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Introducción
Pero sin duda las mejores fuentes antiguas, son las vividas por una series de
innovadores comandantes griegos que lucharon entre los siglos V y IV a.C.,
pasando uno de ellos a la historia, no por su trabajo como mercenario, sino como
1
Vidal, Jordi. Mercenarios en los Ejércitos Paleobabilónicos. En Espino, Antonio. Nuevas fronteras en la
Historia de la Guerra. Ed Pórtico. 2014. Cap I. Pag 5.
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Están descriptos Cuerpos de soldados nubios en las cartas de Amarna del siglo XIV a.C. Vidal, Jordi.
Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Art. Revista de Historia Nro 27. 2015
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historiador. Jenofonte nació cerca de Atenas en la segunda mitad del siglo V a.C.,
y su campaña junto a Ciro lo convirtió en quien es hoy. La famosa Retirada de los
Diez Mil que narra la campaña de una unidad de mercenarios griegos en Persia,
es sin dudas una de las grandes crónicas de la antigüedad.
Si los mercenarios a órdenes de Clearco, luchaban solo por la paga o por otras
razones, es motivo de especulación aunque Jenofonte hace ver que el Jefe
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Las obras de Lartéguy fueron controvertidas y muy criticadas en la época que aparecieron en las librerías y
hasta el día de hoy. La primera se titula “Los Centuriones” y narra la historia de los paracaidistas y soldados
de la Legión Extranjera francesa en Indochina, siendo el personaje central el Coronel Raspeguy, que no es ni
más ni menos que quien fuera posteriormente General en el Ejército Francés Marcel Bigeard. La segunda obra
se centra, con casi los mismos personajes, en la impopular guerra de Argelia y se titula “Los Pretorianos”.
4
Lartéguy, Jean. “Los Mercenarios”. Editorial Emece. 1985. Página 3
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mercenario era un hombre dedicado por entero a la guerra. Otros comandantes
posteriores cómo Ifícrates, también eran hombres dedicados por entero a la guerra
y no estamos seguros que su motivación sea simplemente la paga. El aporte que
su estructura militar brindó a unas Poleis aferradas a un conservadurismo militar
incomprensible y la revolución militar que los mismos generaron, es el motivo de
estudio del presente trabajo.
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A muchos les podrá parecer incorrecto llamar revolución militar a las reformas
de Ifícrates y Chabrias, pero creemos, y compartimos con Arther Ferril5, que para
el momento en que se dio, fue una verdadera revolución en asuntos militares.
En apariencia, entre los siglos VIII y VII a.C. mercenarios carios y jonios
combatieron en varias campañas en distintos lugares, cuyas acciones están muy
poco registradas, no así a algunos grupos que lucharon a órdenes del faraón
Psametico I (664 a.C),6 aunque de seguro no fueron los primeros griegos en
vender sus servicios. Ya el Mediterráneo más que una barrera infranqueable era
un lugar para el libre intercambio y un comercio por demás provechoso para todas
las civilizaciones que se desarrollaban en sus costas. Del centro a la periferia y
viceversa, el intercambio de bienes y servicios fue una constante en la antigüedad
y es en ese intercambio donde los profesionales de la guerra también
interactuaban.
Toda organización mercenaria cuenta entre sus filas con miembros que
normalmente son parte de su mismo grupo, de su polis o que han actuado en la
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Ferrill, Arter. Los Orígenes de la Guerra. De la Edad de Piedra a Alejandro Magno. Ediciones Ejército.
Madrid. 1971. Pag 213
6
Trundle, Matthews. Greek Mercenaries. From the Late Archaic Period to Alexander. Ed Routledge. 2004.
Pag 28
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milicia en ocasiones anteriores. Es por ello que las unidades mercenarias
constituían en gran forma un brazo de la polis a la que representaban,
transmitiendo no sólo sus servicios profesionales sino también su cultura.
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Es durante la guerra del Peloponeso cuando una unidad de hoplitas espartanos
fue arrollada y obligada a rendirse. Fue en pilos y Esfacteria donde los atenienses
Cleón y Demóstenes al frente de un fuerte destacamento de infantería ligera,
psilois, lograron rodear a un batallón espartano de 420 hombres obligando a
rendirse a 292 y matando al resto.7 Las fuerzas ligeras demostraban que se podía
vencer a la infantería pesada en campo abierto, siempre y cuando se supiera
utilizar a la misma y manteniendo distancia de combate con los hoplitas. La guerra
se estaba convirtiendo en algo mucho más móvil y fluctuante; ya la táctica
comenzaba a variar de acuerdo a las exigencias del terreno, el tiempo y el
enemigo a enfrentar.
Si algo demostró la guerra del Peloponeso fue que la guerra de hoplitas estaba
llegando a su fin, pues ya era hora de que aparecieran nuevas formas de guerrear.
Pero se necesitaba un vector para transportar los conocimientos evolutivos
propios de la experiencia extraída del combate. Eso sólo lo podían hacer los
militares profesionales y los únicos con esas características eran los mercenarios.
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De los 292 hombres rendidos, 120 eran Homoioi, es decir, ciudadanos de plenos derechos y parte de la elite
del ejército espartano. Tucidides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Ed Crítica. 2013. Libro IV. Pags
287-288.
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Ver a Jenofonte. Anábasis. La Retirada de los Diez Mil. Ed EDAF. 1993.
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exilio, y a varios capitanes más que eran los que comandarían los diferentes
grupos de soldados contratados. A ninguno se les dijo el objetivo de la campaña,
sólo que iban a combatir contra rebeldes insurrectos de la satrapía de Asia Menor
en la Pisidia, sin conocer la realidad que era destronar al hermano menor de Ciro y
rey de Persia Artajerjes II; esto probablemente para evitar un amotinamiento entre
las tropas ante tamaña campaña. Luego de una serie de acontecimientos que van
desde deserciones, acciones menores durante el trayecto y nuevas mentiras, la
fuerza mercenaria llegó al Éufrates, donde se reveló el verdadero objetivo de la
operación. Ya sin más que hacer, los mercenarios continuaron y se enfrentaron
con el rey persa en la llanura de Cunaxa.
Las fuerzas de Ciro oscilan de acuerdo a las fuentes entre los 60.000 y 80.000
hombres de infantería, entre ellos la fuerza de 14.000 mercenarios, y unos 3000
jinetes que se enfrentarían a un poderoso ejército persa de aproximadamente
100.000 hombres y que incluía 6000 jinetes y cerca de 200 carros de combate
falcados.
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Carros falcados persas
Batalla de Cunaxa I Infantería persa
401 a.C.
Proxeno
Menón
Clearco Fuerzas
Persas de
Mercenarios Mercenarios Ciro Ciro
Caballería I I I I Caballería
Los persas, con tal de que los mercenarios se fueran, urdieron un perverso
plan, aunque inteligente y maquiavélico, y enviaron a uno de sus agentes más
confiables a parlamentar. Tisafernes, el hombre designado para tal fin, logró
convencer a Clearco que llevaría a él y a sus mercenarios fuera de las fronteras
de su imperio. Para ello los condujo a través del río Tigris con destino al Zab
Mayor. Allí llevó a Clearco y a sus capitanes a un encuentro donde los tomó
prisioneros y después los ejecutó. Con esta acción los persas apreciaban que el
resto de los hombres se rendirían y serían esclavizados. Pero esto no fue lo que
ocurrió. Los mercenarios eligieron nuevos jefes, entre los cuales se encontraba
Jenofonte, para que los condujeran nuevamente a su patria. Es entonces cuando
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comienza una de las mayores travesías de una fuerza militar en la historia.
Atravesando territorio indómito y luchando contra tribus hostiles, seguidos de
cerca por el ejército persa, los griegos se abrieron paso combatiendo y dando
muestras de una gran eficacia militar. Marcharon hacia el Norte y lograron llegar
hasta las costas del Mar Negro, donde con gran alegría y emoción habían
prácticamente concluido la campaña. Era principios del 400 a.C. Luego de
alcanzar Calcedonia y pactar con el sátrapa de la región, pudieron embarcar
rumbo a Bizancio para cruzar el estrecho. Quirísofo, uno de los jefes mercenarios,
partió hacia esta ciudad con el fin de conseguir barcos para cruzar, mientras el
resto de la fuerza continuaba la marcha con dirección a Paflagonia.
Cómo toda fuerza militar que se mueve por un territorio a medida que avanzan
se abastece del mismo, ya sea por voluntad de los habitantes de la zona o por la
fuerza. Ni bien llegaron a la costa de Grecia, las ciudades de la zona los miraban
con recelo e incluso les negaban la entrada. El amotinamiento estuvo a la orden
del día hasta que los contingentes lograron regresar a sus hogares, aunque una
fuerza de 6000 hombres fue contratada nuevamente, esta vez por Esparta, para
luchar contra Persia cuando se inició un nuevo conflicto entre ambos en 399 a.C.
Mar Negro
Trapezus
Calcedonia
Sardes Ipsos
Tarso
Cunaxa
Mar Mediterráneo
Babilonia
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De esta manera finalizaba la retirada de los Diez Mil, tal como se la conoció a
través de la historia. Jenofonte fue recibido con honores en Esparta y los
mercenarios que quedaron estuvieron a órdenes de Tibrón.9
La guerra griega estuvo marcada siempre por dos principios predominantes que
marcaron un estilo de hacer la guerra: El primero, se basaba en el enfrentamiento
directo por la fuerza de la masa y el choque. Para ello se debían dar ciertas
condiciones, de lo contrario se corría peligro de que dicho principio no se pudiera
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El contingente mercenario, de acuerdo a Jenofonte, estaba compuesto antes de iniciar la campaña de las
siguientes fuerzas: 1000 hoplitas, 800 peltastas tracios y unos 200 toxotai cretenses, todos ellos bajo el mando
del espartano Clearco. Comprendían el contingente más completo de la fuerza mercenaria. También había
unos 300 hoplitas siracusanos, otros 700 hoplitas bajo Quirísofo de Esparta; 1000 hoplitas bajo el mando de
Soféneto de Arcadia; 4000 hoplitas con Xenias de Arcadia (gran parte de este contingente se fue con su jefe
cuando abandonó a los mismos en Siria); 1500 hoplitas y 500 peltastas con Próxeno de Beocia; 1000 hoplitas
con Soféneto de Stínfalo; 500 hoplitas con Sócrates de Acaya; 300 hoplitas y 300 peltastas con Pasión de
Mégara y 1000 hoplitas y 500 peltastas con Menón de Tesalia. Jenofonte. Op Cit. Pags 20-27
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aplicar. Para poder hacer que la masa prevaleciera dando fuerza al choque, era
fundamental colocar las mejores tropas enfrentando a las mejores del enemigo. El
empuje fundamental de la falange buscaba quebrar la línea enemiga y para ello se
debía contar con las mejores tropas en el punto decisivo del encuentro, a su vez
se contrarrestaba el empuje enemigo, que también había apoyado sus mejores
hombres sobre el ala propia. Esto se puede referir de la siguiente manera: si el
enemigo coloca sus mejores tropas sobre el ala derecha, las mejores fuerzas
propias se deben colocar en el ala izquierda para de esa forma poder
contrarrestarla.
Ahora bien, para que ambos principios se pudieran cumplir era necesario que el
enemigo combatiera de la misma manera; esto funcionó en el combate de
falanges hoplitas, pero no era lo mismo ante un enemigo que luchaba de manera
distinta. Los mercenarios lograron derrotar a la infantería pesada persa en
Cunaxa, pero luego durante la épica retirada debieron adaptarse a una nueva
forma de lucha que era la que les presentaban las distintas tribus hostiles a
medida que avanzaban. Es en estas situaciones donde se puede observar la
inutilidad del empleo de la falange, ya que no se podía vencer a un enemigo
esquivo y que luchaba con armas arrojadizas.
La guerra del Peloponeso había dado una cierta experiencia a los ejércitos
participantes, pero sobre todo había formado a militares que habían adquirido un
alto grado de profesionalismo, convirtiendo sus conocimientos en dinero y
empleándose de acuerdo a los mandatos, muchas veces de la propia polis, o
también de diversos empleadores. Durante la guerra de Corinto el dinero persa fue
el que inclinó muchas veces la balanza y de esta manera las poleis podían
financiar sus ejércitos especialmente de mercenarios.
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griega estaba compuesta, no por campesinos-propietarios, sino por profesionales
de la guerra que habían hecho de la misma un modo de vida.
Había quedado claro que una fuerza de hoplitas no podía operar por separado
de otras fuerzas, e incluso la caballería por si sola tampoco lo podía hacer si no
tenía a su lado fuerzas ligeras que la acompañaran. Numerosas acciones más van
a llevar a cabo los hombres de Ifícrates y en muchas ocasiones combinados con
infantería de hoplitas, algo que los mercenarios de Jenofonte ya habían hecho en
su campaña en Persia.
Por otro lado la guerra de Corinto, con una influencia cada vez mayor de Persia
ya que su dinero lograba financiar los costes de la misma, también llevó a fuerzas
mercenarias a combatir al Norte de África, en la campaña persa para recuperar
Egipto. Conocida como la campaña egipcio-chipriota y que no está desligada de
las acciones e influencias persas en la guerra de Corinto, se basó en el freno a las
ambiciones de Evágoras que quiso poner el gran Rey de Persia.
Las numerosas revueltas campesinas en el delta del Nilo, llevaron al rey persa
a utilizar dinastas para un mejor control del territorio, es aquí donde se relaciona la
campaña, ya que antes de poder controlar el territorio egipcio se debía controlar
Chipre donde cualquier acción militar estaba condenada de antemano si no se
establecía una base firme en dicha isla. En la isla había una polis helena bajo el
rey Evágoras cuyas ambiciones políticas contrastaban con las persas. Atenas
envió a una fuerza de experimentados soldados profesionales al mando de
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Chabrias que desembarcó en Chipre con el objetivo de realizar acciones militares
y demostrando una vez más la conjunción entre infantes ligeros y pesados como
ya un elemento imprescindible para la lucha. La acción de Chabrias deja ver la
importancia de las fuerzas mercenarias para las acciones políticas externas de las
poleis, donde hay un cierto paralelismo con las fuerzas mercenarias actuales y la
tercerización de la guerra.
Las acciones mercenarias las volveremos a ver en la campaña que los persas
lanzan contra Egipto en el 373, donde participa el mayor contingente de
mercenarios griegos hasta el momento. El ejército persa bajo el mando de
Farnabazo, cifrado en cerca de 100.000 hombres y transportado por unas 300
naves, debía remontar el Nilo en una operación anfibia tan grande como pocas
hubo en la época. Ifícrates comandaba a una fuerza de 20.000 mercenarios
griegos, todos ellos fuerzas especializadas en una combinación de infantería ligera
y pesada. Del otro lado, es decir por el lado egipcio, Chabrias había sido
contratado por el rey Ácoris con la misión de establecer un sistema de
entrenamiento para sus hombres y erigir las defensas en el delta del Nilo.
La fuerza persa remontó el delta del Nilo asolando las distintas guarniciones y
aldeas que encontraba, pero a medida que se internaba encontraba una mayor
resistencia entre las fuerzas egipcias que contaban con el asesoramiento de
Chabrias. Por su parte Ifícrates propuso al estratego persa una acción relámpago
para tomar Menfis, algo que fue desatendido por el persa. Cómo las acciones se
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ralentizaban y la estrategia persa no iba con el pensamiento de Ifícrates, éste
decidió retirar su contingente sin el consentimiento de Farnabazo, dando por
finalizada la acción de su fuerza en la campaña.
Conclusiones
La guerra hoplita ritualizada y violenta nada podía hacer en los nuevos teatros
de operaciones. Las acciones de los mercenarios en la campaña de Ciro así lo
demostraron cuando debieron enfrentarse a tribus hostiles que luchaban desde
posiciones ventajosas y no entraban en combate cuerpo a cuerpo. La importancia
de la caballería y la infantería ligera iba a ser determinante cuando una fuerza
hoplita quisiera operar en ambientes fuera de los principios que regía a la
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utilización de la falange. De la única manera que la misma podía evolucionar
estaba en manos de tropas profesionales, que eran los que combatían en los
diferentes teatros de operaciones y que adaptaban constantemente sus
procedimientos y su equipo en pos de su supervivencia.
Los mercenarios fueron el elemento fundamental para esa evolución, eran los
únicos que mantenían una estructura militar profesional y que se iría adaptando a
los distintos ambientes donde tuvieran que operar. Las fuerzas espartanas, que a
su vez eran el único ejército profesional en la Grecia continental, no pudieron
adaptarse a pesar de su profesionalismo de la misma manera que los hicieron los
mercenarios. Atados a costumbres militares que les habían dado la victoria en
campañas anteriores no pudieron ver que su forma de combatir estaba llegando a
su fin. Si bien contaban con tropas ligeras y caballería, su eje principal pasaba por
el hoplita y sus tradiciones y ethos militar aferrado a una cultura y a una sociedad
elitista no les permitiría ver que la guerra estaba cambiando.
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Fuentes
Bibliografía
ENGLISH, Stephen. Mercenaries in the Classical World. Editorial Pen and Sword.
2012
HANSON, Victor Davis. The Western Way of War. Infantry Battle in Classical
Greece. Editorial University of California. 1989
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STE CROIX, G.E.M. La Lucha de Clases en el Mundo Griego Antiguo. Editorial
Crítica. 1988
Artículos
Desperta Ferro. Mercenarios en el Mundo Antiguo. Edición Especial Nro IV. 2015
VIDAL, Jordi. Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Anuario Nro 27. Escuela
de Historia. Revista Digital Nro 6. 2015
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