recintos cultua-
les de la ciudad, probablemen te con temporá neo de la la familia local de los Porcios. Del flaminado de este
deductio. Tanto el aspecto físico del edificio como su cu lto no tenemos aún testimonios; de hecho, en toda la
carácter aconse jan suponer que el edificio estuvo si tua- provincia de Alicante este apreciado sacerdocio sólo
do en uno de los extremos del foro e incluso quizá que está atestiguado por ahora en Villa joyosa 23 , en donde
lo presidía, pero hasta el momento no se han recupera- Ouinfus Manlius Celsinus lo ocupó en tres ocasiones .
JUAN 1/,/l.NUEl ABASCAl

La invocación de la inscripción a una divinidad El tercer templo ilicitano de época romana docu-
augusta!, es decir, a una divinidad del panteón roma- mentado hasta la fecha estaba dedicado a la Domina
no o a la personificación de una virtud imperial segui- Caelestis, un culto de origen africano que forma parte
da del epíteto Augusfus 1 Augusta forma parte de ese de ese amplio conjunto de religiones mistéricas para
universo del culto al emperador que se difunde a partir iniciados que coexiste con la religión romana en
del reinado de Tiberio. En los ases de Augusta Emerifa muchas zonas del Mediterráneo y también en
de este periodo se representa un templo tetrástilo y la Hispania", donde en lo Bética parece que se superpo-
leyendo Aetemilafi Augustae (RPC 47-48); en las mis- ne al culto púnico de Tanit (García y Bellido, 1967,
mas fechas en Tarraco aparece en las monedas un tem- 140-141). En la Península el testimonio más antiguo
plo octástilo asociado a esto Aeternitas Augusta en ses- parece el texto grabado sobre un exvoto en el santua-
tercios IRPC 219, 222) y ases IRPC 224); a mediados rio ibérico de Torreparedones (Córdoba), quizá antes
del reinado, hacia 28-29 d.C., en Caesaraugusta se del cambio de Era (Marín Cebollas 1993, 217-225),
representa un templo hexástilo con la leyenda Piefafi mientras que el más reciente parece ser un oltar de
28
Augusfae IRPC 344); y en Abdera en el mismo reinado lugo de fines del siglo 11 o comienzos del 111 d.C. . El
29
se omite la leyenda pero vuelve a aparecer la imagen testimonio ilicitano no parece anterior ol siglo 11 d.C. •

del templo tetrástilo sobre tres gradas IRPC El templo de //ici de esto Ah·ica Caelestis, como se lo
124-126). denomino en una de las dos inscripciones de Lugo 30

A esto misma serie deberían pertenecer los semises pudo ser sólo un pequeño edículo, muy probablemente
tiberio nos RPC 174-177 de Carthago Nova, que situado fuera del espacio del foro, reservado a una
hemos dotado ca. 22 d.C." y que presentan en el pequeña comunidad de iniciados en esto religión.
reverso un templo tetrástilo con la leyenda Augusto, Uno parte importante de la decoración de las ciu-
claramente en dativo para indicar la invocación del dades romanas estaba constituida por las placas de
edificio. Es decir, también en esta localidad más próxi- bronce expuestas públicamente en un muro lateral o en
ma a 1/ici que el resto de los ejemplos citados se un monumento central del propio foro. la rúbrica 95 de
construyó en época de Tiberio el templo dedicado al la /ex /milano descubierto en El Saucejo (Sevilla), el
culto imperial. antiguo municipio flavio de /mi lleva por título De lege
Sabemos por Tácito que Tiberio autorizó el año in aes incidenda, es decir, sobre lo referente o la gra-
15 d.C. la construcción de un templo dedicado a bación en placas de bronce del contenido de la ley
Augusto en Tarraco y que, según el mismo autor, con local; en el texto se indica que los primeros duunviros
25
ello se dio un ejemplo o todas los provincias Con del municipio deben encargarse en primer lugar de que
esta autorización arrancaba de hecho el culto imperial su articulado sea trasladado a placas de bronce a par-
y a partir de esa fecha habría que situar la construcción tir del texto que en pergamino o tablas de cera hubie-
de todos esos edificios que aparecen en las monedas ra llegado a la ciudad, y a continuación se dice expre-
del reinado y de los recintos que albergarían inscripcio- samente que la ley sea in loco celeberrimo eius munu-
nes como la de Hercules Augusfus de //ici. A esta evi- cipii ligatur ita uf d(e) p(lano) r(ecte) [/(egi) p(ossit}}'';
dencia hay que añadir la emisión monetal de época es decir, la ley debía ser fijada en el lugar más concu-
tiberiona de //ici que representa en el reverso un altar rrido del municipio de forma que pudiera ser leída con
con la leyenda SAL/ AVG ", que no puede entenderse facilidad. Evidentemente, este locus celeberrimus no
más que como Sal(uti) 1 Aug(ustae) y que constituye la podía ser otro que el foro municipal, aunque la elec-
evidencia del culto a una virfus imperial personificado ción del emplazamiento exacto quedaba al arbitrio de
en el marco del culto imperial. los duunviros, que podían elegir el emplazamiento
Este templo de culto imperial, del que tampoco hay definitivo.
evidencias arqueológicas, debió formar parte de la Esta instrucción de la /ex lrnitana no es un fenóme-
estructuro del foro y quizá fue contiguo al templo capi- no aislado, sino que formo parte de las garantías de
talino; su construcción debió tener lugar, como en el conocimiento del derecho que Roma extendió desde la
resto de los ejemplos citados, durante el reinado época republicana. De hecho, algunos otros documen-
de Tiberio. tos de bronce conservan también las perforaciones pre-
paradas para fijar las placas al muro de un edificio o documento duradero, el resto de los textos, salvo excep-
a cualquier otro espacio público. De este modo, el perí- ciones, debió grabarse en madera, yo que los jueces se
metro forense, además de las series de pedestales que renovaban cada año, en la composición del senado
adornaban sus pórticos, debió tener en muchos casos local también se producían modificaciones, etc. la pro-
una decoración básicamente constituido por estas plo~ pia provisionalidad de la mayor parte de los documen-
cas de contenido jurídico; tales placas reproducían tos aconsejó sin duda el uso de materiales baratos y
tabularium local, y debie-
documentos archivados en el fáciles de trabajar, dejando el bronce y el mármol sólo
ron coexistir con relieves y placas de mármol poro las normas vitalicias.
decoradas. De esa decoración broncínea del foro de 1/ici nas
A la vista de todas los ciudadanos, en el foro de han llegada das documentos. El primero es un fragmen-
colonias o municipios, debían estar expuestas de forma to de placa de bronce que contiene parte del catastro
permanente la propia ley local ya citada, el album colonial, can el reparto de lotes de tierras de 13 iuge-
decurionum o lista de las componentes del senado ra cada uno a diez ciudadanos romanos n; el origen de
local, el a lb um iudicum con la relación de los jueces en estos personajes es diverso pues entre ellos se encuen-
activa, los edictos a rescriptos del gobernador provin- tran gentes procedentes de Praeneste y Vibo Valentia
cial, y los contratos establecidos con particulares para en Italia, de las Baleares y de las ciudades peninsula-
el cobro de impuestas; a estos documentas se podían res de Ulia (Mantemayor, Córdoba), Aurelia Carissa
añadir ocasionalmente epístolas imperiales, rescriptas (junta o Bornas, Cádiz), Corduba y Maloca. Como ha
sobre materias concretas, sentencias judiciales sobre puesto de manifiesto recientemente G. Alfoldy, el docu-
límites, etc. Si pensamos que la ley municipal de lrni mento debe ser posterior al período 33-25 a.C., fecha

Placa con la distribución de tierras

medía algo más de 13 metras de longitud, como pudo en que se estableció el convenfus cívium Ramanarum de
ocupar en su día la de 1/ici, y añadimos a ella el resto /cosium 33
, la localidad de la que proceden tres de los
de las documentos, hay que imaginar que la legislación individuas citados en el texto cama beneficiarios del
constituía una parte importante, si na la que más, en los reparto, que se identifica con la actual Alger en la
edificios que integraban un faro. Sólo ha llegado a costa de la Maurefania Caesariensis 34 • De este modo,
nosotros una pequeña parte de esa documentación, esta asignación de tierras puede considerarse parte del
debido en parte al tipo de materiales utilizados; proceso de fundación de la colonia a comienzos del
aunque la ley local se grabara sobre bronce par ser un reinada de Augusto.
Colonia Julio 1/ici Augvsto

JUAN MANUEl ABASCAl

La segunda de las placas de bronce que decoraban lAs NECRÓPOLIS Y EL TERRITORIO DE LA COLONIA
los muros de foro de llici, de ese locus celeberrimus ciu-
dadano, era la que contenía las disposiciones senato- El terriforium de la colon ia llici tuvo unas proporc io-
riales sobre los honores fúnebres de Druso con motivo nes considerablemente grandes si lo comparamos con
de su muerte el 1 de julio del año 23 d.C. 35 . Sólo se el de otras ciudades de Hispania , exceptuando el de la
conservan de este documento dos fragmentos hallados colonia Augusta Emerita, del que sabemos por Agenio
en 1899 y 1949 en la finca El Alcalet, que albergan Urbico de sus enormes dimensiones 37 .
Por el norte sus tierras se extendían seguramente
hasta el curso al to del río Vinalopó, abrazando la
mayor parte del interior de la provincia de Alicante;
por el nordeste limitaba con el de Lucenfum (Tossal de
Monises, A licante), que desde la primera etapa del rei-
nado de Augusto tenía la condición de municipium iuris
Latini 38 ; por el este su límite era la costa mediterránea,
en la que la colonia disponía del Portus llicitanus en el
golfo que recibía su nombre del de la colonia 39; por el
sur no conocemos ningún otro enclave privileg iado
hasta Carthago Nova (Ca rtagena), por lo que entre
ambas colon ias debió existir una divis ión territoria l; por
Placo con los disposiciones poro los honras funera rios de Druso el oeste, los municipios más cercanos debían ser
Begastri (Cehegín, Murcia) e /lunum (Tolmo de
Minateda, Albacete).
Esta enorme extens ión estaba parcialmente dividi-
hoy los Museos Arqueológico Municipal de Elche y da en parcelas que se asigna ron in icialmente a los
Monográfico de La Alcudia de Elche respectivam ente. colonos asentados a llí en las dos fases de la fu ndación
De tales disposiciones ten emos noticia en Tácito (Ann. y que irían pasando posteriormente a sus herederos . Al
4 , 9, 2) que indica que se decretaron para Druso los menos las tierras productivas estarían en manos priva-
mismos honores que el año 19 a.C. se habían estable- das, mientras que sin duda fueron comunes a lgu nas
cid o para Germánico y que aparecen recogidos, entre zonas de pasto y los terrenos de orografía más d ifícil,
otros documentos, en la fabula Siarensis del año como sabemos por el caso de Mérida.
20 d.C. 36
. La placa de la sorfifio con la distribución de tierras
Estos dos documentos de bronce, son por lo tanto, que ya hemos citado indica que cada parcela de las
distintas manifestaciones de la historia de la ciudad. La asignadas a comienzos del reinado de Augusto , proba-
primera, la sortitio o reparto de tierras, es una de las blemente bajo la dirección de Tifus Statilius Taurus
huellas que nos quedan del acto fundacional de la colo- como responsable de la deductio, medía 13 iugera
nia, un documento de carácter interno tra s el que hay repartidas en dos sectores distintos del territorio. Una
que ver la mano de Tifus Statilius Taurus y de un agri- pequeña parte del territorio quedó, según lo que dedu-
mensor que le acompañó para llevar a cabo esa parce- cen Mayer y Olesti del documento (200 1, 1 2 1-127)
lación que habría de garantizar la subsistencia de los en manos de los magistrados de la colonia, pues se tra-
nuevos colonos. El segundo texto, el que recoge los taba del espacio probablemente reservado a los cami-
honores fúnebres de Druso casi cincuenta años des- nos que permitían el acceso a todas las parcelas. Dado
pués, es la señal inequívoca de que llici formaba parte que un iugerum equivalía a 25 áreas actuales, es decir,
del tejido urbano que daba vital idad al Imperio a 2 .500 m2, cada ciudadano romano reci b ió en llici un
Romano, la prueba fided igna de sus lazos con Roma, total de 32.500 m2 , algo más de 3 hectá reas de terre-
cuyas disposiciones sena toria les llegaban por medio de no. Con estos datos, los au tores citados (Mayer- O lesti,
este tipo de documentos a los habitantes de todas las 2001 , 129) han ca lculado que el territorio pudo admi-
p rovincias. tir a 900 personas con sus correspondi entes fam ilia s,
Las vías que entraban y salían de los centros urba-
nos atravesaban grandes necrópolis en las que se
reproducían las jerarquías sociales y económicas de la
sociedad romana. Lo disposición de las tumbas a
ambos lados de estas arterias aseguraba el acceso a
las mismas sin atravesar propiedades privadas, aunque
la ley permitía este paso cuando fuera preciso, y la con-
centración de las necrópolis permitía a la ciudad ejer-
cer una protección efectiva de ellas. La distribución de
las parcelas funerarias formó parte de la organización
del territorio urbana coma si de fincas de labor de Ira·
tara, por lo que la organización de las necrópolis entra-
ba de lleno en las competencias de los magistrados
locales. La compra, registro y medidas de esas paree·
las constituía el objeto de documentas de compraventa
que se archivan en el tabularium de la ciudad. Las
Inscripción funerorio. Foto lnstilulo Arqueológico Alemón, Madrid.
Cor!c:sia de W. Kuhoff

dispuestas a comenzar una nueva vida muy lejos de sus


regiones de origen.
Una parte del territorio más cercana a la colonia
hubo de albergar las zonas destinadas a las necrápo·
lis; cada familia debía asegurarse la propiedad de un
área de enterramiento en los terrenos destinados a usos
funerarios, que estaban sujetos a una normativa muy
severa.
La prohibición de enterrar dentro de las ciudades
comenzó en Roma con las leyes de las XII tablas" y fue
reiterada hacia el año 260 a.C.( Servio, in Aen., 11,
206) para mantenerse de forma continuada hasta fina· Inscripción funeraria. Foto ln>titulo Arqu8ológico Alemón, Madrid.
Cori8SÍo de W. Kuhoff
les de la etapa imperial". Estas limitaciones incluían la
prohibición de realizar en el casca urbana piras fune·
rarias y la construcción de monumentos del mismo tipo, medidas de las tumbas varían mucha en unas zonas y
para lo que se estableció un perímetro de seguridad otras del Imperio y su extensión guarda relación can el
alrededor de las ciudades. En la Rama de las XII tablas precio del suelo y can la superficie disponible para las
tales prácticas debían separarse de los murallas al necrópolis, pues las enterramientos no debían inutilizar
menos 60 pies (cerca de 18 metras)'', pera en la colo- tierras de buenos rendimientos agrícolas.
nia hispano de Urso, cuyo establecimiento es casi con- Con una población seguramente por debajo de las
temporáneo de la primera deductio de 1/ici, el límite 10.000 habitantes, sin control de natalidad y can una
llega yo o 500 pasos (/ex Urs. 7 4; D'Ors 1953, 197), esperanza de vida en Hispanio que Garcío y Bellido
es decir, unas 7 40 metros; lo similitud normativa entre calculó en 40 oños, uno colonia como 1/ici tuvo que dis-
unas leyes y otras dentro de un mismo período permite poner de vorias áreas de enterramiento de una cierto
pensar que en 1/ici también hubo un perímetro similar entidad. Muchas de estas tumbas estaban señalizadas
exento de tumbas, parcelado según las datas que lene· can inscripciones grabadas en piedra, aunque en algu·
mas del catastro y dedicado a fincas de cultivo. nas casos se recurrió simplemente o estelas de madera
Colonoo lulio 1/icr Auguslo

JUAN MANUEL ABASCAl

incluso con las letras pintadas. De ellas nos han llega- tro del solar de la ciudad, con excepciones como las de
do sólo fragmentos de poco más de una decena de tes- las viviendas con peristilo situadas en uno de sus extre-
timonios, muy por debajo de lo que estamos acostum- mos (Ramos Fernández, 1975 , 184, lám. C) o las ter-
brados a ver en otras ciudades incluso del entorno, con mas de su borde oriental. Eso explica que en la biblio-
edades de defunción, cuando éstas se conservan, de 8, grafía de sus excavadores se hable continuamente de
36 y 37 años.

/L!CI, DE SU FUNDACIÓN AL FINAL DE LA ROMANIDAD

Las evidencias arqueológicas de la colonia 1/ici en


el enclave de La Alcud ia de Elche permiten hablar de
una ocupac ión continuada de este solar desde la plena
época ibérica hasta el final de la antigüedad tardía .
Las excavaciones han sido llevadas a cabo hasta hace
pocos años sobre fincas de cultivo que no permitían tra-
bajos en extensión, por lo que los resultados necesaria-
mente aluden a intervenciones en zonas dispersas den-

Domus romano

estratigrafías 43 , de las que ha hab ido que extrapolar la


información y darle un carácter más general. El esque-
ma propuesto por A. Ramos Folqués y R. Ramos
Fernández a partir de sus excavaciones incluye tres
grandes niveles arqueológicos que incluirían todo el
período romano del asentamiento. El más antiguo de
ellos, el llamado nivel D (Ramos Fernández, 1975,
159-181) abarcaría todo el siglo 1 a.C. y llegaría
hasta mediados dell d.C.; por encima de él, el nivel e
(Ramos Fernández, 1975, 183-237) es definido como
de plenitud romana y alcanzaría hasta mediados del
siglo 111 d.C.; en una cota superior, el nivel 8 (Ramos,
1975, 239-255) es el que responde a la ocupación de
la ciudad hasta comienzos del siglo V d.C. La combina-
ción de esos datos con las evidencias proporcionadas
por las diferentes fuentes de que disponemos permite
hilar a grandes rasgos la historia del enclave en época
romana.
A mediados del siglo 1a.C. el viejo urbanismo ibé-
rico de La Alcudia había comenzado a incorporar for-
mas y elementos decorativos de estética puramente
Inscripción funerario
romana . La presencia de un mosaico de opus signinum
con decoración geométrica formada con teselas blan-
cas (Ramos Fernández, 1975, 149- 150, lám. LXXII , 5)
empareja esta arqu itectura con los patro nes de otras
ciudades costeras en la primera mitad del siglo 1 a.C., En las excavaciones de La Alcudia no hay huellas
entre las que se incluyen Carthogo Novo y la vecina de una remodelación urbanística de envergadura de
Lucentum. En esa misma etapa, el conocido mosaico de estas fechas; al menos no las hay de la eliminación físi-
tradición helenística con decoración arquitectónica y ca del solar ibérico para llevar a cabo una programa-
textos ibéricos de grafía lo tina·" sitúa o la ciudad en el ción urbanística de cuño romano acorde con las nuevas
conjunto de los enclaves costeros que, a juzgar por las necesidades y usos de la colonia. No sabemos si porte
innovaciones estéticas que registran, probablemente de esos construcciones se encuentran en las zonas aún
están recibiendo población foráneo de origen itálico no excavadas, pero no hay que descartar que la deduc-
atraída por el fuerte influjo regional que ejerce lio de ca. 42 a.C. signficara la construcción práctica-
Corthogo Nova, cuyas emisiones monetarias son dora- mente ex novo de un núcleo monumental aprovechando
mente dominantes en 1/ici hasta el cambio de era. la necesaria ampliación del tejido urbano de la antigua
En esos fechas inmediatamente post-cesarianas, ciudad ibérica, incapaz de dar cabida a la nueva
las ricas tierras de la periferia de la ciudad se convir- población.
tieron en escenario de una primera parcelación llevada Unos 16 años después de aquella primera funda-
a cabo ya por agrónomos romanos con el fin de esta- ción tuvo lugar una segunda deductio vinculada a lo
blecer en la ciudad un asentamiento de veteranos de persona de Tifus Statilius Taurus y a la fabula de asig-
las legiones. En torno al año 42 a.C. el estado romano nación de tierras que ya hemos citado. Además de las
ejerció su derecho de propiedad sobre el ager del necesidades de nuevas viviendas que el asentamiento
núcleo estipendiario ibérico y asignó una parte de las generó, el contingente suplementario de ciudadanos
tierras a los nuevos colonos, que pasaron a ser propie- romanos y sus familias debió dar la mayoría demográ-
tarios de estas parcelas de cuya extensión nada sabe- fica a los nuevos colonos respecta a la población de
mos. Nuevas edificios de nítida arquitectura latina sal- descendencia ibérica; el nombre de la colonia se vio
picarían el paisaje ilicitano can el fin de alojar a este aumentada ahora can el epíteto Augusta, que vincula-
nuevo contingente de población que dejaba las armas ba el proceso al emperador reinante.
tras unos 20 años de servicio en filas para convertirse Entre uno y otro proceso fundacional, a inmediata-
en colonos. Su llegada implicó también algunas modifi- mente después del primero y en todo caso antes de la
caciones urbanísticas de importancia: como ciudada- muerte de Augusto el año 14 d.C., la ciudad se había
nas romanos estos nuevos habitantes precisaban de datado del faro y del templo de la triada capitalina que
templos que alojaran sus cultos tradicionales, las del presentan sus monedas. Durante el reinado de su suce-
panteón romano a, al menos, el dedicado a la triada sor Tiberio (14-37 d.C.) se incorporó a la serie de los
capitalina; precisarían de instalaciones termales como monumentos urbanos el templa de culta al emperador,
las que habían conocida en sus lugares de origen, de cuya existencia está probada por lo emisión que pre-
espacias públicos en que desarrollar la vida social, etc. senta el altar dedicada a la Salus Augusta y par lo ins-
Estos cambios na pudieron producirse de forma inme- cripción dedicada a Hercules Augustus.
diata, pues necesitaban de una programación urbanís- La construcción de estos edificios y espacios públi-
tica y de un soporte financiero. Para procurar esos cos prueba la vitalidad del funcionamiento institucional
medios yo en esa fecho se eligieron las primeros magis- y la presencia de magistrados. Además, esos magistra-
trados que aquel año de la deduclio ejercieron como dos y un ardo decurionum hasta ahora desconocido
quinquennales y llevaran a coba el primer censo colo- son responsables del nombramiento coma patrona del
nial. Había nacido la colonia !ulia 1/ici, que tomaba su deductor de época augustea, de la gestión de las tie-
epíteto !uÍia del nombre del dictador, a cuyos planes de rras sobrantes tras el reporto llevada a cabo en aque-
colonización respondía, y que empleaba como nombre lla ocasión o del nombramiento de sevires Augusto/es
propio el del enclave ibérico pre-existente. Los nuevos como Lucius Porcius Plutus que dedica la inscripción de
ciudadanas que alcanzaran este privilegia en el censo Hercules Augustus; por otra parte, la ordenación del
colonial serían adscritos a la tribus Galería, como ámbito religioso evidencia la existencia de unas sacer-
muestra la inscripción de [O(uinlus)? lu/jius O(uinl1) dotes coloniales aún no testimoniados en las inscripcio-
f(ilius} G[al(erio)? -]citada más arriba. nes. Administrativamente, la colonia perteneció al con-
Colon10 lvlio llíci Avgvsto

JUAN MANUEl ABASCAl

venfus Carthaginiensis de la Hispania citerior, en sus propias monedas/ de patrón romano y con leyen-
donde aparece como la única colonia de carácter das latinas. la explicación hay que buscarla en la nece-
inmunis, y ya en época augustea tenía adscrita como sidad de dotar a los nuevos colonos de instrumentos de
civifas confributa a lcosium. De las buenas y fluidas comercio estandarizados que completaran los sistemas
relaciones con la capital del Imperio es buena prueba hasta entonces empleados por los habitantes ibé ricos
la presencia de la placa que contiene las disposiciones del lugar, que habían hecho uso de monedas foráneas
senatoriales sobre las honras fúnebres de Druso. pero que no habían sentido la necesidad de acuñar sus
Desde la primera fundaci ón inmediatamente poste- propias monedas 45 . A los viejos hábitos de trueque se
rior a la muerte de César la ciudad comenzó a emitir iba a sumar ahora un comercio moneta rizado de cuyo

Domos romono

91
crecimiento hay que responsabilizar, aunque no exclu- entre colonos y población autóctona. También habrían
sivamente, a los nuevos colonos. El proceso de emisión desaparecido ya los problemas surgidas por la asigna-
de moneda local nunca fue suficiente para permitir el ción de la tierro en propiedad a los primeros y la con-
funcionamiento fluido de las prácticas comerciales secuente pérdida del uso mediante stipendium por
pues, en lo práctica, la maso monetaria en circulación parte de los segundos; al mismo tiempo, en el territo-
en la colonia 1/ici fue primordialmente lo de Carthago rium de la ciudad se habían establecido yo algunas
Nova al menos hasta el reinado de Tiberio". Durante vi/loe rústicas (Ramos Folqués, 1953a, 323-354;
los reinados de Augusto y de Tiberio la mayorio demo- Ramos Fernández, 1976, 209 ss.). En el solar del
gráfico de los colonos frente a lo población local se núcleo ibérico poca a poco se fueron instalando vivien-
observa bien en lo iconografía de los reversos maneta- das romanas, con mosaicos y pinturas parietales
les: 6 de los 13 tipos conocidos hasta ahora tienen (Ramos Fernández, 1992a, 155-160; Corell, 1999,
insignias militares en el reverso. 80, n2 25), tal coma han mostrado las excavaciones, y
Con la escasa muestra disponible, básicamente la los materiales de construcción sellados indican que
de las leyendas monetales, poco podemos saber de la incluso se están importado legu/oe y !aferes para ser
jerarquía social de esta fase inicial de la colonia. Sólo empleados en estos viviendas. El abundante registro
uno de los 13 1/viri conocidos, Marcus !ulius Settal pare- cerámico de esta época indica, par otra parte, una
ce tener un cognomen indígena; los nombres de los plena integración de 1/ici en los circuitos comerciales de
demás 47 evidencian la pertenencia a diferentes grupos la región.
familiares y entre ellos sólo parecen mayoritarios los Probablemente yo en el siglo 1d.C. se llevó a cabo
Terentii, que pudieran constituir una familia de cierto la construcción del sistema de saneamiento para permi-
peso en la vida local. El registro onomástico de estos tir el abastecimiento hidráulico de las viviendas y la
magistrados no parece guardar relación con el de los evacuación de aguas residuales que se ha documento-
colonos mencionados en la placo de reparto de tierras, do en las excavaciones (Ramos Fernández, 1975,
aunque hay que tener en cuenta que esta última listo es 189), lo que testimonia uno importante actividad por
sólo un fragmento de la original, que incluiría proba- parte de los aediles coloniales. No hay explicación
blemente varios centenares de ellas. alguna para la destrucción de mediados del siglo 1d.C.
A la nueva dimensión administrativa y monumental a la que se refiere Romos Fernández ( 197 5, 159) con
de la ciudad y a los cambios en las relaciones comer- la que terminaría el estrato O en La Alcudia. Debe tra-
ciales hay que añadir también cambios importantes en tarse de algún incendio doméstico que no podemos
la vida cotidiana. Las dos conjuntos termales exhuma- extrapolar por ahora a la vida de la ciudad.
dos hasta la fecha están situados en dos extremos de la A lo largo del siglo 111 d.C. en 1/ici se llevaran a
meseta en que se sitúa La Alcudia. Uno de estas conjun- cabo nuevas reformas urbanísticas, fruto de las cuales
tos, el conocido como las termas occidentales excava- es la colmatoción de los llamados pozos manantiales
das en su día por !barra, podrían ser unos termas pri- del sector 6F, vinculados tradicionalmente a invasiones
48
vadas; sin embargo, las orientales, con ricos pavimen- germónicas • La evidencia de tales invasiones, que
tos marmóreos, son claramente unos termos públicas. constituyeron una moda bibliográfica en lo literatura
En estas últimas, el acceso se realizaba desde el lado hispana de los años 60 y 70 del siglo XX, no está con-
oriental, por donde hoy pasa la valla que limita el área trastada excepto para Tarragona y sus alrededores en
arqueológica, lo que significa que lo ciudad se exten- torno al año 264 d.C.; sin perjuicio de que algún encla-
día más allá de este perímetro y que lo que estamos ve costero septentrional de la Tarraconense se viera
viendo hoy es sólo una acrópolis perteneciente al anti- también afectado, la mayor parte de las llamadas des-
guo núcleo ibérico, sin duda rodeada en su día por la trucciones atribuidas a los francos, y más en la zona
arquitectura de la colonia romana. En el borde de eso meridional de la casta mediterránea, son modificacio-
acrópolis, elevadas respecto o la planicie contigua, los nes urbanas o accidentes aisladas (incendios de habi-
termas podían aprovechar mejor la radiación solar. taciones, hundimiento de cobertizos, etc.) que se expli-
A lo largo de los siglos 1 y 11 d.C. se difuminó com- can desde la historia interno de cada núcleo sin recu-
pletamente la barrero cultural originalmente existente rrir a agentes exteriores. En este siglo pudo tener más

92
Colonio /vfio 1/ici AuguJfo

JUAN MANUEl ABASCAl

Termas orientales

impacto en la vida local la in estabilidad re inan te en el en tiempo de pa z tenía más de símbolo que de sistema
trono hacia 238 d .C., que expl ica por ejemp lo el esta- defensivo y era poco operativo en caso de confl icto
blecimiento ese año de una vexillatio de la legio VIl armado. En otras ciudades de la costa mediterránea ,
Gemina en lo a lto del Montgó de Denia (Aiféildy, de lo que es buen ejemplo Ba rcelona, se echó ma no en
1978, 59-90) . El conten ido de los pozos manantiales esta ocasión de cua lquier ma terial susceptible de ser
de 1/ici parece hoy una colma tación consciente de un empleado para forma r una pared, y la muralla se llenó
sistema hidrá ulico que había de jado de func iona r; el incluso de estatuas e inscripciones, aún a costa de des-
registro material de tales pozos (Ramos Fernández, mantelar parte del foro. A lgo simi la r hay que esperar
1975, 213-238) es del máximo interés pues indica en 1/ici a medida que ava ncen las excava ciones .
que a mediados del siglo 111 d.C. los ob jetos de uso coti- Del siglo IV d.C. en La Alcudia conocemos funda-
diano en 1/ici eran similares a los del resto de los encla- men talmente el registro cerámico y el nu mismá tico. El
ves mediterrá neos . primero muestra una fluida relación comercia l con el
Fruto de los ecos de in estabilidad que llegaba n a la norte de África (Ramos Fernández, 197 5, 244-250)
ciudad desde la época de Gordiano 111 , acrecentados mientras el segundo indica que el abastecimiento del
sin duda por las noticias de francos en el litoral norte circuito con piezas de refresco se ma ntuvo ina lterable
de la Tarraconense, la colonia 1/ici, como otros muchos hasta la última década de este siglo; en la centu ria
enclaves peninsu la res en estos años, llevó a cabo a siguien te llegarían algunas piezas aisladas, de las que
mediados del siglo 111 d.C. una reorganización de su la más moderna es un AE 3/4 de Anthemius (R/C X,
sistema defen sivo si atendemos a los datos de las exca- 2858L lo que sig nifica que en las relaciones locales y
vaciones (Ramos Fernández, 1975, 239). Esta no fue regionales se sigu ió emp lea ndo el numerario an terior.
la primera muralla de la ci udad roma na, pues la deduc- En esta última centuria de la Hispan ia roma na, el solar
tio colonial debía estar abrazada ya por un prim itivo histórico de La Alcudia aparece salpicado de viviendas
perímetro que deslindara el espacio urbano de su ager, construida s sobre estructuras anteriores, fruto de las
como sabemos por los hábitos en los ri tos de fundación sucesivas rem odelaciones del enclave, e incluso en la
colonia l romanos; sin embargo, aquel perímetro inicial zona más próxima a l actual Museo se observan calles
y huellas del trazada urbano de esta centuria. La anti- habia convertido en colonia lulia 1/ici Augusta y de que,
gua ciudad se habia convertido en una más de las ciu- can ella, la había ligado para siempre a la historia de
dades de la provincia Carthaginiensis, aunque segura- Roma.
mente aún conservaba en su foro la huella inequívoca
de que cuatrocientas años antes Tifus Statilius Taurus la

Melo, Chor., 3, 6: SequuM !!licilctw! f!int'!} Alo11om hc&ot, el lvcenliom, c'i, undo oi nomon O!l, lílicon; 27 Hal:b~!ghe 1984, 2203-2223; para Hioponia, prirtcipaimcnle: Ga1cia y Bcl!ido 1957, !967.
Plioio, Nor hisl. 3, 19 reliquo in oro flunwn Toder, colonío inmuni:; 1/ici, vnde 1/ici!onu! Jillt'l. In eom ! 40-151: Ser.dolo 1986, 369-371; Morin Ceballo1 1993, 8?:5-8!,5; ~ad, i 994, ?:17 -225
con!nbuunlc•r lcoli!oni,· /fin. Anl. 401, 3, en!re Aspi! y Thiar; Roven. 304.17 !ras ,\/Ion y 31.3] irOI i\d
28 A[ 1973, 291.; 1976,312, 1980, 595bi;, Afir:¡ Vib-le Roux- Twrtc·y, 1979,,:7-48, n'·23, Pi
leone!, en ombos cosos cm1es de Corlc:gcna. Po: uno nolicio de Paulus ¡Fo¡r/_ 2 de an!. en Dig. 50,
IX. De ülla ciudad pwcede un 1cgundo ie1iimor.io hoy pfrrdido iCII 1! 2570, 1\rio1 Vtbl · le Rou~­
15, 81~<:bemos que en époco IC'<eriono Iliciy \'o/oniia disfru!obon dd iuslmfícum Tranoy, 1979,29, n: 1]
So~ re los exca,·acionel de Ale¡@dro Romos Folquó1 en k: ciudcd, d Ramos folquós, 1955, 107-133; 29 Corel11999, 50, propone lindel dels<nlo 1n e o cornitOlOI dtll d.C
id., 1956a, 102-l 13; id, 1962o, 273-277: id., 1962b, 91-97: id., 1970a; Ramo1 folqué1- Ramo>
fom6ndez, 1976. tn úllirr.o té1mino, Romo¡ fem6ndez, 1975 e id_ !99\b, que te<::Ogú lo omplicr 30 AE 1973, 291,. Supra nota 28 con ci <esto á b bibltograíin
bibk>grofio debido o sus propios iraba¡ol y a lo> de Aic¡aodw Homos fo!qvól, cf. liobrogot, 1972, 31 lex irn_ 95: Rfuhricoj de lege in oeJ incidendo. qui ¡¡,,ir{i} in eo muniojJio ivre dficvnda) f!(foeerit) faci·
78··86. Un e!enco de todo>lo1liivlo1 pvede >er1e en la biblio¡;rdia g¡,neml de ¡,bo>cal·- Abnd, 2003, fa uli haec l~x primo quo/que lempore in eo; inódolvr el in /c-r:o cofeberrimo oiu! mv/nucipii figa!ur ilu
251-252 ,,¡ d/e} p{lano} r/ecte} fl{egi} p/ossi!)]
AiiO!dy, 2003, 37-45, no!ns 8-63, incluyendo ei w1umen de lo1 crnieriorc\ pur1!0l do vi¡lo y de lo> 32 Chao - Mesa - Serrano, 417-42/,; Coreli 1999, 63-67, n'' 12; Cebri6n, 2000, 57: ,'/,ayer - Ole;li,
inconvenienlel pom O(ep~ar alguno¡ prop~eliOI 200 l, 109-130_ Principnlmen1e y en último lérmino, /1iloid)', 2003, lo 1-44, con lo li¡o<::ión dt le crono
Elto propuo11o ouonccr de 8el!riw V:lktg<olc, 19.15 y Gmcia y Bellida, 1962,371 )' ho sido 1eguido !ogia
por diverlOl outorc>: cf_ ;,lló!dy. 2003. noto ! 2 33 Teut1ch, 1962,2001. y221, laffi, 1966, 119-122; t\lfOld)', 2003, 42 y r.o!o 35 ccn éo1o1 y el fC\Io
El Íoro era ei celeber!imu¡ locul en el que debían f,¡orso lo1 leye1 iocalas uno vez gmbadm nn bronce, de lo1 refcrencios bib!iogrólicm
como ;abemos ocr ur.u dü !m 1irb!ico; de lo !ex !milano de úpora fbvia (/ex !m_ 95]: -~(vhrica) df fege 3~ Mela, Chor. l, 6, 31: Plinio, No/_ /,i;!_ 5, 30, /!in¡.,,¡ 15. Piol 4, 2. 6, Rm<'" 155,1! 3~6.6. Cl
in a&s inciden/o: qvi livir{r} m co municipio iurc d{iwndo} p(roeeri!) facifo t'li hoec leY pfimo cwoqt'e Gscll 1906; le Gla)', 1968, 7-51.; 1\énebov. 1976, ,18-57; y lo bibiiogrofia ülpecificu citadG por
temporc in cos incida!ur e! in loco cdeberrimo eiv¡ mvnicipii figo!vl ilo u! d(ef p(lanof¡fcctc} flfegi} ;,lfold¡, 2003, t.2
pfossit)J- Sobr~ d foro como celeberrímu! locus, el. fe k, 1996o, 313, no la 1 wn mó; ejemplo¡ y bibiio
gralio. Uno inmipción ecueliiC del>iglo 1! d.C en Terge;le incka exprescrnenle !a co!ccU{ión ?e uno 35 Erróncnmenla con~idewdo1 en 1u día como pmte de !a 1rx colonice !oc<rl. fl primer frcgmento e~ FE 9,
ellotua in ccloberrimo fori no!lri parle: Cll V 532" /JS 6680, ''- 60; Alloldy, 1984, 58 y 84, n' 30, 349, a porlir de dibujo de P. liwrro; lo¡ do1 frogmenlol como pnrle de urto rni~mo piew hon ;ido p~bli·
Ecl, 1996a, 299 y nola 1, Zimrner, 1989, 12 ccdo1 en divcnc~ oca~iono1 do~do 1950: Gorcio y Bellido. 1950. 163··164: Coli. 1950,433--438,
Gordo)' Boliido, 1951,24011." i-!AE 1-3, 1950-52, 9; D'Ors, !950, 2SO 11 "/-!AE263; D'011
Sobe los pcdeslnlel ~onorilico1 en lo1 foro\ urbono1 y !os pwgramal de aulo<c¡newntaci6n de fa¡ di· 1953,25 y 449; Romos Fernóndez, I97S, 277--278: Rabanol- Abnlcal, !935, 223-224, n'' 62, id.,
te¡loccle; exi1te un buen número de obrm, P'incipalmenle de lo1 úl!imo¡ oiio1. Cf ¡,Jfoldy 1975,252 1986, 172, n''21; /liwd- ¡\boleo!, 1992, 82-84, ,·, 1.; Crowford- Richcrrdson, en Crawford 1996,
1.; id., 19!!1 e id. 1984; lahu1en 1983; B~jor 1987, 10~-1 06; Zimme1 1989; td 1996a, 299-318 e 51,5-5.17, w~ íoto¡ de J M.Aba;wl, Corell 1999, 67-69, ,- \3, con d re1to de lo bibliog<ofio
id_l996b, 346-357, con mucl:n rnó1 biblicgrofio Bibliogwíie hoslo 199.) rrn Aba1Caii99S, 19-81., ;ección 2 2 2 2
Cll !15952, i1bod- ¡,bmccl, 1992, 81., n' 5; Corcll\999, 62, n' 10 36 Omitimo1 oqui lo d:loicda relación bibliogré:fiw 1obre este docvmeo!o. Cf Gonzólez, /w¡¡3l, i9SO,
/1bmccl - Alfo id y - Cebri6n, 2001, 117-130 Aí resumen de lo 1iiunción a!li exp~e1!o, aiiádo1e ahow 135-137 (noticia dd ~a!lago]; Gonzóiol. - ferni:rtdel, i 981, 1-36 [editio ptilrccps) 8ibliogrolia bmtu
el nuevo te¡tirr.onio del Íoro do Cort/Jago Nova (Noguera - ¡,bo;cai 2003, 11-63) 1995 en Abmcall995, i9-84. ;ección 2 2 2_1 lcr i>ltima edtción compl~to e1la de Dcmouguir.,
Nicoiet, Rkhardson y C<owlord en Crawferd 1996, 507.-5.17; d. er> último ex!rerno Frmchelti 1999,
Clll· 3173 {Af 1959, 272]: AE 1927, 12 i!nscrit 3. l, 136]: IIAfr 558 {Af 191 ·1, 172] que reúne diverw' colr.borocioftü\
1O Rebencia¡ e¡peciliwl o po,·imentoción con lapidas: Cll V 1892: lapide !v,binola !,•;lomen/o ;!e mi iu¡
37 Según Agenio Urbico, lo portica emcriten1e 1e e~lendia en <rmbol mórgene1 del Ana;, el octual
si!, Cll V 71,27. pewnio ¡ua leóf id em forvm lopide quodrat/o) ;lrO''il, C/1 Vil! 13 l 1: :amplum For!unofe
Guod•ono. y lU superficie ero ap!ecicble tanto ~ccio el nor:e como hucia el1ur .. t~ e\le e;pocio io1
-ljopído Jilovorunf; Cll IX 5938: ''iil novo stroto lapide pe1 modivm fo1um 1 .. ]; Cll XI 1062: {viojm
vele,urtoo ocupa1011 en un primer morr.Htlo io1 Niromol nt6; <•lcjadol del ((rsco urbano y del cuf\o del
lapide !urbinoi{oj [o f]o10 od pofiom fm}ormorrbt•l s!otufei.<]{liJI}vlciJ al ¡a/ientibus orna~·il. Un elenco
rio lAg Urb., 44 [Thulin) ~ fronl, do con!r og1. 51 11 [lachmcnn]: 1obre la clribvciOo de· b obre, cfr
detcllado de lo1 te1timonio1 o1eciadol e ;!emere puede er.conlwrse en /1bo>eol - Alfóldy - Cebrión,
lo; a<gumenlo¡ en lc•chmann, 181,8, 83, que adjudica el ic¡.lo a 1-rcr.tino. Sobre ello cvúllión, cfr
2001' 121 l6poz Puz, 199J., pp >:>:i 11
11 HAE 1970; Abad- Aba1col, 1992,84-85, n'· 6: Corc!ll999, 61, n·, 9
38 Alfo!dy, 2003, t.5-1.7 <on le bibliogrofio onterio' y lo reccpituk:ción dú !os e·,idenciol li!erorim y epi·
12 Cll lf 3570; liS 5586; Abad - Abalcoi, 1992, 116-117, n'· 62; Corc!l 1999, 185, n'' 106 gráfico\
13 Cll il3556 f P- 957: /J5893: Abad- Aba1cal, 1992,82-83, n'" 3;; Corolll999, 54-56. n' 4. con 39 Mela, Chor., 3, 6; Pl:n:o, Nc!_ Iris!. 3, 19
e! re;lo de la bibliogrolia
40 Toh. XII, 1O, 1 {Cic , de log , 2, 22, 58; Sefl'tO. in Aon 11, 206]; cf_ M. Crow!ord e! ofii l 996, 582
14 A1cen1io de Moroles, Japida1 / lnwipciones 1 y 1 airas monumento\ 1 de 1 Alicante, ficha y 1 "'' y 70/o-705. Sob1c la1 co¡lumbrc\ anlerio,e;, el. Son l;idoro, Etym. 15, 1) , 1; úll el mi!mo oenlido,
inmediaciones, MI_ P.AH-9-5676--3, n' 12. E1tc lcxlo e> uno porle del onónimo de Íincs del siglo XVIíl Scrvio, in Aen., 11, 206
que cilo Coreil 1999, 12
f.! Cic., de leg, 2. 22, 58; 2. 61; ScNio, in Aen .. 11, 206; Dió:l Co11iO, 48,43 fAugus:o]; Dig. 1.7, 12,
15 T Stalilius Taurus: A. Nogl, i_ Sloliliu1 Tou,ul, REIII A 2, 1929, col. 2199-2203; Brough1on, 1952, 3-5 {Adriano); HA, vil a Pii, 12, 3; Poulu1, Sen!. 1, 21, 3 !Sevewi: Son llidoro, Etym 15, 11, 1
622; Syme, 1939, 302: id., 1979, 827 l. y 846 Resumen do lo cuestión ¡,n /,bo1coi, 1991, 221-222
16 Sobre la au;encia de los dedkonlel en elle tipo de podcllalcl en foro; locab, el. AlfOid¡·, 1981, 42 íoi!. Xli, 10, 9 {Ci<:, do lag .. 2, 61]; d Crewlo1d ~~ olii 1996, 582 )' 711
177-275, esp. 203: id., 1984, 53; id., \987, ~2 y 80$ 43 Ro mOl folquél, 1966o, 71~76; Romo> Fcrni:ndez, 19B3o, 147-172: llobregnl, \972, 78--86
17 Cf_ en úitimocxtremo ¡,lfOidy, 2G03, 41, nolol31 y 32, con biblio9rafia onleriof.
44 Run:o1 folquú1, \975, 69-81; Ramo1 Fern6ndcz, 1975, 150, lóm (XXII, 3; Sib, 1978,331-31,0,
18 HAE 1969; Abad- Abascol, 1992,87-88, n·, \2: Corcli 1999,56-57, n' 5 Untermonn, 1990, 613 1. ,,. G.l2.4, con lcc!o io biblicgrcrÍ[o (lftifrio,, (o,el!, 1999, 78-79, n' 24
19 Cll il3555; Abod -Abo;ca!, 1992,81-82, n'' 2; Corelll999, 52-5~. n'" 3, con clre¡to de la biblia 1.5 Sobre \o¡ emi1ione1 de !o colonia, el. en e1ie rn[¡n;o voivmen eltwbajo de PP. RipoiiG>
grofio
!.6 le1 holiozgo¡ mone!orioo en !e Alcudie de flch o116n recogidos~~~ !o1 diíerer.l~l memorias de e>.covo·
20 Cllll 34(¡8, 115929 )' Abo1<:ol- Romollo, 1997, n' 379 ción, con un lrolomiento elped;co en Romo¡ fo!qu<Íl, 1949, 510-5 i 5; id., 1959o, i 33-149; id.,
21 Scmi1 . .~PC 192. Vive\, 16m. CXXXIil, 4.llorenl, 1987,37--41 )' 43-67 l964c, 75-80. El imparlanie volumen de moneda~ inédito\ y lo recapit~loción compleJo de ledo¡ lo>
holfozgo¡sc encucntron en cvrso de ¡:;ublicoci6n po1 J.M. /,balcol y A_ Albero!a, aunque un avance
22 Cll !1 5950; Abad- Aba~Ca!, 1992, 86, n'' 9; Corel\1999, 51-52, n' 2 e¡todillico puede vcr1e yo e~ ei !robojo de P.P_ Ripollé1 on elle mi1rno volurr.er.
23 Cll !1 3571: Abc:d - Abolcol, 1992, 117-118. n' 63; Corell 1999, 183-185, n: 105 ~7 Ovinlu5 Íewnlívs- Coius Sofviul, lucius Mar;/iu5- Ti!u5 Petronius, Ouintus Popiríus Corvl- Q~in!u!
24 Abmcd, 2002 22,25 )' 29, lobic l. C( lloren¡ 1994, 71-7~ (emisib XVI). que propone uno Íecho de Teren!iu; A1onlonu¡, Ti! u¡ Coeliu¡ Pro,ulv;- !.íarcus Aemiliu¡ Sevews, /,1arcv¡ 1~/iul Se:tcf- lvcius
acuiiaci6n entre lo1 aiio1 quinquenob 17/18 y 23/24 d C. Sob1e k: p01ible iden!d,cación del ediltcio Se>liu¡ Ceb, Juu'vl ierenliu¡/c•llgU!- Jucic'! fapiriu; ;hilus y Ovintv5 i?) {lu!}iu! OuiMi filius G{ol(elicj2
repre1enlodo en lo1 monedo1 con el Aug~¡let•m excovado en lvd:o1 recienlel, d. Noguera- Abmcal, ...¡
2003,31-38 43 Romo; folqués, 19&0c; íd., ! 963, 231.-249; Ramo1 fer~óndel., 1975, 191-192 y 2 i 2-238.
25 Toe, Ann_ 1, 78. Mó1 tmde oolorizmie lo dificcci6n de o!ros do1 en 1u propio ho.'.CI en los fliO'Iin
ÓOl de A;ia y Bae!iw (loe., Aon. 4. i 5 )' 4. 37]_ Cf_ D~ininger 1965, 27, 37 y 28: Múry l 985, l.
26 RPC 196. Vi·'el, !Gm. CXXXill, lO. !lor~n>, 1987. 83-134 {A~e1i, RPC 197 '/i,·e¡, í6rn CXXXI!I, i!
Uo1en1, 1987. 135-139 (S~mi¡c¡i
ILtCI EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
La ·udad vor e... ent

SONIA GUTIÉRREZ LLORET*

e~) os títulos no son, ni mucho menos, cuestio-


~ nes baladíes y el que encabeza estas líneas
no responde a un mero capricho literario ni
es una conces ión estilística. La 1/ici tardoantigua ha sido
y sigue siendo fundamentalmente una ciudad evanescen-
te; a lo largo de un periodo que abarca los trescientos
años comprendidos entre finales del siglo IV de nuestra
era y el adven imiento del Islam, la esplendorosa Alcud ia
romana se desva nece, d ifu mina sus contornos y languide-
ce ha sta morir. La Antig üedad ta rdía simboliza la catás-
trofe del mundo antiguo y la crisis urbana la ejemplifica:
la ciudad había sido sin duda la característica definitoria
y emblemática de la sociedad romana, convirtiéndose
desde el estatuto de privilegio y explotación que ga ranti-
zaba su propia esencia y sus instituciones, en la base de
la roman ización jurídica y el motor de la " urbanización"
•Universidad de Alicante
del med io rura l; en suma, el pilar del Imperio . En esta
Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002- relación, la utilización política del prestigio urbano y la
02028 De 1/ici o Elo. Un proceso de transformación cultural en el sureste de lo
consecuente monumentalización arquitectónica de las
Península Ibérico, de la DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha
linanciado en porte con fondos fEDER. ciudades constituía el principal recurso de las el ites para
ogror su promoción social: la ciudad, perfecto engro- la evolución de una ciudad a otra" (Romos Fernández,
roje, se alimentaba de sus ciudadanos y los alimento- 1975, 298). Y sin embargo, no lo ha sido; la investiga-
)0, convirtiéndose en el símbolo inmediato de su poder ción tradicional de Lo Alcudia, ton necesitado de un
Aboscal y Espinoso, 1989, 40 y ss). "aggiornamento" profundo e intenso, no ha sido capaz
A este modelo de comunidad civico altoimperiol le de escapar ol cliché historiográfico de la "teleología de
:orrespondía una fisonomía urbana caracterizada por la decadencia" en precisos polobros de Chris
111 alta nivel cualitativo y cuantitativo de construcciones Wickham (1994, 7 43). Es más, la propio interpreta-
' equipamientos. Por ello, desde lo perspectivo de la ción de las foses tordoontiguos de lo ciudad constituye
noteriolidod urbano, resulto obvio que lo ciudad tordo- en si mismo la mejor ejemplificación de dicho cliché:
mtiguo no es sino un pálido reflejo de los logros técni-
:os alcanzados con anterioridad, siendo en términos "Asistimos, por tanto, aquí al ocaso de un gran
¡eneroles el siglo 111 el punto de inflexión de la monu- mundo que se extingue. Las grandezas de los periodos
nentolizoción de las ciudades romanos en Occidente ibéricos y de la Colonia lllici Augusto de los tres prime-
Fuentes, 1993, 185). En otros palabras, resulto inne- ros siglos de nuestra Era se derrumba, apagándose
¡able que la ciudad romano, y especialmente los de la paulatinamente durante las dos últimas fases de La
:uenco del Mediterráneo occidental, sufrió o lo largo Alcudia, hasta desaparecer con la llegada de los ára-
1e su historia un proceso de transformación largo y bes que se establecieron en el solar de la actual Elche"
Jesigual en ritmo, intensidad y velocidad de unos (Romos Fernóndez, 197 4, 126)
egiones, e incluso de unas ciudades, a otros. Así, fue
nucho más intenso en occidente que en oriente y más No obstante, lo evanescencia de Lo Alcudia tordo-
Jrecoz y profundo en lo Europa meridional que en el antigua no es sólo conceptual sino también física e inte-
1ortede África. Este proceso de transformación supuso lectual. En la esquemática estratificación vertical que
m la primera esfera, la topográfica y urbanística, una caracteriza al yacimiento, sobre la que luego volvere-
Jesfiguración edilicia, sin otorgarle por ahora un con- mos, lo presunto proximidad o lo superficie justifico lo
enido peyorativo al término, yo que me refiero única- destrucción, pérdida o remoción de numerosos restos
nente o un cambio de fisonomía. De lo que se trata es materiales y eso se traduce en la difuminación científi-
Je determinar lo naturaleza y las modalidades efecti- co del periodo. De hecho, en la numeroso bibliografía
ras de dicha metamorfosis y calibrar sus implicaciones genera! sobre la Alcudia el conocimiento de sus fases
·especto al mantenimiento o desaparición de los formas tardíos se limita a la mención escueto de sus murallas,
Je vido municipal. identificados con las defensas de col y canto "sumo-
El debate histórico no es nuevo, lo que si la es en mente altas" que fueron medidos o mediados del siglo
·igor es la valoración del argumenta arqueológico en el XVI y descritos por la mayoría de eruditos posteriores
nismo, yo que la madurez de la disciplino arqueológi- como Gospor Escolano, Francisco Diogo o Cristóbal
:a permite convertirlo en uno fuente histórica autóno- Sonz (Lorenzo, 2002), y o la descripción de la famoso
na, capaz por sí mismo de estudiar las fases "menas basílica del siglo IV, datado de ábside en lo siguiente
nonumentales" de lo historia urbana, en acertada centuria y de canceles yo en pleno siglo VIl. Al margen
oxpresión de Doniele Monacordo (1993), planteando de estos restos monumentales el paupérrimo panorama
)roblemos históricos distintos y no siempre acordes con se completa con algunos vagos referencias al urbanis-
os formulados desde las fuentes escritos. En este senti- mo tordoontiguo y visigodo ("restos pobrísimos" de
Jo la Alcudia es -o mejor debería haber sido- revela- conto rodado y piedras cogidos con borro); la identifi-
Jaro, por su condición de yacimiento multiestrotificado cación de dos cementerios intramuros: uno en el Este
1 excepcional que, al decir de uno de sus principales del núcleo urbano con sarcófagos monoliticos, de inde-
:;xcavadores, "abarca un periodo de la historio que terminada adscripción tordorromono, y otro ad sonetos
comprende desde el eneolítico hasta lo visigodo, en las inmediaciones de la basílica de probable crono-
Jmbos inclusive, y por lo tanto, en sus ocho ciudades, logía visigoda; por fin, algunos monedas, un tesorillo
'Jos muestra su facies característica, oi1adiendo al inte- formado por un conjunto de piezas de orfebrería, así
,-és propio de cada estrato la valiosa circunstancia de como abundante "cerámica estampada" y produccio-
lhd en al Anriguedod Tardío:
la ciudad eYonescenle

SONIA GUTIÉRREZ llORE!

La Alcudia, que suponía tota lme nte revuelta (Aibertini,


1907, 117); y se basaba por vez primera en la obser-
vación de cuatro perfi les estratigráficos, con sus respec-
tivos pavimentos, correspondientes a otros tantos son-
deos real izados en diversos lugares de La Alcud ia
(Ramos Folqués, 1966a).
En rigor, esta identificación de estratos rea les fue
muy meritoria e incluso tremendamente innovadora en
una época en la que las estratigra fías brillaban por su
ausencia o, mejor aú n, eran invis ibles; conviene recor-
dar que por esos mismos años Pere de Palol afi rmaba
convencido, a propósito de su intervención en el castro
visigodo de Puig Rom, en G irona , que la excavac ión se
Cerámico de cocino oltomedievol modelado o mono había llevado con el máximo cuidado "procurando en
todo momento observar una posible estratigrafía, que
nes "toscas hechas a mano" en los estratos más super- no ha aparecido en ningún lado, de¡ando lo excavado
ficiales (Ramos Folqués, 1962a y 1973d; Ramos sin un centímetro de tierra, con la roca natural de asien-
Fernández, 1974, 1975 y 1991b) . to al descubierto" (Palol, 1952, 168). El desa rro llo del
En la base de esa evanescencia está la propia método estratigráfico ha ven ido a demostrar q ue la
aproximación metodológica: la estratigrafía, que de estratificación es la manera ineludible en que se for-
eficaz instrumento de datación y comprensión del man , y en consecuencia se presen tan , los yacim ientos y
orden secuencial de hechos, ha devenido en el caso de que la excavación arqueológica debe documenta r y
La Alcudia en un periclitado corsé que oprime la inter- reproducir dicho proceso en orden inverso al de su for-
pretación histórica del asentamiento y asfixia literal- mación ; ¿entonces, a qué se debe esta paradó jica invi-
mente sus fases más tardías. Por ello conviene com en- sibilidad de las estratig rafías buscadas en La A lcudia y
zar por repasar el origen del problema.
~")'.tt .... •,r u,. ..¡:;:;e¡;:.~::?•.OY\~~·· ""1'(¡~ Nrvel
1 agrrcola
DE LA "A" A LA "8": LA ESTRATIGRAFÍA IMAGINADA .•~:.,;;;
, ··:;::>-""
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ll ~~~." ap•s o-
P1cdr3s
La estratigrafía de La Alcudia fue formulada por cog1da$ con
barr o
Alejandro Ramos Folqués en la década de los años
111
sesen ta del pasado siglo, organizándose inic ialmente
en seis niveles, designados con letra s primero (Ramos '!rcspot

Folqués, 1956) y luego con números romanos consecu-


tivos a partir del más antiguo (Ramas Falqués, 1962a y IV
1966a). Más tarde, esa estratigrafía se readaptó nue-
vamente a un código alfabético correlativo, ordenándo-
se de forma inversa -de lo más moderno a lo más anti- .. ~ :· C al

guo- en ocho niveles, correspondientes a la época visi-


. : . ·· · ·· · . ..·... ·.·. : .. .. .. . ·. : _ ··' Cal
goda ('A' ), el Bajo y el Alto Imperio ('B' y 'C'), los
periodos ibero-romano, ibero-púnico e ibérico antiguo VI
"~~W'!'ll'fY~·w-,t"')Y~~~~~·~~~~""'ft.""'~'"';'.l.'li(~~ r,crra
('D', ' E' y ' F' ), la fase preibérica ('G ') y la Edad del v1rgcn

Bronce ('H') re spectivam ente (Ramos Fernánd ez,


SONDE O 11
1975) 1
• En realidad , se trataba de una re spuesta al o 1m

desenca nto del primer excavador de la ba sílica cri stia-


na, Eugene Albertini, convencido de la imposibilidad
Perfil eslroligrólico con dilerenles niveles publicado por A. Romos Folqués 1966
de reconoc er una es tra tificaci ón cro nológ ica en
3
yacimientos en la primera mitad de la pasada nueve ciudades que guarda La Alcudiau (Ramos
ia?. Fernández, 1974, 127); así, en esta nuevo llión del
1 respuesta nos la proporciona el propio Palol al Vina lopó las ciudades se destruyen a golpe de invasión
:ar unas cuantas páginas en su lectura: uA pesar ubárbaros del norte 11- , usuce-
-cartagineses, francos o
'estro esfuerzos y cuidados en la técnica de exca- so extraordinario, guerra u otra causa/1 (Ramos
·n para comprobar la existencia de estratigrafía, Fernández, 1975, 67), para dar paso a nuevos urbes
i perfecta cuenta de que todo el sedimento arqueo- que se edifican ex nouo sobre la tabla rasa de las rui-
o correspondía a un mismo momento cronológico nas anteriores, con los caracteres propios de la nuevo
e a pesar de mi busca cuidadosa no existían estra- fase; en este esquema upseudoestratigráfico", que pre-
Jrqueológicos11 (1952, 173). Es evidente que se side todavía hoy el Museo Monográfico de la
4
:)an confundiendo conceptos puramente estratigrá- Alcudia , las monedas se convierten en un fiable ele-
; (secuencia estratigráfico y estratigrafía, que no es mento de datación absoluta, cuando es bien sabido
cosa que la interpretación de la estratificación) con que la evidencia numismática nunca lo es, y los mate-
ventual discriminación de fases cronológicas o, en ria les se adscriben a cada horizonte con precisión
11 11
Jbras de Palol, estratos orqueológicos • En Puig suiza. La trampa del argumento circular estaba servida
1 no se encontraron porque su ocupación fue exclu- y la investigación de La Alcudia cayó en ella: los nue-
Jmente visigoda, pero en La Alcudia Alejandro vos datos se interpretaban en función de esta estratigra-
nos Folqués sí los identificó, y es eso capacidad fía imaginada -~~singularmente homogénea~~ en pala-
ovodoro, a lo que antes aludía, la que pudo haber bras de Enrique Llobregat (1972, 83)- y se convertían
wertido La Alcudia en un importante referente de la
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pidió?; sin duda , la consagración acrítica de este
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según Romos Fernóndez. 1983 museo de lo Alcudia
3
otros yacimientos en la primera mitad de la pasada nueve ciudades que guarda La Alcudia" (Ramos
cen turia? . Fernández, 1974, 127) ; así, en esta nueva llión del
La respuesta nos la proporciona el propio Palol al Vinalopó las ciudades se destruyen a golpe de invasión
avanzar unas cuantas páginas en su lectura: "A pesar -cartagineses, francos o "bárbaros del norte"- , "suce-
de nuestro esfuerzos y cuidados en la técnica de exca- so extraordinario, guerra u otra causa" (Ramos
vación para comprobar la existencia de estratigrafía, Fernández, 1975, 67), para dar paso a nuevas urbes
me di perfecta cuenta de que todo el sedimento arqueo- que se edifican ex nouo sobre la tabla raso de las rui-
lógico correspondía a un mismo momento cronológico nas anteriores, con los caracteres propios de la nueva
y que a pesar de mi busca cuidadosa no existían estra- fase; en este esquema " pseudoestratigráfico", que pre-
tos arqueológicos" (1952, 173). Es evidente que se side todavía hoy el Museo Monográfico de la
estaban confundiendo conceptos puramente estratigrá- Alcudia •, las monedas se convierten en un fiab le ele-
ficos (secuencia estratigráfica y estratigrafía, que no es mento de datación absolu ta , cuando es bien sabido
otra cosa que la interpretación de la estratificación) con que la evidencia numismática nunca lo es, y los mate-
la eventual discriminación de fases cronológicas o, en riales se adscriben a cada horizonte con precisión
palabras de Palol , " estratos arqueológicos". En Puig suiza . La trampa del argumento circular estaba servida
Rom no se encontraron porque su ocupación fue exclu- y la investigación de La Alcud ia cayó en ella: los nue-
sivamente visigoda, pero en La Alcudia Alejandro vos datos se interpretaban en func ión de esta estratigra-
Ramos Folqués sí los identificó, y es esa capacidad fía imaginada - " singularmente homogénea" en pala-
innovadora, a la que antes aludía , la que pudo haber bras de Enrique Llobregat ( 1972, 83)- y se convertían
convertido La Alcudia en un importante referente de la
en tonces incipiente arqueología estratigráfica. ¿Qué lo
impidió?; sin duda, la consagración acrítica de este
esquema cronológico.
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La "estratigrafía" imaginada por Ramos Folqués,


aun basada en datos estratigráficos precisos ( 1966),
no dejaba de ser uno periodización ideal 2 y como tal
se reprodujo en una temprana publicación de Rafael
o 1\11'1 \\U 11

Ramos Fernández (197 4, 249). Lamentablemente, los


estratos identi ficados pronto pasaron a convertirse en
fases inamovibles y éstas se transformaron en "las
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SONIA GUTIERREZ lLORET

automáticamente en su fehaciente demostración, te alterados desde que comenzó el laboreo agrícola de


obviando todo análisis estratigráfico concreto. Hoy su superficie a principios del sigla XVII 6 ; transformación
podemos afirmar que esta ave fénix de la arqueología que adquirió tintes dramáticos tras su conversión en
valenciana, capaz de resurgir urbanamente de sus regadía a finales del sigla XIX, hasta el punta de cam-
cenizas, no existe, sin que esto signifique ningún demé- biar "por completo la foz de la durmiente Alcudia",
rito para el yacimiento de Lo Alcudia; antes al contra- cama lamentaba Pedro !borra (1926, 59). Esa meta-
rio, empieza a tomar cuerpo una nueva dimensión del
mismo, grávida de secuencias estratigráficas, comple-
jas y dispares, como siempre ocurre en el registro
material.
En esta estratigrafía imaginada y regida únicamen-
te por un obsoleto principio de superposición, lo 1/ici
tordoantigua era seguramente la más per¡udicada, en
razón de su aparente superficialidad. La historia alto-
medieval del yacimiento se encerraba en los dos prime-
ros niveles: el nivel 'B', que abarcaba el periodo
bajoimperial, se iniciaba con la destrucción provocada
por la invasión de los francos en la segunda mitad del
siglo 111 y perduraba hasta lo invasión de los "bárbaros
del norte" del año 407, mientras que el estrato 'A' com-
Material visigodo de un enterramiento M un sondeo (IV)
prendía lo época visigoda en su con¡unto, incluyendo de Alejandro Ramos folqu&s

el periodo bizantino, hasta alcanzar lo "dominación


á robe", momento en el que al parecer acababa la ocu- marfasis, unida a las expolias seculares de material
pación de La Alcudia y con ello su estratigrafía (Romos constructivo, destruyó muchos vestigios históricos, pero
Fernández, 1975). El tratamiento de estos cinco siglos na necesariamente barró la imagen de la ciudad tarda-
era un tema que yo preocupaba ol propio Ale¡andro antigua, como se aprecia incluso en los sondeos que
5
Romos Folqués , pero sus buenos intenciones no alcan- sirvieron a Ale¡andra Ramas Falqués poro formular su
zaron eco en la investigación posterior, que se limitó a estratigrafía', ni desde luego puede convertirse en la
justificar el desconocimiento con una serie de tópicos justificación de lo extracción mecánica de !os estratos
estratigráficos, que hoy se revelan cuando menos superficiales hasta llegar a las interfaces de destrucción
inadecuados. de los muros romanos, como ho sido frecuente en la tra-
El más significativo derivo, como ya he señalado, dicional arqueología "alcuditana". Los arqueólogas
de su propia posición estratigráfico superficial y la con- sabemos que incluso los arrasamientos y destrucciones
secuente destrucción. Así se dice que "Tanto de este de¡an huellas estratigráficas y forman un palimpsesto en
estrato, el '8 ', como el siguiente que llamamos 'A', es el que debemos intentar leer también la evanescente.
muy escasa la información que poseemos debido a su Los datos de las últimas intervenciones demuestran
proximidad a la superficie, puesto que, en ocasiones, que es estratigráficamente pasible reconocer muchas
con las roturaciones agrícolas a nivelaciones de terre- actuaciones tardías, como par e¡empla la calmatación
nos, los vestigios han sido destruidas y los materiales de la na/olio de las termas accidentales (Abad,
arrasados, impidiéndonos conocer cómo eran las ciu- Morotallo y Tendera, 2000), al tiempo que ponen en
dades de estas épocas" (Ramos Fernández, 1975, evidencia que esto presencia es mucho más significati-
239), poro afirmar más tarde que estratigráficamente va y profunda, inclusa en términos estratigráficas, de lo
la ciudad "llega hasta la superficie del terreno, encon- que se venía suponiendo. Así, par e¡empla, en la
trando los materiales de esta época (la 'A') en el nivel reciente y todavía inédita, comprobación estratigráfica
agrícola" (1975, 257). Sin duda, La Alcudia actual no del corte de la cisterna de Venus apareció material visi-
es sino un pálido refle¡o de lo que fue, ya que buena goda inmediatamente par encima de las niveles de
parte de sus restos emergentes se han visto secularmen- derrumbe asociados a la casa de la cisterna a bastan-
>rofundidad, obteniéndose la impresión de que lA CIUDAD EPISCOPAL
has de las estructuras romanas estuvieron en uso
a época muy tardía con las lógicas remodelacio- La evanescencia material de la ciudad tardoantigua
como parece confirmarse también en el sector 5D, topa frontalmente con la evidencia documental; las
8
las inmediaciones del supuesto templo de Juno ; fuentes escri tas, generalmente tan parcas y oscuras en
)meno que podría afectar igualmente a las estructu- este periodo, han sido pród igas en el caso de la 1/ici
públicas, a juzgar por la profunda remodelación visigoda, permitiéndonos delinear nuevos problemas
corredor meridional de las termas orientales en históricos . Uno de los más interesantes lo constituye sin
>ca visigoda, que fue compartimentado en cinco duda el carácter episcopal de la ciudad, indiscu tible-
)ilaciones por medio de muros construi dos directa- mente atestiguado en el siglo VIl por la nómina de obis-
nte sobre el pavimento original 9 • Sin duda, la " estra- pos que acuden a los concilios toledanos. De la "eccle-
·afía " de La Alcudia, como la dialéctica hegeliana sia Ilicitana " conocemos a los obispos Serpenfinus, con-
se me consiente el vanistorio de parafrasear a sagrado circo el 630, que acudió a los concilios IV
3els- estaba cabeza abajo y nos corresponde poner- (633), V (636) y VI (638) de Toledo; Vinibal, que par-
de pie; quizá de esta forma , la 1/ici tardoantigua deje ticipó en el VIl (646) , VIII (653) , IX (655 ) y X (656) ;
ser la mera crón ica de una muerte anunciada en dos Leander que asistió a l XI (675), XII (68 1), XIII (683) y
•eles, el ' A' y el 'B'. XIV (684); Emmila que suscribió el XV (688) y Oppa ,
el XVI (693) . Con a nterioridad se le atribuye tambi én el

Britonia

Pampilona

Asturica Urgellum
~de GAUAECIA Pallentia .
Dumium .. L ~ ~sso llerda
Dro~
oro ~ ~Gqesarauqu!ila
~ Lamecum . Oxomo
Salmantic~ Segovla Sego~tia
Viseurt~ Caliabria \

Conimbriga Minorico
Egitania

Ebus

Bigastrum

Sedes en que el 50%aproximadamente de los obis·


pos conocidos o partir del año 633 tienen nombres
Germánicos.

Sedes donde, durante el mismo período, todos o lo


moyorio de los obispos tienen nombres Germánicos.

Mopo de los obispados en época visigodo, basado en Orlondis, 1976


1/ici en al Anriguedod To rdio
lo ciudad evoneicenle

SONIA GUTIÉRREZ llORET

discutido testimonio del obispo Juan de 1/ici -aunque


también podría serlo de Tarragona- a quien el Papa
Hormisdas otorgó el Vicariato apostólico el año 517.
En cualquier caso, sea o no cierta la existencia de
una jerarquía eclesiástica radicada en 1/ici en fecha tan
temprana del siglo VI, lo que resulta innegable es que
el significado urbano de La Alcudia tardoantigua es
inseparable de su rango episcopal, ya que la mera pre-
sencia del obispo como defensor ciuifatis garantiza la
permanencia cualitativa o funcional de la ciudad tar-
día. La creciente influencia política del obispo en la
vida municipal debió ser aún más significativa en la
Spania bizantina , a la que 1/ici perteneció buena parte
del siglo VI y los primeros años del VIl, puesto que la
administración imperial designó como órgano de
gobierno local un consejo reducido de curiales, integra-
do por cuatro personajes principales de la ciudad ,
en tre los que correspondía al obispo la máxima capa-
cidad decisoria y la dirección efectiva del cen tro urba-
no (Durliat, 1982, 75-6 ; Vallejo, 1993 , 415-6). En
este sentido los obispos, en su doble condición de per-
sonas privadas que admin istraban los bienes de la igle- Mapa de lo provincia eclesióslico de Cortogeno en época visigodo, según Cornide,
Memorias de lo /leo/ Acodemio de lo Historio, 111, 1794
sia y de personas públicas que representaban el poder
civil de la ciudad (Guillou, 1973, 10-2), ejercieron
una importante acción evergética influyendo en la pla- la sede toledana , reconoc idos en el Decreto de
nificación de programas urbanísticos concretos de alto Gundemaro.
nivel cualitativo, como se aprecia en los ejemplos de En la actualidad el yacimiento albaceteño del
Masona en Mérida, Justiniano en Valencia o Acrusmino Tolmo de Minateda, situado a pocos kilómetros de
en Begastri. Hemos de suponer que La Alcudia no esca- Hellín, se ha convertido en el más sólido candidato a
paría a esa tendencia, como diócesis bizantina prime- albergar la "viajera " sede Eiotana, en detrimento de El
ro y visigoda más tarde. Monastil en Elda . Este viejo mun icipio romano práctica-
De otro lado, la historia de la cátedra Ilicitana está mente abandonado ocupaba, al igual que Begasfri,
íntimamente ligada a la del obispado Eiofano o una estratégica posición en la periferia oriental de la
10
Elotano . La creación de la nueva sede episcopal de
Eio, al igual que la de Begastri, suele relacionarse con
la necesidad de reorganizar eclesiásticamente los terri-
torios ganados en el avance visigodo, pertenecientes a
las diócesis bizantinas de 1/ici y Carthago Noua, toda-
vía en manos imperiales (Vives, 1961 , 7), lo que supo-
ne, además, que las nuevas sedes debían ser limítrofes
con las antiguas y entre sí, a más de estar relativamen-
te próximas. Dicha sede y su primer titular, Sanabilis
"sanctae ecclesiae Elotanae episcopus", aparecen men-
cionados por vez primero en la Constitutio
Carthaginensium sacerdotum -un concilio provincial de
la Cartaginense celebrado el año 61 O en Toledo- que
Restitución virtual de lo catedral Eiolono en el Tolmo de Minotedo !Hellin, Albacete) .
supuestamente refrenda los derechos metropolitanos de Dibujo D. Volls

101
región montañosa de lo Orospeda (sierros de Cazarlo, en lo persona Vinibal, sucesor de Serpentinus, que
Seguro y Alcaroz), incorporada al dominio visigodo firmó su primer concilio -el VIl de Toledo del 646)-
por el rey Leovigildo, y ero la puerto hacia el Vinolopó como obispo " ... sancfae ecclesiae 1/icitanoe, quí ef
y la Vía Augusta, a más de controlar el comino más Elatonae" (Vives, 1963, 257). Esta unificación respon-
directo y expedito hacia lo propia Cartagena. La erec- dería a un intento de reintegrar y restaurar los límites
ción de la sede Eiolana responde al deseo regio de primitivos de la diócesis más antiguo, alterados por lo
crear un centro urbano y episcopal acorde a los intere- guerra con los bizantinos, al tiempo que el orden adop-
ses toledanos, y la espectacularidad de su programa tado en la doble titulación sugiere la mayor antigüedad
urbanístico constituye, hoy por hoy, el espejo urbano de la cátedra ilicitana, que en la interpretación históri-
en que se refleja nuestra Alcudia evanescente. co clásico terminó por absorber la sede Eiotana en la
La ciudad de 1/ici, al igual que Corthogo Spartaria, figura de los sucesivos obispos ilicitanos. Con indepen-
cayó en monos visigodas durante la época del rey dencia de si dicha reunificación supuso lo desaparición
Suintila (circo 623-25), y su sede volvió a tener repre- definitiva del obispado Eiotano o por el contrario se
sentación en los concilios toledanos, donde acudió el mantuvieron ambos sedes en cotitularidad, "goberna-
obispo Serpentinus con regularidad entre los años 633 das par un mismo obispo, que tenía Catedral en
y 638 (IV, V y VI Concilios de Toledo). La reaparición ambas ... " como suponía el Podre Flórez, (XV; 1, 5; p.
de la sede ilicitana debió plantear un litigio territorial 21 8), sus consecuencias debieron ser notables para
con la nuevo diócesis desgajada de sus territorios, la 1/ici, que acogería nuevamente la residencia episcopal.
Eiotana, que no parece haberse producido entre Además de los zonas puramente litúrgicas, repre-
Cartagena y Begastri, porque la primero, supuestamen- sentadas por el templo catedralicio y el baptisterio
te destruido por los visigodos, no recuperó su rango anejo, o los funerarias, correspondientes a las necrópo-
episcopal hasta muy avanzado el siglo Vil. lis ad sonetos de su entorno, un complejo religioso de
Este mismo tipo de litigios territoriales se había rango episcopal debía cantor con zonas residenciales,
planteado con anterioridad en otras sedes béticas y de representación y administrativas, que se vinculan
lusitanas, por causas diversas, y existía legislación al generalmente al polatium, a más de áreas funcional-
respecto. En teoría se había estipulado un plazo de mente "profanas" pero dependientes y organizadas
prescripción de treinta años, pasados los cuales no se por el clero, como son talleres, almacenes y bodegas,
podía redomar ningún territorio diocesano, como se donde se guardaría el vino y el aceite recaudado por
indica en el canon VIII del Concilio de Mérida del año lo Iglesia para su consumo o distribución. La catedral
666 (Vives, 1963, 331-2). No obstante, el canon pri- de 1/ici se viene identificando tradicionalmente con la
mero del Concilio de Sevilla 11 del año 619 había sen- conocida basílica, antiguo edificio de culto datado por
tado previamente, que en caso de guerra no cabía apli- el pavimento musivario que lo decora en un momento
11
car la prescripción temporal • Si como parece lógico, avanzado del siglo IV y largamente utilizado, si bien no
la sede Eiatana fue creada con territorios desgajados existe ninguna prueba irrefutable de tal suposición;
de la Ilicitana, esta jurisprudencia autorizaba al obispo mientras que tanto el necesario baptisterio como el
de 1/ici a reclamar la reposición de los límites prístinos eventual polotium permanecen ignotos.
de su circunscripción, lo que entrañaría necesariamen- Este último debió constituir un hito significativo del
te la desaparición de la cátedra Eiotana, que fue crea- paisaje urbano cristianizado de la !lici tardía, ya que
da ex profeso y carecía de jurisdicción propia previa a otros ejemplos documentados en época visigoda, como
la segregación. Como se aprecia, el problema era bien el segundo palacio episcopal de Barcelona (Bonnet y
distinto al suscitado en lo provincia Bética, ya que allí Beltrán de Heredio, 2001, 87) o el edificio del Tolmo
las sedes usurpadoras -Astigitana, Iliberritana y de Minatedo, presentan una dinámico monumental,
Egabrense- tenían entidad propia y su continuidad no que comparten con otros edificios civiles visigodos
peligraba tras lo devolución de los territorios como el palatium de Recópolis (Olmo, 2000) o lo villa
malacitanos. áulico del Pla de Nada! (Juan y Lerma, 2000),
Esta particularidad debió influir en la inusual solu- e incluso con edificios de cronología emiral como los
ción del litigio, saldado con lo unión de las dos sillas de Morería en Mérida (Mateas y Albo, 2000, 158,
/lici en al Antiguedad Tardia:
lo ciudad evanescente

SONIA GUTIERREZ l lORE!

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Sonitja

Can Sor6

Límite posesiones bizantinos


Orospeda

Posesiones bizantinas y posible ubicación de la Oróspeda

fig. 6). Sin embargo, el episcopio ilicitano está todavía esquema histórico preconcebido. En este orden de
por descubrir y no existe ningún indicio concreto de su cosas conviene comenzar por desmitificar alg unos de
eventual ubicación, toda vez que los alrededores de la sus hitos histórico-arqueológicos más señeros 12 •
basílica no han sido explorados en profundidad, Es un lugar común de la historiografía "a lcuditana "
excepción hecha de algunas estructuras al noroeste de afirmar que la ciudad se refortificó tras la destrucción
la misma, donde Alejandro Ramos Folqués encontró urbana provocada por la invasión de los francos,
abundante cerámica común (1 955) . Este desconoci- correspondiendo a esa época ba jo imperiallos 45 m de
miento de la rea lidad material del obispado ilicitano un lienzo de piedra y cal, con dos torres, hallado en el
nos lleva ineludiblemente a abordar una cuestión cen- sector 5B; muralla que por otro lado reproduciría el
tral: ¿qué sabemos realmente de la ciudad tardoanti- contorno irregular del promontorio urbano que constitu-
gua y visigoda? ye, siempre según esta hipótesis clásica , el lím ite fí sico
secular - la " forma urbis" intemporal- de al menos las
lA C/UITAS MATERIALIZADA ciudades iberas y roma nas de La Alcud ia . Pues bien, la
reciente excavación de la misma en el ma rco de la
Lo d icho hasta ahora debería bastar para dejar Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica
claro que la imagen de la llici tardoantigua forjada por "La Alcudia de Elche", di rigida por Lorenzo Abad y
la investiga ción tradicional, es una amalgama de supo- M ercedes Tendero, ha demostrado que dicho lienzo no
siciones y fal sas atribuciones, cuando no manifiestos es otra cosa que el frente exterior de un gran comple jo
errores, consecuencia tanto de la imprecisión estratigrá- termal construid o en el tercer cua rto del sig lo 1 d. C.
fica, como de la forzada adecuación de los datos a un Au nque los excavadores no niegan la posibilidad de
y perentoria necesidad defensiva 13 • El recurso a la epi-
grafía monumental en las mismas y la insistenc ia con
que se repiten fórmulas hiperbólicas del tipo "aedifica-
ta est a fundamentis ciuifas" en programas edilicios
bizantinos de fortifica ción, como ocurre en Thamugadi
o en Cartagena, demuestran que las murallas conse r-
van un notorio valor administrativo, que se denota en el
distinto significado de la posición interior y exterior de
los edificios (intra/extra muros), aunque hayan perdido
parte de su antiguo carácter sacro (Durliat, 1981 , 11),
y que su erección es todavía el signo tangible de la pre-
tendida restauración urbana (Duval, 1983, 166).
El desconocimiento del perímetro urbano real de
llici afecta igualmente a la comprensión de sus espa-
cios funerarios, bien estudiados recien temente por
Ricardo Gonzá lez Vi llaescusa (2 001, 401 ss).
Atendiendo a la escasa documentación existente, el
autor ha logrado identificar dos posib les necrópolis tar-
doantiguas en La Alcudia: un cementerio oriental (sec-
Frente torreado de lo supuesto muralla bojoimperiol de lo Alcudia
tores 6E y 6F), que el autor define como " ... urbano,
que el alzado de esta estructura se reaprovechase intramuros, en el centro neurálgico de la ciudad... " y
como defensa, dado el carácter de eminencia que siem- data en torno a los siglos IV y V d. C.; y el cementerio
pre mantuvo este sector en la topografía (Abad, ad sonetos de cronología visigoda (siglos VI y VIl),
Moratalla y Tendero, 2000, 146), no deja de ser inne- situado en el entorno de la basílica. Ahora bien,
gable que mientras dicha posibilidad no se confirme ¿podemos estar seguros de que el cementerio bajoim-
estratigráficamente -y por el momento no lo está- la perial estaba realmente intramuros o se trataba de un
llici tardía ha perdido uno de los signos distintivos de cementerio suburbio! , igualmente típico del urbanismo
la facies urbana tardoantigua: el carácter de ciudad tardío?
murada. De otro lado, los trabajos realizados reciente- Que llici fue una ciuitas episcopal está fuera de
mente por Eduardo López Seguí en el Camino del toda duda, pero su materialidad topográfica sigue sien-
Borrocat, al Este de la ciudad, parecen demostrar que do una incógnita . ¿Debemos imaginar un espacio
la ocupación romana y visigoda se extiende fuera de homogéneamente urbanizado o bien una ciudad deses-
los límites tradicionales de la colina supuestamente tructurada y discontinua , salpicada de islas habitadas
amurallada. en torno a ciertos hitos religiosos, emergiendo del ma r
Estos datos desdibujan la imagen urbana de 1/ici y de ruinas ruralizadas del otrora solar urbano?. En La
sobre todo dejan sin sentido el significado ideológico Alcudia se ha propuesto la existencia de al menos dos
de la muralla como elemento definitorio del paisaje edificios de culto: de un lado, la famosa basílica situa-
urbano tardío. La ciudad tardorromana es clara y noto- da al suroeste de la ciudad, en un sector aparentemen-
riamente una ciudad fortificada , hasta el punto de que te periférico, y construida según sus excavadores,
las murallas se configuran casi como la única contribu- sobre una sedimentación natural de 14 cm de espesor,
ción innovadora de la Antigüedad Tardía y definen la "arqueológicamente estéril, que expresa un abandono
ciuitas, como se aprecia en los textos de Gregario de humano de la zona durante un amplio periodo culturaf'
Tours, recogiendo la función ideológica y de hito urba- (Ramos Fernández, 1995a, 9) ; de otro, el "cosiddetto"
nístico que hasta ese momento habían jugado los foros. templo de Juno, en el supuesto foro roma no que en la
La importancia y el carácter monumental con que se las primera mitad del siglo V sufrió, según su excavador,
dota indican que nos hallamos ante un hecho de incues- una importante reforma -cegamiento del pórtico in
tionable significado ideológico, que trasciende la mera antis y división de la celia con un muro tra nsversal- vin-

104
/lici en ol Anhguedod Tord;o
lo ciudad evanescente

SONIA GUTIÉRREZ LLORE!

&..J cristianización (Ramos Fernández, 1995a, 9). mente excéntricas, que en el caso barcelonés ocupaba
P /"1 0 en este momento no se trata tanto de ana- previamente una domus altoimperia l en lo que podría
~'!::::7 1
tratarse de un ejemplo hispano de domus ecclesioe 14
(Bonnet y Beltrán de Heredia, 2000 y 2001).
De otro lado, en lo que sí existe acuerdo unánime
es en el hecho incontestable de que con anterioridad al
313 la incidencia urbana del cristianismo es insignifi-
can te (Thebert, 1986, 40) . .Sólo a partir de esta fecha
la iglesia comienza a salir a la calle con pleno apoyo
imperial , como se aprecia en el caso de Roma por las
donaciones de Constantino destinadas al mantenimien-
to de San Juan de Letrón, ca tedral de Roma construida
en el solar del antiguo cuartel de los equites singulares,
que habían combatido en el bando de Ma jencia
(Guyon, 1993), o en el de la iglesia doble de Tréveris
la primera tras el edicto de Tolerancia de Constantino,
construida en una propiedad imperial cedida a la igle-
Recipiente cerámico de época tordorromono sia, el palacio de Maximiano y Constantino Cloro. No
obstante, ambas edificaciones ocupan posiciones mar-
cJ ¡fic i os de culto y sus características arquitec- ginales en la trama urbana; de hecho, todas las funda-

~~
~ ¿::1
~ ,.,o de trascender el monumento para integrar ciones eclesiásticas de Constantino en Roma están ale-
o fío cnsttana en un d'tscurso urbants' t'tco y com-
o o
jadas del centro histórico (la Santa Cruz en Jerusalén,
'? ~ sí las implicaciones sociales de un fenómeno como iglesia palatina privada) o son extraurbanas (San
..-# o 1 o t'
nte como a progrestva ocupacton cns tona
,, o
Pedro o San Pablo "fuori muri"), aunque el mismo empe-
0
~cíO urbano (Cantina Wataghin, 1992, 173). rador construye en el 315 unas grandes termas en el
~
IIO n os interesa el dónde y el cuándo se insta- Quirinal (Brenk, 1993, 132-3). Este dato sin duda indi-
~ ¡ficios de culto y si resulta posible leer en esta ca que pese al apoyo imperia l, en fechas tan tempranas
/ e ¡ ón una paulatina conquista de los espacios
:?~ ot i vos de la antigua ciudad. Xavier Barra! en
'~ f' trabojo sobre este tema ya señaló, recogien-
t ~ ~én op in iones de P.-A. Février, que la sustitu-
r ~ed i fi c ios públicos paganos por iglesias no era
en te como comúnmente se afirmaba y que la
:,., ..._.)c íón inicial de edificios de culto cristianos esta-
~ ¡c i onada por la disponibilidad de suelo públi-
~_,.o d o, libre y barato, lo que determina normal-
~ 5 ituación excéntrica (Barra!, 1982, 113) . En
/ ~ - 1 1 1 ,,
7 línea se sena a que a tmp antacton arquttec-
o o

.J 11' 0 el in terior de las ciudades no significa nece-


~ r'1te l a sustitución radical de las antiguas áreas
~ (1 y
1
forenses romanas por las cristianas, ya que
7
f / í0 y edific ios episcopales se erigen en espa-
5
~ .? ~ nos sacra lizados ex nouo y creados od hoc
~':o 5 domésticas (Cerri llo, 1995, 27). Esto pare-
Visto de lo reconstrucción de lo basílica cristiano de lo Alcudia
, ("' . .... e n Augusto Emerito y en Barcino, cuyos con-
-f ("' ..
_......- ¡ 5 copa les se construyeron intramuros, pero no
~p renos del área forense sino en insuloe relativa-
l~~ r
~
105
lo comunidad cristiana era todavía incapaz de compe- A la luz de estas evidencias podría proponerse una
tir can el poder y riqueza de lo clase senatorial y esta- interpretación coherente de los lugares de culto ilicita-
ba lejos aún de suplantarla en su expresión urbana. nos: la basílica, que ocupa uno posición excéntrica y
Esta realidad se observo también de forma claro en en apariencia un solar libre y abandonado, a más de
el caso hispano, incluso en los ejemplos más evidentes cantor con un "depósito fundacional" -unos huesos de
de suplantación topográfico, siempre que contemple- paloma y dos monedas de Constantino y Constantino 11
mos el dónde se implantan los edificios a la luz del ocultas en un muro al Este del ábside, que permitió a su
cuándo lo hocen. Aunque todavía resulto difícil acurar excavador datar su construcción el año 322 (Ramos
las cronologías, parece claro que los centros de culto Fernández, 1995o)-, sería el primer edificio de culta
que se construyen tempranamente, en el siglo IV o prin- cristiano de la ciudad y de buena parte de Occidente
cipios del V, se sitúan generalmente fuero de la ciudad y se construiría, como es lógico, lejos de los espacios
(y así ocurre en Valencia con el cementerio martirio! de administrativos y de representación romanos. De otro
la Roqueta y en Tarragona con el complejo del lodo, lo cristianización del viejo templo ougusteo del
Froncolí) y sólo en el siglo V empiezan a insertarse con foro representaría la verdadera cristianización del pai-
mognitud significativa en el interior de las mismos saje urbano de llici en pleno siglo VIl, momento en que
(Ribera y Rosselló, 2000b; Macias Solé, 2000). Sin también se reforma la basílica primigenia dotándola de
embargo, no debemos pensar que en los núcleos de canceles.
cierto importancia, que mantienen un nivel de vido Desgraciadamente, nodo resulta ton sencillo en La
urbona significativo, esta intrusión supuso una transfor- Alcudia por más que se pretenda y los problemas estra-
mación radical del tejido urbano o lo desaparición de tigráficos de ambos estructuras hacen difícil aceptar lo
los edificios representativos romanos. que sobre ellos se afirmo. De entrada sorprende que un
La verdadero cristianización topográfico de las ciu- edificio construido ex novo el año 322 de nuestro era,
dades se reconoce, tonto en las fuentes escritas como sobre un estrato estéril en un sector abandonado
en las arqueológicas, en el siglo VI. Es en este momen- "durante un amplio periodo cultural", alinee sus muros
to cuando la mayoría de los edificios públicos estarían longitudinales -norte y sur respectivamente- con los
ya abandonados y en un avanzado estado de degra- muros de adobe de un templo ibérico construido a fina-
dación, lo que sin duda favorece su ocupación. De otro les del siglo VI a.C., remodelado los últimos años dellll
lado, es el momento en que se implanta o replantea el a.C. y definitivamente abandonado hacia el año
á reo catedralicia intramuros, con la monumenta!izoción 1O a.C., cuando odemós dichos muros no debían de
de la tríada catedral-baptisterio-episcopio, o veces verse a juzgor por la sección que ofrecen sus propios
relac·lonado topográficamente con los edificios repre- excavadores (Romos Fernández, 1995o: 1O, fig. 1);
15
sentativos loicos en lo que seró una nueva imagen pero la sorpresa ante esta secular e invisible permanen-
simbólica de los poderes urbanos. Si los observamos cia de los lugares cultuoles, se torna perplejidad cuan-
bajo esta luz, los cosos de Valentia y Tarraca cobran do recordamos que precisamente el cierre meridional
un nuevo significado, puesto que la sustitución de pode- de dicho edificio nunca estuvo claro para los descubrí-
res en los espacios topográficos privilegiados, como
son los foros, es mucho más tardía de lo que parece a
primera vista, y sólo se produce cuando la degrada- i',·"'"
'""''"·'''·'
ción de lo estructuro administrativa romana lo permite l'ir:.:.''
"·\ir.

realmente: el recinto episcopal de Valencia se constru-


ye al sudeste del foro en pleno siglo VI, por más que
osuma la trodición del lugar martirial vicentino venera- l
do desde el siglo IV, mientras que los restos del supues-
to episcopium de Tarragona se fechan en la primera
mitad del siglo VI, precisamente en un ambiente de
gran actividad episcopal y conciliar en la ciudad Sección ideol dd llomodo "lemplo ibérico" con lo bas'dico crisliono wperpuesk1,
(Macias, 2000, 267). según Romos fernández, 1995

i06
lhci en ol Antoguedod Tardío
lo ciudad evoneKtnle

SONIA GUIIÉRREZ llORE!

dores del mosaico -Aibertini y Pere !barra- nt para


Alejandro Ramos Folqués, que excavó sus alrededores
en 1948. Éste último señala que "sólo se conservan
unos diez centímetros en la parte visible" del muro sur,
al que se superponen hasta dos paredes con distintas
orientaciones, correspondientes a otra construcción
posterior al pavimento musivario que se extiende hacia
el Oeste (Ramos Folqués, 1974, 105), lo que hace aún
más difícil aceptar el pretendido apeamiento del muro
sur de la basílica. De otro lado, la fecha de acuñación
de estos nummi, planteada como una datación absolu-
ta de la basílica, que resulta ser más antigua que
muchas fundaciones constantinianas de Roma 16, no
parece creíble ni adecuada para un edificio que, por
muy temprano que fuera, no pudo construirse antes de
la segunda mitad del siglo IV y que, indiscutiblemente
su fri ó numerosas remodelaciones en su larga vida,
como se deduce igualmente de la estratigrafía de la
calle que la flanqueaba por el sur. Conviene recordar
también que muchos de estos problemas no tienen fáci l
solución, puesto que los niveles inferiores de la basílica
ya fueron excavados y el edificio que vemos es una
rec reación, en la que el ún ico elemento fiable con cer- Nivel visigodo del sector F-5 siluodo sobre el nivel romono, según R. lorenzo
teza es el mosaico recolocado.
El otro pretendido lugar de culto cristiano de llici la base rigurosa de una arqueología estratigráfica,
- la iglesia visigoda construida en el supuesto templo empezar a redimensionar los problemas y buscar una
forense atribuido a la diosa Juno- ejemplifica los pro- imagen más acorde con la que proyectan otros yaci-
blemas que plantea la reinterpretación de un reg istro mientos de similar cronología. Se hace cada vez más
mal documentado. De las inmediaciones de este edifi- necesario abandona r la visión descontextualizada de
cio procede una de las pocas secuencias estratigráficas las estructuras visigodas, entend iéndolas como interven-
rigurosas, publicadas con anterioridad a la creación de ciones tardías sobre el armazón estructural del tejido
la Fundación universitaria, que documentaba por vez edilicio romano; desde esta perspectiva es probable
primera la existencia de grandes fosas de expolio y de que con el tiempo log remos documentar procesos de
una nivelación de época visigoda, que los autores rela- fragmentación de la propiedad privada, similares al
cionaban con la cristianización del antiguo templo observado en una a ntigua domus emeritense transfor-
(Molino y Poveda, 1995). No obstante, el reestudi o de mada en casa de vecindad, con múltiples viviendas
dicho edificio, emprendido por Gabriel Lora Vives , y su agrupadas en torno a un gran patio común , que no es
contrastación estratigráfica con nuevos sondeos, han otra cosa que el peristilo (Alba, 1997 ). También se
puesto en tela de juicio tanto la cronología como la fun- hallarán seguramente indicios de la proliferac ión de
cion alidad templario de dichas estructuras, cuestionan- hábitats parasitarios en espacios y edificios públicos y
do también su eventual perduración como iglesia. se constatarán transformaciones y abandonos de cier-
Podría pensarse que esta "deconstrucción" de los tos sectores de la ciudad.
restos tardíos de //ici refuerza la imagen evanescen te Habrá igualmente que entender la c iudad tardoan-
de nuestra ciudad , pero con trariam ente a esa impre- tigua en su contexto territorial, ya que administraba , al
sión es ahora cua ndo comienzan a materializarse los menos desde la perspectiva religiosa, un extenso terri-
problemas reales, estratig ráficos e interpretativos, del torium que llegaba hasta las tierras albaceteñas, pues-
yacimiento; y aunque sabemos poco, podemos, desde to que integra ba el de Eio, limitando por el N orte con
las diócesis de Dianium, Saetabis, Va/ería, quizá el aparente desinterés de los conquistadores musulma-
Segobriga, y por el Sudeste con Begastri. Y tendremos, nes por establecerse en ellas (1973, 32 y 106). Si esta
por fin, que situarlo económicamente en una creciente explicación nunca fue totalmente convincente, como
tendencia a la autosuficiencia, que no impide la llega- señaló Pierre Guichard (1980, 229), los hallazgos
da de importaciones en fechas tan avanzadas como arqueológicos recientes lo han descartado por comple-
finales del VI y principios del Vil, a pesar de que su to, ya que en ejemplos como el del Tolmo de Minateda
Parlus hubiera dejado tiempo atrás de ser puerto o, por se constata incluso !a continuidad de las áreas funera·
lo menos, de habitarse. La damnatio memoriae de La rias. En la actualidad, el registro material impide ase-
Alcudia imaginada que proponemos, será sin dudo lo gurar el traslado mecánico y directo entre las ciudades
ardua tarea que nos corresponde, pero sólo así lo ciu- abandonadas y los nuevos núcleos de poblamiento,
dad evanescente se materializará y se hará corpórea la que en muchos casos carecen de rango urbano y opa·
auténtica 1/ici tordoontigua. recen con bastante posterioridad al abandona definiti-
vo de la antigua ciudad: los restos más antiguos de lis,
por ejemplo, no remontan los umbrales de mediados
del siglo X, lo que hoce difícil defender cualquier tipo
Los musulmanes abandonaron 1/ici en beneficio de de continuidad poblacional con la 1/ici visigoda.
otra ciudad, heredera de su deformada denominación Sin embargo, a principios del sigla Vi lilas ciudades
-madina(t) liS, que can el tiempo devino E/x--, pero con eron aún -aunque fuera de forma nominal- los centros
su desamparo le dieron un nuevo nombre, el nombre fundamentales del aparata administrativo visigodo, y
que habría de caracterizar por siempre la ciudad corno tales despertaron el interés de los conquistadores,
yerma y sus vestigios enterrados, el nombre con el que que intentaron inicialmente adoptar lo estructura admi·
todos lo conocemos: a/-Kudia, la colina (Groom, nistrativa municipal, todavía vigente en época visigoda
1983, 150). bajo la organización eclesiástica, a la nueva fiscalidad
Una de las asignaturas pendientes en La Alcudia musulmana, garantizando la percepción de los impues·
tardía es precisamente conocer y dotar ese doble pro- tos mediante la connivencia con las elites religiosas y
ceso de abandono de la vieja ciudad visigoda y el des- civiles, que gozaban de cierto autoridad fiscal sobre
arrollo de un nuevo núcleo de poblamiento islámica en sus territorios. El Pacta suscrito el año 713 entre 'Abd
sus inmediaciones. Este fenómeno de traslación no es al-'Aziz lbn MOsa y Teodomira (Theudimer), miembro
exclusivo de 1/ici e lis y parece afectar también a otras de la aristocracia visigoda, debía garantizar el control
viejas ciudades romano-visigodas de la región, como de los recursos fiscales y sugiere el intento de aprove-
por ejemplo Lucenlum que supuestamente dio paso a char las ciudades como base de captación. En él se
Laqanl (Alicante), Begaslri (Cabezo de Roenas) a mencionan expresamente siete ciudades -AuryO/a
Sinhayiyin (Cehegín), Mü/a (Cerro de la Almagra) a la (Orihuela),Mü/a (el Cerro de lo Almagra en Mula),
actual Mula a lyih (el Tolmo de Minateda) a Fa/yan Lürqa (Lorca), 8./.nt./a ", Laqanl (Alicante), lyyuh (El
(Hellín); la relación mecánica entre ambos procesos, Tolmo de Minateda), lis (La Alcudia) o Buq.sr.h
que supone cama premisa el desplazamiento de pobla- (Begastri en Cehegín) según versiones-, indudablemen-
ción, llevó a establecer binomios de continuidad entre te de origen preislárnico, que son el refrendo del ámbi-
la ciudad destruida de origen romano y su supuesta to territorial sobre el que se extiende la autoridad fiscal
reconstrucción islámica a unos cuantos kilómetros de Teodomiro. Hoy sabemos que muchos de esos cen-
(Pavón, 1992, 23-24). Este modelo de transferencia tros urbanas estuvieron habitados durante el sigla VIII,
hizo fortuna en la historiografía tradicional, hasta el llegando su ocupación en algún caso, corno el del
punto de convertirse en la justificación ideológica de un Tolmo de Minateda, hasta el siglo IX, si bien con una
continuisrno urbano que no deja de ser paradójica, dinámica social que rápidamente se alejó de las expec-
puesto que el traslado de solar ya entraña en si mismo tativas de los conquistadores.
una profunda ruptura (Gutiérrez Llore!, 1998, 154). En este ambiente sorprende que Lo Alcudia, en su
En su día Enrique Llobregat recurrió al carácter dable condición de cabeza episcopal y ciudad del
impuro de las viejas ciudades cristianas para justificar Pacto -pues la lis mencionada no puede ser otra-, se

:os
lli6 e~ al Anriguedad Tardia·
to ciudad evanescenle
SONIA GUTIÉRREZ llORE!

abandone bruscamente con la conqu ista musulmana,


como se viene repitiendo. En el estado actual de nues-
tros conocimientos y teniendo en cuenta la evidente
connivencia de Teodomiro y su sucesor Atanagildo con
los con tingentes militares de origen egipcio (.Yundies)
que se asientan en la región hacia el año 7 43-4
-formalizada con el emblemático matrimonio mixto
entre el .Yundi 'Abd ai-Yabbar b. Nadír y la hi ja de
Teodomiro-, cabría esperar una mayor pervivencia a lo
largo del siglo VIII, hasta que se haga eviden te
la inoperancia del anterior sistema fiscal basado en la
ciudad, y la consecuente preferencia de los nuevos
pobladores por el medio rural termine por explicar su
periclitar definitivo a finales del siglo VIII o
ya en el IX. Laquant
Aunque en la actualidad el siglo VIII se nos muestra
claramente esquivo en La Alcudia, creo que es prema-
turo afirmar que "no existen repertorios cerámicos pro-
pios de esta centuria" (Abad, Moratalla y Tendero,
2000, 146). La experiencia del Tolmo nos ha permiti-
do constatar que, en ausencia de secuencias estratigrá-
ficas fiables, el reconocimiento tipológico del siglo VIII
es muy difícil , por el aspecto "visigotizante" de los
repertorios (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003, Ciudades del Pacto de Teodormiro
la coro de Tudmir con las ciudades
157-61 ). De otro lado, no conviene olvidar que han
del Podo de Teodomiro Otros emplazamientos
comenzado a aparecer algunos materiales plenamente Núcleos islámicos
islámicos - entre ellos un policandelón con paralelos • Ciudad de Fundación estatal

emirales- que quizá con el tiempo, y puestos en rela-


ción con indicios tan sign ificativos como el muro irregu-
lar que Albertini halló sobre el mosaico, cruzando la basílica, dejen de ser testimonios de una frecuen taci ón
puramente esporádica.
En cualquier caso, el carácter urbano y episcopa l
de 1/ici no puede llevarse más allá del sig lo VI II , siendo
bastante dudoso que la menc ión del obispo Teudegutus
de 1/ici en un concilio cordobés celebrado a mediados
18
del siglo IX (año 862) , responda realmente a la exis-
tencia de una jerarquía de culto vinculada a una estruc-
tura urbana definida , ni en la antigua 1/ici (La Alcudia),
para la que no se han constatado por el momento res-
·.
tos tan avanzados, ni en la nueva 1/s (Elche), que aún
··~.·
no parece haberse formado; de hecho, no existe ni n-

,~-- - ( gún dato arqueológico que perm ita suponer la continui-

L J~ ___) dad en uso de la basílica de 1/ici en fec ha tan avanza-


da , ni tampoco la de la ca tedral Eiotana, si por tal tene-
mos a la basíl ica del Tolmo de Minateda , ya q ue su
solar había sido ocupado en el siglo IX por un barrio
Candil múltiple proceden le del relleno de la no/olio de las lermos occidenloles, de
posible cronología emirokalilol !ss. VIII·XJ islá mico 19 .
Fragmentos de cántaros bojomedievoles lss. XIV-XV)
procedentes del relleno de uno zanjo de expolio

En el siglo IX, La Alcudia era una ciudad yerma ,


pero deshabitada no significa necesariamente abando-
nada y su secuencia estratigráfica no se detuvo. En el
libro de la tierra se escribe desde entonces una historia
diferente del lugar, que "ha servido cual si fuera una
Candil de cazoleta a bierto almohade ls. XIII), utilizado por los visitantes de
inmensa cantera a los habitantes de Elche" (!barra los golerios subterráneos romanos y a bandonado en su interior
Manzoni, 1879, 134), y en sus páginas aparecen las
heridas de los expolias, como aquel del sector 2D data- rias estratigráficas en la s que se inscri ben tamb ién
do por el relleno de la fosa entre los siglos XIV y XV, las nuestras propias intervenciones a rqueológicas, para
huellas de cultivos y acequias, o las rebuscas de anti- formar el nuevo tejido histórico y estratigráfico que
guas excavaciones, iluminadas por un candil almohade materializa día a día la reviviscencia de l a A lcudia .
perdido en los subterráneos de la ciudad; otras histo-

NOTAS

lo reconver~ión alfabético de lo e~trotigrofío general de lo Alcudia, con siete niveles de habitación 1) • ...tn lo primero Óemonc/o de reoc/ulfo, obispo de fo iglesia mo/ocitono, SC presentó ante nOSOifO$ uno
seriados de lo 'A' o lo 'G', Iue atribuido de formo indirecto o Alejandro Romos Folqués por Enrique sVplico olifmondo que lo antiguo diócesis de dicho ciudad había sido des9ouodo en otro tiempo con
llobregot en su Con/eslonio lbilico, donde recoge igualmente lo ccluclizodón de su hijo Rafael Romos '!'••ión ele o/gunos operaciones mi/ilote• y hobio posado po1ciolmenle o podet de /os ig/.,io> de
Fernóndez en une conferencie pronunciada en 1970 illobregct, t972, 79-8 t 1. que posteriormente Eci¡o, Elvito y Cobro. Acerco de toJo lo cual lvvimos pot bien que cuolqui~t teuilorio que probou1
publicó en su tesis doctoroll19751. hobfr pertenecido antes de /os operaciones militares pot derecho onliguo o su propia dióctuis, fuere
Como tontos otros cosos, los problemas de esto •eslroligrofia • no posaron desapercibidos o kJ sagaz devuello e lo ¡uti>clicción do oquollo, pue> (...}no podtó oponerse hobet posado el plazo de/o pteSCiip·
reflexión de Enrique llobregol, que al ocuparse de los niveles ibéricos de lo Alcudia reconocía que "o ción donde exislio causo moyot cie lo guerto' !Vives, t963,t63-4).
lrovés de los esltoligtolios que he ano/izado, y que sen /os so/os publicados, no se llego lócilmenle o 12 En este sentido hoy que destocar el imprescindible trabajo de Roberllorenzo Perez de Son Ramón, aún
lo comporlimentoción propugnado por el excavador...", poro señalar más adelante ". lo extroordinotio inédito, >Obre I'Akúdio d'Eix o I'Anliguilallo,dono (S. V-VIII}. Anólisi Hisloriogtólico i Olqueológico de
comple¡idod de inletp!eloción que prt>enlon lo• nivele• arqueológicos de lo Akudio, y /os dilicullodes /'epoca visigodo o 1/ici, 120031.
de su encvoóromiento en un esquema homogéneo, sin simplificar mucho los problemas · (1972, 83). 13 Sobre el papel >imbólico y urbonistico de le• murcllos en les ciudad., tcrdoontiguos puede verse, entre
Alejandro Romos Folqués propuso inicialmente seis niveles de hobitoción 1 mientras que Rofoel Romos otro>, Contino, 1992, t72; Février, t974, 73; t989, 1384, f uenteJ, t993, t87; Arce. t982, 73 y"·
Femóndez hablo de nueve ciudades superpuestos en lo Akudio, considerando lo rrimero lo conespon· lo Roccc, 1989, 723; Borre!, t992, 521
diente al poblado eneo!ítico (197 4), aunque un año mós larde en su tesis doctoro propone lo estro ti· 14 las domus ecclesioe o de dominicum eran centros comunitarios cti~lianos, ~urgidos en coso~ privados,
grolic clásico en ocho niveles, que oúno Bronce y Eneolitico en lo lo,. mós ontiguo, designada par lo insuloe o domvs, con lo aquiescencia de ~us propietario~. o menudo conversas de familtos de los elites
letro H lf975, 65 ul. Esto> titubeos closilicotorios" deben o los di>tintos •istemc• de de>igncción de urbanas, que prestaban m propiedad e• poro le celebración del culto, y que ccobcbon por donorlc• o
los niveles eslroligróficos que conviven durante un tiempo hasta que se consagro el sislemo alfabético. lo lgle~io, dando lugar o uno parroquia generalmente conoc1da por el nombre del propietario primitivo:
4 En eJte co•o sensiblemente ampliado o tO niveleJ, ol introducir par debajo del trodicionol estroto del lilulv• Clemenli, Coecilioe, Chrisogoni, ... fGuidoboldi, 2001, 40, Krcutheimer, 1981.
Bronce no sólo lo lose eneolitico sino también lo neolítico. 15 Como ocurre con lo residencio del Dux eme ritense Claudia, muy próximo al palacio episcopal de
5 • ... las excavaciones plantean y llevan consigo gran nVmero de problemas y estudios que (.. .} requie1en Masona según elliber uitos sonclotum polrvm emeriteruium jX, 8).
lodo vio mucho dedicación y tiempo, como po1 eiemplo· lo estrotigrolio definitivo en cvonto o los épo- t6 De hoberJe construido el oño 322, lo bo>ilico de //ici sólo Jerío •uperodc en onllguedcd por le cote·
cos móJtecienleJ..." !Ro mos Folques, t962c, 2761. drol de Romo en elloterono, cuyo construcción se emprende en torno ol año 313, pero sería anterior o
6 Cristóbal Sonz en su Re<:opiloción en que se do quento de los cosos onsí antiguos como modernos de Son Pedro en el Vaticano, fundado por el propio em perador, cuyo construCCIÓn se inicio entre el319 y
lo inclilo villa de Elche ...de t621 lp 1091 señale que lo superficre de lo lomo •,. cullivo de pocos años el 322 y finaliza el 329, y o lo Santo Cruz, iglesio pclotino de lo emperatriz medre, El<no, fundado no
o es/o porte• con diversos cultivos de secano !trigo, cebado y barrillo). cnteJ del 326-28 fKrcutheimer, 1981, 33-38).
7 • ...t i nivel superior, por encontrarse o veces Ion sólo o 15 ó 20 cm. de lo superficie, ho sido removido 17 En mi opinión, lo identificación de 8 /.nl.lo con Vale ncia o través de kJ formo diminulfva del topónimo,
casi pot complelo al elecluo1 lo• loborts ogticolo>, •i bien tn alguno• punlos se ha conservado mo•· 8olenlulo , - recientemente retomado por Ribe ro y Rouelló 12000 o) - •igue planteando problema• de
/rondo unos sepu/lutcs ele lipa vi>igodo y cerámicos be> los o mono· 1Remo• Folqués, t966o, 711. No orden geopolitico, derivado• de •u incoherente Jituoción geogrólico respecto del resto de ciudodeJ del
ob>tonte, •e de le paradoja de que en el >ondeo IV, donde >upueJtcmente el primer eJircto hcbio deJ· Pacto en el territorio que luego será designado precisamente como lo Coro de Tudmir, en recuerdo del
aparecido, se documentan restos funerarios y cerámico típicamente visigodo en los niveles 11 y 111 (lóms propio Teodomiro.
XIII, e yc). 18 El opayo de un ponlilex 1/icilonu• ol obod 5omJOn, tron>mitido par el propio Apologelicum de Som>ón,
8 Informe preliminar de lo compaño del 2003 dirigido por Lorenzo Abod y MercedeJ lendero, en el y su probable presencio físico en Córdoba, sugieren que se trole de uno dignidad sin relación real con
morco de lo Fundoci6n Univenilorio de Lo Alcudia. lo revisión del •cosiddello• templo de Juno en llici la antiguo sede, que no pruebo por tonlo lo pervivencio de una comunidad cristiano organizado en
he >ido abordado por Gobrielloro ViveJ en su Memorio de lkencioturo. e>c>lechc>. Sobre eJte porticulor clr E. Llobregotlf9751.
9 Informe preliminar de lo 66' Compaña de excovocioneJ en lo Alcudia de Elche, 2001, dirigido par 19 El coso de lfici presento grandes concomitancias con el de UfCi, en Almerio, cuyo obispo Genesio o
Rofoel Remo• Fernóndez y Alejandro Ramos Molino. Ginés asistió también o dicho concilio, aunque Urci yo habría desaparecido como ciudad en el siglo IX
10 Ambos grolio• aparecen atestiguados en les luenteJ conciliares, debiendose el titubeo, Jegún el Podre IAcién, t999).
Flórez fl75 t p 2221, o ' .. .lo unilotmidod quBin lo• Código• Go!hico• •uele hov11 enltelo l. y lo i.

110
El PAISAJE ANTIGUO

IGNACIO GRAU MIRA*


JESÚS M ORATALLA JÁVEGA *

los PAISAJES URBANOS IBÉRICOS Y ROMANOS: MODELOS


Y VARIANTES

~
eLJ o observación detallado de los huellos
a rqueológicos que uno sociedad antiguo ha
dejado impresos en su entorno físico nos
ofrece lo posibilidad de recomponer el paisaje antiguo y
los pautas que modelaron su formo concreto . Los asenta-
mientos, los ca minos, los campos de cultivo o los cemen-
terios de uno determ inado época no son elementos aislo-
dos que se distribuyen azarosamente en el espacio, cons·
tituyen uno construcción cultural que responde o un pro-
ceso histórico. El paisaje se convierte de eso forma en un
elemento cultura l de sumo importancia poro entender los
sociedades pretéritas y lo posibil idad de observar en un
espacio concreto y particula r lo materialización de diná-
•Área de Arqueología. Universidad de Alicante
micos de carácter general.
Este traba jo se ho realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002· Durante el primer milenio a.C. , el área oriental de
02028 De 1/ici o Elo. Un proceso de transformación cultural en el sureste de lo
Iberia comporte los procesos sociopolíticos de urbaniza-
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha
financ iado en parle con fondos FEDER. ción que acontecen en el amplio ámbito geográfico del

111
Mediterráneo y la Europa templa- urbano, y el ager, paisaje agrícola productos foráneos y mano de
da. Estos cambios se muestran en la de su entorno inmediato. A mayor obra, recaudar tasas e impuestos,
composición y estructura de los pai- distancia se localizarían las tierras etc ..
sajes que a partir de época ibérica de la circunscripción de la ciudad Estos modelos que de formo
muestran un proceso de agrega- que constituyen áreas alejadas inte- sucinta hemos descrito, san una
ción en entidades urbanas. Se trata grando un espacia agreste, el sal- simplificación necesaria, un mero
de la transformación regional de un tus. La unidad básica de esta forma instrumento poro comprender y dar
paisaje rural formado por núcleos de organización es lo constituida o conocer el esquemo en el que se
poca diferenciados y con pobla- por el binomio ciudad-campo, que integran los realidades orqueológi·
ción más o menos homogénea en la en ocasiones se encuentra organi- cas más complejos y plurales. El
edad del Bronce que dio paso a un zada a partir de tramas parcelarias siguiente paso será precisamente
patrón de asentamiento de carácter regulares centuriodos, los perticae, aproximarnos a los paisojes
jerarquizado donde destacan unas sobre los que se distribuyen los arqueológicos ilicitanos.
pocas aglomeraciones de carácter núcleos rurales tipo vi/loe y otros
urbano que dominan poblaciones núcleos como vicus o pequeñas lA ALCUDIA EN LA
dependientes. aldeas (Iglesias Gil, 1998). IIEG/0 CON7ESTANA
Los paisajes ibéricos están La ciudad romona es el centro
caracterizados por la emergencia de gestión económica principal e La cultura ibérica inicia uno de
de los núcleos urbanos, los oppida, integra las diferentes áreos regio- los episodios más brillantes del
amplios poblados fortificados, de nales en las provincias del Imperio yocimiento ilicitano, una historia
economía especializada y diversifi- a partir de la reproducción del proyectado a todo el mundo, sin
cada, residencia de grupos dirigen- modelo de ciudad-estado que exagerar un ápice, a través de una
tes de carácter guerrero. El oppi- represento Roma. Las funciones pieza tan ilustre como la Dama de
dum controla territorios amplios que económicos de la ciudad se ven Elche. Parece coincidir en el tiem-
son protegidos y explotados a par- ocompañodas en todo una serie de po, por tanto, la emergencia defini-
tir de uno serie de poblados depen- prácticos sociales y políticos, pues tiva de Lo Alcudia sobre su entorna
dientes e infraestructuras necesa- además de la residencio del princi- -que abarcaría el Boix Vinalopó y
rios como caminos e insto!acíones pal grupo de pobladores, otroe las la Vega Baja del Segura, abrevia-
portuarias, necesarios para la espe- funciones de representación políti- do como Depresión Meridional-
cialización económica y el inter- ca y social de los habitantes del con la definición de lo que entende-
cambia. Este paisaje es lo represen- entorno. mos como ibérico, hecho que
tación espacial de un modelo eco- Por lo que refiere al espacio recientemente hemos defendido
nómico y sociopolítico de dominio rurol, si en el modelo ibérico los coma el resultado de un nuevo pro-
de una elite aristocrática sobre una principales vinculas entre ciudad y yecto político (Morotolla Jávega,
amplia base de campesinos. El pai- su entorno son de índole estratégi- 2003 y e. p.].
saje de los oppida es la materiali- ca, defensiva y simbólica, en el Hosta mediados del s. VI a.C.
zación territorial de las aristocra- caso romano, la relación del poiso- el protagonismo del poblamiento se
cias cliente/ares ibéricas definidos je rural de vi/loe con la ciudad es lo reparten el hábitat de la sierra de
por A. Ruiz y M. Molinos (1993). mucho más intensa debido o las Crevillent -con Peño Negra como
Sobre este modelo territorial y necesidades económicas del mode- principal núcleo (Ganzález Prots,
ajustando sus estructuras espacia- lo y las prácticas sociales de inte- 1983 y 1990)- y el de la desembo-
les, el nuevo concepto romano de gración política. El funcionamiento cadura del Segura, donde han
estructura territorial urbana se cons- del sistema de vi/loe requiere de un documentada un destacado asenta-
truirá sobre bases diferentes. El pai- mercado próximo y bien comunica- miento en La Rábita-La Fanteta
saje romano está constituido por el da a través del que dar salida a las (Guardamar del Seguro) en el que
terriforium en el que se integran de producciones especializadas, inter- sin duda residió población de ori-
forma inseparable la civitas, núcleo cambiar mercancías y proveerse de gen fenicia aunque resta par definir

112
El Poi~aje antiguo

IGNACIO GRAU MIRA


JESÚS MORATAllA JÁVEGA

su papel en el entramado político en un único centro con caracteres Abad et al., 2001).
de la región, pues los argumentos urbanos -el oppidum-, más una Otro indicio del aprovecha-
esgrimidos hasta hora no son coin- reducida serie de asentamientos miento del medio sería la constata-
ciden tes (Azuar et al., 1998; secundarios. Así , sería La Alcudia ción de un camino claramente pre-
González y Ruiz, 2000). En cual- la que recibiría los contingentes rromano que uniría La Alcud ia y el
quier caso, el sincretismo cultural desplazados, pasando a tejer una Segura a través de la sierra del
creado entre la población local y nueva malla demográfica en el que Mola r, con un rama l hacia El Ora l
los conocimientos transmitidos por se aprecian además pequeños y que certificaría su uso simultáneo.
individuos procedentes de ciudades medianos núcleos, como Los Parece obvio el trasiego comercia l
altamente civilizadas, está en la Saladares y El Oral. con el litoral , mostrando así una
génesis de la cultura mastieno-con- El primero responde a un tipo organ ización del territorio sim ilar a
testana y muchas pautas culturales de caserío interior junto a la huerta la a nterior, por lo que es probable
que caracterizarán a ésta aparecen de Orihuela de alrededor de media que, igualmente, la actividad eco-
ya en estos hitos genéricamente lla- hectárea con posible función agro- nómica repita pautas o rientaliza n-
mados "orientalizantes". Este subs- pecuaria (Arteaga y Serna, 1975), tes. El posible intercambio de metal
trato semita será una auténtica mientras El Oral -un hábitat fortifi- en bruto -que podrían corroborar
"marca de fábrica " para estas tie- cado y bien planificado de 1 Ha- los hitos de Orihuela y Ca llosa- y,
rras y en gran med ida estará pre- parece heredar la vocación comer- sin duda, las sa lazones -como se
sente hasta la dominación romana. cial que caracterizó a la zona ante- evidencia en El O ral-, podría n
En este paisaje orientalizante, riormente (Abad y Sala , 1993; nutrir el g rueso de la ex portación,
La Alcudia sería un yacimiento más
que salp icaba el llano -como
Hacienda Botella o El Bosch, en
Crevillent-, con funciones no bien
definidas pues aunque a priori
sería deducible una destacada
orientación agropecuaria, cierta-
mente tanto El Bosch como La
Alcudia muestran claras evidencias
de actividad metalúrgica (Trelis
Martí, 1996; lbarra y Manzoni,
1981). Con todo , su carácter
dependien te respecto de Peña
Negra parece indudable.
El territorio se altera desde fines
del VI a.C., con el abandono de
Peña Negra y del núcleo costero.
No entraremos a valorar las razo-
nes que explican este cambio
-¿políticas, económicas, ambas a f
.........( ....
la vez?-, que por otro lado parece
• •••••••·•..........! •• :··

coincidir con una reestructuración


que se ra strea por toda la cuenca
med iterrán ea, pero lo cierto es que
--"===-=.....
O 10 50 km

podríamos asistir a partir de aquí a


Mapa de poblamiento ibérico conlestano
un fenómeno de sinecismo, esto es,
la concentración de la po blació n

11
mostrando odemós el control sobre -esfinge alada con figuro masculi- en Guardamar, ofrecen buenos evi-
otro producto abundante en la no más diosa- ofrece sin duda una dencias de estas jerarquías
región: la sal. Se terminaría asi de lectura iconográfica y estilístico (Aranegui el al., 1993), con un dis-
cerrar el círculo sobre lo explota- mós rico y singular (Ramos y tinguido grupo definido por su
ción de recursos. Ramas, 1992). No es aventurado carácter guerrero y su relación con
El paisaje dibuja osí uno dis- suponer uno estrecho relación entre los monumentos escultóricos. A ello
persión equilibrada, complementa- este hito y lo Alcudia, separados añadiríamos la realización de pro-
ria y jerárquica, ampliamente por 3 km aunque unidos por el yectos de gran envergadura. Nos
extendida y con uno explotación Camino de Castilla, probablemente referimos o la fundación de un
muy adecuada de sus recursos, lo la prolongación hacia el norte de la asentamiento como la Picola (Santo
que permite inferir, o la vez, evi- vía que viene del Segura y donde Polo), interpretado por sus excava-
dencias cloros de uno organización después se proyectará el kardo dores como el puerto de lo Alcudia
social cada vez más compleja y maximus de la centuriación roma- en el s. IV o.C. (Badie el al., 2000),
urbanizada. la evolución antropo- na. Sería un argumento más que si bien en nuestra opinión existen
lógico es coherente y, así, la cultu- ovalaría el papel rector de la otras posibilidades de análisis.
ra ibérica contestona se integra, Alcudia y su consideración como Sorprende que más de la mitad del
con personalidad propia, en el pro- núcleo residencial de las máximas espacio construido -6500 m' en
ceso de formación de etnias prerro- autoridades del territorio. total- esté ocupado por la fortifica-
manas que acontece en todo El cenit de esta formación ción, una compleja fórmula polior-
!a cuenca del Mediterráneo social se alcanza en la fase pleno cética de paralelos griegos, y tam-
occidental. (ss. V-IV a.C.): el territorio conoce bién resulto reseñable que los
Es una comunidad que reside una ocupación mós dilatado, sur- viviendas excavadas muestren sin
en núcleos urbanizados como El gen nuevos hitos destinados a la excepción una disposición canóni-
Oral, con espacios de habitación y explotación de los campos o a fun· ca en batería con dos estancias y
11
circulación bien planificados y cienes industria!es" -como lo alfa- un tamaño similar. Ni un factor ni
viviendas acabadas con gran esme- rería de El Arsenal (lópez Seguí, otro son propios de enclaves por-
ro. Algunas tienen una planta com- 2000), km al norte de la tuarios, sobre todo el segundo pues
ple¡a, con patio interior, y otras son Alcudia- y hay una mayor densi· la planta de estos asentamientos'
de gran tamaño, la que abre la dad en las áreas ya habitadas. El ofrece por lo general edificios de
posibilidad o identificar grupos pri- proceso parece coincidir con una diferente morfología: almacenes,
vilegiados, probablemente las mis- mayar atención par la agricultura, instalaciones productivas, lugares
mas que comienzan a enterrarse indispensable para una población de culto, etc. Tampoco el repertorio
con monumentos coronados por creciente. El paisaje conoce así una moteriol ofrece un registra porcen-
esculturas de animales. la apari- explotación acorde con las necesi- tual ocarde con esa definición inter-
ción de éstos como un nuevo con- dades y posibilidades tecnológicas mediaria: la cerámica ática apenas
cepto artística y simbólica resulta ibéricas, con un mayor equilibrio alcanza el 8% del total, par citar
novedosa pues rompe con el carác- entre las actividades económicas sólo un dota. Ella nas lleva a plan-
ter eminentemente anicónica de las que nutren un mercado par donde tearnos si más que un puerto -par
saciedades fena-púnicos, otorgan- fluyen, entre otras, piezas cerámi- otra lado innecesaria por la presen-
da o lo ibérico un carácter propio y cas griegas, ampliamente localiza· cia en el Segura de varios asenta-
creativo que la acerca más a las das en las tumbas contemporáneas. mientos que mantendrían la activi-
postulados artísticos del mundo A esta mayor complejidad dad comercial en su área tradicio-
griega. demográfica le sigue de cerca una nal-, no estamos ante una funda-
Existen indicios que permiten similar estratificación social, profun- ción promovida desde la Alcudia
atisbar unas pautas inclusa más dizando en las desigualdades que -y en esto sí coincidimos con el
complejas, pues el monumento ya aparecían en la fase antigua. equipo hispano-francés- que ten-
escultórico del Parque de Elche Necrópolis como Cabezo lucera, dría por objeto defender esta por-

'11
El Poi•oje ont,guo

IGNACIO GRAUMIRA
JESÚS MORA TAllA JÁVEGA

a tiro de piedra del Segura, e inclu-


so es posible que contingentes púni-
cos reforzaran la defensa litora l:
algo así deja entrever el Tossal de
Monises en 1' Alacantí (Oleína
Doménech, 2002) e indicios de lo
mismo proyecta La Escuera , con
una arquitectura de inspiración
púnica como el santuario de entra-
da (Abad el al. , 2001 ).
¿Responderá todo ello a un plan de
amplias miras y origen bárquida
para defender la costa?
Acabada la guerra, las conse-
cuencias de la victoria romana no
parecen traducirse en una completa
Mapa de poblamiento Ibérico comarcal e inmed iata alteración de los mode-
los terri toriales ibéricos: La Alcudia
mantendría su hegemonía e incluso
ción costera, ignorada hasta ese A caballo de los ss. IV y 111 a.C. conocerá un episodio artístico tan
momento. Se justificaría así la el modelo se re squebraja: se aban- brillante como la llamada cerámica
poderosa fortificación y la donan asentamientos y la escultura Elche-Archena. Es cierto que la
falta de diferenciac ión doméstica. exenta pasa a ser un recuerdo des- desembocadura del Segura se
Igualmente sería comprensible el pués de algún posible episodio ico- abandona por primera vez en qui-
lugar elegido, justo enfrente de la noclasta (¿disputas sociales, luchas nientos años, sobreviviendo sólo un
isla de Tabarca, que sin duda pudo por el poder entre linajes?). Con an tiguo lugar de culto en el castillo
convertirse en un auténtico nido de todo el paisaje ibérico mantiene su de Guardamar (Abad Casal,
piratas. Sería así un hábitat con red tradic ional : además de La 1992). Podríamos estar ante una
una marcada función estratégica Alcudia, las sierras de Callosa y primera fase de control romano que
que tal vez pudo, además, ejercer Orihuela y la desembocadura del inutilizaría la salida al mar tradic io-
el control sobre un bien tan precia- Segura, luego quizás las trasforma- na l. Así, estos confesfani iniciarían
do como la sal de las marismas ciones fueran limitadas, afectando un proceso de asimilación basado
cercanas. tal vez sólo a los grupos dirigentes. en el reconocimiento y colabora-
Si la hipótesis fuera correcta, Posiblemente asistimos al nacimien- ción con la nueva au toridad políti-
estaríamos ante una sociedad to de un nuevo proyecto político, ca, circunstanc ia que Roma aprove-
expansiva con un poder político más ligado a conceptos orientales; charía para afrontar problemas
centralizado y gran capacidad de ésta sería la lectura que plantea más graves en otras áreas. La ver-
control comarcal. Este núcleo cen- uno de los escasos monumentos del dadera reestructuración del territo-
tral sería La Alcudia, coincid iendo s. 111 a.C., el relieve oriolano de rio ibérico no ocurrirá hasta la fun-
a priori con la etapa más brillante Pino Hermoso (Almagro-Garbea y dación de la colonia 1/ici, mante-
de la producción escultórica. Ahora Rubio, 1980). niéndose hasta entonces un status
situaríam os el triunfo defi nitivo de Con estas premisas, no extraña quo que permitiría a los grupos ibé-
la aristocracia guerrera, envuelta la buena acogida que parecen dis- ricos disfrutar incluso de una cierta
en una iconografía que sigue crite- pensar estos grupos a los ejércitos prosperidad que se deja entrever
rios estilísticos puramente griegos y de los Barca cuando estalla la en algunas viviendas o repertorios
que apenas tiene paralelos en el Segunda Guerra Púnica . La capital cerámicos (Abad Casal, 1986-87,
mundo ibérico. de estos se instalará en Cartagena, Sala Sel lés, 1992).
LA CoLONIA luLA /uo AuGUSTA Y entorno agrícola se reparceló para entre los pobladores de la nueva
SU TERRITORIUM adaptarlo a las nuevas formas de colonia de 1/ici. Se tra ta de una ins-
organización agraria romana y cripción en bronce donde se deta-
La fundación de la colonia de para asignar tierras a los nuevos llan las particu laridades del reparto
1/ici es un momento decisivo en la pobladores. De este modo se proce- de tierras: extensión de las parce-
historia de la ciudad antigua y su dió a la centuriación del agro ilici- las, situación y nombre de los asig-
paisaje. La adquisición de este tano, es decir, al trazado de los nato r ios, su procedencia , etc ...
estatuto fue acompañada de toda campos siguiendo un patrón regu- (Chao el al. , 1999; Mayer y Olesti ,
una serie de procesos de transfor- lar de d ivisión en parcelas cuadra- 2001). Esta inscripción y los rastros
mación del núcleo urbano y su das establecidas con límites claros. morfológ icos del campo nos permi-
entorno inmediato. Este proceso de Esta parcelación se ha preservado te conocer detalladamente las parti-
fundación todavía presenta algunos con gran claridad hasta nuestros cularidades de la perfica ilicitana y
problemas de precisión cronológi- días gracias a la fosi lización de su reparto que modificó una super-
ca derivados de la indefinición de los límites en caminos rurales ficie superior a las 11.000 ha.
la documentación arqueológica, y hoy se trata de uno de Coincidiendo aproximadamen-
numismática y epig ráfica . Las pos- los ejemplos destacados de te con la cronología de la funda-
tura s giran en torno a la datación centuriaciones en Hispania, objeto ción colonial y la cen tu riación se
de la deductio, es decir, el asenta- de atención de numerosos investi- datan una serie de asentamientos
miento de veteranos de las leg io- gadores (Gozá lvez Pérez, 1974; de carácter rural localizados en
nes, en época triunviral o augustea, Ariño el al. , 1994; Gurt el al., este parcelario . Se trata de unos
entre los años 40 y 20 a.C. Los 1996) . Además, con tamos con un núcleos agrícolas conocidos única-
registros arqueológicos del nivel D documento fundamental para cono- mente por dispersiones superficia-
referidos a este momento no apor- cer el reparto de estas parcelas les de materia les (Ramos Folqués,
tan la claridad necesaria a la cues-
tión y hay argumentos para ambas
dotaciones como han sos tenido
autores de indudable autoridad
(Abad y Abasca l, 1991 ; A lfoldy,
2003). La asignación del estatuto
juríd ico y la refundación del encla-
ve urbano significó un considerabl e
incremento de población y una
reforma de sus construcciones
y estructura urbanística, causando
una modificación radical del
pa isaje urbano.
Junto a las modificaciones urba-
nas se asistió a una verdadera
transformación del paisa je agrario
del entorno de la ciudad . La base
que sostenía llici, como cualquier
otra ciudad antigua, era la activi-
dad agropecuaria desarrollada en
los campos de sus proximidades. La PARCELARIO RIEGO
CAMINO RIO
tran sformación de la ciudad conlle-
vó, po r tanto, la transformación de
Plano de lo cenlurioción de 1/ici, de F. Aro so, Romanos y visigodos en tierras valencianos, Valencia, 2003
los fundam entos de su sustento . El

116
El Po11o¡e antiguo

IGNACIO GRAU MIRA


JESÚS MORATAllA JÁVEGA

1953) pues únicamente se han rea-


lizado excavaciones en la
Hacienda Botella , en el Parque
Infantil y en el Alcalde!. Estas limita-
c iones nos impiden realizar aseve-
raciones concluyentes sobre su tipo-
logía. A la luz de sus vestig íos cons-
tructivos, la presencia de elementos
destacados como mosaicos, már-
moles o columnas, permite suponer
que se trata de vi/loe, es decir,
asentamientos rurales que conjugan
las infraestructuras de explotación
agrícola y la residencia del propie-
tario. Entre estas se incluirían La {j
N
Hacienda de Tomás Verdú, La
Hacienda Botella, El Parque
Mapa de poblamiento romano comarcal
Infantil, El Patró, La Hacienda de
Agustín Molió y El Alcalde!. Otro madamente 13 yugadas, tres hectá- mercado establecido en la ciudad .
tipo de núcleos como La Hacienda reas, que constituirían propiedades La creación de un paisaje de
Canales o El Bancal de Carrell ape- de tamaño reducid o y alejadas del estas características no debe leerse
nas muestran evidencias de cons- modelo de latifund io asociado a las únicamente en términos económi-
trucciones que permitan interpretar- villas de otras áreas. cos, aunque estos sean de impor-
se como vi/loe y posiblemente se Los elementos descritos modela- tancia decisiva . La organización
trata de asentamientos de trabaja- ron un paisaje constituido por un del entorno sigu iendo unas pautas
dores agrícolas e instalaciones de núcleo urbano reformado y embe- regulares, con un parcelario geo-
explotación cuyos propietari os llecido por las nuevas edi ficaciones métrico, supone la victoria sob re el
pudieron residir en la ciudad ; pero construidas tras la funda ción de la espacio natural. Desde un punto de
esta suposición no es definitoria colonia y un halo en su entorno vista simbólico supone la imposi-
mientra s no se elabore un detall ado constituido por un denso pobla- ción de un poder transformador y
catálogo de los vestigios. Las evi- miento rural y un parcelario orde- regulad o r, representa la capacidad
dencias se completan con la apari- nado. Se construyó de ese modo el de planificación y ejecución de un
ción de restos funerarios y una ocul- Ager 1/icifonus según pautas propia- poderoso aparato estatal (Witcher,
tación de moneda datada hacia el mente romanas. Este paisaje desde 1999, 16).
s. 1a.C. en La Coronela . el punto de vista económico refleja Más allá del entorno inmed iato
Este poblamiento rural se distri- las pautas derivadas de un modelo de la ciudad continuaban los domi-
buye especialmente hacia el sur de de agricultura de producción inten- nios territoriales de //ici. En las
la ciudad , sobre los aluvionamien- siva destinada al mercado. El siste- áreas más alejadas se extendían
tos del bajo Valle del Vinalopó, ma agrícola romano, representado principalmente las infraestructuras
unas zonas de especial riqueza por la agricultura de plantación, de comunicación y transporte que
para la práctica agrícola . La distan- requería de unas estructura s espa- comunicaban la ciudad y su territo-
cia entre estos asentamientos y la ciales como las descritas, con cam- rio con los núcleos vecinos; nos
información qu e proporciona el pos ordenados donde se establecían referimos básicamente a los cami-
bronce de asignación de parcelas vi/loe que basaban su trabajo en nos y las instalaciones portuarias.
nos indica que nos encontramos mano de obra servil. Las vi/loe pro- Los cam inos y las vías de comunica-
con posesiones no demasiado ducirían monocultivos excedenta- ción terrestre alcanzaron un impor-
extensas que contarían con aproxi- rios comercializables a través del tante desarrollo en época romana,

117
territorio ilicitano. Fundada hacia
mediados del s. 1 a .C. el puerto de
llici era un elemento básico en la
organización económica del territo-
rio, pues pe rmitía el intercambio
comercial con la exportación de los
excedentes agrícolas de los cam-
pos locales y la llegada de importa-
ciones alimen tarias y otros bienes
(Sánchez et al., 1986; Badie et al. ,
2001; Márquez Vil lora, 1999).
En la plenitud de la época
imperial el paisaje de 1/ici y el ferri-
torium ilicitanum no debía diferir
demasiado de aquel organizado
en otras urbes del Med iterráneo
romano. Un enclave no muy exten-
so, construido y mantenido con los
frutos de sus campos cercanos. Una
unidad territorial que se integraba

---C:::=-=--
O 10 50 km en el tejido del imperio gracias a
una red de transportes terrestres y
marítimos, para lo cual se dotó de
Mapa de poblamiento romano del sureste de Hisponio
las infraestructuras necesa ria s.
cuando las necesidades económi- existirían toda una serie de cami- La época ba joimperial supone
cas y de control político de un nos secundarios necesarios para la el declive del sistema urbano y la
extenso imperio hicieron necesario comunicación a escala local y organización territorial diseñada
la creación de una densa red de comarcal. Esta trama viaria sería el en los inicios del Imperio. El clima
calzadas empedradas que permitie- principal eje de organización del de crisis generalizado que se mani-
ran la rápida conexión entre territo- poblamiento del Sureste de fiesta en d iferentes aspectos afecta-
rios. En el ámb ito oriental de Hispania, jalonada por las ciuda- rá ta mbién al paisaje y la organiza-
Hispania destacaba la vía Augusta, des principales y una serie de ción del territorio. Qu izá el fenóme-
la calzada que cruzaba todo el lito- poblaciones secundarias como las no más importante es la ruptura del
ral mediterráneo de norte a sur y mansiones de Aspis y Ad Ello en el modelo de interrelación campo-ciu-
que alcanzaba el campo ilicitano propio Valle del Vinalopó o Thiar dad de fo rma que tanto el núcleo
después de atravesar el Valle del en el camino hacia el sur. urbano como los rura les serán cada
Vina lopó. Desde este punto un Uno de los caminos locales que vez más autosuficientes. La manifes-
ramal se derivaría hacia la ciudad tendría una destacada importancia tación de este proceso es la modifi-
de Lucentum y otro se dirigiría a es el que comunicaba la ciudad cación de la estructura urbana y el
1/ici, para continuar posteriormente con el Portus llicitanus, en la actual desarrollo de vi/loe rústicas, como
hacia el sur y llegar a Carthago Santa Polo , asentamiento portuario la de Algorós, que compondrían un
Nova. Junto a este eje principal que suponía el acceso al mar del paisa je sensi blemente distinto.

1 Sirvo lo llleto del> Boyel> en El Compello, como e¡emplo al re>·


pecto de lo que serio en lo ontiguedod un centro de producciOn e
lnlercombro IOicino Doménech, 19971
EL CAMPO Y LA AGRICULTURA

IGNACIO GRAU M IRA *


JESÚS M ORATALLA )ÁVEGA*

la vista del plano de La Alcud ia q ue levan tó


P. lbarra en 1898 1, lla ma la atención la fer-
ti lidad de los cultivos que, por ento nces,
rodea ban la loma: "alfalfa, olivos, granados y huertos de
palmas". Una visión romántica no pod ía imaginar de
otro modo el glorioso pasado de llici: la ciudad ligera-
mente sobreelevada por encima de unos campos feraces
de donde se obtenía no sólo lo necesa rio para el consu-
mo propio sino tamb ién una buena ca ntidad de produc-
tos susceptibles de derivar hacia los canales comerciales
mediterráneos; la riqueza, por tanto, estaba garanti za-
da. En cierto modo y obviando por supuesto el escaso
romanticismo de la s condiciones de traba jo en el campo,
no es una imagen q ue deba distar demasiado de la que
hubo en la antigüedad. El campo de Elche siempre ha
respondido a las buenas expectativas que ofrece el terre-
'Área de Arqueología. Universidad de Aliconle
no, como se constata del importante peso económico de
Este trobojo se ho realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002- la agricu ltura durante las épocas moderna y con temporá-
02028 De 1/ici o E/a. Un proceso de lronsformación culturo/ en el sureste de lo
nea (Gozálvez Pérez, 1977; Brotons García, 1985),
Península Ibérica, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha
financiado en porte con fondos FEDER siempre que no faltara el agua , bien tan preciado.
A pesar de esta suposición, lo •
cierto es que no son demasiados
los datos sobre la práctica ag raria
en La Alcudia, una vez que obvia-
mente hemos de consta tar la falta
abso luta de fuentes escri ta s referi-
das a esta cuestión. Hemos de recu-
rrir casi por com pleto a la docu-
mentación arqueológica y, aun con
ello, la información es fragmentaria
y desigual, mostrando más indicios
que evidencias que obviamente
habrá que mantener en el terreno
de la hipótesis mientras no se efec- '"
túen nuevas investigaciones en el
asentamiento . Mopo de copocidod de uso de suelos con poblamiento Ibérico
En resumen, una perspectiva
arqueológica sobre esta materia
debería a tender las sigu ientes sem illas y frutos -estudiados por de productividad. C ierto es que tal
variables: la carpología- o los anál isis quí- valoración responde a una situa-
l. Factores de tipo geoarqueológi- micos de determinados sed imen- ción actua l, íntimamente relaciona-
co que atiendan los condicio- tos arqueológicos. da con el intenso desarrollo de un
nantes del paisaje natural que Comencemos por valorar los sistema de regadío que , como
rodea La Alcudia -con especial primeros, teniendo en cuenta que poco, puede remontarse sin dificul-
interés en lo que entendemos en principio y salvo grandes cata- tad hasta época moderna, cuando
como área de captación inme- clismos naturales, integ ran un con- se construye el pantano de Elche 2,
diata- en su vertiente climatoló- junto de factores comunes tanto a la pero ya es todo un indicio. A falta
gica, hidrológica , geológica y época ibérica como a la roma na . de estud ios de caracterización mor-
edafológ ica. Sobre ellos se levanta una estructu- fológica que definan mejor los valo-
2. Factores an trópicos que intervie- ra económica que atiende ya a res de estos terrenos, en principio
nen en el paisaje para obtener pau tas de comportamiento propias puede decirse que el entorno de La
los rendimientos agrícolas -y de cada sociedad , en las que Alcudia -una extensa llanura
también ganaderos- , mediante obv iamen te hay que considerar enmarcada por los bordes elevados
los cultivos de secano y de rega- cuesti ones como tecnología, dispo- de la sierra de Crevillent y Taboyó
dío, con toda la infraestructura nibilidad de mano de obra y nece- y desarrollada entre los 100 y 1O
necesaria para los mismos, y sidad de recu rsos agrarios. m sobre el nivel del mar- se carac-
también a través de la deforesta- Tal y como adelantamos, las teriza por la presencia de sedimen-
ción. tierras del Campo de Elche presen- tos cuaternarios de textura muy fina
3. La cultura material del yacimien- tan unos condiciona ntes naturales (limo-arenosa) y coloración parda;
to relativa a las actividades agrí- propicios para el desarrollo extensi- son suelos profundos con una capa-
colas. Aquí debe considerarse vo de la agricultura de secano. Los cidad de uso de elevada a media-
una amplia gama de restos, es tudios de E. Matarredona na, descenso que se justifica por la
desde constructivos (a lmacenes (Matarredona Coll , 1986; mayor pendiente que va adquirien-
o si los, cisternas, prensas, etc.) Matarredona y Marco, 1991) do el terreno conforme nos aproxi-
ha sta propiamente objetos mue- caracter izan gran parte de los mamos a las sierras septentriona-
bles (aperos agrarios, molinos), terrenos que rodean La Alcud ia les, lo que en términos geográficos
pasando por los hallazgos de como de tipo A , esto es, el máximo se llama glacis. En sentido contra-
El campo y lo ogficuhuto

IGNACIO GRAU MIRA


JESÚS MORATAllA )ÁVEGA

rio, el Campo de Elche se cierra 9% 7%

por el sur por una amplia zona


marismeña cuyos extremos serían el
salada r de Albatera y el de Agua
Amarg a, sien do el Fondó
d'Eix-Crevillent su mayor exponen-
te espacial; los alrededores de • Clase A·B C1 Clase C O Clase D·E • Clase A·B O Ciase C OCiase D·E

estos terrenos inundables -al menos


desde la cota de altura 15-1 0- son Tipos de suelos en radios de 5 y 2 km alrededor de 1/ici
suelos baldíos para la agricultura ,
debido sin duda a la fuerte concen- asciende nada menos que al 82%, paulatino crecimiento de los indi-
tración de sales en los mismos, aun- lo que sin duda resulta elocuente de cios que nos informan sobre la acti-
que por el contrario ofrecen un la potencialidad agrícola de la eco- vidad agraria . Éstos son ciertamen-
lugar muy apto para el pastoreo de nomía ilicitana . te escasos antes del periodo pleno,
los animales y la acti vi dad El resumen de esta cuestión nos cuyo inicio situamos hacia el último
cinegética . lleva a consid erar las amplias cuarto del s. V a .C, lo que eviden-
Traduc ido en cifras y partiendo expectativas que ofrecía el entorno tem ente no debe interpretarse como
de un radio de 5 km desde La de La Alcudia pa ra ejercer la agri- una a usencia a bsolu ta . Sin embar-
Alcud ia, que podemos considera r cu ltura, que hemos de considerar go no conocemos en La Alcudia ins-
el área de captación de recursos sin duda la base económica de esta trumen ta l agrícola para la fase anti-
del asentamiento, encontramos que población y el necesario sostén pro- gua de los ss . VI-V a .C, ni tampo-
el 7 5 % de los terrenos se corres- ductivo que garantiza ra cuando co se refieren hallazgos carpológi-
ponden con esos suelos pardo-cali- menos el aprovisionamiento domés- cos; el modelo de poblamiento se
zos donde desarrollar buena parte tico. Sólo un factor se cierne nega- orienta además con claridad hacia
de los cultivos mencionados por P. tivamente sob re esta actividad la actividad comercial (Abad el al. ,
lbarra , con especial desarrollo his- agraria : la falta de agua. La coma r- 2001 ). El intenso tráfico comercia l
tórico de los cereales, el olivo y ca siempre ha sido deficitaria en favoreció la consolidación de una
algunos frutales , entre los que no se lluvias -en la actualidad no supera ruta caminera con la desembocadu-
cuenta el viñedo, cultivo q ue nu nca los 300 mm anuales-, circunstancia ra del río Segura, una faci lidad
ha tenido una gran tra scendencia ag ravada por la elevada evapo- para el transporte que ciertamente
en es ta s tierras. El resto del terreno tra nspi ración consecuencia d e las beneficia a todas las actividades
se lo reparten las tierras de glacis altas medias térmi cas de los meses económicas, y no es descartable
que descienden desde las monta- veraniegos, lo que en definitiva que por ella circularan en épocas
ñas - 16%- , bastante pedregosas y provoca un déficit crónico de agua . fecundas algunos excedentes agrí-
con una capacidad de uso Por tanto habrá que cons iderar fac- colas, pero insistimos en que el
media-baja y una pequeña porción tor a analizar las posibles obras panorama percibido hoy parece
d e suelo de carácter inundable constructivas que pudieran mitigar si tuar la producción de granos y
- 9%- que incluiría tanto la cuenca esta falta de agua, siem pre insisti- frutos a un nivel de a utosuficiencia.
fluvial del río Vinalopó como los mos teniendo en cuenta las capaci- La si tuación se altera desde la
primeros asomos meridionales de dades -humanas y tecnológicas- fase plena , como ocurre en otras
las marismas costeras. Incidiendo de cada sociedad y sus necesida- área s cercanas (Moratalla Jávega ,
en el tema y pa rtiendo tan sólo de des . 1994 y 1996), siendo varios los
un rad io de 2 km desde /lici, que indicios en este sentido. En primer
debe considerarse el área de explo- lA AGRICULTURA IBÉRICA lugar, la distribución del registro
tación más intensa de la ciudad, el a rqueológico a lrededo r de La
porcentaje de tierras con una pro- A lo largo de las distintas fases Alcudia -tanto áreas productivas
ductividad más que aceptable de la cultura ibérica observamos un como funerarias- dibuja los cantor-
nos de un área de explotación cer con cul tivos cerealícolas alter- agra ria, de la mano del desarrollo
amplia especialmente marcada en nando con un arbolado en el que el de la metalurgia del hierro para
la margen izquierda del Vi nalopó, olivo parece estar presente •, gene- real izar el instrumental, debió favo-
lo que nos permite abriga r la hipó- rando una actividad en el campo recer el incremento del interca mbio
tesis de que los terrenos intermed ios que debió de ocupar a buena parte
constituyen el terrazgo cultivado, de la comunidad. Se intuye así una
incluido dentro de los suelos de agricultura de secano extensiva, en
productividad alta. Po r otro lado, la que pudieron existir parcelas
parece adivinarse la creación de bien delimitadas como las refe ren-
una escala jerárquica en el hábitat cias al hallazgo de un bancal ibéri-
que presum iblemente destinaría a co en Hacienda Botella (Guardiola
la explotación agropecua ria los y Martínez, 2001), sin que aparen-
núcleos de menor tamaño. temente existan indicios de rega-
Respecto al instrumental, La dío, que hemos de considerar por
Aperos agrícolas de lo Bastida de les Alcuses,
Alcudia ha depa rado el hallazgo tanto estrictamente limitado al lecho Sonl Miquel de llirio y El Xorpolor.
de inundación del Vinalopó. Museo de Prehistoria, Valencia
en el tradic io nal nivel F de fragmen-
tos de una hoz y un podón, conjun- No contamos con evidencias
to que aumenta para la fa se tardía añadidas que nos informen sobre comercial de base agropecuaria ,
de los ss. 11- 1 a.C -nivel E del yaci- aspectos tan tra scendentales como siendo de este modo una varia ble
miento- con va rios ejempla res más el almacenamiento de la produc- más que con forma ría el comple jo y
de las mismas piezas además de ción o su transformación. N o hay desarrollado sistema socio-econó-
una posible lámina de hierro que silos, como en Ca taluña (Alonso i mico ibérico q ue ta n bri llante episo-
pudiera interpretarse como restos M artínez, 1999), aunque no des- dio generó en La Alcud ia.
de una reja de arado y dos frag- cartamos su aparición pues recien-
mentos de unas tij eras de esquilar temente se han loca lizado en lA AGRICULTURA ROMANA
del tipo p inza . A ello hemos de O rihu ela (Sánchez Matees, 200 1),
suma r las citas que refieren el ni tampoco se han identificado Con la dominación romana,
hallazgo de troncos carbonizados, construcciones con una clara finali- que no parece adquiri r carácter
al parecer de olivo, además de dad para el almacenaje. Por otro rea lmen te trasce nden ta l hasta
tallos, gra nos de trigo y espigas de lado, se cita una prensa de aceite época augustea, la agricu ltura
cebada, frutos como g ranadas y (Ramos Fernández, 1994b, 44) en alcanza un g rado de desarrollo
almendras y capazos y esteras de una estancia del edificio donde se señero, prop io de grandes civiliza-
esparto (Ramos Folqués, 1974d); halló el conocido mosaico con la ciones, de jando sobre el terrazgo
en cua nto a la fauna , se identifican mención de Sailacos -siendo por la huella fosilizada de un reparto
huesos de pollo, conejo, cordero y tanto de datación bastante tard ía-, racional con cla ra vocación de
caballo así como colmil los de jaba- lo que abre la posibi lidad, si n duda expansió n. los cultivos conocerán
lí o cuernos de ciervos y cabras, significa tiva, del con trol de las eli- un aumento tan to de la producción
además de ca racoles, mariscos y tes locales de estos medios como de la productividad y se orde-
espinas, vértebras y escamas de productivos. narán de acuerdo con un ca tastro
3
peces entre la ictiofauna • Tampoco resulta prudente aven- perfectamente reg lado que permite
Sin duda la agricultura ha turar con ta n pocos datos el sistema su control económico y fiscal y que,
pasado a ocupar un luga r destaca- de cultivo empleado, si se utilizaba en última i nstanc ia , se inserta en el
do en la economía ibérica, ahora el barbecho o el régimen de tenen- programa político-económ ico de
más eq uilibrada contribuyendo a cia de la s tierras y mucho menos un estado como Roma y de sus eli-
esta estabilidad la aportación de la cálcu los relativos a la producción . tes terratenientes. No se concibe de
ganadería y la pesca, y los a lrede- Sin embargo estamos convencidos otra manera la puesta en práctica
dores de La Alcudia debieron flore- de que esta auténtica revolución de un proyecto como la centuriatio
El campo y lo ogr•cu!turo

IGNACIO GRAU MIRA


JESÚS MORATAilA JÁVEGA

del campo de Elche si no es con el


empuje de una administración cen-
tralizada y compleja como era
Roma. El programa económico
debió conllevar grandes trabajos

de planificación, reordenación de
propiedades y contabilidad, amén
de las tareas propiamente construc-
tivas, como lindes, caminos, amojo-
namientos, red hidráulica incluyen-
do posibles trabajos de drenaje
-recordemos el término siccus de la
placa de bronce interpretado como
terreno drenado por algunos auto-
res (Guillaumin , 2002, 116-117)-,
todo lo cual debía ser, además,
convenientemente mantenido en
Mopo de copocidod de uso de suelos con poblomienlo romo no
perfecto estado de uso . De este
modo se levantan los cimientos de
uno de los periodos de mayor ceram1cas que, en algunos casos, de un aljibe en Hacienda Botella
esplendor de la historia agraria resulta exagerado interpretar como (Guardiola y Martínez, 2001), si
antigua, como lo demuestra no sólo villa, aunque sin duda otros lo son, bien no queda aclarada su posible
el catastro sino también los asenta- verbigratia los restos que se cono- fun cionalidad agrícola. Son indi-
mientos agrícolas y otras evidencias cen en Hacienda Botella. Muy pro- cios que permiten inferir la existen-
arqueológicas que nos permiten bablemente dichos yacimientos cia de una infraestructura básica
inferir el destacado papel jugado escondan en ocasiones restos algo para canalizar las aguas del río
por las actividades agropecuarias. más modestos, incluso es posible hacia cisternas de las que debía
Más allá de la malla reticular que no se correspondan estricta- derivar tan to un uso urbano como
que se observa en la vertical sobre mente con lugares de hábitat. Estas agrario. Es sugestiva en este senti-
5
La Alcud ia , ahora ya Colonia lulia incertidumbres se derivan de la do la huella marcada por el catas-
1/ici Augusta, son escasos los restos falta de conocimientos que tenemos tro romano, especia lmente mani-
arqu eológicos que certificarían este sobre el territorio de 1/ici. fiesta en la margen izquierda del
alza productiva, ahora sí estrecha- No tenemos constancia del río, en el entorno inmediato de la
mente relacionada con el desarro- hallazgo de restos que podamos coloni~. Este hecho nos garantiza
llo urbano de la población ilicitana considerar propios de la infraes- un aprovechamiento intenso y esta-
sensiblemente aumentada por un tructura hidráulica del catastro, ble de estas parcelas, probable-
importante contingente de colonos aunque tenemos pocas dudas sobre mente por ser las tierras más pro-
romanos, 1,5 cohortes -900 indivi- su existencia. Es sugerente, como ductivas del ager, lo que a su vez
duos- en opinión de Mayer y Olesti ya apuntara R. Ramos (Ramos nos permite adivinar un más que
(Mayer y Olesti, 2001 ). Seguimos Fernández, 1970), la toponimia de probable uso de sistemas de cultivo
traba jando con el mapa arqueoló- origen latino de determinadas ace- propios del regadío .
gico que realizara A. Ramos quias ilicitanas, además de que re s- Pe ro sin duda debió ser el seca-
Folqués hace ya bastantes décadas tos de cisternas y acequias sí se no el que produjera la mayor parte
(Ramos Folqués, 1953a) y, aparte documentan aguas arriba del del total agrícola, siendo muy pro-
de algú n dato puntual sobre restos Vinalopó, en Monforte del C id bablemente los cereales y el olivo
constructivos, las noticias refieren (Moratalla Jávega, 2001), y última- los principales cultivos, dada la
genera lmente concentraciones mente se ha señalado la aparición ausencia de evidencias claramente
relacionadas con la vid. El instru- mórfico además de la biocalcareni- mediante la instalación de varias
mental mantiene los ritmos de apa- ta local- e incluso tipológico, pues vil/ae para el asentamiento de colo-
rición ya identificados en la fase se cuenta con un ejemplar del tipo nos, sin duda la residencia de gru-
ibérica -hoces y podones más pompeyano. Son restos que nos pos privileg iodos que tienen en la
algún hacha, tal vez relacionada permiten asegurar un número de tenencia de tierras y la propiedad
con la práctica de la deforesta- molinos no inferior a la veintena, a de los medios de producción
ción-, ahora en compañía de mo!i- los que hay que añodir cubetas de -incluida la mano de obro esclava-
piedra, grandes contrapesos y frag- su principal fuente de recursos, en
mentos de arae con la característi- un vasto territorio de más de
ca hendidura circular donde apo- 1 1000 ha, si bien es más que pro-
yaría la prensa e incluso un gran bable que el territorio centuriado
mortero de biocalcarenita que, qui- puesto en explotación fuera sensi-
zás, pudiera pertenecer o una mola blemente menor.
olearia. Sin duda la producción Este sistema económico proba-
agrícola multiplicó su valor por cua- blemente mantendria su pujanza
tro o por cinco, siendo prudentes, mientras la organización estatal se
pasando a convertirse, si no lo era mantuvo estable, circunstancia que
ya, en el principal referente econó- sospechamos comenzó a cambiar a
mico de 1/ici y de su entorno, pues partir del s. 111 d.C. aunque habrá
también citaba en su dio A. Ramos que precisar mejor en el futuro. La
restos de una almazara en el yaci- quiebra de este sistema trae consi-
miento denominado Hacienda de go una multiplicación de desajustes
Tomás Verdú.
Volvemos a tener indicios, que
habrá que ir confirmando, de una
actividad agrícola creciente que
pudiera haber rebasado las necesi-
dades de la población hasta el
Esquema de un molino romano, según White, K.O.
1984: Greek and Romo!! Technology, 1984 punto de poder liberar excedentes
destinados al comercio. Un sistema
Piezos de molino de la Alcudia
nos para la moltura algo más sofis- de cultivo ahora bien reglado, con
ticados, el "molino hispano" de predominio de parcelas de tamaño
Catón (cfr. White, 1984, fig. 52), mediano -tal vez más pequeñas que, como un efecto dominó, alte-
que garantizan una producción cuanta más cercanos al cauce del raría el ritmo productivo, pues se
más dinámica. En el patio interior río-, con unos infraestructuras ade- obviarían toreos de mantenimiento
del Museo de La Alcudia pueden cuados y un instrumental preciso imprescindibles para su buen fun-
observarse distintas evidencias de -que incluso pondria en práctica cionamiento. Probablemente se
estos molinos: piedras pasivos y las primeros indicios de "mecaniza- abrió asi un periodo de vuelta a la
activas de distinta tamaño, origen ción" can el molino pompeyana-. autosuficiencia que en muchos
petrológico -se observan rocas gra- La interrelación campa-ciudad aspectos recuerda la situación de
niticas de probable origen meta- alcanza una organización óptima época ibérica.

1 El mapo adorna une d~ lo; ¡afc¡ dei octuol diíicio de;tinodo a le 4 En c;n 1epono de lie~r(:\ 1io dudo IC!acionQdo coo In ccn:vrialio ref:e
in·<e¡tigocib de! Mu1no d~ la ¡,lcudio. joda en e! pai>oje !Chao el d. 1999: (ore!!. 1999: N.ayer y
O!elti, 2001; Guii!oumin, 2002: A!!Oidy, 2003]. A do1 1emitimo¡
2 lo feáo de li~olizc:ción de lo; obr('l e; i632 iGolél·<ez P6re,
1977. 214) ' .. , drrectcrr.cnte con el fin de cgikcr e' discurso
5 E! wtowo de Hici ho
de;consa en u~ ;irnple ew
cr.óii1i1 (Go;.óhez ?~!ez, ct al..
l 996], r¡¡c;cntemente dei ex!racrdr~a:io
t¡''C tomarlo; w~ Ci(,rl<:
ho!!ozgo del ircgmen:o dé ¡¡:Qu,'o dú co~ la in1críncrón Ó

lí'l\
URBANISMO

M ERCEDES TENDERO PORRAS*


GABRIEL LARA VIVES*

INTRODUCCIÓN

1 conocimiento de la morfología del espacio


urbano de este yacimiento en los distintos
momentos de su ocupación resulta, en la
actua lidad, parcial e inexacto debido a una serie de con-
dicionantes:

1. La documentación de gran parte de las estructuras y


edificios localizados resulta insuficiente para estable-
cer momentáneamente las bases adecuadas para el
estudio de la topografía urbana , debido a su hallaz-
go en los primeros momentos de la investigación del
enclave.
2 . Desconocemos la superficie real del yacimiento en
*Fundación Universitario de Investigación Arqueológico lo Alcudia cada una de las fases de ocupación histórica por el
•Área de Arqueología. Universidad de Alicante
carácter limitado de las intervenciones y el intento de
Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002· establecer, de forma tradicional , un hábitat de las mis-
02028 De 1/icí o Elo. Un proceso de transformación cultural en el sureste de lo
mas dimensiones para tod os los momentos documen-
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnologio, y se ha
linonciodo en porte con fondos FEDER tados.
3. La intervención directa sobre los estructuras que podamos identificar debido a que los puntos en que
restos localizados, con el fin de con lugares de hábitat. Los únicos contamos con documentación de
"museolizar" los hallazgos, ha evidencias existentes son materiales estos momentos son escasos.
mimetizodo con el tiempo las arqueológicos desplazados en uni- Los hitos más destacados en la
reconstrucciones y consolidacio- dades estratigráficas formadas en historiografía ilicitana relacionados
nes de las estructures antiguas, momentos diversos, más modernos con la fase de Ibérico Pleno corres-
de modo que resulta complicado y, en algunos casos, hallazgos rea- ponden a la denominado "muralla
establecer las dimensiones origi- lizados en superficie (Ramos púnica" y a un edificio identificado
nales de los restos conocidos. Fernóndez, 1975, 65). Por todo como lugar de culto, dos elementos
4. La desaparición de muchos de ello, resulto discutible de momento de la morfología urbana que defi-
los hitos atestiguados por lo precisar uno ocupación del yaci- nen en su esencia a lo comunidad
bibliografía, documentados a miento tan temprana!, y su continui- frente ol resto. La trama del asenta-
veces simplemente con un punto dad, pues el hallazgo de los miento en este período resulta, por
sobre un plano esquemático del elementos mencionados podría ser tanto, uno incógnita. Los materiales
yacimiento o de los terrenos cer- el reflejo de una frecuentación proceden mayoritariamente de
5
canos al mismo. esporádica . excavaciones en los que se detecto-
5. Las transformaciones físicas del ron tras la roturo sucesiva de dife-
yacimiento (Romos Folqués, !UCJ IBÉRICA rentes pavimentaciones más moder-
1953a, 107)' como consecuen- nas, sin que conozcamos la fisono-
cia de una intensa agricultura, Los primeros momentos del mía de las dependencias o las que
numerosos expolias y antiguas poblamiento en este enclave de la pertenecen en lo moyorío de los
1
excavaciones . cuenca del Vinalopó han sido docu- casos.
Los trabajos de investigación en mentados principalmente a través La mencionado muralla se
curso integrados en el proyecto de objetos arqueológicos para los encuentra ubicada ol este del yaci-
autorizado por la Generolitot que no contamos con un contexto miento, en el sector 6F, y las cir-
Valenciana Docencia e investiga- arqueológico cloro. Sin embargo, cunstancias de su hallazgo !Romos
ción en La Alcudia de Elche es probable que muestren la diná- Folqués, 1956a, 1 1 1) muestran la
(2003-2006), tienen como objeti- mico existente entre los asentamien- posibilidad de que sea el resultado
vo establecer las bases para un tos emplazados en la cercano de varios fases de construcción y
análisis directo de los restos Serro de Crevillent y la presencio reformo. Se trota de un muro de
arqueológicos y su documentación de contingentes fenicios en lo 1,5 m de anchura dispuesto con
siguiendo criterios normalizados, desembocadura del río Segura '. una orientación norte-sur. Sin
con lo realización de reexcavacio- Estos relaciones se manifiestan o embargo, ni los excavaciones reali-
nes, sondeos puntuales, así como el partir de la época ibérica con lo zados ni matizaciones posteriores
estudio en extensión de las áreas fosilización de la vía que conecta el (Romos Molino, 1997, 34) aclaro-
excavadas. Todo ello debe propor- emplazamiento de El Oral (Abad el ron el recorrido de su trazado ni los
cionar o medio plazo uno visión de alii, 2001, 183-185) y lo presen- momentos en que ésta se modifica.
conjunto más completa. cia de materiales cerámicos pro- El contexto material que se relacio-
pios de estos momentos antiguos na con lo fundación de la muralla
PRECEDENn:s (Tendero, e. p.). A pesar de la rele- !Romos Folqués, 1956o, 112)
vancia que ha alcanzado el estudio podría dotarla en la fase antigua,
A pesar de las diferentes noti- del Ibérico Antiguo debido a la pre- por lo que hemos de suponer que
cias con que contamos concernien- sencia de un importantísimo con¡un- alguna de sus refacciones podrían
tes o una primero ocupación del to escultórico (Ramos Molino, corresponder a este momento del
3
espacio durante la Prehistoria , en 2000), esta preponderancia mate- Ibérico Pleno.
ninguno de los cosos se trato de rial no se manifiesta en la misma La existencia de un espacio
referencias o la localización de medida en el registro arqueológico, identificado como lugar de culto ha

126
Urbanismo

MERCEDES TENDERO PORRAS


GABRIEL LARA VIVES

diaciones de a bundantes restos


cerámicos, fragmentos escultóricos
y a rquitectónicos. Nuevos análisis
permiten matizaciones d iversas
referen tes a la cronología de las
fases establecidas y a la naturaleza
desplazada de a lgunos de los
materiales, cuestiones actualmente
en revisión . Es por ello que, frente a
la hipótesis que relaciona los frag-
mentos de escultura ibérica apare-
cidos en la vía que delim ita el edifi-
cio por su lado meridiona l con la
deco ración interior del mismo, exis-
te la posibilidad de que éste no sea
su emplazamiento o riginario. Del
mismo modo, la aparición de un
capitel proto-eólico formando
parte de los muros de la basílica
que se superpone al conjunto cita-
do, no determi na su adscripción al
mismo. O tros elementos arq uitectó-
lugar de ubicación de los hallazgos ibéricos
nicos controvertidos son unos frag -
sido analizada por diversos consistía en un piso de guijarros mentos de ca pitel corintio compues-
7
autores • Se trata de un edificio sobre arcilla compacta de 9 cm de to decorados con frutos, cuya pre-
emplazado en el sector 1OA, del espesor. La fase más antigua del sencia en un ed ificio, sin evide ncias
que se han propuesto dos fases de edi ficio muestra una compartimen- de pilastras, columnas o basas,
funcionamiento . La más moderna tación mayor debido a la existencia cuestiona su adsc ripción al conjun-
presenta una planta que muestra un de una estancia en el ángulo nor- to. Además, estos elementos apa re-
esquema sencillo, dotado de un deste del espacio cuadrangular ya cen en momentos más tardíos que
amplio espacio de tendencia cua- mencionado, de modo que conecta los propuestos para el funciona-
drangular al que se adosa una con la construcción adosada. Los miento de la segunda fase (lora ,
construcción con muros de mayor datos proporcionados por la exca- 2004) .
grosor y planta rectangular. En el vación revelan la existencia, desde Si la ciudad de los vivos muestra
centro del espacio de mayores esta fase, del mencionado banco una fisonomía imprecisa en estos
dimensiones se localizó una estruc- de trabajo, así como la aparición momentos, los datos sobre la exi ~
tura de aspecto similar a un banco de un banco adosado al ·interior del tencia de necrópol is tanto denlf n
de trabajo (Abad y Sala , 1993, muro occidental. En esta fase más como en las inmediaciones del mcur
171 - 174) con base cuadrangular an tigua, el pavimento es de arcilla !am iento son aún má s escasos, p111
de 90 cm de lado; en sus proximi- amarillenta endurecida, y se obser- la mayoría de las informacionw. 1•11

dades se descubrió una especie de va que los muros de adobe descan- escuetas y poco revel(l(lnr' •
cámara subterránea de 1A m de san sobre una zapata de piedra tra- Destacamos la existencia do 1111lr ''
anchura , 1,8 m d e longitud y bada en seco y enlucida con mientes ibéri cos en el sector t1l
2A3 m de profundidad . La s estruc- barro 8 . sistentes en dos urnas quo '' onll•
turas presentaban evid encias de un La vincula ción de este edificio restos óseos identificwl11
acabado elaborado e indicios de con usos rituales se debe a la loca- niños de corta edad, lllllf 1
uso . El pavim ento d e la estan cia lización en su interi o r y en sus in me- con decoración geomulf h 11 ft
Folqués, 1956a, 113 y 1962b,
92-93), y otros dos en el sector
1OD. Este tipo de enterramiento no
es excepcional en contextos domés-
ticos, por lo que su presencia no
determina una vinculación estricta
con espacios funerarios .
Fuera de los límites estableci-
dos del yacimiento, tenemos noti-
cias referentes al hallazgo de restos
escultóricos ibéricos en el cercano
huerto de Vizcarra, al norte del
yacimiento siguiendo el trazado de
la vía paralela al río. La morfología
de los mismos, parle de una dama
sedente, un relieve figurando un
jinete y un león, posibilitan su ads-
cripción al paisaje propio de una
necrópolis de cronología antigua.
Otras noticias relatan el hallazgo
de un loro de piedra y una pierna lugar de ubicación de los hallazgos romanos
de guerrero en casa de Andrés
9
Antón lrles , situada también al excavadores en el siglo 11 a .C. con el estilo de Elche, cuya cronolo-
norte del yacimiento, así como el (Guardiola et alii, 2001 ). gía debe situarse en torno a fines
hallazgo de varias urnas cinerarias A momentos más tardíos, coin- del sig lo 11 y durante el sig lo 1 a.C.
con decoración geométrica en El cidentes ya con época lardo rep u- La s evidencias de la ocupación
10
Ballet , al sur del yacimiento. blicana , corresponde la gran mayo- del yacim iento en este período
Otros puntos con hallazgos que se ría de los hallazgos de estructuras y podrían demostra r cierta vincula-
han relacionado con posibles usos edificios. Por ello los analizamos a ción con la loma de pa rti do por
11
funerarios son Casa Blanca , la continuación . parle de los conting entes ibéricos
Hacienda de Canales (Ramos de la regio contestona a favo r de
Folqués, 1953 , 345), la Hacienda ILICI ROMANA Sertorio. Recientes ha llazgos en el
de Torregrosa (Ramos Folqués, extremo occidental del yacimiento,
1953a, 354) o la Hacienda de El registro arqueológico del aún en proceso de estudio, parecen
Agustín Molió (Ramos Folqués, yacimiento presenta la misma pre- demostrar la ex istencia de un lien-
1953a, 351 ). El hallazgo más cariedad de datos para el
claro fue realizado en la Hacienda siglo 111 a.C., ya que no se detectan
12
de Juan lbarra . con claridad estratos de esta crono-
Del mismo modo, recientes logía y los materiales del período
excavaciones en el Parque son muy escasos, sobre todo al com-
Agroalimenlario, situado a menos parar la secuencia existente con los
de 1 km de La Alcudia, han propor- datos ofrecidos por el cercano yaci-
cionado el hallazgo de algunas miento de La Escuera (Abad el alii,
tumbas del siglo 111-11 a .C. aunque 2001) . En cambio, son más frecuen-
sólo se ha dado a conocer por el tes las estructura s y los complejos
momento una de ellas, con restos urbanos datados por la presencia las llamados · cosas ibéricas

de la pira funeraria, datada por su s de materiales cerámicos pintad os

128
Urbanismo

MERCEDES TENDERO PORRAS


GASRIEllARA VIVES

zo de muralla cuya construcción ini- como kardo de la cenluriación la


cial pudo realizarse en fechas pró- vía Augusta , que discurre al este
13
ximas al siglo 1 a.C. La inestabili- del yacimiento junto al río
dad política presagiaba enfrenta- Vinalopó. Este fenómeno determina
mientos armados que determinaban la implan tación del sistema de irri-
una fortificación del asentamiento, gación de los cultivos, la red de
aunque el devenir de los aconteci- cam inos para lelos y las lindes de
mientos, desfavorable a los intere- las parcelas, así como la ubicación
Reslitución de los "cosos ibéricos" sobre lo
ses de los indígenas, se plasma con de las necrópol is. La existencia de
plonimetrio existente. Dibujo A. Guilobert
violencia también en otras ciuda- enterramientos correspondientes a
des, como sucede en Valentia. En una ocupación de características los primeros siglos de la vida de la
La Alcudia, se determina la existen- similares . ciudad romana se plasma en
cia de un nivel de destrucción que Tras los acontecimientos que hallazgos en torno a la vía
ha permitido la conservación de sacuden el territorio, los síntomas Augusta. El paisaje de estos cemen-
conjuntos tan importantes como la de recuperación se plasman en la terios es difícil de recrear debido a
"tienda del alfarero" (Sala, 1992). superposición estratigráfica de nue- los escasos datas con que conta-
Este ambien te forma parte de uno vas construcciones. Este proceso mos pa ra su reconstrucc ión.
de los sectores -4C- donde locali- renovador parece coincidir con Sabemos que se disponían a lo
zamos construcciones de este fechas próximas a mediados del largo de los accesos y presen taban
momento. Las edificaciones se dis- siglo 1 a.C., momento en que debió en la mayoría de los casos poca
ponen al norte de una vía y han producirse el primer impulso de fun- entidad , a lo sumo una pequeña
sido interpretadas como varias dación de la colonia romana asen- superestructura que seña lizase el
estancias cuyos umbra les no han tada en el solar de La Alcudia
sido detectados debido a la super- (Aifoldy, 2003, 44). Las evidencias
posición de estructuras posteriores de nuevos espacios domésticos se
y al recrecido de sus muros (Ramos repiten en los sectores 4C y 1OD,
Molino, 1997, 32). Destacamos, con pavimentos de signinum que
junto a l lugar donde se exhumó el cubren los restos de edificaciones
conjunto ya ci tado - habitación 1- la precedentes y la aparic ión de ele-
estancia H, en la que los hallazgos mentos relacionados con la distribu-
de un kernos, un thymiaferium de ción de ambientes o la captación
Restitución del óreo central sobre lo plonimetrio
origen oriental y una cantimplora de aguas; y en 5F, donde se detec-
existente. Dibujo A. uilobert
sugieren un posible cu lto tan dos estancias, decorada una
doméstico. con el mosaico helenístico y otra enterramiento . Conocemos algunos
En otros puntos del yacimiento, con un signinum en el que se intro- casos particulares, como el hallaz-
y siempre en intervenciones puntua- ducen teselas blancas formando go de la base de un posible monu-
les que precisan de la rotura de una retícula de rombos 15 . mento lurriforme en el extremo
estructuras y niveles más modernos, Los cambios de la distribución oriental del yacimiento, o el sepul-
como el mencionado sector l OA, interna de la ciudad tienen corres- cro subterráneo localizado y des-
1OD (Ramos Folqués, 1962, 95 y pondencia directa con la existencia truido al norte del mismo en tiem-
17
ss) -do nde varias estancias pare- de un proceso de cen turia ción del pos de A. !barra • A lgunos frag-
cen formar parte de un complejo terri torio próximo en esas mismas mentos arqu itectónicos testimonia n
que algunos autores relacionan con fechas, como demuestran los epí- la desaparición paulatina de estos
prácticas religiosas concretas- grafes y la morfología actual del hitos junto al recuerdo de sus pro-
(Ramos Molino , 1997, 34-35), 5F Campo de Elche, que fosiliza en pietarios.
14
(Ramos Fernández, 1983a) y 6F , parle el parcelario de época roma- En época de Augusto se com-
16
se ha determinado la existencia de na • Los diferen tes estud ios loman pleta la morfología del paisaje y la

1?0
ciudad asume definitivamente el que mencionan cambios en el foro del mundo romano . Por ello se
rang o de colonia. Sin embargo, y la introducción del culto al empe- con figuran grandes domus dotadas
18
desconocemos por el momento evi- rador con aras y algún edículo. de elementos d e representación
dencias de un proceso de monu- Los programas de monumentaliza- como atrios y peri stilos con
mentalización que debió proporcio- ción y dotación de infraestructuras estanques polilobulados, alrededor
continúan en marcha a finales de la de los que se distribuyen estancias
época julio-claudia , pues es en para la vida privada y para las
estos momentos cuando se edifican relaciones clientelares. Así pode-
dos grandes complejos termales 19 • mos comprobarlo en los sectores 3F
Desconocemos por el momento y 5F, ocupados por dos de estos
la existenci a de edificios de espec- complejos, y posiblemente igual
táculos vinculados a la colonia, a valoración corresponda a los restos
pesar de que existen testimonios documentados en 4C, 1OD y 6F.
diversos que en unos u otros El aprovisionamiento de agua
momentos han servido como base a para el consumo parece ser una de
aseveraciones de diverso tipo. Se las mayores preocupaciones de los
Monedo con lo representación de un templo
trata de la probable existencia de habitantes de esta ciudad, debido
en Lo Alcudia
una estructura de forma elíptica a la proliferación de todo tipo de
nar una entidad urbana digna de la situada al nordeste del yacimiento, estructuras de ca ptación y conser-
categoría del establecimiento. A identificada como anfiteatro, vación de líquidos y a las infraes-
pesar de que las acuñaciones aunque en la actualidad dichos res- tructura s termales, que necesitan un
20
monetales de estos momentos pre- tos no son visibles . volumen considerable. Debido a las
sentan un templo tetrástilo en los Existen también pruebas de la condiciones del río Vinalopó, con
reversos, recientes investigaciones presencia de aurigas en la colonia, cierto índice de salinidad en sus
22
(Lora, 2004) han desestimado la como muestra una inscripción de aguas , las aguas de lluvia son
identificación de éste con un edifi- Valeria, en Cuenca , aunque este conducidas hacia cisternas de
cio situado en el sector 5D (Ramos dato ha sido bastante discutido y dimensiones variables o captadas a
Fernández, 1995c). El emplaza- desvincu lado de la existencia de un través de pozos detectados en
miento del espacio forense y de los recinto adecuado para la celebra- diversos puntos del yacimiento. El
ed ificios de represen tación pública ción de carreras de carros. En el establecim i ento de una red de
no se conoce y, por el momento, extremo noroeste hay constancia alcantarillados y desagües permite
sólo contamos con elementos arqui- de una estructura de g ra ndes abastecer todo tipo de instalacio-
tectónicos descontextualizados dimensiones y recubierta en su inte- nes y facilita la evacuación de líqui-
para reconstruir la realidad del pa i- rior por signinum, excavada en dos y sustancias diversas de la
saje urbano augusteo (Lora, 2004). época de A. !barra . Parece tratarse ciudad.
Conocemos el patronato de T. de una gran piscina de forma elíp-
Statil io Taurus, personaje muy cer- tica, con dos accesos dotados de
cano a Augusto, que refuerza la escalinatas 21 •
probable entidad del programa de Las viviendas plasman sucesi-
monumentalización y su vincula- vas reformas y acondicionamientos
ción con la propaga nda de estos de su interior, debido a la dilatada
monumentos, al igua l que sucede ocupación de los solares edifica-
en otros centros hispanos como dos . A la introducción de nuevos
Carthogo Novo o Emerifa Augusta. pavimentos musivos y programas
La ciudad experimenta transfor- decorativos acordes con las modas,
maciones a lo largo del alto impe- se une la configuración de esque- Domus del sector 5F

rio, reflejadas en diversos epígrafes mas propios de ambientes urbanos

1.10
Urbanismo

MERCEDES TENDERO PORRAS


GABRIELLARA VIVES

registro arqueológico/ como tam- go y las ci rcunstancias de su exca-


bién ha podido comprobarse en las vación han susci tado cierto
28
termas occidenta les (Abad / debate 1 controversia que ha
Moratalla y Ten d ero / 2000). alcanzado incluso a algunos de los
Lentamente/ las autoridades pier- materiales localizados en el interior
den el control de los espacios públi- de este edificio/ como es el caso de
cos y las ca lles son invadidas por los conoc idos por la bibliografía
construcciones privadas e instala- como canceles y que las últimas
ciones de escasa salubridad / como revisiones parecen interpretar como
Reslilución de la domus 3F sobre la planimelría
puede observarse en el sector 5D / celosías para vanos de ventana .
exislenle. Dibujo A. Guilaberl
donde un horno cerámico se instala Las necrópolis de este momento
ILICI TARDOANTIGUA en medio de una de las arterias de ocupan diversos puntos dentro del
la ciudad . La elevación paulatina mismo asentamiento/ cuestión que
La vida en la ciudad se transfor- del nivel de circulación refleja un reafirma la transformación parcial
ma paulatinamente/ reflejo de las
condiciones imperantes. De este
modo 1 podemos observa r la reocu-
pación de los solares urbanos con
nuevas estructuras domésticas/ que
reducen en muchos casos las
dimensiones de las habitaciones
precedentes 23 . La actividad edilicia
aprovecha los recursos que ofrece
el medio y reemplea materiales
constructivos expoliados de otras
fábricas de forma consta nte. El
cambio de estrategia muestra solu-
ciones inteligentes y de menor
coste / y combina técnicas mixtas
con pavimentos de tierra apisona-
da y el empleo de alzados de
tapial o adobe revestidos y poste-
riormente pintados (Lara 1 2004L
que contrasta con el registro que
ofrecen los asentamientos rurales lugar de ubicación de los hallazgos lardorramanos
del entorno inmediato/ donde proli-
feran elementos de ostentación que gran dinamismo urbano 1 con remo-
recrean espacios de mayor presti- ción de tierras y nuevos aportes
gio 24 • Aunque los documentos escri- resultado de las actividades docu-
tos testimonian la importa ncia de la mentadas 25 .
Sede Episcopal Ilicitana/ los restos En este contexto destaca la
arqueológicos no muestra n suficien- aparición de un edificio de planta
26
tes indicios que refrenden g ran alargada 1 dotado de un ábside
magnitud para este hecho en su extremo oriental e identifica-
(Gutiérrez Lloret1 1996). do como lugar de culto por distintos
La ocupación de los edificios autores 27 . Las características de su Muro de las lermas orienlales con maleriales
reaprovechados
públicos es patente a través del mosaico con inscripciones en grie-
(Ramos Folquésr 1962b, 91 y que reaprovecha sólidas dependen-
1956a, 1 13; González, 2001 , cias de etapas anteriores (Ramos
401 a 403), y del VI-VIl de en Folq ués , 1962b, 9 1). De esta
1OA y 1OB (Ramos Folqués , misma necrópolis es el sarcófago
1956a, 107 y González, 2001 , de piedra con cubierta de doble
404-405), teniendo más dificulta- verti ente depositado en el M useo
des para datar los restos localiza- Monog ráfico.
dos en los sectores 5D (lara , l os materiales arqueólogicos
2004), 1OD y 1OE (Ramos Folqués , recuperados en las últi mas inte rven-
1953a, 126; Ramos Fernández, ciones y la revisió n de otras anterio-
1989) que, por similitudes con los res, confirman el abandono pa ulati-
anteriores, deben dotarse -excep- no del asen tam ien to en una fecha
tuando quizás el de 5D- dentro del imprecisa del siglo VIII d .C. N o
grupo de cronología más moderna . obstan te, se han rec uperado mate-
Horno cerámico conslruido sobre uno calle El tipo de enterramiento más fre- ria les datados en los siglos IX y X
cuente consiste en una fosa practi- que atestig uan una frecuentación
de la fisonomía del enclave, adap· cada sobre el terreno que alberga posterior, a la que sucede el expo-
tándose de forma paulatina a la al difunto, aunque en otras ocasio- lio de material d e construcc ión, al
dinámica observada en otras ciuda- nes son reutilizadas estru cturas pre- menos, desd e el sig lo XII d.C.
des. Se han documentado enterra- cedentes . Un e jemplo bastante sin-
m ientos correspondientes a los gular es el conjunto identificado
siglos IV-V de en el sector 6F con un monumento funerario en 6F

NOTAS
•... 26 de ¡ulio de 1401 ... Desde esto lecho se hon practicado ban los cenizos y restos humanos, en unión del hierro de uno Historio; !borro Monzoni, 1879 y Romos Folqvés, 1953o,
numerosos excoYociones, los que, 5olvo los verificados bajo lo lanzo, lo ho¡o doblo do y rolo, ol parecer de uno espado, el 113- 114.
dirección del Marqués de Lendinez, hermanos lborro, Albertini, trozo de un gran cuchillo~ fragmentos de dos vo~tjos de metal, 2 l No descartamos lo posibilidad de relacionar esto estructuro con
Vives y otros, sOlo se hicieron con la finalidad de conseguir con osos dobles movibles, ingeniosomenle colocados, poro que el sistema de acogido de aguas procedentes del Vinolopó, no
excelentes materiales de comtrucción procedentes de los edifico· aquellos se mantuviesen en equilib rio; dos colinos, uno muy .sólo por sus ccrocterísticos formoles sino por el hecho de ubicor·
dones romanos que un día mtegroron lo Colonia lvlio llici pequeño, de borro común cocido, y el otro de un hermoso borro se muy pr6ximo o unos estructu ras que podría n relacionarse con
Augusto, osi como los restos del pueblo ibérico que lo precedió, negro y lustroso como el de los va sos etru~cos; e infinidad de !ro- los basamentos de un ocueduclo (vid noto 22).
con los que fue edificado parle de lo ocluol ciudad de Elche. zos de metal oxidados, sobresaliendo entre todos los obietos
Consecuencia de la labordemoledoco llevada o cabo por los hollados en lo vasija, un in lere~onte busto coronado de hojas y 22 No desechamos lo hipótesis de lo exi•tencio de un ocueducro
buscadores de piedra, y de los constantes relormm agrícolas de frutos y con lo bullo ol cuello, igualmente de borro cocido, de que, desde el río, aportase o lo dudad un complemento de
que ho sido ob¡eto el pequeño promontorio... es lo alteración de color plomizo>!lborro Monzoni, 1879, 207-208, lóm XXII). aguo. Pruebo de ello podría ser el specus doc umentado sobre el
los niveles arqueológicos, especialmente romano y visigodo, en Como podemos observar se trola de un depósito secundario, en lienzo que delimito los termos occidentales por el oeste así como
algunos zonas... ~. el que los restos de la cremación se introdujeron junto al ajuar los dos estructuros cuodrongulores que se ubican junto al tramo
dentro de fa urna. Oc este último destoco lo presencio de armas. más seplenlrionol del moro !Abad, l y Tendero, M. Informe preli·
Recientemente se ha realizado una revisión hhtoriogrófico sobre minar de los fraba¡os arqueológicos en las Termos Occidentales
el yacimiento, en lo tesis de licenciatura de Robertlorenzo Pérez No se indico el metal de los vasijas, pero en coso de estor reoli·
zedas en bronce, debieron ser algún tipo de sitola, lavamanos o de lo Alcvdio. Compaña de 1999. Inédito. Depositado en
de Son Ramón, I'Aicvdio d'Eix o 1' Antiyuilol Tardona {ss. V-VIII}. Conse~lerio de Culturo, Genero~ itot Vale nciano; Romos Folqués,
Anófisis hisloriogrólico i arqueológico d'llici en época visigodo. brasero. Respecto o los colinos, e~cudillos o cuencos, destoco·
mos lo aparición de uno de barniz negro que, debido o lo follo A. Diarios de excavación. Ola 27 de octubre de 1966.
Inédito. 2003. Universidad de Alicante. Ma nuscrito inediro).
de mayores precisiones, podríamos asociar o varios produccio-
!borro Ruiz, 1926; Ro mos Folques, 1953o; Romos Fernóndez. nes El doto que mayores perspectivos oftece es el thymiolerio 23 Romos Molino, A. Informe preliminar de los lrobojos de campo
1975, 79-86; Romos Molino, 1997, 16-17. con busto de Tonit, similar o los ejemplares localizados en lo en los Termas Oriento/es de la Alcudia. Compaña 2000.
Existen numeras yacimientos fechados durante la P1ehsitorio necrópolis de lo Albulerero (Alicante) dorados en el siglo 111 a.C. Inédito. Entregado o Consellerio de Culrvro, Generolitol
Reciente en lo comarco del Boix Vinclopó con materiales similo. 13 Abad y Tendero, 2003-2004. InForme preliminar de los ocluo· Valenciano. lo gran solo ubicado al sur de lo no/olio es campar·
res o los dO<umentodos en lo Alcudia Uover el olii, 1999). dones otqueofógicos reolizoc!as en ef seclor 68 y 68 este. fimentodo en cinco dependencias, separados por muros de dife.
Uno de los pocos referencias o e~trotos de cronología prehist6ri· Inédito. Entregado o Consellerio de Culturo, Generolital ten te f6 brico, durante lo reocupoci6n de esle edificio monumen·
ca lo enconfromo~ en el 5ecfor de los cosos ibéricos, sector .dC, Volendono tal en época ta rdío.
por debo¡o de los niveles ibéricos (Romos Folques, 1966b, 14 Romos Folqués, A. Diarios efe excavación. Dio 2 de moyo de 2~ !borro, 1879; Romos Folques, 1953o; Ro mos Fernóndez, 1975,
217-219) y en el seclor 5F )Romos Fernóndez, 1983o, 172). 1952 Manuscritos inéditos. Agradecemos lo colaboración de 1976.
6 Azuor er olii, 1998 ; Gonzólez Prols, 1999 ; Gonzólez Prols el Alejandro Romos Molino por facilitamos estos informaciones 25 loro, 2004; Informe preliminarde los oclucciones realizados en
olii, 1999; Gonzólez Prols, A.-Ruiz, E., 2000; Guliérrez el olii, inéditos. el sector 50 de lo Alcvdio !Agoslo-sepliembre de 2003).
2001 . 15 Romos Fernóndez, 1975, Abad, 1979; Fernóndez Dioz, 2003 26 Romos Fclques interprelo lo conslrucción original como uno solo
7 Almagro · Garbeo y Moneo, 2000; Romos Fernóndez 1992b, 16 Existe un nutrido compendio bibliogrófico sobre este aspecto del domestico del siglo IV d.C y establece paralelo• de su singvlor
1994, 1995o, 1997o; Romos y Uobregot, 1991; Romos Molino, poblamiento romano. Véase, entre otros Gozólvez Pérez, 197.d; mosaico con los de las villas de los alrededores. Con posleriori·
1997, 33-34 Aroso, 2003 ; Ariño el olii, 2002 ; Guillaumin, J. Y., 2002 ; dod, el edificio se lronsforma, con lo construcción del Obside en
llobregor Coneso, E y Remos Fernóndez, R Diario de excavo· Gurl, J. M. el olii, 1996 ; Moyer, M· Olesli, 0 ., 2001 el siglo V d.C. y el aporte ornamental de los canceles en el Vil
ción. Memorro de lo 51' compaña. 1990. Inédito. dC )Romos Folques, 1962oj,
17 !borro Monzoni, 1879
9 Sonz, 1621 , 139; Romo> Folques, 1953o, 348, Romos Folqués, 27 Bibliografía de lo bosilico.
18 Cuyo ejemplo mós potente lo constituye el oro dedicado o Solvs
1966o; Romos Fernóndez, 1975. 26. Avgu51o que aparece en el reverso de uno emisión de oses de 28 lorenzo Perez de Son Ramón, R., e.p.. En ello •e recogen rodas
10 Romos Folques, 1953o, 349; Romos Fernóndez, 1975o, 26 Tiberio )RPC, 196) los discusiones hisloriogréficos y se ofrece uno nuevo v críl1co
lectura del conjunto
11 !borro, 1914, 51 ; Romos Folqués, 1953o, 345; Romos 19 Romos y Tendero. 2000,245,250
Fernóndez, 1975, 26. 20 Gacela de Madrid, de lecho 26 de marzo de 1776, Sónchez
12 wuno gran vasija de borro cocido, dentro de lo que ~e conservo· Coboñm HiJtotio d vitovense, monUSCfllo de lo Academia de lo
lA ESCULTURA IBÉRICA DE LA ALCUDIA

RAFAEL RAMOS FERNÁNDEZ*


ALEJANDRO RAMOS MOLINA *

a producción escultórica de La Alcudia está


vinculada a las re laciones comerciales con
el mundo griego desarrolladas en el periodo
conocido como ibérico clásico, quedando fuera de toda
discusión el hecho de que las obras son de producción
local ya que la materia prima procede de las canteras
locales próximas al yacimien to. Según las investigac io-
nes de Echallier y de Montenat (Echallier y Montenat,
1977) todos los restos de esculturas ibéricas aparecidas
en este yacimiento han sido esculpidas en la misma mola-
so calcáreo-arenosa amarilla que contiene numerosos
fragmentos de cuarzo detrítico de pequeño tamaño y
fragmentos de foraminíferos y , en particu lar, de
Globigerinas. Igualmente hay que cita r la presenc ia de
Flabellipecfen fraterculus y de tubos de Oitrupa. Se trata
de una roca relativamente blanda que se presta bastante
bien para su empleo en escultura, pero que carece de la
resistencia necesaria para utilizarla en obras arquitectó-
nicas. Tan to la microfacies como la fau na permiten afi r-
*Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica 1a Alcudia mar que esta roca proced e de las molosas del
Torloniense Superior que afloran al niales, lo que explicaría la de influencia de la ciudad ibérica
noreste del término municipal de introducción de nuevas formas, existente en la Alcudia.
Elche, bajo las margas del Mioceno siempre basadas en la demanda de Hasta hoy, y según los datos
Termino/. Por otra parte, la caliza las élites indígenas a las que extraídos de toda la documentación
helvetiense es mucho más resistente iban destinadas, como evidencia disponible, son treinta y cinco los
y es la empleada en La Alcudia la ideología que trasluce su rcono- fragmentos o piezas escultóricas
para la construcción arquitectóni- grafía. conocidos recuperados de la ciu-
ca. Esta contiene algo de yeso Es muy lógico pensar que el dad ibérica de La Alcudia (Ramos
detrítico y muy numerosos foraminí- conjunto escultórico ibérico de La Molino, 2000). De todos estos sólo
feros planctónicos así como abun- Alcudia y todo el conjunto de pie- de tres no es posible conocer su
dantes fragmentos de equinoder- zas localizadas en su área de procedencia dentro del yacimiento
mos. Esta roca procede de las cali- influencia estén realizados en un y, además, tampoco hay ningún
zas con Globigerinas del único taller y que éste sea el fruto tipo de noticia sobre su hallazgo.
Helveciense (Mioceno Medio) que de la relación entre griegos e ibe- Uno de ellos es un fragmento con la
no se encuentra en esta región más ros con fines comerciales puesto representación de una pierna
que en la ladera Sur del Tabayá, que si los maestros escultores llega- humana de perfil, a izquierda, que
en el contacto con las calizas mar- ron a esta parte de la Península conserva desde la parte inferior de
gosas del Mioceno Inferior, tanto al Ibérica necesitaban de la entidad la rodilla hasta la superior del tobi-
noroeste de las Vallongas como en de una ciudad como la de Elche
el tramo de cabecera del Barranco para difundir su obra. La coinciden-
de San Antón. cia cronológica de la escultura ibé-
El hecho de que la producción rica con el periodo de máximo
sea local no implica que los autores intercambio cultural con el mundo
sean exclusivamente gente autócto- griego no es casual. También se ha
na, también cabe la posibilidad de señalado el auge en este periodo
que artistas griegos crearan aquí de una escultura ibérica ya existen-
un taller desde el que producir toda te planteando la nueva presencia
la escultura entonces demandada en Elche de intenso influjo griego
por unas élites locales influenciadas canalizado a través de artistas
por las modas clásicas. Como tam- locales muy helenizados. Esta
bién es posible que artistas locales nueva escultura no se podría expli-
fueran formados fuera de la penín- car sólo como una evolución propia
sula ibérica y posteriormente ubica- desde el periodo arcaico sino como
ran su taller de trabajo en el territo- la aceptación repetida de nuevos
riO ilicitano. Se ha atribuido influjos mediterráneos en el contex-
(Almagro-Garbeo, 1999) una gran to de una sociedad local
importancia a los artesanos esculto- que los demanda (Olmos, 1991, Pantorrilla con gr(;bo asido por unCl mono
foto Instituto Arqueológico Alemón, Madrid
res que serían un elemento esencial 299-308).
en las relaciones c!ientelares entre Así pues, parece que toda la
reyes y príncipes indígenas y en los escultura ibérica de La Alcudia per- llo con unas dimensiones de 35 cm
intercambios con el mundo colo- tenece a la ciudad ibérica existente de altura, 40 cm de anchura y 36
nial. La disponibilidad de talleres en su periodo clásico, identificable cm de grosor. Probablemente perte-
de escultores y canteros especiali- con el llamado periodo ibérico nezca al altorrelieve con escena de
zados como los de 1/ici, refleja el pleno, y no antes, ya que es a par- guerreros procedente del sector XIII
poder económico y político de una tir de los contactos con el mundo del yacimiento, en el que parece
sociedad próspera, aunque en oca- focense cuando surge este tipo de encajar formal y técnicamente.
siones se recurría a artesanos colo- expresión artística en el territorio Otro pieza de cuya procedencia no
lo eiCuiluro obér~co de lo Alcudia

RAFAEl RAMOS FERNANDEZ


AlEJANDRO RAMOS MOliNA

existe documentación es un frag- 14 cm de longitud y 5 cm de anchu-


mento escultórico de piedra caliza ra que representa la figura de un
de 43 cm de altura , 48 cm de toro de bulto redondo a l que le fal-
anchura y 25 cm de grosor. Se tan la cabeza, las patas y parte del
trata de una cabeza de toro q ue rabo. Su anatomía está muy bien
carece de morro. Su cara tiene la delimitada, a pesar de su pequeño
órbita ocular delimitada por una tamaño, con un buen resalte para
ceja finamente marcada que arran- sus cuartos traseros y sus omoplatos
ca del tabique nasal, por debajo y arranque de las patas delanteras.
de la cual se aprecia un ojo redon- La línea cervicodorsal es prominen-
deado . Una serie longitudinal de te, aplanándose en la parte tra sera .
cazoletillas, alineadas en suave Su sexo está perfectamente diferen-
curva vertical , formada por vacia- ciado. A la altura del pecho surge
dos hemisféricos, indica su zona un apéndice de sección cuadrada
barbada y siluetea su cara lateral- en posición vertical que probable-
mente. Las arrugas de su cuello res- mente sirviera para su sujeción.
ponden a un ordenado tra tamien to En la parte central de la mitad
estilístico y están configuradas por norte del yaci miento (B en el
cuatro pliegues que, sinuosamente, plano): Cabeza de caballo.
descienden desde la línea dorsal. lugares de aparición y número de esculturas Fragmento escultórico de pied ra
El límite entre cabeza y cuello se caliza de 18 cm de altura y 43 cm
reproduce por otra arruga que con- de anchura en el que queda repre-
verge en la zona superior de la gos casuales en él ocurridos . Son sentada una cabeza de caballo
pieza con la primera de las ya men- siete los puntos del yacimiento de modelada con gran estilo y perfec-
cionadas . N o es observable si la los que proceden las piezas lo que ción . Tiene la boca cerrada y en la
disposición de esta cabeza está implica que en todos los sectores comisura de sus labios se aprecia
esculpida siendo el eje longitudinal donde se ha excavado el estrato un filete moldurado que sale hacia
de la obra o en actitud de ladearla correspond iente al periodo ibérico abajo de forma nada semejante a
ligeramente para romper la rigidez pleno existe testimonio de presen- los indígenas exvotos de bronce y
y la si metría de la figura. La tercera cia de escultura . Este hecho induce piedra . El morro es apun tado con
pieza de procedencia desconocida a pensar que toda la ciudad aquí dos grandes orificios nasales bor-
es otro fragmento escultórico en existente estaba ornamentada con deados en su parte superior por
altorrelieve, de piedra caliza, de 6 este tipo de manifestación artística , tres pequeñas incisiones curvas
cm de anchura, 13 cm de lo ngitud lo que implica una ciudad destina- figurando arrugas . Los ojos tienen
y 9 cm de grosor. Se trata de una da a alojar una población constitui- el lacrimal muy marcado y la órbita
mano humana a la que le faltan los da por élites sociales, por una aris-
dedos y parte de la palma . Por la tocracia gobernante .
parte del brazo se conserva hasta Las piezas escultóricas de las
la muñeca, mostrando una manga cuales conocemos perfectamente su
ajustada con un doble o pequeño lugar y condiciones de hallazgo
puño . fueron localizadas en los siguientes
El resto de las piezas está n per- puntos del yacimiento:
fectamente ubicadas en cuanto a su En la parte occidental de la
lugar de hallazgo tras un rastreo en mitad norte del yacimiento (A en el
todos los niveles de documentación plano) : Toro de pequeñas dimen-
Cabezo de cobollo. Foto Instituto Arqueológ ico Alemán. Madrid
sobre las excavaciones practicadas siones . Fragmento escultórico de
en el yacimiento y sobre los hallaz- piedra caliza de 7,5 cm de altura,

135
es sobresaliente. Uno bondo deco- toro, de tres cuartos, que mira a la
rado por incisiones verticales poro- derecho.
lelos decora la porte superior a los En la parte central más oriental
ojos. Se conservo lo mitod de lo del yocimiento (E en el plono):
oreja izquierda, mientras que de lo leona. Fragmento escultórico de
derecha sólo se conserva el arran- piedro caliza de 75 cm de longi-
que. Tanto la porte frontal como la tud, 35 cm de altura y 30 cm de
posterior están redondeados, en grosor que representa el cuerpo de
contraposición a las orrugos de los una leona o lo que folta la cobezo,
pómulos y de debajo de los orejas. el cuello y las potos. Todo su super-
En lo zona noreste del yaci- ficie es redondeoda y liso, único-
miento (C en el plano): Torsode mente interrumpida por uno banda
varón. Fragmento escultórico de que recorre la línea cervicodorsol
Cabeza femenina.
piedra caliza de 46 cm de altura,
Fola lnsliltl!o Arqu8ol6gico Alemón, Modrid
30 cm de anchuro y 20 cm de gro-
sor que representa una escultura
exento con una figura masculina a dido que estos producen en la figu-
la que faltan las piernas, los brazos ra. la frente está cubierta por un fle-
y la cabeza. Su indumentaria cons- quillo formado por lineas rectas ver-
ta de una túnica de escote rectan- ticales. A ambos lados de la cabe-
gular, con reborde en su parte infe- za y por delante de las orejas cuel-
rior, por debajo de la cual salen las gan dos finas trenzas, mientras que
faldillas de la túnica, trabajada en Cuerpo de leona. la parte superior de la cabeza
roto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid
forma de pliegues rectos y ángulos parece estar cubierta por algún
muy marcados. del animal y por las siete ondula- gorro liso y ajustado. En la parte
Torso con brozo. Fragmento ciones a cada lado que marcan sus posterior se muestra una fina mele-
escultórico antropomorfo corres- costillas. En definitiva, se mantiene na, pegada al cuello y marcada
pondiente al tronco, desde la cintu- en todo momento la suavidod de por líneas incisas verticales.
ra al cuello, en el que es observa- formas, a lo que colobora un vien- Tronco de toro. Fragmento
ble la posición del hombro con el tre liso y unos cuartos traseros que escultórico de piedra caliza, de 50
arranque del brazo alzada en acti- continúan la forma del tronco del cm de longitud, 40 cm de altura y
tud agresiva. Sus dimensiones son animal. 35 cm de anchura que representa
de 38 cm de altura, 19 cm de Cabezo femenino. Fragmento parte de un toro. Comprende desde
anchura y 35 cm de grosor. escultórica de piedra caliza de 18 la mitad del cuello hasto el abdo-
En la parte oriental de la mitad cm de altura y 12 cm de anchura men. A pesor de su erosionado
norte del yacimiento (D en el que representa una cabeza femeni- estado de conservación se pueden
plano): Sillar con toro en relieve. na en la que, a pesar de su alto apreciar todavía los volúmenes
Sillar de piedra coliza, con unas grado de erosión, se observan correspondientes a los omóplatos y
dimensiones aproximadas de 40 todavía todos los rasgos de la cara a la zona ventral. En su lado dere-
cm de ancho, 60 cm de larga y 50 y parte de su complejo peinado. la cho, mejor conservado, existen
cm de alto, que presenta la obra baca es pequeña y sus finos labios unas líneas prácticamente perpen-
escultórica por una de sus caras esbozan una sonrisa de discreto ric- diculares a la línea cervicodorsal
laterales mientras que par la otra tus, muestra del arcaísmo de la del animal que representan las plie-
presenta un baquetón que le da obra. la nariz está fracturada. las gues de su piel.
mayor complejidad a la pieza. la ojos son pequeños y de forma Cintura con faldeta. Fragmento
obra es un relieve en el que se almendrada, marcados por una de una figura humana de 32 cm de
muestra la cabeza y el cuello de un línea incisa que contornea el rehun- altura, 17 cm de anchura y 30 cm
Lo e1cuhuro ibérico de la Alcudia

RAFAEl RAMOS FERNÁNDEZ


AlEJANDRO RAMOS MOIINA

Fragmento perteneciente o lo cintura de un guerrero. Relieve de cabezo de caballo. Relieve con grupo de cobollo y lanzo.
Foto ln$tituto Arqueológico Alemón, Madrid Foto ln$tituto Arqueológico Alemán, Madrid Foto ln$tituto Arqueológico Alemán, Modrid

de grosor en el que se aprecia la cm de grosor en el que se conserva cabeza y lo grupa de un c'aballo y


zona lumbar de un personaje mas- un relieve con la parte tra sera de parte de una lanza que hace supo-
cul ino con cinto y fa ldeta. un caballo en el que se supone la ner que iría cabalgado por un gue-
Relieve con cabeza de caballo. presencio de un jinete ya que se rrero.
Fragmento escultórico de piedra aprecio la parte posterior de una Sillar grabado. Se trata de un
calizo de 12 cm de altura , 14 cm lanza en posición horizontal. Todo sillar en el que se ha grabado uno
de anchura y 6 cm de grosor en el está representado por su lado dere- inscripción . Concretamente se trato
que se aprecia un relieve en el que cho . Del caballo se conservan los de la esquina superior derecha de
se conserva porte de una cabeza cuartos traseros hasta media pota y un sillar cuadrangular al que le
de caballo de perfil, dejando a la la cola. los cuartos tra seros son falta el pico de la esquina ind ico-
vista su lado derecho. la parte con- redondeados y robustos . La cola va da, de 40 x 24 x 17,5 cm, y en el
servado contiene la parte superior hacia atrás dando sensación de que existe uno inscripción a modo
del cuello, la crin, las orejas, el o jo movimiento. Existen , pues, dos frag- de g rafito inciso en alfabeto bástu-
derecho, parte de los arreos y el ini- mentos de sillar que forman parte lo- turdetano y que se ha transcrito
cio de la mandíbula infe rio r. Está de uno escena ecuestre en relieve como ATECUBEIA TERCO. Sobre
fragmentado al comienzo del de la que sólo se conservan la estas letra s aparecen líneas incisas
morro . l a superficie del cuello es
lisa y redondeada. las orejas son
pequeños y puntiagudos, pero volu-
minosos . El ojo es semicircular y se
encuentra resaltado por un párpa-
do prominente. la crin está tallada
a bisel, formando mechones en
forma de gajos de naranja. De una
forma sencilla se le han colocado
los arreos, de los que únicamente
son observables las cintas de cuero
que lo componen.
Relieve con grupa de caballo y
lanza. Fragmento de sillar arquitec-
tónico de piedra calizo de 45 cm
Sillar con grupo de caballo e inmipción ibérico
de altura, 35 cm de anchura y 20

137
que configuran una imagen que se los siglos VI allll a.C. Lo más carac- Los ojos son redondos y grandes,
puede interpretar como la grupa de terístico de esta pieza es el disco con aspecto de fiereza por su ceño
un caballo. pectora l o kardiophylax que prote- fruncido, junto con un aire ultrate-
En la esquina suroeste del ge al personaje, aunque quizás rreno por carecer de pupilas. Las
yacimiento, donde se ub ica el edi fi- más de forma simbólica que real. orejas son puntiagudas, práctica-
cio identificado como templo (F en Es un disco de 20 cm de diámetro mente triangulares. Tanto el hocico
el plano) : Torso de guerrero. con una base metálica con cuatro como la lengua están muy erosiona-
Fragmento escultórico de piedra pares de remaches redondos que dos. Este pectoral se complementa
caliza de 42 cm de altura, 38 cm sirven como anclaje a l resto del con otro disco sin decoración que
de anchura y 22 cm de grosor que disco, decorado con un amenaza- se coloca en la espalda . Ambos dis-
representa un torso masculino ata- dor animal carnívoro de diseño cos van sujetos con unas correas
decoradas con bellotas que alter-
nan a los lados de una cinta ondu-
lante, que pasan sobre los hombros
y por otras correas más fi nas que
pasan por debajo de las axilas,
todas ellas un idas a los discos por
dos remaches cada una en cada
extremo.
Torso con fíbula . Fragmento
escultórico de piedra caliza de

Torso de guerrero. Foto Instituto Arqueológico Alemán, Modrid

Torso con fibulo.


viado con indumentaria militar. Se poco naturalista y que podemos Foto Instituto Arqueológico Alemón, Madrid
conserva desde el cuello hasta la clasificar como lobo. Tiene la boca
cintura, pero sin los brazos. Viste abierta, pud iéndose apreciar el tra-
una fina túnica con adornos de tamiento de la dentadura , pero sólo
color rojo y escote de pico ajustada de la superior porque, al tener la
a la cintura por un anc ho ci nturón lengua fuera, la inferior no se ve.
probablemente de cuero y metal, Muestra cua tro incisivos esculpidos
con placa decorada con un engar- de forma cuadrangular, los dos
ce formado por líneas co ntinuas caninos apun tados y los molares
profundas y acanaladas, en zigzag también cuadrangulares. La lengua
enlazando con volutas sobre una se encuentra partida por una línea
anilla ovoidal. Estos motivos deco- incisa vertical. Con dos líneas cur-
rativos pueden paralelizarse con vas incisas a cada lado están mar- Torso con fibula, reverso.
los utilizados en la arquitectura de cadas las comisuras de los labios. Foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid
lo e~eutluro rbérico do lo Alcudro

RAFAEl RAMOS FERNANOEl


AlEJANDRO RAMOS MOitNA

Torso de adolescente.
Foto Instituto Arqueológico Alemón, Madrid

35 cm de altura, 47 cm de anchura
y 20 cm de grosor que represento
un torso de varón del que se conser-
Doma sedente, reconstrucción, de R. Ramos
vo desde el cuello hasta el abdo-
men. Va vestido con túnico con de lo escultura ibérico de esto
escote de pico, pintado de rojo; zona. La escultura es exento pero
sobre ella, un monto de color ber- no es lo su ficientemente g rande
mellón y azul celeste, cog ido en el poro ser de tamaño natural.
hombro derecho con uno fíbula Dama sedente. Se troto de cua-
anular de tipo hispánico de 7 cm tro fragmentos escultóricos, tres de
de diámetro. Esto fíbula es idéntico ellos cosontes entre sí, de piedra
o la que lleva lo Dama de Elche en Domo sedente, fragmentos originales. calizo. Los tres fragmentos conti-
lo túnico interior, pero de tamaño Foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid nuos forman un cuerpo de 85 cm
mucho mayor. Este elemento consti- trata de lo mitad superi or del tronco de altura, 40 cm de grosor y 29 cm
tuye un doto de excepcional interés de un torso masculino, probable- de grosor. El cuarto fragmento
para el estud io de la escultura mente de un adolescente, con el corresponde o uno de las olas del
ibérico y, más concretamente, de arranque de su brozo derecho, trono, con unas dimensiones de 23
La Alcudia, yo que este broche estu- careciendo, por lo tonto, de cabe- cm de al tura, 14 cm de anchura y
vo en uso entre los siglos IV y za, abdomen, brozo izquierdo y 4,5 cm de g rosor. Lo obra repre-
111 a.C. Conservo con viveza el estu- brazo derecho o excepción de su sento una figuro femenino sentado
co y los colores con que el artista in icio . Conservo porte del cuello. Lo sob re un trono de la que se conser-
quiso hacer resa ltar el realismo de suavidad de formas anatómicos del vo lo mitad derecho del cuerpo, fol-
lo obro (Ferrero Colobuig , Roldán personaje modelo de lo escultura lándole también la cabezo . El
Gorcío, Romos Fernández, Romos hace pensar que se trataba de un brozo está apoyado en lo rodillo.
Molino, y Ramos Molino, 1999. joven adolescente. A esto se une lo Viste una túnica y va cubierta por
540- 545). En lo porte posterior de sencillez de su vestuario, uno sim- monto de gran realismo y movili-
lo pieza se observan claramente los ple túni co con escote de pico, de dad por sus varios plegados, que
marcos del cincel con que el artista color rojo, en la que sólo hay mor- se envuelven unos al brozo de lo
talló lo escultura, estando por este cados dos arrugas producidas por figuro y otros penden hasta llegar o
lado inacabado, lo cual indico que el adelantamien to de su brozo lo altura de sus tobillos. El monto va
estaba pensada poro ser colocada derecho. Esto postura do ligereza y sujeto con un broche a lo a ltura de
junto o un muro. movilidad o la escultura , muestro lo sepa ración del pecho y el vien-
Torso de un adolescente. de los recursos técnicos del autor. tre, yo que este no va pegado al
Fragmento escultórico de piedra Anatomía , vestuario y ese pequeño cuerpo sino que quedo tenso entre
calizo de 21 cm de altura, 30 cm in dicio de movilidad convierten los hombros y las rod illas. Se troto
d e anchura y 22 cm de grosor. Se esto pieza en e jemplo de lo calidad de uno fí bula an ula r hispá nico con
decoración entorchada, que en car existentes en el Museo túnica, tanto por su parte externa
modelo original sería metálica, con Monográfico de La Alcudia destaca como en su parte interna, con una
un diámetro de 5 cm. Son abundan- lo presencia de uno por lo que este anchura de aproximadamente
tes sus ropajes, de exagerada representa. Se trata del pie derecho 6 mm.
anchura y de no menos exagerado calzado de una doma sedente Cara exterior de un escudo.
grosor. También cubre lo parte infe- semicubierto por una túnica, de pie- Fragmento escultórico de 30 cm de
rior de su cuerpo una especie de dra caliza local, cuyos dimensiones altura, 41 cm de anchura y 26 cm
faldeta que en su parte frontal con- son de 28 cm de altura, 21 cm de de grosor, que representa un escu-
cluye con una borla o botón central anchura y 15 cm de grosor. Al pie do visto por su cara exterior, redon-
casi a la altura de los tobillos. Luce le falta por fractura desde el empei- do, cóncavo y con umbo, viéndose
un collar sobre su pecho sujeto a ne hacia delante, dejando a la
los hombros, formado por un haz vista únicamente la parte compren-
de gruesos hilos del que cuelgan, dido entre lo línea de lo articula-
por medio de abrazaderas, bulas ción del tobillo en su porte superior
de lengüeta, muy parecidas o los hoslo el punto medio del empeine.
del tercer collar de lo Dama de Por su porte inferior, lo de la plan-
Elche pero en este coso con ribete la, se conservo a lo vista desde la
decorado, de las que aquí se obser- zona interno del talón hasta el ini-
van dos completas. Por debajo del cio del dedo exterior. El calzado es
manto aparece la mono derecha liso y fino, adoptándose a la forma
perfectamente trabajada, que se natural del pie. Lo túnica cae de
apoyo de formo relajada sobre la formo poco natural, bordeando el
rodilla del mismo lado, luciendo en pie formando una concavidad. Los
su muñeco una pulsera espiralifor- pliegues son curvos y demasiado
me de sección triangular, y sujetan- simétricos. Son cuotro, dos en su
do entre sus dedos pulgar e índice porte exterior que caen cosi verti- Escudo, cara exterior.
Foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid
una pequeña ramo de adormidera. calmente curvándose en su final y
Los pies irían apoyados sobre un dos que vienen oblicuos desde el
escabel colocado en lo porte infe- centro de la figuro. También en su en su frente las cabezas de rema-
rior frontal del trono. Del trono sólo parte interno se aprecio de formo che de los pasadores que sujetan la
se conserva el brozo derecho, que muy ligero el arranque de ol menos correa de lo porte inferior
va olmohodillodo, con una decora- dos pliegues más que parecen tener del escudo.
ción de moldura tallado hasta el dirección horizontal. Lo parle poste- Cara interior de un escudo.
arranque de la pota, que es de sec- rior de lo pierna y lo planto del pie Fragmento escultórico de 38 cm de
ción cuadrada y base piramidal perecen estor en contacto con algo altura, 26 cm de anchura y 33 cm
truncada faltando el pie. También que probablemente seo un trono. El de grosor, que representa un escu-
se conserva el ala derecha, de pie no está apoyado sobre una do por su caro interior que conser-
forma rizada con un gran rizo en el superficie plana yo que su planta va parle del antebrazo y lo mono
ángulo y otros decrecientes o sus tiene un quiebro que indica una que lo sujeta. Tiene un guardarna-
lados. Tiene marcada con líneas mayor elevación en su talón, como nos sobre el que atraviesa una
incisos su decoración intentando se produce cuando un pie calza correa con dos orificios a cada
asemejar la piezo a los olas de un con tacones. Tonto en la superficie lado, por los que posan los lotera·
ave de forma simbólico. Conserva de lo parle correspondiente al pie les de un garfio remachados en el
todavía restos de color rojo, mues- como en lo de la túnica se conser- exterior, como es observable en el
tra de la policromía de la pieza. van restos de color rojo. También otro fragmento de escudo al que
Pie de dama. Entre los fragmen- se conservan restos de color ozu! seguidamente se hará referencio,
tos escultóricos ibéricos sin identifi- celeste en el borde inferior de la que fijan dicha correa. Lo mono,
lo e~eulturo ibérico de lo Alcudia

RAFAEL RAMOS FERNÁNDEZ


ALEJANDRO RAMOS MOLINA

que represen ta un torso con a ncho


cinturón del que se conserva la
placa del broche de la parte dere-
cha, sujeta con tres remaches late-
rales, del mismo estilo que el de l
guerrero con pectora l también de
La A lcudia.
Faldeta. Fragmento escu ltórico
de pied ra caliza de 26 cm de altu-
ra, 30 cm de anchura y 30 cm de
g roso r que representa una figura
hu mana ma scu lina, posiblemente
bélica , de la que sólo se conserva
la parte comprendida entre los mus-
los y la cintu ra y en la que ún ica-
mente se puede ap recia r la fa ldeta
que vestía y, sobre todo, el pliegue
cen tra l casi vertical que ésta tiene.
Cintura con anilla. Fragmento
escultórico de piedra caliza de 27
cm de altura, 24 cm de anchu ra y
20 cm de grosor que rep resenta la
cintura de un guerrero, a modo de
tambor de columna, a la que le
falta todo el resto del cuerpo. En
ella se aprecia cómo dicho perso-
naje vestía un ancho cinturón, que
probablemente fuera de cuero y
Escudo, coro interior. Foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid
metal , del que pende una anilla
que soportaba la falcata con su
introducida entre la correa y la una falcata o una lanza, armas de va ina; también se aprecian dos
gua rda, muestra los dedos índice y las que se conserva y observa la remaches circu la res y parte de la
corazón rígidos, y doblados los empuñadura en el interior de la hebilla, de las mismas característi-
otros tres, su jetando así la correa ma no. Este brazo se cubre con una
pa ra sujetar el escudo . El brazo del manga ceñida termi nada en un
guerrero que lo sostiene viste una reborde en su muñeca .
manga ajustada con doblez de la Antebrazo humano. Fragmen to
misma a modo de puño. Se encuen- escu ltórico de piedra cal iza de
tra pintado de rojo, menos la guar- 7 cm de altura y 9 cm de anchura .
da, la correa y la mano que está n Se trata de un an tebrazo humano
sin p intar o han perdido el color. adornado con un brazalete espira li-
Brazo humano. Varios fragmen- forme de sección semicircular del
tos escultóricos que representan un que se conservan cinco espiras.
bra zo con unas dimensiones de Cintura en altorrelieve con cin- Cintura con fundo de fo lcoto .
Foto Instituto Arqueológico Alemán , Madrid
45 cm de altura, 20 cm de anchura turón . Fragmento escultórico de pie-
y 1O cm de grosor. Tiene la mano dra caliza de 48 cm de altura, 33
cerrada, en actitud de empuñar cm de anchura y 22 cm de g rosor,
cas que la que luce el guerrero del cios nasales por su redondez y pro- a ltura , 34 cm de anchura y 20 cm
pectoral formada por una placa fundidad así como por sus pronun- de g rosor. Se trata de la cabeza y
metálica decorada con un engarce ciados bordes. Lo porte frontal del el cuello de un grifo al qua le falto
formado por líneas continuas pro- morro está cubierto por arrugas. el pico. Su lado izqu ierdo se con-
fundas y acanaladas, en zigzag, Garra de esfinge. Fragmento serva en buen estado pero lo parte
enlazando con volutas sobre una escultórico de piedra caliza , de derecha está totalmen te orosiono-
an illa ovoidal, de lo que tenemos 13 cm de longitud, 8 cm de altura da. En el lado izq uierdo también
paralelos en la arquitectu ra de los y 7 cm de grosor, que represento falta med ia oreja . La cobozo está
siglos VI al 111 a .C. Por debajo de uno gorra con cinco dedos iguales, dividida en tres pa rtes: lo coro, que
dicho cinturón surge una faldeta de finos , huesudos y apuntados en su se une con el pecho; la porte poste-
múltiples pliegues totalmente verti- extremo. Los cinco están dispuestos rior de la cabeza, q ue se con ti núa
cales, de la que se conserva sólo de forma paralelo. Esto disposición hasta la espalda desde las orejas; y
una pequeñísima porte. de los dedos y el hecho de que el la cri n, que también desciende por
Cabeza de caballo. Fragmento resto de la pata tengo uno sección la espalda . Bajo unas ce jos prom i-
escultórico de piedra caliza de cuadrangu lar con las ari stas redon- nentes tiene unos ojos redondos,
43 cm de altura, 30 cm de anchura deadas que se continúo hasta ser totalmente abiertos, con unos grue-
y 22 cm de grosor que representa un apoyo para los propios dedos sos párpados . La boca está abierta,
una cabezo y el cuello con la crin plantea la posibilidad de que se en actitud agresiva, formando arru-
de un caballo . Este fragmento se trate de un fragmento de un mueble gas en los extremos, rep resen tadas
encuentro muy erosionado, por lo así decorado en vez de uno autén- por medio de cuatro líneas curvas
que sólo se aprecian las formas tica esfinge. Toda la pieza tiene un bien marcadas. En su interior se
genera les y no los detalles. Le fal- baquetón en su parte baja , pero aprecia parte de la lengua. Las ore-
tan el morro y los orejas. Lo crin ha sólo en el lado derecho ya que está jas, anchas en su base, están ergu i-
sido representado con incisiones hecha para ser vista únicamente das. Entre la cara y la parle poste-
cortos rectas y perpendiculares a la por ese lodo. rior de la cabeza hay una separa-
línea del cuello, dando un aspecto Grifo. Escultura de piedra cali- ción en fo rma de a rista sobresalien-
esquemático a la obra . za de bulto redondo de 46 cm de te. Tanto la parte posteri or de la
Pata de caballo. Fragmento
escultórico de piedra caliza de
28 cm de altura, 1O cm de anchura
y 20 cm de grosor que represento
una pata de caballo roto por debo-
jo de lo rodillo , con restos del pl in-
to o de la p iedra en la que se escul-
pió. El cosco está separado de la
pata por una incisión. La cerneja Y
el espolón están muy destacados.
Morro de caballo. Fragmento
escultórico de piedra caliza de
8 cm de altura , 12 cm de anchura
y 7 ,5 cm de grosor que representa
la parte superior del morro de un
caballo en el que pueden apreciar-
se el paladar y las muelos. El labio
superior está del imitado por una
inc isión y re saltado por dos arrugas Cabezo y cuello de un grifo

pa ra lelas o él. Desto can los orifi-


r

lo tscultufo ibthico de lo Alcudia

RAFAEl RAMOS FERNÁNDEZ


AlEJANDRO RAMOS MOliNA

Dama de Elche. Museo Arqueológico Nacional. Madrid

cabezo como el pecho tienen uno lujosamente ataviado con ropajes y lo frente por uno diadema. A
superficie liso suavemente redonde- joyos, pero en el que lo más sobre- am bos lodos de lo cabezo presenta
ado. Desde lo frente surge lo crin , saliente es lo personalidad con que unos gra ndes estuches, en formo de
esculpido con incisiones perpendi- se ha trabajado lo figuro humano . · disco, que debieron ser metálicos
culares a la silueta de la fig ura. El Su nariz es delgado y recto, lo en lo realidad, probablemente de
arranque del ala, de la que sólo se boca está muy bien dibujado, con oro, destinados o guarda r el cabe-
observo la parte superior, está com- unos finos labios en los que todavía llo trenzado y enrollado en espiral ,
puesto por plumas con forma de se conservan restos de pintura rojo , que sujetaban o lo diadema por
escamas superpuestas. sus ojos son muy rasgados, con medio de un doble tirante. De la
En la esquina sureste del yaci- aire oriental, en los que lo pupilo y porte interior de estos estuches d is-
miento (G en el plano): Dama de el iris irían superpuestos y ahora coidoles penden unos largos y flex i-
Elche. Busto de piedra caliza, de faltan. Uno expresión abstraído bles cordones, en cuyos extremos
56 cm de altura y 115 cm de perí- caracterizo lo pieza . Uno tiara penden onforillos de superficie liso.
metro en sus hombros y pecho, que cubre su cabezo, que pudo estor El monto, en el que también que-
representa un personaje femenino cubierto por uno mantillo ceñido o don re stos de pintura rojo, le cubre

143
caliza, de 43 cm de altura, 35 cm dio nos hemos visto obligados a tro-
de anchura y 27,5 cm de grosor, ba¡ar exclusivamente con los prime-
en el que se aprecia un personaje ros documentos existentes sobre
masculino del que sólo se conserva cada pieza, es decir 1 las anotacio-
la parte desde la cintura y hasta la nes manuscritas procedentes de los
rodilla en la pierna izquierda y cuadernos de campo de las campa-
hasta medio muslo en la pierna ñas de excavaciones. De otro modo
derecha, con una falcata colocada su veracidad habría estado cuestio-
sobre sus muslos que viste una túni- nada por la tendencia a agrupar
ca sujeta a la cintura por una piezas atribuyéndoles cualidades
correo, formando pliegues en aba- de conjunto. El ejemplo más eviden-
nica sobre su vientre. Sobre los te es el altarrelieve de la escena de
muslos cruza una falcata típicamen- guerreros. Este aglutinaba siete
Guerrero con lolcota
Museo Arqueológico Nocional. Madrid te ibérica en la que se aprecian las fragmentos, pero según el estudia
estrías de la hoja y parte de la de la procedencia de estos sólo
la espalda y las hombros y se empuñadura donde hay una deco- cuatro tienen la misma, la que nas
extiende por delante, plegándose ración esmerada realizada con plantea una revisión técnico de lo
de forma escalonada paro dejar líneas rectas que perfilan por den- abra. Si bien es cierto que casi la
ver tres collares integrados por dos tro lo silueta del mango. En el lado mitad de las piezas procede del
tipos de colgantes, posibles bulas y izquierdo se ve la vaina que pende sedar suroeste del yacimiento este
anfarillas con asas y superficie gra- de una correa can anilla del cintu- estudia demuestro que la escultura
nulado, reproducciones de joyas rón. En el dorso de la pieza sólo se de la Alcudia procede de toda su
que responden a modelos de los aprecian los pliegues de la túnica. extensión, desmitificando en cierta
años entre el 440 y el 260 a.C., Cabeza con casco. Fragmenta manera la idea de un único punta
sobre una especie de montilla de escultórico de piedra caliza muy de exposición de las mismas vincu-
color azul, calor que posiblemente erosionado, de 17 cm de altura y lada al edificio existente en ese sec-
fue aplicado sobre una imprima- 21 cm de anchura 1 que representa tor y conocido coma templo ibéri-
ción en rojo. Debajo de esta manti- una cabeza humana cubierta can co. Par el contraria, esta proceden-
lla lleva una túnico interior blanca, un casco con guardanuca. cia variada de las esculturas puede
ajustada al cuello por una pequeña indicar una extensión par todo el
fíbula anular hispánica. la parte CoNCLUSióN yacimiento del culto dinástica a que
dorsal de la figura no presenta aca- están destinadas, eliminando su
bado de superficie. En ella existe Este trabajo es el resultado de vinculación a un mundo funerario
una cavidad casi esférica de 18 cm una investigación realizada con el directo, necrópolis, aludida por
de diámetro y 16 cm de profundi- objetiva de averiguar la distribu- algunos investigadores, ante la
dad, sobre cuya utilidad se han ción de los hallazgos escultóricos inexistencia de enterramientos y su
presentado varias teorías de las de la Alcudia de Elche. Esta distri- condición urbana.
que es aceptable su condición de bución está muy condicionada por
depósito de ofrendas. la mayor o menor intensidad de las
Guerrero con fa/cata. excavaciones realizadas en cada
Fragmento escultórico de piedra zona del yacimiento. Para este estu-

144
lA ESCUlTURA ROMANA
DE lA COlONIA /uuA ILICI AuGUSTA
Un 1 r X In l IQil 1que 10

José MIGUEl NoGUERA CELDRÁN*

~/
V
...-
r uesctro conocimiento sobre los testimon ios
de escultura romana recuperada en el pre-
dio de La Alcudia (Elche), donde otrora se
alzaron las casas y ed ificios públicos de la colonia lulia
1/ici Augusta, es escaso y parcia l, pues si difícil es el aná-
lisis tipológico, iconográfico y estilístico de muchas
labras por su fragmentar ia conservación , no lo es menos
el estudio conducente a ligarlas a sus originarios edificios
de proveniencia ; y ello porque la casi totalidad de los
hallazgos preservados -sin duda en número inferior a los
aún ocultos o a los desaparecidos para siempre- carece
de contextos arqueológicos que consientan conocer su
procedencia y, por ende, significación primigen ias en el
conjunto de la trama urbana . En efecto, buena parte de
las esculturas salvaguardadas se recuperaron en el trans-
curso de las labores arqueológicas decimonónicas de
·ea de Arqueología. Universidad de Murcio Aureliano lbarra, movidas no sólo por un mero afán
re trabajo se encuadro en el proyecto de 1nve~tigación de lo DG'CYT del Ministerio de Ciencia y coleccionista, sino por el ávido interés de probar el
><nologio SHA 2002-01845, 1,nonc1odo en poile con fondo1 FEDER
esplendoroso pasada histórico de 1752, en la cual se refiere que Don Respecto a los materiales polícro-
11
Elche. Otros muchos lobros o sus Ascensio de Morales, Comisíona- mos, se constata la caliza amari-
fragmentos provienen de prospec- do por SuMa-/gestad para la ave- llento de Chemtou (Túnez), en que
ciones y excavaciones más recien- riguacion de las/ antiguedades de estó ejecutado un herma arcaizante
tes, si bien en su mayoría adolecen las Poblaciones de España", cono- de Dioniso, y el rosso antico, usado
asimismo de contextos de proce- ció el hallazgo en La Alcudia de en un pequeño calceus de carácter
dencia bien definidos. Asi las '/muchos trozos/ de columnas, una
cosas, sólo el estudio tipológico e cabeza de mármol, y otros / de
iconográfico ayuda a discernir, en estatuas, [... }; y estas antigüedades
algunos casos, cuáles pudieron ser y otras muchas más fueron dispues-
los óreas y edificios a que pertene- tos en la fachada de la Casa
cieron las esculturas, al menos en Consistorial ilicitana por mandato
origen, y con qué volor y acepcio- de Don Ascensio, siendo su parade-
nes se emplearon en ellos; sin ro actuol desconocido. Años des-
embargo, el estodo sumamente pués, en 1755, los excavaciones
fragmentario en que se han conser- de J. Caamaño, D. de Cuesta,
vado muchas de ellas complica e, E. García y L. Soler permitieron el fragmento de lo me¡illo de una estatua de bronce.
Museo Arqueológico Ne~cionol. Modrid.
incluso, dificulto su interpretación hallazgo de restos de estatuas de Archivo fotográ!ico MAN
iconográfica y, por tanto, su asimi- "cobre" y de mármol. También en
lación a contextos urbanos el transcurso de los labores arqueo- votivo. También el bronce se verifi-
concretos. lógicas del Vicario Ors en 1820 se ca en contadas, aunque no poco
Oué duda cabe que el elenco hallaron fragmentos de estatuas, interesantes, ocasiones. Al respec-
de las estatuas y fragmentos escul- muchas de ellas remitidas a to, destacan, sin duda alguna, tres
tóricos romanos de //íci debió ser Madrid, aunque cabe la duda fragmentos broncíneos asignables,
muy superior a lo actualmente con- sobre su adscripción cultural. Pero, dos de ellos a sendas cabezas
servado. Lo escasa potencia de tie- sin duda, serán las prospecciones y humanas de tamaño cercano o
rra de laboreo agricola que sepulta excavaciones de A. !barra en La igual al natural, preservadas en el
los vestigios de la colonia romona Alcudia y otras heredades no muy Museo Arqueológico Nacional de
debió favorecer desde siempre los distantes, como la de Algorós, los Madrid y de los que restan la meji-
hallazgos casuales y los rebuscas que propiciaron el hallazgo de múl- lla izquierda con el arranque de las
de antigüedades, entre las cuales tiples edificios y una elevadísimo comisuras de los labios y el párpa-
las esculturas de bronce y mármol nómino de antigüedades, entre do inferior de los ajas, y un tercera,
debieron ostentar un elevado esca- ellas muchas esculturas en diversos conservado en el Museo
lafón. Múltiples documentos del grados de conservación, constituti- Monográfico de La Alcudia, al men-
ochocientos y novecientos refieren vas de una magnífica colección, tón y labio inferior. A ellas cabe
el hallazgo de estatuas en el predio vendida por sus herederos en 1 892 sumor un dedo meñique derecha
de La Alcudia, aunque sus descrip- al Museo Arqueológico Nacional conservado en el antedicho museo
ciones no ilustran lo suficiente como de Madrid, donde aún se custo- ilicitano y un total de veintinueve
paro identificar sus tipos; incluso dian; la mayoría de dichos escultu- fragmentos broncíneos, también en
algunas podrían ser ibéricas y no ras fueron publicadas por el propio Madrid, de distintas partes del
romanas, si bien la anotación del lborro en su libro 1/lici, su situación cuerpo (torso, piernas, brazos ... )
material en que estaban ejecutadas y antigüedades (1879). atribuibles a una o más estatuas de
(mármol y bronce) acredita su La escultura romana ilicitana dimensiones próximas o iguales al
romanidad. Boste referir como está labrada predominantemente natural. Estos fragmentos, en su
ejemplo significativo la información en mármol blanco, si bien carece- mayoria procedentes de la colec-
recogida en el Acta Capitular mas de análisis mineralógicas que ción lbarra y lamentablemente
fechada el 18 de noviembre de posibiliten puntualizar su origen. carentes de contexto arqueológica,

i 46
JOSÉ MiGLitl NOGUERt1 WDRÍ1N

son del máximo interés por cuanto caciones de deidades del panteón de altura, perteneciente a un bebé
las esculturas antiguas en bronce grecorromano vinculadas al tiaso de tan sólo unos meses de edad.
son escasas y, por ende, de singu- dionisiaco, y alguna oriental. Se Asimilable a un privada de identi-
lar valía, si bien no menos cierta es trata de estatuas o estatuillas exen- dad desconocida, debió fallecer
que su lastimoso estado de conser· tas, sin que ninguna de ellas forma- prematuramente, siendo su retrato
vación hacen de la restitución de
los originales una tarea harto com·
piejo. Las diferentes trozos de bra-
zas, piernas .. parecen estar desnu-
das, de ahi que podríamos estar
ante una o más esculturas ideales,
tipo mellepnebos de Antequera
(Málaga) o Apolo de Pineda
(Valencia), por citar ejemplos bien
conocidos, aunque también ante
estatuas oficiales, como el tnoraca-
to de Cádiz. En la misma línea, las
cabezas pudieron ser retratas o
evocaciones de divinidades o per-
sonajes mitológicos. Por último, refi-
ramos que no existe constancia
alguna de que las cabezas puedan
atribuirse con certeza a las fraccio- Retrato infantil. Mus,eo Arqueológico Nocional. Madrid. Archivo fotográfico MAN
nes de cuerpo, de donde resulta
imposible elucidar ante cuántas ra parte de composiciones mitológi- ubicada en un destacado ambiente
estatuas nas hallamos. Otros cas con varios personajes. doméstico o, más probablemente,
muchas objetos e instrumentos Referente a la retratística, en el en su tumba. Aunque muestra el
menores, la mayoría domésticos, se Museo Arqueológico Nacional se arreglo del flequillo muy erosiona-
elaboraran con esta aleación, a!gu· custodia una cabecita, de l 2, l cm do y parte de la zona inferior del
nos esculturados: sería el caso de
múltiples amuletos y diminutas figu-
11
rillas humanas, como un Priapo
pequeño, de bronce, con un oso
para poderlo llevar colgada enci-
mo, cual si fuera un amuleto/' o una
diminuta Venus desnuda de pésima
factura que, conservada en el
Museo Monográfico de La Alcudia
y tan sólo ataviada con un manto
en derredor de las piernas y asido
con la mano diestra sobre el pubis,
está evocada, según tipos estatua·
rios de raigambre helenística, en el
momento de su salida del baño.
Temáticamente, el conjunto más
Frogmcn!o de un sarcófago lordorromono. MusM Arqueológico Nacional. Modricl
nutrida está integrado por la escul- Archivo fotográfico MAN
tura ideal, predominando las evo·
rostro desaparecida, algunos de altura, podría asimilarse a la parte nífica calidad. Funcionalmente, lo
sus mós relevantes rasgos estilísti· central del sinus de una estatua mayoría decoraron los estancias de
cose iconográficos, a saber, la eje- togada o ol muslo vestido de cual- prestigio de los casas y sus mue-
cución alargado de la membrana quier género de escultura icónico; bles, o sus peristilos, jardines y
de los párpados, el gesto mórbido otro, 38,8 cm de alto, corresponde pequeñas fuentecillas. Pompeya y
y vivaz de la boca, la frente alta, o un torso femenino ataviado con Herculano ofrecen las mejores
las amplios mejillas y la disposición chiton (o funica) ceñida bajo los manifestaciones de estos ambien-
del peinado, formado por escasos pechos con cingulum, lo que lo ads- tes, donde la acumulación de esta-
mechones alargados que confor- cribe a una estatua icónica femeni- tuillas y muebles marmóreos generó
11
man un característico flequillo, na, o al simulacro de una diosa auténticos Marmorgarten" o, inclu-
11
acreditan una datación en edad como Diana, Artemis, Ceres, so, "Mormor-Paradeisos • Pero
claudia-neroniana, similar a la de Abundantia .. frente a los testimonios campanos,
otros retratos infantiles de rasgos La plástica ideal está compues- en ciudades provinciales como 1/ici
similares. Por demás, la escultura ta, en su mayoría, por figuraciones estos composiciones experimenta-
funeraria sólo está constatada por de género, en alguna ocasión tra- ron un fuerte grado de reduccionis-
un fragmento de sarcófago con filó- sunto en pequeño formato de mo, en lo que a tamaño y conteni-
sofo o difunto docente, conservado arquetipos de conocidas estatuas dos se refiere, derivado de las posi-
en el antedicho museo, datoble de culto. De 1/ici proceden evoca- bilidades espaciales, económicas
hacia finales del siglo 111 o inicios ciones de Dioniso y de miembros e, incluso, culturales de sus habitan-
del IV y sin contexto arqueológico, tes, si bien en todos los casos el
aunque debe de proceder de una predominio de la temática báquica
de las necrópolis tardorromanas de imbuía estos espacios de connota-
la ciudad. ciones dionisíacas, bucólicas, casi
En época altoimperial, el paisa- paradisiacas, invitando al disfrute
je de los espacios y edificios oficia- de los placeres de la vida y al plá-
les de la colonia ilicitana debió cido reposo.
contar con las consabidas estatuas Al ámbito de lo dionisiaco cabe
y obras escultóricas propias del circunscribir tres hermae báquicos,
nuevo arte estatal, destinadas al de corriente producidos en serie en
culto del panteón oficial, de los
emperadores y a la autorrepresen-
tación de las elites locales. Pero
nada de ello se ha preservado,
como tampoco restan pedestales
epigráficos, a excepción del
dedicado a un emperador por
lechuza sobre mono
C. Maecius Celer. Sin embargo, los
referidos pedazos broncíneos
pudieron ser de estatuas de este de su thyasus, como Ariadna,
género, aunque no es cosa segura; Mercurio y Pan, pero también de
también los fragmentos escultóri- Venus y deidades de raigambre
cos, antaño empotrados en la oriental, como Attis y, acaso,
fachada de la Casa Consistorial, Sarapis. También parece probada
de "gran tamaño" a decir de la presencia de Minerva, la Palas
A. lbarra y de compleja restitución, Atenea griega, coma sugiere una
podrían ser evidencias de estos lechuza posada sobre una mano
Hermo arcaizante. Archivo fotográfico MAN
ciclos: uno de ellos, de 55,5 cm. de roto por la muñeca, labra de mag-
lo ClCUÍiuw romana de !a colonia lu!ia !l!ci Au9vsic
u~o oproxin:ación mquoo!óg;ca

JOS~ MIGUEl t~OGUERA WDRAN

Hermo dioni>íaca. Museo Arqueológica Nacional Herma. Oioniso o Ariadna. Museo Arqueológico Nacional. Madrid. Archivo fotográfico MAN
Madrid. Archiva fotagrófico MAN

talleres especializados y utilizados cuando Dioniso y otros miembros pequeño plinto sobre el que apo-
como remate de monopodia y tra- de su cortejo fueron recreados con yan sendas pezuñas caprinas, can-
pezophora de muebles, en particu- nuevas iconografías; una de ellas servando la izquierda todovia el
lar mesas, o de pilarcillos dispues- muestra al dios con el rostro imber- arranque de la pata cubierto de
tos en los jardines y peristilos de la be y un tocado en que priman ele- vello. El fragmento debió pertene-
casas, aunque hoy quien los englo- mentos vegetales vinculados con lo cer a una estatuilla de Pan estante,
bo en el grupo de los satyrica signa dianisíaca, especialmente enreda- que acosa ejerció como monopo-
que, a decir de Plinio (N.H. XIX, deras y pámpanos de vid; el otro, dium de un mueble. Ya fuero del
50), ejercian una función protecto- quizás evocación de Dianisa a de círculo báquico, a otro monopo-
ra en los hogares. Los hermae Ariadna, con peinado y tocado que dium pudo pertenecer, aunque no
ilicitanas siguen esquemas icono- encuentra óptimos paralelos en her- es cosa segura, una estatuilla de
gráficos muy usuales. El primero se mae procedentes de la villa romo- Attis joven o infantil, de la que resta
adscribe al género de los "arcai- na de Massorosa llueca, Italia), la porte del tórax ataviada con un
zantes", así llamadas pues se ape- Casa del Efebo de Pompeyo y típico atuendo oriental consistente
gan a tradiciones y reelaboracio- Torroca, la que acredita, si no la en un manto debo jo del que se dis-
nes derivadas del afamado Hermes procedencia de todos ellas de un pone una túnica de manga largo
que, hacia los años 450-440 a.C., misma taller, sí al menas su inspira- (tunicafa manicata) abierta sobre el
labró Alcámenes, discipulo de ción en cartones iconográficas muy pecha y abdomen, al modo en que
Fidios, poro ser dispuesto delante o la moda y extendidos por todo el aparece en una estatuilla brancínea
de las Propyleas de la Acrópolis de Imperio. procedente del pecio de Soncti
Atenas; la nómina de las recupero- Otros estotuillas de miembros Petri (Cádiz); complementario su
dos en las provincias hispanas es del thyasus báquica sirvieron de atuendo con calzos persas (anaxy-
muy numerosa, siendo cada una ornato en las viviendas, a la par rides a bracae) y, acaso, con un
exponente de los múltiples varian- que formaron porte del mobiliario pedum o bastón de pastar, el syrinx
tes y reinterpretacianes que experi- doméstica. Así ocurrió can y una tiara frigia; igual tocado
mentó el modelo y sus derivacio- una esculturillo, desgraciadamente muestra una cabeza marmórea,
nes. Las otras das hermae siguen desaparecida casi en su totalidad, ocaso también de Attis, procedente
modas surgidos en el Helenismo, de la que sólo resto porte de un de la ilicitana uillo de El Bosquet,

149
nio de esta problemática. De forma- blemente sea creación del
to mediano [ca. ll O cm), su tamo· Helenismo Temprano [ca. 300
ño lleva a desechar su carácter reli- a.C.) atribuible a Cefisodoto el
gioso, público o privado, y a olor· Joven, hijo de Praxíteles. Confirma
garle una función, como a tantas tal atribución tipológ ico-iconog ráfj.
obras de similar sujeto y formato, ca el peinado de los cabellos.
en el ámbito de lo puramente deco· Además, como la Capitalina, la
rotivo, bien en una domus o en Venus ilicitano apoya en la pierna
algún edificio público de lo colonia izquierda, que se yergue recto, en
romana y ocaso como parte inte- lugar de hacerlo en la derecha al
Pezuñas de una estatua de Pan. grante del aparato ornamental de modo de la Cnidia, quedando lo
Museo Arqueológico Nocional. Madrid
una fuente o surtidor de agua que diestro abarquillada y avanzada,
así como un entalle de ágata con con la rodillo orientado ligeramen·
una preciosista evocación de! joven te hacia su opuesta y el talón del
amonte de Cibeles. pie sin apoyar directamente sobre
A un integrante del círculo la base. Esta impostación se tradu-
báquico, aunque también cualquier ce en lo consiguiente inversión del
otro personaje mitológico, debió movimiento de los brozas, siendo el
evocar una estatuilla desnuda sólo izquierdo el que desciende pegado
ataviada con una chlamys anudada al cuerpo hasta ocultar con la mano
sobre el hombro izquierdo con una el pubis, en tanto que el opuesto se
fíbula circular. Aunque asimilada pliego o la altura del pecho, solu·
con Hércules, su suave y delicada cienes éstas asimismo originales
anatomía sugieren incluirla en un respecto al modelo praxitélico. La
amplio grupo de evocaciones -bien afinidad con la Afrodita Capitalina
de deidades como Apolo y Dioniso, se advierte también en la disposi·
bien de jóvenes efebos-, caracteri- ción de la cabeza que giraba a la
zadas por cuerpos dulcificados, de izquierda a juzgar por la torsión
estructura idealizada, musculatura del cuello y la acentuado tensión
escasamente remarcada y desnu- Cabezo de Atis. Museo Arc¡uealágico Nacionol. del músculo esternocleidomastoi·
Mmlrid
dez de tono heroico. Estas figuras deo diestro. Referente al motivo
¡uveniles se insertan en la codeno contribuiría a remarcar la ambien- evocado, la ambientación puntual
de derivaciones de prototipos clási· tación temática del motivo evoca- de la Venus ilicitana se obtiene
cos del siglo IV o.C., que bien pudo do. Obro romana de arte culto mediante el recurso como soporte o
iniciarse a partir de algún original calada por los resabios artísticos un delfín montado sobre una barbo·
u originales de Praxíteles o de sus emanados de las formas clasicistas teante ola. De tal forma, la diosa
discípulos más inmediatos. que distinguen o los herederos de acredita su vinculación con la temá-
En ocasiones se suscita esc!are· lo Afrodita Cnidia de Praxíteles, su tico de reelaborociones tardías
cer hasta qué punto algunos de esquema tipológico y diseño arquetípi· sobre la base de la Capitalina que
estas imágenes de divinidades co evidencian estrechas analogías muestran a la deidad surgiendo de
jugaron un papel religioso o, por el con la Afrodita Capitalino, recono· las aguas del mar [Anadyomene),
contrario, rindieron un mero papel cida en la copia epónima romana lo que determina que el atributo
ornamental corno obras ornamenta- procedente de San Vitole [Romo) y que le acompaña sea un delfín. En
les y de prestigio en las domus conservada en los Museos realidad, para el tema escogido
romanas. Una estatua marmórea Capitalinos, cuyo origen se ha vin· bien servía la pose y actitud del
de Venus, conservada en el Museo culada a diversas épocas y trodi· tipo Capitalino pues en él se evoca
Arqueológico de Elche, es !estimo· ciones escultóricas, aunque proba- justo la instantáneo en que al salir
la úl(vi!urt: rc·"'(:nc e!~ !a (O.;on;o lo-/iD
UO(: Qf)rOX,n!(:(:Ó~ Wq<,OO!é,gico

JOSÉ l,',IGUEl NOGUERA WDRh·~

expresión de pudor, de donde la


genérica inclusión de este y otros
arquetipos de similar tradición ico-
nográfica dentro de los modelos !lo-
mados "púdicos". Con todo eso,
aunque estos cambios obedecen
básicamente a los gustos y modas
imperantes en cada momento, y si
bien esta Venus responde al enor-
me éxito que las versiones púdicas
desnudos cobraron en época impe-
rial romono, no es hipótesis o des-
cartar su lectura iconológica como
manifestación sincrética vinculado
a lo Gron Diosa loco! ibérica imbui-
do de elementos de lo religiosidad
fenicio-púnica.
A una estatuilla decorativa tam-
Estatuo de Dioniso. Museo Arqueológico Nocional. Madrid bién de Venus, o de otra divinidad
como Ártemis, Ariodna, Higeo .. ,
perteneció una cabecita femenina,
lo diosa del baño y antes de poder xión que genera un recogimiento de sólo lO cm de altura, cuyo ads-
asir la toalla para secarse, el con- que, en verdad, es improvista reac- cripción a un contexto privado
tacto con el aire frío genera un ción destinada a proteger del frío el parece evidente. El cabello, peina-
escalofrío que llevo al cuerpo o regazo y el pecho, si bien tradicio- do según modelos del siglo IV a.C.
contraerse en una pronunciada fle- nalmente se ho interpretado como reelabarados en el periodo helenís-
tico-romano, muestra como único
aditamento una cinto o taenía. Su
atractivo reside en sendos ogujeri-
tos practicadas en los lóbulos de los
orejas, con verosimilitud paro inser-
tar en ellas unos pendientes de
metal 1 tal vez preciosa -como suce-

Venus antes de la restauración. Museo Venus restaurada. Museo Arqueológico de Elche Cabezo de Venus. Museo Arqueológico de Elche
Arqueológico de Elche. Foto lmlitulo Arqueológico /~lemán, Madrid
foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid

151
capillitas domésticos donde se ren- Lisipo (340-31 O a.C.), que cobró
día culto o uno variopinto gama de gron difusión en époco romana
divinidades menores que actuaban mediante muchos réplicas y reela-
como genii o númenes protectores boraciones en bronce, coda uno de
de codo uno de las facetos de la ellas fruto de eclecticismos locales.
vida hogareño. En este grupo Otro grupo de esculturillos y
cabrío incluir, además de lo referi- relieves escultóricos ilicitanos de
da figurilla broncíneo de Venus o especial interés es aquel que
de otro diminuto esculturillo femeni- podría vincularse o, en todo caso,
na conservada parcialmente y derivar de lo difusión de cultos
acoso de Venus, un personaje sen- orientales por el Mediterráneo e
tado sobre uno roca, ejecutado en Hispanio, por lo demás lógico si
bronce o lo cero perdida y con consideramos la condición costera
aplicaciones de plato en los ojos, de 1/ici, uno colon io abierto o toda
cuyo modelado y acabado es de suerte de influjos -entre ellos los
fragmento de una escultura quizás de Venus. mediano calidad. Aunque ho perdi- religiosos- procedentes de Oriente
Museo Arqueológico de Elche
marsu-
do sus atributos (quizás el de la mono de comerciantes y otras
pium que aserio con su mano dies- gentes arribadas o lo ciudad por el
de en una testa de Ártemis conserM tro), podría identificarse con Porlus 1/icitonus. Un fragmento de
vado en una colección particular Mercurio ataviado con el único adi- placo marmóreo con sendos plan-
de Ronda (Málaga)-, según uno tamento de uno chlamys que, onu- tas de pies (plantae pedum), graba-
práctico sobradamente atestiguada dada sobre el hombro diestro, dos en bajorrelieve, podría relacio-
mediante esculturas e inscripciones cubre bueno porte del cuerpo, narse con estas cultos a pesar de
epigráficos. como acontece en un ejemplar del no conservar evidencia de epígrafe
Aportado especial merecen Historisches Museum de Luzern alguno. El origen de este tipo de
algunos figurillas, de bronce o már- (Suizo). Esto iconografía, con sus exvotos parece estor ligado al culto
mol y pequeño formato, usadas consabidas variantes, remite a un alejandrino de lsis, difundiéndose
cama aderezas decorativos, amule- renombrado original, creado en el desde Egipto por toda
tos, a destinados o los larario o siglo IV a.C. probablemente por el Mediterráneo antiguo.

Mercurio. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.


Archivo fotográfico MAN

Detalle de lo anterior. Museo Arqueológico Nocional. Madrid.


Archivo fotográfico MAN
lo ~ocu!!,,ra wmo~c: Ú lu cdom·o !v!ia
u~o cproxOmcc:ón

iOSÉ ,\%UH NOGUERA Cf:lDRÁN

Consagrados esencialmente a lsis y Ibérica, como Be¡a, Málaga,


Sarapis, también lo fueron a Zeus Tarragona.. En ocasiones estaban
Hypsistos y Zeus Soter, Mithra, Dea envueltos por una serpiente y coro-
Bonna, Jano, Cibeles, Saturno, nados por una cabeza de Sarapis u
Caelestis y Bellona, así como a otra divinidad asimilada, razón por
muchas otras deidades vinculadas la es muy interesante una diminuta
a los cultos isíacos. No obstante, cabecita ilicitana, de tan sólo
fenómenos de sincretismo religiosos 5,7 cm de altura, barbada y preser-
entre divinidades orientales y las de vada en mal estado, en la que
los panteones griego, romano y de podríamos entrever una evocación
otros pueblos ribereños del de Sara pis -aunque cierto que tam-
Mediterráneo, posibilitaron que bién otra deidad como Zeus,
estas prácticas se hicieran extensi- Júpiter, Poseidón ... -, posiblemente
vas a dioses locales. Estos dones, inspirada en reelaboraciones de un
de corriente con epígrafes relativos original de los siglos V-IV a.C., qui-
Relieve con planto de pies al devoto y a la divinidad recepto- zás el afamado Sarapis esculpido
ra, tuvieron variadas acepciones: por Bryasis para el Serapeum de
entre otras muchas, se dedicaban Ale¡andría. Con todo eso, el uso y
con ocasión de la visita a un san- significado de estas cabecitas, de
tuario, en ocasiones con un carác- reducido formato, facciones semio-
ter pro ilu el reditu, por el deseo de cultas ba¡o pobladas barbas y
adhesión a un determinado dios, conocidas por algún otro testimonio
evocaban las huellas de éste, agra- hispano, es incierto en no pocas
decían curaciones ... No faltan para ocasiones. Si la testa ilicitana estu-
estos exvotos paralelos en el territo- vo engarzada en un exvoto en
rio hispano, mereciendo destacar forma de pie como el antedicho es
los de ltolica y los del templo de lsis difícil de concretar, aunque en todo
en Baelo Claudia, por fortuna caso su pequeño tamaño excluye su
acompañados de sus correspon- empleo ornamental y avala tenerla
dientes epígrafes. Además de las como don votivo, acaso ligado al
placas con pies excisos, igualmente culto serapeico. Cierto es que, al
fueron usuales los exvotos .en forma ser anepigráficos, estos vestigios
de pies, expreso deseo de segui- adolecen de escaso índice docu-
Relieve con planto de pies, reverso
miento de los pasos de una determi- mental por no propiciar cumplida
nada divinidad, en porticular de información relativa a las deidades
Sarapis, y medio de obtención de veneradas, los oferentes y su esta-
beneficios vinculados a una larga tus o a la existencia de cultos orga-
prosperidad. De La Alcudia proce- nizados. Sin embargo, sí manifies-
de un pequeño pie derecho, calza- tan claramente el arribo a 1/ici, con
do con una suerte de calceus abier- seguridad vía marítima, de ideas y,
to sobre el empeine y cerrado con quizá, gentes, vinculadas con la
cordoneras cruzadas sobre la len- práctica de religiones orientales;
güeta y anudadas mediante un mós comple¡o es discernir hasta
lazo. Labrado en rosso antico y qué punto pudieron calar en los
posiblemente importado, es un don habitantes de la colonia o qué
votivo similar a otros procedentes hipotéticos sincretismos religiosos
Colceus de otros puntos de la península generaron.

153
También las villas del territorio Helenismo Tardío, que podría
ilicitano debieron ser proli¡as en tenerse como una simbiosis entre
ornamentación estatuaria. A la Eros y el Sueño (Hipno) o, más
cabecita de Attis de El Bosquet, correctamente, como una 1magen
cabe sumar tres interesantes labras de Somnus ba¡o la apariencia de
marmóreas que, halladas hacia un amorcillo, pues tiene alas en los
1862 en la villa de Algorás por temporales. Los otras muestran
A. lbarra, integran en la actualidad otras das imágenes de amorcillos,
las fondos del Museo Arqueológico derivados de un original surgido a
Nocional. La primera es un amorci- finales del Helenismo Temprano o
llo estante, con las piernas cruza- en el Helenismo Tardío; vencidos
das y vencido por el sueño; con por la acción del sueño, recostados
una antorcha invertida como atribu- sobre una piel de león y con atribu-
to, se trota de una réplica romana tos cama la adormidera, una clava
de una creación hibrida del o el arco y el carca¡, son alegorías
Cabeza de Sarapis. Museo Arqueológico Nacional de Eros-Hipna, que insinúan la
idea de la quietud de la sepultura y
de la recompenso gloriosa reserva-
da a Herodes en el más allá.

Erote de pie. Museo Arqueológico Nocional. Archivo fotogrófico MAN

Erote dormido. Museo Arqueológico Nacionol. Erote dormido. Museo Arqueológico de Elche ..
Archivo fotogrófico MAN Archivo fotográfico /v',AN

IS4
EL ARMAMENTO

ALBERTO J. LORRIO *

1 yacimiento de La Alcudia de Elche ha propor-


cionado una interesante documentación sobre
el armamento ibérico, integrado por un número
reducido de armas y por algunas representaciones icono-
gráficas, que incluyen úna serie escultórica de gran cali-
dad y algunos ejemplos de cerámica pintada. La crono-
logía de ta les evidencias es muy amplia, abarcando
desde el sig lo V a.C. hasta época imperial romana, aun-
que el conocimiento de las armas utilizadas durante tan
extenso período sea desigual. Así, la panoplia de los
siglos V-IV a.C. nos es conocida cas i exclusivamente por
un conjunto de esculturas procedentes de La Alcudia o su
entorno (Ramos Fernández, 1975, 112 ss. ; Ruano,
1987, 111, 530 ss. ; León, 1998, 37 s., 60 s.; Ramos
Molino, 2000, con el catálogo completo), que reprodu-
'Área de Prehislorio. Universidad de Aliconle cen armas ofensivas, como la falcata, o defensivas, como

Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2003-


cascos, pectorales, g rebas y escudos, representadas por
08 22 Meselo-Medilerróneo. De lo Edad del Bronce o lo aparición de lo escrituro. uno o, a lo sumo, dos ejemplos en cada caso. El realis-
rrodiciones culluroles, intercambios y procesos de lronsformoción., financiado por lo
DGtCYT del Ministerio de Ciencia y Tecnologio y se ha financiado en porte con
mo de las representaciones permite documentar aspectos
fondos FEDER. generalmente no conservados en los ha llazgos de armas
"reales", como los detalles relacio- unas pocas piezas fragmentadas y modelo habrían tenido unas dimen-
nados con las materiales perecede- rotas, labradas en piedra caliza de siones algo mayores.
ros que formaban parte de estas la región, que pud'1eran haber for-
objetas, a veces relacionados can mado parte de un monumento Armamento ofensivo. Entre las
la propia estructura del arma, como arquitectónico de tipo heroon armas de ataque únicamente cabe
ocurre en los escudos, pero en (Almagro-Garbea, 1999, 11), mencionar una lalcata desenfunda-
otras relativos a detalles menares, coma los jiennenses del "Cerrillo da y los restas de su vaina, portada
como las cintas utilizadas para la Blanca" de Porcuna a "El Pajarilla" por un guerrera del que sólo se can-
fijación de las grebas o el pectoral, de Huelma. la mayor parte de las servo lo zona entre lo cintura y los
a las piezas de cuero que hallazgos aparecieron, en 1949, muslos, así cama una posible falca-
protegían la parte interna de la reutilizadas en el pavimento de una la enfundada, de la que únicamen-
empuñadura del escuda. Además, calle que discurre al sur del "templo te ha llegado a nosotras parte de la
destaca el hallazgo de una machai- ibérico" (Ramos Fernández, 1975, vaina con las anillas de sujeción.
ra a sable curvo, que pudiera ser 112 ss; Id., 1995a, 115; Ramas El fragmento escultórica de gue-
contemporánea de alguna de las Malina, 2000, 14 ss.). El conjunta rrero con falca/a presenta esta
armas de mayor antigüedad pre- incluye piezas de bulto redondo, característico armo ibérico, desen-
1
sentes en los esculturas • algunas de guerrero como el torso fundada y, can seguridad, empuña-
Por su parte, el armamento de can pectoral lobuno a el fragmento da can la mano derecha, apare-
los das siglos previas al cambio de que presenta un detalle de la vaina, ciendo cruzada sobre las muslos
era y el período inmediatamente mientras que las dos fragmentas (Ramas Molino, 2000, 28 s., lám.
posterior, yo de época romana que reproducen otros tantos escu- XVII). Conserva la hoja completa,
imperial, es conocido por la icono- das formarían parte de un altorre- aunque su mitad distal se encuentre
grafía cerámica, y, sobre todo, por lieve, del que se conservan otros alga deteriorada par la erosión, fal-
una serie de piezas, no muy nume- restos, aunque sin armas identifica- tando la empuñadura. Presenta un
rosa, de armas de hierro, entre las bles. Por lo que respecta a las res- magnifico acabado, lo que permite
que destaca un puñal biglobular y tantes piezas, todas ellas de bulto detallar las características de la
algunas puntas de lanza, así como redondo, el guerrera con falcata pieza. Como es habitual en este
un conjunto de glandes a proyecti- fue hallado en 1898 a pocos tipo de arma, su dorso es convexo,
les de honda realizados en plomo, metros de la Dama, en la zona can filo en el tercio final, mientras
materiales todos ellos depositados sureste del yacimiento (Ramos que su lado cortante presenta la
en el Museo Monográfica de la Molino, 2000, 28 s.), la cabeza
Alcudia, habiendo noticias, igual- con casca fue descubierta en 1914
mente, del hallazgo de fragmentos, (Ramos Malina, 2000, 12 s.), na
no conservados en la actualidad, muy lejos de esta misma zona
pertenecientes, al parecer, a la con- (Ramas Fernández, 1975, 112),
tera de una vaina de espada, algu- mientras que el fragmenta de gue-
nas falcatas y varias pila, materia- rrero con greba fue hallada en la
les cuya adscripción cronológica ciudad de Elche, aunque para
2
no siempre resulta segura · Ramos Falqués (1966e, 150) debe-
ría proceder de la Alcudia, al igual
tL ARMAMENTO IBÉRICO p¡ LOS que otras piezas escultóricas recu-
SiGLOS V·~IV A.C. peradas en el actual núcleo urba-
no. Los guerreros están reproduci-
Coma hemos señalado, el dos a un tamaño ligeramente infe-
armamento de los siglos V-IV a.C. rior al natural, entre un 5 y algo
Guerrero con lalcuto desenvainado.
nos es conocido por un excepcional menos de un 10%, can lo que las Museo Arqueológico Nocional. Madrid
conjunto escultórica integrado por armas reales que sirvieron de

156
El ormomento

AlSERTO J. lORRIO

clásica curvatura cóncava en su ter- Se observan las tres anillas de sus- Finalmente , es posible que
cio inicial, lo que produce la red uc- pensión propias de estas fundas, varios fragmentos de un brazo, con
ción de la anchura de la hoja, dos en la zona del dorso y una en la mano cerrada, pud iera n repre-
para, a continuación, iniciar una la del filo, que evidencian la locali- sentar a un guerrero asiendo un
convexidad que termina en la arma ofens iva, qu izás una lanza o
punta, alcanzando hacia la zona una falcata (Ramos Molino , 2000,
med ia de este tramo su máx ima 23, lám . XII), lo que confirmaría la
anchura. Sobre la ho ja se han presencia de una muñequera, tam-
representa do las ca racterísticas bién utili zada por el guerrero con
estrías, bien conservadas en su ter- escudo.
cio inicial , no siendo visibles en el
resto de la pieza, incluyéndose en Armamento defensivo. Destaca,
el grupo de las que arrancan en sin d uda, el torso de guerrero pro-
dos series de líneas, unas paralelas visto de un pectoral decorado con
al dorso y otras al filo (Cuadrado, Detalle de lo vaina de uno lolcolo una cabeza de lobo (Ramos
1989, 10). No se conserva la
empuñadura, elemento clave para
la cla sificación de estas piezas, zación de dos de las abrazaderas
quedando únicamente los restos de o refuerzos transversa les metálicos
la guarda basa l. En el lado izquier- de las vainas, de 8 cm de longitud
do del guerrero se observan los res- cada una , separadas en tre sí
tos de la va ina , que parece pender 6,5 cm (la anilla su peri or del dorso
del cinturón mediante una correa formaría parte, junto con la única
con anilla (Ramos Molino, 2000, del filo, de la primera guarn ición,
28). la longitud de la hoja se apro- mientras que la segundo del dorso
xima a la media establ ecida por lo haría de la segunda gua rnición,
Quesada (1997, 85) en 48,9 cm, carec iendo de pareja). l as anillas
mientras que sus diferentes anchu- deberían atravesar el cintu rón por
ra s (basal, mínima y máxima) supe- medio de o jales abiertos en el
ran las de la mayoría de los e jem- cuero, lo que parece más probable Guerrero con disco·corozo

plares reales, dando a la pieza un que considerar la vaina enteriza


aspecto robusto. con el cinturón, siendo por tanto
Al menos otro guerrero más lle- necesario algún elemento de seg uri- Molino, 2000, 16 s., lám. VI),
varía una falcata, en este caso dad, que no es otro q ue una correa pieza de gran interés, que para
envainada (Ramos Molino, 2000, que parte de la anilla localizada en Almagro-Gorbea (1999, 22)
41, lám. XXV), conservándose la la zona del filo, de 0,5 cm de gro- pudiera representa r al rey mítico
zona de la ci ntura , con el interés de sor y 5 cm de longitud ya que des- fundador de la mona rquía y de la
presenta r el sistema de a nclaje de aparece debajo del cinturón , seg u- pob lación il icitana . El guerrero
la vaina al cin tu rón, dispuesta ramente para unirse a alguna de porta un disco-coraza o kardiophy-
sobre el costado izqui erdo. la la s anillas del dorso . Para lax, fo rmado por send as placas dis-
pieza ha sido analizada en detalle Cuadrado, la correa y la an illa dor- coida les, que habría que suponer
por Cuadrado ( 1989, 25). El gue- sa l perteneciente a la guarnición de bronce, localizadas sobre el
rrero porta un ancho cinturó n, de primera, pud ieron ir a l extremo del pecho y la espalda, respectiva men-
cuero, que presenta un corte hori- ta halí, mientras que la de la seg un- te, quedando el conjunto apoyado
zontal por el que sobresale la vaina da guarnición habría llevado otra en los hombros mediante dos
de la falcata, inclinada hacia ade- correa, que desaparecería bajo la anchas correa s con rebordes en
lante formando un á ngulo de 45º. fu nda, no observable. re lieve que delimitan un espacio
decorado mediante una cinta ondu- túnica, careciendo de los elementos
lada y bellotas, en disposición alter- protectores, a modo de hombrera s,
na, seguramente metálicas ; el que debieron acompañar a este
anclaje se completa con cintas que tipo de piezas para dotarlas de una
fijan las piezas discoidales por los mayor efectividad , magníficamente
costados, una ancha el izquierdo y representados en las esculturas de
dos má s estrechas el derecho, Porcuna (Jaén) (Negueruela, 1990,
pasando por debajo de las axilas . 119 ss. , fig. 27- 29), así como en
Estas correas y cintas están unidas un torso de guerrero procedente del
a las placas mediante dos rema- Parque de Elche (Quesada, 1997,
ches en cada caso, esta ndo los 578 s.; Ramos Molino, 2000, 45
correspondientes a las bandas ss., lám. XXIX, fig. 3) . No obstante,
superiores descentrados, al ocupar los discos podrían haber estado
en cada caso una posició n diferen- fi jados sobre cuero, con lo que
te, condicionado por la decoración ofrecerían una mayor consistencia.
de la pieza frontal , lo que hace que Se trata de un arma defensiva de
el conju nto no resulte completamen- origen oriental, como demuestra
te simétrico. La fijación definitiva se su presencia ya en relieves asirios
realizaría con las cintas del costa- (Hrouda, 1965, 61), habiendo
do derecho, dos tiras de cuero llegado a la Penín sula Ibérica
fijadas a l disco frontal que se atarí- seguramente a través de los
Pantorrilla con greba, visto frontal
an con las procedentes del disco fenicios (Stary, 1994, 105 ;
que protege la espalda. La placa Almag ro-Garbea, 1999, 12, nota
frontal mide 20 cm de diámetro, lo 15) . Está bien documentada su pre-
que coincide con la media estable- sencia en el Levante y el Sureste
cida para estas armas, llegando a peninsular, pero también en la
alcanzar las de mayor tamaño los Meseta, como demuestan los mag-
26 cm (Quesada, 1997, 572). níficos ejemplares de Aguilar de
Está decorada con una cabeza de Angu ila (Guadalajara) (Stary,
lobo con las fauces abiertas, en 1994, 103 s., mapa 5 B; Lorrio,
actitud amenazante, con un fuerte 1997, 166, figs . 63-64 ,A ;
conten ido simbólico y apotropaico Quesada, 1997, 575, fig. 326) .
(Almagro-Garbea, 1999, 12) . O tra pieza rep roduce, con
Ocupa el espacio central, dejando gran calidad , la pierna de un gue-
una zona libre de decoración rrero provista de una greba o espi-
Detalle de los cintos de sujeción.
rodeando la pieza, que presenta un nillera (Biech, 1988 , 189; Ramos
reborde. El disco que protegería la Molino, 2000, 43 , lám. XXVII), de
espa ld a carece de decoración , unos 29 cm de longitud y 13 de
posiblemente por tratarse de una anchura, conservándo se en su
escultura concebida para su exposi- parte inferior una mano que le suje-
ción frontal, lo que queda confirma- ta por el tobillo, posición muy simi-
do por el tratamiento más descu ida- lar a la de un fragmen to de
do de la espalda. El guerrero viste Porcuna (Negueruela, 1999, lám.
una túnica, con escote angular, XXXII) , pudiéndose interpretar, por
ceñ ida a la cintura por una placa tanto, como parte de una escena
de cinturón . El conjunto aparece de lucha entre dos combatientes. La
Impronta de uno posible lalcota
dispuesto directamente sobre la greba, cuyo modelo orig inal sería
El armamento

ALBERTO J. LORRIO

de bronce, aparece decorada con caría la reducida anchura conser- escultórico se conserva el reborde
una cenefa q ue rodea la pieza , vada . A diferencia de otras repre- orig inal de la pieza , lo que permite
reprod uciendo un sogueado de tra- sen taciones de cnemides o grebas, conocer su diámetro total, que sería
dición orienta lizante, realizado como las documentadas en el con- de unos 43 cm . Presenta una mani-
mediante repujado. Presenta forma junto de Porcuna (Negueruela , lla del modelo llamado " de aletas",
curva, adaptándose a la anatomía 1990, 157), en las que la pierna una invención orig inal de los ibe-
de la pierna , protegiendo la zona aparece envuelta por una pieza ros, rea lizada en hierro forjado
entre la rodilla y el tobillo . Se ciñe seguramente de cuero sobre la ql!e (Cuadrado, 1989, 84 ss.; Stary,
a la pierna mediante correas que sitúa la greba metálica, el ejemplar 1994, mapa 1O D; Quesada ,
hay que suponer de cuero, fijadas de La Alcudia carece de cualquier 1997, 502 ss.). Está formada por
a la pieza metálica por medio de otro elemento protector. una chapa cilíndrica, o empuñadu-
unas pestañas, no observables en Otras piezas de gran interés ra propiamente dicha, cuyos extre-
el ejemplar ilicitano, aunque sí son dos fragmentos en los que apa- mos se prolongan constituyendo las
documentadas en las piezas broncí- recen figuradas la zona interna y aletas de fijación al armazón del
neas conocidas, como los e jempla- externa, respectiva mente, de sen- arma , de forma triangular, perfil
res, que formaban parte de tumbas dos escudos. continuo y generalmente planas,
con ajuares aristocrá ticos, de Can La primera (Ramos Molino , aunque en el ejemplar de La
Canyis, Mas de M ussol 2000, 25 , lám. XIV) reproduce la Alcudia presen ten una cierta conca-
(Tarragona), La Solivella (Castellón) zona correspondiente a la empuña- vidad, estando ligeramente sobree-
o Cabezo Lucero (Alicante) (Dehn, dura de un escudo circular, ligera- levadas en la zona más próxima a
1988, figs. 5- 7 ; Quesada, 1997, mente convexo en su interior, con la empuñad ura. Estas aletas se fi jan
588, fig. 333) . Del lado izquierdo restos de pintura de color rojo. En al cuerpo del escudo, que sería de
de la pieza, respecto de la posición la parte inferior del fragmento madera revestida de cuero,
del guerrero, parten dos cintas, mediante varios remaches, obser-
cuya disposición coincide con la vables al exterior, lo que expli-
identificada en el conjunto de caría su ausencia en este
Porcu na: una rodea la p ierna por ejemplar. Sí se han repre-
encima de los músculos gemelos, la sentado, en cambio, las
otra lo hace por la parte inferior de anillas de suspensión de
la pantorrilla (Neg ueruela , 1990, la correa , no reprodu-
157, lám . XXXII), fijando la pieza cida, que permitía
en el lado derecho mediante una
lazada en cada caso. Esta forma
de sujeción resu lta semejante a la
observada en el disco-coraza ,
pieza con la que puede relacionar-
se estilísticamente, aunque su dife-
rente procedencia impide asegurar
que pudieran haber formado parte
del mismo con junto. Una detenida
observac ión de la pieza permite
observar, en su parte superior, una
impronta , de 12,5 cm de long itud y
Escudo redondo empuñado
tan sólo 2 de ancho, que cabría
interpretar como la huella dejada
por un arma, quizás una falcata ,
parcialmente exenta, lo que expli-

159
su transporte, colgado en bandole-
ro. Se trata de sendas presillas, una
en cada aleta , que atravesarían el
armazón del escudo y de las que
pendería, en la zona interna, una
anilla en cada caso, aunque, en el
ejemplar estudiado, sean dos las
reproducidas en cada aleta, de
tamaño ligeramente desigual (3 ,2 y
3 cm, respectivamente) . La empuña-
du ra no es visible al aparecer
enmangada, aunque sus dimensio-
nes son de 8,5 cm de longitud por
2,5 cm de anchura, lo que coincide
con la media paro este tipo de
objetos. La longitud de la manilla
-de la que se conservan 34 cm a l
estar fracturada , siendo su anchura
máxima de unos 4,5 cm-, debió de
superar ligeramente los 40 cm,
toda vez que sus dimensiones son
algo menores a l tamaño natural ,
siendo asimilable al tipo lilA 1 de
Quesada (1997, 504, fig. 2901,
modelo cuya longitud media se
sitúa en torno a 37,2 cm. Por detrás
de la mano, y por deba jo de la
empuñadura, aparece una pieza
de forma rómbica de lados curvos, Exterior de escudo redondo con umbo. Foto Instituto Arqueológico Alemán, Madrid
seg uramente de cuero, que prote-
gía la mano del guerrero del roce
con el escudo, amortiguando los ráneo al de La Alcudia , realizado cuerpo del escudo por medio de
golpes recibidos; para Cuadrado en bronce (Cuadrado, 1989, 85, un roblón central , de cabeza
(1989, 871, a partir de ejemplos fig . 36, 101. Aunque fracturado, se redondeada, de 2,5 cm de diáme-
más modernos, se trataría de un conserva el radio de la pieza, lo tro. No se trata de un tipo de umbo
"coj incillo" o "almohadilla" rellena que perm ite saber que alcanzaría habitual entre los iberos, más com-
de lana en rama. El guerrero porta, un diámetro de unos 41 cm, 1 1 de plejos y genera lmente provistos de
asimismo, una muñequera, posible- los cuales corresponderían al rebordes, aunque se puede mencio-
mente también de cuero, fijada por umbo, cuya altura seria de 5,6 cm, nar un ejemplar de hierro de la
medio de sendas tiras anudadas. dimensiones que, como hemos sepu ltura O de la Hoya de Santa
El segundo fragmento escultó ri- señalado, deberían ser ligeramente A na (Aibacetel, hemiesférico y sin
co (Ramos Molino, 2000, 26 s., mayores en los ejemplares rea les re borde, con un diámetro de
lám . XVI reproduce la zona exterior que sirvieron de modelo. El umbo, 9, 1 cm (Biánquez, 1990, fig . 861,
de un escudo redondo, ligeramente de forma circu lar, está formado por que Quesada ( 1997, 5 161 cons ide-
cóncavo, con umbo metálico, segu- dos piezas troncocónicas de diáme- ro dudoso, incluyéndo lo en su
ramente de hierro, aunque se tro decreciente superpuestas, care- g ru po IV, donde recoge un reduci-
conozca algún ejemplar, contempo- ciendo de reborde; se f ijaría al do número de piezas atípicas.
i\L8f:RTO j lORR!O

A ambos lodos del umbo, dos pare- diámetros entre 60 y 40 cm, y de algunas exvotos ibéricos
jas de sendos remaches (de los que menores de 40 cm, respectivamen- (Nicolini, 1969, 120 s., figs. 1-2 y
se conservan 3), de diámetro simi- te, englobándose los e¡emplares de 5; Ruana, 1987, 1, 429, fig. 41), a
lar al roblón central, deben ponerse La Alcudia entre los primeros. veces también provistos de cimera.
en relación con el anclaje de la Finalmente, cabe mencionar Como se ha señalado, parece
manilla, con seguridad un ejemplar una cabeza, muy erosionada, de probable que todas las esculturas
del tipo de aletas. Hoy restos, ape- guerrero tocado con un casco integraran una o varios
nas identificables, de una de las (Ramos Molino, 2000, 12 s., lóm. grupas escultóricas, que para
fijaciones de las anillos de transpor- 111), de cuero, de forma redondea- Almagra-Garbea (1999, 15 ss.)
te, de la que apenas han quedado da, con guardanuca y rebordes formarían parte de un heroon desti-
vestigios, localizada en el extremo reforzados. Su tomoño, clase de nado a ensalzar a los antepasados
de la manilla, ocupando una posi- míticos de la monarquía ilicitana,
ción centrada respecto a los rema- cuya ejecución cabría situar entre
ches pareados. El escudo presenta, mediados del siglo V hasta el IV
sobre su superficie y en relieve, los a.C. (Almagra-Garbea, 1999,
restos, de 1O por 4 cm, de lo que 13), y que habrían sido destruidas
podría ser una falcata que atravie- intencionadamente y reutilizadas,
sa el escudo (Quesada, 1997, 67), la mayoría de ellas, en lo pavimen-
de la que tan solo es identificable el tación de la "calle del santuario",
dorso, liso, representación ya cono- la que habría ocurrida a fines
cida en una de las esculturas de del siglo 111 a.C. según Ramas
Porcuna (Negueruela, 1990, lám. Fernóndez (1995a, 115), para
XXXV,B). quien las esculturas procederían del
Se trata en ambos casas, de
1
templa ibérica ¡unta al cual se loca-
piezas representadas en altorrelie- lizaron. Entre tales esculturas se
ve, que podrían formar parte de encuentren algunos de las ereccio-
una misma composición, como nes más representativas de lo que
demuestran sus similitudes en cuan- P. León (1998, 37 s., 60s.) halla-
to a su forma, redonda y cóncava Cabezo con cosco. mada el "estila de Elche", que,
Foto Instituto Arqueológico Alem6n, Madrid
al exterior (y convexa al interior), según la autora, conocerá su apo-
sus dimensiones, o el tipa de mani- geo a finales del sigla V y durante
lla utilizada. Aunque no resulte piedra y el hecho de haber sido el IV a.C., aunque su cronología
habitual entre los iberos, lo existen- hallada en una zona próxima al pudiera ser alga anterior.
cia de escudos cóncavas es señala- guerrero con fa/cata hizo pensar a Dicha cronología parece ade-
da por Estrabón (3, 3, 6) ol descri- Ramas Fernández (1975, 112) en cuada par lo que se refiere al arma-
bir la caelra de las lusitanos, docu- la pasibilidad de que tales hallaz- menta reproducido, aunque na
mentándose igualmente en algunos gos pudieran corresponder a una siempre las representaciones icono-
exvotos ibéricos (Nicolini, 1969, misma figura. Para Quesada gráficas encuentren su correlato
177, fig. 52), en diferentes repre- (1997, 566), el modela resulta con las hallazgos de armas reales,
sentaciones iconográficas (Stary, similar, aunque simplificada, can el corno han demostrada las restas de
1994, 115), así como por lo exis- representada en Porcuna, de inspi- varias falcatas que formaban parte
tencia de algunas pocas monillos ración jonia. lgualmente 1 se aseme- del can¡unta escultórica de
doblados en esa posición ja al que parta el "guerrera de La Porcuna, fechada en la primera
(Cuadrado, 1989, 84; Quesada, Bastida" (Mogente, Valencia) mitad del sigla V a.C. (Negueruela,
1997, 528). Par la que respecta al (Kukahn, 1954), aunque cama en 1990, 302 s.), posiblemente antes
tamaño, Cuadrado ( 1989, 82 ss.) Porcuna el casca presente un pena- del 480 a.C. (Almagro-Garbea,
ha individualizado dos tipos, con cho a modo de cimera, así como al 1988, 64 s.; Id., 1999, 16), mien-
tras que las dotaciones más anti- des marcadamente aristocráticas, res funerarras (vid. supra). Su posi-
guas para ejemplares reales de fal- que desaparecerían, como ha seña- ble representación en el fragmento
catas se sitúan a partir de ca. 440 lado Quesada (1997, 583), a fines que reproduce una greba, confir-
a.C., fecha propuesta para la del siglo V o inicios del IV a.C., maría el uso conjunto de ambos ele-
sepultura 11 de Galera, pudiéndo- siendo sus mejores ejemplos en la mentos.
se fechar los restantes hallazgos a plástica ibérica los conjuntos escul- Además de las piezas escultóri-
3
partir de finales del siglo V o inicios tóricos de Porcuna y La Alcudia de cas , cabe referirse a un e¡emplar
del IV a.C., momento en el se gene- Elche. Similar sería el caso del de machaira (nº ínv. M.A.N.
raliza su uso (Quesada 1997: casco, asimilable al modelo repro- 986/149/188)., arma considera-
80-82). ducido en Porcuna, lo que permiti- da corno el antecedente de la falca-
No obstante, mientras que la ría fechar el modelo a inicios del la ibérica. La pieza, procedente de
manilla o el umbo de los escudos siglo V a.C., coincidiendo así con La Alcudia, habría ingresado en el
figurados en La Alcudia correspon- la datación propuesta por Kukahn M.A.N. con la Colección de lbarra
den a modelos más evolucionados (1954, 150) para el guerrero de La Manzoni, de acuerdo con Ramos
que los reproducidos en Porcuna, el Bastida de Mogente, que sitúa Fernández (1975, 112, 292, lám.
casco, el kardiophylax y las grebas hacia el "fin de la época arcaica o CLXVIII, fig. 3'). aunque posterior-
remiten a un contexto muy próximo ya al comienzo del siglo V a.C.". mente se perdiera la referencia
al representado en el conjunto jien- Diferente parece ser el caso de correcta sobre su procedencia 1vid.
nense, lo que no impide necesaria- las dos representaciones de escu- Quesada, 1997, 130, nata 2). El
mente su datación más moderna. dos, cuya cronología no parece ejemplar, ya identificado por
Efectivamente, grebas broncíneas posible remontar más allá de ini- Cuadrado (1989, 55) como una
similares a las reproducidas consti- cios del siglo IV a.C. La manilla machaira, ha sido estudiado por
tuyen un tipo característico que se corresponde al tipo de empuñadu- Quesada (1997, 129-132, fig.
documenta, desde el Languedoc al ras con aletas triangulares desarro- 70,3, lám. IV,B). Se trata de una
Sureste peninsular (Dehn, 1988, lladas, grupo 111 de Quesada, espada curva a la que le falta la
186). en sepulturas aristocráticas características del mundo ibérico empuñadura, que presenta nota-
fechadas entre mediadas del sigla del Sureste y la Alta Andalucía bles diferencias con las falcatas
VI y la primera mitad del V a.C. desde inicios del siglo IV a.C. ibéricas, de aspecto más achapa-
(Quesada, 1997, 586), pudiendo (Quesada, 1997, 502). Una crono- rrada y maciza, al presentar hojas
desaparecer, de acuerdo con logía similar debe plantearse para de mayor longitud (82 cm del ejem-
Quesada (1997, 590). a inicios el escudo del que se reproduce la plar ilicitano, frente a los 48,9 de
del sigla IV o incluso antes, toda cara exterior, al ir provisto de una media de las falcatas). carecer de
vez que su presencia no está regis- manilla similar, identificable por los acanaladuras en la hoja, o del
trada en ninguna sepultura de los clavos de fijación, y presentar un característico filo dorsal en el tercio
siglas IV-11 a.C. Por su parte, los umba de pequeño tamaño, muy dis- final de la hoja, presentando un
hallazgos peninsulares de tinto de los grandes chatones de grueso nervio trapezoidal a lo
discos-coraza presentan una cro- bronces propios del siglo V a.C., ni largo de todo el darso 5 . Para
nología del siglo V a.C., aunque se de los umbos con prolongaciones Quesada (1997, 131 ss.). se trata-
conozcan algunas ejemplares más radiales, derivadas de aquellas ría seguramente de un ejemplar itá-
recientes, ya realizadas en hierro, (Quesada, 1997, 508 ss.). lico, dado su dorso muy curvado,
fechables en el siglo IV a.C., prefe- Finalmente, la falcata no permi- pudiendo dotarse en el srglo VI o
rentemente en el primer cuarto a, te hacer mayores apreciaciones, primera mitad del V a.C.
todo lo más, hacia mediados de la toda vez que su presencia es cono- El Museo alberga, entre las
centuria (Stary, 1994, 103 s.; cida por la iconografía desde ini- materiales procedentes del nivel al
Quesada 1997, 575). Tanto las cios del siglo V a.C., aunque sea a que corresponden las esculturas, un
grebas como los discos-coraza inicios del siglo IV cuando su pre- fragmento de hoja de 19,5 cm de
serían armas propias de socieda- sencia se haga habitual en los ajua- longitud, 4,9/4 cm de ancho, y

162
El armamento

AlBERTO J lORRIO

Cuchillo de dorso recto 111 y ho¡o de espado 121

l , l / 0 ,9 de grosor, de sección ben a un número reducido de pie-


losángica, perteneciente a una zas (Quesada, 1997, 731 ), proce-
espada recta (LA-600), posible- dentes de las excavaciones lleva-
mente de tipo La Tene, modelo das a cabo desde 1935 por
documentado en la Península
Ibéri ca a partir de la segunda
mitad del siglo IV o inicios del
111 a.C. (Lorrio, 1997, 183;
Quesada, 1997, 259) . Igualmente,
cabe referirse a un cuchillo
de dorso recto (LA-605) de gran-
des dimensiones (Hoja: longitud,
25,5 cm; anchura máxima, 5 cm;
grosor, 0 ,9 cm; Empuñadura: longi-
tud, incompleta: 12,5 cm; anchura ,
2,5/1,5 cm, grosor, 0,5 cm), que
cabe interpretar quizás como un A. Ramos Folqués y, posteriormen-
ejemplar sacrificial, como confirma- te, por R. Ramos Fernández, en
rían los relieves de Pozo Moro, muchos casos simples fragmentos,
donde aparece un personaje lo que explicaría el que, en su
sostenie ndo un gran cuchillo, mayoría, no se hayan conservado.
afalcatado en este caso, aparente- Además, el Museo Monográfico de
mente realizando un sacrificio La Alcudia alberga algunas piezas
(Almagro-Garbea , 1983, 198 s., identificables, en general , con las
nota 119, lám. 23 ,c). publicadas, por lo común mediante
fotografía o una escueta descripción.
El ARMAMENTO DE ÉPOCA IBÉRICA Destaca el hallazgo de un
FINAl y ROMANA AlTOIMPERIAl puñal biglobular, de 33 cm de lon-
o
gitud (LA-2030), arma típi camente
Los datos para ilustrar el arma- celtibérica, caracterizada por su
mento de las fases más avanzadas empuñadura con remate discoidal y Puñal biglobulor
de la Cultura Ibérica, así como el por el engrosamiento loca lizado en
de época roma na , tanto republica- su zona central. Aunque la corro-
na como altoimperial , se circunscri- sió n de la pieza il icitan a dificulte la
individualización de cada una de
los elementos que integran la empu-
ñadura, sabemos que estaría for-
mada por tres láminas metálicas:

--
una central, que es !a prolongación
de la hoja, recubriéndose por sen-
das piezas de material perecedero,
no conservadas, y dos chapas exte-
riores, enterizas con la cruz, recta,

o
remachadas sobre ellas; en gene-
':. ~(. :
ral, tanto el glóbulo central como el
i"
del pomo ofrecen una arandela de
1 2
bronce, repujado y moldurado
(Cabré, 1990, 221), de la que
o 3
todavía quedan restos en el reverso ¡.
-=-
del ejemplar de La Alcudia. Se trata
de un tipo de arma, de origen celti-
bérico, cuya presencia resulta fre-
cuente en buena parte de la
Hispania céltica desde el siglo 111
hasta el 1 a.C. (Lorrio, 1997, 183,
190, fig. 8,B), aunque también se

-· ~-
conozca algún ejemplar en el ámbi-
to ibérico peninsular (Quesada,
3
1997, 294, fig. 173). La pieza,
que aparece enfundada, presenta
vaina toda metálica, con estructura
guarnecida con cañas de perfil en
U, dos travesaños de refuerzo en el
Puntas de lanza o de jabalina ll·J) y fragmento de un cuchillo lti)
reverso, con los restos de una de
las anillas de suspensión en el más
próximo a la embocadura, en su los modelos celtibéricos, por pre- Ramos Fernández, 1976, 23),
lado izquierdo, y pequeña contera sentar la parte superior del pomo actualmente perdidos. Por su parte,
discoidal, todo ello de hierro, en forma de creciente y por sus vai" Ramos Folqués y Ramos Fernández
enmarcando una chapa de bronce nas con cuatro anillas de suspen- (1976, 116 s.) mencionan "un frag-
enteriza, sin restos de decoración, sión (Cabré 1990: 222; Feugine, mento de puñal de hierro", fechado
en el anverso, y los restos de otra, 1993, 163 ss.). en época imperial, quizás ídentifi~
peor conservada, en el reverso. El Además de estas piezas, exis- cable con los restos de la empuña-
puñal fue publicado como una ten noticias relativas a los hallaz- dura, formada por tres chapas de
pieza ibero-romana procedente de gos de un fragmento de hoja, "pro- hierro, entre las que se sitúan dos
los niveles fechados entre el bablemente de falcata" (Ramos de bronce, decorativas, únicamente
42 a.C. y mediados del siglo 1d.C. Folqués, 1953b, 116 s.), asociado visibles en la parte superior del
(Ramos Fernández, 1974, 79) 6 a materiales de época republicana, mango, y el arranque de la hoja de
Corresponde a un modelo en el que y algunos fragmentos de falcata, un cuchilla (LA-598), conservado
se inspira el parazonium utilizado procedentes de nivel E, fechado en el Museo Monográfico de La
por las tropas romanas a partir del entre época bárquida y mediadas Alcudia. Entre las armas de asta
siglo 1 d.C. caracterizado, frente a del siglo 1 a.C. (Ramos Folqués y cabe mencionar el hallazgo de "un
pilum de 11 cm de longitud y un hallazgo de algunos glandes mar- 1989, 230), fechados hacia los
fmgmento de otro", no conserva- cados, que procederían de diversos siglos 11-1 a.C. Reproducen jinetes y
dos, al parecer asociado a materia- yacimientos de la zona. algún infante formando parte, en
les de época romana republicana Las evidencias se completarían general, de escenas cinegéticas,
(Ramos folqués, 1953, 116 s.). con un conjunto de representacio- que ilustran relatos heroicos de tipo
Además, habría que añadir tres nes sobre cerámica (Ramos mítico. Aparecen provistos de
puntas de lanza a jabalina muy Falqués, 1961 a, 170; Id., 1990, armas arrojadizas, a veces con !a
afectadas por la corrosión, conser- láms. 63, 67,1 y 4, 71,1, figs. 97, representación de! amenfum o
vadas en el citado Museo. Dos de 111, 113, 115, 119,2; Maestro, correa de impulso (Ramos Folqués,
ellas, con las puntas fracturadas,
presentan hojas de secciones
losángicas, sin nervio central, y
enmangue tubular, con una longi-
tud de 14,5 (LA-3403) y 16 cm
(LA-3399), respectivamente. La ter-
cera (LA-3396), de 17 cm de longi-
tud, y sección igualmente plana,
está rota a la altura de su tubo de
enmangue, no conservado.
El conjunto se completa con un
1
número reducido de proyectiles de
honda, que aunque aparecidos en
superficie o, al parecer, con mate-
riales altoimperiales (Ramos
Folqués, 1953b, 113; Ramos
Folqués y Ramos Fernández, 1976,
23), deben considerarse de época
republicana (Feugere, 1993, 104
s., 209 ss.), como lo confirman los
frecuentes hallazgos de glandes de
plomo aparecidos en la Península
Ibérica desde inicios del siglo
1 a.C. hasta las guerras civiles
(Quesada, 1997, 477). El Museo
Monográfico de La Alcudia alberga
13 glandes de plomo con la carac-
terística forma bicónica de extre- 4 5
mos apuntados; sus dimensiones
oscilan entre 5,4 y 3,5 cm de longi-
tud, 2 y 1,1 cm de diámetro y 60,3
y 31 ,2 gr de peso. La presencia de
proyectiles de honda constituye la
evidencia de combates, siendo
habituales en lugares de sitio, aun-
que excepcionalmente puedan apa-
Representaciones de armas sobre cerámica o diferentes escalas:
recer formando parte de arsenales. ormos orrajodizos (1·21 con amentum (4), puiial de: ontc:nos (7), cosco (3-5), escudos ovalc:s (5, 6, 7), caelra
lbarr·a (1926, 60) menciona el (6), protección corporol(2·31
1990, lám. 63, abajo-derecha), poseen también visera y penacho, representado escudos ovales, por-
aunque en un caso porte una espo- modelo que recuerda a algunos de todos por infantes, así como una
da o puñal de empuñadura de ante- los identificados en la iconog rafia coetro o escudo circular, asociado
nas. Estón tocados a veces con cas- monetal (Lorrio, 1995, fig. 1,E-e], a un guerrero yaciente, siendo más
cos provistos de guardanuca aunque en otros cosos lleven mode- difícil determinar la posible utiliza-
(Ramos Folqués, 1990, lóm. 63, los cuya interpretación entraña ción de algún tipo de protección
abajo-derecha), que por !o común mayor dificultad. También se han corporal.

l Oue¡emOI mon,fc¡taf nuestm ag•r.dccimicnto el D1 lkHIÍn 3 Cubo rdcrir1c. tombiü, a un frcgmcnto dü 1illw c>r¡¡,riiNtónico de ,j El c:uiOt lu<o G{CCIO e: Id mformación <= lwv&¡ cid ~r.lor.cc> dirc¡.
Almcgro Gorhe.:;, p~r IUI inlerCH1~tcs sugelencilll 1obrc dibcn· piedw éolizo, aparecido~~~ 1955 en lo pode inferior de lo mure tor del M A N . Moriin ¡\lmogro Bc.1ch (Rc:f~:cl R~:mo;, com<Jn,¡c
tc1 o¡peclol del trabajo, ol Dr. Rdaol Rcmo1 l'ermindez, por lla de levontü, en el que lf reproduce en bo¡or¡dieve lo1 cuc:rloo (ión pmonc:l)
habernos propcróonado información sob'e lo procede1Kio de lo lrc\crOI de un wbollo, o1i como un ¡;neie. c:pcno1 idcntifitob!c, 5 Cuc:drc:do (1989, 55]. no ob¡lontc, wiwla que le: pun!G de k:
mathoiro, a D. Alejandro Romos 1\',o!ino, po' su wloboración al por!c:ndo une lunw en ri¡tre, que Jobre1ole por encimo de in colo pieza co muy aguda y do doble lib. corl!rodiciemk por icmto lo
b:ilito1nos el onólisis de las piezo1 düpositadas en Mu1eo del animoi(Romo1 /~.o!inc 2000. 96. kim. lXXIII). Má1 que con1i· dúo por Oucscdc, lo que k lícv6 e cbificor lo p1cia como une
Monogr6fico de lo f1kudio, o D ' Concepción Pcpi Redes por dcror le: pieza como contemporánea de lo¡ onteriormen!e mwliz-.. ·machairo ibcricodo', 'poliblc,,cntc el nnxo con lo ho¡(: de bl
propoicionarno¡ informnción relativa e• los armes de lo ColeC(ión do1 (Chopo, 1980, 178 y 862), cobc plcntec:r vnc dotocián má1 cc:tq ibilrica'
ibar1o en el Mu1eo Ar<¡veol6gico Nocional., y o D.'',',',_' Dolorc1 moderno, dodc 1u ¡imilit~d con alguno de !a1 relieve¡ de Ü1una
Sónchez de Prado. e r;uicn se debe !o realización de lo~ dibujos (Scvilk,l (Gorcio y Bellido. 1980, fig 70) y, wbrc :odo, .;on ia1 ó Oucwdo p997, 291.]. el abordc:r el o;ludio de !o1 puíi.olcl biglo
a line~: ¡inclel lonccro1 mproducído1 en lo iconogrclio IIXMctol(vid., bulorc1, hcce rdcrcncin G "" frasmenlo de puiial con1crvodo en
1obrn el origen del ¡inctc !onwo, Alrnogro-Gorbnc., 1995,242 el Mu1co de la fllcudio, que idcnlifico con el public.c:do po1
2 Cite 01 el co~o de "un hogmc11to Gc contero de lo ~c:ino de uno
11.). lo ligur¡: del hüoc/iinclc ormc:do con !anzo, prc1Cn!e 011 los Ramo; fo!qué1 y Romo1 fcrn6ndcz (1976, 38) .;orr,o "un lrc:gme11
c~pcdc", de 3,5 cm de oncho, y une' punto de pilvm", de 3,9
ocuiiccione¡ de Hierón 11, que impircron el ¡;nctc lonccw cdoptc: la de puñal, de hierro", ptcccden!c de! c¡tro!a C. y, por lr.nlo, )'C:
.;rn de longitud, pertcnc,icntcs a le Colee(ión !borra dol Mu<eo
do en Hi1pcnia, 1c gencroiizcrio por d prc;ligio de !o caha!lcria de época imperial rorncno, piCZi> identificoble rne¡o, <:011 olro,
Atqvco!ógico Nocioncl[n··· '"''- 17528 y 17552. rClf)C(tivorncn· h:gmenlr:dc: (lA-598]. que hemo1 interpreioc:o corno un po1iblc
te). dc1oporccida1 en lo c<:tvolidüd [Concepción Popi, comunico· mawdónicc Ira¡ Ale¡ondto 1\',cgrlo, populoriúwdo;c, n p(i<lir del
¡iglo IV o C., cnlte lo! otisto~rc:cic:l e;:uo\IICI d~ dilcr~nlcl regio· cuchillo
ción pcr\onal). Por 1u pOIIe, Ramo1 fernández (1975. 292.1i:m
ClXVIII, lig. 3). 1ciia!o !o pre1Cncio. en drcho CoiNció11, de varios nc1 {Airncgto-Gorbca, 1995, 21.3).
fragmento~ de lalcoto1, CIÍ como de un c¡emp!or de SO cm de Ion·
gitud, idcnt;ficodo como uno mochairo [vid. ínfm)
los PROGRAMAS 0RNAMENTALES
1--rnruro y /\tloSolcu

ALICIA FERNÁNDEZ DíAZ*

INTRODUCCIÓN

CLJ a Alcud ia es un yacimiento que posee una


c:::Z:J importante riqueza arqueológica , y el pro-
grama decorativo-ornamental de los edifi-
cios de la fase de trans ición íbero-romana y de la roma-
na propia mente dicha , es uno de los más relevantes de
toda la península Ibérica y nos ayuda a comprender el
proceso de romaniza ción q ue experimentó esta zona
geográfica .
En líneas genera les, desde que se llevaran a cabo las
excavaciones del siglo XVIII en Pompeya y Herculano
gracias a la coro na española, el interés por recupera r los
elementos decorativos de los edificios públicos y priva-
dos de época romana ha aumentado constantemente.
Eco de todo ello han sido los descubrim ientos de los dos
siglos sigu ientes en las provincias romanas, ta nto orienta-
les como occidentales, que han aportado un gran cono-
cim ien to sobre la arquitectura y la decoración en el
•Área de Arqueología. Universidad de Murcio mundo romano. En Hispania, por ejemplo, son muchas
las ciudades antiguas que se cono- amplia extensión hemos podido desarrolla en esta ciudad, es el
cían a finales del siglo XVIII y prin- obtener una gran diversidad de resultado del interés surgido por la
cipios del XIX -Ampurias, Mérida, información, desde la zona pública dignificación de ésta por parte de
Itálica, Bi/bilis, Clun ia, Lvcentvm, de la ciudad hosta la zona residen- los elites locales en época
Valentia y Carthago Nova, entre cial, siendo de esta última de lo tardo-republicano, que desean sin-
otros-, pero ha sido en el siglo XX que contornos con un mayor núme- tonizar con la renovación que trae
cuando sus vestigios mós destoco- ro de hallazgos al respecto, y a tra- Roma e incorporarse a ella. Pero
dos han solido definitivamente a lo vés de su aparato decorativo-orna- este período de transición, de
luz. No obstante, ha sido la ciudad mental: mosaicos y pinturas mura- "romanización" que no se desarro-
de la Alcudia una de los que ha les, podemos conocer de primera llo únicamente en la Alcudia, sino
ofrecido un mayor número de restos mono cómo eron las viviendas de en toda lo Península, se caracteriza
desde que en 1897 se descubriera la ciudad y descubrir sus patrones por la escasez de hallazgos musí-
lo Domo de Elche. Desde entonces, estéticos relocionodos estrecho men- varios y pictóricos, lo que por otro
ésta ha ofrecido numerosos e intere- te con el mundo del centro y sur itá- parte no es índice de la reticencia
santes oportociones de lo mismo lico, sobre todo en época republi- de lo sociedad íbera al uso de
importancia que las de Carthaga cano y en los primeros siglos del estas técnicas, sino más bien conse-
Nova, Lvcentvm y Valentia, ciuda- Imperio. cuencia del insuficiente número de
des con los que ha tenido desde yacimientos excavados y de las
siempre una intensa relación. La EsTUDIO Mus1vo Y PICTÓRICO repetidas remodelaciones o recons-
vinculación existente entre todos trucciones de los viviendas o edifi-
estas ciudades localizadas en lo El interés de Roma que en un cios de una fose o otra, conforme
costa levantina no sólo ho sido de principio se dirigía o cuestiones se renovaban las modas.
indole comercial, sino también cul- militares se acrecentó ante el posi-
tural, pues el análisis del aparato ble aprovechamiento de nuestros Mosaico5
ornamental por ejemplo, demuestra puertos y la riqueza de nuestras tie-
que toda esta costa se desarrolló rras, por tanto, lo conquisto comen- En lo que respecta a los prime-
dentro de un mismo ámbito/influjo zó por lo zona costera y, a trovés ros pavimentos de époco
donde fue fácil la trasposición de de los valles fluviales, se extendió tardo-republicana en la Alcudia no
los m'1smos cartones decorativos, por el interior, generando el proce- existe un gron desfase cronológico
tanto rnusivarios corno pictóricos, so que conocemos como con respecto o la península Itálica.
observando grandes similitudes "Romanización". Éste conllevó tam- Su presencia desde los siglos 11-1
entre ellas. No sería arriesgado bién la transformación, incorpora- a.C., sugiere un primer desplaza-
pensar también en la posible exis- ción y renovación de las costum- miento de artesanos, que trasladan
tencia de un taller venido de la bres, de las formas políticos, socia- a territorio h ispono los avonces téc-
península ltólica e instalado en esto les, culturales, e incluso hasta de nicos obtenidos en su lugar de ori-
u otra ciudad cercana, desde las modas. Una de estas transfor- gen. Con respecto a ello, son
donde se difundieran todos los sis- maciones reside concretamente en varias las técnicos documentadas,
temas compositivos y repertorios el aparato decorativo-ornamental pero los pavimentos más caracterís-
ornamentales que, con el poso del de los edificios públicos y privados, ticos son las de opus signinum en
tiempo, se diversificaría en un donde dos san los elementos esen- sus diversas variantes. Además de
número mayor de talleres de carác- ciales: el mosaico y la pintura este rasgo común, se observa al
ter mós provincial, sin dejar del mural, y tanto uno como otro apare- mismo tiempo una tendencia a la
toda las modelos base de lo urbe. cen perfectamente representados separación e individualización de
la ciudad de lo Alcudia en sus en la Alcudia. los modelos italianos mediante nue-
fases íbero-romana y romano es un la adopción de estos nuevas vas y originales combinaciones de
buen ejemplo paro la obtención de técnicas musivos y pictóricos par motivos banales plenamente difun-
todos estos patrones, y gracias a su sociedades ibéricas como la que se didos en Italia, sobre todo en la
los programes OJnornentoles
pmturo y mo~a~co

AliCIA FERNÁNOEZ OÍAZ

multiplicación de orlas que en cier-


tos casos recuerdan mosaicos de
teselas plenamente helenísticos.
En este sentido es especial-
mente destacable el pavimento
procedente del sector 5-F de La
Alcud ia correspondiente a la fase
de transición íbero-romana, tal vez
de mediados o finales del sig lo 11
a.C. (Ramos, 1991 b, 97-98). Se
trata de una de las variantes del
opus sígnínum, un tipo próximo al
opus fíglínum, rea lizado con teselas
de cerámica (Rama llo, 1990, Mosaico de lipa helenístico en su emplazamiento actual
137-138). Este mosaico confec-
cionado con teselas cerámicas (Morricone, 1971 , n9 1, 7) aunque político-socia l para hacerse repre-
recortadas y gu i jarros con una en la Híspanía roma na se comien- sentar en alfabeto latino (Abad ,
coloración en blanco, rojo, negro y zan a documentar a principios del 1985L caracteres que prueban que
ocre, presenta un rosetón central, siglo 1 a.C. , como sucede en la complejidad de la composición
olas encrespadas y muralla , temas Caminreal (Teruel) o en la Loma de decorativa y sus motivos no impli-
muy frecuentes y que testimonian en las Herrerías (Mazarrón , Murcia). can necesariamente una cronología
época tardo- republicana la adop- Estos pavimentos unidos al de tardía, pues sus paralelos más
ción de gustos y tendencias de ori- Andelos en N avarra (Vicente et alíí, inmediatos están en mosaicos hele-
gen helenístico (Balil, 1967; Ramos 1989, 11 - 42; Mezquíriz, 1992 , nísticos de teselas del sig lo 11 a.C.
Folqués, 1975a, 149-150, lám. 365-367L al de Ampurias (Mar, Con el paso del tiempo son
LXXII; ídem, 1975b, 69-81 ; Abad, Ruíz de Arbulo, 1989, 61-65) y al cada vez más frecuentes las pro-
1985). de la Alcudia (Siles, 1978; Abad, ducciones musivos en blanco y
Además de este estilismo hele- 1985, 368-369; ídem, 1989, neg ro o en fessellatum en el litoral
nístico, otra de las peculiaridades 157- 169L son los de mayor inte- levantino, donde prácticamen te la
que más interés ha despertado rés. Todos ellos tienen en comú n mitad del total de los mosaicos
entre la investigación lo constituye que aparecen en los poblados con catalogados por Abad en el Corpus
la inscripción o leyenda que rodea un índice de romanización, y con- del País Valenciano, corresponden
la gran roseta ce ntral de este secuentemente de latinización más a pavimentos realizados con esta
pavimento (Fernández, 2002 , elevado (Lasheras, 1984L en técnica (Abad, 1985; Ramallo ,
232-233, lám . 28L a través de la donde la presenc ia de inmigrantes 1990, 146-147). Se trata de una
cual se percibe un cierto orgu llo del procedentes de l área greco-itálica reinterpretación local de motivos
propietario de la casa donde se es mayor. Se trata de un curioso muy difundidos en Italia , y se reco-
halla el pavimento, o del mismo fenómeno de transliteración a l latín noce nuevamente sobre algunos
artesano que lo realiza, que plas- de nombres personales ibéricos. mosaicos de La Alcudia (Ramos
man sus nombres indígenas plena- Estos últimos ejemplos testimonian Folqués, 1975a, 156, lám . LXXVIIL
mente ibéricos escritos en alfabeto la necesidad de auto-representa- siendo uno de los más importantes
latino sobre el pavimento: ACOS 1 ción de las elites ciudadanas, la el mosaico bicromo fig urado corres-
LSAICOS 1 ELSADINICOS 1 adquisición por parte de éstas del pond iente a otra domus del siglo
SCRAD (Ramos, 1983a, 44-47). suficiente poder político y económi- 11 d.C. (Ramos Fernández, 1983;
Este tipo de inscripciones fuera de co, del grado preciso de asimila- Ramallo, 1990, 147) en estudio
la península son frecuentes ya ción cultural y de la necesaria vin- por parte de L. Abad . En éste, los
desde mediados del siglo 111 a.C. culación al nuevo sistema elementos más característicos que

1 o
se a partir del sig lo 111d.C. , momen-
to que representa la consolidación
definitiva de los ta lle res provincia-
les con la adopción de la técnica
polícroma y con la con figuración
de su propia persona lidad . Se tra ta
de un mosaico que pavimenta la
totalidad de la nave de la basílica,
rea lizado con teselas de color azu l,
blanco, rosa y amarillo, y con la
presencia de tres inscripciones. Su
decoración es geométrica y consta
de tres grandes fajas longitudinales
o rnadas con elementos geométricos
Mosaico polícromo de uno coso de fuero de los limites de lo Alcudia muy comunes -tipo meand ros-
(Ramos Fernández, 1983c,
lo componen se han extraído de cos de Ostia caracterizados por las 68-73 ). Tanto su diseño como su
forma aislada de la composición e grandes composiciones unitarias. decoración lo sitúan a mediados
insertado en pequeños comparti- Además de otros mosaicos del sig lo IV d. C. y demuestran su
mentos cuadrados y rectangulares como los de Galatea - margen dere- vincu lación esti lística, tem ática y
-delfines, tritones, faisanes y pavos cha del Vinalopó- (Ramos compositiva con pavimentos halla-
reales- que rodean un cuadro cen- Ferná ndez, 1975, 28-31, lá m. dos por ejemplo en la villa de Los
tral con diversas representac iones XIV) y mosaicos pendientes, esca- Cipreses en Jum illa (Mu rcia) (Pa lol,
animalistas -felino, jabalí, toro y un sos en la zona como los del 1967) así como con los de los alre-
d edores de la ciudad (R amos
Fernández, 1975), por consiguien-
te, es clara la generalización y difu-
sión de este tipo de mosaico en el
litora l levantino.

Pintura Mural

En cuanto a la pintura mural,


ésta parece no tener tradición en el
mundo ibérico, a exce pción de
algu nos revestim ientos en los fustes
de columnas de ed ificios públicos o
de carácter relig ioso como precisa-
men te ocurre en el caso de La
Alcudia; tampoco existe en el ámbi-
to doméstico, pues el enlucido de
Mosaico de la basílica reintegrado a su lugar
las paredes no es sino un mero
recurso para aislarlo de la hume-
águ il a en un medallón central- Centauro y de Apolo ( 197 5 o, 29, dad, por tanto, la existencia de pin-
introduciendo a su vez algunas lám. XVII), el de mayor interés si tu ra mural entend ida a la manera
teselas coloreadas y alejándose cabe de La Alcudia, se in serta en romana es un magnífico indicador
cada vez más de los modelos itáli- un grupo que comienza a producir- de la romani zación de una zona.
los programas ornamentales
pintura y mosaico

AliCIA FERNÁNDEZ OÍAZ

do se crea la Fundación de La
Alcudia; no obstante, son los dos
últimos, los que pueden adscribirse
a sectores y edificios conocidos en
el propio yacim iento, lo que facilita
su estudio y la obtención de una
mayor fiabilidad. la mayor parte
de estos restos pictóricos, localiza-

Fragmento con imitación de mármol


dos in si/u o en derrumbe, proce- Decoración en sistema de red
den de la zona residencial de la
De los estudios sobre pintura ciudad, de edificios de carácter pri- (ídem, 1992, 157, fig . 2) y 5-F
mura l llevados a cabo primero por vado cuya cronología se adapta (ídem , 1992, lám. 2 , fig . 2 ), ade-
L. Abad (Abad , 1982) y después perfectamente a la realidad de más de la imitación de mármoles,
por A. Fernández (Fernández, éstos. subrayar la representación de una
2000), se deduce la existencia en las decoraciones más relevan- decoración en sistema de red en
La Alcudia de al menos dos de los tes proceden del segundo de los una estancia privada del primero
estilos pompeyanos y, por tanto, el bloques correspondien te a tres sec- de ellos -guirna ldas vegetales for-
desarrollo evolutivo de la decora- tores que proporcionan tres domus mando círculos secantes (Barbet e/
ción pictórica romana de este sec- diferentes . En todos ellos, la deco- alii, 1997, 30, tipo 23)-, consisten-
tor desde el sig lo 1 d.C. , hasta el ración parece corresponder a un te en la representación de grandes
siglo IV d.C. Sin emba rgo, una vez esq uema similar, consistente en una flores estilizadas sobre fondo ama-
que llega esta nueva moda, es difí- división tripartita horizontal y verti- rillo, cuyo centro lo constituye un
cil conocer su procedencia y sólo cal de la pared, con una decora-
gracias al repertorio ornamenta l ció n basada princi palmente en un
que presentan las decoraciones es rodapié moteado, zócalo con im ita-
posible establecer su origen y su ción de mármol -brocatel, pavo-
cron ología. Más difícil aún resulta nazzetto o numidicum- cuya data-
saber si quienes las realizan son ción es difícil de precisar debido a
talleres establecidos en un núcleo su representación continuada
importante, desde donde exti enden desde el sig lo 1 al sig lo IV d.C.
su labor a los lugares más próximos (Abad , 1982, 226-227 , Se.
o si por el contrario son itinerantes 4.3 .2.2 .6a; Beltrán el alii, 1980,
y van de un sitio a otro cuand o se 48-49 , fig. 69 , Guiral el alii,
les reclama. 1986, 259-288) y una zona
Los conjuntos pictóricos encon- media de paneles anchos planos
trados en l a Alcudia pueden ser in tercalados con paneles estrechos
divid idos en tres bloques diferentes: o interpaneles decorados con can-
los obtenidos de las excavaciones delabros vegetales predominante-
an teriores a 1950 (l barra y mente. Destaca en el sector
Manzoni, 1879, 175- 205), los 10- D/ E (Ramos, 1992a, 156, lám .
exhumados tras las excavaciones 1) por ejemplo, la presencia de un
de A. y R. Ramos a pa rtir de fragmento con la cabeza y parte Interpone! con candelabro vegetal. resti tución

esta fecha (Ramos Folqués, 1946, del busto de una figura femenina
154-155; ídem, 1953, 110-123 velada y alada de excelente ejecu- círculo rojo bordeado de puntos
y Ramos Fernández, 1992a , ción , hoy día en pésimo estado de blancos y cuyas hojas están forma-
155-158) y los posteriores a conserva ción (ídem, 1975 , 189, das por dos segmen tos de círculo,
1999, estos últimos obtenidos cuan- lám. Clll). De los sectores 5-E con fondo azul y tambi én delimita-

171
ellos y recorridos exteriormente por suroeste 1 y el otro en el sector este 2 .
un filete liso y otro denticulado que La primera todavía en proceso de
no ofrecen ninguno duda de su ubi- excavación, conservo algunos frag-
cación, pues en el reverso se apre- mentos de pintura mural de fond o
cian las improntas del cañizo pro- blanco, con la representación de
pio de esta zona (Abad, 1982, 32 , algunos dibujos de tipo caricatures-
fig. A.2 .1. 2.1 0.2e). Esto imitación co en color neg ro. Aunque ésto

Casetones de un techo, restitución


corresponde a esquemas prop ios sigue en proceso de investigación,
del segundo es tilo pompeyano su dotación parece situarse en la
dos por pun tos blancos; se troto de (Spi nazzolo, 1953, 544; Laidlaw, segunda mitad del siglo 1 d.C.
un tipo de decorac ión que en su 1964-33-42, figs. 11-14; Ba rbe!, (Romos y Tendero, 2000, 248 ,
día fue adscrito o lo zona medio de 1985, 8 1-83, figs. 44-48) y los lám . 3). Por otra parte, en la cimen-
lo pared, pero que es más común- encontramos tamb ién en lo ciudad tación de estos estructuras abundo
mente representado en lo zona de Roma (Carelloni, 1983, fig. 6; uno gran cantidad de material
superior de lo pa red o en los lechos Ling, 1991, 43-44, lám. IVB). Los arqueológico entre el que destaca
y bóvedas. De esto mismo zona, motivos y la técnico de composi- la presencio de adobes mezclados
conservamos esquemas similares ción de los casetones de Lo Alcudia con restos de enlucido p intado y
como el de lo coso de C. /ulius reproducen muy fielmente los for- fragmentos de signinum con teselas
Siluanus de Segobriga (Fernández mas de esto ciudad , incluso o lo de mármol incrustados y numerosas
y Cebrián, 2004, en prenso) y el hora de representar lo ideo de volu- cerá micas (Ramos y Tend ero,
de lo coso de lo Fortuna de men y claroscuro dividiéndose éstos 2000, 249) de cronología más
Carthago Nova (Fernández, 2002, mediante uno diagonal; no obstan-
140-145, fig. 24). Es más proba- le, por el contexto estratigráfico en
ble, en cambio, que en lo zona el que se encuen tran, podemos
medio de esto estancia se localizo- decir q ue no correspondería o uno
ro un interpone! con lo representa- decoración de época tordo- repu-
ción de un candelabro vegetal blicano, sino más bien o un tipo
sobre el que se poso un pájaro y compositivo muy popular o partir
un os ros tros figurados -tal vez del cua rto estilo (Borbet, 1985,
cabeci tas lunares- de trazo impre- 88-89, fig. 53; Barbe! el alii,
sionista. El techo de esta habitación 1997, 22, tipo 16b). En el sector
sería plano y presentaría una deco- 5-F, destocar solamente lo repre- Pez que formaba porte de lo decoración
ración que simula uno cobertu ra sentación de uno especie de sa lmo- de lo domus 5F

real, la de casetones en mármol y nete dentro de uno guirnalda circu-


estu co que se e jecutan desde los lar (idem, 1975o, 185 , lám . Cl). an tigua y, por ta nto, pertenecientes
siglos V-IV a.C., en la arqu itectura En cuanto al tercer bloque, en o uno fose decorativo anterior que
griega (Schefold , 1957, fig. 292b) estos últimos años se han reanudo- no acertamos a definir. El otro sec-
y etrusca (Weege, 1921 , lám. 14; do los excavaciones en dos secto- tor conserva los mismos motivos
Barbe!, 1985, 77) y que seguirán res d istin tos de lo ciudad, occiden- caricatu rescos con la representa-
representándose en la arqui tectura tal y orien tal respectivamente, pero ción esquematizada de figu ras
alejandrino (Adriani, 1961 , lám. 11, en ambos la funciona lidad es lo humanas en una pared próxima a
fig . 386 y fig. 365, n2 145) y roma- mismo, es decir, la de ambientes la na/afio y el derrumbe mural de
na unos siglos más tarde (G ros, termales (Ramos y Tendero, 2000, una pequeño estancia anexa al
1979, 55-83). En el caso de La 245- 250) . Uno de ellos se sitúa corredor que circunda a ésta, por
Alcudia se trata de casetones cua- en la zona próximo o lo entrado el momento de la mismo cronología
drados en color rojo con una flor en al yacimiento (!barra , 1926, que el e jemplo anterior (Ramos y
blanco en el centro de co da uno de 186- 189), es decir, en el sector Tendero, 2000, 2 45 , lám. 1). Se
Los programes otnomentoles
pintura y mosaico

ALICIA FERNÁNDEZ DÍAZ

trata de un número considerable de


fragmentos, de entre los que desta-
ca solamente una orla calada sobre
un mortero con retranqueos que
posiblemente corresponda a una
zona superior o a una apertura
hacia el exterior.
Todos estos ejemplos que
hemos mencionado y analizado
muy brevemente, ayudan a especi-
ficar aún más el ámbito cronológi-
co en el que se desarrolla la ciudad
romana de La Alcudia , la cual al
parecer, tuvo una fase de máximo
esplendor urbanístico, arquitectóni-
co y decorativo, en el siglo 11 d.C. Mosaico porielal con conchos

OTROS HALLAZGOS
tes termales o zonas de vivienda de flores que a l igual que aquí,
Junto a los materiales expuestos relacionadas con el agua como aparecen abiertas y cerradas y
a nteriormente, localizados algunos puedan ser los ninfeas y de los que posiblemente hagan relación a l día
in situ y otros fuera de contexto, se tenemos tantos ejemplos en las ciu- de la rosa , costumbre de origen
g riego propia del culto de Dionysos
y Ado nis (Abad y Benda la, 1975 ,
31 O, fig . 5). La decoración, proba-
blemente del techo, consiste en una
serie de flores rojas en fo rma de
capullo que comienzan a abrirse,
negras y amarillas con tallo verde
en las que pueden observarse cla-

Pinlura mural con lelros incisos Molivos florales

suman numerosos fragmentos de dades de Pompeya y Herculano.


pintura mural ro ja que correspon- Éste está compuesto de pintura
den a paneles anchos de la zona mural roja y de teselas blancas de
media de una pared de los que lo pasta vítrea de muy poco peso, con
más destacado es la presencia de un esquema compositivo muy senci-
grafiti incisos y pintados en blanco llo y con la presencia también de
- sig nos de numerac ión y texto en un gran número de conc has de
varios renglone s- (!barra y diverso tamaño.
Manzoni, 1879, 175- 205 y Abad, Hay q ue destacar también otro
1982, 30). Asi mismo, encontramos grupo de fragmentos que muestra
restos de pi ntura mural roja enmar- una decoración simila r a la de la
Molivos flora les
cando algunos fragmentos de un tumba de las Tres Puertas, donde la
mosaico parietal propio de ambien- composición gira en torno a un tipo
ramente las pétalos. Se trata de un muy vinculada con las corrientes una primera, destacamos los fron
tema que en su origen estaría dota- itálicos venidas de la metrópoli, mentas relacionados con un cande
do de una fuerte intencionalidad con cloros ejemplos en la península labro metálico (Fernández, 2001,
religiosa, pero que como podemos y desarrolladas en otras regiones lám. 260), que podrían fecharse en
observar en este caso, más tarde del Imperio. Observamos uno gran la primera mitad del siglo 1 d.C.,
deviene en un simple motivo deco- cantidad de caracteres semejantes así como la imitación de moteados
rativo. En cuanto a su dotación, entre los ejemplos de la Alcudia y en los rodapiés, de mármol en lo:;
aunque corresponde a un tipo de los vistos para los ciudades próxi- zócalos, la representación de pann·
inicios del siglo 1 d.C., en los pro- mas de Carthago Nova les lisos y uniformes en la zonu
vincias occidentales lo encontramos (Fernández, 2002, 77-1 64) y media, de un sistema en red en lo
representado hasta el siglo 111 d.C. Lvcenfvm (Fernández, 2000-2001, zona superior, que podrían corres
(Fuchs, 1989, 52). 215-236), lo que indicaría la posi- ponder con una fecha aproximadn
bilidad de un taller ubicado en la de mediadas del siglo 11 d.C.; 1""
A Memo CONCLUSIÓN zona. otro parte, un segundo momento de
En lo que respecta a la musivo- apogeo podría corresponder a fina
Son muchos los resultados que ría de lo Alcudia, la ornamentación les del siglo 111 d.C., fecha en la quo
pueden obtenerse del estudio musi- vo desarrollando su propia perso- encuadraríamos ese techo repleto
vo y pictórico de lo ciudad de 1/ici nalidad desde los siglos 11-1 a.C., de flores esparcidas por toda lu
en la Alcudia (Elche). En primer hosto alcanzar en el siglo IV d.C., superficie sin arden ni concierto.
lugar destaca la abundancia de su máximo originalidad y desarro- Estos dos períodos se adaptoríon
material y documentación arqueoló- llo. Si bien, con el paso de los bien o la historia del yacimienlo
gica y el escaso desfase cronológi- siglos, se pueden establecer conco- que parece deducirse del estudio
co que existe entre los primeros mitancias y relaciones con otras de otros monumentos.
pavimentos y enlucidos romanos de provincias del Imperio, África por Aunque la investigación sobre
época tordo-republicana y sus pro- ejemplo, éstos se hallan dentro del talleres o artesanos musivos y pictó
totipos romano-campanos. La pre- lógico intercambio cultural, además ricos es un tema muy complicado y
sencia sistemático de estas dos téc- de comercial, que se produce entre desconocido, se podría pensar en
nicos yo en época tordo-republica- !as distintos regiones mediterráneas. un taller ilicitano que trabajaría en
na nos demuestra su rápida adop- Los mismos esquemas decorativos y los alrededores de la ciudad combi
ción por parte de la saciedad íbero e! mismo repertorio ornamental se nando cartones que, aunque en
y un primer desplazamiento de repiten con pocas variantes al prin- algunos cosos presentan cierto:;
artesanos itálicos. cipia, y por tonto, confirmaría lo paralelismos con las ciudades pró
Asimismo, el resultado del estu- procedencia de estos estilos de lo ximas de Carthago Nova y
dio de la decoración musivo y pic- península Itálica, un fenómeno simi- Lucenfum así como con las zonn~,
tórico de esta ciudad, puede exten- lar ol que también podemos consta- de alrededor de esta ciudod
derse al del resto de las ciudades tar en el ámbito pictórico. (Sónchez el alii, 1986), también lo
hispanas, especialmente las mós En cuanto a la pintura se refie- hacen con zonas más al norte de k1
próximas a la costa, donde se re, el análisis estilístico y compara- Península (Palol y Watembero,
observa que nos encontramos ante tivo de sus restos conservados per- 1974).
un mundo rico, variado y complejo mite establecer su pertenencia a
que en sus primeras fases aparece dos etapas bien diferenciadas: en
DE ICONOGRAFÍA VASCUlAR IBÉRICA

TRINIDAD TORTOSA ROCAMORA *

eL) as representaciones pintadas sobre soporte


J) cerámico constituyen una man ifesta ción ico-
nográfica indígena de primer orden en el
momento de su apogeo que podríamos situar, pa ra el
área contestona , desde finales del s. 11 a.C. hasta el cam-
bio de Era . Estas pinturas constituyen un testimonio visual
directo con las comunidades ibéricas.
De esas maneras de expresión de esas maneras d ife-
rentes de pintar, de formalizar los sig nos iconográficos,
nos ha parecido un aspecto metodológ ico fundamental la
revisión del término estilo Elche-Archena, que servía
para englobar de forma ún ica distintas producciones
bajo una terminología válida en la historiografía vascu-
lar, que tuvo su sentido en un determinado momento pero
que, en la actua lida d, se presentaba inadec uada a la
rea lidad arqueológica de la cerámica pintada con deco-
ración figurada ibérica ; esta necesidad de dinamizar y
replantear el campo semántico de este término nos llevó
a analizar los estilos y grupos pictóricos del área contes-
*lnslilulo de Arqueología, Mérido. Consejo Superior de Investigaciones Científicas tona y a intentar comprender su integración socia l en las

175
Detalle de tinaja con compo1ición vegetal (E 1tilo 1 ilicitano! Pequeño recipiente con decoración de
tollo + brote + e1pirole1 (E1tilo 1 ilicitonoJ
comunidades ibéricas. En este sen- carga simbólica de esta iconogra-
tido el enclave ilicitano de la fía que compone el que hemos
Alcudia (Elche, Alicante) se convier- denominado estilo 1 ilici tano; pintu-
te en un lugar privilegiado porque, ras que aparecen, sobre todo en
como ya hemos indicado en otras cá latos, jarras de boca trilobulada
ocasiones1 es el único yacimiento y tinajillas.
que nos permite constatar el deve- Toda esa carga simbólica, con
nir de los estilos pictóricos que allí las influencias y las modas roma-
se desarrollan 1 marcando su etapa nas, se reconduce en torno al cam-
de apogeo y declive. Se aprecia, bio de Era a una diversificación del
además 1 la existencia de un código soporte vascular y a una reducción
iconográfico, que se encuentra de los tamaños de los recipientes;
latente en las representaciones zoo- mientras que en el terreno icono-
morfas, con unos tipos principales gráfico se asiste a una esquemati-
que son el ave y el lobo, Y otras filo- zación de la iconografía represen-
Interior de tocila decorado con ro¡tro de perfil que, en
morfas que ofrecen una reiteración tada en el estilo 1 ilicitano: nos
otro¡ oco1ione¡ ¡e ¡u¡tituye por una flor
de determinadas fórmulas composi- encontramos, ahora , ante el estilo 11 (E1tilo 11 ilicitonoJ

tivas a la ma nera de tallo serpente- ilicitano, con la casi desaparición


ante + espira les + hojas que evi- de algunos signos iconográficos lobo; aunque con la permanencia
dencian el apogeo de toda la relevantes en el estilo 1 como el del discurso vegetal formalizado
-en el estilo 11- con un cla ro esque-
matismo. Seguimos encon trando
rostros que, a veces se sustituyen
por una flor multipétala; y que tras-
lucen mediante el lenguaje antropo-
morfo o mediante algunos símbolos
como las flores la presencia de una
divinidad femenina , de nombre
desconocido. Metamorfosis, tran s-

Toc ita decorada en fo rmacio nes de sig nos vegetal es en


¡u interior con una animales , juegos visuales; son
flor e¡quemótica
(E1tilo 11 ilicitano! aspectos de este código iconográfi-
De te.onografio vo~culor ibtrKo

TRINIDAD TORTOSA ROCAMORA

co del que participan estos estilos. dobladas. Continuando con la des- una mano, de otro personaje que
Estilos pictóricos que responden a cripción de este segundo friso halla- no se conserva, le toca el brazo.
una serie de similitudes temáticas, mos una escena con dos animales Estos personajes nos recuerdan
compositivas y de trazo identifica- afrontados a un arbusto mientras la escena represen tada en el askós
bles visualmente; se encuentran vin- que en el centro de la composición de La vello datado en la primera
culados a núcleos de población (la se representa un cie rvo, que mira mitad del s. 111 a.C. (Tagliente,
Alcudia, la Serreta), mayoritaria- hacia delante, con gran cornamen- 1996), en el que dos mujeres con
mente, y responden a una deman- ta y el órgano sexual indicado, tal cabellos rasurados y vestidas de
da ejercida , sobre todo, por comu- vez, se trate del macho de la mana- negro se encuentran en el gesto tra-
nidades urbanas. da. El cuarto y último friso nos ofre- dicional del luto -una tradición que
Esta identificación entre pobla- ce una serie de arbustos que surge parece estar presente en la tradi-
ciones de cierto rango con un deter- de la tierra y, en un extremo de la ción literaria de la Daunia-. En este
minado esti lo pictórico, no parece escena, un personaje masculino reci piente procedente de la
ser tan evidente en el caso de las con grandes manos, de perfil y con Basilicata , se representa además
necrópolis donde a pesar de encon-
trar las representaciones fitomorfas
y zoomorfas básicas, aparece, en
ocasiones, un mensaje más perso-
nalizado, a través de representacio-
nes singulares en las que el difunto
cobra una dimensión de protago-
nista. En este sentido, resulta para-
digmático el caso de una tumba
localizada en Hacienda Botella
Tinaja de Hacienda Botella JEiche, Alicante! con detalle del tercer y cuarta frisos pintados
(Elche, Alicante), muy cerca de la
ciudad de //ici (Tortosa, 2000). Una
tinaja, hallada en esta sepultura, la lanza en la mano, surge de la tie- una kliné con el difunto y una esce-
presenta una composición pictórica rra y se muestra. Surge con la na con músicos, tocando auloi y
estructurada en cuatro frisos: el pri- lanza en la mano porque muestra , tubas. En el recipiente ibérico, tal
mero, estrecho y mal conservado, de esta manera, su pertenencia a vez encontremos al difunto aproxi-
se desarrolla en el hombro del reci- un grupo social relevante. Junto a él mándose, llegando a este ámbito
piente; se observa la presencia de una cierva come tranquilamente de del Más Allá donde el ciervo y su
pequeñas ramas vegetales que sur- un arbusto presentando los elemen- lanza le permiten recordar y no
gen directamente de la tierra. tos de un entorno agradable: la olvidar el esta tus soc ial de qu ien se
Debajo, a la altura de las asas y cierva es animal aristocrático y enterró en ese lugar. De la misma
separado del anterior por una fecundo. En el tercer friso, sin manera , quizás, los personajes de
pequeña línea roja, hallamos en embargo, junto a algunos arbustos grandes manos puedan hacer refe-
otro friso continuo elementos rectan- y otros elementos que no podemos rencia a los familiares del difunto
gulares que presentan tres o cuatro distinguir dado el estado de conser- mientras que, el espacio de la
apéndices extraños y difíciles de vación del fragmento, observamos muerte ó, quizás, el Más Allá,
definir, junto a aquello que parece por lo menos cuatro personajes con representado en el friso inferior,
una cierva parada que baja la grandes manos representadas con corresp onda al difunto en el
cabeza y come tranquilamente de cuatro o cinco dedos y que mueven momento en el que surge de la tie-
un elemento vegetal; al otro lado los brazos hacia arriba y hacia rra. Se produce de esta manera
de este elemento fitomorfo , aparece abajo; uno de ellos con el cabello una complementariedad entre los
otro cuadrúpedo más pequeño que rasurado y otro con un tocado de dos espacios decorativos y se esta-
el precedente y con las patas forma apuntada; junto a este último blece así una lectura de conju nto.

177
Junto a estas representaciones de
ámbito funerario el segundo friso
con la representación de
ci ervos/c iervas -no olvidemos que
se trata de un animal aristocrático-,
incide en cualq uier modo tanto en
la personalidad como en el estatus
del difunto.
Por otra parte, es paradigmáti-
co, como decíamos, el hecho de
que en el momento de la deposi-
c ión de los elementos de es ta
tumba, en la segunda mitad del
s. 11 a . C., en la cercana 1/ici se
están realizando las decoraciones
con animales - con el ave y el lobo;
no con ciervos- y sig nos vegetales Palero con ónlolo decorado con pequeños oves de olas explayados IEslilo 1 ilicilono)

(Tortosa , 2004) ; mientras que en un


lugar cercano como Hacienda Precisamente, ese código iconográ- pieza (imitación de la forma 63 de
Botella , un d ifunto se entierra con fico se entiende como una serie de Lamboglia), además, que como
un recipiente que no procede del representaciones asentadas en dos otras nos introduce en la d ialéctica
taller ilicitano y en el que existe una rasgos, los anodoi y las epifanías; de la imitac ió n vascu lar med iterrá-
prevalencia del discurso personal o sea, los signos iconográficos sur- nea aunque siempre ba jo una pers-
del difunto a través de los ra sgos gen y se muestran ya sean éstos pectiva y un modo de hacer
reconocibles como es la lanza que zoomorfos, vegetales o antropo- ibérico; ilicitano en este caso
empuña el personaje , en un morfos; todos participan de esos concreto.
ambiente en el que la cierva, que dos ra sgos del cód igo iconográfi- En nuestra opi nión ese código
aparece a su lado, pasta tranquila- co; a los que se unen otras pecu lia- iconográ fico en el que entroncan
mente y mostrando, por otro lado, ridades como la metamorfosis que otros estilos pictóricos definidos en
una escena vinculada a los rituales presentan algunos ejemplos o las la Contestania, corresponde a los
fúnebres que, posiblemente, se rea- susti tuciones o presencias que se niveles que hemos representado en,
lizarían en su honor. ind ican mediante la rep resentac ión una imagen piramidal cuya cúspide
En nuestros trabajos de los últi- de a lgunos sím bolos. Estos mensa- está presid ida por signos como los
mos años hemos intentado recupe- jes, esta comunicación visua l, se rostros frontales con arreboles o las
rar estos o bjetos e integrarlos en la tran smite a través de recipientes de figuras femeninas aladas ilicitanas
dinámica social de estos grupos variados tamaños desde las tinaja s que, representadas de manera ind i-
sociales ibéricos. Para ello hemos o jarras pithoides que pueden lle- vidual, marcarían o influirían de
considerado un replanteamiento de gar a alcanzar más de 50 cm de alguna manera en el resto de los
algunos términos como el propio altura hasta los vasitos con dime n- niveles que componen la jera rquía
estilo o como el proponer un campo siones inferiores a los lO cm de este cód igo iconográfico . El
semántico que defina el código ico- A lgunos de esos responden a tipos segundo nivel que hemos definido
nográfico (Tortosa, 2004), entendi- vasculares a los que podemos otor- corresponde a un grupo de seres
do éste como un conjunto fin ito de gar unos claros sign ificados rituales que hemos denominado interme-
elementos estructurados en oposicio- o sim bólicos como la pa tera con d ios ya que independientemente de
nes y regid os por reglas combinato- ónfalo utilizada, posiblemente, la función específica a la q ue estu-
rias que poseen una estructura inter- para realizar libaciones y que apa- vieran destinados su atributo de
na y un propósito comunicativo. rece decorada con pequeñas aves; personajes a lados introduce un

178
De •conogrofio voicular ibérico

TRINIDAD TORTOSA ROCAMORA

Divinidad~


'

Elites

ANODO/ EPIFANÍA
Estilos Pictóricos Vasculares delúnbito lb6rlco.

Representación piramidal de lo jerarquía iconogrólico ilicitano

rasgo que los aleja del ámbito anodoi y la epi fanía de todos esos manifiestan de manera particular
terrestre. Por ello, consideramos signos iconográ ficos representados en cada yac imiento. Así cada
que su función, tal vez, pudiera en un orden exuberante. Como ta ller, cada zona de producción de
encontrarse en esa franja interme- apuntamos supra cada uno de esos estas cerámicas se guiará por sus
dia entre el ámbito divino y huma- estilos pictóricos vinculado, por lo gustos locales. Estos vasos respon-
no. El tercer elemento que compone general, a un yacimiento, ofrece den a un uso que, sólo en ocasio-
esta jerarquía se refiere a las elites; sus propias peculiaridades y, aun- nes -como en el ejemplo de los esti-
de género masculino y femenino, que el estilo Serreta (Aicoi , los ilicitanos-, se realizan para una
con una representación escasa en A licante) por ejemplo no tenga difus ión provincial pe ro eso sí siem-
el repertorio y que tiene que ver entre su iconografía las representa- pre muy restringida ; cada comuni-
con escenas de caza, de danza o ciones aladas, propias del enclave dad programa y organiza ba jo un
de lucha con lobo. El cuarto y últi- ilic itano, sí ofrece las representacio- manto común que proporciona el
mo nivel, ubicado en la base de la nes de la Naturaleza vegetal y zoo- código a utilizar, los signos que
pirámide, estaría formado por las morfa ; símbolos al final que nos vin- selecciona como más oportunos o
repres entacion es acerca de la culan esa iconografí.a alcoyana , en más acordes a los mensajes que se
Naturaleza, con signos y composi- nuestra opinión , con una divinidad difunden. Pensemos que, en el caso
ciones fitomorfos y zoomorfos que femenina. de la Alcud ia -con 139 recipientes
expresa n o manifiestan dos ra sgos Las cerámicas de estos enclaves analizados y más de doscientos
fundamentales de este código: los como la Alcudia o la Serreta se fragmentos- , sólo encontramos dos
cálatos que podemos afirmar que en que otorga una gran carga de coincide, además, con una mayor
proceden de otras áreas geográfi- mensaje en una mínima representa- participación de la población en
cas; uno de la zona catalana -esti- ción; y, verdaderamente estas imá- los rituales y en los actos sociales
lo Nueva Cataluña- y otro del área genes desean, sobre todo, ofrecer que se desarrollan en la comuni-
edetana. rápidamente el mensa¡e que trans- dad. Se trata de una demanda
Por otro lado, estas escenas miten: todo funciona correctamen- efectiva por parte de asentamientos
que carecen de un marco paisa¡ísti- te, la Naturaleza, donde los anodoi urbanos, cuyos vasos e imágenes
co y en las que el tiempo no tiene y la epifanía no se interrumpen. responden a un imaginario colecti-
valor humano, es atemporal, no Para entender la función de va, que proporciona una identidad
ofrecen una prevalencia narrativa, este código iconográfico debemos social al grupo, mientras que su
una concatenación de hechos o de también tener en cuenta que esta presencia es mucho más residual en
escenas alrededor del vaso cerámi- producción no representa una vaji- las áreas de necrópolis.
co, sino que se trata de unas imá- lla de mesa (Tortosa, 2003); se En suma, estos recipientes pin-
genes mostrativas y sintéticas, trata de vasos que debieron tener tados que en ocasiones nos resultan
sobre todo, de rápida captación y un uso cultual, no sólo cuando apa- extraños, reflejan una estética
que se representan de forma reite- recen en contextos sacros o en bella, en nuestra opinión, que per-
rativa. Se emite así, un mensaje de necrópolis, sino también cuando se cibiría el ibero y que responde a
exuberancia, de fecundidad, de encuentran en un contexto de hábi- una manera indígena de entender
propagación de la Naturaleza; una tat. Cuando, desafortunadamente la Naturaleza y el mundo que le
Naturaleza presidida por esta divi- nos faltan los contextos arqueológi- rodea. Ese concepto de belleza
nidad que afecta tanto al ámbito de cos precisos, las formas de los ibero comulgaría con la realidad
la vida como de la muerte y que, soportes nos proporcionan datos visual que presentan estos recipien-
como hemos visto, surge espléndi- que nos ayudan a confirmar este tes, can la fuerza de sus signos ico-
da entre símbolos vegetales; mos- uso de !os recipientes: jarritas, imi- nográficos y con cierto grado de
trando también quizás, un mensaje taciones de askoi, pateras o cernas ingenuidad que percibimos los
de prosperidad y bienestar de la nos adentran en este ámbito. Estos espectadores de hoy.
propia comunidad ilicitana, aunque vasos que en ocasiones serían de
ésta sea idealizada. Esta iconogra- ofrenda (cf. tacitas de la Alcudia),
fía simbólica, precisamente se responden a la demanda social de
caracteriza en uno de sus rasgos, este tipo de productos que

180
LAs CERÁMICAS

FEUCIANA SALA SELLÉ S*

e entre las piezas arqueológ icas que hoy


alberga el Museo Monográfico de la
Alcudia, los vasos cerámicos forman uno
de los conjuntos más destacados junto con las esculturas
ibéricas, los mosaicos romanos y a lgunos hallazgos poco
frecuentes en la Hispania romana , como es el conjunto
de instrumental quirúrgico y de tocador tardorromano. la
visita al Museo con fi rma este hecho, ya que los vasos
cerámicos constituyen la pa rte fundamental de lo que
hasta hoy ha constituido el montaje museográfico.
l a relevancia de este conjunto cerámico reside en el
elevado número de vasos conservados, como acabamos
de señalar, pero también, y sobre todo, por su importan-
cia desde el punto de vista cualitativo. Así , los vasos
cerámicos de la Alcudia no sólo destacan por la belleza
de muchas de las piezas y por su buen estado de conser-
•Área de Arqueología. Universidad de Aliconle
vación, sino también por el cúmulo de datos que pueden
Este trabajo se ho realizado en el marco del proyecto de investigación BHA 2002· ofrecer a partir de su anális is histórico: información sobre
02028 De 1/ici o Elo. Un proceso de lronsformoción cullurol en el sures/e de lo
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnologio, y se ha
las actividades económicas y la vi da cotidia na, sobre el
linanciado en parle con fondos FEDER comercio antiguo, sobre algunas costumbres funerarias,

181
sobre las cree ncias religiosas, Alcudia, concretamente estos vasos primero Cartailhac, después
sobre la estructura social e, incluso, de esti lo Elche-Archena, fueron cla- A Engel y P. París, todos se vieron
nos permiten indagar en las claves ves para la resolución de los pri me- inmersos en la polémica desatada
del universo de los antig uos habi- ros proble mas planteados: nada sobre la au tenticidad de dichas
tantes de la A lcud ia a través de las más y nada menos q ue la propia escu lturas tras su presentación en
imágenes con las que decoraron identificación de la culturo ibérica. las Exposiciones Internaciona les de
sus vasos. En este sentido, la cerá- El descubrimiento de esta cultu- Viena y París en 1873 y 1878,
mica ibérica destaca sobre las de ro y el despertar del interés por ella hasta que el estudio de l. Heuzey
otras épocas y, en especial, la de tiene lugar en el morco intelectual y (1890; 1891) aporta la solución al
su últi ma fase: la cerámica con académico de la segunda mitad del problema al conseguir diferenciar
deco rac ió n fig urada de es ti lo s. XIX, hecho en el q ue los investi- las falsificaciones de las esculturas
Elche-Archena de los sig los 11 gadores extran jeros, y en especia l auténticas.
y 1 a.C. franceses, tuvieron un destacado Con todo, la cred ibilidad de
No es casual que este estilo pic- papel (Rouillord, 1995). En aquel dicha cultura había quedado tan en
tórico vascular rec iba el nombre de momento se conocía el hallazgo entredicho que sólo el descubri-
miento de la Dama de Elche en la
1
Alcud ia en l 897 , uno de los
pocos yacim ientos del Sureste que
después del escándalo de las fa lsi-
ficaciones podía garantiza r la
autenticidad de la p ieza y, por
ende, la an tigüedad del pueblo
capaz de rea lizar dichas escultu-
ras, devolvió una suerte de optimis-
mo entre los eruditos. Y, sin embar-
go, como bien señaló E. Plo
( 1985), el busto no acababa de
identificar la cultura. los calificati-
vos utilizados por l. Heuzey, J. R.
Mélida, quien la denomi naba busto
ante-romano, o el mismo P. Pa ris,
para quien se trataba de un busto
español de estilo greco-asiático,
son bastante ilustrativos acerca de
la desorientación de aquellos inves-
tigadores pioneros.
N o deja de ser curioso que un
Vasija con representación de hombre y felino conflicto tan alejado de nuestras tie-
rras, como fue el que enfrentaba a
Elche, compartido con el de del llamado tesoro de Xest, en la Grecia y el Imperio Otomano,
A rchena, pues en aquel los primeros provinc ia de Valencia, pero es el pud iese intervenir en alguna medi-
momentos en q ue los estu dios sobre descubrimiento de las esculturas del da en la puesta en marcha de los
la cultura ibérica daban sus prime- Cerro de los Santos, en Albacete, estudios sobre la cultu ra ibérica ,
ros pasos, allá por los años finales lo que finalmente atrae en firme la pues aquel enfrenta miento hacía
del s. XIX y primeros del s. XX, los atenc ión de los estudiosos france- difícil la con tinuación de las misio-
hallazgos que se estaban produ- ses hacia esa presunta culturo nes francesas en el levante medite-
ciendo en las excavaciones de la prerromana de la Península Ibérica: rráneo (Rou illord, 1995, l 06), lo
los ctrómicos

FELICIANA SAlA SEllES

que indujo o los arqueólogos fran- Asunción poro lo revisto Folq ués al hacerse cargo de las
ceses o volver su mirado hacia esto L' /1/usfrafion. Lo continuación de la excavaciones en La Alcudia, allá
porte del Mediterráneo occidental. historio ya lo conocen .. . por el a ño 1935, fuera demostrar
Con todo, y pese o tratarse de uno Vuelve a ser uno paradoja que que el yacimiento no sólo poseía
casualidad, hoy que reconocer que después de tan espectacular hallaz- uno estratigrafía sino que ero lo
lo expedición rea lizado por Engel go P. París no mostrase interés por más comple to de en tre muchos
por lo Península Ibérico en 1 891 , excavar en La Alcudia, un lugar yacimientos arqueológicos (Ramos
cuyo resultado fue lo primero cróni- que potencialmente podría seguir Folqués, 1966a).
co de lo arqueología hispánico librando valiosos esculturas y, por Pero, volviendo o lo figura de
(Engel, 1892), marco uno verdade- el contrario, continuase sin más con Albertini y o los cerámicas ibéricos,
ro inflexión en lo historiografía. Los sus trabajos en el valle del a pesar de la decepción fina l y muy
publicaciones periódicos Revue Guadalquivir. Queda cloro que no probablemente sin habérselo pro-
Archéologique y el Bulletin le interesaban los yacimientos puesto, este arqueólogo ofreció
Hispanique empiezan o acoger valencianos y, sólo o modo de com- uno valioso información poro el
desde entonces los artículos que probación, encarga o su discípulo conocimiento de la cerámica ibéri-
daban o conocer en el mundo aca- Albertini excavar en Lo Alcudia ca y su datación, especialmente de
démico los hallazgos de lo España ( 1906-1907). Éste pareció bastan- los vasos con decoración figurado
antiguo de uno manero yo oficial. te decepcionado, pues lo conclu- de estilo Elche-Archeno, gracias o
En un principio, sólo lo posibil i- sión final que obtiene de sus trabo- sus excavaciones en Lo Alcudia.
dad de adquirir poro el Louvre los jos es que se trotaba de un yaci- Ero aquél un período en que se
escultu ras que estaban aparecien- miento sin estratigrafía, agotado y empezaban a publicar y conocer
do, como las del Cerro de los revuelto (Romos Fernández, 2000), unos vasos profusamente decora-
Santos, los dos esfinges y un toro tras lo cual yo nunca más se intere- dos con motivos anima les y flo ro-
de Agost, lo cabezo de grifo de saría por el sitio arqueológico. Con les, cuyo procedencia cultura l todo-
Redovon, de cuyos hallazgos eran estos antecedentes, se entiende que vía se ignoraba. Con sus excava-
puntualmente informados, atrae o una de los primeros objetivos que ciones en La Alcudia de Elche,
los arqueólogos franceses hacia los se propuso Alejandro Romos Albertini presentaba nuevos piezas
comarcas del sur del País
Valenciano, en tonto que por para-
dójico que parezco poro empren-
der excavaciones eligieron los
sitios arqueológicos andaluces de
Almedinilla , Osuno y Belo
(Rouillord , 1995, 105), que con el
tiempo devinieron los grandes
insignias de lo arqueología france-
sa en España. Siguiendo la estelo
de los expediciones de Engel ,
P. París emprende su primer viaje
arqueológico en 1895 (París,
1979), pero será el de 1897 el que
adquiero uno relevancia man ifiesta
paro la cultura ibérica y poro toda
lo arqu eo logía de la época .
P. París llega o Elche el 11 de agos-
to para realizar un reportaje del Molivo¡ figurado¡ en un vo¡o cerámico
Misteri y de los fiestas de la

183
decoradas con dichos motivos . En née des origines (Aibertini , la filiación de ésta respecto a aqué-
algunos cortes debió llegar a nive- 1906-1907, 58-60). No en vano lla . Así, Albertini ponía las bases
les ibéricos antiguos, puesto que había observado en sus excavacio- para la cronología tardía de la
afirmaba que con una potencia de nes en La Alcudia que dicha cerá- cerámica ibérica y sus datos sobre
más de dos metros el hallazgo de mica pintada figurada aparecía a La Alcudia serían esgri midos poste-
cerám icas escaseaba , aparecía
muy fragmentada y , además, única-
mente llevaban decoración pintada
a bandas . No eran estas cerámicas
el objeto de su atención, y se cen-
tró, como era comprensible, en la
de estilo Elche-Archena, con moti-
vos animales y florales, que sí apa-
recía en gran número . Tras la
observación estilística de las pie-
zas, Albertini, como buen discípu-
lo, secundaba a P. París en el ori-
gen micénico de la cerámica ibéri-
ca y presentaba analogías con las
ilustraciones de la obra de
Furtwaengler, que le sirvieron para
confirmar que existían muchos ras-
gos iconográficos idénticos. No Cálato con decoración de un prótomo de ave
obstante, A lbertini aportó un nuevo
punto de contacto además del micé- muy poca profundidad e inmediata- riormente por los defensores de las
nico, el de la cerámica geométrica mente después de los estratos en los cronologías bajas, frente a las tesis
itálica , donde creía ver la influen- que la cerámica romana era muy de los partidarios de las cronologías
cia jonia . Aludía a algunos vasos abunda nte, mientras que la cerámi- altas encabeza dos por el profesor
de esta procedencia publicados ca pintada a bandas, con una P. Bosch Gimpera y su obra El pro-
por Pottier (1897) por el gran pare- decoración más sencilla, era la que blema de la cerámica ibérica
cido en la representación de peces se encontraba a mayor profundi- (Bosch Gimpera, 1915). Esto ocu-
y aves con los ibéricos de Elche . dad . Quizá sin ser consciente de rriría en 1940, año en que se publi-
Pese a todo, reivindicaba la origi- ello, Albertini echaba mano de los can dos trabajos claves para la
nalidad del alfarero ibérico porque principios estratigráficos para las defensa de las cronologías bajas
pensaba que había sabido plasmar dotaciones en la excavación de la cerámica figurada por parte
en los vasos su propio concepto del arqueológica, principios que sólo a d e Figueras Pacheco ( 1940) y
universo a partir, eso sí, de los fon- mediados de los años 50 del s. XX D. Fletcher (1940) . Los anteceden-
dos micénicos y jonios que le se empezaron a generalizar en la tes de La Alcudia propiciaron el
habían servido de inspiración. arqueología clásica . De esta mane- examen estratigráfico de los yaci-
En cambio, se mostraba caute- ra, Albertini y sus observaciones mientos que estudiaban estos
loso con la cronología al afirmar sobre las cerámicas de La Alcudia arqueólogos, en concreto el Tossal
que eran necesarios más datos representaron un nuevo paso en la de Monises, en Alicante, y el pobla-
estratigráficos y de comparación investigación de la cultura ibérica , do de Rechina , en Valencia, res-
de técnicas alfareras, tras lo cual se ya que permitían plantear el interro- pectivamente. Al igual que en La
decantaba por una cronología tar- gante del hiafus existente entre el Alcudia, Figueras Pacheco observa-
día para las cerámicas ibéricas final de la cerám ica micénica y el ba cómo en el nivel superior del
figuradas : la période la plus eloig- inicio de la ibérica , si se mantenía Tossal de Monises, que databa en

184
los cerám ico~

fEliCIANA SALA SEllÉS

época de Augusto, era donde


abundaban los temas vegetales y
las figuraciones de hombres y an i-
males, acompañados de sigillatas.
Se atrevió, incluso, a proponer la
influencia de las figuraciones de la
sigillata en la decoración de la
cerámica ibérica. Fletcher, por su
parte, se decantaba por las fechas
tardías tras observar que en el
poblado de Rechina, con un solo
nivel, bien excavado departamento
por departamento y con cerámica
campaniense pero sin cerámicas
romanas, no aparecían los vasos
ibéricos con motivos vegetales y
zoomorfos.
Tres años después un estudio
de García y Bell ido (1943) sen- Decoración interior de un plato con animales

tenciaba la cuestión. De la autop-


sia de las excavaciones de
Albertini en La Alcudia extrajo
una periodización de la Cul tura
Ibérica en tres momentos que a
grandes rasgos se mantuvo hasta
hace poco: en la primera , de la
mitad del s. VI al último tercio del
s. 111 a .C., la decoración de los
vasos era sencilla; en la segun-
da, desde fines del s. 111 a los pri-
meros decen ios de la Era , los
vasos ibéricos aparecían decora-
dos con temas de toda clase
(Archena , Oliva, Azaila , ... ); el
último período era romano y la
cerámica indígena desapa recía.
Parecía, pues, que la cuestión
quedaba zanjada; en adelante,
la investigación se centraría en la
publicación de nuevos yacimien-
tos levantinos cuyas excavacio-
nes sistemáticas abundaría n a
partir de esta s fechas .
Hoy sabemos que la cerámi-
ca de Elche- Archena es, e n efec-
to, un fen ómeno tardío de fin a les Pithos con decoración caracteristico de ave

del s. 11 y s. 1 a.C. , y q ue respon-

185
de a un impulso distinto al que pro- da a la manera romana (Abad, H . Bonet de unas habitaciones de
pició la aparición del otro estilo 1986-87) . Sant Miquel de lliria (Bonet, 1995)
decorativo importante en la cerámi- De nuevo, las cerámicas de La en cuyo interior aparecieron la
ca ibérica, el de Oliva-Liria, en las Alcudia vuelven a ser claves para mayoría de vasos decorados en
décadas finales del s. 111 a.C. Este plantear otro debate de sumo inte- estilo Oliva-Liria de este poblado
último responde al deseo de perpe- rés para la investigación y el cono- ibérico valenciano: dichas habita-
tuar a través de las imágenes cimiento de la cultura ibérica . Así, ciones resultaron formar parte de
-paradas militares, escenas de además de la simbología de las un ed ificio interp retado como tem-
lucha y caza, danzas rituale s... - el imágenes que los iberistas no aca- plo por el extraordinario con junto
poder que detentaban los propios bamos de entender, el repertorio de cerámico de su interior y por su
protagonistas de las escenas repre- vasos elegidos también apunta morfolog ía comparable con la
sentadas, las elites aristocráticas. hacia ese carácter especial de la a rquitectura religiosa semita.
Por el contrario, el Elche-Archena cerámica Elche-Archena. Aparte Aporte de estas sugerentes
significa la plasmación del formula- de los grandes vasos de almacena- interpretaciones, que no dejarán de
rio religioso y filosófico de la cultu- je, pithoi, funcionalmente más ser meros sospechas abiertas a
ra ibérica contestona de aquellas corrientes, los vasos característicos especulac iones diversas hasta que
fechas finales en unas imágenes y serán el kolothos, o sombrero de no se efectúe una lectura crítica de
recursos estilísticos, curiosamente, copa, y la s jarras pithoides, unas los diarios antiguos de excavación ,
más propias del universo oriental y formas que aparecen en la vajilla o se emprendan nuevas y rigurosas
semita antiguo (Marín Ceballos, ibérica contestona muy tardíamen- excavaciones, lo que sí es un hecho
1987). En este sentido, llama la te. Esta última, además, sólo se ha es que toda esta cerámica refleja
atención que la iconografía de la documentado en la Alcudia y úni- que el enclave ibérico de La
cerámica Elche-Archena , cierta- camente con decoración de estilo Alcudia vive su máximo esplendor
mente con analogías estilísticas en Elche-Archena, lo que refuerza en la fase final de la cultura ibérica,
la decoración de la cerámica micé- todavía más ese carácter especial. entre los siglos 11 y 1 a.C. A este
nica, como advirtieron los primeros Por otro lado, las excavaciones
estudiosos, y con el repertorio recientes en necrópolis ibéricas tar-
genenco de imágenes del días, como el Tolmo de Minateda,
Mediterráneo oriental, aparezca en en Albacete, o la s de Villajoyosa,
un momento en que, en principio, en Alicante, muestran que los vasos
la sociedad ibérica empieza la elegidos como urnas funerarias
inmersión hacia otro sistema bien entre los siglos 11 y 1 a.C. son los
distinto, la cultura romana. Hay kolothoi de estilo Elche-Archena.
quien opina que se trata de una Todo apunta, pues, a que se trata
Piolo con pie olio de cerámico componiense
especie de reacción indígena, de de vasos decorados por y para
autoafirmación frente al poder usos rituales funerarios y litúrgicos,
romano cada vez más en aumento, acordes con el contenido simbólico momento no sólo corresponde el
pero esta respuesta no resulta de la decoración. Probablemente, extraordinario conjunto cerámico
demasiado satisfactoria desde el si volviera a estudiar hoy la "tienda del estilo Elche-Archena, sino tam-
momento en que se contradice con del alfarero" de la Alcudia, uno de bién la gran mayoría de los vasos
otros datos que sí confirman la pro- los conjuntos más numerosos de importados de otras áreas de l
gresiva aceptación de los modelos vasos de estilo Elche-Archena , no Mediterráneo: vasos de barniz
romanos, como demuestra , por la interpretaría así, como propuse negro campanienses de la
poner un ejemplo de la misma en su día (Sala, 1992), sino como Península Itálica , cerámica de bar-
Alcudia, el mosaico helenístico que parte del thesouros del santuario de niz negro megárica, vasos de coci-
el ibero Sailacos eligió a fines del la Alcudia, secundando con ello los na campanos, vasos comunes y pin-
s. 11 a.C. para ennoblecer su vivien- resultados de la revisión de tados púnicos de Ibiza, jarras de

IR/,
los cerómicos

FEliCIANASAlA SEllES

cerámica gris indiketa , ánforas enclave principal durante los siglos las comarcas meridionales de la
vinarias itálicas y de salazones 11 y 1 a.C. Pero no es menos cierto Contestania que todavía no se ha
púnicas. Frente al rico contexto que las piezas recuperadas de las descubierto.
material de la fase ibérica tardía, épocas antigua y plena, escultura Con la deductio de veteran os
llama la atención el escaso número inclu ida, son pocas pero destaca- del ejército romano y la creación
de vasos cerámicos de las fases das y, aun teniendo en cuenta los de la colon ia en el último cuarto del
an teriores. Para hacerse una idea, criterios selectivos del p royecto s. 1 a.C. , la lectura que podemos
basta decir que los vestig ios de museístico an tiguo que pudieron hacer a partir de la cerámica entra
estos períodos, que abarcan los
siglos VI allll a.C. , incluido el con-
junto escultórico ibérico que ha
hecho célebre al yacimiento, ocu-
pan una sola sala del Museo la
mitad de extensa que la que alber-
ga los hallazgos correspondientes
al s. 1 a.C., el momento de la cerá-
mica figurada y las cerám icas cam-
panienses . La vaj illa de lu jo impor-
tada por los iberos durante las
fases ibéricas antigua y plena, los
vasos de barniz negro y figuras
rojas fabricadas en los alfares de
Atenas , apenas alcanzan una trein-
tena de fragmentos , lo que contras-
Kylix griego de origen ólico. Museo Arqueológico de Alche
ta con la cantidad y el estado com-
pleto de la vajilla de lujo importada
de la fase tardía. Tampoco se cons- haber discriminado las piezas de ya dentro de los términ os espera-
tatan las ánforas griegas y púnicas peor calidad, cerámicas de cocina dos. Así, en La Alcudia se encuen-
de vino y sa lazones características por ejemplo q ue no existen, todo tran toda la vajilla de mesa roma-
de estos siglos que, sin embargo, sí ello me permite fantasear acerca de na , desde los pla tos de cerámica
llegan a los poblados costeros ce r- que La Alcud ia hubiese sido en rea- sigillata a los cubiletes y cuencos
canos, como Picola , El Oral y La lidad el gran centro religioso ag luti- de paredes finas con los que
Escuera . nador de la población ibérica de bebían el vino. Dentro de la sigilla-
Lo que quiero decir con ello es
que hablamos de muy escasos
hallazgos para las fases ibéricas
antigua y plena, lo que se compa-
dece mal con la idea comúnmente
aceptada de La Alcudia como gran
capital ibérica de la Con testania
meridional desde el s. VI a.C. A
decir verdad , si tuviéramos q ue
valorar la importancia del enclave
ibérico a partir del recuen to de las
cerámicas existentes hoy en la
exposición museística, La Alcudia
Cerámico romano de lo llamado ferro sigillolo
sólo alcanzaría la categoría de
ta, a su vez, en La Alcud ia están vierte al yacimiento en una excelen- alcanzado y las fórmulas empleadas .
representadas todas las produccio- te muestra de los repertorios cerá- A medida que avanza la cu ltu-
nes de esta cerám ica fina, desde micos de época romana. A mi ra romana hacia el siguiente perío-
las itálicas primeras a las sigillatas ju icio, sin embargo, lo más desta- do b izan tino y visigodo, la calidad
tardías del s. VI d.C., lo que con- cable de las cerámicas ro manas de técnica y estética de las cerámicas
La Alcudia es el interesante conjun- irá dismin uyendo, pero con tinuarán
to de im itaciones de vajilla de siendo un excelen te indicador cro-
mesa, que abarca desde los platos nológico y cultural para las respec-
y cuencos de barn iz negro tardore- tivas épocas. Así, las cerámicas de
publicano a la sigillata y paredes los siglos VI a l VIl d.C. de La
f inas de época altoimperial. A lcudia (Gutiérrez, 1996) junto a
Además del gran número de vasos las de otros yacimientos con tempo-
recuperados, la calidad de algunas ráneos han servido para ir caracte-
imitaciones y la conjunción de ras- rizando estos pe rí odos en las
gos típicamente ibéricos, como los comarcas meridionales de la pro-
motivos eleg idos pa ra la decora- vincia de Al icante , hasta hace poco
ción pin tada de algunos, en una ma l conocidos.
vajilla que formalmente responde a Finalmente, es de nuevo la
los hábitos culinarios y alimenticios cerám ica el material arqueológico
roma nos, muy disti ntos de los loca- que está permitiendo recu perar
les ibéricos, nos remite de nuevo al algunos momentos perdidos de la
debate ya aludido sobre el proceso ocu pación histórica del yacimiento
de romanización de la población y confirmar los vacíos. Los recientes
Olpe de tradición ibérico ibérica, el grado de aculturación trabajos de excavación y documen-
tación del Á rea de A rqueología de
la Universidad de Alican te en cola-
boración con la Fundación
Universita ri a de Investigación
A rq ueológ ica La Alcudia constatan ,
por un lado, el predom inio comer-
cia l de las importaciones norteafri-
canas durante els. VI d.C. , que hay
que poner en relac ión con la pre-
sencia bizantina en estas comar-
cas, y por otro, el declive du ra nte el
s. VI l d .C. y el ya conocido vacío a
pa rtir del s. VI II que el hallazgo de
algunas cerámicas i slámicas, no
obstante, está empezando a mati-
zar (Abad, Moratalla y Tendero,
2000).

Marmita de los siglos VIl

t Véo1e to1 di1linlo1 tecluro1 en Olmo1 i Torlo1o led'-1, 1997.


COMERCIO Y RELACIONES PORTUARIAS
EN EL TERRITORIO DE fLIC/

JAIME M OLINA VIDAl *

CLJ a creación de la Colonia Julia 1/ici Augusta


c:Z:J (Mela , Chorographia, 11, 93; Plinio, NH, 111 ,
4, 19-20; Ptolomeo, Geographicae, 11, 6,
61), en la segunda mitad del siglo 1a .C., culminó el pro-
ceso de concentración socioeconómica que en su contex-
to territorial había ido desarrollando el oppidum ibérico
de La Alcudia (Márquez y Molino, 2001; Márquez,
1999; Molino, 1997). El reparto colonial, las asignacio-
nes territoriales y la construcción de su porfus conferían a
1/ici un papel económico de primer orden que traspasaba
sus límites jurídicos. La creación del Porfus 1/icitanus era
el nuevo factor de jerarquización comercial, potenciaba
la vía comercial que, a través del río Alebus, conectaba
su litoral y la Meseta y reestructuraba los flujos marítimos,
centralizando la red istribución secundaria y absorbiendo
funciones de entidades portuarias próximas, como las de
la cercana Lucenfum, que pronto se resentirían y
entrarían en crisis. Pero la comprensión de este proceso
no depende de una decisión puntual de Roma sino que
' Área de Historio Antiguo. Universidad de Alicante requiere un mínimo análisis de la economía protohistóri-
--------------------------------··

ca de esta región y la jerarquiza- interestatales, como sería el casa especialmente relevante la llegada
ción de sus intercambios premer- del núcleo ibérico de Picola en de ánforas vinarias grecoitálicas en
cantiles. Santo Polo (Badie el alii, 2000). estas regiones. Los datos que tene-
El valle del Vinalopó es uno de Los escasos Jatos disponibles mues- mos para el valle del Vinalopó
los principales entradas desde el tran unos intercambios condiciona- muestran que el nivel de importa-
Mediterráneo hacia el interior de lo dos por la escasa capacidad de ciones de vino itólico durante el
península Ibérica, que confluye, a generar excedentes de las socieda- siglo 11 a.C. es muy elevado, lo que
través del valle del río Segura, con des ibéricas en las que sólo las aris- demuestra la velocidad del proceso
la salida natural del arco sub-béti- tocracias acapararían las prestigio- de transformación cultural y lo
co desde las regiones centrales y sos importaciones griegas o púni- adaptación al sistema socioeconó-
orientales de Andalucía hacia el cas, pero siempre en proporciones mico romano por parte de estas
sureste hispano y las islas Baleares. minúsculas y, predominantemente, poblaciones ibéricas costeros. Sin
Estas condicionamientos geagrófi- o través de canales comerciales embarga, la llegado masiva de los
cos no son ajenos al temprano esta- púnicos. Más allá de la escasa tras- productos romanos no debe inter-
blecimiento fenicio en esta zono, cendencia económica que pudieron pretarse como una ruptura radical
en e! eje de comunicaciones entre tener estos contactos comerciales, con los anteriores vías de abasteci-
los núcleos costeros meridionales y cabrío destacar la fuerte influencia miento, ya que se mantienen los
el importante poblamiento ebusito- que tendrían en la configuración de importaciones púnicas, especial-
no, como prueba entre otros el las culturas locales y sus modelos mente ebusitanas y, en menor
extraordinario núcleo de La Fonteto políticos y sociales que, de esto medida del entorno de Cádiz
(Guardamar del Segura, Alicante) formo, se integrarán en la Koiné (ánforas Moñó C, CC.NN., PE
que remonto a los siglos VIII-VI! cultural mediterránea. 14-1 8, entre otras).
o.C., al menos, las relaciones eco- La Segunda Guerra Púnico A partir del siglo 11 a.C. obser-
nómicas y culturales de estos regio- marca un punto de inflexión y el ini- vamos el desarrollo de nuevos for-
nes con las mós desarrollados cultu- cio de un largo período de comer- mas comerciales propiamente mer-
ras del Mediterráneo (Gonzólez, cio mercantil que se refleja de cantiles: se consolidaron circuitos
1998; internet). Hasta la conquista manera inmediata en el territorio comerciales diferenciados poro dis-
romana las transacciones comercio- ilicitano. Desde el siglo 11 o. C. se
les en estos territorios quedan vincu- desarrolla uno agricultura basada
ladas a los intercambias de paren- en la venta de sus productos en
tesco y al comercio administrativo mercados exteriores. En este con-
orientados a la adquisición, al texto la conquista de la península
abastecimiento de grupos aristocrá- Ibérica vo a tener una importancia
ticos que comercian con los escasos relevante poro Roma, en lo medido
Transporte de ánforas por vía marítima.
excedentes producidos por las que obre nuevos posibilidades de Foro de las Corporaciones de Ostia
sociedades protohistóricas de estas expansión de los mercados. El
regiones, que son fundamentalmen- núcleo principal de consumidores tintos portes del Mediterráneo; se
te autosuficientes. El desarrollo de de estos productos estaría constitui- jerarquizan los redes portuarias y
las entidades protoestatales ibéri- do por las poblaciones itálicas des- de redistribución marítimo; se reali-
cas modifica los porómetros comer- plazadas a lo península Ibérico por za una previa selección de las rufos
ciales y potencia nuevas formas de motivos político-económicos [publi- comerciales en función de poróme-
intercambio como el "puerto de caní, mercafores, negotíatores) o tros geográficos pero también mer-
comercio" que, con algunas moti- militares (ejército). Sin embargo, el cantiles; aumenta el tonelaje de los
zociones, podría asimilarse al ter- papel que las poblaciones indíge- barcos y en estas grandes naves
min o griego 'emporíon, un centro nas ibéricos desempeñaron como encontramos cargamentos homogé-
de intercambios neutral y abierto consumidores de estos productos neos. Asistimos o la aparición de
que se rige por acuerdos o trotados no ho de menospreciarse, siendo grandes circuitos marítimos que se

1Dt\
Comercio y relaCiones portuarios en el territorio de llici

JAIME MOliNA VIOAl

Visto general del Porlus 1/icitanus

establecen entre algunos grandes sa o semipantanosa entre la actual desarrollo de las operaciones de
puertos que articulan redes subsi- línea litoral y las proximidades del descarga y daba refugio natural a
diarias de distribución. Para nues- oppidum ibérico complica sus posi- las naves, cumpliendo los requis itos
tro ámbito territorial y marítimo, bilidades portuarias, sobre todo si de un buen puerto natural. Esta s
diversos parámetros comerciales tenemos en cuenta que la creación condiciones debieron estar en la
demuestran la integración de la red del Porfus 1/icifanus es posterior, base del gran desarrollo que el
de embarcaderos de las costas contemporánea a la colonia de poblado del Tossal de Monises d is-
situadas al sur del cabo de La Nao 1/ici. Ante la ausencia de ocupación frutó desde los siglos IV y 111 a.C., y
en el circuito comercial del puerto en Santa Polo , tras el abandono del que se materializó después de la
de Carthago Nova . Destaca la núcleo de Picola en el siglo IV a.C. conquista romana con distintas
equivalente presencia de vinos y hasta la creación del porfus, todo
itálicos del ámbito tirrénico parece indicar que el abastecimien-
(ánforas Dressel 1) y a pulo-adriá- to comercial marítimo de La
tico (Lamboglia 2) indicando una Alcudia y el Vinalopó dependería
especial vinculación de estos territo- del puerto natura l más importante y
rios al puerto de Carthago Nova y cercano de esta región: la ensena-
de éste con los grandes puertos del da de la Albufereta de Alicante
Mediterráneo (Ostia, Puteoli, Deles, dominada por el núcleo del Tossal
Brindisi, etc .). de Monises, la romana Lucenfum.
El acceso en barco a La Este núcleo ibérico de clara raigam-
Alcudia de Elche no sería fácil para bre púnica poseía un fondeadero Barcos navegando en torno o un loro.
Foro de los Corporaciones de Ostia
naves de mediano calado. La exis- que sin necesidad de grandes cons-
tencia de una extensa área laguna- trucciones adicionales permitía el

191
fases de reforma urbanística duran- posibilidad de q ue ex istiera un mo roma no y la pax augusta. Estas
te los siglos 11 y 1a. C. , culminando pequeño fondeadero cercano al esferas comerciales, sin embargo,
con la concesión del estatuto muni- núcleo de La Alcudia y apto pa ra la hubieron de convivir, en el marco
cipal. Esta evolución no es extraña llegada de barcazas de escaso de una economía dual, con otros
si tenemos en cuenta que su voca- calado . Esta últi ma posib il idad terri torios alejados de la s rutas
ción comercial arranca de época podría encontrar un ulterior elemen- marítimas y fluviales que se
prerromana y que los romanos to de apoyo en la evolución que la mantuvieron en el ámbito del auto-
hasta la época de Augusto suelen ciudad de Lucentum disfrutó en abastecimiento. No fue éste el caso
aprovechar al máximo las in fraes- época imperial. Los datos dispon i- del territorio ilicitano: cercano al
tructuras preexistentes. Este núcleo bles sobre su desarrollo comercial mar; bien comunicado con el inte-
podría ser el centro reg iona l d e dis- muestran serios sín tomas de declive rior por la red viaria; donde la
tribución desde el que, vía terrestre en el siglo 11 d.C. coincid iendo con romanización se hallaba extendi-
o marítima , se introducirían las mer- una evolución de su trama urbana da , y para el que el impulso coloni-
cancías por el va lle del Vinalopó que ya empieza a contraerse a zador selló su privilegiada posición
hacia el interior. No invalida la fi nales del siglo 1 d.C (Oicina y económica en el conjunto del
Pérez, 1998, 5-49). Por el contra- Mediterráneo occidental. El territo-
rio, el Porfus 1/icifanus presenta la rio de 1/ici, situado en el convenfus
evolución inversa con un manteni- Carthaginiensis, por tanto, pudo
miento de las actividades hasta el beneficiarse de la dinámica comer-
siglo V d .C. No sería aventurado cial imperialista romana que ofre-
postular una relación entre el auge ció amplios niveles de crecimiento
del Porfus 1/icifanus y el declive de desde época tardoaugustea y el pri-
Lucenfum, por lo que a partir de mer tercio del siglo 1d. C. Pero ade-
época imperial sus áreas de influen- más, la llegada e instalación de un
cia se solaparían . importante contingente de pobla-
La dinámica comercial romana ción foránea fue uno de los factores
consolida su carácter mercantil y que marcaron decisivamente la
ampliamente monetarizado al evolución de la ciudad y su territo-
amparo del productivo expansionis- rio: aumento demográfico; promo-

Ánfora Dressel 2·4 poro transporte de vino, de Alicante.


Foto MARO

Visto general de los almacenes del Portvs 1/icitonvs


ocupación de sus territorios circun- ha permitido detectar un importante
dantes. En el plano económico fue crecimiento comercial a partir de la
esta reestructuración de la produc- creación de la colonia. Estos datos
ción agraria, fruto de los repartos señolon el predominio del abasteci-
de tierra entre los colonos, el ele- miento exterior de origen hispano,
mento central de la nuevo orienta- que alcanza cerca del 94% de las
ción productiva de la ciudad. Pero ánforas estudiados en el Portus
las necesidades de productos agro- 1/icitanus y en la propio ciudad de
pecuarios de la emergente comuni- 1/ici. Proporcionalmente, apenas se
dad superaban, sin duda, los detecta la presencia de importacio-
límites locales o regionales del nes originarios de otras zonas (el
autoaprovisionamiento, y la llegada Mediterráneo oriental, el sur de la
de productos alimentarios foráneos Galio, la Italia tirrena y adriática),
se convirtió en un hecho relativa- más comunes en otros ámbitos
mente constante. De ohí la comerciales de la época.
Ánforas del Por/us 1/icilotws
importancia que tuvo la erección En el campo de la producción
del Portus 1/icitanus (Ptolomeo, olimentoria, una de !os provincias
ción jurídica de sus ciudadanos; Greographicae, 11, 6, 14; Plinio, hispanas que contaron con más
importante actividad monetaria; NH, 111, 4, 19-20) que otorgó a //ici peso específico en este terreno fue
amplio crecimiento urbanístico; un lugar central en las relaciones la Bética. Particularmente, la pro-
monumentalización arquitectónico comerciales de la región. ducción olivarero canalizado a tra-
de los áreas más emblemáticas de El análisis de grandes conjuntos vés de los valles del Guadalquivir y
la ciudad y extenso parcelación y anfóricos en el territorio de 1/ici nos Genil originó uno gran cantidad de
excedente aceitero que se distribu-
yó por todo el Imperio desde fines
del siglo 1 a. C. Paralelamente, la

-· producción de pescado en salazón


y salsas derivadas tuvo un impor-
tante desarrollo en las meridionales
y costeras tierras situados en el
entorno del Estrecho de Gibraltar,
tonto en la orilla europea como en
la norteofricana. En el área de las
bahías de Cádiz y Algeciras desta-
có lo implantación de factorías de
salazones, entre otras zonas, con
una clara orientación exportadora.
Y, aunque menos conocidos, deter-
minadas variedades de vino bético
y conservas derivadas se distribuye-

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V:..VIR'
'· \
::e:.,..;
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Ánforas y s0llos del Porlus 1/icilonus Transporte de ánforos en torno ol foro de Ostia.
Cotocumbo de Prete>:tCito. De P. Pomey, lo no•'igotion
dans I'Anliquilé, Aix-en Provence, 1977
que parece indicar que el Portus productivo y exportador del África
1/icitanus fu ncio nó como un área de Proconsular . La incorporación
" ruptura de carga" de las ánforas destacada al g ran comercio ínter-
Dressel 20, similar a menor escala p rovincial a partir de finales del
al monte Testaccio de Roma , dado siglo 11 de las provincias del
que estos pesados contenedores no África Proconsu lar (Byzacena y
se encuentran en la ciudad de 1/ici. Zeugitana) y, en menor medida, de
A partir del puerto su distribució n la Tripolitania culmina el paulatino
por el territorio de 1/ici se efectuaría desarrollo de un sistema económico
a través de otros cauces y emplean- y comercial policéntrico en época
do posiblemente odres o contene- imperial. Durante la época tardo-
dores más manejables y fáciles de rrepublicana habíamos asistido a
transportar a pequeña escala . la consolidación de una economía
La presencia de productos ori- expansionista de base agrícola y
ginarios de los territorios costeros mercantil, en la que Italia era el
de la Hispania Citerior, tanto tarra- centro económico. Pero a partir de
conenses como cartaginenses, es, la época de A ug usto, y en el marco
asimismo, relevante tanto en el de la pax augusta y la nueva admi-
puerto como en la ciudad , aunque nistració n provincial, observamos el
su proporción, siendo significativa, paulatino ascenso económico de
resulta menos relevante proporcio- las provincias, primero de
nalmente de lo que cabría espera r. Hispania , algo más tarde de las
Se trata, mayoritariamen te, de vino producciones galas, y posterior-
Ánfora Dressel 20 poro el transporte de aceite, transportado en ánforas proceden- mente de África y O riente. Esta evo-
de Alicante. Foto MARO
tes de tres áreas productoras princi- lución policéntrica de la dinámica
pales: las tierra s nororientales comercial mediterránea de época
ron hacia el occidente imperial peninsulares, en la actual imperia l puede seguirse en el regis-
desde el siglo 1a. C. Los datos rela- Cata luña ; el territorio litoral central tro material de 1/ici, especialmente
tivos al territorium de 1/ici nos indi- del conventus carthaginiensis, que en relación a la llegada de aceite,
can el predominio de la corriente se sitúa en tierras valencia nas, y las bético en época augustea y altoim-
comercial de exportación de ali- islas Baleares, especialmente Ibiza . perial y norteafricano a partir del
mentos béticos en la zona (55-70% Dura nte la época bajoimperial, siglo 111.
de las importaciones en el territorio a partir del siglo 111, se cierra el pro- De manera complem entaria ,
de llic11. Cabe destacar, sin embar- ceso de transformación y expan- también hay que destacar la difu-
go, la abundante presencia de sión económica iniciado en época sión de excedentes procedentes del
ánforas del tipo Dressel 20 tardorrepublicana. As istimos al pro- ámbito surhispano: béticos y lusita-
( 14.7 1%) en el Portus 1/icitanus, gresivo debilitamiento de las redes nos, vinculadas a las conservas de
consta tando la amplia difusión que mercantiles transmarinas que culmi- pescado . El auge exportador de la
tuvo el aceite del valle del nará con una verdadera descomer- Lusitania roma na también se refleja
Guadalqu ivi r en esta reg10n , cialización de largo radio en los a través de las importaciones de
especialmente durante el s. 1 d.C. territorios del Mediterráneo occi- pescado y productos derivados,
Re sulta llamativa la diferencia dental entre los sig los VI y VIl, ya en q ue complementaron la producción
detectada entre las elevadas impor- época tard orromana. En cualquier loca l de sa lazones documentada
taciones de aceite bético detecta- caso, hemos de destacar uno de los en el Portus 1/icitanus. El aceite de
das en el Portus 1/icitanus y el resto fenómenos económicos más oliva y el pescado y salsas deriva-
de los núcleos costeros de su entor- novedosos y relevantes del Bajo das mantuvieron su presencia en
no, donde apenas se encuentra n, lo Imperio como fue el crecimiento las importaciones, pero se redu je-
Reconstrucción ideal del puerto fluvial de Romo. Museo dello Civiltá Romano, Romo. De P. Pomey, la novigolion dons I'Antiquilé, Aix-en Provence, 1977

ron proporcionalmente las importa- 169-171; Gutiérrez, 1999b, de larga duración: la colmatación
ciones vinarias, posiblemente susti- 79-94) que pudieran ser la base del área mar¡alenca en la que se
tuidas por producciones locales o para argumentar una cierta conti· situó el porfus, circunstancia que
regionales. En menor medida, se nuidad en el funcionamiento del dificultaría progresivamente la lle-
detecta la llegada de vinos y otros puerto, el papel desempeñado a gada de embarcaciones y el tráfico
productos del Mediterráneo orien- escala regional es mínimo ya de mercancías vía marítima. Por
tal a partir de finales del siglo IV y durante el siglo V, y no se han otro lado, factores de naturaleza
los inicios del siglo V d.C. documentado indicios sobre su estratégica y política, como la
Aunque sin alcanzar la intensi- reactivación. Su decadencia y el potenciación de Carthago Nova
dad comercial detectada en la pri- cese de sus funciones portuarias desde fines del siglo 111 y su recupe-
mera fase del Alto Imperio, el podrían servir de punto de inflexión ración para la articulación del
Portus 1/icitanus continuó siendo, en el comercio marítimo de la comercio en el sureste.
hasta mediados del siglo V, el prin- zona. Aunque no disponemos de La desaparición del Portus
cipal enclave receptor de importa- dolos directos, desde nuestro punto /licitanus como puerto comercial,
ciones alimentarias en la zona. A de vista dos son los principales fac- no obstante, no significó el fin del
pesar de la información puntual tores que pudieron condicionar, de comercio exterior en la zona. De
aportada par algunas fuentes tex- manera no excluyente, el paulatino hecho, contemporáneamente o con
tuales (Hidacio, Continuatio ... 200; abandono de la actividad comer- posterioridad al final de sus funcio-
Chronica Gallico, 633; Isidoro de cial en el puerto de 1/ici. Por un nes se detectan productos de impor-
Sevilla, Hist. Vanda/ .. .76; Mario lado, un fenómeno de carácter tación, llegados a través del comer-
de Aventico; vide Márquez, 1999, natural, interno, básicamente físico, cio marítimo, tanta en 1/ici como en

195
Ad Ello y una serie de pequeños lu¡o), o bien el carácter minoritario de un punto costero que jerarquiza-
enclaves del valle del Vinalopó y poco relevante de la actividad ra comercialmente, en cierta medi-
(Reynolds, 1993, 9-43). La conti- comercial explicaría una comercia- da, la costa centromeridional ali-
nuidad de la presencia de importa- lización a partir del puerto de cantina. Y los indicios existentes al
ciones alimentarias en la zona Carthago Nova. Sin lugar a dudas, respecta sobre el eventual papel de
hace pensar que, en ausencia del hemos de destacar el carácter la isla de Taborca a de Benalúa
Porlus 1/icitanus, otro núcleo costero redistribuidor de Carthago Nova (Alicante) son lo suficientemente
se encargaría de organizar un en el sureste en esta época, espe· débiles o incipientes coma para
abastecimiento exterior de mercan- cialmente durante y a partir del de¡ar abierto el problema.
cías en el valle del Vinalapó (cerá- siglo IV, aunque también habría
micas, alimentos, productos de que valorar la hipotética existencia
LA MONEDA EN ILJCI

PERE P. RIPOLLES*

lA ÉPOCA REPUBLICANA

J:J
eLJ os primeros testimon ios monetales en la ciu-
dad de 1/íci son re lativamente ta rdíos, puesto
que, de momento, ninguno de ellos se remon-
ta más allá de fines del siglo 111 a.C. No obsta nte, pare-
ce lógico pensar que pud ieron haber existido monedas
con anterioridad a esta fecha , aunque, eso sí, escasas y
sin relación con una economía moneta ria , que era inexis-
tente, porque esto es lo que comenzamos a encontra r en
muchas áreas costeras del mundo ibéri co, en las que se
detecta la presencia de monedas de Massalía, Emporíum
y de algunas ci udades griegas y púnica s d el
Mediterráneo centra l (Ripolles, 2000, 329-331 ). Qu izá s
la estructura de la sociedad ibérica ilici tana sea lo que
pueda explicar, en parte, la ausencia de hallazgos de
monedas con una cronología an terior a los últimos años
del sig lo 111 a.C. En este sen ti do, algunos estudi os apun-
tan hacia una articulación del territorio ilici tano de tipo
Área de Arquea/agio. Universidad de Valencia gentilicio (Ramos y Uroz, 1992, 96) y ello p udo ser la
causa de que el dinero, bajo la A:' .• ~ ··., . •
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más ágiles en el desarrollo de las
relaciones humanas y comerciales
Denario romano-republicano. Hollado en lo Alcúdio. Museo Arqueológico de Elche
(Almagro, 2003 , 16- 18). Esta evo-
lución, esti mulada además por la
tendencia hacia una organización entorno regional, que sólo alcanzó minución de la producc ión moneta-
una cierta entidad a partir de ria de las ciudades hispana s, aun-
mediados del siglo 11 a.C. Por un que se debió mantener en circula-
lado tenemos las ciudades valen- c ión una parte de las monedas acu-
cianas, lo que denota una impor- ñadas con anterioridad. Para estos
tante orientación de sus relaciones años no existen pruebas sólidas
humanas hacia el norte; pero tam· que permitan identificar la existen-
bién proceden monedas del sur; la cia de una destrucción de la ciudad
mayor parle de ellas se emitieron y vincular con ello una disminución
en Castulo, siendo de notar que de de su vida económ ica y monetaria ;
momento ninguna se acuñó en la es más, los testimonios a pu ntan en
Perfil del aprovisionamiento monetario de lo ciudad ciudad de Obulco, a pesar del otra dirección pues, aunque en can-
de 1/ici (ca. 195 a.C.-siglo IV o. C.}, según dotas de
Aboscol y Albero/o, en prenso
inmenso volumen en que se emitie- tidades pequeñas, están rep resen-
ron, ni de lkalesken, a pesar de tadas las monedas de a lgunas de
política, en la que el cuerpo cívico estar próxima. Las monedas de las pocas ciudades que con seguri-
comenzó a ganar protagonismo, y plata , aunque de forma escasa, dad acuñaron moneda después de
por una nueva estructura de su también están documentadas, pero ca. 72 a.C. , como fueron Castulo,
urbanismo, desembocó, en tre otras sólo las de origen romano y acuña- con emisiones latinas, y Saetabi,
muchas novedades, en la progresi- das a partir de los últimos años del con una p ieza bilingüe .
va introducción del uso de la mone- siglo 11 a.C. , lo que atestigua la tar-
da en la ciudad. día introducción de la moneda los PRIMEROS AÑOS DE
El modelo de circulación mone- romana de plata y la escasa atrac- LA COLONIA
taria que reflejan los hallazgos 1 de ción que ejercieron las áreas coste-
la época tardo-republicana es el ras sobre los denarios ibéricos y La vida de la ciudad y de su
ca racterístico de una ciudad litoral celtibéricos. territo rio se transformó de un modo
sin ceca propia (Ripolles, 1994, La incipiente monetización de bastante radical a partir de media-
135-136). Los hallazgos muestran 1/ici experimentó una fase de estan- dos del siglo 1 a .C., cuando en ella
una ciudad dinámica y abierta al camiento, a partir de las Guerras Roma estableció una colonia, posi-
mundo romano, dado que un alto Sertorianas. Desde ese momento se blemente con veteranos de su ejér-
porcentaje de todas las monedas produjo una reducción importante cito, convirtiéndose en una ciudad
recuperadas fue acuñada por los en la llegada de moneda nueva, lo privilegiada y desarrollando múlti-
romanos, el 69 %. El resto de cual fue un hecho bastante genera- ples funciones de tipo admin istrati-
hallazgos refleja un aprovisiona- lizado en las principales ciudades vo, eco nómico, social y cultural
miento monetario proveniente de su de Hispania, en sintonía con la dis- (Aifi::ildy, 2003 , 37-45). Dentro de
lo monedo tn llic•

PERE P RIPOllES

esta nueva situación, diversos facto- bién fue importante (25 ,28%), au n- c1a de hallazgos de monedas acu-
res favorecieron el uso de la mone- que quizás menos de lo que cabría ñadas en Roma, poco más del 10%
da, tales como su configuración esperar. Otra cuestión a destacar de todos los hallazgos con fecha de
urbana, con la adopción del equi- de la masa monetaria es el signifi- acuñación en este período.
pamiento edilicio que caracterizó ca tivo uso de d ivisores, ya que el
al modelo romano de ciudad; sus 62% de todas las monedas recupe- ILICI PRODUCE MONEDA
necesidades de financiación , gene- radas fueron semis, en parte como
radas por la instalación de un consecuencia de que, inicialmente, Desde el punto de vista moneta-
1
nuevo contingente poblacional , sólo se acuñó este tipo de denomi- rio, los últimos años del período
muy familiarizado con el uso de la nación en las dos ciudades que republicano y los primeros de la
moneda; y la reorgani zación fiscal mayor cantidad de hallazgos dinastía julio-claudia fueron espe-
del territorio. proporcionan, lo cual está reflejan- cialmente relevantes para la colo-
Las monedas de bronce que se do que fueron acuñadas para nia, por cuanto que acuñó su pro-
utilizaron en 1/ici durante los prime- utilizarse en intercambios cotidia- pia moneda . Esta actividad se ori-
ros años de la dinastía julio-clau- nos y de escaso valor. También se ginó como consecuencia de su
dia procedieron de cecas provin- atestigua la presencia de monedas transformación jurídica y constituye
ciales de Hispania, como sucedió del valle del Ebro, siempre omnipre- una fuente relevante para el conoci-
en años anteriores, en los que no sentes en las tierras litorales valen- miento histórico de la ciudad, en
existió una restricción de circula- cianas (Ripolles, 1980, 149-151 ). tanto q ue proporciona información
ción de las monedas fuera del Por el contrario, las acuñaciones de sobre su condición jurídica, la iden-
ámbito de la ciudad emisora. El la Bética destacan por su ausencia, tidad de las elites gobernantes y el
índice de monedas por año duplica de lo que cabe deducir quizás origen militar de la nueva pobla-
el que se registra durante el perío- una limitada interacción de 1/ici ción.
do repub licano. Con las monedas con el sur. Entre el período que se extien-
provinciales se cubrieron las necesi- Por lo que respecta a la mone- de entre el año ca. 42 a .C. y los
dades básicas, ya que en la colo- da imperial, la muestra recopilada últimos años del reinado del empe-
nia estas acuñaciones, sin contar refleja que al principio el esta do rador Tiberio, 1/ici acuñó, por lo
las que de años anteriores todavía romano no se planteó el abasteci- menos, seis emisiones de monedas
estaban en circulación, alcanzaron miento de moneda de bronce a las de bronce y cobre (Liorens, 1987;
el 89% de toda la moneda, mien- provincias, ni promovió la existen- RPC, 97-99, nº 187-199).
tras que la romana imperial se cia de un sistema monetario unifica- La primera emisión se fecha en
encontraba en torn o al 11 %. do, lo cual explica la débil presen- el año 42 a.C. o poco después,
De entre todas las cecas, a
las que pertenecen los hallazgos de
la colonia de 1/ici, cuya emisión
se fecha entre los años 41 a.C.
-41 d .C., fue notoria la circulación
de moneda de Carthago Nova
(47, 12%), cuya constante y abun-
dante presencia se explica, en
parte, por su regular y considerable
volumen de acuñación y por su pro-
ximidad a la ciudad de 1/ici, mos-
trando unas relaciones que ahora
se hacen más patentes . Como es
lógico, la contribución de la pro-
Semi¡ de 1/ici, acuñado por los duoviri C. Solvius y O. Terenlius Mon/onus, hocio 42 o.C. o poco después.
ducción de la propia ciudad tam- Colección privado

9
dado que uno de los diseños utiliza- también las de L. lunius y L. Acilius misión de realiza r el censo. De ella
dos fue copiado de denarios emiti- (RPC 152) . destaca el diseño elegido para el
dos en esa fecha (RRC La segunda emisión que con reverso, pues se trata de un templo
494/10- 12, 41 ); estuvo formada seguridad se puede atribuir a 1/ici tetrásti lo en cuyo arqu itrabe se
sólo por sem is de bronce y se fue realizada por L. Manlius y menciona la divinidad a la que
acuñó con un peso medio de 6 , 12 T. Petronius, duoviri. Los diseños que estuvo consagrado, )uno, lo cual no
g. La onomástica de los magistra- utilizó son una fuente importante de hace más que ratifi ca r el cambio
dos que se mencionan en las mone- información, pues el retrato del político y cultural que se produjo en
das, C. Salvius y Q. Terentius anverso sigue los modelos de las la ciudad como consecuencia de la
Montanus, duoviri, sugieren que acuñaciones de colonia Patricia, lo población colon ial asen tada .
podían haber sido colonos venidos que sugiere una cronología del año Durante el reinado del empera-
de Italia (Aifoldy, 2003 , 50-51). 19 o posterior, mientras que el tipo dor Tiberio ( 14-37 d .C.) la colonia
Fue una emisión relativamente redu- de reverso, signa, aquila y vexillum, rea lizó sus tres últimas emisiones ,
cida, pues sólo se conocen 2 cuños ratifica sin ninguna duda la proce- en las que se introdujo el uso del
de anverso . dencia militar de los colonos asenta- cobre puro, de acuerdo con las
Debieron transcurrir a lg unos dos en la ciudad. Esta emisión nuevas directrices que estableció
años hasta que la ciudad decidió debió realizarse, quizás, cuando Augusto para las monedas de bron-
acuñar de nuevo, aunque, cierta- 1/ici ya hubo recibido la segunda ce. Por primera vez también, con
mente, un estudio un poco más deductio de veteranos, hecho que Tiberio se comenzaron a acuñar
minucioso sobre la territorialidad según Alfoldy (2003, 44-45) pudo ases, además de semis, denotando
de los hallazgos del que se ha rea- acontecer entre 26 y 19 a.C. que la colon ia tuvo necesidad de
lizado hasta ahora podría deparar En un momento que cabe situar una moneda de mayor valor, pro-
cambios importantes, en el sentido en torno al año 12 a .C. 1/ici puso bablemente como consecuencia del
de transvasar a 1/ici alguna emisión en circulación una nueva emisión aumento de la monetización de la
atribuida hasta ahora a Ca rthago de semis de bronce (5 ,48 g), esta ciudad. La cuarta emisión ratifica
Nova. Podría ser el caso, no sólo vez realizada por Q .Papirius de nuevo el origen militar foráneo
de las acuñaciones realizadas por Carus y Q. Terentius Montanus, con de la población asentada en la
Conduc. Molleo/. (RPC 158; el cargo de duoviri quinquennales, colonia, según se desprende de los
Llorens, 1991-93, 219-237), sino que entre otras funciones tenían la diseños leg iona rios del reverso,

Semis de 1/ici, acuñado o nombre del emperador Augusto, As de 1/ici, ocuñodo o nombre del emperador Tiberio, por T. Coelius Proculus y
por los duoviri l. Manlius y T. Pelronius, hacia el año 19 a.C. M. Aemilius Severus, mientras desempeñaron el cargo de duoviri quinquennales.
Biblioteca Nocional de París Colección privado
lo monedo en llicí

PERE P RIPOLLES

,,c¡no y oquilo. Fue acuñada por que aparecen en el reverso de los ra monetaria estaba muy arraiga-
1 Coelius Proculus y M. Aemilius ases, lo cual es bastante inseguro, da. A todo ello se podría añad ir la
.'wvorus, mientras desempeñaron el porque también existen otras posi- existencia de una coyuntura econó-
e w go de duoviri quinquennoles. El bilidades de identificación (RPC, p. mica favorable, una escasez de
tn omento de su acuñación es incier- 98). Estuvo compuesta por ases moneda, el prestig io de poseer
to y sólo se puede afirmar que fue (11,92 g) y semis de cobre y la moneda propia y, quizás en el caso
pos terior al 15 d.C. , a partir de la acuñaron los duoviri quinquenno- de la primera emisión, una cierta
mención del Pontificado Máximo les, L. Terenfius longus y L. Popirius intención conmemorativa.
do Tiberio. Avifus. A d iferencia de las otras
La qui nta emisión estuvo forma- emisiones formadas por ases y EL FINAL DEL PERÍODO
da también por semi s y ases semis, ésta varió los tipos utilizados JUUO-CLAUDIO Y EL CIERRE DE LAS
(12,05 g) de cobre puro. La lleva- en cada una de las dos denomina- CECAS CÍVICAS
ro n a cabo los duoviri ordinarios ciones, pues mientras los ases mos-
M. lulius Settol y L. Sesfius Celer. El traron dos figuras togadas dándose Con el emperador Calígula ya
cognomen del primero, Settal, se las manos, en los semis aparece un no se rea lizó ninguna emis ión
considera que pertenece a una per- vexillum entre dos águilas, reiteran- moneta l en 1/ici y poco después, en
sona romanizada, de orig en indí- do de nuevo el orig en legionario de un momento impreciso, durante éste
gena (Aibertos, 1966, 206). Los la nueva población. o el siguien te reinado, cesaron
reversos muestran una ara con la Las razones de 1/ici para acu- todas las emisiones cívicas en
inscripción Sol Aug, cuya interpre- ñar, todas ellas de índole local, fue- Hisponia. Este hecho consumó un
tación, relacionada siempre con ron diversas según el momento. largo proceso de unificación del sis-
sacrificios efectuados por la salud Para en tender su porqué debe tema monetario en Occidente; con
de alguna persona, continúa sien- tenerse en cuenta no sólo que la el tiempo y con carácter general,
do una incógnita. sociedad en la que se integraron con llevó un cambio importante en
La última emisión realizada por los veteranos del ejérci to romano la masa monetaria en circulación,
la colonia se ha fechado hacia los ya era usuaria de moneda , sino pues a partir de entonces las ciuda-
años 28-31 d.C. sobre la base del también que los nuevos pobladores des se vieron inmersas en flujos
posible reconocimiento de Tiberio y pertenecieron a un sector de la monetarios de alcance imperial
Sejano en los personajes togados sociedad romana en la que la cultu- (una visión global de la circu lación

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A1 de 1/ici, acuñado o nombre del emperador Tiberio, A1 de 1/ici, acuñado o nombre del emperador Tiberio,
por lo1 dvoviri M. /v/ivs Sello/ y l. Sestivs Celer. por lo1 dvoviri qvinquennoles l. Terentius longus y l. Popirivs Avitvs.
Biblioteca nocional de París Biblioteca Nocional de París
monetaria en Hispania, en Ripolles, cual la moneda de plata fue la que un período en el que, en el conjun-
2002, pp 195-214). En conse- debió canalizar la mayor parte de to de Hispania, se advierte un
cuencia, los ilicitanos comenzaron los pagos importantes. Baste seña- incremento de la circulación de
a ver escasear las monedas acuña- lar el acondicionamiento del Parlus moneda de plata (7,6%), siendo
das por las ciudades de Hispania y 1/icilanus (Santa Polo) y sus activida- los hallazgos superiores en número
a manipular con más frecuencia las des comerciales (Sónchez el alii, en relación con el período
emisiones imperiales. 1989; Abascal, 1989 y 1996a), Julio-claudia (3,9%) y el de los
Con el cese de la actividad emi- que de forma bastante directa Antoninas (5,7%) (Bost el alii,
sora de los ciudades no se produjo debieron revertir en lo ciuítas; o la 1979, 1 89-190). Sin dudo este
un aumenta simultóneo de la acuña- erección de los edificios públicos incremento, no atestiguado en !lici,
ción por parte del estada romano, que una ciudad con su rango debía se debió a una mayor generación
lo que tuvo como consecuencia una poseer, a iniciativa de la propia de riqueza y ol incremento del
disminución de la moneda que colonia o de sus ciudadanos mós gasto, tonto de carácter público
periódicamente se venía poniendo acoudalodos, y que testimonios epi- como privado, en actividades diver-
en circulación, la cual fue paliada gráficos documenten. No menos sos tales como las edilicias, lúdicas
mediante la emisión de imitaciones importante debió ser también la y redistributivas.
de monedas de Claudia 1, realiza- fuente de gasto originada por la La moneda recuperada durante
das por personas vinculadas con lo arquitectura privada. la época de los Antoninos ournentó
manipulación de monedas a por ligeramente, aunque no debe estar
algunas ciudades (Sutherlond, los fLAVIOS Y ANTONINOS reflejando la realidad, como suce-
1935; Giard, 1970, 33-61; de durante el período anterior, por
Besombes y Barrandon, 2000, El aprovisionamiento monetario la escasez de niveles arqueológicos
161-188; Bost el alii, 1987, durante lo época de los flavios fue de estas fechas. Por lo que respec-
53-55). Este fenómeno tuvo un menor que el de los años inmedia- ta a las denominaciones encontra-
carócter general y está perfecto men- tamente anteriores, yo que los mos denarios, ounque de un
te documentado en los hallazgos de hallazgos fueron escasos, en parte, momento tardío, cuando el volumen
1/ici, donde de las 20 monedas acu- por tratarse de un período cronoló- de moneda emitida aumentó consi-
ñadas a nombre de Claudia 1, 15 gico relativamente corto, en el que derablemente. Aunque no posea-
son imitaciones locales. Bost y las acuñaciones no fueron especial- mos datos seguros, podemos supo-
Chaves (Bast el alii, 1987, 54) esti- mente voluminosas; no obstante, no ner que durante el siglo 11 hubo en
maron que las imitaciones de parece que se produjera ningún !lici una economía monetaria con-
Claudia 1 supusieron un 73 % de episodio de inopia monetaria. Es solidada en lo que se podrían
todas las monedas a nombre de muy probable que en la base de adquirir con monedas los productos
este emperador, cubriendo con ello esta reducida cuantía de moneda mós variados y en la que una serie
el vacío que dejó el cese de los emi- flovia recuperada se encuentre la de actividades pudieron ser remune-
siones locales. escosa cantidad de estratos exca- radas con moneda, especialmente
Las hallazgos de estos años vados, con cronología de fines del los artesanos.
registran unas escasas cantidades sigla 1, delll y de comienzos dellll,
de plata y la total ausencia de lo cual no permite recuperar EL SIGLO 111
monedas de oro; no obstante, muchos testimonios arqueológicos
debieran estar disponibles, espe- de estas años (Liedó, 2004, La tendencia a la reducción de
cialmente la plata, pues ésta fue 350-351 ). hallazgos monetarios durante los
una época en la que se desarrolla- Las monedas acuñadas con oro años 193-253 que se observa en
ron en todo el territorio provincial, y plata continúan sin estar presen- muchas ciudades hispanas (Bost el
incluida la colonia de 1/ici, actua- tes entre los hallazgos monetarios, alii, 1979, 177 y 191) apenas si
ciones urbanísticas, y la economía sin embargo debemos de nueva se manifiesta en 1/ici. Los hallazgos
inició una fase expansiva, para lo suponer su existencia, pues éste fue de monedas de plata en 1/ici refle-
lo monedo en IIICt

PERE P RIPOLLÉS

jan claramente la fase de transición vellón, con un poco más del 2 ó el este panorama genera l, dado que
que se produjo durante estos años, 3% (Estiot y Delestre, 1992, entre los hallazgos de este período
en la que el denario fue paulatina- 20-21 ). Como es lógico, esta situa- destaca este tipo de emisiones, aun-
mente desapareciendo del circuito ción propició el colapso del sistema que su porcenta je no llegó a ser tan
monetario y simultáneamente fue monetario alto-imperial, pues los importante, sólo un 78 %. A desta-
introduciéndose el antoniniano , denarios desaparecieron totalmente car, además, que la colonia no se
especialmente a partir de Gordiano de la circulación y la moneda de libró de la circulación de imitacio-
111 , cuando comenzó a emitirse en bronce imperial y la cívica que nes, pues casi todos los antoninia-
un mayor volumen. Todo ello sug ie- todavía se acuñaba en la parte nos póstumos de Diuo Cloudio que
re que los ilicitanos a partir de ca. oriental del imperio dejó de emitir- utiliza ron los ilicitanos fueron
238 comenzaron a utilizar la nueva se, porque el valor intrínseco del imitaciones.
moneda de plata, si bien es seguro metal que contenía fue superior al Una mención aparte merecen
que todavía existía una importante facial. las emisiones de los emperadores
galos (259-273), pues aunque
Hispon io oficialmente formaba
parte del imperio galo, sin embar-
go la estructura de su a limentación
monetaria fue claramente ita liana ,
dado que de estos emperadores lle-
ga ron escasas cantidades de mone-
da , documentándose sólo piezas
de Tétrico 1 y 11.
Esta coyuntura de deterioro de
Sestercio. Siglo 111. Hollado en lo Alcudia. Museo Arqueológico de Elche
la moneda en circulación y de infla-
ción no debe en ningún caso consi-
cantidad de denarios. El oro, en A partir de 258-260 se acele- derarse como un síntoma de declive
cambio no lo encontramos, en este raron los síntomas de la primera económico, a pesar incluso de la
caso no sólo porque sea un tipo de gran inflación monetario del impe- existencia de puntuales acontecí·
moneda que se perdía poco y se rio, perceptible en el enorme mientas desestabilizadores (invasio-
manipulaba con suma atención, aumento de la cantidad de moneda nes o revueltas). En 1/ici, estos acon-
sino porque fue acuñado en reduci- en circulación, en especial a partir tecimientos críticos no parece que
das cantidades y su rareza tuvo un de los años 260-275 (emisiones de tuvieron una grave incidencia en la
alcance imperial, lo cual no fue nin- Galieno reinando solo, Claudia 11 y vida de la colon ia (Abad , 2003 ,
gún obstáculo para el funciona- Diuo Cloudio). El estado romano 77) y, de hecho, de los hallazgos
miento económico de la sociedad, para hacer frente a sus crecientes monetarios se desprende una abso-
pues la plata bajo la forma de gastos se vio en la necesidad de luta normalidad en su funciona-
denarios o de antoninianos pudo aumentar el volumen de moneda miento económico.
e jercer perfectamente ese papel. acuñada, a partir de una cantidad El emperador Aureliano, a
La moneda que los ilicitanos uti- insuficiente de metal, lo que conlle- comienzos de su reinado, intentó
lizaron a partir de mediados del vó una reducción del peso de las poner o rden en este deterioro
siglo 111 comenzó a ser cada vez de monedas y de la calidad del metal. monetario emitiendo nuevas mone-
peor calidad, pues el sistema mone- En la mayor parte de las ciudades das de vellón , también con retratos
tario romano comenzó a deteriorar- de Hisponio estas acuñaciones radiados y con una cantidad esta-
se rápidamente. Los antoninianos representaron más del 90 % de las ble de plata, pero no consigu ió
que habían estado utilizando, cuya monedas recuperadas entre los sanear el sistema monetario, ya
calidad había sido de un 35 ó 40% años 260-294 (Bost ef alii, 1987, que no se acuñaron en cantidades
de plata , acabaron siendo de 72) e 1/ici no fue una excepción a suficientes ni llegaron a circu lar a

203
Londinium

Treveris •
Lugdunum Slscia
• Mediolanum • Sirmium
Arelate •• Aquileía
• •
• Ticinum
Constantfnopolls
H erac1ea
•Roma Tessalonica • • •
• • Nicomedia
Cycicus


Antioqula
Carthago •

UIOOkm •
Alexandría

localización de los principales cecas romo nos durante los siglos 111 y IV

lo largo y ancho del Imperio. Un plata pura (argenfeus) e introdu- tetrarquía , muy probablemen te
ejemplo de ello es que en 1/ici sólo ciendo tres tipos de monedas de abastecida a través del Porfus
se conoce una pieza. En conse- vellón. Pero de nuevo esta reforma 1/icifanus, donde también está docu-
cuencia la masa monetaria de tampoco llegó a tener impacto mentado este ti po de moneda
vellón de los años comprendidos sobre la economía provincial, tal y (Abascal , 1989, 52).
entre el reinado de Aureliano y como sug iere la escasez de hallaz- Las cecas de las que procedie-
Diocleciano estuvo formada por gos documentados, que está refle- ron las monedas de los tetrarca s
moneda de mala calidad e imita- jando que las nuevas monedas no halladas en 1/ici estuvieron básica-
ciones. En relación con el oro, sus se acuñaron en la cantidad necesa- mente localizadas en la parte occi-
posibles oscilaciones de peso deja- ria para abastecer la demanda de dental del imperio, siendo
rQn de tener una decisiva importan- moneda y para reemplazar la gran Carthago, Tréveris y Lugdunum, las
cia en tanto que circuló por el valor cantidad de moneda de vellón que más representadas; de las cecas
intrínseco del metal. se acuñó a nombre de Galieno y o rientales, fue Cícico la ciudad de
Los años de la tetrarquía no fue- Claudia 11 , oficial e irregular, la la que más monedas se conocen.
ron en 1/ici, desde el punto de vista cual durante años lastró la recupe- De estas procedencias destaca el
monetario, muy diferentes de los ración del sistema monetario y difi- Carthago,
aprovisionam iento de
del reinado de Aureliano. cultó la consolidación de la s refor- Hispania,
pues a nivel general de
Diocleciano también intentó sin mas. A pesar de ello, 1/ici fue una fue Roma y no Carthago la que
mucho éxi to la reforma del sistema ciudad en la que comparativamen- mayor porcentaje aportó; no obs-
monetario, estabilizando el peso te existió una mayor proporción de tante su importante presencia en
del oro, creando una moneda de monedas acuñadas durante la 1/ici ha de ponerse en relación con

204
lo monedo en llict

PERE P RIPOllÉS

la orientación de los intercambios 348-361, con un peso de ca. 32-33) . De las monedas de estos
comerciales que en estos años se 2.40 g y 18 mm), que como suce- años merece la pena destacar que
documentan en el Portus (Abascal, dió a principios de la segunda la diferencia entre las procedentes
1996b, p. 46). mitad del siglo 111, debió tener una de la parte occidental y oriental del
incidencia sobre el precio de los imperio se hizo menos acusada (28
EL SIGLO IV Y EL FINAL DEL
PERÍODO IMPERIAL

El sistema monetario estableci-


do por Diocleciano no lo pudo
mantener el estado y a partir del
año 3 18 se instauró uno nuevo, en
el que las monedas de vellón sufrie-
ron una reducción de peso y de
contenido de plata. Ésta fue una
dinámica que se repitió constante-
mente a lo largo del siglo IV, dado Nummus, con reverso Fe/ Tem p Reporotio. Hollado en Lo Alcudia. Museo Arqueológico de Elche
que de forma periódica se produje-
ron retiradas de moneda y se susti- productos. También se documenta sobre 20); de la pa rte occidental
tuyeron por otras nuevas, intentan- en 1/ici el fenómeno de las imitacio- destaca el predominio de las emi-
do mejorar su calidad. nes que tuvo lugar durante estos siones rea lizadas en Roma y
El número de hallazgos recupe- anos (con carácter general, Arelate, mientras que de la
rados en 1/ici durante los años Bastien, 1985, 143-177), aunque parte oriental fue ron notables los
318- 336 atestigua un ligero el porcentaje de las mismas no fue aportes de N icomedia, Cícico y
aumento de monedas, mantenién- muy elevado (9%) si se tiene en Constantinopla .
dose la preponderancia de las cuenta que en otras ciudades coste- El final del siglo IV se caracteri-
cecas occidentales (20 piezas fren- ras de Hispania llegaron a alcan- zó por un drástico descenso de la
te a 9) . Pero esto sólo se refiere a la zar un 21 ,7 % (Campo, 1990, llegada de moneda nueva y por el
moneda de vellón, puesto que la
moneda acuñada con metales pre-
ciosos, como en anteriores perío-
dos, no ha sido documentada, aun-
que es seguro que debió utilizarse
para el pago de alguna de las cons-
trucciones que se fechan en estos
años, tales como algunas domus
con atrio y peristilo o la basílica
paleocristiana.
Será a partir de los años 350,
no obstante, cuando se atestigüe en
1/ici un fuerte aumento de la mone-
da en c ircu lación (5,92 m/a),
dando comienzo el segundo gran
período de inflación imperial,
representado fundam entalmente Tesoro de aro de La Alcudia !Elche). Contenía monedas, joyas y un pequeña lingote de oro.
con las acuñaciones del tipo Fe/ Se ocultó a principios del siglo V. Colección Ramos Fernóndez. Foto SIP

Temp Reparatio (acuñadas durante


protagonismo de la moneda de ñado en las cecas de Mediolanum, variado compos1c1on de monedas,
bronce, con una circulación predo- Rávena , Constantinópolis y joyas y metal en bruto, lo importan·
minante de los AE 3 durante el rei- Tréveris. En 1/ici, además de algu- cia del uso del oro a peso en los
nado de Valentiniano 1 y de los AE nas pérdidas aisladas, disponemos años finales del imperio. Hallazgos
aislados de monedas de oro tam-
bién se conocen en el Porfus (Bost
el olii, 1983, n2 147- 149).
Con el siglo V entramos en una
fose de gran desconocimiento
sobre las monedas que util izaron
los ilicitanos. Si tuviéramos que
dejarnos guia r por el número de
hallazgos de monedas acuñadas
en este siglo, deberíamos concluir
que se produjo un colapso en el uso
Sólido de Honorio, acuñado en la ciudad de Mediolonum )Milán).
Forma parle dellesoro de lo Alcudia )Elche). Colección Ramos Fernóndez. Falo archivo SIP de la moneda, pues sólo se han
identificado con seguridad dos AE
2 y 4 a partir de Greciano. En del hallazgo de un pequeño tesoro 4 , uno de Teodosio 11 o Johannes
cuanto a la procedencia de las que contribuye o ratificar esta ten- (423-425) y otro de Marciano
monedas apenas si se produ jeron dencia. Se trata del tesoro de (450-457) ; sin embargo, no tene-
variaciones ostensibles, ya que con- L' Aicúdio (Ramos Folqués, 1948, mos la menor duda de que existie-
tinuó siendo mayoritario el aprovi- 51 0-513; Romos Fernández , ron su ficientes monedas poro man-
sionamiento de las cecas occidenta- 1975, 250-252), aparecido en tene r diversos tipos de intercam-
les ( 12 piezas frente a 9), con 1947, oculto bajo un sillar situado bios, pues cada vez son más nume-
Roma y Arela te en una posición en lo esquina de la habitación de rosos los testimon ios que en otras
dominante; de las cecas orientales uno casa, que contenía 2 sólidos portes de Hisponia documentan el
Cícico y Nicomedia fueron las más de Honorio, de Mediolonum mantenimiento en circu lac ión de la
representadas. (392-402) y Rávena (402-406), 1 moneda an terior. Es evidente, no
A diferencia de los años ante- semisólido de Arcadio, de obstante, que la drástica reducción
riores, o partir de finales de sig lo Constantinopla (397-402), 2 pares de la llegada de monedo nuevo
comenzó o detectarse la presencia de pendientes, 6 anillos y 1 lingote conllevó a largo término un empo·
de oro, lo cual parece que se inten- pequeño de oro ( 10,5 g) . El tesoro, brecimiento y deterioro de la maso
sificó a partir de los reinados de que debió enterrarse hacia los años monetaria disponible.
Teodosio, Arcadio y Honorio, acu- 408-41 O, está atestiguando con su

NOTAS

1 lo> hoHozgo> monetario• de lo ciudad de /líci han >ido publico· >obre lo> hallazgo• que se exponen en elle te.to proceden del ambos autores agradecemos muy encarecidamente su generosidad
dos, en su mayor porte, por A. Romos y R. Romos. En años mós estudio que sobre los propios monedas y los diarios de excovactón y lo posibrlidod de utilizar su material con anterioridad o su publi-
recientes han sido esttJdiodos de nuevo, o partir de la bibliografía, han realizado Aba>Col y Alberola, en prensa, el cual cambia m· cación
por Ripolle>, 1982, y por lledó, 2004; no ob,tonte todo• lo• doto> lonciolmente lo composición monetario de varios periodos A

206
lA ARQUITECTURA ORNAMENTAL

JULIA SARABIA BAUTISTA *

1 igual que ocurre con otras manifestaciones


artísticas y materiales de la vida cotidiana
de los antiguos pobladores del sureste
peninsular, el estudio de los restos arquitectónicos orna-
mentales nos ha perm itido, a lo largo de la historia de la
investigación arqueológica , evaluar los procesos de asi-
milación y transformación cultural desde fina les del siglo
VI a.C. hasta el siglo VIl d.C.
La Alcudia de Elche se ha convertido, en este sentido,
en un claro referente de esos cambios, ya que su dilata-
da ocupación como núcleo urbano nos perm ite rastrear
en qué medida se asimilaron cada una de las " modas
ornamentales" llegadas a la antigua ciudad de 1/ici.
No obstante, hemos de seña lar que, en la mayoría
de los casos, la recuperación y documentación de los ele-
mentos arquitectónicos decorados suele hacerse en con-
•Área de Arqueología. Universidad de Alicante
textos constructivos de segundo orden, ya que el propio
Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002· carácter morfológico de muchas de esas piezas (suelen
02028 De 1/ici o Elo. Un proceso de transformación cultural en el sureste de la
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha estar labradas) , así como el soporte material en el que
linanciodo en parle con /ondas FEDER. están realizadas (normalmente pétreo) , las convierte en

207
ejemplares idóneos para su reem- donde destacan piezas tan emble- mentaria, se conservan restos de
pleo como materiol constructivo, lo máticas como la Domo de Elche o pinturo en colores rojizos.
que dificulto su adscripción ol edifi- los vasos pintados del llamado esti- A partir de finales del siglo
cio original al que pertenecieron. lo Elche-Archena. En el caso de la 111 a.C., parece que lo ciudad reci-
Sin embargo, el grado de decoración arquitectónica -aunque be fuertes influencias del mundo
estondarizoción alcanzado, sobre se hayan recuperado algunas púnico, posiblemente a consecuen-
todo desde época romana, nos estructuras habitacionales que cia de los relaciones comerciales,
lleva a adscribir en cierta medida perecen articularse con cierta regu- lo que arquitectónicamente se tra-
el uso de determinados motivos a laridad (Ramos Fernóndez, 197 4, ducirá en lo llegada de elementos
uno u otro contexto arquitectónico; 34)- la mayoría de los ejemplares típicamente helenísticos, como ocu-
osí, por ejemplo, la representación hallados aparecen en contextos rre con algunos motivos vegetales
de palmetas o rosetas en un frag- constructivos de reempleo, en con- -flor de lis, acantos- o geométricos
mento pétreo, permite vincularlo, creto en lo que ha venido denomi- -esvásticas, meandros- que, aun-
con bastante probabilidad, a un nándose como "muralla púnica", que no podamos adscribirlos a nin-
ambiente funerario. Esto adscrip- un lienzo defensivo situado en el gún edificio documentado para
ción constructivo, realizada a partir extremo oriento! del enclave. Entre esta époco, nos perecen más pro-
de la decoración de las piezas, es los materiales del derrumbe de esta pios de un contexto cronológico
posible también mediante otros cri- muralla, se documentaron piezos cercano al cambio de era.
terios, como es el caso del material ornamentales realizados en mate- En la segunda mitad del siglo
empleado en la realización de riales pétreos locales, sobre todo 1 a.C., a la ciudad ibérica se le con-
estos ornamentos, que, como vere- caliza y arenisca, en las que se cede el estatuto de colonia romana,
mos a continuación, cambia según representan motivos tan característi- Colonia lulia 1/ici Augusta, lo que
los gustos y la especialización téc- cos como las palmetas o las cruces supondrá el establecimiento de un
nica de los artesanos en codo gomadas, que, junto a lo morfolo- contingente itálico que reformaré y
momento. gía y módulo de las piezas', hocen omplioró lo ciudad, favoreciendo
suponer su pertenencia o un tipo de así la llegado de nuevas influencias
DE CIUD/\D !llÍJliC!' A COLON!/•, monumento funerario de época ibé- arquitectónicas y estilísticos que, de
ROMA N/\ rica, consistente en una superestruc- manera paulatina, incluirán a la
tura escalonado bajo la cual se antigua ciuifas en la órbita romo na.
A pesar de la importancia que depositarían los restos de lo crema- Lo importancia demográfica y
debió tener la ciudad ibérica desde ción del difunto. administrativa de la colonia hace
finales del siglo VI a.C. o principios Las técnicas empleadas por los pensor en la existencia de numero-
del siglo V a.C., no contamos con antiguos artesanos ibéricos a lo sos edificios públicos propios de un
un registro arqúitectónico destaca- hora de realizar este tipo de ele- centro administrativo que debió
ble si lo comparamos con los con- mentos arquitectónicos no se restrin- controlar un amplio territorio, aun-
textos escultóricos y cerámicos gieron únicamente a la tolla de los que será a partir del cambio de
documentados para esta época, soportes pétreos, sino que optaron era, y sobre todo durante la segun-
frecuentemente por el uso de méto- do mitad del sigla 1 d.C., cuando
dos menos costosos, como por parece que la población se encuen-
ejemplo el estucado, consistente en tro plenamente romanizada.
revestir la piedra ya labrada con En el caso que nos ocupa, el de
una capa de yeso sobre la que pos- la decoración arquitectónico, esa
teriormente se pintarían los motivos impresión se corrobora por la pro-
propios de la pieza. Estos revocos pia evolución que presentan algu-
se constatan en numerosos ejemplo- nas de las piezas en la que al mate-
res documentados en La Alcudia de rial y a la ornamentación se refiere.
fragmento ornamental con palmetas, perteneciente
probablemente o un contexto furwrtlfio de Elche, en los que, de manero frag- La mayoría de las ejemplares, a
époccr ibérica

208
Lo orquitectufo ornamental"

JUliA SARABIA BAUTISTA

excepción de los hallados in sifu en Los ejemplares de la Colonia consta tábamos para el caso de los
las conoc idas casas romanas ubica- lulio 1/ici Augusto demuestran la soportes materiales; nos encontra-
2
das al nordeste del yacimiento , evolución de las técnicas de talla, mos con piezas aisladas cuyos
fueron localizados en contextos cro- hasta la total adopción de la edili- motivos, más o menos canónicos
nológicos posteriores 3 , al ser utili- cia marmórea, a lrededor de la (Strong, 1953, 120), nos pe rmiten
zados como material constructivo segunda mitad del siglo 1 d.C.; a sugerir posibles entablamentos y
de reempleo, lo que dificul ta, una esta fecha se adscriben algunos de columnatas jón icas de edificios
vez más, su adscripción a los edifi- los grandes conjuntos monumenta- públicos propios del siglo 1 d. C. 5
cios originales a los que pertenecie- les hallados en la ciudad, como es Sin embargo, parece que será
ron . No obstante, si analizamos el caso de dos recintos termales de en el ámbito doméstico donde se
detenidamente algunos de los con- envergadura (Ramos y Tendero, desarrolle, de una manera más evi-
juntos hallados en el yacimiento, 2000), en cuya construcción se dente, la implantación del estilismo
vemos cómo en 1/ici se refleja la tra- emplearán materiales nobles para altoimperial; se decorarán las habi-
dición estilística implantada en la la ornamentación de los distintos taciones más prestigiosas de las
Urbs y sus provincias desde finales ambientes. Se pasará por tanto de casas romanas -sobre todo las
de la República, que consistió en un una costumbre arquitectónica en la sa las de represen tación 6- con pla-
proceso de reva lorización y crea- que los soportes fundamentales eran cas ma rmóreas en las que se repre-
ción de ciudades, en lo que al p iedras locales -calizas y arenis- senta n ba jorrelieves de gran cali-
ámbito edilicio se refiere; se consi- cas-, a otra en la que el empleo de dad técnica y estilística, convirtién-
4
derará a los monumentos públicos mármoles foráneos y autóctonos dose la decoración arquitectónica
fuentes propagandísticas en manos será sinónimo del poder económico en un medio idóneo a través del
del poder político, lo que les exigi- y político de la sociedad hispano- cual el dominus de la casa expresa-
rá estar a la altura de las " modas" rromana . ba su poder económico y social.
de cada momento. La iconografía representada en De entre los ejemplares marmó-
En época augustea, una de las los ejemplares documentados va reos recuperados en La Alcudia de
novedades arquitectónicas princi- pareja a esa evolución edilicia que Elche destacan las placas de reves-
pales será el concepto de marmori-
zación en la construcción u orna-
mentación de los edificios, enten-
d iendo por mormor todos aquellos
materiales pétreos que de una u
otra forma se caracterizan por
poseer vistosidad y buenas cualida-
des para la talla y el pulido. Este
proceso fue implantándose de
manera paulatina en las provincias
hispanas, ya que el trabajo de
estos materiales nobles, sobre todo
mármoles, requería un grado de
especialización considerable por
parte de los ca nteros y artesanos de
la talla , lo que obligó, en muchas
ocasiones, al tránsito de determina-
dos talleres itinerantes venidos
directamente de Roma, o a la impor-
Copilel jónico
tación de piezas ya labradas reali-
zadas en mármoles foráneos.
Cornisas con la mpresentac1ón
de dos hileras de dentículos de
tendencia apaisada, lo que las
sillm a comienzos del siglo 1 d_C.

Capiteles jónir.os de tipo helenístico,


con kyma jónico compuesto por
ovas y lancetas, volutas y llbaco
con kyma lésbico.También propios
del siglo 1 d.C

Corni>o romano

!lici lo encontramos en una placa


marmóreo en la que un ave estó
tomando el néctar de unas flores, lo
que viene a atestiguar el carácter
naturalista de ese tipo de decora-
ciones.

Basa álica con toros asimétricos,


escocia pronunciada y probablemente tl NUEVO lii<BI\NISMO CRISTI/\NO
plinto. Posee un hueco para el
vástago de unión con el fuste
Su cronología es amplia pero la
asimetría de los toros la sitúa, al
menos, a comienzos del siglo 1d.C A partir de finales del siglo
11 d.C., y sobre todo en el siglo 111,
se constaten una serie de cambios
socíoeconómicos e ideológicos en
Roma, que de formo paulatina se
Re>litución hipotético. Dibu¡os de G. loro; restilución, J. Sorobia irán asimilando en el resto de las
provincias del Imperio. Este proce-
so provocará la fractura de dicho
Imperio en dos, con lo implantación
timiento parietal, en !as que apare- Además de representaciones de una nuevo capital en Oriente y
cen, a! iguol que ocurría en otros típicamente arquitectónicas, en los una nueva doctrino religiosa; el
soportes como el de la pintura revestimientos marmóreos se opta- cristianismo.
murai(Abad, 1982), elementos que rá, sobre todo desde época del Un proceso de transformación
recreen verdaderos espacios arqui- emperador Augusto, par el empleo de tal envergadura debió hacerse.
tectónicos en el interior de ambien- de motivas vegetales y animales. La patente en la trama urbanística de
tes privados. Este fenómeno, muy plasmación de estos últimos respon- cualquier ciudad tardorramana; no
frecuente en el siglo 1 d.C., tiene de sobre todo o dos objetivas, uno sólo por la descentralización del
numerosas ejemplos en la ciudad simbólico, en el que lo reunión de poder político, que conlleva cierta
de 1/ici, y, aunque no podemos con- animales se asocia al concepto de inestabilidad económica y social,
textual izar muchas de las piezas, la felicidad republicana, y otra prácti- sino par la llegada de un nuevo
propia morfología y estilismo de las co, en el que se intento realzar la concepto religioso que precisa de
mismas -capiteles de pilastra, orlos carga realista de las relieves nuevos espacios cultuales en los
de enmarque, zócalos decoradas, (Sarabia, 2003, 161-162). que se pueda desarrollar la idea de
etc- nos lleva a adscribirlos a ese Una de las escasas representa- cohesión popular requerida por la
tipo de arquitectura doméstica. ciones de animales aparecidas en ideología cristiana.
aunque la falta de datos arqueoló-
gicos y las reformas sufridas por el
edificio con posterioridad no permi-
ten atestiguar con precisión su cro-
nología.
Sin embargo, en el ámbito de
la arquitectura religiosa, sí parece
detectarse en este mismo edificio
una evolución de la edilicia paleo-
cristiana hacia contextos ornamen-
tales típicamente bizantinos y, más
tarde, visigodos. No hay que olvi-
dar que, aproximadamente desde
mediados del siglo VI d.C., en la
ciudad de 1/ici se instalarán contin-
gentes orientales dependientes de
la provincia bizantina de Hispania,
cuya capital se ubicó en Cartago
Spartaria (Cartagena), hasta que
en el primer cuarto del siglo
VIl d.C., el Reino Visigodo de
Toledo reagrupó de nuevo los terri-
torios del sureste bajo la cristian-
dad goda, fundando una sede epis-
copal en esta ciudad, que sin duda
fomentó la construcción de determi-
nados edificios político-religiosos
fundamentales para la nueva admi-
nistración del territorio adscrito a
dicha sede.
Placas d~ r~v~stimienlo en mélfmol blanco, según A. !barra, 1879 A pesar de la falta de hallaz-
gos arqueológicos relacionados
con este tipo de contextos, en el
Esos espacios destinados al Este es el caso de la Alcudia de edificio basilical de culto cristiano
culto son precisamente los mejores Elche, donde destaca la construc- que hemos descrito anteriormente
indicadores cronoculturales de la ción de un edificio de planta rectan- se han documentado algunos ele-
1
llegada del cristianismo a las tie- gular , en el que apareció un mentos ornamentales propios del
rras del sureste peninsular, ya que, mosaico polícromo con algunas ins- mundo bizantino-visigodo; éste es
a pesar de que en la mayoría de cripciones en griego que parecen el caso de las características placas
las ocasiones la propia planta basi- fechar su edificación en torno al de cancel, cuyo significado va mós
lical que presentan muchos de esos siglo IV d.C., la que atestiguo lo allá de la propia función de demar-
edificios puede llevar a confusiones implantación del culto cristiano en cador espacial que se les atribuye 8 ,
cronológicas, lo inclusión de deter- estas tierras desde época tempra- ya que dichas placas se emplearon
minados elementos ornamentales y na, aunque algunos investigadores o su vez coma soportes para la
arquitectónicos de clara simbología proponen su construcción en un representación de la nueva icono-
cristiana los coloca de manera momento posterior \Lorenzo, grafía religiosa, donde motivos
inequívoca en la nueva órbita. Memoria de licenciatura inédita), y como los círculos secantes o las

21 i
rosetas cuadripétalas no sólo recor- cionaron como tenantes de altar o Por último, hemos de destacar
darán a !a musivaria romana, sino formando pequeñas balaustradas. la importancia que tuvo en la arqui-
que se asimilarán como símbolos En el entorno próximo a La tectura tardía y altomedieval el
propios de la nueva mentalidad Alcudia, encontramos esquemas fenómeno del reempleo de mate-
cristiana, como ocurre en el casa decorativos muy similares, tanto en rial, que como ya mencionábamos
de la cruz. los técnicos empleadas paro la talla al comienzo de este capítulo dificul-
Además de estos canceles ', (normalmente a bisel y fuerte trépa- ta la adscripción de muchos de los
existen otros ejemplares altomedie- no), como en el grupo de motivos piezas a sus contextos originales.
va!es dignos de mención, como los representados (círculos secantes, Desde el siglo IV d. C. existen inclu-
capiteles corintios de hojas lisos y rombos, octógonos, etc.); ello hace so leyes que regulan esta reutiliza-
acantos de lóbulos espinosos, o las suponer a algunos autores que ción de elementos ornamentales
características columnas de peque- existió algún taller ornamental como material constructiva en la
ñas dimensiones decoradas con que abasteció a los territorios cris- edilicia pública y privada (Código
tianos más orientales de la de Theodosio, 15. l. 36.). Pero no
Carthaginense, como demuestran debernos olvidar que esta arquitec-
los hallazgos de Aljezares tura de lo rentable na debió ser per-
(Murcia), La Alberca (Murcia), el ceptible a las ojos de la población,
Cerro de la Almagra (Murcia), yo que el propio acabado de los
Segóbriga (Cuenca) a El Tolmo de edificios, normalmente revestidos,
Minateda (Albacete) entre otros homogeneizaba el aspecto último
(Gutiérrez, 2003, 64). de las mismos.
A este último yacimiento perte- En definitiva, hemos podido
necen algunas de las piezas comprobar, con mayar a menor cla-
expuestas. Tras los datos resultantes ridad, cómo, a través del estudio
de las sucesivas campañas de exca- de los distintos elementos arquitec-
vación llevadas a cabo en el tónicos que ornamentaron los edifi-
mismo, parece con toda probabili- cios de 1/ici se fueron asimilando los
dad que en El Tolmo se ubicó la rasgas estilísticos y simbólicos pro-
Columnas decorados de lo Alcudio
sede episcopal visigoda de Elo, fun- pios de cada una de las sociedades
¡izquierdo, según A. lbmro, 1879) y
El Tolmo de Minotedo, según J. Sorobio dada tras la incorporación de 1/ici a históricas que habitaron en el
los territorios bizantinos (Abad, Sureste de la Península Ibérica.
Gutiérrez y Gamo, 2000), la que
motivos geométricos, cuya adscrip- explica en porte las similitudes
ción arquitectónica parece cada entre el material ornamental de
vez más clara; probablemente fun- ambos enclaves.

1 Por lo general, ¡e trote de frogrncr.tol de hisos o pb:cs de rcw>~· !Agrcd~<:cmos o M. Tende:o )' G. (Cfo !e ayude rreslodo en la re e 7 En ur1 mcmen:a roslcrior. probabicmco:e oircdcdor del oigio V
timiento <:uyas dimensiones no se .;o~re1ponden con lo1 pwpk•s de lización de esle lrcbo¡o, al proporcionarnos todo !o inlonncci6n y d.C so ie o~ncliró unn cabecen: c:b\1Cic:dc: en su b!c aricntd.
uno edificación de en~mgadum. ya fuero público o priYcdc docun:cnlccrón requerido) ccnstwida cn!rc otros con molcriule5 cor¡:uitecl6nicos dú recmpico
2 Dcst<-.can 1obre todo, los elementos de colurr.no <¡ue wmpo~en los 4 Perece probable io e>:istencio de un taller !ocal lln llici. ai menos (Mórqucz ¡· Povnia, 20C:O, 193)
di11intos penstilos o rotios porliccdos do dichcs cosa¡. donde se de~dc cslo épocc, quú ioci!rló le rec!ización de un programo OliiO· 8 Estos ploccs so!icn cr.cmt!ar>c en unos ,;eles ,,bicc:dm en e! H:elo
optó pe< el empleo dei orden l(nccr.o. con boscs y <:Cprtclcs mono· mcnloi unrlmio {IJ.uñoz y Scrcbio, 2000, 179]; el U\0 de r,\Órn,o!CI de! scnlumic, dclimitcndo OlÍ IN espacios 1esr·rvdm n !a ¡nra!·
low> 'l fus!cs !isos !ocab de contero\ como los de Jólivc. reduce !e dúpcnder.cic de quía eci¡¡¡iáslica. cerno por ejemplo el cltcr o el bop:isterio.
mérn-c!c~ béneo1. En eslc momento o¡¡ adepta :cmbién una deco
3 fn dos cmbientcs crquitcctónicos de rccmplao dcntw de! ymimien 9 Existen clgunoo cjcn:plorcs de ¡kcas <:dados con !o rcprcsenloci6n
:o ;e hon hc!icodo n~maroso: elementos arquitectónicos; ,,no es el 1oCi6n conóni;;a pawlo!c a le de o:ras ciudades dcllmporic de n:o:ivos cnimdcs (¡ue ¡!) ir.lerpre:orcn corno frcgmcn!O\ de con
conocido wmo '"¡\l¡ibc de Venus·. CCf(C de! cuo: se recogieron 5 Exi>le une rcs!ilucié-n cei (Rc:rr,cs folquilo. 1972, ibo. Hll, cvnquc pcn1o~'o5 cuc pro~(:
c!gunas piczos de grcn calidad er.tre !os r.:o!cricb <le r~:!cno; y el Fern6ndez(l975]. e>unqc:~ !úr.~ente Íuncicr,crcn corno ceios;o;
elle ül el de les íermc:s Occidcnta.ic¡, ¡¡r, cvyo lic"zo cxle1ivr se como ¡;:}iJic.'o do cu!:c..~os
un m~10 de boncci en el so r~uti!izG· 6 Espc:cio; dcs:;nados
,;IIG:es e vn<> corn,~c
!en \~r co:n~:!ore~ ¡:uclit
EL VIDRIO EN ILICI
~Uil 1

M2 DOLORES SÁNCHEZ DE PRADO*

1 conjunto de recipientes de vidrio procedente


de 1/ici es bastante reducido, quizá en ello
haya influido el sistemático proceso de recicla-
do de este material en la Antigüedad (Sternini, 1995,
26); el mayor número corresponde a época altoimperial,
relacionándose con el g ran crecim ie nto demográfico en
la ciudad. Lamentablemente , son muy escasas las referen-
cias acerca de la procedencia de los distintos hallazgos,
aunque hay que destacar la documentación aportada
sobre varias piezas localizadas entre los re llenos que
inutilizaban algunas de las instalaciones urbanas , hecho
acontecido a mediados del siglo 11 1 d .C. (Ramos
Fernández, 1975, 212 ss.). La fase tardorromana , que se
caracteriza por un retroceso urbano, proporcionará esca-
sos materiales, tónica q ue se mantiene en la fase siguien-
te, a pesar de que la ciudad mantiene su actividad hasta
época islámica; en estos momentos son interesantes las
referencias acerca de la local ización de dos á reas fune-
rarias, una relacionada con la ciudad bajoimperia l y otra
' A1110 de Prehistoria. Universidad de Alicante de época visigoda, alrededor de la basílica (Ramos

?11
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2 3 4

1. Ungüentario globular, lsings 10; 2. Ungüentario piriforme, lsings 6; 3. Ungüentario tubular, lsings 84 y 5;
4 y 5. Ungüentarios de candelero, lsings 82

Fernández, 1974, 113 ss.). Junto a EL VIDRIO ALTOIMPERIAL: mos . Se trata de producciones que
la evolución de la ciudad , hemos TECNOLOGÍA Y FUNCIONALIDAD. están llegando en estos momentos a
considerado oportuno destacar el su puerto desde talleres estableci-
gran paralelismo que ofrece el El vidrio altoimperial se carac- dos en la parte occidental del
Portus 1/icitanus, localizado en la teriza por una gran variedad tanto Imperio, guardando una estrecha
actual Santa Pola, y que ha permiti- técnica como tipológica. Se trata relación con el material documenta-
do recuperar materiales muy simila- mayormen te de recipientes destina- do en otras ciudades próximas y de
res e igualmente destacados, por lo dos a contener líquidos o sustancias cronología similar, como son
que, en algún caso, se hará refe- oleaginosas, mostrándose como Carthogo Novo, a través de su
rencia a los mismos. uno de los materiales preferidos excavación en El Molinete
La colección de vidrio se para esta finalidad , dadas sus (Cartagena , Murcia) o Lucentum
encuentra repartida entre el Museo características de transparencia, (Tossal de Monises, Alicante).
Monográfico de la Alcudia y el fácil limpieza y rápida reutiliza-
Museo Arqueológico Municipal de ción, además de no dejar huella de La cosmética
Elche, mientras que en el Museo sabores previos, por lo que su con-
Arqueológico Nacional (M.A.N.) tenido permanecería prácticamente El vidrio, por sus característi-
se encuentra depositada la colec- inalterable. El vidrio proceden te de cas, era el contenedor idóneo para
ción !barra, cuyos materiales proce- 1/ici engloba algunos de los tipos la conservación de perfu mes y
den , salvo una pieza excepcional -para ello seguiremos la clasifica- ungüentos, al preservarlos y evitar
del Portus 1/icitanus, de las ción de lsings (1957)- más frecuen- su rápida evaporación, por lo que
continuas excavaciones llevadas a tes de ungüentarios, vasos, copas, los ungüentarios serían las primeras
cabo en el propio yacimiento escudillas o botellas, objetos que formas realizadas mediante el
de La Alcudia. poseen, cada uno de ellos, una fun- soplado, adquiriendo, desde el
cionalidad distinta, como tratare- principio, unas características pro-

214
El v.drio en m"
lo fonc,onolidod del ob¡eto

M DOlORES SÁNCHEZ DE PRADO

pias debido a las sustancias que Claudia, que presenta el fondo siglo 1 a .C. hasta época flavia , por
contendrían y que favorecerían su azul, sobre el que aparecen fundi- lo que su masiva y variada difusión
dosificación , así encontramos cue- dos trozos de vidrio de diversos provocará la progresiva desapari-
colores, rojo, verde y blanco. La ción de los cerám icos. Aunque tie·
pieza está muy deteriorada , fallá n- nen un uso polivalente, la mayoría
dole tanto el borde como la base, de los hallazgos proceden de con-
apareciendo, además, sus lados textos funerarios, pudiendo citar,
aplanados (Sánchez de Prado, como e jemplo, en el térm ino de
1984, fig. 1, 1). Técnicamente, Elche (Ramos Folqués , 1953a,
parece ha berse fabricado med iante 344-45), el de uno urna cineraria
un proceso mixto, en el que se de plomo que contenía, en su inte-
hab ría seguido primeramente el rior, dos ungüentarios piriformes,
moldeado característico de las pro- dotá ndose el conjunto, que se
ducciones en vidrio mosaico encuentra depositado en el MARQ,
(Sternini , 1995, 102 ) y se habría en época de Tiberio-Ciaudio
utilizado el soplado en su fase (Sánchez de Prado, 1984, fig. 1,
fi nal, técn ica de transición señala- 12 ; González, 2001, 409 s.). A
da para ciertas producciones (Foy y fines del siglo 1 d .C., aparece un
Nenna , 2001 , 151). Este ejemplar, nuevo tipo denominado de candele-
que presenta un vidrio opaco y ro (l sings, tipo 82), que se caracte-
apelmazado propio de la técnica riza por un largo cuello frente al
del moldeado, corresponde a un cuerpo, ba jo y ancho. A esta varíe·
tipo genera lmente realizado dad corresponden dos piezas,
mediante el soplado, que suele pre- datadas entre fina les del siglo 11 e
sentar decoración de hilos blancos inicios del 111 d.C . y realizadas en
o un moteado superficial. La pieza vidrio incoloro, procedentes de 1/ici
más próxima, en cuanto a tipolo- y del Porfus 1/icifanus (Sánchez de
Ungüentario piriforme gía, es un ungüentario (Sánchez de Prado, 1984, fig s. 2 , 14 y 3 , 1). La
Prado, 1999, fig. 1, 1), conserva- última formaba parte del ajuar de
llos largos y estrechos, que impedi- do en el M useo de Cartagena . Este una sepultura, depositada en el
rían la rápida evaporación del con- ejemplar, procedente del Molinete, Museo de la Alcudia, fechada en
tenido, o estrechamientos de su se ha realizado med iante el sopla- esos momentos por su asociación
espacio interno por medio de cons- do y presenta color verde-azulado, con vasijas cerámicas de proceden-
tricciones, que faci litarían su verti- apareciendo, igualmente, con los cia oriental y norteafricana
do gradual. En 1/ici encontramos laterales apla nados y la boca rota, (Gonzá lez, 2001, 417 s.).
algunas de las primeras y más habi- esto último debido a su cierre her-
tuales formas de estos balsama rios mético . La alimentación
o ungüentarios, que se caracterizan La s formas más corrientes de
por su escasa capacidad. Entre los balsamarios corresponden a tipos En Occidente, la cristalería
tipos reunidos, hay que destacar, piriformes o fusiformes , también lla- forma parte de la vajilla de mesa
en primer lugar, tanto por la esca- mados tubulares, (lsings, tipos 6 y desde finales del siglo 1 a.C. , ya en
sez de hallazgos como por su técni- 8 , respectivamente) (Sánchez de época de Augu sto encontramos
ca de elaboración, una pieza q ue Prado, 1984, figs . 1, 11 y 2, 1). Se copas de cerámica y metal que
presenta decoraci ón polícroma. Se trata d e objetos rea li zados en a lternan con otra s realizadas en
trata de un pequeño ungüentario vidrio muy fino, generalmente de vidrio de vivos colores. En estos
globula r (lsings, tipo 10), encuadra- color verde- a zulado, sien do un momentos destaca la producción
do entre época d e Tiberio a ha llazgo habitual desde finales del de cuencos decorados con costillas

?15
metal, a las que frecuentemente
imita, como demuestra la aparición
de nuevos tipos, que se populariza-
rán en la segunda mitad del siglo,
6 7 como el modiolus o el cantharos
(lsings, tipos 37 y 38, respectiva-
mente), que encontramos tan to en
el Portus 1/icitanus (Sánchez de
Prado, 1986, figs. 48, 4 y 49, 2) ,
como en 1/ici, donde se recuperó un
pequeño fragmento de la última
forma , en vid rio de color melado
traslúcido (Sánchez de Prado,

8 1984, fig. 10, 2). Ya a fines de esa


centuria, se impone el vidrio incolo-
'1
'
.
-=="'-
' ro, que muestra una gran calidad ,
\
'1 compitiendo, pues, con los costosos
i vasos realizados en cristal de roca .
) De ese modo, el vaso de vidrio,
dada la transparencia conseguida,
será el recipiente preferido para
beber preciados vinos, ya que per-
6 y 7. Cuencos de coslillos, lsings 3"; 8. Con/horas, lsings 38; 9. Voso lsings 33; lO. Vaso lsings 31
mitiría mostrar fielmente su color,
aroma y consistenc ia. Como ejem-
(lsings, tipo 3), realizados por costillas alargadas hasta la base, plo de ese tipo de producciones,
medio del moldeado. Aparecen a generalmente real izada en vidrio destacamos un vaso deco rado con
fines del siglo 1 a.C. y se man ten- verde- azulado, que tendrá una hilos en re lieve formando arcos
drán hasta época flavia, siendo un gran difusión, conociéndose su pre- (lsings, tipo 33), que fue ha llado
hallazgo frecuente, quizá por su sencia en la mayoría de los yaci- entre el relleno de una boca del
sol idez, en los yacimientos de estos mientos altoimperiales, así se a lca ntarillado (Ramos Fernández,
momentos. En 1/ici, encontramos encuen tra en 1/ici (Sánchez de 197 5, lám . CXLIV, fig . 2). Se trata
varios cuencos de este tipo, desta- Prado, 1984, fig. 7, 4), en el Portus de un tipo que encon tramos tam-
cando, entre las variedades mono- 1/icifanus (Sánchez de Prado, 1986, bién en El Tossal de Mon ises (Price,
cromas, uno realizado en vidrio de fig. 48, 1), en El Molinete (Sánchez 198 1, 445; Sánchez de Prado,
color melado traslúcido, que pre- de Prado, 1999, fig. 2, 1) o en El 1984, fig. 6, 5 y 6 ), y es que
senta las costillas sólo en la parte Tossal de Mon ises (Sánchez de ambas ciudades muestra n un repe r-
central, siendo igual a otro ejem- Prado, 1984, fig . 7, 1). to rio muy sim ilar, como demuestra
plar procedente del Molinete, que A mediados del siglo 1d.C., va nuevamente el ha llazgo de ciertas
apareció asociado a otro realizado apareciendo una gran variedad de evidencias que remiten a una lujosa
en vidrio mosaico, en su variante copas, platos y vasos, lo que termi- producción de fines del siglo 1e in i-
marmórea (Sánchez de Prado, na rá provocando el declive de cier- cios del 11 d.C. Son los vasos reali-
1999, fig. 2, 2), todos ellos son tas producciones cerám icas como zados media nte el soplado en
producciones encuadradas entre la de paredes finas. Por otra parte, molde (lsings, tipo 31 ), cuya difu-
época augustea e inicios del siglo 1 el vidrio soplado, que puede llegar sión se centra principa lmente en
d.C. Posteriormente, en época de a mostrar una extrema delgadez en O ccidente, de los q ue se ha n con-
Tiberio y Claudio se impone una sus paredes, pronto alternará o lle- servado dos peq ueños fragm entos
vari edad de poca profundidad y gará a sustituir a la s vasijas de -e l de Elche pertenece a la
El vodrio en 1/ici
lo loncionolodod del ob¡clo

M' DOlORES SÁNCHEZDE PRADO

clase de botella, generalmente rea-


lizada en vidrio incoloro y median-
le el soplado en molde, por lo que
suele presentar el fondo decorado
con motivos variados, de la que
encontramos un ejemplar entre el
vidrio de 1/ici, se trata de la botella
mercurial (lsings, tipo 84). Es un
contenedor para aceite, aunque,
dada la reducción intencionada de
su capacidad interna, se relac iona
con contenidos muy apreciados,
posiblemente aceite perfumado
(Foy y Nenna , 2001, 119). Esta
producción aparece a fines del
realizado en vidrio azulado o siglo 1 perdurando hasta el siglo
r··...:="-·\-'7-•-t--r- ...··.~
\: verde-azulado, caracterizado por IV d.C., atribuyéndose a talleres
1'
1: 1
1~
1,
1
1
su solidez y estabilidad, que solía renanos y del Norte de Ital ia.
"::" '
1
1 protegerse dentro de cestas para Nuestro ejemplar presenta una sen-
1: 1
:: 1
1 preservar su naturaleza frágil y cilla decoración de cinco perlas dis-
,..;,.
1• 1

\ facilitar su transporte. Aparece en puestas de forma radial en el fondo


,,_~:'-
'..· '........,
,. ' la segunda mitad del siglo 1 d.C., (Price, 1981 , fig. 119; Sánchez de
\~1,
1

' fabricándose por medio del sopla- Prado, 1984, fig. 4, 6).
\•,lo
do libre, como un ejemplar de Así , a través de las piezas
pequeño tamaño, unos 14 cm, que documentadas, se comprueba que
se recuperó en el relleno de una el vidrio, en el siglo 1 d.C. , monte-
boca del alcantarillado de la ciu-
dad (Ramos Fernández, 1975, lám.
13 1
CXLII, fig. 5), y que representa el

~ tipo más habitual; también


podían fabricar soplándose en el
interior de un molde, presentando
se

1O Botella 1sings 50 en este caso el fondo decorado


11 Fondo de botella, soplado en molde; desde motivos sencillos a otros más
12. Botella mercurial, lsings 84
complejos que suelen relacionarse
Colección lbarra, M.A.N- que pre- con marcas del fabricante . De esta
sentan una decoración almendra- modalidad se conserva un fragmen-
da, alternando brotes con perlas, to d e fondo -Colección lbarra,
imitando recipientes repujados M.A.N-, que presenta un motivo
metálicos (Price, 1981 , fig. 110, vegetal, una roseta con un punto
3 7- 38; Sánchez de Prado, 1984, central, inscrito en un círculo, y sig-
fig . 6, 1 y 2). nos indeterminados en los ángulos
Un tipo que destacó por su fre- (Sánchez de Prado, 1984, fig. 4,
cuente uso como con tenedor de 7), además de otro procedente del
líquido, generalmente vino y aceite, Porfus 1/icifanus (Sánchez de Prado,
fue la botella poligonal (lsings, tipo 1986, fig. 49, 5). Finalmente, hay Botella soplado al aire, de color verde·ozulodo

50). Es un recipiente, generalmente que destacar la presencia de una

7
nía su funcionalidad como contene·
dor de aceites perfumados, pues
hay que tener en cuenta el destaca-
do papel que tuvieron, desde el
siglo VI hasta el 1 a .C., algunos
pequeños ungüentarios elaborados
,.,.
~ 1
'
'• 1
"~ 11
sobre núcleo de arena, desbanca- ~ 1
~. 1
dos totalmente ante el avance de
'•.\t... l1
nuevas técnicas como el soplado. "'- _ /, 15
Este predominio del recipiente de 1~
vid rio terminó por provocar el fin
de los producciones de los ungüen-
tarios cerámicos, además irá impo-
niéndose como una de las materias
preferidas para la fabricación de
vasos, muy corrientes en paredes
fi nas, que terminarán por desapare-
cer a fines de la centuria. En estos
momentos también destacan los
cuencos o escudillas, principalmen-
te aquellos de costillas, y, en menor
medida , platos y fuentes, que 1G
siguen predominando en cerámica;
escasos son, por otra parte, los
recipientes para servir y verter líqui- 13. Vaso troncocónico lsings 106; 14. Vaso lroncocónico con cabujones, lsings 106;
dos, que debían corresponder, 15. Vaso elipsoidal con cabu jones, lsings 96

todavía, a tipos metálicos o cerámi-


ca común, siendo, en cambio, muy Igualmente escaso y con un carác-
frecuente la utilización de los gran- El VIDRIO DE lAS ÚLTIMAS FASES: ter marcadamente continuador de
des contenedores poligonales para lA UNIFORMIDAD DE UN REPERTO- la tradición anterior, el vidrio ads-
el transporte de líquidos, como RIO LIMITADO cri to a la fase visigoda de 1/ici, se
demuestran los abundantes hallaz- reduce a las formas anteriores que
gos de botellas, preferentemente, El número de piezas adscritas a perdurarán apenas sin cambios
prismáticas. Desde época de la fase tardorromana es muy esca- durante los siglos VI y VIl d.C. , sien-
Augusto hasta la primera década so, reflejand o sólo una pequeño do muy difícil, en ocasiones, y
del siglo 1d.C., en la mesa alternan parte de la vajilla utilizada durante dadas las escasas referencia s al
producciones en vidrio mosaico este período que abarca desde el hallazgo de las piezas conservo-
con vidrios monocromos de vivos sig lo IV y principios del V d.C. En das, diferenciar el material de cada
colores, para ir poniéndose de general, a partir de esos momentos, uno de los períodos, que, salvo
moda, entre época de Tiberio a encontramos un vidrio ca racteriza- pequeñas variantes, se nos presen-
Claudia, el vidrio verde-azulado o do por un color verde- amarillento, ta con una gran homogeneidad en
azul claro. Ya a fines ese siglo, se realizado med iante el soplado. Se cuan to o sus características.
consigue obtener el vidrio incoloro, tra ta de un repertorio esencialmen- Entre el material encontramos
que se impondrá y caracterizará te funcional , que parece caracteri· vasos, como un fragmento que
las más lujosa s producciones de los zar la vaj illa de vid rio por todo el corresponde a un tipo troncocónico
siglos 11 y 111 d.C. , algunas de las Mediterráneo occidental (vid. Foy, de borde engrosado (lsings, tipo
que se documentan en la ciudad . 1995; Sánchez de Prado, 2001b) . 106), (Sánchez de Prado, 1984,
El vtdr~o en llt<t
lo lunc•onnl•dod del ob¡clo

M· DOLORES SÁNCHEZ DEPRADO

(Sánchez de Prado, 1984, figs. 6,8 ba jo (lsings, tipo 116), que, en este
y 8,1 ), motivo que se obtenía al coso, presento el borde en aristas
dejar caer uno serie de gotas de vivas (Sánchez de Prado, 1984,
vidrio caliente sobre lo pared del fig. 8, 2 4) . Este tipo, liso o decoro-
recipiente, quedando aplanados do, es uno de los más difundidos en
como un disco. Son recipientes que los ya cimientos bajoimperioles
tratan de imitar otros de oro o plato localizados en lo actual provincia
con incrustaciones de pied ras pre- de Alicante (Sánchez de Prado,
ciosos, siendo un o alternativo 1984, fig s. 8 y 9), llegando, inclu-
menos costoso poro un artículo de so, o alcanzar un alto porcentaje
gran exclusividad. En un principio entre los distintos recipi entes que
se producía n en Sirio , donde se componen el servicio de meso en
documentan desde el siglo 111, de estos momentos (Sánchez de Prado,
allí se extenderán o otros lugares 2001 b, 103, fig . 3, 5-6) . El tipo
del Imperio, alcanzando su máximo alcanzo su máximo difusión entre
difusión entre los siglos IV y V d.C. , los siglos V-VI, perdurando en el
cua ndo se están fabricando en VIl d .C., como pruebo su hallazgo
diversos talleres, entre los que des- en los niveles biza ntinos del Teatro
toco Colonia. Se troto de piezas roman o de Cortogeno (Sánchez de
frecuentes en los yac imientos Prado, 1999, fig. 4 , 8-9). A esta
bajoimperiales, destacando un misma forma, aunque ya de cron o-
vaso completo procedente lo necró- logía más avanzada, corresponde
polis de El Albir, Alfoz del Pí, como un fragmento de fondo decorado
porte del a juar asociado a un con hilos blancos fundid os en su
ungüentario dotado en el siglo V superficie, técnica decorativa que
d .C. (Sánchez de Prado, 2001 o, tendrá su máxima expansión entre
76 ss ., fig . 1,2) . No se puede des- el 490-540 d .C., siendo muy fre-
cortar que estos ejemplares, tonto cuente en la decoración de estos
por encuadre cronológico como platos o cuencos bajos, que suelen
por su magnífico estado de conser- presentar varios hilos bajo el borde
Vasos elipsoidales, soplados, color verde-amarillento, vación, pudieron proceder del así como motivos plumeados en los
decorados con cabujones
cementerio urbano localizado en el fondos (vid. Foy, 1995, 204 s. ,
sector 6-F, correspondi ente o lo forma21a, fig . 13).
ciudad bojoimperial, del que, ade- Una de las piezas más destaca-
fig . 6 ,9), que se documenta, igual- má s, se refiere el hallazgo de das, en este contexto bajoimperial,
mente, en el Portus 1/icitanus " algunos a juares compuestos de es una pátera (lsings, tipo 118),
(Sánchez de Prado, 1986, 49, 10). pendientes, anillos y collares, así procedente del Portus 1/icitanus
Se trata de un recipiente que apare- como vasos de vidrio" (Romos (lbarra , 1981 , 27 1, fig . XXV). Se
ce en el siglo 111, manteniéndose en Fernández, 1974 , 113 ss. ), lo que trata de una excepcional pieza
uso durante los siglos IV y V d .C. e ya ha sido sugerido por otros inves- decorada con la técnica del esmeri-
incluso hasta mediados del siglo VI, tigadores (González, 2001 , 403), lado, ampliamente recogida por la
ya residua lmente . En cuanto a esta todo vez que este tipo, como se ha bibliografía (vid. Vigil, 1969, fig .
forma , hay que destacar dos ejem- apuntado, suele ser un elemento 133; Price, 1981 , fig. 123; Sánchez
plares, conservados en el Museo frecuente entre los ajuares funera- de Prado, 1984, fig . 11, 5) .
Municipal, uno elipsoide y otro rios de ese momento. Presenta , en el centro, un crismón
troncocón ico (lsing s, tipos 96 y Otra fo rma ca racterístico de los inscri to en un doble círculo, rodea-
106), decorados con " cabujones" sig los IV-V d .C., será el cuenco do de esferas que surgen de los

219
217), que posiblemente se inspira-
rían en aquellos otras, del siglo
IV d.C. , con las que parecen estar
estrechamente re lacionados.
Los hallazgos de copas resu ltan
17 muy reducidos, destoca ndo la pre-
sencio de un fragmento de base
anular (Sánchez de Prado, 1984,
fig. 6, 18), obtenido a l plegar la
pared del propio recipiente, que
adopto lo formo de un vaso alto,
presentando su po rte inferior o
' modo de vástago . Esto forma
'
'' (lsings, tipo 10 9) será muy común o
'
partir del siglo IV d.C., rea lizándo-
se en vidrio incoloro de tonalidad
verdoso , mientras que yo en los
sig los V y VI presenta el caracterís-

..\'.
:1
., '
tico color verde o livo o amarillento,
.... '
'
resultando un ha llazgo muy común
en los en los yacimientos bojoimpe-
ria les (Sánchez de Prado, 1984,
fig. 6 , 15-18). El ti po irá evolucio-
nando, desarro llando un vá stago
corto, como se documento o través
de dos ejemplares (lsings, tipos
16. Cuenco bajo, lsings 116; 17. Pótero con decoración esmerilado, lsings 118; 18. Vaso olto,lsings 109; 1 1 1 y 1 12), caracterizados por un
19. Copo lsings 111; 20. Ungüentario globular con pie alto moldurado pie de vástag o macizo (Sánchez de
Prado, 1984, fig . 1O, 3) o hueco
ángulos de la cruz, a su alrededor demuestran los ha llazgos de esto (Sánchez de Prado, 1984, fig. 1O,
bandas con motivos ovales y círcu- área (Poolucci, 1997, 168 s.). En 10), realizado por separado y
los, así como otra con reticulado. cuanto al análisis del crismón, éste luego fundido. Se trota d e una pro-
Bajo el borde una banda de círcu- podría considerarse como un prece- ducción característica desde fi nes
los ovalados. Técnicamente se ha dente poro algunos vidrios, cuen- del V d.C., perdurando durante los
realizado con pequeñas incisiones cos y vasos, con decoración dos cen tu ri as siguientes (Foy,
y una ligera abrasión que propor- moldeado de simbología cristiana, 1995, 207s. , tipo 23), siendo fre-
ciona cierto efecto de opacidad. A procedentes de con textos de lo cuente entre el vidrio recuperado
pesar de la discutida procedencia segundo mitad del sig lo V e inicios de yacimientos encuadrados en
de la pieza (vid. Sánchez de del VI d .C. (Aienus-Lecerf, 1995, esos momentos, como demuestra,
Prado, 1986, 83), se mantiene un 59, fig . 18; Foy, 1995, 203, fig. nuevamente, su ha llazgo en los
origen renono poro estas produc- 12, 122). Se trata de cuencos con niveles biza nti nos localizados en el
ciones esmeriladas, que se centran un medallón central, en los que se Teatro ro mano de Cortogeno
o mediados del siglo IV d.C., y en represento el cri smón en formo de (Sánchez de Prado, 1999 , fig. 4,
los que vemos un uso frecuente de cruz y glóbulos en los ángulos, o su 3- 6).
mollas reticulodos y círculos ovalo- alrededor otros bandos decorados. Fina lmente, trataremos uno
dos dispuestos siempre alrededor Este tipo de producciones se atribu- pieza singu lar que procede, al
de un temo cen tral figurado, como ye a tallere s regionales (Foy, 1995, parecer, del área funera rio locoli-

220
El v1drio en l/ic1
lo lunc<onolidod del obielo

M' DOLORESSÁNCHEZ DE PRADO

zada en el sector 6-F (Ramos gos macizos que caracterizan a polis de Vistalegre (Aspe, Alicante)
Fernández, 1974, 114). Se trata algunos recipie ntes a partir de fines o la de Alcalá de los Gazules
de un ungüentario de cuerpo globular del siglo VI d.C. (vid. Foy, 1995, (Cádiz), que han sido fechadas en
con un alto cuello cilíndrico y labio formas 23b y 27) . Todo ello nos el siglo VIl d.C. (Sánchez de Prado,
redondeado reentrante. El pie está sitúa, de antemano, en unos contex- 1984, 85; Gamo, 1995, 301 ss .,
formado por un alto vástago maci- tos plenamente visigodos, que son figs. 1,5 y 2,3). El hallazgo de esta
zo, moldurado (Sánchez de Prado, corroborados plenamente por la pieza , de cronología claramente
1984, fig. 3, 4). Este tipo, que no avanzada , en una necrópolis
aparece recogido en la tipol ogía bajoimperial, hay que rela cionarlo,
general del vidrio romano (lsings, posiblemente, con el uso dilatado
en el tiempo de ese espacio funera-
rio, que abarcaría desde el siglo IV
hasta el VIl d.C., como se ha docu-
mentado en otros casos, pudiendo
citar la necrópol is de la Almoina
(Valencia) o la del Muntayar
(Jávea, Alicante) (vid. González,
200 1, 222 SS. y 346 s.).
Frente a la gran variedad técni-
ca , tipológ ica y funcional del vidrio
altoimperia l, el correspondien te a
las dos últimas fases de la ciudad
engloba un repertorio muy reduci-
do, con unas ca racterí sticas muy
homogéneas en cua nto a color y
técnica de fabricación, correspon-
diendo fu ndamenta lmente a reci-
pientes para beber, principalmente
relacionados con el consumo de
vino, como los vasos troncocónicos
o elipsoidales, lisos o decorados
con gotas aplicadas, los platos o
cuencos bajos, generalmente en su
variedad lisa o decorados con talla-
21
dos o con hilos fundidos, y sobre
todo copas, relacionadas, además,
con una posible funciona lidad
como lámparas para ilum inación.
Pero, mientras que la cristale-
ría, que caracteriza la vajilla de
1957), parece evolucionar del mesa durante el siglo IV e inicios
Ungüentario globular con pie alto moldurado,
ungüentario globular (lsing s, tipo del V d.C., eng loba, por una parte,
soplado, color verde-amarillento
1O1), que suele documentarse en productos funcionales de fo rmas
algunas necrópolis visigodas (vid. muy simples, caracterizados por
González, 200 1, fig s. 44), al que similitud que guarda este ejemplar una baja calidad, resultado de su
se le ha añadido un pie de conside- con otros procedentes de ambientes fabricación con un alto porcentaje
rable altura, que recuerda los vá sta- funerarios , pudiendo citar la necró- de vidrio reciclado en pequeños

221
talleres locales, por otra, encontra- VIl d.C., en la que el recipiente de estad io del recipiente de vidrio
mos ciertas producciones que son vidrio se caracteriza por una cali- documentado en 1/ici vendría carac-
importadas desde los grandes talle- dad cada vez más baja, con un te rizado por la frecuente asocia-
res vidrieros de Colonia e Italia , repertorio cada vez más limitado y ción entre vasos altos, cuencos
como demuestran los hallazgos de carente de originalidad, destacan- bajos decorados con hilos fund idos
los vasos de "cabujones" o la páte- do la ausencia completa de cual- y copas u otro tipo de recipientes,
ra tallada del Porfus 1/icitanus, que quier producción de lujo, imponién- como el ungüentario, dotados, en
nos está documentando, además, dose, definitivamente, el pequeño cua lquie r caso, de un vástago de
la progresiva decadencia de 1/ici, taller local como productor de una cierta altura, siendo todo ello índ i-
que marcará el carácter de la últi- línea muy sencilla, en la que prima ce suficiente pa ra propone r un con-
ma fase de la ciudad, que abarca- la funcionalidad , destinada a una texto que alcanza de fo rma clara el
ría parte del siglo V hasta el clientela poco exigente. El último siglo VIl d.C.

Pátera procedente de Santa Polo .


Museo Arqueológico Nacional.
Archivo fo tográfico MAN

222
LA BASÍLICA CRISTIANA DE ILICI

RoBERTO LoRENZO DE SAN RoMÁN *

S{;? 1 8 de agosto de 1905, y ba jo la dirección del


L joven a rqueólogo francés Eugene Albertin i -por
entonces adj unto del catedrático de arqueolo-
gía e historia del arte Pierre Pa ris- se excavaba, por con-
sejo del archivero y arqueólogo local Pere !barra, en un
punto de la loma de L' Alcúd ia " donde años atrás la
azada había señalado la presencia de un mosaico al
plantar una higuera " . A un metro por debajo de la super-
ficie cultivada apareció dicho mosaico y, tres días más
tarde y desescombrada la planta, se intuyó un edificio
que interpretaron como basílica cristiana, cali ficándolo
como el más importante descubrimiento efectuado en la
loma hasta el momento .
El edificio en cuestión -que actua lmente puede con-
templarse in sifu, p rotegido el pavimen to por una cubier-
ta a dos aguas- se encuentra en la zona sur deL' Alcúdia,
•Área de Arqueología. Universidad de Alicante
a 240 m al sur de las termas occidentales excavadas por
Este trabajo se ha realizado en el marca del proyecto de investigación BHA 2002· Pere !barra en 1890, y a 158 m al oeste del punto en
02028 De 1/ici o Elo. Un proceso de transformación culturo/ en el sureste de lo
donde apareció la Dama d 'Eix en 1897. Tal y como lo
Península Ibérica, de la DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y se ha
linanciado en porte con fondos FEDER. vieron sus descubridores en 1905, presentaba un suelo
de mosoico con forma de cuadrilá-
tero de 10'90 x 7'55 m orientado
este-oeste, con un pequeño ábside
centrada en el lado de levante y un
portal de cantería de 1 '35 x 0'50
rn a poniente. El mosaica, lo que
rnás llamó su atención, aparecía
únicamente cerrado, y tan sólo por
los restos de la cimentación de las
paredes, al norte y oeste, y no pavi-
mentaba al ábside ni tampoco los
ángulos de levante; ni el de la
izquierda -visto desde el ábside-
donde se apreciaban una especie
de escalones en forma de arco, ni
el de la derecha del que nada se
conservaba.
A partir de las dos actuaciones
arqueológicas llevadas a cabo en
1905 -anotemos que el auténtico
excavador de la basílica fue
Eugene Albertini aunque algunos
días recibiera la visita de Pere
!barra, y que sólo después de mos-
trarse completa la superficie del
mosaico excavó este último el ábsi- La planlo de la bo>ílico según Alberlíni, !borro,
Puig i Codolfoch y loluenle
de en solitario- y las posteriores
desarrolladas por Alejandro Ramos
a mediados del siglo XX, así como mediante muros de unos 70 cm de cuatro metros de anchura, que se
por diversas publicaciones de éste anchura compuestos por sillare¡os reduciría can el tiempo, con aceras
último, podemos intentar una cuadrangulares. Dichos muros, al de piedra y una pavimentación de
reconstrucción del proceso creacio- menos en su base, fueran primero grava y roca, flanqueó el edificio
nal y la evolución del edificio que, estucados con revoco blanco salvo por el sur a lo largo de toda su his-
al estado actual de la investiga- al este, pared que fue diferenciada toria.
ción, no puede ir más allá de la con estucado negro, y luego aco- El pavimento, descrito por
suposición. De esta manera, en una gieron en su interior un pavimento Enrique Ruiz Roig corno un opus tes-
zona que se intuye marginal dentro de mosaico policromo, dejando un sel/atum realizado con teselas cua-
del -todavía- descon?cido esque- portal de cantería al oeste y -pudie- dradas de unos 14 mm de ancho, y
ma urbano de la 1/ici bajoimperial, ra ser que desde el primer momen- con una policromía de blanco
y sobre unas construcciones prece- to aunque también se ha supuesto como fondo, negro azulado en las
dentes parece que amortizadas y que fuese posterior, del siglo V o líneas dominantes del dibujo, y
niveladas, en un momento aún del Vil- un ábside en su extremo amarillo claro, amarillo oscuro,
indeterminado pero probablemente este, compuesto por un muro de rosado, siena tostado y gris en el
hacia la segunda mitad del siglo IV unos 60 crn de anchura de mam- resto de planos, se organizó en tres
como más adelante veremos, se postería y material de derribo, que franjas longitudinales de diferente
preparó un terreno llano en el que nacía 1O cm más baja que el anchura y decoración, bien descri-
se levantó un edificio rectangular mosaica. Una calle preexistente de tas por Pere lbarro en 1906 y
lo bosilico cristiana de lhci

ROSERTO LORENZO DE SAN ROMAN

Epigrale griego.

de sus dos líneas: "nP [... ]EYXII


AAO" . De la tercera inscripción ,
ubicada dentro de una cenefa y
perdido el centro, se leían 15
letras: "EYnAO IA CYCY I' (... ]
YXA".
La inicia l impresión de sus
excavadores fue la de encontra rse
an te un templo cristia no - biza ntino
para Pere lbarra por el uso del grie-
go-, algo apoyado por el ábside.
Pero Eugime A lbertini leyó en 1907
las palabras kai presbite/ ron defor-
madas, y pensó ha llarse ante una
sinagoga . Y los siguientes estudios
bebieron obligadamente de aque-
Mosaico de lo basílica, según dibujo del llas primeras fotografías y transcrip-
Instituto Arqueológico Alemón, Modrid
ciones pues, por el imparable expo-
lio de las teselas, el edificio fue
ampl iamente analizadas por Pere La primera inscripción , a la en terrado el 6 de septiembre de
de Palol en 1967 . Su principal derecha del ábside , se muestra 1907 por conse jo -y para tristeza-
ca racterística -y segu ndo pila r, dentro de un doble rectángu lo e de Pere lbarra. Helmut Schl unk, tra-
junto con el ábside, de la interpre- bajando precisamente sobre dibu-
tación del ed ificio como religioso- jos remi tidos por éste último en
son las tres inscripciones compues- 1930, en 1948 difundió la posibili-
ta s por, en palabras de Enrique Epigrole griego dad de hallarnos an te los archonfes
Ll obrega t, " un mosaicista que y los presbyferoi, personajes carac-
debió de copia r a su albedrío un incompleta en sus inicios, afectada terísticos de las ceremon ias propias
cartón en el que sólo veía dibujos y por la destrucción que ocupa todo de las sinagogas. Pero ese mismo
cuya lectura desconocía". Escritas el cen tro del mosaico. Conservaba año, " con motivo de celebrarse en
en un griego bastante relajado en 21 letras acabando con una pone- Elche, en mayo de 1948, el IV
cuan to a su ortografía se refiere, la en forma de hoja de hiedra : "[ ... ] Congreso de Arq ueolog ía del
estas tres inscripciones han a rticula- XHOXO! TW! KE nPEBYTCPWN • "· Sudeste Español", A lejandro Ramos
do durante muchos años el gran La segunda inscripció n se encuen- desenterró el mosaico para los con-
debate sobre la adscripción relig io- tra enmarcada en una fabula ansa- gresistas y amplió la excavac ión y,
so-cultural del edificio según se fa, orientada a la puerta y de espal- entre muchos otros, Helmut Schlunk
viese basílica cristiana o sinagoga das al ábside, a 3,25 m, y sólo pudo ahora estudiar el mosaico in
judía . conservaba 8 letras en la primera sifu y cambia r de opinión en un

225
opúsculo prácticamente desconoci- Pro bablemente prod ucto de
do de 1952, gracias especia lmente una larga utilización, con el paso
al motivo marino que, parcialmente del tiempo se sucedieron las repa-
perdido pero sin paralelo alguno raciones del mosaico de la basíli-
en sinagogas, acompañaba a la ca. 1/ici se convirtió en sede episco-
inscripción . Recientemente, Juan pal y más tarde en tró en la órbita
Carlos Márquez y An tonio Poveda bizantina, y la evolución del edifi-
han sugerido que en dicho motivo cio bajo el dominio del Imperi o
perdido se represente una parte del Romano de O riente parece proveer-
conocido C iclo de Jonás, ind icando lo, a finales del siglo VI, de una
además que podría ponernos sobre mesa polilobulada de tradición
la pista del paso hacia un descono- oriental. Pero no parece haber
cido bapti sterio, a l relacionar el grandes reformas hasta que en el
motivo con la última interpretación sigl o VI l, anexionada finalmente
de Helmut Schlunk de la inscripc ión 1/ici a l Reino Visigodo, se encasta-
como " un feliz via je te [deseamos) ron en el mosaico dos piedras irre-
(... )" , de posi bl e simbolismo g ulares de unos 70 x 85 cm, con
sobre el tránsito que supone a l neó- dos pequeños agu jeros respectiva-
fito la conversión cristiana. mente, alineadas amba s a más de
Paralelamente, en 1978 Helmut 4 m del lado este y separadas entre
Schlunk y Theodor Hauschild a rgu-
mentaron que las primeras letra s de
la primera inscripción - ... icheo-
chontes- no podían hacer referen-
cia a esos ancianos archontes, y
que los presbyteroi podían, a su
vez, ser también persona jes pro-
pios de la liturg ia cristiana. La pri-
mera interpretación del térm in o pro-
seuché como "sinagoga" fue supe-
rada en aquel mismo trabajo al bus-
car y encontrar diversos paralelos
en otras basílicas paleocristianas.
Así pues, la interpretación del
edificio como basílica cri stiana
desde su fundación, superando la
teoría clásica y más extendida de
Pere de Palo! de 1967 sobre una
sinagoga que tardíamen te se hubie-
ra convertido en basílica , se ha
impuesto en la historiografía de 1/ici
de una manera rotunda , y en un
proceso impa rable desde que el
mejor defensor de la identificación
como sinagoga cambiara de Canceles o celosías

bando en 1952, y su nueva refle-


xión se difundiera en 1978 .

??J.
sí por 1 '70 m, puede que para "pues sólo se han encontrado frag- oeste-este así como el motivo mari-
aguantar un espigón y conformar mentos de vasijas muy bastas", no -cuando éste ya se había perdi-
una transenna o balaustrada que mientras que "!os esqueletos se do o eliminada-. Tombién encontró
separara a los fieles de lo parte hallaban sobre la tierra, en direc- otro muro tangente por detrás ol
sacra del santuario mediante unos ción este-oeste, estando la cabeza ábside, pero un pié mós bojo que
canceles de piedra, o quizás poro al este"; una orientación extraño y éste y de muy peor resolución, y a
funcionar como soportes de colum- minoritaria. Una sexta tumba, inédi- ambos -el que sobrepasaba el
na. De esta época también serían ta, parece romper el pavimento de mosaico y el tongente ol ábside-
los fragmentos de losas de arenisca mosaico en su parte sudoeste, recu- los consideró tardíos, aunque ya en
talladas a bisel que, tradicional- biertas sus poredes de mampostería 1909 Josep Puig i Cadofalch supu-
mente interpretadas como canceles, pero sin ningún enterramiento cons- so que con aquel muro se enmarca"
puede que tuviéramos que suponer- tatado. Y por el momento sólo se ba el ábside en un rectángulo, y
las celosías y, recordando que puede sugerir una mayor extensión ésa es lo opción que ha triunfado
olgunos frogmentos los encontró para la necrópolis y un número de en la historiografía posterior.
Alejondro Romos inmediatos ol tumbas superior a las seis constato- Finalmente, y yo respecto a los
exterior del ábside, ubicorlas en el das, pues éstas se hallobon protegi- procesos destructivos de la fase de
propio ábside o en la pared este, das del laboreo agrícola por unos abandono y ruina del edificio,
recortando la luz y visibles poro ''árboles viejos", mientras que lo Eugene Albertini nos transmitió lo
unos oficiantes y un público que escasa profundidad -25 cm- en la existencia, en el poquete de tierro
celebrara misa mirando al este. que aparecieron facilitaría sin dudo de 1 m que cubría el povimento, de
A lo largo de lo Antigüedad la destrucción de otros potenciales tres frogmentos de capiteles corin-
Tordía los lugares de culto fueron enterramientos, y sólo algún testi- tios -uno de 38 cm de oltura- y de
progresivamente asociándose con monio aislado parece ponernos un por de frogmentos de volutas,
los lugores de enterramiento y, de sobre la pista de uno posible gran de un timbol de columna no estrío-
esta manera, las tumbas en derre- extensión que alcanzara los 50 o da y de muchos restos de aquellas
dor o incluso dentro de los templos 60 m en torno ol ábside para esto posibles celosías de arenisca talla-
resultaron comunes a lo largo de necrópolis tordío. das a bisel. Los muros de lo basíli-
los siglos IV-VIII, pese a las prohibi- Poco más conocemos sobre la ca fueron sin duda expoliados, y
ciones conciliares existentes. La basílica cristiana pavimentada de Alejondro Ramos tuvo en 1948 "la
basílica cristiana de l' Alcúdio no mosaico de 1/ici, y lo que podemos sensación de estar alterados los
iba a ser una excepción, e inmedia- afirmar es bien poco. El edificio niveles al hacer los cimientos del
ta a su ábside se encontró uno parece superor ese siglo VIl de muro [norte] del mosoico y a la des-
poco estudiada necrópolis que, de reformas casi diríamos que litúrgi- trucción del misma". los sillarejos
manera genérica, se ha ubicado cas, y aún vivió otros, pues Eug6ne serían reutilizados en otras cons-
entre los siglos V-VIII, sin que ol Albertini describió un mura de apa- trucciones mientras que la peor cali-
estado actual de lo investigación riencia bastonte irregular, de 60 dad del aparejo del muro del ábsi-
una moyor precisión resulte posible. cm de anchura y conservado entre de la conservó o uno altura máxima
En una zona que, por encon- los 30 y los 85 cm de altura, que, de 1 m, desaparecida, esa sí, en lo
trarse próxima al ábside de una sobrepasando el pavimento de zona de cantocto con el muro del
basílica -necrópolis ad sonetos-, mosaico hasta llegar a 50 cm del este que cerroba el pavimenta, y
resulta privilegiada para el enterra- muro del ábside, y flanqueado en qu1za así explicaríamos que
miento, Alejandra Ramas excavó su parte sudeste par dos piedras Eugene Albertini precisara que la
en 1950 cinca fosas de pequeñas desbastadas a la manera de esca- tierra comprendida entre el ábside
dimensiones sin "restos ni huellas lones para ganar una altura de y el mosaico había sido removida
de madera, clavos ni otros indicias 075 m, cubría el mosaica tapando "depuis l'épaque antique" con una
de cajas a féretros para su enterra- toda la parte central de la franja acumulación de piedras bastas
miento", prácticamente sin ajuar sur en una perfecta dirección arrojadas allí a propósito. Por otra

227
del Instituto Arqueológico A lemán
de Madrid se levantó el pavimento
conservado de su ubicación origi-
nal, montándolo en planchas de
cemen to de 3 m2 , y así se pudo
excava r a finales de los años
ochenta por debajo de la plan ta
basilical, exhumando el considera-
do templo ibérico y recolocando
posteriormente los muros de la basí-
lica. El mosaico debió, sin embar-
go, esperar a lgunos años más
hasta que, con motivo de la restau-
ració n y protección bajo techumbre
del edificio basilical, fue nuevamen-
te montado en el suelo, conformán-
dose la planta del ed ificio que
actualmente se puede contemplar.
Lo basílica, desde el Este Para finalizar, acabaremos este
apartado referido a la basílica resu-

un importante yací- miendo la argumentación con que


parte, por las excavaciones de Pere p arte de . recientemente hemos propuesto una
como 1, g"tco Descubterta y
!barra sabemos que en el relleno . rqueo o ·
mtento a 1905 su existencia datación fundac ional ha cia la
del ábside quedaron " una basa da en ' . segunda mitad del siglo IV o el
excava t patrimonto
t de nuesro
ática en piedra de cantería, y dos cambio al V, más tardíamente de lo
como par e ·do fácil , pues desde
sillares sueltos" pero, aunque atrac- tampoco ha st d que sugerían las últimas investiga-
. , h ta el momento e
tivo, resultaría aven turado relacio- vacton as
su exca 1 mosaico ciones efectuadas sobre el edificio.
1 nuevamente, e
nar el hallazgo con el altar desapa- 1
ocu taro 1 s extensión, Helmut Schlunk y Theodor
recido. El muro tangente al ábside d". muchas tese a y
per to 1 so que formaba el Hauschild ya apu nta ron que la
0
Y el que atravesaba el mosaico, e incluso la · debió basí lica cristiana de 1/ici fuera la
1 de cantería alguten
anulando 0 modificando la distribu- más antigua conoc ida de la
porta harla antes de ente-
ción del espacio de una fase ante- aprovec Península Ibérica , y todos los estu-
querer 1907 pues e1
rior, también sobrevivieron al expo- el edificio en '
rrar d R s ya no dios posteriores se han hecho eco,
- 1948 Alejan ro amo ,
lio pero en cualquier caso, tras el ano t y segun matizadamente o no, de dicha
, Por otro par e,
último viaje para aprovechar su la encontro. d 1926 suposición, hasta que en 1995
d e Pere !barra e '
piedra Y tras la última visita esporá- pa 1a b ras 1 t Rafael Ramos propuso una data-
. "en frondosas pan a-
dica del lugar, el olvido se apode- p or converttr 1 . 1" ción absoluta para la fundación del
. frutales, oque erta '
ró del arruinado edificio y de la ctones de · d edificio en el año 322 , apoyándo-
·f rentes roturactones e
antigua ciudad episcopal de 1/ici, diante d1 e 1 se en dos monedas aparecidas
me . destruyeron os
que como realidad urbana fue apa- los años vetnte se d de la cuando la última consolidación de
sogra os
gándose a lo largo del siglo VIII " pa redones los muros al este del ábside, y supo-
,. " robablemente refirién-
hasta la pérdida total de su pobla- Bastltca ' P · · asomase niéndolas un depósito fundac iona l.
, bside que qutza
ción, e incluso del eco en la memo- dose a 1 0 - d s Actualmen te esta datación se hace
. . Bastantes anos e -
ria d e las gentes que continuaron superf tete. difíci lmente sostenible por la fa lta
en 1 uevas excavaciones
habitando la zona. ués de as n de pruebas a favor de un depósito
p . d Ramos de 1948 y
Ahora la basílica pavimentada de Ale¡an ro d fundacional y por la propia extraor-
d volvieron los restos e
de mosaico de 1/ici ha vuelto a la 1949 :,~e e la luz con la ayuda dinaria perduración de la s mone-
vida , aunque sólo parcialmente y la bast tea a ,
Lo balilico cristicno do llid

ROBERTO LORENZO DE SAN ROMAN

das romanas del siglo IV, bien estu- sig lo 111 y la crisis generalizada con
diada por Teresa Marot. invasiones bárbaras, etc, que hacía
Por otra parte, no puede defen- de la Antigüedad Tardía un momen-
derse una fecha tan precisa porque to de decadenc ia , ha sido supera-
faltan los datos necesarios para da y con textualizada . En el siglo IV
poder afirmar una u otra datación, la vida urbana se conserva, combi-
básicamente por culpa del desco- nada por la aristocracia con la vida
nocimiento que envuelve al edificio, vi/loe, y en las proxi-
en suntuosas
así como por la ausencia de una midades de 1/ici son varios los
estratigrafía fiable con unas relacio- casos consta tados de mansiones
nes claras entre estructuras, pavi- con ricos pavimentos de mosaico
mentos y materia les aparecidos, que conocemos gracias a los dibu-
que no se obtuvo en ninguna de las jos de Aurelió !barra. Del estudio
antiguas excavaciones. Y, por de dichos mosaicos Helmut Schlunk
tanto, los futuros estudios que pue- dedujo en 1948 que el de la basíli-
dan realizarse sobre el edificio ten- ca fue " labrado por artífices que
drán que basarse forzosamente en pertenecían todavía a la misma
para lelos constatados en momentos escuela o tradición " en el siglo IV,
y lugares próximos -pero no única- y Pere de Palo! confirmó en 1967
mente del mosaico como ha sido que el pavimento de la basílica no
tradición, sino también de la planta podía diferenciarse del resto de tes-
y otras características constructi- timonios locales del siglo IV, preci-
vas- a la luz de las nuevas informa- sando una datación hacia la segun-
cio nes que sobre la arqui tectura tar- da mitad o fi nales del sig lo IV
día tenemos cada día, rev isando según el análisis del motivo central.
los estudios ya efectuados y relacio- Esta última datación se vería confir-
nando el edificio con las últimas mada por el paralelo más inmedia-
aportaciones provenientes de otras
partes del yacimien to.
Así pues, como un problema no
resuelto y arrastrado desde 1905,
la cronología fundacional de la
basílica resulta insegura aunque
apuntaremos una hipótesis de tra-
bajo, todavía en el terreno de la
pura especulación, basada en las
características del pavimento musi-
vo y, en menor medida , en las pro-
pias del cristianismo entendido
como hecho social y en el contexto
Monedas encontrados en lo basílica
de su constatación en las ciudades
mediterráneas de la Hispania ta r-
dorromana, en las que ahora no
entraremos por cuestión de
espacio.
Mosaico de Algorós, según A. lborro, 1879
La imagen catastrofista de rup-
tura con el mundo romano en el

229
to que conocemos para el mosaico menos en cuanto al pavimento- un templo cristiano construido en la
de la basílica, el procedente de la como las más importantes víllae segunda mitad del siglo IV, quizá
villa de Algorós (!barro, 1879, contemporáneas del entorno. Así cerca de los momentos finales del
lámina XXI) que, con "una disposi- explicaríamos probablemente la siglo, que culminarían en 395 con
ción idéntica" para Helmut Schlunk, ubicación marginal dentro del la implantación de la nueva reli-
ha sido datado ·por Rita Mondelo esquema urbano ba¡oimperial, gión como la única pública o, inclu-
hacia la segunda mitad del siglo IV según Xavier Barral una caracterís- so, a principios del siglo V; crono-
"por el estudio de los esquemas y tica de las primeras iglesias a fina- logía que concuerda mejor can la
motivos decorativos". les del siglo IV o principios del V -a situación del con¡unto de Hispania
Aunque en 313 el Edicto de veces al lado mismo de las mura- para esas siglos.
Milán autoriza el culto, a lo largo llas-, salvo en la substitución de Como reflexión final recuperaría-
del siglo IV el fenómeno religioso, céntricos templos paganos preexis- mos la idea de la ubicación margi-
social y económico del cristianismo tentes. nal para plantear la posibilidad de
estuvo restringido a una "minaría Esta hipótesis no entra en con- que la basílica pavimentada de
urbana de clase alta" en palabras tradicción con lo poco que sabe- mosaico no fuese la futura sede
de Enrique Llobregat, y sólo en 395 mos del con¡unto basilical, ni por episcopal ilicitana -como indirecta-
el codex Theodosianus implanta el los paralelos formales del mosaico mente se ha supuesto casi desde el
cristianismo como única religión o la interpretación del motivo mari- momento mismo del descubrimien-
pública, aunque aún tardaría siglos no como correspondiente al Ciclo to-, sino tan sólo una iglesia más.
en imponerse como tal. En este con- de Janás, ni por la posición proba- Puede que la primera, sí, pero no la
texto resultaría difícil que en 322 la blemente marginal del edificio y su más importante cuando, a lo largo
minoría cristiana de 1/ici tuviera larga utilización -constatada en las de los siglos V-VI, la cristianización
toda una iglesia con un rico pavi- numerosas reparaciones y refor- de la ciudad sea ya total y, sin
menta de mosaico que rivalizaría mas-, ni tampoco por la informa- duda, los grandes templos paganos
en esplendor con los todavía vigen- ción post quem proporcionada por y la zona del antiguo lorum -no
tes templos paganos. Pero, de las dos monedas del supuesto depó- indudablemente identificado para
acuerdo con nuestra teoría, avan- sito fundacionaL Por tanto, cobra el caso de !Irá- cobren un fuerte
zado el siglo IV las primeras comu- fuerza la posibilidad -planteada protagonismo al erigir una catedral
nidades cristianas de 1/ici yo pudie- desde hace años en diversos traba- y un consecuente palacio episco-
ron adquirir un solar, casa o casas jos que la historiografía actual deja paL Es decir, cuando se produzca
abandonadas y/o por derruir, y injustamente envejecer entre el la auténtica y definitiva cristianiza-
construir un templo tan lu¡oso -al polvo y el olvido- de hallarnos ante ción del paisaje urbano.
Los OBJETos METÁucos

MERCEDES TENDERO PORRAS*


GABRIEL LARA V IVES*

esde su nacimiento a l calor de una fragua ,


en el fondo de un crisol o bajo el martilleo
incesante del forjado, muchos siglos de vida
oscura bajo la tierra aguardan a los ob jetos de metal
hasta que se produce su descubrimiento. En el mejor de
los casos se habrá producido una transfo rmación de sus
ca racterísticas debido a la oxidación, que depende del
tipo de suelo o ambiente en que se encontraba deposita-
do. En otros casos, el hallazgo no se produce bajo tierra,
sino entre las caj as de almacenamiento de los fondos de
un museo, o entre los miles de ob jetos que puebla n sus
vitrinas. El azar ha determinado que sean éstos y no otros
los remanentes de un pasado histórico metá lico, pues la
propia naturaleza y va lor de los objetos provocaba hace
va rios sig los -y lamenta blemente aún en la actualidad-
• Fundación Universitario de Investigación Arqueológico lo Alcudia su constante reciclaje y fundición, cua ndo no la venta a
•Área de Arqueo/agio. Universidad de Alicante
coleccionistas particula res. Si bien la transformación de
Este trabajo se ha realizado en el morco del proyecto de investigación BHA 2002· sus cualidades físicas y de su aspecto produce una merma
0202 B De 1/ici o Elo. Un proceso de transformación culturo/ en el sureste de lo
Península Ibérico, de lo DGICYT del Ministerio de Ciencia y Tecnologlo, y se ha de in formación importante, la mayor pérdida sucede
financiado en porte con fondos FEDER. cuando no podemos adscribir los ob jetos a ni ngún

?1 1
contexto arqueológico. En ese también en estos momentos de
momento podemos recurrir tan sólo época plena ibérica (Sanz ef alii,
a una identificación funcional de los 1992, n2 25), como demuestra el
mismos y a establecer unas pautas hecho de que una de éstas sujete la
generales para su cronología. camisa interior de la Dama de
Elche. Otros elementos característi-
IBERIA cos son los broches de cinturón,

"Estando dicha región provista de tan-


los productos se d ebe elogiar y admirar no
menos, sino más, la ab undancia de sus
metales. Porque todo el país de los Iberos
<D como LA-1482 , un ejemplar de
bronce decorado con bandas de
motivos entrelazados
empleo se documenta en esculturas
de guerreros procedentes
3
, cuyo

del
está lleno de ellos (.. .1" Estrabón, 111 , 2, 8 . Conjunto de fíbulas ibéricas mismo yacimiento.
La aparición de exvotos se rela-
La explotación y uso de los su empleo en objetos de adorno ciona con la existencia de ofrendas
metales se remonta a la Prehistoria, personal y en la creación de ofren- en lugares de culto. La personali-
cuyos momentos fina les, debido a das para las divinidades. El hallaz- dad de estos objetos manifiesta por
la proliferación del mismo, se deno- go de diversas piezas en La
mina Edad del Bronce. La difusión y Alcudia se enmarca en esta tenden-
perfeccionamiento de su tecnología cia ya observada en el resto de
incide de forma directa en la cali- yacimientos. Es el caso de LA-7 61 ,
dad de los productos, que ya en LA-782 y LA-785 , tres fíbu las anu-
estos momentos se convierten en lares con paralelos en las cercanas
símbolo que marca la desigualdad regiones de Albacete y Murcia. En
social y la diferencia de rango el primero de los casos 2 se trata de
entre los que lo ostentan y el resto . una fíbula de navecilla correspon-
En las tierras alica ntinas conoce- diente al tipo 4 de Cuadrado, en su
mos varios ejemplos que ilustran variante b (Sanz ef alii, 1992,
este fenómeno, como sucede con el n2 79), datado en época ibérica
famoso tesoro de Villena (AAVV, plena ; la segunda es un tipo cono-
2001 a) o las hachas de bronce cido como fíbula de timbal, recono-
1
procedentes de La Alcudia • El des- cida en la clasificación de E.
arrollo de la metalurgia en este Cuadrado como tipo 2, variante e
mismo territorio tiene como motor la (San z ef alii, 1992, n2 32) y del
Exvoto en form o de pierna humana
presencia de contingentes fenicios siglo IV a.C. , mientras que la terce-
en la desembocadura del río ra corresponde a un tipo frecuente
Segura, cuya influencia se eviden- una parte su calidad técnica y por
cia en otros puntos del interior, otra la expresividad de los tipos
como sucede en la Sierra de rea lizados . En La Alcudia loca liza-
Crevillente. El desarrollo posterior mos un fragmento de un posible
de la tecnología del hierro revierte exvoto antropomorfo, perteneciente
en la aparición de nuevas armas y a la parte inferior de una pierna.
herram ientas para el trabajo del LA-651 muestra dos fractura s, una
campo, que en época ibérica se a la a ltura de la rodilla y otra en la
diversifican y perfeccionan . parte inferior, correspond iente a la
En época ibérica el bronce planta del pie derecho, por lo que
experimenta una generalización de Fragmento de broche de cinturón podría estar unida a una base para
los ob¡etos metáliCos

MERCEDES TENDERO PORRA~


GABRIH WA VIVES

faci litar su depósito en posrcron sólo con una pieza de este metal recursos m1neros hispa nos se man-
erguida. Su hallazgo en un estrato que pueda relacionarse con el tiene sin cesar, y a la regresión de
4
con cerámica ibérica permite esta- mundo ibérico. Se trata de determinados yacimientos meta lífe-
blecer una cronología anterior a las LA-1659, un colgante con forma ros acompaña la búsqueda y
cerám icas de estilo Elche, es decir, de creciente lunar realizado en una ampliación de otros. A los metales
al siglo 11 a.C. fina lámina. El simbol ismo de esta preciosos acompañan otros como
El oro mantiene en época ibéri- figura está directamente relaciona- el plomo, producto secundario de
ca la preeminencia de momentos do con la fertilidad y determinados la explotación de las minas de
anteriores. Conocemos hallazgos ritos mediterráneos, aunque carece- plata, el cobre y el estaño pa ra la
de matrices y troqueles relaciona- mos de un contexto arqueológico rea lización de bronces, el mercu-
dos con la orfebrería en el territorio rio ... De esta forma , la riqueza his-
inmediato a La Alcudia , proceden- pana fluye hacia Roma d inam izan-
tes de la Sierra de Crevillente 5 , y do las relac iones comerciales de
otras de la tumba nº 100 de la aquellos puntos en los que se cru-
necrópolis de Cabezo Lucero, cuya za n las mercancías dirigidas hacia
amortización debió rea lizarse en la Urbs con las demandadas por
un momento avanzado del siglo IV los mercados hispanos.
a .C. , aunque los paralelos estilísti- La generalización de los obje-
cos demuestran que deben ser más tos de metal en época romana
antiguas (Uroz, 1992, 45). El ajuar Colgante en formo de crecien te lunar alcanza un nivel mayor que en
lo completaba un conjunto de unos época ibérica y se convierten en
cincuenta objetos que incluyen claro que perm ita establecer su per- soporte de todo tipo de mensajes y
herramientas de hierro y bronce tenencia a este período deb ido a su funciones. Desde la difusión de
como sierras, tenazas, yunque ... . mantenimiento en la ornamentación imágenes propagandísticas y sim-
De la riqueza de la orfebrería son de épocas posteriores. bólicas en monedas y esculturas
claros exponentes las representa- hasta la transm i sión de leyes ,
ciones escultóricas de Damas como HISPAN lA decretos y disposiciones lega les en
las de Elche o de Cabezo Lucero. planchas de bronce; desde los uten-
Sus joyas evidencian la continuidad "Polibio, o/ mencionar /as minas de silios de higiene personal al servi-
de modelos or iental izantes a piolo de Corthago Nova, dice que son muy cio de mesa , el roma no pod ía satis-
pesar de la discutida influencia grandes, que distan de la ciudad unos vein· facer sus neces idades con elemen-
helén ica en estos territorios (Éiuere, fe estadios, que ocupan un área de cuatro· tos de metal, bastante más lujosos
1997, 103). cientos estadios, que en ellas traba¡an cua· que otros de cerám ica y materias
La plata no aparece de forma renta mil obreros y que en su tiempo repor· diversas que cubrían las mismas
frecuen te. Esta tendencia se eviden- taban al pueblo romano veinticinco mil drac· funciones.
cia por todo el territorio peninsular, mas diarias" Estrabón , 111, 2, 1O Entre los restos de vajilla metá-
donde constituye un fenómeno pun- lica recuperados contamos con un
tual coincidente con el helenismo La llegada de Roma a los terri- conjunto de piezas pertenecientes a
tardío. Parece que el gusto por la torios de la Pen ínsula Ibérica se varios tipos de vasos rea lizados en
plata se despierta en un momento produce en el contexto de la bronce. Se trata de algunos frag-
final del mundo ibérico, como Segunda Guerra Púnica, y la con- mentos de asa de skyphoi-
demuestran las sofisticadas piezas quista de Carthago Nova y los terri- LA-13 7 4, LA-2031, LA-3118 y
de vajilla local izadas en Tivissa torios bajo la órbita de los Barca LA-3121- que pertenecen a diver-
(Tarragona), Santisteban del Puerto supone la incorporación de impor- sos tipos de copas para beber fre-
(Jaén) o los torqu es de inspira ción tantes distritos mineros de los que cuentes en contextos ta rdo republi-
celtibérica de diversas ocultacio- obtener una rápida ganancia. Esta canos y augusteos (Sedlmayer,
nes. En La Alcudia con tamos tan dinámica de explotación de los 2002, 366, fig. 2, nº 8 y fig. 2,
n9 7), aunque su continuidad en por el que pasa el asa en cada uno
momentos posteriores es bien cono- de sus extremos. Las asas pueden
cida (Beltrán el alii, 1998, 564, ser de varios tipos, como vemos al
fig . 261 , nQ3) . observar LA-3277, LA-3275 o
Son también destacables los LA-3276 . Resu lta difíci l precisar la
restos de sítulas, un tipo de reci- cronología de estos hallazgos debi-
piente metálico muy similar a los do al éxito de este tipo de recipien-
tes, pues desde su aparición su uso
se prolonga hasta momentos de la
tardoantigüedad, siendo frecuente
su reparación en sucesivos ocasio-
nes. Los tipos más senc illos de apli-
ques, como los ya comentados, sur-
gen en el siglo 1 d.C. , aunque exis- Aso con cabezo de Sobozios

ten modelos mucho más elabora-


dos, como LA-3506, cuya datación 14 a , b; Wielowiejski , 1993,
puede corresponder a los siglos 471-472). Otro ejemplar muy inte-
11-111 d.C. Este ejemplar -que por su resante es el asa recuperada el año
cuidado diseño debió pertenecer a 1990 en el sector 5D. El ejemplar
una sítula o ca ldero empleado en presenta en el aplique inferior una
Asas de recipientes algún tipo de ritual o bien formar máscara teatral trágica que repre·
parte del equipamiento de la casa senta una ca beza masculina barba-
cubos actuales y con una versatili- de un personaje con cierto nivel da con el onkos bajo. La unión con
dad que permite encontrarlo en económico- muestra un busto mas- el borde del vaso de metal se real i-
multitud de contextos con funciones culino imberbe que porta en la za siguiendo un tipo de estilizacio-
diversas (Castelo el alii, 1995, cabeza una especie de gorro de nes vegetales, donde dos pequeñas
131-135). Los restos localizados cuyos extremos nacen pequeñas hojas se adhieren a los laterales del
en La Alcudia corresponden funda- alas. Este elemento constitu ye la vaso rematadas en pequeñas volu-
mentalmente a los apliques de sus representación del petasos, y por ta s y una centra l, mucho más
tanto, el personaje podría identifi- ancha , se une directamente al
carse con el dios Mercurio (Ramos borde. En uno de los extremos se
Ferná ndez, 197 4 , 99). produjo una rotura, mientras que lo
Conocemos otros ejemplos de erosión parcial del opuesto no per-
asas figuradas, como LA- 1485 , mite precisar si por deba jo de la
correspondiente a un olpe de tipo hoja de agua existe una estiliza-
6
Ornavasso • Este ejemplar repre- ción correspondiente a algún tipo
senta un personaje masculino bar- de ave, motivo frecuente en este
bado, tocado con un gorro frig io, tipo de realizaciones. El resto del
identificado con el d ios Sabazios asa está decorado con una escena
Aplique en lormo de cabezo de Mercurio
(Ramos Fernández, 1995a, 134, en la que intervienen dos aves zan-
foto 61 ). Existen e jemplares muy cudas que atrapan con sus picos
laterales, que permiten la suspen- similares a éste en diversos puntos una serpien te. Los motivos represen-
sión del asa, de los que contamos del mundo romano, destacando tados remiten a fechas diversas
con e jempla re s sencillos como uno procedente de Morro de pues, si bien la escena de las aves
LA-3278 a y b, de tendencia trian- Mezquitilla y datado por un con jun- zancudas recuerda otra representa-
gular con un pequeño enganche en to de monedas de Obulco en el año da sobre un kántharos del tesoro de
uno de sus lados que sujeta un aro 60 a.C. (Schubart, 1977, 59, pi. Boscoreale -de cronología augus-
los ob¡etos metálicos

MERCEDES TENDERO PORRAS


GABRIEl tARA VIVES

tea-, la máscara trágica masculina soportes por su relación directa con


es un motivo cuya difusión se pro- el servicio de líquidos .
duce a lo largo de todo el siglo 1 y Abundan también los restos de
mobiliario, con apliques figurados
como LA-3505, que representa
una cabeza de león con las fauces
abiertas (Ramos Fernández, 1974,
100). El mundo romano hereda el
significado religioso y funerario
que tenía el león en el mundo grie-
go y adopta además un valor profi-
láctico y apotropaico, por lo que se
incorpora rápidamente a la decora- Aplique en formo de cabezo de león

ción de objetos de la vida cotidia-


na (Galliazzo, 1979, 130).
Además, por su estructura cónica y
eminentemente ornamen ta l, la
cabeza de león se convierte en uno
de los motivos más empleados por
los artesanos, con innumerables
paralelos en época a lto imperial.
Otro elemento destacab le es
LA- 3507, que representa una
Aso con máscara leolrol y oves
cabeza de grifo y que, al igual que
la pieza anterior, pudo formar Aplique en formo de cabezo de grifo
11 d. C. en elementos decorativos parte de elementos de mobiliario o
como los relieves y oscilla de incluso de una empuñadura.
Pompeya (Dwyer, 1982, pi. XXX, Destacan también LA- 1298 y
2 2
n 112 y pi. LV, n 226) o en las LA- 1373, dos cla vos de bronce
antefijas hispanas (Ramos y decorados en uno de sus extremos
Chincoa, 1994, 66-69) . Del por cabezas de cisnes. Este tipo de
mismo modo, el tipo de olpe o clavos con figuras animales conoce
urceus a que perteneció este asa se paralelos frecuentes en época alto
hace frecuente en Italia durante el imperial, con cabezas de león, de
siglo 1 d.C., aunque su difusión no caballo s y otros muchos más tipos.
se produce en las provincias hasta Dos piezas de bronce esma ltadas Clavos con cabezos en
formo de ánade
bien entrado el siglo 11 o 111 d.C. con motivos de colores vivos, una
Aunque no hemos encontrado un circular y otra rectangular, también
paralelo exacto, cabe destacar la debieron formar parte de la orna-
similitud técnica y morfológica con mentación del mob iliario, tal vez de
varios ejemplares procedentes del una pequeña cajita . Este tipo de
pou Cartanya de Tarraco (Roig, elementos surge entre los siglos 11-111
2003), aunque en este caso la ima- d.C., a imitación del tipo de vidrio
gen del aplique sugiere cierta rela- denominado millefiori (González,
ción iconográfica con Apolo antes 1993). Conocemos la existencia de
que con escenas de corte dionisía- una lámina de oro recortada en
7
co, tan frecuentes en este tipo de forma de "O" , LA-1506, que tal lámina de oro
vez pertenece o uno inscripción cuentes en el siglo 1d .C., destocan- El fallus se asocio con el poder
que decoraba uno pequeño cojo . do lo colección existente en de fecundación de la naturaleza,
Existe uno pieza procedente de Pompeyo (Ciorallo y De Coirolis, personificado en el dios Fascinus,
Lo Alcudia depositada como apli- entre cuyos atribuciones destaca lo
que de mueble en el Museo de hacer frente al fascinum o " mal
Arqueológico Municipal de Elche de ojo", producir lo germinación
(Ramos Fernández, 1987, 84), que de las plantas secas y favorecer lo
muestro un pequeño erote sin alas, fecundación de las hembra s estéri-
con los brazos levan tados. Existe la les. El uso personal de estas filacte-
posibilidad adicional de que se rías lo menciona Yarrón 9 . Eran col-
trote de uno representación de gantes que representaban los geni-
Hércules enfrentado con los ser- tales masculinos de diversa s formas
pientes, aunque la composición de y tamaños, normalmente de bronce,
Compás
la figuro sugiere uno actitud más pero tambi én en cosos excepciona-
relajado que lo del héroe infante les de otros metales preciosos, de
(Goll iozzo, 1979, 103-1 04). El marfil y hueso. Estas creencias lle-
temo de los amorcillos se difunde 2 garon a Romo con el helenismo y
1999, 128 , n 98 ; 228) . Sin
en el helenismo tardío y gozo de embargo, el ejemplar ilicitano pre- se extendieron a todo el
gran popularidad en época roma- sento uno decoración de rombos y Mediterráneo occidental. Lo presen-
no en todo tipo de soportes con perlas alargadas que le confiere un cio de estos elementos es frecuen te
diversos significaciones. El reperto- aspecto bastante más cuidado. en contextos alto imperiales, y des-
rio de elementos de mobiliario lo Los objetos de oseo y adorno taco el hecho que en la cultura ibé-
completan tiradores, como personal constituyen otro grupo rica no está documentado el uso
LA-3508, y un nutrido conjunto de destocado. Entre los primeros des- apotropaico del fallus . El uso de
llaves y cerraduras . tacan varios ejemplos de estrígilos esta imagen profiláctico debió
realizados en hierro y utensilios qui- difundi rse con la llegado de los

- rúgicos diversos (Tendero y Loro,


e.p.) . El segundo grupo incluye
romanos (Arasa, 2001 , 246) . El
colgante de Lo Alcudia presenta

~• ~·
desde fíbulas de orco del tipo dos fa los opuestos y unos genitales
Aucisso como LA-3445, propios masculinos en vista fronta l, con
del siglo 1 d .C. (Ettlinger, 1973 , grandes si militudes o un ejemplar
93 , tof. 9, n2 6 ; Erice, 1995; localizado en Barcino (Beltrán de

o Costanyer-Tremoledo, 1999, 309)


hasta colgantes con símbolos fáli-
cos como LA-3598 .
Heredia , 2001 , 180, nº 161) . A
los amuletos fálicos se asociaban o
menudo las campanillas -tinfinna-

Conjunto de lloves y cerrojos

Entre los diversos herramientas


recuperados en los excavaciones
destocamos un hermoso ejemplo de
8
compás de llave , empleado por
todo tipo de artesanos, escultores y Folo de bronce

pintores. Estos ejemplares son fre-


lo• ob¡eto1 metólico•

MERCEDES TENDERO PORRAS


GABRIEllARA VIVES

bula-, ya que se consideraba que donde se guardaban documentos. con un ejemplar del M. A . N . de
el tintineo alejaba el mal de o jo y Estos anillos se d ifunden de forma Madrid datado en el siglo 1 d.C.
reforzaba el ya de por sí poderoso paralela a un tipo de cierre simi lar (Martín de la Torre, 1991 , nº 1), y
amuleto (Galliazzo, 1979; Beltrán a l de nuestra s puertas a partir de algu nos ejemplares simila res de las
de Heredia, 2001, 143). Es por los sig los 11-111 d .C. (Ga lliazzo, necrópolis de A mpu ri as pueden
ello que destacamos la existe ncia 1979, 15 1-152; AAVV, 1991 , dotarse en época de Claudio.
10 2
de estos elementos , aunq ue en el 100 , n 19; Beltrán de Hered ia,
mundo romano la s ca mpa nill as 2001, 171, n2 127). Conocemos SPANIA
tenían una gran variedad de funcio- numerosas noticias sobre importa n-
tes hallazgos de joyas en el solar " Ego Serpenlinus in Chrisli nomine
de la ciudad romana de 1/ici, aun- ecclesiae 1/icilanae episcopus subscripst
que sólo uno de ellos ha sido publi- (Concilium Toletanum IV, a ño 6331
cado con criterios científicos actua-
les (Castellano, 1996). Se trata de La continuidad de los modelos
un con junto de orfebrería localiza- romanos en el mundo tardoantiguo
do en el a ño 1776, entregado al se plasma una vez más en las for-
rey por sus descubridores y com- mas de expresión artísticas de este
puesto por pendientes, colgan tes, momento, pues a pesar de q ue no
Conjunto de campanillos
apliques, collares y anillos de oro, contamos con g ran número de
nes : como ornamento personal , for- perlas y piedras preciosas. hallazgos, la calidad de los existen-
mando parte del vestuario infantil, El metal también sirvió como tes disipa cu alquier duda sobre la
asociadas a elementos religiosos o sepultura en algunos casos, concre- pericia técnica de los orfebres y
a instrumentos musicales. Pueden artesanos de estos momentos.
aparecer también en contextos Debemos recordar el carácter de
funerarios y era frecuente su inclu- sede episcopal que alcanza en
sión como adorno de caballos y estos momentos la ciudad, del
otros anima les domésticos . mismo modo que su capitalidad en
Sin duda, algunos de los ob je- los últimos estertores del domin io
tos de metal ligados más ín tima- bizan tino en la Península Ibérica.
mente a la vida de los romanos Los elementos de adorno perso-
deb ieron ser sus joyas, en tre las nal metálico adquieren nuevas for-
que destaca el empleo de los ani- mas, como sucede con una fíbula
llos, que se llevaban en todos los proceden te de fas termas
12
dedos de la mano, menos en el orientales , del tipo conocido
corazón, ya que se le atribuían
Urna cinerario de plomo
poderes mal ig nos. En cada dedo se
podía llevar uno, dos o tres anillos, lamente en un tipo de enterramien-
nunca juntos, sino d ispuestos a la to en que los restos del difunto se
altura de cada falange. En La introducían en una urna de cristal y
Alcudia contamos con un repertorio ésta se protegía en el interior de
bastante amplio de an illos que van otra urna de plomo. Uno de estos
desde ti pos se nci llos, como contenedores fue localizado en el
LA-3 11 4, hasta otros más especí fi- yacimiento 11 y permanece en depó-
cos, como LA-3115 y LA-3 477, sito con el número de inventario
que corresponden a anillos-llave LA-3704 . Este tipo de urna cilíndri-
que se dejaban a cargo del admi- ca, de base plana y tapa de disco
nistrador para cerra r cofres o cajas plano con borde recto, coincide Fíbula cruciforme
Tesorillo tordorromono. Colección Romos

como Zwiebelknopffibel (Ettlinger, de aro, roto por uno de los lados y oro, de diez gramos de peso, y dos
1973, tipo 57, 141 , taf. 16,14), con una pequeña anilla en su parte enta lles, uno decorado con un gue-
con aspecto cruciforme y los extre- inferior y dos pendientes más de rre ro y otro con un león; así como
mos rematados en una especie de cuya anilla pende un cabujón ova- cuatro cucharas de plata y otros
botones redondeados, datada en el lado orlado por una filigrana ondu- pequeños objetos de cobre. La
siglo IV d.C. A este momento o uno lante y de su parte más estrecha datación del mismo ofrece una
posterior corresponde también arranca un hilo que, liado en espi- fecha post quem de principios del
LA-3661 , una aguja para el pelo ra l sobre sí mismo, termina en un siglo V d .C., debido a la aparición
de plata rematada en uno de sus extremo afilado. Consta de seis ani- de dos monedas de oro de Arcadio
13
extremos por una esfera acha tada , llos de oro, cinco sin piedra y uno y una de Honorio (Ramos Folqués,
cuyos para lelos remiten al tesoro que conserva una imitación de 1949, 513; Doménech, 2003,
del Esquilino, en Roma (Shelton, pasta vítrea de color verde. La 231), y sus paralelos remiten a
1981, 92, n2 48, pi. 47). decorac ión es diferente en cada esas mismas cronologías (Barroso,
uno de ellos aunque todos son hue- 1990, 85-86; Perea, 2001, 194).
cos en su aro, están decorados con Otros elementos asociados son cua-
hilos formando línea s ondulantes, tro cucha ras de pla ta, muy pareci-
sinuosas y variadas combinacio- das a las del tesoro de Thetford
nes, y la caja se apoya sobre cua- (Johns, 1988, 52).

Aguja de plato
tro pequeñas esferas, una en cada Un aspecto muy sim ilar o estos
esquina, observando también el últimas presentan también los que
Pero sin duda el conjun to más empleo de ra cimos formados por forman pa rte de un con junto de
importante de este período es el perlitas de oro. Se añaden a l plata (Loro y Tendero, e.p.) descu-
denominado "tesoro bizantino" mismo varias cuentas de collar, dos bierto en el interior de un pozo del
(Ramos Folqués, 1949), compuesto de malaquita, una imitación de sector 6F e interpretado como un
por varias piezas, entre las que perla, y las demás, de pasta vítrea conjunto de tocador, que según lo
destacan dos pendientes en forma y hueso; un pequeño lingote de noticio de su excavador apareció
lo~ ob¡eto~ metólico~

MERCEDES TENDERO PORRAS


GASRIEllARA VIVES

Conjunto de tocador de piolo

envuelto en un paño dentro de un parte del ajuar metálico presentado sugiere una vincu lación directa con
pequeño cubo también de plata durante los banquetes, e incluso rituales litúrgicos, relacionados con
(Ramos Folqués, 1963). Está com- relacionados con distintos rituales. la preparación de la Eucaristía o la
puesto por un espejo de mano con En la mesa se disponían junto a pla- distribución de incienso. Otro ele-
disco circular y el mango decorado tos y copas útiles como las cucha- mento similar son los coladores,
con motivos vegetales estilizados, ras, que en aquellos casos en los pues su función primordial es la de
una navaja de afeitar con mango que tenían el mango aguzado eliminar las impurezas de determi-
rematado en forma de cabeza de servían para el consumo de huevos nados líquidos. Su vinculaci ón con
pájaro, un vaso de pequeño tama- y mariscos. Otro uso al que se pres- el ri tual del vino es bien conocida ,
ño con tapadera, un instrumento taban era su inclusión dentro y la presencia de este elemen to en
para la higiene dental y auricular, del repertori o de elementos la Eucaristía parece también proba-
un colador y cua tro cucharas. higiénico-san itarios, para la prepa- ble por su hallazgo en los tesoros
A pesar de que los elementos ración de ungüentos y su aplica- anteriormente ci tados. Los cubos o
pueden considerarse propios de ción posterior. Del mismo modo, su sítulas sirven tanto para contener
tocad or, muchos de ellos formaban presencia en tesoros eclesiásticos líqu idos como para la limpieza per-
sonal, a veces relacionad a con dis- Si bien se aludió su probable uso 1950, 36-37) y en momentos ante-
tintos rituales de purificación. El útil como dispensador de polvos de riores (Castoldi, 2002) . Ob jetos Y
doble LA-3204 servía tanto para la talco, su presencia en un ajuar de ritu ales que reflejan la entidad
higiene bucal como para la limpie- mesa reforzaría un posible uso alcanzada por la ciudad en este
za de orejas, un ritual que debía como sa lero. La importa ncia de la momento de su historia.
repetirse durante el transcurso de sal en rituales litúrgicos justifica
las reuniones y banquetes. Su apa- también otros usos.
rición frecuente en diversas oculta- Los paralelos de estas piezas
ciones junto a objetos de la vajilla remiten a modelos que se implan-
de mesa así lo atestigua . La navaja tan a partir del siglo 111 d.C. para la
de afeitar re sponde de forma clara navaja (Marien, 1971), aunque los
a necesidades higiénicas y estéti- pa ra lelos de ocultaciones en
cas, pero también pudo desempe- Britania o Roma del colador y las
ñar un papel importante en ciertos cucharas pueden dota rse desde
ritua les de purificación. El espejo es mediados del siglo IV al V d .C.
un elemen to claramente relaciona- (Shelton, 1981; Johns, 1988) .
do con la estética . El aspecto de su Ejemplares de útiles dobles para la
mango recuerda esquemáticamente higiene aparecen con frecuencia en
la forma de la clava de Hércules , este tipo de conjuntos, como suce-
personaje mitológico al que se de en el tesoro de Kaiseraugst
a lude debido a que la belleza de (AAVV, 199 1b, 294). El mango de
Ónfale le hizo sucumbir an te sus espejo tiene una decoración simi lar
enca ntos y él consintió vestirse de a otros ob jetos del tesoro de
mujer. De este modo, la unión de Carthago (Mundell , 1994 , 52 ,
uno de sus atributo s al espejo nº 36) y el tipo de vaso es simila r a
Aso de bronce
recuerda el poder que e jerce la e jemplos orientales de fechas tar-
belleza. El vaso de plata presenta días. Esta misma función debió
una curiosa tapadera, que debía tener un asa de bronce ,. pertene-
permitir la administración de su ciente a un tipo de vaso documen-
contenido en dosis de diverso tipo. tado en los siglos VI- Vil d.C. (Palo!,

NOTAS
1 1borro, 1879, 32; Romo• Folqué1, 1989, 30-31, Romo• orol (Gonzólez Prols, 1983, 178, lig 39). Esle moTivo coincide 9 De lingvo lorino, VIl, 97· "lo llevan los inlonles poro prevenorse
Fernóndez, 1974, 30. con el que decoro un fragmento de d1odemo 6ureo que formaba de los molelicios ( )"
porte de un tesoro orientolizonle hollado en el mismo yocimien·
2 El de~cubumiento de esto pieza ~e produce durante las excava- 10 LA-1297, 1490, 3429, 3432 y 3601
lo (Gonzólez ProiS, 1976-19781 Olro• do• molrices poro lo
ciones realizados el año 195.4 en ef sector 10 8, aunque no se elaboración de medoflones o colgantes, conocidos como •bron· 11 El hallazgo cotresponde o lo OKCOYOCiÓn de 1950. en. el_ nrvel e
especifko el nivel orqueoJOgico en el Diario de Excavaciones ces Candela•, proceden de uno zona de funcionalidad funero· de lo prolongación de lo calle o! sur de lo bo•iiKo (Droi!O de
jinéditol río en el Comí de Cotral, cerco de Peño Negro (Gonzólez Prots, ExcovociOn, inédito).
3 Aparece con un conjunto de materiales de cronología diveno 1989, 411 n) 12 Fue descubierlo en lo eKCovoción de 2002 en UE 301, un ni;e1
en el interiOJ de lo cloaca situado junto al implvvivm de la 6 Su hallazgo se produce el2 de lebrero de 1952, en lo excavo· wperficiol de relleno del hypocovslvm.
domvs 3F (Romos Folqués, 1953b, 115). ción del nivel E al sureste de lo bosilico (drorio de Excavación 13 Apareció en lo eKCovoción de 1948, durante los lrobo1os en los
4 la pieza aparece en el nivel f de los excavaciones realizados inédito) deporlomenlo• al este do! ábside de lo bosilico, mezclado enl!e
el año 1953 en el sedar 6F, tmezclodo con cerómico ibérico 7 AporeciO en lo e~ecovoción de lo prolongación de lo calle al sur moteriole¡ de un vertedero de época romano !Romos Fo!qués,
pinlodo con motivos típicos de lo Akudio• IDiorio de de lo bo•ilico, y su descubridor lo inlerprelo como porte de uno 1953b. 132)
Excavaciones, inéditoJ.
hebilla de oro (Romo• Folqué•, 1954-1955, 1081 l 4 localizado en uno de los estancias descubiertos en el sed<K liD
S Se treta de un troquel de bronce de secc1ón cuadrado con uno 8 Descubierto durante lo ellcovoción de 2001 en las termos occi· lo habitación H (Romos Folqués. 1962b, 94)
de sus extremos aplastado por morhlleo y el otro con un motivo dentolei, en los ni... eles de relleno supecficioles de lo nolalio,
decorot.vo que con~i~le en uno roseta cruciforme con punto een·
junio o lo pared norte (UE 12021
HISTORIA DE LA ALCUDIA

RAFAEL RAMOS FERNÁNDEZ *


ALEJANDRO RAMOS MOLINA *

l L) a historia de La Alcudia in forma de las


~ rebuscas, saqueos e investigaciones que en
su yacimiento arqueológico se han produci-
do desde los momentos en los que de ellas ha quedado
memoria hasta nuestros días; y también deja constancia
de que la celebridad de que hoy goza se ha debido a
dos hechos condicionantes: el ha llazgo en ella de la
Dama de Elche y el trabajo generoso de A lejandro
Ramos Folqués.
La noticia más antig ua por ahora conocida sobre
hallazgos arqueológicos en La Alcudia se fecha en el año
1401 , puesto que en las Ordinacions de Consells de 26
de Junio del mismo figura la donación testamentaria al
Concejo, hecha por Bernat de Codines, de dos fustes de
columna de gran ito, para soporte de las cruces de térmi-
no de los caminos que de Elche conducían a Alicante y
Orihuela (Ramos Folqués, 1953a, 325).
En el año 162 1 Cristóba l Sanz fechó su manuscrito
sobre la villa de Elche, en el que, entre otros da tos, reco-
gía el resu ltado de la medición de las mura llas exi stentes
*Fundación Universitario de Investigación Arqueológico [o Alcudia en las ruinas, todavía visibles, de la vieja población que
hobía ocupado muchos siglos antes do por pendientes, collares y sorti- tro gradas: un fragmento de colum-
La Alcudia (Sanz, 1621). ¡as de ora, esmeraldas, granates, na con la leyenda L. PAB; vestigios
En el año 1752 Ascensio perlas, ónices y ágotos, que entre- de un anfiteatro de figura elíptica,
Morales, delegado por el Rey garan ol rey Corlos 111 por medio de olta por portes, de tres pies, cuyo
Fernando VI poro el estudio de lo su Secretario de Estado y que moyor diámetro es de 81 pies y el
historia del Obispado de Orihuela quedó depositado en el Real menor de 57; y varias piedras gra-
y comisionado para "averiguar los Gabinete de Historio Natural del badas, monedas y fragmentos de
antigüedades de estos Reynos", en que después pasaría al esculturas (Romos Folqués, 1953a,
un acto capitular de 1 8 de noviem- Museo Arqueológico Nacional 325-326)
bre de dicho año certificada por él (Castellano, 1996, 55-62). En las Ilustraciones que escribió
mismo, manifiesta su "servicio En el acta municipal de primero Antonio Delgado poro las
extraordinario" que mereció la de octubre de 1762 se informaba Inscripciones y antigüedades del
atención de Su Ma¡estod por las de un hallazgo numismático reali- Reino de Valencia, se preciso que
muchas, repetidas y costosos exca- zado en La Alcudia (Libro de Actos: en el wio 1803, doña Boltasora
vaciones que hizo en todo el térm1' 1 de octubre de 1762. Archivo Martín Cortés, con motivo de haber
no, especialmente en La Alcudia Municipal de Elche). dispuesto hacer plantíos en una
donde se hallaron diferentes edifi- Referencias bibliográficos sobre heredad de su propiedad en el
cios antiguos "de romanos" y se la grondezo de las ruinas de Lo mismo sitio de La Alcudia, partido
extrajeron muchas trozos de colum- Alcudia las ofreció Juon Antonio de Vizcarro, descubrió un león, una
nas, una cabeza de mármol, restos Mayans y Siscor, quien, odemós de estatua de mujer sentada y un bajo-
de estatuas y muchas monedas. informar sobre la Colonia romano rrelieve figurando un jinete, todo de
Morales mandó colocar las colum- de 1/ici, sobre sus monedas e inscrip- piedra, aunque muy mal tratados.
nas y las estatuas en el lienzo de la ciones, la cristiandad ilicitana, sus La propietaria puso en conocimien-
pared de lo casa capitular, donde obispos, y sobre godos y mahometa- to del Gobierno estos descubrimien-
actualmente se conservan ( Libro de nos, recogió lo escrita por Martín de tos ofreciendo el terrena a S. M. D.
Actas: 18 de noviembre de 1752. Viciona en lo Segundo Parte de su Carlos IV para que pudieran prose-
Archivo Municipal de Elche; Ramos "Crónica de Volencio" y también guirse las excavaciones (Delgado,
Folqués, 1953a, 325). citó lo expuesto por Froy Francisco 1880).
Tres oñas más torde, en 1755, Diago en sus apuntes para la conti- Aureliano lbarro relataba que
José Coa maño, sargento de infante- nuación de los "Anales de Valencia" en Marzo del año 1 820 habío rea-
ría, Enrique García de lo Cuesta, (Moyons i Sisear, 1771). lizado excavaciones en Lo Alcudia
subteniente, Diego de Cuesta, capi- En la "Gaceta de Madrid" del el Vicario Orts y que vió amados
tán, Leonardo Soler, curo párroco 26 de Morzo de 1776 se insertó un sus afanes con el hallazgo de infini-
de la iglesia de San Juan de Elche, interesante comunicado, de fecha dad de objetas y fragmentos de
y otras, hicieron excavaciones en 12 de los mismos mes y oña, en el estatuas, muchos de los cuales se
Lo Alcudia, y descubrieron varios que se informo que unos curiosos remitieron a Madrid, y es muy pro-
pavimentos de edificios arruinados, dispusieron hacer una excavación bable que debido a estas investiga-
conociéndose calles y plazas de en La Alcudia, para satisfacer su ciones, o a las que dirigió anterior-
una antigua población. Además "loable" deseo de algún descubri- mente el sargento mayor Caamaílo,
aparecieron restos de estatuas "de miento importante. Desde fines del se encontrasen las joyas a que en
cobre" y de mármol, columnas, año anterior habían descubierto más de una ocasión hizo referencia
lámparas y fragmentos de otros varios edificios con pavimento en par su importancia )osé Amador de
utensilios, así como anillos, meda- argamasa y con columnas de pie- los Ríos diciendo de ellas en uno de
llas y piedras grabadas (lbarro, dra encontrando en uno de ellos sus trabajos "Monumentos
1879, 144), así como un tesorillo seis pedazos de una estatua de Arquitectónicos": El Gabinete
que localizaron en el "Edificio "cobre", de tamaño de un hombre Etnográfico del Museo de Ciencias
grande de las Columnas", integra- más que regular; un baño can cua- Naturales creado por aquel manar-
ca (Carlos 111): en 77 de octubre de 169) que había constituido su nes en la porte norte de la "hondo-
777 7, enriquecía en breve sus cubierta. Durante el año 1 860 nada" de La Alcudia, sin que halla-
colecciones con los más estimados encontró dos cabecitas de mármol ra monumento alguno, sino tan sólo
ob¡etos debidos o los excavaciones y varios fragmentos de escultura objetos que desconocemos (Ramos,
de Elche: casi todas estas preciosi- también de mármol y una cabeza 1953a, 327); y fue durante el vera-
dades pertenecían al arte de la de niño. Se descubrió también una no de 1889 cuando Pedro lbarra
orfebrería y eran fruto del bizantino cabecita de esmalte policromo, un descubrió en La Alcudia los restos
(lbarra, 1879, 144). bajorrelieve que representa la de la que creyó muralla de la anti-
lbarra Manzoni también dio Caída de Faetón, una cabeza de gua población romana, "revelándo-
noticias de las excavaciones practi- mujer labrada en mármol y un nos bien a las claras lo existencia
cadas en La Alcudia por José Brufal Hermes de bronce (lbarr·a, 1879, de un recinto fortificado" y compro-
y las llevadas a cabo par el archi- 162). Así escribió de esta Alcudia: bándose osí la autenticidad de la
vero municipal José María Ruiz y, ... Puede decirse con toda propie- descripción de la muralla hecha
posteriormente, por el notario don dad, que aquel sitio ha servido cual por Cristóbal Sanz (lbarra, 1926,
José Coquillo!, aunque limitándose sí fuera una inmensa cantera a los 186-187).
a decir que "todos vieron colmados habitantes de Elche, y es indudable En el año 1890 la que se había
sus afanes con adquisición de ines- que las casas de las inmediaciones titulado "Sociedad Arqueológica
timables reliquias de la antigüe- y las situadas en la mayor parte del Ilicitana"/ que surgió par el entu-
dad", na especificando dichas término que cae hacia el mediodía siasmo y labor de Pedro lbarra, su
hallazgos ni las particularidades del pueblo, sin cantar con otras que director, excavó en la parte noroes-
que concurrieron al hacerlos podríamos señalar, construidas en te de la loma de La Alcudia. Se
(lbarra, 1879, 145). nuestros días, en el inferior de acordó realizar la cata en una por-
En el año 1856 Aureliano Elche, se han levantada a expensas ción de terrena situada en la parte
lbarra descubrió en La Alcudia una de aquellas construcciones antiquí- interior del emplazamiento de la
serie de sepulturas construidas con simas que elevara un día el artífice supuesta muralla localizada el año
sillares medianamente labrados, romano. Y cuando consumieron las anterior, en cuya punto algunos
otras con muros de mampostería y paredes que descollaban sobre la sillares revelaban la presencia de
otras que consistían en un gran superficie de la tierra! como quiera restos que convendría excavar. Los
troza de piedra can la cavidad sufi- que los materiales de construcción trabajos se iniciaron el 16 de julio
ciente paro contener el cadáver, y en Elche proceden de puntas algo de dicho año y el resultado de éstas
que se cubrían con una gran losa le¡anos, ahondaron en busca de lo fue el descubrimiento de unas ter-
(lbarra, 1879, 168); y dos años que entre la tierra se escondía, lle- mas, de las que creyó ver el hipo-
después, en 1858, localizó un gran vando la desolación hasta sus mis- causto, el tepidario, la gran expla-
monumento sepulcral subterránea mas entrañas, borrando así casi nada y un paseo lateral (lbarra,
de sólida construcción al que se por completo, los restos de la que 1926, 180-187).
descendía por una escalinata. El allí había existido: pero a pesar de En el año 1896 Pierre París, en
interior de la cámara era de toda esto, veremos aún en el curso su recorrida arqueológico por
11 ,50 m. de longitud, 6,80 m. de de nuestra exploración, cómo ha España, había llegado a Elche y
anchura y 3,80 m. de altura; las habido sitios en parte ignoradas, prestado especial atención a las
paredes de la entrada y la opuesta que se han salvado en cierto modo hallazgos efectuadas en su término
estaban construidas de grandes hasta nuestros días, y can el testí· municipal; y al año siguiente, en
sillares, y los muros laterales se monio de los restos que nas han agosto de 1987, volvió a esta ciu-
encontraban formados de seis hile- suministrado, nas prestarán de dad para cubrir la noticia de las
ras de éstas, hasto la altura de sobra la comprobación que apete- representaciones anuales del
2,59 m. siendo el resto de la pared cemos. "Misterio de Elche" para el diario
de mampostería, de la cual era En el año 1880 el Marqués de L'llustration al mismo tiempo que así
también la bóveda (!barro, 1879, Lendínez prosiguió las excavacio- atendía la invitación a las mismas
que le había sido hecha por Pedro Pien·e París y probablemente finan- tes en \a apertura de una zan¡a en
!barra el año anterior. Pero este ciado por Archer Milton las proximidades del lugar donde
visitante se encontró con el sorpren- Huntington, fundador de la se encontró la Dama. Por referen-
dente descubrimiento de un esplén- Hispanic Society of América de cias verbales de los obreros que
dido busto esculpido en piedra que Nueva York, excavó en la Alcudia intervinieron, y de otras personas
siete días antes de su llegada había en un lugar que Pedro lban·a había que presenciaron \as excavaciones,
aparecido en la Alcudia y al que señalado años antes pues conocía
1 sabemos que encontró varios ob¡e-
las gentes llamaban la Reina Mora. la existencia de un mosaico, locali- tos y mucha cerámica ibérica, de la
El impacto que produjo esta escultu- zado al realizar los hoyos para una que se han restaurado algunos
ra en el eminente profesor bordelés plantación de higueras, que, tras su vasos que se conservan en el
fue extraordinario, su deseo de limpieza resultó ser el hermoso Museo Arqueológico Nacional.
adquirir esta pieza para Francia pavimento de una basílica. 1935 fue el año en que
fructificó tras sus afortunadas ges- El descubrimiento de esta basí- Alejandro Ramos Folqués inició
tiones y, así, a finales de agosto lica y su consideración como tal, se excavaciones arqueológicas de
embarcaba en Alicante, rumbo a llevó a cabo el 9 de agosto de carácter oficial en la Alcudia,
Marsella y con destino al Museo 1905 (lbarra, 192á, 214-217). fecha a partir de la cual se inició un
dellouvre, con aquel busto que en Albertini también en aquel año proceso investigador continua en
París sería llamado Dama de Elche excavó en otras zonas del yaci- ese yacimiento que implicó el reco-
(París, 1903 y 1907, 317-334). miento (Aibertini, 1907). Realizó nocimiento de sus valores y la con-
El 4 de agosto de 1 897, duran- largas y profundas zanjas y algu- sideración de sus aportaciones y
te la realización de tareas agríco- nos sondeos, y aunque observó la fecha a la vez significativa del reco-
las, de forma casual, fue descubier- existencia de un nivel inferior, pre- nocimiento personal a\ excavador
ta la que ha sido llamada Dama de rromano, las conclusiones de su tra- puesto que desde 1923 el Estado
Elche, busto que desde el mismo bajo expresaron que no existía se había reservado el derecho a
instante de su hallazgo ha sugerido estratigrafía en el yacimiento investigar en este lugar 7 , en el que
a quienes lo han contemplada una arqueológico de la Alcudia puesto después él creó y mantuvo su
serie de actitudes reverenciales o que todos los materiales aparecían museo monográfico desde 1948.
teóricas que lo han rodeado de revueltos. En la Alcudia descubrió la que
connotaciones mágicas y han llega- El 1 4 de noviembre de 191 á ha sido llamada "Venus de !lid en
do a sumirlo en un mundo mistéri- Rafael Ramos Bascuñan 1 compró la el interior de un aljibe de época
co. Escultura que, como producto finca llamada la Alcudia a los here- romana existente en su zona central
de una genialidad artística, tras- deros del Dr. Campello, a pesar de del yacimiento; excavó la "domus"
ciende su realidad, sale de su que había sido ofertada a la Junta del noreste y sus niveles inferiores
época y vive la nuestra puesto que de Museos de Barcelona, y también en \os que encontró varios de los
se ha integrado en el pensamiento a pesar de que can anterioridad, grandes vasos ibéricos de cerámica
1
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contemporáneo como algo propio según consta en los archivos de la pintada tipo Elche; reexcavó la
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de la etapa que vivimos y como Comisión de Antigüedades de la basílica paleocristiana y consolidó f
una extraordinaria creación plásti- Real Academia de la Historia, esta su pavimento de mosaico; excavó
ca que admiramos. Hallazgo que corporación había sugerido al en su lateral sur una calle que en
ha favorecido el carácter universal Ministro de Instrucción Pública y estratos inferiores a ella aportó el
que tiene el nombre de la actual Bellas Artes que la finca "loma de hoy conocido como conjunta escul-
ciudad de Elche y que despertó un la Alcudia" fuera adquirida par el tórico de la Alcudia; la necrópolis
extraordinario interés par la reali- Estado (Ramos Fernández, 2003, visigoda existente en el extrema
zación de excavaciones en La 32 y 33). suroeste; la que llamó "Casa del
Alcudia. Durante el año 1923 Antonio Orfebre" en su zona central; en
En el verano del año 1905 Vives Escudero realizó unas exca- e\ sureste excavó una casa
Eugene Albertini, inducido por vaciones en La Alcudia, consisten- ibero-romana con un área de culto
H11tono de lo Alcudia

RAFAEl RAMOS FERNÁNOEZ


AlEJANDRO RAMOS MOUNA

relacionada con cabezas cortada s; completamente desvanecidas al de su decoración, a los motivos


en el noroeste del yacimien to demostrar y presentar la existencia ornamentales, con el primer ensayo
excavó un sector de estructuras ibé- de varios estratos perfectamente realizado en esta investigación a lu-
ricas en las que localizó la que definidos, que correspond ían a sivo a la identificación de las imá-
llamó " tienda de alfarería"; y tam- varias épocas diferentes de la pre- genes representadas (Ramos
bién excavó los pozos manantiales hi storia y la antigüedad il icitanas, Folqués, 1943, 328-335) , y a las
de la zona este y las construcciones aclarando con ello el conocimiento técn icas de su ejecución (Ramos
de alcantarillado existentes al sur de las distintas etapas de La Folqués, 1977b, 797-802); así
de ellos. Alcudia (Ramos Folqués, 1956b, como a la cronología de sus sucesi-
Desde el inicio de sus excava- 88 1-8 85; 1957, 356-368; vas producciones. Su trabajo fructi-
ciones en La Alcudia, en el ya men- 1960b, 133-149; 1966c, 7 1-76; ficó y logró establecer la secuencia
cionado año 1935, y a lo largo de 1970b, 1 1-96; 1973d, 1- 40), de los diferentes tipos que presenta
las cuarenta y ocho campañas que analizando las peculiaridades de esta cerámica, pues rea lizó su cla-
en ella realizó, Alejandro Ramos cada una de ellas, evidenciadas sificación en función de las etapas
Folqués mantuvo abiertos una serie por los modos de vida, costumbres a las que se asocian las distintas
de temas que le preocupaban y y relig iosidad que tuvieron las gen- decoraciones que presenta, desde
que, en consecuencia, enfocaron tes que, en sus distintas épocas, las exclusivamente geométricas y,
sus trabajos con la finalidad de habitaron este lugar en cada uno después, las de representac iones
obtener el esclarecimiento de los de los períodos correspondientes a zoomorfas y antropomorfas, hasta
mismos: la estratigrafía del yaci- cada estrato, puesto que La Alcudia las de tradición ibérica pintadas
miento, obsesión inicial motivada perm ite segu ir los pasos del tiempo sobre alpes romanos (Ramos
por la contra dicción existente entre e identificar la secuenc ia cultural Folqués, 1947b, 295-300;
la opin ión de un reconocido investi- qu e conse rva (Ramos Folqués, 1952b, 133- 135 ; 1952c,
gador (E. Albertini , 1907) y la rea- 1970e, 7-3 2 ; 1973a, 1-3 05 ; 40 1-404 ; 1955b, 164-166;
lidad que él observaba (Ramos 1975b , 665-668 ; 1977a, 1955c, 1- 26; 1956b, 881-885 ;
Folqués, 1947b, 153-158 ; 767-772). 1959b, 210-215 ; 1961a,
1952a, 119- 123 ; 1966a, O tra de las cuestiones que moti- 170-173 ; 1962d, 89-95 ; 1964a,
71-76), realidad ya esbozada en varon su trabajo fue el estudio de la 357-366; 1966c, 296-300 ;
1933 (Ramos Folqués , 1933, cerámica ibérica que inició co n las 1966d, 400,404; 1973b,
1O1- 111 ). No obstante, poco precisiones referentes a la temática 527-530; 1990, 1- 275).
después, el resultado de sus traba-
jos ya había demostrado plenamen-
te la existencia de una secuencia
estratigráfica que comprendía
desde niveles prehistóricos hasta la
época visigoda (Ramos Folqués,
1941, 287-299; 1955a,
107-133; 1956a, 102-113;
1962b, 91-97; 1962a, 273-277;
1962c, 1-6; 1966b, 214-2 19;
1970a, 1-49; 1975a, 69-81;
1976, 1-90). Así, de la lectura de
las publ icaciones de A lejandro
Ramos Folqués se desprende hoy
que aquellas tinieblas relativas a la
escasez de datos para establecer
Solo 1de lo instoloción ocluol
una estratigrafía habían quedado
El tercero de los temas que
ocuparon básicamente su atención
lo consti tuyó la escultura ibérica,
estudio que inició con sus trabajos
sobre la Dama de Elche
(Ramos Folqués, 1945a, 252-269;
1945b, 3-36; 1947a, 153- 158;
1962g , 5-16; 1965, 3-59;
1974a , 3-60) y que culminaron
con la documentación que, fruto de
sus descubrimientos de excavación
en La Alcudia (A. Ramos Folqués,
1950a , 353-359; 1952a,
119-1 23; 1956a, 102-113L le
permitió precisar la cronología de
Salas 11 y 111 de la instalación actual
esta producción escultórica (Ramos
Folqués , 1961 b, 691-695;
1964 b, 672- 67 4 ; 1969, dujeron una serie de aportac iones 1962e, 733-737; 1962f,
341-346). Cronología que hasta técnicas, estéticas y culturales pro- 365-368 ; 1964c, 75-80; 1970d,
aquellos momentos había experi- cedentes de Fenicia y Grecia!, que 60 1-607; 1970c, 17-29; 1972,
mentado imprecisiones y continuos ya en la segunda mitad del siglo 167-171; 1974b, 267-270;
cambios de valoración y que él, siguiente, originaron el surgimiento 1975c, 3-18 1L caracterizadas en
enfrentándose a las op iniones de la civilización ibérica. Que entre esta zona por la presencia de las
imperantes, cen tró en el siglo fina les del siglo V y el último tercio cerámicas que él llamó romanas de
IV a.C. , fijando además la secuen- del 111 a.C. se desarrolló una fase tradición ibérica, para conclu ir su
ciación de las producciones ibéri- cultural a la que perteneció la escul- secuencia cultural en época
cas con esta afirmación: ... "cuando tura ibérica y que desde aquellos visigoda.
los ceramistas con sus pinceles, se últimos años de dicho siglo 111 hasta A partir de 1984 se inició una
disponían a decorar los vasos con el momento de la declarac ión de segunda etapa en la actividad in i-
aves, cuadrúpedos, figuras huma- 1/ici como colonia tuvo lugar una ciada en 1935 en La Alcudia,
nas, tallos, flores y abarracados etapa, que él llamó ibero-púnica, etapa que se extendió hasta el año
dibujos, las excelentes esculturas no porque se tratase de un periodo 1996. A lo largo de ella asum imos
que hábiles manos de sus antepasa- de dominio púnico sino por el fenó- la continuación de la línea investi-
dos esculpieron habían sido arran- meno " culturizador" que rep resen- gadora realizada en este yacimien-
cadas de los templos y de los pórti- taba (Ramos Fo lqués, 1950b, to, cen trada en la práctica anual de
cos, y destrozadas en mil pedazos 204-208; 1951 , 196-198; las correspondientes Campañas de
yacían por los suelos o formaban 1955d , 303- 307; 1958a, Excavaciones, así como en la rea li-
parte, como material de construc- 220-224; 1973c, 363-386; zación de consolidaciones y restau-
ción, de las casas en que ellos 1975b, 665-668L etapa caracteri- raciones, y en la aportación de
habitaban ".. . (Ramos Folqués, zada por las representaciones pin- documentación a todos los
1955c, 3- 26). tadas figurativas de la cerámica; a Congresos Nacionales de
Con su trabajo informó que el ésta siguió una etapa transicional Arqueología . Durante los primeros
poblamiento de La Alcudia se efec- que denominó ibero-romana que, cuatro años de ella, se prosiguió la
tuó a partir del periodo de los pri- a partir de Nerón, dio paso a unas excavación de la g ran domus del
meros asentamientos urbanos fases plenamente romanas (Ramos sector 5-F y de sus estratos inferio-
(Ramos Folqués, 1989, 3-191). Folqués, 1949, 51 0-513; 1958b, res al tiempo que se realizó la con-
Que desde el siglo VIl a.C. se pro- 275-279; l963c, 234-249 ; solidac ión de sus estructuras y se
Hi~touo de lo Alcudia

RAFAEl RAN,OS FERNÁNOEZ


AlEJANDRO RAMOS MOliNA

la adopción del cri teri o referido a


recubrir de tierra, previa protec-
ción, la construcción ibérica y a
realizar una reproducción de ella
fuera de su lugar, criterio con el
que se edi ficó la réplica del templo;
se construyó la cubierta de la basí-
lica, cubierta de teja a dos vertien-
tes, revestida de madera interior-
mente, soportada por cuchillos
metálicos que descansan sobre
pilares de hormigón, construcción
que fue inaugurada el 4 de agosto
de 1990; y se descubrió para su
estudio el llamado "Aljibe de
Domus del sector 5F
Venus" junto al que se colocó una
copia de la escultura de la diosa en
dejaron testi gos de su estra tig rafía Fernández, 1995c, 349-353) y él hallada .
(Ramos Fernández, 1983a, estancias civiles (Ramos Fernández El 14 de febrero de 1996 la
147-172; 1988b; 1991, 69-78); -Ramos Molino, 1998), consolidán- familia Ramos realizó un convenio
en 1994 se construyó una exedra dose las estructuras descubiertas; con la Universidad de Alicante por
protectora del lugar en el que en dicho año también se realizó la el cual hacía donación del Museo
había sido descubierta la " Dama excavación de los estratos inferio- Monográfico de La Alcudia a dicha
de Elche" en el que se mantuvo la res de la basílica paleocristiana Universidad que a su vez adquiría
reproducción existente; en 1989 se que dieron como fruto la localiza- terrenos de excavación del yaci-
inició la excavación de la zona ción del templo ibérico (Ramos miento arqueológico con la finali-
central que posiblemente contenga Fernández, 1995a) y que, dada la dad de crear la Fundación
el foro de la ciudad, del que han imposibilidad de exposición de las Universitaria de Investigación
sido estud iados templos (Ramos dos estructuras superpuestas, exigió Arqueológica La Alcudia. Realidad
que ha permitido la aportación de
mayores recursos y, consiguiente-
mente, un evidente impulso a su
larga trayectoria de trabajos reali-
zados, cuya continuidad actual se

Visto exterior de lo cubierto de lo basílica

Monumento conmemorativo en el lugar de descubrimiento de lo Domo


termas orientales (A. Ramos
Molino , 2000 e/p, 2001 y
2002) y de la occidentales
(Ramos-Tendero, 2000, 245-250)
y con el arreglo de los perfiles de
los cortes arqueológicos, con la
supresión de las terreras, con los
ajardinados de zona s y con la eje-
cución de paseos arbolados entre
las distintas áreas excavadas del
yacimiento.

Réplica del "templo" ibérico

muestra con la repostcton en su la basílica paleocristiana, con las


lugar del pavimento de mosaico de excavaciones en curso de las

1 Rolo el Romo> So>euñono, podre de Alejandro Romo> folqué>, 1878 y todavía texto básico en varios universidades españolas. tiene el expediente de lo Reo! Orden recibido en el Ayuntamiento
Regi>trodor de lo Propiedad y e>tudio>O de lo ontiguedod. Autor, 2 lo Comi>ión de Antiguedode> de lo Real Academia de lo Hi>torio de Elche por lo que " di>ponío que el !>todo " re>ervobo el
entre otros libros, de El Otrecho romano, editado en Valencia en
con$ervo uno corpetillo, con fecho 9 de marzo de 1923, que con· derecho o excavar en lo Alcudia de Elche.
LOS MUSEOS Y LAS COLECCIONES DE
LA ALCUDIA EN ELCHE

RAFAEL RAMOS FERNÁNDEZ*


ALEJANDRO RAMOS MOLINA *

l L) a Alcudia atrajo la atención de curiosos, eru-


~ ditos y estudiosos de la antigüedad por lo
menos desde 162 1, año en el que Cristóbal
Sanz fechó su manuscrito sobre la villa de Elche en el que
escribía q ue en aquel luga r se hallan vasos, pilastras, fri-
sos, cornisas y pirámides muy labradas, y otras cosas
memorables y antiguas de tiempos de Romanos ... aun-
que fue ya durante el siglo XIX cuando se crearon las tres
colecciones arqueológ icas, de las que existe constancia,
que contenían materiales procedentes de su yacimiento
arqueológico. Pertenecieron a Aureliano !barra Manzoni,
al Marqués de Lendínez y a Pedro !barra Ruiz.
Aureliano lba rra Manzoni había excavado en la
Alcudia en los años 1856, 1858 y 1860 (!barra, 1879,
168-172). Los materiales arqueológicos que descubrió,
descritos en su ///ici (!barra, 1879, 133-1 7 4) pasaron a
formar pa rte de su colección de antigüedades, especia l-
mente rica por los hallazgos que realizó en la villa roma-
na de Algorós, colección que legó a su hija Asunción
*Fundación Universitario de Investigación Arqueológico, lo Alcudia quien la ofertó al Estado español (Ramos Fernández,
2003, 41-43): el 1O de enero de Colección de la que sólo se rio, acuerdo que, a pesar de los
1891 su tío Pedro lbarra Ruiz, conserva en Elche, en el Museo informes suyos referidos al carácter
como representante de Asunción Arqueológico Municipal "Alejandro documental que él proponía para
lbarra, dirigió una carta al Director Ramos Folqués", uno de los erotes dicha institución, consideraba que
del Museo Arqueológico Nacional de Algorós cedido en depósito por hacía peligrar sus ilusiones con
y Académico de la Historia, Juan el Museo Arqueológica Nacional relación a su museo y acuerda que
de Dios de la Rada y Delgado, en en 1991. pudo paralizar cualquier tipo de
la que remitía para su valoración y El Marqués de Lendínez, que decisión municipal referido a las
compra, si procediese, el inventario había realizado excavaciones en ofertas y solicitudes de lbarra para
detallado de los objetos de la La Alcudia durante el año 1880, la creación de un museo local
Colección de antigüedades ilicita- también creó una colección de anti- (Castaño, 2002, 196-209). Pera
nas reunida par su hermana güedades ilicitanas que debió con- en 1934, tras la muerte de Pedro
Aureliana lbarra Manzoni, ya falle- tener materiales de este yacimiento, lban·a, el Ayuntamiento ilicitana ini-
cido; el 14 de enero de 1891 el colección que visitó Roque Chabás ció gestiones con su viuda, que
Director del Museo Arqueológico en 1887 (Chabás, 1887, estaba dispuesta a realizar uno
Nacional envió una carta o 115-116) y que también visitó cesión de aquella colección a cam-
Asunción lbarro de Compello en la Arthur Engel en 1891 (Engel, bio de una pensión económico vito-
que le comunicaba que el Estodo 1892, 138), de la que desconoce- licia. Se llegó a dicho intercambio
español, a través de ese Museo, mos su composición, hoy en para- y se adoptaron acuerdos referentes
había aprobado la compra de la dero desconocido y probablemente ol futuro funcionamiento del que se
Colección A. lborra de antigüeda- dispersa. llamaría Museo Ilicitano, de cuyo
des, ofrecida en la carta del dí o 1O Hocia finales de aquel siglo desarrollo y conservación se encar-
de ese mismo mes y año, por el pre- comenzó a formarse lo colección garía uno comisión. Meses después
cio totol de 7.500 pesetas pagade- de Pedro lbarra, que hobío excava- lo llamada Asociación de Amigos
ras en seis plozos trimestrales. El do en La Alcudia durante los años del Museo Ilicitano se encargaría
17 de mayo de aquel mismo año, 1889 y 1890, y que ya traspasado de redactar el reglamento y solicito-
poro la inspección de aquella, lle- el umbral del siglo XX tomó cuerpo ría lo realización de un inventario
garon a Elche el geólogo D. Juon y alcanzó una enorme dimensión. de la colección. Los encargados de
1
Villanova y el Sr. Rada y Delgado. Colección, a la que él llamaba confeccionar dicho inventario ,

El 7 de noviembre de 1891 museo de antigüedades y documen- ante la variedad y excepcional can-


Asunción lbarra de Campello escri- tos, creada can la pretensión de tidad de los componentes de aque-
bió uno carta al Director del Museo que llegara a convertirse en el llo, escribieron: ... expresar lo que
Arqueológico Nacional en la que le "Museo lborra" de Elche, preten- constituye el Museo de Don Pedro
comunicaba que aceptaba la tasa- sión que vio enturbiada en 1922 a !barra nos llevaría muchísimo tiem-
ción de 7.500 pesetas en concepto causa de uno de los primeros po ... Baste decir que nos encontra-
de venta al Estado de la Colección acuerdos adoptados por la recién mos con una cantidad de obfetos,
de antigüedades ilicitanas reunidas creada Comisión Provincial de antigüedades y cosas que superan
por su padre; y del día 12 de febre- Monumentos, de la que él formó en mucho nuestro cálculo ... desde
ro de 1892 existe otra noto del parte y en lo que fue designado un abanico a una porcelana moder-
Directoí· del Museo Arqueológico conservador. Acuerdo que hobía na; y desde un cráneo hallado en
Nacional en la que se deja constan- sido aprobada a propuesta del no se qué excavaciones hasta una
cia de que la Colección A. lbarra Gobernador Civil, Presidente hono- colección de periódicos publicada
había sido ya desembalada y de rario de dicha Comisión, y que se en nuestra amada ciudad. ..
que yo se encontraban en el Museo centraba en la previsión de la crea- Pero la guerra civil comenzó en
todos los objetas contabilizadas en ción de un museo provincial que julio de 1936 sin que se hubieran
el primer inventario, en el realizado integrase las colecciones y los consolidado aquellos acuerdos
el lO de enero de 1891. materiales dispersas de este ten·ito- municipales y la cuestión del museo
los museoi y los coltccJonei de lo Alcud1c en Elche.

RAFAEl RAMOS FERNANDEZ


AlEJANDRO RAMOS MOUNA

quedó abandonada. En junio de Museo Municipal de Elche, donde pretensión de crear un Museo
1939 A lejandro Ramos Folqués expuso las piezas más destacables Arqueológico en Elche. Museo que
presentó una instancia al halladas con anterioridad a 1947, fue inaugurado el 13 de agosto de
Ayuntamiento de Elche en la que entre las que se encuentran las lla- 1940. Museo que mantuvo su
solicitaba que se concediese a madas Venus de llici, Vaso de Tanit emplazamien to en un sem isótano
Isabel Martínez viuda de !ba rra la y Enocoe de lo Diosa. A partir de de la calle del Conde, que desde
pensión aprobada en 1935 con aq uella fecha hizo constru ir en La 1936 fue rotulada con el nombre
efecto retroactivo de 3 1 de enero Alcudia , y mantuvo , un museo de Pedro lbarra , museo en el que se
de 1934 y que, en cumplimiento monográfico en el que expuso su exponían los materiales ilicitanos
del intercambio acordado, se pro- colección de materiales arqueológi- en estantes, armarios acristalados y
dujera la municipalización de la cos, colección que fue fruto de las vitrinas de mesa y que en la prime-
colección !barra . Instancia que dio cuarenta y ocho campañas oficia- ra página de su " libro" Registro de
su fruto y por la que se nombró una les de excavación que realizó a sus Visitas , sobre las firmas de Manuel
comisión para el traspaso de titula- expensas y que contiene piezas tan Benedito y José Capuz, recoge este
ridad de aquella al Ayuntamiento y singulares como las integrantes del texto de Eugenio d 'Ors: También
por la que se cumplió lo acordado conjunto escultórico ibérico, con la los Museos, como los Ciudades, y
en 1935. dama entronizada, el busto de gue- como los Hombres, tienen su Angel
A dicha colección, en su apar- rrero con pectoral, el del togado, la Custodio. Invoquemos, contra toda
tado arqueológico procedente de cabeza de grifo y otros, o los gran- ruina, contra todo desorden, el
La Alcudia , pertenecieron, entre des vasos de cerámica ibérica pin- Ángel Custodio del nuevo Museo
otras piezas singulares, cinco tada de tipo Elche entre los que Municipal de Elche. (En lo mañana
hachas de bronce prehistóricas, un destacan los tradicionalmente lla- del 13 de agosto de 1940 año de
kylix ático, un anillo de oro con la mados La Tonto del Bote, El Héroe, la restauración de la Festa). En éste
impronta de un grifo, una cabeza El Campesino o La Bailarina que él su primer emplazamiento se mantu-
de Atis en ágata o fragmentos de descubrió, restauró y conservó. vo hasta 1947, año en el que fue
escultura ibérica como la cabeza Esta colección ha sido ampliada trasladado a uno de los pabellones
de guerrero con casco y la cabeza con los materiales procedentes de edificados en el Parque Municipal
de caballo. excavaciones posteriores, con
A partir del primer cuarto de hallazgos tan excepcionales como
aquel siglo XX se iniciaba en Elche la Crátera de 1/ici (Ram os
otra colección de antigüedades, Fernández, 1989, 236-240) locali-
ésta exclusivamente arqueológica, zada en 1987 o la Tobulo Ilicitana
era la de A lejandro Ramos Folqués, (Ramos Fernández y Ramos Molino,
colección que se consol idó en 1998, 24-33) de 1996.
1935 debido al in icio de excava-
ciones de carácter oficial en La EL MUSEO ARQUEOLÓGICO
11
Alcudia, autorizadas por el Estado MUNICIPAl ALEJANDRO RAMOS
11
español, colección que inicialmente FOLQUÉS
conservaba en una estancia que
había sido cuadra de caballerías Tras el cumplimiento en 1939
de la casa de campo existente en del acuerdo por el cual la colección
La Alcudia, llamada Villa ll ice, y lbarra pasaba a ser propiedad
que al ir engrosando a causa de las mun icipal, A lejandro Ramos
excavaciones anuales que realiza- Folqués desglosó de ella su conteni-
ba en este yacimiento fue básica y do arqueológico al que añadió
sucesivamente pasando a permane- parte de su colección particular, las
El pabellón del Parque Municipal,
cer en una primera fase en el piezas más excepcionales, con la antigua Museo Arqueológica
para la Feria Industrial de 1946
debido a que su creador logró que
fuera ced ido para ese fin por el
Ayuntamiento ilicitano y que fuera
aprobada su instalación por la
Dirección Genera l de Bellas Artes.
Nueva sede y nueva exposición
que abrió sus puertas el 16 de
mayo de 1948 para recibir a los
integrantes de l IV Congreso
Arqueológico del Sudeste Español
que se celebró en Elche.
De este edificio es destacable
'j"", , ( ...~ --

su o riginalidad puesto que está


configurado por una gran cúpu la
sobre un pavimento c ircula r de Interior del museo en el Porque Municipal

ca torce metros de diámetro bordea-


do por once ábsides semicirculares
sali entes en los que se d istribuía la nizaciones" y un recinto especial tras sesenta y ocho años volvió a
exposición de sus colecciones de quedaba cubierto por obras escul- Elch e un 23 de octubre para per-
materiales. tóricas y arquitectónicas ibéricas manecer sólo unos días en su ciu-
Su contenido arqueológico se procedentes de La Alcudia , como la dad .
encon tra ba prese ntado en seis cabeza de guerrero con casco, la A llí este Museo, como conse-
apartad os q ue respondían cronoló- cabeza de caba llo; otro es pacio cuencia de su propia actividad, se
gica y culturalmente a periodos contenía cerám ica ibérica de La vio incremen tado progres ivamen te
determin ados y que, adaptándose Alcudia, destacando entre ellas el con los materiales procedentes de
a la estructura del edificio, aporta- célebre Vaso de Tanit; un recinto las excavacion es efectuadas en el
ban gran personalidad al conjunto. estaba dedicado a la escu ltura y territorio ilicitano, por lo que, en
En él se mostraban materiales pre- arquitectura romanas, presid ido 1977, su actual director se planteó
por la Ven us de 1/ici, asociado a su traslado al A lcázar de la
ricos aj uares funerarios y otros Señoría, edificio también llamad o
materiales; otro recinto contenía Pa lacio de A ltam ira, que había
vestig ios de época romana que res- sido adquirido por el Ayuntamiento
pondían a las generalidades del de esta ciudad el año an terior.
periodo, con relevantes p iezas Consegu ida la pertinente parcia l
como los entalles de ágata y los resta urac ión de dicha construcción,
vidrios de La Alcudia; y por último, se produ jo su ded icación a nueva
Vitrina del museo en el Porque Municipal cinco vitrinas del apartado fina l sede de este Museo Arq ueológ ico y
exponían las cerámicas árabes pro- así , desde 1982 , el Museo
históricos proceden tes de El ceden tes del subsue lo de Elche Arqueo lóg ico de Elche, que justifi-
Castellar de Morera, La Escuera, (Ramos Folqués, 1944, 188-189) . cadamente lleva el nombre de
Fenollar, lad eras del Vinalopó, La En este ed ificio, en 1965 , " Ale jand ro Ramos Folqués", ha
Fisuera Reona y La Alcudia , con Ale jandro Ramos Folqués organ izó, pasado a quedar emplazado en el
piezas excepc ionales co mo las con motivo del VIl Centenario de Lo a la Este de este edificio, dispuesto
hachas de bronce de La Alcudia; Festo o Misterio de Elche, una gran en dos plantas q ue corresponden a
otro apartado estaba ded ica do a exposición de escultura ibérica pre- sus dos grandes sa las , la primera
materiales del mundo de las "colo- sid ida por la Dama de Elche que o Sa la 1contiene los materia les pro-
los museos y los colecc10nes de Lo Alcudia en Elche

RAFAEl RAMOS FERNÁNOEZ


AlEJANDRO RAMOS MOLINA

rá dispuesto en tres sa las que res-


pectivamente estarán matizadas
por los aspectos de territorio, re li-
gión y política , perspectiva desde
la que se englobará individualiza-
damente a la preh istoria, la proto-
historia y la romanización e islami-
zación locales.

EL MusEo .MoNOGRÁFICO DE
LA ALCUDIA

También en el año 1948 , año


de la celebración en Elche del ya
mencionado IV Congreso
Sala ibérica del museo en el Palacio de Ahamira Arqueológ ico del Sudeste Español,
congreso que sumó a sus sesiones
cedentes de los yacimientos prehis- En la actualidad en este la visita de los congresistas al yaci-
tóricos y protohistóricos del término Alcázar de la Señoría se llevan a miento de La A lcud ia, donde pudie-
municipal ilicitano y la segunda o cabo obras de remodelación y ron contemplar in sifu el mosaico
Sala 11 está dedicada a los materia- ampliación de la superficie utiliza- de la Basílica paleocristiana y la
les de las épocas romanas de la ble del edificio, realizadas según estratigrafía ya "visible " en varios
ciudad de 1/ici y a los de las villas proyecto museog ráfico de su direc- cortes excavados, A leja ndro Ramos
de su centuriación, a los materiales tor, para la que será cuarta exposi- Fo lqués, previa autorización del
musulmanes procedentes del sub- ción de este museo en la que su Ministerio de Educación Nacional
suelo del Elche actua l así como a material expositivo, tras el recono- a través de la Dirección General de
otras producciones medievales y cimiento romá ntico a quienes lo Bellas Artes, tomó la decisión de
modernas. hicieron posible y realidad, queda- crear el Museo Monog ráfico de La
Alcudia asumiendo la totalidad de
los costos del mismo. Para ello pro-
cedió a la construcción de una
nave, adosada a la pared norte de
la casa existente, de cuatro metros
y veinte centímetros de anchura por
trece metros de longitud, para la
exposición de los materia les que
tenía a lmacenados en una parte de
una nave que había servido de
estancia a las caballerías, ya priva-
da de su función original. A sí esta
construcción pasó a ser la primera
de las sedes de l Museo
Monográfico de La Alcudia , sede
que pronto fue insufici ente pa ra
alberg ar su contenido arqueológico
Sala romana del museo en el Palacio de Alta mira q ue a ño tra s a ño aumentaba de
forma con sidera ble. Por ello, en
Primero colección de lo Alcudia

1953, realizó una ampliación del la fachada sur de su lateral oeste, en un vestíbulo y cinco grandes
2
mismo ocupando la zona oeste de de 838 m de superficie, distribuido salas ded icadas a la presen tación
aquel edificio, zona que hasta
entonces estaba dedicada a coche-
ras, que supuso un añadido de la
misma anchura y siete metros y
med io de longitud, comunicado
con la primera sala por dos arca-
das laterales, con lo que el museo
dispuso de una superficie de ochen-
ta y seis m2 • Pero los materiales,
fruto de las ya mencionadas exca-
vac iones anuales en el yacimiento,
se acumulaban de manera desbor-
dante y ya en 1967, con un proyec-
to de su actual director, asum ió la
realización de la construcción de
un edificio de nueva planta, desti-
nado a ser el museo que este yaci-
miento requería, también adosado
a la casa, con puerta de acceso en Primero colección de lo Alcudia
los museos y los colee<iones de lo Akudio en Ekhe

RAFAEL RAMOS FERNÁNDEZ


AlEJANDRO RAMOS MOliNA

de la secuencia cronológica y cultu-


ra l de los vestigios de las diferentes
épocas que contenía. Museo que
fue inaugurado en julio de 1971 y
que, consiguientemente, exponía la
denominada en el pertinente regis-
tro de la Dirección General de
Bellas Artes "Colección Alejandro
Ramos Folqués" .
En él la Sala de Ingreso presen-
ta los restos procedentes de otros
yac imientos inmediatos a La
Alcudia, correspondientes a perío-
dos prehistóricos.
La Sala 1 contiene los materiales
Entrada al museo de lo Alcudia, antes de la constitución de la Fundación
prehistóricos de La Alcudia y los
asociables a los dos primeros perio-
dos ibéricos, los materiales cerámi- altorrelieve con escena de lucha, la nes consistentes en cerámicas áti-
cos arcaizantes y los restos escultó- cabeza de toro y la de grifo. A la cas de figuras rojas .
ricos y arquitectón icos sincrónicos producción escultórica mencionada La Sa la 11 expone los materiales
a la época de la Dama de Elche: el se asocia un tipo cerámico con q ue corresponden a producciones
torso del guerrero, el busto del per- decoración pintada del tipo geomé- realizadas a partir de la 11 G uerra
sonaje con túnica y manto, el frag- trico y vegetal en el que comienzan Púnica. Los o b jetos en ella expues-
men to de la dama sentada en un a introducirse representaciones de tos precisan que este periodo está
trono alado, restos de piezas perte- zoomorfos, ocasionalmente como cara cterizado por una prod ucción
necientes a individuos ataviados elementos secundarios de decora- cerámica singula r que lo persona li-
con túnicas cortas y coseletes, el ción, relacionados con importacio- za: sus decoraciones p intadas con

Sala 11 del museo de la Alcudia


destrucción violento, que está fo r-
mado por un espejo, un estilete,
varios útiles-paleto paro coloran tes
y un frasco para polvo, acompaña-
dos por un grupo de monedas que
precisan lo inlencionalidod de su
ocultación . Esta Sala también expo-
ne vasijas de vidrio, moldes de
panade ro, útiles metálicos y un
esp lén dido He rma Báqu ico en
mármol.
La Sala V responde en su prime-
ro mitad a lo exposición de los
materiales pertenecientes al Bajo

Solo IV del museo de lo Alcudia Imperio, época en lo cual el cristia-


nismo había llegado o esta ciudad
representaciones de lo diosa y con ron receptores de parcelas en un y sus símbolos eran de una abun-
plosmociones simbólicos del bien y repa rto de tierras de lo cenluria- dancia manifiesto : lo cruz y los cor-
del mol así como con relatos gráfi- ción, y también presenta los restos deros, el pez, lo ballena, la palo-
cos de aspecto mítico o funerario lo arqu itectónicos del que pudo ser mo , el sacrificio de Isaac .. .
distinguen en esta evolución cultu- " Templo de Juno" . También se exponen en ella los
ral que la Alcudia proporciona . Lo Solo IV tiene fisonomía de canceles procedentes de lo basílica
Esta Salo 11 también expone restos patio abierto para que permita lo paleocrisliano y otros ob jetos .
de sepulturas infantiles, collares y exposición de los grandes pavimen- Lo segundo mitad de esta Solo
otros elementos de adorno perso- tos de mosaico que allí se presen- V conserva los materiales lordorro-
nal, así como los materiales del tan . Contiene también los demás manos del periodo llamado visigo-
área de culto a lo cabeza cortado. materiales pertenecientes o lo pri- do, a juares sepulcrales y , finalmen-
La Sala 111 contiene los materia- mera época propiamente romano te, cerám icos confeccionados o
les pertenecientes o lo época que él del yacimiento, entre los que desto- mono .
llamó Ibero-romana, que corres- can los pinturas murales de determi- Este Museo, en la actualidad,
ponde al periodo de conversión de nadas viviendas, restos de sus arte- en func ión de lo donación del
la ciudad Ibérica en colonia roma- sonados, documentos epigráficos, mismo real izado por lo fami lia
na. En esto solo se expone un los cerámicos típicas del periodo: Ramos o lo Universidad de Alicante
mosaico helenístico que reproduce lerras sigillata, romanas de tradi- en el año 1996, es pa rle constituti-
un recinto amurallado, con inscrip- ción ibérica , lucernas, matrices de va de la Fundación Universitaria de
ciones ibéricas transcritos con terracota, ele., y objetos diversos, In ves tigación Arqueológico Lo
letras latinas, fiel exponente del decorativos o uti litarios. Es destaca- Alcudia, creada poro su manteni-
momento tronsicionol a que perte- ble la presentación del conjunto de miento y poro el estudio y puesta
nece . Asimismo se expone en ella piezas en plata pertenecientes o un en valor de este yacimiento
la "Tá bula Ilicitana", documento en equipo de locador de señora, des- arqueológico.
bronce que contiene grabados los cubierto en el fondo del pozo de
nombres de diez hombres que fue- uno cosa que quedó cegado por su

1 Inventario del Museo delborro. 13 de sept1embre de 1935 Gorcic.- Els getmons AtJrelió y Pere lborro. Alicante
Archivo Municipal de Elche, legajo 173, n' 28 Cfr.· J Castaño 2002. p 207
LAs colECCIONES DE LA ALCUDIA EN
EL Museo ARQUEOlÓGICO NACIONAL

CONCEPCIÓN PAPÍ RODES *

eguir el rastro de la historia de las principales


entradas de materiales procedentes de La
Alcudia de Elche en el Museo Arqueológico
Nacional es asomarse desde una ventana privilegiada ,
no sólo a la constatación de la creciente importancia y
reconocimiento del yacimiento ilicitano de forma interna-
cional, sino a la creación y desarrollo del prop io Museo,
acercándonos a comprender cómo se forjan este tipo de
instituciones.
Teso ros y compras, donac iones y excavaciones, inter-
venciones gubernamentales e incluso un intercambio
entre países en plena 11Guerra Mundial, son las variopin-
tas circunstancias que han envuelto la presencia de los
materiales ilicitanos en Madrid. Todos ellos, como no
puede ser de otra manera, a la ala rgada sombra de su
bellísima Dama. Porque no se puede decir " Elche" sin
pensar en ella, y no se puede rememorar el Museo si no
es de su mano. Y a pesar de eso, la presencia de La
Alcudia en el Museo, va mucho más allá de su Dama.
Hablábamos de tesoros ... vayamos a buscarlos hasta
• Museo Arqueológico Nacional el siglo XVIII.

7
.,
ú y

El Cw.ino de lo Reino, primera sede dol Museo Arqueológico Nocionol

Son los anos de lo ilustración, ¡unto 1 de sortijas, pendientes, ron en los primeras colecciones de!
del aliento del sueño de que es camafeos, collares, perlas, esmeral- Museo.
posible una nación, cuyas raíces das, granates, cadenas de oro, Sigue lo historia, y continúa for-
más auténticas están en un posado cucharas de plata ... que destinado mándose esa tela de araña en la
en el que pueden basar su grande- a ser propiedad del rey, recaló en que, de alguna formo, los protago-
za. Son los años del redescubri- el Real Gabinete de Historio nistas van cediéndose el puesto
miento en Europa del mundo clási- Natural en Madrid. Pero los mate- unos a otros, sin perder nunca ese
co, del interés por los antigüedades riales de este Gabinete convertido hilo conductor que serían las ruinas
en sí mismos. Aquí, en la España en 1845 en el Museo de Ciencias de La Alcudia.
de Carlos 111 un sargento, un capi- Naturales, pasaron a formar parte En el Museo, en esos primeros
tán, un subteniente del regimiento de los llamados "fondos fundacio- años de andanza actúan las llama-
de Infantería de Mallorca, y el cura nales" del Museo Arqueológico das "Comisiones Científicas", cuya
párroco de la iglesia de San Juan Nacional en 1 867. existencia se explica dentro de una
de Elche, a la sazón José De esta manera, La Alcudia político prioritaria de adquisiciones
Caamaño, Diego de Cuesta, formó parte del Museo desde el para un Museo Nacional recién
Enrique García de la Huerto y momento mismo de su nacimiento, creado y anhelante de piezas
Leonardo Soler de Cornellá comien- pues fueron esos fondos, junto con arqueológicas para constituir sus
zan, en 1775, las excavaciones en los del Museo de Antigüedades y fondos, y en el marco de una
un yacimiento ya conocido desde Monetario de la Biblioteca época de recuperación del patrimo-
antiguo: La Alcudia de Elche. Nacional y lo pequeña colección nio artístico, disperso tras la des-
En estas intervenciones además que habían comenzado Juan amortización eclesiástica de
de pavimentas, calles y plazas, res- Facunda Riaño y Juan de Dios de la Mendizábal, una actuación política
tos de estatuas, columnas y lámpa- Rada en la Escuela Especial de ya iniciada por las Comisiones
ras, encuentran un tesoro: un con- Diplomática los que se constituye- Provinciales de Monumentos
Históricos y Artísticos creadas para nada para el Museo. Pera lbarr·a, ¡Quién le iba a decir a lbarra
tal fin. antes que nada, amigo de sus ami- que su regalo sería la avanzadilla
En esta coyuntura, en 1869 fue- gos, no quiere que se vaya con !as de la llegada de su propia
ron comisionados por el Museo a manos vacías, y le regala para el colección casi un cuarto de siglo
viajar a Elche y Santa Polo Juan de Museo varias mármoles de revesti- después!
En efecto, Aureliana lbarro
había llegado a reunir un importan·
te conjunto de piezas arqueológi-
cas fruto de sus propias excavacio-
nes en La Alcudia y Algorós lleva-
das a cabo fundamentalmente
durante los años 1 861 y 1862,
aunque también realizó algunas
exploraciones y sobre todo recogí·
da de materiales en los años prece-
dentes. A pesar de la manifiesta
importancia del yacimiento, de los
restos de edificios que iban afloran-
do, como las suntuosas vi/loe orna-
mentadas con bellísimos mosaicos,
'¡"'} ::·
el que fuera correspondiente de la
Real Academia de la Historia preci·
samente como recompensa a sus
desvelos par el yacimiento, no llegó
a ver nunca una protección oficial
Aureliano lbarro y Monzoni, invcstigodor de lo Alcudio y su entorno
del mismo, más allá del mosaico de
Galatea. Su historia fue la de la
2
Malibrán y Autet y, sobre toda, miento y otros fragmentas decorati- perseverancia solitaria de un hom-
Juan de Dios de la Rada y Delgado, vos romanos que había hallado en bre ante la incomprensión y la igno·
gran conocedor de La Alcudia. Su las ruinas ilicitanas. rancia de sus vecinas, al que sólo le
misión: conseguir piezas de la anti-
gua 1/ici. La persona que lo tenia
que hacer posible, un personaje
clave en la historia del yacimiento:
Aureliano lbarra y Manzoni.
No llegaron en buen momento
nuestros visitantes, pues a pesar de
las incansables esfuerzos de lban·a
por evitarlo, se acababan de des-
truir los mosaicos de la villa de
Algorós. Rada, viejo amigo de
lbarra, y valedor años atrás ante la
Real Academia de la Historia del
propio yacimiento, entiende como
nadie la desolación de su anfitrión,
su decepción y su hastío. Y casi
habría entendido su negativa a dar Foto de grupo de los Facultativos del Museo Arqueológico Naciono! hacia 1875. Archivo fotogrélfico MAN
r
;

Medallón del mosaico de Galalea, en Monumentos Arquíleclónicos de España

movía un inmenso amor hacia "su" también ibéricas y prehistóricas, e el delicado Hypnos, los paneles
tierra ilicitana y hacia la constata- incluso árabes (lo que nos hace marmóreos de revestimiento de las
ción de la verdad de su pasado his- constatar que estuvo formada tam- villae, los mosaicos pensiles de
tórico, el ser solar de la antigua !lici bién por materiales obtenidos de Apofo y del Centauro, la escultura
que otros se empeñaban en asignar fu era de La Alcudia), fue fi nalmente del dios Hermes en bronce, que sin
a otras latitudes ... Pero la adminis- vendida por su hija y heredera duda destacan de entre los cente-
tración no estuvo de su lado e Asunción, esposa del Dr. Manuel nares de piezas que componen la
lbarra tuvo que ver cómo se Campello, al Estado español , quien colecc ión, nos dejan asomarnos al
perdían las estructuras arquitectóni- la adscribió a los fondos del Museo esplendor de la !lici romana.
3
cas del pasado, e, impotente, salvó Arqueológico Nacional en 1892 • Pero antes de proseguir con
lo que pudo rescatar con sus Innumerables restos de la vida nuestro relato en el tiempo, debe-
manos: las piezas arqueológicas. cotidiana de 1/ici: lucernas, cerámi- mos parar un momento y volver
Esta importante colección de cas, monedas, vidrios ... pero sobre nuestra mi rada hacia la loma ilicita-
piezas sobre todo romanas, pero todo los hermosos Erotes dormidos, na donde un hecho fundamental en
tos colecciones de lo Alcudia en el Musco Arqucológrca Nocronol

CONCEPCIÓN PAPÍ RODES

mente frec uente q ue la com pra de


una colección no sólo se demore
largamente en el tiempo, sino q ue
su tramitación pase por fases muy
diversas. Este es el caso de la cono-
cida como colección Vives, de la
que formaban parte piezas proce-
dentes de Elche, seguramente de la
Alcudia pero, dado que se carece
de datos escritos sobre el o rigen de
la mayoría de las p iezas, no se
puede sino apuntar su presencia.
Eros dormido. Colección lborro, Museo Arqueológico Nocional A pesar de que el M useo ya había
comprado en 189 1 algunos o bje-
la historia no sólo del yacimiento lamentada ausencia que durará tos del erud ito numísmata , transcu-
sino de la arqueología española casi medio siglo. Volveremos a res- rría el año 1906 cuando Anto nio
acaba de tener lugar. El 4 de agos- catarla, pero ahora , prosigamos Vives Escudero depositó en el
to de 1897 ha salido de entre las con nuestra historia. Museo el núcleo fundamental de su
tierras de la Alcudia, la que será el En un Museo, y más si éste colección •, que tuvo que reclamar
auténtico icono de la arqueología tiene carácter nacional, es relativa- al año siguiente al no pronunciarse
ibérica, la Domo de Elche. El 30 de
agosto abandonaría España. No es
este el lugar para entrar en detalles
de una historia harto conocida: el
arqueólogo francés Pierre París, de
visita en Elche para ver la represen-
tación del Misteri, sabe desde la
primera vez que posa sus ojos en
ella el auténtico valor que tiene la
escultura aparecida y se mueve con
rapidez, antes de darle tiempo a
Pedro lbarra a reaccionar y esperar
respuesta activa de la Real
Academia de la Historia o del
Museo Arqueológico Nacional. la
connivencia entre un banquero
francés, Noel Bardac que pone el
dinero, léon Heuzey, del Museo
del louvre y Pierre París, se traduce
en el ofrecimiento de 4.000 francos
al Dr. Manuel Campello, propieta-
rio de la escultura que había apare-
cido en sus tierras, quien no de ja
escapar esta sustanciosa oferta y la
Domo, agazapada como involunta-
rio polizón en el camarote del avis-
Roslro del Hypnos. Colección lborro, Museo Arqueológico Nocional
pado fran cés, deja su país en una
el Estado. En 191 O ofrece en venta do "La Alcudia" en Elche" y poste- hallado pueda albergarse entre sus
su colección de bronces y ¡ayas, riormente, otra del 30 de mayo paredes, y lo han donado a la ins-
adquiriéndose entonces sólo los autorizará a Antonio Vives titución. También Elche ha sido
ob¡etos de ora y plata, a pesar de Escudero a realizar allí una excava- generosa de esta forma can el
que se habían expuesto pública- ción subvencionada por el Estada. Museo, y par mencionar un ejem-
mente las piezas y el propio rey La llegada de los restos proce- plo para ilustrarlo, se11alaremas la
Alfonso XIII había encabezado con dentes de las campañas de excava- candorosa donación de un frag-
1 .000 pesetas una suscripción ción de Antonio Vives marca una mento de un vaso de barra ibérica,
pública para adquirir rápidamente nueva forma de entrada de La hallado en Elche en el sitio donde
la colección antes de que saliera al Alcudia en el Museo, pues hasta se encontró "la Dama"-" por
extran¡ero. A las mil del Rey sólo ahora las piezas ilicitanas que Fernando Salvador Carreras en
40 "generosas" pesetas se añadie- habían arribada a Madrid la 1923.
ran. Ante esta evidente falta de habían hecho procedentes de otras Entre las años 1934 y 1935
entusiasmo financiero par parte del museos, como las del Gabinete de llega al Museo una de sus más
pueblo, el Estado compró finalmen- Historia Natural, como resultado de importantes colecciones, lo forma-
te en 191 3 la colección de bron- las gestiones de comisiones científi- da por Siret' con los materiales de
ces, entre ellos algunos ilicitanos, cos como la de Rada, o de una \os yacimientos que excavó en el
de la que ya faltaban casi 300 compra por el Estado como lo de la sureste español. Aunque la casi
ob¡etos. colección !barra o Vives, pero lle- totalidad de las piezas tienen esta
Han ido pasando los años, y el gan ahora procedentes de una procedencia, algunas, muy pocas,
Museo ha seguido creciendo. excavación oficia\. Aunque lo cier- son de otros lugares arqueológicos.
Hemos caminado por esos primeros to es que apenas nada se conoce Es el caso de lo exigua representa-
momentos en los que su ampliación de esas dos campañas, salvo su ción de materiales de La Alcudia,
ha ido de la mano del nacimiento y constancia en el Libro de Registro apenas unos cuantos fragmentos de
desarrollo de la arqueología como de Excavaciones y Exploraciones cerámicas ibéricas decoradas y de
ciencia. Atrós han quedado esos de la )unta Superior de sigillatas, que son el fruto amistoso
desoladores tiempos en los que lo Excavaciones y Antigüedades y la de uno visita a la antigua llici que
recuperación del patrimonio asalta- presencia de los materiales resul- según é\ mismo anota en una
do, tanto desde la oficialidad como tantes de sus pesquisas y alberga- pequeña tar¡eta que se conserva
desde la clandestinidad, eran la dos entre los fondos de este Museo: ¡unto a los materiales, realizó a La
batalla de cada día. Por fin, tras restos cerámicos de época ibérica, Alcudia el 24 de ¡unio de 1912.
intentos infructuosos a lo largo del entre los que destacan los kalathoi Obviamente, si traemos a colación
XIX ha visto la luz la Ley de 7 de y las urnas con variadas decoracio- esta pequeila aportación ilicitana
fulio de 1911 y el Reglamento de nes geométricas, vegetales, anima- a\ Museo, no es por su importancia
1912 sobre excavaciones y conser- les, quemaperfumes de terracota, numérica o la calidad de sus pie-
vación de antigüedades. Son nue- instrumentos óseos, fusayolas ... zas, sino para dejar constancia de
vos tiempos para la arqueología, El interés por nuestro pasado la gran variedad de maneras en
para el Museo, e incluso para nues- ha hecho del Museo, desde siem- que han llegado hasta Madrid los
tra Alcudia, donde tras los traba¡ os pre, un lugar al que se ha acudido vestigios de la antigüedad de La
de Pedro !barra y Ruiz, hermano de no sólo a contemplar los vestigios Alcudia.
Aureliano, y las puntuales interven- de la antigüedad, sino, de alguna Y llegan los años del franquis-
ciones de principios del siglo XX manera, a buscar una respuesta mo, y sobre todo los primeros,
por Pierre París y Albertini, una ante un hallazgo más o menos insertos incluso en los tiempos de la
Real Orden de 15 de febrero de casual. Unas veces sólo se quiere fraticida guerra civil, tra¡eron consi-
1923 declara que "el Estado se saber, pero en otras ocasiones sus go la aparición de una serie de
reserva el derecho de practicar visitantes consideran una satisfac- organismos oficiales destinados, de
excavaciones en el sífio denomina- ción que ese "ob¡eto" que ellos han alguna manera, a intentar salvar
los cofe<ciones de lo Alcudia en el Museo Arqueológl(o Nac1onol

CONCEPCIÓN PAPÍ RODES

con una mano lo que con la otra mayo de 1941 se re únen en el junto de vasos cerámicos ibéricos
condenaban. Así apareció en Museo Arqueológico Nacional su conocidos como del estilo
1938 el Servicio de Defensa del Director, Bia s Taracena y Joaquín Elche-Archena de los que, desgra-
Patrimonio Artístico Nacional cuya M º de Navascués , a la sazón ciadamente, se desconoce su pro-
premisa era, según consta en el Subcomisario General del Servicio cedencia concreta, pero que dada
7
Decreto de 22 de abril de 1938 la de Defensa del Patrimonio Artístico su importancia, no queremos dejar
"(reorganización del] servicio de Nacional para recibir en depósito de recoger aquí 9 .
recuperación del patrimonio artísti- unos "objetos [ ... ] procedentes de En este mismo año de 1941 cul-
co nacional y también de las obras los almacenes formados por el minará una negociación entre el
de arte de propiedad particular Servicio de Recuperación que actuó Gobierno del Mariscal Petain y el
sometidas a los azares de la durante el periodo rojo y que entre del General Franco, que procurará
guerra, cuando no a la furia los profesionales arqueólogos son la vuelta a España no sólo de la
destructora y a la improbidad conocidos con el nombre de colec- Dama de Elche sino de otras piezas
8
adquisitiva de las turbas, gobiernos ción Heiss" . también ilicitanas como el fragmen-
y otras formas de bandería, en que Efectivamente, 122 objetos ibé- to de escultura de un guerrero con
se ha materializado la resistencia ricos, reunidos por Carl W. Heiss, su falcata, encontrado en La
ro¡a, (que] corresponden a un (conjunto en el que debían figurar Alcudia en un lugar muy cercano a
anhelo tan vivo y claramente senti- las 81 cerámicas que había ofreci- donde aparec ió la Dama y un ca pi·
do que resulta inútil detenerse en su do en venta al Estado en 1934) tel de pilastra con palmetas ; ade-
10
proclamación". entre los que destacan jarras, pla- más de otras piezas y documen·
Bajo estas, cuando menos tos y sobre todo kalathoi, vinieron a tos igualmente de importancia capi·
inquietantes, premisas, el 7 de formar parte de un importante con· tal para la historia de nuestro país

Roslro de lo Domo de Elche,


Museo Arqueológico Nocionol
como son los relieves de Osuna, manifiesta, que allanó sobremane- tiempos de la dirección de
una parte de las coronas visigodas ra el camino de vuelta a casa de D. Martín Almagro Basch quien
de Guarrazar o documentos expo- los tesoros nacionales, facilitando ¡ugó un papel fundamental en este
liados del Archivo de Simancas la firma de un intercambio entre cambio de sede y cuya energía
referentes, sobre todo, a las relacio- Francia y España. desbordante en todo lo que concer-
nes hispana-francesas. Al retornar a España, la Dama nía al Museo explica que el trasla-
la vie¡a aspiración española de se instaló en el Museo del Prado, do llegara a buen puerto.
la vuelta " a casa de la Dama pues su Director creyó que era lo Desde entonces, el Museo
había tenido sus primeros tanteos ¡usto por haber sido de este Museo Arqueológico Nacional tiene el
en el año 1935, aunque de mone- de donde habíon salido los cuadros inmenso privilegio de acoger a la
ra extraoficial. Reuniones, infor- que España dio a cambio a Dama en sus salas, donde día a día
mes, listas.. se fueron sucediendo Francia. Pero su enorme significado podemos comprobar la seducción
entre 1935 y 1940, año en que los para la arqueología española que e¡erce sobre \os visitantes,
negociaciones toman un rumbo hocía presagiar que, antes o des- muchos de ellos llegados con el
gubernamental y se encaminan pués, la Dama haría un nuevo via¡e único afán de verlo a ella.
hocia la resolución final. ¿Oué ha aunque esta vez de apenas unos Pero la Dama na está sola:
pasado para que sea posible la cientos de metros por el mismo custodiada fielmente por su coten·á-
vuelta a su patria de la Dama? Se Paseo del Prado. nea la esfinge de Agost, que ya le
trató, fundamentalmente, de una Corría el año 1971 cuando hobía acompañado en su vuelta a
cuestión política, en la coyuntura uno de los entonces mozos encar- casa desde Francia, comparte su
favorable de la no beligerancia de gados del movimiento de obros de existencia en e\ Museo, como
España en la Guerra, importantísi~ arte del Museo, Ciriaco Sesma, hemos ido viendo a lo largo de
ma para Francia, pero además, a como tuvimos el privilegio de oírle este paseo por la Historia, con infi-
la relación entre Petain y Franco contar todavía con emoción a nidad de restos arqueológicos
como sus últimos responsables. la pesar de los años transcurridos, fue procedentes de su tierra, la Alcudia
admiración y simpatía de Petain a recoger a la Dama y se la tra¡o ol de Elche.
por el general espoñol era tan Museo de lo calle Serrano. Eran los

1 El Cltudic de elloo ¡:¡iezcs !o podemo1 en;:ontrcr en: Costel1cno 5 Expediente 1923/37_ Ar<:hivo del Mu>eo Arqueológico 9 El estudio de CIIGI ccr6mica1 en el Mv1co Atqurwlógicc
Hernónde;., Á. 1996 Ncc<onol Nc.ciond en: Tcrt01c Rocamow, l y Santo; Ve!osco, J A. 1997
2 El relato y rouitco'o de Jo¡ :rabcjo1 de elle comr1ión 10 ,oucden 6 Sobm elle vi1i1o e lo Akudio >e oucde con>uitor d Cuaderno 1' 1998
leer ¡¡n· R<:do y Dclgcdo, )_de D. de le y Mclibri:n Autet, J. A 25 de Siret, en el hchrvo del l,iu;eo Afqucolégico Nocicnol, i O les piezcl objeto del intercambio e1ti:n recogidos en· Gorda y
dll, 1871 y Popi Rode1. C. 2002. ~·dcmél he ll!tudicdo c11e temo: Si<n6n Gorcic. J l. \999. Bellido, Antonio, \9~3c
3 Sobre !a hi¡toric de la llegada de le co!c.:ción lborw el Mu1co 7 Pare co~ccer elle 1' C!ICI dilpoliCionC\ que clectoron o le ge¡- 1\ Sobre io 1olidc y V<Jeita de lo DcmG e f;pañc, w.~ muáo1 b
llrc.udógico Nacionoí pude consultarse: Pepi Rodes, C 2000 tr6n del ptrinwnio, ;e puede <:onwlicr legj¡/cnón >obre el lew e\cri.'o;, peto dcllücore~w¡ cuctro en función de su cc¡i:cter
ro o¡¡i¡lico de E$paiia_ \957 _En euMio e c;!c se1!i6n en lo; pri· cxlon;ivo y minuc,o¡o y/o de su recienlc rubliccción. Mün1o
!, Lo1 avc:crlll de !o cob:ción y clgunoo C\lodio, 10br~ 1u1 pieza¡
meres coio; c'ei fronqvi1m0: Dicz-Andrc,, Gnrcic, .V, y Romírez Mmlin, f_ 1997, Remo> fernóndez, R. 2003: Rcrno1 fo!aué1. A
10 pueden cnconlmr en. Gctcic y Bellido./,_ (Ed.¡ 1' Gcrcic y
S&nchez, M. E. 2('.0\ \94Sb: Rod~ro Rioza, !,_ 1997
iki!ido Gctcio de Diego },1,' P. (Texto), 1993, Momo N.cr:in, E
i993. M&i:Cc \' ;,lincti. J R 1912 8 br. 1941/ ~6. /-.rchivo Nro1eo Arcyeoiégico Nccional
lA RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO

RAFAEL RAMOS MOLINA *

~
eLJ os materiales ob jeto de conservac ión y res-
tauración existentes en la actualidad en La
Alcudia son fruto de la actividad desarrolla-
da en este yac imiento desde 1935 y responden a tres
etapas que han de ser consideradas en el proceso de
recuperación de su yacimiento arqueológ ico, etapas cen-
tradas entre los años 1935 y 1984, entre 1984 y 1996,
y entre 1996 y nuestros días.
La primera de ellas está re presentada por el deseo de
recuperación y conservación del pa trimonio arqueológ i·
co ilicitano que surgió en Alejandro Ra mos Folqués moti·
vado por acontecim ientos de un pasado para él reciente:
las ventas de la colección de Aureliano lbarra Manzoni
y la del busto que fue llamado Dama de Elche; así como
por los saqueos realizados por aficionad os a principios
del siglo XX y también por las excavaciones entonces rea-
lizadas en La Alcudia con depósito de materiales en el
Museo Arqueológico N aciona l. Actividades de las que
sólo quedaba exclu ido Pedro lbarra Ruiz, cuya colecció n
*Fundación Universitario de Investigación Arqueológico Lo Alcudia de materiales arqueológicos pasó a constitu ir parte de
los fondos del Museo Arqueológico construcciones de alcantarillado tran las consol idaciones de la
Mun icipal de Elche. Su reacción existentes al sur de ellos. "domus" del secto r 5-F del yaci-
ante lo expuesto hizo nacer en él la Durante la segunda etapa men- miento [Ramos Molino, 1995 ,
pretensión de que nada volviese a cionada se contó ya con ciertas 355-359), la del 3-F, las de las
salir de Elche. Con dicho ánimo in i- ayudas económicas de la estructuras del 10-D, las de los edi-
ció el proceso de conservación, Consellería de Cultura de la ficios del foro, las de las termas
recuperac ión y difusión de los General itat Valenciana, ayudas orientales y las del mosaico paleo-
hallazgos fruto de sus excavaciones insuficientes para el mantenimiento cristia no de la basílica .
en La Alcudia, hallazgos que en del yacimiento e inexistentes para Con relación a las restauracio-
Elche llegaron a ser símbolos de su museo. A lo largo de ella se pro- nes escultóricas es destacable la
aspectos del pasado que llenaron dujo la continuidad de la excava- real izada en la llamada "Dama
de orgullo a su comunidad. Centró ción de la gran "domus" del sector Entronizada de La Alcudia", obra
su trabajo en extraer aquellos docu- 5-F y de sus estratos inferiores, se de época ibérica descubierta en
mentos del pasado y en preservar- realizó la consolidación de sus este yacimiento en las tareas de su
los de la mejor manera para él estructuras y se dejaron testigos de campaña de excavaciones de
posible desde el punto de vista su estratigrafía; en 1989 se inició 1949 [Ramos Fo lqués, 1956a,
científico, aunque mediatizado por la excavación de la zona central 102-113) , cuyos fragmentos, aisla-
lo económico puesto que tuvo que que aportó el descubrimiento del dos, no permi tían ap reciar su com-
afrontar todos los gastos que ello foro de la ciudad con sus templos, pleja iconografía.
ocasionaba. Tareas que mantuvo a también se rea lizó la excavación Esta res tauración , real izada
lo largo de toda su vida. En la de los estratos in feriores de la basí- con absoluto respeto a las partes
Alcudia descubrió la que ha sido lica paleocristiana que dieron conservadas y patrocinada por la
llamada "Venus de 1/ici'' en el inte- como fruto la localización del Dirección General de Patrimonio
rior de un aljibe de época romana templo ibérico, se consolidaron las
existente en su zona central del es tructuras de dicha basílica y
yacimiento; excavó la "domus" del para su protección se edificó una
noreste y sus niveles inferiores en gran cubierta soportada por pilares
los que encontró varios de los gran- de hormigón que lo alberga en su
des vasos ibéricos de cerámica pin- totalidad .
tada tipo Elche; reexcavó la basíli- Desde 1996 es la Fundación
ca paleocristiana y consolidó su Universitaria de Investigación
pavimento de mosa ico; excavó en Arqueológ ica La Alcudia, con el
su lateral sur una calle que en estra- apoyo de algunos de sus patronos,
tos inferiores a ella aportó el hoy qu ien, en esta tercera etapa, sopor-
conocido como con junto escultórico ta los costos de mantenimiento, con-
de La Alcudia; la necrópolis visigo- servación y recuperación del yaci-
da existente en el extremo suroeste; miento y de su museo.
la que llamó "Casa del Orfebre" en Los trabajos rea lizados en La
su zona central; en el sureste exca- Alcudia se han centrado básica-
vó una casa ibero-roma na con un mente en consolidaciones de estruc-
área de culto relacionada con turas arqu itectónicas, consolidacio-
cabezas cortadas; en el noroeste nes de mosaicos, consol idaciones
d el yacimiento excavó un sector de de metales, restauraciones escultóri- Piezas originales sobre soporte de la fig uro sedente
estructuras ibéricas en las que loca- cas y restauraciones cerámicas .
lizó la que llamó "tienda de alfare- Entre las tareas de recupera-
ría" ; y también excavó los pozos ción patrimonial de mayor relevan-
manantiales de la zona este y las cia hasta hoy reali zadas se encuen-
lo tecvperoción del polun1onto

RAfAEl RAMOS MOliNA

Artístico de la Co nse llería de "Peligros", localizable a tan sólo manto aparece la mano derecha,
Cultura, Educación y Ciencia, nos unos pocos kilómetros de La perfectamen te trabajada, que se
muestra una imagen femenina Alcudia en dirección norte. Los tres apoya de forma relajada sobre la
engalanada con un collar de gran- fragmentos continuos forman un rod illa del mismo lado, luciendo en
des bulas que la identifican como cuerpo de 85 cm de altura, 40 cm su muñeca una pulsera espiralifo r-
mujer que ofreció su rostro a la de anchura y 29 cm de grosor. El me de sección triangular, y sujetan-
efig ie divina y, consiguientemente, cua rto fragmento corresponde a do entre sus dedos pulgar e índ ice
como sacerdotisa del templo en el una de las alas del tro no, con unas una pequeña rama de adorm idera .
que, al modo griego, se exponía su dimensiones de 23 cm de altura, Los p ies irían apoyados sobre un
estatua, "en piedra y de muy buen 14 cm de anchura y 4,5 cm de gro- escabel colocado en la parte infe-
arte" (Pausanias, Periégesis ... , so r. Representa una figura femeni- ri or frontal del trono .
11 38,8; y VIl 25,7). Imagen que, na sentada sobre un trono de la Del tron o sólo se conserva el
además, alude a una condición de que se conserva la mitad derecha brazo derecho, que va a lmohadilla-
pertenencia al mundo de los muer- del cuerpo, fallándole también la do, con una decoración de moldu-
tos, simbolizada por los frutos de la cabeza. El brazo esta apoyado en ra tallada hasta el arranq ue de la
adormidera que sostiene en su la rodilla. Viste una túnica y va pata, que es de sección cua drada y
mano, y cuyo trono provisto de alas cubierta por un manto rojo, de gran base piramida l truncada faltando el
expresa la idea de su trán sito al rea lismo y movilidad por sus varios pie. También se conserva el ala
más allá. plega dos, que se envuelven unos al derecha de forma rizada con un
De esta obra se conservan cua- brazo de la figura y otros penden gran ri zo en el áng ulo y otros
tro fragmentos escultóricos, tres de hasta llegar a la altura de los tobi- decrecientes a sus lados. Tiene mar-
ellos casantes entre sí, de piedra llos . El manto va sujeto con un bro- cadas con líneas incisas su decora-
ca liza procedente de la can tera che a la altura de la separación del ción intentando asemejar la pieza
pecho y el estómago, ya que este a las alas de un ave de forma sim-
no va pegado al cuerpo sino que bólica. Conserva todavía restos de
queda tenso entre los hombros y las color ro jo, muestra de la pol icromía
rodillas. Se trata de una fíbula anu- de la pieza.
lar hispá nica con decoración entor- Los fragmen tos escu ltóricos
chada, que en el modelo orig inal ob jeto de esta intervención han
sería metál ico, con un diá metro de sido respetados, ta nto a nivel artís-
5 cm. Son abundantes sus ropajes, tico como de restauración, en su
de exag erada anchura y de no totalidad. No se ha practicado en
menos exagerado grosor. También ellos ningún tipo de perforación
cubre la parte inferior de su cuerpo para sus respectivas su jeciones ni
una especie de faldeta que en su se ha alterado ninguna de sus
parte fron tal conc luye con una superficies, por lo que en ellos no
borla o botón central casi a la altu- han cambiado sus propiedades.
ra de los tobillos. Luce un collar La pa rte de la escultura conser-
sobre su pecho su jeto a los hom- vada constituye un pi lar, puesto
bros, formado por un haz de grue- que sus fragmen tos orig ina les
sos hilos del que cuelgan , por corresponden tod os a su lateral
med io de abrazaderas, bulas de de recho . Por ello, partiendo de la

Sislemo de sujeción inlerior de los piezas originales leng üeta, muy parecidas a las del base de estos, se ha constru ido una
tercer collar de la Da ma de Elche estructura interi or que soporta la
pero en este caso con ribete deco- restauración, sin forza r acopla-
rado, de las que aquí se observan mien tos y como soluc ión a desp la-
dos completas . Por debajo del za mientos laterales.
Construida la estructura indica-
da, se le apl icaron refuerzos dorsa-
les para así lograr, "a medida", la
fijación ideal prevista . Tras este tra-
bajo, y después de haber construi-
do una maqueta de madera con el
estudio de distancias que aportan
los fragmentos originales conserva-
dos, quedó concluida mediante las
pertinentes soldaduras la estructura
f inal inter ior que constituye el
soporte de estabilidad y acopla-
miento de dichos fragmentos y, a su
vez, el a rmazón de la composición
escultórica a realizar.
Esta estructura ha sido elabora-
da con hierro macizo de sección
cuadrada, chapas y pleti nas metáli-
cas que, además, por su diseño,
aporta la fortaleza y seguridad
esencia l estimada necesaria para
este tipo de obra .
El grueso interior de la pieza se
ha rellenado con poliespá n, sobre
el que se ha aplicado una cubierta
envolvente en la que se han ejecu-
tado los rasgos básicos, supuestos,
de la escultura completa . Esta
cubierta se ha elaborado con
cemento blanco y arena apl icado
mediante encofrados y modelado.
Así, esta restauración ha mantenido
aislados los fragmen tos escultóricos
originales y se ha constituido con
un interior vacío que, además, da Figuro sedente reconstruido
solución al considerable peso q ue
una obra de estas dimensiones
soporta. mano izquierda , han quedado Por último, debido a que la
Una vez conseg uido el volumen intencionadamente esbozadas, pre- coloración de una obra restaurada
total de esta pieza escultórica se sen tando sólo las d imensiones debe ser compatible cromáticamen-
ha n realizado las a rtes finales correspondientes al conjunto de la te con sus fragmentos conservados
med iante limas, lijas y máquinas image n re presentada. Con ello se al mismo tiempo q ue debe dejarse
erosionantes, para delimitar con ha pretendido, una vez más, signi- notar la diferencia entre ambas par-
precisión las joyas y pliegues del ficar el respeto que se tiene a los tes, atendiendo tanto a la tonalidad
manto del persona je y las tallas del fragmen tos origina les y expresar la y al contraste, en este trabajo se ha
trono; mientras que el resto de la diferenciación entre ellos y las aplicado a la superficie restaurada
obra , especialmente el rostro y la zonas restaurada s. un color tierra , que ha dado como
la recuperación del polumonio

RAFAEl RAMOS MOltNA

izqu ierda de la anterior; y la terce-


ra de estas inscripciones, situada
en la banda meridional del mosai-
co y como parte superior de una
escena, presenta una leyenda que
contiene el término euploías, tradu-
cible como buen vio¡e {tengas).
Aparece acompañado de restos de
la representación de una nave, la
vela, que en contextos cristianos
sirve para aludir a la comun idad de
la Iglesia , pues incluso iconográfi-
camente una nave representa sim-
bólicamente a la misma . Este frag-
mento de mosaico coronado por la
Mosaico de lo bosilico instolodo en su lugar
tercera inscripción permite plantear
que los restos conservados de la
resultado una coloración de tono cruz, rel lenos con entrelazo y gran- escena marina representarían ico-
más fu erte que la de los fragmentos des octógonos entre las cruces. nográficamente el conocido ciclo
orig ina les, realizada con la men- Este mosaico con tiene tres ins- del profeta Jonás, frecuente en las
cionada finalidad de diferencia- cripciones redactadas en griego. La man ifestaciones artísticas de época
ción. primera se encuentra en la banda paleocristi ana, especialmente en la
Entre las consolidaciones de cen tra l del mosaico, enmarcada en decoración de sarcófagos, en la
mosaicos realizadas es, a su vez, una fabula ansata y en dos líneas pintura mural y otros mosaicos.
destacable la llevada a cabo en el de texto de las que se ha conserva- La restauración de este mosaico
de opus tesselatum que pavimentó comenzó con el traslado, a su lugar
la basílica paleocristiana de !lici, de origen, a la basílica , de los
construcción de la primera mitad paneles de cemento arm ado en los
del siglo IV de nuestra era que res- que se extrajo y consolidó en el
ponde a una nave de once por año 1950, paneles que permanecí-
ocho metros de superficie, con ábsi- an almacenados y en parte expues-
de semicircular saliente, adosado tos en el Mu seo Monográfico de la
en el siglo V de J.C. , orientada en Alcud i a . Al lí se preparó una
su mayor dimensión de Este a "ca ma " de arena perfectamente
Oeste y con las pastoforías en su Proceso de restitución del mosaico nivelada con el ob jetivo de deposi-
cabecera (Ramos Folqués, 1974c, tar encima estos paneles y que su
77- 130). Sus estructuras se conser- do parcialmen te la superior, en la posición fuera completamente hori-
van en su correspondiente sector de que se ha leído proseukhé loo, tra- zontal. Una vez dado este primer
excavación . Está realizado en azul, ducido como lugar de oración del paso, y unidas de manera que su
blanco, rosa y ama rillo, con tres pueblo de Dios; la segunda inscrip- disposición fuera correcta , se relle-
inscripciones en azul sobre fondo ción co ntiene los términos arkhontoi nó todo su perímetro con un morte-
blanco y con amarillo en el interior y presbyteroi, traducidos res pecti- ro de cemento con el fin de inmovi-
de las letras. Su decoración consta vamente como los ¡efes del pueblo liza r las g randes losas y poder tra-
de tres grandes faja s longitudi nales (o los que han hecho un voto) y los ba jar encima de ellas, asegurando
con o rnamentos geométricos y en presbíteros o ancianos, está si tuada que queda ran bien sujetas y que
un gran rectángulo que se compone en el lado norte del edificio, en los trabajos de restauraci ón pudie-
de cinco orna mentos en forma de posición perpendi cular y a la ran comenzar.
teselas, con el fin de evitar que fue- pero muy costosa debido al tiem po
ran cayendo las demás, antigua y esfuerzo de resolución. Su reali-
"reintegración" de mortero que se zación precisó un esculpido sobre
realizó en 1950. un mortero fuerte después de haber-
Listo el mosaico para empezar lo puesto sobre las losas al nivel de
su reintegración volumétrica, y tras las teselas, con el fi n de poder tra-
estudiar cual sería la solución más bajar sobre éste pisándolo sin peli-
gro de ocasionarle ningún desper-
Proceso de restitución del mosaico
fecto. Esta técn ica fue llevada a
cabo en toda la superficie excepto
en las franjas de cenefas en las
que, por sus motivos de decoración
repetitivos, se extrajo un molde de
silicona de un fragmento original,

Proceso de restitución del mosaico Proceso de restitución del mosaico

La colocación, dado que cada adecuada, se optó por una restau- permitiendo fabricar copias con el
losa tiene un peso medio de unos ración de alta calidad en cuanto a mismo mortero e incorporarlas al
setenta kilos, se realizó con la materiales y estética se refiere, piso.
ayuda de herramientas y gatos
hidráulicos hasta lograr una perfec-
ta conexión entre ellas.
Una vez agrupadas, se aplicó
un mortero compuesto por resina,
cemento y áridos de alta calidad en
todas las juntas de estas losas con
el fin de asegurar todavía más su
inmovilidad, y al mismo tiempo
para que sirviera de "asiento" de la
futura restauración y reposición de
teselas.
Realizada esta fase de coloca-
ción y asentamiento de las losas se
comenzó con la limpieza de éstas,
una limpieza mecánica basada en
la eliminación de cementos y morte-
Restitución de teselas del mosaico
ros depositados donde existían
lo rccupcracton dclpotumnn1u

RAFAEl RAMOS M0liNA

En las zonas sin restaurar cuyos secuencia siguiente: análisis de su todos los fragmentos cerámicos, la
motivos se desconocen se ha utili- estado de conservación, propuesta separación de estos según caracte-
zado un gravín con un color acorde de in tervención y proceso de rísticas de grosor, perfil de base,
al mosaico con el fin de ocultar la restau ración. panza, la s decoraciones, pigmenta-
base de cemento y mejo rar la esté- Las piezas a parecieron muy ciones y las erosio nes. Tras la con-
tica del con junto. También se ha fragmentadas y con diversas to nali- solidación de los fragm entos se rea-
instalado, en la estructura interna dades que habían ido adquiriendo lizó un primer montaje, sin pega-
de la cubierta constru ida en 1990
para proteger los restos de esta
basílica, un sistema "antipájaros"
cuya función es la de evitar la
caída de excrementos cuya acidez
dañe el pavimento.
Con relación a las restauracio-
nes cerámicas aquí se a ludi rá
exclusivamen te a las rea lizadas en
los grandes vasos ibéricos,
descubiertos en este yacimiento
arqueológico de La Alcudia, deco-
rad os con motivos pi ntados referi-
dos a la plasmación del surgimien-
to de la vida asociada a la repre-
sentación de una divinidad femeni-
na que se muestra bien como efigie
o bien como rostro que brota de la Proceso de restauración de uno pieza cerámico

tierra (Ramos Folqués 1990,


123-271 ; Ra mos Fernández, con el paso del tiempo, debido a mento, con la finalidad de observar
1996, 283-298) y a plasmaciones que cada fragmento, aunque den- qué fragmentos deberían acoplarse
cosmogónicas con imágenes repre- tro de una misma estancia o un inicialmente y llevar a cabo el estu-
sentativas de las fu erzas opuestas mismo perím etro, apareció en dis- dio de su fo rma y dimensiones, el
de la naturaleza. tinto sitio y se vio afectado por di fe- re lleno de lagunas o partes fa lta n-
En la restaura ción de estas p ie- ren cias de humedad , por la presen- tes de la pieza con escayola
zas se han tenido en cuenta los cia de minerales, por la acción del coloreada en función del contraste
valores históricos y estéticos que fuego o por otros componentes de apropiado con relación a l fondo de
permiten respetar los testimonios las tierras que los envolvieron y que la vasija , la reintegración cromáti-
dejados por la huella del paso del actuaron sobre su pigmentación. ca de éstas según la decoración
tiempo y se han entremezclado los En sus líneas de fractura , de que requieran y la consolidación
conceptos de conservación y restau- textura rugosa y con cavidades de toda la pieza.
ración, puesto que la conservación muy pequeñas, se fueron depositan- Por consiguiente, la secuencia
es una restaurac ión preven tiva para do y compactando minerales y restauradora seguida se inició con
mantener el aspecto material-estéti- concreciones calcáreas y salinas, la limpieza de los fragmentos cerá-
co de la obra , y la propia restau ra- que petrificaron y se amoldaron a micos componentes de las tinaja s
ción es un restablecimiento, una los fragmentos que, en ocasio nes, mencionadas. Una primera limpie-
rest itució n y una puesta en funcio- imposibilitan el casamiento entre za mecánica realizada a base de
namiento de aquella obra. ellos. cepillos suaves que no puedan
El proceso seguido para el tra- El proceso seguido en este tra- rayar las superficies y que despren-
tamiento de estas tinajas tuvo la bajo se inició con el lavado de dan de ellas las tierras y sedimen-
la posición invertida de las piezas, zadas en sentido con trario, que
y al mismo ti empo que se iban germ inan y que, por tanto, son
uniendo los fragmentos , dando a la expresión de vida y de muerte y
obra su forma original , se fueron también del necesario florecimiento
completando las zonas faltantes de ambas para la con tinu id ad de la
con escayola, parcheando así el existencia vegetal, a nimal y huma-
resto de las superficies. Estos par- na, puesto que supone el símbolo
ches de escayola se realizaron rep resentativo de los principios
mediante moldes obtenidos de una opuestos que permiten la muerte, el
zona original de la misma pieza tránsito y la regeneración, temas
que ofreciera idéntica curvatura . todos situados sobre una banda de
Por último se abordó la reinte- SSS, es decir, como ha sido ind ica-
gración cromática de la superficie do, sobre un alineamiento de ser-
exterior de las tina jas, intervención pientes esquematizadas que fo rma
que requirió el estudio de los moti- la orla que con stituye la base de
vos en ellas rep rese ntados y el aná- sus zonas principales de decora-
Proceso de reslouración de una pieza cerámica
lisis de su diseño decorativo. Esta c ión y, por consig uiente, el suelo de
reintegración pictórica únicamente las escenas en ellas representadas,
tos depositadas en estas; y una se realizó en las zonas que aporta- que además hace alusión al mundo
segunda limpieza de tipo químico, ron segu ridad absoluta de la conti- subterráneo que queda debajo de
aplicada según las condiciones de nuidad de sus dibujos, aplicando ellas, a l mundo precisamente sim-
suciedad y concreciones existentes, un tono distinto al original para su bolizado por la serpiente .
que en el caso de estos fragmentos fácil diferenciación y para obtener
cerámicos consistió en la extracción así una rápida lectura de su deco-
de concreciones salinas producidas ración.
por la humedad que los objetos Estas tinajas presentan su zona
enterrados a cierta profundidad decorativa distribuida en tres pane-
van acogiendo en su interior, las les, delimitados horizonta lmente
cuales se man ifiestan con una deco- por sus tres asas verticales, dos de
loración y una textura salobre en ellos pintados con las representa-
superficie. Simultáneamente, se ciones de unos zoomorfos simbóli-
aplicaron tratamientos de reblande- cos, afrontados y amenazantes,
cimiento y extracción de concrecio- inmersos en una inmensa vegeta-
nes calcáreas que, debido al paso ción que brota en torno a ellos y los
del tiempo, se habían ido adosan- envuelve, mientras que el tercero
do a las piezas, convirtiéndose en contiene, en una de las tinajas, una
parte de ellas y siendo causante de espléndida figuración de un gran
difíciles intervenciones para su res- motivo vegetal que brota del centro
tauración. de la base de su panel para abrir-
Una vez acabada la fase de se simbólicamente y simbolizar la
limpieza, se dio paso a la consoli- existencia de una vida renovada ;
dación de los fragmentos cerámicos mien tras que otra tinaja, en su ter-
con el fin de endurecerlos .y preve- cer panel, presenta una gran flor Proceso de reslouración de una pieza cerámica

nirlos contra futuras degradaciones . de loto de perspectiva cenital, flor


La reconstrucción de estas tina- que es atributo de la diosa y mani-
jas se inició desde su parte supe- festación de lo innombrable y de lo
rior, por consiguiente partiendo de oculto, asociada a espirales, enla-
CATÁLOGO
B

Cerámica Cerámica Cerámica


Lebes pintado Crátera pintada Pilhiskos pintado
Altura: 36 cm Altura: 35 cm Altura: 35 cm
Siglos 111-11 a.C. Siglo 1a.C. Siglas 111-1 a.C.
Tossal de Sant Miquel, llíria, Valencia El Tolmo de Minateda, Hellin, Albacete El Cigarrolejo, Mula, Murcia
Depósito y foto: Museu de Prehistoria Depósito y foto: Museo de Albocete Depósito y foto: Museo de Mula, Murcia
i de les Cultures de Valencia

Cerámica Cerámica Cerámica


Cálato pintado Ánfora pintada Crátera pintada
Altura: 30 cm Altura: 100 cm Altura: 20 cm
Siglos 11-1 a.C. Siglo 111 a.C. Siglo 1 a.C.
Verdoloy, Murcio Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla, Murcio la Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico de Murcia Depósito y fato: Museo Municipal de Jumilla, Murcia Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia

Cerámica Cerámica Cerámica


Enócoe pintado Cálato pintado Pilhos pintado
Altura: 12 cm Altura: 36 cm Altura: 56 cm
Siglos 11-1a.C. Siglos 11·1a.C. Siglos 11-1a.C.
la Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y fato: Museo Monográfico de la Alcudia Depósito y fato: Museo Monográfico de la Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia
Cerámico Cerámico Cerámico
Plato pintado Cálato pintado Pithiskos pintado
Diámetro: 4 1 cm Altura: 9 cm Altura: 34 cm
Siglo t a.C. Siglo 1a.C. Siglos 11-1 a.C.
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia

Cerámico Cerámico Cerámico


Botella pintado Pithiskos pintado Pithos pintado
Altura: 12 cm Altura: 50 cm Altura: 56 cm
Siglos 11-1a.C. Siglos 11-1a.C. Siglos 11-1a.C.
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia

j J
Hierro Hierro Cerámico
Rejo de orado. Instrumentos metálicos Guarnición y conjunto de armas Fusoyolos
largo rejo: 23 cm largo folcoto: 60,5 cm Altura: de 2 o 4 cm
Siglos IV-11 a.C. Siglo IV a.C. Siglos 111-1 a.C.
lo Bastida de les Alcusses, Valencia El Cigorrolejo, Mulo, lo Alcudia de Elche, Alicanto
El Xorpolor, Alicante Depósito y foto: Museo de Mulo, Murcio Depósito y foto Museo MonográfiCo do lo Alr urluo
Depósito y foto: Museu de Prehistoria
i de les Cultures de Valencia
Cerámico Bronce Bronce
Pesos de telar Fíbula Fíbula
Altura: de 12 o 13.5 cm Altura: 4 cm Altura: 6 cm
Siglos 111-1 a.C. Siglo V a.C. Siglo IV a.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de Lo Alcudia

Cerámico Plomo Cerámica


Cubierto de cajita Texto precoibérico Grafitos ibéricos
Altura: 10 cm Altura: 6 cm Altura: 25 cm
Siglo 111 a.C. Siglo 111 a.C. Siglos 11-1 a.C.
Lo Serreta de Alcoy, Alicante Lo Serreta de Alcoy, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico de Alcoy Depósito y loto: Museo Arqueológico de Alcoy Depósito y loto: Museo Monog ráfico de Lo Alcudia

Cerámico Bronce Bronce


Rótulo púnico As ibérico de Soiti As ibérico de So iti
Altura: 10 cm Diámetro: 33 mm Diámetro: 26 mm
Siglos 11-1 a.C. Siglo 11 a. C. 2• mitad Siglo 11 a.C., mediados
Lo Alcudia de Elche, Alicante Depósito y foto: Colección porticulor Depósito y loto: Colección particular
Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia
Bronce Bronce Cerámico
As ibérico de lkalesken Semis ibérico de Cástula Mortero itálico
Diámetro: 29 mm Diámetro: 24 mm Diámetro: 30 cm
Siglo 11 a.C. 22 mitad Siglo 11 a.C. mediados Siglos 11-1 a.C.
Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
Municipal de Elche

Cerámica Cerámico Cerámico


Jarra gris ampuritana Plato de' barniz negro Cuenco de barniz negro
Altura: 11 ,5 cm Diámetro: 22 cm Diámetro: 11,5 cm
Siglos 11-1 a.C. Siglos 11-1 a.C. Siglos 11-1 a.C.
la Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia

Cerámica Cerámico Coróonico


Plato con pie alto de barniz negro lucerna de barniz negro Kylrx 6trco
Diámetro: 11,5 cm Diámetro: 15 cm Diámetro 30 en•
Siglos 11-1 a.C. Siglos 11-1 a.C. Srglo V u C
la Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudro do llc he, Aire conln
Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de la Alcudia Dcpósrto y loto Muwo ""'""olóurc ce
Munoccpulclo•llohn
Cerámico Cerámico Cerámico
Kernos Pebelero Thymioterium
Diámelro: 13,5 cm Ahuro: 13 cm Ahuro: 14 cm
Siglos 11-1 a.C. Siglo 111 a.C. Siglos 11-1 a.C.
Lo Alcudia de Elche, Aliconle Lo Albuferelo, Aliconle Lo Alcudia de Elche, Aliconle
Depósilo y folo: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósilo y folo: Museo Arqueológico Provincial Depósilo y folo: Museo Monográfico de Lo Alcudia
de Aliconle IMARQJ

Cerámico Cerámico Cerámico


Exvolo Exvolo Exvolo
Ahuro: 16,5 cm Ahuro: 8 cm Ahuro: 5,6 cm
Siglo 111 a.C. Siglo 111 a.C. Siglo 111 a.C.
Lo Serrelo de Alcoy, Aliconle Lo Serrelo de Alcoy, Aliconle Alcoy, Aliconle
Depósilo y folo: Museo Arqueológico de Alcoy Depósilo y folo: Museo Arqueológico de Alcoy Depósilo y folo: Museo Arqueológico de Alcoy

Cerámico Cerámico Piedra


Askos Conjunlo funerori_o Copio de lo Domo de Elche
Ahuro: 9,5 cm Ahuro urna: 19 cm Ahuro: 56 cm
Siglo 111 a.C. Siglo IV a.C. Siglo V a.C.
Lo Alcudia de Elche, Aliconle Lo Serrelo de Alcoy, Aliconle Depósilo y folo: Museo Arqueológico Provincial
Dcpósilo y folo: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósilo y folo: Museo Arqueológico de Alcoy de Aliconle IMARQJ
Piedra Piedra Piedro
Guerrero con corozo Caballo de Lo Losa Cabezo de grifo
Ahura: 41 cm Longitud: 180 cm Ahuro: 35 cm
Siglo V a.C. Siglos V a.C. siglo V a.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Loso, Cosas de Juan Núñez, Albacele Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y lolo: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo de Albocele Depósito y lolo: Museo Monográfico de Lo Alcudia

Piedra Piedra Piedra


Relieve de caballo y grafito Mano que empuña un escudo Pierna con greba y mono
Longitud: 40 cm Ahura: 35 cm Ahuro: 35 cm
Siglo IV-111 a.C. Siglo V a.C. Siglo V a.C.
Lo Alcudia de Elche, Aliconle La Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y folo: Museo Monográfico de La Alcudia Depósito y lolo: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y falo: Museo Monográfico de Lo Alcudiu

Maquelo
Puerto Ibérico de Sonia Polo
Dimensiones: 100 x 100 cm
Siglo IV a.C.
Sonia Polo, Alicante
Museo Arqueológico y Morílimo de Sonia Polo
HISPAN lA

Cerámico Cerámico Cerámico


Jorro de cerámico Cuenco de ferro sigilloto sudgólico Dr. 37b Terro sigilloto itálico, CF. 33.4
Altura: 13 cm Diámetro: 15 cm Diámetro: 8,5 cm
Siglo 1d.C. Segundo mitad siglo 11 d.C. Hacia el cambio de Ero
Necrópolis de Poble Nou, Villojoyoso, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante Tossol de Monises, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Municipal Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Arqueológico Provincial
de Villojoyoso de Alicante IMARQJ

Cerámico Cerámico Cerámico


Terro sigilloto itálico, CF. 22.1 Olpe de tradición ibérico Olpe de tradición ibérico
Diámetro: 13,7 cm Altura: 28 cm Altura: 25 cm
Siglo 1d.C. Primero mitad Siglo 1d.C. Siglo 1d.C.
Tossol de Monises lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Provincial Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
de Alicante IMARQJ

Cerámico Vidrio Vidrio


Terro sigilloto sudgólico, Dr. 18 Jorro Ungüentario
Diámetro: 12,9 cm Altura: 14,5 cm Altura máximo: 10,5 cm
Siglo 1d.C. Siglos 1·11 d.C. Siglos 1.11 d.C.
Tossol de Monises, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Provincial Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
de Alicante JMARQJ
Cerámico Cerámico Vidrio soplado en molde
lucerna de doble piquero lucerna Ungüentario
longitud: 18 cm longitud:9,5 cm longitud: 7 cm
Siglo 1d.C. Siglo 1d.C. Siglos 1·11 d.C.
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante los Eros de Onlur, Al bocele
Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Museo de Albocele

Mármol Bronce Plato


Hypnos Mercurio Instrumentos de locador
Altura: 49,5 cm Altura: 16,5 cm longitud máximo: 19 cm
Siglos 1·11 d.C. Siglos 1·11 d.C. Siglos III.IV d.C .
Algorós. Entorno de lo Alcudia de Elche, Alicante Algorós. Entorno de lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
Nocional, Madrid Nocional, Madrid

Bronce Bronce Cerámico


Placo inscrito con distribución territorial. Fragmento de disposición senatorial con los Fragmento con rótulo pintado
longitud: 19 cm funerales de Druso. longitud: 8 crn
Siglo 1o.C. long ilud: 18 cm Siglo 1o C
lo Alcudia de Elche, Alicante Siglo 1o.C. lo Alcudia de Elche, Alicanto
Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia lo Alcudia de Elche, Alicante Depósito y foto Musco Monog10f,co cln lu Al' '"''"
Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
y Museo Arqueológico Municipal de Elche
Bronce Plata Plata
As libral Denario Denario
Diámetro: 66 mm Diámetro: 19 mm Diámetro: 21 cm
Años 225-217 a.C. Año 136 a.C. Año 130 a.C.
la Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico
Municipal de Elche Municipal de Elche Municipal de Elche

Cobre Cobre Bronce


As de 1/ici de Tiberio Semis Sestercio de Claudia
Diámetro: 29 mm Diámetro: 21 mm Diámetro: 35 mm
Años 14-37 a.C. Años 14·37 d.C.. Años 41-50 d.C.
la Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico
Municipal de Elche Municipal de Elche Municipal de Elche

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Bronce Bronce Bronce


Sestercio de Vesposiono Sestercio de Nervo Dupondio de Adriono
Diámetro: 35 mm Diámetro: 34 mm Diámetro: 27 mm
Año 71 d.C.. Año 96 d.C.. Año 96 d.C..
lo Alcudia de Elche, Alicante la Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Museo Arqueológico Depósito y foto: Musco Arqueológico
Municipal de Elche Municipal de Elche Municopol de Elche

783
Bronce Plato Plato
Sestercio de Foustino 1 Denario de Septimio Severo Denario de Gordiono 111
Diámetro: 32 mm Diámetro: 20 mm Diámetro: 19 mm
Post 141 d.C.. Año 198 d.C.. Años 241·243 d.C..
Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico
Municipal de Elche Municipal de Elche Municipal de Elche

Oro y piedras preciosos


Pendientes y colgantes
Longitud máximo : 3,8 cm
Siglos 11·111 d.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante
pósito y loto: Museo Arqueológico
Nocional, Madrid

Oro y piedras preciosos


Collares
Longitud máximo: 35 cm
Siglos 11·111 d.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante
•epósito y loto: Museo Arqueológico
Nocional, Madrid

Oro y piedras preciosos


Anillos
Diámetro máximo: 3 cm
Siglos 11·111 d.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante
lepásito y loto: Museo Arqueológico
Nocional, Madrid
Mármol Mármol Mármol
Escultura de Eros Escultura de Eros Placo decorativo
Longitud: 64 cm Longitud : 43 cm Alto: 39,9 cm
Siglo 1·11 d. C. Siglo 1-11 d.C. Siglo 11-IV d.C.
Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico
Nocional, Madrid Municipal de Elche Nocional, Madrid

Mármol Mármol Mosaico


Placo decorativo Placo decorativo Goloteo
Alto: 31 cm Alto: 17,5 cm Ancho: 70,3 cm
Siglos 11-IV d. C. Siglos 11-IV d.C.: Siglo 11 d.C.
Santo polo, Alicante Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico
Noc ional, Madrid Nocional, Madrid Nocional, Madrid

Mosaico Mosaico Mosaico


Apolo Centauro Águila
Altura: 55 cm Altura: 71 cm Longitud: 145 cm
Siglos 11-111 d.C. Siglos 11-111 d.C. Siglo 11 d.C.
Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante Algorós. Entorno de Lo Acudio de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Arqueológico Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia
Nocional, Madrid Nocional. Madrid

285
Mosaico Mosaico Mármol
Delfín Toro Venus
longitud : 164 cm longitud: 275 cm Altura: 11 O cm
Siglo 11 d.C. Siglo 11 d. C. Siglos 1-11 d.C.
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y foto: Musco Arqueológico
Municipal de Elche

Mármol Cerámico Cerámico


Sarcófago de Proserpino Ánfora grecoitólico Ánfora Dressel 2-4
longitud: 270 cm Altura: 80 cm Altura: 86 cm
Siglo 11 d.C. Siglo 1o.C, Siglo 1d.C,
Santo Polo, Alicante Alicante Tossol de Monises, Alicante
Depósito y loto: Museu d'Arqueología de Cotolunyo Depósito y foto: Museo Arqueológico Provincial Depósito y loto: Museo Arqueológico Provincial
de Alicante (MARQ) de Alicante (MARQ)

Cerámico
Ánfora Dressel 20
Altura : 65 cm
Siglo 11 d.C.
Alicante
Depósito y loto: Museo Arqueológico Provincial
de Alicante (MARQ)
SPANIA

Plato Cerámico Cerámico


Missorium del emperador Teodosio Cuenco y jorro Plato de ferro sigilloto gris
Diámetro: 74 cm Diámetros: 13 y 1Ocm Diámetro: 30 cm
Siglo IV d. C. Siglos IV-V d. C. Siglo VI d.C.
Almendrolejo (Bodo joz) Necrópolis de Poble Nou, Villojoyoso, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Gabinete de Antigüedades de Depósito y loto: Museo Arqueológico Municipal Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia
lo Real Academia de lo Historio de Villojoyoso

Cerámico Cerámico Cerámico


Jorro Spotheion Olla
Altura: 36 cm Altura: 55 cm Altura: 24 cm
Siglo V d. C. Siglos V-VI d.C. Siglo VIl d.C .
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Monogrófico de lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfic o de lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia

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Cerámico Cerámico Cerámico


lucerna lucerna lucerna
longitud: 14 cm longitud: 14,5 cm longitud: 17 cm
Siglos V.VI d.C. Siglos V.VI d.C. Siglo V-VI d.C.
lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y foto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de lo Alcudia
Vidrio Vidrio Vidrio
Ungüenlorio Ungüenlorio Ungüenlorio
Ahuro: 26 cm Ahuro: 10 cm Ahuro: 12 cm
Siglo VIl d. C. Siglo IV-V d.C. Siglo IV-V d. C.
lo Alcudia de Elche, Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconle
Depósilo y folo: Museo Arqueológico Depósilo y folo: Museo Arqueológico Depósilo y folo: Museo Arqueológico
Municipal de Elche Municipal de Elche Municipal de Elche

Vidrio Oro Oro


Pólero Sólido de Teodosio Sólido de Honorio
Diómelro: 34 cm Diómelro: 22 mm Diómelro: 22 mm
Siglo IV d.C. Años 383-388 d.C. Años 395-402 d.C.
Sonia Polo , Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconle
Depósilo y folo: Museo Arqueológico Depósilo y folo: Museo Arqueológico Depósilo y folo: Museo Arqueológico
Nocional, Madrid Municipal de Elche Municipal de Elche

Bronce Bronce Bronce


Nummus de Consloncio 11 Nummus de Consloncio 11 Nummus de Consloncio 11
Diómelro: 19 mm Diómelro: 18 mm Diómelro: 18 mm
Años 352-361 d.C. Años 355-361 d.C. Años 355-361 d.C.
lo Alcudia de Elche, Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconle lo Alcudia de Elche, Aliconlc
Depósilo y folo: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósilo y folo: Museo Monográfico de lo Alcudia Depósilo y folo: Museo Monográfico de lo Alcudio
Bronce Bronce Bronce
Nummus de Constantino 11 Nummus de Constancia 11 Nummus de Constancia Gola
Diámetro: 17 mm Diámetro: 18 mm Diámetro: 19 mm
Años 337-340 d.C. Años 355-361 d.C. Años 352-354 d. C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante La Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia

Bronce Bronce Bronce


Nummus de Constancia Gola Nummus de Julio no Nummus de Constancia 11
Diámetro: 18 mm Diámetro: 18 mm Diámetro: 17 mm
Años 353-354 d.C. Años 355-361 d.C. Años 355-361
Lo Alcudia de Elche, Alicante Lo Alcudia do Elche, Alicante Lo Alcudia de Elche, Alicante
Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Musco Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia

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Bronce Plato Piolo


Nummus de Constante Triente de Witizo acuño do en Córdoba Triente de Witizo ocuñodo en Toledo
Diámetro: 17 mm Diámetro: 20,8 mm Diámetro: 20,7 mm
Años 347-348 d.C. Años 702-71 1 d.C. Años 702-7 11 d.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante El Tolmo de Minatedo, Hellín, Albocele El Tolmo de Minotedo, Hellin, Albocele
Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo de Albocete Depósito y loto: Museo de Albocele
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Oro y piedras preciosas Piedra Piedra


Tesorillo tardoantiguo Cancel o ventano Cancel
Longitud máxima: 9,5 cm Altura: 84 cm Altura: 110 cm
Siglos IV-VI d.C. Siglo VI-VIl d.C. Siglo VIl d.C.
Lo Alcudia de Elche, Alicante La Alcudia de Elche, Alicante El Tolmo de Mina teda, Hellín, Albacete
Depósito y loto: Colección Ramos, Elche Depósito y loto: Museo Monográfico de Lo Alcudia Depósito y loto: Museo de Albacete

Piedra Pi edro Piedra


Columna decorado Columna decorada Cruz patada
Altura: 60 cm Altura: 200 cm Diametro: 35 cm
Siglo VIl d. C. Siglo VI-VIl d.C. Siglo VIl d.C.
El Tolmo de Minateda, Hellín, Albacete La Alberca, Murcio El Tolmo de Minotedo, Hellin, Albocetc
Depósito y loto: Museo de Albocete Depósito y loto: Museo Arqueológico de Murcio Depósito y loto: Museo de Albacete
Piedra Cerámica Cerámico
Inscripción Ánfora oriental Ánfora Keoy LXI
Longitud: 140 cm Altura: 38,4 cm Altura: 123 cm
Siglo VI d.C. Siglos VI-VIl d.C. Siglos VI-VIl d.C.
Cortogeno, Murcio Cortogeno, Murcio Cortageno, Murcio
Depósito y foto: Museo Arqueológico Municipal Depósito y foto: Museo Arqueológico Municipal Depósito y loto: Museo Arqueológico Municipal
de Cortogeno de Cortogena de Cartogeno

Cerámico
Fragmentos de ungüentarios tardíos
Altura: 17 cm
Siglos VI-VIl d.C.
Cortogeno, Murcio
Depósito y loto: Museo Arqueológico Municipal
de Cortogeno
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