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Fruosorias 06 U4 cumannis La solidaridad de un tipo de institucién y de una sociabilidad rinde cuenta de las paradojas revolucionarias de la “regeneracién” ° , asi como de los problemas indefinidos y clisicos que son el objeto de “oficios imposibles”®”: de las costumbres a las leyes, de Ia escuela a la replica... La paradoja esta en el coraz6n de la revolucién francesa, pero mas ampliamente del politico, e incluso del humano: esta implica- cién reciproca recuerda la causalidad circular mencionada més arriba Donde se vuelve ala sociabilidad necesaria al politico, al lazo social que debe tejerse, Pero entonecs si el espiritu de las institueiones releva una eleccién politica de orden tinico o de libertad, v si cada “institucién” esta circularmente ligada a su sociabilidad, debe haber, para cada una un tipo de lazo social, caracterizado por su modo de efectuarse. Del mismo modo que el criterio que desempata a las instituciones es el de la con- cepeién y la préctica del poder, el criterio de distincién es aqui precisa- mente la disposicién frente a la alteridad. La libertad politica para existir necesita de dos condiciones ef ‘eti- vas: necesita una ley que garantice las libertades, que dibuje la libertad, que proteja el espacio de accién . Tal seria la reflexién sobre la institucién de una repiblica que declare los derechos del hombre y del ciudadano, Pero aparte de la ley, la libertad necesita también actos que instituyan la libertad de otra manera, que Ia interpreten y la muestren que permitan la transmisi6n , en Jo que la muestren viva: actos de coraje, actos de confianza, Ahi se deduce una dimensién propiamente ética de la democracia, que no tiene nada que ver con las actitudes narcisas de la bella alma: la confianza es una manera de no tener miedo que tiene un efecto sobre el miedo del otro, reconociéndolo capaz. de otra cosa que ceder al miedo, capaz de habla y de reflexion, Tanto el miedo seria comunicativo y la desconfianza contagiosa, tanto la confianza es transitiva, porque es ten- tativa de ligar un sujeto a otro sujeto, haciendo de espacio y dandose el iempo. Precisamente por el hecho que desechaba al miedo, la confianza lado del engendramiento de los fenémenos ligados a la ame~ y espacio a la libertad, Es un acto de ferent IDENTIDAD, CIUDADANIA Y COMUNIDAD POLITICA? {QUE ES UN SUJETO POLITICO? Etienne Tassin* El siglo XX coneluye con un resurgimiento, mas o menos violen- tamente expresado, de las afirmaciones identitarias. Este reviste dos as- peetos espectaculares, que son sélo en apariencia opuestos, en tanto pro- vienen de la misma I6gica comunitaria : en primer término la afirmacién de un derecho a la diferencia, que no es la reivindicacién de un respeto de la singularidad de cada sujeto sino aquella del reconocimiento de entidades culturales comunitarias elevadas en principio de identifica- cidn para los individuos; en segundo término la afirmacién de una sobe- rania nacional, que asimila la promocién cultural de una comunidad na- cional con la libertad politica de los pueblos a disponer de ellos mismos. La ideologia nacionalista no es mas que la expresién supuestamente “politica’” de un comunitarismo cultural radical, enarbolado a la dimen- sin del Estado. La misma descansa sobre lo que un autor ha titulado recientementé /a ilusién de identidad. La suposicién de que a una pre- tendida “ identidad cultural” corresponde necesariamente una “ identi- dad politica”, es en realidad tan ilusoria como la anterior”. Esta ilusion se propaga peligrosamente hoy en dia, no sélo en forma mortal en los conflictos que conocen los paises del Caucaso, los Balcanes, la region de los Grandes Lagos africanos, o en sus variantes integristas, el ‘ontinente Indio, el Medio Oriente 0 Algeria, sino también en el seno de las democracias europeas o americanas de tradicién republicana,)En ailtimas se conjuga una “politica de integracién” con una “politica jn”, ya que es en nombre de la presupuesta identidad cultural econocimiento social que cada uno tiene derecho a esperar blica democritica. La ilusién de identidad es sin duda lo que comunitarismo radical extraito a toda comprension :nte politica de un espacio publico de ciudadania. Y es tam- a que hace del nacionalismo radical erigido en politica, el prin- iento auténticamente republicano de una Fivosorias De Cuoabesin democracia. Sin siquiera evocar el caso de los trabajadores clandestinos istemdticamente privados de los derechos humanos mas fundamenta- les, desde el momento en que no se les reconoce su ciudadania ( como el derecho a cuidados de la asistencia publica), s6lo hace falta observar, en la mayoria de las democracias, como la privacién de derechos politi- cos (comprendidos aquellos a nivel local) que golpea a los extranjeros residentes, tratados como si no fueran miembros activos de la vida co- lectiva, los expone al riesgo de ser igualmente despojados de los dere- chos sociales. Al no ser “ciudadano” francés, por ejemplo ( es decir de ser “nacionales” franceses), los trabajadores emigrados regulares (quie~ nes por otro lado pagan los impuestos igual que los “franceses”) son cada vez més reprochados de beneficiarse de derechos de proteccién social ligados a sus actividades ( subsidio familiar, derecho al aloja- miento o al Salario Minimo de Insercién en Francia, etc.) La suerte reservada a los residentes extranjeros en estos paises democraticos, revela hasta que punto la asimilacién o la congruencia de una identidad cultural con una supuesta identidad politica constituye un doble error, tanto respecto de la identidad cultural como respecto de la accién ciudadana; respecto de las presupuestas comunidades particula- res en el seno de las cuales los individuos pueden identificarse, como respecto del espacio publico en el seno del cual ellos pueden , por sus acciones y sus palabras, hacer prevalecer sus exigencias de un reconoci- miento de los derechos y participar en las responsabilidades piblicas. Para estos residentes, la alternativa es en efecto simple: o renunciar a la comunidad de pertenencia original y a la identidad cultural que los es- tructura en beneficio de una integracién en el cuerpo de ciudadanos; 0 renunciar a la actividad ciudadana y a los derechos politicos que la cali- fican, en beneficio de la preservacién de su identidad cultural. La prime- ra soluci6n se paga al precio de la identidad: la integracién politica es la inversa de una alienacidn cultural; la segunda al precio de la ciudadania: la preservaci6n de Ia identidad cultural y de la comunidad de pertenen- cia es el contrario de una alienacién politica. En un movimiento perver- 0, la afirmacion de la identidad nacional en la que se basa esta pol Ertenve Tass as comunidades particulares a la identificacién nacionalista del pueblo y el Estado, emprendido por el Estado-nacién. El integrismo politico alimenta el integrismo comunitarista ya que éste no es mas que su eleva- cién a una potencia superior, la del Estado, concebido como la exacta expresién de una pretendida entidad cultural que presenta como su con- icidn, pero que erige en motivo de su accién politica, des de una filosofia de la ciudadania. Lo que no viene a ser sustituir la amalgama de una pretendida identidad cultural y de una supuesta iden- tidad politica por su simple oposicién, sino de reconocer al menos tres, cosas: en primer lugar, que aquello que en el orden politico se opone a la identidad comunitaria 0 cultural, no es una identidad politica, sino una actividad ciudadana; en segundo lugar, que esa actividad, ain si tiene por condicién una pertenencia comunitaria, no apunta como fin sélo a Ja promocién de una identidad cultural, confesional o nacional: ala iden- ificacién cultural se opone la subjetivacién politica que hace coineidir én politica y las relaciones conflictuales que la atraviesan con la exposicién de la’singularidad de los individuos: y, en fin, que ésta subjetivacién politica exige para desplegarse un espacio puiblico de ciu- dadania que se opone a toda légica comunitarista y que se normativiza sobre principios ético - juridicos irreductibles a simples valores cultura- les. Debemos estar atentos ano confundir la identidad de un individuo con su ciudadania, su ser (privado) con su accién (publica), la fuente de su ser con el despliegue de sus razones, su pertenencia comunitaria con su actividad politica, su cultura con el civismo, ni el ser-en-comiin de las comunidades culturales con el actuar-juntos de una comunidad politica, el sentimiento nacional con la responsabilidad politica, en sintesis, el principio de filiacién que funda una identidad comiin en la particién de valores culturales con el principio de accién que despliega una ciudada- ia compartida en la identidad de un combate politico levado en nom- bre de principios. Una reflexién sobre el concepto de ciudadania fiel a las exigen- jas de igualdad demoeritica y de libertad republicana debe Fruocoriss ne t4 cxipananin un individuo se dota de una identidad; 2) sobre las modalidades de la pertenencia comunitaria (familiar, confesional, étnica, social, nacional, curopea, ...) por las cuales se constituye un “ser-en-comtin”, una unidad comunitaria y una identidad colectiva; 3) sobre las relaciones de subjetivacién por las cuales un sujeto privado, identificado por sus per- tenencias comunitarias se eleva, llevado por la accién publica al seno de confrontaciones politicas, a la dignidad de actor politico, es decir de ciudadano, Estas tres interrogaciones se cruzan de manera problematica des- de el momento en que se trata de definir los caracteres propios de una ‘comunidad politica (y no simplemente economia, social, cultural,...) y de los miembros que la constituyen propiamente, los ciudadanos ( que no son individuos privados identificados por sus deseos, sus necesida- des, sus costumbres, sus habitos, sus confesiones, sus origenes étnicos 0 territoriales, su cultura, sus modos de insercién en la esfera del trabajo, etc...). Porque hay que convenir a la vez 1) que el individuo no accede a su dimension especificamente ciudadana, a través de la cual puede asu- mir el gobierno de una existencia plural en un espacio piiblico de accién y de palabras, s6lo arrancdndose de toda identificacién privada de tipo comunitarista, s6lo renunciando a confundir su existencia y su accién politica con su identidad estrictamente privada, y solo renunciando a hacer del Estado ( de la comunidad politica en general) el lugar y el elemento de su identificacién; 2) que la comunidad no accede a su di- mensién especificamente politica, por la cual puede tomar a cargo la administracién de los asuntos pablicos y promover un “vivir-juntos” ciudadano, s6lo arrancandose a todo anclaje particularista, y renuncian- do a querer substituir una comunidad identificatoria de orden superior a Jas comunidades heterogéneas que la constituyen, en sintesis, rechazan- do con tanta radicalidad toda légica comunitarista como toda légica in- dividualista (de las cuales podemos demostrar que no son mas que dos. aspectos de un mismo particularismo de la identificacion®, No debemos, en efecto, asimilar dos regimenes diferentes - de Brune Tassie individuacién comunitaria y de subjetivacién individual - en las relacio- nes que un individuo mantiene con la comunidad a la cual pertenece 0 con el espacio piiblico en el seno de! cual actiia, relaciones que él cons- truye en motivo de identificacién o en principio de accién. Por un lado, ala vista de la pertenencia comunitaria, la pregunta que se hace es la de la identidad, individual y colectiva. {Qué soy? o {Qué somos?, pregun- tas que no revisten en realidad, la mayor parte dei tiempo, segiin la dis- tincién arendtiana entre lo que yo soy y quién soy, més que una interro- gacion sobre la quididad (lo que yo soy), y no sobre el agente, el who (quign soy)”, Este interrogante encuentra su respuesta en el marco de comunidades de pertenencia bajo la forma de un reconocimiento étnico, confesional, cultural, etc... de donde provienen las identidades naciona- les (soy un bretén, un pentecotista, un francés, ete.,). Por otro lado, a la sta de la sociedad politica, la pregunta que se hace no es aquella de la jentidad sino aquella de la subjetividad politica, aquella de la ciudada- nia. Y esta pregunta no interroga entonces: ,Qué soy? 0 {Qué somos? sino: ? ,Qué acciones emprendemos nosotros? o si se puede decir : ;Qué hacemos ? La euestidn politica propiamente dicha no es entonces aque- lla de la identidad comunitaria sino aquella de 1a actividad publica. Llevar la cuestién de la identidad de un registro al otro de la existencia, del plano individual al plano comunitario, y de los planos cultural, so- cial o nacional al plano politico, es finalmente quedar tributario de una conceptualizacién del fenémeno politico que confunde la identidad cul- tural con el ejercicio de una actividad de ciudadano. Es subordinar, po- driamos decir, el civismo a la cultura, el demos al ethnos. Parece entonces que debemos disociar el ser individual (el ser- no) 0 comunitario (el ser-comiin) que obedece por entero a una légica identitaria, de la accién ciudadana y politiea (que constituye lo que Aristoteles llamaba “vivir - juntos” o Hannah Arendt “el actuar concer- que obedece a normas ético- juridicas, afirmando, por medio de iniciativas que, en tanto piblicas son especificamente politicas , princi- pios (libertad, igualdad, equidad, justicia, derecho, respeto de las identi Funosoras or La cHDaDANiA dades y de las particularidades, etc...) perseguidos contradictoriamente y conflictivamente en el seno de un mismo espacio instituido a este efec- to", Si los procesos de individualizacién son indisociables de los proce- sos comunitarios , por el contrario, las modalidades de existencia y de ejercicio de la ciudadania, tanto como el espacio publico instituido para su desarrollo y su realizacién son (0 deben quedar), extrafios a toda rei- vindicacién identitaria o comunitaria, Para retomar nuestro juego de pre- guntas, vemos bien que la pregunta: {Qué somos? y su traduecién prag- matica ( Afirmamos nuestra identidad ante todo para preservarla ) no tienen ningiin sentido politico mientras se mantienen en el corazén de la reivindicacién comunitarista. Y que, por el contrario, la pregunta politi- ca propiamente dicha : Qué hacemos (juntos) ? 0 {Qué hicimos juntos? (cn calidad de ciudadanos libres, justos, equitativos, ete. .., y respetuo- sos de nuestras identidades apoliticas) encuentra una traduecién ontolégica inmediata en la posibilidad de una afirmacién de su singula- Fidad individual. En efecto, quién soy, no se hace presente puiblicamen- te (de forma que pueda vivir, hablar y actuar en un mundo comiin y no sélo en la esfera privada de mis comunidades de pertenencia original) 10 bajo la condicién de una ciudadania activa. Es el mismo actuar concertado, en el modo de una ciudadania activa que “produce” (da na- cimiento y hace surgir en la escena piiblica) quién soy. Principio de subjetivacién politica, la ciudadania es la condicién trascendental de toda identificacién comunitaria no estrictamente idiosincrdtica u Si esta hipétesis es justa, la elaboracién del concepto moderno de ciudadania debe proceder a partir de distinciones probleméticas. Consi- deraré aqui tres que permiten retomar de manera sintética las diferencias centre existencia privada (identificacién cultural) y publica (subjetivacién politica), nacionalidad y ciudadania, comunidad (bien comiin) y espacio 6.1984 5.226 Een Tass pablico (bien piblico). Debe quedar claro que estas distinciones no son descriptivas, sino analiticas y problematicas. No pretenden de ninguna forma participar de un conocimiento socioldgico: ellas ponen en evi- dencia los procesos de recubrimiento y de ocultacién sobre los cuales reposan la mayoria de las ideologias ligadas a la sociedad moderna, y definen lineas de actuar propiamente politicas en el seno de ésta. La primera distincién consiste en desacoplar la identificacién cul- tural de la subjetivacién politica. Asi sea formulada en un registro étni- co, confesional o nacional, la identidad de un individuo presenta siem- pre un cardcter doble : es cultural y es comunitaria. La identificacién pasa necesariamente por la adhesién a un conjunto de signos de fuerte tenor simbilico, forjados en una tradicién, erigidos en valores cultura les, © que funcionan como marcas identificatoria. Esta es indisociable de la reivindicacién asumida de pertenecer a una comunidad supuesta soldada en el reparto comin de dichos valores, y reconocible entonces, en esos signos elevados en simbolos de identidad y de unidad. Adhesién a “valores”, integracién a una comunidad, eleccién de simbolos: toda identidad individual y privada se constituye en una identificacién a mar- cas culturales comunitarias, vividos como homogéneos, estables, com- partidos, en sintesis, investidos de una fuerte carga identificatoria. Pare~ ce impensable que una identidad individual pueda afirmarse de otra for- ‘ma que no sea asumiendo la identificacién de un sujeto a este conjunto de marcas por las cuales se reconoce, por las cuales el mismo es, reco- nociéndose parecido a aquellos que comparten ese mismo mundo 0 esa misma cultura. Y parece asimismo imposible que ninguna comunidad, sea cual sea, privada o piblica, confesional o econémica, cultural 0 po- litica, ete., pueda jamas hacer la economia de esa divisién de valores, de experiencias, de historia, de interés y de ideales por los cuales se unifica y de los cuales toma las razones de una identidad y de una accién colec- tiva, La comunidad se identifica como tal, en la asuncién comin de “va- lores” compartidos, y el individuo se identifica afirmando su pertenen- cia a la comunidad, a través de la adhesion a sus “valores”, de la elec~ cién de sus simbolos, en la asuncién de, una identidad colectiva en la cual dice reconocerse. La identidad resulta de la identificacién reali en un juego de reconocimientos y de adhesiones. 55 Fiosorss oF U4 cupanenta nocida, la identificacién cultural se revela la con de una colectividad suficientemente unida para llevar una politica co- min. Condicién empirica cierta, y no trascendental,, pero condicién sine qua non, ya que a falta de una identidad colectiva minima, a falta de estas marcas de pertenencia comiin, toda empresa politica estaria desti- nada al fracaso. Pero a su vez se revela como el contrario exacto de una subjetivacion politica. Y esto es asi, porque esta altima se elabora, no en el compartir valores identificatorios, sino por medio de conflictos politi- cos, en las acciones y las palabras que tienen como objetivo el bien pi: blico y que se despliegan en una confrontacién con otros sujetos actuantes Porque ella siempre ha decidido ya gué son los miembros de la comunidad (a falta de dejarles el cuidado y la ocasién de afirmar quienes son), la l6gica identitaria del comunitarismo rechaza en efecto todo proceso de subjetivacién politica, que pasa por una confrontacién reglada con fuerzas adversas en el seno de un espacio publico, confron- tacion que oftece a cada actor de la vida politica la posibilidad de revelar quién es, es decir por otra parte, de descubrirse a si mismo. Podemos adelantar en efecto, como sugieren los andlisis de Arendt, que slo en la accién llevada a cabo con otros (y contra otros) el actor politico se reve~ la a si mismo tanto como ante Tos otros; nunca en el simple compartir valores” o la sola comunidad de referencia, nunca en el s6lo hecho de ser de tal o de cual comunidad. En un régimen democritico, esto signi- fica que s6lo en las luchas por el reconocimiento de los derechos, luchas que obedecen a los principios de justicia, de igualdad y de libertad, que Jos individuos privados y particulates se descubren ciudadanos, actores singulares sobre una misma escena politica. La subjetivacién politica, esta manera de singularizarse en la accion y de conquistar asi una con- sistencia y una visibilidad piblica, es indisociable de las confrontacio- nes politicas, de las relaciones de fuerza y de los intercambios argumentativos, porque es de éstos que surge, porque ninguna entidad comunitaria le es preexistente. La subjetivacién politica debe entonces comprenderse como la relacién jamds igual entre el proceso de identificacién cultural 0 comu- on pal ica es en realidad no-identit ico no cesa de definirse en el seno de rel circunscribe, Ertenve Tass que lo llevan a la existencia firera de toda pertenencia comunitaria. Re- lacién jamds igualada entonces, porque no puede haber recubrimiento de la cuestion “;qué soy?” con la pregunta “qué hacemos?”, excepto comprender que es de la accién politica, del actuar mismo, que puede surgir la singularidad de un agente en la ubicacién y en lugar de una identificacién cultural. Mi accién (y no mi ser) es aquello por lo que me presento como sujeto politico, ciudadano, aquello por lo que puedo pa- recer tal, tanto a mis ojos como a los ojos de otros. La subjetivacién politica experimentada en el espacio puiblico, fuera de toda filiacién y de toda pertenencia, me hace reconocerme como el agente de mis actos en el seno de relaciones antagonistas. El sujeto politico es el actor revelan- do en la accién y la palabra pablicas su singularidad a los otros, sobre una escena de aparicidn. No es el individuo identificado (e identificén- dose) por su pertenencia comunitaria y cultural. Sintetizando, 1a subjetivacién politica se opone a la identificacién cultural como el ac- tuar al ser: como se oponen también la singularidad a la particularidad, “quién soy” a “lo que soy”, aquel que se expone a los otros y a los acontecimientos, de aquel que protege su yo individual, el ciudadano revelado por su intervencién en el espacio piiblico al individuo privado, definido por sus sefias de pertenencia comunitarias. Esta oposicién no implica ninguna jerarquizacién de valores entre la identidad comunita- ria y la subjetividad politica: delimita mas bien dos registros diferentes de la existencia humana, que ofrecen a los seres humanos condiciones iferentes de expansidn, de “estilos de vida”. Pero también hay que reconocer que si la identificacién comunitaria es condicién empirica de a accién ciudadana, y por ende de la subjetivacién politica, esta ultima, producida en la acciin, es, como ya vimos, condicidn trascendental de una identificacién cultural abierta a los otros estilos de vida. La segunda distincién consiste entonees, en nombre de una filoso- de la accién concertada, en demarcar claramente el principio de la idadania del principio de la nacionalidad. Ya que sila identidad cultu- ral y la subjetividad politica, el ser comunitario y la accién ciudadana son lo que nosotros estudiamos como objeto politico, la distineién prin- ipal del ser y de la accidn, rige el reparto'de la identidad comunitaria y ica, y es a ella a quién debemos apuntar como quella de la identidad comunitaria sino aquella de la activi- dad publica, hay que retomar la cuestién de los derechos en la perspec- tiva de una elucidacién de la aceién politica, Actuar es la forma de ser Fiuosorias oF La crpapanta del ciudadano, Debemos recordar la leccién de Montesquieu (a la o por otra parte, Arendt asigna tanta importancia) que distingue la natura- leza del gobierno de su principio: “Hay esta diferencia entre la naturale- za del gobierno y su principio, escribe Montesquieu, que su naturaleza es lo que lo hace ser tal, y su principio lo que lo hace actuar”®). Del mismo modo que la naturaleza de una comunidad politica no puede con- fundirse con su principio, su identidad no puede confundirse con su tividad, El resorte de la democracia es la virtud que, en las repiblicas, no es mas que otro nombre para designar el amor a la republica o el amor a la patria, Y sabemos que en un régimen democratico, este amor a la repiblica, es en realidad un amor a la igualdad. Montesquieu resuelve aqui lo que hay de aparentemente paradojal en la formula de un “patrio- tismo constitucional” (Dolf Stermberger) que tendria por objeto, no la ‘comunidad nacional sino su constitucién republicana y democratica. Pero también hay que valorar en que medida este principio del patriotismo republicano demoeratico no es para nada deudor de una interrogacién sobre la identidad de la cual debe estar fervientemente disociada. A par- tir de lo cual somos invitados a comprender que la cuestién politica es aguella del actuar y no del ser, aquella de la actividad y no aquella de la identidad. De la accién (ciudadana) y no del ser (nacional) depende entonces la institucién y el mantenimiento de un espacio publico de deliberacién y de reivindicacin que permita al derecho actualizarse. El ciudadano es actor y agente. Sélo una filosofia de la accién politica puede compren- der una politica de la ciudadania que no sea una cultura de la nacionali dad o que la reduzca al simple reconocimiento de derechos no efectivos. Porque si la ciudadania es un modo de accién y no un modo de ser, el ciudadano se define menos por su pertenencia comunitaria (su identidad &tnica, confesional, cultural o nacional) que por su actividad en la esfera es un /azo mas que una propiedad, lazo enhebrado en la accién politica de un “vivir-juntos” que no recorta las comunidades gentilicias en el seno de las cuales los individuos se identifican. La ciudadania es enton- ces, por definicién o en su concepto mismo, independiente de la nacio- nalidad, aunque la historia politica de los Estados- nacién europeos (a diferencia de los Estados Unidos de América) confundié las dos nocio- = Montesquieu, De lespri is (1748), 196, p53 : 58 Een Tassey nes y las dos experiencias, tan diferentes, que ellas recubren. Se trata entonces de pensar un concepio politico de ciudadania que no sea deu- dor de la pertenencia nacional”. La ideologfa nacionalista que sostiene la asimilacién de la ciuda- dania a la nacionalidad, supone en efecto dos cosas: la congruencia en- tre una estructura politica de organizacién de la vida colectiva (Estado) y una comunidad de individuos identificados en la divisiin de valores, de normas, de tradicién (cultura), por una parte; la voluntad explicita de ordenar la politica del vivir-juntos de los ciudadanos a la afirmacién y a la defensa de Ia identidad comunitaria del “pueblo”, por otra.”. El afirma asi que la cuestién de la identidad comunitaria prevalece sobre toda otra, o al menos que ella regula las otras dimensiones de la vida politica: la identidad comunitaria (cultural) exige entonces producirse como soberania nacional (politica). Y es verosimil que ninguna sobera- nia nacional sabria afirmarse y ser reconocida en la escena internacional de otra forma mas que por la exhibicién politica de esta identidad cultu- ral. En este inevitable movimiento de emancipacién y de constitucién de los Estados - nacién, los individuos se producen en la escena politica como miembros de una comunidad (ethos) y no como ciudadanos de un espacio puiblico (demos). Si sus titulos de ciudadano pueden recubrir otras acciones que la sola afirmacién de una pertenencia nacional, estan sin embargo enteramente fundados en el principio de nacionalidad. Pero cuando la exigencia de autonomia politica soberana no tiene otro moti- ‘vo que la afirmacién de una identidad cultural, adopta necesariamente la hegeménica de toda comunidad cultural pretendiendo hacer valer su existencia conta las otras pretensione: nacional se trastoca en servidumbre imperial, la autonomia pol desahoga en su principio oculto: la hegemonia cultural comunitaria. Debemos entonces mantener distanciadas Ia comunidad cultural (6inica, confesional, nacional, etc. ) en el seno de la cual los individuos pueden identificarse por su pertenencia, y la comunidad politica desple- la segtin el espacio piblico de aparicidn, donde s6lo cuentan los ras- {0s distintivos de la palabra y de la accién ciudadana y donde, en conse- los individuos pueden singularizarse revelando quienes son. La idad cultural se sitiia en un plano comunitarista, mientras que la 59 Fruosorts ne La ciupapanla ica se sittia en un plano institucional o “constituc nal” delimitando el espacio publico-politico de palabras y de accione: No existe ninguna razén para confundir los procesos de identificacién cultural comunitarios con las virtudes distintivas de la accién politica, la identidad de comportamiento de un individuo con su singularidad ac- tuante, fo que es socialmente con quién es politicamente. No existe nin- guna razén para reducir la ciudadania a la nacionalidad. Y no hay ningu- na razn para exigir la congruencia de estos dos planos sobre los cuales se construyeron los Estados - nacién modernos. La tercera distincién consiste, a fin de pensar la institucién de un ‘mundo comin, en disociar la comunidad (el espacio comin) de la publi- cidad (el espacio publico), 0 mas ain, el bien comiin del bien publico El espacio de la vida politica propiamente dicha, el espacio de la accién, es en efecto un espacio piiblico y no privado, un espacio electivo y no nativo. Ninguna identidad real o supuesta, dada o reconstruida, funda la publicidad constitutiva de este espacio politico. Al contrario, lejos de derivar de una identidad originaria, la comunidad politica s6lo debe su caricter de comunidad a su cardcter de publicidad. La visibilidad del espacio piblico rige la identidad del espacio comunitario. La publici- dad es una visibilidad instituida para sobrepasar la oscuridad de los ori- genes y desatar la vida politica de toda atadura nativa, identitaria y particularista. Si pertenece a la nacién amarrar la pertenencia comunita- ria de los individuos a una identificacién personal, a valores comparti- dos, corresponde en cambio al espacio piblico, espacio civico y consti- tucional, garantizar no la identidad nacional de cada uno y de todos, sino el ejercicio de los derechos civicos y politicos que dan su sentido politi- co a las acciones de los ciudadanos. Por un lado, diremos que nunca la comunidad de actores pol: constitucionalmente garantizado para que la palabra y la accién puedan desarrollarse y ofrecerse al juicio critico de los ciudadanos. Todas los icas que regulan el vivir-juntos proceden asi del princi- hegemnicamente identi, Por oro lado, debemos reconoce el espacio de ciudadanos puede dar nacimiento a una rar, desde el seno a regulada sobre cer neneia tal que Eneyne Tassny subordinado a la defensa de una identidad de tipo comunitarista™, La apuesta de toda ciudadania es, en efecto, la institucién de lo que podemos llamar después de Hannah Arendt, “un mundo comin” Sin embargo hay que reconocer que lejos de ordenarse como toda comu- nidad al principio de un “bien comin”, la institucién de un espacio pii- blico constituye en si mismo el “bien puiblico” al cual se reportan todo ento identitario consecutiva a jede en efecto considerar que la ieresante de comunidad politica que no encarna una realables fuertes. Ciertamente, ninguna union politica Ta comunidad europea en el esquema habi acid: lejos de ser ién de la institucion politica, la comunidad europea es allf la resultante. En 0 fuertemente identiticad, que busca dotarse de europea schace poco a poco por integracidn funcional fores econdmicos y luego sociales y ‘paradojalmente, es en festa manera de formarse en donde re dad polities teste, ropa puede ‘obre una comunidad originaria que ie de restablecer). Que haya sido necesario una tradieion comin para llegar a ertamente! Pero en lugar de fundar el lazo (politico) en el grupo (cultural), Europa lazo que preserva la pluralidad ni 3S grupos existentes. Solo ‘espacio pablico podria hacer advenir una comunidad posible, todo anclaje &nieo o cultural de toda ‘spiritual ‘aes entonces aquel de una cop: idades que hace posible uni 's particulares no se conjugan luso se integran en antagonismos culturales. La comunidad politica {ue permite la confrontacidn de identidades dlaentonces como lo opuesto de lasintesis ices de rpresentar iy? nDinensions ifondon, Fiuosoris oe ts crupapaia individuo particular y toda comunidad particular como a su dinico “bien comin”. Cada individuo como cada comunidad se identifica, ciertamente, segiin esquemas de identificacién diferentes, incompatibles, exclusivos los unos de los otros ( llegando hasta ocasionar las peores manifestacio- nes de odio que podemos observar en estos tiempos tanto en Europa como en Africa o en América). La institucién de un espacio piblico de con-ciudadania entre comunidades opuestas constituye entonces el en- vite de toda politica, ya que ella sola puede dar nacimiento, mas alla del exclusivismo comunitarista, a un mundo comtin, no originario, no nati- ido ahi donde hace defecto una comunidad de nacimiento. El espacio piblico es asi el lugar y el envite de un “vivir- * que no reniega de los particularismos identificatorios pero los trasciende sin embargo en la asuncién de un mundo comiin. Es en esto que se constituye un bien piblico. {Qué es un bien pablico? Para comprenderlo debemos pensar la articulacién del espacio pablico al mundo comin”. El espacio piiblico no es, en efecto, el mundo comin, Pero el mundo comtin es aquello en vista de lo cual el espacio pablico cobra sentido, ya que es asi que puede constituir el dominio piblico. Debemos entonces comprender que el mundo comtin es la condicién de una polis, de la institucién de un espa- cio piiblico y, al mismo tiempo, que es solamente la institucién de este espacio que hace posible un mundo comiin, que es solamente a condi- cién de un dominio piblico que el mundo puede ser comin. En esta circularidad enigmatica reside la significacion de la comunidad politica. Ella indica que toda politica - toda actividad humana que se ordena a la auto - institucién indefinidamente reconduce de una escena de accién y de visibilidad comiin para los ciudadanos -actores, a la auto-institucién de sus espacios de publicidad -, toda politica, entonces, tiene al mundo como condicién y como envite. La actividad politica cobra sentido del hacer aparecer entre los hombres un mundo comtin, al que ella da lugar La aceién politica es aquello por lo que el mundo tiene lugar. El bien piblico, que no es el patrimonio de ninguna comunidad particular, no puede entonees consistir en la afirmacién y la preservacién de una pre- tendida identidad comunitaria : es la preservacién, la auto-institucién continuada del espacio politico de aparicién y de visibilidad que da is, CNRS, 1991, pp. 23-27, Een Tassey lugar a un mundo comiin. Libertad, igualdad y justicia son ciertamente Jas condiciones de posibilidad. Pero ese bien priblico no puede de nin- guna manera ser confundido con algin bien cualquiera de los dichos comunes que persiguen las comunidades particulares en tanto que se reconocen y s¢ distinguen precisamente por valoraciones de bienes co- munes diferentes incompatibles entre ellos. El concepto de “bien co- ‘mitin”, tal como fue elaborado en la Edad Media no hace mas que tradu- cir la importacién de los asuntos domésticos, preocupaciones de la casa en el orden politico. Como lo recuerda Arendt, expresa fundamental- mente la sociedad del hogar, la oikonomia generalizada: “Lejos de de- notar la existencia de un dominio politico (el bien comin) reconoce sim- plemente que los individuos tienen en comtin intereses materiales y es- pirituales”"”. Si el envite de toda vida politica, y por ende de toda ciuda- dania, es el desarrollo de un mundo comin, hay enfonces que reconocer que lejos de ordenarse, como las comunidades particulares al principio dn”, la institucién de un espacio piblico constituye el al cual se reporta todo individuo particular y toda comunidad particular como su tinico bien comtn, “En el curso de ordenes de existencia diferentes: se mueve en el seno de lo que le es propio, y se mueve igualmente en una esfera que le es comin con sus pares. El “bien publico”, aquello en lo que se preocupan los ciudadanos, ¢s realmente el bien comiin ya que tiene su lugar en el mundo que tene- mos en comiin sin poseerlo como propio . Sucede bastante frecuente- mente que éste entre en contradiceién con Jo que estimamos bueno para nosotros mismos en nuestra existencia privada’". Es en razon de esta contradieeién, que amenaza toda vida politica, que la ciudadania debe comprenderse como ese régimen politico de la existencia piiblica de un individuo que subordina - politicamente mas o menos - su afirmacién identitaria (y el mundo particular donde ésta se afirma) a la instauracién de un espacio piblico de acciones criticas y creadoras de derechos, y a ,35:Condition de Uhomme moderne, Fruosorias ne Us cuanenia Ja afirmaci6n de un mundo comin, que no es ciertamente un bien prefe- rible en si mismo a las comunidades particulares de existencia indivi dual, pero que es su condicion ‘A partir de estas distinciones, podemos articular los dos princip: Jes problemas que plantean las exigencias de reconocimiento politico: el problema de las diferencias culturales solicitando un reconocimiento de derecho (cuestién del multiculturalismo) y aquel del conflicto entre las, normas de derecho entre las que prevalecen estas solicitaciones (cues- tidn de las luchas democriticas). El primer problema es aquel de la coexistencia de diferentes cul- turas con la exigencia de unidad social. EI problema del reconocimiento de las identidades comunitarias particulares cambia de naturaleza desde ‘el momento en que admitimos que el espacio politico de la ciudadania no recubre ni de derecho ni de hecho las esferas culturales de pertenen- tia de los individuos. Para decirlo de otra manera, el espacio pitblico de ‘ciudadania invita a salir del esquema Estado-nacional que prevalecié en Europa después del fin de la Edad Media. No es que haga falta que la ciudadania ignore el hecho cultural o comunitario en su particularidad, ‘al contrario; pero no debe confundirse con él. Entonces no es mis que a condicién de confundir la identidad cultural con Ia accién ciudadana que se puede pretender atribuir a minorias culturales derechos que son en realidad patrimonio de los ciudadanos. O ain mis: si el reconoci- miento de la particularidad cultural (es decir de 1a identidad comunita- ria) es un derecho, su preservacién no constituye, por si misma, una politica. Que se comprenda bien: el respeto de las pertenencias indivi- Guales es una condicién de la vida politica, sin la cual el espacio pitblico no tendria ya ningiin sentido; pero la promocién de las identidades co- ‘munitarias a titulo de una politica constituye por el contrario, una ame- naza para el espacio pliblico, ya que viene a contradecir el principio ‘mismo del vivir-juntos EI segundo problema es aquel de las modalidades bajo las cuales la sociedad demoeritica moderna puede, a través de luchas sociales y politicas, hacer prevaleeer la igualdad y validar los modos de legitima- cién de los poderes politicos. Si la iguaidad es una condicién imperativa jercicio de la ciudadania, es la institucidn pero también Ia preserva- Beane Tassry cidn (0, para decirlo de otra forma, la auto institucién renovada) del espacio piblico como lugar donde, primeramente, las reivindicaciones sociales conflictivas y heterogéneas llevadas en nombre de diferentes normas del derecho, pueden encontrar una traduecién politica, y que, entonces, en segundo lugar, vuelve siempre legitimo, como lo dice Claude Lefort, el debate entre lo legitimo y lo ilegitimo. El espacio piblico es entonces, el que puede hacer que un mundo comiin tenga lugar acogien- do el conilicio, organizando la expresién politica de los diferentes que se oponen, a veces violentamente, las minorfas fluctuantes en sus aspi- raciones a ver reconocidas sus reivindicaciones de derechos. No hay derecho ni sociedad demoeritica sin la institucién de un espacio de con- flicto que transforme la simple opinién (afirmacién de un “ser- alex expresin salvaje de una identidad no asumida) en objeto de didlogo y de controversia piiblica. Ninguna respuesta “prictica”, es decir técnica, a los problemas planteados por la sociedad democritica puede hacer el impass sobre una comprensién del carécter necesariamente y felizmente heterogéneo y conflictual de la sociedad democritica, resuimiendo, so- bre su indeterminacién territorial. " Cémo trascender en un espacio piblico de co-responsabilidad por el mundo comin y sin traicionar las exigencias de reconocimiento, una heterogeneidad comunitaria abocada a una conflictualidad insupe- rable? Tal podria ser la pregunta que una filosofia de la ciudadania tiene que afrontar como su mayor problema. Quisiera, para coneluir aunque sin responder este interrogante, sugerit que en un sentido, toda verdadera politica es una politica del “cosmos”, una cosmopolitica: no en el sentido de una mundializaciin de las elaciones humanas o de la institueién de una sociedad universal (Jo que obedeceria todavia al principio comunitario), sino en el sentido en el que las repithlicas son los lugares de un mundo comiin Inversamente, cierta “politica” puede destruir el mundo comiin, aquel por el cual no hay para nosotros otro lugar’ % litica de la publici- itarios de este in del espacio pablico era en re la empresa de una desola as” que podemos llamar a-edsmicas, mostraron como Ia elimina destruccién del mundo com Joneliness- (Arendt), Estas “pol 65 Finosoris ne ua exopananta proceden de una recusacién del mundo comiin en razén de un fantasma comunitario que las leva a eliminar todo espacio pablico en nombre de una fusién de la pluralidad en un cuerpo organico, bajo el manto de la restitucién de una identidad nacional, racial, cultural o confesional su- puestamente amenazada por estas empresas que amenazan siempre (por ejemplo en el argumento de la “preferencia nacional” sostenido por la extrema derecha). Esto deberfa asimismo hacernos tomar conciencia que el espacio piiblico no es ni el lugar ni el modo de elaboracién de un ser- comin, que no se trata del principio de una identificacién comut Es el lugar instituido de un actuar concertado que liga la plural las comunidades particulares, que hace acceder los mundos vividos a una visibilidad politica y que, manteniendo los lugares comunes en sus intervalos y sus conexiones, da existencia a un mundo comin. Una comprensién arendtiana de! dominio piiblico permite, pensar la necesaria disyuncién de los drdenes de Ia comunidad y del espacio piiblico, de la identidad y de la actividad ciudadana, Pero muestra al 10 tiempo que la condicién sine qua non de un espacio propiamente politico, es decir de un espacio piblico constitutive de una comunidad politica, es el arraigo privado en el mundo, el hecho de ocupar un lugar reconocido por los otros en el mundo, Arraigo doble, inseripcid ya que es a una comunidad particular de identificacién, siempre mas o menos exclusivo; y a una comunidad cosmopolitica, de una ciudadania del mundo, que resulta, no de la pertenencia nativa, sino de la institucién electiva de un mundo comin y que, sin embargo, no llega a efectuarse politicamente mas que perteneciendo a comunidades finitas. La inscripeién simplemente privada en un mundo, es decir en una comunidad de pertenencia y de identificacién ( constitutiva de un mundo ciertamente comin, pero todavia encerrado en la particularidad de una comunidad), es entonces condicién del desarrollo de un espacio piiblico no particularista, el mismo, condicién de un mundo comtin no particular, No se trata aqui de una “dialéctica” especulativa que eleva la particularidad a la dignidad de un universal compartido, sino simple- mente de una “estratificacién” que “estratifica” y toma los registros de la existencia distinguiéndolos, sin separarlos ni volverlos exclusivos los unos de los otros. El verdadero envite es de comprender que el mundo comiin al cual abre el espacio piblico, no es comiin sino al ser polémico en sentido heraclitiano - abiesto sin eesar por polemos a la apeiron ~~ Enea Taste cerrada de Jas comunidades sin mundo (privadas) a la universalidad abierta del mundo comiin instaurada desde un espacio piblico de apari- ion, esto no indica de ninguna manera la constitucién de un Estado mun- dial, Al contrario, como subrayaron Arendt o Jaspers", la perspectiva de un Estado mundial no hace mas que conducir a un nivel superior el princi pio de identificacién y de unificacién comunitarista que el pensamiento del espacio piiblico combate. Tal serfa entonces el sentido auténtico de una ciudadanfa del mundo: ser ciudadano del mundo no es pertenecer a una comunidad mundial -a una hhumanidad que seria totalmente apatrida de querer ser en si misma una sola comunidad -, es reflexionar su propia inscripeién en, y su propia pertenen- cia a, una 0 varias comunidades finitas pero en la perspectiva del mundo ‘comin; es traer los derechos civicos y politicos, siempre ligados al recono- ccimiento politico de una comunidad particular, al principio del “derecho a tener derechos”, el cual no tiene sentido sino en vista del mundo comin al cual se exponen la pluralidad de los hombres actuando en el seno de los, espacios piblicos diferenciados. Si los individuos se icentifican en el seno de las naciones, los ciudadanos despliegan sus acciones y sus palabras, se confrontan y establecen relaciones politicas, en espacios pibblicos que apun- tan a la insialacion de un mundo comin en el seno mismo de los Estados. Lejos de realizarse como encamacién de la nacién, el destino del Estado, podriamos decir, es al contrario el sobrepasarlo. Es entonces ef ciudadano del mundo, no el individuo privado identificado y identificandose por la imen el pensamiento de Arendt puede ser ciudada Fopio pais (...) Los conceptos politicos se fu dliversidad y 16 reciprocas. Un eiudadano es por d nize ciudadanos de un pais entre otros paises. Sus derechos y sus deberes deben ser iudadanos sino también por las fronteras a para todos. La sce y herederos de muchos We establectdos que Fi.osoriss 96 ta croaoania ACCION COLECTIVA Y REGENERACION DEMOCRATICA, DEL ESPACIO PUBLICO Francisco Naishtat L INTRODUCCION: LA RELEVANCIA DEMOCRATICA DE LA ACCION COLECTIVA En las dos tiltimas décadas la teoria de la accién colectiva ha osci lado entre la problematica microecon6mica de la racionalidad de la ac a, caracterizada por la figura del la respuesta a | que revela un agente singular en la acc’ exposicién a los conflictos por los cual unos a los otros de manera politica -con la institucién de un espacio pil ia de identidades individuales y comunitarias (de sexo, de cla- de cultura, etc...), que puede elevar las pertenencias comu- sujeto pol por la trama de valores y de normas que condicionan y a su vez poten a interaceién de unos actores pensados segtin el modelo del hom sociolog , 8 decir, a partir de un plexo dinimico de pertenencias insitas en Ia estructura social de la situacién®, ent; el mundo comin es lo que bertad no es vana: es ef A pesar de esta diferencia en sus enfoques respect tas y soci6logos de la accin colectiva suelen eludir la relacién pol dad de un riundo comin desde el momento que lo lentemente en ese sentido (y no en una perspectiva ta) que hay que comprender el andlisis arendtiano de cultura y la politica: “* De una forma general, escribe 6n colectiva a partir de su relacién con ¢ ‘0, puede exhibir no sélo las condiciones estratégicas d cuya esencia es aparecer y ser bellas.[..] La cultura y la politica se entre- pertenecen entonces, porque no es el saber o la verdad que esti en juego, jones que tratan sobre la esfera de la 1y la decision sobre el tipo de accién a 1a de ver el mundo en el fu lad), esto es, sin re o el lide la responsabi ica que el cau

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