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Camilli, Ernesto
Las Casas del Viento
Colección Nuevo Sudaca Border
Cooperativa Eloísa Cartonera
Primera edición: agosto de 2008
Segunda edición: octubre de 2014
Tercera edición: septiembre de 2017

Diagramación, producción y arte de tapa:


Eloísa Cartonera

Ilustraciones: Noemí Carreira

ISBN 978-987-24638-0-9

2017, Cooperativa Eloísa Cartonera,


Venezuela 3892, CABA, Argentina
bellezacartonera@hotmail.com
www.eloisacartonera.com.ar

2 Las casas del viento


Las Casas
del viento
Ernesto Camilli

-con actividades para hacer en casa-

ELOÍSA CARTONERA 2017

Ernesto Camilli 3
4 Las casas del viento
Prólogo
Significantes de la vida

Verano, Buenos aires, 2007, último peldaño


del encuentro de Ernesto con La Carto. Llegó
en taxi, haciendo honor a su rutilante vida de
aventurero del lenguaje, seductor incansable
de la mejor literatura. Ernesto Camilli,
ingresaba en la vida de Eloísa Cartonera, es
decir en nuestras vidas, de la mejor forma.
Venía a nuestro local del Barrio de La Boca
arrastrando una alegría infinita, un puñado de
libros originales y la desfachatez de sentirse
un capo en esto de combinar palabras,
de hacer del lenguaje un “gesto popular”
como nadie. Con la autoestima siempre alta,
comprendiendo a los jóvenes más que nadie.
(Hoy Nicanor Parra cumple cien años, pero
ni de casualidad mantiene la genialidad
de nuestro Ernesto Camilli). Batallador de
mil batallas, profesor bello y revolucionario
hizo honor a la prédica. “Cuando el docente
llega al corazón del niño, ese hombre será
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un gigante”, sabias palabras de Sarmiento
en Facundo. Así es, Ernesto alimentó el
corazón de miles de gigantes de la década
del 50 y el 60. Grandulones que hoy lloran
cuando ven nuestros ejemplares defectuosos,
extrañísimos, con un gesto amateur, en cada
feria del país y de Buenos Aires.
Camilli es palabra sagrada para muchos
maestros, muchos alumnos hoy médicos,
dentistas, poetas, hombres que recuerdan
su ciclo con Ernesto como un verdadero hito
en sus vidas. Nosotros en Eloísa Cartonera
también sentimos lo mismo: compartir con
Ernesto unos minutos, escuchar su risa,
escucharlo hablar, recibir su afecto picarón,
al borde de la sátira de provincia, es uno de
los grandes momentos de nuestras vidas.
Cuando Ernesto ya no esté, cuando finalmente
caduque como un álamo o un eucalipto, lo
hará de pie, riéndose, y nosotros tendremos
una sonrisa en nuestra cara porque nos
estaremos acordando de Camilli, sinónimo de
felicidad.

ELOÍSA CARTONERA

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QUERIDOS CHICOS:

Ha pasado ya medio siglo desde que el


primer sol albañil salió de su casa de papel y
visitó las casas del viento.
En el camino aparecieron retazos de Buenos
Aires, de Mendoza, de La Rioja, de la
Patagonia...
Y también personajes nuevos como el
avestruz Abelardo, la Tortuga Abuela, los
ratones ladinos, el Bululú y amigos de antes
como la cigueña y el burrito Jeremías.
Pero el mayor descubrimiento de la travesía
fueron dos magos que viven en la Boca, María
y Cucurto, cuyo amor hizo posible este nuevo
libro cartonero.
Ojalá lo gocen ustedes como lo hemos gozado
al reescribirlo, al diagramarlo, al dibujarlo.
Termínenlo jugando y rescatando con el Pony,

Ernesto Camilli 7
en las últimas páginas, al Osito Batata que
tiene encerrado la Bruja Zorra.
¿Cómo lograrlo?
Traveseando con la poesía que es la manera
más inquietante, más aventurera y más
divertida de vivir.

Siempre,

Las casas del viento


CARTA INICIAL
PARA EL VIENTO
Yo quiero como vos, amigo viento, habitar
todas las casas del mundo.
Te imagino en el sur, sobre el océano, cuando
el agua golpea su martillo frío y los pingüinos
de Punta Tombo son pétalos inquietos que
inventan las mareas.
¿Con qué silbido mago te acercás a los lobos y
a los elefantes marinos de la Patagonia?

Ernesto Camilli 9
¿Los engañás acaso contándoles que tu
canción la aprendiste en un viejo organito de
San Telmo?

¿No te mareás de tanto entretejerte con los


viñedos al pie de la cordillera y con las nubes
blanquísimas y diáfanas de los cerezos en flor?
¿Visitás a menudo las cuevas irisadas de
Talampaya y las planicies donde fuiste
arquitecto inicial junto al agua fraterna?
Los jilgueros, que ignoran las fronteras de
los ríos, te penetran y ese es tu gozo en los
amaneceres...
Y los ceibos y los jacarandás y los lapachos
que te pintan con sus esmaltes terrestres
te interrogan por los nidos que regocija tu
fragancia.
Yo quisiera que me contases, viento amigo,
en una larga carta, todas las aventuras
que has recorrido y que me la dejases en
el buzón colorado donde caben apretados
todos los sueños de la tierra...

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E L V I E N TO
E M BR O L LÓ N

Según contaba Bululú, vagabundo de


caminos, el viento, en el principio de los
tiempos, fue un duende, señor de un castillo
con cien nidos de cigueñas en las torres más
altas.
Tan avispado era el pícaro que enredaba
los rayos del sol y de la luna para fabricar
hamacas altas como nubes.
Esto desataba gran confusión en la tierra:
la luna tironeada, iba para adelante y para
atrás; el sol como un barrilete loco, para
arriba, para abajo, para el costado y para
más allá.
Podían chocar en cualquier momento y
quedarnos todos perdidos, sin noches ni
días, sin cenit ni nadir.
Enojados por tanta confusión, el sol y la
luna le dijeron al viento: “Para que no nos
confundas ni nos enredes como ovillos de
lana tendrás que trabajar dando vueltas a
la tierra y empujando las ruedas de todos
los molinos quietos. Tan cansado quedarás
con tu trabajo de aspas, que no te quedarán
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fuerzas para jugar a las hamacas de luz con
nuestros rayos”.
Desde entonces el viento anda y anda y
habita obediente las mil casas que tiene en
el mundo.
Y las que ya son bisnietas de las primeras
cigüeñas se preguntan curiosas donde
andará el duende que trenzaba en la
prehistoria los rayos de la luna y del sol.

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El NÚCLEO es el viento

Ahora vemos todas las cosas o los personajes


que podría ser el viento.
Te decimos la primera. Vos completá los
sustantivos:

El viento es un duende lejano.

El viento es . . . . . . . . . . . . . . . . gris.

El viento es . . . . . . . . . . . . húmedo.

El viento es. . . . . . . . . . . . pedregoso.

El viento es . . . . . . . . . . . . . perdido.

El viento es . . . . . . . . . . . despintado.

El viento es . . . . . . . . . . desconocido.

De este mismo modo, podrías tomar como


núcleo un nido, una laguna, un jilguero, un
lapacho, etc.,etc.

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A B E LA R DO E L
AV E S TR U Z
Abelardo el avestruz
es audaz y aventurero:
ganó una carrera al viento,
se disfrazó de torero,

con las uvas más fragantes


trabajó de viñatero
y en el barco de un gran lago
ofició de timonero.

Bien sudó la gota gorda


en el campo, forastero,
cultivando zapallitos,
bajo el sol, con un sombrero,

y en el verano tardío,
casi a fines de febrero,
con ciruelas y duraznos
llenó cestos verduleros.

Mientras andaba de ronda


comía, demandadero,
lo que encontraba a su paso:
tornillos, lata, un tintero;
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hasta que un día creyendo
que era un útil chacarero
se tragó el despertador
que abandonó un mochilero.

Desde entonces Abelardo,


de campanas pimentero,
despierta a las golondrinas
en las mañanas de enero

y les marca a los conejos


que miran desde el granero
que el sueño viene rodando
y el sol va a su amarradero.

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B UE N O S A I R E S:
LA E S TAC I Ó N DE
T RE N E S DE BA R R AC A S

Suelo ir algunas tardes a visitarla.


La rodean calles de arduos empedrados y altas
veredas de ladrillos que subrayan paredes
perdidas en el tiempo.
Y hasta una primordial casa azul medio oculta
por una acacia favorable. Cuando llego a la
plazoleta que está frente a la estación se me
antoja que fueron arquitectos magos quienes
trazaron los arcos que sostienen a los trenes
innumerables.
Hay viejas farolas que visitan las palomas y dan
marco a la entrada del vestíbulo donde alguien
escondido tras una ventanilla de bronce vende
pasajes por unas pocas monedas.
La escalera alta, interminable, se abre en el
descanso a la ventana que descubre una
plaza nueva donde viven un palo borracho,
un ombú y algunos álamos...
Por fin, el andén...

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Se revela entonces el camino de hierro que
alimenta en el aire un pentagrama eléctrico,
y asoman ya, sobre el puente del Riachuelo,
los vagones que llegan y se despiden en los
multiplicados adioses de todos los días..

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Soñé un tren...

¿Te animarías a ir a la estación de tu barrio,


subir a los andenes y escribirle una carta al
tren?

Tren del alba . . . . . . . . . . . . . . . .


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ME ND O Z A:
RE C AD O PA R A L A
CORD I L L E R A

Cordillera,
alfarería divisoria de aire y agua,
decime qué águilas, qué ceramistas
han creado tu silencio
en el amanecer de América.

Como una espejería rota


tus faldas multiplican hielos y niveles
y bajan en ventisquero y pedregal
hasta donde nace el Zonda quemado y
desierto.

De tu costado brotan el Tunuyán y el Atuel


que sorprenden a chinchillas y arenas
con la geometría del agua en las acequias...

...Y también a los álamos que nutren su


sombra
en los caminos líquidos y rectos...

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En los viñedos, hormigueros de luz,
las uvas congregan
azúcar y ámbar.

Cordillera,
efigie de la Tierra,
guardá en tu celda de piedra y metal
el himno del otoño en Uspallata
y danos la paz de los cultivos
y el agua de tu nieve sudamericana.

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Las herramientas de la patria
Crecimiento de puentes,
arados florecidos,
cinturón de cementos,
vidrios marítimos,
botes en pentagrama,
caminos agostizos,
fragua labrada en llamas,
andamios levadizos,
caleras de gaviotas,
petróleos fronterizos,
grúas como azucenas,
barracas y edificios,
trochas cordilleranas,
torres entre latidos,
maderas de guitarras,
aceites en racimos,
telares de madrugada,
imprentas de ala y de trigo,
relojes que crean el tiempo,
pilares de hondo latido,
geométricas catedrales,
horas soles de domingo,
tren que repta en el otoño,
barco agobiado de olivos,
y cosechas, mesas, puertos,
carbón, cántaros y libros.
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Las cosas de la patria

Álamos de los valles,


quebradas en esquina,
panales de uvas agraces,
piedra con honda herida,
ciruelos obstinados,
cactos que vaticinan,
espinillos harapientos,
tamarindos en subida,
palo borracho en el alba,
médanos de las neblinas,
cielos de labios australes,
ceibos que viven en islas,
lago que espeja bandadas,
playas que se calcinan,
algarrobos de mil vainas
y salinas escondidas,
lluvia espesa de metales
y pampas de cien harinas,
barrancos lacios y arduos,
almendrales y semillas,
arena, fuego en el yunque,
caleras, maíces en línea.

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Los hombres de la patria

Albañiles de soles,
hacheros de los ríos,
ingenieros de acero,
taxistas de caminos,
plomero hecho de fuego,
hortelano de linos,
guardabarreras verde,
cosechador de trigos,
panaderos de harina,
sembrador rectilíneo,
electricista en rombo,
ferretero amarillo,
pintores irisados,
escultor de botijos,
ascensorista de aires,
domador de relinchos,
arquitecto de andamios,
marineros del frío,
médico de palomas,
joyero de martillos,
carpintero de robles,
guardabosque entre espinos,
maestros de luz ancha,
claro panal de niños.

23
Seguí jugando y
nombrando
Nombrá diez herramientas de la patria
que conozcas y agregales el modificador
directo (adjetivo) o el modificador indirecto
(preposición más sustantivo) que te parezcan
más acertados; ¡y que papá te lo corrija!

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Bienvenida para el chorlo
pampa
Llegás, chorlo, a tu destino sudamericano.
Venís de las ciudades, de los árboles,
de los mares, de las montañas, de los
metales.

Todo lo que viste está dibujado


en tu plumón.

Este diciembre, como siempre,


nos traés tu canto,
la filigrana de tu vuelo,
las raíces heladas
del Ártico,
el sueño verdiazul
del gran océano,
la cuchillería del sol en el Brasil,
tu descanso en el Caribe.

Pero tu patria es una nube,


una semillería de viento.

Yo voy a despedirte,
cuando te vayas, chorlo,
pintado de bañados abrileños
25
por la ruta purísima de las nieves:
volarás entonces hacia poblaciones de naves
y de estrellas,
hacia el trebolar límite
de la honda América.

26
Descubrimiento de los
vuelos

Investigá sobre las andanzas del chorlo


pampa y sobre sus características y redactá
algunas oraciones sobre tus hallazgos.

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ORACIÓN EN LA PUNA

No solo roca. No solo cielo,


telares de fríos infinitos.

No solo viento blanco


en la noche vacía de planetas.

No solo plomo y cobre


en la escudilla profunda de la tierra,
petróleo,
jarilla y tola y cactos candelabros.

No solo vicuñas que herbajan


en la sierra,
llamas y alpacas agrisadas
en manada absorta y mensajera,
agua-nieve perdida en arenales,
nervaduras de hielo en la vertiente.

No solo un asno que se asoma al río


y se pierde en la maraña de las piedras;
sino un pan ácido y un rezo,
abanico de arcilla y alfarero
en un coya de labio ceniciento.

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29
LOS TRES RATONES

Se juntaron tres ratones:


Traidor, Loquillo y Turquito,
los tres con sesos de lata
y piruetas de monito.

Se compraron antifaces
y Loquillo un farolito,
iban a asaltar un banco
y ratearon tres autitos.

Osito piensa que sueña,


¡no son ni los tres chanchitos!,
un conejo vagabundo
los mira carifruncido.

Salieron de alcantarillas
con olor a jabón frito
y a los autos descubiertos
se treparon en un brinco.

El Osito en la garita
mira absorto el desatino:
con los autos sin motores
se equivocan los caminos.

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Hoy perderán una rueda
y mañana el abanico,
patinarán cuando llueva,
se romperán el hocico.

Así los tres bandoleros,


hurtadores, traidorcitos,
verán que el Osito al final
no mueve zarpa, adivino

de que ratones con autos


y sensatez de pollinos
chocarán contra un tranvía
y harán su cabeza añicos.

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Cuento de parva y pampa

Andaba Bululú por la ruta que lleva a Trenque


Lauquen mientras gozaba pedaleando su
bicicleta con la visión del domicilio del maíz y
los girasoles...
Caviló que estaba en la pampa y que la “a”
extiende los nombres de las cosas, las hace
más libres, las llena como de aliento: ala, mar,
arar, alfalfa, agua, parva, campana...
Andando, pues, entre parvas y pampas,
recordó una vieja historia que le había contado
su abuelo...
“Cierta vez una parva muy alta y muy verde le
pidió al viento pampero que la disfrazase de
globo. Y el pampero amable fue metiéndose
entre las rendijas de las hierbas y la parva fue
creciendo, creciendo como si abrigase todo el
viento del mundo.

32
Pero cierta madrugada húmeda el pampero
tomó frío y al meterse en la parva estornudó.
Tan alto voló el aparvamiento todo, que los
haces de hierba fueron a dar cerca del sol,
como Ícaro en su vuelo. Cuando volvieron a la
tierra estaban teñidos de ámbar y miel, el color
que tienen ahora las parvas de invierno...

Y colorín, colorán,
amarillas de soles
las parvas están...”

33
Jugá con la “a”

Buscá sustantivos que tengan solamente la


letra “a”. Encontralos en las lecturas de este
libro o en otras páginas. Repetilos, decilos
en voz alta. Sentirás entonces cómo su
significado se abre como tu voz.

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S E M BL A N Z A DE L A
M E S O P OTAM I A
Nació un viento, cálido y húmedo, entre
muchos que nacieron y murieron. Y este
viento no tiene historia sino geografía: el país
apretado y verde del Paraná y del Uruguay.
Territorio con enmarañamiento de lapacho,
de petiribí, de ñandubay, de espinillo tala, de
ceibos...
Brujulea el jacarandá, empastador azul, entre
serpientes y helechales. Mesopotamia se
llama el sitio donde despuntó la primavera
de la tierra y la yerba mate congregó a los
hombres.
El aguará-guazú medita sus escurriduras
en la cristalería de la selva y muros de lluvia
esconden los vagabundeos de monos y
yaguaretés.
Sigue el agua innumerable su lamedura de
barcos y de puertos: Posadas, Corrientes,
Paraná y también Concordia y Gualeguaychú...
En las verdes barricas de las islas los juncales
albergan flamencos y garzas...
La llevanza del agua continúa y el irupé y
el camalote hazañoso viajan como estrellas
desgarrradas hacia la desmemoria del mar...
35
LA SEÑORA CARA DE
CONEJO
Cara de Conejo
anda todo el día
chozpa que te chozpa
por puertas vecinas.

Sube y baja presta


por el ascensor,
come zanahorias
tocando el tambor.

Cuando alguien se muda


se pone un sombrero
y acusa a los dueños
de tener plumeros.

Mete los bigotes


hasta en la terraza
y pierde las llaves
para abrir su casa.

Critica a los grandes,


chuchea a los chicos
y reparte cartas
chantando el hocico.
36
Cuando el viento sopla
con su vozarrón
se hamaca en antenas
de televisión.

Si algún mono pierde


un botón de lata
ella es quien se encarga
de armar alharaca.

Y cuando el portero
llega en bicicleta
lo asusta gritando
con voz cuchufleta.

Escalera abajo,
escalera arriba,
Cara de Conejo,
¡tomate el tranvía! 

37
B U E N O S A I R ES:
FLO R E C I M I E N TO D EL
L A PAC H O

Florecen los lapachos en Buenos Aires: yo


los visito en Plaza Italia y a uno especialmente
que vive en la Avenida Nueve de Julio e
Independencia.
Son gigantescos planetas de colores rosados
que se instalan en octubre para olvidar el frío
del invierno, cuando estaban dormidos.
A mí me gusta corretear bajo la sombra de las
flores y llevar pan nuevo para regalar miga a
los gorriones vagabundos y a las torcazas que
dibujan sus rondas ante tanto agasajo de luz.
Son generosos los lapachos: si algún camión
desvencijado los agravia con su humo, se
ríen y se entintan con más fuerza porque
aprendieron en el tiempo el canto milenario
de la tierra y del agua.

38
BUENOS AIRES: LA TORRE
DE LA IGLESIA

A pesar de que algunos edificios insolentes


eclipsaron su altura, sus paredes blancas y
su techo de tejas son, como los fresnos, el
espacio donde juegan los pájaros.
La torre mira pasar, por la avenida, todo
el tránsito de Buenos Aires. Y como le da
envidia el color de los taxis se pinta unas luces
amarillas en las ventanas, a la noche, contra
el cielo negro cuando hay luna nueva.
Además, y eso la torre lo sabe, los bocinazos
se silencian con respeto cuando estalla la voz
de las campanas.
Y las palomas, entonces, ante tanta lisonja de
música, tejen alrededor de la alta efigie, las
diademas pintadas de sus vuelos.

39
EL BURRITO JEREMÍAS

El burrito Jeremías
llora casi todo el día.

Tiene un mar de caramelos,


cien estrellas en el cielo,

más zapatos que un cienpiés,


un barrilete por mes,

un trompo, una calesita,


una gata, una monita,

quince viajes en avión ,


un anteojo, un camisón,

tanta plata como un banco,


un disco que toca el tango,

un amigo en Puerto Rico,


dos cotorras con buen pico,

una fuente de buñuelos,


diez camisas con gemelos,

40
un colchón de gomapluma,
dulce de naranja y tuna,

un tren que dice buendía,


y duraznos y sandías,

un barril de naranjada,
una pelota rosada,

y un cohete y un carricoche
y un frac para usar de noche,

una galera, una radio,


un amigo boticario

que le regala aspirina


y una postal de la China.

Pero el triste Jeremías


gime casi todo el día

porque al echar una carta


que mandaba para Esparta,

junto al pintado buzón


anteayer perdió un botón.

41
Si algún chico lo encontrare
que vuele montes y mares

para darlo a Jeremías


aunque esté en lo de su tía

porque llora cataratas


por su buen botón de lata.

42
Escribí una cartita para
endulzar a Jeremías

Querido Jeremías:
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L AS H I S TO R I A S D E L
LO R I L I N D O Y L A
BENTEVEA

El Lorilindo y la Bentevea
zumban del nido hasta la vereda:
el Lorilindo quiere ir al cine;
la Bentevea hacia la escuela.

Si el Lorilindo come maníes,


come habichuelas la Bentevea;
si uno pretende tomar un taxi
el otro dice que se marea.

Si Lorilindo cuenta algún chisme


pronto lo niega la Bentevea,
y luego acusan a las amigas
de entrometidas y comadrejas.

Si Lorilindo va al obelisco
su amiga parte a la costanera;
comen cebollas, ajo y picantes
y luego lloran porque se enferman.

44
Si Lorilindo dice que bailan,
finge que almuerzan la Bentevea
y si uno opina que ya es de noche
el otro juzga que la luz ciega.

Si Lorilindo sueña los mares


escala picos la Bentevea
y cuando viajan en el tranvía
siempre les queda la cola afuera.

Si ustedes quieren ser sus amigos


escriban cartas que no se lean
y además digan que los aviones
van bajo el agua como ballenas.

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ORACIÓN PARA LA PAMPA
Tu domicilio de macachines y abrojales creció
como una estrella o una campana de cardos
azulados.
Te sacude el pampero de voz quebrada por
ombúes y maizales.
Pampa, pampa, me asomo a tus ríos y el agua
edifica vainitas de algarrobos y racimos de
eucaliptos en tus superficies absolutas.
Tu nombre es tan amplio que garzas y teros,
flamencos y chajás transitan sin fronteras tu
lluvia ilimitada.
Tu aire verde se quiebra como una burbuja
que labran gorriones y chingolos, comadrejas
y gatos pajonales.
Pampa, pampa, hacé espiga tu trigo-pan y
guardalo para el chico de manos desiertas.
Y en tu mar lleno de sol y en el arcoiris
dormido en las lagunas concedé los peces
innumerables para el almuerzo de los hombres
que viven en paz...

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E L P O NY DE L C I R CO
Es blanco como un almendro en flor, blando
como la ternura de los Reyes Magos, menudo
como los caballitos que suben y bajan en las
calesitas.
Sus ojos son negros como la piel de una
ciruela y brillan de alegría cuando descubren
ramitos de alfalfa con flores azules y cazuelitas
de maíz nuevo.
Han quedado enredados en su grupa el viento
de mil caminos y las fragancias de las yerbas
montaraces.
Tantas han sido las andanzas del circo que se
le confunden caminos, trenes, valles austeros
y campos de girasoles.
No cabe en sí de alegría cuando le ponen
un sombrero colorado con cintas amarillas y
trota bajo las luces junto a los payasos y los
trapecistas.
¡Cómo se divierte su corazón silvestre cuando
los chicos baten palmas de contento!
Cuando al circo lo devoran las sombras, el
Pony busca los charquitos que deja la lluvia.
Y entonces se bebe, en el espejo del agua
oscura, la luz de todas las estrellas que lo
miran ideales desde la terraza del cielo.

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COCOSAURIO Y LA
CIGÜEÑA
Llega la Cigüeña enamorada
a una torre que está desalquilada.

Junta pajas, ramitas y plumones,


abre su domicilio con canciones

y convida una noche a una retreta


a viejos pavos, gansos, gallaretas.

Ubicada en su alto ventanal


es ahora la dueña del local.

Pero con su catalejo de campaña


ve a Cocosaurio entre las espadañas.

Cocosaurio es el intendente,
gran señor de las torres y los puentes,

y con gesto de viejo lagartón


le truena a la cigüeña sin perdón:

“La torre tiene lauchas y ratones;


el nido, diez contravenciones;

50
los zapatos, cordones colorados;
buscate habitación en otro lado”.

La Cigüeña se queda sin su casa:


¡a vivir en el pozo o la terraza!

Deja el nido de tibios edredones


y se va sin timbales ni tambores.

Pero espera sentadita junto al río


que a Cocosaurio lo lleve un viento frío.

51
IMAGEN DEL SUR
PATAGÓNICO

Lejos,
hacia el sur,
el mar golpea con su azote frío
la silenciosa costa patagónica.

Y como un equipaje tácito


el invierno desparrama en los estuarios
sus roqueríos de pingüinos y de lobos.

Las bodegas secretas de la Tierra


cobijan el petróleo;
y los molinos de las bombas
arrancan, entre llaretas y calafates,
las fragancias espesas.

Las ovejas son humos salvajes


que recorren los cordeles largos
del Río Negro y del Chubut
mientras las liebres y los guanacos
se desbocan en la cintura del planeta.

52
Y en el fondo del viento
está la voz
de los patagones sin nombre ni número
como una copa
en la transparencia de la noche.

53
Colorado, ¿es adjetivo?

Buscá adjetivos en las lecturas anteriores: “El


Pony del circo”, “Cocosaurio y la Cigüeña” e
“Imagen del sur patagónico”.
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De todos los adjetivos que encontraste elegí


los que más te gusten y escribí tu propia
historia.
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54
PIEDRA LIBRE PARA EL
VERANO...

Piedra libre para el verano que nos llena los


cestos de duraznos y cerezas...
Piedra libre para el verano que empuja a los
álamos a crecer más altos que las nubes...
Piedra libre para el verano que convida a las
torcazas a bañarse en la fuente de agua de las
Nereidas...
Piedra libre para el verano que inventa los
cristales del aire y los quiebra de luz con las
campanas del mediodía...
Piedra libre para el verano que puebla los
campos de girasoles, mascaradas amarillas
en los filos de las travesías...
Piedra libre para el verano que descubre las
fragancias del cedrón, de las alhucemas y del
tomillo...
Piedra libre, por fin, para el verano, que besa
con el agua del molino los labios de las liebres
y de las ardillas vagabundas y sedientas...

55
LA TORTUGA ABUELA

La Tortuga Abuela salió a tomar aire


por la orilla propicia del río,
con bastón, con un gorro y con botas
refrescaba su boca el rocío.

El camino se torna confuso,


que los tréboles son bosques umbríos,
un jilguero desgrana en el roble
su canción como un himno de estío.

Monacales hormigas que cruzan,


peregrinan cargadas al nido
y confunden la vieja armadura
con las piedras que ciñe el camino.

Ya la tarde se esconde en las nubes


y las sombras presagian el frío;
las ranas que viven en el charco trémulo
croan voces verdes de adiós vespertino.

56
Ya regresa la Tortuga Abuela,
su boca pintada de fresco atavío,
sin la gorra roja con cintas doradas
que perdió forastera en el limo.

57
¿Por qué una palabra es
sustantivo?
“La Tortuga abuela camina pausada”

“La abuela me regaló duraznos”

En la primera oración abuela es adjetivo y en


la segunda es sustantivo.

Utilizá las palabras pintada, peregrina, frío y


forastera primero como adjetivo y después
como sustantivo.

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Al final del ejercicio respondé: ¿de qué


depende que una palabra sea sustantivo o
adjetivo? ¡Qué te ayude papá!
58
INVENCIÓN DE LAS
PALABRAS

Las palabras idean las cerezas y los sueños y


nosotros mismos somos inventados por ellas.
Jugar con las palabras es entretenerse con
los duendes que pueblan los cuentos de los
innumerables caminos de los hombres.
Al decirlas podemos ser los creadores de
las aventuras más audaces, de bosques
indescifrables, de brujas, de hadas, de gnomos,
de reyes y mendigos, de lobos feroces y de
ositos raptados.
Deslizarse por el tobogán de las palabras
es la mayor de las hazañas, es meterse en
las siestas y cambiar el arriba y el abajo, el
también y el todavía.
Las palabras encantan a los girasoles y los
convierten en los fantasmas amarillos del
camino. Y astillan la luna cuando se rompe en
el charco en que se espeja quieta.
Sería cuestión, quizá, de empujarlas a sus
destinos de navegaciones e irnos con ellas
hacia los puertos, los mares, las montañas.
Hacia desiertos de arena y de nieve. Hacia
estepas de nubes.
59
BUENOS AIRES
ÍCARO, AMIGO:

Muchas veces te he visitado en la punta del


espigón de la antigua Costanera Sur.
Hace ya cincuenta años que las tierras
crecidas te han robado el aliento del río que
era brisa y azote de sudestada en tus espaldas
de bronce.
¿Soñás acaso, cuando crece el sol, en el vuelo
prodigioso que animó tu padre Dédalo?
Por penetrar los misterios del viento y atreverte
a la luz se derritieron tus alas de cera y azafrán:
deslumbraba a las águilas tu ardiente valentía.
Ahora te has quedado quieto, Ícaro, para la
eternidad.
Sos el dios de un templo botánico: las alamedas
de tipas altísimas te cobijan y te llueven los
noviembres infinitas flores amarillas que
piadosas envuelven en remolinos tus alas sin
tiempo.

60
61
Ir al fin hasta las fuentes donde cantan los
genios del agua, que se multiplican sin cesar
en los cristales enlatados del sol y que trepan
hasta los picos de las catedrales donde el
viento juega y lamina su voz de colmenar.

62
Buenos Aires:
La Fuente de las Nereidas

El recuerdo de las Nereidas se pierde entre


las historias que se contaban en los pueblos
del mar.
El gran océano era su abuelo y por eso conocían
las andanzas profundas de los tritones y de
los delfines.
Vivían en palacios de agua y trenzaban con
hilos de oro la luz de los amaneceres.
Un hechicero, desorientado al pasar, las
encerró una vez en grandes bloques de piedra
blanca y allí permanecieron cautivas durante
siglos...
Pero cierta aventurera, llamada Lola Mora,
que conocía la herencia de los mármoles,
llegó desde el norte y decidió despertarlas de
su sueño de nieve.
Quitó, martillo y cincel, cincel y martillo,
toda la piedra que las tenía cautivas y ahora
deslumbran el paso de la Costanera Sur de
Buenos Aires.
63
Las Nereidas surgen allí de una fuente por la
brujería blanca de las mañanas de viento y
de luz. Todavía creen oír las campanas del
río, que en un tiempo lamía el espigón largo
y les traía el batido leonado de los mensajes
mesopotámicos...

64
Cuentos del mar
Visitá la fuente de las Nereidas en la
Costanera Sur de Buenos Aires e inventá tu
propia historia de Nereidas.

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BUENOS AIRES:
EL MOLINO DE RIVADAVIA
Y CALLAO

En la vieja cúpula de Callao y Rivadavia, frente


al Congreso, está el alto molino detenido.
Yo lo visito cuando atravieso la plaza indigestada
de palomas que se apiñan alrededor de los
vendedores de maíz.
Me apena ver al molino tan solo, frondoso de
preguntas que nadie responde, como en un
rezo sobre la profunda selva de la ciudad.
El molino me mira: lo han gastado años de
lluvias y ya casi nada cabe en su antigua
memoria de óxidos.
Cuando amanece y el sol albañilea sobre la
Avenida de Mayo, el molino descuida una
sonrisa tibia y chorrea sus aspas con algún
rayo fugitivo.

Yo querría darle vida nueva, hacerlo volar


sobre la noche de Buenos Aires, invitarlo a
pintarse de luces y devolverle por fin el fulgor
que tuvo una vez y se perdió en el laberinto
impiadoso del tiempo...

66
BUENOS AIRES:
MILONGA PARA UN
BARCO ABANDONADO
EN EL RIACHUELO

En el colmenar húmedo de los hombres


entre un bosque de mástiles y cordeles
estás
como una hoja
perdida
en un silabario de sirenas...

Dormite, mi viejo barco...

Atavíos de sol
en el alba
pintan cerezas
en tu costado de pirata
detenido...

Dormite, mi viejo barco...

El agua te tatúa líquenes


y los gorriones vecinos

67
te creen
un trébol
gigante y abandonado
en las aguas intoxicadas de petróleo...

Dormite, mi viejo barco...

Extraños pájaros
forasteros,
de nombres desconocidos,
te traen en sus vuelos
olores lejanos de tierras rojas
como lámparas terrestres...

Dormite, mi viejo barco...

Hachado
por las retamas del atardecer
tu esqueleto cruje
ruidos astillados
que se clavan en el muelle
como peregrinos
de marejadas
y de redes inocentes...

Dormite, mi viejo barco, dormite...


Mi barco viejo se duerme...

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69
BUENOS AIRES:
COSTANERA Y AEROPARQUE,
CUMBIA PARA EL AVIÓN
Un túnel vegetal de tipas que en diciembre
siembra millones de flores amarillas en el largo
camino de la Costanera y lo absuelve de tanto
trajinar de neumáticos y de humo aceitoso.
Aparecés de golpe más alto que el sol, cuando
el horizonte se abre como una naranja madura.
Y convulsiva, ásperamente, convalecen tus
frenos que buscan pista con aullido de acero.
En tu largo camino viste alejarse la ferretería
de la tierra, las islas, los almendros...
Venís atravesando humedales con orillas de
hierbas y de ceibos; dejando atrás jilgueros y
langostas.
Contame, avión amigo, que te dicen los glaciares
de uñas blancas y el aire quemado del desierto.
Quizá algún día te acompañe a tu patria
altísima y azul.
Y jugaremos entonces a las escondidas con las
nubes y con las cigüeñas, con el lucero;entre
las cordilleras,los relámpagos y los granizos y
hasta con algún astronauta luniandarín que
vagará seguramente por tu ruta de luz.

70
CUMBIA DE LAS DOS
LECHUCITAS

¿Quién conoce
a las dos lechucitas
que son las de enfrente
de la calesita?

La más jovencita
es tan hacendosa
que vive brillando
ollas y baldosas.

Y cuando algún gato


pasa distraído
lo baña afanosa
en baldes floridos.

Maneja un carrito
entre los tranvías,
tramposa, aguerrida
como vieja tía.

Y mete bocina
sin tino ni espera
71
con la otra lechuza
como bufonera.

Con sus herramientas


compone muñecos,
farolas, enchufes,
cables chuchumecos.

Pero nadie la deja


entrar a su casa
porque siempre roba
alfombras y tazas.

¿Quién conoce
a las dos lechucitas
que son las de enfrente
de la calesita?

Y las más viejita


goza mandoneando
y garrote en mano
vive amenazando:

llama policías
para protegerse
y cae mimosa
en sus brazos fuertes.

72
Sale de su nido
por altas ventanas
aunque las vecinas
saben sus jaranas:

va a jugar al bosque
con los lechuzones
que a veces les pegan
unos coscorrones.

Acaso se cree
una mariposa
y entonces se pinta
como dalia rosa,

entonces los chicos


desde la terraza
le gritan que es loca,
que vuelva a su casa.

¿Quién conoce
a las dos lechucitas
que son las de enfrente
de la calesita?

73
ALMUERZO DE
AMAPOLAS
El cielo
está quemado y tibio
y por los caminos
de los huertos
avanza un ejército de orejas:
cien conejos
que tamborilean
y despiertan atajos
y espinitas desgajadas
y hormigas procesionales.

Entre
álamos y encinas
brotan malezas
que sembró algún viento
vagabundo,
mensajero de jazmines y luciérnagas.

De golpe
la marcha de orejas se detiene:
en el terreno blando,
germinado, dulce,
aparece el vestido irisado de los campos:
la cándida amapola.
74
Avanza el tun-tun
de los conejos
que amapolean
aquí y allá
en los tallos verticales
y en los molinitos de los pétalos.

Todo el cielo
se hunde en la laguna.

Entonces las amapolas


presas en barriguitas conejiles
reposan de tanta mordedura
y de tantas cosquillas,
de hociquitos fríos
y de bigotes de cinc.

75
LA ZORRINA, EL POLLITO
Y EL FLAUTÍN
La vieja zorrina
se puso un vestido
con diez cascabeles
que encontró en un nido...

Se trepó a un tranvía
llegó a Santa Fe
y al bajar sin gafas
cayó de un traspié.

A un pollito rubio
que viajaba en cohete
le dio tanta risa
que en un periquete

montó a la zorrina
vestida de plata
y partió zumbando
rumbo a Villa Lata.

Pensaba el pollito
fundar un teatro
y a la zorra vieja
disfrazar de gato.
76
Pero oso no es tigre
ni es ratón, perdiz;
ni gallina, tero;
ni zorrina, actriz.

Ordenó el pollito:
”Arriba el telón”.
Lo enredó la zorra
y ¡adiós la función!

La vieja zorrina
tocando el flautín
huyó de la escena
en monopatin.

Pero las zorrinas


que dejan sus casas
suelen encontrarlas
sin techos ni tazas.

La de nuestro cuento
perdió hasta el portón
y desde ese día
vive en un buzón.

77
RECADO PARA EL CHACO

Chaco, patrimonio terrestre, fue necesario


ir descubriendo en el tiempo tu herencia de
arcillas y de arenas .
La soledad del quebracho colorado y la
palmera caranday se pierden en la lentitud de
tus ríos confusos...

78
Tu primera página de jacarandá y palo
borracho es el primitivo arcoiris del mundo,
es tu cuerpo mineral que canta en el agua del
Bermejo y en Formosa.
En tu extraño oficio de guarida palpitan los
quirquinchos.
Y el caruyá y el jaguar se reparten la luz
amarilla del amanecer.
La serpiente inventa su nido en los esteros y
cambia su traje en la muchedumbre de las
cañas bambúes.
Entonces, como si se abriera una canasta de
panes, brota el algodón sus bodegas blancas.
Y el arrozal inaugura poblaciones de espigas
mientras los girasoles navegan la tierra con
sus linternas altas...

79
CANCIÓN DE LA
VERDULERÍA

Cayó la zanahoria del canasto


como un cohete perdido en travesía.
Dejó una estela de penachos verdes
y se encontró con las baldosas frías.

¿Por qué cayó ese día?

No la empujaron la papa ni el tomate


ni el durazno, la ciruela o la sandía.
¿Quiénes quebraron su equilibrio breve
de pintada y larga geometría?

¿Por qué cayó ese día?

¿Se habrá asomado al filo de la cesta


para mirar curiosa a las hormigas?
¿O la habrá intrigado el ronroneo
de una gata que andaba con mochila?

¿Por qué cayó ese día?

80
Hoy le regalo a sus orejas tiernas
una canción de lechuga y alegría
y un ramito de sol que bien alumbre
el rincón de su siesta detenida.

81
LOS GIRASOLES DE LA
PAMPA

En un pueblito de la pampa, Bululú oyó cierta


vez un cuento que a su vez le repitió al Osito
Batata, un día en que el sol parecía un faro de
cobre y el cielo estaba azul, azul, azul...:

82
“Al principio del mundo, cuando todavía no
había nacido Noé, todas las cosas estaban
separadas por colores, en baúles y en paz.
En el baúl azul estaban el cielo, el mar y los
jacarandás. En el baúl blanco, las nubes, el
algodón, la nieve y los rayos de la luna. En el
rojo, las granadas, las cerezas, los ceibos, los
atardeceres y las amapolas. En el verde, los
camalotes, los fresnos y todos los parques.
Pero en el baúl amarillo siempre vivían entre
cizaña y gresca. Allí estaban la miel, el
azafrán, los rayos del sol, las espigas de trigo y
los girasoles que molestaban a todo el mundo
porque vivían asomados para espiar quién
pasaba por arriba.
Un verano llegó el diluvio.
Noé subió a todos los animales a su barca y
los baúles quedaron a la deriva .
Los girasoles, claro, curiosearon más que
nunca y cuando bajaron las aguas se
encontraron en la pampa con la garganta tan
estirada como los mástiles de los antiguos
barcos piratas. Y desde entonces y ya para
siempre su oficio amarillo es seguir por el cielo
el silencio sonoro del sol.”

83
ITINERARIO DE OSITO
BATATA

Osito Batata
llega a Plaza Italia
y se asoma a un mundo
de luces rosadas.

Viene de muy lejos,


de amasar harina
y la ciudad nueva
es de maravilla.

El tocaba el bombo
cuando de paseo
en Lanús vestía
de gala y de nuevo.

Con otros compinches,


travieso como era,
casi va a la cárcel
por robar ciruelas.

Pero atrás la celda,


¡pasan los cuidados!,

84
Osito Batata
juega con dos dados.

Osito valiente
vuelve a Plaza Italia
y encuentra a un poeta
de mil y una maña.

¿A qué juega Osito


con su amigo nuevo?
¿Va arriba, va abajo,
aprende de cero?

Osito Batata
intenta grafías
y baila gitano
sin ver todavía

que rutas distantes,


otras geografías,
exigen mil metros
de vista adivina.

Entonces tropieza,
no ve ni camina,
no vuelve a su casa
y olvida su esquina.

85
El poeta mañoso
mira el desatino
y a Osito Batata
le dice al oído:

“Osito Batata
por sabia experiencia
no hay otro camino
que estudiar las ciencias”

Y quizá el Osito
si sigue esta guía
se diplome airoso
en ortografía.

86
LOS BOTIJOS DE
HUMAHUACA
Bululú había llegado a Jujuy: visitó la
catedral para ver el púlpito de oro y en la
vieja estación de trenes encontró una feria de
cacharros que tenían el color cocido de las
montañas en Purmamarca.
“No siempre tuvieron este color”, le susurró
la vendedora, una cholita de cara redonda
y trenza negrísima. Y siguió: “Dicen que
hace mil años los cacharros eran tan
grises como las cenizas del volcán. Pero
cierta vez quisieron alegrar a una vicuñita
enferma: comenzaron a bailar como calesitas
locas, chivateaban pendientes, daban
vueltas carnero, fingían ser sombreros de
las piedras, se subían a los árboles y se
hamacaban con el viento. Por tantos ajetreos
se cansaron muchísimo y se pusieron
colorados.
Cuando los vió la vicuñita creyó que eran
amapolas que venían a saludarla. Y entonces
rió, rió tanto hasta sanarse porque estaba
enferma de tristeza...
Y hasta los pájaros de Humahuaca, de
Tilcara, de Huacalera y de El Volcán
87
trenzaron rondas de luz sobre el campaneo
de los cacharros rojos...”
Bululú premió el cuento de la cholita: le
compró un montón de botijitos que guardó
en su mochila y que llevará para regalar a los
amigos que encuentre en su camino...

88
LA MESOPOTAMIA
TAMBIÉN CUENTA...

En el último tiempo Bululú vagabundeaba por


paisajes mesopotámicos: bravos caminos de
ripio, arrozales, ceibos, barrancas fragantes,
islas pequeñas y verdes como monedas del
agua, selvas enredadas entre bambúes y lianas
y hasta pintados tucanes que sobrevuelan las
ruinas que dejaron los hombres de cobre...
Y en los pueblos, ventanas negras de
geometrías vegetales, zaguanes profundos,
patios con jazmineros patriarcales, callecitas
de adoquines favorables, torres de capillas
con cruces de hierros herrumbrados, aljibes
de aguas dulces, muros encalados en los que
reverbera el sol...
Bululú mira el férreo plumaje del cielo en el
atardecer y no sabiendo si recuerda o sueña
surge la leyenda:
“Al principio de los tiempos toda el agua
estaba reunida en el corazón de la América
profunda, en el pantanal en que vivían los más
tenaces hechiceros. Un día, por una magia
equivocada, los pájaros partieron rumbo al sur
y llevaron consigo su sed: el agua se apiadó
89
de ellos entonces y marchó tras las bandadas
para que bebiesen. Y los pájaros siguieron más
y más lejos y el agua entonces fue dibujando
ríos y regó álamos y sauces hasta extraviarse
en un dédalo de islas confusas y caer en el
pozo del estuario gigante...”

Bululú se duerme
y Osito Batata
lo mete en un sueño
de lenguas de plata...

90 90
91 91
PIEDRAS DE LA
CORDILLERA SUR
Piedras en la corona
de los Andes patagónicos
desparramadas
desde el Futaleufú.

Roqueríos masticados
por la nieve,
martillados, geométricos, dogmáticos.

Piedras del Lanín y el Tronador


que oxidan tierra y caminos,
que se desgajan en los ríos
y tiñen
las campanadas verdes
de la araucaria, el maitén y el calafate.

Piedras-monasterios
en la cosecha azul
del Nahuel Huapi.

Piedras
que han tocado el tiempo
en el cristal lacustre
del Traful.
92
Piedras aventadas
con olor de eternidad,
desbaratadas
por la gesta planetaria
de los glaciares del principio.

Piedras
de geografías de cobre,
ermitañas,
que vigilan
el paso del huemul.

El silencio estrellado
es centinela
en las fronteras purísimas
de América.

93
Hoy jugamos con
acciones...

Veamos que pueden hacer las piedras:

¿Qué pueden martillar?


El agua de un río, de un lago; la visión del
horizonte; . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .
¿Qué pueden desbaratar?
Un camino de montaña; un árbol o un nido
si caen, . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .

. . . . . . . . . . .

¿Qué pueden oxidar?


Su propia forma, un arroyo, un sendero, . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .

. . . . . . .

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Mi querido
muñeco de nieve:
Yo sé que hoy estás triste.
Un rayo boquirrubio de sol te
ha picado barriga y moflete.
Poco faltó para que rodase la
pipa de sauce que te tallaron
los chicos del guardabosque.
Los jilgueros, asombrados por tus heridas
blancas, piensan que tu sombrero húmedo
es el huevo de algún avestruz gigante. Y van
y vienen a tu alrededor en vuelos menudos y
curiosos, exploradores de tu ternura quieta y
lastimada.
¡Ni los pinos amigos te han dado hoy los
buenos días, ocupados como estaban en
trenzar sus agujas con algún haz distraído de
luz!
Yo te prometo, muñeco de copos, venir a
abrigarte todas las mañanas para que no
te llaguen viento y sol. Y además sembraré
a tu alrededor amapolas que cantarán en
primavera las canciones de mil colores que
les enseña el agua-nieve a las semillas...

95
La Zorra, el Osito y el Pony

Es una Zorra ladina,


embustera, campesina,

pintarrajeado su pelo,
la nariz como un buñuelo,

una galera torcida,


una pipa boquihundida,

que vive en Villa Calzada


en su cueva hecha de nada,

que sale a pasear de noche


de bambochada en su coche,

que fuma como un chimango,


tropieza al bailar el tango

y es profesora de historia
de una rata migratoria.

Anda esta Zorra munida


de una mochila fornida

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por si encuentra en su camino
a un osito vespertino.

Llegaba justo a Lanús


con disfraz de marabús

cuando el Osito atorrante,


con chaqueta de bramante

cruzaba con displicencia


y en una cicunferencia

frente a la Zorra que birria


y tenaz como una tirria

lo cazó al oso turbado


y lo guardó con candado.

Ya adentro de la mochila
Osito se despabila

pero el cierre está cerrado


y el pobrecito estrujado.

Si algún chico ve pasar,


a la Zorra con mochila

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que le avise al Pony bueno
que con aguda pupila

irá con la crin al viento,


trotecito que rutila,

a librar al buen Osito


de la bruja que lo cuida

con una espada de luces


que los cierres esmerilan.

Y ya libre Osito entonces


irá por cien avenidas,

por comarcas y por montes


en un circo de poesía.

Y tocará en un piano
abrileñas melodías

y en una ronda de ositos


y con pelotas de estrías

volverá a jugar al fútbol


bien candongo y a porfía.

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Carta final al Pony para rescatar a
Osito Batata

Querido pony:
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¡Ahora dibujá al Pony
rescatando al Osito!

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Esta tercera edición de Las
Casas del Viento en el tercer
milenio, se terminó de
imprimir en el taller de Eloísa
Cartonera, Venezuela 3892, en
el mes de agosto de 2017.

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