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09.10 MINISTERIO
DE JUSTICIA
RI. 4523/2010
ALEGACIONES
Consideraciones preliminares.-
2
Así algunos Estados, que ya preveían la interrupción voluntaria
del embarazo cumpliendo determinados requisitos, han procedido a
adaptar su legislación (caso por ejemplo de Francia, Ley de 4 de julio de
2001, y posteriores modificaciones del Código de Salud en 2008 y Suiza,
Ley de 23 de marzo de 2005), mientras que en otros se ha procedido a
incorporar a su ordenamiento un régimen que permite en determinadas
condiciones dicha interrupción (es éste el caso, por ejemplo, de Portugal,
Ley de abril de 2007). Medidas legislativas que han seguido, por otra
parte, unos principios de ordenación similares a los que se han
incorporado a la LO recurrida.
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También el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ha
evolucionado en su jurisprudencia sobre la interrupción del embarazo,
llamando la atención sobre la necesidad de tomar debidamente en
consideración los derechos de la mujer embarazada. Singularmente en la
sentencia de 20 de marzo de 2007 (asunto Tysiac c. Polonia), sin dejar de
reiterar que el Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) no
impone una determinada opción en materia de interrupción voluntaria del
embarazo, recuerda que «en tal situación, las disposiciones legales
aplicables deben ante todo definir claramente la situación de la mujer
embarazada respecto a la Ley” (párrafo 116).
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dejar de tener en cuenta los efectos de las distintas alternativas reguladoras,
siendo la plasmada en la LO preferible a otras que en la práctica han
demostrado ser menos eficaces en la defensa de la vida prenatal (artículo 15
CE), al provocar en las mujeres la huida hacia fórmulas ilegales o a que se
trasladen a otros países para realizar la interrupción del embarazo. En esas
otras opciones el Estado no puede ejercer función tuitiva alguna sobre la
vida prenatal y puede poner en riesgo la salud de la madre (artículo 43 CE).
Fórmulas estas últimas que en los casos más extremos suponen un
atentando a la dignidad de la mujer (artículo 10 CE), al considerarla como un
mero receptáculo de la vida en gestación.
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embarazo y establecer las correspondientes obligaciones de los poderes
públicos”. La protección de la vida prenatal se integra en todo el articulado
de la LO, mediante un conjunto de medidas educativas y una nueva
regulación de la interrupción voluntaria del embarazo que, yendo más allá de
la mera respuesta penal que se mantiene, tiene por finalidad garantizar y
proteger adecuadamente los diversos derechos y bienes en presencia, tanto
de la mujer como de la vida humana en formación, tal como declara en su
Preámbulo. Esa tutela de la vida prenatal no se pretende sólo ni
fundamentalmente a través de la sanción penal, sino con otras acciones de
los poderes públicos. Como pone de manifiesto el Preámbulo de la LO: «La
Ley parte de la convicción, avalada por el mejor conocimiento científico, de
que una educación afectivo sexual y reproductiva adecuada, el acceso
universal a prácticas clínicas efectivas de planificación de la reproducción... y
la disponibilidad de programas y servicios de salud sexual y reproductiva es
el modo más efectivo de prevenir... los embarazos no deseados y los
abortos».
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interrupción voluntaria del embarazo incumpliendo los requisitos y
condiciones previstos en los supuestos legalmente autorizados. Además,
también como novedad, en el artículo 145 CP se incluye una pena agravada
cuando la interrupción del embarazo fuera de los supuestos permitidos por la
Ley se produce con posterioridad a las 22 semanas de gestación. En
coherencia con el sistema gradual de protección de la vida prenatal por el
que ha optado el legislador, éste considera de mayor gravedad la conducta
castigada a partir del momento en el que se produce la denominada
viabilidad fetal.
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LO).
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Entre dichos derechos y bienes, ha de partirse, conforme al artículo
1.1 CE de la proclamación de la libertad como valor superior del
ordenamiento jurídico. De ahí que los derechos de libertad de la mujer
embarazada constituyan uno de los elementos esenciales de la regulación
contenida en la LO, como se reconoce en el Preámbulo de la Ley, haciendo
compatible su ejercicio con el respeto al límite constituido por el
reconocimiento de la vida humana en formación como un bien jurídico digno
de protección. Por tanto, el análisis de la constitucionalidad de la ley, desde
la perspectiva alegada de contrario en relación con la tutela de la vida
prenatal, ha de basarse en su estricta consideración como límite de otros
derechos y, por tanto, con respeto al contenido esencial de los derechos
fundamentales de la mujer.
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sistemas jurídicos o concretas regulaciones de una materia podrán ser útiles
como instrumentos de análisis e incluso una herramienta del razonamiento
jurídico pero no son, desde luego, el objeto sobre el que debe pronunciarse
el Tribunal. En otras palabras, el presente recurso versa sobre el concreto
contenido de la LO impugnada y no sobre la constitucionalidad en abstracto
de una u otra de las categorías a través de las cuales la doctrina científica
trata de clasificar los distintos regímenes jurídicos sobre una determinada
materia, en este caso la interrupción voluntaria del embarazo.
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único sobre el que se pronuncia porque no estaba llamado a pronunciarse
sobre ningún otro- es un concreto precepto de Código Penal por el que se
despenalizan determinados supuestos de interrupción voluntaria del
embarazo. Como recuerda el voto particular del Magistrado Don Francisco
Tomás y Valiente, párrafo 2 (en este punto concurrente con la mayoría), no
hay en los fundamentos 9, 10 y 11, «ni en ningún otro pasaje de la Sentencia
afirmación alguna que permita suponer que esos y sólo esos tres supuestos
o indicaciones son los únicos que el legislador podría declarar no punibles.
En este aspecto el Tribunal se ha limitado a enjuiciar el texto impugnado y
nada más».
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la mujer embarazada”, propio de lo que en el recurso se denomina un
“sistema de plazos”.
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puede y aun debe estar sujeta a limitaciones “ (STC 53/1985, FJ 5).
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constitucional, el legislador no sólo está autorizado sino que tiene el deber
de evaluar, a la luz de la experiencia aplicativa de la norma y de la respuesta
de los ordenamientos jurídicos con los que comparte el mismo sistema de
valores, cuál es el mejor modo de cumplir en cada momento ese deber de
protección. Como señala la Exposición de Motivos de la Ley, al evaluar la
regulación precedente, a «lo largo de estos años, sin embargo, la aplicación
de la ley ha generado incertidumbres y prácticas que han afectado a la
seguridad jurídica, con consecuencias tanto para la garantía de los derechos
de las mujeres como para la eficaz protección del bien jurídico penalmente
tutelado” (subrayado propio).
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informado cualquier decisión que le afecte.
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que la individualidad reconocida al nasciturus no puede entenderse
enfrentada a la madre, porque, pese a tal individualidad aquél no tiene
posibilidad de existencia sin la madre (de «dualidad en la unidad» es como
la califica la doctrina constitucional alemana).
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consideró que «no se puede interpretar que el artículo 8.1 signifique
que el embarazo y su interrupción pertenezcan, por principio,
exclusivamente a la vida privada de la madre» (Bruggeman y
Scheuten contra la República Federal de Alemania anteriormente
citada, ap. 61), así como el Tribunal en su resolución Boso
anteriormente citada. Resulta, además, del examen de estos asuntos,
que la solución dada procede siempre de la confrontación de
diferentes derechos o libertades, a veces contradictorios,
reivindicados por una mujer, una madre o un padre, entre ellos o
frente al niño por nacer”.
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La respuesta ha de ser positiva. El artículo 14 de la LO, y las
disposiciones que lo complementan han previsto, para esta primera fase
inicial del embarazo, un mecanismo de protección de la vida prenatal, que
trata de responder a la «situación característica de conflicto» que pueda
experimentar la mujer entre su estado y la debida protección de la vida que
acoge en su seno. A tal fin, la LO prevé que aquélla reciba una completa
información «sobre los derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a
la maternidad” y, sólo transcurrido un período de reflexión decida sobre la
continuidad de su embarazo (“haya transcurrido un plazo de al menos tres
días, desde la información mencionada en el párrafo anterior y la realización
de la intervención”).
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lado, la suficiencia de las previsiones a través de las cuales se desarrolla, lo
que los recurrentes denominan insuficiente protección administrativa e
inconstitucionalidad indirecta de los apartados 2 y 5 del artículo 17 LO.
Constitucionalidad que no puede ser abordada exclusivamente desde la
perspectiva del artículo 15 CE y el bien jurídico de la vida prenatal, sino en
justo equilibrio con los derechos de la mujer embarazada.
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Al realizar esta predeterminación normativa del modo de resolver el
conflicto entre la protección de la vida prenatal y la situación experimentada
por la mujer embarazada, el legislador ha considerado que la intervención de
terceros, que sigue existiendo, tendrá una mayor eficacia protectora sobre el
nasciturus si tiene un papel asesor que si tiene un papel decisor. El artículo
17.2 de la Ley dispone que en el supuesto previsto en el artículo 14 de la
Ley, la mujer recibirá un sobre cerrado que contendrá información sobre las
ayudas públicas disponibles para las mujeres embarazadas y la cobertura
sanitaria durante el embarazo y el parto; sus derechos laborales vinculados
al embarazo y a la maternidad; las prestaciones y ayudas públicas para el
cuidado y atención de los hijos e hijas; los beneficios fiscales y demás
información relevante sobre incentivos y ayudas al nacimiento.
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resolver el conflicto ocasionado entre el bien jurídico cuya protección está
constitucionalmente reconocida (artículo 15 CE) y sus derechos
fundamentales (el derecho al libre desarrollo de su personalidad, artículo
10.1 CE, el derecho a su integridad, artículo 15 CE o el derecho a la
intimidad, artículo 18 CE). Al hacerlo así, el Estado, como sujeto obligado a
prestar dicha protección, pone en conocimiento de la mujer embarazada lo
que Comunidad le ofrece para ayudarla a resolver ese conflicto personal. La
previsión legal es, al tiempo, una manifestación del deber constitucional de
los poderes públicos de realizar políticas preventivas para evitar que surja
esa “situación singular de conflicto” y políticas sociales para que, cuando
surja, la mujer embarazada pueda resolverla del modo más responsable y
equilibrado posible, en términos de ponderación de los bienes y derechos en
conflicto.
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haya renunciado a toda protección penal y sólo contemple una protección
preventiva de la vida prenatal. Que los recurrentes no hayan recurrido la
Disposición final de la LO a través de la que se introduce dicha protección
penal complementaria al artículo 14 de la LO no significa que no exista, ni
que no deba ser tenida en cuenta al enjuiciar la constitucionalidad de este
precepto. Antes al contrario su silencio constituye un reconocimiento
implícito de que dicha protección penal resulta conforme a la Constitución.
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asesorada de la mujer en la resolución de esta situación singular de conflicto
entre bienes jurídicos y derechos fundamentales, es constitucionalmente
legítima pues “no puede afirmarse de ninguno de ellos su carácter absoluto,
el intérprete constitucional se ve obligado a ponderar los bienes y derechos
en función del supuesto planteado, tratando de armonizarlos si ello es
posible o, en caso contrario, precisando las condiciones y requisitos en que
podría admitirse la prevalencia de uno de ellos” (STC 53/1985, FJ 9).
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2.2 Las garantías previstas en la aplicación del artículo 14 de la LO.
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paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y
documentación clínica, como la relativa a las consecuencias médicas,
psicológicas y sociales de la continuación del embarazo o de su interrupción.
Al efecto, conviene destacar que esta información, tal y como aparece
diseñada en el artículo 17.4 de la LO, es más amplia que la regulada en la
Ley 41/2002, aunque habrá de prestarse en los términos en ella previstos.
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3. La supuesta falta de justificación del sistema gradual de protección
por el que ha optado el legislador.
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modalidades de protección estatal de la vida prenatal, según el tiempo de
gestación y otras circunstancias, habida cuenta que “previamente al
nacimiento tiene especial trascendencia el momento a partir del cual el
nasciturus es ya susceptible de vida independiente de la madre, esto es, de
adquirir plena individualidad humana” (STC 53/1985, FJ 5). Así se hacía
también, por otro lado, en el derogado artículo 417bis del Código Penal, y se
ha reiterado en otras Leyes posteriores como la Ley 35/1988, sobre
Técnicas de Reproducción Asistida, y la Ley 42/1988, de donación y
utilización de embriones y fetos humanos, o de sus células, tejidos y
órganos. Protección gradual o diferenciada según el grado de desarrollo de
la vida en formación que ha sido avalada por ese Tribunal.
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constitucional no impone la garantía penal como única forma de protección
de la vida prenatal y reconoce que dicha garantía tampoco debería ser
absoluta.
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parte del recurrente resulta rechazable: no se puede pretender que se
declare inconstitucional el dejar de sancionar penalmente ciertos supuestos
de interrupción voluntaria del embarazo porque así lo exige la tutela de la
vida de no nacido. Por el contrario, el planteamiento que corresponde hacer
es si en la tutela penal de la vida del no nacido, que es una pretensión de
tutela legitima, se han vulnerado los derechos fundamentales, se han
excedido limites constitucionalmente impuestos o se ha recurrido a medios
desproporcionados. Circunstancias que esta representación rechaza que se
haya producido en el caso de la LO recurrida, como se explicará a
continuación.
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correspondiente sanción penal para todas y cada una de las interdicciones
previstas en la Ley”.
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redacción al artículo 145 del Código Penal e incorpora un nuevo artículo 145
bis al mismo Cuerpo legal, estableciendo una firme tutela penal de la vida
prenatal también durante las primeras catorce semanas de gestación.
“Artículo 145.
1. El que produzca el aborto de una mujer, con su consentimiento,
fuera de los casos permitidos por la Ley será castigado con la
pena de prisión de uno a tres años e inhabilitación especial para
ejercer cualquier profesión sanitaria, o para prestar servicios de
toda índole en clínicas, establecimientos o consultorios
ginecológicos, públicos o privados, por tiempo de uno a seis años.
El juez podrá imponer la pena en su mitad superior cuando los
actos descritos en este apartado se realicen fuera de un centro o
establecimiento público o privado acreditado.
Por su parte, el artículo 145 bis del Código Penal, añadido por dicha
Disposición final, que no ha sido recurrida en este procedimiento, va más
allá de la definición de conductas penalizadas y despenalizadas que hasta
ahora se había previsto, al castigar como infracción penal de forma expresa
el incumplimiento de las garantías de orden preventivo o administrativo
previstas en el artículo 14 de la LO:
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1. Será castigado con la pena de multa de seis a doce meses e
inhabilitación especial para prestar servicios de toda índole en
clínicas, establecimientos o consultorios ginecológicos, públicos
o privados, por tiempo de seis meses a dos años, el que dentro
de los casos contemplados en la ley, practique un aborto:
a) sin haber comprobado que la mujer haya recibido la
información previa relativa a los derechos, prestaciones y
ayudas públicas de apoyo a la maternidad;
b) sin haber transcurrido el período de espera contemplado en
la legislación;
c) sin contar con los dictámenes previos preceptivos;
d) fuera de un centro o establecimiento público o privado
acreditado. En este caso, el juez podrá imponer la pena en su
mitad superior.
2. En todo caso, el juez o tribunal impondrá las penas previstas
en este artículo en su mitad superior cuando el aborto se haya
practicado a partir de la vigésimo segunda semana de
gestación.
3. La embarazada no será penada a tenor de este precepto».
Un último reproche que, al amparo del artículo 9.3 CE, realizan los
recurrentes al precepto impugnado es que, desde la perspectiva del tipo
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penal contenido en los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, la utilización
del plazo de 14 semanas adolece de la necesaria precisión.
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jurídica porque no cabe exigir a la norma, tampoco a la que indirectamente
contribuya a definir el tipo penal, nada que vaya más allá de lo que resulta
aprensible a través del lenguaje. Siendo así que, habida cuenta el devenir
natural de la concepción y de la vida en el seno materno, ni la ciencia ni el
lenguaje son capaces de describir un método distinto de determinación del
grado de desarrollo de la vida prenatal que el aquí empleado por el
legislador que es, por lo demás, idéntico al empleado en el derogado artículo
417 bis del Código Penal que no mereció reproche de inconstitucionalidad
en este aspecto. Como ya señaló el Tribunal Supremo de los Estados
Unidos, en la sentencia Roe vs. Wade, sobre el momento en el que se inicia
la vida humana, “cuando aquellos formados en las respectivas disciplinas de
la medicina, la filosofía y la teología son incapaces de alcanzar un acuerdo,
la Justicia no está, en este punto del desarrollo del conocimiento humano, en
posición de especular sobre la respuesta”.
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particular, reprochan al precepto el utilizar el término “salud” de forma
genérica, atendida la definición que se contiene en el artículo 2 de la Ley
Orgánica, e invocando el precedente de la legislación estrictamente penal
hasta ahora vigente consideran que hay una menor protección de la vida
prenatal.
35
Una vez aclarado este extremo, han de rechazarse los argumentos de
los recurrentes que forman parte de los temores ante interpretaciones
determinadas del precepto, más que al precepto en sí mismo, pues como ya
señaló la STC 77/1985, de 27 de junio, el Tribunal “debe pronunciarse,
respecto a los preceptos impugnados, no sobre eventuales e hipotéticas
interpretaciones de los mismos, propuestas por los recurrentes, sino sobre si
se oponen a los mandatos constitucionales”.
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empleados por el legislador, que aunque el precepto legal únicamente
emplea el término salud, “se refiere a la salud física o psíquica, como se
deduce con toda evidencia de los debates parlamentarios”. No hay una
declaración del Tribunal exigiendo que de forma expresa la norma incluya
esos dos adjetivos para considerarlo como constitucional, sino una mera
remisión al debate parlamentario para dar un contenido más concreto a un
precepto al que los allí recurrentes calificaban de impreciso. Es decir, el
Tribunal no declaró en la sentencia de 1985 que sólo sería constitucional el
supuesto de “grave daño para la salud de la madre” si se incluían los
adjetivos “física o psíquica”.
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conviene partir del tenor literal del precepto, que en dos apartados distingue
tres indicaciones diferentes, teniendo en cuenta, de un lado el plazo de
gestación (dentro de las veintidós primeras semanas o en cualquier
momento de la gestación) y, de otro, la causa o motivo que justificaría la
interrupción del embarazo a petición de la madre.
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De nuevo los recurrentes realizan un esfuerzo por destacar las
diferencias terminológicas de la presente Ley Orgánica en relación con el
precepto penal objeto de la STC 53/1985, pero esta representación
considera que, sin perjuicio de aludir a esas diferencias cuando resulte
necesario para analizar la doctrina constitucional, la diferencia
terminológica carece de otra relevancia a efectos del presente recurso.
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Los recurrentes se refieren, en primer lugar, a la interrupción del
embarazo cuando se detecten anomalías fetales incompatibles con la vida
(apartado c), inciso primero del artículo 15 de la LO, correspondiente al
supuesto descrito anteriormente con el número 2). En este caso, la
interrupción del embarazo se autoriza en cualquier momento de la gestación.
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en el sentido de llevar una propia «vida independiente de la madre» (STC
53/1985, fundamento jurídico 5.º).”. Concluyendo la sentencia, FJ 6, que
“[N]o hay, por tanto, en este precepto contradicción con la protección que la
Constitución exige para la vida del nasciturus, puesto que de tal no se trata”.
41
caso, es el del feto con una “enfermedad extremadamente grave e incurable
en el momento del diagnóstico”.
42
por toda argumentación, al margen de la desafortunada invocación de
doctrinas históricas que no vienen al caso, se limita a citar algunos ejemplos
que no encajan en el estricto concepto utilizado por el legislador de
“enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del
diagnóstico”
43
psíquicas”, mediante acciones de carácter positivo. Supone también una
reflexión sobre el carácter gradualmente excepcional y reducido de
aplicación de este supuesto, en la medida en que se adopten por el Estado
esas medidas de protección de las personas con discapacidad, a las que se
refiere el artículo 49 CE.
44
la sanción penal entrañaría la imposición de una conducta que excede de la
que normalmente es exigible a la madre y a la familia” (STC 53/1985, FJ 11).
45
No sólo se ha mejorado técnicamente la redacción, sino que se ha
desposeído a ésta de las connotaciones peyorativas que en nuestra lengua
se han asociado tradicionalmente al término “tara”, en perjuicio de las
personas discapacitadas.
46
Alegan los recurrentes que la consideración de las graves anomalías
en el feto entre las causas médicas de interrupción del embarazo constituye
una discriminación de las personas con discapacidad, prohibida por el
artículo 14 CE.
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que los convenios y resoluciones citadas de contrario no constituyen un
impedimento a la regulación contenida en el artículo 15 de la LO.
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Cuarta.- Al cuarto motivo del recurso, dirigido contra el artículo
12 de la LO.
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fundamentales que ha de ser tenido en cuenta por todos los poderes
públicos y muy especialmente por los órganos jurisdiccionales en su función
de aplicación de las leyes” (SSTC 24/1990, de 15 febrero, FJ 2; 26/1990, de
19 febrero, FJ 4. Reiterado en la más reciente STC 105/2007, de 10 mayo,
FJ 4).
50
Quinta. Al quinto motivo del recurso, dirigido contra el artículo
13, requisito Cuarto, de la LO.
51
y 17 años ha sido desarrollado por el artículo 8 del Real Decreto 825/2010,
de 25 de junio:
52
errónea, pero que, además, no es objeto de este recurso, tal como lo han
articulado los actores.
53
Desde un punto de vista constitucional, que es sobre el que gira el
debate en este procedimiento, no hay fundamento alguno para sostener que
sólo a partir de los 18 años debe reconocerse el grado suficiente de
autonomía para considerar a la mujer capaz para prestar su consentimiento
a la interrupción voluntaria del embarazo.
54
Antes al contrario, su artículo 12.1 establece de forma expresa que los
«Estados partes garantizarán al niño, que este en condiciones de formarse
un juicio propio, el derecho de expresar su opinión libremente en todos los
asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las
opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño».
55
nuestro ordenamiento, ni restringen en modo alguno la facultad conferida al
legislador para regular en el ámbito de las relaciones sociales los distintos
estadios de capacidad».
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2. La suficiencia del consentimiento prestado por parte de las
mujeres de 16 o 17 años, desde la perspectiva de los artículos
27.3 y 39.1 CE.
57
menor deban estar informados, al disponer que “[E]l documento (que
acredita el conocimiento de la información) será entregado personalmente
por la mujer acompañada de su representante legal al personal sanitario del
centro en el que vaya a practicarse la intervención”.
58
sobre el disfrute del menor de sus derechos fundamentales se
modulará en función de la madurez del niño y los distintos estadios en
que la legislación gradúa su capacidad de obrar (arts. 162.1, 322 y
323 CC o el art. 30 Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de régimen
jurídico de las Administraciones públicas y del procedimiento
administrativo común)». Y concluíamos en dicha Sentencia, respecto
de esta cuestión, que, en consecuencia, «sobre los poderes públicos,
y muy en especial sobre los órganos judiciales, pesa el deber de velar
por que el ejercicio de esas potestades por sus padres o tutores, o por
quienes tengan atribuida su protección y defensa, se haga en interés
del menor, y no al servicio de otros intereses que, por muy lícitos y
respetables que puedan ser, deben postergarse ante el "superior" del
niño (SSTC 215/1994, de 14 de julio; 260/1994, de 3 de octubre;
60/1995, de 17 de marzo; 134/1999, de 15 de julio; STEDH de 23 de
junio de 1993, caso Hoffmann)»”.
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del interés preferente de la menor, hace decaer el derecho de los padres de
participar en la toma de decisión de aquélla, conciliando los derechos e
intereses en juego, tal como ordena el propio artículo 39.4 CE y la
Convención de los Derechos del Niño (en particular, artículos 12, 18.1 y
19.1).
60
F. 4º)”. En el caso concreto de la interrupción voluntaria del embarazo, la
existencia del derecho a la objeción de conciencia fue expresamente
reconocida por la STC 53/1985, aunque de forma tangencial. En efecto, tras
afirmar que la cuestión “pueda revestir singular interés” y señalar que es
“ajena[s] al enjuiciamiento de la constitucionalidad del proyecto”, afirma la
sentencia (FJ 14º) en relación con el derecho a la objeción de conciencia
“que existe y puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado
o no tal regulación”.
61
recurso de inconstitucionalidad la prevención de potenciales interpretaciones
de la norma contrarias a la Constitución.
62
de la práctica del acto de interrupción voluntaria del embarazo, al tiempo que
se permite el ejercicio de la objeción de conciencia al personal sanitario al
que sus creencias le impidan practicar el acto médico de la interrupción
voluntaria del embarazo.
63
voluntaria del embarazo en los supuestos y con los requisitos establecidos
en la Ley”. De modo que el inciso contenido en el artículo 19.2 constituye,
también, un mandato del legislador a esas Administraciones sanitarias para
que establezcan las medidas organizativas necesarias (“medidas para
garantizar la prestación” es precisamente el título del precepto legal) para
compatibilizar el ejercicio de la objeción de conciencia de los profesionales
sanitarios con el acceso a la prestación garantizada.
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3. La obligación de manifestar la objeción de conciencia
“anticipadamente y por escrito”.
65
anticipadamente los profesionales de que se dispone para llevar a cabo la
prestación es posible organizar el modo en que dicha prestación puede
llevarse a cabo.
66
reservas ideológicas... bien entendido que sin esa voluntad del objetor
dirigida a extraer consecuencias jurídicas -y por tanto exteriores a su
conciencia- de su objeción nadie podrá entrar en su intimidad ni obligarle a
declarar sobre su ideología, religión o creencias. La intimidad personal y el
derecho a no declarar íntimas convicciones es algo que el objetor ha de
valorar y ponderar en el contexto de las garantías que la Constitución le
reconoce y decidir, nunca mejor dicho, en conciencia, pero a sabiendas
también de la especial naturaleza del derecho de objeción y de las garantías
que asimismo compete exigir a la comunidad y en su nombre al Estado”.
67
se opone a los artículos 16.1 y 2, y 18.1 CE, y no lo haría la manifestación
estrictamente verbal. Es, de nuevo, una mera conjetura o riesgo potencial
que no siquiera se derivaría de la norma legal impugnada, sino del
incumplimiento de ésta y del resto del ordenamiento que, en concreto en
materia de protección de datos, contiene especiales y severas garantías en
relación con los datos que revelen la ideología, religión o creencias de su
titular (artículo 7 de la Ley Orgánica 15/1999).
68
con un concepto “cuyo contenido se puede intuir” (sic) es que se imparta una
educación sanitaria y afectivo-sexual “con un sesgo ideológico determinado”.
69
4) a que velen por que en todos los niveles de prestación de atención
y de servicios de salud, incluidos los destinados a los adolescentes y
los jóvenes, se incorpore una perspectiva equitativa en cuestiones de
género;
5) a que recopilen y analicen datos desglosados por sexo, realicen
investigaciones sobre los factores subyacentes a las disparidades
entre los géneros y tengan presentes los resultados al elaborar
políticas y programas;
6) a que avancen hacia la igualdad entre mujeres y hombres en el
sector de la salud para garantizar que la contribución de mujeres,
hombres, niñas y niños como prestadores de atención de salud sea
tenida en cuenta...”.
70
De dicho principio no se deduce la obligación de que todo concepto o
término empleado por el legislador sea definido en la propia norma (técnica
legislativa que si bien es común en otros ordenamientos, no es la
generalmente seguida en el nuestro). Esta técnica legislativa no es contraria
al principio de seguridad jurídica pues, “sólo si en el ordenamiento jurídico en
que se insertan, y teniendo en cuenta las reglas de interpretación admisibles
en Derecho, el contenido o las omisiones de un texto normativo produjeran
confusión o dudas que generaran en sus destinatarios una incertidumbre
razonablemente insuperable acerca de la conducta exigible para su
cumplimiento o sobre la previsibilidad de sus efectos, podría concluirse que
la norma infringe el principio de seguridad jurídica ( SSTC 150/1990, de 4 de
octubre, F. 8; 142/1993, de 22 de abril, F. 4; y 212/1996, de 19 de diciembre
, F. 15)”, (STC 96/2002, de 25 de abril, FJ 5).
71
este tipo de textos jurídicos (lo que en el derecho anglosajón se viene
denominando soft law) que de verdaderas normas jurídicas vinculantes.
72
establecen cuál es el elenco de medios pedagógicos entre los que puede
optar el profesor”.
73
objetiva, crítica y pluralista. Se prohibe al Estado perseguir una
finalidad de adoctrinamiento que pueda ser considerada como no
respetuosa de las convicciones religiosas y filosóficas de los padres.
Aquí se encuentra el límite que no debe ser sobrepasado”.
74
ha llegado en esta ocasión a una extraña y determinada unanimidad
ideológica, la “perspectiva de genero” no es sino un enfoque metodológico,
partiendo del examen de las diferencias que en la concreta materia o sector
de que se trate afectan a cada género. El único elemento de dicha
metodología que comporta un determinado pronunciamiento valorativo es el
fin perseguido con su utilización: hacer realidad el principio de igualdad entre
hombre y mujer, pero éste no constituye sino una manifestación de uno de
los valores superiores de nuestro Ordenamiento que, además, formaría parte
de los fines constitucionalmente perseguidos a través del derecho a la
educación (artículo 27.1 CE).
75
La STC 5/1981 declara que “el constituyente de 1978 ha querido
atribuir esta libertad a todos los docentes, sea cual fuere el nivel de
enseñanza en el que actúan...cuyo contenido se ve necesariamente
modulado por las características propias del puesto docente o cátedra cuya
ocupación titula para el ejercicio de esa libertad”. Aunque en su sentido
puramente negativo es “incompatible con la existencia de una ciencia o una
doctrina oficiales”, en “los niveles inferiores, por el contrario, y de modo, en
alguna medida gradual, este contenido positivo de la libertad de enseñanza
va disminuyendo puesto que, de una parte, son los planes de estudios
establecidos por la autoridad competente, y no el propio profesor, los que
determinan cuál haya de ser el contenido mínimo de la enseñanza y son
también estas autoridades las que establecen cuál es el elenco de medios
pedagógicos entre los que puede optar el profesor (artículo 27.5 y 8) y, de la
otra y sobre todo, éste no puede orientar ideológicamente su enseñanza con
entera libertad de la manera que juzgue más conforme con sus
convicciones”.
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de la LO, sea contraria a la libertad de cátedra, en la medida en que se trata
de una decisión legítima del legislador en relación con los planes de estudio
y medios pedagógicos, desprovista de cualquier orientación ideológica.
77
No cabe duda, por tanto, de la competencia del Estado para
establecer, en virtud del artículo 149.1.30 CE, la obligatoriedad de impartir
determinadas asignaturas o contenidos, como requisito para la obtención de
determinados títulos académicos. Dicha competencia puede ser ejercida por
el Estado no sólo a través de una norma específicamente dirigida a reglar la
enseñanza o los títulos académicos, sino que también es
constitucionalmente posible incluir dicha previsión en una norma, como la
aquí recurrida, de alcance transversal y que tenga una finalidad especial que
afecte, entre otros sectores, al educativo. No hay precepto alguno de la
Constitución por el que se reserve la competencia para regular las
condiciones de obtención de los títulos académicos a una ley especial.
78
Tampoco merecería mejor éxito la alegación referida a la vulneración
de la autonomía universitaria. Las ya citadas SSTC 187/1991 y 155/1997
rechazan que la autonomía universitaria sea incompatible con “la
obligatoriedad de incluir en los Planes de Estudio de una Universidad
asignatura alguna”. No en balde (STC 103/2001, FJ 4, de 23 de abril) el
derecho fundamental a la autonomía universitaria “se reconoce «en los
términos que la ley establezca», lo que significa que es un derecho de
estricta configuración legal”, cuya finalidad esencial “se halla en la tutela de
las libertades académicas: de enseñanza, de investigación y de estudio”, lo
que permite “identificar distintos grados de intensidad del derecho a la
autonomía universitaria, en relación con los diferentes contenidos de los
planes de estudio”. Siendo “[M]enor aún es la intensidad del derecho
fundamental a la autonomía universitaria en relación con la ordenación
formal de los planes de estudio conducentes a títulos nacionales: tipología
de materias; máximos y mínimos de determinadas clases de materias; ciclos
de enseñanza; combinación de enseñanzas teóricas y prácticas”.
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Resta por contestar el reproche de constitucionalidad que, bajo el
prisma del derecho a la objeción de conciencia, se realiza a la obligación de
incluir en los planes de estudio la “formación en la práctica clínica de la
interrupción voluntaria del embarazo”.
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sistema educativo, como señalara el TEDH en la ya referida sentencia del
caso Kjeldsen. En todo caso, el carácter claramente excepcional y limitado
del reconocimiento de la objeción de conciencia por la STC 53/1985, en
tanto que referido a la práctica del acto médico de interrupción del embarazo
no puede extenderse a lo que únicamente constituye la formación en su
posible práctica.
De todo ello se deduce que también este motivo del recurso carece de
fundamento, por lo que no cabría declarar la inconstitucionalidad del
precepto impugnado por este motivo.
En su virtud, al Tribunal
Es justicia.
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